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“Los murales desde un principio tuvieron una función social del arte público,
no es un arte que se enajene o se venda a nivel privado, se ve, está puesto sobre
los muros y quien circule por el lugar los verá”, señaló.
DIEGO RIVERA
La Revolución mexicana, en la que murieron entre 300 mil y 500 mil personas, dio
pie a una enorme producción artística e intelectual. En la literatura, por ejemplo,
floreció un género completamente nuevo: la novela de la Revolución. Algunos
títulos que destacan son Cartucho (1931), una colección de relatos de la escritora
duranguense Nellie Campobello; Los de abajo (1915), del autor jalisciense
Mariano Azuela; y La sombra del Caudillo (1929), del escritor chihuahuense
Martín Luis Guzmán. En el caso del arte plástico, sin duda alguna, el muralismo
fue el movimiento más representativo de la época y Diego Rivera, uno de sus más
conocidos representantes.
Tamayo fue alejándose progresivamente del realismo. Pintó los ámbitos internos, la atmósfera,
los paisajes urbanos o pueblerinos, la naturaleza de su realidad local.
Puede considerarse que el trabajo de Rufino Tamayo se caracteriza por una voluntad de
integración plástica de la herencia precolombina autóctona, la experimentación y las nuevas
tendencias pictóricas que revolucionaron los ambientes artísticos europeos a comienzos de siglo.
Esta sincretización y ese interés por lo que acontece en Europa desde el punto de vista artístico
marcan diferencia en su trabajo y estilo respecto del núcleo
fundamental de los "muralistas", los cuales prefieren mantener
una absoluta independencia estética respecto a las tendencias
europeas y tener su fuente de inspiración en la herencia pictórica
precolombina, marcadamente indigenista.6
También se separó del movimiento muralista por su falta de
motivación ideológica y revolucionaria, y por tener un marcado
acento formal y abstracto del tema indio.
DAVID ALFARO
El pintor David Alfaro Siqueiros fue uno de los máximos representantes del
muralismo mexicano junto a José Clemente Orozco y Diego Rivera. Hizo gala de un
temperamento aguerrido, siempre convencido de la importancia del arte como
vehículo para la formación de la conciencia popular por medio de una nutrida obra
teórica.
El edificio Tecpan alberga actualmente el mural Cuauhtémoc contra el mito de
1944. Esta constituye la primera obra plástica mixta del autor en la que combina
pinturas modernas y soportes de madera, masonería y esculturas hechas por Luis
Arenal Bastar. A través de la perspectiva tridimensional Siqueiros intenta recrear el
movimiento de las figuras. A la derecha y en primer plano está Cuauhtémoc
empuñando las armas y oponiéndose a la destrucción de su civilización a manos de
los conquistadores españoles, estos últimos son representados como centauros
cuyas fuerzas son la religión y las armas de fuego (arriba e izquierda). Debajo de
las patas del caballo está la cabeza de un indígena decapitado y de frente aparece
Quetzalcóatl como símbolo del desarrollo milenario del México prehispánico. Al
centro, Moctezuma II implora desconcertado a los dioses que le expliquen por qué
el supuesto regreso de Quetzalcóatl (en la figura de Córtes) implicó la caída de su
imperio, apreciándose al fondo los templos incendiados.
David Alfaro Siqueiros falleció en Cuernavaca, Morelos, el 6 de enero de 1974 en
compañía de Angélica Arenal Bastar, quien fuera su inseparable compañera desde
la Guerra Civil Española. Su cuerpo fue inhumado en la Rotonda de las Personas
Ilustres.
CONCLUSION
El arte se despliega para imaginarnos; la plástica nos representa, pero
siempre es algo más que la simple replica. Es invención, creación,
síntesis de sensibilidades y, por lo tanto, resguardo de profundas
evocaciones y significaciones que construyen saberes e imágenes
sobre lo que duele y emociona, sobre lo que fuimos, somos y seremos,
sobre la identidad. Por esto el arte puede representar los mitos que
forman nuestro imaginario. Y considero que pensar los momentos
históricos en que se configuró tal imaginación, brinda la oportunidad
de la repensarnos, reimaginarnos y actualizarnos ante los problemas
actuales.
En lo general, argumento que el muralismo no fue un instrumento del
Estado, sino resultado de proyectos, personajes y contextos que,
inmersos en el drama político posterior a un largo y agotador conflicto
armado, posibilitaron la imaginación de una nación y, por lo tanto,
moldearon la imagen del Estado. Y es que el Estado, al ser nacional,
subsume, en ciertos momentos, las facultades infraestructurales a su
necesidad de definirse legítimo. Para ello requiere constituir una serie
de valores culturales que asimilen a un grupo amplio de personas bajo
una tutela unitaria. Y los artistas, en su afán de crear y actuar,
produjeron con su genialidad obras evocativas trabajadas con
maestría. Con ellas, crearon una síntesis cultural necesaria para el
momento posrevolucionario y volvieron a su obra, una propiedad
pública.