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Muralismo Mexicano y sus exponentes en Guadalajara

Ensayo Crítico

Introducción
El muralismo mexicano ha sido el movimiento artístico que más ha impactado a
los mexicanos y al mundo entero, no solo por los grandes tamaños de estos murales y
las excelentes habilidades de varios de estos muralistas, sino que también se ha
ganado su lugar entre conocedores y novatos del mundo artístico y entre el pueblo
mexicano en general, por alzar la voz ante una sociedad que ha sido silenciada de
distintas y crueles maneras por querer exponer temas que dañan nuestra integridad,
nuestro orgullo nacinalista y nuestra valía y derechos como seres humanos que
conforman el todo de una sociedad.
Desde luego, Guadalajara ha sido centro importante de este movimiento
artístico y aquí se expondrán algunos ejemplos de esta magnífica forma de expresión
artística.

Muralismo Mexicano
El Muralismo Mexicano fue un movimiento artístico que surgió en la década de
1920, después de la Revolución Mexicana. Los artistas que participaron en él
intentaron plasmar su visión sobre la identidad nacional y la situación social y
política del país, como los movimientos sociales, las luchas de clases, la desigualdad,
la injusticia.
El muralismo tenía un fin educativo que pretendía difundir parte de la cultura y
vida mexicana a un público masivo, por lo que la mayoría de las obras se realizaron
en las paredes de edificios públicos, y no en museos y galerías donde el pueblo
común no podía asistir, así ocurrió una especie de educación visual a través del arte
plástico mural. Su duración se prolongó durante los años 20s hasta principios de los
años 60s.

Muralismo Mexicano en Guadalajara


Y aunque la capital del país siempre ha sido reconocido por dar a luz y ser
punto de encuentro de grandes artistas e intelectuales, no olvidemos que en la ciudad
tapatía se han producido tallas grandes de excelentes maestros muralistas, yendo a la
par de sus compañeros en Ciudad de México durante el mencionado periodo
muralista. Dentro de los muralistas tapatíos, solo por mencionar a algunos de los
más grandes maestros que han trabajado en Jalisco, podemos encontrar al célebre
José Clemente Orozco en la primera generación, seguido por José Atanasio Monroy,
de quienes hablaremos en este escrito.

José Clemente Orozco, mural El Hombre en Llamas


Nació el 23 de noviembre de 1883, en Ciudad Guzmán, Jalisco. Vivió en un
México ya independiente pero sediento de igualdad entre las clases del pueblo
mexicano. Su familia se mudó a Guadalajara, donde el pequeño Clemente vería el
trabajo de José Guadalupe Posada, que lo cautivaría. Su juventud lo hizo testigo de la
toma de armas en contra del gobierno porfirista que daría paso a la Revolución
Mexicana, que lo marcó profundamente llevándolo a cuestionar al gobierno del país,
y el resto de su vida lo dedicó a plasmar aquellos hechos históricos y pensamientos
de las luchas sociales en las primeras manifestaciones del muralismo en México.

“El hombre en llamas” por José


Clemente Orozco fue pintado entre
1938 y 1939 en el techo del
Hospicio Cabañas en Guadalajara.
El mural tiene 11 metros de
diámetro y 27 metros de altura,
utilizando únicamente dos colores:
matices de rojo y negro. En el
mural están plasmadas 4 personas
de aspecto masculino, una en el
centro, que es la que cautiva a la vista no solo por contrastar entre los otros sino
porque éste está envuelto en llamas, brindándonos una sensación bastante horrorosa
y ardorosa que incluso podríamos sentir las llamas en nuestros propios cuerpos. Los
otros tres hombres alrededor suyo son más grisáceos y no tan vigorosos como el
hombre central, como si éstos ya hubiesen ardido en esas llamas y quedaran
cubiertos de cenizas. Todo el mural tiene una forma en escorzo, dándonos una
perspectiva de tres dimensiones, otorgándole más grandeza al hombre central.

Una de las representaciones del mural es el mito griego de Prometeo, el dios


que robó el fuego del Olimpo para entregarlo a la humanidad. Otra de sus
representaciones hace alusión a la era prehispánica, con sus rituales primitivos
poniendo de manifiesto el sacrificio de otros humanos que conformaban parte de la
misma sociedad. También hace alusión a una crítica despectiva social mexicana, en
donde imperan la injusticia, la corrupción y la desigualdad a pesar de ser una
sociedad post-revolucionaria, es decir, el pueblo cayendo nuevamente en las mismas
tragedias que lo ha mantenido en el hoyo. En esta interpretación el rojo no es solo
fuego, sino también es la sangre de este pueblo que se condena a sí mismo. La
sociedad mexicana ya no realiza sacrificios prehispánicos pero no significa que haya
dejado de cometer salvajismos ante sí misma.
Veo en este mural otra interpretación más: un hombre ardiendo en el infierno
por estas injusticias y barbaridades, un hombre condenado al infierno por sus
pecados cometidos ante la humanidad.

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