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TEORIA DE INTEGRACION ECONOMICA

La integración económica de África, con una multitud de acuerdos dispersos,


todavía no ha podido sacudirse los efectos de la lógica de la partición africana
señalada anteriormente. En mayor grado que en América Latina, el pasado
colonial de África pesa sobre su presente y sobre su futuro. Una decisión,
adoptada en junio de 2001, y otra más en julio de 2002, por todos los países
africanos, podrían ser el detonador de un esfuerzo más orgánico, más
sistémico y con mayor futuro.

Los países de Oceanía, inmersos también en procesos similares, tampoco


contemplan algún tipo de neocolonialismo en ellos.

El caso, atípico, de la integración después de la desintegración que se vive en


la Comunidad de Estados Independientes a raíz de la desaparición de la Unión
Soviética merece una reflexión de orden económico pero, también, de orden
sociológico y político.

Desde el nacimiento mismo de los estados nacionales, a lo largo de su historia,


las naciones han pretendido proporcionar un razonable margen de seguridad al
comercio que practiquen sus ciudadanos o sus empresas: asegurarles, en la
medida de lo posible, que pueden contar con mercados abiertos para sus
productos y garantizarles acceso a las fuentes de aquellos satisfactores que no
pueden o no quieren producir internamente; pero, asimismo, que están en
condiciones de proteger sus actividades productivas internas cuando lo crean
necesario. Para todo ello se han valido de métodos diversos que van desde la
práctica del expansionismo imperial, el establecimiento de sistemas coloniales
o, cuando se trata de relaciones entre iguales (en términos jurídicos), se ha
llegado a algún tipo de convenio o acuerdo (explícito o no).

Si el supuesto de que las restricciones existen es correcto, en principio podría


convenirse en la necesidad de eliminarlas para facilitar el funcionamiento de la
economía en su conjunto. Las tesis clásicas y neoclásicas concluyen en el
aumento del bienestar como consecuencia del libre comercio. A pesar de ello,
las restricciones existen y viene de antiguo la discusión entre proteccionismo y
librecambio. Esas restricciones tienen o pueden tener más de una causa o
razón de ser: desde la más primitiva, consistente en contar con una fuente
eficaz y de relativo bajo costo para captar recursos fiscales (los impuestos al
comercio exterior), hasta las más complejas de proteger, por cualquier motivo,
a la producción interna, o las necesarias para fines de defensa, seguridad
nacional, preservación del patrimonio artístico o el cuidado de la salud.

Es común que un bloque nacido al amparo de estas condiciones "naturales"


adopte mecanismos institucionales: la actual Unión Europea (al menos en sus
inicios), la Zona de Libre Comercio de América del Norte o el MERCOSUR, por
ejemplo.

Ya se ha mencionado que para fines prácticos, la formación de blo ques


económicos se identifica con la integración económica. Este término no ha sido
definido con suficiente precisión. Esta defini ción obedece a la interpretación
que cada autor le da al concepto mismo. Es ampliamente conocida la célebre
cita de François Pe rroux sobre este término:

Las distintas situaciones, niveles, intensidades o etapas a que pue de dar lugar
un proceso de integración no deben ser considerados como ámbitos cerrados,
rígidos y puros. En la realidad ocurre que alguna de las características
teóricamente propias de una situación se presente en otra a la que, también en
teoría, no le corresponde. Por ejemplo, en la Unión Europea existe una entidad
supranacional

El comercio tiene límites como sustituto para el factor de los movimientos que
efectúan la integración, aun en un mundo fragmentado. En todo caso, no se
puede esperar que una liberalización del comercio internacional por sí sola
cambie radicalmente esta situación de abierta desintegración internacional o
esta tendencia hacia una diferencia cada vez más profunda en los niveles de
producción, de consumo y de vida. Por sí solo, un comercio más libre
propenderá a perpetuar el estancamiento en las regiones subdesarrolladas."

La desintegración del mundo actual, comparada con el mundo de 1913 es en


parte aunque no enteramente, más aparente que real. La comunidad mundial
más estrechamente integrada antes de la Primera Guerra Mundial era muy
particular: quedaban fuera del conjunto los pueblos de color, las colonias y, en
general, los países atrasados...

La migración internacional, los movimientos de capital y el comer cio


funcionaban en conjunto con mayor eficacia en el pequeño grupo de naciones
adelantadas y entre ellas pequeños islotes recortados en el mundo sumergido
que las rodeaba. El mundo de 1913 era, como Atenas en la época de Pericles,
en muchos aspectos, un modelo de civilización, si se hace caso omiso de que
excluía de sus beneficios a la mayor parte de la humanidad. Cualquier nuevo
sistema internacional que asegure la estabilidad, un progreso ampliamente
compartido y, a consecuencia de él, una confianza unánime en el futuro debe
fundarse sobre bases diferentes, ya que los pueblos excluidos anteriormente se
muestran reacios a volver a asumir su papel pasivo.

También es importante subrayar que la teoría no ha evolucio nado al paso de la


realidad. Aquélla sigue elaborando en torno a los aspectos directamente
relacionados con el comercio de mercan cías, pero no ha avanzado en la
incorporación de los “nuevos temas" de la agenda internacional que ya forman
parte de prácticamente todos los nuevos acuerdos constitutivos de alguna
suerte de bloque entre naciones. Las zonas de libre comercio y las uniones
aduane ras "de segunda generación" suelen incluir disposiciones relativas al
comercio de servicios, a las inversiones, a la propiedad intelectual, a las
compras gubernamentales, entre otras. El Informe sobre Comercio Mundial
2011 señala:

No sólo Myrdal incorpora lo social y lo político al estudio del fenómeno de la


integración económica; también Charles P. Kindleber consideraba que ambos
campos de estudio no deben disociarse si se aspira a una mejor y más correcta
percepción del fenómeno. Sin embargo, el mismo profesor sugiere que para
fines analíticos parecería conveniente, primero, dejar que cada disciplina
trabaje con los medios y en los términos que le son propios, la parte del todo
que le corresponde, y, después, intentar un esfuerzo de integración conceptual
y analítica de todas las partes desde las que se debe estudiar la integración
económica.

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