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DOI 10.19083/tesis/625831
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
TESIS
AUTOR
ASESOR
I
Psychoactive substance dependence and antisocial behavior in teenage offenders residing
in a Youth Center for Diagnosis and Rehabilitation in Lima
ABSTRACT
The current study aims to determine the relationship between psychoactive substance
dependence and antisocial behavior in teenage offenders residing in a Youth Center for
Diagnosis and Rehabilitation in Lima. The sample consisted of 150 young male offenders
between 15 and 18 years old. The psychometric variables (reliability and validity) were
analyzed based on the following scales: ICD-10 dependence Test and the Otero’s Scale for
Antisocial behaviors. The results showed that there is a highly significant positive correlation
between psychoactive substance dependence and antisocial behavior. Also, psychoactive
substance dependence was significantly and negatively associated with level of education
and age of leaving home, and antisocial behavior was highly and negatively related to level
of education.
Keywords: teenage offenders; psychoactive substance dependence; antisocial behaviour;
risk factor.
II
TABLA DE CONTENIDOS
1 TABLA DE CONTENIDO
2 INTRODUCCIÓN ....................................................................................................... 1
3 MÉTODO ..................................................................................................................... 8
4 RESULTADOS .......................................................................................................... 15
5 DISCUSIÓN ............................................................................................................... 17
6 REFERENCIAS ........................................................................................................ 23
7 ANEXO ....................................................................................................................... 34
III
ÍNDICE DE TABLAS
IV
1 INTRODUCCIÓN
La adolescencia es una etapa vital de transición entre la niñez y la adultez que se
caracteriza por cambios significativos a nivel físico, psicosocial, cognitivo y emocional
(Cossio et al., 2015; Gaete, 2015; Pineda & Aliño, 2002). Se le considera un periodo crítico,
ya que es una etapa en la que los adolescentes son más vulnerables a una serie de
comportamientos de riesgo (Griffin, 2017), entre ellas la conducta sexual tempana y no
protegida considerando, sus principales posibles consecuencias (embarazo no deseado e
infecciones de transmisión sexual), el aislamiento, la incomunicación, la deserción escolar;
igualmente, son más vulnerables a la influencia de las drogas y a problemas de conducta
(Bringas, Rodríguez, López-Cepero, Rodríguez & Estrada, 2012).
Los adolescentes que infringen la ley penal son personas en desarrollo, en su mayoría
suelen ser varones (93 %) y en una menor participación son mujeres (7%). Se trata de
adolescentes que oscilan entre los 16 (20%), 17 (32%) y 18 (22%) años de edad, provienen
de zonas urbano-marginales (48, 93 %) que son zonas que se caracterizan por no contar con
los servicios básicos y donde hay mayor presencia de violencia (familiar, escolar y/o social),
las condiciones de vida no son óptimas; además, cuentan con estudios secundarios
incompletos (58 %) (Gerencia de Centros Juveniles del Poder Judicial, 2017) y provienen
de familias disfuncionales (50%); es decir, provienen de una familia monoparental con
padres solteros, separados viudos o divorciados (1 678). Con respecto al grupo de pares, seis
1
de cada diez adolescentes en los CJDR mencionaron que sus mejores amigos que cometían
delitos, encontrándose mayor prevalencia en los adolescentes de Lima, en relación al
promedio nacional (CONAPOC, 2017). Por tanto, el conjunto de todos estos factores
desencadenan comportamientos antisociales, violentos o delictivos tales como la comisión
de infracciones a la ley penal (Alburqueque, 2018).
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS; 1994) define una droga
como una sustancia que, una vez introducida en un organismo vivo, es capaz de provocar en
él una alteración física o intelectual, la alteración de nuevas sensaciones o la modificación
de su estado físico. Dentro de este concepto se encuentra lo que se conoce como sustancias
psicoactivas o drogas de abuso, entendidas como aquellas sustancias de uso no médico que
ejercen una acción directa sobre el sistema nervioso central (SNC) y que tiene la capacidad
de producir cambios en el estado de ánimo, la percepción, modificando su funcionamiento,
aumentando o disminuyendo su nivel de funcionalidad, a la vez de alterar el campo de la
consciencia, repercutiendo en el autocontrol y el comportamiento (Centro de Información y
Educación para la Prevención del Abuso de Drogas; CEDRO, 2018).
Para CEDRO (2018), los efectos que generan estas sustancias sobre el SNC se
pueden dividir en tres categorías: a) estimulantes, son sustancias que ejercen su efecto sobre
el SNC generando hiperactividad, locuacidad e incremento de la actividad física y psíquica
(las principales sustancias son la cocaína, la nicotina, la cafeína y las anfetaminas); b)
depresoras, son sustancias que alteran al SNC, disminuyendo su actividad y produciendo
aletargamiento, lentitud en los movimientos y forma de pensar (las principales sustancias
son la heroína, la morfina, la codeína, la metadona, los sedantes y el alcohol); y c)
alucinógenas, son sustancias que producen distorsión de la realidad y alucinaciones,
originando cambios emocionales intensos y variados; además, distorsiones de la
personalidad (las principales sustancias son la marihuana, los ácidos, dietilamida de ácido
lisérgico - LSD, y ayahuasca).
2
Así mismo, se distinguen cuatro niveles de consumo de sustancias psicoactivas,
siendo las dos primeras episódicas y las dos últimas crónicas: a) el consumo experimental,
donde la persona guiada por la curiosidad o por la imitación, se anima a probar una u otra
droga, pudiendo continuar el consumo o interrumpirlo; y b) consumo ocasional, se consume
en reuniones sociales sin uso regular; en cambio en el c) consumo habitual, la persona dedica
gran parte de su tiempo a pensar en la droga, buscarla y auto administrársela; es decir, existe
una regularidad de consumo y; por lo tanto, se desarrolla una dependencia psicológica;
finalmente, el d) consumo compulsivo, hace referencia al consumo muy intenso durante
varias veces al día; es decir, cuando la vida del individuo se centra en la búsqueda y consumo
permanente de la sustancia psicoactiva. Este nivel de consumo también recibe el nombre de
dependencia, el cual se hace cada vez más necesario por la tolerancia y el síndrome de
abstinencia (Graña, Muñoz & Navas, 2007; Díaz & Cabrera, 2014).
(1) Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems: (a) Una necesidad de
cantidades marcadamente crecientes de la sustancia para conseguir la intoxicación o el
efecto deseado. (b) El efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye
claramente con su consumo continuado.
(2) Abstinencia, definida por cualquiera de los siguientes ítems: (a) El síndrome de
abstinencia característico para la sustancia. (b) Se toma la misma sustancia (o una muy
parecida) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.
(3) Pérdida de Autocontrol: La sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores
o durante un periodo más largo de lo que inicialmente se pretendía.
(4) Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el
consumo de la sustancia.
(5) Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia.
(6) Reducción de importantes actividades sociales, laborales o recreativas debido al
consumo de la sustancia.
3
(7) Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas
psicológicos o físicos recidivantes o persistentes, que parecen causados o exacerbados
por el consumo de la sustancia.
A lo largo de la historia han existido diferentes modelos o teorías que han intentado
explicar el consumo y la dependencia a sustancias psicoactivas, siendo el más aceptado en
la actualidad el denominado Modelo Biopsicosocial (o bio-conductual). Dicho modelo tiene
la capacidad de poder analizar las interacciones entre el ambiente y los factores
farmacológicos implicados en las conductas de consumo de sustancias psicoactivas
(Secades-Villa, García-Rodríguez, Fernández & Carballo, 2007). Así, se plantea al ser
humano como un sistema complejo en el que múltiples factores interactúan para configurar
las condiciones donde se desarrolla una dependencia. Entre estos factores, se encuentran los
biológicos, psicológicos y sociales, ya que todos cumplen un papel importante en el
funcionamiento humano en el contexto de la enfermedad y de la percepción de la misma
(OMS, 2005).
4
a pertenecer a un grupo de pares podría sentirse inclinado a iniciar dicho consumo (Mendoza
& Vargas, 2017). Finalmente, el aspecto social investiga cómo los diferentes factores, como
el nivel socioeconómico, la cultura, la pobreza, la tecnología y la religión, pueden influir en
las conductas adictivas (Comisión Nacional de Formación Asociación Proyecto Hombre,
2015). En este sentido, el entorno familiar y de pares podría influir en las elecciones respecto
a las sustancias psicoactivas que tome cada individuo (Otero, Mirón & Luengo, 1989).
En este sentido, Sanabria y Uribe (2010) sostienen que existen grupos que permiten
categorizar los tipos de factores de riesgo que preceden la conducta antisocial. No obstante,
se ha encontrado que una variable sociodemográfica sustancial es el nivel de estudios
5
alcanzados. La escuela es un lugar fundamental para que ahí den origen o se modifiquen las
conductas antisociales y el hecho de no estudiar puede ser un factor que repercuta en la
aparición de estas conductas (Romero-Palencia, Sanchéz-Solis & Del Castillo-Arreola,
2017). Del mismo modo, se ha encontrado que un bajo rendimiento académico está presente
cuando las conductas antisociales aparecen (López-Larrosa & Rodríguez-Arias, 2013;
Pérez-Fuentes, Vázquez-Linares & Molero-Jurado, 2016).
Así pues, diversas teorías han intentado dar respuestas al por qué de las conductas
antisociales y cuáles son sus causas. Algunas de ellas se han centrado en configuraciones
biológicas, otras han subrayado la importancia de los aspectos sociales, pero ninguna de ellas
por sí mismas ofrece una explicación completa del origen y de las causas de la conducta
antisocial (De La Peña, 2010). Este comportamiento y sus distintas manifestaciones son
señaladas como resultantes de interacciones complejas de variables de diversos niveles,
siendo imposible enunciarlos como eventos unicausales (Romero & Orozco, 2017). De igual
manera, existen varios modelos que intentan explicar por qué el consumo de sustancias
psicoactivas es un factor de riesgo para la conducta antisocial en adolescentes. Por ejemplo,
en algunos adolescentes, los efectos del consumo de alcohol degenera, en ocasiones, en
conductas violentas (Boles & Miotto, 2003). De la misma forma, las sustancias psicoactivas
pueden provocar delitos predatorios cuyo fin es obtener dinero para costear el consumo
(Dorsey, Bambrick, Alice-Gordon & Krueger, 2002). Para otros, la conducta antisocial
debilitaría la adherencia a las normas sociales, incrementando la implicancia del individuo
en el consumo de sustancias psicoactivas, lo que les proporcionaría oportunidades y
refuerzos para el incremento del consumo de dichas sustancias. Finalmente, otros autores
sostienen que existen grupos de factores comunes que incrementarían su implicancia en
todos los tipos de conducta desviada, incluyendo el consumo de sustancias psicoactivas y la
conducta antisocial (White, 2004).
6
consumo de sustancias psicoactivas, mientras que otros estudios hablan de que cuando el
consumo de estas sustancias se presenta en una edad temprana, se aumenta el riesgo de que
el sujeto se involucre en actos antisociales posteriormente (Bustos-Gamiño et al., 2019).
7
sociales y económicos que conllevan para una ciudad o país, han suscitado el consenso por
buscar solución a estos problemas (Luengo, Romero, Gómez, Guerra & Lence, 2010). Sin
embargo, en nuestro país estas dos variables han sido poco estudiadas en adolescentes,
siendo uno de estos estudios el realizado por Tomás (2004), quien utilizó la Escala de
Conductas Antisociales de Otero y encontró que la mayoría de sustancias psicoactivas
constituyen un factor de riesgo elevado para conducta antisociales de vandalismo, agresión,
robo y conductas contra la normas, en adolescentes de Lima Metropolitana.
Por ello, y teniendo en cuenta la revisión teórica que evidencia la relación entre la
dependencia a sustancias psicoactivas y la conducta antisocial en adolescentes y cómo estas
conductas al presentarse en dicha etapa del desarrollo, pueden desplegar problemas graves
en la adultez (Torres, 2017), este estudio tiene como objetivo principal determinar la relación
entre ambas variables en una muestra de adolescentes infractores privados de libertad de un
Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima Metropolitana. Además, como
objetivos específicos se pretende analizar las propiedades psicométricas de los instrumentos
utilizados y hallar la relación entre dichas variables y características sociodemográficas;
específicamente, el nivel de estudios alcanzados y la edad de salida del hogar.
2 MÉTODO
Este estudio presenta un diseño correlacional, puesto que se trata de una investigación
cuyo objetivo principal es estudiar la relación que existe entre dos variables en un contexto
específico (Hernández Sampiero, Fernández Collado & Baptista Lucio, 2010).
2.1 Participantes
La muestra estuvo conformada por 150 adolescentes infractores varones, que se
encuentran cumpliendo una medida socioeducativa de privación de la libertad en un Centro
de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima Metropolitana. Estos se encuentran entre las edades
8
de 15 y 18 años (M = 16.93; D.E. = .94). Asimismo, la mayoría de participantes nacieron
en la ciudad de Lima, son solteros, y cuentan con estudios secundarios incompletos. Con
respecto al motivo de ingreso a la institución, la mayoría de adolescentes ingresó por robo
agravado, seguido de homicidio. Mientras que la mayoría solo ingresó con un motivo de
ingreso, el 19.2% refiere haber ingresado por dos o más motivos. Finalmente, es importante
mencionar que el 29.8% de los participantes han salido de sus hogares en algún momento de
sus vidas y el 96% aún mantienen contacto con sus familias (Ver Tabla 1).
Los criterios de inclusión de los participantes fueron: que los adolescentes infractores
hayan tenido una medida socioeducativa (sentencia establecida), que hayan tenido hasta seis
meses de internamiento en el Centro Juvenil y que tengan un nivel de estudios alcanzado
mayor al tercero de primaria. Por su parte, los criterios de exclusión fueron: que hayan
presentado un diagnóstico psiquiátrico o deterioro funcional (verificado a través del
Expediente Matriz de cada adolescente), y que se hayan encontrado cumpliendo medida
socioeducativa en el Programa de Intervención Intensiva (PII), el cual está dirigido a
adolescentes con problemas de conducta severos o reincidentes.
%
Edad
15 8.5
16 23.2
17 35.8
18 32.5
Lugar de Nacimiento
Lima 69.5
Otro 30.5
Nivel de Estudios Alcanzados
9
Primaria Completa 15.9
Primaria Incompleta 13.2
Secundaria Completa 12.6
Secundaria Incompleta 57.6
Lugar de Residencia
Callao 23.8
San Juan de Lurigancho 11.3
Otro 64.9
Motivo de Ingreso
Robo agravado 50.3
Homicidio 22.6
Lesiones graves 4.6
Vandalismo 1.3
Tentativa de secuestro 0.7
Tráfico ilícito de drogas 0.7
Múltiples motivos de ingreso 19.2
Número de Ingresos a la Institución
1 62.3
2 28.5
3 6.6
4 2
Salida del Hogar
Sí 29.8
No 70.2
Contacto Actual con la Familia
Sí 96.0
No 4.0
2.2 Medición
Ficha sociodemográfica. Este instrumento es de elaboración propia. Está compuesta
por 21 ítems, de los cuales 15 son para completar y 6 presentan alternativas múltiples. Para
la elaboración de esta ficha se ha considerado lo siguiente: Edad, lugar de nacimiento, lugar
10
de residencia, motivo de ingreso, números de ingresos a la institución, salida del hogar,
contacto actual con la familia, entre otros. El propósito de esta ficha sociodemográfica fue
conocer las características generales del grupo de adolescentes participantes de la presente
investigación.
11
El autor seleccionó para la escala final sólo aquellos ítems que establecían diferencias
altamente significativas (p < .001), quedando reducido el instrumento a 82 ítems (Tomás,
2004).
Esta escala fue adaptada en el Perú, por Bueno, Tomás, Martínez y Araujo (2000),
en la cual se modificaron la redacción de ciertos ítems y fueron reemplazados totalmente dos
de ellos, con la finalidad de obtener un instrumento adecuado a las características culturales
y lingüísticas de Lima Metropolitana. Con respecto a la validez, encontraron un alto
porcentaje de ítems con correlaciones altamente significativas (p < .001). Por otro lado, para
la confiabilidad se utilizó el Alfa de Cronbach; mediante el cual se logró determinar una alta
consistencia interna de las cuatro sub escalas. Estas fueron: .79 para vandalismo, .86 para
agresión, .80 para robo y .83 para conducta contra las normas. Asimismo, al medir la
estabilidad del instrumento mediante la confiabilidad por test- retest se encontraron los
siguientes resultados: .78 para vandalismo, .74 para agresión, .47 para robo y .69 para
conducta contra las normas.
Para fines de la presente investigación, se optó por utilizar la última versión del
instrumento que fue realizada por Tomás (2004), quien decidió realizar un análisis factorial
confirmatorio para comprobar la evidencia basada en la validez de constructo de la Escala
de Conductas Antisociales de Otero en una muestra 6,379 estudiantes de 12 a 18 años. En
este estudio se encontró que sólo 32 ítems obtuvieron cargas factoriales aceptables (mayores
a 0.25), debiéndose eliminar los demás. Del mismo modo, la agrupación de los ítems,
determinó que el Factor 1 correspondía a Agresión (10 ítems), el Factor 2 correspondía a
Robo (12 ítems), el Factor 3 correspondía a Vandalismo (6 ítems) y el Factor 4 correspondía
a Conducta Contra las Normas (4 ítems). Además, se proporcionan cuatro alternativas de
respuesta que se califican de la siguiente forma: nunca lo he hecho (1 punto), lo hago de 1 a
4 veces al mes (2 puntos), lo hago 2 veces a la semana o más (3 puntos) y, lo hago todos los
días (4 puntos).
2.3 Procedimiento
Para la aplicación de los instrumentos se solicitaron los permisos correspondientes a
los miembros del directorio y encargados de la gerencia del Centro Juvenil. Una vez
obtenidos los permisos, se requirió del apoyo de colaboradores para aplicar cada
instrumento, debido a que se tenían que aplicar de manera individual con el objetivo de evitar
cualquier tipo de interferencias y estímulos distractores. Este apoyo fue brindado por 5
12
psicólogos del equipo multidisciplinario del Centro Juvenil, quienes tenían más de 3 años
trabajando con adolescentes infractores. Previo a la aplicación de los instrumentos, se
sostuvo una reunión con los profesionales de apoyo, en la que se explicó el objetivo de la
investigación, la metodología y los instrumentos a utilizar. Asimismo, se pauteo el
procedimiento de la aplicación de cada uno de los instrumentos: En primer lugar, la ficha
sociodemográfica, luego, la Escala de Conductas Antisociales de Otero; por último, el
Cuestionario CIE-10 de Dependencia.
13
Finalmente, se realizó el análisis de correlación entre las dos variables de estudio, lo
cual corresponde al objetivo principal de este. Además, es importante mencionar que, dentro
de dicho análisis se agregaron las variables sociodemográficas: “edad de salida del hogar” y
“nivel de estudios alcanzados”, para poder responder; también, a los objetivos específicos
de estudio.
14
3 RESULTADOS
En primera instancia, se analizaron las propiedades psicométricas de los dos
instrumentos utilizados. En cuanto al Cuestionario CIE – 10 de Dependencia, se utilizó el
índice de adecuación de la muestra de Kaiser Meyer Olkin (KMO = .78) y la prueba de
Esfericidad de Bartlett (X2 = 1179.788, p < .001), los cuales corroboran que es apropiado
proseguir con el análisis factorial. Tras realizar un análisis factorial de componentes
principales con rotación Varimax, se encontró un solo factor que explicó el 62.73% de la
varianza. En segunda instancia, se realizó un análisis de confiabilidad para la escala total, el
cual mostró un alfa de Cronbach de .60. Si bien algunos autores determinan un umbral de
.70 basándose en la investigación realizada por Nunnally (1967, 1978) para aceptar la
confiabilidad, investigación reciente señala que este no es un estándar de carácter universal
(Lance, Butts & Michels; 2006). Del mismo modo, Hair, Black, Babin, Anderson y Tatham
(2006) y Taber (2017) proponen que un rango de entre 0.6 y 0.7 es satisfactorio. En
consecuencia, es posible señalar que la escala posee una consistencia interna aceptable.
15
Tabla 2 Estadísticos descriptivos de las variables principales
Dependencia a 7.89
0-10 3 10 -0.58 -0.55
Sustancias Psicoactivas (1.91)
74.19
Conducta Antisocial 32-128 35 128 0.13 -0.71
(20.79)
16
Tabla 3 Correlaciones bivariadas entre variables de estudio y sociodemográficas
Nivel de Estudios Edad de salida Conducta
Alcanzados del hogar Antisocial
4 DISCUSIÓN
El presente estudio tuvo como finalidad investigar la relación entre la dependencia a
sustancias psicoactivas y la conducta antisocial en adolescentes infractores de un Centro
Juvenil en Lima Metropolitana. Para ello, primero se analizaron las propiedades
psicométricas de los instrumentos utilizados (Cuestionario CIE-10 de Dependencia y la
Escala de Conductas Antisociales de Otero), encontrándose una estructura unidimensional
para ambos. En cuanto al Cuestionario CIE-10 de Dependencia, esta se utiliza, únicamente,
para determinar la magnitud de la dependencia a sustancias psicoactivas, por lo cual se utiliza
solo el puntaje global y se apoya una estructura unidimensional (Sociedad Española de
Médicos Generales y de Familia, 2015).
17
En cuanto al objetivo principal y confirmando la hipótesis inicial, se halló una fuerte
relación entre la dependencia a sustancias psicoactivas y la conducta antisocial, lo cual se ha
observado en diversas investigaciones (Castro, Rojas, García & De la Serna, 1986; Bueno,
Tomás, Martínez & Araujo, 2000; Muñoz, Graña, Peña & Andreu, 2002; Maturana, 2007;
Contreras, Molina & Cano, 2012; Martínez, 2016). De este modo, coincidiendo con lo
hallado en esta investigación, Estéves y Elmer (2011) reportaron una correlación mediana
entre la dependencia a diversas sustancias psicoactivas y la conducta antisocial. Además,
especialmente en el caso de adolescentes, es importante señalar que el consumo de sustancias
psicoactivas constituye en sí una conducta antisocial, al ir en contra de las normas legales
(Lüdke, Mendes da Cunha, Bizarro & Dalbosco, 2012). En relación a ello, es importante
mencionar las diversas propuestas que intentan explicar la relación entre estas dos variables
(Ramos & Garrote, 2009). En primer lugar, diversos autores proponen que el consumo de
drogas se realiza con la finalidad de adquirir un sentido de omnipotencia y valentía para
realizar actos antisociales (Gottheil, Druley, Skoloda & Waxman, 1983; Shedler & Block,
1990; Johnson & Belfer, 1995; Landabur, 2010). Esto es especialmente pertinente en el
contexto de población adolescente infractora, dado que, para formar parte de una banda o
pandilla, la mayoría de veces es necesario realizar determinados actos violentos (Elliott,
Huizinga, Ageton, 1985; Becoña, 2002; Landabur, 2010). Es así que Contreras, Molina y
Cano (2012), en su estudio sobre consumo de drogas en adolescentes con conductas
infractoras, encontraron que la gran mayoría de los adolescentes que muestran conductas
violentas son consumidores de alguna sustancia psicoactiva, mientras que en los menores
que no son violentos, habitualmente, solo la mitad son consumidores.
Asimismo, otros investigadores señalan que las conductas antisociales son las que
preceden el consumo de sustancias. Por ejemplo, al relacionarse con pandillas, el adolescente
podría; también, verse envuelto en redes de abastecimiento de drogas y así iniciar el consumo
de las mismas (Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito; UNODC, 2018).
Además, el individuo podría robar con el objetivo de conseguir dinero para solventar el
consumo de sustancias (Pernanen, Cousineau, Brochu, & Sun, 2002; Landabur, 2010). Así,
como afirman Gonzales y Andrade (2012), son estas condiciones relacionadas al ámbito
social y económico en las que el individuo se encuentra inserto, que podrían incentivar el
consumo de sustancias en adolescentes infractores.
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Por otro lado, existe una hipótesis llamada hipótesis de no-causación, que sostiene
que son las variables del entorno primario (como la familia, la escuela, y el grupo de pares)
las que son responsables de la relación entre estos constructos (Otero, 2004). En este sentido,
el entorno primario podría ser un factor facilitador en la adopción y el mantenimiento de una
actitud permisiva hacia el consumo de sustancias y las conductas antisociales (Gordon,
Kinlock & Battjes, 2004; Wright & Fitzpatrick, 2004). Por lo tanto, la relación con grupos
de iguales o familiares que presentan conducta antisocial y/o consumo de sustancias, juega
un papel central tanto en el consumo de drogas como en el desarrollo de conductas delictivas
(Fishbein & Pérez, 2000).
Por otro lado, se encontró que el nivel de estudios alcanzado estaba inversamente
asociado con la dependencia a sustancias psicoactivas. En efecto, la mayor parte de
investigaciones confirman la estrecha relación que tiene el bajo nivel de estudios alcanzado
con el uso de sustancias psicoactivas a lo largo de todo el ciclo del consumo (Schnaap &
Kunst, 2009; Karjalainen, Haukka, Lintonen, Joukamaa & Lillsunde, 2015). De este modo,
Teixidó-Compaño et. al. (2018) proponen que aquellos con un menor nivel de estudios
alcanzado podrían experimentar bajos niveles estimulación intelectual y psicológica,
generando en ellos la percepción de poco valor dentro de su contexto social y elevando los
niveles de estrés. Así, los autores afirman que las sustancias psicoactivas se vuelven el
19
método más accesible e inmediato para disminuir este malestar y satisfacer la búsqueda de
estimulación (Teixidó-Compaño et. al., 2018).
A partir de todo lo anterior, se puede afirmar que existe una relación positiva y
significativa entre la dependencia a sustancias psicoactivas y conducta antisocial. Además,
tanto la edad de salida del hogar como el nivel de estudios alcanzado guardan una relación
inversa y significativa con la dependencia a sustancias psicoactivas. De manera similar, el
nivel de estudios alcanzados juega un rol importante en cuanto a la conducta antisocial. En
tal sentido, los hallazgos reflejan que dichos factores sociodemográficos podrían constituir,
en conjunto, una fuente de tensión y deficiencia en el proceso de socialización en la
adolescencia (Moreno, 2016). Esta deficiencia podría crear un contexto favorable para
debilitar vínculos con la sociedad, llevando así a una mayor probabilidad de realizar
conductas antisociales o consumir sustancias psicoactivas (Saravia, Gutiérrez, & Frech,
2014). De este modo, el presente estudio resalta la importancia del entorno familiar y
educativo en relación a estas variables, especialmente en adolescentes infractores. Así, queda
clara la importancia de crear intervenciones que no solo otorguen penas legales a esta
población, sino que abarquen variables psicosociales y evolutivas para fomentar una
rehabilitación integral del individuo (Hidalgo & Júdez, 2007).
Cabe resaltar que entre algunas variables no existió ninguna correlación significativa.
Por ejemplo, se planteó como hipótesis que la conducta antisocial se relaciona con la edad
de salida del hogar, debido a que esta relación se evidencia en diversas investigaciones. Para
20
Cohen (1994) los adolescentes, muchas veces, consolidan sus relaciones de pares como
consecuencia a la disfuncionalidad familiar. Esto quiere decir que aquellas carencias y
necesidades no satisfechas dentro del entorno familiar, se buscan satisfacer en el grupo de
pares (afecto, admiración, autoridad, entre otros). En este sentido, el mismo autor sostiene
que el espacio inmediato a la salida del hogar es la “calle”, si es que no hay otras redes de
apoyo familiar y así, los adolescentes sustituyen un espacio de conflicto por otro que, en
principio, representa bienestar. Teniendo en cuenta esto, se considera que la no correlación
de estas dos variables en la presente investigación, se puede deber a cuestiones estadísticas,
debido a que la muestra con la que se trabajó contó con una minoría de adolescentes que
habían salido de sus hogares, además que la edad de salida del hogar de estos adolescentes
no variaba significativamente. Así, esto evidencia que a pesar de la presencia de conducta
antisociales, en diferentes niveles, continuaban viviendo en un entorno disfuncional.
21
adolescentes infractores de Lima Metropolitana, es necesario mencionar ciertas limitaciones.
En primer lugar, la muestra utilizada fue no probabilística y es un diseño de carácter
transversal, por lo cual no es posible generalizar los hallazgos a la población de adolescentes
infractores (Hernández Sampiero, Fernández Collado & Baptista Lucio, 2010). En segundo
lugar, es importante mencionar que los instrumentos utilizados son de auto-reporte, en
consecuencia, la percepción de los participantes con respecto a ambas variables de estudio
responde a una apreciación de carácter subjetivo que puede verse influida por un sesgo de
deseabilidad social, entre otros (Hernández Sampiero, Fernández Collado & Baptista Lucio,
2010). Asimismo, no se tomaron en cuenta ciertas variables sociodemográficas relacionadas
a la problemática, como la calidad del entorno familiar y el nivel socio-económico. Además,
la cantidad de participantes que aun mantenían vínculos familiares era altamente mayor a
aquellos que no mantenían dichos vínculos, por lo cual no fue posible realizar una
comparación entre estos dos grupos. Adicionalmente, dado que el rango de edad de la
muestra fue pequeño, no se pudieron observar diferencias significativas entre la variable
edad y las variables de estudio. Finalmente, el estudio no tomó en cuenta las diferentes
sustancias psicoactivas que eran consumidas por los participantes, por lo cual no se pudo
observar si existían diferencias en torno a ellas.
22
psicoactivas y diagnóstico psiquiátrico para determinar si la persona presenta o no conductas
antisociales, de tal modo que se pueda obtener una mayor precisión respecto a la asociación
entre ambas variables. Finalmente, se sugiere; también, realizar estudios de carácter
longitudinal para lograr una mejor comprensión del proceso implicado en la asociación entre
ambas variables de estudio.
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33
6 ANEXO
Anexo A: Consentimiento Informado
En caso de aceptar la participación del adolescente en el estudio, se les pedirá responder tres
cuestionarios, lo cual tomará aproximadamente 40 minutos de su tiempo.
Fecha
34
Anexo B: Ficha de datos sociodemográficos
1. Nombre o Seudónimo
2. Edad:
3. Lugar de Nacimiento:
4. Estado Civil:
a. Soltero
b. Casado
c. Viudo
d. Divorciado
e. Separado
f. Conviviente
5. Nivel de estudios alcanzados:
a. Primaria Incompleta
b. Primaria Completa
c. Segundaria Incompleta
d. Segundaria Completa
6. Posición ordinal entre hermanos:
7. Lugar de residencia previa la institucionalización:
8. Con quienes vivía:
9. Fecha de ingreso a la institución:
10. Motivo de la institucionalización:
11. Número de ingresos a la institución:
12. Edad de salida del hogar:
13. A dónde fue cuándo salió:
14. Con quién salió:
15. Motivo de salida del hogar:
16. Miembros de la familia con los que la convivencia era difícil:
17. Mantiene actualmente vínculo con la familia:
a. SI
b. NO
En caso de respuesta negativa:
18. Desde cuándo no:
19. Motivo:
35
20. ¿Te gustaría volver a verlos?
a. SI
b. NO
21. Motivo:
36
Anexo C: Escala De Conductas Antisociales De Otero (Tomás, 2004)
1 2 3 4
1. Romper las ventanas, puertas, rejas, etc., de casas vacías.
37
13. Actuar violentamente (en cualquier forma) contra el profesor.
38
Anexo D: Signos De Dependencia
Instrucciones: Leer atentamente a cada una de las preguntas que se les presenta a
continuación y responder de manera honesta una de las dos opciones que se les brinda (SI o
NO) con un aspa (X) o encerrándola en un círculo.
1.- Ha sentido un gran deseo de consumir droga que no pudo pensar en nada más.
SI NO
2.- Ha consumido la sustancia a pesar de que tenía la intención de no hacerlo.
SI NO
3.- Ha consumido la sustancia en mayores cantidades que la que pensaba.
SI NO
4.- Ha consumido la droga para eliminar o evitar que se presenten problemas.
SI NO
5.- Se han presentado problemas cuando suspendía y disminuía el consumo de la droga.
SI NO
6.- Consumió mayores cantidades de la sustancia para obtener el mismo efecto.
SI NO
7.- Ha notado que consumir la misma cantidad de droga tienen menor efecto en él o ella.
SI NO
8.- Ha dejado de hacer actividades sociales, laborales o que le gusta hacer por consumir la
droga.
SI NO
9.- Pasa más tiempo que antes para recuperarse de los efectos del consumo de la droga.
SI NO
10.- Continúa consumiendo la droga a pesar de que le ocasiona problemas de salud, físicos,
emocionales o nerviosos.
SI NO
39