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DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO.

(A)
19 de noviembre de 2023

…pasa al banquete de tu Señor.

INTRODUCCIÓN

“Los talentos no son un derecho. Son un regalo que el Señor nos hace. Un
regalo se recibe para usarlo, ponerlo en acción, compartirlo. No lo recibo para
guardarlo sin destapar y mantenerlo ajeno a mi vida. Esto fue lo que hizo aquel siervo
del evangelio. No se detuvo a valorar la confianza que le había dado su Señor, ni lo
valioso del único talento que poseía, ni lo mucho que podía ganar con él Simplemente
recibió y escondió; desenterró y entregó”. (Papa Francisco).

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Prov. 31, 10-13.19-20.30-31. 2ª lectura: 1Tes. 5,1-6

EVANGELIO

Mateo 25, 14-30


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse
de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó
cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego
se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó
otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que
recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de
mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas
con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco,
diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le
dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te
daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había
recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros
dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido
fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres
exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui
a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un
empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y
recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que,
al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al
que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le
quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí
será el llanto y el rechinar de dientes."»

REFLEXIÓN

Esta parábola, a lo largo de los siglos, ha dado pie a diversas y falsas


interpretaciones. Intentamos recuperarla en su aspecto original.

1.– No se puede interpretar esta parábola en plan capitalista. Es cierto que la


parábola está dicha en clave de rendimiento. Los que reciben el premio son los que
han negociado y han conseguido duplicar el capital. Pero eso no nos da pie para
aprobar las leyes de un “capitalismo salvaje” donde lo único que cuenta es el capital
sin tener en cuenta a las personas. El capital debe estar al servicio de las personas y no
al contrario. Cuando el capital no sirve a las personas sino a sí mismo, y sólo le
interesa “engordar” a cualquier precio, se convierte en una “apisonadora” que aplasta
todo lo que se le pone por delante: derechos, dignidad, calidad de vida etc. Para Jesús,
la persona es lo primero y está por encima del capital y de las propias Instituciones.

2.– Tampoco debe interpretarse la parábola en sentido “mercantilista”. Era propio


de los fariseos acumular méritos para el cielo. Era una especie de “compra-venta”. Yo
le doy a Dios méritos, obras buenas, y Él me tiene que dar el cielo. Con las obras de
sus manos podían comprar a Dios. Esta realidad la narra magistralmente Jesús en la
parábola del fariseo y el publicano. En esa oración el protagonista es el “ego”. “Yo” te
doy gracias porque no soy como los demás… “Yo” ayuno dos veces por semana. “Yo”
pago el diezmo. En cambio, el publicano sólo decía: “yo soy un pecador”. Y éste
quedó justificado por el Señor. Y el fariseo salió con los mismos pecados que tenía y
uno más: el de soberbia. Dios no tiene precio y no se puede comprar con nada. Todo lo
da gratis. Por eso sólo aquel que se siente un “regalo de Dios” puede hacer de su vida
un regalo, una donación para los demás.

3.- El amor derrochador de Dios. No olvidemos que es el mismo Jesús el que


distribuye los talentos. Un talento era una fortuna. Equivalía a 6.000 denarios; el
salario de 16 años de un jornalero. Dios es un despilfarrador de dones. Da dones sin
medida. Y quiere que esos dones los aprovechemos para compartirlos con los que no
tienen. Y si nosotros los hemos recibido gratis, los debemos también dar gratis. Aquel
que enterró el talento y no quiso negociar es un holgazán. No hizo ningún mal; pero
dejó de hacer el bien. Y eso es lo peor que nos puede pasar: En este tiempo que nos
toca vivir hay que salir, hay que arriesgarse, hay que poner en marcha los dones que el
Señor nos ha concedido. Y hay que hacerlo con elegancia, con alegría, sabiendo que
eso agrada a Dios. Lo peor que pudo pasar al que recibió un talento y lo escondió es
haber desconocido totalmente el verdadero rostro de Dios. Dios no es un Juez a quien
hay que temer y darle cuentas, sino un Padre a quien hay que amar. Dios es gracia. Es
donación. Dios disfruta dando. Y nosotros debemos corresponderle hablando de
gratuidad, de generosidad, de felicidad. Tal vez la felicidad más honda sea la de
intentar agradar a Dios en todo, y conseguir que disfrute con nuestra vida.

PREGUNTAS

1.- ¿Estoy convencido de que un “capitalismo salvaje” destruye la persona? ¿Cómo


reaccionar ante esta amenaza?

2.- ¿Me preocupa la imagen tan distorsionada que estamos dando de Dios? ¿Qué
hacer para remediarlo?

3.- ¿Me siento abrumado ante ese derroche de gracias y dones que el Señor me ha
dado? ¿Soy una persona agradecida?

ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ

Dios nos repartió “talentos”


esperando una respuesta.
Al final de nuestra vida
tendremos que “rendir cuentas”.
Ante Él nos presentaremos
para escuchar su sentencia:
¿Seremos hijos del día
o de la noche y tinieblas?
Ojalá nos felicite:
Amigos, ¡Enhorabuena!
Veo colmadas de rosas
y de frutos vuestras cestas.
Gratis y por puro amor,
habéis hecho una gran siembra
a favor de la familia,
la sociedad y la Iglesia.
¡Qué dolor! si nos dijera:
Yo lo siento: ¡Es una pena!
Por ser vagos, construisteis
vuestra vida sobre arena.
Habéis dejado el trabajo,
vuestra fe, las obras buenas,
las palabras y los besos,
sepultados bajo tierra…
Somos “administradores”.
Dios nos arrendó su hacienda.
Señor, ¡que te devolvamos
una espléndida cosecha!
Escuchad bien el mensaje:
Jesús vendrá a nuestro encuentro
y hay que estar bien preparados
para recibir el premio.

(Compuso estos versos: José Javier Pérez Benedí)

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