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Territorialmente conocida como “la banda de los charrúas”, “la banda del norte” (tomando

como coordenadas Buenos Aires) o “la banda del río del ancho mar”, la zona actual en la cual
está sumergido Uruguay fue reconocida además como “la tierra de ningún provecho” debido
al objetivo primordial de la búsqueda de metal, que la zona carecía de este material.
Cambia esta perspectiva ante la participación de Hernandarias.

Hernando Arias de Saavedra nace en 1564, siendo hijo de Martín Suárez de Toledo y María de
Sanabria. Fue nieto del adelantado Juan de Sanabria (Tercer adelantado). Acompaña a
Garay en Buenos Aires en 1581 y logra el grado de capitán cuatro años después. Al tener este
título le corresponde una encomienda de indios, la cual la usufructúa.
Ocupa tres veces el cargo de Teniente Gobernador y dos veces el de Gobernador de las
Provincias del Río de la Plata, el cual fue elegido tanto por el Cabildo como por el virrey del
Perú. En su gobernación tuvo graves denuncias de los mercaderes bonaerenses, alegando contra
él “sesenta y cuatro cargos hechos por sus enemigos” (Reyes y Vázquez, 1979, p. 292), hecho
que el oidor Alonso Pérez de Salazar los desecha absolviéndolo de todos los cargos que se le
imputaban.

Fue (…), un caudillo, cabeza visible y brazo ejecutor de una comunidad, jefe disciplinado que
jamás estuvo en una revolución y tenía por la ley un respeto fanático que supo enseñar (…). Un
administrador consciente, y un político de gran coraje (…). No era un hombre de letras. Su
juventud aventurera transcurrida en combates y jornadas no le permitieron educarse en la lectura y
la meditación religiosa (Reyes y Vázquez, 1979, p. 292).

Ante su ausencia de formación profesional y su gran éxito en el suelo americano varios


españoles cuestionaban su empeño afirmando que otras personas más capacitadas podían hacer
el trabajo de Hernandarias más satisfactoriamente.
Queda como interino del Virreinato del Perú tras la muerte del Gobernador del mismo en 1602
pero luego por disposición del Rey Felipe III se le confirma se lo establece de forma fija.
Cinco años más tarde de su proclamación encuentra que en el puerto de Buenos Aires
empezaron a encallar enemigos, comerciantes que no eran deseados y contrabandistas, lo
que produjo una gran preocupación de Hernandarias. Menciona el gobernador del virreinato del
Perú que “a pesar de su importancia económica y política, [Buenos Aires] estaba indefenso y
los navíos que llegaban a él partían a merced de los piratas y corsarios que encontraban refugio
en la banda del norte o banda de los charrúas” (Reyes y Vázquez, 1979, p. 294). Es por ello que
para la propia seguridad, pensó en poblar “un puerto que se ha descubierto en el paraje que
llaman Montevideo” (Reyes y Vázquez, 1979, p. 294), con el fin de que, en alguna isla
ubicada en la cercanía del mismo dé el aviso marítimo de la aproximación de barcos no
deseados en las costa.
En un momento el Cabildo se opuso a hacer la travesía porque consideraba que era peligroso
dejar Buenos Aires sin el Gobernador por el tiempo que demorara el viaje pero al final se
concretó la expedición de Hernandarias hacia “la banda de los charrúas”. El hecho
ocurrió en 1607.

Cruzaron el río Uruguay en un punto ubicado entre las actuales ciudades de Salto y Paysandú y
siguieron hacia el sur, llegando al arroyo San Juán, en el hoy departamento de Colonia. De allí,
continuaron la marcha hasta la barra del río que llamaron Santa Lucía; no alcanzaron ver la bahía
de Montevideo porque, después de explorar las costas de aquel río, volvieron hacia el río Uruguay,
que vadearon frente al Salto (Reyes y Vázquez, 1979, p. 294) (IMAGEN A).

Al llegar de la expedición a suelo bonaerense, le informa al Rey en 1608 que la tierra el cuál
fue a reconocer es muy buena para poder poblarla, la describe diciendo que tiene muy
buena fertilidad en el suelo con arroyos y abundante madera que serviría para la construcción
de edificios y estancias. Esto motivó una respuesta positiva del rey Felipe III, el cual le
encomendó también información sobre los indígenas que habitaban en la zona y la posible
instalación de una reducción española. El poblamiento de la Banda Oriental, afirma
Hernandarias, era también necesaria para evitar las penetraciones de los bandeirantes.
Respecto a la gente a elegir para poblar esta zona “desconocida”, Hernandarias menciona que
sería conveniente una población de hombres solteros y con una buena actitud ante el trabajo
del ganado (labrança y criança) porque aunque “se tratara de rudos campesinos de Castilla, era
preferible aportar una buena dote en ganados y abolengos que resignarse a ‘vestir santos’”
(Campal, 1967, p. 31).
Fallece en Santa Fé en 1634.

Aunque observamos el interés de Hernandarias hacia el poblamiento de la Banda Oriental, no


existieron grandes progresos pero en 1611 se conoce como el primer desembarco de la
ganadería hacia ese territorio, más precisamente a la isla del Vizcaíno, en la boca de río Negro.
El segundo desembarco sucede en 16171 pero el más reconocido fue el de la tercera oleada a
manos de los jesuitas misioneros en 1634 llevándolas hacia las reducciones del Uruguay y
Tapes, con la cantidad estimada de cinco mil cabezas de ganado. Se afirma además que
respecto al poblamiento de animales en la Banda Oriental primero sucede el del caballo (en
1574) y luego el ovino en 1735, siendo ese plantel que el poblaría luego todo el sur del Río
Negro.

El ganado existente al sur del Río Negro pudo alcanzar hasta cinco millones de cabezas y que
esa cantidad habría inundado no solamente el sur, sino también el este, por lo menos hasta el río
Yaguarón, en lo que comenzó a llamarse la Vaquería del Mar (…). La llamada Vaquería del Mar
tenía como centro la cuenca del Río Cebollatí, extendiéndose por los actuales departamentos
de Lavalleja, Treinta y Tres y Cerro Largo y zonas aledañas (Reyes y Vázquez, 1979, p. 298).

Esta gran reproducción de ganado fue favorecida de forma espontánea gracias a la riqueza
del suelo que servía. Se empezaron a implementar vacadas y estancias ya que con la faena se
obtenía cueros, sebo y grasa. Generó intereses de comercios clandestinos como también
dominios territoriales. Se comienza entonces a introducir otro nombre al territorio: “la Banda-
vaquería”. Es en este caso en el cual “el ganado precede al hombre”, se genera así una “mina
de carne y cuero”, convirtiendo una tierra sin riquezas e ignorada a ser el objetivo de faeneros,
bucaneros y bandeirantes (Reyes, Bruschera y Melogno, 1970, p. 17).
Ahora, al ver las ganancias que podía generar esta nueva zona se empezó a cuestionar los
derechos sobre lo que producía. Aunque en un principio fue denominado como “comunal”
1
“No tuvieron la oportunidad de multiplicarse a gran ritmo porque pronto servirían para el abastecimiento de
los indígenas de las reducciones instaladas en aquellas islas (…) extinguiéndose en algunas décadas” (Reyes y
Vázquez, 1979, p. 298).
porque “al igual que los bosques y las aguas que habían sido declarados por la Corona de uso
común, al igual que la fauna indígena, ingresaban al patrimonio común los equinos salvajes y
poco después el bovino ‘cimarrón2’ (Campal, 1967, p. 26). Sin embargo, los jesuitas
consideraban que todo el producto que estaba ubicado allí era de su pertenencia ya que el
plantel ganadero que habían ubicado allí estaba generando los frutos, mientras que otra mirada
pretendía dejar la administración para Buenos Aires y Santa Fe.
Los jesuitas a mediados del siglo XVII encuentran en las inmediaciones del Alto Uruguay
excelentes campos abiertos que luego los usarían para instalar misiones. Dentro de esa zona
además encuentran un lugar propicio para una nueva vaquería o reserva, la cual era habitada
por la cabeza de bovinos que los jesuitas llevaban desde la vaquería del Mar. Se la denominó
como “la vaquería de los Pinares” (Campal, 1967, p. 34).
Como existía un plantel “cimarrón”, no había una regulación de los animales que se
utilizaban, es por ello que existían faeneros que utilizaban al ganado bovino para su
provecho. Es por ello que el Cabildo de Buenos Aires regulariza esta situación mediante las
vaquerías, que era “permisos a los vecinos que poseían rodeos y marcas registradas, para
efectuar ‘recogidas’ de reses cimarronas en proporción a la cantidad de ganado manso que
poseía cada uno” (Campal, 1967, p. 27). Se necesitaba un traslado de peones y soldados, lo que
generaba un gran gasto económico para Buenos Aires, es por ello que se necesitaron de
“accioneros3” que pudieran invertir con gran suma de dinero. En este contexto, aumenta
paulatinamente la cantidad del plantel del ganado 4 pero como punto de quiebre se tiene
1680 cuando los portugueses fundan Colonia del Sacramento y en el norte del país los
“bandeirantes” provenientes desde las “Sierras de Tapes” empezaron con instalar sus
poblaciones en 1638. (IMAGEN B)
En 1715 el cuero toma relevancia debido a que los navíos ingleses negociaban la esclavitud
de los negros provenientes de sus barcos con ese material, lo que producía además “el ajuste”
del precio de los cueros5. Los barcos extranjeros tazaban cada esclavo sano a 200 o 300 piezas.
Dicho precio era regulado por el cabildo. Además se genera una importancia mercantil y
comercial del cuero y todo lo relacionado con el animal bovino, dando la introducción a los
empresarios vaqueros.

El empresario de vaquerías debía disponer de fuertes sumas para financiar la movilización de


“hombres fuertes, diestros, decididos y con espíritu de aventura” y los gastos de cada expedición.
Casi todos ostentaban el grado de capitán (…), comandaban partidas de hombres armados que los

2
“Expresión que nuestro Pérez Castellano (…) asimila de ‘emisario’, cabrón que se lanzaba al desierto cargado
con los delitos y pecados del pueblo y que en griego se llamaba cymarrón (…). Este nombre cimarrón con que
aquí significados a los animales que viven sin sujeción alguna por los campos (…) tiene su principio en lo que
acabo de decir” (Campal, 1967, pp. 26-27).
3
“Verdaderos empresarios de vaquerías, que disponían de capataces, peones, carretas y el capital necesario para
atender los gastos y riesgos del negocio” (Campal, 1967, p. 28).
4
Citando a Campal: “siete décadas de sosiego” (Reyes, Bruschera y Melogno, 1970, p.17).
5
“Una Real Cédula del 8 de setiembre [otorgó] al Cabildo de Buenos Aires la facultad de realizar los ajustes de
cueros con el Asiento de Inglaterra, a través de cuyos cabildo retenía un tercio del valor de los cueros a
beneficio de propios, es decir de la obra pública y social de Buenos Aires (…). Con esos fondos a beneficios de
propios se atendía la cárcel, el hospital, los asilos, y (…), en una gran peste, la subsistencia de los pobres, viudas y
huérfanos sin recursos” (Campal, 1967, pp. 42-43).
protegían de los ataques de los indios, muchas veces aliados de los portugueses en sus faenas
ilegales (Reyes y Vázquez, 1979, p. 299).

Obsérvese cómo es la descripción de las expediciones que tenían que hacer los capitanes en
la búsqueda de productos en la Vaquería del Mar. La expedición comprendía en general del
capitán, los vaqueros y los hombres de armas. Llevaban consigo las herramientas necesarias
para trabajar en el acto.

En los primeros tiempos, se extraía solamente el cuero, la grasa y el sebo; más tarde, se aprovechó
la carne, que se salaba y se secaba a la intemperie. El mismo faenero con su gente cargaba el
producto en su labor y retornaba al lugar de comercialización (Reyes y Vázquez, 1979, p. 300).

IMAGEN A

IMAGEN B

BIBLIOGRAFIA
Campal, E. (1967). Hombres tierras y ganados. Montevideo. Arca. REP 15.
Reyes, W., Bruschera, O. y Melogno, P. (1970). La Banda Oriental, pradera, frontera,
puerto. Montevideo. Banda Oriental. REP 17.
Reyes, W. y Vázquez, A. (1979). Crónica general del Uruguay. Vol. 1. Montevideo. Banda
Oriental. REP 16.

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