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SOPLO DE VIDA

Edición de Weselina Gacinska

OJOS DE SOL
SOPLO DE VIDA
© del prólogo y edición: Weselina Gacinska
© de las ilustraciones: Pablo Cabrera Ferralis
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OJOS DE SOL EDITORIAL


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ISBN: 978-84-09-34551-9
Depósito legal: M-31665-2021

Impreso en España – Printed in Spain


Estugraf S.L.
SOPLO DE VIDA
Edición de Weselina Gacinska

Primera edición: noviembre del 2021

OJOS DE SOL
PRÓLOGO

Animals are born, are sentient and are mortal.


In these things they resemble men.

JOHN BERGER

El pájaro, el más ardiente de nuestra


misma sangre,
lleva al confín del día un singular
destino.

SAINT-JOHN PERSE

La vida prosigue, con o sin animales.


Si es sin ellos, ese vacío labra un cauce en el espíritu
del carente, invisible incluso para este.

IDA VITALE

El significado más profundo de la palabra «animal» radi-


ca en la idea procedente del latín de un ser dotado de soplo vital.
A pesar de los numerosos muros y barreras construidos entre el
conjunto de los animales y los seres humanos, es precisamente la
respiración y otros muchos más aspectos los que nos unen, como
están demostrando continuamente los zoólogos. Pero este origen
etimológico es el que también nos hace darnos cuenta de nuestra
pertenencia al reino Animalia e invita a un cambio de pautas en
el pensamiento sobre la fauna que nos rodea. Una sencilla y anti-
quísima división entre ellos y nosotros se está resquebrajando y está
dando pie a miradas caleidoscópicas, heterogéneas, complejas y
empáticas.

7
Existen múltiples lenguajes, terminologías y aproxima-
ciones para hablar de los animales que, en varias ocasiones, no
se entrelazan. Se trata de un tema tan amplio que quizás resulte
imposible abordarlo desde una única perspectiva. Por tanto, des-
de el punto de vista académico, científico, legal, pero también
literario, es necesario realizar incursiones en otras disciplinas —o
sus márgenes, enfocados más específicamente en las cuestiones
animales— para hallar estos puntos de encuentro necesarios. Las
circunstancias ecológicas se antojan como las más obvias y, hoy en
día, constituyen el motor principal de los debates en torno a los
animales y sus derechos, así como la conservación del medioam-
biente. Pero el afortunado cambio de paradigma respecto a los
animales y la apertura del abanico de los temas tratados no sola-
mente vienen de la mano de los científicos, sino también de los
filósofos de la ética, los filólogos, los historiadores, los antropó-
logos y los lingüistas, conduciendo a fusiones interdisciplinares
con la zoología para ampliar los horizontes, permitiendo así a los
animales, en palabras de Michel Pastoreau, «convertirse en objeto
histórico por derecho propio»1.
La pluralidad de perspectivas y la variedad de formas
al relacionarnos con los animales está claramente demostrada
por las autoras y los autores reunidos en esta antología, repre-
sentantes tanto de las voces nuevas como aquellas ya consolida-
das de la poesía hispánica. Pero ¿se puede considerar Soplo de
vida como un libro ecológico? Si la respuesta es afirmativa, ¿en
qué sentido es así? Acudiendo al significado básico del térmi-
no, si entendemos lo ecológico como una serie de interac-
ciones mutuas entre todos los seres vivos, entonces sí. Es ne-
cesario fijarse en todas las correlaciones con los animales en

1
Michel Pastoreau, Animales célebres, trad. de Laura Salas Rodríguez, Cáceres,
Periférica, 2019.
8
el libro, influencias recíprocas donde cada una de nuestras ac-
ciones, hasta la más mínima, tiene un impacto, y es ahí donde
las perspectivas humanas y animales se cruzan con sutilidad,
pero con contundencia. Además, existe una verdadera interco-
nexión entre muchos poemas que otorga una inesperada cohe-
rencia al volumen. Inesperada, dada la libertad que decidí otor-
gar a las y los participantes en la elección de temas, posturas y
acercamientos al tema animal, sin tratar de ejercer ningún tipo
de imposición o sugestión salvo el tema principal, deseando que
los verdaderos protagonistas sean los animales de todo tipo. Así,
pueblan estas páginas, al lado de los gatos y los perros —ines-
timables compañeros en nuestros hogares—, animales de todas
las latitudes: desde tortugas y toda clase de aves e insectos, hasta
caballos, cocodrilos, tlacuaches, koalas, ballenas, serpientes, pe-
ces y un largo etcétera.
La curiosidad y la necesidad de ampliar el repertorio de
la literatura animal fueron los móviles principales a la hora de
plantear la realización de esta propuesta. Las lectoras y los lec-
tores encontrarán aquí las reflexiones acerca de los aspectos co-
munes compartidos entre los humanos y los animales, así como
nuestra propia animalidad, las incursiones en las imágenes mi-
tológicas, los ejemplos de la observación zoológico-literaria de
la fauna, las formas —tan cercanas— de relacionarnos con los
animales de compañía, las cavilaciones en torno a la violencia y
el sometimiento de los animales, e incluso alusiones a los asun-
tos de la actualidad mediática protagonizada por ellos. Sue Do-
naldson y Will Kymlicka sostienen que «a lo largo de la historia
y en todas las culturas hay una clara tendencia —tal vez una
necesidad humana— a entablar relaciones y vínculos con los
animales (y viceversa), aparte de la historia de la explotación.
Los humanos siempre han tenido compañeros animales, por
ejemplo. Y, desde las primeras pinturas de Chauvet y Lascaux,
los animales han sido objeto de interés de artistas, científicos y

9
creadores de mitos. Los animales “nos han hecho humanos”, en
palabras de Paul Shepard»2. Creo que esta antología puede cons-
tituir otro peldaño en la construcción de las miradas y de las
voces que aportan nuevos enfoques no solamente a la compren-
sión de nuestros compañeros animales, sino también de nosotros
mismos. 12

Hay que recordar que el pensamiento occidental ha acep-


tado de buena gana el modelo aristotélico con respecto a los ani-
males, basándose en la verticalidad y la jerarquía propuestas por
el filósofo y coronada por el ser humano. Aristóteles ha recibido
numerosas críticas por su planteamiento jerárquico, según el cual
los animales siempre se van a encontrar por debajo de los seres
humanos debido a su supuesta falta de conciencia y de capacidad
de razonamiento. Sin embargo, han sido la filosofía y la teolo-
gía medievales las que han afianzado estas convicciones en las
culturas occidentales. Desde san Agustín y Tomás de Aquino, se
ha considerado que los animales no solamente no cuentan con
suficientes capacidades mentales, sino que, además, no poseen un
alma inmortal. Por tanto, señala Olga Tokarczuk que desde este
punto de vista «no tenemos ninguna obligación moral directa
para con los animales, porque solamente una persona (es decir,
un ente poseedor de la mente y capaz de autocontrol) puede ser
sujeto a derechos y obligaciones»3.
Al hablar de las actitudes filosóficas ante los animales, en mu-
chas ocasiones se olvida a algunos filósofos de la Antigüedad que pre-
dicaron otro tipo de premisas: «En la Grecia clásica algunos filósofos,
Pitágoras, por ejemplo, les prohibían a los miembros de su escuela

2
Sue Donaldson y Will Kimlicka, Zoópolis, una revolución animalista, trad. de
Silvia Moreno Parrado, Madrid, Errata Naturae, 2018.
3
Olga Tokarczuk, Czuły narrator, Cracovia, Wydawnictwo Literackie, 2020.
Todas las traducciones del libro de Tokarczuk son mías, ya que el libro Czuły
narrator («Narrador tierno») todavía no cuenta con una versión en español.
10
no solamente matar “criaturas vivas”, fuera para alimentarse o
para sacrificarlas, sino también acercarse a carniceros y a caza-
dores»4. También Tokarczuk recuerda a los filósofos pitagóricos,
cuyos principios eran «honra a tus padres, honra a los dioses con
las frutas, salva a los animales». La escritora polaca insiste en que,
si las primeras dos premisas abarcan claramente la vida social y
religiosa reflejada en las normas y en los rituales, la tercera entra
en el territorio ético, ya que Pitágoras y sus alumnos considera-
ban a los animales como seres sintientes y conscientes. Agrega
también que «el anárquico Diógenes, a su vez, constataba que,
bajo numerosos aspectos, los animales superaban al ser humano». 12

Además de estos ejemplos provenientes de la Antigüedad,


y antes del siglo XX y del gran boom de disquisiciones filosóficas
y científicas al respecto, es posible encontrar figuras que respalda-
ban la protección de los animales dentro de la tradición cristiana,
aunque no fueran tan numerosas. Además del ejemplo más cono-
cido, san Francisco de Asís, otro santo de la Iglesia católica como
san Juan Crisóstomo propuso —de alguna manera anticipándose
a Darwin— el origen común de los humanos y de los animales,
por lo que les debemos un tratamiento correcto.
Desmond Morris, al hablar de este «mono desnudo» que
es el Homo sapiens, constata que la relación entre los humanos y los
animales se ha basado en la explotación de los segundos por los pri-
meros: «Debido a su naturaleza exploradora y oportunista, el mono
desnudo tiene una lista de presas realmente inmensa. Ha matado
y se ha comido, en ciertos lugares y momentos, casi todos los ani-
males dignos de mención»5. Pero la subyugación de los animales o
la influencia que ejercen los seres humanos sobre ellos se vislumbra

4
Leonora Esquivel, «Los derechos animales», Revista de la Universidad de México,
mayo de 2020, núm. 860 (Animales), págs. 25-29.
5
Desmond Morris, El mono desnudo, trad. de J. Ferrer Aleu, Barcelona,
Debolsillo, 2019.
11
en varios planos, no solamente en el alimenticio: la simbiosis con
ciertos animales y su uso como fuentes de producción derivan
de la misma raíz de la domesticación para el uso humano. Sin
embargo, más allá de esto, los animales cumplen también una
función simbólica importante: llegan a representar ciertos con-
ceptos basados, sobre todo, en el aspecto del animal y nuestra
interpretación de esta imagen, antes que en su verdadera natu-
raleza biológica. «En el animal simbólico, no es necesario hacer
justicia; basta con que parezca que se hace», dice Morris, expli-
cando desde la biología y los estudios evolutivos la propensión a
la antropomorfización que derivó en las tan conocidas fábulas de
animales, la heráldica o los bestiarios. 1

El ya citado medievalista francés Michel Pastoreau acuña


para el propósito de su libro el concepto de «animales célebres»,
donde la celebridad, aunque se trate de una idea profundamente
pasajera y subjetiva, implica la notoriedad y la importancia de
ciertos animales en la historia de la cultura. De esta forma, la
ballena de Jonás, el Minotauro o el rinoceronte de Durero pue-
den convivir en el mismo plano con la oveja Dolly o la perra
Laika. Ampliando esta idea, y quizás cayendo en una perspecti-
va un tanto pesimista, considero que hoy en día en los medios
de comunicación los animales llegan a la fama o se convierten
en noticia a partir del contexto de su extinción o del deterioro
notable de sus condiciones de vida y de sus hábitats, o ambas
cosas. Este es el caso de los koalas achacados por la clamidia,
como si los graves incendios forestales fueran poco6: «Infec-
tados huelen a fogata recién apagada. / También se apagan sus
hijos a futuro / y les duele lo que tienen del bosque», escribe
César Cañedo en uno de sus textos incluidos en esta antología.

6
Rachel E. Gross, «Los koalas son aliados inesperados en la lucha contra la
clamidia», The New York Times, 15 de julio de 2020.
12
A su vez, Maricela Guerrero dedica sus poemas a los peces obliga-
dos a habitar los ríos infestados de aquellas drogas expulsadas de
los cuerpos humanos7: «luz, anfetaminas, xanax, valium, cocaína
/ pulular en lagos, ríos, arroyuelos, mares / conciencia de un tor-
pe pez soy, luz que no clarea». También Diego Medina Poveda
se sirve de la noticia de la aparición de un ciervo albino en las
inmediaciones de Málaga8, ejemplo de una curiosidad zoológica
hoy en día y la posibilidad de existencia de un mito de antaño:
«Cervatillo polar, te vi en el monte, / agazapado tras la roca blan-
ca, / y parecías alma de piedra, / cuerpo duro del cálido frescor /
de tu apariencia». 123

En el año 2006 «una tortuga gigante de las Galápagos,


Harriet, murió a los 176 años en un zoológico en Queensland.
Sus directivos afirmaban que era una de las tortugas que Darwin
había traído de regreso de su histórico viaje a las islas del Pa-
cífico en 1835»9. Estas afirmaciones fueron desmentidas, pero
unos años después las noticias se hicieron eco de otra tortuga
célebre, Solitario George, un quelonio de las Islas Galápagos
que murió sin descendencia poniendo fin a su especie. Óscar
Pirot rinde homenaje al animal escribiendo lo siguiente: «En tu
cuello gigante se desovan / gotas secas de un mar cicatrizado,
tus uñas afilan el álbum / ciego de tu especie evaporada». La
sexta extinción masiva que estamos presenciando nos confronta
con el tradicional anonimato de los animales, ya que estos últi-
mos especímenes se convierten en cargos de conciencia para la
humanidad.

7
Jonathan Leake, «Cocaine in Thames makes eels hyperactive», The Times, 20
de enero de 2020.
8
«Graban un extraño ciervo albino en Málaga», Diario de Sevilla, 7 de julio
de 2021.
9
Jacobo Zanella, «La indiferencia absoluta del tiempo», Revista de la Universidad
de México, mayo de 2020, núm. 860 (Animales), págs. 38-43.
13
Desde otro punto de vista, Jacobo Zanella expresa la idea
de que los animales, de alguna forma, son inmunes al paso de
tiempo, ya que se conservan en su animalidad: «Mientras los
animales quedaron “atrapados” en su medio ambiente llevando
“vidas no-creativas” y han permanecido ahí cientos de miles de
años, nosotros logramos escapar a este destino a través de cons-
trucciones culturales como la colectividad, el control de la ener-
gía y el empleo de herramientas sofisticadas». Los animales, al
no poseer biografía, se mantienen ajenos al tiempo, en un ciclo
de reproducción y vida que al parecer no afecta el desarrollo de
la humanidad. También permanecen ajenos a nosotros, como es
el caso de los animales callejeros que habitan los márgenes. Su
invisibilidad los convierte en ciudadanos de todas partes y de
ninguna, tal y como escribe Antonio Rivero Machina: «Todos los
gatos del Trastévere vieron un día / correr el Danubio entre los
soportales de Monastiraki. / Los gatos andan lamiendo el viento
de las esquinas, / por eso siempre ignoran dónde acaba el recodo,
/ a qué ciudad pertenecen».
Resulta curiosa esta reflexión sobre el anonimato de los
animales reales y, sin embargo, el camino que recorren para con-
vertirse en referentes culturales. En este sentido Zanella realiza
una distinción entre «el animal como símbolo cultural y como
espécimen natural», marcada por el tiempo humano, en el que el
símbolo resulta transferible de forma literaria, pictórica, etc. Al
pensar en un lobo, en un águila, en un león o en otros anima-
les-símbolo heráldicos o literarios, casi nunca tenemos en mente
un ejemplar vivo y concreto. Estos permanecen muy alejados de
nuestro concepto de la convivencia con los animales. No obstan-
te, en la antología dos autoras devuelven la vida y la realidad a
los animales que habitan las mitologías: Verónica Aranda extrae
del imaginario mitológico de las amazonas a sus caballos —«Se
vislumbran majestuosos / en el claro del bosque de avellanos; /
en su musculatura / se abren pozos de sal. / Cada relincho narra

14
/ una epopeya frágil»—, mientras que Lucia Cupertino mues-
tra al tlacuache como agente de una doble función: mitológica
y ecológica. Este animal americano, por desgracia considerado
por muchos como «esta rata grandota», cumple un importante
papel mitológico: «parió la luna y la luz del alba / de sus trece
pezones las amamantó / quemó su piel y la cola, sacrificó su be-
lleza / para robarle el fuego a los dioses / y entregarlo a nosotros,
los malparidos».
Considero que estos puntos de vista son sumamente rele-
vantes, ya que, como apunta Desmond Morris, «en todos los casos,
la historia cultural predomina sobre la historia natural. Además,
esta última no constituye para el historiador más que una forma de
historia cultural entre otras, y el animal pertenece tanto al mundo
de los símbolos como al de la zoología». Desarrollando esta idea,
creo que es imprescindible, tanto para los animales como para no-
sotros, tratar de ver al animal real en el símbolo, así como descubrir
las antiguas reminiscencias en los animales que nos rodean. Este
ejercicio lo realiza Pedro Martín Aguilar a raíz de su convivencia
con una pequeña Bastet gris: «La Esfinge bosteza en las luces de Ra,
/ se estira enigmáticamente / sobre el respaldo, garritas sonámbu-
las, / ¡ay de la tapicería! / Arco ronroneante, flecha de cariño / algo
nos dice / que los videntes de Bubatis / no cubrían de plástico sus
templos».
Frente a los animales sin nombre, tanto la fauna salvaje
como la urbana que convive con nosotros silenciosa e impercepti-
blemente, están los animales de compañía. Esta clase de animales
desde luego desafía la idea de ser tanto anónimos como ahistóri-
cos, ya que en muchas ocasiones se convierten en los protagonistas
de nuestras microhistorias. Los retratamos en todas las etapas de
sus vidas —y de las nuestras—, recordamos sus pequeñas haza-
ñas y gamberradas y nos alimentamos de su confianza. Dice Ida
Vitale que muchos animales domésticos han sido salvados por los
escritores en sus memorias y obras: «Raras son las autobiografías

15
en las que no aparecen, recuperando el puesto que tuvieron en la
infancia del autor. La tierna minucia en el recuerdo dice mucho
del peso no olvidado del compañero que quedó atrás; a veces
intuimos que fue la única dicha de una niñez infeliz. Otras, sa-
bemos que estuvieron junto a su amo no a la entrada sino a la
salida de la vida»10. De esta forma, han pasado a la historia de la
literatura el cocker spaniel Flush de Elizabeth Barret Browning,
inmortalizado por Virginia Woolf; la gata de Apollinaire, Pipe;
los numerosos gatos de Charles Bukowski; el perro Sirio de Vi-
cente Aleixandre, o Tulip, la perra de J. R. Ackerley. 1

Resulta un truismo decir que cada animal es diferente, ya


que así es como vemos a los animales que nos acompañan, pero
desde luego la relación que entablamos con ellos es única e indivi-
dual. En esta antología, Sesi García traza una estampa de complici-
dad desarrollada con su perro callejero: «Todo el esplín que traes en
los ojos / —souvenir de la calle, de aquel lustro vagando / y hacién-
dote sombra y escondrijo— / se reduce a secreto cuando miras la
vida, / y logras que contigo la novedad se abra / en el mapa común
al baile de tus patas». La convivencia con un animal doméstico, sea
un gato, un perro, un loro o una cobaya, viene acompañada por
la incertidumbre de la comunicación con él: queremos leer sus se-
ñales, comprender sus dolencias y proporcionarles una vida a la al-
tura de la responsabilidad que implica haberlos domesticado hace
siglos, sin olvidar su animalidad. Sandra Benito Fernández habla
de la tarea que uno emprende durante toda la vida del animal de
descifrar la comunicación con él: «Hoy, diez años y algunos meses
después, / frente a la comezón del tiempo en tus cejas / y perdidos
en una ciudad prestada, / nos sostenemos la mirada un segundo, /
haces un gesto que por fin entiendo / y siento el sabor de la sangre
/ inundando poco a poco mis encías».

10
Ida Vitale, De plantas y animales, Barcelona, Tusquets, 2019.
16
La construcción de una comunicación sui generis es uno de los
retos que afrontan los que deciden acompañar al animal en su vida
y construir su biografía. La profundidad de la relación desarrollada
es tal que la enfermedad o la muerte de nuestro acompañante pue-
de significar una ruptura también en nuestras vidas y la incógnita
frente al modo de seguir junto al animal en sus últimos momen-
tos. Ida Vitale cita a Natalia Ginzburg —«Pensó que era extraño,
triste, misterioso y pobre todo lo que ligaba a los hombres con los
animales y a los animales con los hombres»— y establece que las
palabras de la italiana demuestran «ese vago sentimiento que surge
incluso ante los más cuidados animales domésticos, pues atañe a la
separación de los suyos que padecen, a su soledad animal». Aquí se
entrelazan dos aspectos: el de la domesticación —desde el punto
de vista humano: el acercamiento de los animales a nosotros; pero
desde el punto de vista animal: la separación de sus congéneres y el
hecho de resignarse a la voluntad del ser humano— y la soledad y
el desconcierto de ambas especies frente a los momentos difíciles.
Valeria Canelas manifiesta esta aflicción frente a la pérdida de su
compañero: «Y yo cierro un poco los ojos / porque he leído que
así / sonríen los gatos / y porque no quiero / que la tristeza / se me
escape por los ojos / y comprendas, / con ese nivel de conciencia
que desconozco, / que me estoy despidiendo de ti». La muerte y
la despedida de su compañero también han sido abordadas por
Berta García Faet en una serie de destellos de imágenes: «el coche
se atraganta / aúllo gruño gimo / tú me besas / corazón sin léxico /
abrazo de cadáver / pezuña y polvo». 1

El quid de la cuestión referente a la comunicación con los


animales debido a la carencia de un lenguaje común reside en la
mirada de dos especies que se observan y que aprenden mutua-
mente. John Berger, en su ensayo «Why look at animals?»11 plantea

11
John Berger, About Looking, Nueva York, Vintage, 1992.
17
la alienación de los animales como resultado de la revolución in-
dustrial y el capitalismo. Si bien el texto de Berger ha recibido varias
críticas por romantizar la relación entre los hombres y los animales
en el pasado, pues propone una correspondencia mágica, simbió-
tica y equilibrada, es cierto que su incursión en el tema de la mi-
rada se basa en su contextualización: cómo y dónde miramos a los
animales. Los zoológicos y los espectáculos que incluyen animales
se presentan como las referencias más obvias. Desde las ménageries
como muestras de los poderes coloniales —la tenencia de animales
considerados exóticos ostentaba el poder sobre los territorios de ul-
tramar— y los zoológicos públicos que surgen en el siglo XIX, has-
ta en los espectáculos que incluso hoy en día se llevan a cabo a pesar
de las claras contraindicaciones basadas en la explotación animal,
también la mirada dirigida hacia los animales era vertical. Los seres
humanos miraban a los animales con fines de entretenimiento. Sin
embargo, existe a su vez otro tipo de mirada, más reflexiva, que in-
vita a observar a los animales para aprender sobre ellos y, de forma
colateral, plantear algunas preguntas sobre nuestra humanidad. 1

Ida Vitale llama la atención sobre un fragmento de la Bi-


blia en el que Jehová reclama a Job el desconocimiento de los ci-
clos del mundo natural y de la naturaleza animal. Según la poe-
ta, «para Jehová era culpa grave que Job no reparara en la vida
de los seres que compartían la tierra. Hoy, solo los especialistas
saldrían airosos ante tales preguntas». Pero esto no tiene que ser
así. El ornitólogo Jim Robbins insiste en que el conocimiento
de la fauna que nos rodea es imprescindible para desarrollar un
vínculo emocional con ella y, de esta manera, formar parte ac-
tiva de su conservación, cuestión que no tiene por qué estar re-
servada para los activistas o los especialistas12. En esta antología,

Jim Robbins, The Wonder of Birds: What They Tell Us about Ourselves, the
12

World, and a Better Future, Nueva York, Spiegel & Grau, 2018.
18
muchos poemas giran en torno a la observación de los animales,
y este reconocimiento de su presencia, sobre todo en los ambien-
tes urbanos, en mi opinión es clave para la formación de la sensi-
bilidad. A través de sus palabras, Carlos García Mera nos invita a
una contemplación sosegada —«Deja seguir el curso que la tierra
/ dispone. El crecer lento del pétalo, la hendidura en la sombra
del naranjo. Contempla / las hormigas y cómo dan el mismo afán
a cada día»—, mientras que Benito del Pliego persigue con su
mirada a un cucarachero de Carolina, un pequeño pájaro que su-
giere otro tipo de reflexiones: «este wren podría ser el / troglodytes
aedon no es / sencillo distinguir ni tú / sabes al fin quién eres ni
/ por qué llegaste aquí». Las aves se prestan sobremanera para la
observación cotidiana —«un pecho entregado al ruido / apenas
perceptible / ante el oído humano / solo se divisa su aleteo / bas-
taría apenas hallar su pirueta / bastaría detenerse a observarle»,
dice Ingrid Bringas sobre el canto vespertino de un sirirí—, así
como compañía en los momentos de descanso y paseo, como el
mirlo de Daniel Fernández Rodríguez —«da otro salto / hacia
ningún otro lugar / sobre la hierba mojada / donde, muy cerca,
un ciudadano / lleno de buenas intenciones / procura —no hay
manera— / buscar algo de paz»—, o como parte del paisaje com-
partido, donde los quehaceres cotidianos se complementan con
la presencia aviar divisada por Andrea Toribio: «se ven desde / la
playa de ojos / de garza se abre al mar / regala la vista de quien la
ve / entrar en el agua supone un / pico atraviesa la malla y baten
/ rápido unas alas».
Como he mencionado antes, la observación de los ani-
males no solamente puede servir como modo de aprendizaje so-
bre la fauna, sino también sobre nosotros mismos. No es una idea
nueva; ya desde las fábulas o los bestiarios los animales solían re-
presentar las cualidades humanas. Como dice Morris, «debemos
recordar que este acercamiento a los animales es puramente egoís-
ta. No miramos a los animales como a tales, sino como reflejos

19
de nosotros mismos, y, si el espejo los deforma excesivamente,
le damos una nueva curvatura o lo tiramos». Hemos asignado
a distintos animales nuestras propias características que los han
alejado de su verdadero ser, así como se han afianzado numerosos
prejuicios morales que nada tienen que ver con estos seres en sí.
La antropomorfización, de la que tratan de rehuir los zoólogos,
parece inevitable en nuestra percepción de la fauna.
Sin embargo, este fenómeno puede dar pie a otras formas
de pensamiento e invitar a una vuelta de tuerca para deliberar
sobre nuestra animalidad. Volviendo a la premio Nobel polaca,
Tokarczuk trata de soterrar la división entre lo humano y lo ani-
mal recurriendo a la imagen de la máscara: «Cuando era peque-
ña, empecé a tener la sensación que los animales son una especie
de disfraz, de máscara. Que bajo sus morros peludos y bajo sus
picos se esconde otro “rostro”. Alguien distinto». La escritora
plantea diversas preguntas: ¿quiénes son los animales? ¿Quién se
esconde bajo el perrito de tu vecina? ¿Quién es la vaca, el cerdo,
la gallina? ¿Acaso es posible plantear estas cuestiones? O al revés:
¿qué componente animal se esconde en nosotros? Nuestra per-
tenencia al reino animal —tan obvia a la par que rechazada u
olvidada— es el tema de las reflexiones de Federico Ocaña: «se
ve en la naturaleza de las cosas / que es breve nuestro paso, que
no es / nuestro, es ámbito del azar / de los animales». Lo tiene
en cuenta asimismo Sergio Pérez Torres cuando nos ubica en un
peculiar zoológico humano: «Mi vecino también sabe su clase, /
la clasificación exacta de la especie, / todos divididos en género y
familia», y Carla Nyman en su exploración de la voracidad y de la
carne: «ensayo maneras de perforarlo / y ya cuando la carne está
tensa / algo asombrada por los múltiples / paisajes viscosos».
Frente a los numerosos estudios de la inteligencia animal,
las emociones y las capacidades sensoriales de los animales, toda-
vía y de alguna forma, al otro lado del debate se encuentran los
científicos que niegan totalmente cualquier grado de parentesco

20
o similitudes cognitivas o sensoriales. La llamada «antroponega-
1

ción», entendida como el «rechazo a priori de rasgos humanos


en otros animales o de rasgos animales en nosotros», en pala-
bras de Frans de Waal, supone una construcción de barreras, en
muchos casos artificiales y dogmáticas, entre los seres humanos
y los animales13. El primatólogo neerlandés establece un punto
de encuentro equilibrado y cauto entre las distintas posturas, se-
ñalando que, para poder abordar el tema, es necesario bajarnos
como seres humanos del pedestal de la superioridad intelectual
y abrirnos a más posibilidades de interpretación y análisis de los
comportamientos animales y reconocer los componentes anima-
les de nuestros comportamientos, así como repensar semántica-
mente por qué hablar de la violencia y de la fiereza en los anima-
les no nos causa disonancias, pero sí al hacerlo de su empatía o
su ternura. Afirma De Waal que «en nuestra prisa por destacar
que los animales no son personas, nos hemos olvidado de que las
personas también son animales». Esta animalidad humana puede
ser representada de varias formas, como lo demuestran las y los
poetas de esta antología, sin agotar las posibilidades. Adán Brand
yuxtapone el dinamismo de un ritual matutino con las tareas de
las abejas: «Mientras ella prepara el desayuno, / él da vueltas de la
sala a la cocina: / suena el murmullo sibilante de sus pies / trazan-
do en el mosaico un signo / semejante a la constancia, / la seguri-
dad o el infinito». Por su parte, Elisa Díaz Castelo se compadece
de las moscas, tan similares a los humanos en su obstinación: «Y
quizá allá afuera nos tildan de necios / por cometer siempre los
mismos errores, / nos miran con tedio y un poco de asco / y les
hacemos ruido y estorbamos». En Valeria Correa Fiz podemos
encontrar el paralelismo de las vidas migrantes —«Nunca el nido

13
Frans de Waal, «Lo que aprendí haciendo cosquillas a los simios», El País,
13 de mayo de 2016.
21
permanente. / La vida es mudanza, belleza interrumpida, / so-
bresalto mientras las horas viajan febriles en tu pico: / ¿Cuándo,
en el horizonte, el mar?»—, mientras que Ana Pérez Cañamares
rescata el sentimiento salvaje del encuentro con el origen: «Al
monte voy buscando / las huellas de mis padres. / Soy apenas
un encaje de barro / o una escritura sin consecuencias. / Apenas
un legado de luz / o una celosía de aire». En la lentitud y el
silencio de una tortuga morrocoy Andrea Sofía Crespo Madrid
encuentra un refugio: «encajo la forma del abandono / en tus
hexágonos naranjas / me repliego / dentro de la coraza de mi
niñez / aún intacta / para imitar tu culto al silencio». Conclu-
yendo esta parte, los poemas que juegan con las incursiones en
los paralelismos entre los seres humanos y los animales, cons-
tituyen un curioso ejercicio, también de humildad. O en pala-
bras de Morris, «por muy grandiosas que sean nuestras ideas y
por muy orgullosos que nos sintamos de ellas, seguimos siendo
humildes animales, sometidos a las leyes básicas del comporta-
miento animal».
Por último, otro gran tema dentro de las reflexiones sobre
los animales es la violencia contra ellos. Olga Tokarczuk dice que,
desde su punto de vista, le es más fácil soportar el sufrimiento hu-
mano que el sufrimiento animal, que se le antoja total y absoluto.
A diferencia de las personas, que cuentan con un desarrollado
sistema ontológico, así como con la cultura y las religiones que
pueden servir como soporte frente al dolor, los animales no tie-
nen manera de encontrar la razón de su padecimiento: su dolor
no tiene sentido ni justificación.
Armando Villegas Contreras, en el contexto de las dis-
quisiciones sobre los animales de Jaques Derrida, habla de dos
actitudes frente a los animales: la de la constante e intensa defen-
sa y, a la par, la de la igualmente constante e intensa lucha en su

22
contra14. Cada signo de mejoría o avance legislativo en este cam-
po se enfrenta con una feroz contestación y el incremento de la
violencia, tanto física como simbólica. Esto se ve reflejado sobre
todo en los debates sociales y políticos en los que los animales
están implicados como sujetos en el plano del derecho o en las
decisiones económicas. Derrida, para hablar de esta mejoría mo-
ral y social respecto a los animales, recurre al discurso del pathos,
entendido como alegato «de la afección, de la afectación por el
sufrimiento y de la compasión hacia el animal». Es decir, frente
al constante crecimiento de la industria cárnica o a la destruc-
ción de los hábitats salvajes, surgen como respuesta una compa-
sión y una sensibilidad mayores. Derrida estaba profundamente
preocupado por el tema de la crueldad y abogó por un cambio
en relaciones entre los humanos y los animales, como la necesi-
dad ontológica, así como ética. La violencia contra los animales
como tema, por supuesto, forma parte de esta antología. Karen
Villeda en su prosa poética impregnada de crueldad escribe:
«Pensaba como el apalusa: me / llevarán a las Grandes Llanuras
porque galoparé con / un indio americano (Dicen que es una
rareza que come piedritas). Nunca galoparé porque el hombre
blanco me hará su / bocadillo». A su vez, Miguel Ángel Feria y
Alberto Guirao se detienen poéticamente en el tema de las co-
rridas de toros. «O sea viene el toro se presenta en los umbra-
les del toro que no sufre / o sea trae dos astas de rabias perso-
nales ni sabe dónde está y está en la plaza / o sea viene siendo
aquí en los ojos más estrictos de la caza por fenilbutazona / o
sea que van todos contra él van criminales », dice Feria, entre-
tejiendo los eslóganes taurinos con una visión real de la corrida. 1

14
Armando Villegas Contreras, «Derrida y la animalidad», en Leticia Flo-
res Farfán y Jorge E. Linares Salgado (coords.), Los filósofos ante los animales.
Una historia filosófica sobre los animales. Pensamiento contemporáneo, Ciudad
de México, Universidad Nacional Autónoma de México, Almadía, Ciudad de
México, 2021.
23
Guirao dirige su voz al torero evocando, a su vez, la figura de Aste-
rión: «Porquerizo con deudas de otros muertos, hoy llevas / el estre-
llado traje que mancharéis juntos. / Antes, el aplauso a los arroyos. /
¿Pensaste que la tarde era un designio / solamente dolor / solo tuya
la tarde?».
Como propósito último de esta propuesta literaria, espero
que este volumen responda a un creciente interés por el tema, y que
las lectoras y los lectores encuentren en los poemas seleccionados e
incluidos varias vías para profundizar o ampliar los modos de pensar
sobre los animales. Desde mi punto de vista, considero que Soplo de
vida. Antología de animales constituye una especie de caleidoscopio
de aproximaciones y lecturas del mundo natural, donde las autoras
y los autores han desarrollado poéticas propias y, al mismo tiempo,
complementarias. A modo de conclusión, me gustaría recordar la
idea de Umwelt («el mundo circundante») de Jakob von Uexküll, ex-
plicada como una multiplicidad de los mundos animales propios, en
oposición a una única y simplificada línea divisoria entre lo humano
y lo animal15. Existen tantos universos como especies y, por tanto,
innumerables formas de relación. La incursión en estos universos es
difícil pero necesaria, y creo que en este libro es posible encontrar un
amplio abanico de mundos animales y humanos. Apunta Tokarczuk
que, para establecer una relación de respeto con los animales, hay
que elegir un camino angosto, propio de figuras reales como Jane
Goodall o ficticias como Elizabeth Costello, la protagonista de las
novelas de J.M. Coetzee, conocida como defensora de la causa ani-
mal en Las vidas de los animales; un camino reservado «para los que
tienen la sensibilidad, los sentidos, la razón y la honradez para trans-
gredir los prejuicios y las ilusiones. Mirar a través de estas máscaras
extrañas y ver por debajo de ellas a las criaturas distintas y cercanas
que son los animales». 1

Weselina Gacinska
Ciudad de México, septiembre de 2021

15
Jakob von Uexküll, Andanzas por los mundos circundantes de los animales y los
hombres, trad. de Marcos Guntin, Buenos Aires, Cactus, 2016.
24
SOPLO DE VIDA
Verónica Aranda

CABALLOS GRISES

Pienso en las amazonas


que, en soledad, doman caballos grises,
caballos con las crines enredadas.
Se vislumbran majestuosos
en el claro del bosque de avellanos;
en su musculatura
se abren pozos de sal.
Cada relincho narra
una epopeya frágil.

29
HAIKUS CON ANIMALES

1.
Se zambullen
muy despacio en el mar,
cinco pelícanos.

2.
La cobaya se asusta
al ver su propia sombra.
Luz invernal.

3.
Cerca del mar,
un perro ciego
me olisquea.

4.
Una cometa
pegada a un poste eléctrico.
Caballos flacos.

5.
Se adensa la bruma.
Las pisadas del galgo
de tres patas.

30
Sandra Benito Fernández

RECIPIENTE VACÍO

Todo lo que heredé


fue la sombra de un pájaro
con las alas extendidas.

Los atributos del pájaro


—tamaño, canto, color—
nunca se me revelaron.

Su existencia no fue adornada


con ningún rastro de realidad
que pudiera contener otros mundos.

Durante años me sobrevolaron pájaros


pero ninguno era comparable
con ese ser desconocido y frágil.

Ni mis abuelos ni mis padres


pudieron ser nunca firmes
en sus respuestas improvisadas.

Yo solo quería saber cuánto tiempo


podría vivir en mí
la sombra de un pájaro
con las alas extendidas.

32
DERROTA

Este perro y yo, frente a frente,


desconfiamos de los gestos
y alimentamos un desdén ya podrido.

Qué tiempo aquel en el que tú


impedías que abriera la puerta,
ladrabas contra el vientre del parqué
y me hacías señas que yo no entendía.

Era un tiempo aquel en el que yo


me asustaba de tus ojos torvos
cuando estaba a punto de nacerte
un gruñido de batalla nueva.

Hoy, diez años y algunos meses después,


frente a la comezón del tiempo en tus cejas
y perdidos en una ciudad prestada,
nos sostenemos la mirada un segundo,
haces un gesto que por fin entiendo
y siento el sabor de la sangre
inundando poco a poco mis encías.

33
Adán Brand

EL ENTOMÓLOGO

En la infinita biblioteca
de estos libros que respiran
e inconscientes de sí,
trabajan, comen y se reproducen;
en este inagotable mar
de símbolos humildes
(y sin embargo multitudinarios),
he buscado mis respuestas.
Más de una vez he percibido,
hurgando en los linderos de lo breve,
algo semejante a la verdad
(esa verdad platónica de sombras):

me he reflejado en el dócil
cansancio de una hormiga
y en la parasitaria agenda
del pulgón; he mirado el laberinto
del propio pensamiento (que me agobia)
en la luz crepuscular
de una luciérnaga atrapada
en hilos circulares e invisibles;
sé del sino violento del amor
(el deseo irresistible
de la muerte), por las nupcias
funerales de las mantis.

35
Creo entender, en fin, los mecanismos
que me han dado protección
(mas no cariño), cuando estudio
el abrazo alquímico de la quitina
que arropa la delicadeza
de arácnidos e insectos.

A veces, encerrado en mi laboratorio,


o en la vasta intimidad del páramo y el bosque,
me pregunto si es posible la felicidad
viviendo en un baluarte
o haciendo suertes de equilibrio
sobre el tenso cable en que avanzamos
(unas veces con temor, otras con prisa)
del comer al ser comidos.

36
DE CÓMO LAS ABEJAS COMUNICAN LA EXISTENCIA
DE ALIMENTO

Mientras ella prepara el desayuno,


él da vueltas de la sala a la cocina:
suena el murmullo sibilante de sus pies
trazando en el mosaico un signo
semejante a la constancia,
la seguridad o el infinito.

Hay silencios amueblados


con la luz sencilla de los cuerpos
que se saben cerca:
el aceite sofriendo la cebolla,
los vasos y cubiertos tintineando
al son de la cadencia telegráfica
de manos distraídas,
los labios que sonríen,
las cómplices miradas que acarician.

Ella quita de la estufa la sartén y sigue


con los ojos el trayecto del marido
(la tarja, la credencia, el comedor,
la barra, el comedor y la alacena);
adivina en ese símbolo las coordenadas
y le ayuda a completar el rito:
aparecen frutas, miel, salero, pan de caja.
Todo encuentra dócilmente su lugar.

De la calle asciende el ronroneo de los autos,


las campanas y las voces simultáneas
de pájaros y perros y personas,
mientras ellos, en silencio, desayunan.

37
Ingrid Bringas

ALGUNOS ANIMALES SOBREVIVEN SOLO POR


INSTINTO

Una pupila nos observa a lo lejos


se mueve como el oleaje de un junco a punto de caer
un cocodrilo sediento detrás de la riviera.

A lo lejos, una mujer le observa de regreso


los dominios de un terreno imposible,
como quien ama lo prohibido

el vello de las alas de los mosquitos acaricia la piel de la mujer,


su cuerpo se va hundiendo
en las tibias aguas del río

el vaho de su sombra se esfuma infranqueable


a través del claro de la tarde

el cocodrilo la mira
puro gesto entre ambos
carne viva
y fiebre.

39
TYRANNUS MELANCHOLICUS

El paisaje desaparece
tan pronto ha dejado de cantar un sirirí frente a mi ventana
un sombrío trino a lo lejos
las demás aves callan

como si su cuerda irrumpiera la tarde


una silueta invertida
agresivo su canto frente a los intrusos

un pecho entregado al ruido


apenas perceptible
ante el oído humano

solo se divisa su aleteo


bastaría apenas hallar su pirueta
bastaría detenerse a observarle

entre los revestimientos de los tendederos de ropa


o la corteza de algunos árboles
la habilidad como deleite frente a su canto
y la tarde como un cuerpo inmóvil
bajo el sol que ahora mismo reposa.

40
Valeria Canelas

GRUMO

Mientras de nuevo te ausentas


con la cabeza vencida
por su peso,
las orejas como de papel
a punto de romperse,
las patas como elásticos en tensión,
la respiración agitada
como si en cada ataque
te enfrentaras con tu mayor miedo,
yo me acostumbro a los nervios
y me repito nuevamente
que tengo que guardarme la tristeza,
para que cuando recobres
la conciencia
yo sólo sepa mirar con amor
para calmarte,
porque mirar es todo
el lenguaje que tengo,
porque nunca había necesitado tanto
saber si puedo mentirte
con las palabras humanas
y decirte que no tengas miedo
que todo va a estar bien.

Vuelves con las pupilas dilatadas,


con todo tu cuerpo alerta
y me miras.
Y yo cierro un poco los ojos

42
porque he leído que así
sonríen los gatos
y porque no quiero
que la tristeza
se me escape por los ojos
y comprendas,
con ese nivel de conciencia que desconozco,
que me estoy despidiendo de ti
noche tras noche
y que no quiero.

No
quiero.

Y ese no querer es querer


detener el tiempo,
sustraer la enfermedad
de tu cuerpo
que a veces parece tan frágil,
como de espuma.
Ese dolor del no querer
es a la vez estar plenamente
consciente de que
no hay nada que pueda hacer,
es asomarme a la imposibilidad
enfrentada constantemente con el deseo
infantil
de que la enfermedad
simplemente
desaparezca.

De todas las cosas que he aprendido compartiendo la vida contigo


esta es la más difícil

43
y quizás la más importante:
aprender a acompañarte en el sufrimiento
que no puedo detener,
aprender a discernir cuándo será tu hora
y no vacilar,
no dejar que mi egoísmo te prive
de la tranquilidad de despedirte de la vida
sereno,
como entrando en un sueño
largo y cotidiano al sol,
sin dolor,
sin sobresaltos,
sin que mi dolor tan humano,
tan estridente en su intento
de volverlo todo razonable,
se interponga entre nuestros cuerpos
animales
despidiéndose
en ese lenguaje
en el que yo todavía no sé
si consigo transmitirte
toda la gratitud que siento
hacia ti
mi amado compañero.

44
CALOR

Durante las labores,


el aleteo.

Un contundente movimiento
una fracción de viento
muy pequeña:
casi nos hemos tocado,
tu ala enredada en mi cabello
como posibilidad.

El viento húmedo
que choca con tu cuerpo
vuelve más pesado el aire,
por eso hoy planeas bajo
y llegas aquí,
a este momento en el que tiendo la ropa
mientras anochece.

Evitas rozarme,
me despeinas casi,
pero no interrumpes tu trayectoria
y yo sonrío por saber que coincidimos
de entre todos los cielos
en este,
en medio de un episodio de calor
que densifica el aire que nos contiene:
cuerpos en la historia,
cuerpos en el paisaje inestable
de otra noche tórrida.

Tal vez nuestro tiempo

45
se ha agotado en la
sola intuición del encuentro.

Pero ha sucedido como un milagro


apenas de un segundo:
tus alas como papiros
tan cerca
como si quisieran tocarme.

46
César Cañedo

GIMNASTA QUE ESTÁ POR RETIRARSE

Le decimos jorobada a la ballena jorobada


por una desafortunada ilusión óptica.
Su arco es el de una ballena acróbata
o gimnasta que está por retirarse.

Ejecuta saltos,
hace viajes largos y fríos como son los entrenamientos,
tiene claros sus objetivos
y sus fondos.

Actúa con la seguridad


de quien podría llevar adentro un hombre rezando.
Tiene, literalmente, un gran corazón.

Se acomoda bien los percebes en las barbas


que agitan sus tenazas dándole ánimos.
Cuando falla algún salto los pequeños crustáceos
agitan más sus tenazas.

Sabe que una carrera, cualquier carrera, no se hace en soledad.

Su boca de ceniza sopla cantos de competencia


o de nostalgia.
Cuando respira parece reclamarle átomos al agua.

Se eleva y pareciera buscar la puntuación perfecta,


ensayar la atmósfera
o tal vez sólo está aprovechando, de nuevo,
su ventaja anatómica.
48
CLAMIDIA DE KOALAS

Me enteré que los koalas están muriendo


de clamidia de koalas.
Ya tenemos edad para hablar de estas cosas,
de las especies que no ven nada oportuna la abstinencia.
Los koalas hacen lo que les da la gana:
duermen 18 horas, se ponen efusivos con eucalipto y andan por
[ahí aferrándose
a las ramas o a otros koalas.
Se les ha visto abrazarse en grupo, como en la postura sexual del
[trenecito.

La clamidia, con esa humildad y simplicidad de los que tienen


una sola célula,
ve en los koalas un área de oportunidad.
Y existen muchas ramas de por medio
como para frenar el sexo entre koalas.

Infectados huelen a fogata recién apagada.


También se apagan sus hijos a futuro
y les duele lo que tienen de bosque.

Ya hay humanos alarmados,


por ejemplo, algunos que proponen un genocidio de koalas,
pensando en los koalas del mañana. Todo muy eugenésico.
Hay otros que se desvelan estudiando el genoma de los koalas
como si estudiaran los tipos de galaxias.
Por último, están los que han aprendido a depositar todas sus dosis
de esperanza
en el desarrollo de una vacuna.

Los koalas, a esta hora, siguen durmiendo.

49
Valeria Correa Fiz

HUÉSPED

A su ojo occipital
sin párpado y oscuro,
se retrae el caracol
como un suicida que atiende
la llamada del abismo interior.

¿Qué dice su caligrafía


transparente, abandonada
en las nervaduras?
¿De qué temores nos hablan
sus efímeras babas?

Inmigrante de mí y en esta tierra,


el último lugar donde hice pie sin casa,
¿todo lo que escribo será hermético
o un fantasma de agua
en las hojas?

51
A UNA GAVIOTA POLAR EN EL PARQUE DEL RETIRO

Para Isabel Wagemann

Y qué cansado debe ser tu viaje migratorio.

El eterno retorno de lo mismo cada otoño


te obliga a hacer
de cada mar una pensión transitoria.
El ritmo tan oscuro de los cielos,
los días breves, repentinos
fabrican sombras que se arrojan
sobre tus plumas tan blancas.

Nunca el nido permanente.


La vida es mudanza, belleza interrumpida,
sobresalto mientras las horas
viajan febriles en tu pico:
¿Cuándo, en el horizonte, el mar?
¿Cuándo, al menos,
el favor del viento?

Cuando todo, salvo el ala, propicia la caída.

52
Andrea Sofía Crespo Madrid

MORROCOY

encajo la forma del abandono


en tus hexágonos naranjas
me repliego
dentro de la coraza de mi niñez
aún intacta
para imitar tu culto al silencio.

vibro cuando te pronuncio


en la glotis líquida de tu nombre/
también muda y despacio
sin nunca llegar tarde
voy descalza hacia la muerte.

II

también tú recuerdas lo que hemos olvidado


detrás de sentencias esclavas:
conoces la poesía, amas tu ritmo
en esquinas infinitas.

por ti conozco el derroche de los huesos


donde reina la lentitud
que abre la palabra.

54
PASSER DOMESTICUS

La desaparición es el síntoma
de toda esta ciudad herida:
atravesaremos el sosiego
si llegamos al lugar
donde sueñan los gorriones.

55
Lucia Cupertino

LA DOS VECES MADRE

Por el día duerme enroscada en sus sueños


por la noche recorre furtiva el bosque
recoge de a una hojas y palos
en su bolsa marsupial los deposita.

Si la miras en la cara dirás ¡qué fea está


esta rata grandota! Y le darás palo tal vez
aunque ella no te pegue enfermedades.

Ella no es una rata, nada que ver


es la dos veces madre:
parió a la luna y la luz del alba
de sus trece pezones las amamantó
quemó su piel y la cola, sacrificó su belleza
para robarle el fuego a los dioses
y entregarlo a nosotros, los malparidos.

Llámala tlacuache o qarachupa


no sólo chucha o zarigüeya,
ella es trabajadora infatigable
y dispersa semillas al andar,
las dos veces madre amamanta su cría
adentro de la bolsa marsupial
luego otros meses afuera de ella,
siempre en afán, siempre huyendo
del perro que ladra y la quiere matar.

Las dos veces madre es permisiva,

57
a pesar de que nos la ingeniemos
para acabar con ella en el monte
no levanta huelga ni nos reprocha,
pero si un día desaparezca
no vengas a llorar
porque de malparido te volviste huérfano
eso fue todo por tu despreciar.

58
LOS PERROS

Los perros ladran cuando las palabras ya no alcanzan


los tragaluces devuelven más sombras que reflejos
y las cortinas, estancadas en el tiempo, se arrugan.

Los perros dan vueltas en una esquina cualquiera


de este puerto infecto, regado de petacas de licor,
en la prolongación de una avenida sin peatones
andan despreocupados atrás de algún olor,
algún deseo mal guardado, alguna voracidad
y regresan, como si nada fuera, a descansar
entre hedor, callas, sarro y bemoles
en el rincón donde algún día su cuerpo fue cálido.

Los perros nunca pierden el rastro de sus dueños


¿o son tan buenos en fingir para que así nos parezca
y sigamos creyendo que es su forma de querer?
Eso, de alguna manera, es alimentar un pequeño milagro.

En todas mis cumbres y todos mis derrumbes,


en la alta mar que me agita sin pausa,
en ese preciso punto de lo impalpable,
un perro ladra porque ya las palabras no alcanzan.

59
Elisa Díaz Castelo

PERSPECTIVA

No hay que odiar a las moscas, viven poco,


apenas unos días. No les da tiempo
de aprender que las cosas se repiten
y cuánto. Siempre las toma por sorpresa
el vidrio, el vidrio, el vidrio. Sus muchos ojos,
sus tantas patas. Tiemble, titubeo.
Nunca se consuelan. Y las ventanas
aunque estén cerradas
no dejan de prometer una salida.
Para ellas todo es cuestión de insistir,
todo primera o segunda vez. Son
tan vírgenes, tan torpes,
no les da la vida
para aprender y arrepentirse.

Quizá nosotros también


vivimos poco para alguien,
no lo suficiente para notar
los grandes ciclos, quizá
más verdaderos. Tenemos
tan sólo el año
y la época de lluvias, mangos
o mandarinas, los vecinos
que cada semana se pelean,
pero poco más: el siglo imaginado,
solamente un bosquejo.

Y quizá allá afuera nos tildan de necios

61
por cometer siempre los mismos errores,
nos miran con tedio y un poco de asco
y les hacemos ruido y estorbamos.
Pero tampoco nosotros
tenemos tiempo suficiente
para terminar de nacer, apenas
el mundo empieza y nos marchamos,
venimos de llegar, directamente.
Todo es demasiado pronto, cerca.
Nos estorban las ansias. Es cierto:
somos errabundos, blandos y tenemos
pésima memoria. Aún así,
quiero decirles, mientras la mosca ensaya
su vocación suicida contra el vidrio,
no nos odien.

62
LOS PÁJAROS DE NO SÉ DÓNDE

Si hay algo dentro de mí son ellos.

EUGENIO MONTEJO

Escucho pájaros en la noche.


En la profunda noche de hora fija,
en la noche sin testigos, afelpada,
en el ecuador de la oscuridad,
en la mitad
tajante, ahí,
indudables pájaros esculpidos
de sombra y gritos, de saliva y sueño.
Aferrados, marchitan con sus voces los segundos.
Sus gritos rebasan el tiempo acontecido,
cortan la oscuridad en julianas
y con su hora en vilo
quieren desatar la luz,
acelerar la rotación del mundo.
Quieren que llegue de una vez el alba
aunque sea destartalada
y gris, de los suburbios.

Al principio
buscaba algún rastro del amanecer,
algún asomo
de que algo comenzaba,
pero sólo ese escándalo, ese turbio
arrecife de gritos. Abría la ventana
y nada, sólo la noche
con su cara de mueble, sólo la noche
estacionada en reversa,
y el ajetreo de las voces
hinchándome los huesos.

63
Los pájaros incendian su nombre,
resquebrajan las paredes de mi sueño,
gritan el color rojo, cantan
sus agujas. Quieren deslumbrar
a los objetos, inquietarlos,
quieren que empiece ya el día
y tomen forma y límite las cosas.

¿De dónde vienen


esas flores al rojo vivo de sus notas?

Son tantos que ni siquiera caben en la noche.

Nunca los he visto y pienso


que quizá mi cuerpo está hecho de pájaros.
Son míos, irremediables,
con la navaja ardiente de su canto
abren en canal la noche, buscan
la inminencia. Ya no me muevo
de la cama, ya no me levanto
ni los busco. Su canto
es mi propia sangre acorralada,
mi deseo por no dejar de vivir
ni siquiera dormida, mi torpe
cuerpo que apura, por eso mismo,
la muerte.

64
Miguel Ángel Feria

EMYS ORBICULARIS

corriente que sea lenta que el viejo esté más cerca de la muerte
o el grupo de reptiles más antiguo no le hace singular en absoluto
[porque existe
que perdura desde el triásico
si el medro de la ciénaga es astuto si hay jóvenes que apestan esa
suerte de espaldar y plastrón
capaces de aguantar sin respirar durante horas capaces de hibernar
a base de una dieta de lombrices citalopram y algas
si el viejo es un estado independiente no sujeto a medidas de
futuro no es su edad es su espejo
escamado y oscuro de azogue japonés
hexagonal eclipse o tinta que sea lenta la corriente de costras y
[aroma atormentado
jirón desobediente de la arruga y esas córneas plegadas y cosidas
con hilvanes de tierra seca tierra seca de allá
que viene en serio si es que todos
todas somos posibles a este lado del problema por ejemplo la
presión las expectativas académicas los cuerpos cambiantes
diformismo de ovarios ano ideas cartilaginosas
si hay jóvenes con ojos de tortuga de escuela y del hogar
piedra de aguas abortadas
reloj de sol que lame sus heridas cal y polvo como una lengua
[muerta
en español de hoy
se estima que un 1,6 por ciento de los niños y jóvenes estudian-
tes sufren por este fenómeno de manera constante y que un 5,7
por ciento lo vive esporádicamente
edades cuya edad es un misterio

66
BOS PRIMIGENIUS TAURUS

ole
o sea con el uso de una droga conocida por fenilbutazona
o sea malherido por la avispa de su raza naturalmente agresiva
es decir herbívora y rumiante
o sea viene el toro se presenta en los umbrales del toro que no sufre
o sea trae dos astas de rabias personales ni sabe dónde está y está
[en la plaza
o sea viene siendo aquí en los ojos más estrictos de la caza por
[fenilbutazona
o sea que van todos contra él van criminales
o sea si es matar o morir no hay más morales que el capote y sus
[ámbitos de zarza
o sea que genera empleo y trabajo para muchas personas bajo el grito
o sea la ganzúa del torero
o sea no recibe subvenciones
es decir penetra de azabache y vuelve rojo
o sea en el pincel de la faena debe ser preservado como cualquier
[arte cualquier tradición
o sea que está en medio de un silencio de agujero
es decir hasta los cuatro años vive como un rey
o sea está mirando a los tendidos de reojo
es decir se extinguirá la especie si no hubiera espectáculo
o sea y los alcornocales
es decir su náusea es más humana que la ajena
o sea ole

67
Daniel Fernández Rodríguez

TRICERATOPS

Entre todos los dinos, triceratops,


con que soñaba de pequeño,
tú nunca fuiste de mis favoritos.
Qué podías hacer contra el temible
tiranosaurio, amo y señor
de la pantalla, a qué esforzarte
por igualar —su garra hasta el pescuezo—
al velocirraptor, por no decir
que incluso el tan cansino diplodocus
tenía más salero que tu andar
torpe y cansado y cabizbajo.
Ay, triceratops, con qué lástima
se lo dije a mamá al volver del cine:
en todo aquel Parque Jurásico
tan solo tú estabas malito.

También en nuestra era van pasando


los años, y aquel niño que reptaba
en la herrumbrosa jungla del recreo
y en los pantanos de la fuente
ya no acecha feroz tras los columpios
ni persigue a otros dinos en la cancha,
ni hunde alegre sus fauces en las presas.
Pero hoy, al fin, tras tanto tiempo,
te entiendo, y me arrepiento de lo mucho
que nos metíamos contigo
al jugar con los chicos en el cole.
Porque ahora me parezco tanto a ti:
rechoncho, solitario, gruñón, vegetariano.
Dicho en pocas palabras: triceratops.

69
TRATO DE MEDITAR EN EL PARQUE

Un mirlo se ha ensañado
y picotea sin piedad
el suelo hasta que atrapa
a una lombriz desprevenida
que al punto exhibe con orgullo,
y ahora procede, con la tripa llena,
a entonar algún cántico aprendido
—quién sabe si al amor—, y da otro salto
hacia ningún otro lugar
sobre la hierba aún mojada
donde, muy cerca, un ciudadano
lleno de buenas intenciones
procura —no hay manera—
buscar algo de paz.

70
Sesi García

AMAZONAS AESTIVA

Ni el agua con su mano de temblor


deforma el trazo firme,
la letra pulcra,
la inscripción celosamente perfilada
de un caballero de fortuna:
Yo-ho-ho, and a bottle of rum!

CLARA JANÉS

Anuncios en mercados imperiales


clamaban sus virtudes y ventajas:
la mejor compañía para entrar en Nasáu,
presumir de experiencias ajenas y gloriosas
y conquistar con sal una ruta infinita
de mascarones y banderas
era, sin duda, el amazonas de frente azul,
aunque el imaginario que de él nos ha llegado
es amplio: las leyendas de sus dueños
han alterado la paleta de su plumaje,
convirtiéndose su verdad
en un capricho del ilustrador.

72
PERRO DE POETA

A Richi

A ti, de rumboso bautizo

CLAUDIO RODRÍGUEZ

Todo el esplín que traes en los ojos


—souvenir de la calle, de aquel lustro vagando
y haciéndote sombra y escondrijo—
se reduce a secreto cuando miras la vida,
y logras que contigo la novedad se abra
en el mapa común al baile de tus patas.

Descubres en las migas banquetes de romanos,


perfumes misteriosos en el suelo más negro.
Arrastras hambres viejas e inquietud en el morro,
trovador del bostezo, amigo de mastines.

Más que pastor pareces una oveja


y acróbata tu rabo al escuchar el pienso,
y como Sirio, el de Aleixandre, ladras
a los malos poetas,
al portero que rompe tu descanso
y a los muertos de México.

Los espejos te son indiferentes


porque eres perro,
y no existe pelota —ni peluche ni cosa—
que no te arrobe las orejas:
una pendiente de los tianguis
y la otra descansada por el suelo.

73
Berta García Faet

LA PRIMERA VEZ QUE PASASTE LA NOCHE EN CASA,


TE PUSIMOS UN RELOJ DEBAJO DE LA TOALLA PARA
QUE SUSTITUYERA AL LATIDO DEL CORAZÓN DE
TU MADRE Y NO LLORARAS

I.

la muerte de mi hermana
el hocico encharcado
algodón y fuego

mis manos paños fúnebres


el asiento de atrás
tirita hierve

a punto de marcharte
chasquea tu vejez
miel y pelaje

te amo novia herida


el parabrisas nieva
eutanasias

II.

subespecie del lobo


del neutrón caqui
de la rosa

virgen digitígrada

75
filántropa legaña
ladrido y nube

el coche se atraganta
aúllo gruño gimo
tú me besas

corazón sin léxico


abrazo de cadáver
pezuña y polvo

76
Carlos García Mera

CUANDO APENAS EL BLANCO SE HA SEMBRADO


el mirlo descubre el oscuro acento
de sus alas, la apartada cadencia
que la mañana le brinda, la rama
que ya no se distingue de otras ramas.

78
DEJA SEGUIR EL CURSO QUE LA TIERRA
dispone. El crecer lento
del pétalo, la hendidura en la sombra
del naranjo. Contempla
las hormigas y cómo dan el mismo
afán a cada día,
cómo trazan al sol oscuras sendas
que la naturaleza
les dicta. Desde ella todo germina.
Atiende al claro acento
que los jilgueros ponen en el aire
bajo las anchas hojas
de la higuera. Así el canto, igual que el agua,
tan limpio en su existir,
llega al centro donde la luz resulta
y nada lo atraviesa.

79
Maricela Guerrero

DOS POEMAS DE ANIMALES ACUÁTICOS EN DROGAS

EN PEZ

Conciencia blanda, un torpe lindo pez soy que husmea


entre las entidades acuáticas siniestras:
una vez que hallazgo al fin percibo, veranea
—con curiosidad por las tantas vibrantes muestras—

mi ánimo tenaz por la psicótica aventura;


alrededor de ríos, cloacas, vertederos,
comenzó con la prisa, ansiedad y calentura
que en zozobra ruin viví en los chapoteaderos:

luz, anfetaminas, xanax, valium, cocaína


pulular en lagos, ríos, arroyuelos, mares:
conciencia de un torpe pez soy, luz que no clarea;

más sigue afán y acumulación de proteína:


un pez o un cardumen drogados por estos lares
dispuestos a la merced de tan tenaz marea.

81
EN ANGUILA, A LOS DEL PARLAMENTO BRITÁNICO

Se nos mira un poco más locuaces,


ajenas a nuestro ser flemático:
¿Qué les digo yo? Así ha sido el Támesis.

Algunas sustancias cuando naces,


como nave que va en automático,
sin querer te orillan a la mímesis.

Subidón cocaína, vivaces


somos anguilas de este antro acuático:
su más vivo retrato: fiel, en síntesis.

82
Alberto Guirao

CRECE AFILADA, LA ALTURA

Una cigüeña aplastada contra la bóveda de la catedral es subsidio


de plumas coronadas

Una cigüeña aplastada cobrando musgo y heces de paloma


mientras pagan euro y medio por fracaso. Verán el oro y el arte-
sonado que oculta con su caridad a la cigüeña aplastada

Una cigüeña aplastada que inicia el protocolo de su putrefacción


en tres metros de nido y a dos de la cruz que culmina

No habrá limpieza ni condecoración para su esqueleto-hojalata,


lo impiden los castrados pulgares: PROHIBIDO UNGIR A LA
CIGÜEÑA APLASTADA

Cuando la luna se arrime a su tráquea, la cigüeña aplastada advertirá


del rencor que nos guardan las grúas en coma y anunciará la
peste-mala hierba cultivada en bares y confesionarios

¡Bendita cigüeña aplastada entre piedras-abalorios cincelados en


el siglo XVI! Picotearás ojos, irritarás vientres y grabarás en ellos
tus vibrisas, tu invocación fósil-jeroglífico

Tan solo aceptas, ave derrocada, las ásperas lenguas que los gatos te
esposan y esos exiguos monumentos a tu especie puestos a la venta
en la boutique del Parador de Turismo

¡Santa cigüeña! Balbucean los parados en la fuente de la catedral


que emigraste por el norte

Planeaste los soplos pirenaicos, tres kilómetros de nieve,


tan solo para oscilar
84
ASTERIÓN

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

J. L. BORGES

Porquerizo con deudas de otros muertos, hoy llevas


el estrellado traje que mancharéis juntos.
Antes, el aplauso a los arroyos.
¿Pensaste que la tarde era un designio
solamente dolor
solo tuya la tarde?
Envejecerás, aunque reces igual que si te fuera la vida.
Exactamente, ¿qué pides?
¿Te disfrazaron? ¿Te elevaron a hombros?
Alguien debió decírtelo: hay gestos que resultan patéticos de adulto.
Escucha Cuando calle esa gente, escucha.
Habéis crecido juntos y has llorado a menudo. El llanto
salía de tu casa gloriosa, le hacía barro en las patas, rogaba
líbrale de su mal.
Ahora entiendo: ese mal
es laberinto a tu altura: todo centro,
las galerías numéricamente inferiores a los espectadores. Imposible
cualquier pérdida. Pero
él no es Asterión, no quería redentor, no ha nacido aquí.

El final de la tarde se parece a su alma.


Y después el olor a tierra más roja,
a niños que miran,
a hierba de río.
Apenas se defendió ese cuerpo,
ahora ya devastado
territorio de fama.

85
Pedro Martín Aguilar

BASTET EN EL SOFÁ

Para Ceniza, nuestra gata

La Esfinge bosteza en las luces de Ra,


se estira enigmáticamente
sobre el respaldo, garritas sonámbulas,
¡ay de la tapicería!
Arco ronroneante, flecha de cariño,
algo nos dice

que los videntes de Bubastis


no cubrían de plástico sus templos.
Los dioses nos visitan en sigilo.
La Esfinge se acuesta en las sombras de Nut,
larguirucha, nubes erizadas
panza arriba —cuidado, cuidado...
En el brazo verde
del sillón del bisabuelo —peligro, peligro—
Bastet sueña con dunas de salmón.
Y no la despiertes. Ronca

ternura, cierto, pero su sangre desciende


de los pasillos crepitantes
y los sarcófagos de Tebas…
¡Cuidado! Te lo dije, el amor gamuzado
tiene húmedas lijas.
Vendrá el sacrificio: un día sin

latita de premios. La diosa


mordió la mano del vecino.

87
OPHIOPHAGUS HANNAH

El gordo quiere ser un gorila, el idiota


un zorro, el bully de la clase, rey
de la selva de chamoy, sus mininas
le ríen la pereza de los golpes. Yo
me digo —me siseo—
más vale puñalada rastrera,
piel muda del áspid que seré,
esa jauría de pañales gélidos
no merece el honor
dudoso de medirme la entrepierna.
Si de falos se trata, me escurro
al clóset del Indostán, castro
piernas, brazos, sudores,
soy un ofidio
de vértebras caminables, en mis encías
se gesta la palabra del veneno.
Y la capucha, sí, mi bufanda escamosa,
que no se pierda el estilo en la guerra.
Aplástame, león,
humíllame, chacal,
pisa la cola que devorarías
si el odio no te hubiese amaestrado.
Hazlo. Yo te rodearé
con bífida agudeza,
treparé
por el tronco de tu culpa,
hincaré
mi amor en tu follaje,
dormiré
como la cobra real que refugia
en su estómago a la presa.

88
Diego Medina Poveda

A UN CERVATILLO ALBINO HALLADO EN MÁLAGA

Cervatillo polar, te vi en el monte,


agazapado tras la roca blanca,
y parecías alma de la piedra,
cuerpo duro del cálido frescor
de tu apariencia.
Pero adentro, ay,
adentro bullen ríos de sangrienta
abundancia, bermejos los torrentes
de tus venas no pierden el color.
Así tu herida es roja, aunque el invierno
de tu piel haga estrépito en el ojo
de quien espera ver un cervatillo
pintado con el cardo del verano,
escondido en los árboles resecos,
pero no a ti, polar en el estío
de una Málaga ardiente,
pero no a ti, divina aberración
de la naturaleza.

90
A MI PERRA

«¡Luca, Luca!».

Es la voz mortecina de mi padre


llamando al animal, que se ha escapado,
es el eco invisible del recuerdo
que se adentra en silencio por la casa
y lo va acallando todo. El juego
más inocente se volvió metódico:
la muerte impone su norma cotidiana.

El humano alboroto, el ladrido alegre,


su lengua que lamía el aire y las heridas:
todo su ser
se lo ha tragado un tiempo sigiloso.

Ahora el hogar sufre la calma,


no hay aullido ni canción
ni agua derramada por el suelo.

La perra se ha escapado
porque hoy abrí la puerta y ya no supe
cómo amarrar su cuerpo a nuestras vidas.

«¡Luca, Luca!».

91
Carla Nyman

ASQUEROSAMENTE SEDIENTA
me conduzco entre los jugos
nerviosos del duodeno
y cómo se continúa sin fanatismo
quiero absorberme el vómito salado
entender la plétora el peso justo
54 kilos de resto animal
mido el grosor
ensayo maneras de perforarlo
y ya cuando la carne está tensa
algo asombrada por los múltiples
paisajes viscosos
digo ya no queda nada
solo este residuo
resbalándose
y lo que pesa es no tener más cuerpo
celosa-envidia-histérica-muy puerca
me trago

93
RATITA MANSA NIF NIF
enclenque en su postura
tres metros del hígado hasta el decrépito
sabor intestinal
esto es una coordenada turista
la del medirse el sobrepeso
con la gordura divina
descomunal del otro
hay alguien miau ahí fuera?
miau
desgracia fantástica del vivir:
quebrarse en la contradicción
hacia lo que ama

94
Federico Ocaña

MEDIDA CON LA TORVA

medida con la torva


mirada de la víscera
mordaz la dentadura
adentrándose en ti

da con la cavidad
donde mártir aguardas
lenguas que merodeen
que partan al cordero

96
PARVA NATURALIA

la historia es breve, el hábito


es breve y el terreno que podrían dominar,
breve también. la historia,
manuscrito donde quedan
recortadas sus huellas. por nosotros
han crecido el grosor, la tinta,
la ignorancia.
la historia es breve: en potencia
cabe en una pluma, en una boca,
en una mordedura o sostenida
a lomos, agarrada
al pelaje. se ve en
la naturaleza de las cosas
que es breve nuestro paso, que no es
nuestro, es ámbito del azar
de los animales

97
Ana Pérez Cañamares

AL MONTE VOY BUSCANDO


las huellas de mis padres.
Son apenas un encaje de barro
o una escritura sin consecuencias.
Apenas un legado de luz
o una celosía de aire.

Yo avanzo, conquisto, invado en su persecución.


Dejo tras de mí las señales de una catástrofe.
Soy máquina para el mundo
y ando con la fatalidad de un gigante.
Mis zancadas espantan los rebaños.

Por eso busco por los bosques


las pisadas invisibles.
Por si estuviera a tiempo de aprender
cómo se camina con pies pequeños.
A ser para el suelo un pájaro de visita.
Y para el aire ser nada, memoria
de lo que no se sabe si existió.

99
Sergio Pérez Torres

ZOOLÓGICO

Postes telefónicos se alzan como tótems,


las fieras no han sido aprendidas,
cientos de falos mezclando su semen,
nuestra vida en una selva de acero oscuro.

Mi vecino también sabe su clase,


la clasificación exacta de la especie,
todos divididos en género y familia.

Un hábitat común es la ley del hielo,


no sabíamos hablarnos,
pasamos el estrecho muy juntos y hambrientos,
entonces te dije te amo.

También amo a los lobos y leones,


a las hormigas rojas y negras que me roban,
pinchan y no dan show tras el trabajo,
entiendo sobre las colonias ocultas
y las migajas que tiran los visitantes,
aquí todo el día alzamos las patas,
el seseo hueco para un buen día.

Antes de cerrar los párpados en paz


le pondremos llave a nuestra propia jaula.

101
MI PEQUEÑO PONY

Del mismo manzano donde un día


mis padres me invocaron con sus cuerpos
cayó un fruto pútrido en la palma de mis pies.

Bajé del árbol donde montaba la rama más ancha,


mis piernas predestinadas al potro de tortura
donde queman brujas en maderos sin profeta.

Quise sacarme los ojos hasta observar el vacío,


pero no fui corriente eléctrica ni edípica,
era el presentimiento de algo grave
y a la misma vez agudo como grito de emergencia;
las hojas desobedecieron su sentido de gravedad,
—esa agitación con que me sucedía una descarga—.

Los sementales escapaban rompiendo la puerta,


la tarde fingió calma, pero huía a galopes detrás,
perdí la rienda, jinete y caballos de fuerza,
—jamás tuve herraduras para la buena suerte—;
el polvo sobre mí volaba como si fuera mágico,
como si hubiera mordido la manzana con veneno
y a mi alrededor mil hadas negras me embistieran
dándome por hado, para siempre, cuentos de terror.

Sentí mi desnudez corriendo entre aquellos arrayanes,


la certeza bronca de otro cuerpo.

102
Óscar Pirot 1

SOLITARIO GEORGE16

Nunca cupo tanta magia en una piedra. Ser el último ejemplar


no es cosa fácil. Islas rugosas
flotan en tu carne y encienden
por dentro tu figura. En tu fiel caparazón
se esconden vidas
fantasmales de planetas enquistados,
una playa
de signos ilegibles
se desborda en el contorno de tus ojos.

En tu cuello gigante se desovan


gotas secas de un mar cicatrizado, tus uñas afilan el álbum
ciego de tu especie evaporada.

¿Cómo aguantas el peso de los seres


invisibles que en tu cuerpo se coagulan?

Solitario George,
cántaro de arena y sangre, detective de ti mismo
y de la huella extinta de tu sombra.


16
Solitario George fue una tortuga macho gigante de las islas Galápagos y
el último ejemplar vivo de su especie, hecho que provocó que la comunidad
científica se decidiera a ponerle dicho nombre. Fue encontrada el 1 de di-
ciembre de 1971, año en el que ya se creía una especie desaparecida. A pesar
de diversos programas de reproducción con hembras de una rama similar,
Solitario George no pudo tener descendencia, muriendo el 24 de junio de
2012 y confirmando así la extinción definitiva de Chelonoidis abingdonii
(N. del A.).
104
En el árbol de animales desleídos
tu silencio adereza porcelanas.

Melón de casi un siglo inabarcable,


en tu piel la eternidad luce pequeña.

105
ÓPERA SUMERGIBLE

La pregunta más importante es por qué cantan las ballenas.

KAREN WEINTRAUB
The New York Times (9 de enero de 2019)

Infladas de canciones ancestrales


sumergidas al fondo de su vientre
las ballenas –cilíndricos tenores–
enjuagan su atril de partituras.

Las butacas del cortejo piden paso


a la música que fluye entre la sangre
espumosa del mamífero sediento
de un beso salino y escamoso.

Los amantes asoman sus smokings


reventando el telón de la marea,
sus voces aceitadas de mugidos
incendian la pulpa de las aguas.

Orificios de vapor respiratorio


coagulan el vaho de melodías
que cruzan kilómetros oceánicos
en busca de la grasa del amor.

Bajo el mar y su sábana epiléptica


se inmolan pulmones de sonidos
y oscuras vocales que atestiguan
la ópera de voces sumergibles.

Las olas y su aplauso nacarado


delatan las jorobas del abismo.

106
Benito del Pliego

CAROLINA WREN THRYOTHOR


(CORRIDO)

Carolina wren thryothor


us ludovicianus cuca
rachero chochín, prefiero
saltapared por el gusto
que dan las palabras compuest
as llegaron a finales
de abril ya les había vist
o inspeccionar el alfeizar
si esta valda para las mac
etas que tengo frente a mí
puede llamarse alfeizar les
había visto saltar ent
re las plantas de honeysu
kle como quiera que se lla
me en español español de Exp
aña español de América
chicano caribe semí
nola da igual no te confun
das no te distraigas también
este wren podría ser el
troglodytes aedon no es
sencillo distinguir ni tú
sabes al fin quién eres ni
por qué llegaste aquí no darl
e muchas vueltas buscaban
insectos levantaban la
cabeza sobre el marco par

108
a ver qué había allí aquí
del otro lado no me de
ben ver y yo pero no quier
o hablar de ti a total di
fferent beast qué horror los geno
cidios que te afligen mejor
no no de ti del wren salta
pared cucarachero no es
tá mal por lo de los corri
dos tú ves corridos como el
que escribo aquí había un salt
apared que llegaba hasta
su nido y sin darse mucha
cuenta terminó viviendo en
él traté de disuadirles
limpié las hojas agujas
de pino que comenzaron
a cubrir la esquina la ma
ceta les gustó y no dejar
on de venir finales de a
bril planeo un viaje cómo
vamos a regar si anidan
lo hicieron me conformé con
quitar las que necesitan
más agua total pensé no
pasan mucho tiempo en él pe
ro después después que fuiste a
ver las golondrinas de Mad
rid gansos del Nilo que ahora
paran donde antes el hedor
del matadero estaba aquí
pasó semanas empollan
do dos su ceja blanca alzad

109
a vigilante su sospech
a no lo es su inquietud su salt
o ella prefiere salir de u
na vez un aleteo él
vuelve cauto con insectos
arañas larvas en su larg
o pico puntiagudo y salt
a cambia de dirección al
za el cuello da de comer a est
os tres vocerillas de ojo
saltón bolitas que echan plu
ma y cuerpo cada vez mejor
reconocible y salta desp
ués examina mi habita
ción ¿avitación? y luego
enfila arriba dicen que
si monógamos dicen que has
ta los 10 territoriales
que han de volver que su presenc
ia su cancioncilla que me
distrae de mi escribir cosas
más serias más coherentes

Mayo, 2021
Loma de la Capilla, Nortecarolina

110
Antonio Rivero Machina

CALLEJERO

Todos los gatos del Trastévere vieron un día


correr el Danubio entre los soportales de Monastiraki.
Los gatos andan lamiendo el viento en las esquinas,
por eso siempre ignoran dónde acaba el recodo,
a qué ciudad pertenecen.

Tú no los distingues.
Tú ves el gato y ves el símbolo,
igual que si fueran semáforos.

Pero a este gato que te interroga como una esfinge


sobre los azulejos rotos del Chiado
ya lo espantaste un día de los bajos de tu coche.

Los gatos nunca son de nadie.


Por eso nadie los recuerda.

112
FIDELIDAD

El perro para algunos hace guau.

Otros no están de acuerdo y dicen que el perro es ladrador


pero poco mordedor, que es el mejor amigo del hombre,
que hay perros que son mejores que las personas.

Llamarle perro a un judío es un insulto racista


pero no hay consenso sobre qué significa
llamarle judío a un perro.

A veces se publican noticias tiernas sobre perros


escarbando junto a las tumbas de sus amos.

También hay perros de peluche


escarbando en las camas de niños enfermos
y huesos de goma que suenan si los muerdes.

El perro para algunos hace guau


pero su dueño siempre dice:
no muerde, no hace nada.
Y a eso lo llama fidelidad.

113
Andrea Toribio

HAN DESCUBIERTO UN PÁJARO


en Papúa, «no
lo conozco», y aún el mar desde el cielo
no escucho
enmudecen a la mañana, y el
batir es decadente es me pregunto
si el pájaro es pájaro
porque está solo y no ladra
quizá fue color, Georgia O’Keeffe
que atraviesa el cielo esa es la
imagen que guardas no alas no
pájaro no nada
solo el párpado la pluma y en
t.v. apenas explican, ja ja ja, que descubrir
lo real es nombrar lo que
imaginas, papá, coge el
mando y «apaga», Papúa,
y el pájaro es divino

115
MUJERES, CORRIENTES
cegadas por la paz del invernadero la
paz del pájaro la del ojo les
crecen unos zancos se resguardan
bajo las lonas
todo su deseo alcanza
el límite al recoger
la fruta que crece dentro de aquellos
plásticos que ocupan que ceden que se
ven desde se ven desde
la playa de ojos
de garza se abre al mar y
regala la vista de quien la ve
entrar en el agua supone un
pico atraviesa la malla y baten
rápido unas alas el
deseo no vuela
las casas siempre estarán
al borde del agua, los hombres
con cubos alejan sus
pasos de la marea que inunda
el tramito de calle
sin farolas y p.c.v. una
niña grita al fondo y pide
paciencia para la Virgen
del Carmelo

116
Karen Villeda
APPALOOSA HORSE CLUB

«Añicos»,

pensó. No se llevaron ni un solo hueso. Tenía un hueso menos


que ellos, pero estaba de una pieza. Todos los doscientos cinco los
habían roto a golpes, aunque para las rodillas usaron un palo afi-
lado que le hundieron. Se dobló del dolor. Únicamente tomaron
los dientes para saber qué edad tenía. Los colmillos los hundieron
en su pecho y las muelas se las metieron por las fosas nasales. «El
consuelo no es para los principiantes»,

pensaron ellos, con un poco de compasión. Para sentir lo mismo


que su víctima, cada uno de ellos

ató uno de sus muslos (el izquierdo) a una cerca blanca. Durmie-
ron parados. Fue una noche tranquila. Cuando abrieron los ojos,
la mañana nublada les

anunció que alguien los castigaría. Entonces, tomaron una de


sus muñecas y las ataron también. La cerca blanca se manchó de
carmín. Era su comunión. «A todos nos hará bien hacer una de
las promesas que hizo Leotis Mackenzie cuando perdió a su des-
cendencia», pensaron arrepentidos. Recordaron que Leotis Mac-
kenzie se quejaba de que en sus sienes había

un palpitar que no cesaba. «Como si me tuviera un par de clavos


para sujetar las herraduras», pensaron y clavaron el hueco de sus
palmas a la cerca blanca. «No veo de noche», decía Leotis Mac-
kenzie, que tenía un caballo enano. Sus cascos eran rayados

118
o parecidos a unas calcetas blancas. «Mocasines», les llamaba ca-
riñosamente a

sus cascos. «Siempre fueron quebradizos y se le incrustaron en el


hueso», pensaron. Se miraron unos a los otros. Tenían un hueso
más, lo aprovecharían. Se pincharon con una espuela y se dijeron
«Así,

arre, arre»

«Hóo, hóo» se saludan los que se refugian en la Roca Weis. Son


varios de los hombres que tienen

ornamentos en la nariz. No eran de una misma tribu. Se escon-


dían de los hombres blancos. Un apalusa los acompañaba. Cuan-
do fueron descubiertos, se les acusó de

romperle los huesos al apalusa, pero el mismo hombre blanco


lo había asesinado. No hicieron más que dormir en el regazo del
apalusa. Querían tratarlo como vivo y

se les ordenó No ensillen al apalusa. Leotis Mackenzie les advirtió


que estaban persiguiéndolos. «Hay que rendirnos,

cuando el sol se ponga no volveré a pelear» dijo. Pocos lo escu-


charon. Pensaba como el apalusa: me

llevaran a las Grandes Llanuras porque galoparé con

un indio americano. (Dicen que es una rareza que come piedri-


tas). Nunca galoparé porque el hombre blanco me hará su

bocadillo.

119
AUTORES Y AUTORAS
VERÓNICA ARANDA (Madrid, España, 1982) es máster en
Filología Hispánica, poeta, gestora cultural y traductora. Ha re-
cibido los premios de poesía Antonio Carvajal de Poesía Joven
(2005), Accésit Adonáis (2009), Miguel Hernández (2016), Ciu-
dad de Salamanca (2017), Ciudad de Pamplona (2020) y Leonor
(2020), entre otros. Entre la docena de poemarios que ha publi-
cado, destacan: Tatuaje (Hiperión, 2005), Cortes de luz (Rialp,
2010), Épica de raíles (Devenir, 2016), Dibujar una isla (Reino
de Cordelia, 2017), Cobalto oscuro (Cénlit, 2020) y el poemario
infantil Islas Galápagos (Aguadulce, Puerto Rico, 2019). En la ac-
tualidad dirige una colección de poesía latinoamericana actual en
la Editorial Polibea y prepara su tesis doctoral en la Universidad
Autónoma de Madrid.

SANDRA BENITO FERNÁNDEZ (Plasencia, España, 1992)


es graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Extre-
madura y ha realizado los posgrados de Formación del Profeso-
rado por dicha universidad y el de Formación e Investigación
Literaria y Teatral en el Contexto Europeo por la Universidad
Nacional a Distancia. En 2020 se publicó su primer poemario,
Ciudad abierta, en la Editora Regional de Extremadura y ha sido
incluida en antologías tales como La materia cambiante (ERE,
2019) y Letras para Crecer (Norbanoba, 2019). Asimismo, sus
poemas han sido recogidos en revistas como Turia, Suroeste y He-
terónima. Actualmente ejerce de profesora de lengua castellana y
literatura en Extremadura, España.

125
ADÁN BRAND (Aguascalientes, México, 1984) es maestro en
Lingüística Aplicada por la Universidad Nacional Autónoma de
México. Becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desa-
rrollo Artístico (2021), de la Fundación para las Letras Mexica-
nas en el área de poesía (2014-2016) y del Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología (2009-2011). En 2019 obtuvo el Premio
Nacional de Poesía Joaquín Xirau Icaza por su libro Animalaria
(Eximia, 2018), en 2013 la UNAM le otorgó la Medalla Alfonso
Caso al Mérito Académico y en 2008 ganó el Premio de Poesía
Desiderio Macías Silva. Obra suya ha aparecido en medios im-
presos, digitales o televisivos de Argentina, Brasil, España, Polo-
nia y México.

INGRID BRINGAS (Monterrey, México, 1985) es poeta, au-


tora de La Edad de los Salvajes (Editorial Montea, 2015), Jar-
dín Botánico (Abismos Casa Editorial, 2016), Nostalgia de la luz
(UANL, 2016), 1000 watts de amor electrónico (Yerba Mala Car-
tonera, 2016), Objetos imaginarios (Pinos Alados, 2017), Flechas
que atraviesan la espesura de la noche (Liberoamérica, 2020), libro
con el que obtuvo una mención en el XII Premio Internacional
de Poesía Gastón Baquero 2019. Su obra está incluida en diver-
sas antologías nacionales e internacionales. En 2020 fue Becaria
del Centro de Escritores de Nuevo León (CONARTE). Obtuvo
el Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada 2021
con su obra Frontera Cuir. Actualmente es miembro del consejo
consultivo de la Fundación Internacional de Derechos Humanos
en el área de Igualdad, inclusión y diversidad.

126
VALERIA CANELAS (La Paz, Bolivia, 1984) es escritora, licen-
ciada en Historia y máster en Literatura Hispanoamericana y en
Estudios Ibéricos y Latinoamericanos. Actualmente, estudia bi-
blioteconomía y escribe su tesis doctoral sobre la relación entre
lo animal y lo humano. Artículos suyos sobre cine, literatura y
sociedad han aparecido en distintas publicaciones digitales e im-
presas como Muy Waso, Cuadernos Hispanoamericanos, Amanece
Metrópoli, Revista Iberoamericana, Vacaciones en Polonia, Nayagua
y otras. Ha participado en Cambio Climático: panorama de la jo-
ven poesía boliviana (Centro Simón I. Patiño, 2009) y La Desobe-
diencia: antología de ensayo feminista (Dum-Dum, 2019). Maqui-
nería, su primer libro, ha sido editado en España (Ravenswood
Books, 2016) y en Bolivia (Editorial 3600, 2018).

CÉSAR CAÑEDO (El Fuerte, México, 1988) es poeta y profe-


sor universitario, doctor en Letras por la UNAM. Imparte clases
a nivel licenciatura y posgrado en el Centro de Enseñanza para
Extranjeros, de la UNAM y en la Facultad de Filosofía y Letras
de la misma institución. Ha sido becario del programa Jóvenes
Creadores del FONCA en la disciplina de poesía en 2018-2019 y
2020-2021. Ganador del Premio Nacional de Poesía Joven Fran-
cisco Cervantes Vidal 2017 con su poemario Loca. Ganador del
Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2019 por su poema-
rio Sigo escondiéndome detrás de mis ojos. Algunos poemas suyos
han sido traducidos al inglés, italiano, catalán, polaco y zapoteco.

127
VALERIA CORREA FIZ (Rosario, Argentina, 1971) es auto-
ra del libro de relatos La condición animal (Páginas de Espuma,
2016) que fue seleccionado para el IV Premio Hispanoamericano
de Cuento Gabriel García Márquez y finalista del Premio Setenil
2017, y de los poemarios El álbum oscuro, distinguido con el I
Premio de Poesía Manuel del Cabral, 2016, El invierno a desho-
ras (Hiperión, 2017), merecedor del XI Premio Internacional de
Poesía Claudio Rodríguez, y Museo de pérdidas (Ediciones La Pal-
ma, 2020). Sus relatos y poemas han sido publicados en distin-
tos medios internacionales y recogidos en diferentes antologías.
Imparte clases de escritura creativa en Madrid y colabora con el
Instituto Cervantes de Milán.

ANDREA SOFÍA CRESPO MADRID (Valencia, Venezue-


la, 1995) es poeta, traductora y licenciada en Filología Hispá-
nica por la Universidad de Salamanca, donde obtuvo una beca
de colaboración (2017-2018) en el Departamento de Literatu-
ra Española e Hispanoamericana para estudiar la obra de Rafael
Cadenas. Editó para la revista Canibalismos (2015-2017). Ha
publicado Tuétano (Fundación La Poeteca, 2018), Tuétano/Ma-
rrow (Ojos de Sol, 2020) en edición bilingüe y Ayes del destierro
(Libero, 2021). Sus textos también pueden encontrarse en publi-
caciones digitales, como Buenos Aires Poetry, Poesía UC, El puente
es la palabra (antología de poetas venezolanos en la diáspora), El
Cautivo, Digopalabratxt, Enfermaria 6, entre otros.

128
LUCIA CUPERTINO (Polignano a Mare, Italia, 1986) es poe-
ta, cuentista, antropóloga cultural y traductora. Escribe en italia-
no y español y lleva diez años viviendo entre América del Sur e
Italia, activa en proyectos sobre etnoecología, territorios y memo-
rias. Ha publicado, entre otros: Mar di Tasman (Italia, 2014), la
antología Non ha tetto la mia casa / No tiene techo mi casa (Costa
Rica, 2016), premio Comunitarismo de la revista italiana Versan-
te Ripido. Su trabajo ha sido traducido al inglés, chino, bengalí y
albanés. Ha conseguido la mención de honor en el premio de la
Universidad de Bologna LILEC en traducción literaria (2017).
Cofundadora de la La macchina sognante, destacada como revista
internacional en el volumen Conversations on Utopia, editada por
la editorial Peter Lang (Alemania, 2020).

ELISA DÍAZ CASTELO (Ciudad de México, México, 1986) es


autora de Proyecto Manhattan (Antílope, 2021), ganadora del Pre-
mio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020 por El reino de lo
no lineal, del Premio Nacional de Poesía «Alonso Vidal» 2017 por
Principia y del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria 2019
por Cielo nocturno con heridas de fuego, de Ocean Vuong. Ganó
primer lugar en el premio Poetry International del 2016. Poemas
suyos aparecen en Letras Libres, Nexos, Hispamérica,Tierra Aden-
tro, Este País, y Periódico de Poesía, entre otras, han sido incluidos
en la antología de poetas jóvenes españoles y mexicanos Fuego de
dos fraguas (Exmolino, 2016), en la antología Voces Nuevas (Torre-
mozas, 2017) y en la antología Liberoamericanas (Liberoamérica,
2018). Ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores del FON-
CA en los periodos 2015/16, 2018/19 y de la Fundación Para las
Letras Mexicanas 2016/17, 2017/18.

129
MIGUEL ÁNGEL FERIA (Huelva, España, 1979) es licenciado
en Humanidades por la Universidad de Huelva, licenciado en
Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid,
y doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense
de Madrid. Su obra poética ha obtenido el XIV Premio Inter-
nacional de Poesía Ciudad de Salamanca (2010) por La Con-
sagración del Otoño y el IX Premio de Poesía Andalucía Joven
(2007) por El Escarbadero. Traductor residente en el Collège
International des Traducteurs Littéraires de Arles (Francia) y en
el Centre for Arts and Creativity de Banff (Canadá), donde ha
preparado una Antología de la poesía parnasiana (Cátedra, 2016),
así como sendas versiones de El arte de ser abuelo de Victor Hugo
(La Lucerna, 2017) y de La Edad de la palabra de Roland Gi-
guère (Amargord, 2020). Su último libro de poemas, Anarcadia
(2018), se ha publicado en la editorial española Árdora.

DANIEL FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ (Barcelona, España,


1988), doctor en Filología Española por la Universitat Autòno-
ma de Barcelona, es profesor de literatura del Siglo de Oro en
la Universitat de València. Su primer poemario, Las cosas en su
sitio (La Isla de Siltolá, 2018), obtuvo el Premio de Poesía Joven
Antonio Colinas. Además, ha sido finalista de premios como el
Loewe (2018) y el Adonáis (2020). Algunos de sus poemas se han
publicado en las revistas Anáfora (2018), Estación poesía (2019),
21Veintiúnversos (2020) y Zenda (2021), mientras que sus tra-
ducciones (de Goethe, Heine o Rilke) han visto la luz en Anáfora
(2019-2020).

130
SESI GARCÍA (San Sebastián de los Reyes, España, 1992) es
doctor en Estudios Hispánicos por la Universidad Autónoma de
Madrid. Es autor de los poemarios Tabaco de liar (Canalla Edi-
ciones, 2012), Otro perfume de hablar (Eirene Editorial, 2014),
¿Quién me compra este misterio? (La Isla de Siltolá, 2017), El octa-
vo día de la semana (Baile del Sol, 2018), Rubayat del DYC (Ojos
de Sol, 2020), Geometría y compasión (Premio Álvaro de Tarfe de
Poesía, Ápeiron Ediciones, 2020) y Breve antología de la poesía
periférica contemporánea (Eirene Editorial, 2021).
En 2020 obtuvo el XX Premio Internacional Gerardo Diego de
Investigación Literaria con su ensayo Mezclando memoria y deseo.
La poesía de Manuel Vázquez Montalbán (1963-2003) (Pre-Tex-
tos, 2020). Actualmente, vive en Ciudad de México dedicado a la
investigación literaria y tiene un perro llamado Richi.

BERTA GARCÍA FAET (Valencia, España, 1988) es autora de


los libros Una pequeña personalidad linda (La Bella Varsovia,
2021), Los salmos fosforitos (La Bella Varsovia, 2017), Premio
Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández 2018; La edad de
merecer (La Bella Varsovia, 2015), traducido al inglés, por Kel-
si Vanada, con el título de The Eligible Age (Song Bridge Press,
2018); y otros cuatro poemarios, reunidos en Corazón tradicio-
nalista: Poesía 2008-2011 (La Bella Varsovia, 2017). Doctora en
Hispanic Studies en Brown University.

131
CARLOS GARCÍA MERA (Guadalajara, España, 1992) edita
en 2014 su primer poemario, Acercanza (Beturia) y en 2019 El
contorno del Eco (Editora Regional de Extremadura). Ha publi-
cado en varias antologías entre las que destacan Aire por aire. A
Santiago Castelo (Vberitas, 2015) o En el vuelo de la memoria.
Antología para Ángel Campos Pámpano (Editora Regional de
Extremadura, 2018). Ha realizado la selección y prólogo de la
antología dedicada a Santiago Castelo Sin pronunciar tu nom-
bre. Antología poética (1976-2015), publicada por la editora ibe-
roamericana Urutau (2020) y en ese mismo año publica el ensa-
yo Música callada. Una aproximación para interpretar el silencio
(Brumaria). Ha disfrutado de una Beca para la Creación Artística
en la Residencia de Estudiantes durante el curso 2019/2020.

MARICELA GUERRERO (Ciudad de México, México, 1977)


compone poemas y otros materiales mientras investiga estrate-
gias y devenires vegetales, acuáticos, minerales. Ha publicado El
sueño de toda célula, Premio Clemencia Isaura de Poesía, en Antí-
lope Editorial-IVEC (2018); Fricciones/Reibungen (CCD, 2016;
Hochroth, Berlín, 2017) en traducción de Johanna Schwering,
y Kilimanjaro (Cardboard House Press, Phoenix, 2019) en tra-
ducción de Stalina Villarreal. Pertenece al Sistema Nacional de
Creadores de Arte, desde 2018. Una de sus canciones favoritas es
«Quisiera ser un pez».

132
ALBERTO GUIRAO (Madrid, España, 1989) es autor de los
poemarios Ulises X (Hiperión, 2020), Los días mejor pensados
(2016) y Ascensores (2010). Ha obtenido, entre otros, el Premio
«València Nova» de la Institució Alfons el Magnànim (2020) y
el XII Premio Nacional Félix Grande (2016). Su poesía ha sido
publicada parcialmente en las antologías Tenían veinte años y es-
taban locos (La Bella Varsovia, 2011) y De viva voz. Antología del
Grupo Poético Los Bardos (Ediciones de la Torre, 2018). Durante
el curso 2013-2014 formó parte de la XII promoción de residen-
tes de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores (Cór-
doba, España). También disfrutó de una beca en la Residencia de
Estudiantes de Madrid (2017-2018). En la actualidad, trabaja
como profesor de Lengua Castellana y Literatura.

PEDRO MARTÍN AGUILAR (Madrid, España, 1991) ha resi-


dido toda su vida en la Ciudad de México, donde cursa el Docto-
rado en Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Ha merecido el XIX Premio Nacional de Narrativa Gerardo Cor-
nejo Murrieta 2018 con Cuentos para el fin del mundo (Elefanta
Editorial/ISC, 2020), el Premio Poesía Joven UNAM-SECTEI
2020 con Matrioshka (UNAM/SECTEI, 2021) y la Sexta Edi-
ción del Premio Álvaro de Tarfe de Poesía de Ápeiron Ediciones
con Palabra de la sombra (Ápeiron Ediciones, 2021). También es
autor del poemario Bitácora extraterrestre (Trajín Literario, 2019)
y del libro de investigación literaria Góngora metapoético. Las So-
ledades y la autorreferencialidad (Ápeiron Ediciones, 2020). Tiene
una gata llamada Ceniza y una perra llamada Canica.

133
DIEGO MEDINA POVEDA (Málaga, España, 1985) es doctor
en Estudios Hispánicos por la Universidad Autónoma de Ma-
drid. Compagina su actividad literaria con la edición y la en-
señanza universitaria. Accésit del premio Adonáis en 2019 con
Todo cuanto es verdad (Rialp, 2020), y Premio Andalucía de la
Crítica 2021 por el mismo libro. En 2020 volvió a ser finalista
del premio Adonáis. En 2018 obtuvo el XXVI Premio Manuel
Alcántara de poesía con el poema «Contrapicado».

CARLA NYMAN (Palma de Mallorca, España, 1996) es gradua-


da en Filología Hispánica (US) y autora de Elegías para un avión
común (XXI Premio Gloria Fuertes de Poesía Joven), Movernos en
la sed (VI Premio Valparaíso de Poesía), Árbol quemado (accésit
del XII Premio Romero Esteo para la dramaturgia joven) y El
cuerpo no sabe (INAEM). Ha obtenido becas de creación como
la residencia literaria en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes
Creadores y el Programa de Desarrollo de Dramaturgias Actua-
les. Fue finalista del Premio Adonáis de Poesía en 2019 y 2020,
pero nunca lo ganó. También enseña teatro.

134
FEDERICO OCAÑA (Madrid, España, 1990) es profesor y li-
brero, ofrece recitales poéticos en actos y eventos culturales como
la Red de Arte Joven, La Noche en Blanco, la Feria del Libro
– Expoesía de Soria, Poesía en el Corral de Comedias (Alcalá
de Henares), Poetry Performance Abend (Berlín) o el festival
Marpoética de Marbella. Colabora habitualmente con Tarántula,
Culturamas y Más Jazz, entre otras revistas. Es autor de Despren-
dimientos (Amargord, 2011), Haces. Muros (Polibea, 2020) y An-
gelus Novus (próxima aparición en EOLAS) y traductor y prolo-
guista de Tango Berlín (Greylock, 2020) de Kurt Bartsch. Ha sido
antologado en Marca(da) España (Amargord, 2014), Economía
de escalera, finanzas de patio (El Salmón Contracorriente, 2015) y
De la intimidad (Renacimiento, 2019).

ANA PÉREZ CAÑAMARES (Santa Cruz de Tenerife, España,


1968) ha publicado los poemarios La alambrada de mi boca (Bai-
le del Sol, 2007), Alfabeto de cicatrices (Baile del Sol, 2010), Entre
paréntesis. Casi cien haikus (La Baragaña, 2012), Las sumas y los
restos (Ya lo dijo Casimiro Parker; Premio Blas de Otero-Villa de
Bilbao 2012; Finalista del Premio Mandarache 2021), Economía
de guerra (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2014), De regreso a nosotros
(Ya lo dijo Casimiro Parker, 2016), El espejo discreto, (Pre-Textos;
premio Vicente Núñez-Diputación de Córdoba 2016), A vista
de ave (Colección Poético y Peatonal, 2018), Querida hija im-
perfecta (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2019), Será ser mujer (Edi-
ciones del 4 de agosto, 2019) y La senda del cimarrón (Ya lo dijo
Casimiro Parker, 2020); el libro de aforismos Ley de conservación
del momento (Isla de Siltolá, 2016) y el libro de relatos En días
idénticos a nubes (Baile del Sol, 2009).

135
SERGIO PÉREZ TORRES (Monterrey, México, 1986) publicó
los poemarios Caja de Pandero (2007), Mythosis (2009), Los nombres
del insomnio (2016), Barcos anclados al viento (2016), Cáncer (2016),
Cortejo fúnebre (2017), Party Animals (2017), El museo de las másca-
ras (2018), La heráldica del hambre (2019), Postales en Braille (2021)
y el libro de narrativa Los arcoíris negros (2020). En México ganó el
Concurso de Literatura Joven 2004, Certamen de Literatura Joven
Universitaria 2009, Juegos Florales del Carnaval de La Paz 2016,
XXVI Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2016,
XXIV Premio Nacional de Poesía Sonora 2016 Bartolomé Delgado
de León, Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín 2017, entre
otros. Así mismo, obtuvo el IV Certamen Literario Ana María Na-
vales (España) y el Primer Premio Internacional de Poesía New York
Poetry Press (EEUU).

ÓSCAR PIROT (Ciudad de México, México, 1979) es autor de


los poemarios Memoria del agua (Amarillo, 2005), Bestimenta (Papel
de Fumar, 2011 / Esto no es Berlín, 2016), Luz anfibia (Amargord,
2012) —por el que recibió la Mención Especial en el Premio de
Poesía Complutense— y El ejército ha huido (Tigres de Papel, 2019).
Ha participado en diversos proyectos como el libro de ensayos sobre
Juan Rulfo El muerto era yo (Esto no es Berlín, 2013), el libro digital
de fotopoesía Tus ramas, mis huesos (2013), el libro-objeto Hypne-
rotomaquia (Edición de Autor, 2017) y la antología no venal sobre
la poeta uruguaya Premio Cervantes 2018 Ida Vitale en la UCM
(Editorial Complutense, 2019). Parte de su obra aparece recogida
en diversas antologías como Gatimonio (Lebas, 2013) y Amaruka
(Polibea, 2021). Ha colaborado en varios medios, entre ellos: Qui-
mera, Infolibre, La Caja Nocturna, Kokoro, Vallejo&Co. y Transtierros.
Reside en Madrid en donde cursa el Doctorado en Literatura Hispa-
noamericana en la Universidad Complutense.

136
BENITO DEL PLIEGO (Madrid, España, 1970) ha publica-
do los siguientes libros de poemas: Fisiones (1997), Alcance de la
mano (1998), Merma (Baile del Sol, 2009), Índice (2004 y 2011),
Fábula (2012), Extracción (2013) y Dietario (Amargord, 2015).
En Nueva York se editó el poemario Fábula traducido al inglés
y en São Paulo una sección en portugués de Índice. Entre 1993
y 1998 formó parte, en Madrid, del colectivo de obra gráfica y
poesía Delta 9. Ha colaborado en la creación de varios libros con
el artista Pedro Núñez. También es autor de ensayos, ediciones
y antologías como Extracomunitarios. Nueve poetas latinoameri-
canos en España (FCE, 2013). Ha traducido—junto a Andrés
Fisher— la poesía de Lew Welch, Philip Whalen, Michael Mc-
Clure y Gertrude Stein.

ANTONIO RIVERO MACHINA (Pamplona, España, 1987)


es doctor internacional en Estudios Filológicos y Lingüísticos.
Es autor de los poemarios Podría ser peor (Hiperión, 2013), Con-
trafacta (La Isla de Siltolá, 2015) y Las ranas (RIL, 2021), así
como del volumen de relatos Trasposiciones (De la Luna, 2021).
Su ensayo Posguerra y poesía. Construcciones críticas y realidad his-
tórica (Anthropos, 2017) fue ganador del II Premio Internacio-
nal de Investigación Literaria Ángel González. Ha publicado en
revistas como Suroeste, El Cuaderno, Anáfora, Turia o Quimera, y
en antologías como Letras para crecer (Norbanova, 2013), Diva
de mierda (Ediciones Liliputienses, 2014), Piedra de toque (ERE,
2017) y La materia cambiante (ERE, 2019). Ha impartido clases
y conferencias en universidades de España, Italia y Portugal. Has-
ta 2020 dirigió la revista Heterónima y ha coeditado con Miguel
Floriano la antología Nacer en otro tiempo (Renacimiento, 2016).

137
ANDREA TORIBIO (Madrid, España, 1993) realiza su tesis
doctoral sobre Cuadernos de todo de Carmen Martín Gaite en
la Universidad Autónoma de Madrid y trabaja en Planeta. Ha
publicado Geografía azul (Ebediziones, 2014) y Crecimiento ra-
dial (Eirene Editorial, 2018). Asimismo, colabora con distintos
proyectos editoriales independientes en labores de prensa y co-
municación, así como con la revista El Ciervo. Fresca, salvaje y
empollona, busca ahora una ontología narrativa de lo digital.

KAREN VILLEDA (Tlaxcala, México, 1985) es escritora y su


libro más reciente es Anna y Hans (Fondo de Cultura Económica,
2021). A la fecha, ha publicado seis poemarios, tres libros de en-
sayos y dos libros infantiles. Su obra ha sido reconocida con más
de quince premios de poesía, ensayo y narrativa. Sus creaciones
literarias han sido traducidas a diversos idiomas como alemán,
árabe, francés, griego, inglés y portugués. En 2015 participó en el
Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa y
en 2018 fue Escritora Residente del Vermont Studio Center. Ha
sido becaria de la Pollock-Krasner Foundation, la Open Society
Foundation, la Fundación Ragdale y el Fondo Nacional para la
Cultura y las Artes. En POETronicA (www.poetronica.net) dia-
loga con poesía y multimedia. Actualmente es editora titular de
Este País, una de las revistas de mayor prestigio en México.

138
ÍNDICE

Prólogo 7

Soplo de vida: Antología de animales 27

Autores y autoras 123


Soplo de vida. Antología de animales es un libro solidario.
El monto correspondiente a los derechos de autor será
destinado a dos ONGs animalistas: de la edición española,
a Brinzal Centro de Recuperación de Rapaces Nocturnas
y de la edición mexicana, a WWF México.

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