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PIAR

EL JUICIO

Rafael Marrón González


Rafael Marrón González

“… de regular estatura, ojos azules, barbilampiño y su tez


algo rosada; de imaginación e ingenio vivo, su edad como de
treinta y ocho a cuarenta años. Valiente y emprendedor,
pero poco aplicado a la disciplina militar: fuerte en sus
opiniones, en que siempre quería prevalecer; los transportes
de su genio le hacían frecuentemente reprender con
acrimonia; pero fácil luego en apaciguarse, llegando a veces
hasta a pedir perdón al subalterno a quien creyó ofenderle:
era también sincero, afable y cortés en sus modales. Solía
entretenerse con algunas obras de historia. Era afortunado
a la par que valiente. Solo una vez, que yo sepa, fue
derrotado en Cumaná”. Juan José Conde.

Portada: Pared lateral de la Catedral de Angostura, en la


cual fue fusilado Manuel Carlos Piar.
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Rafael Marrón González

Índice

A manera de prólogo ........................................................... 4


Génesis y delirio .................................................................. 5
Gloria y ocaso .................................................................... 16
Pasión y muerte ................................................................. 50
La degollina de los frailes .................................................... 58
El juicio ............................................................................. 93
La memoria de Pulido ....................................................... 215
Memorias de Rafael Urdaneta ............................................ 220
Las razones de Bolívar ...................................................... 221
La proclama del 5 de agosto.............................................. 223
La proclama del 17 de octubre .......................................... 232
Los días siguientes… ......................................................... 236
Alcances de la conspiración ............................................... 243
La conspiración y los conspiradores.................................... 255
La Gazeta de Caracas artillería de la mentira....................... 270
¿Todos contra Piar? .......................................................... 279
¿Qué fue del resto de los conspiradores? ............................ 284
Los disgustos de Piar ........................................................ 289
La relación de Conde ........................................................ 303
Opiniones sobre el fusilamiento de Piar .............................. 326
Primera carta de Bolívar a Piar........................................... 343
¿Piar, hijo de aristócratas? ................................................ 345
Cronografía de Manuel Piar ............................................... 356
Efemérides ...................................................................... 357
Fuentes consultadas ......................................................... 368

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Rafael Marrón González

A manera de prólogo

El general en jefe Manuel Piar es un personaje conmove-


dor de nuestra historia patria y un héroe indiscutible de
los primeros años – 1813 – 1817 – de la Guerra de la In-
dependencia, librada contra el imperio español, cuyo
triunfo en San Félix fue el hecho de armas más significati-
vo para la República hasta ese momento, pues a pesar de
la heroicidad de la lucha no se había logrado un triunfo
que pusiera en manos patriotas un territorio de inmensas
posibilidades como Guayana, que con la liberación del in-
menso Orinoco en la batalla de Cabrián, hace posible Ca-
rabobo. El fusilamiento de este prócer de nuestra magna
gesta ha concitado posiciones antagónicas que intento
conciliar en este trabajo de investigación que presenta la
documentación referente al período mayo – octubre de
1817, en el cual se desarrollan los acontecimientos que
culminan con el sacrificio del héroe. Espero, con este texto
documental y crítico, aportar alguna claridad sobre este
hecho de nuestro pasado heroico, que en nada debe le-
sionar el inmenso agradecimiento que la patria libre debe
a Manuel Piar, personaje imbricado íntimamente por la
gloria a la venezolanidad.

Rafael Marrón González

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Génesis y delirio

M
anuel Carlos, nombre con el que aparece en su
acta de matrimonio; Manuel María Francisco, se-
gún su supuesta acta de bautismo o simplemen-
te Manuel Piar, el hijo de la incertidumbre, bien ilegitimo
de mulata comadrona, María Isabel Gómez Quemp, y ca-
nario marino de ascendencia italiana, Fernando Piar
Lottyn, emparentado con los Soublette y Piar; o producto
clandestino de los amores de un príncipe portugués de la
Casa de Braganza – que jamás estuvo en esta parte de
América, pues el único heredero de la corona de Portugal
que pisó tierras americanas, lo hizo exclusivamente en
Brasil - y una hermosa musa mantuana de prosapia Aris-
teguieta, según romántica leyenda asumida por el propio
Piar quien alegaba poseer documentos probatorios que
nunca mostró. Esta especie ha sido negada, entre otros
investigadores, por William Brada, Vicente Lecuna, Manuel
Landaeta Rosales, Laureano Vallenilla Lanz y Felipe Fran-
cia, y sostenida por José Manuel Arroyo y Niño y Bartolo-
mé Tavera Acosta. También se especula que pudo ser hijo
del disoluto Juan Vicente Bolívar y Ponte – acusado por los
curas de San Mateo de seducir negritas menores de edad
– por lo que hasta medio hermano de Bolívar se le atribu-
ye ser. Todo por el racismo de no admitir que un hijo de
mulata pudiera ser alto jefe militar de la Independencia.
Heredó el pardo Manuel porte europeo por vía paterna
conocida: "...de regular estatura, barbilampiño, de tez al-
go rosada y ojos azules"; casado, el 8 de abril de 1798,
con blanca holandesa, María Marta Boon, en el Castillo de

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Rafael Marrón González

Amsterdam sede del gobierno de Curazao, ante la presen-


cia en pleno del Honorable Consejo de la Isla, presidido
por el gobernador Lauffer protector de los revolucionarios
venezolanos Manuel Gual y José María España refugiados
en la casa materna de Piar, cuya madre y su hermano
mayor Felipe habían sido expulsados de Venezuela, al de-
velarse la conspiración de 1797, acusados de complicidad.
No existe evidencia de la participación de Manuel, que
había llegado a La Guaira a los diez años. Este afecto del
gobernador de Curazao por los revolucionarios venezola-
nos, y el agradecimiento de estos por el coraje de la ma-
dre de Piar al refugiarlos en su casa, lo que le costó la
expulsión del país, explican el porqué se celebra el matri-
monio de Piar en un lugar reservado a los blancos. De su
matrimonio tuvo Piar una hija, María Isabel Piar Boon (Piar
le puso el nombre de su madre), nacida el 16 de diciem-
bre de 1798, en Curazao, a ocho meses de su matrimonio,
y una hija natural Carlota Piar, que nació en La Guaira y
murió en Caracas en 1906, con cuya madre quiso casarse
Piar, matrimonio impedido por la presencia de María Marta
Boon en Caracas, que casó con Robert Syers, comerciante
natural de Inglaterra, con descendencia hasta nuestros
días. Ha sido el personaje que ha generado mayor contro-
versia en nuestra historia independentista.

Origen y destino
Al confesar durante su juicio en Angostura en 1817, tener
40 años – Juan José Conde calcula su edad entre 38 y 40
años – fija su año de nacimiento en 1777, aunque el pa-
dre franciscano William Brada, su biógrafo holandés, en-
contró una partida de bautismo, en la iglesia de Santa Ana
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de su ciudad natal (barrio de Otrabanda, Willemstad, capi-


tal de Curazao) a nombre de Manuel María Francisco Piar
Gómez fechada 28 de abril de 1774. Y muere fusilado por
balas republicanas, al pie de la torre, costado occidental
de la Catedral de Angostura, hoy Ciudad Bolívar, el 16 de
octubre de 1817, a las cinco en punto de la tarde, seis
meses después de haber obtenido la Gloria en San Félix,
el 11 de abril de 1817.

Inicios militares
A los 18 años formaba parte de la tripulación de un barco
mercante que naufragó cerca de Margarita, salvando la
vida muy pocos tripulantes. Estudió matemáticas en Puer-
to Cabello donde obtuvo el grado de alférez de Fragata.
Aprendió a medias varias lenguas, holandés, español,
francés, inglés, y además de su lengua materna, el pa-
piamento de su isla natal, el patois o creole de Haití y el
guinés, lengua africana hablada en Curazao entre escla-
vos.
Entre 1804 y 1806 participa en la defensa de Curazao, que
al final cae en poder de los franceses y luego de los ingle-
ses teniendo que refugiarse en Haití. El 30 de septiembre
de 1811, con el grado de Alférez de Fragata, se incorpora
al ejército patriota y se entrega a la causa de nuestra in-
dependencia. No se tiene la certeza, pero se presume que
participó en aguas del Orinoco, el 26 de marzo de 1812,
en la batalla de Sorondo para intentar someter a los rea-
listas de Guayana que desconocieron el Congreso de
1811. Perdida la Primera República, con la Capitulación de
Miranda el 25 de julio de 1812, Piar se traslada a Trinidad.

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Sorondo es el nombre del cerro cuya falda hace orilla con


la ensenada de Naparine, que los lugareños llaman tam-
bién, por extensión, de Sorondo, en la parte más ancha
del río Orinoco frente a Barrancas en el estado Monagas.

Nace el Prócer
El 11 de enero de 1813, ya como coronel, firma el Acta de
Chacachacare como uno de los cuatro secretarios de la
Junta que, desde ese islote, al Este de Güiria, y bajo las
órdenes de Santiago Mariño, emprenden la Campaña de
Oriente.

Acta de Chacachacare
"Violada por el Jefe español D. Domingo Monteverde la
capitulación que celebró con el ilustre General Miranda, el
25 de julio de 1812, y considerando que las garantías que
se ofrecen en aquel solemne tratado se han convertido en
cadalsos, cárceles, persecuciones y secuestros; que el
mismo General Miranda ha sido víctima de la perfidia de
su adversario; y, en fin, que la sociedad se halla herida de
muerte, cuarenta y cinco emigrados nos hemos reunido
en esta hacienda, bajo los auspicios de su dueña la mag-
nánima señora doña Concepción Mariño, y congregados
en consejo de familia, impulsados por un sentimiento de
profundo patriotismo, resolvemos expedicionar sobre Ve-
nezuela, con el objeto de salvar esa patria querida de la
dependencia española y restituirle la dignidad de nación
que el tirano Monteverde y su terremoto le arrebataron.
Mutuamente nos empeñamos nuestra palabra de caballe-
ros de vencer o morir en tan gloriosa empresa; y de este

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Rafael Marrón González

compromiso ponemos a Dios y a nuestras espadas por


testigos. Nombramos Jefe Supremo con plenitud de facul-
tades al Coronel Santiago Mariño. Chacachacare: 11 de
enero de 1813. El Presidente de la Junta: Santiago Mariño.
El Secretario: Francisco Azcue. El Secretario: José Francis-
co Bermúdez. El Secretario: Manuel Piar. El Secretario:
Manuel Valdez”.

Campaña de Oriente
El 13 de enero, junto a José Francisco Bermúdez, toma
Güiria, derrotando con 45 hombres los 300 del comandan-
te Juan Cabazo; en febrero, como segundo de Bernardo
Bermúdez y con 60 hombres participa en la toma de Matu-
rín; en marzo marcha hacía Aragua de Maturín e intercep-
ta a Zuazola, y el 20 aún como segundo de Bermúdez y
con 250 hombres derrota a 800 comandados por De La
Hoz, en Maturín, cerca del Cerro Colorado; después de la
batalla surgen diferencias con Bernardo Bermúdez y éste,
aunque de superior jerarquía, se ve obligado a abandonar
el campamento, y, cuando se dirige a Trinidad es atrapa-
do, en el golfo de Paria, y llevado ante Cervériz, quien lo
asesina en Yaguaraparo. El once de abril, como Coman-
dante, Piar derrota en cruento combate a De La Hoz y a
Zuazola; el 25 de mayo, con 700 hombres derrota, en Ma-
turín, a Domingo Monteverde que contaba con 2.000 sol-
dados.

La muerte de Bernardo Bermúdez


Andrés Level de Goda – que era cuñado de Bermúdez –
narra la atroz muerte de Bernardo: “… Zerveris lo puso en

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Rafael Marrón González

el banquillo de la muerte de costumbre, situado frene a un


totumo en que amarraba gente para echarles látigos. Re-
cibió Bermúdez cuatro balazos, como lo probaba de mu-
cha sangre que vertía, e inclinó la cabeza, más a poco rato
la levantó, habló y el capuchino Fray José de Riclá que le
auxilió y no se había retirado, contemplando aquel san-
griento espectáculo, se echó sobre Bernardo abrazándole
y gritando perdón, perdón, cuya palabra repetía todo el
pueblito junto con los soldados y Zerveris a lo soberano
dijo: “Queda perdonado” con lo cual se llevaron al pacien-
te a la casa del rico hacendado don Antonio Toro, en cuya
sala se le acostó sobre un catre para curarle las heridas,
pues daban muchas esperanzas, porque no había ninguna
en parte noble. Zerveris, al saber la cercanía de los patrio-
tas procedentes de Guiria, con un español y un portugués
trata de acabar con Bernardo y les ordena, dándoles algu-
nos reales para su escape, acabar con el herido. El portu-
gués no tuvo valor para descargar el trabuco sobre Ber-
nardo que se hallaban como dormido, sino privado de sen-
tir, y el español disparó su arma de fuego en la boca de
Bernardo y huyó. Por las montañas de Irapa entraron los
patriotas a Yaguaraparo, mandados por el coronel José
Francisco Bermúdez, hermano del asesinado, y al ver
aquel horror se enfureció; mató al portugués y mató a
todo aquel que le decía que no era patriota”.

Carta de Piar a Monteverde


El 25 de mayo de 1813, desde Maturín Piar le envía este
oficio a Monteverde, que trató de sobornar las tropas ve-
nezolanas de Piar: “Si hubo un tiempo en que las fementi-
das promesas fueron capaces de engañar a los america-
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nos, y bajo de ellas experimentar la porción de males que


sabe el mundo entero padecieron, y aun padecen, tantas
honradas familias, ya desapareció la negra nube que los
cegaba y que abrigaba un Jefe como vos, que entregaba a
los inocentes pueblos al furor y la saña de hombres ban-
didos e inmorales que no tienen otro freno que sus pasio-
nes vergonzosas, bajo de este concepto el pueblo de Ma-
turín, sus virtuosos moradores y los jefes que lo coman-
dan, solo se encuentran con las laudables intenciones de
defender su libertad hasta perder la vida”.

Sigue la campaña
El primero de julio ataca a Boves en Cachipo (población
del hoy estado Monagas), pero este se fortifica en el Con-
vento y tiene que retirarse sin vencerlo; el 19 de agosto,
obedeciendo a Mariño, entra en Barcelona y se dedica a
reforzar la escuadra naval, comienzan a llamarle "el se-
gundo Jefe de Oriente"; el 13 de noviembre, al frente de
una escuadrilla cumanesa, vía Puerto Cabello, se enfrenta
y derrota buques realistas, frente al Litoral Central, cerca
de La Guaira, y establece el bloqueo naval a Puerto Cabe-
llo en combinación con el sitio fijado por el Libertador; en
marzo de 1814 recibe órdenes de Mariño de encargarse
de la defensa de Oriente, mientras él marcha a Occidente;
durante marzo y abril forma un ejército de retaguardia en
Barcelona y avanza hacia los Llanos centrales, vía El Pilar,
El Carito, Aragua de Barcelona y Zaraza, donde organiza la
caballería; el 25 de mayo derrota en Valle de La Pascua a
los Comandantes Martínez de Luna y Juan José Rondón,
no puede seguir su avance porque Boves le cierra el ca-
mino; en julio regresa a Barcelona. Bolívar y Mariño son
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derrotados en el centro, Mariño en la batalla de Arao, y


juntos en la de La Puerta; Boves toma Caracas el 16 de
julio; Mariño asume el ejército de Piar y éste pasa a Mar-
garita en busca de más tropas y para organizar la defensa
de la isla, mientras Bermúdez y Bolívar son derrotados en
Aragua de Barcelona.

Atenta contra la vida de Bolívar


El 29 de agosto de 1814 les niega ayuda a Bolívar y a Ma-
riño, en Pampatar, isla de Margarita, quienes están a mer-
ced del pirata Bianchi que pretendía quedarse, en pago de
sus servicios, con los pertrechos y objetos de valor prove-
nientes de la Emigración a Oriente. De este episodio escri-
be Ducoudray Holstein: "El atentado cometido por Piar en
Pampatar, el 29 ó 30 de agosto de 1814, contra el Liber-
tador, cuando el héroe, a bordo del Arrogante Guayanés,
logró reducir al pirata Bianchi, y se dirigió a dicho puerto
con todos los buques de la escuadrilla, a salvar el tesoro
de la República, y a castigar al pirata, fue mucho más gra-
ve de lo que expresa el manifiesto”. El capitán José Trini-
dad Morán, a bordo del Arrogante Guayanés, y después
célebre Jefe de Batallón en la Campaña de Perú, lo descri-
be así: “...De Cumaná pasamos a la isla de Margarita,
donde los emigrados del Continente habían levantado una
gritería en unión de los isleños contra el Libertador y el
general Mariño; llegamos al puerto de Pampatar, donde
estaba de Gobernador el coronel Piar, quien tan inclinado
era a las acciones infames. Luego que dio fondo el ber-
gantín Arrogante, que tenía la insignia del Libertador,
mandó hacerle fuego, por la fortaleza de aquel puerto. El
capitán del buque, Estévez, hijo de La Guaira, picó el ca-
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ble y se dio a la vela poniéndose fuera del tiro de cañón


de la plaza, pero con la muerte de dos o tres marineros. El
comandante de la goleta Culebra, alzó anclas y siguió el
movimiento del bergantín, como así mismo los otros dos
buques que tomaron distintas direcciones...”. Recordando
este episodio, cuando el alzamiento de Piar, Bolívar en su
proclama del 5 de agosto de 1817, expresa: “...En medio
de las calamidades de la guerra, el italiano Bianchi se su-
bleva contra las autoridades constituidas y se roba las úl-
timas reliquias de la República. Logramos conducir a Mar-
garita a este infame pirata para hacernos justicia y apro-
vechar los únicos restos de nuestra expirante existencia.
La fatalidad quiso que se hallase el general Piar en Marga-
rita... El general Mariño y yo, jefes de la República, no
pudimos desembarcar porque el faccioso Piar se había
apoderado de la fuerza y nos obligó a ponernos a merced
de un pirata...”.

Jefe Supremo de Oriente


El 2 de septiembre Piar desembarca en Carúpano y junto
a José Félix Ribas desconoce la autoridad de Bolívar y Ma-
riño, y ambos, con el apoyo de algunos oficiales subalter-
nos, se auto eligen jefes supremos de Occidente y Oriente
respectivamente, sin tomar Piar en cuenta, que Bermúdez
y Bideau, dueños de Maturín y Güiria, son sus enemigos.
De inmediato se suceden las acostumbradas desavenen-
cias, y Ribas y Piar se separan. Ribas con 400 hombres
que le quedaban del ejército que acompañó La Emigración
a Oriente, se dirige a Maturín a reunirse con Bermúdez,
con quien también entra en conflicto por la jerarquía, de-
rrotado en Urica y Maturín, fue capturado por los realistas
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y ejecutado en Tucupido, su cabeza frita en aceite fue


colocada en la entrada de Caracas.

Piar es la guerra
Piar, el 29 de septiembre de 1814, vence en la Quebrada
de Los Frailes, en el actual Estado Sucre, al Comandante
Pineda, y en la persecución llega a Cumaná y la ocupa; el
16 de octubre, Boves con 3.700 soldados lo derrota en la
sabana del Salado frente a Cumaná, obligándolo a retirar-
se, sucesivamente, a Cariaco, Carúpano, Yaguaraparo y
Güiria. En diciembre, siendo general de brigada, es hecho
prisionero en Güiria por el Coronel patriota Juan Bautista
Bideau quien se negó a entregarle el mando (hay que re-
cordar que los coroneles efectivos cumplían funciones de
generales de brigada, y ese era el caso de Bideau) y lo
expulsa del territorio, llegando a la isla de Granada el 9 de
febrero de 1815.

¿Quién era Bideau?


Nació el negro Juan Bautista Bideau en la isla francesa de
Santa Lucía, el año 1780. Como marino ofreció sus servi-
cios a la República en 1811 y participa en la expedición de
Chacachacare, con Santiago Mariño, en 1813, Fue de los
últimos jefes orientales en abandonar el territorio, el 16 de
febrero de 1815. Salvó la vida de Bolívar en Ocumare de
la Costa, al regresar a rescatarlo cuando estuvo a punto
de suicidarse al ser abandonado en tierra a merced del
ejército realista. El 7 de abril de 1817 rindió su vida de-
fendiendo, con el general Freites, la Casa Fuerte de Barce-
lona del ataque del feroz Aldana.

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Rafael Marrón González

Piar en Cartagena
Johan Hartog, el biógrafo de Luís Brión, asegura que Piar
estuvo en Cartagena: "... En el curso de 1815 llega tam-
bién el general Piar (a Cartagena). (...) Piar se hospedaba
en la ciudad donde Bermúdez tenía el mando...". Luego
acota: "Francisco de Montalvo, virrey de Nueva Granada,
dio en septiembre de 1816 a las autoridades españolas en
la región del Caribe y alrededores de ella los nombres de
18 personas quienes habían desempeñado tal papel en la
defensa de Cartagena que él habla, incluso de alta trai-
ción, y cuya detención, él, por lo tanto, solicita. Después
de Bolívar, que encabeza la lista, y a quien se llama "ex
oficial de la milicia", figuran en sexto y séptimo lugar Piar
y Brión...; a Brión le llama francés y Piar era, según Mon-
talvo, de Caracas...".

Amigo de Bolívar en Los Cayos


De enero a marzo de 1816, con el grado de general de
división, Piar participa en la expedición de Los Cayos, que
Bolívar organiza en Haití, apoya decididamente la jefatura
suprema de Bolívar en contra de las pretensiones de San-
tiago Mariño, José Francisco Bermúdez y Mariano Montilla;
el 2 de mayo participa en el combate naval de Los Frailes
en el que las naves españolas son derrotadas por los pa-
triotas; el 7 de mayo, junto con Arismendi y otros oficia-
les, ratifica en Margarita su reconocimiento a Bolívar como
Jefe Supremo; el 31 del mismo mes, bajo las ordenes de
Bolívar, toma Carúpano; el 11 de junio, en operación
combinada con Mariño, toma Güiria; el 22 de agosto, en

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Güiria, condena la rebelión contra Bolívar y se desliga de


Mariño.

Gloria y ocaso

Desde Aragua de Barcelona el coronel Francisco Tomás


Morales marchó sobre Barcelona con unos mil cien solda-
dos de infantería y caballería, pero es detenido y vencido
por los patriotas en la Batalla de El Juncal, sabana situada
entre Píritu y Barcelona, a cuatro leguas (2.2 kilómetros)
de Barcelona, el 27 de septiembre de 1816. De esta ac-
ción, que se inició a las ocho de la mañana y duró cinco
horas, y cuya victoria se atribuye al general Piar, nos ha-
bla el coronel Juan José Conde:

"Como a la siete u ocho de la mañana entró en línea el


ejército republicano. El ala derecha se componía de una
división de infantería y dos piezas de artillería al mando de
los Generales Mac Gregor y Soublette y varios escuadro-
nes de caballería a las órdenes del General Tadeo Mona-
gas. La izquierda constaba de la infantería y caballería de
Cumaná mandadas por los Generales Freites y Piar. El
ejército enemigo a las órdenes del General Francisco To-
más Morales, situado al principio de la Sabana, con direc-
ción a Barcelona, tenía sus flancos cubiertos por algunos
matorrales, y estaba dividido en tres columnas cuyo total
sería de 900 de infantería y más de 200 de caballería,
fuerza inferior a la nuestra. El ala derecha de ellos era
mandada por los Comandantes Roseta y Alejo: la izquier-

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Rafael Marrón González

da por los Capitanes Tomás García (expedicionario) y Nar-


ciso López, y el centro, que hacía de reserva, por el Capi-
tán Juan Bonaldes; la espalda de su línea estaba bien cu-
bierta por una pequeña altura de tupidos árboles y al pie
de un pantano que impedía cualquiera maniobra de Caba-
llería. La artillería republicana principió el fuego con buen
suceso sobre la izquierda y reserva de los enemigos, pero
su ala derecha hizo replegar la división de Piar y Freites.
Entre tanto, nuestra derecha avanzaba a pasos lentos res-
tableciendo siempre su alineamiento, y sosteniendo sus
fuegos de Cazadores y artillería. Fue voz pública que en-
tonces, habiendo observado Mac Gregor la ventaja que el
enemigo iba adquiriendo sobre nuestra izquierda, tomó la
bandera del batallón de honor y dijo: "¡Soldados avanzad
a la bayoneta. Venced o morid!". Al propio tiempo avanzó
también con denuedo el general Monagas, con su caballe-
ría sobre el flanco izquierdo enemigo, penetró a su centro
y pasó luego a obrar a espaldas de la caballería del co-
mandante Alejo previa la dispersión de su infantería, con
lo que fue precisado éste a suspender la persecución en
que llevaba él la infantería de Freites y Piar; y esto fue
causa de la completa derrota del enemigo en la cual murió
de parte de ellos el Comandante N. Rosete y pagó en este
glorioso campo las atrocidades que cometió contra los
independientes los años 1812, 1813 y 1814. La batalla del
Juncal, aunque menos sangrienta que la del Alacrán, cau-
só más impresión a los españoles y más nombradía a los
republicanos. Después de esta memorable jornada, el Ge-
neral Piar prefirió emprender sobre Guayana; opinión que
prevaleció sobre todos los orientales. El ejército le siguió a
aquella Provincia y se separaron los Generales Soublette y
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Rafael Marrón González

Mac Gregor que opinaban por que se obrase sobre la de


Caracas. Nombrados jefes de la Provincia de Barcelona los
Generales Freytes y Monagas, mientras el General Zaraza
obraba sobre la de Caracas, continuó el ejército al mando
de Piar a Aragua y de allí a San Diego de Cabrutica…”.

El oficial venezolano, al servicio de los realistas, Alejo Mi-


rabal puso en fuga la caballería de Piar que debió escapar
hacia Barcelona. Después de la batalla, Piar que regresó al
enterarse del triunfo patriota, asumió el mando después
de pelearse con los generales José Tadeo Monagas, cuyos
lanceros fueron decisivos en la batalla y que desde ese
momento se convirtió en su enemigo; y Mac Gregor, que
le salvó la vida al enfrentar su tropa a los realistas que lo
perseguían, renunció al ejército, viajó a Margarita y luego
se marcha a Estados Unidos para no regresar. Entre los
muertos de esta acción se encontraba el asesino Rosete
que en dos oportunidades arrasó Ocumare del Tuy.

Francisco Rosete
Demente asesino que se desempeñaba como pulpero en
Taguay, Estado Guárico - pulperos fueron también Boves
y Morales - fue el depredador de Ocumare. Bolívar lo se-
ñala: “El jefe español Rosete, en el pueblo de Ocumare,
cerca de Caracas resuelve igualar a su compatriota Zuazo-
la y exceder a todos los demás en crueldad. Sus desgra-
ciadas víctimas fueron sacrificadas al pie del altar de nues-
tro Salvador en donde se habían refugiado y no se dejó
que escapara ni uno solo de los ministros de nuestra santa
religión. Las víctimas de Ocumare dejaron esta vida y fue-

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Rafael Marrón González

ron a unirse a los millones de seres humanos que han sido


sacrificados en la América del Sur. Rosete, entre torturas
de su invención, hacia arrancar a sus víctimas la piel de
las plantas de los pies y los obligaba a correr o andar so-
bre la ardiente arena hasta que, exhaustas sus fuerzas,
expiraban. A otros los hacia atar a los postes y, después
de arrancarles las entrañas, los dejaba para pasto de los
insectos. El jefe español Trujillo entregó al monstruo Ro-
sete a su hijo único, nacido en América del Sur, para que
corriese igual suerte”. Este asesino, que en dos oportuni-
dades arrasó Ocumare del Tuy, murió lanceado en la ba-
talla de El Juncal, en Barcelona, en enfrentamiento con el
General Piar, el 27 de septiembre de 1816.

Una opinión moderna sobre la Batalla de El Juncal


El General Héctor Bencomo Barrios ha analizado, como
historiador y militar, las batallas de la Independencia des-
de la óptica de la estrategia militar, y narra así el suceso
de El Juncal: “… El 25 de ese mes (septiembre) se produjo
en Barcelona, la unión de la división que mandaba el ge-
neral de división Manuel Piar con la de MacGregor. La
fuerza resultante tomó el nombre de Ejército del Centro y
quedó bajo el mando de Piar. Al siguiente día se tuvo co-
nocimiento que fuerzas realistas, mandadas por el briga-
dier Francisco Tomás Morales, habían tomado posiciones
en la sabana de El Juncal, cercana a Barcelona, por la par-
te occidental. En la tarde del mismo día se puso en mar-
cha la columna republicana contra los realistas y fue a
tomar campamento a unos 2 km. A tempranas horas del
27 se produjo la acción. Morales (1.100 hombres) tenía
sus tropas dispuestas en 3 columnas, protegidas por un
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Rafael Marrón González

bosque. Avanzaron los republicanos y se desplegaron en


batalla. La derecha (MacGregor) estaba constituida por el
batallón Cazadores, la caballería de Monagas y 2 piezas de
artillería; la izquierda (Piar) por los batallones Maturín y
Barlovento y una compañía de dragones. El ataque de la
derecha, lanzado contra la izquierda y la reserva de Mora-
les, progresó satisfactoriamente. La izquierda (Piar), por el
contrario, fue rechazada y luego perseguida por la dere-
cha realista. No obstante, este éxito local realista, los re-
publicanos obtuvieron la victoria, cuando MacGregor y
Monagas cargaron contra la retaguardia contraria. Morales
se retiró a Uchire, perseguido por la caballería de Mona-
gas”.

Así que la narración de Conde es exacta, la división de


Piar fue forzada a escapar por las fuerzas realistas, y el
coraje de Mac Gregor y Monagas lo salvaron de una atroz
derrota donde hubiera perdido hasta la vida. Se cuenta
que regresó al campamento al escuchar los vítores triunfa-
les de los patriotas. Esta situación desmiente, por ilógica,
la leyenda del ascenso al grado de general en jefe conce-
dido a Piar por la oficialidad, al finalizar esta batalla.

Bolívar planeó la invasión a Guayana


El historiador Vicente Lecuna en su obra "Catalogo de
errores y calumnias en la historia de Bolívar", asevera que
la invasión a Guayana fue planeada por el Libertador des-
de 1816: "Hasta ahora se ha atribuido y repetido en mu-
chas obras de historia la idea original de invadir a Guaya-
na al general Piar. En más de una ocasión se ha expuesto

20
Rafael Marrón González

como indicio de superioridad intelectual en asuntos milita-


res del héroe de San Félix, haciendo al mismo tiempo
constar que a pesar de la fecundidad de su genio, a Bolí-
var no se le había ocurrido el mismo proyecto. Pero todo
esto, según la famosa carta de Bolívar para Petión del 4
de septiembre de 1816 (escrita a bordo del bergantín In-
dio Libre), es erróneo y el verdadero iniciador de la idea
fue el propio Libertador. En efecto explicándole al ilustre
Presidente Petión los sucesos ocurridos en la primera ex-
pedición de Los Cayos, organizada gracias a la generosi-
dad del Presidente haitiano, le dice su primera idea de
invadir a Guayana en 1816 poco después de haber aban-
donado a Carúpano, idea rechazada por Brión por falta de
víveres suficientes para la empresa. Más adelante después
de los acontecimientos de Ocumare, cuando el Libertador
recaló en Güiria le propuso a Mariño invadir enseguida a
Guayana conjuntamente con la propia división de este jefe
establecida en dicho puerto y la del general Piar levantada
en Maturín, ambas por disposición y con elementos pro-
porcionados por Bolívar desde su llegada a Carúpano. Ma-
ríño al parecer aceptó el plan, pero Bermúdez declarado
enemigo mortal de Bolívar se opuso con tal energía y creó
una situación tan peligrosa, que Bolívar, en ciertos mo-
mentos, tuvo que echar mano de la espada para hacerse
respetar. Según apariencia Mariño en el fondo lo alentaba
deseoso de adquirir para sí el primer puesto. El resultado
fue que no se pudo llevar a cabo la idea tan útil realizada
dos años después".

Bermúdez también consideró conquistar Guayana

21
Rafael Marrón González

El 1º de marzo de 1815 Bermúdez le escribe a Martín To-


var Ponte, que se encuentra en San Thomas, exponiéndo-
le la necesidad de conquistar Guayana para consolidar el
éxito de las armas patriotas: “Yo quisiera ocuparme en
tanto con grande utilidad de la República, emprendiendo
la conquista de Guayana tan interesante para tranquilizar-
nos, pues es necesario convencernos que mientras subsis-
ta en poder de los españoles es inevitable la continuación
de la guerra ya por su posición local como por sus venta-
jas para tener en expectación nuestros ejércitos, sin dejar-
les la libertad para sus operaciones por la proporción de
incomodarnos hasta llegar al desgraciado caso en que nos
vemos. En tal supuesto y persuadido del grande interés de
Ud. Por el sistema de la libertad acreditado con sus repe-
tidos servicios, me tomo la confianza de proponer a Ud.
vea si entre los comerciantes de esa u otra colonia o de
los emigrados que han salvado algunos intereses, hay
quien quisiera prestarse a franquearme fondos con que
verificar dicha empresa solicitando y abonando en esos
puntos los fusiles, pólvora, etc., que sean necesarios, en
el concepto que serán remunerados con una cantidad más
de lo que presten, y sobre que se encontrará o bien se les
harán giros particulares en el comercio y la agricultura,
etc., en aquella Provincia o en otra de las nuestras; con la
seguridad de que aun cuando no se lograse el intento, sus
fondos jamás serán perdidos porque se satisfarán de tan-
tos intereses que queden a disposición del gobierno cuan-
do entren los Generales Bolívar y Mariño, pues no es posi-
ble dudar del buen suceso de su Campaña”.

22
Rafael Marrón González

La idea de conquistar Guayana, por sus especiales carac-


terísticas geográficas y sus inmensos recursos, estaba en
la mente de todos los altos oficiales como José Tadeo Mo-
nagas, que mantenía una guerrilla activa en las riberas del
Orinoco, o de Manuel Sedeño que había penetrado hasta
el Caura. Así que Piar no fue el único que pensara en las
inmensas posibilidades de esta tierra.

En el camino de Barcelona a Guayana Piar se hace


General en Jefe
El general Piar emprende la marcha hacia Guayana que es
recogida por su Diario de Operaciones: "El 8 de octubre
(de 1816) a las ocho de la mañana salió el General con su
Estado mayor de la ciudad de Barcelona y a las dos de la
tarde llegó al pueblo de El Pilar, donde encontró el Bata-
llón de Barlovento". Pedro Briceño Méndez, su secretario,
que hasta el día 14 de octubre lo mencionaba como "el
General", comienza a concederle el tratamiento de Su Ex-
celencia (S. E.) en las anotaciones del Diario, tratamiento
reservado a los generales en jefe, sin embargo, el 31 de
diciembre de 1816, en su Proclama los guayaneses, Piar
se identifica como General de División, lo que desmiente
su supuesto ascenso por una junta de oficiales en el cam-
po de batalla de El Juncal, de la que no existe evidencia
documental alguna; pero el 1º de enero de 1817, en el
Paso de Maripa, Piar dirige una proclama a sus soldados
como General en jefe.

Lo más probable es que Piar, dada la anarquía existente,


se auto proclamara General en Jefe antes de unir sus tro-

23
Rafael Marrón González

pas a las de Manuel Sedeño, por estar jerárquicamente


por encima de este brioso general. Juan José Conde, en
sus memorias, narra que Bolívar “…confirmó a éste (a
Piar) el carácter de General en jefe”.

De todos los oficiales generales de la independencia,


quien sí fue ascendido al grado de General de brigada, por
una Junta de Jefes y Oficiales patriotas en la Trinidad de
Arichuna, el 16 de setiembre de 1816, fue José Antonio
Páez.

Ruta de la Libertad
Piar sale de Barcelona, vía San Diego de Cabrutica (pa-
sando por El Pilar, El Carito, Aragua de Barcelona, El Cha-
parro y Santa María de Ipire) e ingresa a tierras guayane-
sas por Río Claro hasta Pueblo Nuevo (Caicara del Orino-
co) y de allí cruza el Sipao y el Caura para llegar a Maripa
y el Aro para llegar a Angostura. Existe todavía, paralelo a
la vieja carretera Ciudad Bolívar Puerto Ordaz, el antiguo
camino empedrado de los españoles por donde transita-
ban las carretas cargadas de productos agrícolas de las
Misiones del Caroní, que cruzaban a través del paso de
Caruachi, que atraviesa Piar para llegar a Upata, San Félix
y los Castillos de Guayana (Guayana la Vieja).

Llega a Río Claro y el Diario de operaciones cuenta


El 8 de noviembre Piar llegó a Río Claro, y el 9: "Salieron
dos oficiales al paso del río Orinoco a examinar la posición
que ocupaba el ejército del general Sedeño". 15 de no-
viembre de 1816: "a las doce del día llegó de San Diego

24
Rafael Marrón González

(de Cabruticas) el ciudadano Matos, con oficios del Co-


mandante General de la Provincia, participando la evacua-
ción de la isla de Margarita por los españoles, y haberse
retirado el general Mariño a Cumanacoa. El mismo día se
ofició al Comandante General de la Provincia y al Coman-
dante Militar del departamento de Aragua y al general Pe-
dro Zaraza".

El oficio citado es el siguiente


Río Claro, el 15 de noviembre de 1816, al Comandante
General de la Provincia de Barcelona: “Instruido exacta y
circunstanciadamente por el Coronel Chipía de los escan-
dalosos atentados ejercidos en Güiria por el sedicioso José
Francisco Bermúdez contra la persona y autoridad del S.
E. el Jefe Supremo de la República, me ha confirmado en
la importancia y necesidad del artículo 3º de mis instruc-
ciones a usted. S. E. se vio en fuerza de ellos obligado a
abandonar momentáneamente a Venezuela, y en su au-
sencia, su segundo el General Mariño, debería sucederlo
en el mando; pero desgraciadamente este Jefe se hallaba
envuelto en los crímenes de Bermúdez: él hallándose con
el mando de las fuerzas de Güiria, no se opuso al motín,
ni impidió sus efectos: él se ha usurpado inmediatamente
después de la salida del jefe Supremo, títulos que no le
pertenecen: ha protegido y distinguido con empleos hon-
rosos al criminal Bermúdez; y ha resistido, en fin, a los
justos reclamos hechos por el General Arismendi para que
aquel delincuente fuese sometido a un consejo de Guerra.
Todo esto anuncia casi con evidencia que el General Mari-
ño, o tuvo parte en el crimen, o por lo menos consintió en
él y lo vio con agrado. Una conducta tal debe hacernos
25
Rafael Marrón González

circunspectos. Someternos a un Jefe a quien tan justa-


mente se hacen estos cargos, sería envolvernos en los
mismos delitos, haciéndonos partícipes como él de los
atentados de Güiria: sería sublevarnos contra el primer
Jefe, y sería declararnos contra las leyes civiles de la Re-
pública. Estas consideraciones me han movido a prevenir
a los Jefes de Departamento en el artículo 2º de sus ins-
trucciones que no reconozcan otra autoridad ni den cum-
plimiento a otras órdenes que las libradas por usted o por
mi directamente; y ellas mismas son las que me obligan a
prevenir a usted bajo la más estricta y severa responsabi-
lidad que por ningún motivo ni de ningún modo reconoz-
ca, obedezca ni preste ningún auxilio al General Mariño
hasta que, indemnizado de los cargos que se le hacen y
manifestada legítimamente su inocencia, ordene yo a us-
ted su reconocimiento. La misma prevención hará usted
inmediatamente a los Jefes de Departamento cuya con-
ducta en esta parte debe usted celar y corregir con la ma-
yor severidad y prontitud. Creo que siendo usted el que
debe respondernos de la seguridad de esta provincia con-
tra los enemigos de la patria y del orden, nada tengo que
temer al separarme de ella. Si el mal empezara a propa-
garse, será cortado de raíz, previniendo de ese modo sus
perniciosos efectos”. Un año después moría fusilado por la
misma causa, luego de buscar la protección de Mariño.

Un campeón para hacer enemigos


La enemistad de Piar y Bermúdez comienza cuando en
agosto de 1813, en Cumaná, cayó prisionera la esposa del
realista Level de Goda, que era hermana de Bermúdez;

26
Rafael Marrón González

Mariño la recibió en su casa con todas las consideraciones,


y Piar le recriminó tal trato para la esposa de un enemigo.
En la discusión entró Bermúdez a la sala y le tiró un sabla-
zo a Piar que pudo desviar Mariño, y luego le cubrió de
insultos. Piar alegó desconocer el parentesco. Esta
enemistad se profundiza con el caso de Bernardo Bermú-
dez de cuya muerte José Francisco culpa a Piar.

Orinoco, Cuchivero y Caura


Del 20 al 21 de noviembre Piar cruza el Orinoco para re-
unirse con las tropas del Manuel Sedeño que desde junio
de 1815 dominan la región de Caicara. El día 26 de no-
viembre llega frente al río Cuchivero el cual atravesó junto
a su primer edecán y el general Sedeño y llegó al sitio del
Meta. Ese mismo día se licenciaron para el ejército de
Arismendi los coroneles Alcántara, Rivas, Vélez y Borrás,
todos amigos de Bolívar.

Oficialidad de Piar en la Campaña de Guayana


Coroneles: Pedro Briceño Méndez, de Caracas (Secretario
de Piar); Ambrosio Plaza, de Caracas, y Julián Montesdeo-
ca, de Carora, (se licenciaron en Barcelona para el ejército
de Pedro Zaraza, en los Llanos); Miguel Borrás, de Valen-
cia (abandona a Piar en Pueblo Nuevo y se marcha para el
ejército de Arismendi); Francisco de Paula Alcántara, de
Caracas (abandona a Piar en Pueblo Nuevo y se marcha
para el ejército de Arismendi); Estanislao Ribas (o Rivas),
de Caracas (abandona a Piar en Pueblo Nuevo y se mar-
cha para el ejército de Arismendi); Fernando Galindo, de
Caracas; Francisco de Paula Vélez, de la Nueva Granada

27
Rafael Marrón González

(sobreviviente de la Casa Fuerte de Barcelona, abandona


a Piar en Pueblo Nuevo (a orillas del río Tucuragua) y se
marcha para el ejército de Arismendi); José Antonio An-
zoátegui, de Barcelona (ascendido a General de Brigada,
por Piar, luego de la batalla de San Félix); Pedro León To-
rres, de Carora (ascendido a General de Brigada, por Piar,
luego de la batalla de San Félix); José Ucrós, de Santa
Marta; Pedro Chipía, de Trujillo (que murió heroicamente
en la batalla de San Félix); Pedro Hernández, del Chaparro
de Barcelona. Comandantes: Bartolomé Salom, de Puerto
Cabello (ascendido a Coronel efectivo por Piar, luego de la
batalla de San Félix); Gabino Martínez, de Barcelona; Juan
José Liendo, de Caracas (Jefe del batallón Conquista que
se cubrió de gloria en San Félix, fue ascendido por Piar a
Teniente coronel efectivo); Juan Francisco Sánchez, de
Caracas (abandona a Piar en Pueblo Nuevo y se marcha
para el ejército de Arismendi); Rafael Rodríguez (a) Cabe-
za de gato, de Carora; Ramón Segura, de San Felipe; Joa-
quín Peña, de Cumaná; José Montes, de Cartagena de
Indias (ascendido a Teniente coronel efectivo luego de la
batalla de San Félix). Sargentos mayores: José Morales,
de Caracas; Manuel Martínez, de Cartagena de Indias;
Bruno Torres, de Carora (ascendido luego de la batalla de
San Félix a Teniente coronel efectivo. Comandó el pelotón
de fusilamiento de Piar). Cirujano mayor: Servellón Urbi-
na, de Caracas (que abandona a Piar en Pueblo Nuevo y
se marcha para el ejército de Arismendi). Capitán mayor:
Juan de Dios Moncada, de La Victoria; Miguel Zárraga, de
Trujillo. Capitanes: Juan Muñoz, de Monpox; Rafael Zume-
ta, de San Felipe; José Gabriel Lugo, de San Felipe; Juan
de Dios Morales, de La Guaira; Pedro Cadenas, de Cara-
28
Rafael Marrón González

cas; Francisco Torres, de Carora; Joaquín Moreno, de An-


gostura; José María Landaeta, de Caracas (héroe muerto
en la batalla de San Félix); Juan Antonio Camero, de Car-
tagena de Indias; Valentín García, de Cumaná; Pedro Ma-
rín, de Calabozo; Manuel Salcedo, de La Victoria. Ninguno,
de esta larga lista de oficiales, apoyó a Piar ni al congresi-
llo de Cariaco.

Proclama a los guayaneses


“MANUEL PIAR, *GENERAL DE DIVISIÓN, ETC. A LOS HA-
BITANTES DE LA PROVINCIA DE GUAYANA: Llegó al fin el
término que la Providencia asignó a vuestro sufrimiento.
Un ejército fuerte, conducido por la victoria, dirige sus
marchas triunfantes sobre vuestra capital. Su objeto es
auxiliaros, para que desprendidos de la bárbara domina-
ción española, entréis a ocupar el rango que os corres-
ponde en la sociedad, y a disfrutar con vuestros hermanos
de Cumaná, Barcelona, Caracas y Barinas, de los delicio-
sos placeres e inestimables bienes de la libertad. Guaya-
neses: no temáis las insignificantes amenazas de vuestros
tiranos: despreciad los groseros engaños con que preten-
den seduciros. Nosotros somos vuestros protectores y
amigos: venimos a haceros partícipes de nuestras glorias
y de la suprema felicidad a que aspiramos: venimos a
igualaros con los hombres libres, elevándoos d e la humil-
de servidumbre en que yacéis: y venimos, en fin, a expul-
sar de vuestro país a los españoles para aseguraros el go-
ce pleno de vuestras propiedades, de vuestros derechos y
de vuestro honor.- La naturaleza, que dotó vuestro suelo
con los más preciosos frutos, os armó también con robus-

29
Rafael Marrón González

tos brazos y grabó profundamente en vuestros corazones


el amor a la patria, para que defendáis aquellos y sosten-
gáis ésta contra la rapaz codicia y opresión extranjera.
Uníos, pues, con nosotros, en obedecimiento de esta ley
primera, y temed convertiros en asesinos de vuestra mis-
ma patria, sirviendo de instrumentos a vuestros opresores.
Desertad de unas banderas que llevan tras sí la miseria, la
muerte y el oprobio, y seguid a las armas de la República,
que os ofrecen la seguridad de vuestras personas e in-
tereses. Cualesquiera que sean vuestros empleos militares
o civiles, seréis conservados en ellos, y aun recompensa-
dos con otros mayores, conforme al mérito y distinción de
los servicios que hagáis al ejército. No os detenga ningún
comprometimiento: sois americanos y a nuestra presencia
estáis exentos de pena”. Cuartel General en el Paso de
Maripa, diciembre 31 de 1816 – 6º. Manuel Piar.

Entre el 29 y el 31 de diciembre Piar pasa el Caura y el


primero de enero dirige una proclama a sus tropas:

“Manuel Piar, *General en Jefe del Ejército: ¡Soldados!


Todo cede al impulso de nuestro valor: La jornada del 30
de diciembre, es la obra primaria de nuestra campaña: El
Caura mismo, admira nuestra audacia: **Gloria inmortal a
los bravos que han sabido dejar su Patria y su familia,
para llevar a sus regiones extrañas, sus pensamien-
tos liberales! Soldados: Guayana será libre, con nuestro
sólo aspecto y sus habitantes reconocidos, dirán: ¡Eh aquí
los que nos han traído la libertad, la gloria y la dignidad!”.

30
Rafael Marrón González

Cuartel General en el Paso de Maripa, Enero 1º de 1817 –


7.

*Nótese que para el 31 de diciembre era General de divi-


sión y para el 1º de enero, General en jefe.

**Este detalle es significativo porque demuestra que no


existía en la mente de estos caudillos la idea de una Vene-
zuela única e indivisible, ya que para ellos su patria era el
pequeño lugar de su nacimiento y el resto del país era
"región extraña".

Mientras tanto Bolívar llega a Barcelona


Bolívar, que había llegado a Barcelona desde Margarita
procedente de Jacmel, le escribe al "Ciudadano Pedro Bri-
ceño Méndez y a los Bravos de los Bravos de Venezuela",
el 1º de enero de 1817: "...¡Con cuanto gusto he sabido
de la salvación de unas personas que me son tan caras!
¡Que sensaciones tan tiernas he experimentado al saber
que mis bravos, mis fieles compañeros de armas están a
salvo! ...Nada falta a mi felicidad sino el placer de abrazar
a Uds. Ese día será para mí siempre memorable; sobre
todo, si conservando tantos laureles adquiridos, añaden
los vencedores y libertadores de Guayana. Esta empresa
tan sublime como importante asegurará las anclas de la
República, si nuevas tempestades vuelven a combatirla...".
Y el 2 de enero le escribe a Leandro Palacios: "...La mejor
armonía reina entre mí y el general Mariño, quien está
sitiando a Cumaná con más de tres mil hombres, y Piar se

31
Rafael Marrón González

encuentra hoy en el corazón de la Provincia de Guaya-


na...".

Unidad, unidad o la anarquía nos devorará


El 10 de enero de 1817, desde la misma Barcelona, Bolí-
var le escribe a Piar: "...La salvación de nuestra patria,
señor General, depende de la reunión de todas las fuer-
zas, diseminadas ahora y separadas por grandes distan-
cias. Toda operación parcial aun siendo feliz no producirá
sino ventajas efímeras y puede tener consecuencias muy
funestas siendo desgraciadas... Pequeñas divisiones no
pueden ejecutar grandes planes... La reunión sola puede
salvarnos... Estoy seguro, por informes los más exactos y
dignos de crédito, que sin una flotilla respetable no es po-
sible tomar Guayana... No perdamos nuestros esfuerzos.
Aun no es tiempo de tomar Guayana. Llegará ése y con
suceso...". El tiempo le dio la razón a Bolívar, porque aun-
que la victoria de San Félix fue un hecho importante para
la guerra de independencia, no logró la rendición de An-
gostura la que no se pudo tomar hasta la llegada del almi-
rante Brión con su flota que bloqueó el tráfico por el Ori-
noco impidiendo la llegada de auxilios, y derrotó la escua-
dra realista en la batalla de Cabrián.

Angostura se resiste
Siguiendo sus impulsos, desatendiendo la sugerencia de
Bolívar, el 13 de enero de 1817, las tropas de Piar forman
frente a Angostura, y el 17 asaltan por el barrio Perroseco
sin éxito y con cuantiosas pérdidas, que incluyen once
oficiales y 106 soldados. Piar comprende que es imposible
rendir la ciudad fortificada y protegida con más de 30 ca-
32
Rafael Marrón González

ñones, tal como se lo advirtiera Bolívar; hasta el día 24


acampa en La Mesa de Guanipa e inicia el sitio confiándolo
a las órdenes del general Sedeño. Los españoles habían
fortificado las plazas de Angostura y Guayana la Vieja en
forma inexpugnable. En la primera levantaron sobre el
Orinoco el fortín de San Rafael; al sur, el reducto de San
Fernando conectado a un parapeto de calicanto como de
un kilómetro de largo, dotado de anchos fosos donde em-
plazaron sus cañones; y a la segunda, distante unas trein-
ta leguas, a orillas de la laguna Casacoima, la resguarda-
ron con amplias empalizadas, abrigos de tierra y fosos
convenientemente anchos. Estas fortificaciones se encon-
traban protegidas por la escuadra, compuesta de 16 em-
barcaciones entre corbetas, goletas, balandras, cañoneras
y flecheras, y 12 barcos de transporte. Además contaban
con 108 cañones y una tripulación de 1.244 marineros.

Bolívar tenía razón


La citada correspondencia de Bolívar y el asalto fallido de
Piar a la ciudad desmienten la especie de que las desave-
nencias entre los dos héroes comienzan por negarse Bolí-
var a aceptar las sugerencias de Piar que se supone ar-
güía que Angostura solamente podría tomarse por asedio.
De ser así ¿por qué se empeñó en asaltarla? El que opina-
ba que debía confiar al tiempo, y a la llegada de Brión con
la flota, la rendición de la plaza, era Bolívar.

Guayana indispensable para el éxito


El 19 de enero Piar le escribe a Bolívar argumentándole la
importancia de la toma de Guayana y le informa del desa-
rrollo de las operaciones: "...Yo espero que siendo mi pro-
33
Rafael Marrón González

yecto tan conforme al bien de la patria y a las intenciones


y planes de V.E. merecerá su aprobación y la cooperación
que pido de las fuerzas marítimas... Las ventajas que nos
ofrece esta Provincia libre son incalculables... nos permite
organizar un ejército fuerte y valeroso capaz de libertar la
República si V.E. viene a Guayana. Todos estos recursos,
manejados por su sabia dirección adquirirán un nuevo mé-
rito y producirán efectos más grandes...".

De hecho, Piar tenía toda la razón en este punto, Guayana


contribuyó con la República, en los ocho meses de la
campaña, según el Boletín número 82 de la Academia de
la Historia, con 14.513 reses, 301 mulas, 851 caballos,
1.787 yeguas, 202 pacas de algodón y muchos otros ar-
tículos. Además de servir de asiento al gobierno de la Ter-
cera República, al segundo Congreso de Venezuela, y
permitir la impresión del Correo del Orinoco, voz de la pa-
tria en armas.

Bolívar insiste en convencerlo de la inutilidad de la


campaña
El 23 de enero recibe Piar respuesta de Bolívar instándole
nuevamente a desistir de la campaña; el 24 parte con el
grueso del ejército hacia las Misiones del Caroní para cor-
tar los suministros a las dos plazas fuertes de los españo-
les Angostura y los Castillos de Guayana la vieja, deja en
Angostura un piquete de sitiadores; el 26 de enero deser-
ta el escuadrón "Dragones de Caracas" al mando del te-
niente coronel Ramón Segura; Piar le escribe a Bolívar el

34
Rafael Marrón González

día 31, suponiendo que los desertores se reunirían con él,


pidiendo "castigo ejemplar" para ellos.

Piar en Upata
A finales de enero toma el paso de Caruachi; el seis de
febrero llega a Upata y comienza a organizar política y
administrativamente pueblos y caseríos, inicia la ocupa-
ción de los pueblos vecinos y la recolecta de caballos, ga-
nado y elementos de guerra. Hace observar estricta disci-
plina y es severo para con aquellos que abusan de los in-
dígenas, y como ejemplo hace dar cien palos a un soldado
que robó una hamaca y ordena fusilar a quien robe un
caballo. El 27 nombró al Vicario de Ejército, José Félix
Blanco, administrador de las Misiones, en tanto que los
sacerdotes capuchinos españoles fueron reunidos en Ca-
ruachi, para evitar la posibilidad de influir sobre los veci-
nos e indígenas de las misiones. Asimismo todos los ele-
mentos existentes en las Misiones pasaron a manos del
Ejército. El padre Blanco administraría con eficiencia más
de treinta pueblos que componían el territorio misional,
con unos 25.000 habitantes la mayoría indígenas. El 9 de
febrero, obedeciendo a una proclama suya se recluta a los
indios de las misiones para incorporarlos al ejército, pero
aunque se reclutaron y entrenaron, muchos desertaban al
menor descuido y solo 500 participaron en la Batalla de
San Félix. Entre las acciones gubernativas de Piar se en-
cuentra la de establecer relaciones con la Guayana Inglesa
para lo cual escribe al Gobernador y autoriza el estudio de
una vía terrestre hacia Demerara, hoy uno de los tres
condados de Guyana.

35
Rafael Marrón González

La victoria inventada
El Diario de Operaciones registra el 25 de enero: "... como
entre la una y las dos de la tarde ha llegado a esta villa
(Upata) el coronel Chipía, dejando aún en el camino a su
división, y anunciando la plausible noticia de haber el Ge-
neral en Jefe derrotado completamente a cuatrocientos
hombres de caballería que al mando de Torraba se encon-
traban una legua distante de los Castillos de Guayana Vie-
ja". Piar escribe a Bolívar notificándole de esta victoria y
también lo hace al mayor General Anzoátegui y a los jefes
de los destacamentos de Caruachi y Caroní: "...solo siete
hombres pudieron entrar en la fortaleza de la ciudad. To-
mamos cien prisioneros y cerca de 150 se arrojaron a un
lago y dudo se hayan salvado cincuenta; tuvieron muchos
muertos y heridos... Hemos tomado al enemigo sobre 600
caballos y todas sus monturas, e igualmente el poco ga-
nado que tenían fuera de la fortaleza".

Pero los realistas también dicen que ganaron


Con fecha 24 de febrero de 1817 Salvador Moxó, Capitán
General de Venezuela, escribe a Pablo Morillo: "...me han
informado que Piar atacó a medianoche la fortificación de
Guayana, hasta con escalas, y fueron rechazados con mu-
chas pérdidas, y después se marcharon hacia el Caroní,
por donde existe el comandante Torralba con 500 hom-
bres de caballería, pero no de mucha confianza, pues la
mayor parte son in- dios, naturalmente tímidos y que ja-
más han hecho cosa de provecho...". Evidentemente Piar
magnificó los hechos para subir la moral de la tropa y para
lograr la estima de Bolívar hacia su proyecto que había
logrado dominar todo el interior de la Provincia, pero fal-
36
Rafael Marrón González

taba por tomar Angostura, los Castillos de Guayana (Gua-


yana la Vieja) y por supuesto el Orinoco, arteria vital en el
suministro de víveres y armas para los realistas atrinche-
rados en Angostura.

La llegada de La Torre
El 26 de marzo de 1817 llega desde San Fernando de Apu-
re a socorrer a Angostura el Brigadier General Miguel de
La Torre y Pando, con refuerzos en 36 lanchas; Piar en la
creencia de que viene a recuperar las Misiones, manda a
ocupar San Miguel y llama a Sedeño para que se le reúna
en Caruachi. El día 30 en la noche recibe en Caruachi un
parte verbal del general Sedeño participándole "...haber
salido los enemigos de la ciudad (Angostura), en número
de ochocientos hombres de infantería, poco más o menos,
y ochenta de caballería, conduciendo sus bagajes y burros
y dirigiéndose al hato Ferranero...". Ordenó entonces, a la
infantería, al mando de Pedro León Torres, que marchase
sobre la Mesa de Angostura, hacia donde el se dirigía con
la caballería. Del otro lado del Caroní solo quedó el Bata-
llón Barlovento al mando de Chipía y un escuadrón frente
a los castillos.

Bolívar llega a Soledad


El 3 de abril el Libertador le envío de emisario al capitán
José Antonio Gómez para avisarle que se encontraba en la
ribera opuesta del Orinoco, en el puerto de La Cruz, y Piar
se dirige al punto por donde debe pasar el Jefe Supremo y
ordena al resto de la caballería que siga a unirse con el
general Sedeño. A las cinco de la mañana del día 4 de
abril emprendió la marcha hacia el desembarcadero del
37
Rafael Marrón González

Jobito y a las siete de la mañana, en el camino, se encon-


tró con Bolívar que venía acompañado del coronel Parejo
y de dos edecanes, que habían pasado en curiara al am-
paro de la noche. Registra el Diario de Operaciones del
general Piar: "En el lugar del encuentro se reunieron en
privado durante un cuarto de hora, y luego siguieron jun-
tos con sus respectivas comitivas. A las ocho de la maña-
na acamparon en el hato San José y en él reposaron hasta
las dos de la tarde, en que llegó del río el capitán Gómez
participando que fue apresada por dos canoas enemigas la
curiara en que pasó el Jefe Supremo. A las doce del día
supieron SS.EE, por parte del general Sedeño, que los
enemigos han replegado a la plaza al favor de la noche y
sin ser sentidos por nuestras tropas. En consecuencia de
la pérdida de la curiara, determinó el Jefe Supremo seguir
a la Mesa con S.E. para repasar el río, y en la misma hora
se emprendió la marcha". Día 5: "Al amanecer se forma-
ron la caballería y la infantería. Esta emprendió la marcha
hacia el Caroní, y la caballería marchó con SS.EE y el ge-
neral Sedeño sobre la ciudad. Hizo alto en la Laja, frente a
la población; y los cuarteles, con un piquete, se adelanta-
ron hasta muy cerca por el lado de la laguna. Desde aquí
y desde la Laja, hicieron el reconocimiento de las posesio-
nes enemigas, y luego contramarcharon con toda la caba-
llería, hasta legua y media de distancia, y acamparon en la
Mesa...”.

Continúa el Diario de Operaciones del día 3 de abril


“… Se han recibido oficios del otro lado del Caroní, y en
uno de ellos se comunica haber esparcido en aquellos
pueblos la voz de que nuestro ejército había sido derrota-
38
Rafael Marrón González

do; esta voz ha sido divulgada por un tal Márquez. SS.EE.


han examinado tres prisioneros que hizo el general Sede-
ño a los enemigos. Habiéndose presentado anoche un jo-
ven de la ciudad de Angostura, que fue examinado por
SS.EE., se supo que los enemigos se embarcaron ayer
tarde y salieron para los castillos de Guayana Vieja, segu-
ramente a invadirnos por el Caroní. En consecuencia de
esta noticia, se determinó la marcha de la infantería esta
mañana al amanecer, y los escuadrones de carabineros
del General en Jefe, el de Chaviripa, y cien hombres más
de caballería y al mando del capitán Venancio. S.E. el ge-
neral Piar marchó con su Estado mayor a reunirse con la
división que marcha al otro lado del Caroní a recibir al
enemigo, y el Jefe Supremo ha quedado en la Mesa para
repasar el Orinoco". Esta vez el Libertador cruzó por el
paso de Angosturita. Durante la reunión en San José, el 4
de enero, Piar y Bolívar supieron que los realistas se ha-
bían embarcado, proa a los Castillos de Guayana. El mo-
vimiento del General español amenazaba las Misiones, por
lo cual las tropas patriotas retrogradaron al Caroní.

Bolívar aclara lo de su “mala suerte”


El 9 de junio de 1828, estando el Libertador en Bucara-
manga le confiesa a Perú de Lacroix: "En el año 17, des-
pués de mi segunda expedición sobre Venezuela, y antes
de emprender la de Guayana, los españoles me derrotaron
en Clarines dos o trescientos reclutas, a cuya cabeza me
hallaba, y corrió la voz de que yo era desgraciado y que
todo me salía mal. Poco después estando ya en Guayana,
se presentaron los españoles y comprendí que me conve-

39
Rafael Marrón González

nía dar la batalla que me ofrecían; llamé entonces al ge-


neral Piar, y lo encargué de dirigirla en persona, porque
todavía no se había borrado la impresión de mi última de-
rrota; no cedí, en esto, a presentimiento alguno, y solo
tuve en mira el de mis oficiales, que hubiera podido influir
desfavorablemente en el éxito del combate. Piar ganó la
batalla, se borraron las ideas que habían nacido sobre mi
mala suerte, volví a dirigir batallas, a ganarlas y a perder
algunas, y todos confiaron siempre en mi buena fortuna".

Piar se prepara para enfrentar al jefe español


A partir de ese momento Piar se entrega al frenesí de los
preparativos para enfrentar a La Torre; el día 6 de abril
llega a Caruachi y espera el arribo de toda la división; en
la mañana del 7 recibe 500 caballos que habían sido en-
viados desde el pueblo de Guri y que supuestamente con-
dujo el indio Tomasote; y como a las tres de la tarde em-
prendió la marcha con el Estado mayor y toda la división
sobre San Félix, a donde llegó el día 8 como a las diez de
la mañana, y una hora después llegó toda la división, la
que se formó en la plaza para ser destinada a sus respec-
tivos cuarteles los batallones, y los escuadrones a la saba-
na inmediata al pueblo. En la tarde la partida de observa-
ción en Puga fue atacada pero rechazó al enemigo y tomó
un prisionero llamado "el Fraile" quien informó que los
realistas iban a ejecutar el ataque por San Félix, "habien-
do reclutado 300 hombres de caballería en las islas y del
otro lado del Orinoco, donde derrotaron un campo volante
nuestro en Tabasca". Piar al conocer esta noticia pidió al
general Manuel Sedeño cien hombres más de caballería
bien montados y al mando del comandante Remigio Fe-
40
Rafael Marrón González

mayor; y pidió al Teniente Coronel Alonso Uzcátegui 300


caballos más del distrito de la Pastora que comprendía los
pueblos de Puedpa, Santa Clara, Carapo, Cumacua, Gua-
sipati, Tumeremo y otros.

La Torre parte de Los Castillos


El Brigadier La Torre salió de los Castillos de Guayana al
amanecer del día diez de abril con un total de 1.180 efec-
tivos, distribuidos en el batallón de infantería ligera Cachi-
rí, una compañía de Húsares de Fernando VII un desta-
camento del sexto escuadrón de artillería con un cañón y
diez cargas de metralla, y 200 hombres a caballo de los
escuadrones Moitaco y Guías del General; y acampó en el
pueblo de Puga hasta el día siguiente.

El Diario de Operaciones de Piar registra el día 10 de abril:


"Como a las tres de la tarde la partida de observación so-
bre Puga participó que el enemigo se aproximaba. En el
momento dispuso S.E. que se tocase generala y se pusie-
se el ejército en movimiento para salir a encontrarlo. A las
cuatro marchó el ejército por el camino que debían traer
los enemigos. En el banco, frente al Cuartel General de
San Félix, se formó la línea. S.E. con la caballería se ade-
lantó a descubrir al enemigo, pero habiendo llegado hasta
San Miguel y no encontrándolo, regresó a la línea, dejan-
do en San Miguel una partida de observación que avisase
cuando entrase allí, y ordenó que el ejército contramar-
chase a ocupar sus anteriores posiciones en San Félix".

41
Rafael Marrón González

Nota: San Miguel estaba situado a orillas de la desembo-


cadura del río Yocoima en el Orinoco, en el lugar hoy co-
nocido como El Manganeso, en San Félix.

Día 11 de abril de 1817


Narra el Diario de Operaciones de Piar: "A las cuatro de la
mañana, al toque de diana, se puso el ejército sobre las
armas, y al amanecer marchó sobre el camino de San Mi-
guel a esperar el enemigo. La línea se situó en el mismo
lugar que ayer, y S.E. se adelantó con la caballería hasta
San Miguel. No descubriéndose el enemigo hasta allí, dejó
su partida de observación, y regresó a la línea que ordenó
contramarchase como el día anterior. A las diez de la ma-
ñana entró en San Félix. A las doce llegó el aviso de la
partida de San Miguel que el enemigo había entrado en
este pueblo con caballería e infantería. A la una de la tar-
de se puso en movimiento el ejército, y a las dos en mar-
cha para recibir el enemigo. A poco de haber marchado
nuestro ejército se descubrió el enemigo por la caballería
que se adelantó con el mayor General (José Antonio An-
zoátegui). Los Carabineros fueron destinados a entretener
al enemigo hasta tanto se pudo formar nuestra línea en el
mejor lugar del banco frente a San Félix (¿?). A las cuatro
de la tarde se emprendió la acción, rompiéndose por parte
del enemigo un fuego horroroso de cañón y fusilería.
Nuestra línea de infantería, bajo una descarga general,
atacó a la bayoneta sobre la enemiga que estaba formada
en columna cerrada, y S.E. en persona, con los Carabine-
ros de su guardia, atacó por la espalda. El resto de nues-
tra caballería cargó a los costados. A la media hora de un

42
Rafael Marrón González

combate feroz emprendió su retirada el enemigo soste-


niendo un fuego vivísimo, y tratando de ampararse a los
montes del río Orinoco que distaban como una legua
(5.572 metros), pero no lo pudo lograr porque en ella
quedó absolutamente pulverizado. Se terminó el combate
y la persecución al anochecer, quedando el campo de ba-
talla cubierto de cadáveres, entre estos Torralba; multitud
de prisioneros, entre ellos porción de oficiales, uno de es-
tos el teniente coronel Ceruti, Gobernador de esta Provin-
cia, sin saberse aún el nombre, número y grados de los
demás oficiales muertos y heridos. El brigadier Latorre
(sic) se cree haya muerto, por los informes de varios que
dicen lo han visto muerto. Sobre todo, no se habrán sal-
vado más de diez o doce que al alcanzarlos ya nuestra
caballería, llegaron a los bosques. Todos los fusiles, cara-
binas, lanzas, cajas de guerra, cornetas, pertrechos, caba-
llos, banderas, monturas y equipaje cayeron en nuestro
poder. El enemigo se componía de mil infantes y ciento
ochenta hombres de caballería, entre húsares y lanceros.
No sabemos todavía la pérdida que haya habido de nues-
tra parte; solo sabemos hasta ahora que han muerto los
beneméritos Coronel Comandante de la división de van-
guardia Pedro Chipía, y Teniente Coronel graduado capi-
tán de Cazadores de la Conquista, José María Landaeta".

Solo se salvaron del ejército de Miguel de La Torre, según


el Capitán Sevilla, 10 Oficiales y 250 hombres de tropas,
en su mayoría del "Cachirí". La Torre se escapó metiéndo-
se en la vegetación que cubre la margen del río. Eso signi-
fica que en el campo de San Félix quedaron entre muer-

43
Rafael Marrón González

tos, heridos y prisioneros, 920 hombres de los 1.180 que


trajo La Torre, pero en el Diario de Operaciones Briceño
Méndez anota que fueron 593 muertos en el campo de
batalla y 497 prisioneros de los cuales 150 fueron fusila-
dos. Eso significa que la fuerza de La Torre era, con los
250 que escaparon, de 1.340 hombres, pero en su corres-
pondencia habla de 1.180.

12 de abril según el Diario de Operaciones


El Diario de Operaciones de Piar consigna las actividades
del día 12 de abril de 1817: "Al amanecer, además de las
partidas que quedaron anoche, salió del Cuartel General
otra a las órdenes del edecán de S.E., teniente Lucas Car-
bajal, a recorrer el campo de batalla y las riberas del Ori-
noco. Este oficial ejecutó exactamente su comisión, tra-
yendo algunos prisioneros más, algunas armas, dos cajo-
nes de granadas de cañón y varias cartucheras. El mismo
oficial ha asegurado a S.E. que habiendo hecho su reco-
rrida hasta las mismas márgenes del río, guiado de las
huellas llegó a encontrar el propio lugar en donde se debió
haber embarcado Latorre (sic), porque en la playa obser-
vó una especie de arrasado que indicaba haber dormido
allí alguna gente; pero como de dieciséis a veinte hom-
bres, encontrando en el mismo lugar caballos ensillados.
Por estos indicios, y porque registrado el campo de día y
reconocidos los muertos por Carbajal y otros varios indivi-
duos del ejército, no se ha encontrado a Latorre, se cree
que éste se ha salvado embarcándose en el Orinoco. S.E.
ha pedido un informe circunstanciado al mayor General de
las pérdidas que ha habido en los varios cuerpos del ejér-
cito, del número, clase y nombre de los prisioneros que se
44
Rafael Marrón González

hicieron ayer, y de las armas, municiones, caballos y mon-


turas que se han tomado. El día se ha invertido en esta
averiguación y realistar los cuerpos para emprender las
demás operaciones...”.

Las pérdidas del enemigo


“…En consecuencia, se sabe que la pérdida del enemigo
ha sido la de quinientos noventa y tres muertos, contados
en el campo, y cuatrocientos noventa y siete prisioneros,
de los cuales, cerca de doscientos son españoles de los
regimientos Barbastro, Castilla y Victoria. Entre los muer-
tos se ha conocido al Jefe del Estado mayor, Esteban Díaz,
al comandante de la columna de Cazadores, don Silvestre
Llorente, al comandante del batallón de Cachirí, don Ma-
nuel Carmona, al comandante accidental de Húsares, don
Juan Muñoz, al comandante del escuadrón de San Mateo,
José Torralba, y a todos los demás oficiales de infantería y
caballería que vinieron en el ejército contrario, a excep-
ción de Latorre que no se ha encontrado. Once oficiales se
hicieron prisioneros, entre ellos al ex gobernador, teniente
coronel don Nicolás Ceruti…”.

Los pertrechos abandonados


“… Se han tomado, igualmente, con las que se han encon-
trado hoy, novecientos y pico de fusiles con sus bayone-
tas, igual número de gorras y cartucheras, una pieza de
artillería de a cuatro con su dotación, como veinticinco mil
cartuchos de fusil en cajones y cartucheras, porción de
sables y carabinas, tres estandartes, dos clarines, ocho
cornetas, dos pitos, once cajas de guerra y todos los caba-
llos, monturas y equipajes...”.
45
Rafael Marrón González

Las dolorosas pérdidas patriotas


“… Nuestra pérdida ha sido de treinta y un muertos y se-
senta y cinco heridos, entre estos lo fueron el ayudante
segundo del batallón de Honor, Joaquín Moreno, el de
igual clase del escuadrón de Chaviripa, Manuel López, y el
abanderado del batallón Conquista de Guayana, José Oli-
vero. En esta mañana se han destinado a los batallones
de Barlovento y Conquista todos los americanos que se
encontraron entre los prisioneros hechos en la acción de
ayer que suman más de doscientos, y se separaron los
españoles que se mantienen en reclusión. De estos se le
ha dado servicio a los tambores y cornetas solamente.
Entre anoche y esta mañana se ha participado la gran vic-
toria de ayer al general Sedeño, al Comisionado general y
a todos los demás comandantes y comisionados de justicia
de este departamento, y se ha publicado el Boletín que
detalla la misma acción...”.

Piar asciende a los oficiales de Bolívar


“… S.E. ha dado los ascensos de General de Brigada a los
coroneles Pedro León Torres y José Antonio Anzoátegui, y
el de Coronel efectivo al que lo es graduado, Bartolomé
Salom (y lo nombró su edecán de honor). También ha
pedido S.E. a los comandantes de los cuerpos informes
sobre la conducta de la oficialidad en la acción de ayer,
para premiarla según convenga... Se han librado órdenes
a los pueblos inmediatos para que envíen ganado para el
abasto del ejército, y se han removido de sus empleos al
teniente de Upata, ciudadano Lezama, y a los comisiona-
dos de Tupapuy y Santa María, ciudadanos Cardozo y
46
Rafael Marrón González

Gómez. El mando político de Upata se ha reunido al mili-


tar, y el de Santa María se ha conferido al teniente coronel
graduado Yépez".

La Torre escapó por un pelo


El General La Torre logró salvarse al embarcarse en unas
curiaras y huir hacia la isla de Fajardo donde fue recogido
por una flechera que lo trasladó a su base en Angostura.
Solamente 250 hombres de su destrozado batallón Cachirí
pudieron evadirse y fueron socorridos por canoas enviadas
desde Angostura hasta los Castillos de Guayana.

Piar mancha su espléndida victoria


El ex gobernador de Guayana, Nicolás Ceruti, que había
dado muestras de coraje sobre humano en el combate
gritando a sus soldados ¡Firme Cachiri!, y 159 prisioneros
más fueron fusilados y sus cadáveres lanzados al Orinoco.
El capitán español León Sevilla, cronista de la campaña,
escribió que el cadáver de Ceruti había sido exhibido en
Angostura para desmoralizar a los sitiados. La contunden-
cia de este éxito, para el que bastaron solamente treinta
minutos de combate, le hizo escribir al Libertador, en car-
ta al coronel Leandro Palacios, el 16 de mayo de 1817:
"La victoria que ha obtenido el General Piar en San Félix
es el más brillante suceso que hayan alcanzado nuestras
armas en Venezuela".

El hambre fue el motivo


Un militar experimentado como el Brigadier Miguel de La
Torre fue impulsado por el hambre de los sitiados en An-
gostura a dar la batalla de San Félix con tanta desventaja,
47
Rafael Marrón González

con una tropa de entre 1.180 y 1.340 hombres, la mayoría


bisoños neogranadinos, que comieron por última vez a las
nueve de la mañana del día de la batalla ¨la última carne
que restaba en la División¨, obligado a dejar 300 soldados
de caballería en los Castillos por falta de caballos. Aunque
bien armados de fusiles y de una pieza de artillería, y
apenas con unos doscientos caballos, arriesgó combate en
un llano favorable a la acción de la caballería de Piar que
se le enfrentaba con unos 1.800 hombres bien comidos y
con la moral elevada, de ellos 400 lanceros y 200 carabi-
neros a caballo, y 700 fusileros y 500 indios lanceros y
flecheros, a pie. Piar pudo evitar esta batalla y lograr la
rendición del enemigo solamente privándolo de suminis-
tros de boca en una táctica dilatoria, sitiándolos en San
Miguel, uno o dos días hubieran sido suficientes para lo-
grar una rendición humanitaria, y evitarle a la historia re-
coger una masacre tan cruel. Uno de los defensores de
Guayana, sitiador a su vez de Cartagena dos años antes,
le daría en sus Memorias categoría especial al hambre que
sintió La Torre: "No hay en el mundo calamidad ni peste
igual al hambre". Los habitantes de Angostura se habían
comido ya todo lo que la desesperación les prodigara,
desde alimañas hasta cuero de baúles y la hierba que na-
ce entre las piedras de las calles. Rafael Sevilla anota en
sus Memorias: “Nos sostuvimos sufriendo miseria indecible
y combates diarios hasta el 15 de julio. En aquella fecha
nos moríamos materialmente de hambre, lo mismo los
hombres que las mujeres y los niños. No éramos más que
unos esqueletos ambulantes”. Angostura era una fortaleza
inexpugnable pero, sin el auxilio de las Misiones se convir-
tió en una trampa mortal, sin embargo los realistas esta-
48
Rafael Marrón González

ban en control del Orinoco, que era patrullado por sus


flecheras, por lo que el suministro de pescado aliviaba las
penurias de la falta de carne y verduras que eran suminis-
tradas por las misiones.

Aunque el desprecio por Piar también influyó


Pero también influyó en la decisión de La Torre, el despre-
cio que los oficiales españoles sentían por los venezola-
nos, a quienes tildaban de cobardes insurgentes. Rafael
Sevilla en sus Memorias, dice: "No hay cosa peor en la
guerra que el desprecio al enemigo. Como nuestro triunfo
del 3 (se refiere a la escaramuza del 24 de enero cuya
victoria se atribuyen patriotas y realistas) había sido fácil,
juzgábase el buen éxito de la nueva operación tanto más
seguro, cuanto que era voz general que el enemigo ape-
nas podía presentar igual número de soldados mal arma-
dos y sin valor. Pero cara pagamos esa confianza".

Morillo alertó a La Torre, pero…


Curiosamente Miguel de La Torre había recibido una co-
rrespondencia de Pablo Morillo en la que daba su opinión
sobre Piar: “Suponen que Piar es sumamente activo, pers-
picaz y que no deja de tener talento: que su principal co-
midilla son las sorpresas, en cuyo género de guerra se ha
ejercitado y obrado con suceso; fuera de él todos sus je-
fes, oficiales y tropa no valen un Pito; y son Collones (co-
bardes), pero en la guerra, por despreciable que sea un
enemigo, no debe vivir con confianza, y vale más pecar de
precaución, que dejarse sorprender, porque este es el
crimen más grande de un militar, que no se debe perdo-
nar, ni jamás puede disculparse del menor descuido; con
49
Rafael Marrón González

que así amigo mío, abrir el ojo y vivir con cautela sin dejar
nada a la suerte”. Y se dejó sorprender y sorprendido por
la bravura de jefes, oficiales y tropas tuvo que salir a uña
de caballo para salvar la vida. Los días posteriores a la
victoria los empleó Piar para reorganizar el ejército y hacer
acopio de ganado para marchar contra Guayana la Vieja.

El sitio continúa
El 16 de abril Piar asciende un grado a todos los oficiales
de la Expedición de los Cayos que se encontraban en esta
división y no han tenido ascensos desde esa fecha. El día
18, como a las cuatro y media se situó el ejército, al man-
do de Anzoátegui por enfermedad de Piar, frente a los
Castillos para intimar su rendición, y al negarse los defen-
sores se intentó un asalto sin resultado alguno. El 19 Piar
decidió contramarchar a San Miguel dejando los escua-
drones de Chaviripa y cien hombres más del de Caicara a
las órdenes del sargento mayor José Antonio Franco, sos-
teniendo el sitio de Guayana Vieja, y él se preparó para
regresar a Angostura donde intentó un nuevo ataque el
día 25 que fue rechazado por haber recibido refuerzos la
fortaleza desde Guayana.

Pasión y muerte

Al mediodía del día 30 de abril de 1817, se recibió en el


Cuartel general de El Juncal, campamento de los patriotas
en Angostura, un oficio del Libertador anunciando que
había pasado el Orinoco y que se hallaba ya de este lado

50
Rafael Marrón González

del Aro (cerca de Maripa), Piar parte de inmediato a reci-


birle. El Diario de operaciones de Piar cierra su registro el
2 de mayo: "Como a las once de la mañana llegó a este
campo (El Juncal) el Excmo. Señor Jefe Supremo, acom-
pañado de S.E. el general Piar, el Estado mayor general y
edecanes de SS.EE. Fue recibido con las más vivas expre-
siones de júbilo y respeto, y con los correspondientes ho-
nores. El Jefe Supremo se alojó en la tienda del general
Piar, y correspondió graciosamente a las demostraciones
de nuestros oficiales y soldados con elogios y expresiones
singulares. Dentro de una media hora después llegó el
Excmo. Señor general Arismendi; el de división, Bermú-
dez; y los de brigada, Valdés, Zaraza y Soublette, con la
división de infantería que trae el Jefe Supremo para en-
grosar la que opera contra Guayana. Estas nuevas tropas
se situaron al frente de las de aquí, y fueron alojadas en
este mismo campo del Juncal, y ambas forman hoy un
ejército respetable".

Piar entrega el ejército y su destino


Bolívar toma el mando de las operaciones tras su recono-
cimiento como Jefe Supremo por toda la oficialidad (re-
cordemos que toda la oficialidad de Piar, que se quedó en
tierra firme con Mac Gregor, luego del fracaso de la Expe-
dición de Jacmel, pertenecía al ejército de Bolívar y, más
tarde, con la conspiración de Mariño en Cariaco, los más
importantes oficiales de este general, se pasaron a las
filas de Bolívar), ratifica todos los ascensos conferidos por
Piar en San Félix, y asciende a éste a General en Jefe el
12 de mayo; pero, tomando en cuenta el aviso de Aris-
mendi de febrero de ese año (“…El General Piar, quiero
51
Rafael Marrón González

decírselo reservado, me da mala espina. A este patriota le


ha soplado mucho la fortuna, y quien sabe a donde va a
parar esto, porque como que él no piensa como noso-
tros...), decide negarle el honor de culminar la Campaña
de Guayana con la rendición de Angostura, nombra a José
Francisco Bermúdez, enemigo de Piar, jefe de las fuerzas
sitiadoras de la ciudad, y lo destina a continuar el sitio de
Guayana Vieja y le confiere el mando de las Misiones. Esta
es una situación desmoralizante para quien hasta ese
momento ostentaba la máxima jerarquía en el territorio de
Guayana y esperaba, por sus acciones y demostraciones
de fidelidad al Jefe Supremo, el destino de Segundo Jefe
de la República, y esto lo desequilibra emocionalmente.

Debo acotar que Bolívar repitió este acto – a todas luces


despótico y desconsiderado – con el general Sucre, luego
de la batalla de Junín: Bolívar ordenó a Sucre “irse a la
retaguardia a ordenar la marcha de los hospitales, atender
la administración militar y asegurar la línea de comunica-
ciones”, lo que humilló profundamente a Sucre que le es-
cribe a Bolívar: “… No sé si al desagradárseme con seme-
jante comisión se ha tratado de abatirme; pero mi con-
ducta me persuade que no lo he merecido; no sé tampoco
si porque se me ha juzgado inepto; pero en tal caso me
consuela decir que he servido a Ud. y al ejército con un
celo especial, y que en la campaña he tenido una absoluta
consagración a todos los trabajos: sea lo que sea, mi ge-
neral, esta comisión ha servido de burlas y sátiras a los
que no son mis amigos, y de sorpresa a los que me esti-
man…”. Bolívar le responde colmándolo de lisonjas, pero

52
Rafael Marrón González

lo que quiso lograr era que Sucre entendiera que el jefe


era él. A Páez también le dio lo suyo en Valencia en 1827
cuando expresara en un brindis: “Aquí no hay más autori-
dad ni más poder que el mío; yo soy como el sol entre
todos mis tenientes, que si brillan es por la luz que yo les
presto”. Eso pasó con Piar, la diferencia fue de estilo: Su-
cre se quejó, Páez la dejó pasar esperando su oportuni-
dad, pero Piar se amargó y se rebeló.

Algunos historiadores sostienen que Piar jamás reconoció


a Bolívar como Jefe Supremo, sin embargo, la realidad los
desmiente. Piar no solamente lo reconoció como tal, sino
que le entregó su ejército en prueba de sumisión a su je-
rarquía militar.

La amargura lo lleva a conspirar


Piar regresa a Upata convencido del ocaso de su estrella,
y allí pretendió dar cuerpo a un proyecto político que des-
pojaría a Bolívar del mando civil para que se ocupara ex-
clusivamente de lo militar. Hasta en esto había una tre-
menda confusión entre los conjurados contra Bolívar, por-
que mientras el "congresillo" de Cariaco pretendía quitarle
el mando militar para limitarlo al mundo civil, Piar preten-
día todo lo contrario. Sobre esto escribe, el 16 de junio de
1817, Briceño Méndez a Bolívar: "Según estoy informado
por el general Piar no se ha tratado de erección de nuevo
gobierno, o a lo menos no ha llegado a su noticia. Lo que
intenta no es crear, es reformar el que hay, y hablando en
términos propios, ayudar a Ud. en el gobierno. Es verdad
que este pensamiento tal vez no habría tenido lugar sin la

53
Rafael Marrón González

farsa de Cariaco; pero también es verdad que no tiene


nada de semejante a aquella. Aquí no se pretende la me-
nor cosa contra Ud., su autoridad se respeta y queda exis-
tente. Toda la pretensión es dar a Ud. un senado o conse-
jo para que tenga algo de democrática o representativa
nuestra forma de gobierno, y para que haya alguien que
trabaje en lo civil y político mientras Ud. se ocupa en las
atenciones de la guerra... El general Piar asegura a Ud. su
amistad, y le protesta que si asentido el proyecto ha sido
porque juzga que esta ligera innovación, lejos de alterar
sus derechos, realza el brillo de la magistratura suprema
que Ud. ejerce. Él no aspira sino la unión y concordia ge-
neral entre los jefes, y a la libertad de la patria que desa-
parecerá al desvanecerse aquella. Él es amigo de Ud. a
pesar de los esfuerzos que se han hecho y se hacen para
separarlos....".

Bolívar tenía ya clara su posición


La realidad es que Piar apostó a Mariño – como antes ha-
bía apostado a Bolívar - aceptando los postulados del
"Congreso de Cariaco" y esta actitud lo enfrentó a Bolívar
que ya no estaba dispuesto a tolerar las disensiones inter-
nas que tantas vidas y penurias habían costado a la Repú-
blica. Bolívar le responde a Briceño Méndez: "...Si hasta
ahora he sido moderado por prudencia no lo he sido por
debilidad; no crea Vmd. que las intrigas sean tan grandes
que nos puedan destruir. Jamás he tenido una situación
más feliz, a pesar de quien diga lo que quiera. A mi voz
obedecen tres mil hombres, que harán lo que mande, de-
fenderán la inocencia y no permitirán facciones... Si hasta

54
Rafael Marrón González

ahora he sufrido desórdenes no tema Vmd. que voy a co-


rregirlos...".

Al padre Blanco lo hace su aliado


Y a José Félix Blanco, acusado de conducta enemistosa
por Piar, le escribe: San Félix, 12 de junio de 1817. Queri-
do amigo: Recibí a su tiempo el oficio de Vd. del 6, en
Cupapuy, que he visto con el mayor sentimiento, porque
le sobra a Vd. justicia para quejarse de veras; pero, ami-
go, también a mí me debe sobrar la prudencia para sobre-
llevar los negocios del gobierno, siguiendo el giro de las
circunstancias. El general Piar vino aquí: ya antes había
dado órdenes para que no le obedeciesen a Vd. los subal-
ternos de Las Misiones. Habiéndome oficiado que la auto-
ridad de Vd. ya era innecesaria, y que, por lo tanto, había
ordenado a los jueces de Las Misiones para que se enten-
diesen directamente conmigo, y no se entendiesen con
Vd. Esta monstruosidad yo la conozco, pues el general
Piar no ha podido revocar mis órdenes ni alterar el siste-
ma ya establecido. Pero en estas circunstancias en que
estamos esperando de un momento a otro el enemigo, es
prudencia sufrirlo todo para que no se nos disloque nues-
tra miserable máquina. El empeño de Piar era que no
quedase Vd. más de comandante general, porque viviendo
él en Las Misiones, y estando Vd. de jefe de ellas, queda-
ba indirectamente dependiente de Vd. y estando en cho-
que abierto con Vd., le parecía un estado comparable a la
muerte. Para cortar yo este inconveniente y evitar otros
muchos, le propuse espontáneamente que quedase Vd.
bajo sus órdenes como antes lo estaba, para que no fuese

55
Rafael Marrón González

necesario quitarle a Vd. el mando de Las Misiones, que, en


mi opinión, sería uno de los más grandes perjuicios que
podíamos sufrir en la época presente.- Querido amigo, yo
le pido a Vd., por favor, que sufra y calle, como lo hace-
mos todos, por el bien de la patria, que, en bien o en mal,
muy pronto ha de variar nuestra situación de un modo
muy sensible. Yo creo que no pasará este mes sin que la
faz de nuestros negocios haya recibido una alteración ex-
traordinaria, sea salvándonos, sea perdiéndonos; y, entre
tanto, trabaje Vd. como siempre, con la actividad, celo y
patriotismo que necesitamos para librarnos de nuestros
crueles enemigos.- No altere Vd. en nada las instrucciones
que ha recibido para el servicio del ejército, sólo sí diri-
giéndose a Piar, para que él conozca que Vd. se somete
voluntariamente; y haga Vd. este nuevo sacrificio por su
país , pero no nos olvide Vd. ni nos deje de escribir todo lo
que sea necesario.- Adiós, querido amigo, mande Vd. a su
afectísimo servidor que lo aprecia.

Bolívar había tomado decisiones para asegurar el


control
Esta carta al padre Blanco, fechada el 12 de junio de
1817, estaba precedida por dos actos políticos singulares
que reflejan la intención de Bolívar de poner fin a las dis-
cordias de los caudillos. En primer lugar, y como medida
de asegurarse la lealtad de las tropas de los Llanos, el 19
de mayo le había enviado a José Antonio Páez su despa-
cho de General de Brigada, pero a la vez envío parlamen-
tarios a los jefes granadinos Juan Nepomuceno Moreno,
Ramón Nonato Pérez e Ignacio Maríño, descontentos con
Páez en Apure y logro atraerlos a su gobierno ampliando
56
Rafael Marrón González

así su grupo de incondicionales granadinos formado por


Francisco de Paula Santander, Manuel Manrique, José Ma-
ría Vergara, Francisco Conde, Fernando Serrano y José
María Córdova, quienes habían llegado el 15 de abril a El
Pao (población del actual estado Anzoátegui cercana a
Pariaguán), también provenientes de Apure, huyendo de
Páez, a ponerse bajo la égida de Bolívar.

Su respuesta al “congresillo”
El segundo acto lo constituye el decreto del 7 de junio que
establecía indudablemente una contundente respuesta a
los facciosos del "congresillo" de Cariaco. Con esta acción
política Bolívar concentraba el poder en sus manos; Mari-
ño, fracasado su "congresillo" y abandonado por sus me-
jores oficiales, entre otros Bermúdez, Valdés, Soublette,
Sucre y Urdaneta, había perdido toda su influencia militar
y estaba políticamente disminuido; y Piar, sin mando de
tropas, confundido, rodeado de enemigos personales,
reales o imaginarios, entre los que se encontraban, entre
otros, Arismendi, Bermúdez, Blanco, Monagas y Soublette,
sin contar la oficialidad subalterna vejada por su carácter
intemperante, y de los oficiales incondicionales a Bolívar
como Bartolomé Salom, Pedro León Torres, José Antonio
Anzoátegui, Pedro Zaraza, Andrés Rojas y Manuel Sedeño.
Y, además, toda la euforia y reconocimiento por su victo-
ria en la batalla de San Félix – que dejó la situación esta-
ble – fue minimizada por la exitosa estrategia de Bolívar
que logró la toma de Angostura y el triunfo de la batalla
fluvial de Cabrián, que liberó el Orinoco y permitido crear
la Tercera República.

57
Rafael Marrón González

Tanto el triunfo de Piar en San Félix como el de Brión en


la batalla naval de Cabrián, que puso el Orinoco bajo con-
trol patriota, hicieron posible la liberación de la Nueva
Granada y, por extensión, Carabobo, así que, en el benefi-
cio de la claridad histórica, sin Guayana se hubiera retra-
sado en mucho la derrota del imperio español en América.
Así que en Guayana nació Carabobo.

Piar era un experto creándose enemigos


La conducta de Piar con sus subalternos fue siempre des-
pótica y agresiva, no le confería respeto alguno al grado
de un oficial bajo su mando para vejarlo en público, como
hizo con Soublette a quien abofeteó (que luego fue su
implacable Fiscal), y con Galindo al que planeó con la es-
pada (y que fue su digno defensor), o con Monagas y Mac
Gregor, a quienes humilla después de ayudarle a obtener
la victoria de El Juncal. Mac Gregor de la decepción emi-
gró a los Estados Unidos.

La degollina de los frailes

Otro dramático acontecimiento que sucede recién llegado


Bolívar a Guayana, es el ajusticiamiento de los misioneros
catalanes en Caruachi, que algunos historiadores fijan el 7
de mayo de 1817. El coronel Jacinto Lara y su ayudante
José María Monzón custodiaban a 27 frailes prisioneros en
el convento y sin que mediara orden escrita fueron exter-
minados veinte, siete lograron escapar. Según la relación
de Piar en las Misiones vivían 41 capuchinos, los cuales
fueron apresados cuando la ocupación de Upata en febre-

58
Rafael Marrón González

ro. De ese número, según el padre Blanco, 14 murieron,


por enfermedades, en los primeros meses y los restantes
quedaron en calidad de prisioneros. Entre los siete que
lograron escapar a la Guayana Inglesa y a Angostura se
encontraba fray Nicolás de Vich, quien en la iglesia de
Barcelona, en España, el 10 de octubre de 1818, al con-
memorar el primer aniversario de la muerte de sus com-
pañeros, pronunció una oración fúnebre en la que invoca-
ba el castigo de los infiernos para Simón Bolívar.

Los frailes eran beligerantes y de humanos apetitos


La pacatería se figura a estos misioneros como unos san-
tos e inocentes varones, tipo fray Escoba, que se ocupa-
ban exclusivamente de rezar y del cuidado de las almas de
los aborígenes, cuando en verdad lo fuerte de sus funcio-
nes se concentraba en la explotación económica, y mucho
indiecito ojos azules verifica sus apetitos carnales, y de
hecho una posición sexual se denomina del "misionero",
bautizada así por los indígenas en honor a estos "apósto-
les", con el respeto debido a las excepciones por supues-
to.

Los misioneros maltrataban a los indios, como cosa


de los tiempos
El barón de Humboldt en su visita a las misiones del Ori-
noco presenció el maltrato que sufrían los indígenas a su
cuidado, y cuenta haber visto dos indios en un cepo, y
como fue azotado el indio Zerepe con un rejo de manatí,
para que no volviera a los bosques a vivir con los indios
libres. Y es rigurosamente histórico que estos "misioneros"
utilizaban a los indios como bestias de carga, y en invierno
59
Rafael Marrón González

para que no resbalaran en los caminos improvisados en


las montañas de donde sacaban madera, les entretejían
los dedos de los pies con tiras de cuero para que tuvieran
“más agarre”, eran los ¨rústicos¨ de la época, y los
¨punteros¨ arrastraban los inmensos troncos usando un
arnés de cuero ceñido en la frente. Existe la versión que
responsabiliza a los indios, cansados de maltratos y veja-
ciones, de la muerte de los misioneros. Se cuenta que
después de la matanza los indios, gritando que faltaba
uno, se dirigieron a la iglesia de Caruachi a derribar una
imagen de San Ramón venerada por los frailes. Ese era el
fraile que faltaba.

Y además los misioneros eran realistas


Y por otra parte, estos misioneros eran unos furibundos
realistas que predicaban el odio contra los patriotas
creando una atmósfera de pavor religioso en los vecinos
de las misiones para quienes ser patriota era algo así co-
mo ser un engendro satánico. En muchos oficiales republi-
canos que combatían desde los comienzos del año 12
permanecía fresca en la memoria la obstrucción que los
frailes representaban y en muchos casos, como sucedió en
la Casa Fuerte de Barcelona, sus delaciones fueron culpa-
bles de dolorosas masacres. Hay que recordar que cuando
el terremoto de 1812 fueron sacerdotes los que arenga-
ban a las poblaciones despavoridas de las zonas afecta-
das, diciéndoles que era un castigo del cielo por su infide-
lidad al rey, que era un elegido del Ser Supremo. Es decir
que lejos de ser elementos de equilibrio y concordia, eran
tremendamente beligerantes, una quinta columna encu-
bierta por la reverencia religiosa de un pueblo fanatizado
60
Rafael Marrón González

por la ignorancia y la superstición inculcada durante 300


años de dominación.

Uno de los sobrevivientes confiesa su beligerancia


El padre Vich, uno de los sobrevivientes de la masacre, en
su Oración del 10 de octubre de 1818, en España, impru-
dentemente confiesa: "...Los rebeldes insurgentes viendo
la mucha resistencia, y conociendo que la causa total de
ella era el influjo de los pp. Misioneros, todos los años
desde el principio de la insurrección procuraban con los
mayores esfuerzos invadir sus pueblos; pero siempre inú-
tilmente pues dichos pp. tomaban las más justas medidas
y enérgicas providencias, alarmando sus indios, abaste-
ciendo la tropa de un todo y contribuyendo con caballos,
víveres y utensilios de toda clase que permitía su posibili-
dad... Preguntad al reconquistador de Venezuela, al Exce-
lentísimo Señor Morillo para qué sirven los frailes. Con una
sola respuesta quedaréis informados y convencidos, no
solo de que son útiles, más también de que son necesa-
rios...".

José Domingo Díaz en "Recuerdos de la rebelión de Cara-


cas", en un ejercicio imaginativo narra como debió ser la
matanza de los capuchinos: “…Poco después de esta de-
rrota partió Piar para Guayana con una división compuesta
de los negros de Guárico desembarcados pro Bolívar en
Ocumare; y de otros cuerpos formados en los llanos de
Barcelona: pasó el Orinoco, e invadió y de apoderó de las
misiones del Caroní, parte la más poblada y más rica de
aquella provincia. Aquellas misiones se componían de va-
rios pueblos habitados solamente de indios, traídos a la
61
Rafael Marrón González

vida social por los cuidados y fatigas de los religiosos ca-


puchinos. Ellos eran un modelo del buen orden y de un
gobierno paternal, y su riqueza correspondía a tan exce-
lentes fundamentos. El perverso Piar apoderado de ellos
dio el mundo entero un ejemplo de ferocidad pocas veces
visto, aunque quizá en ello no tuvo más parte que la de
cumplir las órdenes del Sedicioso que se hallaba en Barce-
lona. Dispuso reunir y reunió en el principal de los pue-
blos, residencia del Prefecto de las misiones. a los religio-
sos que componían aquella comunidad. Al anochecer del
día en que todos estuvieron reunidos, les hizo saber la
sentencia de su muerte que debía ejecutarse al amanecer
del siguiente; y haciendo cárcel al templo los encerró en
él.
La historia presenta pocos espectáculos como el de aque-
lla noche memorable. Encerrados en el templo, y forma-
dos en comunidad, el Prefecto desde su silla sacerdotal
puesta en el presbiterio les hizo una exhortación sobre la
suerte que les esperaba. Concluida, todos los religiosos se
confesaron mutuamente, y terminado este acto, puestos
de rodillas, comenzaron a cantar los salmos y oraciones
que la Iglesia tiene designados para este caso. Cuando ya
pasó la medianoche, el Prefecto vestido con los hábitos
sacerdotales celebró el santo sacrificio de la Misa, y con-
cluido dio la sagrada comunión a toda la comunidad. En-
tonces volvieron todos a entonar los correspondientes
cánticos, hasta las cinco de la mañana que se abrieron las
puertas del templo, y salieron para la muerte. Todas las
tropas que les rodeaban por la noche habían sido testigos
de la escena. Los religiosos se hincaron en la plaza, en-
frente del templo, vueltos hacia él sus rostros, y el Prefec-
62
Rafael Marrón González

to dio principio a la más patética exhortación. Entonces los


soldados de Venezuela recibieron la orden para la matan-
za, y se negaron a ello. La recibieron los negros de Guári-
co, y las almas bienaventuradas de aquellos religiosos vo-
laron al cielo”.

Rafael María Baralt responsabiliza a Bolívar por in-


discreto
Baralt en su “Resumen de la Historia de Venezuela”, publi-
cada en 1841, acota: “Cuéntase que cuando Bolívar tuvo
sus primeras vistas con Piar en Guayana y supo la prisión
de los padres, prorrumpió con harta indiscreción en estas
palabras: “¿Y por qué no los han matado?”. No fue nece-
sario más para que dos oficiales venezolanos los hicieran
degollar bárbaramente en Caruache (sic) por una partida
de indios reducidos, mortales enemigos de aquellos infeli-
ces…”.

En vigencia la Guerra a Muerte y Bolívar no negó su


responsabilidad
No podemos olvidar por mucho que nos repugne la idea
de la ejecución de estos misioneros que estaba en plena
vigencia la Guerra a Muerte y que su Decreto no hacía
ninguna excepción: "Españoles y Canarios contad con la
muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente
en obsequio de la libertad de América". Además, el Liber-
tador jamás negó su responsabilidad directa o indirecta en
el hecho de los frailes, es más, el 22 de septiembre de
1817, le escribe al padre Blanco: "...En cuanto a la recluta
y aprehensión de desertores, es preciso dar un golpe de

63
Rafael Marrón González

mano, como el que se dio contra los capuchinos, y coger-


los a todos, mandándolos con toda seguridad a donde
parezca más conveniente por el momento...".

Pero Piar era el jefe


Aunque Bolívar era el Jefe Supremo, Piar mandaba en las
Misiones y su responsabilidad en el hecho no puede ser
obviada, como tampoco puede ser ignorado que estos
misioneros tenían que ser separados de su área de in-
fluencia de cualquier manera, por ser perjudiciales para la
causa. Este dramático episodio debe ser tomado como
uno más de los tantos que, de parte y parte, caracteriza-
ron la época de la guerra a muerte. Porque, si cabe com-
pensación, hay que ver la cantidad de civiles inocentes,
ancianos, mujeres y niños no beligerantes, que asesinaron
vilmente los sádicos canarios y españoles durante los años
doce al catorce, con la fanática bendición clerical. ¡La gue-
rra era a muerte y decretada por España! Y además en
este episodio también es válida la justificación española de
los crímenes de sus mercenarios: ¨Que la culpa no es de
España sino de la época¨.

Luego de la toma de los patriotas de los pueblos que con-


formaban las Misiones, comenzó su decadencia económi-
ca, pues la mano de obra indígena se rebeló y los sem-
bradíos se perdieron hasta que los criollos comenzaron a
explotar hatos ganaderos en la región.

Bolívar complace a Piar hasta la debilidad

64
Rafael Marrón González

El 16 de junio de 1817 pide Piar permiso para retirarse de


su empleo en las Misiones por su incompatibilidad con el
padre Blanco y El Libertador lo complace destituyendo al
eficiente administrador, supuesto motivo de la discordia,
pero Piar insistió una y otra vez en separarse del cargo, y
el 30 de junio recibe pasaporte de Bolívar para irse a cual-
quier lugar de la República o fuera de ella para curar los
males que argumentó en su renuncia. Pero, según narra
Rafael María Baralt: "No bien lo hubo Piar obtenido, cuan-
do poniendo por obra su proyecto, se fue a Upata y co-
menzó a hablar ignominiosamente del Libertador, tirando
a minar su crédito, a promover la división entre los jefes,
la desobediencia en la tropa, y lo que es más, a revivir en
el ejército la proscrita y olvidada idea de colores, conci-
tando la guerra entre las razas. Ocupada Angostura, tras-
ladose Piar a ella, y cada vez más irritado y ciego, escribió
a varios jefes pardos, induciéndolos a desconocer la auto-
ridad del jefe supremo y a establecer un nuevo orden de
cosas conforme al plan atroz y absurdo que se proponía.
El Libertador al principio le escribió amistosamente, lla-
mándolo a ocupar su puesto en el ejército bien que sin
darse por entendido de sus tramas criminales; pero viendo
que estas continuaban y que despreciaba su clemencia,
mandó prenderle en Angostura. Piar al saberlo se fugó a
Maturín...".

Indalecio Liévano Aguirre en su obra "Bolívar", escribe:


"...Libre de las responsabilidades del mando, Piar se con-
sagró con singular actividad a recorrer los territorios veci-

65
Rafael Marrón González

nos a Guayana la Vieja, afirmando en ellos que se le había


destituido por su calidad de "pardo".

Un testigo de excepción
Juan Francisco Sánchez declara haber recibido incitaciones
a participar en la revuelta contra Bolívar: "En el instante
que llegué a esta ciudad tuve la fortuna de encontrarme
con el señor Piar; este general, después de haberme he-
cho las más sinceras demostraciones de amistad, me ha-
bló de este modo: "Yo he sido elevado a general en jefe
por mi espada y por mi fortuna, pero soy mulato y no de-
bo gobernar en la República; no obstante, yo he penetra-
do el gran misterio de la administración actual y he jurado
a mi honor restituirle la libertad a tanto inocente que está
derramando su sangre por encadenarse más y más en
una esclavitud vergonzosa; me voy a Maturín y al fin del
mundo si es necesario, a ponerme a la cabeza de los que
no tienen otro apoyo que sus propias fuerzas; estoy segu-
ro que haciendo resonar por todas partes la justicia de mis
sentimientos y la necesidad en que nos ponen de tomar
las armas cuatro mantuanos, por la ambición de mandarlo
todo, y de privarnos de los derechos más santos y natura-
les, no quedará un solo hombre que no se presente a de-
fender tan digna causa...".

Los oficiales se alarman por las noticias de sedición


La alta oficialidad consideró de tanta gravedad las denun-
cias que le llegaban sobre la conducta de Piar, que el 24
de julio de 1817, convocó, en San Miguel, una Junta de
Guerra en la cual la oficialidad superior y los comandantes
de batallón ratifican su reconocimiento a Bolívar como Je-
66
Rafael Marrón González

fe Supremo de la República y como tal lo dieron a conocer


a las tropas formadas en batalla. Allí se reunieron, entre
otros, Montilla, Bermúdez, Soublette, Valdés, Armario,
Anzoátegui, Torres, Manrique, Carreño y Sedeño.
Previamente, el 23 de julio de 1817, Bolívar firmó la orden
de arresto contra Piar y encargó al general Bermúdez de
su captura. La orden expresaba: "...Con esta fecha libro
orden al general Bermúdez para que intime al general Piar
que se presente en este cuartel general o lo remita preso
con seguridad si no obedeciese a aquella intimación...".
La fuga de Piar agravó su situación, pues al cargo de
conspiración añadió el de deserción y fuga. Fue desertor
porque conservaba su rango de militar activo y se fuga al
huir para no atender el llamado a su presencia que le hace
Bolívar, a lo que había renunciado era a su cargo de jefe
de las Misiones. Y su pasaporte quedaba automáticamente
anulado con la orden de captura. Si Piar era inocente de la
acusación de sedición ¿por qué huye? Es un General en
Jefe y debía tener conocimiento de las responsabilidades
políticas de ese rango. Su torpe decisión de escapar dio la
razón a sus enemigos ante Bolívar.

Manuel Alfredo relata


El escritor guayanés Manuel Alfredo Rodríguez en su libro
"Bolívar en Guayana", narra: "...A la caída de Angostura
Piar estaba fuera del ejército y, según frase de O'leary,
"...desde Upata venía desfogando su odio contra el go-
bierno y lo que él denominaba aristócratas...". Allí se en-
contraba cuando fue intimado por el capitán Ramón Ma-
chado, edecán de Bermúdez, para que se presentase al

67
Rafael Marrón González

Cuartel General de Casacoima, pero desacató la orden y el


26 de julio cruzó el Orinoco por Soledad, no obstante, se-
gún Machado, los disparos que se le hicieron a las canoas
donde iba con pocas bestias y algún equipaje. Sabía que
sería puesto bajo arresto y prefirió poner río de por medio
y pasar al territorio dominado por las armas de Mariño. En
la precipitación del viaje dejó en la ciudad a la mujer que
lo acompañaba, a sus edecanes Jorge Meleán y Juan An-
tonio Mina, que también tenían orden de captura por ha-
ber saqueado algunas casas en Upata, ropa, muebles,
bestias y unos 250 pesos fuertes que "fueron puestos en
seguridad" por Bermúdez".

La mujer de Piar
Era de Upata la mujer que acompañó a Piar en sus días de
desolación antes de su calvario. La historia no registra sus
datos. Piar se la llevó consigo para Angostura y cuando se
vio precisado a escapar pensó llevarla con él, pero no pu-
do embarcarla, dejándola en tierra con sus bestias, perte-
nencias y su dinero, tal como lo informa Bermúdez a Bolí-
var, el 29 de julio de 1817: “Las adjuntas copias impon-
drán a V. E. de la deserción cometida por el General Piar y
de las providencias tomadas por mi para cortar los males
que ella pueda producir. Sus Edecanes, mujer y bestias
han quedado aquí en seguridad, pues cuando observé
estaban pasando estas últimas, conocí que él no quería
dar cumplimiento a lo que había prevenido de orden de V.
E. y entonces procedí a hacer repasar a aquellas e inti-
marle prisión por medio de mi Edecán., que no tuvo efecto
por haberse desaparecido. Hecho un inventario formal de

68
Rafael Marrón González

la ropa y muebles del General Piar, lo he hecho poner to-


do en un fiel depósito, bajo la responsabilidad del ciuda-
dano Teniente Coronel Olivares, como también la suma de
doscientos cincuenta pesos fuertes, hasta la resolución de
V. E. Entre los papeles de su archivo se ha encontrado el
pasaporte que V. E. le concedió y el despacho de su actual
empleo”.
Pero la mujer lo siguió
Sin embargo el comandante José Lara le informa a Ber-
múdez el 15 de agosto de 1817: “Participo a V. S. cómo a
mi llegada encontré aquí al correo que mandé a Maturín
con los pliegos de V. S., que acaba de llegar: el mismo a
quien le pregunté que a quién había encontrado en el ca-
mino, y me ha dicho que encontró a seis hombres y una
mujer, que me dice no conoció persona ninguna de ellos;
y por las señas que me da, me presumo que será la mujer
del General Piar; que los encontró en el sitio de la Sole-
dad, todos a pie, y solo la mujer iba a caballo en un ma-
cho rucio, y una carga en otra bestia; y les preguntó de
dónde venían, y le dijeron que de Angostura. Yo quedo
haciendo las más vivas diligencias de solicitar por dónde
haya sido su paso, que si llego a descubrir quién ha sido
el que la ha pasado, viva V. S. satisfecho que en la misma
hora lo pondré en su tribunal…”. ¿Presenció esta mujer su
ejecución? ¿Lo visitaría en prisión?

El padre Blanco cuenta lo suyo


Un testigo excepcional de toda situación que llevó a Piar al
paredón, lo fue el padre José Félix Blanco. En la monu-
mental obra de recopilación histórica, compuesta de ca-
torce tomos, que al alimón con Ramón Azpúrua realizó el
69
Rafael Marrón González

padre Blanco, y publicada bajo el título "Documentos para


la historia de la vida pública del Libertador", en el tomo
VI, páginas 109 - 110, con escritura autógrafa de Blanco,
encontramos: "...Voy a hacer algunas ligeras explicaciones
sobre los pasajes que el historiador de Venezuela, Baralt,
refiere en los folios 324 y 325 de su tomo I acerca del re-
tiro del servicio, que el general Piar obtuvo del Jefe Su-
premo en fin de junio de 1817 -su ida a la villa de Upata,
capital del Departamento de las Misiones del Caroní- sus
primeros pasos de rebelión contra la autoridad suprema
reconocida en el país y su fuga para Maturín. ¡Da ver-
güenza referir lo que por algunos se tuvo como el origen
de los desbarros y del trágico fin del general Piar! Pero
este hombre era tan soberbio y tan voluntarioso, como
violentas y fuertes sus pasiones. Disgustado Piar con el
comandante general de las Misiones, a los seis meses de
haberlo él mismo nombrado y abrumándolo de elogios por
sus buenos servicios, expuso al Jefe Supremo que él que-
ría mandar directa y únicamente las Misiones, puesto que
habitaba en la capital de Upata; y que por tanto le dejase
el mando de aquel Departamento y le expidiese su retiro
temporal del servicio de las armas. Luego que obtuvo uno
y otro y que Blanco fue llamado al Cuartel General de San
Félix comenzó a hablar ignominiosamente de Bolívar y de
los caraqueños, a todos los cuales, decía en los raptos
frenéticos de lástima y cólera que los dominaba, "que era
preciso acabar con ellos, para poder formar patria". En
seguida principió a seducir, con la maligna cizaña de cas-
tas a los inocentes y sencillos Jefes y oficiales, que fre-
cuentemente iban a Upata en busca de víveres; y con los
mismos dirigía cartas igualmente sediciosas y seductoras a
70
Rafael Marrón González

los principales comandantes de las caballerías de su anti-


guo mando, que estaban acampadas y en actual servicio
en el sitio de la capital de Angostura. Arrebatado, en fin,
de una especie de hidrofobia, que envenenaba su espíritu
y su cabeza, contra Bolívar y los caraqueños, se pasó de
Upata al hato de San Félix y campamento del Palmar, del
otro lado del Río Caroní y cerca de dicha capital, a em-
prender a viva voz la conquista y seducción que había
principiado por cartas; y para interesar en tan nefando
proyecto a aquellos infelices subalternos suyos, les tocaba
la delicada tecla de colores o castas, repitiéndoles "...que
era de absoluta conveniencia y necesidad deshacerse de
Bolívar y de todos los blanquitos caraqueños que querían
mandarlos".

Bolívar estuvo en Upata


Por la ausencia de Piar, fue Blanco devuelto a las Misiones
por Bolívar y en sus anotaciones escribe: “...En este in-
termedio (que era a mediados de julio, para cuando aún
estaban Angostura y la Vieja Guayana en poder de los
españoles) dispuso Bolívar ir a las misiones para conocer
por sí propio sus recursos y elementos, el sistema de ad-
ministración que yo había planteado y examinar las demás
circunstancias y ventajas que ellas ofrecían para las ulte-
riores medidas de defensa que él se proponía: y de repen-
te se me apareció en Upata”.
La alta oficialidad toma medidas
Continúa el padre Blanco: “…A la tercera noche de su lle-
gada, y ya de regreso para San Félix, se presentó hacia la
madrugada un oficial con pliegos del Cuartel general, en
los cuales, los Jefes de cuerpos, Generales Manuel Valdez,
71
Rafael Marrón González

Pedro León Torres, José Antonio Anzoátegui, Manuel Man-


rique, Carlos Soublette, Jefe del Estado mayor, y otros
que no tengo ya en memoria, ponían en su conocimiento
la proyectada sublevación de Piar, con todos sus datos y
pormenores, detallados por varios Jefes y oficiales de los
éste había proyectado seducir en el campamento del Pal-
mar y hato San Félix; y lo llamaban a toda prisa para pro-
clamarlo de nuevo en el ejército como Jefe Supremo de la
República; ofreciéndole y jurándole obediencia, fidelidad y
sostenimiento de su autoridad.(...) Inmediatamente pidió
el General las bestias y montamos a caballo. Al amanecer
del 18 o 19 de julio recibió en el camino otro pliego de los
mismos generales, en que le participaban dos importantes
nuevas -la primera era la evacuación de la plaza de An-
gostura por el general La Torre y su inmediata ocupación
por el general Bermúdez que la sitiaba - y la segunda era
la malhadada farsa del congresito de Cariaco, con una
gran proclama impresa y firmada por el ardoroso chileno
canónigo Cortés Madariaga, que comenzaba así - "Levan-
taos, pueblos de Venezuela...". ¡Dejo al prudente lector,
considerar la impresión que ésta sola y primera palabra o
concepto de la tal proclama, haría en el ánimo de Bolívar!
Al acto mismo de su llegada al Cuartel general de San Fé-
lix, se reunieron todos los Generales, Jefes y Comandan-
tes de cuerpos, y en una Junta formal de guerra se le re-
conoció de nuevo por Jefe Supremo de la República, y
luego formado el Ejército fue proclamado, jurado y victo-
reado como tal Gobierno. En seguida, se emprendió mar-
cha sobre la capital...".

El padre Blanco
72
Rafael Marrón González

Nació en Caracas, el 24 de septiembre de 1782, hijo natu-


ral de Belén Jerez de Aristeguieta, criado por la esclava
liberta Bartola Madrid. El apellido Blanco lo toma de su
padrino y benefactor el mantuano José Domingo Blanco.
Sacerdote, capellán militar, combatiente en las filas del
ejército republicano, masón, funcionario público e histo-
riador. Participa en la lucha independentista desde el 19
de abril de 1810. Está al lado del marqués del Toro en las
fuerzas que se organizan para la expedición de Coro, en
calidad de capellán del ejército (1810) y participa en las
acciones de Aribanache (15 de noviembre) y Sabaneta (30
de noviembre). Regresa a Caracas y al año siguiente es
también capellán del ejército del Generalísimo Francisco
de Miranda en el sitio y asalto de la ciudad de Valencia.
Pelea contra Domingo de Monteverde el 25 de abril de
1812 en Los Colorados de San Carlos y el 3 de mayo se
encontrará junto al coronel Miguel Carabaño en los morros
de Valencia. Caída la Primera República se marcha a Trini-
dad. En 1813, concluida la Campaña Admirable toma parte
en las acciones de Puerto Cabello, Bárbula (30 de sep-
tiembre) y Las Trincheras (3 octubre), Barquisimeto (10
noviembre), Vigirima (23, 24 y 25 de noviembre) y Araure
(5 de diciembre). En marzo de 1814 actúa con José Félix
Ribas en Ocumare del Tuy y se incorpora al ejército del
general Santiago Mariño para participar en Bocachica (31
de marzo). Está entre los defensores de Valencia en el
primer sitio de esa ciudad y asiste a la primera batalla de
Carabobo. Perdida la Segunda República es uno de los
integrantes del núcleo republicano que participa en la reti-
rada hacia la Nueva Granada. Hizo la campaña del Magda-
lena junto al Libertador en 1815 y la campaña de resisten-
73
Rafael Marrón González

cia contra Pablo Morillo en 1816 a las órdenes de Manuel


de Serviez, a quien acompaña en la retirada desde Bogotá
hasta Casanare. Pasa a Venezuela para actuar bajo las
órdenes del general José Antonio Páez e interviene en las
acciones de Achaguas y El Yagual. Sigue hacia Guayana
en 1817, colaboró en las operaciones logísticas con el al-
mirante Luís Brión y pasa a Upata como administrador de
las misiones del Caroní. Esta designación inicia la fricción
entre ambos próceres, por lo que algunos historiadores
responsabilizan a Blanco del fusilamiento de Piar. Es de los
firmantes de la Constitución de Cúcuta en 1821. En 1826
durante la crisis de La Cosiata, colabora con el Libertador
en la preparación de tropas para reforzar el Zulia y los
Andes, en donde manda la provincia de Trujillo. Goberna-
dor intendente de Barinas en 1827; comandante militar de
los valles de Cúcuta en 1830. Debido a sus actividades
políticas y militares, había quedado de hecho desvinculado
del ejercicio sacerdotal. Se había también afiliado a la ma-
sonería, en la cual llegó a alcanzar el grado 33. Solicitó de
la Santa Sede su secularización, la cual le fue concedida
por el papa Gregorio XVI mediante un Breve de 5 de mar-
zo de 1833, con la expresa reserva de que quedaba vigen-
te sobre él “la ley de celibato”. Sin embargo, se ha espe-
culado acerca de que llegó a contraer matrimonio, y él
mismo lo afirmó y lo negó sucesivamente. Siempre activo
como militar, fue comandante de armas de la provincia de
Maracaibo, donde combatió contra las fuerzas de la Revo-
lución de las Reformas en 1835. Secretario de Guerra y
Marina en 1837. Por esos años publicó en Caracas en el
periódico La Bandera Nacional una relación sobre las cam-
pañas de la Independencia en las cuales había participa-
74
Rafael Marrón González

do. En 1844 es candidato a la vicepresidencia de la Repú-


blica, y en 1846 a la presidencia, sin éxito en ambos ca-
sos. En 1847 es secretario de Hacienda y Relaciones Exte-
riores. Después se aparta de la vida pública, y solicita de
la Santa Sede en 1848, 1850, 1852 y 1855 la rehabilita-
ción como sacerdote, que le es negada repetidamente.
Entre tanto, desde 1855 con su amigo Ramón Azpurúa se
dedica a recopilar documentos relativos a la historia de
Venezuela, tomando como punto de partida la colección
que 30 años antes habían publicado Cristóbal Mendoza y
Francisco Javier Yanes. En 1862, durante la Guerra Fede-
ral fue nombrado consejero de Estado. Por intercesión del
arzobispo de Caracas, Silvestre Guevara y Lira, que había
viajado a Roma con motivo del Concordato, el papa Pío IX
le concedió a Blanco la rehabilitación, devolviéndole el
pleno carácter sacerdotal. Para ello, abjuró solemne y pú-
blicamente de la masonería en 1863. Los últimos años los
dedicó a su ministerio religioso y a proseguir la compila-
ción de los documentos históricos que, ya muerto él, fue-
ron publicados por disposición de Guzmán Blanco entre
1875 y 1877, en 14 volúmenes, bajo el título Documentos
para la historia de la vida pública del Libertador. Murió en
Caracas, el 18 de marzo de 1872, a los 90 años. Sus res-
tos reposan en el Panteón Nacional desde el 3 de julio de
1896. (Fuente: Enciclopedia Polar, Documentos para la
historia de la vida pública del Libertador y anotaciones del
redactor).

Antes de seguir con Piar, ¿cómo estaban las cosas


en Guayana?

75
Rafael Marrón González

Pero en este punto es de vital importancia detallar los


acontecimientos de la toma de Angostura y de Guayana la
Vieja, para aclarar la dimensión exacta de cada evento
militar en esta codiciada zona. Para los primeros días de
julio de 1817 el almirante Brión se encontraba en Margari-
ta organizando la expedición naval contra Guayana.

La flotilla de Fernando Díaz


Brión, urgido por la premura de Bolívar, decidió enviar
desde Margarita varios buques al mando del capitán de
navío Antonio Díaz, precedido de su hermano Fernando
con tres flecheras con instrucciones de penetrar por el
caño Macareo, recorriendo el Orinoco y bajar luego a en-
contrarse con la escuadra que por el mismo caño debía
remontar, pero al llegar al rió el día 7 se encontró con las
fuerzas realistas al mando del capitán Antonio Albardes
que los derrotó y pasó a cuchillo, salvándose unos pocos
hombres que lograron avisar al comandante Antonio Díaz
de lo ocurrido.

Antonio Díaz venga a su hermano


Antonio Díaz, enterado de la tragedia de su hermano, per-
siguió con otras 3 flecheras al adversario y los interceptó,
el día 8, frente a la isla de Pagayos y los venció, obligán-
dolos a huir hacia Guayana la Vieja donde se refugiaron.
Esta victoria abrió para los patriotas la navegación por el
Orinoco y el almirante Brión pudo remontar con su escua-
dra hasta Casacoima donde le esperaba El Libertador.

76
Rafael Marrón González

Pagayos no es voz guarao ni se conoce su significado en


otro dialecto aborigen, probablemente su etimología pro-
venga del holandés que designa con ese nombre una es-
pecie de remo; es una isla situada al Este de San Rafael
de Curiapo, en la unión del brazo Imataca con el Río
Grande, que no es otra cosa que el cauce principal del
Orinoco, que separa la región montañosa de tierras altas,
del Delta propiamente dicho.

La Torre abandona Angostura


El mismo 8 de julio de 1817 La Torre recibió la noticia de
la derrota en Pagayos, y resolvió abandonar Angostura:
"...Acosados por el hambre y las enfermedades decidieron
(los realistas) evacuar la ciudad y abandonarla a su suer-
te. Cargaron los barcos (22 de guerra y 12 de transporte)
con el material bélico, después de clavar en tierra los ca-
ñones y, además de la tropa (de 2.000 combatientes),
embarcaron 1.800 civiles dispuestos a acompañarles. Con
gran orden desprendió la flotilla el día 18 (de julio) al
amanecer”. Bermúdez y Sedeño ocuparon inmediatamente
la ciudad y procedieron a auxiliar con víveres y carne a los
desgraciados famélicos que subsistieron durante el asedio,
según la leyenda, “comiendo la hierba de entre las pie-
dras”.

Nota: Insisto con respecto al hambre sufrida por los sitia-


dos de Angostura, que supuestamente comían “el cuero
de los baúles”, lo que a todas luces es una exageración,
hay que destacar que el sitio era solamente por tierra, lo
que impedía el suministro de productos agrícolas y carne,

77
Rafael Marrón González

procedentes de las misiones, pero el Orinoco estaba bajo


su custodia, a tal grado que pudieron evacuar la ciudad
por esa vía sin contratiempos, por lo que es de suponer
que podían pescar y consumir proteína animal con abun-
dancia, y, además, tenías lanchas patrullando el Orinoco
hasta Guayana la Vieja pasando por Puerto de Tablas y la
isla de Fajardo, de donde seguramente llevaban víveres,
pues no se explica como pudo sobrevivir tan numeroso
grupo humano, desde el 26 de enero, que comenzó el
sitio, hasta el 18 de julio, cuando La Torre abandona la
ciudad.

La Torre llega a los Castillos de Guayana


“Bajando por ese anchuroso Orinoco, la escuadra se detu-
vo en Guayana la Antigua; pero los patriotas se moviliza-
ban por tierra y agua en su seguimiento... El 2 de agosto
al atardecer, La Torre ordenó el embarque general y el día
3 con el fuego encima, la flota española abandonó la for-
taleza que fue ocupada enseguida por las fuerzas del ge-
neral José Antonio Anzoátegui. Bolívar con su Estado ma-
yor y el general Pedro León Torres, condujo entonces los
batallones Barlovento y Guardia de Honor hacia CABRIÁN,
para reforzar el fuerte y auxiliar la escuadra del Almirante
Brión”.

Un combate reñido y fructífero


“Quizás los barcos españoles no pretendían combatir tanto
como escapar del infiernillo a que estuvieron sometidos.
No obstante, se efectuó el combate. La nave capitana re-
cibió un metrallazo que le mató alguna gente; pero dio
tiempo a los transportes para pasar de largo. Los cañones
78
Rafael Marrón González

se hicieron sentir y los barcos de Brión se prepararon para


acometer el abordaje sin que los barcos españoles trata-
ran de hacer otra cosa que la de buscar las bocas del Ori-
noco sobre el mar. Perseguidos por el almirante, se libra-
ron en el Orinoco y en mar abierto nuevos combates en
Tórtola, Sacupana, Imataca y Boca Grande con muy buen
suceso para las armas de la independencia, pues Brión vio
coronados sus esfuerzos con 14 buques mayores, 73 ca-
ñones, 330 fusiles, 160.000 pesos en oro y plata, de los
cuales pertenecían 100.000 a los padrecitos del Caroní, y
causó 280 muertos, 300 heridos, tomados 1.731 prisione-
ros...”.

La batalla de Cabrián es una de las grandes epope-


yas de nuestra historia
La batalla de CABRIÁN (de la que poco se habla) consoli-
dó el triunfo de San Félix, aseguró para los patriotas la
navegación por el Orinoco y la posesión de Angostura y
los Castillos de Guayana. El 9 de agosto arribó el Brigadier
La Torre a la isla de Granada con los esqueletos de la
emigración de Angostura. El 3 de septiembre de 1817,
Bolívar escribe al gobernador de Trinidad, Sir Ralph Wood-
ford: “Excmo. Señor: Tengo el honor de anunciar a V.E. la
completa libertad de la provincia de Guayana rendida a
nuestras armas desde el 3 del mes pasado. Quedando
como queda abolido el bloqueo del Orinoco, su comercio
está expedito para la Nación Británica, y yo me apresuro a
ponerlo en conocimiento de V.E. a fin de que se sirva co-
municarlo a los súbditos de S.M.B. que quieran frecuentar
nuestros puertos….”.

79
Rafael Marrón González

Volvamos a Piar
El Libertador al enterarse de la huida de Piar publicó una
proclama, el 5 de agosto donde, para contrarrestar el po-
sible peso político de su adversario, hasta descalifica sus
méritos militares: "...Díganlo los campos de Angostura y
San Félix, donde su presencia fue tan nula como la del
último tambor...". Y lanza contra él una condena anatemi-
zante: "...El general Piar ha infringido las leyes, ha conspi-
rado contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha
resistido la fuerza, ha desertado del ejército y ha huido
como un cobarde; así pues él se ha puesto fuera de la ley:
su destrucción es un deber y su destructor un bienhe-
chor...".

Y el 5 de septiembre escribe al padre Blanco


“.. La mayor parte de los dragones que se llamaban de
Piar se han desertado, y, según dicen, es Upata el lugar a
donde van a refugiarse. Tome Vd. sus medidas para
aprehenderlos y remitirlos aquí…”.

Piar comete error tras error


Piar va desesperadamente en busca de Mariño, obviando
que éste también es su enemigo, que no olvida el atenta-
do de Pampatar, y que él había oficiado su desconoci-
miento desde Guayana. Llega a Maturín y al no encontrar-
lo disimula su verdadera situación con el general Andrés
Rojas, afecto a Bolívar, que le permite quedarse. Mariño,
alertado por Diego de Alcalá enviado al efecto por el gene-
ral Rojas, rehúye varias veces la entrevista con Piar, hasta
que al fin se encuentran en Chaguaramal donde, se dice,
80
Rafael Marrón González

Piar le dijo: "Santiago, si tú no te pones a la cabeza de los


negros, esos pícaros se burlan de nosotros", pero Mariño,
blanco y mantuano, se negó a secundarlo e insistió en la
necesidad de prestigiar el "congreso" de Cariaco. Piar le
pide entonces un pasaporte para irse al extranjero, y Ma-
riño se lo niega, pero lo deja en Aragua de Maturín con
una tropa con 80 fusiles al mando del comandante Fran-
cisco Carmona, y marcha a Güiria en busca de refuerzos.
Pero Güiria cae en poder de los realistas y Mariño debe
retirarse a Chacachacare, abandonando el país, lo que lo
salva de un Consejo de Guerra por disidencia, porque Bo-
lívar cuando comisiona al general Sedeño para hacer pre-
so a Piar también le había ordenado apresar a Mariño a
quien considera su cómplice.

Sedeño captura a Piar e informa a Bolívar


El general Sedeño informa a el Libertador: "El 25, a las
ocho de la noche llegué a esta ciudad (Maturín), donde el
general Rojas y el teniente coronel Sánchez me informa-
ron encontrase el general Piar en Aragua de Maturín con
100 infantes... El 27, a las cuatro de la mañana, entré a
Aragua, y sin detenerme en nada me dirigí a la casa don-
de se hallaba el general Piar; luego empezamos a hablar
evitando todo escándalo, pero nada de mis persuasiones
bastaron para evitar que él decidiera abiertamente a morir
antes de venir conmigo, y para ello ordenó al comandante
Carmona que mandaba su piquete de fusileros, se apres-
tase para batirse y se pusiese a la cabeza. Yo entonces
me dirigí a los fusileros y les hice ver que éramos herma-
nos, que defendíamos unas mismas banderas, y que por
consiguiente, no tenían que hacer un tiro; que confiasen
81
Rafael Marrón González

en que yo sólo iba a conciliarlos, a unir los jefes, y que por


esta razón trataba de llevar al general Piar a Maturín. To-
das estas razones, y Carmona que se puso a la cabeza y
los persuadió que no debían hacer contra mí armas, hicie-
ron que los fusileros no hicieran movimiento alguno; a
pesar de todo esto, el obstinado hizo algunas tentativas al
frente de la tropa, por lo que me fue preciso valerme de la
fuerza y llevarlo como un reo, a montarlo a caballo".

El comandante Carmona
Nació en Cumaná, estado Sucre, Francisco Carmona, en
1790. Hijo de Francisco Carmona, de nacionalidad españo-
la, y de María Lara, cumanesa. Hizo las campañas de
1813-1814 al lado del general Santiago Mariño, destacán-
dose entre otras, la expedición de Chacachacare en 1813;
también participó en El Salado, Los Magüeyes, Urica y Ma-
turín. Hasta 1817, estuvo con José Tadeo Monagas en la
región de los llanos. En 1817, siendo comandante de ca-
ballería, mandaba la guardia del general Manuel Piar y
participó con éste en la Batalla de San Félix. Cuando Piar
fue arrestado por Manuel Sedeño, en Aragua de Maturín,
Carmona mandaba la guardia personal del general Piar y
en esa ocasión se negó a obedecer la orden de Piar de
evitar su arresto enfrentando las fuerzas de Sedeño, reco-
nociendo la legítima autoridad del Jefe Supremo. Por esta
acción muchos piaristas lo acusan de haber traicionado a
Piar. En 1818 combatió a las órdenes del general José
Francisco Bermúdez; luego acompañó a Bolívar en la
campaña de Apure en 1819. Estuvo en la batalla de las
Queseras del Medio con José Antonio Páez el 2 de abril de

82
Rafael Marrón González

1819 con el grado de coronel. Para el año de 1820, se


encuentra en la Nueva Granada combatiendo a los faccio-
sos de Ocaña y Santa Marta. Regresa a Venezuela en
1824 con el grado de general de brigada y en 1826 acom-
paña a Páez en los primeros momentos de La Cosiata.
Vuelve a la Nueva Granada y permanece allí por varios
años, aun después de disuelta la Gran Colombia. Durante
la guerra civil de 1839-1841 en ese país dirige el ejército
revolucionario de la costa norte y es derrotado por el ge-
neral Tomás Cipriano de Mosquera en la batalla de Tescua
el 1º de abril de 1841. En 1843, está de nuevo en Vene-
zuela y contrae matrimonio, en segundas nupcias, con
Francisca Rivero. Combate al general Páez en 1848, pero
un año más tarde se le une, por lo que fue desterrado,
yendo a residenciarse en la Ciénaga de Santa Marta, Co-
lombia, donde murió asesinado en 1853 a los 63 años.

Bolívar acusa recibo del prisionero Manuel Piar con carta a


Sedeño fechada el 3 de octubre, donde le insiste: "...La
aprehensión del general Mariño es tan importante como
V.S. lo conoce; pues mientras haya un solo jefe disidente,
tendrá partidarios, habrá facciosos y la República y los
buenos ciudadanos padecerán; empéñese, pues, V.S. y
desvélese por la captura de Mariño, que creo logrará V.S.
por los medios que ha tomado; y si estos se frustran, por
cuantos le dicte su valor, el interés de la causa pública, la
tranquilidad general, su amor y obediencia al gobierno y a
la conservación de la República".

Piar llega a Angostura ¿ignorante de su calvario?

83
Rafael Marrón González

La comisión con el prisionero entró a Angostura el 2 de


octubre en la noche. El día 3, el Libertador ordenó a Car-
los Soublette, como Jefe del Estado mayor, que le instru-
yera un proceso por: "los crímenes de insurrección a la
autoridad suprema, de conspirador contra el orden y la
tranquilidad públicos, de sedicioso y últimamente de de-
sertor". En esta misma orden se nombraba al capitán José
Ignacio Pulido como secretario del Consejo de Guerra de
Oficiales, y se anexaban trece documentos incriminatorios.

Bolívar informa a Bermúdez de la prisión de Piar


El 4 de octubre Bolívar le escribe a Bermúdez: "...he en-
contrado muy conveniente para el servicio y urgente para
la seguridad del gobierno, que Ud. marche a Maturín, y
que volando se encargue del mando de la Provincia de
Cumaná, en donde acabará de conjurar los elementos de
sedición y de guerra civil, obras como Ud. sabe del gene-
ral Piar. Desde que éste llegó a ésta, fue sometido a la
autoridad competente y se le abrió su causa que senten-
ciará el consejo de guerra, conforme a las leyes vigentes .
Piar debió haberse sometido, sin seguir armado, cuando
vio de bulto que el país, ni el ejército seguían el crimen.
Habría, tal vez, ameritado el perdón pacífico del gobierno;
le seguiría el general Mariño, y quedando así sofocada la
sedición, acaso hubiera caído un velo sobre todo. Mi de-
seo particular, privado, es ahora que el consejo pueda
conciliar el rigor de la ley y el crédito del gobierno con los
merecimientos del reo. Escogeré para el consejo de gue-
rra, de entre los oficiales generales con las cualidades que
quiere la ley, aquellos que yo sepa que no tienen motivos
de resentimientos con Piar. Brión, su paisano y su más
84
Rafael Marrón González

íntimo amigo, será el presidente y en los demás vocales se


encontrarán criaturas de aquel. "Ojalá que si el Consejo
aplica la pena mayor, me abra camino claro para la con-
mutación; y que el ejército o los cuerpos más cercanos y
de la capital, por sus órganos naturales, la pidan, sin se-
pararse de la disciplina. Entonces la responsabilidad del
perdón, si éste fuera indiscreto, lo compartiremos los que
estamos levantando y sosteniendo el edificio de la repúbli-
ca". Sofocada la sedición, sometidos o castigados de algu-
na manera los culpables, la vindicta pública estará satisfe-
cha; se vigorizan la disciplina y obediencia del ejército;
nuestros enemigos del extranjero no tacharán nuestra
obra de falta de autoridad; y los malvados godos, se en-
contrarán sin base para calumniarnos; no dirán que somos
una horda de vagabundos". Fue tan contundente la deci-
sión del Consejo de Guerra que no dejó opción para con-
mutar la pena, y que se sepa ninguna solicitud de clemen-
cia fue elevada por la oficialidad a la instancia de Bolívar.

Una decisión justa


En el ínterin, Bolívar – que era un torbellino de actividad
gubernamental para consolidar esta República que consi-
deraba definitiva - decreta el 10 de octubre de 1817 “La
Ley de Repartición de Bienes Nacionales entre los militares
del Ejército Republicano, considerando que el primer de-
ber del Gobierno es recompensar los servicios de los vir-
tuosos defensores de la República, que sacrificando gene-
rosamente sus vidas y propiedades por la libertad y felici-
dad de la patria, han sostenido y sostienen la desastrosa
guerra de la Independencia, sin que ni ellos ni sus familia-
res tengan los medios de subsistencia; y considerando que
85
Rafael Marrón González

existen en el territorio ocupado por las armas de la Repú-


blica, y en el que vamos a libertar, poseído hoy por los
enemigos, multitud de propiedades de españoles y ameri-
canos realistas, que conforme al decreto y reglamento
publicado en 3 de setiembre del presente año, deben se-
cuestrarse y confiscarse, he venido en decretar y decreto
lo siguiente: Artículo 1º Todos los bienes raíces e inmue-
bles, que con arreglo al citado decreto y reglamento, se
han secuestrado y confiscado, o deben secuestrarse y
confiscarse, y no se hayan enajenado ni puedan enajenar-
se a beneficio del erario nacional, serán repartidos y adju-
dicados a los generales, jefes, oficiales y soldados de la
República, en los términos que abajo se expresarán. Ar-
tículo 2º Siendo los grados obtenidos en la campaña una
prueba incontestable de los diferentes servicios hechos
por cada uno de los individuos del ejército, la repartición
de las propiedades, de que habla el Artículo antecedente,
se hará con arreglo a ellos, a saber:

Al General en jefe 25.000 pesos

Al General de División 20.000 "

Al General de Brigada 15.000 "

Al Coronel 10.000 "

Al Teniente-Coronel 9.000 "

Al mayor 8.000 "

86
Rafael Marrón González

Al Capitán 6.000 "

Al Teniente 4.000 "

Al Subteniente 3.000 "

Al Sargento primero y se-


1.000 "
gundo

Al Cabo primero y segun-


700 "
do

Y al Soldado 500 "

Artículo 3º Los oficiales, sargentos, cabos y soldados que


obtuvieren ascensos posteriores a la repartición, tendrán
derecho para reclamar el déficit que haya entre la canti-
dad que recibieron cuando ejercían el empleo anterior y la
que les corresponde por el que últimamente se les hubiere
conferido y ejerzan al tiempo de la última repartición. Ar-
tículo 4º Si hecho el cómputo del valor de las propiedades
partibles, no alcanzare éste a cubrir todas las partes, el
Gobierno ofrece suplir la falta con cualesquiera otros bie-
nes nacionales y principalmente con las concesiones de
terrenos baldíos. Artículo 5º Si antes o después de repar-
tidas las propiedades, el Gobierno tuviere a bien premiar
el valor, servicio o acción muy distinguida de un militar,
podrá hacerlo cediéndole cualquiera de dichas propieda-
des, sin que en este caso esté obligado a consultar la gra-
duación del agraciado ni la cantidad que se le concede.
Artículo 6º En el caso de que un militar haya merecido y

87
Rafael Marrón González

alcanzado la gracia de que habla el Artículo precedente,


no tendrá éste derecho a reclamar la parte que le asigna
el Articulo 2º, si el valor de la propiedad que se le haya
cedido es mayor del que se le señala a su grado. Artículo
7º Cuando las propiedades partibles sean de un valor más
considerable que las cantidades asignadas a los diferentes
grados, el Gobierno cuidará de que las particiones se ha-
gan del modo más conforme a los intereses de todos, para
lo cual podrán acomunarse o acompañarse muchos, y so-
licitar se les conceda tal finca. Artículo 8º La repartición se
hará por una comisión especial, que se nombrará oportu-
namente, y que se sujetará para ello al reglamento que al
intento se publicará. Artículo 9º El Gobierno se reserva la
inmediata dirección de esta comisión. Publíquese, comuní-
quese a quienes corresponda y diríjase copia al Estado
mayor para que se inserte en la orden del día, que se hará
circular por todas las divisiones y cuerpos de ejército de la
República para su satisfacción. Dado, firmado de mi mano,
sellado con el sello provisional de la República y refrenda-
do por el infrascrito secretario del gobierno supremo en el
cuartel general de Santo Tomás de la Nueva Guayana, a
10 de octubre de 1817.- 7º.”.

Con este decreto Bolívar hace justicia a un ejército que


llevaba casi un año pasando privaciones y a una oficialidad
superior que lo había perdido todo en la guerra. Además
del beneficio pecuniario, a los altos jefes se les premió con
haciendas como a Sucre a quien se dio un fundo en Upata
o a Sedeño y Pedro Hernández, ambos beneficiados con
propiedades agropecuarias pertenecientes a los realistas.

88
Rafael Marrón González

Algunos pretenden ver en este decreto una especie de


soborno para que el ejército permitiera el sacrificio de Piar
o de recompensa por haber servido de testigos falsos. Sin
embargo, hay que analizar todas las acciones políticas y
administrativas que tomó Bolívar, a partir del triunfo de
Cabrián, para cambiar la perspectiva del ejército sobre
una guerra que llevaba ya cinco años para el momento sin
otra recompensa que la ilusión de Patria. La causa de Piar
era una más de las múltiples preocupaciones del Jefe Su-
premo, que había vencido la conspiración interna de Ca-
riaco conjuntamente con la derrota definitiva de los espa-
ñoles en Guayana y planificaba la toma de Caracas. No
existe evidencia histórica que pruebe la supuesta superio-
ridad militar de Piar sobre Bolívar, lo que originaría celos,
ni tampoco que Piar pusiera en peligro su jefatura supre-
ma. Piar era un hombre en desgracia en uno de los mo-
mentos más difíciles de la guerra, en los cuales era im-
prescindible la unidad de mando.

Fernando Galindo el noble defensor


El día 8 se le informó a Piar de su sometimiento a juicio y
de la necesidad de que nombrara defensor y eligió al te-
niente coronel Fernando Galindo, a quien había propinado
un planazo por una nimiedad, "...por ser su enemigo y
amigo de Bolívar...", pero que a pesar de todo eso tuvo la
hidalguía de realizar una brillante defensa, que culminó
con esta exhortación: ¨Contemple V.E. y V.S.S., señores
Ministros del Consejo, que éste es el mismo General Piar
que tantas veces ha dado la vida a la República, que ha
roto las cadenas de tantos venezolanos y que ha libertado
89
Rafael Marrón González

Provincias: que su espada es más temible a los españoles


que lo que les es la de Napoleón; y que a su presencia
han temblado todos los tiranos de Venezuela; que sus tra-
bajos y persecuciones serán un triunfo para nuestros ver-
dugos, y los complacerán más que diez batallas; que la
República parece que debe ser generosa con uno de sus
más ínclitos hijos, pues la clemencia bien aplicada es el
mayor bien del universo; que se considere su decaída sa-
lud, su delicada naturaleza, sus sufrimientos, su edad, el
oprobio que ha padecido, su conocido arrepentimiento y
las aflicciones que ahogan su alma; que se le dispense a
su calor; que no se sea tan fiero con un libertador de Ve-
nezuela, y que se recuerde que se creyó dañado y se
desahogó con sus quejas, pero sin la intención de hacer
mal…¨.

Una carta de Piar, de su puño y letra


El día después de su detención, Piar escribe al general
Santiago Mariño: “Maturín, 28 de septiembre, de 1817-7º.
Estimado General: Un acontecimiento que no esperaba me
puso en manos del Gral. Sedeño, quien autorizado por el
Gefe Supremo de la República se presentó en Aragua el
27 del corriente a las tres de la mañana, su objeto era
conducirme a la Provincia de Guayana para tener una en-
trevista con el Gefe Supremo y la reconziliasión con sus
amigos; yo mi querido amigo me hubiera defendido con
las tropas que mandaba, ella contaba con 80 fusiles y el
Gral. Sedeño solo trahía 40 hombres de caballo, pero la
traición que hiso a mi confianza el Comandante Carmona
cortó mi resolución, acontesimiento que miro precursor de

90
Rafael Marrón González

la Republica, de la estinsión de los tiranos y de la livertad


del Estado. Quando yo quise disponer de las tropas contra
los que militaban a la sombra del Pabellón de la Republica
el Comandante Carmona los hiso desfilar y se formó apo-
llando la caballería, lo que sirvió de señal para declararme
prisionero. Este acontesimiento mi apreciable amigo os
deve servir de escuela para conocer el resultado de los
partidos entre individuos que se hallan cubiertos de un
mismo cielo, que siguen una misma causa, y hacen unos
mismos sacrificios: en los momentos en que se divide un
Pueblo, y aparecen mandando los Gefes la sociedad ya no
hay seguridad, y el que se cree mas apoyado es el prime-
ro que se sacrifica: Estas son las sircunstancias en que
nos hallamos y es nesesario, y de una nesesidad absoluta
que mande un hombre solo a Venezuela ¿y quien debe
ser? Naturalmente está llamado al mando Supremo del
Estado el General Bolivar, no hay una circunstancia que no
apoye esta verdad; pues si es innegable este principio,
unamonos compañero y amigo con el Gral. Bolívar que es
el Gefe que más desea esta satisfacción que tantos bienes
trahe a la Republica. Yo por mi parte he resuelto en mi
corazón no militar vaxo otras banderas que aquellas que
manda el Gefe Supremo, pues he conocido mi error, y el
sacrificio que hiba a haser de la republica por un motivo
que no tenía de legal que los resentimientos de mi cora-
zón; no os puedo desir mas para animaros adoptar el par-
tido de la unidad en la Republica pues de este modo parti-
ciparemos de la gloria que conseguirán todos los que con-
tribuyen a la livertad general de la Republica. Yo hablo
con livertad, y solo manifiesto los sentimientos de mi co-
razón, creeme tu eres el segundo de la Republica y quan-
91
Rafael Marrón González

do el Gral Bolivar se separe de estas Provincias; yo debo


allarme a tu lado, y todas estas circunstancias reunidas
me hasen hablar con esta franquesa. Quando fui sorpren-
dido crehí haber cahido en manos de mis enemigos, pero
cuanto se engaña el corazón del hombre; yo herido, trata-
do con toda la dignidad de mi carácter y una porción de
amigos, han derramado sobre mi alma la confianza, el
consuelo, y la esperanza, todo lo que encontré en Maturín,
son documentos de unidad, de amistad, y de concordia,
no te engañes, creeme. Piar”. (Sic).

Esta carta fue publicada por Asdrúbal González en su libro


"Manuel Piar" y el original se encuentra en exposición
permanente en el Salón de lecturas del archivo de la Aca-
demia Nacional de la Historia, Caracas. Es importante des-
tacar que el castellano no era el idioma materno del gene-
ral Piar, sino el neerlandés o el papiamento (mezcla de
español, portugués, inglés y lenguas africanas), y por lo
tanto lo manejaba deficientemente, de allí la manera co-
mo confunde la ortografía. Su manera de hablar debió
tener esa forma característica de los anglosajones al ex-
presarse en castellano.
En esta carta, que no conoció el Consejo de Guerra, Piar
confiesa su disposición de hacer armas contra la comisión
que lo fue a buscar a Aragua de Maturín y acusa de trai-
ción a Carmona por haberse negado a disparar contra los
hombres de Sedeño, sus propios compañeros de armas.
Pero también reconoce su resentimiento, que se creyó
apoyado en sus propósitos y que sus erradas acciones le
iban a causar un grave daño a la república. Sus manifes-

92
Rafael Marrón González

taciones de arrepentimiento y de acogerse bajo las bande-


ras del Jefe Supremo hechas a Mariño, otro sedicioso, son
incomprensibles, salvo que pensara que esa carta iba a
caer en manos de Bolívar.

Piar fue condenado por un Consejo de Guerra de oficiales


superiores previa evacuación de los testimonios de testi-
gos que lo confrontaron cara a cara, ante quienes alegó
locura momentánea, tuvo una brillante defensa pero ba-
sada, no en su inocencia sino apelando a la conmiseración
por sus servicios a la patria. Lo que siempre le fue recono-
cido aun por el Fiscal, y fue fusilado a plena luz del día
ante las tropas formadas para la ocasión, no se procedió
en la oscuridad ni se le asesinó en una emboscada legule-
ya, como se pretende hacer ver. Desobedeció órdenes
expresas de su superior militar, desertó para evadir una
citación ante el Jefe Supremo, intentó capitalizar el resen-
timiento de los humildes oficiales pardos contra Bolívar y
los oficiales procedentes de familias mantuanas y trato de
hacer armas contra sus compañeros. Y sufrió el castigo
por sus torpezas.

El juicio

La primera denuncia seria contra Piar


Piar, cuya conducta lo llevaban a excesos de violencia con
sus subalternos, aunque una vez descargada la ira, solía
reconciliarse con el agraviado, obviando las consecuencias

93
Rafael Marrón González

del agravio, tuvo un enemigo poderoso, por esa causa,


que lo llevó a la ruina. Todo comenzó en la asamblea de
oficiales celebrada en la iglesia de Pueblo Nuevo el 25 de
diciembre de 1816, antes de llegar Piar y su ejército al río
Caura, convocada con el objeto de discutir lo concerniente
a la marcha sobre Angostura; allí el médico Juan Francisco
Sánchez, que se había incorporado a las fuerzas de Piar
en Carúpano en junio de 1816, y ocupaba el cargo de
Comisario, se opuso firmemente a los planes de Piar y se
licenció de su ejército para el de Arismendi, acompañado
de los coroneles Alcántara, Rivas, Vélez y Borrás. Las cau-
sas de este disgusto que separó a cinco oficiales de alto
rango de su comando no son conocidas, pero dado el ca-
rácter violento de Piar es fácil suponerlas, sobre todo con
los recientes antecedentes de Monagas y Mac Gregor en el
Juncal de Barcelona. En junio de 1817 se encontraba Sán-
chez en Angostura con el grado de comandante y jefe del
Estado mayor Divisionario al servicio directo de Bolívar. El
20 de julio escribió a Bolívar por primera vez informándole
de la conducta de Piar. Ya Bolívar había recibido una carta
de Arismendi alertándolo también sobre las veleidades
conspirativas de Piar:

Primera carta de Sánchez a Bolívar


“Guayana y julio 20 de 1817. Mi amado General: En el
instante que llegué a esta ciudad tuve la fortuna de en-
contrarme con el señor Piar; este General, después de
haberme hecho las más sinceras demostraciones de amis-
tad me habló de este modo : “Yo he sido elevado a Gene-
ral en Jefe por mi espada y por mi fortuna, pero soy mula-
to y no debo gobernar la República: no obstante, yo he
94
Rafael Marrón González

penetrado el gran misterio de la administración actual, y


he jurado a mi honor restituirle la libertad a tanto inocente
que está derramando su sangre por encadenarse más y
más en una esclavitud vergonzosa; me voy a Maturín, y al
fin del mundo si es necesario, a ponerme á la cabeza de
los que no tienen otro apoyo que sus propias fuerzas, es-
toy seguro que haciendo resonar por todas partes la justi-
cia de mis sentimientos y la necesidad en que nos ponen
de tomar las armas cuatro mantuanos, por la ambición de
mandarlo todo, y de privarnos de los derechos más santos
y naturales, no quedará un solo hombre que no se presen-
te á defender tan digna causa. Mariño, cuyas ideas libera-
les son bien conocidas, me hará algunas reconvenciones,
pero él se unirá de muy buena fe, por estar de acuerdo
con mis sentimientos. Sánchez, ha llegado la época de
que seamos libres, manténgase U. como filósofo, siendo
indiferente a tanto crimen, y guarde U. una fiel corres-
pondencia conmigo por medio de Olivares; yo soy su ami-
go, y nuestra triste condición (de pardos) nos liga de tal
modo que debemos de ser uno en ideas, y en sacrificios;
en fin, ellos o nosotros solos debemos existir”. De este
modo concluye su discurso esta serpiente de la República.
Mis contestaciones no repugnaron sus principios, con el
objeto de sondear más y más aquel corazón horroroso
que quiere ver envuelta su patria en la guerra más espan-
tosa que conoce la historia del mundo. Mi General, V. E.
me conoce, y sabe cuánto ha costado siempre a mi cora-
zón hacer acusaciones contra los hombres de la Repúbli-
ca; pero mi patria, que es para mí lo más santo, me haría
sacrificar a mi propio padre si él fuera enemigo de la cau-
sa pública. En el momento que me separé de ese mons-
95
Rafael Marrón González

truo, me dirigí al General Bermúdez y lo instruí de todo; él


en seguida me refirió lo que sabia, sobre el particular, y
me dijo que ya había escrito a V. E. y esperaba la contes-
tación para obrar. El General Cedeño, a quien me manifes-
té también, está indignado con hombre tan malo, y me ha
dicho que ha escrito a V. E. sobre lo mismo. V. E. esté
seguro que el General Cedeño detesta al señor Piar y
desea se castiguen tantos crímenes, y yo de mi parte re-
cuerdo a V. E. los resultados que hemos temido siempre si
un ambicioso se pone a la cabeza de una inmensidad de
hombres que no conocen la moral, ni el respeto que se
debe a la justicia y a la sociedad; por desgracia la mayor
parte de los que componen los ejércitos de la República
han sido educados por los Boves, los Morales, etc. ¿Y és-
tos estarán conformes con el orden y con la civilización
que debemos establecer? Mi amado General, no se enga-
ñe; V. E. ha estudiado bien el corazón del hombre y cono-
ce sus tendencias, también conoce que hay un germen de
insurrección regado en toda la República, y que si se pre-
senta una mano a darle impulso, la consecuencia será
perder aun la esperanza de la libertad. V. E. siente bien
todo lo que digo. Eche V. una mirada por todos los ejérci-
tos de la República, desde la otra parte del Orinoco hasta
la Provincia de Casanare y contemple si debe o no el Ge-
neral Piar repasar el Orinoco: examine el sistema de
desorganización que quiere establecer y contemple tam-
bién si debe ser castigado con toda la severidad que man-
da la justicia, la República y las circunstancias. Yo creo, mi
buen General que V. E. no puede dejar impune el crimen
del señor Piar sin hacerse responsable a Dios, a la Repú-
blica y a las generaciones futuras. En fin, V. E. tiene de-
96
Rafael Marrón González

masiado juicio, luces y justicia en su corazón, para no ha-


cer lo que más convenga al bien general. En esta ciudad
todos son sus amigos, así por su persona como por ser el
Jefe Supremo del Estado. El General Bermúdez, el General
Cedeño son demasiado justos en su corazón, y no quieren
sino el orden y la justicia; los comandantes y oficiales es-
tán animados de los sentimientos de sus Generales: en
fin, aquí todo es bueno. El Teniente Coronel Olivares ha
correspondido muy bien a la confianza que V. E. ha hecho
siempre de él, y en esta ocasión ha sido muy importante a
la República. Todo lo que digo, como moralmente posible,
puede ser un error, pero todo lo deposito en las manos de
V. E. como en las de un amigo a quien he franqueado mi
corazón. Adiós, mi General, hasta que a la voz pueda im-
poner más a V. E. de mis sentimientos. Tengo de V. E. el
más alto respeto y consideración, y soy de V. E. un eterno
amigo, Juan Francisco Sánchez.

Segunda carta de Sánchez a Bolívar


“Mi amado General: Recibí la carta de V. E. fecha 1º del
corriente (agosto) y por ella quedo instruido de sus inten-
ciones; ya he hablado al General Cedeño de lo imposible
que es por ahora satisfacer la solicitud que hace de los
dos mil caballos, y él ha quedado convencido. Además V.
E. me pide algunos detalles relativos a la conducta de
Piar; yo diré lo que sé, con la ingenuidad que me inspira el
honor, mi patria y V. E. El ciudadano Don Calixto, Capitán
del escuadrón de Honor del General Cedeño llamó al Te-
niente Coronel José Manuel Torres, y le dijo que lo impu-
siera de los disgustos que había entre los Generales, pues
le habían dicho que separaban del ejército al General Piar,
97
Rafael Marrón González

porque era mulato, y añadió otras razones análogas a este


principio; en el momento Torres tocó la dificultad y de-
sengañó a este oficial. En seguida encontró el mismo To-
rres al Coronel Hernández y con él le aconteció lo mismo y
conociendo Torres por estas dos declaraciones que Piar
podía estar tramando alguna revolución, dio parte al Ge-
neral Bermúdez y al General Cedeño, los que al momento
tomaron todas las medidas que demandaban las circuns-
tancias: en efecto, el resultado fue descubrir el gran mal.
Piar había hablado a todos los Comandantes de caballería
y a muchos oficiales subalternos, y éstos no dejaron de
ser sensibles a sus insinuaciones, pero el General Cedeño
movió todos los resortes de la amistad, de la confianza y
de la justicia con lo que apagó este incendio que nos
amenazaba. El General Bermúdez obró también con bas-
tante actividad y energía, y la conducta liberal que presen-
ta está muy de acuerdo con las circunstancias. Por lo que
dejo dicho, conocerá V. E. que los primeros avisos de la
conspiración de Piar se deben a Torres, y además ha he-
cho frente a Piar, así en lo relativo al gobierno que quería
instalar, como en todo lo demás: el General Bermúdez
podrá también informar a V. E. respecto a Torres, pues él
ha sido testigo ocular de su conducta. La venida de V. E.
es muy interesante en este punto, y crea V. E. que su opi-
nión es muy superior, de modo que nada puede hacerla
vacilar. Cuando yo tenga el honor y la satisfacción de ver-
lo, entonces tocará V. E. más de cerca mi corazón. Tengo
de V. E. el más alto respeto y consideración, y soy su más
tierno amigo, Juan Francisco Sánchez”.

98
Rafael Marrón González

Aunque Sánchez sostiene que el Teniente Coronel José


Manuel Torres fue el primero en recibir las insinuaciones
de Piar y en haberlas enfrentado y denunciado, este no
fue citado como testigo de la fiscalía.

Consecuencias de la denuncia de Sánchez


Bolívar, que se encontraba en Casacoima ultimando los
preparativos para la liberación efectiva del Orinoco y Gua-
yana, que se lograrían con la batalla de Cabrián, recibe la
denuncia de Sánchez fechada el 20 de julio de 1817 y ofi-
cia el día 23, al general Bermúdez, como se lo refiere a
Carlos Soublette: “…Con esta fecha libro orden al señor
General Bermúdez para que intime al General Piar que se
presente en este Cuartel General, o lo remita preso con
seguridad, si no obedece a aquella intimación. V. S. pre-
vendrá a los Comandantes del tránsito de Caruachi hasta
esta línea que velen sobre su conducta, e impidan el que
tome otra dirección que no sea ésta”.

Bermúdez le responde
“Julio 26 de 1817. Mí querido General: En este día he re-
cibido sus oficios relativos al temperamento que debía
tomarse contra las negras ideas de Piar. Al momento
mandé decirle con mi Edecán Machado tuviese la bondad
de dispensarme la ida a su casa por mis males, y que se
pasase a la mía para comunicarle asuntos interesantes. Su
respuesta fue la de que vendría en el instante. Cuando le
aguardaba para recibirle, recibí un mensaje con su Edecán
Mina, de que no podía venir por hallarse indispuesto. Cier-
tamente, aquí conocí que él trataba de burlarse, y en con-

99
Rafael Marrón González

secuencia le pasé oficio manifestándole pasase donde V.


E. que así lo prevenía, y entregase los Dragones al señor
General Cedeño; insertándole a éste igualmente otro oficio
para que los recogiese y fuese cumplida la orden de U. La
contestación fue que estaba bien, y en el momento trató
de pasar bestias en varias canoas, las cuales hice venir al
puerto por medio de algunos tiros de mosquete, como
también diez de ellas que ya estaban del otro lado. Esta
operación me puso en el caso de proceder con energía,
abandonando toda consideración, y dispuse que 25 hom-
bres, con un buen oficial, escoltasen la persona de Piar en
su casa, e intimarle por medio de mi edecán prisión de
orden de U. para remitírselo. Esto no tuvo efecto, porque
cuando la tropa llegó a mi casa fui informado que Piar no
existía en su posada y que se ignoraba su destino, y así
fue retirada a su cuartel. Con todo, para que él no se ría
de la autoridad y sepa respetarla, he dado orden para su
aprehensión en todos los puntos por donde pueda salir de
esta ciudad; he arrestado a Gabino y su edecán Mina y
Melean, y sin duda lo será él también y remitido, sí, como
creo, está oculto en alguna casa. No tema U. nada, Gene-
ral. La libertad de la República es preferible al disimulo
pernicioso que pueda hacérsele a este hombre perverso y
a los que traten de imitarlo. Justicia, y el orden sucederá a
ella con los que combatimos por el bien de nuestros paí-
ses y destrucción de los inicuos. Es siempre de U., su
afectísimo invariable amigo, Q. B. S. M. José Francisco
Bermúdez”.

Juan Francisco Sánchez

100
Rafael Marrón González

Nacido en Caracas en fecha desconocida y fallecido en El


Morichal, antiguo poblado al que pertenecía la actual casa
de San Isidro, en Ciudad Bolívar, el 5 de febrero de 1820,
en la casa de su amigo íntimo José Manuel Olivares, fue
Coronel y cirujano del ejército patriota. Pardo, de origen
humilde, logró obtener los conocimientos médicos necesa-
rios para actuar con diligencia en el socorro de enfermos y
heridos; y aunque no existe registro de su formación aca-
démica, su pericia y habilidad como cirujano fueron muy
apreciadas por las fuerzas independentistas. A principios
de 1815, en el año más triste de la república, decidió re-
unirse a los realistas acogiéndose a la amnistía decretada
por el general Pablo Morillo; acompañó a las tropas espa-
ñolas por el oriente del país con los cargos de ayudante
del coronel Rafael López, quien atentara contra Bolívar en
el Rincón de los Toros; secretario y médico del brigadier
Juan Bautista Pardo y cirujano de las tropas del coronel
Salvador Gorrín en la isla de Margarita. El 9 de marzo de
1816 se incorporó de nuevo a las filas patriotas que com-
batían en la isla de Margarita y el 25 de mayo de ese año
se embarcó junto al Libertador con rumbo a Carúpano, de
allí continuó con el ejército comandado por el general Ma-
nuel Piar. Sánchez fue ascendido a teniente coronel el 23
de octubre de 1816. En la asamblea de oficiales celebrada
en la iglesia de Pueblo Nuevo el 25 de diciembre de ese
año, Sánchez se opuso firmemente a los planes del gene-
ral Piar de marchar sobre Angostura y se marchó con li-
cencia para incorporarse al ejército de Arismendi acompa-
ñado de los coroneles Alcántara, Rivas, Vélez y Borrás.
Desde este momento abandona el ejercicio de la medicina
y se incorpora plenamente al ejército. El Correo del Orino-
101
Rafael Marrón González

co en su nota necrológica del 3 de junio de 1820 escribe:


“En días pasados murió en esta ciudad el Coronel José F.
Sánchez, y su muerte fue llorada por cuantos lo conocían
o habían oído hablar de sus virtudes y de su patriotismo.
Su primera profesión fue la Cirugía: y aunque en el estado
en que se hallaba la educación pública bajo el Gobierno
colonial, casi carecía de cuanto hubiese podido formarlo
Cirujano, sin embargo sus vigilias, y su atención y fre-
cuencia en los hospitales, que podían llamarse su man-
sión, lo hicieron capaz de prestar alivios eficaces a la hu-
manidad doliente y de distinguirse entre los de aquella
profesión. En ella hizo servicios muy señalados a su patria;
más como la inacción al momento del combate no corres-
pondiese a sus vehementes deseos de cooperar a la causa
común, veíasele de ordinario mezclarse en la pelea y vió-
lele por fin tomar servicio en la milicia activa y avanzar por
grados hasta el de coronel. Distinguióse en la disciplina, y
casi siempre que estuvo al frente del enemigo; más la
muerte ha cortado la carrera de este joven benemérito y
ya no nos queda de él más que la memoria de sus virtu-
des. La conservaremos y las presentaremos siempre a la
imitación de nuestros ciudadanos”. Incluidas en este epi-
tafio se encuentras las siguientes líneas de Bolívar: “Este
hombre parece que tenía un encanto para mí: su celo por
la patria, la rectitud de sus principios, su desprendimiento
y sus inestimables servicios en la guerra lo habían coloca-
do en el más alto rango entre los beneméritos de Vene-
zuela. Así hemos hecho una pérdida irreparable: la huma-
nidad un protector por sus talentos y filantropías; la patria
un defensor intrépido y generoso; y yo un amigo fiel y el
más digno de mis lágrimas”.
102
Rafael Marrón González

Un enemigo de cuidado para Piar


En junio de 1817 Sánchez se encontraba en Angostura
con el grado de comandante y jefe del Estado mayor Divi-
sionario, aquí recibió la comisión del Libertador de integrar
la tropa encargada de detener al general Piar, bajo las
órdenes del general Manuel Sedeño, y es él quien lo con-
duce prisionero a Angostura con “una pistola en los riño-
nes”. En el juicio seguido al general Piar pesaron mucho
los testimonios presentados por Sánchez, se leyeron dos
cartas que éste dirigiera a Bolívar acusando a Piar de sedi-
cioso, conspirador y traidor a la causa de la República. El
16 de octubre de 1817, día del fusilamiento de Piar, Sán-
chez fue ascendido a coronel, tal vez no fue la fecha indi-
cada por las suspicacias que pudiera levantar.

II

Oficio de Bolívar para Luís Brión


Al Excmo. Almirante de las fuerzas navales de la Repúbli-
ca.
Excmo. señor: Para juzgar al señor General Piar acusado
de diversos delitos, debe reunirse un Consejo de guerra,
con arreglo a los reglamentos vigentes y publicados en el
ejército; y como en virtud de ellos me corresponde el
nombramiento de los vocales que deben componerlo, ha-
llándose ya sustanciado el proceso, y en estado de llevar-
se al Consejo para su decisión, tengo a bien nombrar a
V.E. Presidente de él, y a los señores Generales de Briga-
da Pedro León Torres y José Anzoátegui, Coroneles José
Ucrós y José María Carreño y Tenientes Coroneles Judas
103
Rafael Marrón González

Tadeo Piñango y Francisco Conde, vocales. El señor Gene-


ral Carlos Soublette ejerce las funciones de Fiscal de la
causa, y el Teniente Coronel Fernando Galindo las de de-
fensor. Luego que el Fiscal participe a V.E. que puede re-
unirse el Consejo lo convocará V. E., señalando el lugar
donde debe celebrarse la sesión. Dios guarde a US. Mu-
chos años. Angostura, octubre 14 de 1817.- 7º.
Pero, ¿quiénes eran estos personajes que designó Bolívar
para juzgar a Piar y cuál fue su actuación durante la gue-
rra de la Independencia? Como veremos en algunas bio-
grafías sucintas, los que lograron sobrevivir a la guerra,
por humilde que hubiera sido su condición, fueron perso-
nalidades destacadas en el acontecer militar y político de
Venezuela, a cuya vida republicana prestaron eminentes
servicios. Es imposible admitir, luego de estudiar la hoja
de vida de cada uno de estos ilustres venezolanos, que se
hubieran vendido por grados o privilegios para sacrificar
criminalmente a un hombre de tanta valía militar como
Manuel Piar, a quien muchos de ellos debían sus ascensos
y la República su primer territorio libre consolidado:

Luís Brión
Philippus Ludovicus Brión de Troix, Luís Brión, héroe de la
Independencia, primer financista de la gesta, y uno de sus
Generales en Jefe (primer Almirante de las fuerzas navales
colombianas), nació el 6 de julio de 1782, y murió el 27 de
septiembre de 1821, en Curazao; de quien dijera Bolívar
"que era un hijo que le había nacido a Venezuela en Cura-
zao", miembro de la Orden de los Libertadores, descansa
en el Panteón Nacional desde el 10 de abril de 1882. Fue

104
Rafael Marrón González

el vencedor de Miguel De La Torre en la batalla de Ca-


brián, en el hoy estado Delta Amacuro.

Pedro León Torres


En la Batalla de San Félix, el 11 de abril de 1817, se con-
sagra como héroe Pedro León Torres, nacido en el caserío
de Arenales, cerca de Carora, Estado Lara, entre 1788 y
1790, que abrazó a los 20 años la causa patriótica en el
ejército del marqués Francisco Rodríguez del Toro en su
ataque a Coro en 1810. Derrotado el marqués, Pedro León
quedó en Carora y fue apresado en marzo de 1812 en
Siquisique, y enviado a Puerto Rico, por su propio her-
mano el capitán José Manuel Torres, al servicio de los rea-
listas, lo que da una idea de la división entre venezolanos
que significó la Guerra de Independencia, sobre todo en
sus primeros años, hasta diciembre de 1814. El Goberna-
dor de Puerto Rico, Francisco Mijares, indulta a los prisio-
neros y Pedro León Torres regresa a Carora donde recibe
a Simón Bolívar que en 1813 invadía a Venezuela desde la
Nueva Granada, y junto a tres de sus hermanos, Bruno,
Francisco y Miguel, sirve bajo las ordenes del Libertador,
participando en muchos de los combates de esa época,
hasta el desastre de la Puerta el 15 de junio de 1814. Se
une, entonces, a Rafael Urdaneta, que inicia la retirada
hacia la Nueva Granada, y en Trujillo recibe el mando de
un batallón, su primera responsabilidad militar efectiva, y
participa activamente en la toma de Bogotá, en diciembre
de 1814, en las operaciones del Magdalena y en los suce-
sos de Cartagena. Ocupada la Nueva Granada y Venezuela
por Pablo Morillo, Pedro León Torres se refugia en las An-

105
Rafael Marrón González

tillas y en 1815 forma parte de las operaciones que ade-


lanta Bolívar para la Expedición de Los Cayos. Ya es Te-
niente Coronel y manda el batallón Caracas, con el que
combate en la batalla de Los Aguacates, el 14 de julio de
1816. Fracasada la Expedición de Los Cayos, Pedro León
Torres se incorpora a la columna que bajo el mando del
general Gregor Mac Gregor, lleva a cabo el heroico replie-
gue hacia Oriente, conocido en la historia como “Retirada
de Los Seiscientos”, que se convirtió en una marcha de
combates y triunfos, desde Choroní, Estado Aragua, hacia
al interior de Venezuela, por Maracay y Villa de Cura, a
través de 840 kilómetros plagados de enemigos, hacia los
Llanos, para unirse a los patriotas. Rota las relaciones en-
tre el general Piar y el general Mac Gregor, luego de la
batalla del juncal, Pedro León Torres integra el ejército de
Piar que inicia la Campaña de Guayana que culmina con el
triunfo de San Félix y con la vida de Piar, tocándole a Pe-
dro León Torres, a pesar de deberle sus preseas de gene-
ral, formar parte del jurado, presidido por Luís Brión, que
lo condenaría a muerte con degradación, el 15 de octubre
de 1817. En 1818 acompaña a Bolívar, en la fallida Cam-
paña del Centro, y es enviado con una compañía de gra-
naderos y terminantes instrucciones para Zaraza de no
presentar batalla hasta tanto no estuvieran reunidas todas
las fuerzas de la campaña. Sin embargo Zaraza no obede-
ció la orden y le presentó batalla al brigadier La Torre en
el sitio de la Hogaza, (Estado Guárico) el 2 de diciembre
de 1817 La iniciativa del ataque la tomó Zaraza pero la
respuesta de la Torre fue devastadora, 1.200 muertos y
300 heridos costó a la República este nuevo acto de insu-
bordinación. Pedro León Torres a duras penas pudo salvar
106
Rafael Marrón González

500 hombres. Bolívar tuvo que regresar a Angostura, allí,


desbaratado su proyecto de avanzar hacia Caracas, deci-
dió unirse al ejército de Páez para enfrentar a Morillo que
se había hecho fuerte entre San Fernando y Calabozo.
Pedro León Torres se queda en Apure y en 1819, bajo las
órdenes de Páez, recibe la responsabilidad de proteger la
retaguardia mientras el ejército Libertador emprendía la
exitosa Campaña de la Nueva Granada. Al regresar Bolívar
a Angostura incluye a Pedro León Torres en la división
comandada por Manuel Valdés que emprendería en 1820
la Campaña del Cauca (río de Colombia) para enfrentar al
jefe realista Sebastián de la Calzada que se había hecho
fuerte en Popayán (Colombia). Bolívar decide, entonces,
tomar el mando directo del ejército del Sur con el que se
librarán los inmortales combates de Bomboná, Pichincha,
Junín y Ayacucho, y Pedro León Torres solo tuvo vida para
acompañarlo hasta el 7 de abril de 1822 en la Batalla de
Bomboná, pueblo de Colombia en el Departamento de
Nariño, contra el jefe realista Basilio García. En esta ac-
ción, Bolívar ordena al general Manuel Valdés que atacara
el flanco derecho del enemigo por un sendero escarpado
en la ladera del volcán Galeras, y a Pedro León Torres que
se colocara en la colina dominante para atacar de frente
con sus dos batallones de infantería y los dos de caballe-
ría. Y a las 3:30 de la tarde cargó Pedro León Torres con-
tra el centro del ejército realista, pero fue rechazado heri-
do de gravedad y con cuantiosas pérdidas, para fallecer
cuatro meses después, el 22 de agosto de 1822, en Ya-
cuanquer, Colombia. Fue la única vez que recibió una he-
rida en combate. Pero Valdés si pudo cumplir con su co-
metido al tomar las alturas de la derecha contraria envol-
107
Rafael Marrón González

viendo el enemigo que escapó amparado por la oscuridad


de la noche. Bolívar victorioso, aunque con su ejército se-
veramente mermado, ascendió a Pedro León Torres, por
su valor en el campo de batalla, al grado de General de
División. Es en esta batalla de Bomboná cuando Pedro
León Torres malinterpretó el procedimiento ordenado por
Bolívar, dispuso que la tropa almorzara antes de cumplir la
estratégica orden, lo que tuvo como consecuencia que los
realistas se adelantaran y tomaran la colina; el Libertador
encolerizado lo despoja de la espada de general y le grita:
¡Entregue usted el mando al coronel Barreto, que segura-
mente cumplirá mejor que Ud. las órdenes que se le den!
Y Pedro León Torres, arrebatando un fusil a un soldado, le
contestó: “¡Si no soy digno de servir a mi patria como ge-
neral, permítaseme servirla como el último de sus solda-
dos!” Bolívar conmovido le entregó su propia espada y le
devolvió el mando de su tropa. Rafael Marrón González

José Antonio Anzoátegui


El General de División José Antonio Cayetano de la Trini-
dad Anzoátegui Hernández, miembro de la Cruz de los
Libertadores y portador de la Cruz de Boyacá, nació el 14
de noviembre de 1789, contrajo matrimonio con María
Teresa Arguindegui, de quien tuvo dos hijas, Calixta y
Juana, a la que no pudo conocer. Finalizando el año de
1814, marcha a la Nueva Granada con Bolívar, y al reunír-
seles Urdaneta, logran liberar a Santa Fe y Santa Marta, y
aspiraban llegar hasta Lima, pero las intrigas y la falta de
apoyo, hizo que el proyecto se desplomara. Bolívar se exi-
lia en Jamaica para evitar una guerra civil, y Anzoátegui lo

108
Rafael Marrón González

acompaña y lo ayuda a organizar la Expedición de los Ca-


yos, por lo cual es ascendido a Teniente Coronel. Fracasa-
da la expedición, Bolívar regresa a Haití, y Anzoátegui se
incorpora al célebre batallón de los Seiscientos a las órde-
nes de Gregor Mac Gregor y participa en los enfrenta-
mientos de la Victoria, Chaguaramas, Quebrada Honda y
El Alacrán, y el 27 de septiembre combate en la Batalla de
El Juncal, en las cercanías de Barcelona, en la que se en-
frentan Manuel Piar, José Tadeo Monagas y Gregor Mac
Gregor, al español Francisco Tomás Morales, a quien de-
rrotan. A comienzos de 1817, rotas las relaciones con Mac
Gregor y con Monagas, Piar inicia la invasión a Guayana, y
Anzoátegui, con el grado de Coronel pasa a formar parte
de su estado mayor y participa en el asedio de Angostura
y en la batalla de San Félix, el 11 de abril de 1817, y reci-
be por su distinción en batalla el ascenso a General de
Brigada y pasa a comandar la Brigada de Honor. Sobre la
actuación de Anzoátegui en Guayana, Bolívar comentó:
“La empresa de invadir la Provincia de Guayana debió la
mayor parte de su éxito al general Anzoátegui”. Cuando la
crisis ocasionada por la conspiración de Manuel Piar, le
tocó a Anzoátegui la difícil misión de formar parte del ju-
rado del Consejo de Guerra que el 15 de octubre de 1817
condenó a muerte a su amigo y superior jerárquico, a
quien debía sus preseas de General. En 1818 participa en
la Campaña del Centro, como Jefe de la Guardia de Ho-
nor, y toma parte en las operaciones del ejército Liberta-
dor en Apure, llanos de Calabozo y valles de Aragua. El 16
de marzo de 1818, bajo las órdenes directas de Bolívar,
combate en la Batalla del Semén, y bajo las órdenes de
Páez, como Comandante de Infantería, combate en la ba-
109
Rafael Marrón González

talla de Cojedes contra Miguel de la Torre, el 2 de mayo


de 1818. Como premio a su patriotismo y distinción en
combate, de acuerdo a lo dispuesto en el decreto de re-
partición de bienes secuestrados, recibió en propiedad una
hacienda en Upata que había pertenecido al español José
Aponte. El 23 de noviembre de 1818, con el nombramien-
to de Comandante de la infantería del ejército de opera-
ciones del occidente y Segundo Comandante del mismo
ejército, bajo las órdenes de Páez, llega a San Fernando
de Apure, y con Bolívar y Páez hace la Campaña de Apure
en los primeros meses de 1819. El 23 de mayo de 1819
participa en la Junta de Guerra convocada por Bolívar en
Mantecal para decir la ejecución de la Campaña Libertado-
ra de la Nueva Granada, de la cual forma parte como Co-
mandante de la División de Retaguardia, y cruzó con Bolí-
var el Páramo de Pisba. Combate en Gámeza y en Pan-
tano de Vargas, en julio de 1819, y el 7 de agosto en la
Batalla de Boyacá, de cuya intervención, Bolívar comentó:
"Nada es comparable a la intrepidez con que el señor ge-
neral Anzoátegui, a la cabeza de dos batallones y un es-
cuadrón de caballería, atacó y rindió el cuerpo principal
del enemigo. A él se debe en gran parte la victoria". An-
zoátegui fue ascendido a General de División y Bolívar lo
nombra Comandante del Ejército del Norte y le encomien-
da un plan de operaciones sobre Maracaibo, pero la muer-
te le impidió su desarrollo. Murió en forma repentina, en
Pamplona, Colombia, después de haber cenado, a las diez
de la noche del 15 de noviembre de 1819, cuando apenas
contaba 30 años, y a tres meses de haberse cubierto de
gloria en Boyacá. El Libertador, al saber la noticia de su
muerte, dijo: "Habría yo preferido la pérdida de dos bata-
110
Rafael Marrón González

llas, a la muerte de Anzoátegui. ¡Qué soldado ha perdido


el ejército y qué hombre ha perdido la República!". Al
principio se pensó que había muerto envenenado, pero
hoy se especula que fue víctima de una peritonitis. El 18
de mayo de 1875 un terremoto destruyó la iglesia de
Nuestra Señora de la Nieves de Pamplona, en donde fue
sepultado en 1819, perdiéndose así su sepultura. Partici-
pó, en 5 años de lucha por la Independencia iberoameri-
cana, en 20 campañas, 11 batallas, 5 sitios y 21 combates
para un total de 47 acciones militares. Lo prematuro de su
muerte privó a Bolívar de un subalterno de grandes dotes
morales e intelectuales que hubiera posibilitado un camino
distinto a los acontecimientos políticos que destruyeron a
Colombia. Con su muerte se le abrió el camino a Antonio
José de Sucre, y dolido el poeta oriental Juan Alfonso Ro-
jas, escribió: “Hoy pregona amoroso el Manzanares/ con
orgullo de épicos cantares/ de Sucre la memoria sin igual.
Y si el zarpazo de una suerte artera/ no oscurece aquel
sol, quizás tuviera/ el manso Neverí su Mariscal”. Rafael
Marrón González

José Ucrós
José de Dios Ucrós, nació en Santa Marta (Colombia), y
murió en Cartagena de Indias (Colombia) en 1835. En
1810 abrazó la causa de la independencia de Nueva Gra-
nada. En 1811 recibió el despacho de teniente y llevó a
cabo algunas acciones en Santa Marta (Guáimaro, Sitio
Nuevo, Cerro de San Antonio y Tenerife). Entre 1812 y
1815, con el general Antonio Nariño, combatió en Palacé,
Calibío, Juanambú, Cebollas y Tasines; este último año fue

111
Rafael Marrón González

ascendido a capitán y destinado a la infantería de marina


y, en la escuadrilla que mandaba el capitán de navío Ra-
fael Tono, cumplió misiones de hostigamiento contra los
realistas sitiadores de Cartagena (1815); en diciembre de
ese año emigró a Haití, donde se puso a las órdenes de
Simón Bolívar, y fue ascendido a teniente coronel, el 15 de
marzo de 1816. Integrante de la Expedición de Los Cayos
(1816), estuvo presente en el combate de Los Frailes (2
mayo), en el desembarco en Margarita y toma de Carú-
pano (1 junio) y participó en el desembarco de Ocumare
(6 julio). Bajo las órdenes del general Gregor MacGregor,
participó en la Retirada de los Seiscientos, iniciada en
Choroní el 16 de julio de 1816; combatió en Quebrada
Honda (2 agosto), El Alacrán (6 septiembre) y El Juncal
(27 septiembre). Con el general Manuel Piar, marchó el 8
de octubre de ese año hacia Guayana, con lo cual se dio
comienzo a la campaña de liberación de aquella Provincia.
El 30 de abril de 1817 fue nombrado gobernador de Upa-
ta, en las misiones del Caroní; el 18 de junio del mismo
año es ascendido a coronel graduado y es miembro del
Consejo de Guerra que juzgó y condenó a muerte al gene-
ral en jefe Manuel Piar. En 1822 desempeñó el cargo de
comandante de armas de Cartagena. El 12 de octubre de
1827 recibió el despacho de general de brigada. (Fuente:
Enciclopedia Polar con anotaciones del redactor).

José María Carreño


Héroe de la independencia nacido en Cúa, Estado Miran-
da, en 1792, cooperó con Bolívar en la Campaña del Mag-
dalena, en 1812, en la Batalla de Cúcuta, el 28 de febrero

112
Rafael Marrón González

de 1813, y en la Campaña Admirable que culminó con la


entrada de Bolívar a Caracas el 6 de agosto de 1813. Ac-
tuó en la Batalla de Cerritos Blancos, Barquisimeto, el 13
de septiembre de 1813, en la que recibió catorce heridas
de lanza, cuchillo y balas, nueve de las cuales podían con-
siderarse mortales, una le abrió el cráneo, otra le perforó
un pulmón y le destrozó el omoplato, y perdió completa-
mente el brazo izquierdo, pero al enterase de que Bolívar
planeaba dirigir en persona la batalla Primera de Carabo-
bo, el 28 de mayo de 1814, pidió ser dado de alta y se
presentó al combate con el grado de mayor que le confirió
el Libertador. Parecía un espectro, pálido, mutilado, pero
al sonar el clarín la vida le inundó y su arrojo encendió el
valor de sus camaradas. Acompañó a Bolívar en la Cam-
paña de Guayana y recibió otra herida en una emboscada
en el sitio de Quiamare cerca de Angostura; y combatió en
los llanos al lado de Páez, y con Mariano Montilla liberó
Cartagena, y continuó con Bolívar en la Campaña del Sur,
y, después de la guerra, Páez lo integró a la delegación
que repatriaría los restos del Libertador a Caracas en
1842, y los caraqueños decían que “los restos de Carreño
iban a buscar los restos de Bolívar”; y ya General de Divi-
sión, en la paz, ocupó interinamente la Presidencia de la
República por la renuncia del doctor José María Vargas.
Murió en Caracas el 14 de mayo de 1849. Rafael Marrón
González

José Ignacio Pulido


Nació en Barinas el 19 de marzo de 1795, José Ignacio
Pulido del Pumar, hijo de Nicolás A. Pulido y de María Ig-

113
Rafael Marrón González

nacia del Pumar. Abandonó los estudios que realizaba en


el Colegio Seminario y Universidad Real y Pontificia de
Caracas para regresar a Barinas (1810). Ingresó en el
Ejército republicano como soldado raso (1814) y participó
en los sitios de San Carlos y Valencia; en la acción adversa
de Barquisimeto y en el combate del Arao. En funciones
de marinero de un buque de guerra, llega a Cartagena
(1815). Bajo las órdenes del Libertador y con el grado de
teniente de infantería y ayudante del Estado mayor Gene-
ral tomó parte en la Expedición de Los Cayos (1816). En
Margarita, combatió en Juangriego y luego participó en la
toma de Carúpano, en el desembarco de Ocumare y en las
acciones que ocurrieron hasta la ocupación de Barcelona
(1816). Este mismo año, después del combate de El Jun-
cal (27 de septiembre de 1816), fue ascendido a capitán
vivo y efectivo del batallón Barcelona, cuerpo con el que
interviene en la batalla de Clarines (9 de enero de 1817) y
en la defensa de la Casa Fuerte en Barcelona (7 de abril
de 1817), donde logró escapar para reunirse con las fuer-
zas patriotas en el pueblo de San Miguel, en Guayana
(1817). Pulido prosigue en la Campaña del Centro (1818).
Estuvo presente en el sitio de Calabozo y en la acción de
El Sombrero, en donde fue herido; también en la batalla
de Semén (16 de marzo), y después de 40 días de mar-
chas y contramarchas, logró unirse al ejército en Calabo-
zo. Seguidamente, pasó a Guayana con el Libertador a
reorganizar la tropa. En 1819, participa en la campaña
sobre el Apure y en la de la Nueva Granada. Con el grado
de mayor, emprende la campaña contra la Torre, en Cúcu-
ta (1820). Acompaña al Libertador en la Campaña liberta-
dora de Venezuela y combate en Carabobo (24 de junio
114
Rafael Marrón González

de 1821). Marcha luego hacia la ocupación de Caracas.


Contramarcha a Cojedes con el fin de destruir unas parti-
das de guerrillas que los españoles habían dejado operan-
do en esa provincia. En San Carlos fue ascendido a tenien-
te coronel efectivo y comandante del batallón Vencedor en
Boyacá. Al frente de este cuerpo, por Maracaibo, se dirige
a Santa Marta (Nueva Granada), y por el río Magdalena a
Ocaña y Bogotá, de ésta, a Popayán desde donde partici-
pa en la Campaña del Sur. Marchó sobre Pasto y después
de la acción de Bomboná (7 de abril de 1822), recibió el
grado de coronel. De seguidas marchó a Quito y Guaya-
quil donde obtiene su retiro con agregación al Estado ma-
yor General. Desde el 2 de agosto de 1822 hasta el 18 de
abril de 1826, gozó de esta situación aunque desempeñó
algunos destinos militares y civiles, tal como el de la jefa-
tura del Estado mayor del departamento Orinoco hasta la
eliminación de la misma (1827), asumiendo luego el cargo
de gobernador comandante de armas de la provincia de
Barinas en la que sofocó una conspiración contra la Repú-
blica. A principios de 1829, fue nombrado jefe general de
Policía de dicha provincia de Barinas sin abandonar el car-
go de comandante de armas de la misma. Fue diputado
por esta provincia al Congreso de la República de Vene-
zuela (1831-1834); gobernador de la misma (1840-1844);
gobernador de la provincia de Apure (1846) y jefe de ope-
raciones militares en ésta última (1848). En 1850 ascendió
a general de brigada. Comandante de armas de la provin-
cia de Guayana (1851-1858), es ascendido a general de
división en 1853 y a general en jefe en 1864. Murió en su
ciudad natal, Barinas, el 25 de junio de 1868. Sus restos

115
Rafael Marrón González

reposan en el Panteón Nacional desde el 15 de enero de


1881.

Edades de los miembros del tribunal:


Luís Brión (presidente) 35 años Curazao
Fernando Galindo (defensor) 32 años Caracas
Carlos Soublette (fiscal) 28 años La Guaira
Pedro León Torres 27 años Carora
J.A Anzoátegui 28 años Barcelona
José Ucros 27 años Nueva Granada
J.M. Carreño 29 años Cúa
I. Pulido (secretario) 22 años Barinas

III

El aparte correspondiente a las declaraciones de los testi-


gos en el expediente del juicio al general Piar se consideró
extraviado durante muchos años, porque estaba en poder
del presidente Antonio Guzmán Blanco hasta que los he-
rederos de este personaje decidieron donar sus archivos a
la Academia de la Historia.

Testigos de la fiscalía y de la defensa


Durante el juicio a Piar se presentaron como testigos,
Juan Francisco Sánchez, Pedro Hernández, José Manuel
Olivares (amigo íntimo de Sánchez), José Peralta, Ramón
Machado, Timoteo Díaz (cabo primero), José Claro Sixto
(cabo primero), y a petición de Piar, Antonio Díaz (héroe

116
Rafael Marrón González

de Pagayos) y Francisco Pildain (coronel Pache). El prime-


ro en rendir declaración fue Sánchez.

Para un mejor seguimiento del caso se colocan las decla-


raciones de cada testigo junto a las ratificaciones y careos
con el reo, aunque fueron realizadas en días diferentes,
entre el 4 y el 12 de octubre. Y en último lugar la confe-
sión de Piar, que, en el orden de las declaraciones, se
realizó después del octavo testigo. Se respeta la redacción
original.

El 4 de octubre rindieron declaración indagatoria, en su


carácter de testigos, los coroneles Juan Francisco Sánchez
y Pedro Hernández. El día 5 lo hicieron el teniente coronel
José Manuel Olivares, el alférez José Perlada, el capitán de
navío Antonio Díaz y el capitán Ramón Machado. El día
siete continúo el interrogatorio de testigos, con las decla-
raciones de los cabos primero Timoteo Díaz y José Claro
Sixto, y la del teniente coronel Francisco Pildaín, comple-
tándose la indagatoria a los nueve testigos de la acusación
y de la defensa.

Declaración del primer testigo, Coronel Sánchez


En la ciudad de Angostura, a 4 de octubre de 1817, el se-
ñor General de Brigada Carlos Soublette, con asistencia de
mí, el Secretario, pasó a la posada del Excmo. señor Jefe
Supremo, donde compareció el señor Coronel de infante-
ría, ciudadano Juan Francisco Sánchez, primer testigo en
este proceso, a quien dicho señor Juez Fiscal hizo poner la
mano derecha sobre el puño de su espada, y Preguntado

117
Rafael Marrón González

si bajo su palabra de honor promete decir verdad a lo que


se le interrogare, dijo: "sí prometo".
Preguntado, su nombre y empleo
Dijo se llama Juan Francisco Sánchez y que es Coronel de
infantería.
Preguntado
Si conoce al señor General Manuel Piar y sabe dónde se
halla y por qué causa se le procesa: dijo que conoce al
señor General Manuel Piar, por General en Jefe de ejérci-
to: que se halla preso en una casa de las de la plaza de
ésta ciudad, y que considera que se le procesa por haber
desertado de esta plaza quebrantando las órdenes del
Jefe Supremo, y por haber querido establecer la guerra
civil, animando a los hombres de color contra los blancos,
persuadiéndoles a que éstos intentaban tiranizarlos.
Preguntado
Si reconoce por suyas las firmas con que están marcados
los documentos primero y sexto (las dos cartas que envia-
ra a Bolívar) que obran a los folios dos y diez: dijo que sí
la reconoce y que es la misma firma de que usa constan-
temente.
Preguntado
Qué progresos tuvieron los proyectos de conspiración que
se anuncian en estos documentos por parte del General
Piar; con quiénes más trató sobre ellos, además del C.
Capitán Calixto y del señor Coronel Hernández que se ci-
tan en el sexto documento; si Piar los convidó á la conspi-
ración, con qué prospecto, con qué promesas; si la seduc-
ción trató de extenderla hasta la tropa; de qué medios se
valía y quiénes eran sus agentes: dijo, que los proyectos
de conspiración del General Piar no progresaron nada por
118
Rafael Marrón González

no haber encontrado apoyo, pero que sabe que después


que furtivamente se pasó el Orinoco, a consecuencia de la
intimación que le hizo el señor General Bermúdez de la
orden del Jefe Supremo para que se le presentase en el
Cuartel General, se dirigió a la ciudad de Maturín por el
sitio de Cucasana; que en aquella ciudad proclamó los
mismos principios de subversión contra el orden social
públicamente con el mayor escándalo, según se lo ha ma-
nifestado el señor General Rojas, suscitando una guerra
de colores; que de allí se dirigió á reunirse el señor Gene-
ral Mariño, como en efecto lo verificó; que además del
Capitán Calixto y Coronel Hernández sabe que el General
Piar habló con el General Cedeño y con el Teniente Coro-
nel José Manuel Olivares, convidándolos y persuadiéndo-
los a sus inicuos designios, muy particularmente al prime-
ro, con quien puso en ejercicio todos los resortes de la
seducción; que también lo hizo con el exponente en los
términos que se lee en el primer documento, folio dos, y
que cuando dio parte al señor General Bermúdez de la
sesión que acababa de tener con el señor General Piar, le
expresó aquel ya haber recibido iguales informes de los
proyectos de Piar, que éste había hablado en particular a
todos los Comandantes de caballería que se hallaban en
esta plaza y algunos subalternos; que de todo había dado
parte el Gobierno, habiendo tomado todas las medidas
correspondientes en el asunto, de acuerdo con el General
Cedeño; que el mismo le dijo este Jefe a quien también
dio parte de disensión, el cual le añadió que había reunido
en su casa los Jefes subalternos de su Brigada y les había
hecho ver que si el General Piar se ausentaba de esta Pro-
vincia era a solicitud suya espontánea, como se evidencia-
119
Rafael Marrón González

ba de la carta que dirigió al Jefe Supremo, y que le mani-


festó original, a virtud de la cual había obtenido una licen-
cia temporal del Gobierno para curarse, que no era perse-
guido y que los principios que proclamaba eran injustos y
perniciosos, injustos pues que el hombre por los funda-
mentos liberales de la República estaba en el goce de la
más perfecta igualdad; y perniciosos, porque el General
Piar sólo aspiraba subvertir el orden social y a envolvernos
en todos los horrores de la guerra civil; que no sabe qué
promesas les hiciese, ni con qué prospecto; que tampoco
ha sabido si trató de extender su seducción hasta la tropa,
ni de qué medidas pudiera valerse, ni si tenia agentes.
Preguntado
Si sabe si después que el General Piar se reunió al General
Mariño, ha continuado propagando los mismos principios:
dijo que no sabe otra cosa sino lo que el General Rojas le
manifestó en conversación, a saber: que habiendo estado
un hermano de este General en el cuartel General del Ge-
neral Mariño, oyó al General Piar que le decía: “Santiago,
si tu no te pones á la cabeza de los negros, estos pícaros
se burlan de nosotros”.
Preguntado
qué hechos positivos ha cometido el General Piar de des-
conocimiento a la Autoridad Suprema de la República, y
qué ha sabido sobre los movimientos hostiles de Piar con-
tra la ciudad de Maturín, y de la guerra al Gobierno legíti-
mo que juraron sus tropas en Cumanacoa: dijo que el Ge-
neral Piar ha desconocido la Autoridad Suprema por el
hecho de reunirse con un General disidente, como es el
General Mariño; por haber marchado en compañía este
mismo Jefe a atacar á Maturín, porque el que manda en
120
Rafael Marrón González

este Departamento se negaba á auxiliarlos si no recono-


cían la Autoridad Suprema, y es todo lo que sabe sobre
movimientos hostiles del General Piar contra esta plaza;
últimamente, por haber desobedecido las órdenes del Jefe
Supremo que le fueron comunicadas por el General Cede-
ño, en el pueblo de Aragua, Provincia de Cumaná, para
que viniese a presentársele, como se ve en el documento
número tres, en el que sin embargo de que se encuentra
la expresión que el General Piar ordenó al Comandante
Carmona se pusiese á la cabeza de su infantería y que
ésta se preparase para batirse, sólo oyó lo primero y no lo
segundo, pero si observó que cuando el Comandante
Carmona se paseaba al frente de la infantería, le decía a
ésta que no hiciese fuego; y que el mismo General Piar le
dijo en conversación al exponente que cómo había de ha-
ber hecho fuego su infantería, pues que en este caso se
exponía a matarle por estar mezclado con los que lo
aprehendieron; que no sabe nada acerca del juramento de
guerra que en la pregunta se dice hizo su tropa en Cuma-
nacoa.
Preguntado
Si tiene algo que añadir diga todo lo que sepa: dijo que no
tiene más que añadir y que lo dicho es la verdad a cargo
de la palabra de honor que tiene dada, en que se afirmó y
ratificó leída esta declaración, y dijo ser de edad de treinta
y cinco años y lo firmó con dicho señor y el presente Se-
cretario.

Ratificación del Coronel Juan Francisco Sán-chez


En dicho día, mes y año, el enunciado señor Juez Fiscal,
pasó con asistencia de mí, el secretario, a la posada del
121
Rafael Marrón González

señor Jefe Supremo, donde compareció segunda vez el


señor Coronel de infantería, ciudadano Juan Francisco
Sánchez, primer testigo en este proceso, a quien dicho
señor Fiscal hizo poner la mano derecha tendida sobre el
puño de su espada y Preguntado: si bajo su palabra de
honor promete decir verdad a lo que se le interrogare:
dijo, "sí prometo" (…):

Lo que dijo Sánchez de la detención de Piar


Dijo que observando el exponente que el General Piar se
negaba siempre a las instancias del General Cedeño, para
que viniese con él a Maturín, se acercó á ellos y les dijo
terminantemente que la orden del Jefe Supremo debía
cumplirse, y que el General Piar debía marchar a presen-
társele como lo había ordenado; que entonces el General
Cedeño, que se había mostrado siempre con la mayor re-
solución a hacer obedecer las órdenes, asió del brazo al
General Piar, diciéndole que sin remedio marcharía con él;
que entonces el exponente se dirigió al Comandante Car-
mona, que estaba a la cabeza de la infantería, a decirle
que desfilase a apoyar la caballería, para cuya operación
estaban de acuerdo; que el General Piar, al observar este
movimiento, dijo al declarante "quítate de ahí Sánchez",
avanzándose hacia él con la espada desenvainada; que el
declarante desenvainó también su sable para ponerse en
defensa, lo que contuvo la acción de dicho General Piar, y
le reconvino “¿tú haces armas contra mí, Sánchez?” lo que
repitió por varias veces; que el declarante le contestó “¿y
U. por qué desenvaina su espada para mí, quiere que me
deje asesinar impunemente?”. Que entonces el General
Cedeño y los demás oficiales lo cercaron, lo desarmaron y
122
Rafael Marrón González

lo llevaron hacia la casa de su alojamiento, casi por la


fuerza; que luego que llegaron, habiendo tenido el Gene-
ral Cedeño que separarse para hacer respetar sus disposi-
ciones de uno que se oponía a ellas, corrió el General Piar
con dirección al monte, pero que varios oficiales que esta-
ban allí lo siguieron, y el Coronel Barreto lo alcanzó el
primero y fue restituido al mismo lugar; que no tiene más
que añadir que lo que ha dicho es la verdad, a cargo de la
palabra de honor que tiene dada, en que se afirmó y rati-
ficó, leída esta declaración y dijo ser de edad de treinta y
cinco años y lo firmó con dicho señor y el presente Secre-
tario.

La confrontación y careo de Piar con su principal


acusador Juan Francisco Sánchez
“En la ciudad de Angostura, a 12 de octubre de 1817, a
las diez de la mañana, el señor General de Brigada Carlos
Soublette, Fiscal en este proceso, pasó con asistencia de
mí el Secretario a la casa que sirve de prisión para conti-
nuar el careo, teniendo citados para dicha hora y lugar a
los testigos que faltan de confrontar y mandó traer a su
presencia al acusado Manuel Piar, y haciéndole levantar la
mano derecha y
Preguntado
¿Juráis a Dios y prometéis a la República decir verdad so-
bre el punto de que os voy a interrogar? Dijo, “sí juro”; y
haciendo entrar en el calabozo al primer testigo, Coronel
Juan Francisco Sánchez, le hizo dicho señor poner la mano
derecha tendida sobre el puño de su espada, y
Preguntado

123
Rafael Marrón González

Si bajo su palabra de honor promete a la República decir


verdad sobre lo que se le va a interrogar: dijo, “sí prome-
to”.
Preguntado
el acusado (Manuel Piar) si conoce al testigo que se le
presenta, si sabe le tiene odio o mala voluntad y si le tiene
por sospechoso: dijo, que conoce al testigo que está pre-
sente, que es el Coronel ciudadano Juan Francisco Sán-
chez, que sin embargo que es notorio lo acontecido en el
Pueblito (se refiere al altercado de Pueblo Nuevo), no
concibe le tenga odio ni mala voluntad, porque no le ha
hecho daño alguno y que por lo tanto tampoco lo reputa
por sospechoso; y habiéndole leído en este estado la de-
claración del referido testigo y preguntado si se conforma
con ella: dijo, que se conforma en cuanto a la relación que
hace de lo ocurrido en Aragua, y a su fuga de esta ciudad
que ya tiene confesado, pero en cuanto a lo demás de la
declaración del presente testigo y a lo que lee en el do-
cumento número primero, sin embargo que no puede
asegurar que el testigo mienta, le es imposible traer a su
memoria todas las especies que detalla, pues se contraen
precisamente a una época en que el acusado tenia su
imaginación tan acalorada que casi podía considerarse
como un loco; que sí se acuerda que con el presente tes-
tigo se quejó de las injusticias que había experimentado,
atribuyendo sus persecuciones a su clase; y también se
acuerda de haberle dicho que se iba a reunir al General
Mariño, que estaba seguro lo trataría con más generosi-
dad que la que aquí había experimentado; y que no con-
viene en la fuga que se le atribuye haber intentado des-
pués de su arresto en Aragua.
124
Rafael Marrón González

Preguntado
el testigo si conoce al que tiene presente, si es el mismo
por quien ha declarado, y qué se le ofrece decir a lo que
el acusado acaba de exponer en su declaración: dijo, que
conoce al que tiene presente, que es el señor General Ma-
nuel Piar, que es el mismo por quien ha declarado, y que
respecto a que éste dice no acordarse de los principales
puntos de su declaración, y que constituyen la base de
este procedimiento, él estaba pronto a repetir de nuevo y
a la voz todas las particularidades ocurridas en la sesión
que tuvo con el acusado, y que estaba cierto de que se
convencería de la verdad con que declaró; a lo que repuso
el acusado que estando enteramente detalladas las decla-
raciones y documentos que se le han leído, y no existien-
do en su memoria lo que ha expresado no se acuerda,
está cierto de no recordarlo, aunque se le vuelva a repetir,
pues todo lo leído lo tiene muy presente, y sólo se lograría
prolongar una sesión que aumenta sus tormentos; a lo
que añadió el testigo, que de nuevo se afirma en lo que
tiene declarado. Y de quedar conformes testigo y acusado
en los términos que se han detallado, lo firmaron con di-
cho señor y el presente Secretario”.

Luego de la declaración formal de Juan Francisco Sán-


chez, como primer testigo, tocó el turno a los siguientes
testigos en orden de aparición: 2 - Coronel de Caballería
Pedro Hernández, 3 - Teniente Coronel de Caballería, José
Manuel Olivares (íntimo amigo de Sánchez quien murió en
la casa de Olivares, en el Morichal, hoy avenida Táchira),
4 – Alférez de caballería del Escuadrón de Honor José Pe-

125
Rafael Marrón González

ralta, 5- Capitán de Navío Antonio Díaz, 6 - Capitán de


Infantería Ramón Machado, 7 - Cabo primero del Escua-
drón de Honor Timoteo Díaz (este testigo desertó después
de declarar), 8 - Cabo primero de la Primera Compañía del
escuadrón de Caicara José Claro Sixto, estos dos últimos
citados por el Alférez Peralta, y 9 - el Teniente Coronel de
Infantería Francisco Pildain, citado por Piar. Menos Timo-
teo Díaz que desertó, todos los testigos fueron repregun-
tados, y todos careados con Piar en acto celebrado en la
casa que le servía de prisión, los días 11 y 12 de octubre
de 1817 a las once de la mañana. Y todos, aun frente al
acusado, ratificaron serenamente sus declaraciones.

Declaración del Coronel Pedro Hernández


“En dicho día, mes y año (4 de octubre de 1817), compa-
reció ante el señor Juez Fiscal, y en la misma posada de S.
E., el señor Coronel de caballería, ciudadano Pedro Her-
nández, segundo testigo de este proceso, a quien dicho
señor Fiscal hizo poner la mano derecha sobre el puño de
su espada, y Preguntado si bajo palabra de honor promete
decir verdad en lo que le fuese interrogado dijo: “sí pro-
meto”.
Preguntado
Su nombre y empleo: dijo llamarse Pedro Hernández y
que es Coronel de caballería.
Preguntado
si conoce al señor General Manuel Piar y sabe dónde se
halla y por qué causa se le procesa: dijo que conoce al
señor General Manuel Piar por General en Jefe de ejército;
que se halla preso en una casa de las de la plaza de esta
ciudad, y que creé se le procesará por la conspiración que
126
Rafael Marrón González

intentó hacer contra el orden público; y añade, que cuan-


do el señor General Piar pasó de las Misiones para este
lado en el mes de julio, se hallaba el exponente de una
comisión en el puerto de Canaguapana; que cuando re-
gresó de la comisión se encontró con el señor General Piar
en el campo del Juncal, quien le dijo que había venido
huyendo de las Misiones porque le habían querido asesi-
nar, nombrando sólo entre los que tenían este intento, al
presbítero ciudadano José Félix Blanco, lo que sorprendió
mucho al declarante. Que al día siguiente, habiendo vuelto
a ver a dicho señor General, le dijo aquel que, no obede-
cía las órdenes del Jefe Supremo, y que era necesario que
se reuniesen todos los pardos y matasen á todos los blan-
cos; que él sólo por ser pardo era perseguido, y que esta-
ba ya resuelto a destruir a aquellos, y convidaba e incitaba
al exponente á que abrazase estas ideas y formase partido
entre todos los de esta clase, asegurándole que con sólo
la caballería que estaba sitiando esta plaza y los Dragones
que estaban del otro lado del Caroní, eran suficientes para
realizar el proyecto; y diciéndole que los pardos no valían
nada entre los blancos, que estaban sin mando y ningún
influjo, porque éstos querían tener todo el poder y que
sólo destruyéndolos serian felices y todas las ventajas es-
tarían de su parte. Que quería el señor General Piar con
esta halagüeña perspectiva hacer que el declarante entra-
se en su conspiración; pero él guardó silencio, conociendo
los males que envolvía semejante intento.
Preguntado
Si sabe el verdadero motivo porque el señor General Piar
pasó de las Misiones para este lado: dijo que aunque el
señor General Piar no le dijo otro que el que queda ya
127
Rafael Marrón González

referido, supo el exponente por el señor General Cedeño


que había obtenido una licencia temporal para curarse,
cuyo pasaporte vio, como también la carta que escribió al
Jefe Supremo pidiéndole esta licencia y a varios Jefes que
se encontraban en el Cuartel General para que se empe-
ñasen en el buen éxito de su solicitud.
Preguntado
Si sabe si el General Piar hizo a algunos otros Jefes, oficia-
les y soldados del ejército las mismas proposiciones que al
declarante: dijo que no sabe; pero que varios Jefes, oficia-
les y soldados se dirigieron a él a inquirir la causa que ha-
bía tenido el General Piar para venir huyendo de las Misio-
nes, a que contestó el declarante que el General Piar no
había venido huyendo, y que él había venido con licencia
del Jefe Supremo; que a ellos no les tocaba estar hacien-
do estas averiguaciones, y les encargó que se abstuviesen
de hacerlas, y que no entrasen en ningún partido ni se
comprometiesen con nadie, pues que no debía hacerse
otra cosa que lo que el Jefe Supremo mandase, porque en
él residía el Gobierno legítimo y además era el hombre
que reunía los votos de todos los ciudadanos de la Repú-
blica y merecía concepto al extranjero.
Preguntado
Si sabe que el Jefe Supremo ordenó al señor General Piar,
por medio del señor Comandante general de las tropas
que se encontraban en esta plaza, se presentase a su
Cuartel General en Casacoima, si esta orden le fue intima-
da y cual fue la conducta del señor General piar a conse-
cuencia de esta intimación: dijo que sí supo que el Jefe
Supremo había dado orden para que el General Piar se
presentase en su Cuartel General de Casacoima, que tam-
128
Rafael Marrón González

bién supo que la orden le fue comunicada al General Piar


por el General Bermúdez, y que a consecuencia de esta
intimación el General Piar se fugó de la ciudad, pasó el
Orinoco y se dirigió a (la) ciudad de Maturín.
Preguntado
Si sabe cuál haya sido la conducta del General Piar des-
pués de su llegada a Maturín: dijo que ignora.
Preguntado
Si tiene algo que añadir: dijo que no tiene más que añadir
y que todo lo dicho es la verdad a cargo de la palabra de
honor que tiene dada, en que se afirma y ratificó leída que
le fue esta declaración, y dijo ser de edad de treinta y dos
años y lo firmó con el Juez Fiscal y el presente Secretario”.

En esta declaración Pedro Hernández afirma haber visto el


pasaporte que Bolívar otorgó a Piar, sin embargo, Piar
aduce que viajó a Maturín a reunirse con Mariño para pe-
dirle un pasaporte, pues el que le concedió Bolívar se le
quedó en Angostura, lo que es cierto, pues Bermúdez in-
forma a Bolívar haberlo incautado de las pertenecías
abandonadas por Piar.

Ratificación del Coronel Pedro Hernández


“En diez de octubre de mil ochocientos diez y siete com-
pareció ante el señor Juez Fiscal el señor Coronel Pedro
Hernández, segundo testigo de este proceso, con asisten-
cia del presente Secretario y el oficial defensor, y habien-
do dicho señor Fiscal hecho poner la mano derecha tendi-
da sobre el puño de su espada, y
Preguntado

129
Rafael Marrón González

Si bajo su palabra de honor promete decir verdad en que


se le interrogare: dijo, “sí prometo”.
Preguntado
Habiéndole leído su declaración a los folios 23 vuelto, 24 y
25 de este proceso, si era la misma que había dado, si
tiene que añadir o quitar, si conoce la firma, si es la mis-
ma que ha mandado poner, y si se ratifica en ella bajo la
palabra de honor que tiene dada: dijo, que lo que se ha
leído es lo mismo que declaró, que no tiene que añadir ni
quitar; que reconoce la firma y que en todo se afirma y
ratifica bajo la palabra de honor que tiene dada y lo firmó
con dicho señor y el presente Secretario.

Pedro Hernández confronta a Piar


Tocó a Pedro Hernández ser el primero en enfrentarse a
Piar, a pesar de ser el segundo testigo, porque Juan Fran-
cisco Sánchez no llegó a tiempo y quedó para el día 12 de
octubre: “En dicho día, mes y año (10 de octubre de
1817) compareció en la mañana el señor General de Bri-
gada, Fiscal en esta causa, pasó con asistencia de mí, el
Secretario, y el oficial defensor, a la casa que sirve de pri-
sión al acusado, teniendo citados para una hora antes y
para dicho lugar a todos los testigos que declaran en este
proceso, mandó traer a su presencia al acusado General
Manuel Piar para practicar el careo y confrontación, y ha-
biéndole hecho levantar la mano derecha y,
Preguntado
¿Juráis a Dios y prometéis a la República decir verdad so-
bre el punto que os voy a interrogar? Dijo, “sí juro”;
Entra Pedro Hernández

130
Rafael Marrón González

y haciendo entrar en el calabozo al segundo testigo, Coro-


nel ciudadano Pedro Hernández, por no haber concurrido
el primero a la citación, le hizo dicho señor poner la mano
derecha tendida sobre el puño de su espada, y
Preguntado
si bajo su palabra de honor promete a la República decir
verdad en lo que se le va a interrogar: dijo, “sí prometo”.
Preguntado
el acusado (Manuel Piar) si conoce al testigo que se le
presenta; si sabe le tenga odio o mala voluntad, y si le
tiene por sospechoso: dijo, que conoce al testigo que se le
presenta, que es el ciudadano Pedro Hernández, Coronel
de caballería; que no cree le tenga odio, y que nunca le
ha tenido por sospechoso; y habiéndole leído en este es-
tado la declaración del segundo testigo, y Preguntado si
se conforma con ella: dijo que no se conforma en lo que
el testigo dice de haberle convidado a la conspiración de
que se le acusa, para asesinar a todos los hombres blan-
cos; que este es un proyecto que jamás habría podido
entrar en su cabeza: que él se había quejado con el Coro-
nel Hernández de las injusticias que se le había hecho; de
los proyectos de asesinatos contra él que le habían hecho
concebir; que también cree le diría que no serviría más en
un Gobierno donde se le había tratado de ladrón, y que el
testigo pudo haber entendido mal o padecido equivoca-
ción en los propósitos de equivocación, que no han existi-
do ni aun en su entendimiento.

Declaración del tercer testigo, Teniente Coronel


Olivares

131
Rafael Marrón González

“En 5 de octubre de 1817 compareció en la posada de S.


E. el Jefe Supremo, ante el señor Juez Fiscal, como tercer
testigo de esta causa, el señor Teniente Coronel, ciuda-
dano José Manuel Olivares, a quien dicho señor hizo poner
la mano derecha sobre el puño de su espada, y pregunta-
do si bajo su palabra de honor promete decir la verdad en
lo que se le fuere interrogado: dijo, “sí prometo”.
Preguntado
Su nombre y empleo: dijo, se llama José Manuel Olivares
y que es Teniente Coronel de caballería.
Preguntado
Si conoce al señor General Manuel Piar y sabe dónde se
halla y por qué causa se le procesa: dijo que conoce al
señor General Manuel Piar por General en Jefe del ejército
que se halla preso en esta ciudad y que en su concepto
concibe se le procesará por haber desobedecido al Jefe
Supremo, y haber intentado una conspiración, reuniendo a
los pardos y morenos contra los blancos; y además expo-
ne que cuando el General Piar vino del otro lado de las
Misiones el exponente fue a encontrarle, por comisión del
General Cedeño, al sitio de Montecristo, en donde se avis-
tó con él y entonces el General Piar le recibió diciéndole
que venia huyendo de las Misiones porque lo trataban de
sacrificar, y que a no ser por un amigo que le escribió del
Cuartel General avisándole del peligro a que se exponía si
se dirigía al paso de Caraguachi (Caruachi), habría sido
sacrificado; que el Jefe Supremo le había dado su pasa-
porte a pedimento suyo; que se lo habían dado con mu-
cho gusto, porque él tenia el delito de ser pardo, y que
éstos no podían gobernar a los blancos; que se iba al otro
lado del Orinoco en donde toda la gente era suya; que iba
132
Rafael Marrón González

a formar un ejército con el que acabaría con medio mun-


do, y que nunca más obedecería a Bolívar, ni se pondría a
sus órdenes; que el exponente trató de disuadirlo dicién-
dole que él estaba alucinado, que del ejército todos lo
querían, que todos eran sus amigos, y que el primero y
principal el Jefe Supremo: que se viniese con él a la posa-
da del señor General Cedeño, que él estaba seguro de que
hablando con el Jefe Supremo todo se compondría, sin
que fuese necesario su pase al otro lado, lo que podría
acarrear graves males; que el General Piar aceptó el con-
vite que le hacia de pasar á la casa del General Cedeño,
sin que por eso desistiese, asegurando siempre que se iba
al otro lado, pues él jamás podría servir a las órdenes del
General Bolívar. Que estando ya alojado en la casa del
General Cedeño, fue llamado un día por el señor General
Piar, quien le descubrió entonces su proyecto de conspira-
ción; que la República no podría ser nunca feliz mientras
estuviese el General Bolívar a la cabeza, él que tenia a su
lado una porción de pícaros que no trataban más que de
imponer la ley, e iban a causarnos toda especie de males,
los que era necesario evitar; que siendo la clase de pardos
más numerosa que la de los blancos, debían reunirse y
acabar con ellos, especialmente con los mantuanos de
Caracas; que él estaba seguro que con sólo marchar con
las fuerzas que sitiaban esta ciudad al otro lado del Caroní
disipaba las tropas del Cuartel General del General Bolívar,
porque todas se vendrían a su partido, y que entonces se
encontraría este Jefe solo y burlado, y él realizaría su pro-
yecto acabando con el Jefe Supremo y matando a todos
los blancos; que siendo él pardo, habiendo hecho tantos
servicios a la patria y dado tantas pruebas de su valor y
133
Rafael Marrón González

demás cualidades militares, él era el que debía ponerse á


la cabeza de las tropas y de la República, que sólo seria
feliz de este modo, instándole á que se uniese á él en sus
proyectos y designios, que seria feliz, y que se desenga-
ñase que los pardos nunca tendrían influjo ni representa-
ción mientras los blancos gobernasen, empleando todos
los medios imaginables para persuadir al que declara de la
posibilidad en que se encontraba de realizar su intento, y
asegurándole que contaba con todas las tropas, y en su-
ma le decía que si quería convencerse más le escribiría al
General Anzoátegui y vería por su contestación si tenia
fundamento para hablar con esta seguridad; a lo que el
exponente le contestó que no le escribiese, porque podía
comprometer al mencionado General, y que se dejase de
aquello, que un movimiento semejante al que proponía iba
a arruinarnos para siempre; y que empeñado en sus de-
seos conciliatorios le añadió que todo podía remediarse;
que si su principal disgusto era porque había pícaros al
lado del Jefe Supremo, estaba seguro de que luego que el
General Piar le hablase los separaría de sí, con otras ob-
servaciones semejantes que no producían efecto alguno
en el ánimo del mencionado General, quien concluía di-
ciéndole que si no encontraba aquí todo el partido que se
suponía, iría a otra parte y que haría la guerra como era
debido a los perturbadores. Que desde entonces siguió
manifestando públicamente, en presencia de oficiales y
tropa, los mismos proyectos, no obstante la súplica del
declarante para que se moderase, haciéndole ver los per-
juicios que nos traía su conducta; pero que como viese
que no se contenía, tomó el partido el que expone de diri-
girse a todos los oficiales con quien tenia alguna amistad,
134
Rafael Marrón González

y manifestarles los enormes daños a que nos exponíamos,


si el General Piar encontraba partidarios en un atentado
como aquel, que además de que nos desacreditaría a los
ojos de todo el mundo debía causar nuestra ruina infali-
blemente, y que seria la acción más negra de ingratitud
para con un hombre como el General Bolívar, cuyos servi-
cios, sacrificios y desinterés, eran tan notorios, y que so-
bre todo, era el único hombre que podía salvarnos por su
opinión, integridad y conocimientos.
Preguntado
Qué progresos tuvieron los proyectos de conspiración que
quedan referidos, con quiénes más trató sobre ellos el
General Piar, con qué prospecto, con qué promesas; si la
seducción quiso extenderla hasta la tropa, de qué medios
se valía y quiénes eran los agentes: dijo que no tuvieron
ningún progreso los proyectos de conspiración del General
Piar por no haber encontrado apoyo alguno; que sabe que
trató sobre ellos con el Coronel Juan Francisco Sánchez y
considera que también lo haría con todos los Comandan-
tes de caballería y muchos subalternos, pues con todos lo
veía hablar, y este era el único asunto de sus conversa-
ciones en aquella época; que no sabe qué promesas hicie-
se, y que el proyecto no podía ser otro que el que queda
detallado en la anterior pregunta; que seguramente inten-
taba extender la seducción hasta la tropa, pues que apro-
vechaba las ocasiones de más concurso para manifestar
sus principios con voz alta y con escándalo, y que no sabe
se valiese de otros medios ni si tenia agentes.
Preguntado
Qué sabe acerca de la licencia que tuvo el General Piar:
dijo que por haber visto los documentos sabe que el Ge-
135
Rafael Marrón González

neral Piar escribió de oficio y por carta particular al Jefe


Supremo pidiéndole del modo más encarecido una licencia
para curarse y al mismo tiempo escribió a otros varios Je-
fes que se encontraban en el Cuartel General para que se
interesasen en el buen despacho de su solicitud, y que
obtuvo una licencia temporal.
Preguntado
Si sabe que el Jefe Supremo ordenó al General Piar, por
medio del señor Comandante General de las tropas que se
encontraban en esta plaza, se presentase en su Cuartel
General de Casacoima, si esta orden le fue intimada y cuál
fue la conducta del señor General Piar a consecuencia de
esta intimación: dijo que si sabe que el Jefe Supremo or-
denó al señor General Piar, por medio del señor General
Bermúdez, se presentase en su Cuartel general, que tam-
bién sabe que esta orden le fue intimada a dicho General
por el Capitán Ramón Machado, Edecán del General Ber-
múdez, encontrándose delante el declarante y que a con-
secuencia se ocultó el General Piar en esta ciudad, en
donde no pudo encontrársele, y luego supo que había pa-
sado el Orinoco y dirigióse a Maturín.
Preguntado
Si sabe cuál haya sido la conducta del señor General Piar
después de su llegada a Maturín: dijo que solo sabe que
se reunió al General Mariño.
Preguntado
Si reconoce por legítimas las firmas con que están marca-
dos los documentos segundo, tercero, cuarto, quinto y
décimotercio que obran en este proceso a los folios cua-
tro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y veinte: dijo que las

136
Rafael Marrón González

reconoce por legítimas, por ser las que usan los señores
Generales Bermúdez y Cedeño.
Preguntado
Si tiene algo que añadir: dijo que no tiene más que añadir
y que lo dicho es la verdad a cargo de la palabra de honor
que tiene dada, en que se afirmó y ratificó leída que le fue
esta declaración, y dijo ser de edad de treinta y cinco años
y lo firmó con el Fiscal y el presente secretario.

Ratificación de José Manuel Olivares


“Incontinente compareció ante el mismo señor Fiscal con
asistencia de mí, el Secretario y el oficial defensor, el se-
ñor Teniente Coronel ciudadano José Manuel Olivares,
tercer testigo de este proceso, a quien dicho señor hizo
poner la mano derecha tendida sobre el puño de la espa-
da, y
Preguntado
Si bajo su palabra de honor promete decir verdad en lo
que se le interrogare: dijo, "sí prometo”.
Preguntado
Habiéndole leído su declaración sí era la misma que había
hecho; si tenía que añadir o quitar; si conoce la firma, si
es de su mano propia; y si se ratifica en ella bajo la pala-
bra de honor que tiene dada: dijo, que lo que se le ha
leído es lo mismo que declaró: que no tiene que añadir ni
quitar; que la firma que hay en su declaración es de su
mano propia; y que en todo se afirma y ratifica bajo la
palabra de honor que tiene dada, y lo firmó con el men-
cionado señor y el presente Secretario”.

Careo y confrontación de Olivares con Piar


137
Rafael Marrón González

“Inmediatamente, en el mismo día (11 de octubre), des-


pués de haber salido el que queda confrontado, hizo dicho
señor comparecer al tercer testigo, Teniente Coronel José
Manuel Olivares y habiéndole hecho poner la mano dere-
cha tendida sobre el puño de la espada y
Preguntado
Si promete a la República bajo su palabra de honor decir
verdad en lo que se le interrogase: dijo, “sí prometo”.
Preguntado
el acusado (Manuel Piar) si conoce al testigo que se le
presenta, si sabe le tenga odio o mala voluntad, si lo tiene
por sospechoso: dijo que sí lo conoce, que es el ciudadano
José Manuel Olivares, Teniente Coronel de caballería, que
no sabe le tenga odio o mala voluntad y que no le tiene
por sospechoso; y habiéndole leído en este estado la de-
claración del referido testigo, y Preguntado si se conforma
con ella: dijo, que no niega que con el testigo se ha que-
jado de las injusticias que se le habían hecho, que le decía
que se iba, que aquí era perseguido y que no encontraba
otra causa para su persecución que la de ser pardo; pero
no se conforma en lo que dice en cuanto a la conspiración
para asesinar a los hombres blancos, pues que solo ha-
biendo perdido el juicio el acusado podía haberse condu-
cido de semejante manera, de lo que no conserva la me-
nor idea, pues en aquella época tenía la imaginación tras-
tornada por el cúmulo de injusticias que se le habían he-
cho, atacando su reputación y su honor, que ciertamente
se quejaba con su amigos, como lo hizo con el testigo que
está presente, pero que se examine sus archivos, como ya
tiene dicho otra vez, a ver si se encuentran listas, proyec-

138
Rafael Marrón González

tos o correspondencias que puedan tener relación con el


plan de conspiración y de asesinato de que se le acusa.
Preguntado
El testigo si conoce al que tiene presente y si es el mismo
por quien ha declarado y qué se le ofrece decir a lo que el
acusado reprueba en su declaración: dijo, que conoce al
que tiene presente, que es el General Manuel piar, el
mismo por quien ha declarado; que en cuanto a lo que
dice no se conforma con su declaración, dice que lo que
dijo entonces es lo que verdaderamente pasó, en que de
nuevo se afirma, y de no quedar conformes el testigo y
acusado en esta confrontación lo firmaron con dicho señor
y el presente Secretario”.

José Manuel Olivares


Nace José Manuel Olivares en Caracas el año 1775, hijo
de Juan José Olivares y de Juana María Pereira. El 2 de
marzo de 1797 se casó en El Sombrero, estado Guárico,
con María del Carmen Fernández. Para los eventos del 19
de abril de 1810, era capitán y con este grado formó parte
de las fuerzas republicanas desde los inicios de la guerra
de Independencia. Participó en la Campaña de 1812 y
perdida la Primera República, tras la Capitulación de Mi-
randa, emigró probablemente a las Antillas. El 31 de mar-
zo de 1814 lo encontramos combatiendo a Boves en Boca-
chica, estado Aragua; el 16 de abril en la Sabana del Arao,
estado Cojedes, contra José Ceballos, y en la trágica se-
gunda batalla de La Puerta en el estado Guárico que signi-
ficó la perdida la Segunda República. Con Bolívar emigró
al oriente de Venezuela, y junto con José Tadeo Monagas

139
Rafael Marrón González

mantuvo la lucha en esas regiones en 1815-1816. En


1817, era teniente coronel de caballería, y a las órdenes
del general Manuel Piar participó en la batalla de San Fé-
lix, el 11 de abril, y luego en la toma de Angostura el 18
julio con Bermúdez, en donde fue miembro del Consejo
del Estado nombrado por Bolívar. Actuó como testigo en el
juicio que se le siguió al general Manuel Piar y ese mismo
año fue ascendido a Coronel. En 1818, participó junto con
Simón Bolívar en la campaña del Centro. En 1821, repre-
sentó a la Provincia de Guayana en el Congreso de Co-
lombia, reunido en Cúcuta. Regresó con el cargo de go-
bernador de Guayana. Sus servicios fueron reconocidos
por el Gobierno de Colombia, ese mismo año. En 1827,
sostuvo una polémica por la prensa con el coronel José
Félix Blanco, intendente del departamento del Orinoco. El
2 de junio de 1830, el general José Antonio Páez le expi-
dió en Valencia “letras del cuartel con goce de sueldo co-
mo General de Brigada”. En 1854, ascendió a general de
división, y murió en Caracas el 14 de diciembre de 1856, a
los 81 años, y, veinte años después, sus restos fueron
trasladados al Panteón Nacional el 14 de mayo de 1876.

Declaración del cuarto testigo, Alférez José Peralta


En dicho día, mes y año, (5 de octubre) compareció ante
el señor Juez Fiscal en su posada, como cuarto testigo en
este proceso, el ciudadano José Peralta, Alférez de caba-
llería, a quien dicho señor hizo poner la mano derecha
sobre el puño de su espada y Preguntado si bajo su pala-
bra de honor promete decir verdad en lo que le fuere Pre-
guntado: dijo, "sí prometo."
Preguntado
140
Rafael Marrón González

Su nombre y empleo: dijo se llama José Abad Peralta y


que es Alférez de caballería del Escuadrón de Honor.
Preguntado
Si conoce al señor General Manuel Piar y sabe dónde se
halla y por qué causa se le procesa; dijo que conoce al
señor General Manuel Piar por General en Jefe del ejérci-
to; que se halla preso en esta ciudad y que no sabe por
qué causa se le procesa.
Preguntado
Dónde se encontraba cuando el General Piar vino de las
Misiones y si no ha tenido conocimiento de los aconteci-
mientos del mes de julio; dijo que cuando el General Piar
vino la última vez de las Misiones estaba en el crucero de
Canaguapana con el Comandante Rodríguez y que no ha
tenido conocimiento de los acontecimientos del mes de
julio.
Preguntado
Si marchó con las tropas que fueron con el General Cede-
ño a Maturín en el mes pasado de septiembre y si se en-
contró en el pueblo de Aragua el día 27 del mismo, cuan-
do se aprehendió a dicho General Piar, diga todo lo ocu-
rrido en este día: dijo que sí fue a Maturín con las tropas
que marcharon con el General Cedeño, que también se
encontró en el pueblo de Aragua el día 27 cuando se veri-
ficó la aprehensión del señor General Piar. Que habiendo
marchado de Maturín al pueblo de Aragua, en el piquete
de caballería que llevó el señor General Cedeño, llegaron a
su destino por la madrugada; que en el momento se diri-
gió el General Cedeño a la casa del General Piar y fue des-
tinado el exponente con un piquete de carabineros a ob-
servar los movimientos de un cuerpo de infante-ría que
141
Rafael Marrón González

estaba acuartelado; que luego observó que el oficial Car-


mona, que mandaba este cuerpo, se dirigía al cuartel, y
que cuando el declarante se disponía impedirle se comuni-
case con la tropa, llegó el Coronel Sánchez y tomándole
por el brazo se retiró en conversación; que poco después
salieron los Generales y se dirigieron al Cuartel de infante-
ría, con cuyo motivo el declarante se formó con su tropa;
que este movimiento dio ocasión al Comandante Carmona
para que dijese al General Cedeño, que él los trataba con
desconfianza pues que les ponía avanzada, lo que produjo
contestaciones de una y otra parte, terminando por impo-
ner arresto el General Cedeño al Comandante Carmona;
que luego siguió un debate entre el General Cedeño y el
General Piar, aquel persuadiéndole a que le siguiese a Ma-
turín con arreglo a la orden del Jefe Supremo, y éste ne-
gándose a seguirle, hasta el término de decirle que sí lo
llevaría a Maturín, pero seria en la punta de una lanza;
que el General Cedeño le dijo que él había llevado tropas,
no para traerle en la punta de una lanza, sino para hacerle
obedecer; que entonces dirigiéndose a la infantería les
dijo que no había venido a hacerles la guerra, que todos
eran hermanos y que su comisión sólo se dirigía a condu-
cir al General Piar a la presencia del Jefe Supremo; que el
General Piar entonces le dijo que no le sedujese su tropa,
amenazando con que pasaría con su espada al primero
que se moviese sin su orden; a lo que el señor General
Cedeño repuso que él los defendería con la suya, y vol-
viéndose hacia el General Piar le dijo terminantemente
que era menester siguiese con él a Maturín; y conociendo
entonces el General Piar que tanto el General Cedeño co-
mo los oficiales que le acompañaban estaban resueltos a
142
Rafael Marrón González

hacer obedecer la orden del Jefe Supremo, mandó al Co-


mandante Carmona se pusiese a la cabeza de la infantería
y tirando de su espada se dirigió también a ella, a cuyo
movimiento correspondió el Coronel Sánchez tirando de su
sable, sin que sepa el exponente si fuese porque el Gene-
ral Piar lo amenazase; que en este momento cercaron al
General Piar entre el General Cedeño y los demás oficiales
que lo acompañaban y lo desarmaron, y que el Coman-
dante Carmona desfiló con la infantería y se apoyó á la
caballería, quedando desde entonces el General Piar arres-
tado.
Preguntado
Si el General Piar, después que fue arrestado no intentó
fugarse: dijo que al instante mismo de haber sido arresta-
do el General Piar pidieron gente de caballería y salieron
corriendo hacia el monte varios oficiales a pié y á caballo,
pero que no sabe si fuese detrás del señor General Piar, y
que desde Maturín, ó mejor dirá desde Aragua hasta esta
ciudad, en que el exponente le ha servido de custodia, no
ha intentado fugarse.
Preguntado
Qué personas se encuentran en esta ciudad que hayan
sido testigos del suceso de Aragua: dijo que el Coronel
Sánchez y todos los individuos que componí- an la escolta;
y habiéndosele requerido nombrase dos de ellos para ser
examinados, nombró a los cabos de caballería Timoteo
Díaz y José Claro Sixto.
Preguntado
Si tiene algo que añadir: dijo que no tiene más que añadir
y que lo dicho es la verdad a cargo de la palabra de honor
que tiene dada, en que se afirmó y ratificó, leída que le
143
Rafael Marrón González

fue esta declaración, y dijo ser de edad de treinta y tres


años, y por no saber firmar hizo la señal de la cruz y lo
firmó dicho señor Juez Fiscal con el presente Secretario.
Ratificación del cuarto testigo, Alférez José Peralta
“En 10 de octubre de dicho mes y año compareció ante el
referido Fiscal el Alférez José Peralta, cuarto testigo en
este proceso, a quien dicho señor hizo poner la mano de-
recha tendida sobre el puño de su espada y preguntado si
bajo su palabra de honor promete decir verdad en lo que
se le interrogare: dijo, “sí prometo”.
Preguntado
Habiéndole leído su declaración, si era la misma que había
hecho; si tenía que añadir o quitar; si conoce la señal de
cruz (no sabía firmar), si es de su mano propia, y si se
ratifica en ella bajo la palabra de honor que tiene dada:
dijo, que se le ha leído es lo mismo que declaró; que no
tiene que añadir ni quitar; que la señal de cruz que hay en
su declaración es de su mano propia y que en todo se
afirma y ratifica bajo la palabra de honor que tiene dada;
y por no saber firmar hizo la señal de la cruz y lo firmó
dicho señor y el presente Secretario”.

José Peralta confronta a Piar


“Inmediatamente, en el mismo día (11 de octubre), des-
pués de haber salido el que queda confrontado, hizo dicho
señor comparecer al cuarto testigo, Alférez ciudadano Jo-
sé Peralta, y habiéndole hecho poner la mano derecha
tendida sobre el puño de su espada, y
Preguntado
Si bajo su palabra de honor promete a la República decir
verdad en lo que se le pregunta: dijo, “sí prometo”.
144
Rafael Marrón González

Preguntado
el acusado (Manuel Piar) si conoce al testigo que se le
presenta, si sabe le tenga odio o mala voluntad, y si lo
tiene por sospechoso: dijo que lo conoce solo de vista, y
que no sabe le tenga odio, ni lo tiene por sospechoso; y
habiéndole leído en este estado la declaración del referido
testigo y Preguntado si se conforma con ella: dijo, que
se conviene con su declaración y que se remite de nuevo
a lo que en este particular tiene dicho en su confesión.
Preguntado
El testigo si conoce al que tiene presente, y si es el mismo
por quien ha declarado: dijo que sí conoce al que tiene
presente, que es el señor General Manuel Piar; que de
nuevo se afirma en lo que tiene declarado, y de quedar
conformes testigo y acusado en esta confrontación, lo fir-
mó el segundo con dicho señor y el presente Secretario, y
el primero, por no saber escribir, hizo la señal de la cruz”.

Declaración del quinto testigo Capitán de navío An-


tonio Díaz
En dicho día, mes y año, el dicho señor Juez Fiscal, con
asistencia de mí el Secretario, pasó nuevamente á la po-
sada del Excmo. señor Jefe Supremo, donde compareció
el señor Capitán de navío Antonio Díaz, quinto testigo en
este proceso, a quien dicho señor Juez Fiscal hizo poner la
mano derecha sobre el puño de su espada, y preguntado
si bajo su palabra de honor promete decir verdad a lo que
se le interrogare: dijo "sí prometo".
Preguntado
Su nombre y empleo: dijo se llama Antonio Díaz y que es
Capitán de navío de la armada de la República.
145
Rafael Marrón González

Preguntado
Si conoce al señor General Manuel Piar y sabe dónde se
halla y por qué causa se le procesa: dijo que conoce al
señor General Manuel Piar, por General en Jefe de ejérci-
to; que sabe se halla preso en una casa de las de esta
ciudad y que juzga se le procesa por haberse fugado de
esta Provincia a la de Cumaná, y por las voces sediciosas
que divulgó en Maturín desde que llegó, a donde se en-
contraba el exponente, diciendo que había huido de esta
Provincia porque los mantuanos trataban de asesinarlo,
sólo porque era de color.
Preguntado
Si el General Piar tuvo con el exponente alguna sesión
particular, o si la tuvo con algunos otros jefes de los que
se encontraban en Maturín, si las tuvo, qué les propuso,
con qué promesas y cuál era el plan para la ejecución de
sus proyectos: dijo que cuando el General Piar llegó a Ma-
turín, el declarante fue a visitarlo, como lo ejecutaron to-
dos los demás jefes y oficiales que había en aquella plaza,
que luego se retiró a su posada, en donde a poco rato
recibió un recado por conducto de una persona que él no
conoce, á nombre del General Piar, para que fuese a ha-
blar con él; que a consecuencia pasó a la casa del General
Rojas, en donde estaba alojado el mencionado señor Ge-
neral Piar, quien luego que entró lo llevó a la Secretaria y
estando solos le dijo, que tenia que tratarle asuntos de la
mayor importancia, a lo que creyó el que declara que seria
alguna comisión del Gobierno de que iba encargado, pero
que en seguida le preguntó si bajo la fe de la amistad se
comprometía con él a auxiliarle con sus fuerzas para la
ejecución de una empresa de que le iba a hablar; que el
146
Rafael Marrón González

exponente le contestó que él estaba sin ningunas, a causa


de la mucha avería que había experimentado en el fuerte
combate de Pagallos, y que había mandado sus buques a
Margarita a repararse; entonces le dijo, que habiendo él
tratado en esta Provincia de que se estableciese un Go-
bierno a fin de que no residiesen todas las facultades en
una sola persona, como residían en el Jefe Supremo, ha-
bían tratado de sacrificarlo los mantuanos y él se había
visto forzado a huir para salvarse; que él llevaba el desig-
nio de reunir en aquella Provincia de Cumaná, con la opi-
nión de que gozaba entre sus habitantes, un grande ejér-
cito para volver a repasar el Orinoco; que en la Provincia
de Guayana había dejado un gran partido y que estaba
seguro de triunfar de los mantuanos, a quienes era me-
nester matar absolutamente, porque sus miras no eran
otras que las de destruir á todo hombre de color; que des-
truido que fuese este partido, él establecería un Gobierno,
ofreciéndole al exponente el empleo de Almirante de la
República, cuyo título le dio por dos o tres veces en la
conferencia; a todo lo que el que declara le contestó ne-
gativamente, diciéndole que él no entraba de manera al-
guna en semejantes designios, que él había recibido órde-
nes del Jefe Supremo y del Almirante para venir a Guaya-
na, y que iba á obedecerlas; que entonces el General Piar
le dijo que de ninguna manera viniese, porque lo sacrifi-
caban. Que luego le preguntó dicho General en qué buque
había venido a Maturín, y sobre la respuesta del que de-
clara de haberlo verificado en una lancha, le propuso fue-
se a apoderarse de una flechera que estaba en Güiria, y
tomase además algunos otros buques amigos o enemigos
que encontrase en el Golfo o en los caños, pues desde
147
Rafael Marrón González

aquel momento reputaba por enemigo a todo buque que


tuviera comercio o relación con esta Provincia, insistiendo
siempre en el proyecto que queda referido; que el decla-
rante le reiteró nuevamente su designio de cumplir las
órdenes para volver á esta Provincia, y se terminó esta
sesión; pero que al salir el General Piar para San Lorenzo
a reunirse con el General Mariño, le dijo al exponente que
no saliese de Maturín, pues si venia a esta Provincia seria
sacrificado al momento; que su nombre sólo y su repu-
tación eran su delito, y que no sabe si tuvo conferencias o
hizo proposiciones a otros jefes u oficiales; pero que el
General Piar públicamente hacia manifestación de estos
principios publicando que los mantuanos querían destruir
a todos los hombres de color; que era menester que éstos
se reuniesen para acabar con aquellos, y que él lo iba a
hacer.
Preguntado
Si después que el General Piar se reunió al General Mariño
ha continuado propagando los mismos principios subversi-
vos, y qué movimientos hostiles ha hecho Piar contra Ma-
turín y por qué causa: dijo que no sabe nada sobre los
particulares á que se contrae esta pregunta.
Preguntado
Si tiene algo que añadir, dijo que no tiene más que añadir
y que lo dicho es la verdad a cargo de la palabra de honor
que tiene dada, en que se afirmó y ratificó, leída que le
fue esta declaración, y dijo ser de edad de treinta y tres
años y la firmó con el señor Fiscal y el presente secretario.
Ratificación de Antonio Díaz
En el mismo día, mes y año compareció ante el referido
señor Fiscal y el presente Secretario, el Capitán de navío
148
Rafael Marrón González

ciudadano Antonio Díaz, uno de los citados por el señor


General Piar en su confesión, al folio 41, a quien dicho
señor Juez Fiscal hizo poner la mano derecha sobre el pu-
ño de su espada, y
Preguntado. Si bajo su palabra de honor promete decir
verdad en lo que se le interrogare; dijo, “sí prometo”. Y
habiéndole leído la cita que se hace del declarante: dijo
que es cierto que el señor General Piar, desde que llegó a
Maturín, en donde creyó encontrar un gran partido, públi-
camente discurría y convidaba a que todos se reuniesen
para la destrucción del mantuanismo, y que sobre esto se
refiere a lo que tiene ya declarado; que el declarante no
ha estado en convites ni tiene noticia de otra conferencia
privada que la que el General Piar tuvo con él, y que tam-
bién ha declarado ya; que no tiene más que añadir, y que
lo dicho es la verdad a cargo de la palabra de honor que
tiene dada , en que se ratificó y afirmó, leída que le fue
esta declaración, y la firmó con el señor Fiscal y el presen-
te Secretario.

Careo de Antonio Díaz con Piar


Inmediatamente, en el mismo día, después de haber sali-
do el que queda confrontado, hizo el mencionado señor
Fiscal comparecer al quinto testigo; Capitán de navío ciu-
dadano Antonio Díaz, y habiéndole hecho poner la mano
derecha tendida sobre el puño de su espada y
Preguntado, si promete a la República bajo palabra de
honor decir la verdad en lo que le va a interrogar, dijo, “sí
prometo”. Preguntado el acusado si conoce al testigo que
tiene presente, si sabe le tenga odio o mala voluntad y si
le tiene por sospechoso: dijo que lo conoce y que es el
149
Rafael Marrón González

ciudadano Antonio Díaz, Capitán de navío de la armada de


la República; que no le ha dado motivo para creer que le
tenga odio ni mala voluntad y que tampoco lo tiene por
sospechoso: y habiéndole leído en este estado la declara-
ción del referido testigo, y preguntado si se conforma con
ella: dijo que no se acuerda haber tenido conferencia par-
ticular con el testigo presente, que bien puede ser que en
paseo o sociedades se haya quejado en su presencia, co-
mo lo ha hecho con otros muchos, de la persecución ex-
perimentada y de las injusticias que se le habían hecho,
pero pregunta, ¿cómo podía pensar, sin haber perdido el
juicio, en formar tropas para venir a atacar al Gobierno de
esta Provincia que tenía un grande ejército, cuando toda
la perspectiva que se le presentaba era el General Mariño
batido y sus fuerzas reducidas a ciento y pico de fusileros
sin recursos de armas ni de municiones.
Preguntado el testigo si conoce al que tiene presente y
si es el mismo por quien ha declarado; y qué se le ofrece
decir a las objeciones que el acusado hace a su declara-
ción, dijo que conoce al que tiene presente, que es el Ge-
neral Manuel Piar, el mismo por quien ha declarado; y que
pues rebate y niega todas las proposiciones y comprome-
timientos que le hizo, pregunta, ¿con qué miras fue, pues,
que el acusado le ofreció hacerlo Almirante de la Repúbli-
ca? Que de nuevo se afirma y ratifica en lo que tiene de-
clarado, y de no quedar conformes testigo y acusado en
esta confrontación, lo firmaron con dicho señor y el pre-
sente Secretario.

150
Rafael Marrón González

Declaración del sexto testigo, Capitán Ramón Ma-


chado
En dicho día, mes y año, (5 de octubre) compareció en la
posada del señor Juez Fiscal, como sexto testigo en este
proceso, el señor Capitán Ramón Machado, a quien dicho
señor hizo poner la mano derecha sobre el puño de su
espada, y Preguntado bajo su palabra de honor si promete
decir verdad en lo que le fuere Preguntado: dijo, "sí pro-
meto".
Preguntado
Su nombre y empleo: dijo se llama Ramón Machado y que
es Capitán de infantería.
Preguntado
Si conoce al señor General Manuel Piar, si sabe dónde se
halla y por qué causa se le procesa: dijo que conoce al
señor General Manuel Piar; y que sabe se halla preso en
una de las casas de esta ciudad; y que considera se le
procesa por conspirador y desertor.
Preguntado
Qué sabe sobre los proyectos de conspiración del señor
General Piar, y si tiene noticia de la orden que el Jefe Su-
premo dio a dicho General, por conducto del señor Gene-
ral Bermúdez, para que se presentase en su Cuartel Gene-
ral de Casacoima, si sabe si esta orden le fue comunicada,
y cuál fuese la conducta del General Piar a consecuencia
de esta comunicación: dijo que hallándose en el cuarto de
despacho de la casa del señor General Bermúdez como su
Edecán, llegó el señor General Cedeño acompañado del
Comandante José Lara, Comandante que fue de Cucasa-
na, manifestándole que el General Piar había prevenido a
este último no franquease un sólo hombre de aquel De-
151
Rafael Marrón González

partamento al Excmo. señor Jefe Supremo, y que por el


contrario los reuniese todos y los tuviese listos para que él
se pusiese a la cabeza de ellos, pues que estos mantuanos
no pretendían otra cosa que destruir a los pardos; que a
virtud de esta delación el señor General Bermúdez ofició al
señor Jefe Supremo dándole parte de este acontecimiento
y pidiéndole mandase suspender el pasaporte concedido a
Piar para pasar al otro lado, por las fatales consecuencias
que produciría su proyecto: que el señor General Cedeño
practicó igual conducta, y que a virtud de estos avisos
previno al señor General Bermúdez el Excmo. señor Jefe
Supremo dijese al señor General Piar pasase a su Cuartel
General en Casacoima a hablar con él, y caso que se de-
negase lo remitiese bajo la seguridad de dos Coroneles;
que al momento mandó al declarante el señor General
Bermúdez a la casa del General Piar, a decirle tuviese la
bondad de pasar a su posada a hablar con él asuntos in-
teresantes; que Piar contestó que iría al momento, y que
apenas el que expone había dado esta respuesta al señor
General Bermúdez, cuando llegó el Edecán del General
Piar, Teniente Coronel Juan Antonio Mina, diciéndole de
parte de aquel, que se hallaba indispuesto, que por esto
no pasaba a su casa y que si algo tenia que tratarle lo hi-
ciese por escrito; que a vista de esto se le pasó por el se-
ñor General Bermúdez copia del oficio del Excmo. señor
Jefe Supremo, el mismo que puso en manos del General
el que declara y recibió por respuesta que estaba bien:
que en este estado y observando el señor General Bermú-
dez que lejos de cumplir el General Piar con lo que se le
prevenía estaba haciendo pasar sus bestias al otro lado de
la Soledad, dispuso hacer volver éstas por varios tiros de
152
Rafael Marrón González

fusil que se dirigieron a las canoas, y ordenó al exponente


pasase a la Brigada del señor Coronel Briceño a tomar
veinte y cinco hombres que con un buen oficial custodia-
sen en su posada la persona del General Piar, pero que
habiéndolo solicitado en ella, manifestaron que había sali-
do en aquel momento; que con este motivo la tropa se
devolvió a su cuartel y algunos oficiales fueron comisiona-
dos en este día por los señores Generales Bermúdez y
Cedeño para aprehenderlo y no tuvo efecto por no haber
sido hallado: que en el momento fueron expedidos oficia-
les por el General Bermúdez a los Generales Zaraza, Mo-
nagas y Rojas, y Comandantes de la Soledad y Cucasana,
tanto para que aprehendiesen al General Piar si llegase
por aquellos destinos, cuanto para que aplicasen toda la
actividad y celo en impedir la propagación de las negras
ideas que se habían empezado á observar.
Preguntado
Qué progreso tuvo esta conspiración después de la dela-
ción hecha al General Bermúdez, cuál era su objeto, bajo
qué principio la anunciaba el General Piar, si lo hacia pú-
blicamente, si sabe a qué Jefes u oficiales subalternos se
haya dirigido en particular, bajo qué promesas y con qué
prospecto, si la seducción se extendió hasta la tropa, de
qué medios se valía y quiénes eran sus agentes: dijo que
no sabe hubiese progresado, porque considera que el
conspirador no encontró apoyo ni partidarios: que el obje-
to entiende no era otro que el de atacar al Gobierno y
destruir el orden social proclamando el principio de que
los blancos intentaban destruir a todos los hombres de
color; que era necesario que estos se reuniesen, atacasen
y matasen a todos aquellos, principalmente a los mantua-
153
Rafael Marrón González

nos; que esto lo decía públicamente y en presencia de


oficiales y soldados; sin embargo, que el exponente no se
lo oyó decir; que entiende que se dirigió a algunos Jefes
según ha oído decir, pero que sólo está cierto de que lo
hizo al Coronel Sánchez, que se lo manifestó al exponente
lleno de una patriótica indignación contra un hombre que
solo aspiraba la ruina de la República: que no sabe que
promesas hiciese ni cual fuese su plan; que tampoco sabe
si la seducción se extendió hasta la tropa, ni de que me-
dios pudo valerse ni si tenía agentes.
Preguntado
Si sabe cuál haya sido la conducta del General Piar des-
pués de su llegada a Maturín: dijo que ha oído decir, y
aun ha visto por la correspondencia del señor General Ro-
jas, que luego que llegó a Maturín el señor General conti-
nuó difundiendo las mismas máximas y luego se reunió al
señor General Mariño y ha continuado observando la mis-
ma conducta.
Preguntado
Si reconoce por legítimas las firmas que autorizan los do-
cumentos segundo, tercero, cuarto, quinto, séptimo, no-
veno, décimo, undécimo, duodécimo y décimotercio que
obran a los folios 4, 5, 6, 7, 8, 9, 14, 15, 16, 17, 18, 19 y
20 de este proceso: dijo que las reconoce por legítimas,
pues es de las que usan los Generales Bermúdez, Cedeño
y Rojas.
Preguntado
Si tiene algo que añadir: dijo que no tiene más que aña-
dir, que lo que ha dicho es la verdad, a cargo de la pala-
bra de honor que tiene dada, en que se afirmó y ratificó
leída que le fue esta declaración, y dijo ser de edad de
154
Rafael Marrón González

treinta y dos años y lo firmó con el Juez Fiscal y el presen-


te Secretario”.

Ratificación de Ramón Machado


Inmediatamente comparecido ante el mismo señor, el
presente Secretario y el oficial defensor, el Capitán Ramón
Machado, sexto testigo en este proceso, a quien dicho
señor hizo poner la mano derecha sobre la empuñadura
de su espada, y Preguntado: Si bajo su palabra de honor
promete a la República decir verdad en lo que se le pre-
guntare: dijo, “sí prometo”.
Preguntado. Habiéndole leído su declaración a los folios
32,33 y 34 de este proceso, si era la misma que había
dado, si tenía que añadir o quitar, si conoce la firma, si es
de su propia mano y si se ratifica en ella bajo la palabra
de honor que tiene dada; dijo que lo que se le ha leído es
lo mismo que declaró, que no tiene que añadir o quitar,
que reconoce la firma por ser de su propia mano, y que
en todo se afirma y ratifica bajo la palabra de honor que
tiene dada, y lo firmó con dicho señor y el presente Secre-
tario.

Careo y confrontación de Ramón Machado con Piar


“Inmediatamente, en el mismo día (11 de octubre), des-
pués de haber salido el que queda confrontado, hizo dicho
señor comparecer al sexto testigo, Capitán Ramón Macha-
do, y habiéndole hecho poner la mano derecha sobre el
puño de su espada, y
Preguntado
Si bajo su palabra de honor promete a la República decir
verdad en lo que se le preguntare, dijo: “sí prometo”.
155
Rafael Marrón González

Preguntado
El acusado (Manuel Piar) si conoce al testigo que se le
presenta, si sabe le tenga odio o mala voluntad y si lo tie-
ne por sospechoso: dijo, que sí lo conoce, que es el ciu-
dadano Ramón Machado, Capitán de infantería y que no
sabe le tenga odio, ni lo tiene por sospechoso: y habién-
dole leído en este estado la declaración del referido testi-
go, y Preguntado si se conforma con ella: dijo, que en lo
relativo a la intimación que le fue hecha por el General
Bermúdez de la orden del Jefe Supremo para que el acu-
sado pasase al Cuartel General de Casacoima, se confor-
ma con la declaración del testigo, pero no con nada de lo
que dice ha oído decir sobre el proyecto de conspiración
de que se le acusa, pues además de que el testigo se re-
fiere solo a simples dichos, reproduce lo que en este mis-
mo día tiene dicho y anteriormente en su confesión, de
que éstas son calumnias.
Preguntado
El testigo si conoce al que tiene presente y si es el mismo
por quien ha declarado, y qué se le ofrece decir a lo que
el acusado reprueba sobre su declaración: dijo que conoce
al que tiene presente, que es el General Manuel Piar el
mismo por quien ha declarado, que sobre los reparos que
hace en su declaración, el declarante se ha referido a lo
que oyó decir al Comandante de Cucasana y al Coronel
Sánchez, que de nuevo se afirma en lo que tiene declara-
do, y de quedar conformes testigo y acusado en esta con-
frontación, lo firmaron con dicho señor y el presente Se-
cretario”.

Declaración del séptimo testigo, Timoteo Díaz


156
Rafael Marrón González

“En dicha ciudad, a 7 de octubre de 1817, el referido se-


ñor Jefe de Estado mayor General hizo comparecer ante sí
a Timoteo Díaz, séptimo testigo en este proceso, a quien
ante mí el presente Secretario hizo levantar la mano dere-
cha y
Preguntado
¿Juráis a Dios y prometéis a la República decir verdad en
lo que os voy a preguntar? Dijo “sí juro”.
Preguntado
Su nombre, empleo, si conoce al señor General Manuel
Piar y sabe dónde se haya: dijo que se llama Timoteo
Díaz: que es cabo primero de la segunda compañía del
Escuadrón de Honor: que conoce al señor General Manuel
Piar por General en Jefe del ejército y que se haya arres-
tado en esta ciudad.
Preguntado
Sobre lo acontecido en el pueblo de Aragua el día que el
señor General Cedeño, con un piquete de caballe- ría,
arrestó al mencionado señor General Piar, diga todo lo
que sepa o haya visto: dijo que habiendo llegado al pue-
blo de Aragua el declarante en el piquete que llevó el se-
ñor General Cedeño, se formó junto con los demás en la
plaza y vio que el dicho señor General se dirigió a la casa
en que estaba alojado el señor General Piar; que desde su
formación oía que disputaban pero sin que percibiese de
lo que trataban: que cuando hubo ya amanecido salieron
el General Cedeño y los oficiales que lo acompañaban, y el
General Piar, y se dirigieron hacía donde estaba un cuerpo
de infantería que éste tenia en aquella plaza; que enton-
ces oyó que el General Cedeño se empeñaba en persuadir
al General Piar a que lo acompañase a Maturín para de allí
157
Rafael Marrón González

seguir a presentarse al Jefe Supremo, pero que el General


Piar se negaba absolutamente y le dijo que primero caería
una estrella del cielo que ir a Maturín: que como el Gene-
ral Cedeño había avanzado con ocho carabineros hacia el
cuartel de la infantería, el Comandante de ella, ciudadano
Carmona, le dijo al General Cedeño que él los trataba con
desconfianza, tuvieron algunas otras palabras, de que re-
sultó que el General Cedeño enviase arrestado al Coman-
dante Carmona a la línea de su caballería; que el Coronel
Sánchez se separó conversando con él y que á poco mo-
mento hicieron llamar al General Cedeño; que en este
momento en que el General Piar quedó solo, movió su
infantería y la situó entre dos casas; que poco después el
General Cedeño, el Coronel Sánchez, el Comandante Car-
mona y los demás oficiales que acompañaban al primero,
volvieron a donde estaba el General Piar; que el General
Cedeño principió de nuevo a persuadirle al General Piar
que lo siguiese; que la cuestión fue más acalorada, y que
el General Cedeño le declaró en unos términos bien positi-
vos que absolutamente debía seguirlo, y que dirigiéndose
a la infantería le preguntó si ella pelearía con sus herma-
nos, que la infantería contestó que no, y que entonces el
General Piar le dijo que le dejase quietas sus tropas, pues
que él no se metía con las suyas, y que habiendo amena-
zado a uno de pasarlo con su espada, no sabe por qué, el
General Cedeño le dijo que él lo defendería; que luego el
General Piar, conociendo que el General Cedeño estaba
determinado a llevarlo a Maturín, mandó al Comandante
Carmona que se pusiese a la cabeza de la infantería y
arrojando su capote en tierra corrió hacia ella el mismo
General Piar con la espada desenvainada; que entonces el
158
Rafael Marrón González

General Cedeño y todos los demás oficiales lo cercaron y


lo desarmaron, y el Comandante Carmona con la infante-
ría desfiló á apoyarse con la línea de caballería y que des-
de aquel momento quedó arrestado el General Piar.
Preguntado
Si el General Piar después que fue arrestado intentó fu-
garse: dijo que lo ignora, pero que desde que se empren-
dió la marcha en Aragua, en que el exponente ha venido
de custodia suya hasta esta ciudad, no ha notado que el
General Piar haya intentado fugarse.
Preguntado
Si tiene más que añadir: dijo que no tiene más que añadir
y que lo dicho es la verdad, a cargo del juramento hecho
en que se afirmó y ratificó, leída que le fue la declaración,
y dijo ser de edad de treinta y cuatro años, por no saber
escribir hizo la señal de la cruz, y lo firmó dicho señor y el
presente Secretario”.

Nota: Con la actitud de Carmona, Timoteo Díaz se contra-


dice, pues primero asegura que el comandante discutió
con Sedeño y este lo mandó a arrestar y luego afirma que
Piar le ordenó ponerse a la cabeza de la infantería para
enfrentar a Sedeño. Timoteo Díaz fue el único de los testi-
gos que desertó para evitar el careo y su desaparición se
notó el día diez cuando fue llamado a ratificar su declara-
ción. En noviembre de 1817 fue juzgado y fusilado en An-
gostura un desertor de apellido Díaz, es posible que se
trate del mismo sujeto.

Declaración del octavo testigo, José Claro Sixto

159
Rafael Marrón González

“En dicho día, mes y año (7 de octubre de 1817), el men-


cionado señor Juez Fiscal hizo comparecer ante sí a José
Claro Sixto, octavo testigo en este proceso, a quien ante
mí el presente Secretario hizo levantar la mano derecha y
Preguntado
¿Juráis a Dios y prometéis a la República decir verdad en
lo que se os va a preguntar? Dijo, “sí juro”.
Preguntado
Su nombre y empleo: dijo que se llama José Claro Sixto.
Que es cabo primero de la primera compañía del escua-
drón de Caicara, que conoce al señor Manuel Piar que se
halla preso en esta ciudad.
Preguntado
Sobre lo ocurrido en el pueblo de Aragua el día que el se-
ñor General Cedeño, con un piquete de caballería, arrestó
al referido señor General Piar, diga lo que sepa o haya
visto: dijo que habiendo llegado al pueblo de Aragua al
amanecer, siendo el declarante uno de los que componían
el piquete que llevó el señor General Cedeño, se formó
junto con los demás en la plaza y vio que el General Ce-
deño se fue a hablar con el General Piar: que luego que
estaba ya claro, salieron de la casa los Generales y se diri-
gieron donde estaba la infantería; que entonces oyó que
el General Cedeño le decía la General Piar, que era me-
nester siguiera con él a Maturín; y que éste se negaba a
hacerlo, diciendo que esperaba que viniese el General Ma-
riño; que en esta cuestión estuvieron hasta cosa de las
ocho de la mañana, a cuya hora observó el declarante que
el General Piar, desenvainando su espada, se unió a la
infantería, y mandó al Comandante Carmona se pusiese a
la cabeza de ella; que entonces el General Cedeño se
160
Rafael Marrón González

apoderó de la espada que el General Piar tenía en sus


manos, que el Comandante Carmona marchó con su in-
fantería a ponerse al costado de la caballería y que el Ge-
neral Piar quedó desde aquel momento arrestado.
Preguntado
Si el General Piar, después de que fue arrestado intentó
fugarse: dijo que lo ignora, pero que desde aquel día en
que el declarante fue nombrado para su custodia hasta su
llegada a esta ciudad, no ha observado que el General Piar
intentase fugarse.
Preguntado
Si tiene más que añadir: dijo no tener más que añadir, y
que lo dicho es la verdad, a cargo del juramento hecho,
en que se afirmó y ratificó leída que le fue esta declara-
ción, y dijo ser de edad de treinta y nueve años, y por no
saber escribir hizo la señal de la cruz, y lo firmó el men-
cionado señor Fiscal y el presente Secretario”.

Ratificación de José Claro Sixto


En el mismo día, mes y año comparecido ante dicho se-
ñor, Fiscal. José Claro Sixto, octavo testigo en este proce-
so, con asistencia del presente Secretario, y habiéndole
dicho señor hecho levantar la mano derecha, y
Preguntado: ¨¿Juráis a Dios y prometéis a la República
decir verdad en lo que se os va a preguntar?: dijo, “sí ju-
ro”.
Preguntado. Habiéndole leído su declaración a los folios
36 y 37 de este proceso, si era la misma que había hecho,
si tenía que añadir o quitar, si conoce la señal de la cruz,
si es de su mano propia, si se ratifica en ella bajo el jura-
mento que tiene hecho; dijo que todo lo que se le ha leído
161
Rafael Marrón González

es lo mismo que declaró, que no tiene que añadir o quitar,


que la señal de la cruz que hay en su declaración era de
su mano propia, y que en todo se afirma y ratifica bajo el
juramento que tiene hecho, y que no sabe firmar, hizo la
señal de la cruz, y lo firmó dicho señor y el presente Se-
cretario.

Confrontación y careo de José Claro Sixto con Piar


“Inmediatamente, el mismo día (11 de octubre), después
de haber salido el que queda confrontado, mandó dicho
señor comparecer al séptimo testigo, Timoteo Díaz, el
cual, no habiendo concurrido a la citación, hizo entrar al
octavo testigo José Claro Sixto, y habiéndole hecho levan-
tar la mano derecha, y preguntado: ¿Juráis a Dios y pro-
metéis a la República decir verdad en lo se os va a inte-
rrogar? Dijo, “sí juro”.
Preguntado
El acusado (Manuel Piar) si conoce al testigo que se le
presenta, si sabe le tenga odio o mala voluntad; si le tiene
por sospechoso: dijo, que no se acuerda haberlo visto, y
por lo tanto, no sabe le tenga odio ni si es sospechoso; y
habiéndole leído en este estado la declaración de dicho
testigo, y preguntado si se conforma con ella: dijo, “que sí
se conformaba”.
Preguntado
El testigo si conoce al que tiene presente, y si es el mismo
por quien ha declarado, dijo, que conoce al que tiene pre-
sente, que es el señor General Manuel Piar, el mismo por
quien ha declarado, y de quedar conformes testigo y acu-
sado en esta confrontación, lo firmó el segundo con dicho

162
Rafael Marrón González

señor y el presente Secretario, el primero por no saber


escribir hizo una señal de cruz”.

Declaración del noveno testigo Teniente Coronel


Francisco Pildain, Pache
Inmediatamente compareció ante el dicho señor Fiscal y el
Secretario, el Teniente Coronel ciudadano Francisco Pil-
dain, uno de los citados por el señor General Manuel Piar
en su confesión al folio 41, a quien dicho señor Fiscal hizo
tender la mano sobre el puño de su espada y Preguntado.
Si bajo su palabra de honor promete decir verdad en lo
que se le interrogare: dijo "sí prometo."
Preguntado
Su nombre y empleo: dijo, que se llama Francisco Pildain
y que es Teniente Coronel de Infantería.
Preguntado
Si conoce al señor General Manuel Piar, si sabe dónde se
halla y por qué causa se le procesa: dijo, que conoce al
señor General Manuel Piar, que sabe se halla preso en
esta ciudad y que considera se le procesa por la conspira-
ción que dicen intentó en esta Provincia.
Preguntado
Si el declarante se encontraba en Maturín cuando el señor
General Piar llegó a aquella ciudad después de haberse
fugado de esta Provincia, y cual fue la conducta que ob-
servó allí dicho General: dijo, que el declarante estaba en
Maturín cuando llegó el señor General Piar fugitivo de esta
Provincia, acompañado de un solo asistente; que el decla-
rante fue uno de los primeros que estuvo a verle a causa
de que estando de Jefe de día iba en aquel momento a
recibir órdenes del General Rojas; que este General lo
163
Rafael Marrón González

presentó al General Piar, diciéndole: aquí tiene U. al Te-


niente Coronel Pache, quien le dijo al saludarlo que pare-
cía un mantuano, lo que el declarante extrañó y le fue
desagradable; que allí se reunieron varios oficiales y veci-
nos y que se hizo una salva de artillería de cinco tiros de
cañón, promovida por el C. Cipriano López que se com-
prometió a pagar la pólvora, diciendo que se disparasen
los tiros que aquel era su General, el primer General que
había conocido; que sobre la conducta que privadamente
observase el señor General Piar nada puede decir porque
no tuvo conocimiento de ella; pero que en público, cuando
se quejaba de lo que le habían hecho en Guayana, decía
públicamente que los mantuanos lo habían querido sacrifi-
car y lo habían mandado asesinar, y que no sabia por qué
fuera esta persecución después de todos sus servicios,
sino por aquel pellejo, decía tocándose las manos, pero
añadía que aquel pellejo les costaría caro; que también
decía que Maturín en donde él había tenido las primeras
victorias, no creía lo abandonase; que él iba a unirse al
General Mariño, para que se hiciera la división de las Pro-
vincias como estaban anteriormente, y que los mantuanos
gobernasen en Occidente, que Mariño y él gobernarían en
Oriente. Y habiéndole leído la cita que se hace del decla-
rante, dijo que no ha oído las expresiones que el General
Piar confiesa divulgaba en favor de la unión en Maturín,
que tampoco ha tenido con él ni presenciado conversacio-
nes privadas, ni particulares, ni menos ha concurrido a
convites y que se refiere á lo que deja declarado.
Preguntado
Si tiene más que añadir: dijo, que no tiene más que añadir
y que lo dicho es la verdad a cargo de la palabra de honor
164
Rafael Marrón González

que tiene dada, en que se afirmó y ratificó leída que le fue


esa declaración, y dijo ser de edad de treinta y tres años,
y lo firmó con el señor Fiscal y el Secretario.

Ratificación del Teniente Coronel Pildain


En el referido día, mes y año compareció ante el enuncia-
do señor Fiscal, con asistencia del presente Secretario y
del oficial defensor, el señor Teniente Coronel ciudadano
Francisco Pildaín, noveno testigo en este proceso, a quien
dicho señor Juez Fiscal hizo poner su mano derecha sobre
el puño de su espada y
Preguntado. Si bajo su palabra de honor promete decir
la verdad en lo que se le interroga: dijo “sí prometo”.
Preguntado. Habiéndose leído sus declaraciones que se
encuentra en este, proceso, en los folios 46 y 47, si era la
misma que había dado, si tenía que añadir o quitar, si co-
noce la firma, si es la de su mano propia, y se ratifica en
ella bajo la palabra de honor que tiene dada; dijo lo que
se le ha leído es lo mismo que declaró, que no tiene que
añadir ni quitar, que la firma que hay en su declaración es
de su mano propia, y que en todo se afirma y ratifica bajo
la palabra de honor que tiene dada, y lo firmó con el refe-
ridos señor y el presente Secretario.

Careo y confrontación del testigo Francisco Pildain,


alias Coronel Pache, con Piar
“Inmediatamente, en el mismo día (11 de octubre), des-
pués de haber salido el que queda confrontado, hizo dicho
señor comparecer al noveno testigo, Teniente Coronel
Francisco Pildain, y habiéndole hecho poner la mano dere-
cha tendida sobre el puño de la espada, y
165
Rafael Marrón González

Preguntado
Si bajo su palabra de honor promete a la República decir
verdad en lo que se le preguntare: dijo, “sí prometo”.
Preguntado
El acusado si conoce al testigo que se le presenta, si sabe
le tenga odio o mala voluntad, y si lo tiene por sospecho-
so: dijo, que sí lo conoce, y no sabe le tenga odio ni lo
tiene por sospechoso; y habiéndole leído es este estado la
declaración del referido testigo, y preguntado si se con-
forma con ella: dijo, que la especie de mantuano a que se
refiere el testigo, la ocasionó una incomodidad que acaba-
ba de tener con un sujeto que había declarado atrozmente
contra su conducta en la Villa de Aragua; que lo demás
que dice son las quejas que el acusado ha hecho varias
veces, y que no ha negado, y que no sabe como el testigo
no le ha oído predicar a favor de la unión, cuando lo hacía
en todas partes y a todas horas; y añade que ¿cómo es
posible que haya existido el proyecto de conspiración que
se le imputa, y estando en Maturín el acusado en donde
es generalmente querido, a nadie ha convocado ni con
nadie ha tratado del asunto, teniendo allí amigos muy an-
tiguos y de la mayor confianza?
Preguntado
el testigo si conoce al que tiene presente y si es el mismo
por quien ha declarado, que se le ofrece decir sobre lo
que el acusado ha expuesto: y dijo, que conoce al que
tiene presente, que es el señor General Manuel Piar, el
mismo por quien ha declarado; que nada tiene que decir
en lo que ha expuesto, y de quedar conformes testigo y
acusado en esta confrontación, lo firmaron con dicho se-
ñor y el presente Secretario”.
166
Rafael Marrón González

Quienes sostienen que Piar fue víctima de una conspira-


ción de Bolívar arguyen que solo enemigos de Piar fueron
convocados como testigos en el juicio y se preguntan có-
mo fue posible que Piar invitara a estos sus enemigos a
conspirar contra la República. La respuesta la encontra-
mos en la descripción de la voluble personalidad de Piar,
que ofendía y hasta maltrataba físicamente a sus subal-
ternos, pero inmediatamente olvidaba el agravio. Pero lo
olvidaba él, no el agraviado. Y no es extraño que este tipo
de personas pequen de ingenuidad al confiar en quienes
por lógica deben desconfiar. Lo vemos en su actitud con
Mariño a quien por poco asesina, junto con Bolívar, en
Pampatar y a quien luego proscribe el año 16, para poste-
riormente invocar su amistad y protección cuando se ve
en desgracia. Y, por otro lado, estos testigos eran pardos,
es decir, pertenecían a la misma clase social de Piar que
los consideró, en ese trance, sus iguales creyendo que
albergaban los mismos resentimientos. Y se equivocó.
Eran patriotas para quienes la patria por la que luchaba,
que les había conferido honores y dignidades, estaba por
encima de sus intereses particulares.

En el ínterin de las declaraciones se descubrió a un solda-


do de la guardia de Piar, con una moneda de oro. Se pre-
sumió que Piar trataba de sobornar a la guardia y se pro-
cedió al cateo de la celda: “En este estado y en el mismo
día (10 de octubre) habiendo recibido orden el señor Juez
Fiscal para pasar a la prisión del señor General Piar y re-
coger el dinero que hubiere en su poder, haciendo un es-

167
Rafael Marrón González

crupuloso registro de toda la prisión, pasó dicho señor,


acompañado de mí, el Secretario, y habiendo entrado con
el oficial de la guardia , Capitán Juan José Conde, requirió
al mencionado señor General Piar, con arreglo a la orden
que tenía, quien al momento exhibió siete onzas de oro,
diciendo ser todo lo que tenía en su poder, y habiéndose
por el referido oficial de la guardia procedido al registro
nada más se encontró. Añadiendo el mencionado General
Piar que en poder del oficial de guardia saliente, Teniente
Ciudadano Pedro Morín, existe una onza de su propiedad,
que le dio esta mañana para que la cambiase, gratificase
con un peso al soldado que la había sacado del lugar don-
de se le cayó y le volviese el resto. Que si desde el primer
día de su prisión se le hubiese dicho sobre intereses, ha-
bría presentado las mismas ocho onzas que dice trae des-
de Aragua. Con lo que quedó cumplida la orden del Jefe
Supremo, y para que conste, mandó dicho señor se pusie-
se por diligencia, que firmó el referido señor General Piar
con el Juez Fiscal, el oficial de la guardia y el presente”.

“Incontinente se presentó el Teniente Morín ante el señor


Fiscal, exhibiendo diez y siete pesos, resto de la onza que
había cambiado, deducido el peso con el que se gratificó
al soldado que la halló, y mandó dicho señor que estos
diez y siete pesos y las siete onzas a que se refiere la dili-
gencia anterior, se depositasen en la Hacienda pública, a
cuyo efecto hizo pasar el oficio correspondiente, y habien-
do mandado recibo los Ministros, de la cantidad deposita-
da, ordenó se agregase a los autos, y que todo se pusiese
por diligencia y la firmó con el presente Secretario”.

168
Rafael Marrón González

“Ha entregado en estas cajas nacionales, el ciudadano


Capitán José Ignacio Pulido, por orden del señor General
Soublette, siete onzas de oro y diez y siete pesos en plata
macuquina, de la pertenencia del señor General Piar. An-
gostura, octubre 10 de 1817”.

IV

La declaración de Piar
En la plaza de Angostura, a 8 de octubre de 1817, el se-
ñor General de Brigada Carlos Soublette pasó con asisten-
cia de mí, el Secretario, a la casa donde se halla preso el
señor General Manuel Piar acusado en este proceso, para
recibirle su confesión, a quien hizo saber se le iba a poner
en Consejo de Guerra, y previno eligiera un oficial para
que pudiera defenderlo en la presente causa, y enterado
nombró al señor Ayudante general, ciudadano Fernando
Galindo; y para que conste por diligencia lo firmó dicho
señor, de que doy fe, el infrascrito Secretario.
La Confesión del reo
Inmediatamente dicho señor Juez Fiscal dijo al General
Manuel Piar, levantase la mano derecha, y
Preguntado. ¿Juráis a Dios y prometéis a la República
decir verdad sobre el punto que os voy a interrogar? Dijo
que sí jura, y responde.
Preguntado
Su nombre, edad, patria, religión y empleo, dijo: que se
llama Manuel Piar; que es de edad de cuarenta años; na-

169
Rafael Marrón González

tural de la isla de Curazao, su religión Católica, Apostólica,


Romana, y que es General en Jefe de ejército, y responde.
Preguntado
Si sabe la causa por qué se halla preso: dijo, que conside-
ra será la causa de su arresto el haber sido llamado por el
Jefe Supremo, y no haber el confesante concurrido a este
llamamiento, por el temor que le habían hecho concebir
las voces que se difundían en perjuicio suyo, y haber he-
cho uso del pasaporte que se le había concedido, y res-
ponde.
Preguntado
En qué día salió de la villa de Upata, cuándo llegó al Jun-
cal (de Angostura), y cuándo pasó el río Orinoco: dijo, que
en aquellos días tenía la imaginación tan sobrecargada
que no puede recordar las fechas sobre que se le pregun-
ta; pero que considera que saldría de la villa de Upata en
la primera semana del mes de julio del presente año, que
permanecería como ocho días en el Juncal, otros tantos
dentro de esta ciudad después que fue ocupada por las
armas de la República, y que verificaría el paso del Orino-
co por los días 26, 27 ó 28 de dicho mes, y responde.
Preguntado
Por qué desde que llegó al Juncal no hizo uso de su pasa-
porte: dijo, porque necesitaba auxilio de bestias que debía
franquearle el General Cedeño, las cuales era menester
traer de los potreros, y porque además el mismo General
Cedeño, a instancias del confesante, se había encargado
de pasar al Cuartel General a solicitar del Jefe Supremo se
examinase en un Consejo de Guerra su conducta relati-
vamente al manejo de los intereses del Estado, que, pú-
blicamente se decía que el confesante se los había apro-
170
Rafael Marrón González

piado, y aguardaba las resultas; que cuando el señor Ge-


neral Cedeño regresó y le dio por respuesta que no había
tiempo para verificar el Consejo que el confesante desea-
ba para sincerarse, ya la plaza había sido evacuada por los
españoles y sólo trató de ausentarse haciendo uso del
permiso que tenia, y activó cuanto le fue posible la conse-
cución de las bestias que necesitaba para su viaje y el de
los Dragones que también se le había permitido llevar en
su compañía. Y responde.
Preguntado
Confiese cuál fue su conducta desde que llegó al Juncal
hasta que verificó el paso del Orinoco: dijo, que su con-
ducta ha sido la más pacífica, pues que apenas salía de su
casa, esperando que llegasen las bestias y la contestación
del asunto de que se había encargado el señor General
Cedeño, y de que ha hecho relación en la anterior res-
puesta, y responde.
Reconvenido
Cómo dice que su conducta mientras permaneció en el
Juncal y en esta ciudad fue una conducta pacífica, cuando
resulta de autos que, tanto privadamente como en públi-
co, convocaba y animaba a todos los hombres de color a
una conspiración para asesinar a todos los hombres blan-
cos que servían a la República, y destruir el actual sistema
de gobierno, publicando que se le perseguía porque era
pardo, y que el gran misterio de la administración se diri-
gía a la destrucción de esta clase.
Piar niega la acusación
Dijo, que niega la reconvención en la forma que se le ha-
ce, pues la idea sola de asesinato horroriza al confesante,
quien después de haber dado tan repetidas pruebas en el
171
Rafael Marrón González

ejercicio de la autoridad, de cuánto le cuesta derramar la


sangre del criminal, era incapaz de concebir el proyecto de
destrucción contra toda una raza de hombres; y que aun-
que no niega que lastimado de las injusticias que se le
habían hecho, de los crímenes que se le imputaban, entre
otros el de usurpador de los intereses públicos, y sofocado
con las relaciones se le hacían de la enemistad que le pro-
fesaban ya varios de sus amigos, de los asesinatos que
contra él se meditaban, y de las especies indecentes con
que se manchaba su reputación y su honor, prorrumpía,
en presencia de los que venían a verle, en quejas amar-
gas, y exclamaba en medio de la exaltación que natural-
mente debía producir todo esto en su espíritu, que no sa-
bia si el ser pardo era la causa de que se le calumniase y
vilipendiase; pero que es falso el que convocase, ni en
público ni en privado, a los hombres de color a la conspi-
ración de que se le acusa; que con nadie ha hecho com-
prometimientos, que de nadie ha formado apuntes, que a
nadie ha visitado ni hablado más que con los que han ve-
nido a verle, y que sobre todo, cómo podía proyectar
conspiración, ni solicitar partidarios un hombre que sólo
anhelaba por irse y que incesantemente se fatigaba por la
consecución de lo que se necesitaba para su viaje, y esto
no obstante las reiteradas súplicas de varios Jefes y oficia-
les porque no se fuese, a quienes dijo constantemente el
confesante, que se iba, que no podía permanecer en un
país donde se le había tratado de ladrón, y que se iba en
solicitud del General Mariño; y pregunta el confesante, ¿si
el General Mariño es tenido por el Jefe de la facción de un
color contra otro? y que sobre todo, es imposible que
pueda haber un solo hombre que en su presencia le sos-
172
Rafael Marrón González

tenga que lo ha convocado para el aniquilamiento de los


hombres blancos, ni para la destrucción del actual Go-
bierno, a menos que sea un enemigo del confesante y que
haya jurado su muerte, y responde.
Vuelto a reconvenir
¿Cómo niega el antecedente cargo, cuando está justifica-
do que ha convidado á varios Jefes, haciendo a algunos
las promesas más lisonjeras e interesándoles en que se
reuniesen a los de su partido para la ejecución de la cons-
piración, persuadiéndoles que contaba con todas las fuer-
zas y protestándoles que no obedecería más a la Suprema
Autoridad, y que estaba resuelto á llevar á efecto su pro-
yecto? Dijo, que es falso y que se atiene á lo que deja
declarado; que á nadie ha convidado, ni menos ha hecho
promesas de ninguna especie, y que lo único que ha dicho
fue que no serviría más en un Gobierno donde se le había
tratado de ladrón, y responde.
Preguntado
A dónde se dirigió después que salió de esta Provincia:
dijo, que a la ciudad de Maturín, y responde.
Preguntado.
Cuál fue su conducta después que llegó a Maturín: dijo
que desde el momento que llegó a Maturín y se desmontó
en la posada del señor General Rojas, a donde con este
motivo se habían reunido una porción de oficiales y veci-
nos del pueblo, el confesante, pasados los primeros cum-
plidos, les discurrió en voz alta, y lo continuó haciendo
mientras permaneció en aquel pueblo, sobre la unión de
todas las clases, diciéndoles que el único modo de salvar-
nos era el que los blancos, pardos, negros e indios se
uniesen y estrechasen cada vez más; que cuando se vio
173
Rafael Marrón González

en particular con sus amigos, y éstos le preguntaron sobre


la causa de su viaje, les dijo que se había ido de este país,
huyendo de las calumnias que contra el confesante se ha-
bían levantado, atribuyéndosele entre otras cosas, la
usurpación de intereses del Estado, y para evitar que lo
sacrificasen como le habían hecho creer algunos; y que se
quejó de estas injusticias, pero privadamente, en conver-
saciones particulares, con personas de confianza y con
mucho menos calor que cuando estaba en esta Provincia,
porque lejos ya del peligro que se le había hecho temer,
su imaginación se había despejado y se había tranquiliza-
do su espíritu; que tuvo varios convites en casa de estos
mismos amigos, con los cuales no hizo más que regocijar-
se y dilatar su corazón, sin tratar asunto alguno que per-
judicase la tranquilidad pública. Que esta ha sido su con-
ducta en Maturín, sin que tuviese tratos ocultos, ni menos
se produjese con Jefes ni subalternos en otros términos
que los de la amistad y trato ordinario. Que sobre esto
atestigua todo el pueblo de Maturín, pudiéndose exami-
nar, sin perjuicio de la brevedad de la causa, al Capitán de
navío C. Antonio Díaz y al Teniente Coronel Pache (Fran-
cisco Pildain), quienes, si son oficiales de honor, como no
lo duda el confesante, declararán lo mismo que dejo rela-
tado; que al otro día de su llegada a aquella ciudad escri-
bió al señor General Mariño, manifestándosele y diciéndole
que por haber llegado muy fatigado no iba en el momento
a reunirse con él, pero que lo verificaría muy pronto; que
el General Mariño, que estaba en San Francisco cuando
recibió esta carta, envió al señor Coronel Izabal y otros
oficiales, y con ellos marchó el confesante a reunirse a
aquel Jefe, y responde.
174
Rafael Marrón González

Reconvenido
¿Cómo dice que su conducta en Maturín ha sido tan regu-
lar, cuando hay testigo que deponga que allí continuó tra-
bajando y con mayor ahínco por la ejecución de la conspi-
ración y por hacerse de partido, convocando Jefes, ha-
ciendo ver los muchos partidarios que dejaba en esta Pro-
vincia, los muchos con que contaba en Cumaná y lo fácil
que le era reunir allí un ejército, en lo que iba a trabajar
inmediatamente, venir a este lado, reforzarse con todos
los partidarios que aquí lo aguardaban, atacar y destruir a
todos los blancos, especialmente a los mantuanos, des-
truir también á todos los que los sostuviesen y establecer
un Gobierno?
Respuesta de Piar a la reconvención del Fiscal
Dijo, que niega el cargo que se le hace y añadido que si
puede existir en el mundo una cabeza que juzgue que el
confesante podía pensar en establecer un Gobierno con
los escombros a quedaría reducida la República, según el
inicuo y sanguinario proyecto que se le atribuye, seria ca-
paz de no existir; que lo que le es más sensible, es que
después de haber servido fielmente a la República, des-
pués de haber merecido bien de la patria y haberle consa-
grado sus tareas, su vida y toda especie de sacrificios, se
vea en el día acusado y procesado por proyectos los más
atroces y contrarios a los sentimientos de su corazón, hi-
jos sólo de la más negra intriga; y que no niega, como
tiene ya declarado, que en el calor de sus quejas haya
dicho algunas expresiones fuertes, nacidas de su justo
sentimiento, pero que éstas no han tenido ningún objeto,
ningún plan, han sido conversaciones casuales y amisto-
sas, desahogos de un hombre altamente lastimado, y que
175
Rafael Marrón González

se atiene a lo declarado en la anterior pregunta. Que lue-


go que llegó al campo del General Mariño, cesaron hasta
estas mismas quejas, y solo pensó en arreglar y organizar
aquella Provincia, reunir tropas y continuar haciendo la
guerra a los enemigos de la República, y responde.
Vuelto a reconvenir
Cómo dice que desde que se unió al General Mariño sólo
trató de arreglar y organizar la Provincia de Cumaná y de
reunir tropas para continuar la guerra contra los enemigos
de la Republica, cuando resulta de correspondencia oficial
lo que se ve en el documento número doce, folio diez y
nueve; dijo que el cargo que se le hace es falso y ridículo,
que no cabe en el sentido común, y que casi no debía ha-
bérsele dado entrada en este proceso; pero que esto
mismo corrobora más la proposición que acaba de asentar
en la anterior pregunta, y es que la más negra intriga se
ha formado para perderle, para manchar y oscurecer sus
distinguidos servicios a la República, y destruir en el cora-
zón de sus compatriotas hasta el último sentimiento de la
gratitud y del aprecio que les ha merecido; que también
presentaría, para mejor convencer de que ha habido un
designio manifiesto de sacrificarle, lo que ocurrió al decla-
rante en la ciudad de Maturín, una vez que pasó a ella en
compañía del señor General Mariño, a saber: que el señor
General Rojas, instigado por tres o cuatro, dijo al General
Mariño, que el confesante lo había convocado a él mismo
para degollar á los blancos y le citó por testigo a su propio
hermano, al Coronel Infante y a otros varios; que el Gene-
ral Mariño procedió inmediatamente por sí mismo a exa-
minar estos testigos y resultó ser todo falso, lo que unido
al encargo que el General Rojas hizo a este Jefe de que no
176
Rafael Marrón González

dijese al confesante que él era el que lo delataba, y al


sentimiento que manifestó después de esta delación, hizo
conocer al General Mariño que todo era una calumnia; que
esto, reunido a la nueva invención que ocasiona el último
cargo que se me ha hecho, cuya falsedad pueden com-
probar todos los individuos que existían en Cumanacoa, y
al árbol genealógico que falsa y maliciosamente se supuso
encontrado entre mis papeles, debía haber hecho ver al
Jefe Supremo patentemente que había un tejido de ca-
lumnias forjadas sólo para mi ruina sin que el confesante
pueda concebir cuál sea la causa que le haya suscitado
estos enemigos. Dijo que se examinasen escrupulosamen-
te cuantos papeles existían en su archivo; que se recorda-
se su conducta, no sólo en Venezuela sino en los países
extranjeros, y que está seguro que lejos de atribuírsele
ideas revolucionarias, semejantes a las que en el día se le
imputan, acaso resultaría más preocupado que muchos, lo
que aunque conoce no es una virtud, lo dice en obsequio
de la verdad; como también el que el confesante no ha
variado en sus principios, y que sólo la malicia, la cavilosi-
dad y la mala fe, han podido dar el aspecto de una conspi-
ración a las quejas de un hombre y de un Jefe que se
consideraba ofendido, ultrajado y deshonrado con la más
notoria injusticia. Que si él era un conspirador, ¿cómo es
que luego que quedó mandando en jefe en Cumanacoa,
en donde reunió un cuerpo de quinientos hombres, no se
ha visto una proclama, un bando, un oficio, una carta en
que el confesante aparezca como el jefe de una conspira-
ción? Cuando por el contrario resultaría, si se mandase
una comisión a examinar mi conducta, que lejos de buscar
partidarios en el proyecto que se me acumula y de
177
Rafael Marrón González

atraerme a aquellos hombres que por su influjo, ideas se-


diciosas y enemistad personal con la autoridad suprema,
podían serle útil patrocinándolos y tolerando sus excesos,
estableció el confesante una comisión militar, y al primero
que puso en sus manos para ser juzgado, fue al Coman-
dante de Dragones ciudadano León Prado, que por pardo
y por las demás cualidades que tiene y son notorias, era
un jefe aparente para la conjuración, y el confesante hu-
biera tratado de ganárselo si estas hubieran sido sus mi-
ras, pero que a él nunca lo han animado otras ideas que
las que se dirigen al bien de la Patria, a la conservación
del orden y a mantener la justicia. Que ha sido hombre de
bien, y que morirá hombre de bien, no obstante las ca-
lumnias de sus enemigos, y responde.
Preguntado
Cómo fue a reunirse al General Mariño, siendo un Jefe
disidente, que no reconocía la legítima autoridad consti-
tuida y reconocida generalmente: dijo que confiesa que
fue a reunirse al General Mariño, como tiene declarado
antes, pero no con el proyecto de permanecer con él, sino
con el designio de conseguir un pasaporte de su mano
para trasladarse a una Colonia extranjera, a donde no po-
día presentarse sin un documento semejante que lo pusie-
se a cubierto de la sospecha de deserción a causa de ha-
ber dejado en esta ciudad el pasaporte que había obteni-
do del Jefe Supremo. Que luego que llegó a Aragua, en
presencia del Coronel Izabal, el Capitán Villegas y otros
varios oficiales, hizo al General Mariño su solicitud, mani-
festándole que se retiraba hasta que reinase la unión y la
buena armonía entre todos los Jefes y Provincias del Esta-
do, pues el confesante, que había conocido ya que cual-
178
Rafael Marrón González

quiera otra máxima que él hubiese asentado era un error,


sólo aspiraba a la paz, a la buena armonía y mejor inteli-
gencia entre todos los que combatían por la salvación de
la República; que sobre la negativa del General Mariño a
darle su pasaporte le pidió permiso para retirarse a los
montes de Punceles a hacer una labranza y a aguardar allí
el día de la reconciliación, pero que siendo extraordinario
el desorden en que se encontraba la costa de Güiria, sien-
do frecuentes y sensibles las quejas de nacionales y ex-
tranjeros de los robos e insultos que recibían y experimen-
taban del Jefe de aquel Departamento y sus subalternos,
conocieron todos y el confesante más que nadie, que era
necesaria la presencia del mismo General Mariño en Güiria
para remediar tan graves males, y que se hizo cargo de
aquellas tropas durante la ausencia del General Mariño,
sólo por evitar la total ruina de la Provincia de Cumaná, y
porque estaba cierto de reunir tropas con que imponer
algún respeto a los españoles que con fuerzas muy supe-
riores ocupaban la capital.
Preguntado.
¿Cómo si su intención era sólo la de abstenerse de todo
servicio hasta que cesasen las desavenencias, y si sólo
tomó el mando de las tropas del General Mariño por las
razones que indica, resulta que el confesante, en unión de
dicho General Mariño, marchó contra Maturín con tropa
armada y amenazas de guerra, por la sola razón de que
aquel Departamento era fiel al Gobierno de la República?
Dijo, que cuando el General Mariño marchó hacia Maturín
el exponente fue en su compañía y estuvo en todo este
tiempo como un simple espectador, pero que en honor de
la verdad no puede menos que manifestar que las inten-
179
Rafael Marrón González

ciones del General Mariño eran solo de obtener algún au-


xilio de municiones, pues si su proyecto hubiera sido de
forzar a Maturín lo habría ejecutado impunemente porque
no había tropas que se le opusiesen, y responde.
Preguntado
¿Cómo es cierto que la orden del Jefe Supremo para que
se presentase a su Cuartel General de Casacoima, en julio
del corriente año, le fue comunicada y cómo también es
cierto que la desobedeció y desertó de esta ciudad? Dijo,
que es cierto que le fue comunicada la orden, y que el
motivo que tuvo para desobedecerla y ausentarse de esta
ciudad lo tiene declarado ya, y responde.
Preguntado
Confiese cómo es cierto que se resistió a obedecer la or-
den del mismo Jefe Supremo que le fue comunicada en
Aragua por el General Cedeño, y cómo también es cierto
que trató de hacer armas contra este General y el piquete
que lo escoltaba: dijo, que es cierto que se resistió a se-
guir con el General Cedeño, pero que esta resistencia no
nacía de un principio de insubordinación, sino del temor
que le inspiraba la proscripción publicada contra el confe-
sante, en el manifiesto dado por el Jefe Supremo en la
ciudad de Guayana; que si el General Cedeño le hubiese
manifestado un documento del Jefe Supremo en que se le
asegurase la remisión de las faltas que hubiera cometido,
el confesante habría venido voluntariamente, como un
hombre que había conocido sus errores y que solo desea-
ba la paz, la unión y la buena armonía; pero que a él se le
intima la presentación en esta ciudad y con nada se le
garantiza su persona, queda expuesto a todo el furor que
respira el manifiesto referido y teme ser sacrificado, Que
180
Rafael Marrón González

si con algo se le hubiera garantizado su persona, el confe-


sante no hubiera vacilado un instante en venir a esta pla-
za; que él no habría entregado las tropas que el General
Mariño le había confiado, porque esta conducta habría
mancillado su honor, pero que había puesto su persona en
manos del Jefe Supremo con la mayor confianza, que si él
se había descarriado del verdadero camino ya le había
vuelto a encontrar y deseaba el seguirle, pero de un modo
que conciliase su seguridad personal; que sus tropas te-
nían las armas descargadas; y que si el confesante hubie-
ra querido hacer una resistencia obstinada, tiempo sobra-
do tuvo para hacerla, mandando cargar, de manera que
su resistencia fue más de palabra que de hecho. Y conclu-
ye con protestar que jamás ha sido su intención hacer la
guerra civil, y responde.
Preguntado
Si tiene más que añadir; dijo, que no tiene más que añadir
y que lo dicho es la verdad a cargo del juramento que tie-
ne hecho, en que se firmó y ratificó leída que le fue la
confesión y la firmó con dicho señor y el presente Secreta-
rio.

Piar en esta declaración pidió se interrogara, en su des-


cargo, a los testigos Capitán de navío Antonio Díaz, el hé-
roe de la batalla de Pagayos (quinto testigo), y al Teniente
Coronel Francisco Pildain, llamado en el ejército “Pache”
(noveno testigo). Ambos fueron llamados a declarar, pero
sus declaraciones fueron tan adversas a Piar como las de
los testigos de la fiscalía. Declara que sus tropas tenían las

181
Rafael Marrón González

armas descargadas por lo que su resistencia fue de pala-


bra, lo que niega en su carta a Mariño (página 90).
Diligencia para evacuar las citas de la confesión del
acusado
“En 9 de octubre de 1817 el señor Juez Fiscal, con asis-
tencia de mí, el Secretario, pasó a la posada del Excmo.,
señor Jefe Supremo y en vista de la confesión que ante-
cede del señor General Manuel Piar, por la que resultan
citados en comprobación de su conducta en Maturín el
Capitán de navío, ciudadano Antonio Díaz, y el Teniente
Coronel, ciudadano Francisco Pildain a quien se nombra
en la confesión Pache, por una especie de nombre fami-
liar, y mandó se evacuasen estas citas, y para que conste
por diligencia, lo firmó dicho señor, de que yo el infrascri-
to Secretario doy fe”.

Por este oficio se puede determinar que Bolívar participó


como instancia judicial superior en el juicio a Piar, autori-
zando la evacuación de testigos de la defensa. Eso no sig-
nifica que haya influido en la decisión de los jueces o su
parcialidad contra el reo. Así funcionaba el Tribunal de
Guerra.

Fernando Galindo y la defensa de Piar


El 8 de octubre de 1817 se le informó al prisionero Manuel
Piar de su sometimiento a juicio y de la necesidad de que
nombrara defensor. Piar, lleno de amargura por lo que
consideraba una injusticia, eligió al teniente coronel Fer-

182
Rafael Marrón González

nando Galindo, a quien había propinado un planazo por


una nimiedad en uno de sus arranques coléricos que tan-
tos enemigos le granjearon, "...por ser su enemigo y ami-
go de Bolívar...". Pero Fernando Galindo tuvo la hidalguía
de realizar una brillante defensa tratando, inútilmente, de
salvar al reo de la pena de muerte.

“Defensa de S. E. el señor General Manuel Piar, acusado


de insubordinado a la suprema autoridad, de conspirador
contra el orden y tranquilidad pública y, últimamente, de
desertor y sedicioso: Excelentísimo señor Presidente y se-
ñores Vocales del Consejo. Fernando Galindo, de la Orden
de Libertadores, teniente coronel de Ejército y ayudante
del Estado mayor General, nombrado defensor por su ex-
celencia el General en Jefe de Ejército Manuel Piar, acusa-
do de los crímenes de insubordinado a la autoridad su-
prema, de conspirador contra el orden y tranquilidad pú-
blica, de sedicioso y, últimamente, de desertor, tiene el
honor de exponer en favor de su cliente, lo que sigue:
Señores: El más solemne y delicado empeño en que jamás
se ha encontrado la República de Venezuela, es el que hoy
se presenta a nuestros ojos. Un hijo primogénito de la
victoria, el terror de los españoles, una de las más sólidas
columnas de nuestra patria, el general Piar, en fin, apare-
ce ante este respetable Consejo como el más criminal y
detestable de nosotros. Él es acusado de delitos que ha-
cen estremecer al más pacífico; él es considerado como el
más infame de los que componen el Estado; y él es, hasta
ahora, el blanco infeliz donde se dirigen los tiros de sus
cohermanos. La naturaleza, la justicia, la razón, la grati-
tud, las leyes y el honor mismo de la nación, inspiran un
183
Rafael Marrón González

debido respeto, una tierna compasión y sentimientos ge-


nerosos por un ilustre desgraciado; y forzoso es que sea
examinada su causa con todo el pulso y acierto que exi-
gen la rectitud y la prudencia. La suerte de los mortales es
demasiado importante; y una condenación violenta e in-
justa es el crimen más horrendo contra la sociedad. Pre-
sentaré, pues, mis razones en su obsequio, de buena fe y
con candor, y vuestra Excelencia se servirá oírlas con el
juicio e imparcialidad que preside los decretos de la Sabi-
duría.
Piar: un hombre desconfiado, violento y tímido
Más fácil es concebir el exterminio total del país que po-
derse figurar la insubordinación del general Piar. Comen-
cemos por establecer la diferencia que hay entre insubor-
dinación y temor. Aquélla es un acto escandaloso de des-
obedecimiento y de resolución; éste es un miedo mezcla-
do de confianza y de respeto mismo a la autoridad, que
impele a cometer errores involuntarios, en lo que obra
más el carácter personal del individuo, que sus principios
o sistema. Tal es el estado en que desgraciadamente se
encontraba aquél cuando recibió la intimación del general
Bermúdez, comunicada por su edecán Machado, para
marchar a presentarse al Supremo Jefe al Cuartel General
de Casacoima. Rodeado por muchas partes de enemigos
particulares, advertido de que se le perseguía por los
mismos que más le habían apreciado; asestado por ému-
los o enemigos secretos; instruido falsamente por amigos
suyos, residentes en el Cuartel General, que se proyectaba
su sacrificio; y dotado de un carácter desconfiado, al mis-
mo tiempo que violento y tímido, se creyó perdido, y se
vio fuera de sí, cuando se le ordenó la ida a Casacoima.
184
Rafael Marrón González

¿Es pues de extrañar que en tan empeñado lance, él que


no tiene una gran serenidad de ánimo, no busque un asilo
entre sus mismos hermanos, entre los mismos defensores
de este suelo venezolano, ausentándose por algunos días
para escaparse de la cólera de la autoridad, haciendo tal
vez después sacrificios importantes para acreditar su obe-
diencia y su afección? ¿Quién osará censurar de insubor-
dinado al Supremo Jefe en el curso de su vida anterior?
¿No es esta una serie de acciones fieles y una continua-
ción de acontecimientos los más leales que acreditan una
subordinación ejemplar al Primer Jefe de la nación?
Piar solo en suelo venezolano en nombre de Bolívar
Cuando los vencedores del Alacrán se hallaban en una
lamentable orfandad por la sensible separación de su caro
Jefe Supremo; cuando el triunfador de Morales estaba
más protegido de la fortuna y más amado de sus súbdi-
tos; y cuando todo parecía someterse a la fuerza de su
espada, de su dicha y de su opinión, no se le veía mover
los labios sino para proferir las voces de amor, veneración
y fidelidad al Supremo Jefe Simón Bolívar. Él logró inspirar
este sentimiento universal en su ejército; y más era el do-
lor que le causaba el que este inmortal jefe no hubiese
sido el héroe del Juncal, que la gloria que podía tener de
haber ganado la batalla. Sus primeras medidas fueron
mandarlo buscar con el señor intendente Zea; no ahorrar
ningún trabajo; no excusar ningún medio para conseguir-
lo; salvar inconvenientes para procurarlo; y hacer surcar
los mares para encontrarlo y declarar públicamente que la
República no podía existir sin que viniese. En todo el resto
de su campaña, en los Llanos y poblaciones de Barcelona,
sobre las márgenes del caudaloso Orinoco, frente a las
185
Rafael Marrón González

baterías de esta ciudad; en las abundantes misiones del


Caroní y en los victoriosos campos de San Félix, siempre
este valeroso y feliz general ha sido el más firme y decidi-
do apoyo de la autoridad. Hablen por él sus proclamas y
los papeles públicos, los actos anteriores y las declaracio-
nes terminantes que a la faz de jefes ilustres ha pronun-
ciado y manifestado con calor por el gobierno. Podría ex-
tenderme en favor de mi cliente; pero la notoriedad de su
conducta pasada, nadie mejor puede justificarla que los
mismos jefes que ahora deponen contra él. Con franqueza
declaro que es para mí un enigma inconcebible el que un
hombre pueda ser fiel y traidor a la vez, subordinado e
inobediente, pacífico y conspirador, sumiso a la autoridad
constituida y sedicioso. Éste es el contraste que se obser-
va de la causa seguida contra el benemérito general Piar.
Piar sostuvo la autoridad de Bolívar
¿Cómo es que puede ser conspirador el que más ha con-
tribuido a sostener al Jefe que hoy por fortuna nuestra
nos rige? ¿Cómo será insubordinado un general que ha
sido el modelo de la obediencia y del respeto al gobierno?
¿Quién fue sino mi defendido el que en la ausencia de la
autoridad suprema se rehusó vigorosamente y despreció
con una dignidad heroica las sugestiones y las lisonjeras
promesas que le brindaba el general Mariño? ¿Cuándo
estaba más convidado que entonces a dividir con otro el
poder, y dominar a su antojo en Venezuela? ¿A quién de
entre nosotros son desconocidos los incentivos con que se
le halagaba? ¿Quién ignora el heroísmo incomparable, el
ejemplo sublime de constancia y la invencible firmeza con
que desde entonces se decidió contra Mariño? Sus victo-
rias, las circunstancias y los acontecimientos del Jefe Su-
186
Rafael Marrón González

premo, todo le favorecía, y aun parece que lo colocaba en


un gran teatro donde pudiese desplegar a su arbitrio los
crímenes de que se le acusan, dando al mundo todo un
ejemplo de ellos, cohonestado con el favor de la fortuna.
Hay hechos incontestables que están en favor del general
Manuel Piar y tan positivos que ninguno los podrá dudar.
Las mismas gacetas de los españoles en Caracas son do-
cumentos irrefragables que tiene él en su abono. Allí se
ven consignados los actos más irrevocables de subordina-
ción, de fidelidad y de adhesión al Jefe del Estado. Allí se
ven estampadas las órdenes más terminantes que hizo
circular a todos los que mandaban divisiones para que no
obedecieran a Mariño como un general disidente, que
desconocía la más legítima autoridad de Venezuela. Allí se
ve el fuego y la vehemencia con que el general Piar se
entusiasma e inflama en favor del Supremo Jefe; y allí se
ven los ejemplos más admirables de consecuencia, respe-
to y amor al gobierno que tenemos. Sus contestaciones
con el general Arismendi comprueban también esta ver-
dad; y su correspondencia con los generales Zaraza,
Freites y Rojas, solamente, es suficiente para exculparlo
de cualquiera falta.
El bolivarianismo de Piar
Si consideramos su conducta en la más atrevida de las
empresas militares de la Costa Firme -la de la salvación de
esta Provincia-, creo que ningún mortal podrá tildarle en
lo mínimo, y que ni aun soñando le ha faltado a la autori-
dad. Un solo sentimiento era el que constantemente le
agitaba-la ausencia del Jefe Supremo y la incertidumbre
de su suerte-. Ni se pasó un solo día sin que se hiciese
recuerdos sensibles, y sin que con las lágrimas por una
187
Rafael Marrón González

parte, y el furor por la otra, no se exaltase contra los que


creía autores de su adversidad. «Un solo voto -decía fre-
cuentemente-, un solo voto no más debe haber en Vene-
zuela. Bolívar, Bolívar es la salvación de este país, y yo no
me tranquilizaré hasta no verle y hasta no acabar de ex-
terminar el último de sus enemigos. A él sólo obedeceré, y
me sacrificaré donde me mande con la última obediencia y
voluntad. Mientras me quede un soldado, con él sólo haré
la guerra al mundo entero por sostener su autoridad».
Apelo para testificar esta verdad a algunos miembros de
los que componen este respetable Consejo y a los mismos
coroneles que declaran contra él, Hernández, Sánchez y
Olivares. Recordaré yo a estos señores la Junta de Guerra
celebrada en el Pueblito, y querría me contestasen si ja-
más han presenciado una escena en que la fidelidad, la
subordinación, el decoro y el afecto al gobierno se hayan
mostrado más patentemente, que lo que hizo en aquel día
el general Piar. Así es que vuelvo a repetir a vuestra exce-
lencia que más fácil me es el concebir la disolución de la
República, que persuadirme de los crímenes que se acu-
san al general. Sólo me extiendo a creer que la vehemen-
cia de sus pasiones, la impetuosidad de su carácter, la
indiscreción de algunos individuos, el sentimiento de
creerse ofendido y despreciado, el mismo amor y una es-
pecie de celo porque creía que el Supremo Jefe no lo dis-
tinguía según quería y merecía; he aquí lo que le habrá
hecho expresarse de un modo que ni se acuerda, ni sabe
lo que ha dicho. En una fibra tan irritable como la suya, y
en un hombre que desgraciadamente se transporta y en-
furece hasta el término de perder el juicio, no es de admi-
rar nada de esto. Deploremos su carácter, culpemos más
188
Rafael Marrón González

bien a la naturaleza, y no a la inteligencia del infeliz gene-


ral Piar.
Piar obedece a Bolívar hasta el punto de entregarle
un ejército victorioso
¿Puede ser conspirador el que deja el mando de la prime-
ra y más brillante división que nunca ha tenido Venezuela,
para retirarse a la triste población de Upata? ¿Pensaría en
la destrucción del gobierno el que dejó las fuerzas de las
manos, prefiriendo su tranquilidad y la vida privada? ¿Por
qué se separó de aquéllos que estaban habituados a obe-
decerle ciegamente, y que le adoraban y temían? Tan difí-
cil e incomprensible es esto como si se quisiese hacer
creer que el que premedita un asesinato comienza por
desprenderse de sus armas; o que el que quiere ganarse
la voz popular se esconde en el último rincón de la tierra.
A Piar solo se le puede acusar de indiscreto
Si los hombres se considerasen siempre en las mismas
circunstancias que un acusado, ¡de qué distinta manera se
representarían sus delitos! La conciencia de su inocencia
no la puede tener sino el que padece, y los que juzgan u
oyen siempre abultan o se preocupan. Los falsos rumores
todo lo exageran, y muchas veces acontece que a un
inocente se empeña el mundo injusto en hacerlo criminal.
Hay mucho de esto en la causa de mi defendido. Si con
serenidad y sangre fría investigamos el origen del delito,
no encontraremos sino resentimientos de amistad, expre-
siones de ninguna importancia vertidas con enardecimien-
to e indiscreción, quejas privadas con sus amigos para
desahogar su interior, raptos, en fin, de aquello que todos
sabemos padece el general Piar. Calumniado atrozmente
por sus perseguidores, hasta el extremo de asegurar que
189
Rafael Marrón González

había robado ochenta mil pesos, en alto grado adolorido,


ulcerado su corazón de una manera inexplicable, y cansa-
do de recibir avisos de que se intentaba matarlo, este jefe,
hoy tan desdichado, todo se desconcertó, habló sin saber
lo que decía como un frenético o loco, cargó de impreca-
ciones a sus enemigos, vomitó quejas terribles, y gritó
furiosamente contra los que sospechaba le querían per-
der; pero sin depravada intención y sin proyectos tan cri-
minales como los que se le atribuyen.
Ni un solo documento comprometedor se le encon-
tró a Piar
¿Dónde están esos planes de conspiración? ¿Dónde el
número de los conspiradores? ¿Dónde las proclamas para
excitar al tumulto y a la sedición? ¿Dónde los ejecutores
de esta enorme empresa? ¿Dónde los soldados a quienes
habló para la comisión del atentado? ¿Dónde, por último,
los preparativos para una tan colosal y desatinada maqui-
nación? Regístrense como se han registrado ya sus cofres
y todo su archivo. Ni el más pequeño papel se encontrará
que condene al general Piar, ni que siquiera dé indicios de
los delitos que se le atribuyen. No se verán, por el contra-
rio, sino las instrucciones y positivas órdenes que dejó al
general Freites, al partir a la reconquista de esta Provin-
cia, para que no obedeciese a otra autoridad que la su-
prema, depositada en el general Simón Bolívar. No se ha-
llarán sino proclamas y documentos auténticos y sinceros
que no respiran más que orden, subordinación y respeto
al gobierno.
El paño de lágrimas de los miserables que cruzaron
el Orinoco

190
Rafael Marrón González

Recuerden los generales de la República el discurso que el


intrépido Piar hizo en la Junta de aquéllos, convocada por
su excelencia el Supremo Jefe frente a esta plaza; en la
que a pesar de no ser de sentir que ésta fuese atacada,
por las infructuosas tentativas que se habían hecho, hizo
una pública declaración al primer Jefe, asegurándole de su
obediencia y prometiéndole sagradamente, que nada te-
miese de su ejército, donde ninguno osaría vacilar, ni con-
tradecir. ¿En qué mejor ocasión pudo ser sedicioso, cons-
pirador e insubordinado, que cuando Barcelona estaba
tomada por los enemigos, y los generales en choque, el
ejército casi disuelto por la escandalosa conducta de Mari-
ño, y él más victorioso que nunca por la gran batalla de
San Félix? Mas sus procedimientos en aquellas circunstan-
cias son inimitables y le harán eternamente un honor que
no se le podrá robar. El fue el paño de lágrimas y el cons-
tante consuelo de los miserables que pasaron el Orinoco.
Declare el teniente coronel Olivares cuál fue el objeto de
su misión a Barcelona; tribute los homenajes debidos a la
verdad y no prive a la inocencia de una manifestación que
le puede favorecer. Fue enviado para poner el ejército a
las órdenes del Supremo Jefe, asegurándole de la más
acrisolada obediencia y del último respeto a su persona.
Nadie ha estado más satisfecho de los buenos procederes
de Piar que el mismo general Bolívar. ¡Cuántas veces en
conversaciones públicas y privadas le hemos visto confir-
mar esta verdad; cuán honoríficos para aquel y tiernos
recíprocamente no son los oficios de su correspondencia,
y cuántas ocasiones hemos visto al Primer Magistrado de
la República entusiasmarse con ternura al contemplar la
fidelidad y las proezas de Piar!
191
Rafael Marrón González

Todos contra quien nunca había sido vencido


Pero, señores, donde la maledicencia parece que más se
ha complacido en difamar a nuestro triste acusado, es en
el documento número 6, en el que el coronel Sánchez dice
al Supremo Jefe que el general Piar había hablado a todos
los comandantes de caballería y a muchos oficiales subal-
ternos, que no dejaron de ser sensibles a sus insinuacio-
nes. Ni es cierto que este jefe haya hablado a todos los
comandantes ni ninguna declaración lo justifica; ni al se-
ñor Sánchez le consta; ni menos puede comprobarlo. ¿Y
cómo es que también envuelve en su fiera y maliciosa
acusación a los inocentes jefes y oficiales de la caballería,
representándolos como sensibles al crimen y a las suges-
tiones de Piar? ¿Cómo es que en el primer documento se
atreve a llamar serpiente y monstruo de la República al
que más ha contribuido a regenerarla, al libertador del
oriente, al héroe de Maturín, al afortunado en los Coroci-
llos, al espanto de los españoles en Cumanacoa, al que
con su nombre y su audacia sola fue triunfador en el Jun-
cal, al que pulverizó en San Félix las huestes arrogantes
de Morillo y al que nunca ha sido vencido entre los gene-
rales de Venezuela?”.
Un enemigo jurado
Tan sabida es la enemistad inconciliable que Sánchez pro-
fesa al que defiendo, como que el acontecimiento del
pueblito de la Pastora es a todos conocido. Sánchez, des-
de allí, juró ser el perseguidor de Piar; y parece que los
acontecimientos, la revolución, su saña y su sagacidad le
han procurado el triunfo en esta lid. El coronel Francisco
Sánchez emprendió allí el repase de nuestro ejército a
Barcelona: y sin la firme resolución del general Piar y de
192
Rafael Marrón González

otros jefes justos y constantes no poseeríamos tranquila-


mente hoy a Guayana. Sánchez fue despedido, como es
notorio, del ejército del general Piar, y desde entonces le
juró venganza. El que conoce la ninguna elocuencia ni
facilidad que éste posee, al ver la carta de aquél no puede
menos que espantarse, porque es tan impropia la arenga
de Piar, como exagerada es la acusación de Sánchez. Son
también sus enemigos el coronel Pedro Hernández y el
teniente coronel Olivares: el primero, porque en la acción
de San Félix fue fuerte y públicamente reprendido por él,
declarándose aquél desde entonces en su contra; y el se-
gundo, por el suceso de Upata con el subteniente Arias,
en el que Piar le echó toda la culpa a Olivares, y éste aca-
bó por no ser más su amigo.
El más loco de los hombres
O el general Manuel Piar es el más loco de los hombres, o
él no ha intentado tal conspiración. O él perdió el juicio en
aquellos días, o no hizo más que prorrumpir indiscreta-
mente contra los que se imaginaba le querían sacrificar.
Nada apoya más esta razón que la pretendida indignación
contra los mantuanos, que es el fundamento y origen de
toda esta causa. Esta es una clase de hombres que desde
el 19 de abril se extinguió junto con la tiranía, y a nadie
todavía en Venezuela le ha ocurrido un pretexto semejan-
te para revolucionar. Él menos que ninguno otro, podía
apelar a un tan diabólico y detestable medio; él, cuyos
principios han sido siempre opuestos al desorden y a la
anarquía, y que constantemente ha dado pruebas irrefra-
gables de ello.
¿Por qué entregó su ejército?

193
Rafael Marrón González

Si mi defendido encerraba en su seno unos planes tan


alevosos y homicidas, ¿por qué se desprendió de su va-
liente escuadrón todo compuesto de hombres que le idola-
traban tanto, y todo de gente de color? ¿Por qué no se
opuso a entregarlo? ¿Por qué no los invitó a esta horroro-
sa ejecución, ni les dijo lo que a los testigos que tiene en
contra? ¿Por qué no se fue a tomar el mando de su divi-
sión? ¿Por qué no les escribió a sus oficiales amigos? ¿Por
qué no convidó al proyecto a sus predilectos generales
Anzoátegui y Torres? ¿Como no declaró sus ideas a su
confidente, a su amigo y a su querido secretario Briceño?
¿Cómo no comprometió, ni se valió de su edecán el guapo
comandante Mina? ¿Es tan necio mi cliente que para una
empresa superior a la de Catilinas, Desalines y Robespie-
rre ocurriese a la sencillez y bondad del coronel Hernán-
dez, al ningún genio revolucionario del teniente coronel
Olivares, y al más diestro, y al más oculto, y al más terri-
ble de sus enemigos, al coronel Francisco Sánchez? Esta
no es, no ha sido, ni puede ser jamás la conducta de un
conspirador; puede ser sí la de un furioso resentido, con
quien es preciso que haya indulgencia, y a quien se debe
reputar por loco cuando se transporta e irrita.
¿Por qué cuándo tuvo mando nuevamente no lo
usó para dividir?
¿Y qué diremos al ver a este mismo jefe llegar a la ciudad
de Maturín, y en la sala del general Rojas decir: Todas las
clases diversas del Estado deben ligarse estrechamente, y
no formar más que una gran familia que haga la guerra a
los españoles; olvídense resentimientos pueriles y seamos
todos hermanos, todos libres, todos republicanos? ¿Qué
me contestarán sus adversarios cuando les diga que el
194
Rafael Marrón González

primer paso que dio Piar al hacerse cargo del mando del
ejército del general Mariño, fue establecer una Comisión
militar; contener los excesos de la tropa, castigar los crí-
menes de los delincuentes, cortar todo abuso, aterrar a
los sediciosos y hacer juzgar y castigar al capitán León
Prado, el más implacable de los enemigos del Jefe Supre-
mo, que es pardo; que tenía estas dos recomendaciones y
de quien tanto se podía valer para obtener sus fines? Si en
tan corto tiempo logró mi defendido formar una brillante y
brava división compuesta de más de quinientos hombres
de ciento y pico que sólo le dejó Mariño, ¿por qué no mar-
chó sobre Maturín? ¿Por qué no proclamó sobre este apo-
yo los principios de conspiración?; y ¿por qué no siguió al
instante sobre esta Provincia donde dicen que tenía o con-
taba con algún partido? Lo vemos, por el contrario, no
contraerse sino a Cumaná, e ignoramos que allí haya de-
clamado o conspirado contra la autoridad.
Buscar apoyo en el enemigo no es cuerdo
El acto de acogerse al general Mariño, de quien siempre
ha sido enemigo, prueba bien claramente que su espíritu
no estaba todavía muy tranquilo, ni su juicio muy en su
lugar, para refugiarse en casa del que más le ha odiado
siempre. Piar sencillamente declara que su objeto era irse
a las colonias a gozar de alguna tranquilidad; lo que es
bastante verosímil porque este era su antiguo deseo, y
por esto fue que exigió el permiso temporal que se le
acordó. Tan moderada y diversa ha sido su conducta pos-
terior en la Provincia de Cumaná, como que el mismo ge-
neral Rojas, que antes había negado los auxilios que le
pidió el general Mariño como un jefe que desconocía la
suprema autoridad, le envió a Piar voluntariamente per-
195
Rafael Marrón González

trechos para el ejército que estaba mandando; y ¿cómo se


los habría remitido si su conducta no hubiese sido opuesta
a lo que se quiere asegurar contra él? Si el general Piar
hubiese desconocido al Supremo Jefe; si hubiese predica-
do el asesinato; convidado a la anarquía y autorizado la
rebelión, ¿es creíble que el general Rojas le hubiese man-
dado pólvora para hacer la guerra a sus hermanos e in-
cendiar a Venezuela?
Decir que se desciende de un príncipe de Portugal
no es delito
Yo voy a persuadir a vuestra excelencia, señor presidente,
y a ustedes, señores vocales, de que hay mucho estudio y
demasiada animosidad en algunas declaraciones dadas
contra el general acusado. Obsérvese atentamente la de-
posición del teniente coronel Olivares, y se verá cómo no
contento con atacar tan duramente a Piar, adelanta el que
le aseguró que contaba con todas las tropas; y que si que-
ría convencerse más de cuanto le decía, escribiría al gene-
ral Anzoátegui, y por su contestación vería si tenía funda-
mento para hablar con esta seguridad. ¿Puede caber esta
idea en el más desconcertado cerebro? Escribir al general
Anzoátegui sobre semejante materia; contar con él para
un tal proyecto; empeñar en igual conspiración a un jefe
tan enemigo del desorden y de la insurrección; comunicar
este plan y contar para realizarlo con uno de los que por
la naturaleza misma de la empresa debía ser comprendido
en la proscripción. Al general de la Guardia de Honor del
Gobierno, y al que por todos motivos debía estar más en
contradicción con el asesinato de los blancos, y a uno de
los jefes de más confianza de la autoridad, ¿podría dirigir-
se Piar como instrumento de este horror? Esto no se pue-
196
Rafael Marrón González

de creer ni aun en delirio, y es más ridículo que cierto. No


menos lo es el cargo de que contaba con todas las tropas.
Y si estaba seguro de esto, si se hallaba cierto de que se
sacrificarían por sus designios; si podía emprender cual-
quier trama satisfecho en su influjo y su autoridad, ¿cómo
ha sido tan ignorante y sencillo para venirse solo y des-
prevenido al Juncal, y no fue al Cuartel General a disponer
de las fuerzas y verificar sus intentos? ¿Por qué, si estaba
seguro de que el general Anzoátegui y los cuerpos obede-
cerían sus mandatos, se separa de las misiones, se des-
prende de su valiente escuadrón y se viene solo a hablar
para la conspiración a algunos de sus enemigos? En todo
esto debe haber un gran misterio que yo no puedo pene-
trar. ¿Quién dudará que la falta del árbol genealógico que
se dice haber sido encontrado en sus papeles, y en el que
se le hace descender de los príncipes de Portugal, sea una
invención forjada por sus enemigos? ¿Todo esto no prue-
ba suficientemente que tiene muchos, secretos y podero-
sos? Sería ensordecerse a los clamores de la justicia no
conocer lo que digo.
Pero no hubo piedad para el reo
Yo creo que es tiempo, excelentísimo señor, de que yo
termine mi defensa. Quisiera extenderme más en favor del
acusado, pero me parece haber dicho cuanto puedo; que
la sabiduría y prudencia de los dignos miembros de este
tan augusto Consejo conocerán mejor que el defensor las
razones que éste no haya podido alegar, y que más ampa-
ren al defendido. Él y yo nos tranquilizamos al ver que va
a ser juzgado por un tribunal de jefes rectos que no serán
insensibles a sus grandes y continuados servicios, a su
mérito, a sus padecimientos y a los laureles que ha reco-
197
Rafael Marrón González

gido en tantos gloriosos campos, cuya ilustre memoria no


se pueden recordar sin interesar la compasión. Contemple
vuestra excelencia y ustedes, señores ministros del Conse-
jo, que este es el mismo general Piar que tantas veces ha
dado la vida a la República, que ha roto las cadenas de
tantos venezolanos y que ha libertado Provincias; que su
espada es más temible a los españoles que lo que les es la
de Napoleón; y que a su presencia han temblado todos los
tiranos de Venezuela; que sus trabajos y persecuciones
serán un triunfo para nuestros verdugos, y los complace-
rán más que diez batallas; que la República parece que
debe ser generosa con uno de sus más ínclitos hijos, pues
la clemencia bien aplicada es el mayor bien del universo;
que se considere su decaída salud, su delicada naturaleza,
sus sufrimientos, su edad, el oprobio que ha padecido, su
conocido arrepentimiento y las aflicciones que ahogan su
alma; que se le dispense a su calor; que no se sea tan
fiero con un libertador de Venezuela, y que se recuerde
que se creyó dañado y se desahogó con sus quejas, pero
sin la intención de hacer mal”. Cuartel General de Angos-
tura, 15 de octubre de 1817. Excelentísimo señor. F. Ga-
lindo.

Fernando Galindo
Fernando Galindo nació en Caracas, en 1785 y murió en
combate en la batalla del Rincón de los Toros, a unos
quince kilómetros de San José de Tiznados en el Estado
Guárico, el 17 de abril de 1818, ya con el grado de coro-
nel. La primera referencia conocida acerca de su carrera
militar es del 10 de agosto de 1810, cuando recibió el

198
Rafael Marrón González

despacho de teniente de granaderos del batallón de Mili-


cias de Blancos Patriotas de Venezuela. El 9 de junio de
1811, fueron sorprendidos y arrestados unos ciudadanos
pardos en una junta privada, presidida por Galindo, en la
cual se trataba de materias de gobierno y de la igualdad y
libertad ilimitadas. Galindo tenía en su poder una procla-
ma relacionada con las actividades que desarrollaba. Fue
desterrado de Venezuela y pasó a Nueva Granada. El 25
de diciembre de 1813, se halla en Mompóx, Colombia,
como secretario militar, en cuya condición suscribe el bo-
letín núm. 8 que da cuenta de las operaciones en el Mag-
dalena, a cargo del coronel Pantaleón Ribón. A comienzos
de 1815, era secretario del brigadier Manuel del Castillo y
Rada, quien lo arrestó en el castillo de Bocachica en Car-
tagena de Indias, porque aquél, en conversaciones con el
gobierno general de Nueva Granada, desaprobó la reco-
lección de firmas que se estaba haciendo para pedir que
Castillo fuese nombrado comandante de las fuerzas que
operaban en Cartagena. De esta ciudad emigró a las Anti-
llas, y en Haití se hallaba, en 1816, entre los oficiales que
se habían puesto a la orden de Simón Bolívar y el 7 de
febrero de ese año asistió a la asamblea presidida por éste
en la casa de Juana Bourvil. El 15 de marzo de ese año,
en Los Cayos, fue ascendido a sargento mayor de drago-
nes (caballería) y teniente coronel graduado. En la misma
fecha creó Bolívar 2 escuadrones de caballería: Soberbios
Dragones números 1 y 2; al primero asignó al teniente
coronel Francisco Alcántara de comandante y al teniente
coronel Rafael Jugo al segundo, con Fernando Galindo de
sargento mayor. Tomó parte en la Expedición de Los Ca-
yos, la cual arribó a Juangriego el 3 de mayo del citado
199
Rafael Marrón González

año. De Margarita pasó a Carúpano en la expedición y


actuó en la toma de aquella localidad el 1 de junio, y en
las acciones que siguieron para la consolidación del área
conquistada. El 19 del mismo mes, con el teniente coronel
Alcántara se hallaba en avanzada en Cariaquito, entre Ca-
rúpano y San José de Aerocuar, cuando este destacamen-
to fue sorprendido por una partida realista y como resul-
tado de tal acción, los republicanos perdieron 15 caballos
y algunos suministros. El día 20 en la mañana, Galindo
pidió a Bolívar que lo sometiese a juicio para que así que-
dase clara su actuación la noche anterior. Bolívar lo puso a
la orden del general de brigada Gregor MacGregor, presi-
dente de la Comisión Militar, quien, dos días después,
emitió su opinión, favorable a Galindo. El 28 del mismo
mes asistió a una asamblea de notables en Carúpano,
presidida por Diego Bautista Urbaneja, en la cual fue rati-
ficada la condición de Bolívar como Jefe Supremo; título
que le había conferido la Asamblea de la Villa del Norte, el
6 de mayo de ese año. El 23 de septiembre, recibió de
MacGregor el despacho de teniente coronel vivo y efecti-
vo. Con el general de división Manuel Piar pasó a Barcelo-
na y el 27 de septiembre combatió en la batalla de El Jun-
cal, librada por Piar y MacGregor contra Francisco Tomás
Morales, con victoria para los republicanos. Siguió con Piar
hacia Guayana el 8 de octubre, donde iniciarían las opera-
ciones para la liberación de la Provincia. Entre julio y sep-
tiembre de 1817, desempeña funciones de ayudante ge-
neral en el Estado mayor general del Ejército Libertador, y
como tal, firma varios registros de nombramientos y as-
censos conferidos por Bolívar. El 8 de octubre, el general
Manuel Piar lo designó su defensor en el juicio a que lo
200
Rafael Marrón González

sometió un Consejo de Guerra; esta designación fue ratifi-


cada por disposición de Bolívar el 14 del mismo mes. El
15, Galindo presentó ante los miembros del Consejo de
Guerra un documento con su brillante defensa que ha lle-
gado hasta nuestros días. El 27 de octubre de 1817 recibió
el despacho de coronel efectivo de caballería. Como
miembro del Estado mayor tomó parte en la campaña del
centro en 1818, y cayó en la acción del Rincón de los To-
ros en la que Bolívar casi pierde la vida en un atentado
realizado por Tomás Renovales por instrucciones del coro-
nel realista Rafael López.

VI

Exposición del Fiscal


“Carlos Soublette, General de Brigada de los ejércitos de
la República y Jefe del Estado mayor General. Vistas las
declaraciones, cargos y confrontaciones contra Manuel
Piar, General en Jefe del ejército, acusado de insubordina-
ción al Gobierno, de conspirador contra el orden social y
de desertor, encuentro de absoluta necesidad detallar con
alguna extensión mi dictamen, y exponer lo que resulta
del proceso.- Se trata de examinar una causa de la prime-
ra importancia y trascendencia. El reo es un jefe que ha
obtenido el más eminente grado en la honrosa carrera de
las armas; y la parte es la República. Ninguna fatiga debe
evitarse para investigar la verdad de los crímenes que se
le imputan; pues aunque ni mi honor ni mi deber permiten
que transforme al inocente en criminal, tampoco toleraré
que no satisfaga la vindicta pública.- El primero y más
esencial cargo que resulta contra Manuel Piar, es el de
201
Rafael Marrón González

haber proyectado una conspiración para destruir el actual


Gobierno, y asesinar a los hombres blancos que sirven a la
República. Para este proyecto ha convocado a los hom-
bres de color, los ha querido alucinar con la falsa idea de
que se hallaban reducidos al último grado de abatimiento,
ha intentado armarlos presentándose él mismo como par-
do, y no obstante sus servicios, perseguido por sola esta
circunstancia; para animarlos les ha hecho una falsa expo-
sición de los medios que tenía para realizar su designio.
Esto resulta de las deposiciones del primero, segundo y
tercer testigo, de lo que presenció el sexto y del contenido
de los documento 1º,2º,3º,4º,5º y 6º. El reo en su confe-
sión no ha convenido en el cargo, pero no lo destruye, sus
alegatos son fútiles; en la confrontación del primer testi-
go, página 58, no se ha atrevido a decir que sea falso; los
testigos que declaran son de los que la ley llama idóneos,
están abonados por el mismo reo, y su número es más
que suficiente para producir plena prueba. Está, pues,
plenamente probado que Manuel Piar ha proyectado y
puesto en ejecución una conspiración, cuyas consecuen-
cias habrían sido la ruina de la República…”.

Nota: En su confrontación con el coronel Sánchez, el pri-


mer testigo, que ratificó en su presencia haberlo incitado a
una rebelión social, Piar solo atinó a responder: “… que no
puede asegurar que el testigo mienta, le es imposible
traer a su memoria todas las especies que detalla, pues se
contraen precisamente a una época en que el acusado
tenia su imaginación tan acalorada que casi podía conside-
rarse como un loco…”.

202
Rafael Marrón González

Continúa la exposición de la Fiscalía


“...En estas circunstancias se le intima la orden del Jefe
Supremo para que se presente en el Cuartel General y sin
embargo de la franqueza con que fue concebida, pues que
le deja ir libremente o en caso de resistencia se le manda
conducir por dos Coroneles, la desobedece y se fuga, pasa
el Orinoco, llega a Maturín, continúa trabajando a favor
del mismo inicuo proyecto, así lo depone el quinto testigo
y se lee en el décimo documento. El reo ha confesado su
desobediencia y su fuga y la declaran además los testigos
primero, segundo, tercero y sexto, pero constante en su
principio negativo no conviene en lo que resulta de su
conducta en Maturín.- Permítanme hacer algunas observa-
ciones que patenticen más lo justo de la acusación. Piar,
que se dice inocente en sus respuestas, se confiesa incu-
rrido en escandalosa falta de insubordinación y en el feo
crimen de desertor, y da por motivo el temor que le ha-
bían hecho concebir algunos de que lo iban a sacrificar. En
esta ocasión el reo cae en una contradicción digna de no-
tarse: pocos días antes de su fuga había solicitado que se
le juzgase y dice le fue negado, y cuando se le llama fran-
ca y libremente huye con el espanto del delincuente a
quien el temor del justo castigo por su criminal conducta
en el mes de julio, le hace ver como un recurso para sal-
varse la deshonrosa acción de desertarse, presentándonos
el espectáculo de un General en Jefe desertor, para es-
cándalo y ruina de la disciplina militar. Diré más, no solo
deserta, sino que hostiliza al Gobierno, pues no huye co-
mo un hombre que teme el castigo de sus faltas, y busca
el medio de remediarlas, sino como un Jefe de rebelión.
203
Rafael Marrón González

Llega a Maturín y quiere allí encender la guerra civil. Pasa


al campo del disidente General Mariño, se une a él y sigue
rivalizando con el Gobierno, pues aunque en su confesión,
al folio 43, dice que cuando se dirigió hacia el General Ma-
riño, fue solo con el objeto de pedir un pasaporte, él mis-
mo se ha contradicho en la propia confesión, a los folios
40 y 41, y muy particularmente en las confrontaciones, al
folio 58, en donde confiesa haber dicho que se iba a re-
unir al General Mariño, que estaba seguro lo trataría con
más generosidad que la que aquí había experimentado.-
Todavía resalta más contra el reo: en el pueblo de Aragua
ha resistido a mano armada a las órdenes de la suprema
autoridad. Él lo confiesa; así lo declaran los testigos pre-
senciales del hecho y así se lee en el documento número
13. En esta ocasión dice obró también por temor; de ma-
nera que por temor al castigo de faltas que no existían,
según él, ha incurrido en los delitos de insubordinado, de-
sertor y rebelde, plena y suficientemente comprobados,
temor de un Gobierno que hasta ahora sólo se le ha acu-
sado de indulgencia con los criminales, y que no ha em-
pleado su espada sino contra los enemigos externos.- El
reo pretende disminuir la acusación y justificar su inocen-
cia con el alegato malicioso de que lo acalorada que se
encontraba su imaginación en aquella época, lo tenía casi
en estado de un loco, en cuya situación podía verter ex-
presiones fuertes que le arrancaba el dolor de las injusti-
cias que había experimentado, pero sin proyecto ni objeto,
y presenta por testimonios sus papeles en donde no se
encontrará ni plano, ni listas, ni correspondencias que den
indicios de una conspiración. Todo esto es de ningún va-
lor. Las deposiciones de los testigos y su firmeza en las
204
Rafael Marrón González

confrontaciones desvanecen todos los subterfugios de los


que quiera valerse el reo para eludir los cargos. ¿Y cuáles
son estas injusticias de que tanto declama, sin contraerse
a otra que a la imputación que dice se le hacía sin de ha-
berse apropiado los intereses públicos, como si el Go-
bierno o la República debieran nunca ser responsables de
las calumnias que contra Manuel Piar se levantasen? La
conciencia es el testimonio mejor del hombre de bien.
Además de que ninguna prueba resulta de que entre los
papeles del reo no existan planes, listas ni corresponden-
cias alusivas a las conspiración; él no había seguramente
ninguno por cierto; en su furor solo quiso encontrar quien
abrigase sus intentos; tumultuariamente se habría arroja-
do sobre el Gobierno, habría querido satisfacer su vengan-
za; pero rotos ya los lazos de la sociedad no habría podido
contener a sus cómplices, aun cuando lo hubiese intenta-
do, y él mismo se habría ahogado en la sangre. Para bien
de la humanidad y para mayor gloria del pueblo venezo-
lano este horrible proyecto no tuvo partidarios.- Ni se crea
que un sentimiento de filantropía era el móvil de Piar en
esta empresa; pues aun cuando él no lo hubiese expresa-
do en su confesión, demasiado notorio es su carácter alti-
vo y dominante, que no admite superiores ni iguales;
también es sabido que nunca se ha reputado por pardo,
de manera que sólo en su frenesí se hubiera declarado
tal, porque lo creyó el único medio de congregar a todos
los de esta clase y de hacerlos entrar en los intereses par-
ticulares de él.- En vano Piar ocurrirá a alegar a sus anti-
guos servicios a la República como pruebas de su presen-
te y su futura conducta. Si sus servicios fueron grandes en
los combates, fueron superiores sin duda las recompensas
205
Rafael Marrón González

que por ellos recibió; no obstante que los resultados no


fueron siempre tan favorables como debía esperarse: En
vano alegará Piar su fuerte adhesión al Jefe Supremo y su
fidelidad al Gobierno en los últimos períodos de esta terce-
ra época; cierto, nadie podrá negar una gran parte de es-
tos méritos, digo más, si fuesen superiores a los del más
grande General del mundo, y a los de un primer bienhe-
chor de la humanidad, los crímenes de Piar son incompa-
rablemente mayores, respectivamente que cuantos bienes
puede hacer un mortal a sus semejantes. No es un simple
ambicioso, un mero conspirador, un miserable desertor. Él
es el genio del mal que escapado de la espantosa mansión
de los crímenes ha venido a vomitar sobre la tierra, no
sólo la guerra ni el veneno de la discordia, ni la atroz de-
solación, sino la más odiosa, la más nefanda de todas las
destrucciones. Piar ha querido armar la mano del hijo con-
tra el padre, la del hermano contra el hermano y la de la
oveja contra su pastor, contra los Ministros del SEÑOR y
padres espirituales de los pueblos. Ningún sagrado podía
libertar la víctima. En medio del exterminio general,
¿quién podría escapar de una persecución doméstica, de
una guerra fratricida en que la vista y aun el objeto sólo
decidían de la culpabilidad o inculpabilidad de los actores y
en que la masa general de la sociedad había que tomar
una parte, la funesta y activa, para que los individuos lo-
grasen la más remota esperanza de salvar sus infelices e
inocentes días? Piar, en fin, ha querido emplear todas las
armas de la sociedad, todos los medios de destrucción
para desgarrar el seno demasiado afligido de nuestra ido-
latrada patria.

206
Rafael Marrón González

Resulta de todo que Manuel Piar ha conspirado contra la


sociedad y contra el gobierno, lo ha desobedecido ha de-
sertado y hecho armas contra los subalternos del Jefe Su-
premo. Por todo lo cual concluyo por la República a que
sea condenado a sufrir la pena de ser ahorcado, señalada
por las Ordenanzas del Ejército en el artículo veintiséis,
tratado octavo, título décimo. Angostura, 15 de octubre de
1817. Carlos Soublette”.

El Fiscal atribuye a Piar su participación en dos conspira-


ciones, aunque las confunde: La primera para cambiar el
Gobierno, en esta conspiración estaban comprometidos
los doce del Congreso de Cariaco, jefaturados por Mariño
y Madariaga. Briceño Méndez informa a Bolívar del apoyo
que Piar brindaba a este nuevo “gobierno”. Luego lo impu-
ta de una segunda conspiración, que es la verdaderamen-
te grave y explica la severidad de la sentencia: Piar cons-
piró para cambiar el orden social y “asesinar a los blan-
cos”. La temida guerra social, iniciada por Boves – nuestro
primer demagogo - que todavía amenaza a los pueblos
mestizos de Iberoamérica, aunque ahora por razones
ideológicas más profundas, pero siempre con el resenti-
miento social como eslabón de convocatoria. En esta se-
gunda imputación Piar está solo. No es posible pensar que
un hombre como Mariño pudiera estar comprometido en
esa idea. Bolívar siempre estuvo preocupado por una re-
belión de pardos y negros: En su llegada a Maracaibo en
diciembre de 1826 le manifiesta a Santander sus temores
por la situación política del país, especialmente por las
noticias que le llegan del Oriente de Venezuela: “... La

207
Rafael Marrón González

guerra de Oriente la hacen gentes de color puro y, por lo


mismo, no hay duda de su objeto (matar a los blan-
cos)...”. (…) “...El aspecto de las cosas en el Oriente y en
toda Venezuela es tal, que solo mi patriotismo, solo mí
consagración a esta patria podrían comprometerme a una
nueva guerra más cruel y más sangrienta de cuantas he-
mos visto: guerra que durará cuando menos dos o tres
años…·. La actitud de Piar, guiado por el resentimiento de
verse relegado a una posición inferior luego de obtener el
más alto grado del ejército en Guayana, lo llevó a unirse a
los conspiradores de Cariaco y, luego, a tratar de crear un
ejércitos de resentidos sociales para sustituir a la oligar-
quía dominante. No pudo negar su responsabilidad. Su
principal alegato fue “locura momentánea”. Bolívar en su
proclama del 17 de octubre lo ratifica: “… El general Piar
fue ejecutado por sus crímenes de lesa patria, conspira-
ción y deserción. (…) El sepulcro de la República lo abría
Piar con sus propias manos, para enterrar en él la vida los
bienes y los honores de los bravos defensores de la liber-
tad de Venezuela; de sus hijos, esposas y padres. El cielo
ha visto con horror a este cruel parricida; el cielo lo entre-
gó a la vindicta de las leyes, y el cielo ha permitido que un
hombre que ofendiera a la Divinidad y al linaje humano no
profanase más tiempo la tierra que no debió sufrirlo un
momento después de su nefando crimen….”. Lo lamenta-
ble es que esa “guerra de colores” todavía pende sobre el
destino de Venezuela en el discurso de carismáticos de-
magogos enfermos de poder.

En el mismo día, el señor general Carlos Soublette, arre-


glándose a las ordenanzas, puso en noticia del excelentí-
208
Rafael Marrón González

simo señor Jefe Supremo, que el proceso estaba concluido


por su parte, quien se sirvió ordenar que en el mismo día,
a las once de la mañana, se celebrase el Consejo en la
posada del excelentísimo señor Almirante a quien nombró
por Presidente y por vocales a los señores generales José
Anzoátegui y Pedro León Torres, coroneles José Ucrós y
José María Carreño, y tenientes coroneles Judas Piñango y
Francisco Conde, a quienes dicho señor comunicó la orden
en debida forma y de haberse así ejecutado lo firmó dicho
señor, de que yo el infrascrito Secretario doy fe. Carlos
Soublette. Ante mí. J. Ignacio Pulido. Secretario.

VII

Votación de los jueces

Voto del teniente coronel Francisco Conde


“Hallándose el acusado convencido de los crímenes de que
se le acusa, le condeno a ser pasado por las armas, pre-
cediendo la degradación con arreglo al artículo veintiséis,
tratado octavo, título décimo; en el que, sin embargo, la
pena que se detalla es la de ser ahorcado, me decido por
la que le impongo por ser menos vejatoria. Francisco Con-
de”.

Voto del teniente coronel Judas Piñango


“Resultando el acusado plenamente convicto de los críme-
nes que se le han juzgado, lo condeno a ser pasado por

209
Rafael Marrón González

las armas, precedida la deposición, con arreglo al artículo


veintiséis, tratado octavo, título décimo de las ordenanzas.
Judas Piñango”.

Voto del señor coronel José María Carreño


“Hallando al acusado plenamente convencido del delito de
conspirador, y confeso en los de inobediencia, le condeno
a ser pasado por las armas, sin que preceda degradación,
arreglándome a los artículos séptimo y veintiséis de la or-
denanza general, tratado octavo, titulo décimo. José María
Carreño”.

Voto del coronel José de Ucrós


“Hallándose el acusado plenamente convencido del delito
de conspirador y confeso en los de inobediencia; le con-
deno a ser pasado por las armas, sin que preceda degra-
dación, arreglándome a los artículos séptimo y veintiséis
de la ordenanza general, tratado octavo, título décimo.
José de Ucrós”.

Voto del señor general José Anzoátegui


“Resultando de las declaraciones, confrontaciones y careo,
convencido Manuel Piar de los delitos de sedicioso, conspi-
rador y desertor, por los cuales se le puso en Consejo de
Guerra, lo condeno a ser pasado por las armas, con de-
gradación, arreglado al articulo veintiséis, tratado octavo,
título décimo de las ordenanzas generales. José Anzoáte-
gui”. Nota: En el original está la palabra “con”, refiriéndo-
se a la degradación, enmendada; parece que se escribió
primero “sin”.

210
Rafael Marrón González

Voto del general Pedro León Torres


“Resultando de las declaraciones, confrontaciones y careo,
convencido Manuel Piar de los delitos de sedicioso, conspi-
rador y desertor por los cuales se le puso en Consejo de
Guerra, lo condeno a ser pasado por las armas, sin degra-
dación, arreglado al artículo veintiséis, tratado octavo,
título décimo de las ordenanzas generales. Pedro León
Torres”.

Voto del almirante Luís Brión


“Hallándose plenamente convencido el general Piar de los
delitos de conspirador contra la salud pública, desertor e
inobediente a las órdenes supremas le condeno a ser pa-
sado por las armas, sin degradación, con arreglo al artícu-
lo veintiséis, tratado octavo, titulo décimo de las ordenan-
zas generales. L. Brión”.

En total: El Fiscal pide muerte por ahorcamiento, 7 votos


por fusilamiento de los cuales 4 son sin degradación, más
el voto del Fiscal que no incluye degradación, y tres con
degradación. Por eso Bolívar ratifica la sentencia sin de-
gradación. Por mayoría. No porque quiso hacer gracia al
reo.

VIII

Sentencia del Consejo


El 15 de octubre de 1817 el Consejo de Guerra sentencia:
“Visto el oficio del excelentísimo señor Jefe Supremo, de 3
del corriente, inserto por cabeza de este proceso que ha

211
Rafael Marrón González

sido formado por el señor general de brigada Carlos Sou-


blette a consecuencia de dicha orden, contra el general en
jefe Manuel Piar indiciado de los crímenes de insubordina-
do, conspirador, sedicioso y desertor, y héchose por dicho
señor relación de todo lo actuado al Consejo de Guerra de
oficiales generales celebrado el día 15 de octubre de 1817
en la casa del excelentísimo señor almirante Luís Brión,
que lo presidió, siendo jueces de él los señores generales
de brigada Pedro León Torres y José Anzoátegui, corone-
les José Ucrós y José María Carreño y tenientes coroneles
Judas Piñango y Francisco Conde, sin que compareciese
en el mencionado tribunal el referido reo por no haberlo
estimado necesario el Consejo; y oída la defensa de su
procurador, y todo bien examinado le ha condenado y
condena el Consejo a ser pasado por las armas, arreglán-
dose a la ley prescrita en el articulo veintiséis, tratado oc-
tavo, título décimo de las ordenanzas generales. Plaza de
Angostura, 15 de octubre de 1817.-7º L. Brión, Presiden-
te; Pedro León Torres; José Anzoátegui; José de Ucrós;
José María Carreño; Judas Piñango; Francisco Conde”.

“Inmediatamente pasó el señor fiscal a la posada de su


excelencia el Jefe Supremo conmigo el Secretario, y en-
tregó en su mano este proceso, de que doy fe. Carlos
Soublette. Ante mí. J. Ignacio Pulido, Secretario”.

Ese mismo día el Libertador confirmó la sentencia, y de su


puño y letra escribió: "Confirmada sin degradación".

IX

212
Rafael Marrón González

Orden de ejecución
Cuartel General de Angostura, 15 de octubre de 1817.-7
“Vista la sentencia pronunciada por el Consejo de Guerra
de oficiales generales contra el general Manuel Piar, por
los enormes crímenes de insubordinado, desertor, sedicio-
so y conspirador, he venido en confirmarla sin degrada-
ción. Pásese al señor Fiscal para que la haga ejecutar,
conforme a ordenanza, a las cinco de la tarde del día de
mañana. Bolívar”.

“Yo, el infrascrito Secretario, certifico: Que hoy 16 de oc-


tubre de 1817 ha devuelto el excelentísimo señor Jefe Su-
premo al señor general de brigada Carlos Soublette el
proceso con la aprobación de la sentencia, y para que
conste lo pongo por diligencia que firmó igualmente. Car-
los Soublette. J. Ignacio Pulido, Secretario”.

La notificación a Piar
En la plaza de Angostura, a 16 de octubre de 1817.-7º
“Yo, el Secretario, en virtud de la sentencia dada por el
Consejo de oficiales generales y aprobada por el excelen-
tísimo señor Jefe Supremo, pasé de orden del señor Fiscal
a la prisión donde se halla Manuel Piar, reo en este proce-
so, a efecto de notificarla y habiéndole hecho poner de
rodillas le leí la sentencia de ser pasado por las armas; y
para que conste por diligencia lo firmo. J. Ignacio Pulido,
Secretario”.
Nota: No existe antecedente para esta actitud de Pulido
de obligar al reo a arrodillarse para leerle la sentencia.

213
Rafael Marrón González

Narra Daniel Florencio O´Leary que, luego de recibida la


sentencia: “(Piar) continuó persuadido de que la sentencia
se le había notificado tan solo para intimidarlo y humillarlo
pero que no se cumpliría. Un comerciante extranjero, Mr.
Hamilton, que lo visitó en aquellos momentos para arre-
glar con él algunos asuntos pendientes, expresó la pena
que su suerte le causaba, pero Piar le aseguró que Bolívar
no se atrevería a fusilarlo; y es probable que esta persua-
sión le acompañara hasta el cadalso”.

Todo quedó consumado


En la plaza de Angostura, a 16 de octubre de 1817.-7º
“Yo, el infrascrito Secretario, doy fe que en virtud de la
sentencia de ser pasado por las armas, dada por el Conse-
jo de Guerra, su excelencia el general Manuel Piar, y
aprobada por su excelencia el Jefe Supremo, se le condujo
en buena custodia dicho día a la plaza de esta ciudad, en
donde se hallaba el señor general Carlos Soublette, Juez
Fiscal en este proceso, y estaban formadas las tropas para
la ejecución de la sentencia, y habiéndose publicado el
bando por el señor Juez Fiscal, según previenen las orde-
nanzas, puesto el reo de rodillas delante de la bandera y
leídosele por mí la sentencia en alta voz, se pasó por las
armas a dicho señor general Manuel Piar, en cumplimiento
de ella, a las cinco de la tarde del referido día; delante de
cuyo cadáver desfilaron en columna las tropas que se ha-
llaban presentes, y llevaron luego a enterrar al cementerio

214
Rafael Marrón González

de esta ciudad donde queda enterrado; y para que conste


por diligencia lo firmó dicho señor con el presente Secre-
tario. Carlos Soublette. Ante mí. J. Ignacio Pulido, Secreta-
rio”.

El cadáver de Piar, que quedó tendido junto a la pared de


la Iglesia, fue recogido y escoltado sigilosamente hasta el
sitio denominado El Cardonal, y sepultado en tumba des-
conocida hasta el presente.

La memoria de Pulido

El general José Ignacio Pulido, en aquel entonces capitán


y secretario del consejo de guerra, narra a Daniel Floren-
cio O´Leary, que no conoció a Piar pues llegó a Angostura
a fines de marzo de 1818, pero que se interesó, años des-
pués cuando redactaba sus Memorias por la suerte de es-
te desgraciado General: “En el seguimiento de la causa,
cuando íbamos a tomarle su confesión a la casa donde se
hallaba preso, y a evacuar otras diligencias, se manifesta-
ba pacifico y serio, menos cuando se llegó el caso de ca-
rearlo con algunos de los jefes que habían declarado en la
causa, y principalmente con el teniente coronel Olivares,
hoy general de brigada, que se alteraba e incomodaba. En
el seguimiento de su causa se denunció que trataba de
cohechar la guardia que lo custodiaba con onzas de oro, y
creo que se efectuaron diligencias sobre ello, pues ya casi
no recuerdo, por el tiempo que ha trascurrido, y que yo
era muy joven en esa época (tenía 22 años), y en tal edad

215
Rafael Marrón González

no retiene uno las cosas, y poco cuidado pone; pero el


señor general Soublette, debe de acordarse de mucho. Yo
entonces era capitán ascendido en Barcelona el año de 16
por el mismo Piar, de la primera compañía del batallón de
aquel nombre, que pereció en el segundo asalto de la ca-
sa fuerte de aquella ciudad, de donde me salvé por mila-
gro, en abril de 1817: y me reuní con el ejército libertador
en las Misiones de Guayana, donde se me destinó a man-
dar la primera compañía de Cazadores de Honor, al man-
do del coronel Espinosa, y por estar de secretario de
aquella causa no pude seguir con mi cuerpo a La Hogaza,
donde pereció todo él. La causa fue voluminosa, y en ella
se comprobaba la revolución que pretendía hacer Piar
contra el gobierno: le había ofrecido el mando de almiran-
te al famoso comandante Antonio Díaz, de Margarita,
quien me parece que declaró en su contra, como asimis-
mo el hoy general Pedro Hernández, coronel Uztáriz, co-
mandante Fuenmayor y otros de que no hago por ahora
mención…”.

Intimado el reo de la sentencia


“… El día después del consejo de guerra y a las 7 de la
mañana, me mandó llamar a su casa el general Soublette,
que vivía en una de alto de la plaza, que hacía esquina
con el palacio, y me entregó el proceso, diciéndome: "in-
tímele U. la sentencia al general Piar", y me marché a ve-
rificarlo, pues el referido general se hallaba preso en una
casa baja, casi haciendo frente a la del general Soublette:
llegué a la guardia, y estaba de oficial de ella el teniente,
o capitán entonces, Juan José Conde, quien me siguió
acompañando, y habiéndome encontrado con el general
216
Rafael Marrón González

en el corredor de la casa, embatado y como acabando de


tornar una limonada, le dije: "tenga V. E. muy buenos
días", a lo que me contestó: "¿qué hay, Pulido?", - le re-
puse- "vengo a intimar a V. E. la sentencia pronunciada
por el consejo de guerra de oficiales generales". Y enton-
ces volvió más alto a decirme ¿Y qué hay? - y yo le dije:
hínquese V. E. para leérsela. Volvió otra vez con el qué
hay? y yo más esforzado repetí; hínquese V. E. para leér-
sela. Hincándose entonces sin hablar palabra, y asiéndose
con la mano izquierda de mi muslo derecho, comencé a
leerla y al llegar al concepto de ser pasado por las armas,
se paró, gritó, rasgo la camisa, tiró el lente que cargaba
colgado del cuello y cayó al suelo, diciendo: ¡qué me de-
jen sacrificar! Entonces el oficial de guardia indicado y yo
lo tomamos para levantarlo y consolarlo, diciéndole: que si
en los campos de batalla había sido tan esforzado y va-
liente, en aquel momento necesitaba de más resignación y
firmeza, etc.: lo llevamos casi en brazos a su lecho, y yo
inmediatamente me separé a toda prisa, compadecido de
lo que acababa de presenciar. De las cuatro a las cinco de
la tarde del mismo día, volví a cumplir mi penosa comi-
sión, y ya estaba el batallón de honor formado en la plaza
mayor, mandado por su comandante Bruno Torres: salió
el desgraciado general con una esclavinita azul abrochada
y corta, con semblante serio, y manifestando ya conformi-
dad: llegó a las banderas del cuerpo formado, hizo alto y
dio media vuelta a la izquierda y quedó frente a mí, que
en alta voz volví a leerle la sentencia, desapareciendo en
el acto que concluí mi encargo, sin ver otra cosa”.

217
Rafael Marrón González

El periodista José Domingo Díaz se atribuye la


muerte de Piar
“Piar era uno de nuestros más temibles enemigos: Valien-
te, audaz, con talentos pocos comunes, y con una grande
influencia en todas las castas por pertenecer a una de
ellas, era uno de aquellos hombres de Venezuela que po-
dían arrastrar a sí la mayor parte de su población y de su
fuerza física. Era más temible que el aturdido Bolívar; y si
hubiese vivido, ya el tiempo lo habría confirmado. Una
casual reunión de circunstancias felices me proporcionó
pocos meses después el hacerle desaparecer. No era ne-
cesario para ello sino conocer el irreflexivo aturdimiento,
la suma desconfianza, la irritabilidad excesiva de Simón
Bolívar. Así; desde mi habitación pude excitarlas por per-
sonas intermedias, y por un encadenamiento de papeles y
de sucesos verdaderos o aparentes. Cuando estaba ya
lleno de terror. De sospechas y desconfianzas hacia su
colega, una Gaceta de Caracas puesta en sus manos le
precipitó, voló a Guayana y le pasó por las armas. Poco
después supo la realidad de las cosas, más ya no había
remedio, Piar no podía volver a la vida…”.

José Domingo Díaz


Expósito, criado por dos sacerdotes que le dieron su ape-
llido: Domingo y Juan A. Díaz Argote. Estudió en la Uni-
versidad de Caracas, donde obtuvo la licenciatura en filo-
sofía en 1788. Después cursó estudios de medicina, y en
1794 obtuvo la licenciatura como médico cirujano, así co-
mo el doctorado en 1795. En 1804 fue secretario de la
Junta Central de la Vacuna, donde se esforzó, junto con

218
Rafael Marrón González

Vicente Salias, en que se alcanzara la vacunación masiva


contra la viruela. En 1810 y 1811 redactó el Semanario de
Caracas, con Miguel José Sanz. Monteverde lo designó
director de la Gazeta de Caracas en 1812 (cuando el te-
rremoto de Caracas, en marzo de 1812, le tribuyó a Bolí-
var la frase: “Si la naturaleza se opone lucharemos contra
ella y haremos que nos obedezca”, con la intención de
descalificar a Bolívar. La frase debió ser: “Aunque la natu-
raleza se oponga, lucharemos contra ellos (los españoles)
y haremos que nos obedezcan”). Se fue a Curazao en
1813, cuando llegó Bolívar a Caracas. Regresó en 1814, y
recibió el nombramiento de Secretario de Gobierno, ade-
más de ocuparse de la Gazeta de Caracas entre 1815 y
1821, en cuyas páginas expresó su oposición a la causa
emancipadora (y la aprovechó para adulterar cartas de
Bolívar y de otros jefes patriotas, capturadas por el
enemigo, con el objeto de crear situaciones embarazosas.
Para enfrentar sus noticias tendenciosas a favor de la co-
rona Bolívar editó en Angostura El Correo del Orinoco).
Fue secretario de Pablo Morillo. Mientras ejercía este car-
go, denunció a muchos revolucionarios y tuvo la respon-
sabilidad de resguardar papeles del Libertador que habían
sido decomisados por los realistas. En su huida a Puerto
Rico, en 1821, destruyó estos documentos. Luego se tras-
ladó a España, donde permaneció hasta su muerte. (Pu-
blicó en Madrid, en 1829, Recuerdos de la rebelión de Ca-
racas, en esa obra llama a Piar "el mulato").

219
Rafael Marrón González

Memorias de Rafael Urdaneta

“A su llegada a Angostura supo Bolívar de una manera


auténtica cuáles eran los designios de Piar, que le fueron
delatados por varios personajes a quienes éste quiso se-
ducir, todos pardos, como Manuel Olivares, Sánchez, Ce-
deño, Salcedo el comandante, que era un sastre de Cara-
cas. Parecía que la toma de la Guayana había completado
el plan que primero concibió Cedeño, que reforzó después
Piar y sus compañeros de armas y que al fin realizó Bolí-
var, y que era ya tiempo de ocuparse de la organización
para presentarse desde aquella inmensa base a todos los
enemigos que ocupaban a Venezuela; pero la deserción
de Piar hizo que Bolívar se detuviese a preparar los me-
dios de contener los funestos resultados que debía produ-
cir una nueva revolución capitaneada por un hombre fuer-
te y audaz y, por otra parte, resentido, y que meditaba
emplear armas no usadas hasta entonces y de naturaleza
destructora. Destinóse, pues al general Cedeño y a varios
otros jefes, de los mismos a quienes Piar había intentado
seducir, con una columna de caballería del mismo Cedeño,
para que fuesen a prenderlo. Bolívar empleó en aquellas
difíciles circunstancias todos los medios que le dictaba el
deseo de salvar el país de una guerra terrible; escribió a
todas partes, envió comisionados, halagó a algunos, hizo
confianza de otros para impedir que la seducción cundie-
se, y, al fin, fue Piar preso por Cedeño en el pueblo de
Chaguaramal, cuando ya tenía bajo sus órdenes algunas
tropas mandadas por el comandante Carmona, quien al
recibir cartas de Bolívar no hizo resistencia y dejó prender

220
Rafael Marrón González

a Piar. Conducido a Guayana fue juzgado en Consejo de


guerra, condenado a muerte y fusilado”.

Las razones de Bolívar

A pesar de haber recibido una carta de Arismendi, fechada


en Lagunitas, el 20 de febrero de 1817, antes de la batalla
de San Félix, en la que este jefe patriota le comunica sus
sospechas no toma ninguna medida contra Piar, salvo
apartarlo del mando directo del ejército y destinarlo al
sitio de Guayana la Vieja y a la administración de las Mi-
siones: “El General Piar, quiero decírselo reservado, me da
mala espina. A este patriota le ha soplado mucho la fortu-
na, y quien sabe a dónde va a parar esto, porque como
que él no piensa como nosotros. En fin, vea V. E. lo que
Piar le ha dicho en los oficios con el Coronel Vélez y des-
pués con el Comandante Salcedo, de que estoy informa-
do, y vea lo que a mí me dice en el corto original que le
adjunto; es de 16 de este mes. No puedo extenderme
más, y veo que pronto podré informarle verbalmente lo
que no puede ir escrito ni puede contenerlo la vía oficial”.
Posteriormente, en el mes de julio, Juan Francisco Sán-
chez aporta los primeros indicios serios de la conspiración
de Piar porque el teniente coronel José Manuel Torres le
informa, como lo hizo con Bermúdez y Sedeño, que los
generales estaban molestos porque Piar les había dicho
que lo separaban del ejercito porque era mulato. Bolívar
intenta dialogar con Piar, a quien días antes había otorga-

221
Rafael Marrón González

do un pasaporte que quedó anulado por su fuga, pero


éste sospechando un juicio militar en su contra, lo que nos
indica culpabilidad, decide escapar hacia Maturín. Bolívar
ordena su captura y el 5 de agosto proclama como un
crimen contra la República la deserción de Piar. Piar en su
confesión expone que decidió huir porque lo habían acu-
sado de apropiarse de bienes de la república. Pero docu-
mentalmente probado está que esta acusación no formó
parte del juicio. Sin embargo, a pesar de la dureza de su
proclama del 5 de agosto, Bolívar no tiene entre sus pla-
nes sacrificar a Piar, y así se lo hace saber a Bermúdez en
carta del 4 de octubre de 1817: “… Piar debió haberse
sometido, sin seguir armado, cuando vio de bulto que el
país ni el ejército seguían el crimen, Habría, tal vez, ameri-
tado el perdón pacífico del gobierno; le seguiría el general
Mariño. Y quedando así sofocada la sedición, acaso hubie-
ra caído un velo sobre todo. Mi deseo particular, privado,
es ahora que el consejo pueda conciliar el rigor de la ley y
el crédito del gobierno con los merecimientos del reo. Es-
cogeré para el consejo de guerra, de entre los oficiales
generales con las cualidades que quiere la ley, aquellos
que yo sepa que no tienen motivos de resentimiento con
Piar. Brión, su paisano y su más íntimo amigo, será el pre-
sidente y en los demás vocales se encontrarán criaturas
de aquel. Ojalá que si el consejo aplica la pena mayor, me
abra camino, camino claro, para la conmutación; y que el
ejército o los cuerpos más cercanos y de la capital por sus
órganos naturales, la pidan, sin separarse de la disciplina.
Entonces la responsabilidad del perdón, si este fuera in-
discreto, lo compartiremos los que estamos levantando y
sosteniendo el edificio de la república...”.
222
Rafael Marrón González

La proclama del 5 de agosto

“Ciudadanos: La más grande aflicción que puede sobreve-


nir al ánimo de un magistrado es aquella que lo obliga a
emplear la Espada de la justicia contra un ciudadano que
fue Benemérito de la patria. Yo denuncio a la faz de la
nación el crimen más atroz que ha podido cometer un
hombre contra la sociedad, el Gobierno y la Patria. El ge-
neral Piar es el autor execrable de este fatal delito. Col-
mado de los honores supremos de la milicia, de la consi-
deración pública y de la confianza del Gobierno nada que-
daba a este ciudadano a que aspirar sino a la gloria de
titularse bienhechor de la República. ¡Con qué horror
pues, no oiréis que este hombre tan favorecido de la for-
tuna haya pretendido sumergiros en el piélago espantoso
de la anarquía! Sí, venezolanos, el general Piar ha forma-
do una conjuración destructora del sistema de igualdad,
libertad e independencia.
Bolívar le saca su condición de extranjero y su des-
precio por su madre mulata
Pero no os admiréis de esta monstruosidad de parte de un
hombre cuya vida ha sido un tejido de conspiraciones,
crímenes y violencias. Nacido en un país extraño, de una
madre que tampoco es venezolana y de un padre canario,
ningún sentimiento de amor ha podido recibir al nacer,
menos aún en el curso de su educación. Engreído el gene-
ral Piar de pertenecer a una familia noble de Tenerife, ne-
gaba desde sus primeros años, ¡¡¡qué horrible escándalo!!!
negaba conocer el infeliz seno que había llevado este
aborto en sus entrañas. Tan nefando en su desnaturaliza-

223
Rafael Marrón González

da ingratitud ultrajaba a la misma madre de quien había


recibido la vida por el solo motivo de no ser aquella respe-
table mujer del color claro que él habla heredado de su
padre. Quien no supo amar, respetar y servir a los autores
de sus días no podía someterse al deber de ciudadano y
menos aún al más riguroso de todos, al militar.
El crimen contra Bernardo Bermúdez
Llevado por el general Mariño a la costa de Güiria en los
años pasados fue destinado a Maturín bajo las órdenes del
comandante Bernardo Bermúdez, que fue víctima de sus
primeros ensayos de conspiración. Apenas había llegado a
Maturín cuando sublevándose contra su inmediato jefe, lo
prendió e indefenso lo arrojó hacia la parte que ocupaba
el enemigo para que fuese indignamente sacrificado por
los crueles españoles. El desdichado Bermúdez marcó con
su muerte el primer fratricidio del ambicioso Piar.
Maturín valerosamente defendida pero siempre de-
vastada
La inmortal ciudad de Maturín que parecía destinada por
la Providencia para ser la cuna del heroísmo venezolano
tuvo la gloria de vencer por tres veces en otras tantas ba-
tallas las bandas españolas de La Hoz y Monteverde. Los
valerosos Maturinenses conducidos por su indomable espí-
ritu y por un sentimiento irresistible de un patriotismo di-
vino, elevaron su nombre al más alto grado de esp1endor
dejando al de su intruso jefe en el seno de la oscuridad.
La fama no fue injusta, pues supo distinguir el mérito de
los soldados y la ingratitud del caudillo. Ni los rayos de la
fortuna consiguieron ilustrar su espíritu en la carrera de la
victoria. Maturín sepultó en sus llanuras tres ejércitos es-
pañoles y Maturín quedó siempre expuesta a los mismos
224
Rafael Marrón González

peligros que la amenazaban antes de sus triunfos. Tan


estúpido era el jefe que la dirigía en sus operaciones mili-
tares.
Motín contra Mariño
El general Mariño, reconocido por jefe de la expedición de
Oriente fue a Maturín a inspeccionar aquellas valientes
tropas. El general Piar, entonces ausente, había tramado
antes de separarse un motín contra su jefe, que se habría
logrado sin duda, si el virtuoso general Rojas no hubiese
cumplido con su deber en favor de la justicia y de la
subordinación militar. La insurrección de Piar no tuvo efec-
to por la bella conducta del general Rojas.
En Margarita atentó contra Bolívar
En medio de las calamidades de la guerra el italiano Bian-
chi se subleva contra las autoridades constituidas y se ro-
ba las últimas reliquias de la República. Logramos condu-
cir a la isla de Margarita a este infame pirata para hacer-
nos justicia y aprovechar los únicos restos de nuestra ex-
pirante existencia. La fatalidad, entonces anexa a Vene-
zuela, quiso que se hallase el general Piar en Margarita
donde no tenia mando ya donde había ido para salvar el
fruto de sus depredaciones en Barcelona, y más aún para
escapar de los peligros de la guerra que él hace sólo por
enriquecerse a costa de la sangre de los infelices venezo-
lanos. Una vez que ha hecho su botín el valor le falta y la
constancia le abandona. Díganlo los campos de Angostura
y San Félix, donde su presencia fue tan nula como la del
último tambor. El general Mariño y yo, jefes de la Repúbli-
ca, no pudimos desembarcar en Margarita porque el fac-
cioso Piar se había apoderado de la fuerza y nos obligó a
ponernos a la merced de un pirata más generoso y más
225
Rafael Marrón González

sumiso que él aunque iguales en la rapacidad. Por enton-


ces la Patria sufrió todos los reveses que son notorios por
la exclusiva traidora conducta de Piar. De acuerdo con el
general Ribas pensó en defender a Cumaná y aunque
aquel general debía mandar por ser de mayor graduación,
sólo logró dividir la autoridad con Piar. Esta igualdad no
convenía aún a las miras ambiciosas de Piar, y desde lue-
go conspiró contra su jefe y colega Ribas. Este para evitar
la guerra civil y quizás su propio exterminio marchó a Ma-
turín, y Cumaná fue la victima de las pasiones de Piar. Su
desdichada población pereció como la emigración de Ca-
racas y Barcelona por obedecer a Piar que las forzó a en-
cerrarse en aquella indefensa ciudad. ¡¡¡Victimas desdi-
chadas allí sepultadas!!! decid ¿quién os puso bajo la cu-
chilla de Boves?
Quiso hacer con Bideau lo que hizo con Bernardo
pero Bideau no se dejó
Perdido el territorio que inútilmente Piar había pensado
defender, se refugió en Güiria donde mandaba el coronel
Juan Bautista Bideau, quien tenla la autoridad suprema de
aquel país por delegación del general Mariño. Aún no ha-
bía pisado aquella ciudad cuando ya Piar intentaba desti-
tuir al jefe que la mandaba. Sus defensores de acuerdo
con Bideau, se vieron obligados a expulsar a Piar para no
ser envueltos en disensiones domésticas a tiempo que el
enemigo la estrechaba por todas partes. El objeto de Piar
en aquel momento no era tanto defender a Güiria, cuanto
extraer los tesoros que había arrancado al general Ribas y
hablan sido hasta entonces religiosamente respetados
como vasos sagrados que pertenecían a las iglesias de
Caracas. Más Piar tan avaro como sacrílego intentaba con-
226
Rafael Marrón González

vertir en su propio uso, objetos consagrados a la Divini-


dad.
La acusación de ladrón más formal
En la tercera época de la República, el general Piar a
quien yo había perdonado todos sus atentados viene
conmigo a Carúpano. Allí a la faz de todos los extranjeros
y nacionales dio el más escandaloso ejemplo de su venali-
dad. El descaro en robar los intereses de aquella ciudad,
ha sido tan público que nada se debe añadir para que sea
manifiesto. La división del general Mac Gregor después de
haber libertado a Barcelona se somete a sus órdenes por-
que así lo exigía el orden de la milicia y porque él se jac-
taba de ser el primer apoyo del Gobierno. La batalla del
Juncal, casi perdida por este general, fue un terrible de-
sengaño para aquellos alucinados soldados que creían
tener en él un gran Capitán; pero su impericia y su cobar-
día se manifestaron allí de un modo incontestable. Ganada
por el general Mac Gregor y los otros subalternos que
obraron arbitrariamente, hallándose abandonados de su
jefe y sin esperanza de salvarse, ni aún siquiera se puso a
la cabeza del Ejército para perseguir los restos fugitivos y
el fruto de aquella victoria fue ninguno, como todas las
que la fortuna le ha proporcionado….”.
Déspota en Guayana
“…La conducta del general Piar en esta Provincia, ha co-
rrespondido al curso de su vida: el más feroz despotismo
ha sido su divisa. Mandar pasar por las armas a los jefes y
oficiales más estimables; ponerlos en el afrentoso tormen-
to de la soga; destituirlos sin autoridad y sin juicio. En fin
todos los actos del poder absoluto de un tirano. Ninguna
orden del Gobierno ejecutaba jamás: todas las miraba con
227
Rafael Marrón González

el más ultrajante desprecio. El se había abrogado las fa-


cultades de la autoridad suprema y no se había proclama-
do por soberano de la República porque las fuerzas de su
mando eran todavía demasiado débiles y la fortuna no le
había sometido las ciudades de Guayana y Angostura…”.
Las víctimas de la violencia
“… En circunstancias tan urgentes yo vine al ejército para
poner un término a su desenfrenado despotismo. El be-
nemérito general Monagas, el coronel Parejo, el teniente
coronel Matos, el teniente coronel Infante, subteniente
Santarrita, el cirujano Cervellon y el secretario Melián, sin
contar muchos otros que fueron ignominiosamente infa-
mados, pueden deponer si el régimen del general Piar no
es el de un sátrapa de Persia! ¡Cuántos horrores no hizo
sufrir el general Piar a estos ilustres defensores de la Re-
pública! A mi presencia ha osado clavar un par de grillos,
y sin un juicio formal ha condenado a servir de soldado
raso al subteniente Arias. Espantado de tan atroz proce-
dimiento quise salvar la inocencia, las leyes y los derechos
del ciudadano. Además, hice entender al general Piar que
debla someterse a la autoridad del Gobierno y no obrar
arbitrariamente como lo había hecho siempre. Este gene-
ral furioso como un frenético medita entonces la subver-
sión del Estado y la destrucción de sus hermanos…”.
La guerra civil como estandarte
“… Para realizar tan negro designio pretexta enfermedad,
pide encarecidamente un retiro temporal y toma un pasa-
porte para las Colonias. Calumniar al gobierno de preten-
der cambiar la forma republicana en la tiránica; proclamar
los principios odiosos de la guerra de colores para destruir
así la igualdad que desde el día glorioso de nuestra insu-
228
Rafael Marrón González

rrección hasta este momento ha sido base fundamental;


instigar a la guerra civil; convidar a la anarquía, aconsejar
el asesinato, el robo y el desorden, es en sustancia lo que
ha hecho Piar desde que obtuvo la licencia de retirarse del
ejército que con tantas instancias había solicitado, porque
los medios estuvieran a su alcance. Pruebas constantes e
irrefragables de esta conjuración son las deposiciones
unánimes de generales, comandantes, soldados y paisa-
nos residentes en Angostura. ¿Qué pretende el general
Piar en favor de los hombres de color? ¿La igualdad? No:
ellos la tienen y la disfrutan en la más grande latitud que
pueden desear. El general Piar mismo, es una prueba irre-
vocable de esta igualdad. Su mérito es bien inferior a las
recompensas que ha obtenido. Los más de los oficiales de
Venezuela han combatido por la República más que Piar y
sin embargo ellos son subalternos, mientras que él está
decorado del último grado de la milicia...”.
El verdadero desprecio por su origen
Podríamos citar otros muchos generales, coroneles, co-
mandantes y jefes de todas clases; pero no es justo mez-
clar los nombres de tan beneméritos ciudadanos con el de
este monstruo. El general Piar no desea la preponderancia
de un color que él aborrece y que siempre ha despreciado
como es constante por su conducta y documentos. El ge-
neral Piar ha tenido como un timbre la genealogía de su
padre y ha llegado su imprudencia hasta el punto de pre-
tender no sólo ser noble, sino aun descendiente de un
príncipe de Portugal. La imparcialidad del gobierno de Ve-
nezuela ha sido siempre tal, desde que se estableció la
República, que ningún ciudadano ha llegado a quejarse
por injusticia hecha a él por el accidente de su cutis. Por el
229
Rafael Marrón González

contrario. ¿Cuáles han sido los principios del Congreso?


¿Cuáles las leyes que ha publicado? ¿Cuál la conducta de
todos los magistrados de Venezuela?...”.
La revolución como la democracia fue incluyente
“… Antes de la revolución los blancos tenían opción a to-
dos los destinos de la monarquía, lograban la eminente
dignidad de ministros del rey, y aún de grandes de Espa-
ña. Por el talento, los méritos o la fortuna lo alcanzaban
todo. Los pardos degradados hasta la condición más hu-
millante estaban privados de todo. El estado santo del
sacerdocio les era prohibido: se podría decir que los espa-
ñoles les habían cerrado hasta las puertas del cielo. La
revolución les ha concedido todos los privilegios, todos los
fueros, todas las ventajas. ¿Quiénes son los actores de
esta Revolución? ¿No son los blancos, los ricos, los títulos
de Castilla y aun los jefes militares al servicio del rey?
¿Qué principios han proclamado estos caudillos de la Re-
volución? Las actas del gobierno de la República son mo-
numentos eternos de justicia y liberalidad. Qué ha reser-
vado para sí la nobleza, el clero, la milicia. ¡Nada, nada,
nada! Todo lo han renunciado en favor de la humanidad,
de la naturaleza, y de la justicia, que clamaban por la res-
tauración de los sagrados derechos del hombre. Todo lo
inicuo, todo lo bárbaro, todo lo odioso se ha abolido y en
su lugar tenemos la igualdad absoluta hasta en las cos-
tumbres domésticas. La libertad hasta de los esclavos que
antes formaban una propiedad de los mismos ciudadanos.
La independencia en el más alto sentido de esta palabra,
sustituida a cuantas dependencias antes nos encadena-
ban. El general Piar con su insensata y abominable conspi-
ración sólo ha pretendido una guerra de hermanos en que
230
Rafael Marrón González

crueles asesinos degollasen al inocente niño, a la débil


mujer, al trémulo anciano, por la inevitable causa de ha-
ber nacido de un color más o menos claro. Venezolanos.
¿No os horrorizáis del cuadro sanguinario que os ofrece el
nefando proyecto de Piar? Calificar de un delito el acciden-
te casual que no se puede borrar ni evitar. El rostro según
Piar es un delito y lleva consigo el decreto de vida o de
muerte. Así ninguno sería inocente, pues que todos tienen
un color que no se puede arrancar para substraerse de la
mutua persecución. Si jamás la guerra fratricida como lo
desea Piar llegase a tener lugar en Venezuela, esta infeliz
región no sería más que un vasto sepulcro donde irían a
enterrarse en todas partes la virtud, la inocencia y el va-
lor…”.
Perseguido como enemigo público Nº 1
“… El mundo horrorizado cargarla de execraciones a esta
sanguinaria nación donde el furor sacrificaba a su saña
todo lo que es sagrado aun para los mismos salvajes, la
humanidad y la naturaleza. Pero no, venezolanos, voso-
tros no sufriréis que las últimas gotas de sangre que ha
respetado el puñal de los asesinos de España, sean de-
rramadas por vuestras propias manos. Vosotros sois inca-
paces de servir de instrumento a los furores de Piar. Voso-
tros lo conocéis, no ignoráis sus execrables designios, y
vosotros pues lo perseguiréis, no sólo como un enemigo
público sino como un verdugo de su especie, sediento de
su propia sangre. El general Piar ha infringido las leyes, ha
conspirado contra el sistema, ha desobedecido al go-
bierno, ha resistido la fuerza, ha desertado del ejército y
ha huido como un cobarde; así pues, él se ha puesto fuera
de la ley: su destrucción es un deber y su destructor un
231
Rafael Marrón González

bienhechor. Cuartel General de Guayana, agosto 5 de


1817.-7”.

Algunos exegetas de Piar han negado la autenticidad de


esta proclama, considerándola apócrifa. Sin embargo, no
existe evidencia para tal afirmación. Pero es necesario
aclarar que Bolívar no escribía directamente sus proclamas
ni correspondencias, pues dictaba a sus amanuenses (es-
cribientes) las líneas generales y estos redactaban. Para
esta fecha el amanuense de Bolívar era el luego general
José Gabriel Pérez, pero es imposible creer que un docu-
mento tan comprometedor y delicado hubiera sido mani-
pulado por el amanuense sin consentimiento de Bolívar.

La proclama del 17 de octubre

SIMÓN BOLÍVAR, Jefe Supremo de la República de Vene-


zuela, etc. a los soldados del Ejército Libertador. Soldados:
Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón. El general
Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesa patria, conspi-
ración y deserción. Un tribunal justo y legal ha pronuncia-
do la sentencia contra aquel desgraciado ciudadano, que
embriagado con los favores de la fortuna y por saciar su
ambición, pretendió sepultar su patria entre sus ruinas. El
general Piar, a la verdad, había hecho servicios importan-
tes a la República, y aunque el curso de su conducta había
sido siempre la de un faccioso, sus servicios fueron pródi-
gamente recompensados por el Gobierno de Venezuela.
Nada quedaba que desear a un jefe, que había obtenido

232
Rafael Marrón González

los grados más eminentes de la milicia. La segunda auto-


ridad de la República, que se hallaba vacante de hecho,
por la disidencia del general Mariño, iba a serle confiada
antes de su rebelión; pero este general que sólo aspiraba
al mando supremo, formó el designio más atroz que pue-
de concebir un alma perversa. No sólo la guerra civil sino
la anarquía y el sacrificio más inhumano de sus propios
compañeros y hermanos, se había propuesto Piar. ¡Solda-
dos! Vosotros lo sabéis: la igualdad la libertad y la inde-
pendencia son nuestra divisa. ¿La humanidad no ha reco-
brado sus derechos por nuestras leyes? ¿Nuestras armas
no han roto las cadenas de los esclavos? ¿La odiosa dife-
rencia de clases y colores, no ha sido abolida para siem-
pre? ¿Los bienes nacionales, no se han mandado repartir
entre vosotros? ¿La fortuna, el saber y la gloria no os es-
peran? ¿Vuestros méritos, no son remunerados con profu-
sión o por lo menos con justicia? ¿Qué quería, pues, el
general Piar para vosotros? ¿No sois iguales, libres, inde-
pendientes, felices y honrados? ¿Podía Piar procuraros
mayores bienes? ¡No, no, no! El sepulcro de la República
lo abría Piar con sus propias manos, para enterrar en él la
vida los bienes y los honores de los bravos defensores de
la libertad de Venezuela; de sus hijos, esposas y padres.
El cielo ha visto con horror a este cruel parricida; el cielo
lo entregó a la vindicta de las leyes, y el cielo ha permitido
que un hombre que ofendiera a la Divinidad y al linaje
humano no profanase más tiempo la tierra que no debió
sufrirlo un momento después de su nefando crimen. ¡Sol-
dados! El cielo vela por vuestra salud; y el gobierno que
es vuestro padre sólo se desvela por vosotros. Vuestro
Jefe, que es vuestro compañero de armas y que siempre a
233
Rafael Marrón González

vuestra cabeza ha participado siempre de vuestros peli-


gros y de vuestras miserias como también de vuestros
triunfos, confía en vosotros. Confiad, pues, en él seguros
de que os ama más que si fuera vuestro padre o vuestro
hijo. Cuartel General de Angostura 17 de octubre de
1817.-7° Simón Bolívar”.

¿Lloró Bolívar la muerte de Piar?


La indignación de Bolívar por la conjura que amenazó la
República en ciernes y estuvo a punto de encender una
espantosa guerra civil, otra más después de la de Boves,
no era para echarse a llorar por haberla develado y neu-
tralizado. Bien lejos del llanto y la lástima estuvo Bolívar
con sus enemigos internos, no solo con Piar, cabeza ex-
piatoria de la conjura, sino con los demás conspiradores
como con Mariño que se autonombró "General en Jefe de
los Ejércitos de la República y Jefe de la fuerza armada", y
Madariaga, el provocador del congresillo de Cariaco, cuyo
objetivo era la separación de Bolívar de la jefatura supre-
ma, en momentos en que era imprescindible la unidad de
mando. Basta la simple comparación entre Bolívar y cual-
quiera de los generales de la gesta, para ese momento, y
nos encontraremos que era el único con visión de futuro,
sentido de prioridad y capacidad política para mantener
unida la República. Olvidan muchos historiadores piaristas,
que cuando la instalación del movimiento de Cariaco, un
numeroso grupo de oficiales de primera línea, entre ellos
Urdaneta y Sucre, abandonaron el ejército de Mariño y se
trasladaron a Angostura a ponerse a las órdenes de Bolí-
var, por considerar una conspiración contra la autoridad la
asamblea planteada por Madariaga. Tomás Montilla, desde
234
Rafael Marrón González

Angostura, escribe a sus hermanas una larga carta el 1º


de julio de 1817, en ella incluye: “… Bolívar está aquí muy
querido, y a pesar de los reveses que ha sufrido tiene una
gran reputación. En días pasados vino el Canónigo Cortés
a Margarita y formó un simulacro de Gobierno que todos
los ejércitos han desconocido al par de las Provincias: to-
do está como antes, y con la partida del Canónigo todo
está tranquilo. Tomadas las Guayanas se va a reformar la
constitución y establecer en Gobierno con división de po-
deres…”. Develada la conjura y disuelto el “gobierno” de
Madariaga, y para eliminar cualquier vestigio de disiden-
cia, Bolívar envía a Bermúdez como jefe de la Provincia de
Cumaná, y a Sucre como su asistente.

Bolívar celebra el fin de la amenaza de guerra civil


con un Te Deum
Cuartel General de Angostura 27 de octubre de 1817. Se-
ñor General Carlos Soublette. Jefe del Estado mayor Gene-
ral: “Incluyo a usted el programa para la fiesta que he
determinado concurrir mañana en la Iglesia Catedral de
esta ciudad. Comuníquelo usted a quien corresponde, es-
pecialmente al venerable cura a quien prevendrá para la
colocación de asientos. Las salvas no tendrán lugar maña-
na. Lo demás se ejecutará en cuanto sea posible”.

La anécdota sobre el llanto de Bolívar al escuchar la des-


carga de los fusileros, tiene su origen en la proclama del
17 de octubre, que comienza “Ayer ha sido un día de dolor
para mi corazón”, frase que en realidad se refiere al fusi-

235
Rafael Marrón González

lamiento de un general en jefe por actos de traición a la


integridad del mando supremo.

Los días siguientes…

Bolívar escribe a Pedro Zaraza


Angostura, octubre 17 de 1817
Señor General
Las comunicaciones oficiales del señor General Cedeño
desde Maturín, que acabo de recibir en este instante, nos
aseguran la absoluta y perfecta tranquilidad de la Provin-
cia de Cumaná. Las fuerzas de Aragua, las acantonadas
en Cumanacoa y las que obraban en partidas de guerrillas
obedeciendo las órdenes del gobierno supremo comunica-
das por el señor general Cedeño, se han reunido: han ab-
jurado los funestos principios de los disidentes. El señor
coronel Carmona, ha marchado a tomar el mando de ellas
y todo presenta aspecto favorable. El general Mariño está
aún en Chacachare o Güiminita, pues no se sabe a punto
fijo en cuál de estos dos lugares se encuentra; pero sí es-
toy seguro de su aprehensión luego que se presente en
cualquier lugar de la Provincia. El general Piar ha sido juz-
gado por un Consejo de Guerra de oficiales generales que
le condenó a ser pasado por las armas, y fue ejecutado
ayer tarde conforme a ordenanza. Incluyo a V. S. una pro-
clama que he dado a las tropas. Como las comunicaciones
de mi Cuartel General con V.S. han de ser muy frecuentes,
le ordeno que en el Puerto de Ture o Cadenales mantenga
siempre bestias y enjalmas para transportar las armas y
municiones que continuamente recibirá para el equipa-

236
Rafael Marrón González

miento de la División. Deberá haber también ganado para


racionar a los conductores; y, en fin, poner un destaca-
mento que auxilie y socorra a los que vayan con dirección
a esa Provincia. Dios guarde a V.S. muchos años.

Bolívar escribe a Andrés Rojas


Angostura, octubre 22 de 1817.
Sr. General
Es la una de la mañana. El Edecán del señor General Ce-
deño, Lamedas, parte antes del amanecer, y yo que he
recibido en este instante el oficio de V.S. de 19 último y
documentos que me compaña, aprovecho esta ocasión de
acusarle a V.S. recibo de todo. Por fin terminó la guerra
civil en esa Provincia, V.S ha manifestado durante el curso
de la facción un carácter fiel y constante al Gobierno Su-
premo. V.S. ha hecho a la Patria un señalado servicio. V.S.
será visto siempre como uno de los Beneméritos de Vene-
zuela…”.

Bolívar escribe a Pedro Zaraza


Angostura, octubre 23 de 1817. Sr. General
“… Terminó ya de un todo la guerra civil que los facciosos
querían encender en Cumaná. El ejército de aquella Pro-
vincia ha prestado de nuevo su solemne juramento de
fidelidad al Gobierno supremo, celebrando la Acta que
incluyo a V.S. en copia; de manera que yo he visto nacer
y morir esta rebelión de que no quedan ya ni vestigios…”.

Bolívar escribe a José Tadeo Monagas


Angostura, octubre 24 de 1817. Sr. General: “… Por fin
terminó la guerra civil de Cumaná. El General Piar, caudillo
237
Rafael Marrón González

de ella, fue aprehendido el 27 pasado, conducido a este


Cuartel General, juzgado por un Consejo de Guerra de
oficiales generales, condenado a ser pasado por las armas
y ejecutado en esta plaza el 16 del corriente a las 5 de la
tarde conforme a ordenanza. El ejército de Cumanacoa ha
jurado solemnemente fidelidad y obediencia al Gobierno
Supremo de la República, celebrando la acta de que inclu-
yo a usted copia. Así es que el General Mariño, sin parti-
darios de su loca empresa, debe o alejarse para siempre
del territorio de Venezuela o si es aprehendido sufrir el
castigo de sus crímenes. La República, pues, no tiene ya
enemigos internos y va a dedicar toda su atención contra
sus enemigos externos…”.

Bolívar escribe a Páez


Angostura, noviembre 4 de 1817. Al Señor General José
Antonio Páez: “… La pacificación de Cumaná se terminó
con la captura de Piar y de todos los facciosos. Éste fue
conducido a esta plaza, juzgado por un Consejo de Gue-
rra, sentenciado a ser pasado por las armas y ejecutado a
las 5 de la tarde del día 16 de octubre, a usanza militar.
Este ejemplo de justicia ha impuesto a los rebeldes que
trastornaban el orden de la República para cubrirla de un
duelo eterno…”.

Bolívar responde a Mariño


Mariño asediado por las fuerzas de Morillo se encontraba
en Punceres, y allí recibió la noticia del nombramiento del
general Bermúdez como comandante general de la provin-
cia de Cumaná y que éste tenía orden de hacerle prisione-
ro por haber sido declarado disidente en Guayana y cóm-
238
Rafael Marrón González

plice de Piar, y le escribe a Bolívar quejándose del nom-


bramiento de Bermúdez. Bolívar le responde: Angostura,
11 de noviembre de 1817. Al Excmo. Señor General San-
tiago Mariño: “Acabo de recibir en este momento el oficio
de V. E. de 7 del corriente en Punceres. Esta es la primera
comunicación oficial que recibo de usted desde nuestra
separación de Barcelona y la que conduce el coronel Ar-
mario no ha llegado aún a mis manos. V. E se queja de mi
deliberación con respecto al mando del ejército de Cuma-
ná, confiado al Sr. General de División Bermúdez. V. E.
sabe las causas extraordinarias que han motivado una
medida tan importante al restablecimiento del orden y del
legítimo Gobierno en la Provincia de Cumaná. Son tan no-
torias, tan crueles y lamentables las causas que han sepa-
rado de la República de Venezuela la parte de la Provincia
que V. E. mandaba, que yo no podría recordarla sin sen-
timientos dolorosos, que estoy resuelto a calmar. El Sr.
General Bermúdez está legítimamente nombrado Gober-
nador Comandante General de la Provincia de Cumaná.
Este nombramiento no puede ser revocado porque es jus-
to, porque es útil y porque es necesario. V. E. debe haber
recibido la orden de venir a mi cuartel general y V. E. con-
fiesa haber recibido esta orden. V. E. debe venir cerca del
Gobierno a prestar nuevo juramento de obediencia y fide-
lidad ya que V. E. ha faltado a sus más sagradas obliga-
ciones, estableció y juró un intruso Gobierno. Es indispen-
sable que la autoridad suprema se asegure de un modo
solemne y legal de la fidelidad de V. E.; de otro modo la
República jamás podrá contar con solidez ni permanencia.
V. E. ha dado el ejemplo de la disidencia, y así a V. E. to-
car dar los más brillantes ejemplos de adhesión, fidelidad
239
Rafael Marrón González

y obediencia al Gobierno de la República. Yo ofrezco a V.


E. en nombre de la República un olvido absoluto por su
antigua disidencia de la autoridad suprema con tal que V.
E., sometiéndose ciegamente a las disposiciones del Go-
bierno, ejecute sin restricción alguna sus órdenes y ponga
inmediatamente las tropas que actualmente le obedecen,
a las órdenes del Sr. General de División J. Francisco Ber-
múdez. Si V. E., contra toda posibilidad, resistiera a dar
cumplimiento a esta disposición, V. E. no será más tenido
como ciudadano de Venezuela, y sí como un enemigo pú-
blico. Siempre que V. E. esté determinado a abandonar su
patria y dejar el servicio de la República, V. E. podrá por
los medios regulares pedir el permiso de hacerlo y el Go-
bierno no tendrá inconveniente en conceder a V. E. esta
gracia”.

Bolívar escribe a Bermúdez


En relación con la respuesta a Mariño, Bolívar informa a
Bermúdez. El 11 de noviembre de 1817: “… Si el señor
General Mariño pone a las órdenes de V. S. sus tropas
como le ordeno, y marcha inmediatamente a este Cuartel
General reconociendo la autoridad suprema, V. S. lo trata-
rá con toda la distinción debida a su grado. Si se porta
como un enemigo V. S. lo tratará como tal…”.

Y también escribe a Andrés Rojas


“… El señor General Mariño, sometiéndose voluntariamen-
te al Gobierno se hace más acreedor; pero si por el con-
trario, él resiste las órdenes del Gobierno, debe ser trata-
do como un enemigo público, y por consiguiente debe ser
arrestado y enviado aquí con seguridad. El General Mariño
240
Rafael Marrón González

no debe temer nada del Gobierno si él entrega las tropas


de su mando. (…) Si no, el señor General Mariño será juz-
gado como lo fue el General Piar...”.

Bolívar informa a Andrés Rojas


“… Por lo que escribo al General Bermúdez se impondrá
de mis disposiciones sobre lo que debe hacer con respecto
al señor General Mariño: Nuestra conducta con respecto a
él debe ser decoros, franca y clemente. El señor General
Mariño, sometiéndose voluntariamente al Gobierno, se
hace más acreedor; pero si por el contrario, él resiste las
órdenes del Gobierno, debe ser tratado como un enemigo
público, y por consiguiente debe ser arrestado y enviado
aquí con seguridad. El General Mariño no debe temer na-
da del Gobierno si él entrega las tropas de su mando al
General Bermúdez y viene a prestar nuevo juramento de
fidelidad y obediencia ante el Gobierno Supremo. Si no el
señor General Mariño será juzgado como lo fue el General
Piar...”.

Bolívar inteligentemente dispone la autoridad de Bermú-


dez – que era un General de división – sobre Mariño que
era general en jefe, porque ambos son líderes naturales
de Oriente, como lo era Arismendi en Margarita y en cual-
quier circunstancia se equilibraban las acciones, y luego
envía a Sucre, cuya familia es de rancio abolengo en Cu-
maná, como asistente de Bermúdez. Pero hay que desta-
car que Mariño era el auténtico jefe militar de la insurrec-
ción y siguió en rebeldía hasta Carabobo. Y Bolívar no se

241
Rafael Marrón González

empeñó en su captura y juicio porque el fusilamiento de


de Piar desinfló la conjura.

Las andanzas de Mariño


El 8 de abril llegó Bermúdez a Cumaná e invitó a Mariño a
reconocer su autoridad y a incorporar sus fuerzas al ejérci-
to bajo su mando, pero Mariño se negó airadamente ape-
lando a su superioridad jerárquica, y con 400 hombres
que había reclutado en Margarita, se dispuso a resistirse
por las armas para lo cual se atrincheró en San Francisco.
De esta tensa situación cuenta Baralt: "...hubo con este
motivo entre los dos jefes, oficios, cartas particulares y
recados en que sin miramiento alguno se insultaron a más
no poder…". La intervención oportuna de Urdaneta resol-
vió la situación logrando que Mariño colaborara con Ber-
múdez, por lo menos evitó que se enfrentaran con sus
tropas, porque en cuanto a usar sus fuerzas para un mis-
mo plan, fue imposible, y esa actitud de Mariño fue fatal
porque actuando separados, fueron obligados a evacuar
sus posesiones, escapando Mariño a Maturín y regresando
Bermúdez a Angostura. Bolívar, disimulando la indignación
que esta mezquina ambición le causaba, permitió que Ma-
riño se repusiera en Maturín, en lugar de seguirle un Con-
sejo de Guerra como aconsejaba la prudencia militar y la
seguridad del Estado. En esta ocasión el general Sucre
que acompañaba a Bermúdez en Cumaná obtuvo de Bolí-
var que no se le persiguiese, y de Mariño la promesa de
mantenerse en la reserva hasta que sus servicios fueran
nuevamente requeridos por la patria.

242
Rafael Marrón González

Bolívar en 1828 confiesa a Perú de Lacroix "…que el gene-


ral Mariño merecía la muerte, como Piar, por su defección,
pero que su vida no presentaba los mismos peligros, y
que, por eso, la política pudo ceder a los sentimientos de
humanidad y aun de amistad, por su antiguo compañero".

Los exégetas de Piar también niegan la autenticidad del


Diario de Bucaramanga, opinión sustentada por Monseñor
Navarro, atribuyéndole a su autor manifiesta animadver-
sión hacia los oficiales venezolanos y de poner en boca de
Bolívar sus propias opiniones. Sin embargo, todo se ubica
en el campo de la especulación.

Alcances de la conspiración

Briceño Méndez confirma a Daniel Florencio O´Leary la


conspiración de Piar: “Por no cortar la ilación de los suce-
sos militares he omitido un acontecimiento importante
ocurrido durante el sitio. La columna de Ocumare había
pasado antes de la batalla del Juncal al mando del general
Piar, y fue este general quien la condujo a Guayana. El
conservaba celos antiguos del general Bolívar y los habría
hecho valer, desconociendo su autoridad, si no hubiese
temido a los jefes y tropas cuya adhesión al jefe supremo
era un verdadero entusiasmo. Piar se sometió a la ley de
la necesidad y aunque manifestó haberse reconciliado sin-
ceramente y estar reconocido a la liberalidad con que el
general Bolívar le recompensó elevándole a general en
jefe, no pudo encubrir la pena con que obedecía. Él

243
Rafael Marrón González

aguardaba una ocasión oportuna para descubrir todo su


encono, y creyó que había llegado ésta cuando supo que
el general Mariño había establecido en la isla de Margarita
un congreso convocado y elegido por él mismo para que
el congreso a su vez, le confiriese, como lo hizo, el man-
do. Piar de acuerdo con el general Arismendi, trató de ga-
nar a los demás generales y jefes del ejército, asegurando
el peligro en que estaban de ser envueltos en una guerra
civil, si el general Bolívar continuaba con la autoridad su-
prema: que era preciso establecer en Guayana otro con-
greso en contraposición al de Margarita, para que separa-
do el general Bolívar del mando se restableciesen la con-
fianza y unión. El objeto verdadero era apoderarse Piar del
gobierno y hacer partícipe a Arismendi que estaba suelto
sin mando. No tardó en llegar a noticia del general Bolívar
el proyecto, y usando de su prudencia y política, lo hizo
encallar con sólo dejar entender que lo conocía. Algunos
consejos o reprehensiones fueron las únicas medidas que
adoptó para disipar esta nube y asegurarse más la esti-
mación y amor del ejército. Piar no pudo persuadirse que
quedase sin castigo su trama, y para evitarlo pidió una
licencia para salir del país a pretexto de enfermedades de
que no podía restablecerse sino en los países extranjeros.
Concedida su solicitud concibió un nuevo proyecto. El
ejército estaba dividido en tres cuerpos, de los cuales el
de la izquierda bloqueaba a la Vieja Guayana, el del centro
ocupaba la ribera del Orinoco desde San Miguel hasta Ca-
roní, y el de la derecha, compuesta de la mayor parte de
la caballería, bloqueaba a Angostura. Piar se propuso ga-
narse este último cuerpo que era el que más distaba del
jefe supremo. No pudiendo conseguirlo desacreditando la
244
Rafael Marrón González

administración de éste, intentó hacerlo provocando los


odios y la guerra entre las clases de blancos y pardos. Se
declaró por estos porque el general Bolívar no pertenecía
a ellos. Cuando empezaba a concebir esperanzas de reali-
zar su inicuo plan, fue descubierto. El general Bolívar no
queriendo tocar en los extremos lo llamó a su cuartel ge-
neral, bajo apariencias amistosas y de grande interés, pe-
ro él no confió en esto, y lejos de obedecer a la orden en
que se le llamaba se fugó para Cumaná. En el tránsito y
especialmente en Maturín, continuó sus intrigas sobre el
mismo plan, más en vano, porque el general Bolívar, había
prevenido sus agentes allí para que lo desconcertaran. Por
fortuna se rindieron entonces las plazas de Guayana, y el
general Bolívar, conociendo la importancia de cortar tem-
prano un mal que habría sido tan funesto para la repúbli-
ca, destinó al general Cedeño Con un destacamento para
que fuese a perseguirlo y aprehenderlo. Piar había sido
acogido por Mariño, y mandaba el cuerpo de tropas que
observaba a la plaza de Cumaná. Viniendo con parte de su
cuerpo a apoderarse de Maturín, porque obedecía al jefe
supremo, lo sorprende Cedeño, lo aprisiona y lo remite á
Angostura”.

En dos oportunidades se menciona a Arismendi como


cómplice de Piar en la conspiración para desplazar a Bolí-
var como jefe supremo, a pesar de que Arismendi fue de
los primeros en alertar a Bolívar sobre la soberbia de Piar.
Lo cierto es que Arismendi, como Mariño, fue siempre re-
nuente a aceptar la jefatura de Bolívar, y, como ejemplo
de su desobediencia, antes de partir para la Nueve Grana-

245
Rafael Marrón González

da, Bolívar ordenó a Arismendi apoyar las tropas de Urda-


neta con quinientos hombres, pero no cumplió la orden
alegando que los margariteños no era apropiados para esa
tarea, esta desobediencia le acarreó que Urdaneta lo re-
dujera a prisión y lo enviara a Angostura, donde protago-
nizó, junto con Mariño y otros partidarios enemigos de
Bolívar, un golpe de Estado contra el gobierno de la terce-
ra República al destituir al Doctor Zea, nombrar al General
Santiago Mariño Jefe del Ejército en reemplazo de Urdane-
ta y erigirse en Vicepresidente de Venezuela entre el 14
de septiembre y mediados de diciembre de 1819. Al re-
gresar Bolívar victorioso de la Nueva Granada, el 11 de
diciembre de 1819, las cosas volvieron a su cauce, y no se
tomó ninguna medida disciplinaria contra Arismendi.
Cuenta O'Leary que el día del regreso de Bolívar a Angos-
tura, Arismendi se encontraba en una gira de inspección a
unos campamentos del otro lado del río. Cuando volvió a
Soledad percibió la algarabía reinante en Angostura, don-
de se lanzaban fuegos artificiales y repicaban las campa-
nas, tocaba la banda marcial, y toda la gente estaba en la
calle. Pensando que todo aquella fiesta era para recibirlo a
él y no queriendo llegar en una curiara que eran las únicas
embarcaciones disponibles, envío en busca de una fleche-
ra, pero la tripulación no regresó, envío otra comisión que
tampoco volvió, ya fastidiado abordó junto con su secreta-
rio una curiara y cuando llegó a la ciudad la gente pasaba
a su lado y ni siquiera lo saludaba, en eso se oyó un ¡Viva
Bolívar!, y su secretario rápidamente se despidió y se per-
dió en las calle vecinas, Arismendi alarmado, quizá recor-
dando a Piar, se dirigió presuroso a su residencia en busca
de noticias. Pero Bolívar para su tranquilidad tenía en ese
246
Rafael Marrón González

momento de triunfo y de realizaciones otras preocupacio-


nes que las de estar pendiente de las pequeñas traiciones
de sus ambiciosos generales sin tropa.

Bolívar escribe a Andrés Rojas


El 17 de septiembre de 1817, Bolívar escribe al General
Andrés Rojas: “El señor Gobernador de esta Provincia,
General Manuel Sedeño, va en auxilio de ese departamen-
to con fuerzas suficientes para hacer respetar la autoridad
y someter los enemigos del Gobierno, si continúan siéndo-
lo. Las instrucciones que he dado al señor General sede-
ño, que deberá mostrar a V. S. le impondrán de la con-
ducta que deben observar ambos. Están bien detalladas y
abrazan todos los casos que puedan presentarse. V. S. y
el señor General Sedeño ahogarán para siempre la facción
que amenaza la tranquilidad de la República: V. S. debe
prestarle cuantos auxilios necesite de pólvora, plomo, tro-
pas y de cuanto esté en poder de V. S. y haya menester el
señor General Cedeño para desempeñar su importante
comisión. De la pericia y capacidad de jefes tan experi-
mentados, del valor de las tropas, y sobre todo de la ar-
monía y acuerdo que debe reinar entre V. S. y el General
Cedeño para todas las operaciones que deban emprender-
se, depende enteramente el éxito feliz de esta expedición.
Ya había ordenado que una Brigada de Infantería pasase
con la caballería, y estaba para embarcarse, cuando supe
la ocupación de Güiria por los godos. Este acontecimiento
que ha minorado los recursos de los rebeldes, y sabiendo
que sus fuerzas no pasan de doscientos hombres, me ha
hecho calcular que la caballería que marcha con el señor
General Cedeño y las tropas del mando de V. S. son más
247
Rafael Marrón González

que suficientes para pacificar el territorio conmovido; que-


dando entre tanto apostada y pronta dicha Brigada en la
línea de la vieja Guayana, para disponer de ella según las
circunstancias...”.

Oficio de Bolívar para Mariño


Angostura, 17 de septiembre de 1817. Al General Mariño:
“Las faltas de obediencia, subordinación y unidad que V.
E. ha cometido me han obligado al fin a tomar las medi-
das coercitivas que mucho tiempo ha debía haber em-
prendido. El señor Gobernador de esta Provincia, señor
General Sedeño, que se ha llenado de gloria combatiendo
siempre contra los tiranos, ha ofrecido voluntariamente
sus servicios al Gobierno para disipar la facción que V. E.
acaudilla. Si V. E. quiere evitar su mayor deshonor y su
completa destrucción, debe someterse ciegamente a la
autoridad Suprema del Gobierno de Venezuela, que V. E.
mismo juró y reconoció primero que los demás ciudadanos
de la República. En consecuencia V. E. obedecerá las ór-
denes que por el órgano del señor General Sedeño le co-
munico”.

Cinco cartas reveladoras

1 - Oficio de Bolívar para Manuel Sedeño


Angostura, septiembre 22 de 1817. Sr. General: “…El co-
barde y faccioso Benn, Comandante de la Guardia de Ho-
nor del General Mariño se embarcó para Trinidad, donde
se halla. (…) El General Mariño ha tenido la fortuna de
salvarse, y refugiarse a Chacachacare donde hoy está.

248
Rafael Marrón González

Todo parece que conspira hasta las ventajas del enemigo


común a ahogar la facción que quería trastornar el orden,
o interrumpir la marcha feliz de los negocios públicos. Güi-
ria no puede ya prestar auxilios ni recursos a los caudillos
que fomentaban la rebelión, que abandonados y cercados
por todas partes de peligros, de tropas nuestras y enemi-
gas, no tienen otro partido que la desesperación. Jamás
se ha presentado una ocasión más oportuna, ni una cir-
cunstancia más favorable para arrancar hasta las más pe-
queñas raíces del mal que los enemigos domésticos de
Venezuela querían sembrar. V. S. tiene todos los medios
para aprehender a los autores. Jefe y partidarios de este
horrendo crimen dejando para siempre purgado ese suelo
de los monstruos que querían convertirlo en un teatro de
abominaciones. Piar, solo, sin partidarios y sin espacio
siquiera donde vagar, debe infaliblemente caer en manos
de V. S. – V. S. debe aprehenderlo, a él y a los que lo si-
gan sin que nada pueda salvarlo del poder de V. S.; de
manera que los acontecimientos inesperados de Güiria
aseguran más el éxito feliz de la comisión de V. S. El Capi-
tán Estévez, Comandante del Cóndor asegura que el Co-
mandante Benn, de la Guardia de Honor del General Mari-
ño, debe regresar de Trinidad a Maturín. Éste y los más
que indique a V. S. el Ayudante general Sánchez, que los
conoce, deben ser asegurados y conducidos con los de-
más facciosos, como también Isaba, Montes y demás Je-
fes que han seguido a los revolucionarios de esa plaza. V.
S. no debe permitir por ninguna causa la evasión de Piar,
debe necesariamente ser aprehendido, y V. S. debe volver
trayéndolo consigo, pues si se frustra la captura de éste,

249
Rafael Marrón González

la facción no queda enteramente ahogada y extinguida;


nada pues debe omitirse para su aprehensión…”.

2 - Oficio de Bolívar para Manuel Sedeño


Angostura, septiembre 24 de 1817: “… He sabido también
que Piar se dirigió a Cumanacoa. Persígalo usted por todas
partes hasta aprehenderlo junto con los demás caudillos y
secuaces de su facción. Mientras aquel y sus partidarios
subsistan en ese territorio no habrá tranquilidad en él; las
circunstancias son tan preciosas para aprehenderlo, que
parece infalible su captura. El Comandante Benn y otros
facciosos pueden recalar a Maturín, todos deben ser pre-
sos y conducidos con seguridad aquí”.

3 - Oficio de Bolívar para el General Andrés Rojas


“… No dudo que el celo e interés que usted siempre ha
manifestado por el orden y la tranquilidad, le habrán he-
cho obrar en esta ocasión, que se trata de la aprehensión
de del perturbador, con una energía extraordinaria, y que
para hoy estará ya asegurado éste con los partidarios de
su facción. He sabido ayer que tomó la ruta de Cumana-
coa. La pérdida de Güiria y la situación extremadamente
terrible a que debe estar reducido, debe hacer inevitable
su captura. Deben aportar a esa ciudad u otros puntos de
ese Departamento muchos de los facciosos de Güiria, co-
mo el Comandante de la guardia del General Mariño,
Benn, Fouchet y otros. Todos deben ser presos y remiti-
dos aquí con la mayor seguridad”.

4 - Oficio del General Sedeño para Bolívar

250
Rafael Marrón González

Sedeño notifica a Bolívar la captura de Piar y los inconve-


nientes que se le presentaron para cumplir con su misión.
Y finaliza: “… Aquí he apresado algunos partidarios de los
facciosos, y quedo descubriendo los más que se pueda
para todos llevarlos por delante. Si el General Mariño vi-
niese a Güiria creo que no se nos escapará, pues están ya
puestos muchos alzos. Ayer he oficiado al General Gueva-
ra, que es el que manda la fuerza de Cumanacoa, para
que venga con ella a Maturín y le hago ver la necesidad
que hay de reunirnos y de conciliarnos a un mismo tiem-
po. El General Piar va al cargo del Teniente Coronel Sán-
chez, y los demás quedan presos hasta mi partida, que
será después que realice todo. En este pueblo he encon-
trado porción de partidarios de los facciosos, que estoy
asegurando; y le prometo a V. E. que mientras no expur-
gue esta ciudad de los malvados que la inquietan no re-
moveré de ella; yo estoy seguro de ello, y V. E. quede en
la confianza de que la autoridad suprema será respetada
por estos pueblos y restablecida en todas sus partes. Ma-
turín, septiembre 28 de 1817”.

5 - Oficio de Bolívar para Manuel Sedeño


Bolívar escribe a Sedeño notificándole la llegada de Piar a
Angostura, y le ratifica: “… La aprehensión del General
Mariño es tan importante como usted lo conoce, pues
mientras haya un solo Jefe disidente, habrá facciosos y la
República y los buenos ciudadanos padecerán: empéñese,
pues, usted y desvélese por la captura de Mariño, que
creo logrará usted por los medios que ha tomado; y si
estos se frustran, por cuantos le dicten su valor, el interés
de la causa pública, la tranquilidad general, su amor y
251
Rafael Marrón González

obediencia al Gobierno y a la conservación de la Repúbli-


ca. Usted, señor General, ha hecho a Venezuela un impor-
tante y señalado servicio, aprehendiendo al General Piar
sin usar de las armas y sin derramar la sangre de sus
hermanos. Angostura, octubre 3 de 1817”.

Estas correspondencias evidencian los alcances de la


conspiración, que se ha querido reducir a la intemperancia
de Piar justificando una exageración en su ejecución.

Bolívar, reservadamente, escribe a Sucre


Angostura, 7 de octubre de 1817. Señor Coronel Antonio
José de Sucre. Querido Sucre: Anoche he recibido los ofi-
cios del general Sedeño incluyéndome otro del general
Guevara, y una carta de Montes, en que manifiestan la
mayor satisfacción por el suceso de Piar, y ofrecen venir
con todas las tropas a Maturín a incorporarse con Sedeño.
Un tal Valderrama, que fue a llevar los pliegos a Cumana-
coa, escribe que todas las tropas y oficiales están suma-
mente satisfechos y adictos al gobierno. Ya Vd. sabrá que
Carmona se puso de parte de nosotros en Aragua, y que
se trajo 80 hombres que mandaba. Mariño no habla llega-
do aún a Maturín; pero lo esperaban de un momento a
otro para traérmelo de grado o por fuerza. En Maturín hay
el mejor espíritu en favor de nosotros, y es el momento
decisivo para destruir la facción disidente y establecer el
gobierno en Cumaná. Con este motivo yo he pensado en-
viar a Vd. de jefe del estado mayor de la división de Cu-
maná, la cual será mandada por el general Bermúdez, que
lo hará con la mayor fidelidad y acierto. Mientras que llega

252
Rafael Marrón González

Bermúdez que debe estar ya en marcha para Maturín, me


parece muy importante que vaya Vd. a influir en aquellas
tropas y hacerles ver lo que les conviene la unión y la
obediencia al gobierno. Yo no puedo decir a Vd., a punto
fijo, lo que debe hacer, porque no sé, a punto fijo, el es-
tado en que pueden estar las cosas para cuando llegue
Vd. a Maturín. Pero de todos modos diré a Vd. lo siguien-
te: Primero, si a Vd., le parece conveniente marchar a Ma-
turín a llenar su comisión, lo ejecutará inmediatamente;
para lo cual envió a Vd. una orden, a fin de que el general
Urdaneta mande al coronel Lara a hacerse cargo de la
plaza de Guayana interinamente hasta que venga su pa-
dre de Vd., a quien pienso nombrar en el destino que Vd.,
tiene ahora. Sí Vd. no cree que sea útil a la república su
comisión, está Vd. autorizado para suspenderla y no dar
curso a la referida orden. Segundo, mando a Vd. el nom-
bramiento de jefe de estado mayor de la división Bermú-
dez, para que Vd., haga de él el uso que le parezca con-
veniente a las circunstancias y a los sucesos. Si a Vd. le
parece no mostrar este nombramiento hasta la llegada de
Bermúdez, está Vd. autorizado para hacerlo así. Tercero,
mando a Vd., en comisión para que pase a Maturín a tra-
tar con el jefe que manda aquellas tropas, para hacerle
entender cuáles son mis intenciones y los deseos que ten-
go de proteger aquella división y la provincia de Cumaná.
En una palabra, este documento es una sencilla credencial
para que Vd., pueda cumplir su comisión, sin intervenir en
nada hasta la llegada de Bermúdez, y preparar los espíri-
tus para que el gobierno sea obedecido y Bermúdez bien
recibido. Cuarto, en caso que el general Mariño se haya
adherido al gobierno voluntariamente, o porque las cir-
253
Rafael Marrón González

cunstancias no le hayan permitido hacer otra cosa, Vd.


deberá procurar completar la reunión del general Mariño
con el gobierno. Y en caso de no lograrse una completa y
absoluta sumisión, sea del general Mariño, sea de sus tro-
pas, entonces estará Vd., autorizado para regresar a mi
cuartel general a dar cuenta de su comisión. Estas son las
instrucciones reservadas que mando a Vd., y que deberán
regir su conducta en todos los casos que he previsto. Su
hermano Jerónimo debe quedar mandando el batallón del
Bajo-Orinoco por muchas razones, y entre otras, porque el
batallón se forme de todos modos y la plaza no quede sin
guarnición, ya sea para que Vd. la defienda, o para que la
defienda su padre. Adiós, querido Sucre. Mande Vd., a su
afectísimo amigo que lo ama de corazón.
En la relación de Conde para el padre Blanco, habla de “su
muerte (la de Piar) y la de otros subalternos por la misma
causa”, la historiografía consultada no reseña ningún otro
fusilamiento por causas similares a las de Piar. El fusila-
miento de Piar, un general en jefe, opacó el de sus com-
pañeros de conspiración en Carúpano, Cumaná, Güiria y
Maturín.

A favor de Bolívar actuó la coincidencia del arribo de Pablo


Morillo a Margarita que hizo huir a los conspiradores del
congresillo de Cariaco, y desarticulo el mando de Mariño y
desterró a Madariaga. Quedando Piar solo, desorientado,
sin comunicación. Y va a Maturín a buscar a Mariño cre-
yendo que todavía la revolución estaba en pie, cuando
Mariño solamente pensaba en salvar su pellejo. Y también
lo abandonó. Por eso al momento de despedirse de este

254
Rafael Marrón González

mundo, le habla al Crucifijo de su celda con profunda


amargura: “…A ti, los judíos te crucificaron, tú mismo sa-
bes por qué, y yo… y yo… por simplón voy a ser fusilado
esta tarde”.

El problema, no era la jefatura de Bolívar en sí, en aquel


momento, sino la suerte de América. El país de Mariño, el
país de Arismendi, el país de Páez (el de Guasdualito), el
país de Piar, hasta llegar al país de José Tadeo Monagas,
o el país de Venancio Pulgar, contrastan dramáticamente
con la inmensa nación que Bolívar vislumbraba frente al
poderío de los Estados Unidos y La Santa Alianza.

La conspiración y los conspiradores

Hasta el momento solo se ha hablado de la conspiración


de Piar, asumiendo solamente la conspiración política para
deponer el Gobierno de Bolívar, y, en ese caso, solamente
este valiente General aparece como víctima de la vindicta
pública, pero la conjura fue mucho más grande y más
grave de lo que se ha pretendido señalar, pues en ese
momento de la guerra se necesitaba, así como unidad en
el objetivo, unidad de mando, de organización y método.
Y la sola propuesta de dividir el mando supremo, creado
por imperativos de esa necesidad imperiosa, es un acto de
traición.

Partiendo del “congresillo” de Cariaco, que se instala a la


voz insurgente de Madariaga “¡levantaos pueblos de Ve-

255
Rafael Marrón González

nezuela!”, contra el Gobierno en vigencia, una serie de


acontecimientos señalan a Cumaná, Cumanacoa, Carú-
pano y Güiria como centros de la conspiración, que en
Guayana tenía a Piar y su prestigio militar como columna
para la destrucción del Gobierno, y de Bolívar como auto-
ridad máxima de la revolución.

Bolívar en sus cartas menciona a Mariño, Benn, Isaba


(debe ser el coronel Casimiro Isava), Francisco Bonnet,
Montes (el guerrillero oriental Domingo Montes), Fouchet
(coronel Juan Carlos Fouchet). Pero además podemos
mencionar al Coronel Rafael Guevara y cuantificar una
tropa de 700 hombres. El General Sedeño habla de haber
capturado a varios en Maturín, y Conde en su narración
señala que fueron fusilados “otros conspiradores”. Hoy en
día es imposible cuantificar el tamaño real de la conspira-
ción, pero ésta no puede separarse del “congresillo” de
Cariaco que fue su génesis, aunque entre sus miembros
estuvieran Brión, Zea, Mayz, Urbaneja, que al darse cuen-
ta de que fueron utilizados por Mariño y Madariaga para
dar legitimidad a su alzamiento contra el Gobierno, per-
manecieron fieles a Bolívar.

Madariaga, justifica su alzamiento contra la autoridad legí-


tima de Bolívar, por ser portador según decía de un man-
dato del Gobierno inglés para dotar a Venezuela de un
“gobierno organizado”, requisito indispensable para recibir
el reconocimiento como República independiente, y se
unió con Mariño, que había contraído el germen de la am-
bición en la que encontró propicio caldo de cultivo la

256
Rafael Marrón González

inoportuna y desconsiderada prédica federalista del clérigo


chileno. No tenía el menor conocimiento de la situación
del país, y mucho menos del curso de la guerra. Nada sa-
bía de la victoria de Piar en San Félix, ni del sitio de An-
gostura y Guayana la Vieja, ni de los preparativos de Bolí-
var para consolidar el territorio de Guayana. Llegó con la
idea preconcebida de restaurar el gobierno federal de
1812, sin tomar en cuenta que la contundencia de la
realidad había convencido a la más alta oficialidad a de-
signar un gobierno central supremo, unitario y fuerte has-
ta que el panorama de la guerra le fuera favorable a la
República. Fue inoportuno Madariaga y fue inconveniente
su golpe de Estado. Bolívar estaba consciente de los celos
de Mariño, y sabía las pretensiones del presbítero, pero
confiaba en la oficialidad que lo acompañaba en Guayana.
Y así, mientras Madariaga y Mariño cifraban sus esperan-
zas en Brión, al que ensalzaban por su poderío naval, pero
que seguro actuaba de buena fe como Zea y Urbaneja, y
en algunos civiles, y contaban con el respaldo de Piar, un
general victorioso y de mucho prestigio. Bolívar tenía a su
lado la fortaleza de José Francisco Bermúdez, Manuel Se-
deño, Andrés Rojas, Carlos Soublette, Jacinto Lara, Fran-
cisco de Paula Santander, José Félix Blanco, José Antonio
Anzoátegui, Bartolomé Salom, Pedro León Torres, Pedro
Briceño Méndez, Pedro Zaraza, Manuel Valdez, Juan Bau-
tista Arismendi, Agustín Armario, Manuel Manrique y los
oficiales subalternos José María Vergara, Francisco Conde,
Fernando Serrano y José María Córdova. Y además le ma-
nifestaron su adhesión Rafael Urdaneta y los hermanos
Antonio José y Jerónimo de Sucre, con su oficialidad y
tropas. Así que nada que temer tenía Bolívar de este es-
257
Rafael Marrón González

cuálido golpe de Estado que sirvió para delatar a sus


enemigos. Aunque el costo fue la vida del emérito general
Piar.

Madariaga le avisó a Bolívar de sus intenciones


El 25 de abril de 1817, Madariaga le escribe “al Libertador
Simón Bolívar”, desde el Puerto de Pampatar, isla de Mar-
garita: “General: me tenéis en esta isla desde el 18 con
procedencia de Kingston y escala en Barbada, habiendo
en ambos puntos merecido de sus Almirantes que me
brindasen dos buques de guerra en las travesías de aque-
llas islas y para llegar a Margarita, en prosecución de ob-
jetos muy importantes conexionados con la causa de Sud-
América, y dependientes de mis informaciones, después
de hablar con vos y con nuestro Almirante, a quienes dis-
currimos (pensamos) deber encontrar en Pampatar, depo-
sitarios de un Gobierno provisorio anunciado en vuestras
proclamas, y notificado a los Jefes de Departamentales de
la nación Británica. Dichas autoridades de acuerdo conmi-
go quisieron que el Capitán Sterling, Comandante de la
Corbeta de S. M. B. Brazen, que me ha conducido aquí,
conferenciase con vos y el Almirante, en cuanto al mejor
concierto de nuestras recíprocas relaciones ya entabladas,
dejando a mi cuidado que os comunicase algunas cosas
reservadas que no pueden aventurarse a los riesgos de la
pluma. (...) En defecto de vuestra residencia en Pampatar,
y por si acaso la hubiereis mudado a Barcelona, el Capitán
Sterlin y yo estábamos resueltos a ir en busca vuestra pe-
ro disuadidos de esta idea con la noticia funesta que so-
brevino (la masacre de la Casa Fuerte), y ademán enten-
dido de que estabais al frente del Ejército en Guayana,
258
Rafael Marrón González

desistimos de la empresa y ha quedado malograda una


coyuntura de sumo influjo a nuestra República y de satis-
facción y seguridad para las naciones extranjeras. (…) Os
protesto, mi apreciado General, que me ha sido bien sen-
sible esta incidencia, y que a fin de repararla recogiendo
las informaciones autenticas, detalles y pormenores del
Almirante y de vos, sobre el estado político de la Repúbli-
ca, me he detenido aquí, y no podrá ser más que hasta el
30 en que debo restituirme a Kingston (…) y que vayan
sin tardanza a Londres los documentos que allí se deman-
dan para pronunciar en su vista el fallo de nuestra suerte:
a saber, si Venezuela ha de ser incluida, o no, en el reco-
nocimiento de la independencia de Sud-América, que va a
solucionarse dentro de pocos meses, y se apetece solo
que recaiga sobre las Provincias y reinos que tengan go-
biernos organizados, fuerzas y recursos que hagan respe-
tar sus libertades e inspiren confianza a la nación con
quien primero van a contratar, y a las demás que hubieren
de admitirnos en el rango que nos corresponde. (…) Ge-
neral: cada vez se toca más de bulto la imperiosa necesi-
dad de restablecer el gobierno en receso, con la división
legítima de sus poderes (para Madariaga no existieron los
eventos, entre 1813 y 1816, que configuraron el gobierno
de esta tercera época de la República): sin este simulacro
viviremos siempre desfigurados, menospreciados de todo
el mundo, y lo que es peor, vendremos a ser víctimas de
la anarquía: vos mismo conocéis “QUE LA FUERZA NO ES
GOBIERNO”….”.

Detalles del “congresillo” de Cariaco

259
Rafael Marrón González

El llamado por los historiadores “congresillo” de Cariaco no


fue otra cosa que un vulgar golpe de Estado, justificado
con la proclama, dictada por Bolívar en la Villa del Norte,
en Margarita, en la que, al aceptar el mando supremo,
civil y militar, de la República, conferido por la alta oficiali-
dad patriótica y por los principales vecinos de la isla, auto-
rizaba al pueblo a nombrar diputados para un nuevo Con-
greso que legitimara su autoridad o la de quien aglutinara
la voluntad popular: “… Venezolanos, vuestros hermanos
y vuestros amigos extranjeros no vienen a conquistaros:
su designio es combatir por vuestra libertad, para poneros
en actitud de restaurar la República sobre los fundamen-
tos más sólidos. El Congreso de Venezuela será nueva-
mente instalado donde y cuando sea vuestra voluntad.
Como los pueblos independientes me han hecho el honor
de encargarme la autoridad suprema, yo os autorizo para
que nombréis vuestros diputados al Congreso, sin otra
convocatoria que la presente; confiándoles las mismas
facultades soberanas que en la primera época de la Repú-
blica…”.

Madariaga se arroga la voluntad nacional


El 8 de septiembre de 1812, Madariaga fue remitido preso
a España en unión de Juan Germán Roscio, Francisco
Isnardi, José Barona, Juan Pablo Ayala, José Mires, Juan
Paz del Castillo y Manuel Ruiz. Es uno de los “ocho mons-
truos”, como los calificó Monteverde en su comunicación a
las autoridades de la Península cuando hizo el envío de los
prisioneros que permanecieron encarcelados hasta el 21
de noviembre de 1815, cuando recobraron la libertad, por
mediación de los buenos oficios del comerciante inglés
260
Rafael Marrón González

Thomas Richards. En abril de 1817 llego a Margarita y el


17 del mismo mes, en Carúpano, publicó un manifiesto
extemporáneo por el cual abogaba por la formación de un
gobierno representativo, emanado de la voluntad popular,
a pesar de la delicada situación política de la nación en
guerra, que libraba en ese mismo instante una lucha in-
tensa por liberar el territorio de Guayana y el río Orinoco.
Madariaga, enemigo político de Bolívar, por considerar que
el gobierno que debía tener Venezuela debía ser federal,
como lo aprobó la Constitución de 1811 y que era impera-
tivo reponer el gobierno surgido de ella e interrumpido
con la Capitulación de Miranda, obviando la Segunda Re-
pública; se consideró con derecho de asumir la voluntad
nacional, y aprovechó la ambición y celos de Mariño, to-
mando en cuenta su ascendencia en el Oriente del país, y
su posible dominio sobre Piar, y le “concedió” el poder de
gran elector para convocar un “congreso” cuyos diputados
fueron designados a dedo.

La asamblea
Una camarilla de doce sediciosos, constituida a la carrera
en “asamblea” el 8 de mayo de 1817, en la villa de San
Felipe de Cariaco, convocada por Santiago Mariño, e inte-
grada por José Cortés de Madariaga, Diego Vallenilla,
Francisco Antonio Zea, Francisco Javier Mayz, Francisco
Javier de Alcalá y su hermano Diego Antonio Alcala, Ma-
nuel Isaba, Francisco de Paula Navas, Diego Bautista Ur-
baneja, Manuel Maneiro y Luís Brión, decidió instalar el
segundo congreso constituyente de Venezuela, aunque su
verdadera intención era propinar un golpe de Estado al
gobierno legítimo presidido por Bolívar.
261
Rafael Marrón González

La asamblea designa al congreso


Justificando la arbitraria selección de la “representación
popular”, designada a dedo, con la imposibilidad de con-
vocatoria debido al estado de guerra, lo que no fue óbice
para la convocatoria del Congreso de Angostura, la cama-
rilla eligió un “congreso” de ocho miembros presidido por
Francisco Javier Mayz, quien había sido diputado del Con-
greso Constituyente de 1811-1812 y miembro del Triunvi-
rato Ejecutivo durante la Primera República; con Diego
Bautista Urbaneja, como diputado-secretario y nutrido con
Vallenilla, Isava, Navas, Maneiro y los dos Alcalá. Ante
este “congreso” dimite Santiago Mariño, quien tiene la
desfachatez de “renunciar” también a Bolívar que se en-
contraba en las afueras de Angostura ultimando los deta-
lles de la conquista del territorio de Guayana y del Orinoco
y nada sabía de esta farsa.

Bolívar informa Piar del fracaso del golpe de Caria-


co
“San Félix, junio 14 de 1817. AL SEÑOR GENERAL MA-
NUEL PIAR. Querido general: Ayer he recibido un correo
de Maturín que me ha traído el acta de Cariaco dirigida
por Bezares que hace de secretario. El canónigo me ha
escrito una larga carta; y, entre otras cosas, me dice que
vuelve a Jamaica, para de allí escribir a Inglaterra a favor
de nuestra independencia. Rojas me escribe instándome
para que le mande caballos y dándome noticias de Euro-
pa. Portugal y España van a declarar la guerra, según las
apariencias; pero los portugueses se han apoderado de
Buenos Aires y de Montevideo. Los americanos no han
262
Rafael Marrón González

terminado aún el tratado con España sobre la Florida.-


Una grande expedición, que venía para América, se ha
detenido por los disturbios de Portugal y España.- El gene-
ral Urdaneta me escribe de Cumanacoa: que ni él, ni Su-
cre ni las tropas de su mando, han querido jurar al go-
bierno ilegítimo; que, con el parque, marchaba para Matu-
rín a la cabeza de quinientos fusileros para reunirse a Ro-
jas y ponerse a mis órdenes; que Sucre había ido a Caria-
co a obligar a Mariño a reconocer mi autoridad y que, si lo
hacía así, vendría también a Maturín con su batallón. Ur-
daneta asegura que a Mariño no le quedará más que su
guardia y se irá con ella a Güiria. (Nota: En este párrafo
de esta carta se sintetiza la confianza de Bolívar hacia
Piar, a pesar de los rumores en su contra o por lo menos
trata de impedir que Piar, por ignorancia de los aconteci-
mientos, continúe con su apoyo a los golpistas de Caria-
co).- Brión me participa la pronta arribada de Mac-Gregor,
con siete buques mayores cargados de armas y municio-
nes, procedentes de Baltimore, que viene a incorporarse
con Brión y con nosotros. Una embarcación danesa ha
venido a tratar con Brión sobre relaciones amicales y de
gobierno.- La expedición española consta de tres regi-
mientos, que tienen cuatro mil y pico de hombres, un es-
cuadrón de húsares y cien artilleros escogidos de todo el
ejército español. Traen mil qq. de pólvora, artillería volan-
te y muchos víveres, como para seis meses, según la de-
claración del prisionero tomado por Urdaneta, que especí-
fica todo con mucha puntualidad. Dice que se dirige a
Margarita.- Montilla escribe que iban a venir inmediata-
mente municiones para acá, y que todavía no habían lle-
gado ni una res ni una bestia.- Monagas participa que no
263
Rafael Marrón González

es Morillo el que está en el Chaparro sino Aldama, sin


añadir nada más. Esto es, por ahora, lo que sabemos de
nuevo, lo más que supiere se lo escribiré a Vd., para que
le sirva de gobierno en acelerar o retardar la leva de tro-
pas que de todos modos deben estar siempre organizadas
para el día que sean necesarias.- Por aquí no hay nove-
dad, y esperamos con impaciencia el resultado del crucero
de nuestras curiaras, que quién sabe si nos traen alguna
presa, como es de desear.- De oficio he escrito al padre
Blanco antes que marchase Vd. de Caroní para que se en-
tienda con Vd. sobre Las Misiones. Anzoátegui me dijo que
Vd. había convenido en entenderse con el padre Blanco, y
yo, en esta virtud, le escribí para que lo hiciese con Vd. Si
esto no es así, avísemelo Vd. para tomar la providencia
que me parezca conveniente. A mí me han asegurado que
Vd. se ha quejado de esta providencia, lo que he extraña-
do infinito, pues sólo la he dado para complacer a Vd. Es-
pero que Vd. me responda a esto con franqueza, para yo
saber lo cierto y tomar mis medidas en consecuencia.
Adiós, querido general, mande Vd. a su afectísimo ami-
go”.

¿Duda de que fuera un golpe de Estado?, lea


“Santiago Mariño, Capitán General y Primer Jefe de los
Ejércitos Republicanos (es decir, Presidente de la Repúbli-
ca y Comandante en jefe de las Fuerzas armadas) a los
Estados de la Confederación: Alzaos a saludar el día de la
independencia y de la libertad; saludad el día glorioso y
feliz por el que suspiraban los amigos de la humanidad
(¡qué modesto!), por que corrieron a verter su sangre los
que en el campo de batalla fueron considerados como hé-
264
Rafael Marrón González

roes de la patria, y por el que los más valientes ciudada-


nos desafiaron la mano del verdugo. Tantos hechos de
valor, tantos y tan grandes sacrificios no serán perdidos
para vuestra libertad. Nuestras oraciones han alcanzado
del cielo el restablecimiento del Gobierno representativo,
con el que felizmente se relaciona nuestra existencia polí-
tica. Circunstancias extraordinarias, en las cuales se des-
cubre el dedo del Todopoderoso (¿cuáles?), han apresura-
do esta ansiada medida, a que se dirigían todos los es-
fuerzos del magnánimo Bolívar, y los trabajos de sus dig-
nos compañeros de armas (un auténtico saludo a la ban-
dera). Nuestra Constitución es tal vez algo defectuosa,
como son todas aquellas que se forman durante la efer-
vescencia de una repentina libertad. Su restablecimiento
fue, sin embargo, un paso indispensable para mejorar
nuestras instituciones y recuperar nuestra existencia so-
cial. ¿Qué esperanzas podríamos nosotros abrigar, ni que
confianza inspirar al mundo político, sin unidad ni concier-
to en nuestras operaciones, sin un centro común, sin un
principio de organización y de vida, sin un Gobierno, en
fin, que diese vigor y acción al cuerpo inanimado de la
República? Por fortuna la escena ha cambiado, y pronto
veréis los prodigiosos efectos de una sabia administración,
y la religiosa observancia de los principios de justicia y
filantropía universal que nos captarán la amistad de las
naciones y la buena voluntad de la raza humana. ¡Venezo-
lanos de todas clases, partidos y opiniones! Olvidad del
todo nuestras mutuas rencillas, y agrupaos en torno del
Gobierno que acaba de instalarse para la salvación de la
patria. El espíritu de independencia es inextinguible en
Venezuela, y la obstinación y ferocidad de los españoles
265
Rafael Marrón González

nos priva de toda esperanza de reconciliación y paz. Ele-


gid, por tanto, entre echarlos de una vez de nuestra pa-
tria, que ellos han inundado de sangre y lágrimas, o favo-
recer con nuestras insensatas divisiones sus atroces pro-
yectos de devastación y horrores, hasta que nuestro her-
moso país se convierta en una espantosa soledad. Y voso-
tros también, hijos espurios de la patria, que formando
con los asesinos de esta unión impía que escandaliza al
corazón humano, habéis alzado vuestras manos parrici-
das; volved a nosotros, volved a nuestros brazos y dejad
que os llamemos otra vez hermanos. Unámonos todos al
Gobierno representativo que se acaba de establecer;
cooperemos enérgicamente con él, con sus benéficas mi-
ras, y pronto recobrará Venezuela los beneficios de su
independencia y de su natural grandeza, y se presentará
otra vez al mundo con toda la dignidad del heroísmo y la
virtud. Cariaco, 10 de mayo de 1817”.

Una vez culminada esta ardorosa proclama, Mariño se en-


tera del arribo de la flota de Pablo Morillo a Margarita y
escapó, disolviendo el gobierno que acababa de crear,
sencillamente porque no tenía ni fortaleza ni legitimidad.

El “Presidente” de los E. U. de Venezuela se dirige


al de los E. U. del Norte
La evidencia de usurpación de funciones, propio de un
golpe de Estado, realizado por el grupo de los doce que
pretendió derrocar a Bolívar del ejercicio legítimo de su
gobierno, en la farsa de Cariaco, como la llamó Briceño
Méndez, la tenemos con una correspondencia que “El Pre-

266
Rafael Marrón González

sidente de los Estados Unidos de Venezuela le dirige a S.


E. el Presidente de los de Norte América, comunicándole
el “restablecimiento” del Gobierno federativo en las Pro-
vincias de Costa Firme”, un país dividido en dos fraccio-
nes, la una propiedad del imperio español, la otra con
apenas el territorio de Guayana liberado y en feroz guerra
en todas las Provincias, y estos ilusos hablando de “fede-
ración”, cuando lo que se requería era un mando central
que planificara las acciones:

“Palacio Federal de Pampatar, puerto de Nueva Esparta,


mayo 21 de 1817 7. Excmo. Señor: La suerte de las armas
que decide del destino de los pueblos y una serie de cir-
cunstancias, de que no es ignorante vuestro gobierno, han
alterado la marcha política y regular de esta República,
establecida por su proclamación de Independencia del 5
de julio de 1811, y han ocasionado la capitulación del 25
de julio de 1812 celebrada entre el Comandante en Jefe
del Ejército patriota Francisco de Miranda y Domingo Mon-
teverde, jefe de las fuerzas españolas, el cual convenio
vergonzosamente violado a la postre, ha dado margen a
los terribles infortunios que este país tiene aún que lamen-
tar, infortunios de que sin duda tendréis noticia por el ór-
gano de los ciudadanos Scout y Lowry, testigos presencia-
les de los sucesos. Desde el año de 1812 la suerte del país
ha sido en algunas ocasiones calamitosa y en otras la cau-
sa nacional ha obtenido triunfos verdaderamente inesti-
mables para los corazones patrióticos. Entre ellos, el de
más trascendencia ha sido sin duda el restablecimiento del
Poder Federal llevado a cima el 8 del presente mes en la
ciudad de San Felipe de Cariaco, jurisdicción del Estado
267
Rafael Marrón González

Cumaná, por medio de procederes constitucionales, de lo


cual podrá V. E. apercibirse por virtud de los documentos
oficiales que a nombre del Departamento Ejecutivo, y de-
bidamente autorizado, tengo el honor de incluirle. Consi-
dero de alta importancia anunciaros que, habiendo Vene-
zuela roto los vínculos que la unían a los enemigos de su
libertad e independencia, casi en toda la extensión de las
siete Provincias de la Confederación, nada desea ella más
vehementemente que ensanchar con sus correligionarios
políticos de la América del Norte, toda vez que estos están
identificados con la gran familia de los del Sud, en los
principios naturales, políticos y republicanos. Venezuela
durante el primer período de su emancipación política,
diputó cerca de esa nación a los ciudadanos Juan Vicente
Bolívar y Telésforo Orea, ambos sujetos provistos de sus
respectivas credenciales, con poderes competentes para
llevar a efecto toda clase de negociaciones diplomáticas, y
encargados especialmente de protestar a ese pueblo, en
la persona de V. E., los ardientes deseos que animan al
venezolano a favor de la celebración de arreglos que tien-
dan en cualquier sentido a la felicidad de ambas naciones.
El estado de los asuntos políticos de Europa en esa época,
retardó el éxito que Caracas se prometiera del reconoci-
miento de su independencia por parte de la República
Norte Americana. Habiéndose al presente consolidado, en
casi todo el continente colombiano, la opinión pública, in-
clinándose la mayoría de sus habitantes al sostenimiento
de la causa del gobierno que represento, no dudo un ins-
tante que V. E., teniendo en consideración la reciprocidad
de intereses que nuestros respectivos países están en el
deber de sustentar, no dudo que V. E., repito, prestará su
268
Rafael Marrón González

cooperación hasta donde le sea posible en el sentido de


celebrar los pactos y convenios diplomáticos de que va
encargado el ciudadano José Cortés Madariaga. Convenci-
do, como estoy, de la nobleza y repúblicanismo de vues-
tros sentimientos, me lisonjea la esperanza de que aque-
llos serán concluidos de una manera satisfactoria. Mi go-
bierno os presenta por mi órgano, sus homenajes de la
más alta consideración y verdadera estima. Tengo el ho-
nor de suscribirme vuestro muy atento y obsecuente ser-
vidor, Francisco Xavier Mayz. Presidente pro tempore”.

Pablo Morillo con su intempestiva llegada a Margarita, lo


que puso en precipitada fuga al “gobierno”, impidió que
Madariaga le presentara esta ridiculez al presidente James
Monroe, el mismo del garrote (como se le denomina a la
Doctrina de Monroe, “América para los americanos”, para
ellos), sobre todo el acta en la que doce individuos, desig-
nados a dedo por una persona investida de autoridad ile-
gal por otra sin legitimidad, se arrogan la “representación
nacional”. Bolívar en una carta a Martín Tovar Ponte, el 6
de agosto de 1817, resumía su opinión acerca de esa co-
yuntura, así: "El Canónigo restableció el gobierno (...) y ha
durado tanto como casabe en caldo caliente. Nadie lo ha
atacado y él se ha disuelto por sí mismo. (...) Aquí no
manda el que quiere sino el que puede"…”.

Como hemos visto, documentalmente, la conspiración


contra el gobierno legítimamente constituido en la Villa del
Norte, por la mayoría de la alta oficialidad patriótica, tiene
su origen en el congresillo de Cariaco, con Mariño y Mada-

269
Rafael Marrón González

riaga, que ejecutan un golpe de Estado, y Piar, que se une


al conocer el contenido del acta. Aunque, como hemos
visto, el 15 de noviembre de 1816, como consecuencia del
atentado contra Bolívar en Güiria, escribe al Comandante
General de Barcelona denunciando la complicidad de Ma-
riño en el hecho y ordenándole no obedecer sus órdenes
hasta “que ordene yo a usted su reconocimiento”. El ver-
dadero drama de Piar es su personalidad. Porque luego de
este desconocimiento a Mariño, sale a buscarlo en su huí-
da de Guayana. Y así, lo vemos aliado con el mártir Ribas,
disparando sus cañones en Pampatar contra la embarca-
ción donde viaja Bolívar, que trata de buscar auxilio en
Margarita, para después romper con Ribas, el precio lo
pagó Maturín, la ciudad mártir. Luego lo encontramos, con
un ejército vencedor, pero con toda su oficialidad prove-
niente del de Bolívar, sometiéndose calculadoramente a su
autoridad, para, inmediatamente, colocarse nuevamente
en su contra.

La Gazeta de Caracas artillería de la mentira

José Domingo Díaz publicó en la Gazeta de Caracas, de la


que era redactor, una carta a Bermúdez, que cayó en ma-
nos de los realistas en la batalla de La Madera durante la
campaña de los Llanos en 1818, y le adultera un párrafo
poniendo en boca de Bolívar la frase: "Piar está aquí y su
causa se ha abierto y sigue con todas las aparentes for-
malidades posibles hasta que se le dé la sentencia, que
será de muerte. El morirá y mis deseos serán cumplidos".,
que ha dado pie a algunos historiadores desinformados a

270
Rafael Marrón González

darles veracidad, a pesar de la protesta de testigos pre-


senciales como el secretario de Bolívar José Gabriel Pérez,
quien declarara en Guayaquil: “Vean ustedes que absurdi-
dez. ¿Cómo podía don Simón aunque pensara por la
muerte de Piar, decirlo y menos escribirlo con anticipa-
ción? Ni yo que escribía en Guayana gran parte de sus
cartas, habría sido capaz de poner en una, ni en un oficio,
y menos en campaña, sin seguridad para la corresponden-
cia, que la sentencia de Piar sería a muerte, ni el Liberta-
dor habría firmado tal imprudencia, aunque él quisiese,
que en su corazón no quería, la muerte de Piar”. El propio
Díaz confiesa impúdicamente en su “Recuerdos de la Re-
volución de Caracas”, que desde su habitación pudo influir
en los acontecimientos “por un encadenamiento de pape-
les y de sucesos verdaderos o aparentes”.

Pedro Briceño Méndez, como ya lo he señalado, se


desempeñó como secretario privado de Piar desde la sali-
da del ejército de Barcelona hacia Guayana, y una de sus
responsabilidades era llevar el Diario de Operaciones de la
campaña. Fue testigo de primer orden de los aconteci-
mientos que se suscitaron a raíz del congresillo de Cariaco
y confirma que, fracasado el “gobierno” de Mariño y Ma-
dariaga, se intentó crear con Piar y Arismendi otro go-
bierno espurio. Bolívar escribió a Briceño Méndez, a Upa-
ta, pidiéndole información al respecto, porque Briceño era
de la oficialidad caraqueña leal a Bolívar. El original de la
carta fechada en San Félix el 13 de Junio de 1817, cayó
inexplicablemente en manos de Díaz que la publicó adulte-
rada, el 18 de abril de 1818, involucrando a Arismendi en
la conjura de Mariño. Al conocer esta implicación en la
271
Rafael Marrón González

conspiración contra el Jefe Supremo, Arismendi responde


con una proclama publicada en Correo del Orinoco: “¡Mar-
gariteños! Los papeles que habéis visto que suponen los
españoles haber interceptado al Jefe Supremo en la sor-
presa de la Puerta, aun siendo ciertos no formarían en mi
el enorme resentimiento antes por el contrario, el buen
nombre y el concepto de aquel Jefe, me anima a esfor-
zarme a la destrucción de estos carnívoros, sin otro inte-
rés que ver libre a Venezuela; y si estos malvados, validos
de la intriga, se han creído formar entre nosotros desave-
nencias capaces de libertarlos de nuestro furor, están en-
gañados. A las armas, pues, Venezolanos; cobrad un nue-
vo odio a los que perturban vuestra libertad: Conservad la
unión y respeto a las autoridades, y seréis libres. Cuartel
General de la Isla de Margarita y Mayo 10 de 1818”.

La adulteración de la Gazeta de Caracas “Mi querido Bri-


ceño: Anoche he sabido por trasmano que Arismendi ha
tratado de reunir algunos jefes para que se forme un go-
bierno en contraposición del que reside en la Margarita
Esto es expresamente dividir la república en dos partidos
teniendo ambos los mismos vicios de ilegalidad, pues aquí
no ha sido nombrado ni reconocido sino por los del partido
de Mariño, y éste será hecho por otro partido sin consen-
timiento de todos los generales. A mí me nombró de jefe
supremo la corporación de los jefes republicanos. Estas
son locuras para perdernos, pues no pueden ser hechas
sino por los soldados, oficiales y jefes del ejército, pues no
hay más hombres libres que los militares. ¿Para qué esta
mutación? Este ejército me obedece; Páez dice que me

272
Rafael Marrón González

reconoce; Monagas, Zaraza y Rojas me estiman y me


obedecen por un milagro de fortuna para la república.
Después y aun ahora, cada uno se creerá para mandar en
jefe. Cada uno, repito, tiene derecho para mandar y deseo
de ello, y como lo enseña la historia, no ha habido en el
mundo una elección hecha por militares que no se haya
decidido con las armas en la mano y a costa de mucha
sangre.- Lo único que, por el momento, se puede hacer, y
no sin peligro, es nombrar un segundo jefe para en caso
de muerte o ausencia del primero; puesto que Mariño no
solamente ha desertado, sino que reconoce otra fuente de
autoridad, y tiene actualmente el mando, usurpado, de
todas las armas de Venezuela.- Este hombre, digo, quiere
perdernos y si se perdiera él solo nada nos importara. Ha-
ga Vd. esto presente al general Piar, para que no se deje
seducir por esos intrigantes que son más enemigos de él
que los españoles, y que han recurrido a esta intriga por-
que no han podido lograr dividirnos de él, acusándolo de
mil picardías para que nos dividamos y ellos entren a
mandar. En fin querido Briceño, hágame Vd. este servicio,
haciéndole ver al general Piar que yo soy el hombre más
consecuente y el mejor amigo suyo. Si esto no bastare,
esperemos males horrorosos de mil especies”.

Aunque se sospeche, por su procedencia, de su autentici-


dad, esta carta tiene muchos párrafos que se compadecen
con la verdad del momento. Y la cita a las murmuraciones
contra Piar podrían referirse a los comentarios de Aris-
mendi del mes de febrero, cuya conducta en aquella hora
lo indicia como posible implicado en asuntos conspirativos.

273
Rafael Marrón González

En todo caso la carta refleja el afecto de Bolívar por Piar y


deja entrever su disposición a designarlo como Segundo
Jefe de la Revolución.

Lo que dice Correo del Orinoco de las cartas de Díaz


“Han llegado a nuestras manos las Gacetas de Caracas del
8, 15 y 22 de Abril en que se insertan varias cartas del
Jefe Supremo al Secretario Briceño, y las contestaciones
de éste, relativas a los proyectos del General Piar. Esta-
mos autorizados para asegurar al público que los docu-
mentos en cuestión están alterados, truncados y disloca-
dos. Cuando contienen contra el General Arismendi es
añadido. Jamás el Jefe Supremo se ha expresado en tér-
minos semejantes, y mucho menos contra un General tan
benemérito a quien la República debe una gran parte de
su gloriosa existencia”.

Briceño recibió la carta del 13 de junio y responde


Briceño si recibió esta carta, pues el 16 de junio responde
a Bolívar sobre su encomienda, como puede leerse a con-
tinuación, en carta redactada de puño y letra de Briceño
Méndez: “Upata, 16 de junio de 1817. Mi general: Voy a
dar a Vd. cuenta del encargo que se sirvió hacerme en su
apreciable del 13. Según estoy informado por el general
Piar no se ha tratado de erección de nuevo gobierno, o a
lo menos no ha llegado a su noticia. Lo que se intenta no
es crear, es reformar el que hay, y hablando en términos
propios, ayudar a Vd. en el gobierno. Es verdad que este
pensamiento tal vez no habría tenido lugar sin la farsa de
Cariaco; pero también es verdad que no tiene nada de

274
Rafael Marrón González

semejante a aquélla. Aquí no se pretende la menor cosa


contra Vd., su autoridad se respeta, y queda existente.
Toda la pretensión es dar a Vd. un senado o consejo para
que tenga algo de democrática o representativa nuestra
forma de gobierno, y para que haya quien trabaje en lo
civil y político mientras Vd. se ocupa en las atenciones de
la guerra. Esto es todo lo que he podido saber en el asun-
to; pero se me asegura, que aunque tiene un gran partido
este proyecto, nunca fue el objeto de los que lo concibie-
ron llevarlo a efecto tumultuariamente, sino proponérselo
a Vd. y que se ejecutara con legitimidad. No sé si me en-
gañan. Creo que no, porque no hay un motivo. Yo no me
atreveré a decir a Vd. mi opinión. Siendo yo un ente pu-
ramente pasivo debo pasar por todo y callar, además de
que no me creo capaz de formarla en un negocio de tanta
importancia. Conozco, sin embargo, que, aunque no deja
de tener sus inconvenientes, tiene también sus ventajas
respecto de Vd. y respecto a la república. En el primer
sentido, porque habrá un cuerpo que parta con Vd. la res-
ponsabilidad, y en quien podrá Vd. descansar. En el se-
gundo porque estarán mejor servidos muchos ramos del
gobierno que es imposible puedan administrarse por un
hombre solo, tan cargado siempre de atenciones como
Vd., principalmente en nuestro actual estado de desorden
y desorganización. Mirando el proyecto del modo que se lo
he presentado, me parece que no choca en nada con su
autoridad, y puede, por el contrario, producir tal vez el
efecto que se busca. Prescindiendo del objeto de dar al
gobierno una forma republicana, se proponen también sus
autores otro no menos interesante. ¡Oh, si se lograra,
cuánto deberíamos al que lo concibió! Este fin es ver si se
275
Rafael Marrón González

consigue evitar los celos, temores y desconfianzas que


desgraciadamente se han sembrado entre los generales y
especialmente contra usted. Dicen que el general Mariño,
no teniendo ya el absoluto poder de usted, entrará de
buena fe en su deber, cosa que no es de esperar de otra
manera. Que los demás jefes, las tropas y los pueblos se
aquietarán, y fundarán esperanzas de ser libres al ver un
cuerpo que representa sus derechos y que garantiza en
cierto modo la libertad. No me toca decidir si, en efecto,
debamos prometernos todo esto; pero tengo para mí que
de la unión, enlace y relaciones que se den a las faculta-
des del senado con la autoridad del jefe supremo depen-
derá lo que deba esperarse. Por querer instruir a Vd. de-
tenidamente de todo, me he excedido. Vd. me dispensará,
y conocerá en esto mi celo, no obstante los chismes en
que no habrán dejado de envolverme. Había jurado en-
mudecer para no exponerme a otra critica que la de egoís-
ta o tonto; pero, la carta de Vd. me ha obligado a que-
brantar mi juramento por esta vez. Si es posible excusar-
me igual sacrificio, lo estimaría como un favor muy distin-
guido. El general Piar asegura a Vd. su amistad, y le pro-
testa que si ha asentido el proyecto ha sido porque juzga
que esta ligera innovación, lejos de alterar sus derechos,
realza el brillo de la magistratura suprema que Vd. ejerce.
El no aspira sino a la unión y concordia general entre los
jefes, ya la libertad de la patria que desaparecerá, al des-
vanecerse aquélla. El es amigo de Vd. a pesar de los es-
fuerzos que se han hecho y se hacen para… (el resto de la
carta se extravió).

276
Rafael Marrón González

Esta carta de Briceño es sumamente grave, en ella confie-


sa la existencia de un proyecto de gobierno que, aunque
obvia la identidad de los responsables, señala abiertamen-
te la complicidad de Piar. Por lo demás la ingenuidad de
Briceño es patética, en una lucha sorda por el poder per-
mite se le use como vocero de la conspiración.

A esta carta responde Bolívar


San Félix junio 19 de 1817
Mí querido Briceño:
He recibido con mucho gusto la apreciable carta de Vd.
del 16. Pero le aseguro a Vmd. Con franqueza que no creí
jamás que fuese Vmd. tan tímido como parece por su car-
ta. Me dice Vmd. que le ahorre si puedo el sacrificio de
hablarme con franqueza. No es, ciertamente, porque Vmd.
me tema a mí, porque con bastante libertad me dice Vmd.
su opinión: luego es por otro cualquier temor que yo no sé
imaginar. Vamos, querido Briceño, tenga Vmd. más con-
fianza en su situación: no se desespere Vmd. por tan poca
cosa. Vmd. sin duda se ha imaginado que estamos en una
situación como la de Cartagena, Güiria o Carúpano, donde
las circunstancias me fueron desfavorables, y donde el
espíritu de partido triunfó de la justicia y de la patria. Si
hasta ahora he sido moderado por prudencia no lo he sido
por debilidad; no crea Vmd. que las intrigas sean tan
grandes que nos puedan destruir. Jamás he tenido una
situación más feliz, a pesar de quien diga lo que quiera. A
mi voz obedecen tres mil hombres, que harán lo que
mande, defenderán la inocencia y no permitirán facciones.
Créame Vmd. Briceño: Vmd. no debe temer nada; Vmd.

277
Rafael Marrón González

no está ni en Constantinopla ni en Haití*: aquí no hay ti-


ranos ni anarquía, mientras yo respire con la espada en la
mano. Si hasta ahora he sufrido desórdenes no tema
Vmd. que voy a corregirlos, y respire Vmd. con libertad;
hable Vmd. con la misma; obre Vmd. con firmeza y no
tema Vmd. más que lo que yo temo a mi querido Briceño”.

*En este párrafo se evidencia un distanciamiento ideológi-


co de Bolívar con su antiguo benefactor el presidente Pe-
tión, de Haití.

Esta carta fue adulterada por José Domingo Díaz y publi-


cada en la Gaceta de Caracas el 22 de abril de 1818, con
el siguiente añadido apócrifo: “…Jamás he tenido una si-
tuación más feliz, aunque digan lo que quieran. El poder
supremo está en mi mano, y no se tratará de quitarme
impunemente. ¡Pobre del que lo intentare! Dos mil hom-
bres me obedecen y están dispuestos a ejecutar cuanto
les mande. Deben obedecerme los ambiciosos y los intri-
gantes y me obedecerán. Piar no será temible dentro de
poco, ni inquietará nuestra tranquilidad. Créame Vd. Bri-
ceño: Vd. no debe temer nada; Vd. no está ni en Constan-
tinopla ni en Haití: otros lo estarán según su conducta,
afectos y proyectos. Vd. está a mi lado y en mi estima-
ción: esto basta. No hay aquí ni habrá más voz que la mía
mientras yo respire con la espada en la mano. Si hasta
ahora he sufrido algo, no lo tema Vd. más, pues nada su-
friré: contemplaré sólo lo que deba contemplar, y mientras
lo deba…”.

278
Rafael Marrón González

Toda la correspondencia sucesiva entre esta última carta a


Briceño Méndez y la proclama del 5 de agosto, está rela-
cionada con asuntos de la guerra, la administración del
gobierno, la recolección de insumos para el ejército y de la
preparación del Fuerte Brión en Punta Cabrián. Y luego del
triunfo del 3 de agosto con la Batalla de Cabrián, Bolívar
regresa a Angostura desde su Cuartel general en Ca-
sacoima, a principios de septiembre y es cuando retoma el
caso Piar.

¿Todos contra Piar?

La realidad histórica es que la actitud de Piar concitó una


reacción adversa en los principales oficiales de la Repúbli-
ca que a raíz del llamado congresillo de Cariaco, y bajo
inspiración de Urdaneta, se habían colocado bajo la auto-
ridad de Bolívar, abandonando a Mariño. En los primeros
momentos del proceso contra Piar, Bermúdez, Sedeño y
Rojas llevaron la voz cantante, pero al difundirse la noticia
toda la alta oficialidad cerró filas alrededor del liderazgo
de Bolívar. ¿Puede alguien considerar premeditada esta
acción? Creo que las circunstancias favorecieron a Bolívar
y su jefatura suprema, política y militar y trabajaron en
contra de Mariño y Piar y de todos los disidentes, como
Madariaga.

Pedro Briceño Méndez confirma la conspiración de


Piar
Ver páginas 243– 274

279
Rafael Marrón González

El pardo Manuel Sedeño se cuadra con Bolívar


Bolívar, así como lo hace con Bermúdez, oficia a Manuel
Sedeño el 23 de julio de 1817, tres días después de recibir
la información de Juan Francisco Sánchez, y éste le res-
ponde: “Al Excmo. Señor Jefe Supremo de la República de
Venezuela, Capitán General de sus ejércitos, Simón Bolí-
var. Donde se halle. Mi querido General y respetado Jefe:
La de usted que acabo de recibir, del 23 del presente, me
ha llenado de la más completa satisfacción, así por haber
dado una providencia sabia sobre el General Piar, como
que por ella nos redimimos de males incalculables que nos
iba a traer la traslación de ese hombre a Maturín con las
intenciones e ideas maquiavélicas que llevaba tan negras
que sólo un hombre loco y enemigo de la humanidad no
más las hubiese intentado; está, pues, cortado en su cu-
na, con solo llamarle a ese Cuartel General. Los individuos
que estaban capaces de estos acontecimientos ya están
desvanecidos, conocen la injusticia y desean el castigo;
por esta parte no hay que temer, principalmente cuando
estamos acompañados de hombres que distinguen el bien
del mal, y conocen la ruina que quiere Piar elevar en Ve-
nezuela para divertirse en la desgracia; está notificado
para su comparecencia ante usted; debe hacerlo en este
día, bien sea de voluntad o de fuerza. Esto presenta el
mejor aspecto, pues los habitantes que han quedado en
esta ciudad dan muestras de estar contentos con nuestro
Gobierno. Adiós, mi querido General, cuente usted con la
verdadera amistad que le profesa su invariable súbdito y
amigo”.

280
Rafael Marrón González

Bermúdez ante la huída de Piar oficia a los genera-


les Rojas, Zaraza y Monagas
“Guayana, julio 28 de 1817: El señor General Piar, des-
pués de varios debates injustos contra la suprema autori-
dad, a quien todos los Jefes de la República prestamos la
más estricta obediencia, ha querido poner en práctica un
proyecto tan destructor que inevitablemente nos envolve-
rá en una guerra civil, si no se ataja su curso. Tal es el de
haber invitado, con el objeto de formarse un partido y
disolver este precioso ejército, a muchos oficiales y solda-
dos pardos, para que acaudillados por él se separen de la
unión tan íntima que liga a todos en la presente lucha, y
de la igualdad verdadera que disfrutan aquellos en nues-
tra sociedad; inspirándoles que los mantuanos sólo tratan
su destrucción, y que a él como pardo y no como criminal
lo persiguen. Informado por el General Sedeño y otros
oficiales, con quienes habló de este pernicioso suceso, lo
participé al Jefe Supremo, quien en consecuencia me pre-
vino impidiese su paso a esa parte, le dijese fuera a verse
con él en su Cuartel General, y que en caso de negarse lo
consignase, bajo la conducta de un Coronel, a su presen-
cia. Cuando yo esperaba que el General Piar cumpliese
con los deseos de la autoridad suprema, poniéndose en
marcha a aquel destino, ha cometido la deserción más
escandalosa y degradante, cuyo ejemplo, siendo el prime-
ro en nuestra República, ha dado más motivo de sorpresa
al pueblo que lo ha visto, y a la tropa confianza para que
tal vez lo imiten. Como es probable que su marcha la haya
emprendido a esa ciudad, con el objeto de formarse un
ejército, no para combatir a los tiranos, sino para soste-
nerle en su errado modo de pensar, encargo a ustedes, en
281
Rafael Marrón González

nombre del Excmo. Señor Jefe Supremo, tome las medi-


das más activas para cortar los males en que va a envol-
verse la República, si no se cortasen en tiempo, aprehen-
diéndolo y remitiéndolo, con el decoro que merece su em-
pleo, a dar cuenta de su conducta al Magistrado, cuya jus-
tificación no será capaz de aplicarle un castigo sin que
proceda el competente juicio a que estamos sujetos todos
los militares. No pierdan ustedes momentos en este nego-
cio acusándome recibo y comunicándome el resultado pa-
ra noticias de S. E.”.

Andrés Rojas contesta a Bermúdez


“Maturín, agosto 5 de 1817. Señor General José Francisco
Bermúdez. Es en mi poder el de usted, y le digo que el
señor General Piar ha pasado para adentro a unirse al se-
ñor General Mariño. Ellos están unidos. Él aquí poco paró,
por lo que cuando llegó el suyo, ya él se había partido.
Andrés Rojas”.

Andrés Rojas responde a Bolívar


“Tengo el honor de contestar el oficio de V. E. de 30 pa-
sado. En efecto llegó aquí el General Piar, y aunque nada
me descubrió directamente con respecto a sus ideas revo-
lucionarias, no dejó de manifestar los principios de seduc-
ción con que quiso atacar desde su llegada la inocencia de
algunos de los vecinos de esta ciudad. Sin duda que él
creyó aprovecharse de la ignorancia de muchos que aún
desconocen la moral y quieren fijar su existencia en la
destrucción de sus semejantes. Él no pudo encontrar par-
tido alguno y el más incauto vio con horror sus proyectos
enemigos del orden, de la tranquilidad y del bien general.
282
Rafael Marrón González

En este estado, y mirando yo como perjudicialísima la


permanencia de Piar en esta ciudad, me vi obligado a pre-
venirle la desocupase en el acto, como lo ejecutó, diri-
giéndose hacia el General Mariño. Yo estoy satisfecho en
que este Jefe no puede convenir con sus ideas, máxime
cuando yo he enviado con Piar al ciudadano Diego Alcalá,
sujeto de la mayor confianza de Mariño, que va encargado
de instruirle circunstanciadamente de sus proyectos y de
cuanto trabajó aquel monstruo en ponerlos en ejecución
en esta ciudad. Piar se presentó aquí diciendo que traía su
pasaporte para esta Provincia, y que se había adelantado
de su equipaje que dejaba atrás, publicando que sus ser-
vicios se habían visto con tanto desprecio que juraba no
trabajar más en defensa del sistema. Algunos oficiales de
mi confianza se han impuesto de la copia de la carta escri-
ta por el Ayudante general Sánchez y han visto con horror
la conducta de Piar, deseando todos generalmente se cas-
tiguen los crímenes de un hombre tan ingrato a su patria
y a sus conciudadanos…”.

Andrés Rojas comunica a Bolívar la actitud de Piar


en Cumanacoa
“Maturín, septiembre 14 de 1817. Excmo. Señor Jefe Su-
premo de la República. Excmo. Señor: Acabo de saber por
el Comandante Gotilla que dos individuos que llegaron de
Cumanacoa le informaron que después que Piar llegó allí
con las tropas, les hizo ver que él se había venido huyen-
do de la Provincia de Guayana, porque V. E. se había pro-
clamado Rey, y que dirigiéndose la guerra contra los Re-
yes, era preciso pelear contra V. E.: que las tropas de Piar
juraron sacrificar la última gota de sangre contra la Su-
283
Rafael Marrón González

prema autoridad. En consecuencia reitero a V. E. sobre la


venida de las tropas que deben marchar a sostener el Go-
bierno y a escarmentar los facciosos de Piar. Ya tengo
manifestado a V. E. que este mal en sus principios puede
cortarse y que serían fatales los resultados si tuviesen lu-
gar las ideas de este monstruo. Que vuele el auxilio. Piar
se halla sin pertrechos y en el estado más débil. En caso
más apurado yo llamaría al señor General Monagas, pero
no sé las órdenes que éste tenga, ni si sé prestará a ayu-
darme”. Como respuesta a esta correspondencia, Bolívar
envió a Manuel Sedeño a apresar a Piar.

¿Qué fue del resto de los conspiradores?

Insisto en que el llamado por los historiadores “congresi-


llo” de Cariaco no fue otra cosa que el nido de la conspira-
ción por la cual muere Piar, cuyos líderes – Mariño y Ma-
dariaga – intentaron un vulgar golpe de Estado, justificado
con la proclama, dictada por Bolívar en la Villa del Norte,
en Margarita, en la que, al aceptar el mando supremo,
civil y militar, de la República, conferido por la alta oficiali-
dad patriótica y por los principales vecinos de la isla, auto-
rizaba al pueblo a nombrar diputados para un nuevo Con-
greso que legitimara su autoridad o la de quien aglutinara
la voluntad popular: “… Venezolanos, vuestros hermanos
y vuestros amigos extranjeros no vienen a conquistaros:
su designio es combatir por vuestra libertad, para poneros
en actitud de restaurar la República sobre los fundamen-
tos más sólidos. El Congreso de Venezuela será nueva-
mente instalado donde y cuando sea vuestra voluntad.

284
Rafael Marrón González

Como los pueblos independientes me han hecho el honor


de encargarme la autoridad suprema, yo os autorizo para
que nombréis vuestros diputados al Congreso, sin otra
convocatoria que la presente; confiándoles las mismas
facultades soberanas que en la primera época de la Repú-
blica…”. Piar, al conocer la disolución del Congreso de Ca-
riaco, intentó reeditarlo en Guayana, con idéntica inten-
ción: despojar a Bolívar del mando supremo.

La muerte de Piar fue un mensaje demasiado claro para


hombres como Mariño y Arismendi. O para Páez, ensober-
becido en los Llanos, que espantado, entrego a los mer-
cenarios irlandeses e ingleses que conspiraron para dispu-
tarle la jefatura suprema a Bolívar. Sin embargo, no es
hasta la victoria de Bolívar en la Nueva Granada de donde
regresa con un ejército disciplinado y de alta moral, obe-
diente a su sola voz, que terminan definitivamente los ce-
los militares y se conforma la unidad de mando que hace
posible Carabobo.

De aquellos conspiradores del congresillo de Cariaco, el


primero en volver al redil fue Luís Brión, el consentido de
Madariaga, llamado con angustia por Bolívar desde el 4 de
abril de 1817, cuando le envía un mensaje especial y ur-
gente para que zarpe de inmediato para rendir Angostura
por el Orinoco: "Una vez libre Guayana nos brindará, no
solo miles de recursos, sino que nos ha de deparar un pe-
so político especial por el cual estaremos en condiciones
de satisfacer las deudas que hemos contraído y aquellas
en que hemos de incurrir en el futuro. Espero ver pronto,

285
Rafael Marrón González

pues, a S. E., tan seguro estoy de tomar Guayana". Pero


Brión se limitó a enviarle un bergantín con 400 fusiles, y
decidió acatar la convocatoria para la instalación del "con-
gresillo", sin saber quizás que estaba participando en un
golpe de Estado. José Cortés de Madariaga, designado
por el “gobierno” embajador en Londres, no pudo cumplir
su misión y se refugió en Jamaica. Allí se autoproclamó
“ministro extraordinario de las Repúblicas Federales de
Buenos Aires y Chile”, en cuyo nombre decidió, apoyado
por el corsario francés Aury, apoderarse de los puertos de
Portobello y Chagres para avanzar hacia la capital de Pa-
namá. Fracasado este intento, acompañó al general Ma-
riano Montilla en su expedición por la costa atlántica des-
de Santa Marta hasta Cartagena de Indias, y acompañó a
este jefe en la ocupación de Cartagena; de esta plaza pa-
só a Santa Marta y de allí a Río Hacha, donde murió en
marzo de 1826. A Diego Vallenilla lo encontramos como
diputado por Cumaná en el Congreso de Angostura, en
1819. A Francisco Antonio Zea, en 1818, como perio-
dista del Correo del Orinoco defendiendo a Bolívar, y lue-
go ejerciendo la Presidencia del Congreso de Angostura
que lo invistió como Vicepresidente de la nación, para ser
luego designado Vicepresidente de Colombia. Francisco
Javier Mayz, considerado por los golpistas como Presi-
dente en ejercicio del gobierno de 1812, y uno de los
triunviros del congresillo, se embarcó con Luís Brión para
Guayana donde Bolívar lo nombró comandante de Upata y
posteriormente comandante militar y civil de Barrancas,
cargo al que renunció a fines de 1818 para incorporarse
de nuevo a las filas de Mariño. De los hermanos Alcalá y
de Francisco de Paula Navas nada sabemos. Manuel
286
Rafael Marrón González

Maneiro, luego de su participación en el congresillo no


tenemos detalles sobre sus posteriores actividades. Ma-
nuel Isava Sucre (en las actas del congresillo aparece
como Isaba), primo del Mariscal Sucre, realizó todas sus
actividades entre 1817 y 1820 en el área de Cumaná y
Cumanacoa. Diego Bautista Urbaneja, el secretario del
congresillo, pasó a Guayana, con Brión, donde se puso a
la orden de Bolívar. En Angostura fue auditor de guerra y
miembro del Consejo de Estado. Fue uno de los colabora-
dores del Correo del Orinoco. En octubre de 1818 formó
parte de la comisión redactora del proyecto electoral, para
reunir al Congreso de Angostura y al que asiste como
diputado por la Provincia de Barcelona. El 27 de febrero
de 1819 Bolívar lo nombra ministro de Relaciones Interio-
res y Justicia y al salir en campaña le confía el cargo de
ministro de Guerra y Marina. El 17 de diciembre de 1819
al proclamarse la Ley Fundamental de Colombia, firma
dicho documento en su condición de vicepresidente del
Congreso. Santiago Mariño, siguió fiel a sus andanza
turbulentas, en 1819 cuando siendo Diputado por Cumaná
en el Congreso de Angostura, mientras Bolívar atravesaba
la Cordillera de los Andes por el páramo de Pisba, y libe-
raba la Nueva Granada con las batallas de Gámeza, Pan-
tano de Vargas y Boyacá y conseguía recursos materiales
y humanos para proseguir en mejores condiciones la lucha
por la libertad de Venezuela, bajo el infundio de haber
muerto Bolívar derrotado en Boyacá tomó parte activa en
la conspiración que derrocó a Francisco Antonio Zea de la
Vicepresidencia de la República para colocar en su lugar a
Juan Bautista Arismendi, quien había sido enviado prisio-
nero desde Margarita por Urdaneta, y se reservó la jefatu-
287
Rafael Marrón González

ra del ejército de Oriente. Pero cuando Bolívar regresó a


Angostura, su sola presencia colocó las cosas en su lugar.
Los facciosos no fueron castigados, por razones políticas,
y Mariño ocupó un lugar anodino en el Estado mayor. El
30 de mayo de 1821 fue nombrado Jefe del Estado mayor
General del Ejército Libertador y con ese cargo participó
en la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821, tercer
escalafón jerárquico después de Pedro Briceño Méndez,
que era el Ministro de Guerra. Posteriormente fue nom-
brado Comandante General de uno de los departamentos
militares del occidente de Venezuela que comprendía las
provincias de Coro, Maracaibo, Mérida y Trujillo. Fue par-
tidario de la disolución de la Gran Colombia, y fue de los
comisionados que no dejaron ingresara Sucre a Venezue-
la, participó en la Revolución de las Reformas que derrocó
a Vargas. En 1853 fue reducido a prisión por su participa-
ción en la "Revolución de mayo" que pretendía derrocar a
José Gregorio Monagas, pero fue liberado poco después.
Alejado de la vida pública murió en La Victoria el 4 de sep-
tiembre de 1854.

El diplomático estadounidense John G. A. Williamson, que


desempeñó sus funciones entre 1830 y 1835, escribió una
semblanza de las figuras más prominentes de la política
venezolana de entonces. De Santiago Mariño escribió:
"Mariño es un hombre de 1,72 metros de estatura, fornido
y de buena apariencia, de constitución fuerte y saludable,
de cabellos y ojos claros, pero sin ninguna traza indicativa
de carácter o talento. A veces tiene la apariencia de un
hombre disipado y cansado. Se le reputa como hombre de

288
Rafael Marrón González

costumbres inmorales y disipadas, gran jugador, con una


renta de 20.000 pesos, sin embargo, casi nunca tiene un
peso en el bolsillo. Se dice que es un hombre muy agra-
dable y alegre, de expresión viva, pero escasamente con
alguna virtud moral. Abandonó a su esposa sin el más in-
dispensable recurso para su subsistencia, y, como conse-
cuencia murió en la más penosa indigencia". Y el pirata
Bianchi lo catalogó como “un hombre/niño”. Santiago Ma-
riño era miembro de la masonería venezolana donde al-
canzó el grado 33. Sus restos reposan en el Panteón Na-
cional.

La víctima que lavó con su sangre las ambiciones de poder


de Mariño y Madariaga, fue Manuel Piar, que debe todavía
cargar con la pena de ver reducido su drama a una conju-
ra local contra Bolívar, cuando fue una pieza de una vasta
operación cívico militar que pretendía complacer a España
con el repartimiento de la República en varios diminutos
países insubsistentes. Solo Bolívar tenía la visión de una
Venezuela integral. Y más aún, de una América inmensa
de la Patagonia al Mar Caribe que compitiera indivisa co-
mo otro imperio. De allí su Confederación de Naciones,
única propuesta geopolítica de carácter orgánico que ha
tenido Iberoamérica.

Los disgustos de Piar

El inicio de la discordia con Blanco

289
Rafael Marrón González

Piar, que había nombrado a José Félix Blanco para admi-


nistrar las Misiones, le escribe desde Upata, el 20 de mayo
de 1817, una imprudente misiva, que compromete su ho-
nestidad y le granjea otro enemigo: “De oficio escribo a
usted diciéndole que necesito de usted, para saber la po-
blación del Departamento y particularmente el número de
hombres que haya útiles para las armas. He venido a for-
mar un depósito, y es preciso que entre en él todo el que
no sea absolutamente necesario para la agricultura y tra-
bajos del Estado. Además de esta noticia, tengo que reci-
bir de usted otras muchas, que reservo pedirle para cuan-
do nos veamos, que espero sea muy pronto. Para enton-
ces o antes, si es posible, me dirá usted el número positi-
vo de mulas con que podemos contar en todas las Misio-
nes. Esta noticia vendrá por duplicado, es decir, el número
verdadero en una carta confidencial, y de oficio otro nú-
mero en que se oculten la mitad o las dos terceras partes
de las que hay en efecto. Usted extrañará mucho esto,
pero es preciso, mi amigo, usar de algunos engaños y arti-
ficios para libertarnos de los muchos males que nos causa
el otro lado. Usted sabrá que el General Arismendi pasó
por el Pueblito de 900 a 1.000 mulas que había en el de-
partamento de Caicara, y sabrá también que las 100 mu-
las enjalmadas que le mandé poner en San Felipe, pasa-
ron el Orinoco junto con otras tantas que tenía el General
Cedeño, etc. Pregunte usted ahora ¿qué hicieron todas
esas mulas que tanto necesitábamos? Ni una sola se ha
empleado en servicio del Estado: todas las han vendido o
extraído por cuenta de particulares. Pero hay más. Quiere
ahora el General Bolívar que le manden para Margarita mil
y doscientas, que es lo mismo que mandar a arrasar con
290
Rafael Marrón González

cuantas hay. Usted sabe que el ejército carece de muni-


ciones, de armas, de vestidos: sabe del resultado de las
comisiones que se han confiado a extranjeros para ir a
buscar lo que necesitamos, con nuestros intereses: nin-
guno ha vuelto, y el que lo ha hecho ha sido con las cuen-
tas del Gran Capitán. Esta experiencia tan repetida me ha
hecho muy cauto, y me obliga a reservar cuanto se pueda
nuestros pequeños fondos. Así, creo que usted será de mi
opinión y hará lo que he dicho con la última reserva, co-
municándolo solamente con Uzcátegui, para que esté en-
tendido de ello y pueda dar un número igual al de usted,
caso que se le pida”.

Esta correspondencia de Piar evidencia su carácter atrabi-


liario: Cómo se le ocurre acusar a generales como Aris-
mendi de robarse unas mulas y pretender engañar a Bolí-
var con unos datos falsificados nada menos que por el
padre Blanco que pertenecía al entorno íntimo de Bolívar.
En carta del 19 de junio Bolívar le aclara el destino de las
mulas con cuyo producto se invirtió en mejoras para el
ejército. Esta calumnia contra Arismendi le costó la
enemistad de este general que se encontraba en San Mi-
guel donde instaló un astillero para construir flecheras
destinadas a hostigar a los realistas en el Orinoco mien-
tras llegaba Brión y su flota. Y esa petición de doble con-
tabilidad le costó la acusación de desfalcar 80.000 pesos
de las arcas de las Misiones, por lo que se ordenó auditar
su gestión. Lo que lo enfureció.

291
Rafael Marrón González

“Las cuentas del Gran Capitán” es una frase hecha de ori-


gen español, que se utiliza para calificar de exagerada a
una relación de gastos o para negar una explicación pedi-
da por algo a la que no se tiene derecho.

Blanco le contesta indignado


El 28 de mayo de 1817, desde Tupapuy, Blanco le res-
ponde a Piar, indignado de que pretenda involucrarlo en
un acto de doble contabilidad: “El portador de ésta, a
quien despacho hoy mismo, puso en mis manos la de us-
ted de fecha 21 del presente. Como la oficina de la Co-
mandancia general está corriente con el día, podré man-
dar a usted oficialmente mañana la noticia que con el
mismo carácter me pide del número de hombres que ten-
go aquí para las armas y que no necesita (ilegible) agricul-
tura en los trabajos del momento. General: en cuanto a
que mande o autorice un dato duplicado, acomodaticio,
que diga una cosa de oficio y otra en privado, ha de per-
mitirme que no le ofrezca hacer lo que no puedo. Ni por al
patria haría yo un engaño, si tal necesita ésta de mi. No
puedo obrar como usted me lo exige en su carta que con-
testo, cualquiera que sea el motivo que tenga para aquella
exigencia. Y es todavía más grave y menos aceptable a
mis ojos lo que deduzco de lo que con medias palabras
me ha comunicado el oficial portador de su carta; quien
parece tener para hacerlo encargo especial y reservado de
usted. No he querido franquearme de en esta materia con
aquel, aunque no dudo de su discreción, ni de que merece
su confianza: más bien he disimulado el juicio que he for-
mado del grado de gravedad del asunto. Nada le he con-

292
Rafael Marrón González

testado, reservándome para cuando nos veamos hacerle


mis observaciones a usted solamente, pues sobre ese
punto guardaré la reserva más absoluta y entonces le de-
mostraré a usted cuan perjudicial me parece que sería
para la causa pública un desacuerdo que nos llevaría a la
anarquía, y a los godos al triunfo sobre nosotros. No, Ge-
neral: cuando yo serví a ayudé al héroe de San Félix, aun
en más y con mejor oportunidad de lo que él me exigió en
momentos supremos, fue sirviendo a la patria por el ór-
gano del General Piar, que dirigía las operaciones en
aquella jornada. Pues así es que le sirvo ahora por el ór-
gano del General Bolívar que ejerce la autoridad suprema
que hemos reconocido. Siento verdaderamente que la car-
ta a la misión que aparece traer el oficial que la condujo,
no pueda dar a usted otro resultado que el que consigno
en esta contestación; pero deseo que usted no dude, sin
embargo, de la sinceridad de la estimación que le profesa
su amigo y compatriota”.

Piar, entonces, se pierde por las chiquitas


Ante esta contundente respuesta a una petición a todas
luces incoherente, imprudente y maliciosa, Piar se enfren-
ta a Blanco por necedades. El 28 de mayo José Félix Blan-
co responde una recriminación de Piar: “Mi apreciado Ge-
neral: Como usted lo verá del oficio que le paso de la Co-
mandancia general, el soldado de Dragones que arreó los
caballos con la mula y el cazabe que él trajo de Santa Ma-
ría, no avisó como debía que eran para usted, que el ha-
ber avisado, ninguna novedad habría ocurrido, aunque
para el mayor servicio tengo dispuesto que ni ganados, ni
bestias, ni víveres salgan sin autorización expresa de la
293
Rafael Marrón González

Comandancia y sin que conste el objeto a que sean desti-


nados. Lo que hay en estas Misiones está a la orden de
usted: pero por conveniencia del servicio, por el crédito de
la causa y por honor de sus servidores, debemos dirigirlo
todo con la regularidad posible. Esto es lo que hay, Gene-
ral, y no prevención ni complot de caraqueños como usted
ha manifestado creer. Por mi parte daré una prueba de
que no he traído a este puesto otro encargo que el públi-
co, para que usted me designó colmándome entonces de
elogios; y de que no abrigo voluntad de choque con usted.
Esta prueba será pedir al Jefe Supremo que acuerde mi
retiro del mando de estas Misiones. Mis servicios a la cau-
sa de la libertad pueden tener lugar en otra parte. Sin
mudanza, que no es de la lealtad con que acostumbro
proceder, soy siempre su sincero amigo”.

Piar responde a Blanco


“Upata, mayo 30 de 1817. Mí apreciado amigo: Mucho he
celebrado ver la explicación de usted, porque a lo menos
me convence que si faltó no lo fue con ánimo directo de
ofenderme. Le confieso a usted de buena fe y con fran-
queza que la nimiedad del asunto, en otras circunstancias
que han concurrido, me hicieron vacilar en el primer mo-
mento, y aun me incliné a creer que usted estaba dispues-
to a chocar conmigo. Para que usted vea que no soy tan
ligero, y que cuando digo algo tengo fundamento en que
apoyarme, le incluyo una copia del oficio del Teniente de
Santa María. En él consta que el cazabe venía destinado
para mí, y que sin un documento que lo acreditase, no me
habría atrevido a quebrar con usted a quien tengo por
amigo. En fin, estoy satisfecho con el oficio y carta de us-
294
Rafael Marrón González

ted, pero le recomiendo que en lo sucesivo evitemos com-


prometimientos semejantes”.

Produce tristeza ver a todo un General en Jefe, héroe in-


victo de múltiples y desiguales combates, pelear con un
subalterno, militar y administrativo, por unas tortas de
casabe. A eso se le llama desplazamiento lateral.

Piar acude a Bolívar


A pesar de la cordialidad aparente de la correspondencia
de Piar a Blanco, viaja a San Félix y se entrevista con Bolí-
var, quejándose de Blanco y exigiendo se le separase del
cargo de administrador del gobierno, porque él se encar-
garía de todo. De hecho, ya había ordenado a los encar-
gados de las distintas Misiones para que no obedeciera
más las órdenes de Blanco sino las suyas. Bolívar le niega
la posibilidad de reemplazar a Blanco, que era un eficiente
organizador y un honesto administrador, y le pide que por
favor trate de conciliar sus diferencias. Sobre esta situa-
ción escribe a Blanco, aprovechando para contestarle una
misiva del 6 de junio en la que éste lo ponía en conoci-
miento de las actividades de Piar, que sus ocupaciones no
le habían permitido evaluar:

“San Félix, 12 de junio de 1817. Coronel José Félix Blanco.


Querido amigo: Recibí a su tiempo el oficio de Vmd. del 6,
en Cupapuy, que he visto con el mayor sentimiento, por-
que le sobre a Vmd. justicia para quejarse de veras; pero,
amigo, también a mi me debe sobrar la prudencia para
sobrellevar los negocios del gobierno, siguiendo el giro de

295
Rafael Marrón González

las circunstancias. El general Piar vino aquí. Ya antes ha-


bía dado órdenes para que no le obedeciesen a Vmd. los
subalternos de las Misiones, habiéndome oficiado que la
autoridad de Vmd. ya era innecesaria, y que, por lo tanto,
había ordenado a los jueces de Las Misiones para que se
entendiesen con Vmd. Esta monstruosidad yo la conozco,
pues, el general Piar no ha podido revocar mis órdenes ni
alterar el sistema ya establecido. Pero en estas circuns-
tancias en que estamos esperando de un momento a otro
al enemigo, es prudencia sufrirlo todo para que no se nos
disloque nuestra miserable máquina. El empeño de Piar
era que no quedase usted más del Comandante General,
porque viviendo él en Las Misiones, y estando Vmd. de
jefe en ellas, quedaba indirectamente dependiente de
Vmd. y estando en choque abierto con Vmd. le parecía un
estado comparable a la muerte. Para cortar yo este incon-
veniente y evitar otros muchos, le propuse espontánea-
mente que quedase Vmd. bajo sus órdenes como antes lo
estaba, para que no fuese necesario quitarle a Vmd. el
mando de Las Misiones, que, en mi opinión, sería uno de
los más grandes perjuicios que podríamos sufrir en la épo-
ca presente. Querido amigo, yo le pido a usted, por favor,
que sufra y calle, como lo hacemos todos, por el bien de
la patria, que, en bien o en mal, muy pronto ha de variar
nuestra situación de un modo muy sensible. Yo creo que
no se pasará este mes sin que la faz de nuestros negocios
haya recibido una alteración extraordinaria, sea salvándo-
nos, sea perdiéndonos; y entre tanto, trabaje Vmd. como
siempre, con la actividad, celo y patriotismo que necesi-
tamos para librarnos de nuestros crueles enemigos. No
altere usted en nada las instrucciones que ha recibido pa-
296
Rafael Marrón González

ra el servicio del ejército, solo sí dirigiéndose a Piar, para


que él conozca que Vmd. se somete voluntariamente; y
haga Vmd. este nuevo sacrificio por su país, pero no nos
olvide Vmd. ni nos deje de escribir todo lo que sea nece-
sario”.

Bolívar escribe a Piar


El 14 de junio de 1817 Bolívar escribe a Piar, le da noticias
del cura Madariaga y le informa de la próxima llegada de
Brión con buques, armas y hombres, entre otras noticias
importantes para la guerra. Y le desliza: “… De oficio he
escrito al padre Blanco antes que marchase usted de Ca-
roní para que se entienda con usted sobre Las Misiones.
Anzoátegui me dijo que usted había convenido en enten-
derse con el padre Blanco, y yo, en esta virtud, le escribí
para que lo hiciese con usted. Si esto no es así, avísemelo
usted para yo tomar la providencia que me parezca con-
veniente. A mi me han asegurado que usted se ha queja-
do de esta providencia lo que me ha extrañado infinito,
pues solo la he dado por complacer a usted. Espero que
usted me responda a esto con franqueza, para yo saber lo
cierto y tomar mis medidas en consecuencia. Adiós, queri-
do general, mande usted a su afectísimo amigo”.

Pero Piar sigue en sus trece


El 17 de junio, tres días después de la anterior, Bolívar
escribe a José Félix Blanco: “Mi querido amigo: He recibi-
do los oficios de usted que me instruyen del estado de
desarreglo en que se hallan Las Misiones, por el choque
de autoridades, y por la oposición de las órdenes entre sí.
Este mal, aunque es muy sensible, se debe tolerar cuanto
297
Rafael Marrón González

pueda ser, por evitar todo disgusto y mayores perjuicios.


Yo confío en el talento y en la prudencia de usted para
que procure sobrellevar este asunto con toda la paciencia
que sea dable, pues el bien de la patria así lo exige, y no-
sotros nos hallamos en una situación muy difícil y no poco
peligrosa; por cuya razón, me parece que es necesario
sufrir, y llevar nuestros asuntos adelante hasta salir de los
enemigos externos. Después podemos arreglarlo todo, y si
no lo pudiéramos hacer, por circunstancias, tendremos
paciencia y nos someteremos al imperio de la necesidad.
Si, a pesar de todo lo que llevo a usted, no podemos con-
seguir nada, y los males empeoran en lugar de mejorarse,
le aconsejo a usted, como amigo, se separe usted de su
comisión, y la deje usted a disposición de quien la quiera
tomar, pues tener quebraderos de cabeza sin utilidad al-
guna, es necedad que no debe cometer un hombre de
juicio. Esto es cuanto puedo decir a usted por ahora, ins-
tándole de nuevo para que no me deje de escribir con
frecuencia, siendo de usted como soy su afectísimo ami-
go”.

Bolívar se obstina y retira a Blanco


El 19 de junio de 1817, dos días después de la anterior,
Bolívar escribe a José Félix Blanco: “Querido amigo: Al fin
he resuelto que Vmd. se venga para evitarle nuevos com-
promisos con el General Piar, de los cuales no pueden re-
sultar beneficios sino muchos perjuicios a la patria. Yo
creo que Vmd. debe venirse inmediatamente no sea que
se aumenten los males y tenga Vmd. nuevos disgustos. El
General Piar me dice que ya no podrá ser amigo de Vmd.,
y que cree inútil su autoridad intermedia. Con esto ya
298
Rafael Marrón González

Vmd. ve que no debemos esperar a más, y por el contra-


rio debemos evitar todo rompimiento. Repito a Vmd. que
se venga, y aquí veremos lo que convenga hacer para
destinarlo a Vmd. honrosamente. No soy más largo por-
que estoy sumamente ocupado, pero siempre soy su afec-
tísimo amigo”.

Bolívar le informa de la salida de Blanco


“San Félix, 19 de junio de 1817. Al Señor General Manuel
Piar. Mi querido General: Acabo de recibir la apreciable
carta de usted, del 16, y en consecuencia de ella, oficio
ahora mismo y escribo en particular al comisionado de Las
Misiones llamándolo, pues he resuelto eximirlo del encargo
que tenía de órdenes de usted y mías. Con esto queda
transigido todo compromiso con el padre Blanco, servidor
útil en cualquier otro puesto; y esto lo hago por complacer
a usted hasta en una equivocación suya, que la padece
cuando me dice que ya Blanco no podrá ser su amigo,
mayor es la equivocación creyendo que él está animado
de prevención contra usted. Yo conozco al padre Blanco,
lo que no usted: es que éste suele ser inflexible hasta
conmigo en las reglas. En cuanto al General Arismendi
también está usted equivocado, y no lo extraño, porque
éste ha estado hasta ahora a alguna distancia para el
examen de sus procederes. Aquellas mulas a que se refie-
re, y por que le hacer usted cargos, que pasaron el Puebli-
to como las que mandó el General Sedeño y como otras y
otros animales, no han sido robadas. ¡Por Dios, General!
¿Y qué dirán entonces nuestros enemigos calumniadores?
¿No sabe usted que con las mulas, ganados y otros valo-
res se han buscado en las colonias y se ha proporcionado
299
Rafael Marrón González

aquí mismo elementos de guerra que no teníamos y sub-


sistencias y abrigo para los cuerpos? (Nota: Por ejemplo,
aunque fue en fecha posterior, la imprenta para imprimir
el Correo del Orinoco, se negoció por 2.200 pesos, pero
como solo contaban para la operación con 1.525 pesos, se
entregaron 25 mulas guayanesas para completar el valor).
General, prefiero un combate con los españoles a estos
disgustos entre los patriotas. Usted si que está prevenido
contra sus compañeros, que debe saber que son sus ami-
gos, y de quien no debe separarse para el mejor servicio
de la causa. Lo contrario es servir a la de la opresión. Sí,
si nos dividimos, si nos anarquizamos, si nos destrozamos
mutuamente, aclararemos las filas republicanas, haremos
fuerte a la de los godos, triunfará España y con razón nos
titularán vagabundos. No insista usted en separase de su
puesto. Si usted estuviera a la cabeza, yo no lo abandona-
ría, como no abandonaré al que lo esté mañana, sea
quien sea, con tal que tenga legitimidad y lo necesite la
patria. La patria lo necesita a usted, hoy como lo que es, y
mañana habrá de necesitarle como lo que por sus servi-
cios llegare a ser. No dude de mi sinceridad. Avíseme qué
otra medida conviene dictar en el gobierno de Las Misio-
nes de acuerdo con usted. Soy su amigo de corazón. Bolí-
var. Adición: El padre Blanco es amigo de usted. Se lo
aseguro porque lo sé”.

Esta carta fue alterada por José Domingo Díaz y publicada


en la Gaceta de Caracas el 22 de abril de 1818, con el si-
guiente añadido contra el general Arismendi: “… Hablando
de otra cosa le diré a Vd. que he sabido por los generales

300
Rafael Marrón González

Bermúdez, Sedeño y Valdés que Arismendi ha pretendido


enredarnos con chismes y mentiras para ver si saca algún
partido de nuestras disensiones. Él es un pícaro y jamás
ha sido otra cosa. Yo le probaré a él cuando Vd. quiera,
con documentos y testigos, que él lo ha acusado a Vd. de
todo género de crímenes, y yo le probará también que es
falso que yo le haya mandado sublevar el ejército contra
Vd., ni pensado en atentar contra su vida; y, por el con-
trario, que he desaprobado su conducta en los Llanos, y
que le he dado pruebas incontestables de preferir a Vd. a
todos los generales de la República, como el más o el úni-
co interesante a ella. Si él se queja de que no hay justicia
para castigar los delitos, le aseguro a Vd. que no volverá a
decirlo con razón. He cometido, es verdad, una injusticia
atroz, en dejarle con vida: es un malvado y ha debido mo-
rir. Él quiere un senado: puede ser que antes que se for-
me el senado ya se haya hecho justicia, pues si he dicho
antes que estaba resuelto a sufrirlo todo, ahora digo que
estoy resuelto a no sufrir nada más; porque no siendo mi
carácter ni débil ni pusilánime, ningún temor tengo para
castigar los delitos. Cuidado no le suceda al señor Aris-
mendi la fábula de las ranas. Adiós, mi querido general,
mande Vd. a su afectísimo amigo que lo estima de cora-
zón, sin que sean bastantes a destruir esta estimación los
chismes de Arismendi, ni las intrigas de tantos que existen
como él”.
Piar insiste en pedir su pasaporte y Bolívar se lo
concede
“Pasaporte. Simón Bolívar, jefe supremo de la República
de Venezuela, capitán general de sus ejércitos y de los de
la Nueva Granada, etc., etc., etc., concedo libre y seguro
301
Rafael Marrón González

pasaporte al Excmo. General en Jefe Manuel Piar, para


que pase al lugar que tenga a bien, en el territorio de la
República o para el extranjero, y que en el buque que le
acomode pueda trasladarse a las colonias extranjeras: por
tanto, ordeno y mando a las autoridades sujetas a la Re-
pública y a las neutrales y amigas ruego y encargo, le
presten los auxilios que necesite, quedando nosotros obli-
gados a hacerlo con los de su nación. Dado, firmado de mi
mano, sellado con el provisional de la República, refren-
dado por Secretario de la Guerra, en el Cuartel General de
San Miguel, a 30 de junio de 1817. Bolívar”.

Piar se queda en Upata hasta el día 6 de julio


Recibido su pasaporte, que no tiene que ver con su baja
en el ejército al que seguía perteneciendo ya que alegó
razones de salud para lograr este privilegio concedido en
plena guerra a un General en Jefe, hecho insólito y sin
antecedentes en ninguna gesta del mundo, Piar se queda
en Upata, recogiendo sus pertenencias y resolviendo al-
gunos asuntos de dinero, hasta el día 6 de julio. Su salida
no fue todo lo honorable que quisiéramos reseñar, porque
la enturbió el extraño comportamiento de su Edecán Mina
y algunos Dragones de su Guardia de honor, que, según
misiva del Gobernador de Upata a Bolívar, se devolvieron
“y embriagados muchos de ellos, cometieron los más ho-
rrendos desórdenes en las casas inmediatas a esta Villa,
robando y amenazando con la muerte a estos infelices
vecinos. El Edecán Mina andaba con estos facinerosos,
pues con ellos llegó a la casa de Pedro Vera, y extrajo los
efectos que aparecen en la adjunta lista, otras varias vio-
lencias se cometieron por los dragones el mismo día des-
302
Rafael Marrón González

pués de haber partido S. E. el General Piar; pero luego


que las cometieron, se marcharon a alcanzar a dicho se-
ñor General…”.

Manuel Piar, al recibir el oficio para entregar a Mina, res-


ponde: “Quedo impuesto del oficio de usted del 12 del
presente, relativo a franquear al Teniente Coronel Mina, y
algunos dragones, para dar cumplimiento a una orden del
Supremo Jefe, provocada por el Gobernador de Upata, a
lo cual contesto que el dicho Mina está fuera de aquí, en
curación de males que adolece; pero luego que regrese
será puesto a la disposición de usted para los fines que
indique”.

Pero Piar no usa el pasaporte para abandonar Guayana


sino que se queda en Angostura visitando campamentos y
quejándose de haber sido despojado del mando por ser
pardo, otra de sus invenciones deshonestas, apelando al
posible resentimiento contra los jefes de origen mantuano,
de los oficiales de origen pardo. Y el 26 de julio ante la
intimación de presentarse ante Bolívar, voluntariamente o
preso, se da a la fuga agregando a sus cargos el de de-
serción.

La relación de Conde

Estando José Félix Blanco en su tarea de recolección do-


cumental para su obra histórica, escribió a Juan José Con-

303
Rafael Marrón González

de, que fue testigo presencial del fusilamiento de Piar y


además estuvo en la batalla de El Juncal, en Barcelona, y
fue de los que lo acompañaron a Guayana, para que le
redactara una detallada síntesis de sus memorias al res-
pecto. Conde cumplió con su encomienda y la fechó en
Maracaibo el 10 de abril de 1839, a 22 años de la muerte
de Piar, y teniendo Conde 46 años es decir en plena ma-
durez y lucidez.

La Relación de Conde publicada por Blanco & Az-


púrua
“Señor F. Z. E. Maracaibo, 10 de abril de 1839. Muy señor
mío: Voy a satisfacer a las preguntas que me hace usted
relativas a los principales hechos de armas del General
Manuel Piar, y a su funesta caída en 1817. Mejor que yo lo
harían muchos que a su cualidad de testigos presenciales
unen la de haber podido, como jefes, penetrar más en el
fondo de los acontecimientos políticos de aquella época en
que no era yo sino un mero subalterno. Sin embargo, con
la sencillez y veracidad que acostumbro diré las cosas que
pasaron cerca de mí hasta el día triste que presencié co-
mo oficial de capilla, la ejecución de de dicho General,
justa en mi concepto. Aun tengo presente sus últimas pa-
labras, que tampoco omitiré, pues todo parece interesante
en un suceso de sí tan grave y que tanto llamó la atención
en aquella época. La data, en que por informes verídicos
sepa yo empezó Piar a servir la causa de la Independen-
cia, fue el año de 1812, como Alférez de Fragata, en cuyo
grado le destinó el Gobierno al apostadero de Puerto Ca-
bello, pero solo llegó a Borburata en los momentos que
los españoles, presos en el castillo de aquella plaza, se
304
Rafael Marrón González

sublevaron y se apoderaron de ella. En seguida se dirigió


a las Provincias de Cumaná y Barcelona donde unido con
el Coronel Bernardo Bermúdez y auxiliado por el señor
Manuel de Freytes siguió sirviendo con el carácter de jefe,
y distinguiéndose en los combates contra Lahoz, Monte-
verde y otros jefes españoles. Yo no vine a conocerlo sino
después de la desgraciada batalla de Aragua de Barcelona
en 1814 en que se reunió en Cariaco al General José Félix
Ribas a mediados del mismo año. Éste lo destinó a ocupar
Cumaná, y a salvar, con esta operación, el resto de la
emigración, llevando a sus órdenes como menos de 600
hombres; con ellos batió al enemigo mandado por el co-
mandante Pascualito en el ligero combate de la Quebrada
de los Fraile, y en seguida se aposesionó de Cumaná. Allí,
como en el espacio de un mes, se aumentó su fuerza has-
ta más de 2.000 hombres mal armados, pero todos volun-
tarios, pues entonces casi no había un individuo que deja-
se de pertenecer a uno u otro partido. En vez de haber
cumplido Piar la orden expresa que desde el principio le
dio Ribas de reunírsele en Maturín, permaneció en aquella
ciudad y dio con esto motivo a que Boves con triple fuerza
lo atacara y venciera en la Sabana del Salado: batalla
sangrienta en que pocos escapamos, pues aun después de
la acción fueron degollados los rendidos y los principales
emigrados (de la Emigración a Oriente). Después nada
más supe del General Piar hasta el año de 1816, en que él
y el General Pedro María Frites se reunieron en Barcelona
con sus tropas traídas de la Provincia de Cumaná a la divi-
sión de los generales Mac Gregor, Carlos Soublette y José
Tadeo Monagas, triunfantes estos en las jornadas de
Quebrada Honda contra Quedo; en Chaguaramas contra
305
Rafael Marrón González

varias compañías expedicionarias y en Alacrán contra el


segundo López. Reunidos ya Piar y Freites a los dichos
tres Generales, dieron la memorable Batalla del Juncal de
Barcelona en 28 de septiembre de 1816. Diré lo que re-
cuerdo de sus pormenores.
La relación de la Batalla de El Juncal
Ver página 16
Deserción y conflictos
“… Disminuido por una gran deserción se apresuraron los
jefes a pasar el Orinoco y a reunirse en Pueblito Nuevo a
la división del General Manuel Cedeño y Coronel José Ma-
nuel Olivares. En efecto se hizo el paso del río como con
mil hombres de todas las armas y reunidos ambos Gene-
rales combinaron el plan de ocupar la plaza de Angostura;
pero fue preciso diferir su ejecución para cuando las baja-
das de las aguas permitiesen el paso del Caura. Esta inac-
ción en ánimos acostumbrados a un continuo y activo mo-
vimiento, dio lugar a disgustos entre los jefes y oficiales;
muchos de los cuales sentían ya haber seguido a Piar. Con
tal motivo se reunió una junta de guerra en que la mayo-
ría se decidió por seguir en la empresa sobre Guayana.
Contribuyó mucho a este acuerdo la influencia del Coronel
José Antonio Anzoátegui, mayor general del ejército. Que-
daron descontentos algunos jefes y oficiales que se sepa-
raron y a su ejemplo también algunos de tropa.
Escaramuza con el enemigo y paso del río Caura
En fin de diciembre del mismo año 16 se puso en marcha
el ejército hasta orillas del Caura donde nos detuvimos
hasta lograr la construcción de dos curiaras para pasar el
río. Estaban ya del lado opuesto los enemigos, constantes
de dos compañías del regimiento español de Barbastro, y
306
Rafael Marrón González

otras dos compañías de morenos, bien parapeteados en


tierra. Tenían también en el río cuatro flecheras bien ar-
madas y tripuladas. Por la noche el valiente comandante
de marina Francisco Rodríguez (alias cabeza de gato) pasó
con tres hombres escogidos en una curiara que la casuali-
dad proporcionó, sorprendió una avanzada del flanco iz-
quierdo enemigo y logró con esto traerse una gran curiara
matando uno de los enemigos y conduciendo consigo
otro. Al siguiente día, como a las dos de la tarde, a pre-
sencia de los enemigos, echamos nuestras dos curiaras al
agua, de las cuales una se inutilizó en el acto, pero fue
ventajosamente suplida por la que acabábamos de captu-
rar. En ambas se embarcaron dos piquetes de infantería al
mando de los capitanes Valentín García y José María Lan-
daeta, para hacer río arriba el desembarco y obrar sobre
la izquierda del enemigo. Hacíamos entre tanto algunos
tiros de cañón, y al mismo tiempo se arrojó al río con pu-
ñal en boca y lanza en mano un escuadrón de caballería, y
el General Cedeño a la cabeza con dirección al paso real
donde estaban las flecheras enemigas. Pero tanto éstas
como las tropas de tierra después de haber hecho algunos
tiros de cañón huyeron vergonzosamente como sorprendi-
dos de tal arrojo. Su infantería continuó hasta Angostura,
y las flecheras se contentaron con observar durante los
cuatro días en que hacíamos el memorable pasaje del
Caura. Este hecho está casi olvidado aunque tan glorioso
para las armas republicanas y de tan importante resulta-
dos en la guerra de la independencia. Sin más oposición
llegamos frente a Angostura, y se puso en obra el atrevido
plan de ocupar la plaza por asalto.
El asalto a Angostura fue un desastre total
307
Rafael Marrón González

Dispúsose que llamasen la atención del enemigo los Coro-


neles Pedro León Torres por la batería Nº 2 y José María
Chipía por el atrincheramiento de la alameda con cien
hombres cada uno. Entre tanto el sereno y laborioso Co-
ronel Bartolomé Salom fue destinado con poco más de
doscientos hombres para dar el ataque principal por el
atrincheramiento de Perroseco. El resto del Ejército quedó
de reserva al pie del Cerro del Zamuro frente al reducto
enemigo con los Generales Piar y Cedeño y el E. M. La
noche estaba húmeda y tenebrosa, ni unos ni otros nos
mirábamos. A las doce nos pusimos en movimiento pero el
enemigo sin duda advertido de ello por su espionaje y por
los ladridos de algunos perros, rompió el primero con fue-
gos de Artillería y mosquetería en toda la cortina, baterías
y buques de Guerra, cuya luz igualaba a la del mediodía.
En tan malograda empresa perdimos más de setenta de
tropa que perecieron trepando impávidos los fosos y atrin-
cheramientos de Perroseco, murieron también los valien-
tes Comandantes Joaquín Peña y Capitán Pedro Cadenas,
muchos nos salvamos de ser fusilados unos a otros a fa-
vor de las voces papelón y queso que era la seña y con-
traseña. Más afortunado el Coronel Pedro León Torres,
pudo sorprender a los enemigos del número 2 y ocupar
esta batería pero al dar parte para que la reserva lo auxi-
liase, el enemigo desembarazado de su principal atención
lo obligó con los fuegos del reducto a retirarse. En fin ca-
da uno por donde pudo se incorporó a la reserva.
Al día siguiente, después de recogidos algunos heridos,
nos retiramos al sitio del Juncal, legua y media de la pla-
za. Piar dispuso por orden general que el Coronel Salom y
los demás oficiales que asistieron al asalto llevasen en el
308
Rafael Marrón González

pecho de sus casacas pendientes de una cinta roja el mo-


te distintivo “Valor y fortuna en Perroseco, en 1817”.
Piar entiende que el asunto era como Bolívar decía
No era posible esta tentativa: la inacción debía desmorali-
zar al ejército, y el interés con que en él se supo la apro-
ximación del General Bolívar a Barcelona hacía temer que
mucho se separasen para incorporársele, como en parte
sucedió. (En el tránsito se recibió con general entusiasmo
una carta del General Bolívar en que elogiaba nuestros
progresos y nos titulaba bravos de los bravos de Venezue-
la ofreciendo que pronto estaría con nosotros a participar
de nuestros trabajos marciales. En la noche del día si-
guiente el Comandante Ramón Segura con su escuadrón
se separó dirigiéndose a continuar sus servicios a Barcelo-
na). Dispusieron pues, Piar y los demás Jefes, ocupar las
Misiones del Caroní, mientras el General Cedeño continua-
se con la mayor parte de la caballería al frente de Angos-
tura. Así se realizó al pronto y con el mejor suceso. Nos
apoderamos de la parte oriental o Bajo Orinoco, y cayeron
en nuestro poder 22 capuchinos o misioneros catalanes
aborrecidos de los indígenas.
Piar en Upata
Establecimos el cuartel general en Upata, villa central de
las Misiones, y muy afectos sus vecinos a la causa de la
independencia: allí abundamos ya en recursos de hombres
aunque indígenas, caballos y ganado. Contaba ya nuestra
infantería de algo más de 500 hombres, conservando sus
primitivos nombres los batallones Guardia de honor de S.
E. el Jefe Supremo, Conquista y Barlovento. Teníamos un
sobrante de 200 fusiles con que armamos a la recluta in-
dígena misionera, y todavía para una parte de estos tuvi-
309
Rafael Marrón González

mos que construir lanzas a toda prisa. Les enseñábamos a


un tiempo el ejercicio militar y la parte necesaria del habla
española que la política astuta de los santos misioneros
les tenía como vedada.
Piar en San Félix
El ejército se trasladó a San Félix como punto más inme-
diato a las fortalezas de la baja Guayana, sustituyendo los
misioneros de cada pueblo por Jefes militares para el
apresto de recursos. Nuestro ardor marcial que con el re-
poso de tres meses en las Misiones parecía desalentarse,
se reanimó vivamente con la noticia de haber venido a
Angostura el Brigadier español Don Miguel de la Torre con
una fuerte División orgullosa de sus triunfos adquiridos en
la Nueva Granada Cuando después supimos que la misma
División acercándose había llegado a las fortalezas de la
baja Guayana, salimos por dos días a la sabana de maña-
na y tarde a esperarlos para el combate.
La batalla de San Félix, contada por Conde
Al fin aparecieron como a las dos de la última tarde en
que el Brigadier la Torre nos presentó su ejército más
fuerte que el nuestro, así por su número como por su dis-
ciplina y buen armamento, constante de 1.700 combatien-
tes de lucidas armas, divididos en tres masas de columnas
cerradas, y guarnecidos sus costados con cazadores y ca-
ballería de Artillería volante…
Orden y contra orden de Piar y audacia de Chipía y
Landaeta
…El nuestro era de 1.200 con algo menos de 700 fusiles
en mal estado. Para dar más extensión a nuestra línea se
colocaron en segunda fila a los indios lanceros. Reconoci-
das perfectamente por nuestros Jefes aquellas tres masas,
310
Rafael Marrón González

Piar resolvió con ellos contramarchar para formar la línea


de batalla en un bajo a inmediaciones del pueblo donde a
nuestra derecha quedase bien cubierta por un morichal
espeso y fangoso. Pero al empezar con este fin a desple-
gar nuestra masa, cambió Piar de opinión mandando que
por el flanco izquierdo marchásemos a establecer la línea
a la falda de una pequeña altura (Nota: el Cerro El Gallo,
al Occidente al camino de San Miguel, a una legua - 5.572
metros - de la ribera del Orinoco) por temor a que se
apoderara de ella el enemigo. Éste, que conoció sin duda
nuestra incertidumbre al emprender el nuevo y falso mo-
vimiento, no nos dio tiempo de terminarlo, y continuó so-
bre nosotros a paso de ataque y arma a discreción como
con intención de pasar y repasar nuestra sencilla línea. Ya
a tiro de pistola y cuando tal vez el enemigo nos creía en
retirada sin tiempo para aguardar orden del Jefe principal
(Piar), se dio la siguiente voz por el coronel José María
Chipía, Comandante del batallón de Barlovento que iba
con la cabeza a la izquierda: “Alto, frente, alinear”, y a
esto continuó el Capitán con grado de Teniente Coronel
José María Landaeta que añadió: “Fuego a la bayoneta”.
Pronunciarse estas voces, dar frente a toda la línea simul-
táneamente siguiendo el movimiento de la izquierda, des-
cargar el que pudo su fusil y acometer a punta de bayone-
ta, fue toda la obra del momento y la pronta inspiración
del valor, que prevaleció solo en esta vez, como en tantos
otros, sobre el número y la disciplina de los enemigos.
Fin de la batalla
Ya no se oyó más tiros que los que ellos solían hacer en
su retirada y las voces de “firme Cachirí” con que Ceruti,
Jefe del Estado mayor y de la plaza de Angostura, logró
311
Rafael Marrón González

todavía conservarlos en algún orden, mientras que los


nuestros seguían el primer ímpetu con que al fin los pusie-
ron en completa derrota, haciéndoles la más horrible mor-
tandad.
El saldo de la batalla
Solo se salvó el Brigadier la Torre con diez individuos más,
dejando en el campo 780 cadáveres y el resto prisionero.
Fue perseguido hasta el Puerto de las Tablas por un pi-
quete de caballería mandado por el Capitán Juan Antonio
Mina.
Los nuestros
Por nuestra parte perdimos solo diez de tropa, al impávido
José María Chipía y al intrépido y denodado Capitán José
María Landaeta; siendo notable que perecieran estos dos
únicos Jefes los mismos que en el caso más inminente
empeñaron la batalla con las voces de mando notadas
arriba. Fueron al mismo tiempo heridos el Capitán Joaquín
Moreno y 28 de tropa.
Conclusión
Solo se perdonaron a los Americanos quienes fueron in-
corporados al ejército. Este triunfo nos dio hombres, mu-
niciones, armas, vestuarios y dinero. Al día siguiente des-
pués de hechos los honores fúnebres al Coronel Chipía y
Comandante Landaeta, fueron por orden general dados a
reconocer como generales de Brigada los Coroneles Pedro
León Torres y José Antonio Anzoátegui y otros más a ma-
yores grados previniéndose por ella también que los jefes,
oficiales y tropa llevasen en el brazo derecho un escudo
orlado de laureles y en su centro esta inscripción: “Laure-
les tomados en el campo de San Félix el 11 de abril de
1817”.
312
Rafael Marrón González

¿Cómo era Piar para esa época?


“Hasta aquí los hechos triunfales del General Piar. Pasaré
con disgusto los que ocasionaron su desgracia: pero antes
recordaré algunos rasgos de su carácter y fisonomía. Era
natural de la Isla de Curazao y educado en Caracas; de
regular estatura, ojos azules, barbilampiño y su tez algo
rosada; de imaginación e ingenio vivo, su edad como de
treinta y ocho a cuarenta años. Valiente y emprendedor,
pero poco aplicado a la disciplina militar: fuerte en sus
opiniones, en que siempre quería prevalecer; los transpor-
tes de su genio le hacían frecuentemente reprender con
acrimonia; pero fácil luego en apaciguarse, llegando a ve-
ces hasta a pedir perdón al subalterno a quien creyó
ofenderle: era también sincero, afable y cortés en sus
modales. Solía entretenerse con algunas obras de historia.
Era afortunado a la par que valiente. Solo una vez, que yo
sepa, fue derrotado en Cumaná”.

El comienzo de fin
“El general Bolívar, como había ofrecido, se nos presentó
a mediados de aquel año, 1817, en la Sabana de Angostu-
ra frente a esta importante plaza, en que fue reconocido
por Piar con el título común, como entonces se le daba, de
Jefe Supremo. Su primer paso fue reconocer todos los
ascensos y condecoraciones acordadas por Piar, y confir-
mó a éste el carácter de General en jefe. Enseguida mar-
chó con él al Cuartel General de San Félix, y dejó soste-
niendo el sitio de la plaza de Angostura a los Generales
Francisco Bermúdez, Tomás Montilla y Manuel Cedeño, el

313
Rafael Marrón González

Coronel Francisco de Paula Santander, Sub jefe entonces


del Estado mayor General, y no estoy cierto de si también
el General Carlos Soublette. El triunfo de San Félix atrajo a
la Provincia de Guayana casi a todos nuestros hombres
prominentes, excepto los Generales Monagas, Mariño, Za-
raza, Freytes y Rojas”.
En Upata comienza el rumor
“A pocos días de esto, Piar unido a Bolívar, se separó de
éste no sé con qué pretexto, y se dirigió a la villa de Upa-
ta. Allí principió con publicidad a hablar ignominiosamente
del Libertador, y éste habiéndolo sabido en Casacoima
donde se había trasladado el Cuartel General, le escribió
una carta amistosa llamándolo a ocupar su lugar pues lo
consideraba como el segundo Jefe del Ejército Libertador;
pero su contestación fue evasiva”.
Angostura ocupada
“En este intermedio la plaza de Angostura fue evacuada
por los españoles y ocupada por la división de Cedeño y
Bermúdez. También Piar entró después en ella con sinies-
tros designios, pues principió a seducir a varios jefes para
que desconociesen la autoridad del Jefe Supremo. Al sa-
berlo éste por cartas de los mismos a quienes trataba de
seducir, le ordenó de oficio se presentase en su Cuartel
General, pero Piar le desobedeció siguiendo siempre en su
plan de conspiración. Comisionó entonces el General Bolí-
var al Capitán Joaquín Moreno para que con su compañía
marchase a Angostura, aprehendiese a Piar y lo condujese
al cuartel General, con suyo fin solicitó también a los Ge-
nerales Bermúdez y Cedeño”.
Piar escapa

314
Rafael Marrón González

“Instruido Piar de tal disposición, por algún amigo secreto,


se puso en salvo dirigiéndose al otro lado del Orinoco. El
Jefe Supremo dio nueva comisión para perseguirlo y
aprehenderlo al General Manuel Cedeño acompañado de
los Comandantes Juan Francisco Sánchez y Juan Antonio
Mina con un escuadrón de carabineros. Ya había llegado el
General Piar a Maturín, donde se puso de acuerdo sobre
sus ideas sediciosas con otros jefes y algunos oficiales que
no es oportuno recordar (Nota: se desprende de esta in-
formación que Bolívar conocía a los implicados en la cons-
piración cuando decidió apresar a Piar, para intimidar a los
demás). La orden de prisión comprendió también a otro
Jefe principal que la evadió (Nota: ese otro jefe era San-
tiago Mariño). Piar fue alcanzado en Aragua de Cumaná
(es Aragua de Maturín, se comprende la equivocación por
el tiempo transcurrido) donde tenía ya a su a su devoción
un cuerpo considerable de caballería mandado por el in-
trépido Comandante Francisco Carmona, natural de Cu-
maná”.
Sedeño intima prisión a Piar, pero Conde no lo pre-
senció
“Dirigióse a la habitación de Piar el General Cedeño y con
su tono natural y aire resuelto, le dice: - “Compañero,
vengo a buscarlo a usted de orden del Jefe Supremo”. Piar
le contestó: - “Nada tiene que hacer conmigo el Jefe Su-
premo de esta tierra”. Cedeño entonces dirigiéndose al
oficial ayudante de campo de Piar, le dijo: - “Teniente,
mande usted a ensillarle la mula al General”, pero aquel le
respondió: - “No quiero, yo no obedezco sino a mi General
Piar”. Entonces Cedeño dio al Teniente un golpe de sable
mancándole totalmente el brazo izquierdo. Llega a la sa-
315
Rafael Marrón González

zón el Comandante Carmona con su caballería, mándale a


hacer alto y alinearse al frente de la casa, pero el Coman-
dante Sánchez al advertir esta operación, sale precipita-
damente de la sala y dice a Carmona: - “Compañero, ¿qué
va usted a hacer? No creo a usted capaz de ser causa de
que la sangre nuestra se derrame por un delincuente co-
mo lo es el General Piar él ha sido mandado a arrestar de
orden del Jefe Supremo a quien no dudo obedecerá us-
ted”. A tan sencillo y enérgico razonamiento contestó
Carmona: - “Si el General Piar es delincuente y debe res-
ponder al Gobierno, nada tengo que hacer por él: Escua-
drones: por grupos de a cuatro, columna a la derecha”.
Tal cual lo escribo me lo refirió en aquella ocasión el co-
mandante Sánchez y asimismo se dijo entonces con bas-
tante generalidad”.
Prisión de Piar
“Piar fue conducido sin prisiones a la capital de Angostura.
Bolívar ascendió a Cedeño a General de División, a Sán-
chez y Carmona a Coroneles, y a Mina a la efectividad de
Teniente Coronel o lo que es lo mismo a Primer Coman-
dante”.
El juicio
“Principiada luego y sustanciada la causa por sus trámites
se reunió el Consejo de Guerra y Oficiales Generales en
casa alojamiento del Almirante Luís Brión, presidido por
éste, y de jueces los Generales de Brigada Pedro León
Torres y José Antonio Anzoátegui, Coroneles José Ucrós y
José María Carreño, y los Primeros Comandantes Judas
Tadeo Piñango y Francisco Conde. Fiscal General Carlos
Soublette, Defensor Coronel Fernando Galindo y Secreta-
rio, Capitán José Ignacio Pulido. Este tribunal, según las
316
Rafael Marrón González

actas del proceso, dio su sentencia el 15 de octubre de


1817, condenándole unánimemente a muerte con degra-
dación, por los crímenes de inobediencia, sedición, conspi-
ración y deserción. El Jefe Supremo confirmó la sentencia
pero sin degradación, y señaló la ejecución para el día
siguiente a las 5 de la tarde y a presencia de todo el ejér-
cito”.
Conde y la relación con Piar en sus últimos momen-
tos
“Como a las 4 de la tarde del día de la sentencia me dijo
el General Piar: - “Capitán que ha opinado usted sobre mi
causa, ¿saldré bien o mal?”. – “Nada mi General puedo
opinar de ella por no estar instruido del proceso”. – “Ha
recibido usted – añadió – nuevas órdenes sobre la seguri-
dad de mi persona, pues parece haber oído reforzar la
guardia”. En efecto así era, pero, para no inquietarlo inú-
tilmente, le contesté: que era solo el relevo de un cabo y
dos soldados que se habían enfermado. – “Es insoportable
el calor, continuó, hagamos una sangría”. Se la hice, la
bebió, y se acostó luego a dormir hasta las 5 y media en
que le trajeron la comida. Lo desperté y cuando estába-
mos en la mesa me preguntó: - “¿Ha sabido usted si el
Consejo ha terminado?”. – “No lo sé, contesté, porque
nadie ha venido aquí”. – “¿Ni el Coronel Galindo?”. –
“Tampoco”. – “Estoy con un poco de cuidado, volvió a
decir, confío sin embargo en Brión y también en Torres y
Anzoátegui. ¿No son ellos dos hechuras mías? Su tío de
usted me parece un buen concepto; Galindo debe intere-
sarse mucho en hacer valer su defensa; le nombré mi de-
fensor porque es mi enemigo. Usted sabe el motivo desde
Upata. Ha trabajado la defensa a medida de mi deseo y se
317
Rafael Marrón González

empeñará con el Jefe Supremo, que creo es su pariente,


para que no la desairen”. En efecto el Coronel Galindo
tomó a su favor el más ingenioso y decidido interés. Piar
casi nada comió, pues tomó solo tres tazas de café. Como
a las ocho de la noche me preguntó si nada había sabido
del resultado del Consejo, y al contestarle “no señor, nada
sé”, dijo: - “Oh, nada sabe usted, vaya que es usted un
excelente oficial de guardia; prepare usted otra sangría,
que la hace perfectamente”. La preparé, la tomamos jun-
tos se acostó en la hamaca y quedó en un profundo sueño
sin despertar en toda la noche. Como a las diez vino el
Comandante Diego Ibarra con la orden que me comunicó
de acompañarme y la advertencia de que yo debía res-
ponder con mi vida de la seguridad del preso. –“Duerme
tu, Diego, le dije, que yo vigilaré sobre los dos y por los
dos”. A las seis de la mañana se levantó Piar, y al sentirlo
yo paseándose entré a saludarlo. – “Buenos días Capitán
Conde, me contestó, ¿y no hacemos sangría?”. Mientras
yo la hacía me preguntó otra vez por el Coronel Galindo
extrañado no hubiera venido a instruirle de algo. También
deseó otra vez saber de mí, si el Consejo se había termi-
nado el día anterior, le informé entonces que sí y que
pronto vendrían ya a notificarle la sentencia pero que ig-
noraba cuál fuese. . “No creo, continuó, que me fusilen,
me expatriarán, harán más, me proscribirán, en fin, be-
bamos la sangría y sírvanos de refresco”.
Piar recibe la terrible sentencia y su ánimo flaquea
“El Capitán José Ignacio Pulido, secretario de la causa,
estaba en el zaguán prevenido por mí, esperando que la
bebiese: entra luego y le manifiesta que venía a instruirle
de la sentencia por hallarse enfermo el fiscal. – “¿Es bue-
318
Rafael Marrón González

na o adversa?, preguntó, y al contestarle Pulido “no es


muy buena”, dio muestras de una inmutación diciendo:
“¿y cómo he de recibirla?”. – “Hincado”. – “¿Hincado?” Se
arrodilló al mismo tiempo y advertí al alargarle la mano
que su cuerpo todo estaba sobrecogido de una viva afec-
tación. Al acabársele de leer la sentencia se levantó apo-
yado en mi mano, y con una especie de frenesí empezó a
gritar por toda la sala “¡inocente, inocente, inocente!”. Se
rasgó la camisa y arrojó el lente que usaba de costumbre
al cuello. Al arrojarse en seguida a la hamaca cayó al sue-
lo. Lo levanté y le dije entonces acomodándolo en la ha-
maca: ¿qué es eso General, ha olvidado usted quién es? El
hombre ha nacido para morir sea cual fuere el modo que
la suerte le depare. Conformémonos, pues”. Cerró sus
ojos, y quedó inmóvil como en una especie de sopor”.
La sentencia lo había desestabilizado
“Después de media hora se levantó y me dijo: “Capitán
Conde, no crea usted que, y aun manifieste a todo el que
se lo pregunte, que eso que ha advertido usted en mí sea
una debilidad: no es cobardía, es solo efecto de de lo que
ha debido sufrir mi corazón al oír esa bárbara sentencia,
porque creí que mis compañeros me sentenciaran a muer-
te, tal vez por un error, y lo que es más, ejecutarme en
esta plaza que yo mismo he contribuido tanto a libertarla,
¿por qué no se me asesina secretamente?... pero en fin…
ya todo se acabó… Estoy resuelto a tragar la cicuta. Mán-
deme llamar a Jorge Melean”. Al ir yo a entregarle su len-
te que había recogido del suelo, me dijo: “quede usted
con él Capitán, pues siendo usted medio ciego podrá serle
útil”. Conservo todavía con el aprecio que debo esta me-
moria”.
319
Rafael Marrón González

No pudo mandar el pelotón ejecutor


“Después de un corto paseo que dio por la sala, me dijo
con viveza: “Yo no estoy degradado, y supuesto que sea
usted el oficial que ha de conducirme, ¿me permitirá man-
de yo la escolta que ha de ejecutarme?”. “No sé, le con-
testé, si eso puede serme permitido”. – “¿Y por qué no?
Repitió, solicítelo usted del Jefe Supremo”. Lo hice así,
pero el General Anzoátegui y el Comandante Francisco
Conde me hicieron saber que no debía permitírselo. Al
anunciarle esto y que Jorge Melean no estaba en la ciu-
dad, me fijó la vista como espantado y nada me contestó,
sentado con la cabeza sobre el brazo derecho apoyado en
la mesa en que estaba ya colocado el hermoso Crucifijo
que aún existe en el altar mayor de la Catedral de Angos-
tura a que pertenece. Creí este el momento oportuno para
preguntarle si quería lo llamase a algún sacerdote. – “Dé-
jese usted de eso ahora”, me contestó”.
Hoy estaré contigo en tu mansión
“Luego se levantó y metiendo la mano en el bolsillo como
acostumbraba en casos semejantes, fijó los ojos en el
Crucifijo y dijo: “Hombre salvador, esta tarde estaré conti-
go en tu mansión: ella es de los justos, allá no hay intriga,
no hay falsos amigos, no hay alevosos… A ti, los judíos te
crucificaron, tú mismo sabes por qué, y yo… y yo… por
simplón voy a ser fusilado esta tarde. Tú redimiste al
hombre, y yo liberté a este pueblo, ¡qué contraste! Luego
dirigiéndose a mí, me dijo: “Capitán Conde, yo habré sido,
no lo dudo, fuerte en reprender a mis súbditos; pero ¡cuál
es el que mande que no tenga sus actos de arrebato! Más
en mi interior jamás he guardado ningún rencor: mi cora-
zón nunca ha sido malo como los que me han vendido y
320
Rafael Marrón González

condenado. Yo los perdono, y también pido perdón a us-


ted por las impertinencias que de mí haya sufrido”.
La ejecución
“Traído el almuerzo, nada apeteció: solo de cuando en
cuando me pedía sangría. Como las once y media toman-
do una pequeña esclavina (prenda de vestir a modo de
capa muy corta que se lleva sobre los hombros, pegada
con frecuencia a otra prenda) que usaba, me dijo: - “No
tengo un grande uniforme que ponerme para morir, como
Ney, (Duque de Elchingen, mariscal francés que murió
fusilado en 1815) pero me basta esta esclavina, - y po-
niéndosela, añadió: - ¿Qué le parece capitán? - "Déjese de
eso por Dios, general, y piense en su alma - añadí. - "Dice
usted bien, Conde, que venga el provisor, porque este
viejo me parece ser hombre de los más racionales de su
oficio". Vino al pronto el prelado, lo confesó y se retiró
muy satisfecho. Me encargó Piar le avisase cuando fuese
la hora: luego que lo hice a las cinco, sin decirme más
palabra, tomó el Crucifijo, se hincó, rezó y lo besó. El pro-
visor lo acompañó hasta la puerta de la calle, donde volvió
a hincarse, hizo una oración, me dio el Crucifijo, y siguió
marchando con aire de serenidad. En el tránsito me dijo: -
“¿Conque no me permiten mandar la escolta? ". Llegado al
lugar de la ejecución, al pie de la bandera del Batallón de
honor, oyó leer nuevamente la sentencia con aire de des-
precio, teniendo su mano en el bolsillo, moviendo sobre el
suelo el pie derecho y tendiendo su vista a todas partes.
No queriendo que le vendase, se quitó por dos veces el
pañuelo que le puse; vendado por tercera vez, se abrió la
esclavina, descubrió el pecho y sufrió la ejecución”.

321
Rafael Marrón González

Conclusión de Conde
“Tal fue el desgraciado término a que precipitaron al Ge-
neral Piar su ingenio inquieto y el engreimiento de sus
servicios, realmente esclarecidos en la guerra de la ind-
pendencia pero de que quiso abusar introduciendo en el
ejército la división y la anarquía. Su muerte y la de otros
subalternos por la misma causa, aunque justamente sen-
tidas por sus compañeros de armas, sirvieron de útil
ejemplo aumentando visiblemente el vigor de la disciplina
militar y restableciendo la autoridad del Jefe Supremo,
título entonces del General Bolívar, conque continuó dan-
do movimiento y unidad a las operaciones de la guerra.
No existen ya muchos de los jefes y oficiales que tuvieron
una parte tan gloriosa en aquella interesante época de la
guerra de la independencia, y pues les debemos los re-
cuerdos de la gratitud, me complazco siquiera en poder
recordar a usted el nombre de algunos, el lugar de su na-
cimiento y el sitio u ocasión en que fallecieron, mientras
puedan otros consagrarles con más exactitud una memo-
ria más especial. Soy de usted su atento servidor Q. S. M.
B. Juan José Conde”.

La veracidad del documento


Se ha especulado que esta narración de Conde fue mani-
pulada por Blanco para alterar los hechos, y así lo sostuvo
un descendiente de Piar que supuestamente tendría el
original, lo que no puede ser cierto porque el original de
puño y letra de Conde lo heredó Ramón Azpúrua, el co-
rredactor del documentario de Blanco, y así se lo hace
saber al historiador Elías Landaeta que le escribe: “Cara-
cas, junio 7 de 1876. “Deseando para usos que me con-
322
Rafael Marrón González

vienen, poner en claro la procedencia de la relación sobre


los servicios y muerte del señor General en Jefe Manuel C.
Piar, que usted conserva entre los documentos para la
Historia del Libertador, espero de su bondad se sirva con-
testarme a continuación de esta carta los puntos siguien-
tes: 1º Si la relación sobre los servicios y muerte del Ge-
neral Piar que usted conserva, fue adquirida por el señor
General José Félix Blanco. 2º Por quién aparece escrita y
firmada la relación citada, que fecha lleva y si usted sabe
o recuerda desde cuando fue entregada al señor General
Blanco o a usted. 3º Si la relación citada, es escrita de la
misma letra del que suscribe como autor”.

Ramón Azpúrua responde


“Caracas, julio 7 de 1876. “Sin detenerme a pensar sobre
cuál sea el objeto de la investigación de usted que de-
muestra su atenta carta que precede, tengo el gusto de
contestarle. La relación, original, de los servicios del Gene-
ral Piar que yo conservo y a que usted alude, fue adquiri-
da desde algunos años por el señor Blanco a quien la faci-
litó el mismo señor Conde que la hizo de su letra y por
quien está firmada. Tiene la fecha “Maracaibo 10 de abril
de 1839”, como dirigida al Señor F. Z. E. Este documento
lo colocó el mismo señor Blanco en sus trabajos históricos
para la obra que estoy editando actualmente, y está men-
cionado por él, el señor Blanco, de este modo: Apuntes
del Coronel Juan José Conde, subalterno del General Piar
y testigo presencial de su ejecución, relativos al carácter,
méritos y servicios del General, los cuales deben insertar-
se en mi “Reforma”, a continuación de la proclama del
Libertador”.
323
Rafael Marrón González

Azpúrua explica porque accedió a publicar la rela-


ción de Conde
“… Ahora: me ocurre no terminar aquí esta carta. No
asiento a la exigencia que usted como paso puramente
suyo, me hizo esta mañana – segunda que se me ha he-
cho de este género, aunque tratándose en la primera de
otro pasaje de la historia – de no publicar los apuntes del
Coronel Conde, porque no puedo, porque no debo, aun-
que quisiera suprimir ni aun lo más mínimo de los trabajos
que el señor Blanco dejó ordenados para la obra confiada
a mi hombría de bien y a mi amor a la verdad histórica.
No suprimo ni lo más insignificante – creo que no hay allí
asunto insignificante – de lo de Blanco. Otra cosa será
aquello con que yo, continuando la Compilación, aumente
la obra. En este terreno tengo albedrío: puedo disponer lo
que sea conveniente en el caso, y así vengo obrando has-
ta ahora. Cuando he adquirido algún dato auténtico que
es una verdad útil para la historia a tiempo que es verdad
amarga que pueda turbar el reposo y manchar una fami-
lia, no lo incluyo. Y en estos apuntes de Coronel Conde,
que contienen verdades útiles, no veo punto alguno que
pueda ni aun indirectamente turbar el reposo ni manchar
la familia del heroico Piar, para retirarlos de la publicación
en el caso de que ello me correspondiese. Una parte de la
contestación que doy a usted al comienzo de esta nota, la
encontrará corroborada en el lugar correspondiente cuan-
do vea la luz el tomo en que se insertan los Apuntes men-
cionados. Allí verá usted que son estos una pieza de las
colocadas por el señor Blanco. Lo que yo coloco en esa
Compilación, lo que de ella es recopilación o producción
324
Rafael Marrón González

mía, se halla marcado con un asterisco que va puesto al


comienzo del título o sumario que lleva bajo su número
cada pieza”.

Un comentario
Como podemos apreciar, Ramón Azpúrua certifica la origi-
nalidad de la relación de Conde – escrita de su puño y
letra - 37 años después, y de ninguna manera denota que
haya sufrido el original, que expresa está en su poder,
alteraciones que generen invalidez. Y si con esto no fuera
suficiente, la Academia de la Historia en su Boletín Nº 184
de 1963, en ocasión de certificar la condición apócrifa de
un “testamento” de Piar publicado por la Gaceta de Cara-
cas, apela a la relación de Conde como fiel testigo de los
hechos, sin la menor alusión a tan citada manipulación. ¿O
es que la Academia también está en contra de Piar? No se
puede basar una defensa en la destrucción de reputacio-
nes, en acusaciones infundadas o en pretender que todo
lo que pruebe culpabilidad es producto de la perversión.
Piar es un personaje que concita conmiseración. Pero lo
que está planteado es si era acreedor a la pena de muer-
te. Hoy no podemos admitir que, tal como lo confiesa Az-
púrua, la piedad sea óbice para considerar si un documen-
to es publicable. La historia simplemente fue. El pasado es
inmodificable. Conde murió en 1848, a los 55 años, y por
supuesto, la recopilación de Blanco, que murió en 1872,
no había sido publicada. Lo fue en 1876.

325
Rafael Marrón González

Opiniones sobre el fusilamiento de Piar

Simón Bolívar
Perú de Lacroix cuenta en el Diario de Bucaramanga que
El Libertador le comentó, a él y al comandante Wilson el
25 de mayo de 1828, que "...la muerte del general Piar
fue entonces una necesidad política y salvó al país, porque
sin ella iba a empezar la guerra civil de las castas, y de
consiguiente, el triunfo de los españoles. Que el general
Mariño merecía la muerte, como Piar, por su defección,
pero que su vida no presentaba los mismos peligros, y
que por eso, la política pudo ceder a los sentimientos de
humanidad, y aun de amistad, por su antiguo compañero.
(...) Las cosas han mudado de aspecto, entonces, la eje-
cución del general Piar, que fue el 16 de octubre de 1817,
bastó para destruir la sedición: fue un golpe de Estado
que desconcertó y aterró a todos los rebeldes, desopinó a
Mariño y su Congreso de Cariaco, puso a todos bajo mi
obediencia, aseguró mi autoridad, evitó la guerra civil y la
esclavitud de mi país, me permitió pensar y efectuar la
expedición de la Nueva Granada y crear después la Repú-
blica de Colombia; nunca ha habido una muerte más útil,
más política y, por otra parte, más merecida. (...) Las co-
sas han variado: la muerte de un criminal en 1817 fue
suficiente para asegurar el orden y la tranquilidad, y ahora
en 1828, no bastaría la muerte de muchos centenares".
Pedro Briceño Méndez
"Se sujetó a Piar a un consejo de guerra que lo condenó a
muerte, y aunque la mayor parte de los jefes del ejército
temían que esta sentencia se ejecutase públicamente en

326
Rafael Marrón González

medio del pueblo y de las tropas que hablan sido seduci-


das, el general Bolívar declaró que prefería desafiar aquel
o cualquier otro peligro, antes que dar lugar a que una
muerte secreta se atribuyese a venganza suya; que la
muerte de Piar era un sacrificio doloroso que se hacía a la
justicia y a la seguridad pública para refrenar los grandes
crímenes. La sentencia se ejecutó en la plaza principal de
la ciudad, en presencia de todos los cuerpos de tropa que
la guarnecían. Sólo el general Bolívar no pudo contener las
lágrimas, al oír los tiros de fusil que ponían término a la
vida de aquel valiente que había dado tantos días de glo-
ria a la república. No me atrevo a decidir si fue más paté-
tico el suplicio de Piar o la aflicción y pena del general Bo-
lívar".

Repito, nada más lejos de la fortaleza de carácter de Si-


món Bolívar para quien la República estaba por encima de
todas las intrascendencias humanas, y que consideró el
juicio que llevó a Piar al paredón, como una decisión que
era imperativo tomar por razones de Estado.

Bartolomé Salom
Salom cuenta sus impresiones a O´Leary: “El delito, juicio
y muerte del señor general Piar, es cosa larga. Fue un
hombre a quien debí muchas atenciones, y sentiría que en
mi relación se me considerase parcial; sin embargo, pro-
cedo a hacer una sucinta pintura, tal cual yo la he creído.
Este jefe estaba en sus principios en muy buen sentido
con el Libertador, pero como hombre algo escaso de ta-
lento y un tanto ambicioso, con el agregado de ligero, lo

327
Rafael Marrón González

hicieron trastabillar varios jefes, sus amigos, con el objeto


de tumbarlo a él o al Libertador, agregándose ellos en
todo evento al lugar a donde se inclinara la balanza del
poder; ya han muerto dos y aún vive uno de esos jefes.
Así fue que después que lo precipitaron y que conocieron
que la balanza se inclinaba al Libertador, lo desampararon
y se pusieron del partido pudiente. "Piar, viéndose solo en
la arena y perteneciendo a la clase de pardos, partido res-
petable entre nosotros, no tuvo otro remedio que hacerse
corifeo de esta clase y tratar de armarlos para obtener el
triunfo que deseaba; por fortuna no lo consiguió, y no tu-
vo otro recurso que fugarse. Este es su delito. Aprehendi-
do con engaño que fue Piar por el señor general Cedeño y
coronel Carmona en el oriente, y conducido al cuartel ge-
neral del Libertador en Angostura, se procedió al juicio,
cuyo fiscal fue el señor general Soublette y el secretario el
capitán José Ignacio Pulido; manteniéndose en los prime-
ros días al señor general Piar en casa de uno de los dos
muertos de que hago mención en mi párrafo anterior - el
señor general Anzoátegui, - y después pasándolo a la cár-
cel bajo custodia. Concluido el proceso y puesto el dicta-
men fiscal, se nombró el consejo, el cual le sentenció a
muerte y el ejecutivo aprobó mandando ejecutar la sen-
tencia, la que se llevó efecto, después de las ceremonias
de nuestra religión. Yo, que como he dicho antes, apre-
ciaba a este jefe, me sepulté en mi casa desde que se le
puso en capilla hasta después de concluido el acto, y no
presencié nada; pero por algunos que vieron la ejecución,
supe que Piar, al llegar al patíbulo, se abrió el dormán que
llevaba abrochado por el pecho, y suplicó a los soldados

328
Rafael Marrón González

ejecutores que apuntaran bien. Esta acción no la hace un


débil, si efectivamente lo es".
Los dos muertos
Y en otra carta Salom aclara: "Efectivamente, mi amigo,
Anzoátegui y Sánchez son los dos muertos. El segundo de
los muertos redobló su infamia en Angostura el año de
1819 contra el Libertador, y murió poco después. (Nota:
Se refiere, en este último párrafo a que, siendo goberna-
dor de Angostura, Sánchez apoyó el derrocamiento de Zea
por Arismendi. Sin embargo, Sánchez mereció el afecto de
Bolívar). Por ahora diré a U. que merecí del general Piar
bastantes distinciones, y una de ellas puede verse en la
orden general que dio después de la acción de San Félix,
en donde me nombra jefe de su guardia de honor; que
jamás, ni remotamente me llegó a hablar contra el Liber-
tador, pero ni a sondearme, sabiendo que éste me creía
de su partido, y que por esta razón me había hecho algu-
nos desaires; testigo el señor general Soublette. No crea
U. por esto que yo quiero salvar a Piar de su error; fue al
fin criminal y sufrió el condigno castigo, pero no dude U.,
lo precipitaron, y en prueba de ello diré a U. que Perucho
Briceño fue su secretario y vivía en Upata junto con él, y si
hubiera traslucido algo contra el Libertador, se hubiera
separado. Muchos, mi querido general, que en el día quie-
ren aparecer inmaculados en la amistad del Libertador,
han sido más de una vez promotores o colaboradores de
bochinches contra él. Fecundísimos en estos actos fueron
el Oriente y Angostura, por los años de 1817, 18 y 19.
Hasta nuestro compañero y amigo José Gabriel Pérez to-
mó su partecita en aquella época. ¡Qué raros son los que
pueden decir estoy exento de esa mancha!".
329
Rafael Marrón González

Bartolomé Salom a Guillermo Tell Villegas


“El doctor Guillermo Tell Villegas (que sería presidente de
la República) hablando un día de año de 1857 con el Ge-
neral Bartolomé Salom, sobre el juicio del General Piar, le
preguntó: - ¿Qué piensa usted General, sobre el fusila-
miento del General Piar, fue justo o injusto? - Yo puedo
hablar, respondió Salom, con seguridad sobre este asunto.
Era yo subalterno de Piar como que estuve bajo sus órde-
nes al ponerse el sitio de Angostura, y se me complicó en
su causa atribuyéndome complicidad en sus tramas, que
no estuve como se esclareció en breve. La muerte de Piar,
muy sensible para todos, pero a más de que fue útil para
el servicio y para el triunfo de la República, pues entonó al
Gobierno que teníamos y mejoró la disciplina militar, fue
justa y legal. No sé yo que en sus proyectos estuviese
también el de guerra de castas: me parece que no; pero sí
el de destruir a Bolívar y ponerse él en su lugar como Jefe
Supremo. También es verdad que Piar tenía aversión a los
llamados mantuanos de Caracas, caraqueñitos, como él
los llamaba con repugnancia; y precisamente estaban con
el Libertador algunos como Soublette, Galindo, Blanco,
Piñango y otros”.

Daniel Florencio O´Leary


Memorias – Capítulo XIX - Página 423: “…. Todos los trá-
mites de la ordenanza fueron imparcialmente observados
en este juicio. Los delitos de Piar quedaron plenamente
comprobados por las deposiciones de testigos respetables,
entre los cuales hubo generales, jefes, soldados y paisa-
nos. El consejo le condenó a muerte por unanimidad. So-
metida la sentencia al jefe supremo la aprobó y firmó. No
330
Rafael Marrón González

faltó entonces quien recordase a Bolívar el influjo que Piar


tenía sobre las tropas que componían la guarnición de la
plaza, las mismas que debían ejecutar la sentencia, y que
entre los oficiales había amigos suyos y parientes (¿?¿?) ;
ni faltó quien le advirtiese del peligro de una sedición mili-
tar, promovida por las simpatías hacia su antiguo jefe.
Pero ni estas ni otras reflexiones pudieron mover su infle-
xible resolución, porque comprendía que de la crisis actual
dependía en gran manera la salud de la república. (…)
Llegó por fin el momento crítico para Piar y para Venezue-
la. Formaron las tropas en la plaza, y a las 5 de la tarde
del 16 de Octubre, entró en ella la escolta en medio de la
cual iba el general vestido con negligencia, cubiertos los
hombros con una corta esclavina. Al pasar delante de las
banderas las saludó con respeto, quitándose el sombrero,
mientras se publicaba el bando. Sentóse enseguida en el
banquillo, consintió en que le vendasen y murió con gran
valor. Los soldados dispararon sus armas contra él, y sin
con disgusto, no lo revelaron en sus semblantes. Algunos
jefes sintieron su triste fin, pero reconocieron la justicia de
la sentencia, y todos al escudriñar su vida reprobaron su
conducta. La firmeza de Bolívar aseguró los destinos de la
República. El general Mariño, sin duda, mereció la misma
suerte que Piar, pero era menos peligroso que él, y basta-
ba un solo ejemplar”.

Juan José Conde


Ver “Conclusión de Conde”, página 322

Juan Bautista Irving

331
Rafael Marrón González

Nativo de Baltimore, Estados Unidos, este político, perio-


dista y diplomático, fue fundador del periódico The Co-
lumbian, en Nueva York Algunos historiadores se empe-
ñan en aludir un informe de este Agente de negocios es-
tadounidense, como una prueba de la inocencia absoluta
de Piar y de que fue castigado, con un juicio amañado por
Bolívar y Brión, por "proferir invectivas contra toda dicta-
dura", como escribiera Irvine. Omiten que este señor se
encontraba en Angostura en diligencias ante el gobierno
para exigir una indemnización por los daños causados a
las goletas apresadas por los patriotas por intentar burlar
el bloqueo que impedía el suministro de armas y víveres a
los realistas de Guayana la Vieja y de Angostura. El oficio
de Irvine, donde alega la inocencia de Piar, está fechado
el 9 de noviembre de 1818, con él este agente de las na-
vieras estadounidenses trataba de ofender a Bolívar, quien
responde a sus insolencias: “... no permitiré que se ultraje
ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela, de-
fendiéndolos contra España ha desaparecido una gran
parte de nuestra población y el resto que queda ansía por
merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela comba-
tir contra España, que contra el mundo entero, si todo el
mundo la ofende”. Este manifiesto es considerado como
una segunda declaración de independencia y, el año 1930,
la gobernación del estado Bolívar colocó en el Panteón
Nacional una lápida con esta inscripción.

Carlos Marx
Los editores de La New American Cyclopedia pidieron a
Carlos Marx escribiera unas biografías de algunos líderes
mundiales de la época, entre ellos Simón Bolívar. Carlos
332
Rafael Marrón González

Marx se basó en un panfleto descalificador e inexacto es-


crito por el despechado Doucodray Holstein, para escribir
una insulsa y mediocre, como todo lo suyo, biografía del
héroe americano por excelencia, a quien apellida Bolívar y
Ponte, llena de prejuicios e infundios. En el segmento co-
rrespondiente al caso de Piar, narra, con absoluto desco-
nocimiento de los hechos: “Piar, un hombre de color (Piar
era blanco), originario de Curazao, concibió y puso en
práctica la conquista de la Guayana, a cuyo efecto el almi-
rante Brión lo apoyó con sus cañoneras. El 20 de julio, ya
liberado de los españoles todo el territorio, Piar, Brión,
Zea, Mariño, Arismendi y otros convocaron en Angostura
un congreso de las Provincias y pusieron al frente del Eje-
cutivo un triunvirato; Brión, que detestaba a Piar y se in-
teresaba profundamente por Bolívar, ya que en el éxito
del mismo había puesto en juego su gran fortuna perso-
nal, logró que se designase al último como miembro del
triunvirato, pese a que no se hallaba presente. Al enterar-
se de ello Bolívar, abandonó su refugio y se presentó en
Angostura, donde, alentado por Brión, disolvió el congreso
y el triunvirato y los remplazó por un “Consejo Supremo
de la Nación”, del que se nombró jefe, mientras que Brión
y Francisco Antonio Zea quedaron al frente, el primero de
la sección militar y el segundo de la sección política. Sin
embargo Piar, el conquistador de Guayana, que otrora
había amenazado con someter a Bolívar ante un consejo
de guerra por deserción, no escatimaba sarcasmos contra
el “Napoleón de las retiradas”, y Bolívar aprobó por ello un
plan para eliminarlo. Bajo las falsas imputaciones de haber
conspirado contra los blancos, atentado contra la vida de
Bolívar y aspirado al poder supremo, Piar fue llevado ante
333
Rafael Marrón González

un consejo de guerra presidido por Brión y, condenado a


muerte, se le fusiló el 16 de octubre de 1817. Su muerte
llenó a Mariño de pavor. Plenamente consciente de su
propia insignificancia al hallarse privado del concurso de
Piar, Mariño, en una carta abyectísima, calumnió pública-
mente a su amigo victimado, se dolió de su propia rivali-
dad con el Libertador y apeló a la inagotable magnanimi-
dad de Bolívar. La conquista de la Guayana por Piar había
dado un vuelco total a la situación, en favor de los patrio-
tas, pues esta Provincia sola les proporcionaba más recur-
sos que las otras siete Provincias venezolanas juntas”.

Constancio Franco (Rasgos biográficos de los pró-


ceres, 1880: Biblioteca Luís Ángel Arango, Colom-
bia)
“Bolívar i Piar eran dos grandes hombres, i aunque ambos
concurrían a un mismo fin, cuando tocaban a la cúspide
de la gloria, el uno escluía al otro. Entre aquellos dos espí-
ritus había una rivalidad formidable, i era imposible que
teniendo ambos un mismo objetivo, el ser cada uno, sin
contradicción, el fundador de la Patria libre, pudieran
aceptar igualmente el dictado de padres de la República,
sin que la grandeza del uno rebajara la grandeza del otro.
Aníbal quiso ser solo, Washington, a pesar de su humil-
dad, osó también que lo reconocieran único en el drama
que a sus piés se desarrollaba. Bolívar no gustaba tampo-
co de la oposición; oposición que hecha por Piar, que lle-
vaba en su cerebro una gran cantidad de electricidad re-
volucionaria, hubiera llegado a ser de funestas consecuen-
cias a la libertad. Alguno de estos dos héroes tenia que
morir, porque a la altura a que habían llegado los aconte-
334
Rafael Marrón González

cimientos, tal vez uno de los dos estaba por demás en la


escena. Murió Piar, porque Bolívar o era mas coloso o mas
dilijente para no permitir que sus glorias se menoscabaran
en lo mas mínimo, siendo el fusilamiento de aquel Titán
de la guerra la crisis patética de la historia de nuestra in-
dependencia, i el hecho mas característico de cuantos se
sucedieron en las filas republicanas en aquella época tem-
pestuosa”. (Sic).

Vicente Lecuna
Vicente Lecuna, en el Catalogo de errores..., acota: "¿Qué
medidas había tomado el Jefe Supremo todo este tiempo,
es decir desde su fuga el 26 de julio hasta el 17 de sep-
tiembre? Ninguna. Embargado por sus trabajos contentose
con lanzar un manifiesto el 5 de agosto, dos días después
de la toma de Guayana la Antigua, condenando los pro-
yectos subversivos de Piar. La comunicación de Rojas (el
general Andrés Rojas) del 19 de agosto referente a los
manejos del rebelde de Cumanacoa (Piar continuaba soli-
viantando las tropas) y la exigencia de que se le manda-
ran fuerzas para contenerlo, determinaron el nombramien-
to de Sedeño el 17 de septiembre, para llevar alguna tro-
pa a Maturín, imponer la autoridad del Gobierno y perse-
guir a los facciosos. ¿Por qué tardó tanto el Jefe Supremo
en tomar esta medida? Creyó que Piar abandonado a sí
mismo fracasaría en su empeño, o bien esperaba abrumar
a sus enemigos de Oriente con un triunfo en los llanos
antes de que pudieran hacer daños irreparables. Consa-
grado a la organización de los servicios públicos y a los
preparativos de la próxima campaña, ideaba ponerse en
marcha con todas las tropas hacia Calabozo y el Apure sin
335
Rafael Marrón González

ocuparse de Piar y de Mariño; y aun después de haber


despachado a Sedeño hacia Maturín continuó tomando
disposiciones para emprender la campaña, al parecer sin
esperar el resultado de la persecución a los rebeldes. En el
primer momento dispuso enviar a Sedeño con la brigada
de infantería de Pedro León Torres y un escuadrón de ca-
ballería, pero al saber la derrota de las fuerzas de Mariño,
solo dio a Sedeño medio escuadrón de carabineros man-
dados por el honrado llanero Remigio Femayor, una de las
lanzas más temidas de Oriente".

Gerhard Masur
El escritor alemán que publicó en 1948 una biografía ana-
lítica de El Libertador, expresa con referencia al caso Piar:
“Los biógrafos de Bolívar no son unánimes en su opinión
con respecto al fusilamiento de Piar. Se acusa a Bolívar de
haber actuado a instancias del odio racial, del ansia de
poder e incluso de envidia frente a un posible rival. Pero
ninguna de estas acusaciones es plausible. Piar fue culpa-
ble de rebelión. Nadie lo ha podido negar. Lo que queda
es el aspecto humano y político del drama. Piar fue uno de
los patriotas más valientes y sus hazañas fueron grandes
e importantes. Pero sí Bolívar puede ser acusado de ha-
berlo olvidado, hay que recordar también que hizo lo posi-
ble por mantener a Piar de su lado. La tragedia de Piar fue
no comprender que había terminado el tiempo de la gue-
rra de bandas. Había sobrestimado su propia capacidad y
menospreciado la de Bolívar. Bolívar tenía algo más que
poder de su lado; también tenía razón. Poseía una gran
visión continental y un programa para concretarla. Piar no
tenía sino deseos personales”.
336
Rafael Marrón González

Francisco Herrera Luque


El libro de Antonio Rodríguez Vila, “El teniente general
Pablo Morillo”, publicado en Madrid en 1910, incluye una
carta que este jefe realista le envía al Ministro de Guerra
de España, en 1817, y que Francisco Herrera Luque inclu-
ye en su obra “Manuel Piar: Caudillo de dos colores”: “…
Piar, que es mulato y el de más importancia entre las cas-
tas, tiene relaciones muy estrechas con Alejandro Petión,
mulato rebelde que se titula Presidente de Haití y que am-
bos proponen formar un establecimiento en Guayana que
asegure su dominación en América, donde es de presumir
quieran renovar las escenas del Guárico y demás posesio-
nes en Santo Domingo (se refiere a la matanza de blan-
cos). Se han interceptado varas cartas a los rebeldes que
anuncian estas ideas, las cuales yo no he visto, pero exis-
tiendo en poder del Mariscal de Campo D. Salvador Moxó,
estoy cierto las habrá puesto en conocimiento de V. E.”.
Herrera Luque, con su autoridad de científico e historia-
dor, comenta: “Es posible que los mismos españoles, tal
como sucedió en tiempos de Boves, ante la inminencia de
un peligro común como sería la guerra de razas, informa-
ran al Libertador sobre este complot. En ese mismo año se
infiere, a través de una carta que el Libertador escribe a
Briceño Méndez, un alejamiento o ruptura con Petión, ya
que al hablar de los peligros de la tiranía, escribe: “…
Tranquilícese usted, no estamos ni en Constantinopla ni
en Haití”. De haber sido cierto lo que revela Morillo, hu-
biese sido tan peligroso y conflictivo para el Libertador
difundir estos hechos, como la hipotética connivencia de
Piar con Portugal (se refiere a la posibilidad de que Piar
337
Rafael Marrón González

estuviera conspirando para anexar Guayana a Brasil, por


sus supuestos nexos con la casa real de Portugal). En
cambio, sería razón suficiente para condenarlo a muerte,
previa degradación de haberlo sabido sus jueces. En nues-
tra opinión esto es lo que nos explicaría por qué hombres
tan justos como los que constituyeron el Consejo de Gue-
rra, ante pruebas aparentemente viciadas e insuficientes
lo condenen con tanta saña a la última pena, previa infa-
mación (Nota: no es cierto que fue “infamado”, pues los
jueces votaron por no degradarlo). Es posible también que
las acusaciones esgrimidas en este orden hayan sido fal-
sas y calumniosas por parte de los españoles” (Nota: el
novelista concede a los españoles una influencia exagera-
da en decisiones tan delicadas como la del juicio a Piar.
José Domingo Díaz también lo cree así al grado de arro-
garse el suplicio de Piar por sus falsificaciones en la
Gazeta de Caracas).

Juan Bosh (historiado y político dominicano)


“Manuel Piar era un caudillo en potencia de la guerra so-
cial, el hombre que podía renovar en 1817 el tipo de gue-
rra que había hecho Boves. Bolívar, que comprendió el
peligro en que se hallaba la lucha por la independencia de
volver a empantanarse en una guerra social, tomó la deci-
sión de impedir la rebelión del general Piar a cualquier
precio. La generalidad de los historiadores cree que la ac-
titud de Bolívar frente a Piar —y de Piar frente a Bolívar—
fue una mera batalla de dos hombres por la preeminencia
militar. Sin embargo, Bolívar fue explícito en el punto y
dijo con toda claridad que fusiló a Piar porque éste quiso
resucitar la guerra social (“guerra de colores” la llamaba
338
Rafael Marrón González

Bolívar); y Bolívar fue hombre de honestidad intelectual


poco común, que podía callar la verdad, o decirla a me-
dias, si decirla por entero perjudicaba sus planes políticos,
pero que era completamente incapaz de una mentira. Por
honestidad intelectual y además porque era una naturale-
za viril en la plena acepción del término, Bolívar no men-
tía...”.

Rafael Marrón González


Con el caso de Piar se han tejido no pocas opiniones hosti-
les a Bolívar, muchas de ellas francamente pueriles, a
quien acusan de celos militares y de pretender el supuesto
liderazgo de Piar en Guayana, obviando que Piar había
reconocido a Bolívar como Jefe Supremo, y así lo demues-
tra en su correspondencia - como por ejemplo la del 19 de
enero de 1817 en la cual le informa del desarrollo de sus
operaciones de Guayana: "...Yo espero que siendo mi pro-
yecto tan conforme al bien de la patria y a las intenciones
y planes de V. E. merecerá su aprobación... Las ventajas
que nos ofrece esta Provincia libre son incalculables... To-
dos estos recursos, manejados por su sabia dirección ad-
quirirán un nuevo mérito y producirán efectos más gran-
des..." -. Y, además, que toda la oficialidad de Piar prove-
nía del ejército de Bolívar por lo que Piar carecía en esos
momentos – a partir de mayo de 1817 - de cualquier in-
fluencia sobre el ejército que comandó en San Félix, a pe-
sar de que muchos de los oficiales eran pardos, dada la
dinámica impresa por Bolívar en el aseguramiento del te-
rritorio guayanés y de su campaña para liberar el Orinoco,
lo que logra en agosto con la Batalla de Cabrián. Sin lugar
a dudas, Piar apoyó al gobierno de Cariaco y desesperado
339
Rafael Marrón González

por su situación militar, al ser destinado a ocupar un lugar


anodino en la administración de las Misiones, mientras
continuaba sin su concurso, las acciones que había planifi-
cado, considerando, en su malestar, que había sido rele-
gado por pertenecer a la clase de los pardos, trató de
granjearse el afecto de estos humildes oficiales, muchos
analfabetas y provenientes de escenarios proclives al re-
sentimiento social, contra Bolívar y los jefes mantuanos.
Descubiertos sus cometarios maliciosos y sus visitas a los
campamentos, cuando estaba licenciado de su cargo, a
petición propia, decidió escapar para no enfrentar la ira de
Bolívar, lo que no hubiera pasado de una posible degrada-
ción. Y en su huída sus edecanes cometieron innobles ex-
cesos contra ciudadanos de Upata, manchando sus hojas
de servicio. Al no obedecer el mandato de presentarse al
Cuartel General, su pasaporte quedó revocado, y al decidir
huir hacia Maturín, cometió el deshonroso acto de deser-
ción, cuyo castigo para un simple soldado era el fusila-
miento, con más razón para todo un General en Jefe. To-
das las declaraciones, incluyendo las de sus propios testi-
gos, coinciden en asegurar que Piar continuó en Maturín
con sus intentos de soliviantar a los pardos contra Bolívar,
el propio capitán de navío Antonio Díaz, declaró que Piar
le ofreció el cargo de Almirante si lo seguía en su proyecto
de deponer a Bolívar de la jefatura suprema, a lo que este
soldado se negó. Pero su conspiración tuvo eco en varios
oficiales - tal como lo presento en el texto “¿Piar el único
conspirador?” - que fueron reducidos por la amenaza cier-
ta de exterminio emprendida por los generales Sedeño y
Rojas, ambos pardos, que según se desprende de algunas
declaraciones, llegaron a fusilar a otros en Maturín y An-
340
Rafael Marrón González

gostura. Una de las convicciones de Bolívar en aquella


hora, era que sin el concurso de los pardos y negros no
habría posibilidad de victoria contra los españoles, expe-
riencia obtenida en su larga lucha contra Boves, el primer
demagogo de estos tristes eriales conceptuales, por ello
procuró que un sentido de equidad en el orden militar de-
finiera los ascensos y repartos de beneficios. Y Piar, el
mulato Piar, era un ejemplo de ello, aunque se ha especu-
lado con un supuesto ascenso a general en Jefe otorgado
entre vítores por la oficialidad en El Juncal, cuando esa
victoria fue obtenida por Monagas y Mac Gregor, y la divi-
sión de Piar fue la única derrotada. Ese grado superior le
fue conferido por Bolívar el 12 de mayo de 1817, luego de
su triunfo en San Félix, pero en reconocimiento a sus ac-
tos militares en territorio venezolano durante los años
1815 a esa fecha de 1817. Es completamente cierto que
Piar trató de hacer armas contra el grupo de captura, co-
mandado por el general Sedeño, que fue con la misión de
hacerlo comparecer ante Bolívar a responder de las acusa-
ciones que habían ocasionado la reunión alarmada de una
junta de oficiales que reafirmó la jefatura de Bolívar ante
la tropa formada en posición de batalla. Esta resistencia
desesperada, que confiesa en su carta a Mariño, junto con
su escape desertor, parece evidenciar una conciencia cul-
pable. No es posible pensar que Piar no supiera las conse-
cuencias de sus actos, máxime cuando estaba en posesión
del Reglamento sobre el modo de conocer y determinar
las causas militares, aprobado el 7 de junio, y es un sim-
plismo emocional sostener que fue engañado con el sub-
terfugio de traerlo a Angostura solamente para entrevis-
tarse con Bolívar. Sobre todo, porque se negó a acudir
341
Rafael Marrón González

voluntariamente y hubo que atarlo y “ponerle una pistola


en los riñones”. Tenía que saber que dada su elevada dig-
nidad militar lo esperaba un Consejo de Guerra, por eso
su intento de escapar de sus captores corriendo hacia el
monte en Aragua de Maturín. Piar fue juzgado por un tri-
bunal constituido por oficiales superiores, dado su alto
rango, y recibió el respeto y consideración de un proceso
formal. Recibió el beneficio de una defensa impecable, lo
que califica como un acto netamente jurídico el juicio al
general Piar. Tanto los testigos como los jueces y el fiscal
y defensor fueron héroes indiscutibles de la Guerra Magna
y su conducta en nada señala se pudieran prestar para
una conjura contra uno de los suyos, tan valiente y deno-
dado como el que más. Los resultados de este juicio que
lo condenó a muerte, fueron altamente políticos y en eso
todas las partes estamos de acuerdo: Potenció la disciplina
militar y la autoridad de Bolívar y sometió a la obediencia
a otras voluntades díscolas como las de Mariño, culpable
también de sedición, pero decir que este juicio fue pre-
concebido por Bolívar para obtener esos resultados es
confesar el absoluto desconocimiento de la historia de esa
hora. Que Piar no tuviera la fuerza para desatar una gue-
rra social o de colores como la llamaba Bolívar, no signifi-
ca que no lo hubiera intentado o que por su amargura no
la hubiera invocado. Se consideraba un oficial victorioso y
afortunado cuyas estrategias militares le habían conferido
numerosos triunfos y esa fue su perdición. ¿Merecía la
pena de muerte? ¿Usted que opina? Todo acto contra la
unidad de objetivos en una guerra es un acto de traición:
Por eso Bolívar califica de lesa patria su principal crimen.
Piar fue condenado a muerte por un tribunal militar que le
342
Rafael Marrón González

garantizó el debido proceso, su derecho a la defensa, re-


futar a los testigos de la fiscalía cara a cara, y el veredicto
fue unánime. No olvidemos que estaba en curso la guerra
a muerte y su actitud puso en peligro la causa. Insisto en
reconocer en Piar un valiente adalid de nuestra indepen-
dencia, unido a todos los demás por la gloria, sin embar-
go, fue culpable de su propia desgracia, porque hay que
preguntarse, por mucho afecto que se le tenga, si desco-
nocía las implicaciones de su elevado grado dentro del
ejército, que contemplaba, además de responsabilidades
políticas, administrativas y diplomáticas, la de portaestan-
darte de la marcialidad militar. Y tanto su vergonzosa huí-
da como sus quejas insidiosas con subalternos destiñen
los laureles de su frente y desvalorizan los galones de sus
hombros. Por conocer esas responsabilidades el general
Bermúdez rechazó cinco veces el grado de General en Jefe
porque sabía que no estaba preparado para ejercer tan
alta distinción. Comparto plenamente el sentimiento de
pérdida que tiene la nación con la muerte por fusilamiento
de este eminente patriota, pero no puedo negar su culpa
ante la evidencia documental de la historia.

Primera carta de Bolívar a Piar

Cuando Bolívar realiza su Campaña Admirable y Llega a


Caracas el 6 de agosto de 1813, no conoce a Piar, nunca
lo había visto personalmente, aunque se había enterado

343
Rafael Marrón González

de que Piar había obtenido algunos triunfos en Oriente, en


la Campaña de Mariño iniciada con el acta de Chacachaca-
re, el 11 de enero de 1813, cuando encargado del mando
en Maturín defiende victoriosamente esta ciudad el 20 de
marzo ante el ataque del gobernador de la provincia de
Cumaná, Lorenzo Fernández de la Hoz, y el 11 de abril,
del ataque de los comandantes Remigio Bobadilla y Anto-
nio Zuazola; y por último, el 25 de mayo, de los intentos
del capitán general Domingo de Monteverde. Liberado el
Oriente del país, regresa a su vida de marino y organiza la
primera escuadrilla de Venezuela con la cual bate los bu-
ques enemigos entre Puerto Francés y Chuspa el 18 de
noviembre de 1813, donde recibió una herida.

Primera carta conocida de Bolívar a Piar


Desde el 3 de noviembre de 1813 hasta el 16 de diciem-
bre de 1813, Bolívar le envió siete cartas a Mariño mani-
festándole la necesidad de unir esfuerzos para salvar la
república. Pero el altivo jefe oriental se mantuvo sordo a
ese clamor, y envío, como una manera de salir del paso,
al general Manuel Piar, al mando de la escuadrilla que
comandó Bianchi en el asedio a Cumaná y que le fuera
suministrada por Arismendi, a bloquear Puerto Cabello
para colaborar con el sitio terrestre que mantenía Bolívar,
pero posteriormente anuló la orden dando instrucciones a
Piar para que regresara con la escuadrilla a Cumaná. Bolí-
var le responde a Piar, al enterarse de la orden de Mariño
por una carta suya:

“Valencia, 18 de diciembre de 1813. Al ciudadano coronel


Manuel Piar, general de la escuadrilla que bloquea a Puer-
344
Rafael Marrón González

to cabello: El oficio de V. S. de 29 de noviembre pasado


me transmitía una nota bastante dolorosa de su regreso a
Barcelona, sin haber tenido la complacencia de tratar per-
sonalmente a uno de los bravos libertadores del Oriente.
He sabido que V. S. se halla ahora en la escuadrilla que
bloquea a Puerto Cabello, y estoy seguro que mandándola
V. S. lograremos aniquilar a los sitiados que estrechados
ig…. ..ra, (ilegible) no tienen otro partido que capitular….
V. S se hecho distinguir por sus felices sucesos en el
Oriente, y la gloria de su carrera militar va a aumentarse
con nuevos triunfos en el Occidente de Venezuela. Salud y
valor &”. Bolívar.

¿Piar, hijo de aristócratas?

Los rumores sobre su origen aristocrático los comenzó a


difundir el propio Piar, que despreciaba a su madre mulata
curazoleña pero jerarquizaba su origen de una familia
mantuana de Tenerife, porque si lo era, su padre, el ma-
rino de ascendencia italiana Fernando Piar Lottyn – her-
mano de la madre de Carlos Soublette Aristeguieta, quien
sería su Fiscal en Angostura - pertenecía a una familia po-
derosa de Tenerife, por lo tanto Piar no mentía al asegu-
rar que procedía de familia distinguida aunque no fuera de
origen noble. Fue Bolívar en su Proclama de agosto quien
introduce el detalle: “… El general Piar ha tenido como un
timbre la genealogía de su padre y ha llegado su impru-
dencia hasta el punto de pretender no sólo ser noble, sino
aun descendiente de un príncipe de Portugal…”, esto últi-

345
Rafael Marrón González

mo lo usó en su juicio en Angostura su defensor Fernando


Galindo, quien acota: “… ¿Quién dudará que la falta del
árbol genealógico que se dice haber sido encontrado en
sus papeles, y en el que se le hace descender de los prín-
cipes de Portugal, es una invención forjada por sus
enemigos?...”. Además, tendríamos que analizar la situa-
ción social de la época para entender esta conducta de
Piar: Fue un hombre humilde que por su valor y constan-
cia llegó a ostentar el más alto grado militar de la Repúbli-
ca en armas. Y toda la oficialidad de su entorno procedía
de familias de origen noble: Ribas, Mariño, Bolívar, Anzoá-
tegui, Soublette, Pedro Briceño Méndez, Arismendi, Ber-
múdez, Sucre. O adinerada como la de Brión. Era una
guerra comandada por la nobleza venezolana. Y su origen
oscuro lo colocaba en una posición de inferioridad, aunque
por su físico y porte se confundía con ellos. Posteriormen-
te, los historiadores José Manuel Arroyo y Niño y Bartolo-
mé Tavera Acosta comenzaron a especular con la existen-
cia de un documento filiatorio de Piar con un príncipe de
la casa de Braganza, que lo había procreado con una da-
ma de la familia Jerez Aristeguieta, supuestamente de
nombre Belén, que, sustraído de las pertenencias de Piar
luego de su aprehensión, fue destruido por Guzmán Blan-
co, en cuyo poder estaban los documentos del juicio, aho-
ra en manos de la Academia de la Historia.
Veamos los hechos:
Tomemos como cierta la edad de 40 años que Piar confie-
sa tener en Angostura, cuando su juicio en 1817, lo que
desmiente de facto el haber nacido en 1782 como, para
ajustar su tesis a la realidad, aseguran los defensores del
origen aristocrático de Piar. Quien nació en 1782 fue José
346
Rafael Marrón González

Félix Blanco que sí era hijo de Belén Aristeguieta, y es esa


yuxtaposición la base de la teoría. Esa declaración de Piar
coloca su nacimiento en 1777. Su biógrafo holandés – que
asegura tener la partida de bautismo – sostiene que fue
bautizado en 1774.

Análisis de la dinastía Braganza


Los defensores del origen aristocrático de Piar, aseguran
que Piar era hijo de Belén Jerez de Aristeguieta Blanco y
Herrera y de José Francisco, Duque de Braganza, Príncipe
del Brasil, hijo de María II, reina de Portugal, que llegó a
Venezuela acompañando al marqués de La Fayette

1º - La reina María II nació en Río de Janeiro el año 1819,


dos años después de la muerte de Piar. Por lo tanto, se
descarta que el príncipe en cuestión sea de entre sus hi-
jos.
2º El marqués de La Fayette fue un noble francés que lu-
chó al lado de los patriotas estadounidenses contra los
ingleses, salió de puerto francés rumbo a América, por
primera vez y desafiando la prohibición real, en abril de
1777. Por lo tanto, no pudo pasear las calles de Caracas
un año antes.
3º Aunque Brasil era un principado desde 1634, el título
de príncipe de Brasil lo ostentaban exclusivamente los he-
rederos del trono de Portugal desde 1734. Así que el José
Francisco citado, debió ser José Francisco Xavier de Paula
Domingo Antonio Agostinho Anastacio de Braganza, hijo
de la reina María I, que nació el 20 de agosto de 1761, es
decir que para 1777, cuando supuestamente nació Piar,
tenía 15 años y estaba muy ocupado lidiando con su ma-
347
Rafael Marrón González

dre que se había erigido en Regenta del trono, allá en Lis-


boa, a la muerte de su abuelo José I, precisamente en
1777, fecha en la cual recibió el ducado de Braganza. José
murió en 1788, a los 27 años y lo sucedió el duque de
Braganza, Príncipe de Portugal, Joao VI, que nació en
1767 (tenía diez años cuando nació Piar). Ningún otro Jo-
sé aparece en la dinastía Braganza para esas fechas de
1774 o 1777.
4º La Casa Real de Portugal se vio forzada a emigrar a
Brasil, por la amenaza de la invasión napoleónica, en
1815.

Así que no existen ni remotos indicios de que algún prínci-


pe real portugués anduviera por las calles de Caracas co-
rreteando a las hermosas primas de Bolívar.

El caso de las nueve musas


Como “La nueve musas” – por la tradición de su belleza -
bautizó el historiador Vicente Lecuna a las hijas de Miguel
Jerez de Aristeguieta y Lovera y Josefa Blanco y Herrera,
ambos de cercano parentesco con Bolívar. Pero ellas eran
once: María Antonia, nacida en 1753, murió a los 21 años,
en 1774. María de las Mercedes, 1755. Rosa María de Je-
sús, 1757. Juana, muerta al nacer, 1758. María Begoña,
1760. Francisca Fulgencia, 1762. Teresa de Jesús, 1763.
María Belén, 1765. Josefa María, 1771. María Antonia Pe-
tronila, 1774. Manuela Josefa, 1776.

De todas ellas los defensores del origen aristocrático de


Piar, escogieron a Belén, nacida en 1765, tenía 12 años

348
Rafael Marrón González

cuando nació Piar, según su confesión, o nueve según su


biógrafo holandés. Y la escogen porque si tuvo su desliz,
pero el producto fue un enemigo de Piar, el sacerdote,
jefe de las Misiones de Caroní, José Félix Blanco, nacido
en 1782, cuando Belén tenía 17 años, que fue criado por
la negra liberta Bartola Madrid, y bautizado por José Do-
mingo Blanco, de quien tomó el apellido. En 1787 Belén se
casó con el capitán del cuerpo de artillería del ejército es-
pañol Joaquín Pérez y Narvarte y se separó en 1799. En
1814 Belén siguió a Bolívar en la emigración a Oriente,
para pasar a las Antillas, donde sobrevivió cantando y to-
cando guitarra, hasta que, en 1818, con su hija Soledad,
pudo viajar a Angostura, decretada por Bolívar como pa-
tria de la libertad.

Descartando, además de María Belén, por el comentario


anterior, a las fallecidas, María Antonia (la primera) y Jua-
na, y a las menores, para esa fecha de 1777 o 1774, Jose-
fa María, María Antonia Petronila (abuela de Guzmán
Blanco) y Manuela Josefa. Nos quedan cinco: María de las
Mercedes, Rosa María de Jesús, María Begoña, Francisca
Fulgencia y Teresa de Jesús. Pero María Begoña se casó
en 1775 con Juan Martín de Iriarte y Echeverría, y María
de las Mercedes y Francisca Fulgencia, casadas también
en 1775, se residenciaron en España con sus esposos y
jamás volvieron a Venezuela. Nos quedan dos: Rosa María
de Jesús que contrajo matrimonio en 1776 con el militar
español José de Castro y Araoz. Y Teresa de Jesús que
casó con Antonio Soublette y Piar, y fue la madre de Car-
los Soublette. Así que nos queda ninguna para sostener la
leyenda.
349
Rafael Marrón González

Así que Piar era hijo legítimo o reconocido – la madre


aseguraba a la vez haber estado casada con Fernando Piar
y que era la madre natural de Piar – de Fernando Piar
Lottyn y de María Isabel Gómez Quemp.

Todos los defensores del origen aristocrático de Piar, coin-


ciden en reconocer a María Isabel Gómez como “mulata”,
es decir mestiza, descendiente de blanco y negra (o vice-
versa). Ahora bien, ¿no es probable que de la relación de
una mulata (mestiza) - 50 y 50 - con un blanco produzca
un hijo de las características caucásicas de Piar cuyo pelo
ensortijado, aunque claro, revelaba su sangre negra? Con
el cognomento de “bachaco” definimos en Venezuela a los
mestizos blancos cuyo pelo delata su ascendencia africa-
na. Así era Piar.

En nada cambia su conmovedora y heroica historia el ori-


gen de Manuel Piar, fue un bravo defensor de la libertad
de Venezuela y un militar victorioso. Su vida ocupa un si-
tial en el corazón de la historia patria. Su memoria en el
Panteón Nacional y su estatua en el Cerro El Gallo, en San
Félix, lugar de su más importante victoria, son expresiones
del agradecimiento de los venezolanos por su contribución
a la causa de la libertad.

350
Rafael Marrón González

La investigación de
Manuel Landaeta Rosales
“El 5 de julio de 1822 María Isabel Gómez, natural de Cu-
razao y vecina de Caracas, hizo una petición al general
Santiago Mariño, para que éste le certificara si su hijo Ma-
nuel Piar había servido a la República hasta su muerte y si
era General en Jefe. Mariño le certificó al margen como
pedía la Gómez, al día siguiente 6 de julio de 1822. Luego
concurrió la Gómez a la Comisión de repartimiento de Bie-
nes Nacionales para que se le acordara el haber militar
que correspondía a Piar. La Comisión acordó que la Gó-
mez probara su calidad de madre natural de Piar, y aque-
lla levantó una justificación de testigos para probar que
hacía más de treinta años que había venido de Curazao,
trayendo a su hijo natural Manuel Piar, habido con Don
Fernando Piar, y que había estado antes en La Guaira con
su hijo Manuel Piar que vino de 10 años de edad de Cura-
zao donde nació. Los testigos que presentó la Gómez fue-
ron Feliciano Palacios, Nicolás de Castro, Pedro González,
Rafael Uriarte y María Nanclares, declarando sólo los tres
primeros por hallarse ausentes los dos últimos. Los dichos
Palacios, Castro y González dijeron ser cierto todo lo ex-
puesto por la Gómez, agregando Don Feliciano que había
visto los documentos en que constaba que el general Ma-
nuel Piar era hijo natural de la Gómez y Don Fernando
Piar. Con aquella justificación se presentó de nuevo la
Gómez a la comisión; pero María Marta Boon, como espo-
sa del general Piar, también lo hizo reclamando el haber
de aquel por sí y por su hija María Isabel Piar. La Gómez

351
Rafael Marrón González

se opuso a esta nueva pretensión, alegando que su hijo


Manuel Piar no podía casarse con la Boon por disparidad
de cultos, siendo el primero católico romano y la segunda
protestante, alegando también que la Boon no había pre-
sentado la partida de su matrimonio ni la de bautismo de
María Isabel Piar. Se siguió pleito entre la Gómez y la
Boon, sentenciándose en favor de esta última que levantó
justificación del caso, y porque la Gómez no impugnaba el
matrimonio por disparidad de cultos realmente, sino su
nulidad por la forma en que se efectuó: y el Juez declaró
válido el matrimonio llevado a cabo por dos personas de
Curazao y efectuado allí conforme a sus leyes.
La Gómez tenía otros dos hijos hermanos del general Piar.
Debe advertirse que la Boon nunca tachó la maternidad
de la Gómez.
(El expediente de donde hemos extraído lo anterior, está
en los civiles de 1823 en el Gran Índice del registro Públi-
co que los contiene)”. .

El 27 de mayo de 1827, en respuesta a una solicitud de


María Isabel Gómez, Bolívar ordenó se le otorgase una
pensión de 30 pesos mensuales, “como madre de uno de
los más distinguidos defensores de la independencia”. Es
decir que Bolívar reconoce que Piar era hijo de María Isa-
bel Gómez.

352
Rafael Marrón González

La Familia Piar
David W. Fernández
(Fragmento)

La familia Piar es oriunda de Italia, donde se hallaba esta-


blecida en el siglo XVII, y cuyo ascendiente más remoto
por nosotros conocido es don Luis Piar natural de Roma,
Italia, se casó con doña Marta Lacoli, natural de la misma
ciudad, y fueron los padres de:
Don Felipe Piar Lacoli, se casó en La Laguna de Tenerife el
6 de mayo de 1719 con doña Juana María Lottyn de San-
tiago, hija de don Francisco Lottyn y de doña Margarita de
Santiago, naturales de Gante, Flandes, Don Felipe y doña
Juana María fueron poderosos personajes en la isla de
Tenerife, su casa se hallaba situada en Santa Cruz de Te-
nerife, en la calle de la Marina, frente al mar. Don Felipe
murió el 24 de julio de 1748 y fue sepultado en la iglesia
de la Consolación, de Santa Cruz de Tenerife. Fueron los
padres de:

Don Fernando Piar Lottyn, nació en Santa Cruz de Teneri-


fe, en cuya iglesia parroquial de Nuestra Señora de la
Concepción fue bautizado. Se dedicó a la navegación. En
1759 se hallaba soltero en Caracas, donde vivía con sus
esclavos. En 1761 se desempeñaba como capitán, maes-
tre y administrador de la fragata o guardacostas de la
Compañía Guipuzcoana "Sacra Familia", que hacía la ruta
a Veracruz y otros puertos.

353
Rafael Marrón González

En Curazao tuvo relaciones amorosas con la comadrona


mulata María Isabel Gómez Quemp, quien decía haberse
casado con el, (1) y la cual era hija legítima de Manuel
Gómez y de Juana Quemp, ambos naturales de Curazao.
María Isabel, abandonada por don Fernando, pasó luego a
La Guaita, donde se avecindó en 1787, pero después de
un viaje a su isla natal pasó a fijar su residencia en Cara-
cas en 1798, habiendo ejercido su profesión en ambas
poblaciones, y en 1822, cuando ya había fallecido don
Fernando, se casó con Pedro Colomba, del cual se hallaba
ya viuda cuando testó en Caracas el 7 de enero de 1835,
ante el escribano público Juan Ochoa, y murió en la mis-
ma ciudad, en su casa de la calle de los Bravos, 158 (hoy
Madrices a Marrón, 22), el 5 de septiembre de 1836,(2)
cuando ya habían muerto todos sus hijos.

De los tres hijos de don Fernando y de doña María Isabel


conocemos además de Juana, a Don Felipe Piar Gómez,
propietario de una posada en Curazao, en la que se hos-
pedaron los revolucionarios venezolanos Manuel Gual y
José María España en 1798. Y a Don Manuel Carlos Piar
Gómez, nacido en Willemstad, Curazao, en 1777. Fue,
como su padre, marino mercante, y en Puerto Cabello,
donde había estudiado matemáticas bajo la dirección de
don Juan Pirés, obtuvo el grado de alférez de fragata el 30
de septiembre de 1811.

Registro Principal. Caracas. Escribanía de Antonio J.


Ochoa. Tabla 3a del codicilo de la señora María Isabel
Gómez: "3er Ítem. Declaro que fui casada y velada con

354
Rafael Marrón González

don Fernando Piar, natural de Islas Canarias, de cuyo con-


sorcio tuvimos tres hijos que se llamaron Felipe, Manuel y
Juana, y ninguno de ellos existe: lo digo para constancia".
Pero, sin embargo, en otros documentos se dice madre
natural del mencionado Manuel.

2. Archivo Parroquial de Catedral. Caracas. Sección de


Entierros, Libro XXXIII (1833-1841), folio 90.

Fuente: Boletín del Instituto Venezolano de Genealogía


Número 8 - Caracas, octubre de 1992

355
Rafael Marrón González

Cronografía de Manuel Piar

Firma de Piar

Nombre
Manuel Carlos (como aparece en su acta de matrimonio).
Lugar de Nacimiento
Barrio de Otrabanda. Willemstad capital de Curazao.
Fecha de Nacimiento
Se desconoce fehacientemente, aunque en su Juicio Mili-
tar, en 1817, confesó tener 40 años, lo que situaría su
nacimiento en 1777. Su propia palabra es testimonio.
Padre
Capitán mercante, canario de origen italiano, Fernando
Piar Lottyn.
Madre
María Isabel Gómez Quemp, mulata, comadrona, curazo-
leña.
Descripción física
¨... de regular estatura, barbilampiño, de tez algo rosada
y ojos azules¨, según Juan José Conde.
Idiomas
Holandés, papiamento, castellano y algo de inglés.
Profesión

356
Rafael Marrón González

Marino mercante.
Estudios militares
Se graduó de Alférez de Fragata en Puerto Cabello.

Efemérides

1784 -1798

1784: Comienza con su padre su vida marinera que lo


lleva a Cuba, Haití y otros puertos e islas caribeñas.
1797: Sospechoso de complicidad en la conspiración de
Gual y España. Aunque no hay evidencias de su participa-
ción.
1798: Expulsado de La Guaira junto con su madre y su
hermano Felipe Piar.
1798: 8 de abril: se casa en Curazao con María Martha
Boon.
1798: 12 de abril Participó en el combate naval de Fran-
ceses contra Ingleses por la posesión de la Isla de Cura-
zao.
1798: 16 de diciembre: Nace su primera hija María Isa-
bel Piar Boon, que con su hija natural Carlota Piar, con-
forman su única descendencia.

1800 - 1812

1800 a 1806: participa en la defensa de Curazao contra


las invasiones ingleses y franceses.

357
Rafael Marrón González

1806: 31 de diciembre: Curazao es tomada por los in-


gleses. Piar se refugia en Haití.
1811: 30 de septiembre: En Puerto Cabello, donde ha-
bía estudiado matemáticas bajo la dirección de don Juan
Pirés, obtuvo el grado de alférez de fragata.
1812: 25 de julio: Luego de la perdida de la primera
República se dirige a Trinidad.

1813

11 de enero: Firma el acta de Chacachacare como uno


de los cuatro secretarios de la Junta que desde ese islote,
al este de Güiria, dirigen la invasión a Oriente.
13 de enero: bajo las órdenes de Santiago Mariño y jun-
to a José Francisco Bermúdez, toma Güiria, derrotando
con 45 hombres los 300 del Comandante Juan Cabazo.
Febrero, como segundo de Bernardo Bermúdez y con 60
hombres participa en la toma de Maturín.
Marzo: Marcha hacía Aragua de Maturín a interceptar a
Antonio Zuazola.
20 de marzo: como segundo de Bernardo Bermúdez y
con 256 hombres derrota a 800 comandados por Lorenzo
Fernández de la Hoz, en Maturín, cerca del cerro Colora-
do.
Marzo, después de la batalla surgen problemas de mando
con Bernardo Bermúdez y este abandona el campamento
siendo capturado por los realistas y fusilado, lo que le aca-
rrea el odio de José Francisco Bermúdez, hermano de
Bernardo.
11 de abril como Comandante derrota en cruento com-
bate a Lorenzo Fernández de la Hoz y Antonio Zuazola.
358
Rafael Marrón González

25 de mayo, con 700 hombres derrota a los 2.000 que el


Capitán General Domingo Monteverde trajo contra Matu-
rín.
1º de julio: Ataca a Boves en Cachipo, pero este se forti-
fica en el Convento, teniendo Piar que retirarse sin vencer-
lo.
19 de agosto: obedeciendo órdenes de Mariño, entra en
Barcelona, donde se dedica a reforzar la escuadra naval.
Se le comienza a llamar el segundo Jefe de Oriente.
13 de noviembre: al frente de la escuadrilla cumanesa,
vía Puerto Cabello, se enfrenta a buques realistas derro-
tándolos en el Litoral Central cerca de La Guaira.

1814

Marzo: recibe órdenes de Mariño de encargarse de la


defensa de Oriente, mientras él marcha al Occidente.
Marzo y abril: forma un eje de retaguardia en Barcelona
y avanza hacía los llanos centrales, vía el Pilar, El Carito,
Aragua de Barcelona y Zaraza, donde organiza la caballe-
ría que se trajo de Barcelona.
25 de mayo: derrota en Valle de la Pascua a los Coman-
dantes Martínez de Luna y Juan José Rondón. No puede
avanzar porque Boves le cierra el camino.
Julio: regresa a Barcelona. Derrotados Bolívar y Mariño
en el Centro, en las batallas de Aroa y la Puerta, Boves
toma Caracas el 16 de julio. Mariño asume y aumenta el
ejército de Piar y pasa a Margarita en busca de más tropas
y para organizar la defensa de la isla. Mientras Bolívar y
Bermúdez son derrotados en Aragua de Barcelona.

359
Rafael Marrón González

25 de agosto: recibe a cañonazos a Bolívar y a Mariño


en Pampatar, quienes están a merced del pirata Bianchi
que quería apropiarse de los pertrechos y objetos de valor
provenientes de la emigración a Oriente, en pago de sus
servicios.
2 de septiembre: en Carúpano, Piar y José Félix Ribas
desconocen la autoridad de Bolívar y Mariño, y se auto
designan Jefes supremos de Oriente y Occidente respecti-
vamente.
29 de septiembre: vence en la Quebrada de Los Frailes,
en el actual Estado Sucre, al Comandante Pineda, de las
tropas de Boves, y en la persecución llega a Cumaná y la
ocupa. 1814: 16 de octubre: Boves con 3.700 hombres
derrota los 2.000 de Piar en la sabana del Salado en Cu-
maná, obligándolo a retirarse sucesivamente a Cariaco,
Carúpano, Yaguaraparo y Guiria.
Diciembre: es apresado y despojado del mando por el
Coronel efectivo patriota Juan Bautista Bideau

1815

1815: Expulsado de Venezuela por Juan Bautista Bideau


viaja a Cartagena y participa en la defensa de la ciudad
bajo las órdenes de Bermúdez.

1816

Enero a marzo: participa en la Expedición de Los Cayos


que Bolívar organiza en Haití. Apoya decididamente la Je-
fatura Suprema de Bolívar en contra de las pretensiones

360
Rafael Marrón González

de Santiago Mariño, José Francisco Bermúdez y Mariano


Montilla.
2 de mayo: participa en el combate naval de los Frailes,
en el que las naves españolas son derrotadas por las fuer-
zas patrióticas.
8 de mayo: junto con Arismendi y otros oficiales ratifica
en Margarita su reconocimiento a Bolívar como Jefe Su-
premo.
31 de mayo: bajo órdenes de Bolívar, toma Carúpano
defendida por Antonio Martínez de Pinillos.
11 de junio: en operación combinada con Mariño toma
Güiria.
22 de agosto: en Güiria condena la rebelión contra Bolí-
var y se desliga de Mariño. 1816: 27 de septiembre: gana
la batalla de El Juncal, sabana cercana a Barcelona.
7 de octubre: desde Barcelona inicia por cuenta propia la
campaña de Guayana que entregará a la República la más
rica y extensa de su Provincias y que lo llevara a la gloria
y a la muerte.
Del 20 al 21 de noviembre: cruza el Orinoco cerca de
Río Claro, buscando las tropas del General Manuel Sedeño
que desde julio de 1815 domina la región de Caicara.

1817

1º de enero: forma en el Paso de Maripa y escribe una


proclama a sus tropas como General en jefe.
13 de enero: forma el ejército frente a Angostura.
16 de enero: Bolívar invita al General Piar a una reunión
total de las Divisiones dispersas y a verificar un encuentro
y suministro de pertrechos al ejército de Nueva Granada:
361
Rafael Marrón González

"Creo que usted es el que está más apto para efectuar la


reunión con los reinosos (granadinos). Usted es el más
abundante de armas y pertrechos... Encargo, pues, a us-
ted esta importantísima operación, y no dudo, conociendo
perfectamente a usted, que tendré muy pronto el placer
de ver a usted formando con su respetable División parte
del gran ejército Libertador de Venezuela".
17 de enero: asalta sin éxito Angostura, con pérdidas
importantes para su ejército. Comprende que, tal como se
lo escribiera Bolívar, es imposible rendir la Ciudad fortifi-
cada y protegida con más de 30 cañones y bien organiza-
da para su defensa.
19 de enero: responde a Bolívar rindiéndole cuenta de
las operaciones que ha desarrollado.
24 de enero: acampa en la Mesa de Guanipa e inicia el
sitio de Angostura que durará hasta el 17 de julio, y du-
rante el cual los habitantes de la Ciudad, según la leyen-
da, tuvieron que comer ratones, perros, gatos y lagartijas
y hasta prepararon guisos con los cueros de los baúles.
24 de enero: parte con el grueso del ejército hacia las
Misiones del Caroní, para cortar el suministro de alimentos
a Guayana la Vieja (los Castillos de Guayana) y Angostura.
Deja un piquete de sitiadores frente a Angostura.
Finales de enero: toma el paso de Caruachi, y el guaya-
nés Rafael Ramos se pasa al ejército patriota con la tropa
realista que comandaba en La Paragua.
6 de febrero, llega a Upata y comienza organizar militar
y administrativamente pueblos y caseríos.
9 de febrero: obedeciendo a una proclama de Piar, los
indios de las misiones se presentan en a ponerse bajo sus
órdenes.
362
Rafael Marrón González

10 de febrero: escribe al Libertador, desde Upata, in-


formándole del resultado de la campaña y explicándole
porque no puede abandonarla para ir a los Llanos Orienta-
les, como le pedía.
26 de marzo: llega desde San Fernando de Apure a An-
gostura, el Brigadier español Miguel de La Torre y Pando,
a socorrer a Guayana.
4 y 5 de abril: recibe y atiende a Bolívar, que ha llegado
desde los Llanos Orientales con 150 hombres solamente, y
lo presenta a la tropa como Jefe Supremo. La oficialidad
de Piar pertenecía al ejército de Bolívar, que se quedó en
el territorio mientras él buscaba ayuda en Haití.
5 de abril: La Torre llega a los Castillos de Guayana,
6 de abril: Piar pasa el Caroní por Caruachi en busca de
La Torre.
10 de abril: al amanecer el ejército de Piar formó en po-
sición de batalla en la mesa o sabana de Chirica, también
llamado banco de San Félix. Por una falsa alarma, a las
tres de la tarde avanzó hacia el caserío de San Miguel,
retrocediendo al no encontrar al enemigo.
11 de abril: 4 de la madrugada: Piar buscando al enemi-
go marcha de nuevo hacia San Miguel, regresando a San
Félix a las diez de la mañana. A las doce del mediodía,
recibió noticias que ubicaban a La Torre en San Miguel. A
la una de la tarde moviliza el ejército y decide esperarlo
en la sabana de Chirica, y realiza una serie de escaramu-
zas para atraerlo hacia el sitio elegido. A las cuatro de la
tarde comenzó la batalla y duró media hora de intenso
combate que destruyó el 80 por ciento de las fuerzas rea-
listas en Guayana. En ella murieron los valientes coroneles
patriotas Pedro Chipía y José María Landaeta.
363
Rafael Marrón González

12 de abril: asciende a los oficiales, entre ellos a José


Antonio Anzoátegui y Pedro León Torres a generales de
Brigada.
24 de abril: regresa a Angostura a reforzar el sitio. Solo
por hambre, como lo predijo Bolívar, sería posible rendir la
Ciudad, fanáticamente leal al Rey de España.
2 de mayo: El Libertador regresa desde el Chaparro con
una tropa de 500 hombres. Toma el mando del sitio de
Angostura y nombra a Bermúdez, jefe de las fuerzas sitia-
doras, asciende a Piar a General en Jefe (12 de mayo) y
ratifica todos los ascensos concedidos por éste, y lo envía,
como administrador de las misiones del Caroní, a Upata.
Comienza el ocaso de Piar.
Alrededor del 7 de mayo: 22 curas capuchinos que ha-
bían sido detenidos, por sus actividades en contra de la
Independencia y concentrados por Piar en el convento de
San Ramón de Caruachi, son ajusticiados.
8 de mayo, se celebra, comandado por Mariño, el
¨congresillo de Cariaco¨ que atenta contra Bolívar como
Jefe Supremo.
16 de junio: Piar, confinado en las misiones del Caroní y
enfrentando al padre Blanco, pide permiso para abando-
nar el empleo y retirarse del país.
30 de junio: Bolívar le concede pasaporte para irse a
cualquier lugar dentro o fuera de la República.
17 de julio: 4.000 realistas hambrientos abandonan An-
gostura vía los Castillos donde llegarán el 22.
Julio: Piar comienza una campaña de visitas a campa-
mentos militares como; San Félix, Upata, El Palmar, El
Juncal y Angostura, tratando de sublevar oficiales contra
Bolívar. El Libertador ordena a Bermúdez que conmine a
364
Rafael Marrón González

Piar a presentarse al Cuartel General de Casacoima, volun-


tariamente o prisionero.
25 de julio, el Libertador convoca una Junta de Oficiales
para tratar la insurrección de Piar.
26 de julio: Piar huye de Bermúdez y atraviesa el Orino-
co, por Soledad, en viaje a Maturín en busca de Mariño.
3 de agosto: los realistas abandonan Los Castillos de
Guayana vía Las Antillas y son atacados y derrotados por
el Almirante Brión en la Batalla de Cabrián.
1817: agosto - septiembre
5 de agosto Bolívar lanza una Proclama denunciando la
insubordinación de Piar y ordenando su captura donde se
encuentre.
Agosto: Piar organiza tropas en Aragua de Maturín por
encargo de Mariño.
27 de septiembre: Manuel Sedeño, ayudado por el co-
mandante Carmona, convence a Piar para que se entre-
gue pacíficamente. Las tropas al mando de Carmona no
obedecen su orden de resistir.
2 de octubre: En horas de la noche llega Piar prisionero
a Angostura. Se le confina en una dependencia de la casa
Nº 28 de la actual calle Bolívar, en donde vivía Brión. Allí
se instaló también el consejo de guerra.
3 de octubre: Bolívar ordena al General Carlos Soublette
que actuando como Fiscal, que le correspondía según la
ley del 7 de junio en su carácter de Jefe del Estado mayor,
instruya proceso contra Piar.
4 de octubre: Se abrió el Sumario y se tomó la declara-
ción a los testigos.
8 de octubre: Se participó al acusado la disposición de
someterlo a un consejo de guerra, se le indicó que nom-
365
Rafael Marrón González

brara defensor y designó al teniente coronel Fernando


Galindo. El mismo día se le tomó declaración y continua-
ron los trámites de ley.
14 de octubre: Sustanciado ya el proceso el Jefe Supre-
mo nombró el consejo de guerra. El Almirante Luís Brión
lo preside y queda integrado por José Antonio Anzoátegui,
Pedro León Torres, José de Ucrós, José María Carreño,
Judas Tadeo Piñango y Francisco Conde; José Ignacio Pu-
lido fue el secretario.
15 de octubre: El fiscal Soublette, formuló cargos, Piar
nombró su defensor a Fernando Galindo; y por mayoría
absoluta el tribunal condenó a Piar a la pena de muerte y
por mayoría relativa a degradación previa. Bolívar confir-
mó la sentencia de muerte, pero sin degradación.
16 de octubre: A las cinco en punto de la tarde, el Gene-
ral en Jefe Manuel Piar fue fusilado por balas republicanas
al pie de la torre, costado occidental de la Catedral de An-
gostura. Había vencido en trece batallas, siendo derrotado
solo una vez. Había sido el primer General en Jefe pardo
del ejército venezolano. Hacía apenas seis meses y cinco
días que había despejado, con su victoria de San Félix, el
camino que conduciría a Boyacá, Carabobo, Pichincha,
Junín y Ayacucho.

1876

11 de febrero: En ratificación de su anterior de fecha 27


de marzo de 1874, el presidente constitucional de los Es-
tados Unidos de Venezuela, Antonio Guzmán Blanco, or-
dena el ejecútese del traslado al Panteón Nacional de “los
restos de los próceres de la independencia y ciudadanos
366
Rafael Marrón González

eminentes…”, que en ese artículo 1º se expresaban. En


dicho decreto, en la relación de próceres de la indepen-
dencia-generales, donde se detallaban los así honrados,
en sexto lugar está Manuel Piar, precedido de Francisco
de Miranda, Santiago Mariño, Antonio José de Sucre, José
Félix Ribas y Juan Bautista Arismendi. Por ignorar este
Decreto y no consultar con la Academia de la Historia, el
gobierno de Hugo Chávez repitió el honor del Panteón
para Manuel Piar.

En la Actualidad

1998

20 de abril: El Instituto del Patrimonio Cultural, depen-


dencia del Consejo Nacional de la Cultura, adscrito al Mi-
nisterio de la Secretaría de la Presidencia de la República,
según resolución Nº 01-98, y a petición de la Alcaldía del
Municipio Caroní, resolvió en su Artículo 1º .- Declarar de
conformidad con el artículo 31 de la Ley de Protección y
Defensa del Patrimonio Cultural, la Zona conocida con el
nombre de Cerro “El Gallo”, Ubicado en San Félix, Ciudad
Guayana, Municipio autónomo Caroní del Estado Bolívar,
como sitio de Valor Histórico Ambiental. La resolución fue
publicada en Gaceta Oficial número 36.572 de fecha 2 de
noviembre de 1998.

1999

11 de abril: La Dirección de Cultura de la Alcaldía del


Municipio Caroní, dirigida por Rafael Marrón González,
367
Rafael Marrón González

desveló la estatua pedestre del General Manuel Piar en el


Cerro El Gallo. La obra en bronce, financiada por la CVG y
que pasó 14 años en sus depósitos, fue esculpida en pose
centinela de dos metros y medio de estatura, con román-
tica estampa garibaldiana, por el buril maestro del escultor
merideño Iván Efrén Montilla Araujo.

2003

Fue erigido en Upata, Municipio Piar, del estado Bolívar, el


monumento más alto en Venezuela al General en Jefe
Manuel Piar, obra del escultor Luís Bellorín.

Fórmulas de cortesía en la correspondencia de la época:

S.E: Su excelencia: Trato reservado a los generales en


jefe y dignatarios civiles.
SS.EE.: Sus excelencias.
V.S.: Vuestra señoría: Trato dado a los generales de divi-
sión.
V.md.: Vuestra merced: Trato dado a los generales de
brigada.
Excmo: Excelentísimo. Trato dado a las autoridades ecle-
siásticas de alto rango, y diplomáticos.

Fuentes consultadas
368
Rafael Marrón González

Documentario de la Libertad (Ediciones Presidencia de la


República)
Cartas de Bolívar
Diario de operaciones de la Campaña de Guayana: Pedro
Briceño Méndez
Documentos para la historia de la vida pública del Liberta-
dor: Blanco & Azpúrua
Boletines Academia de la Historia
Anales de Guayana: B. Tavera Acosta
Piar, Caudillo de dos colores: Francisco Herrera Luque
Correo del Orinoco
Biblioteca virtual Luís Ángel Arango
Manuel Piar: Asdrúbal González
Bolívar: Indalecio Liévano Aguirre
Bolívar en Guayana: Manuel Alfredo Rodríguez
Recuerdos sobre la Rebelión de Caracas: José Domingo
Díaz
Memorias del General Rafael Urdaneta
Boletín del Instituto venezolano de Genealogía
Tomos 27 y 28 de las Memorias de O´Leary
Las Nueve Musas: Eduardo Casanova
Santiago Mariño: Rafael Marrón González
Diccionario de Historia de Venezuela: Fundación Polar
Crónica razonada de las guerras de Bolívar: Vicente Lecu-
na
Procedencia del general Manuel Piar: Manuel Landaeta
Rosales

369
Rafael Marrón González

El autor

370
Rafael Marrón González

Este libro se terminó de imprimir el 14 de abril de 2011


Edición corregida y aumentada el 14 de abril de 2022
Editorial Tercer milenio
Puerto Ordaz – Estado Bolívar - Venezuela

371

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