Está en la página 1de 10

Laberinto 4 http://laberinto.uma.

es

GLOBALIZACIÓN E INTEGRACIÓN REGIONAL: EL CASO DEL


MAGREB Y LA UNIÓN EUROPEA

Manuel Jaén

1. INTRODUCCIÓN
Las relaciones entre la UE y el Magreb se mueven dentro del amplio marco de la
globalización y la integración regional. Mientras que la globalización como ideología,
línea de pensamiento y motor de la economía predica la existencia de un único mercado
mundial con amplia libertad de movimientos de empresas y capitales en los distintos
países, la integración regional es un concepto más solidario pues lo que se busca es,
dentro del marco de sistemas políticos democráticos y con fuerte predominio del sector
privado en sus economías, una relación que permita a los países más desarrollados de la
región, mediante acuerdos políticos, culturales o económicos, empujar hacia delante a
los menos desarrollados utilizando diversos mecanismos de ayudas directas,
subvenciones a fondo perdido, préstamos a bajo tipo de interés, etc.
En este trabajo se analizan los diversos acuerdos de la Comunidad Económica
Europea (CEE) inicialmente y posteriormente la Unión Europea (UE), con los
denominados países terceros mediterráneos (PTM) en general y, en particular, con los
países del Magreb.
En la primera parte se consideran los conceptos de globalización e integración
regional mientras que la segunda estudia las relaciones de la UE con el Magreb,
finalizando con unas breves conclusiones.

2. GLOBALIZACIÓN E INTEGRACIÓN REGIONAL


Se entiende por globalización un sistema de interacciones de los mercados
económicos mundiales, de modo que su funcionamiento pueda considerarse como
realizado a la vez en todos los lugares y a todas horas.
La globalización implica una sociedad mundializada y la relativización de la
soberanía de los Estados en un marco de ausencia de un gobierno mundial.
Aunque el concepto de globalización es nuevo, no responde a una situación nueva: el
imperialismo fue una aspiración de control del mayor espacio físico posible en el globo.
Lo que caracteriza a este nuevo concepto es la ausencia de un poder centralizado y la
facilidad de comunicaciones que permite la telemática.
La globalización supone, para las empresas, la posibilidad de establecerse en
diferentes lugares del mundo, utilizar mano de obra de diversos países, establecerse en
otros distintos y tributar en aquéllos que deseen.
Debe distinguirse entre la globalización en la economía real y la economía
financiera. Si bien es cierta la libertad de establecimiento de las empresas en diferentes
países no lo es menos que la mayor parte de la producción y el consumo de la mayoría
de los países desarrollados se lleva a cabo en el propio país. Así, el grado de apertura de
la economía (importaciones/PIB) no suele ser superior al 10%, de forma que más del
90% de lo consumido en esos países se produce en ellos mismos (en España, el grado de
apertura es del 18%). Además, el control de los recursos existentes en los países del
tercer mundo suele estar en manos de empresas del primer mundo, de manera que los

1
Globalización e integración regional: http://laberinto.uma.es
El caso del Magreb y la Unión Europea

precios de las materias primas producidas por aquéllos se fijan en los mercados de
Chicago o Nueva York. Este principio sólo se quiebra en el caso de recursos
difícilmente sustituibles en los que los diferentes países productores toman acuerdos
cartelísticos de fijación de precios y cuotas de mercado como ocurre en el caso del
petróleo.
El comercio mundial no es, en términos relativos, superior, en este momento, al que
se producía en los siglos XVIII y XIX imperialistas, y el signo es muy parecido. Salvo
excepciones, las antiguas metrópolis exportan bienes de equipo y productos elaborados
a sus antiguas colonias de las que reciben, esencialmente, materias primas.
La diferencia fundamental entre esa situación y la actual es el fuerte desarrollo de la
economía financiera y la telemática. A diferencia del comercio en el que se tiene que
producir el transporte físico de la mercancía, en la economía financiera el dinero se
“mueve” de un país a otro en décimas de segundo (sólo un mínima parte (5%) de las
transacciones financieras tienen soporte en operaciones de industria y comercio). Los
grandes fondos de inversión mueven billones de dólares que colocan en los países que
les ofrecen mayor rentabilidad con el mínimo riesgo posible. Dinero que se mueve con
gran facilidad por pequeños diferenciales de interés. Este enorme movimiento de
capitales puede provocar, ya lo ha hecho varias veces, crisis financieras que tienen
inmediata repercusión en la economía real con su secuela de quiebra de empresas, paro
y perturbaciones sociales. Ejemplos muy recientes de estas situaciones los tenemos en la
crisis del tequila, la de los tigres asiáticos o la provocada en 1992 en Europa por la
especulación contra la libra esterlina.
Mientras que existe una clara delimitación política entre los diferentes países con
legislaciones que afectan a sus ciudadanos y a los residentes de otros países, las
fronteras económicas se van diluyendo cada vez en mayor medida. Se produce así una
ruptura entre el ámbito político, limitado al estado, y el económico, que abarca varios
países y diferentes continentes.
Esta ruptura entre el ámbito político y el ámbito económico plantea nuevas
dimensiones para las relaciones entre los individuos que han caracterizado al Estado
vigente:
1) El poder de decisión se escapa de los límites marcados por la organización
política estatal. Dicho poder se sitúa por encima de leyes y Constituciones.
2) Se segmentan los procesos productivos: se usa la mano de obra donde es más
barata, se tributa en los lugares con régimen fiscal más favorable, se invierte el
capital en los países que se muestran más propicios y se castiga a los que no se
atienen a la regla de que todo funcione sin reglas.
3) Quiebra de la alianza histórica entre sistema democrático, economía de mercado y
Estado asistencial, con la consiguiente deslegitimación de éste.
4) Sustitución del poder político por unos oscuros “poderes económicos” que no
están organizados jerárquicamente.
5) Establecimiento de una nueva división de competencias entre los Estados y
dichos poderes económicos con subordinación de los primeros a los segundos si
quieren mantenerse.
6) Nueva escala de valores: difusión de las telecomunicaciones, el papel de la
ecología, reorganización del trabajo, reordenación de la sociedad civil, etcétera.

2
Laberinto 4 http://laberinto.uma.es

7) Pérdida de la primacía de lo político sobre lo económico. Esto hace pensar que la


tarea más noble de los políticos en el próximo siglo será el mantenimiento del
Estado y el restablecimiento del valor de lo político1.
8) Extensión de las crisis económicas, empezando por las financieras. La
universalización del mercado financiero está en el origen de la globalización.
Las consecuencias de este “nuevo” orden económico y su correspondiente
“desorden” sociopolítico tiene importantes implicaciones sobre las formas de vida
actuales:

i) Aumento de la desigualdad
Puede suponer una trampa para la democracia. Difícilmente será aceptable para la
población una situación en la que el 20% de la misma bastará para mantener la
producción mundial y dejar al restante 80% fuera del mercado. La realidad global actual
es que 358 multimillonarios son, en conjunto, tan ricos como 2.500 millones de
personas, casi la mitad de la población mundial. La quinta parte más rica de todos los
Estados decide sobre el 84,7% del PIB mundial y posee el 85,5% de todos los ahorros
internos. El 20% acomodado consume el 85% de la madera, el 75% de la siderurgia y el
70% de la energía.

ii) Nueva estructura espacial de la distribución del poder


Es previsible que la situación actual de reparto de poderes dentro de los Estados sufra
fuertes transformaciones. Así, para Petrella, “el poder estará en una alianza de
comerciantes y gobiernos municipales actuando en todo el mundo, que fomentarán ante
todo la competitividad de las empresas globales que alberguen”.

iii) Minoración de los beneficios sociales de la población


La debilitación de los Estados ante las fuerzas económico-financieras lleva a una
puja a la llana por los impuestos más bajos con el consiguiente descenso del gasto social
y renuncia al mantenimiento del equilibrio social. La búsqueda desaforada de la
eficiencia que se ha convertido en el instrumento estratégico de la actuación de muchos
gobiernos, de la mano de la ideología neoliberal ha impulsado el proceso de
desregulación, liberalización y privatización sin actuaciones redistribuidoras que puedan
paliar el incremento de la desigualdad que trae consigo. En este marco, la mayoría de
los gobiernos de la OCDE siguen creyendo que hay que reducir aún más la influencia
del sector público en la economía para que la prosperidad y los nuevos empleos surjan
por sí mismos. Tales actitudes se observan en el Pacto de Estabilidad de la UEM. El
fenómeno no es nuevo. En la década de los cuarenta, Schumpeter2 pudo escribir: “a
menudo ha habido alianzas políticas que la mayoría de los teóricos ha establecido
persistentemente. El ejemplo clásico de este hecho es la alianza de la teoría económica
con el liberalismo político del siglo XIX. Esta alianza tuvo por consecuencia el
convertir durante algún tiempo la derrota del liberalismo económico en la derrota de la
teoría económica (...). Los mismos economistas teóricos hacían cuanto podían para
someter su aparato analítico al servicio de su credo político liberal”.

1
En palabras de Michel Camdessus: “la mano del mercado deberá ser compensada por la mano de la
justicia del Estado”.
2
Schumpeter, Joseph (1994): “Historia del Pensamiento Económico”. Ariel. Madrid.

3
Globalización e integración regional: http://laberinto.uma.es
El caso del Magreb y la Unión Europea

iv) El predominio de la economía financiera sobre la economía real


Los gobiernos de los países están sometidos al dictado de los mercados financieros
internacionales y los “poderes económicos” que los manejan. Los operadores actúan a
escala universal y dirigen una corriente de capital libre para invertir a diario y, por tanto,
pueden decidir el presente y el futuro de países y regiones enteras, sin el menor control
de los Estados nacionales. Sólo una mínima parte (5%) de las transacciones financieras
tienen soporte en operaciones de industria y comercio. Ello en un entorno en que “la
mayoría de los políticos siguen sin tener claro hasta qué punto están hoy bajo el control
de los mercados financieros e, incluso, son dominados por ellos” [Tietmeyer (1996)].
Aún así, para el pensamiento liberal esta situación es positiva: “los mercados
financieros se han convertido en juez y parte de toda política económica. La pérdida de
poder de los Estados nacionales es buena. Con ella, los gobiernos han perdido la
posibilidad de abusar de su poder elevando los impuestos y endeudándose produciendo
inflación; esto obliga a una sana disciplina” editorializaba The Economist en 1995.

v) Desestructuración de los mercados de trabajo nacionales


Como ya se ha señalado, se pueden establecer los puestos de trabajo allí dónde son
más bajos los salarios y las cargas fiscales que recaen sobre la mano de obra.
Obviamente, la competencia en una economía global crea un mercado de trabajo global.
Ningún empleo está seguro. Esta mundialización ha provocado una reducción de los
salarios reales en el país cabecera del mundo. En 1995 cuatro quintas partes de los
empleados y trabajadores estadounidenses cobraban por hora un 11% menos que en
1973; el PIB creció, en ese período, un tercio en términos reales. Por tanto el
crecimiento económico benefició al quintil más rico.
La desregulación implica la pérdida de puestos de trabajo en las empresas hasta
ahora controladas por el Estado, empresas que aún siendo ineficientes ofrecen, en
tiempos de crisis, puestos de trabajo seguros. Los gobiernos mantienen estas políticas
aún cuando en sus países hay grandes cantidades de parados con la esperanza de que el
descenso de los costes de producción ayude a las empresas de alta tecnología a crear
nuevo y más competitivo trabajo3. La desestructuración lleva a una pérdida de la
cohesión social y a la aparición de nuevas clases marginadas que ni siquiera cuentan con
un techo bajo el que cobijarse. Esta es una situación que puede llevar más pronto o más
tarde a estallidos sociales4, pues como afirma Beck, (1996)5”sólo las personas que
tienen una vivienda y un puesto de trabajo seguro y, por tanto, un futuro material son
ciudadanos que hacen suya la democracia y la vivifican. La pura verdad es que sin
seguridad material no hay libertad política. No hay democracia, sino amenaza de todos
por los nuevos y viejos regímenes e ideologías totalitarias”.

vi) Modificación en las pautas del comercio internacional


El cuestionamiento por los teóricos de la globalización de la teoría de la ventaja
comparativa ricardiana, provocado por la movilidad del capital, está posibilitando la
pérdida de puestos de trabajo bien retribuidos en los países desarrollados, a favor de
puestos mal pagados en países subdesarrollados. Es una búsqueda, no racional a nuestro

3
Krugman (1997) ha demostrado, para EE.UU., que “las industrias de alta tecnología, descritas
comúnmente como sectores de valor elevado de hecho tienen mucho menor valor añadido por trabajador
que las industrias tradicionales de elevado volumen, la industria pesada”.
4
Un ejemplo no baladí es la revuelta que se produjo en Los Angeles en 1992.
5
Beck, U. (1996): “Kapitalismus Ohne Arbiet”. Der Spiegel.

4
Laberinto 4 http://laberinto.uma.es

entender, de la ventaja absoluta, búsqueda que está basada en la idea de que el comercio
internacional es un juego de suma cero.
Cabe preguntarse con Krugman (1997) si el crecimiento en un país afecta a la renta
real en otros países. “El impacto del crecimiento de la productividad extranjera sobre el
bienestar nacional puede ser tanto positivo como negativo, dependiendo de cuál sea el
sesgo de ese incremento de la productividad; es decir, dependiendo de los sectores en
que tal crecimiento ocurre. El daño potencial a las economías avanzadas por el
crecimiento económico del tercer mundo reside en la posibilidad de reducción de los
términos de intercambio de los países avanzados. Pero eso no ha ocurrido. El
incremento de la productividad en el tercer mundo conduce a mayores salarios en el
tercer mundo”.

vii) Hacia un nuevo orden: el impuesto Tobin


Tal como van las cosas, parece que los Estados hayan fracasado ante la anarquía del
mercado mundial. Poco a poco, los gobiernos de todo el mundo pierden la capacidad de
intervenir siquiera para orientar el desarrollo de sus naciones. A todos los niveles se
pone de manifiesto el fallo sistemático de la integración global: mientras que el flujo de
capitales y mercancías está disponible en todo el mundo, la regulación y el control -en el
caso de que existan- han seguido siendo tareas nacionales. Si la economía devora a la
política, ¿cuánto mercado puede soportar la democracia? Una sociedad democrática
sólo es estable si los electores perciben que sus derechos e intereses son tenidos en
cuenta con independencia del poder económico que detentan.
Algunas propuestas sobre el necesario control de la economía se han ido
estableciendo. La más relevante es la realizada por Tobin (1978)6, para quien el flujo del
capital desregulado, con sus abruptos cambios de dirección y caóticas oscilaciones en la
cotización, daña la economía material y por ello “hay que echar algo de arena en el
engranaje de nuestros demasiado eficientes mercados monetarios internacionales” y
recaudar un impuesto del 1% sobre todas las transacciones en divisas. Este gravamen
posibilitaría que los beneficios especulativos disminuyeran drásticamente y la evolución
de los tipos de cambio seguiría más los datos de la economía real. Además, los bancos
centrales podrían volver a cumplir su función originaria y establecer los citados tipos de
cambio. La propuesta plantea, sin embargo, dos problemas: la implantación del
impuesto debería hacerse en todos los mercados del mundo -grandes y pequeños- y
deberían desaparecer las plazas off-shore. Se trata de un plan razonable para la
limitación de la inestabilidad, dañina para la economía que no es aceptado, no por
razones de imposibilidad técnica sino porque se opone a los intereses del sector
financiero.
Postulados fundamentales de la globalización son la libertad de establecimientos sin
trabas de las empresas y la total apertura de los mercados. La posibilidad de comerciar
sin trabas, sin impuestos, de introducir cualquier tipo de mercancía en un país
determinado se va imponiendo cada vez con mayor fuerza en los diferentes acuerdos
GATT y OMC.
¿La globalización es una realidad o un mito? ¿Es una falacia impuesta por los
teóricos del neoliberalismo económico al servicio de los intereses del gran capital o
realmente estamos en un mundo totalmente globalizado? No existe una opinión
unánime al respecto aunque es bien cierto que el convencimiento de la existencia de una
economía globalizada permite a las grandes empresas burlar las presiones de los

6
“A Proposal for International Monetary Reform”. The Eastern Economic Journal 3-4. Julio-Octubre.

5
Globalización e integración regional: http://laberinto.uma.es
El caso del Magreb y la Unión Europea

sindicatos, en busca de mejoras salariales, o de los gobiernos, en busca de una adecuada


tributación de esas empresas. Es cierto que determinadas empresas, generalmente
intensivas en mano de obra, están trasladando sus centros de producción a países del
tercer mundo con costes salariales mucho más bajos, pero también es cierto que la baja
calidad del capital humano en tales zonas está impidiendo los incrementos de
productividad que se producen en los países más industrializados, con lo que están
ocurriendo fenómenos de ida y vuelta de las empresas. También es cierto que las
grandes empresas siguen manteniendo sus centros de decisión y diseño de estrategias en
los países del primer mundo. En las empresas productoras de mercancías son, asimismo,
muy importantes los costes de transporte de forma que, en su gran mayoría, las
empresas multinacionales están adoptando estrategias de instalación de su producción
en lugares cercanos a los mercados demandantes del producto.
En cualquier caso, la globalización no pasa por los países del África subsahariana o
de Asia, que son focos de pobreza o de hambrunas, ni tampoco por los niños de la calle
sudamericanos o las favelas brasileñas.
La globalización, como producto de la economía pura y dura de mercado, es un
concepto insolidario que sólo conviene a aquéllos que sacan partido del sufrimiento y la
miseria de los demás.
El concepto de integración regional va más allá del de globalización, pues tiene
implicaciones no sólo comerciales o financieras sino también políticas y culturales.
Tiene, por otra parte, un fuerte componente de solidaridad por parte de los países más
desarrollados de la región.
La integración regional busca que los diferentes países situados en una misma zona
geográfica puedan integrar y hacer converger sus economías buscando la
complementariedad existente entre ellas. La premisa fundamental es la búsqueda de
zonas de libre circulación de personas, mercancías y capitales. Si los países integrantes
de esa zona parten de una situación de desigualdad, un proceso de este tipo puede llevar
al aplastamiento de las economías más débiles por las más poderosas, por ello son
necesarios mecanismos de solidaridad regional que hagan posible que el libre
intercambio no sea gravoso para los países en inferioridad de condiciones.
En este contexto de integración regional realizamos nuestro análisis. Desde los años
setenta la antigua Comunidad Económica Europea (CEE) y posteriormente la Unión
Europea (UE) han considerado el Mediterráneo como ámbito regional propio con el que
eran necesarias unas relaciones comerciales, sociales, políticas y culturales muy fluidas.
La incorporación a mediados de los ochenta de España, Portugal y Grecia a la Unión
Europea dio mayor fuerza a esta política por los intereses particulares de estos países
dentro del ámbito mediterráneo. En estos momentos y a pesar del interés de los países
centrales de la UE, sobre todo Alemania, en las naciones centroeuropeas, la relación de
la UE con los denominados países terceros mediterráneos (PTM) es cada vez más
intensa en todos los ámbitos como lo demuestra la Conferencia de Barcelona y los
acuerdos de Asociación Euro-Mediterránea que se han ido firmando con cada uno de
ellos.

3. UNIÓN EUROPEA Y MAGREB


Las economías magrebies son economías con un elevado grado de apertura y con una
gran orientación hacia el exterior (firmantes de los acuerdos GATT y de la Ronda
Uruguay), lo que las hace altamente vulnerables a los cambios coyunturales en la
economía internacional.

6
Laberinto 4 http://laberinto.uma.es

A su vez, debido a las diferencias en el desarrollo económico en ambas orillas del


Mediterráneo, al efecto escaparate provocado por los medios de comunicación y, cómo
no, a la esperanza de una vida mejor se ha producido un elevado flujo migratorio de los
países del Sur hacia los del Norte, de lo que es un ejemplo fehaciente el caso español, en
el que en el último decenio (1989-1998) se han recibido 52.337 inmigrantes legales
africanos, de los que 41.072 procedían de Marruecos. En este momento residen
legalmente en España 179.487 africanos de los que 140.896 son marroquíes.
En este contexto se sitúa la política mediterránea, hacia el Norte de África, de la UE,
a la que nos referimos seguidamente.
En 1972 se pone en marcha la política global mediterránea (PGM) de la Unión
Europea que pretendía ser un esquema de relaciones permanente y omnicomprensivo. El
proceso negociador, que se plasmaría en los correspondientes acuerdos de cooperación
de carácter bilateral (1976), incluye perfeccionamiento de los acuerdos comerciales,
diálogo político y sociocultural y la puesta en marcha de una cooperación científico-
técnica y económico-financiera: protocolos financieros. El balance de estos acuerdos no
ha sido nada satisfactorio pues se han ampliado las asimetrías entre las dos orillas del
Mediterráneo. En el terreno comercial la libertad de acceso de los bienes industriales de
los Países Terceros Mediterráneos (PTM) a la UE y la aplicación de un sistema de
preferencias generalizadas para los agricultores no han conseguido incrementar la
presencia en los mercados comunitarios de los productos mediterráneos, mientras que la
dependencia sigue aumentando. Las barreras a la entrada y circulación de los
ciudadanos de estos países en territorio europeo han dificultado seriamente el desarrollo
de la cooperación social. Por su parte, la cooperación económica y financiera concretada
en las diferentes generaciones de protocolos financieros tampoco se libra de estas
críticas por cuanto su carácter esporádico y su limitado volumen han impedido llevar a
cabo un esfuerzo eficaz que consolide la marcha hacia mayores cotas de desarrollo. La
ampliación de la CEE en 1986, con la inclusión de España y Portugal, cuyos productos
agrícolas entran en competencia con los magrebies similares, hizo necesaria la adopción
de un protocolo adicional en 1987 para adaptar el acuerdo de 1976 al nuevo orden
comunitario.
El nacimiento de la Política Mediterránea Renovada (PMR), en Diciembre de 1990,
se presenta como un intento, por parte de Bruselas, de renovar su interés por el
Mediterráneo y de corregir los errores cometidos. Esta nueva política pretendía poner el
acento en la promoción de las inversiones privadas y en el acompañamiento a los
procesos de reforma económica puestos en marcha. En esta línea se reforzaba el diálogo
político, se reservaban fondos para el apoyo a proyectos regionales, se impulsaba el
lanzamiento de la cooperación descentralizada (programas MED) y se articulaban
medidas para vincular estrechamente a estos países en la marcha del mercado único.
En la Conferencia de Barcelona (1995) se acordó crear un nuevo marco multilateral y
duradero que, respetando las características, valores y peculiaridades de cada país,
permitiera el desarrollo de una mayor colaboración euro-mediterránea en tres ejes:
1. Colaboración política y de seguridad con el objetivo de definir un espacio común
de paz y estabilidad. En este apartado figuran cuestiones referentes al respeto a las
libertades y al Estado de Derecho.
2. Colaboración económica y financiera para la creación de una zona de prosperidad
compartida mediante el establecimiento de un espacio económico euro-
mediterráneo.
3. Colaboración en el ámbito social, cultural y humano con el objetivo de desarrollar
los recursos humanos y fomentar la cooperación entre culturas. En este apartado

7
Globalización e integración regional: http://laberinto.uma.es
El caso del Magreb y la Unión Europea

figuran cuestiones sociales tendentes a favorecer las relaciones y el protagonismo


de las sociedades civiles.
Dentro del apartado 2 se establecen los siguientes objetivos a largo plazo: conseguir
incrementar el ritmo de desarrollo económico sostenible; mejorar el nivel de empleo y
reducir las disparidades en el desarrollo de la región; fomentar la cooperación y la
integración regional. Para alcanzar estos objetivos se establece una colaboración
económica y financiera basada en: el establecimiento gradual de una ZLC; la
instrumentación de una cooperación y actuación concertada en el plano económico y un
incremento sustancial de la asistencia financiera de la UE y sus asociados.
El acuerdo con Túnez entró en vigor el 1 de Marzo de 1998. En su marco, las dos
partes se comprometen a un diálogo político regular, a un desmantelamiento arancelario
progresivo, a la libre circulación de capitales, a una cooperación económica, lo más
amplia posible, y a una cooperación social y cultural. En el corazón del acuerdo está el
establecimiento de un área de libre comercio industrial a lo largo de un período de 12
años. Para las empresas europeas el desmantelamiento de la protección arancelaria
tunecina expande el acceso al mercado. Para Túnez se espera que la mejora en la
asignación de recursos combinada con la armonización de las regulaciones relacionadas
con el comercio y el incremento de las asistencia de la UE incrementen la prosperidad y
el empleo. De esa forma se espera que el acuerdo, a lo largo del tiempo, promoverá la
convergencia de rentas y asegurará la estabilidad política y la seguridad en ambos lados
del Mediterráneo.
Según expertos del BM, los beneficios estáticos derivados de la mejora en la
asignación de recursos y las ganancias dinámicas de una mayor eficiencia exceden del
4% del PIB. Se pronostica que el acuerdo animará la inversión extranjera, pero la
pérdida de impuestos procedentes de las importaciones requiere (ya se ha hecho)
medidas fiscales compensatorias. Asimismo el acuerdo producirá un período de
desempleo en la transición debido a la adaptación de la industria tunecina. En definitiva,
se piensa que, a largo plazo, el acuerdo es beneficioso para Túnez.
El núcleo fundamental del acuerdo con Marruecos es el mismo que con Túnez y sus
resultados esperados son comparables con una ganancia de bienestar entre el 1,5 y el
2% del PIB mientras que el impacto presupuestario adverso es del 2% del PIB después
de 12 años, algo menor que en el caso tunecino.
Aunque la agricultura sigue siendo el sector sensible por excelencia y ha sido
excluida de la zona de libre comercio euro-mediterránea, el acuerdo incluye
ampliaciones en el acceso preferencial de los productos agrícolas marroquíes pero aún
permanecen restricciones: 1) se extiende la lista de productos con acceso preferencial;
2) se prevén generosas reducciones aduaneras dentro de las diferentes tarifas y cuotas y
3) se aumenta el acceso para algunas cuotas o fuera de las cuotas o durante ciertos
períodos del año hasta el 12%. Tampoco se reduce significativamente la protección
marroquí para su propia agricultura.
El acuerdo con Argelia se basa, esencialmente, en la energía buscando la UE
asegurarse a largo plazo la provisión de gas y petróleo a precios aceptables, mientras
Argelia intenta hacerse con mercados seguros mediante el desarrollo de las redes de
conducción de electricidad y gas a unos precios rentables. Habrá que prever medidas
transitorias para solucionar el problema de la deuda externa y relanzar la maquinaria
económica, hasta que comiencen a percibirse los efectos beneficiosos de un crecimiento
estructural sobre la diversidad de la oferta y, por tanto, del comercio, la inversión
exterior en el sector de los hidrocarburos y la asimilación de la ciencia y la tecnología.

8
Laberinto 4 http://laberinto.uma.es

Según la opinión de diversos expertos magrebíes, la apuesta por la apertura es, sin
duda una apuesta inevitable, pues cualquier otra vía estaría destinada al fracaso y no
llevaría más que a profundizar los retrasos acumulados por la economía de la región.
Sin embargo, se trata de una apuesta de alto riesgo. La apertura puede revelar un
potencial de adaptación y dinamismo y estimular la inversión nacional y extranjera.
Pero también puede quedarse en torpezas y bloqueos, devastar capas enteras del tejido
productivo y agravar el problema del paro y, por lo tanto, los incentivos para emigrar.
La puesta a punto competencial del sistema productivo requiere una auténtica
reestructuración industrial, la adaptación del sistema fiscal al nuevo orden, la atracción
de inversión directa extranjera y el acercamiento de la legislación a los estándares en
vigor en la UE.
Para la UE, los acuerdos forman parte de un amplio esfuerzo para ampliar y
profundizar sus relaciones con los PTM. Esto se logra mediante acuerdos que incluyen
cooperación económica, financiera, cultural y política, incluyendo cuestiones tales como
inmigración, medio ambiente, adaptación de la legislación e infraestructuras. En el
campo económico, el propósito es construir un área económica euro-mediterránea como
parte de una amplia estrategia europea para forjar varias alianzas comerciales. La UE
tiene un interés político basado en razones de política exterior en este acuerdo de
asociación en concreto y en la instauración de un espacio euro-mediterráneo en general.
Sin embargo, a largo plazo, la UE puede sacar provecho de la ampliación y la expansión
de los mercados del sur con fuerte crecimiento demográfico y capacidad de mejora en
los niveles de vida, gracias a la reestructuración de los sectores económicos que
acompañan a los acuerdos de asociación multilaterales y bilaterales.

5. CONCLUSIONES
Los países de ambas orillas del Mediterráneo comparten su preocupación por el
futuro de este mar, por su equilibrio ecológico fuertemente amenazado y su situación
como vía de comunicación privilegiada con unas orillas muy cercanas y pobladas. Sin
embargo, los países de la ribera sur se encuentran sumidos en graves problemas de
desarrollo, una presión demográfica creciente con repercusiones directas en los niveles
de empleo y autosuficiencia alimentaria y un deterioro global del medio ambiente que
abarca tanto problemas de desertización como de urbanización deficiente y polución.
La asociación euro-mediterránea representa un auténtico desafío para los PTM, en la
medida en que les exige una adecuada respuesta a las nuevas exigencias derivadas de
los procesos de globalización y regionalización, la adopción de una política económica
coherente con un marco caracterizado por economías cada vez más abiertas, una
profunda reforma de las Administraciones públicas, el concurso activo del sector
privado, una amplia colaboración entre las empresas del Norte y el Sur del Mediterráneo
y la creación de un clima de confianza, credibilidad y estabilidad. Los costes a corto
plazo para los países del Magreb pueden ser muy elevados en términos de pérdidas de
empleo y empobrecimiento general de la población y, aunque se vislumbran beneficios,
éstos se producirán a más largo plazo. La exclusión de los productos agrícolas de la
ZLC pone de manifiesto la preponderancia y la prepotencia de la UE en el proceso de
negociación, pues es en este sector, fundamentalmente en la hortifruticultura, donde los
países del Magreb tienen ventajas comparativas con respecto a la UE. Asimismo las
ayudas financieras prometidas no parecen suficientes para ayudar a estos países a hacer
frente a los retos de modernización de sus industrias que supone la ZLC.
Mención especial merece el problema de la emigración, fundamentalmente de
jóvenes marroquíes y argelinos, de aquéllos que en busca de un mundo mejor se

9
Globalización e integración regional: http://laberinto.uma.es
El caso del Magreb y la Unión Europea

aventuran en una patera para atravesar el Mediterráneo. La falta de oportunidades en sus


países, con niveles de paro superiores al 30% en los estratos jóvenes de la población y
los salarios próximos a la miseria, está provocando una emigración sin precedentes que
la UE debería encauzar. Los países que en fechas muy próximas, hasta los años 70 en
algunos casos, han sido colonizadores del Magreb deben ser capaces de afrontar y
ayudar a solucionar todos los problemas que se están planteando. No debemos olvidar,
finalmente, que la baja demografía en los países europeos hace necesaria esta mano de
obra emigrante que nos permitirá mantener nuestro actual nivel de vida, ocupando los
empleos que son despreciados por la población autóctona.
Por tanto, la ayuda al desarrollo y el crecimiento de los países del Magreb debe ser
una política fundamental para la UE, tan necesaria para esos países como para la propia
supervivencia de la UE. ■

10

También podría gustarte