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La Batalla de Prrrbla - Luis Franco, Lizeth Cervantes y Jose Covarrubias
La Batalla de Prrrbla - Luis Franco, Lizeth Cervantes y Jose Covarrubias
- Pepe (España)
- Juan (Inglaterra)
- Pancho (Francia)
Hechos
Pasaron semanas y Benito aún no tenía alimento para reponer la comida que Nacho y
Manuel habían pedido a los perros de la otra calle; Pepe, un gran dóberman; Juan, el
rottweiler y Pancho, un lobero irlandés. Estos tres caninos eran lideres cada quien, de
sus propias bandas de perros, los cuales gobernaban en varias cuadras en su colonia
Wauffropa, pero, por alguna razón nunca habían puesto atención en Miauxico, pues no
creían que ahí hubiera algo que fuese de su interés.
Decididos a reclamar el alimento que les pertenecía y habían decidido prestar a los
gatitos de manera agresiva, fúricos emprendieron camino hacía el terreno donde se
encontraban Benito, Nacho y Manuel para quitarles su territorio como pago. Al verlos
acercarse, los agraciados felinos dieron un salto del tremendo susto que les habían dado
y se acercaron para hablar con ellos:
- Juan: venimos porque no has dado la cara para pagar el favor que te hemos hecho…
- Pancho: - interrumpe a Juan - ¡Sí! Ahora les quitaremos su tierra como pago por nuestra
comida.
- Benito: ¡Aguanten!, por favor. Sabemos que aún no les hemos pagado, pero esa no es
razón para que vengan y nos quiten nuestra tierra.
- Manuel: Así es, no tienen por qué venir a mostrarnos los colmillos de este modo,
podemos llegar a un acuerdo donde ambas partes ganemos.
Así pasaron las horas, hablando tranquilamente, como animales civilizados y no solo
peleando como perros y gatos. Hasta que se llegó a un acuerdo donde la banda de felinos
se comprometió a pagar por aquello que debían. Pero Pancho, inconforme con el
acuerdo, no tenía planeado dejar pasar la oportunidad de hacerse con el terreno de
Benito. Pancho ya visualizaba el terreno con una pequeña casa para perros para cubrirse
de la lluvia, un tazón que se llenaba solo misteriosamente cada mañana, como el que
tenía en su casa y un humano que le hiciera piojito como el que había en donde él vivía.
De este modo, cegado por la avaricia dijo:
Fue así como estos caninos volvieron a Wauffropa, donde discutirían sobre un plan de
ataque para tomar toda Miauxico. Discusión que duró muy poco, pues Juan y Pepe no
estaban de acuerdo con atacar a los animalitos de la calle vecina.
- Pepe: no lo entiendo, hemos llegado a un trato más que aceptable, no tenemos por qué
pelear con ellos.
- Juan: Pancho, estas cegado por la avaricia, ese terreno es de ellos no nuestro.
- Pepe: Juan tiene razón, haz lo que quieras, nosotros no planeamos ayudarte.
Entonces Pancho se dispuso a juntar su banda de pitbulls. Estos eran perros grandes,
rudos, con vasta experiencia en los combates callejeros; feroces fauces, afiladas garras
y un enorme cuerpo hercúleo. No había quien se atreviera a hacer frente a esta banda
de canes, que no dudaban en devorar de un mordisco a quien sea que tuviera la osadía
de oponerse a ellos.
Preocupados, Pepe y Juan dieron aviso a Benito y compañía sobre los planes de Pancho.
Al escuchar esto, desesperado, Ignacio corrió a toda máquina para buscar quienes les
ayudarán a pelear contra las fuerzas que se estaban organizando en la perrera, pero solo
logró convencer a una pequeña jauría de perritos chihuahueños que se encontraban en
los huesos.
Para cuando Nacho volvió al terreno, Pancho y compañía ya estaban esperando frente
al solar en que Benito gobernaba, estos se encontraban bailoteando y atacando a los
renacuajos que vivían en un charco de agua sucia que se asentaba frente a la entrada
de la propiedad. Rápidamente Nacho corrió junto a la jauría de pequeñines y se
asentaron en los juegos del parque que había cruzado la calle, frente a su hogar, donde
el suelo estaba cubierto de grava. De repente escucharon la amenaza de Pancho:
Los tan experimentados en el campo de batalla perros, no atinaban un solo mordisco por
lo pequeños y agiles que eran los perritos que tenían una increíble habilidad para correr
entre sus patas, mientras que otros subían a los resbaladeros y se arrojaban contra sus
adversarios que, por su gran tamaño, no era difícil asestar el golpe.
Al verse en tan grande aprieto, Pancho y su banda se vieron en la obligación de huir del
lugar con la cola entre las patas, su orgullo quedó hecho pedazos, sin contar que, al
volver a La Perrera, todos se burlaron de los temibles guerreros, tan grandes soldados
que fueron vencidos de manera tan humillante por tan humildes y descuidadas fieras que
ahora vivían al lado de nuestros valientes mininos. Este gran acontecimiento fue grabado
e inmortalizado en la memoria de los animalitos… y las cámaras del parque. Un suceso
al que se refieren como la gran batalla de “Prrbla”, nombre por el cual ahora es conocido
el parque donde se encuentra tan valeroso campo de batalla.