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Lectura y análisis crítico del siguiente texto:

Charro Baena, P. (2016). “Migrantes (I). Política de empleo y


política de inmigración”. En Monereo Pérez, J.L. (dir.), Fernández
Bernat, J.A. (dir.), López Insua, M. (dir.) Las políticas activas de
empleo configuración y estudio de su regulación jurídica e
institucional, Navarra: Thomson Reuters.

El presente trabajo supone el resultado del análisis y resumen analítico de la


lectura indicada.
Hablar de política de inmigración supone en sí mismo un ejercicio de gran
complejidad debido a que la misma se ve íntegramente relacionada con otras
políticas económicas como las políticas en materia de empleo, vivienda o incluso
sanidad.
No podemos olvidar el valor que la política de empleo tiene en su relación con la
política de inmigración dado la premisa de la importancia que el empleo tiene
como principal factor de inclusión social.

Las situaciones de irregularidad suelen producirse por la entrada ilegal pero un


grupo muy grande de extranjeros entran en España con la documentación en
regla para permitir su estancia, pero prolongan está más allá del tiempo
autorizado sin que se produzca la autorización de residencia y trabajo.

El régimen jurídico vigente en el que se recogen las condiciones de la renovación


de la autorización vienen recogidas el Real Decreto 557/2011. En el artículo 71.2
de éste se indica que la concesión de la renovación depende, entre otras cosas,
de la continuidad de la relación laboral, o al menos que se haya producido la
prestación de servicios en un número determinado de meses a lo largo del año.
Las reformas realizadas en la Ley Orgánica 4/2000 y sus Reglamentos de
desarrollo han permitido establecer un régimen jurídico que favorezca la
renovación de las autorizaciones para el trabajo facilitando la integración del
inmigrante.
Cabe indicar que dentro de las políticas de empleo no encontramos un número
suficiente que favorezca la situación de irregularidad de los extranjeros.

La vía del arraigo supone un acceso al mercado de trabajo para el extranjero a


través de reconocer la residencia temporal excepcional que les habilita para poder
desarrollar actividades laborales o profesionales de forma que el arraigo permite
la residencia legal o regularización singular permanente de este colectivo. Esta
situación viene recogida en el artículo 31.3 de la Ley Orgánica 4/2000 que sufre
una nueva redacción con la reforma operada por la Ley Orgánica 2/2009
estableciendo la opción de que la administración conceda la autorización de
residencia temporal por una situación de arraigo.
Sobre esta base de arraigo se encuentra la consideración del trabajo y el empleo
como mecanismo y herramienta de integración social. Pero, ¿quién puede
solicitarlo? El arraigo social puede solicitarlo aquel extranjero que acredite una
permanencia continuada en España de tres años y que carezca de antecedentes
penales en España o en su país de origen, que cuente con un contrato de trabajo
de duración no inferior a un año en el momento de la solicitud y tengan vínculos
familiares.

Otra vía de regularización se ha llevado a cabo a través del proceso de


regularización extraordinaria. En la España democrática, se han llevado a cabo
procesos de regularización extraordinarios. El primero de ellos como respuesta a
la disposición transitoria segunda de la Ley Orgánica 7/1985 que permitió
regularizar a un total de 38.181 extranjeros en España que se encontraban con
una documentación insuficiente a la entrada en vigor.
De nuevo, en 1991 tras aprobación por el Pleno del Congreso de los Diputados el
9 de abril, se llega al acuerdo que permite un proceso de regularización
extraordinaria que permitió la concesión de 109.068 permisos de trabajo y
residencia.

En 1996, el 2 de febrero, nuevamente se aprueba el Reglamento de ejecución de


la Ley Orgánica 7/1985 que en su disposición transitoria tercera habilitó un plazo
de cuatro meses para acogerse de nuevo a un proceso de regularización a
aquellos extranjeros que residiesen en España con anterioridad al 1 de enero de
1996, permitiendo regularizar la situación de 25.388 extranjeros.
Por su parte, el RD 239/2000, de 18 de febrero, desarrolló la disposición
transitoria primera de la Ley Orgánica 4/2000 que habilitaba al Gobierno a poder
llevar a cabo una regularización.

La Unión Europea llevó a cabo una fuerte presión para que se limitasen estos
procesos de forma que en 2005 se llevó a cabo un proceso de normalización de
trabajadores extranjeros que buscaba aflorar aquellos empleos que estuviesen
ocupados por inmigrantes en situación de irregularidad.

De este modo, tras finalizar el proceso de normalización llevado a cabo, las


únicas vías de acceso a conseguir una autorización de residencia serían las que
vienen incluidas con carácter general en la Ley y en Reglamento de Extranjería.
Todo ello, supuso la vuelta a la situación de irregularidad de muchos de estos
beneficiarios.
Como hemos indicado al principio, sin lugar a dudas hay una fuerte vinculación
entre las políticas de empleo y las políticas de inmigración, y esto es debido, a
que el trabajo supone uno de los ejes centrales en la decisión de movilidad de las
personas.
El Plan Greco (Programa Global de Regulación y Coordinación de la Extranjería y
la inmigración en España) se llevó a cabo para poner de manifiesto la integración
como uno de los objetivos generales de la política de inmigración española. Sin
embargo, no podemos dejar de señalar que este objetivo no se produce tal y
como se pretendía porque muchas de las acciones que potencia convierten al
inmigrante en un ciudadano de segunda volcando sobre él la tarea de integrarse.
El ordenamiento jurídico en la Ley Orgánica 2/2009 sostiene que “los poderes
públicos deben ordenador y canalizar legalmente los flujos migratorios de tal
manera que los mismos se ajusten a nuestra capacidad de acogida y a las
necesidades reales de nuestro mercado de trabajo”, y es en los momentos de
recesión económica donde el mercado laboral se colapsa por las cifras de
desempleo y las políticas públicas en materia de inmigración se endurecen.
Haciendo que no sea razonable ni justo a nivel social que las situaciones
económicas coyunturales den la espalda a aquellas personas inmigrantes que
han contribuido al crecimiento del país.

El principal reto al que se enfrentan los ordenamientos jurídicos en aquellas


sociedades donde la inmigración se ha convertido en un instrumento que aporta
mano de obra es conseguir el equilibrio más adecuado entre la presión del flujo
migratorio y la protección de la mano de obra nacional sin perder de vista el foco
en los derechos humanos a la migración.
Hablar de integrar al inmigrante en el mercado de trabajo es reconocer a éste su
condición como trabajador con todos los derechos proteccionistas que esto
supone y permitir al inmigrante que alcance derechos y libertades y su disfrute de
forma efectiva.

Una de las características básicas de la legislación migratoria de todos los países


desarrollados es la imposición de controles en el acceso a su mercado de trabajo
a través de lo denominado “lógica básica de la extranjería” que no es otra cosa
que permitir la entrada a través de autorizaciones o permisos de trabajo.

En la Ley Orgánica 4/2000 se recoge la exigencia de atender a la situación


nacional de empleo como condicionante para la concesión nacional de residencia.
Sin embargo, pese a ello, la referencia a los inmigrantes como un grupo
diferenciado y que deba ser destinario de medidas de políticas activas de empleo
es reciente en nuestro ordenamiento. Aunque en la Ley de Extranjería de 1985 y
sus Reglamentos de desarrollo contenían el principio de prioridad del mercado
nacional de trabajo, la limitación de las bonificaciones a la contratación de
extranjeros no se encontraba plenamente justificada.
De igual modo, aunque los inmigrantes son hoy destinatarios específicos de los
programas y medidas tendentes a la consecución al pleno empleo, no hay
ninguna referencia a la población inmigrante en el texto de la Estrategia Española
de Activación para el Empleo.
Algo reseñable es que en la actualidad los trabajadores inmigrantes que son
altamente cualificados son presentados socialmente, de forma que ante el
contexto de crisis actual la respuesta en el ámbito político y legal ha sido la de
apostar por un modelo productivo enfocado a la innovación y el conocimiento.
La Ley 14/2013 de apoyo a los emprendedores, por ejemplo, ha creado una
nueva autorización de residencia para los profesionales considerados altamente
cualificados. Estas autorizaciones deben ser presentadas por aquellas empresas
que requieran incorporar a su plantilla a profesionales extranjeros en:

- Puestos de dirección o altamente cualificados de grandes empresas o


grupos de empresas o PYMES de sectores estratégicos.
- Personal directivo o altamente cualificado de proyectos empresariales
de interés general.
- Graduados, postgraduados de universidades y escuelas de negocio de
reconocido prestigio (los solicitantes pueden encontrarse fuera o residiendo
en España al momento de la solicitud).
Las empresas, por su parte, también deben cumplir unos requisitos:

- Contar con una plantilla superior a 250 trabajadores (al menos 3 meses
antes de presentar la solicitud).
- Un volumen neto de negocio en España superior a 50 millones de euros
o fondos propios superiores a 43 millones de euros.
- Inversión bruta media anual en los 3 años anteriores a la presentación
de la solicitud procedente del exterior no inferior a un millón de euros.
- Valor del Stock del inversor o posición superior a 3 millones de euros.
- En el caso de PYMES, deben pertenecer a un sector estratégico.

En relación con el principio de la situación nacional de empleo como un


condicionante para el acceso al mercado laboral del colectivo de inmigrantes
surge en 1993 la fórmula de contingentes de trabajadores o “cupos” de
trabajadores de forma inicialmente muy excepcional pero que se ha convertido en
una práctica habitual de la política migratoria.
Este sistema surge como un procedimiento para conceder la autorización inicial
de residencia y trabajo mediante una tramitación colectiva de los contratos en
origen, pero la realidad ha demostrado que el sistema de cupos ha sido utilizado
durante años como una vía de regulación de extranjeros, de hecho, solo en
aquellos años donde ha habido regulaciones extraordinarias no se ha abierto el
“cupo” de extranjeros.
Una de las cuestiones más debatidas gira en torno a los sectores y actividades
profesionales que deben ser incluidas en el cupo o gestión colectiva de
contrataciones.
La particularidad de este sistema radica en que la situación nacional de empleo se
tendrá en cuenta para la concesión inicial de los permisos de trabajo por cuenta
ajena examinándola a priori.

Finalmente, debemos hablar de los visados para la búsqueda de empleo, siendo


estos utilizados como herramientas de las políticas de empleo de inmigrantes en
aquellos países de gran tradición migratoria.

En la actualidad, el visado de búsqueda de empleo tiene una repercusión en la


política de empleo que es muy limitada. Estos visados se encuentran regulados
por el sistema del contingente y son gestionados por los Consulados. En el Real
Decreto 557/2001 se indica que solo se autorizará el desplazamiento al territorio
español, para la búsqueda de empleo durante un período máximo de 3 meses. Si,
transcurrido ese plazo, no hubiera obtenido un contrato, el extranjero quedará
obligado a salir del territorio nacional.

Existen dos tipos de visados para esta búsqueda de empleo:


- Unos dirigidos a hijos o nietos de español de origen, exentos de la
valoración de la situación nacional de empleo, de forma que sus titulares
pueden buscar empleo en cualquier ámbito geográfico y para cualquier
ocupación.
- Otros limitados a determinadas ocupaciones y ámbitos geográficos que
se destinan a la búsqueda de aquellos puestos de trabajo considerados de
difícil cobertura y que se aprueban cuando las circunstancias del mercado
laboral lo aconsejan.

Como conclusión tras la lectura, cabe reflexionar sobre la situación actual del
colectivo de inmigrantes y el valor social que tiene el empleo en la actualidad, lo
que supone una necesidad innegable de otorgar a este colectivo una especial
protección desde nuestro ordenamiento jurídico a través de las políticas que se
adoptan.
La actual situación de desempleo a la que nos enfrentamos en nuestro país hace
que sea un reto el acceso al empleo. Los niveles de desempleo no solo inciden
directamente en el ámbito económico y financiero del país, sino que hay un
ámbito mucho más silencioso que se ve profundamente afectado por éste, el
ámbito social.

Pero esta situación, no debe ser una razón que lleve a decisiones políticas que
obstaculización el acceso al empleo de aquellos colectivos más afectados por la
situación de desempleo son sin duda aquellos que se consideran más
vulnerables, entre los que están los inmigrantes.

En la actualidad, la política de empleo española tiende a proteger a los


demandantes de empleo y trabajadores nacionales frente a los extranjeros, esto
hace que exista una preferencia clara en el acceso al empleo de los trabajadores
nacionales frente a los extranjeros, con excepción de los ciudadanos
pertenecientes a la Unión Europea, para los que se reconoce libertad de
circulación y están equiparados plenamente a los nacionales a efectos de acceso
al mercado de trabajo.
Autores como Bower (1992) y Wehmeyer (1995) señalan que existe una relación
entre el trabajo y la inclusión de la persona en la sociedad, al considerar que el
trabajo es un derecho social básico inherente a la persona y reconocido desde el
ámbito legal, que promueve la independencia, autonomía y autodeterminación de
las personas, al capacitarles para tomar decisiones con libertad.

Por todo esto, no debemos olvidar la premisa de la necesidad real que existe en
la sociedad para luchar contra la desigualdad y la exclusión social, respetando a
los integrantes de los colectivos especialmente vulnerables y prestándoles el
apoyo necesario para acceder al mercado laboral y la actividad de formación,
permaneciendo en el mismo.

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