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Lectura de las elecciones regionales de Colombia

Por Alvaro Sepúlveda Franco

El pasado domingo 29 de octubre se cumplió en Colombia el ritual democrático


de las elecciones, esta vez para elegir candidatos a las 32 gobernaciones, a las
1.102 alcaldías, a las asambleas departamentales, a los concejos municipales y
a las juntas administradoras locales (JAL) para el periodo 2024-2027.
Luego de la jornada, que se desarrolló según lo previsto y sin alteraciones
significativas del orden público, contra algunos pronósticos de sectores de la
oposición al gobierno en ese sentido, vemos cómo a la vez se confirmaron
algunas de las previsiones que se habían hecho desde los movimientos
alternativos, y que se presentaron sorpresas.
Entre las previsiones cumplidas, están las siguientes: presuntos delitos
electorales que han ocurrido en el país por décadas, como compra y venta de
votos, sufragios obtenidos por chantaje y/o presión laboral, superación ilegal de
los topes presupuestales de las campañas, presiones de gamonales regionales
(“varones electorales”), financiaciones por parte de grupos asociados a la
criminalidad organizada, alianzas de partidos derechistas y corruptos,
presencia de candidatos administrativa y/o judicialmente cuestionados;
también era previsible el triunfo de candidatos del establecimiento en las
alcaldías de Medellín (Federico Gutiérrez), Cali (Alejandro Éder) y
Barranquilla (Álex Char), dado lo poderoso de las maquinarias que los
apoyaban y financiaban.
Y entre las sorpresas, figuran al menos dos: primero, los resultados en Bogotá:
el tercer lugar para Gustavo Bolívar y la alta votación del alcalde electo de esa
ciudad, Carlos Fernando Galán; y, segundo, la elección por parte de la coalición
de gobierno, el Pacto Histórico, de varios gobernadores, 70 alcaldes (tenía 9), 38
diputados (había 2) y 728 concejales (contaba con 156) por parte del Pacto
Histórico.
Considerando lo que se pierde y lo que se gana, no puede decirse que haya sido
una derrota para los sectores populares y progresistas. El Pacto Histórico, a
pesar de ser una organización política tan reciente y que no contaba con mayor
representación ni gubernamental ni legislativa en las regiones, ha conseguido
un respaldo considerable a lo largo del territorio nacional. Es un resultado muy
positivo, por ejemplo, que el 70% de los ediles caleños sean del PH, así como el
68% de los bogotanos, que para el concejo de Cali haya habido una votación sin
precedentes (83.000 votos), y que se hayan logrado curules en buena parte de
las asambleas, concejos y juntas administradoras locales de muchos
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departamentos y municipios, entre ellos Cali y el Valle. No hay motivos, pues,
ni para el derrotismo ni para el pesimismo.
Por lo demás, es importante resaltar que estas elecciones no fueron un
plebiscito al gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez. De hecho, por
tradición las votaciones regionales no han sido refrendación de nada; muy
distinto, lo que ha ocurrido es una curiosa tendencia a que, al menos en las
grandes capitales y los principales departamentos, sean elegidos alcaldes y
gobernadores ideológicamente contrarios al presidente de turno. En esta
ocasión, se continúa con esa tradición: no fue una jornada plebiscitaria, como
sostienen no pocos militantes y analistas políticos, sino una medida de fuerzas
y de capacidad de convocatoria en las que se enfrentaban los sectores
alternativos afines a los lineamientos del gobierno, todavía dispersos,
desorganizados, contra bloques regionales y maquinarias con larga tradición de
dominio territorial y de poder económico. No era fácil esa medida de fuerzas, y
el reflejo de la desigual contienda están a la vista.
Queda esperar que la ciudadanía madure políticamente más, que los amplios
sectores populares se organicen y apoyen de modo más decidido las agendas
propuestas en su favor, y que trasciendan la indiferencia social, el
abtencionismo, así como la propensión a permitir que sus opiniones, idearios y
cosmovisiones sean influidas tendenciosamente por los intereses y las
narrativas del mercado, las grandes corporaciones nacionales e internacionales
y los medios hegemónicos de comunicación. Hace falta, pues, una contundente
labor pedagógica y una acertada alfabetización política.
Y de modo especial es preciso que el Pacto Histórico advierta, reconozca y
rectifique los errores y descuidos durante la campaña, algunos de los cuales
enumerábamos en el artículo “En riesgo las candidaturas del Pacto Histórico a
las elecciones locales y regionales”, publicado el 4 de agosto de este año en el
blog de Convivencia y Paz:
(…) la amenaza no viene de fuera; proviene del interior mismo de las
organizaciones, que más valdría llamar desorganizaciones sociales y/o
políticas, al no estar al parecer capacitadas para deponer los egoísmos,
los intereses propios (individuales y partidistas), en función de un
consenso eficaz que permita competir con posibilidades de éxito contra
los sectores tradicionales, derechistas, conservadores, oligárquicos,
hegemónicos, como quiera que se les llame”.
Sectarismo, individualismo, caudillismo, centralismo… Todo esto unido a la
falta de estrategias mediáticas para visibilizar los programas y logros del
gobierno explica por qué siguen llegando al poder líderes y movimientos
refractarios al cambio, inmersos en los mismos dogmas dictatoriales,

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conservadores, derechistas, gamonalistas y neoliberales que han malgobernado
el país por décadas, por siglos.
Es por eso por lo que, desde organizaciones de la sociedad civil como Escuela
Ciudadana, formulamos las siguientes cuatro propuestas no sólo para que en el
futuro se alcancen mejores resultados electorales, sino, sobre todo, para
contribuir a edificar una sociedad más consciente, participativa, equitativa,
próspera y democrática:
1. Recomponer el Pacto Histórico: Tal como lo han planteado Gustavo Bolívar y
otros dirigentes nacionales, es preciso recomponer los fragmentos erosionados
de la coalición que hace un año y medio, en las elecciones de mayo de 2022,
llevó al poder al actual Gobierno popular del Cambio, la justicia socioambiental
y la Paz Total. Lo cual será posible si se reconocen y rectifican las
equivocaciones y descuidos con el fin de fortalecer el movimiento y de ese modo
garantizar un respaldo fuerte a las directrices del gobierno central.
2. Renovar los mecanismos democráticos: Urge trabajar en el sentido de
fortalecer la organización institucional interna, consolidar la democratización
de los mecanismos del funcionamiento partidista, así como diseñar estrategias
eficaces de publicitación mediática de los principios ético-ideológicos, de los
programas de gobierno y de los avances conquistados; no se puede seguir
descuidando un factor tan decisivo como el comunicacional.
3. Afianzar la formación política de la ciudadanía: Es mucho lo que hay
pendiente en materia de pedagogía y cualificación política y democrática de la
población. En esa línea, proponemos la creación de una Escuela de Formación
Política Permanente, un esfuerzo dirigido a afianzar la cultura cívica y
ciudadana, a empoderar a los individuos y a las comunidades para que se
asuman como agentes activos y creativos en función del bien común.
4. Impulsar nuevos liderazgos: Se requieren nuevos y más cualificados
liderazgos. Hay una notable carencia entre las izquierdas de líderes con
calidades personales, conocimiento y habilidades administrativas. Esos nuevos
liderazgos deberán surgir de entre los jóvenes, las mujeres, las comunidades
racializadas, las primeras líneas, los sindicatos, los estudiantes, y de otras
fuerzas activas de la sociedad.

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