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Dependencia a sustancias psicoactivas y

conducta antisocial en adolescentes infractores


de un Centro Juvenil de Lima Metropolitana

Item Type info:eu-repo/semantics/bachelorThesis

Authors Strauss Simons, Stephanie

Citation Strauss Simons, S. (2019, April 24). Dependencia a sustancias


psicoactivas y conducta antisocial en adolescentes infractores
de un Centro Juvenil de Lima Metropolitana. Universidad
Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Universidad Peruana de
Ciencias Aplicadas (UPC), Lima, Perú. https://doi.org/10.19083/
tesis/625831

DOI 10.19083/tesis/625831

Publisher Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC)

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NonCommercial-ShareAlike 3.0 United States

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UNIVERSIDAD PERUANA DE CIENCIAS APLICADAS

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

PROGRAMA ACADÉMICO DE PSICOLOGÍA

Dependencia a sustancias psicoactivas y conducta antisocial en adolescentes

infractores de un Centro Juvenil de Lima Metropolitana

TESIS

Para optar el título profesional de Licenciado en Psicología

AUTOR

Strauss Simons, Stephanie (0000-0002-3433-184X)

ASESOR

Coros De La Piedra, Gabriela Alejandra (0000-0001-6253-1200)

Lima, 24 de abril de 2019


RESUMEN

La presente investigación tiene como objetivo principal determinar la relación entre la


dependencia a sustancias psicoactivas y la conducta antisocial en adolescentes infractores de
un Centro Juvenil de Lima Metropolitana. La muestra se conformó por 150 adolescentes
infractores de sexo masculino, entre 15 y 18 años. Se analizó la evidencia basada en la
validez y confiabilidad de los instrumentos utilizados: Cuestionario CIE-10 de Dependencia
y Escala de Conductas Antisociales de Otero. Se halló una correlación significativa entre la
dependencia a las sustancias psicoactivas y la conducta antisocial. De igual manera, se
encontró que la dependencia a sustancias psicoactivas correlaciona significativamente y de
forma negativa con el nivel de estudios alcanzados y la edad de salida del hogar, mientras
que la conducta antisocial se relaciona significativamente y de forma negativa con los niveles
de estudios alcanzados.
Palabras clave: adolescentes infractores; dependencia a sustancias psicoactivas; conducta
antisocial; factores de riesgo.

I
Psychoactive substance dependence and antisocial behavior in teenage offenders residing
in a Youth Center for Diagnosis and Rehabilitation in Lima

ABSTRACT

The current study aims to determine the relationship between psychoactive substance
dependence and antisocial behavior in teenage offenders residing in a Youth Center for
Diagnosis and Rehabilitation in Lima. The sample consisted of 150 young male offenders
between 15 and 18 years old. The psychometric variables (reliability and validity) were
analyzed based on the following scales: ICD-10 dependence Test and the Otero’s Scale for
Antisocial behaviors. The results showed that there is a highly significant positive correlation
between psychoactive substance dependence and antisocial behavior. Also, psychoactive
substance dependence was significantly and negatively associated with level of education
and age of leaving home, and antisocial behavior was highly and negatively related to level
of education.
Keywords: teenage offenders; psychoactive substance dependence; antisocial behaviour;
risk factor.

II
TABLA DE CONTENIDOS

1 TABLA DE CONTENIDO

2 INTRODUCCIÓN ....................................................................................................... 1

3 MÉTODO ..................................................................................................................... 8

3.1 PARTICIPANTES ...................................................................................................... 8


3.2 MEDICIÓN............................................................................................................. 10
3.3 PROCEDIMIENTO ................................................................................................... 12
3.4 ASPECTOS ÉTICOS ................................................................................................. 14

4 RESULTADOS .......................................................................................................... 15

5 DISCUSIÓN ............................................................................................................... 17

6 REFERENCIAS ........................................................................................................ 23

7 ANEXO ....................................................................................................................... 34

III
ÍNDICE DE TABLAS

Tabla 1 Distribución de la muestra según variables sociodemográficas (N = 150) .............. 9


Tabla 2 Estadísticos descriptivos de las variables principales ............................................ 16
Tabla 3 Correlaciones bivariadas entre variables de estudio y sociodemográficas ............. 17

IV
1 INTRODUCCIÓN
La adolescencia es una etapa vital de transición entre la niñez y la adultez que se
caracteriza por cambios significativos a nivel físico, psicosocial, cognitivo y emocional
(Cossio et al., 2015; Gaete, 2015; Pineda & Aliño, 2002). Se le considera un periodo crítico,
ya que es una etapa en la que los adolescentes son más vulnerables a una serie de
comportamientos de riesgo (Griffin, 2017), entre ellas la conducta sexual tempana y no
protegida considerando, sus principales posibles consecuencias (embarazo no deseado e
infecciones de transmisión sexual), el aislamiento, la incomunicación, la deserción escolar;
igualmente, son más vulnerables a la influencia de las drogas y a problemas de conducta
(Bringas, Rodríguez, López-Cepero, Rodríguez & Estrada, 2012).

En abril del 2017, en el Perú, se registraron 3,723 adolescentes infractores entre 14 y


18 años, quienes realizaron comportamientos contra la ley y fueron atendidos en el marco
del Sistema de Reinserción Social del Adolescente en Conflicto con la Ley Penal
(SRSACLP). De este total, el 58.3% fueron atendidos en medio cerrado; es decir, a través
del internamiento del adolescente infractor en un Centro Juvenil de Diagnóstico y
Rehabilitación de Lima (CJDRL) y el 41.7% en medio abierto, mediante la intervención de
una medida socioeducativa no privativa de la libertad en un Servicio de Orientación al
Adolescente (SOA) (Consejo Nacional de Política Criminal; CONAPOC, 2017). El
SRSACLP define al adolescente infractor como una persona en desarrollo, sujeto a derechos
y protección, quien debido a múltiples causas ha cometido una infracción, y que; por lo tanto,
requiere de atención profesional individualizada y grupal que le permita desarrollar sus
potencialidades, habilidades, valores y hábitos adecuados dentro de un proceso formativo
integral (CONAPOC, 2016).

Los adolescentes que infringen la ley penal son personas en desarrollo, en su mayoría
suelen ser varones (93 %) y en una menor participación son mujeres (7%). Se trata de
adolescentes que oscilan entre los 16 (20%), 17 (32%) y 18 (22%) años de edad, provienen
de zonas urbano-marginales (48, 93 %) que son zonas que se caracterizan por no contar con
los servicios básicos y donde hay mayor presencia de violencia (familiar, escolar y/o social),
las condiciones de vida no son óptimas; además, cuentan con estudios secundarios
incompletos (58 %) (Gerencia de Centros Juveniles del Poder Judicial, 2017) y provienen
de familias disfuncionales (50%); es decir, provienen de una familia monoparental con
padres solteros, separados viudos o divorciados (1 678). Con respecto al grupo de pares, seis

1
de cada diez adolescentes en los CJDR mencionaron que sus mejores amigos que cometían
delitos, encontrándose mayor prevalencia en los adolescentes de Lima, en relación al
promedio nacional (CONAPOC, 2017). Por tanto, el conjunto de todos estos factores
desencadenan comportamientos antisociales, violentos o delictivos tales como la comisión
de infracciones a la ley penal (Alburqueque, 2018).

Uno de los aspectos más inquietantes y menos estudiados de esta compleja


problemática social es el consumo de sustancias psicoactivas entre los adolescentes en
conflicto con la ley (Díaz & Cabrera, 2014). En el Perú, el 48.8% de estos refirieron consumir
marihuana, el 6.1% cocaína, y el 2.5% solventes e inhalantes. Además, el 11.4% afirman ser
dependientes de alguna de estas sustancias, mientras que 52.2% refiere haber usado
temporalmente o haber experimentado con alguna de estas (CONAPOC, 2017).

En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS; 1994) define una droga
como una sustancia que, una vez introducida en un organismo vivo, es capaz de provocar en
él una alteración física o intelectual, la alteración de nuevas sensaciones o la modificación
de su estado físico. Dentro de este concepto se encuentra lo que se conoce como sustancias
psicoactivas o drogas de abuso, entendidas como aquellas sustancias de uso no médico que
ejercen una acción directa sobre el sistema nervioso central (SNC) y que tiene la capacidad
de producir cambios en el estado de ánimo, la percepción, modificando su funcionamiento,
aumentando o disminuyendo su nivel de funcionalidad, a la vez de alterar el campo de la
consciencia, repercutiendo en el autocontrol y el comportamiento (Centro de Información y
Educación para la Prevención del Abuso de Drogas; CEDRO, 2018).

Para CEDRO (2018), los efectos que generan estas sustancias sobre el SNC se
pueden dividir en tres categorías: a) estimulantes, son sustancias que ejercen su efecto sobre
el SNC generando hiperactividad, locuacidad e incremento de la actividad física y psíquica
(las principales sustancias son la cocaína, la nicotina, la cafeína y las anfetaminas); b)
depresoras, son sustancias que alteran al SNC, disminuyendo su actividad y produciendo
aletargamiento, lentitud en los movimientos y forma de pensar (las principales sustancias
son la heroína, la morfina, la codeína, la metadona, los sedantes y el alcohol); y c)
alucinógenas, son sustancias que producen distorsión de la realidad y alucinaciones,
originando cambios emocionales intensos y variados; además, distorsiones de la
personalidad (las principales sustancias son la marihuana, los ácidos, dietilamida de ácido
lisérgico - LSD, y ayahuasca).

2
Así mismo, se distinguen cuatro niveles de consumo de sustancias psicoactivas,
siendo las dos primeras episódicas y las dos últimas crónicas: a) el consumo experimental,
donde la persona guiada por la curiosidad o por la imitación, se anima a probar una u otra
droga, pudiendo continuar el consumo o interrumpirlo; y b) consumo ocasional, se consume
en reuniones sociales sin uso regular; en cambio en el c) consumo habitual, la persona dedica
gran parte de su tiempo a pensar en la droga, buscarla y auto administrársela; es decir, existe
una regularidad de consumo y; por lo tanto, se desarrolla una dependencia psicológica;
finalmente, el d) consumo compulsivo, hace referencia al consumo muy intenso durante
varias veces al día; es decir, cuando la vida del individuo se centra en la búsqueda y consumo
permanente de la sustancia psicoactiva. Este nivel de consumo también recibe el nombre de
dependencia, el cual se hace cada vez más necesario por la tolerancia y el síndrome de
abstinencia (Graña, Muñoz & Navas, 2007; Díaz & Cabrera, 2014).

La dependencia cuenta con determinados criterios diagnósticos según los sistemas


de clasificación de los trastornos mentales. Sin embargo, para fines de la presente
investigación se tomará en cuenta la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10;
OMS, 2009), debido a que el instrumento utilizado ha sido desarrollado en base a la CIE-10,
donde se indica que la dependencia debe ser expresada por tres (o más) de los ítems
siguientes en algún momento dentro de un periodo continuado de 12 meses:

(1) Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems: (a) Una necesidad de
cantidades marcadamente crecientes de la sustancia para conseguir la intoxicación o el
efecto deseado. (b) El efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye
claramente con su consumo continuado.
(2) Abstinencia, definida por cualquiera de los siguientes ítems: (a) El síndrome de
abstinencia característico para la sustancia. (b) Se toma la misma sustancia (o una muy
parecida) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.
(3) Pérdida de Autocontrol: La sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores
o durante un periodo más largo de lo que inicialmente se pretendía.
(4) Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el
consumo de la sustancia.
(5) Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia.
(6) Reducción de importantes actividades sociales, laborales o recreativas debido al
consumo de la sustancia.

3
(7) Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas
psicológicos o físicos recidivantes o persistentes, que parecen causados o exacerbados
por el consumo de la sustancia.

La dependencia a sustancias psicoactivas está asociada a una serie de factores de


riesgo, que según Pollard, Chowdhury y Bauguess (2017), se dan en diferentes dominios,
entre ellos, el entorno familiar y el ámbito escolar. El primero, hace referencia a la baja
supervisión familiar, la baja disciplina familiar, el conflicto familiar, la historia familiar de
conducta antisocial, las actitudes parentales favorables a la conducta antisocial y las actitudes
parentales favorables al uso de sustancias psicoactivas, los cuales se encuentran asociados a
la temprana edad de salida del hogar. El segundo, resalta el bajo grado de compromiso con
la escuela y el bajo rendimiento académico, el cual se encuentra relacionado al nivel de
estudios alcanzados (Pollard, Chowdhury & Bauguess, 2017). A propósito, la Oficina De
Las Naciones Unidas Contra La Droga y El Delito (UNODC, 2018) sostiene que ninguno de
esos factores puede por sí solo dar lugar al consumo de sustancias psicoactivas y en muchos
casos, esas influencias cambian con el tiempo.

A lo largo de la historia han existido diferentes modelos o teorías que han intentado
explicar el consumo y la dependencia a sustancias psicoactivas, siendo el más aceptado en
la actualidad el denominado Modelo Biopsicosocial (o bio-conductual). Dicho modelo tiene
la capacidad de poder analizar las interacciones entre el ambiente y los factores
farmacológicos implicados en las conductas de consumo de sustancias psicoactivas
(Secades-Villa, García-Rodríguez, Fernández & Carballo, 2007). Así, se plantea al ser
humano como un sistema complejo en el que múltiples factores interactúan para configurar
las condiciones donde se desarrolla una dependencia. Entre estos factores, se encuentran los
biológicos, psicológicos y sociales, ya que todos cumplen un papel importante en el
funcionamiento humano en el contexto de la enfermedad y de la percepción de la misma
(OMS, 2005).

En primer lugar, entre los factores biológicos se encuentran la genética y el


funcionamiento fisiológico. Por ejemplo, un individuo con padres que han padecido de
dependencia podría estar predispuesto, genéticamente, a experimentar algo similar. En
segundo lugar, el componente psicológico, busca encontrar causas psicológicas como la falta
de autocontrol, confusión emocional, los pensamientos negativos, entre otras. Por ejemplo,
un individuo que tiene la creencia de que el consumo de sustancias psicoactivas lo ayudará

4
a pertenecer a un grupo de pares podría sentirse inclinado a iniciar dicho consumo (Mendoza
& Vargas, 2017). Finalmente, el aspecto social investiga cómo los diferentes factores, como
el nivel socioeconómico, la cultura, la pobreza, la tecnología y la religión, pueden influir en
las conductas adictivas (Comisión Nacional de Formación Asociación Proyecto Hombre,
2015). En este sentido, el entorno familiar y de pares podría influir en las elecciones respecto
a las sustancias psicoactivas que tome cada individuo (Otero, Mirón & Luengo, 1989).

El estudio de conductas criminales ofrece una perspectiva única para la comprensión


de la relación íntima que existe entre la dependencia a sustancias psicoactivas y las conductas
antisociales en adolescentes. Una de las observaciones empíricas más robustas en el estudio
de conductas antisociales es la curva edad-infracción, el ratio de infracciones a la ley versus
la edad, las cuales muestran que tanto la prevalencia como incidencia aumentan durante la
adolescencia (Hussong, Curran, Moffitt, Caspi, & Carrig, 2004). Estudios en los últimos
años sugieren que la dependencia a sustancias psicoactivas está altamente relacionada a las
conductas antisociales (Fergusson & Horwood, 2000; Huang, White, Kosterman, Catalano,
& Hawkins, 2001; Krueger et al., 2002).

Existen diversas definiciones con respecto a la conducta antisocial. Entre ellas se


encuentra la de Sánchez, Galicia, y Robles (2018), quienes sostienen que la conducta
antisocial hace referencia a actos que pueden variar en su gravedad, cronicidad, frecuencia
de presentación y que se dirigen contra los demás de manera agresiva y/o violenta e infringen
las reglas sociales. Así mismo, Andeu y Peña (2013) afirman que la conducta es categorizada
como antisocial en función del juicio o valoración social acerca de la gravedad y del
alejamiento de las pautas normativas que establece una sociedad en concreto.

El comportamiento o conducta antisocial es un fenómeno muy desarrollado que


contiene distintos tipos de acciones, como conductas impulsivas, ultrajes, agresión, engaños,
robos y violencia entre sus diferentes manifestaciones (Luengo, Carrillo, Otero, & Romero,
1994; Andújar, 2011). Teniendo en cuenta dicha definición, es importante la identificación
de factores de riesgo, ya que estos pueden facilitar, incrementar e incluso potenciar la
probabilidad de desarrollar tales comportamientos (López, 2008).

En este sentido, Sanabria y Uribe (2010) sostienen que existen grupos que permiten
categorizar los tipos de factores de riesgo que preceden la conducta antisocial. No obstante,
se ha encontrado que una variable sociodemográfica sustancial es el nivel de estudios

5
alcanzados. La escuela es un lugar fundamental para que ahí den origen o se modifiquen las
conductas antisociales y el hecho de no estudiar puede ser un factor que repercuta en la
aparición de estas conductas (Romero-Palencia, Sanchéz-Solis & Del Castillo-Arreola,
2017). Del mismo modo, se ha encontrado que un bajo rendimiento académico está presente
cuando las conductas antisociales aparecen (López-Larrosa & Rodríguez-Arias, 2013;
Pérez-Fuentes, Vázquez-Linares & Molero-Jurado, 2016).

Así pues, diversas teorías han intentado dar respuestas al por qué de las conductas
antisociales y cuáles son sus causas. Algunas de ellas se han centrado en configuraciones
biológicas, otras han subrayado la importancia de los aspectos sociales, pero ninguna de ellas
por sí mismas ofrece una explicación completa del origen y de las causas de la conducta
antisocial (De La Peña, 2010). Este comportamiento y sus distintas manifestaciones son
señaladas como resultantes de interacciones complejas de variables de diversos niveles,
siendo imposible enunciarlos como eventos unicausales (Romero & Orozco, 2017). De igual
manera, existen varios modelos que intentan explicar por qué el consumo de sustancias
psicoactivas es un factor de riesgo para la conducta antisocial en adolescentes. Por ejemplo,
en algunos adolescentes, los efectos del consumo de alcohol degenera, en ocasiones, en
conductas violentas (Boles & Miotto, 2003). De la misma forma, las sustancias psicoactivas
pueden provocar delitos predatorios cuyo fin es obtener dinero para costear el consumo
(Dorsey, Bambrick, Alice-Gordon & Krueger, 2002). Para otros, la conducta antisocial
debilitaría la adherencia a las normas sociales, incrementando la implicancia del individuo
en el consumo de sustancias psicoactivas, lo que les proporcionaría oportunidades y
refuerzos para el incremento del consumo de dichas sustancias. Finalmente, otros autores
sostienen que existen grupos de factores comunes que incrementarían su implicancia en
todos los tipos de conducta desviada, incluyendo el consumo de sustancias psicoactivas y la
conducta antisocial (White, 2004).

Existen investigaciones a nivel internacional que han indagado sobre la relación


existente entre la dependencia a sustancias psicoactivas y la conducta antisocial. En este
sentido, Otero (1999) halló que el consumo de sustancias psicoactivas podría ser considerado
una extensión de la conducta antisocial. Se ha comprobado la estrecha relación entre un
mayor y más habitual uso de sustancias psicoactiva y una mayor presencia de conductas en
contra de las normas (Martínez, 2016). Algunos estudios muestran que cuando la aparición
de las conductas antisociales se da en edades tempranas, es un predictor importante para el

6
consumo de sustancias psicoactivas, mientras que otros estudios hablan de que cuando el
consumo de estas sustancias se presenta en una edad temprana, se aumenta el riesgo de que
el sujeto se involucre en actos antisociales posteriormente (Bustos-Gamiño et al., 2019).

En esta misma línea, Torres (2017) investigó la relación entre el consumo de


sustancias psicoactivas y conducta antisocial en adolescentes entre los 10 y 19 años en
Colombia. Se encontró que dañar la propiedad ajena y llevarse algo de una tienda
correlaciona de forma significativa, pero pequeña (r=.139), únicamente con el uso de
alcohol. Por su parte, portar una pistola (r=.181), robar un vehículo (r=.169) y atacar a
alguien con la intención de herirlo (r=.217), se asocian únicamente con el uso de marihuana,
demostrando correlaciones significativas. El resto de conductas antisociales se relacionan de
forma significativa con el uso de ambas sustancias, a excepción de llevar armas al colegio
que no correlaciona con alcohol ni con marihuana. Del mismo modo, Uceda-Maza, Navarro-
Pérez y Pérez-Cosín (2016) describen la relación con las sustancias psicoactivas en una
muestra de 286 adolescentes en conflicto con la ley de la ciudad de Valencia (España). Los
resultados informan que la asociación (r=.453) entre la conducta antisocial y la dependencia
a sustancias psicoactivas es directa y estadísticamente significativa; es decir, a mayor
incidencia delictiva, mayor dependencia a sustancias psicoactivas.

Otra investigación es la realizada por Contreras, Molina y Cano (2012), quienes


encontraron que la gran mayoría de adolescentes infractores son consumidores de alguna
sustancia psicoactiva (75,3%); mientras que en el grupo de menores que no presentan
conductas antisociales habitualmente, sólo la mitad son consumidores (50.3%),
observándose una asociación estadísticamente significativa entre ambas variables (φ = .23).
Igualmente, Lüdke, Mendes da Cunha, Bizarro y Dalbosco (2012), encontraron que en una
muestra de 592 adolescentes brasileños, la conducta antisocial se encontraba
significativamente relacionada al consumo de sustancias psicoactivas: cocaína (X2 = 31.7; p
< 0.001), crack (X2 = 27.7; p < 0.001), y marihuana (X2 = 79.5; p < 0.001). Asimismo, otro
estudio realizado en 1221 adolescentes de Monterrey, encontró relación entre la conducta
antisocial con, específicamente, el consumo de alcohol (r=.27), lo que quiere decir que, a
mayor presencia de conducta antisocial, mayor es el consumo de alcohol y de sustancias
psicoactivas en los adolescentes (López & Costa 2008).

La creciente implicación de los adolescentes en estas dos conductas (dependencia a


sustancias psicoactivas y conducta antisocial), junto a los elevados costes personales,

7
sociales y económicos que conllevan para una ciudad o país, han suscitado el consenso por
buscar solución a estos problemas (Luengo, Romero, Gómez, Guerra & Lence, 2010). Sin
embargo, en nuestro país estas dos variables han sido poco estudiadas en adolescentes,
siendo uno de estos estudios el realizado por Tomás (2004), quien utilizó la Escala de
Conductas Antisociales de Otero y encontró que la mayoría de sustancias psicoactivas
constituyen un factor de riesgo elevado para conducta antisociales de vandalismo, agresión,
robo y conductas contra la normas, en adolescentes de Lima Metropolitana.

Por ello, y teniendo en cuenta la revisión teórica que evidencia la relación entre la
dependencia a sustancias psicoactivas y la conducta antisocial en adolescentes y cómo estas
conductas al presentarse en dicha etapa del desarrollo, pueden desplegar problemas graves
en la adultez (Torres, 2017), este estudio tiene como objetivo principal determinar la relación
entre ambas variables en una muestra de adolescentes infractores privados de libertad de un
Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima Metropolitana. Además, como
objetivos específicos se pretende analizar las propiedades psicométricas de los instrumentos
utilizados y hallar la relación entre dichas variables y características sociodemográficas;
específicamente, el nivel de estudios alcanzados y la edad de salida del hogar.

En este sentido, se plantea como hipótesis general que la dependencia a sustancias


psicoactivas y la conducta antisocial tendrán una correlación positiva. Asimismo, una
hipótesis específica es que tanto el Cuestionario CIE-10 de Dependencia y la Escala de
Conductas Antisociales de Otero, demostrarán características psicométricas aceptables.
Finalmente, se tiene como una segunda hipótesis específica, que a menor nivel de estudios
alcanzados y edad de salida del hogar, mayores niveles de dependencia a sustancias
psicoactivas y conducta antisocial.

2 MÉTODO
Este estudio presenta un diseño correlacional, puesto que se trata de una investigación
cuyo objetivo principal es estudiar la relación que existe entre dos variables en un contexto
específico (Hernández Sampiero, Fernández Collado & Baptista Lucio, 2010).

2.1 Participantes
La muestra estuvo conformada por 150 adolescentes infractores varones, que se
encuentran cumpliendo una medida socioeducativa de privación de la libertad en un Centro
de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima Metropolitana. Estos se encuentran entre las edades

8
de 15 y 18 años (M = 16.93; D.E. = .94). Asimismo, la mayoría de participantes nacieron
en la ciudad de Lima, son solteros, y cuentan con estudios secundarios incompletos. Con
respecto al motivo de ingreso a la institución, la mayoría de adolescentes ingresó por robo
agravado, seguido de homicidio. Mientras que la mayoría solo ingresó con un motivo de
ingreso, el 19.2% refiere haber ingresado por dos o más motivos. Finalmente, es importante
mencionar que el 29.8% de los participantes han salido de sus hogares en algún momento de
sus vidas y el 96% aún mantienen contacto con sus familias (Ver Tabla 1).

Con respecto al tipo de muestreo, este es no probabilístico y de tipo intencional. Es


decir, los elementos seleccionados no dependen de la probabilidad, sino de las diversas
circunstancias que permiten hacer el muestreo, como el acceso o disponibilidad,
conveniencia, entre otros. Asimismo, en este tipo de muestreo es el investigador quien
selecciona la muestra (Scharager & Armijo, 2001).

Los criterios de inclusión de los participantes fueron: que los adolescentes infractores
hayan tenido una medida socioeducativa (sentencia establecida), que hayan tenido hasta seis
meses de internamiento en el Centro Juvenil y que tengan un nivel de estudios alcanzado
mayor al tercero de primaria. Por su parte, los criterios de exclusión fueron: que hayan
presentado un diagnóstico psiquiátrico o deterioro funcional (verificado a través del
Expediente Matriz de cada adolescente), y que se hayan encontrado cumpliendo medida
socioeducativa en el Programa de Intervención Intensiva (PII), el cual está dirigido a
adolescentes con problemas de conducta severos o reincidentes.

Tabla 1 Distribución de la muestra según variables sociodemográficas (N = 150)

%
Edad
15 8.5
16 23.2
17 35.8
18 32.5
Lugar de Nacimiento
Lima 69.5
Otro 30.5
Nivel de Estudios Alcanzados

9
Primaria Completa 15.9
Primaria Incompleta 13.2
Secundaria Completa 12.6
Secundaria Incompleta 57.6
Lugar de Residencia
Callao 23.8
San Juan de Lurigancho 11.3
Otro 64.9
Motivo de Ingreso
Robo agravado 50.3
Homicidio 22.6
Lesiones graves 4.6
Vandalismo 1.3
Tentativa de secuestro 0.7
Tráfico ilícito de drogas 0.7
Múltiples motivos de ingreso 19.2
Número de Ingresos a la Institución
1 62.3
2 28.5
3 6.6
4 2
Salida del Hogar
Sí 29.8
No 70.2
Contacto Actual con la Familia
Sí 96.0
No 4.0

2.2 Medición
Ficha sociodemográfica. Este instrumento es de elaboración propia. Está compuesta
por 21 ítems, de los cuales 15 son para completar y 6 presentan alternativas múltiples. Para
la elaboración de esta ficha se ha considerado lo siguiente: Edad, lugar de nacimiento, lugar

10
de residencia, motivo de ingreso, números de ingresos a la institución, salida del hogar,
contacto actual con la familia, entre otros. El propósito de esta ficha sociodemográfica fue
conocer las características generales del grupo de adolescentes participantes de la presente
investigación.

Cuestionario CIE-10 de Dependencia (OMS, 2009). Es un instrumento que se


encuentra desarrollado en base a la Clasificación Internacional de Enfermedades, décima
revisión, (CIE-10), aprobado por la OMS. Este instrumento está orientado a identificar
signos de dependencia en los usuarios de sustancias tales como la marihuana, la cocaína y la
pasta básica de cocaína (PBC). Dicho instrumento arroja respuestas de tipo dicotómico
(Si/No) y su aplicación puede ser de manera individual o colectiva, con una duración
determinada de entre 15 a 20 minutos, aproximadamente. La corrección y puntuación de los
signos de dependencia se determinan cuando las personas que han consumido una sustancia
legal o ilegal en los últimos 12 meses, declaran haber experimentado al menos 3 de las 10
preguntas establecidas en el cuestionario (Comisión Nacional Para el Desarrollo y Vida sin
Drogas; DEVIDA, 2013).

Con respecto a la evidencia basada en la validez y confiabilidad del cuestionario, es


importante mencionar que este instrumento forma parte del cuestionario estandarizado por
la Comisión Interamericana de Control del Abuso de Drogas (CICAD; 2011) para medir la
magnitud y las características del consumo de drogas lícitas e ilícitas en cada país, aplicando
la metodología de Sistema Interamericano de Datos Uniformes de la CICAD (SIDUC).
SIDUC es un marco de referencia que comprende conceptos y principios estandarizados para
el desarrollo de encuestas en varias poblaciones (general, escolar, universitaria,
penitenciaria, entre otras). En el Perú, DEVIDA utiliza este instrumento y metodología en
las diferentes encuestas nacionales que lleva a cabo (DEVIDA, 2012).

Escala de Conductas Antisociales de Otero (Luengo, Carrillo, Otero, & Romero,


1994). Dicha escala define la conducta antisocial como un conjunto de comportamientos
realizados contra las demás personas, y que transgreden tanto normas sociales como legales,
incluyendo categorías como robo, vandalismo, agresión, y conducta contra las normas. Así,
fue inicialmente desarrollada en España con el objetivo de investigar el comportamiento
delictivo en adolescentes. Este instrumento fue probado en una muestra de 293 adolescentes
varones con edades de 14 a 18 años. El análisis de varianza confirmó que 128 de los 141
ítems originales, establecían diferencias significativas entre no delincuentes y delincuentes.

11
El autor seleccionó para la escala final sólo aquellos ítems que establecían diferencias
altamente significativas (p < .001), quedando reducido el instrumento a 82 ítems (Tomás,
2004).

Esta escala fue adaptada en el Perú, por Bueno, Tomás, Martínez y Araujo (2000),
en la cual se modificaron la redacción de ciertos ítems y fueron reemplazados totalmente dos
de ellos, con la finalidad de obtener un instrumento adecuado a las características culturales
y lingüísticas de Lima Metropolitana. Con respecto a la validez, encontraron un alto
porcentaje de ítems con correlaciones altamente significativas (p < .001). Por otro lado, para
la confiabilidad se utilizó el Alfa de Cronbach; mediante el cual se logró determinar una alta
consistencia interna de las cuatro sub escalas. Estas fueron: .79 para vandalismo, .86 para
agresión, .80 para robo y .83 para conducta contra las normas. Asimismo, al medir la
estabilidad del instrumento mediante la confiabilidad por test- retest se encontraron los
siguientes resultados: .78 para vandalismo, .74 para agresión, .47 para robo y .69 para
conducta contra las normas.

Para fines de la presente investigación, se optó por utilizar la última versión del
instrumento que fue realizada por Tomás (2004), quien decidió realizar un análisis factorial
confirmatorio para comprobar la evidencia basada en la validez de constructo de la Escala
de Conductas Antisociales de Otero en una muestra 6,379 estudiantes de 12 a 18 años. En
este estudio se encontró que sólo 32 ítems obtuvieron cargas factoriales aceptables (mayores
a 0.25), debiéndose eliminar los demás. Del mismo modo, la agrupación de los ítems,
determinó que el Factor 1 correspondía a Agresión (10 ítems), el Factor 2 correspondía a
Robo (12 ítems), el Factor 3 correspondía a Vandalismo (6 ítems) y el Factor 4 correspondía
a Conducta Contra las Normas (4 ítems). Además, se proporcionan cuatro alternativas de
respuesta que se califican de la siguiente forma: nunca lo he hecho (1 punto), lo hago de 1 a
4 veces al mes (2 puntos), lo hago 2 veces a la semana o más (3 puntos) y, lo hago todos los
días (4 puntos).

2.3 Procedimiento
Para la aplicación de los instrumentos se solicitaron los permisos correspondientes a
los miembros del directorio y encargados de la gerencia del Centro Juvenil. Una vez
obtenidos los permisos, se requirió del apoyo de colaboradores para aplicar cada
instrumento, debido a que se tenían que aplicar de manera individual con el objetivo de evitar
cualquier tipo de interferencias y estímulos distractores. Este apoyo fue brindado por 5

12
psicólogos del equipo multidisciplinario del Centro Juvenil, quienes tenían más de 3 años
trabajando con adolescentes infractores. Previo a la aplicación de los instrumentos, se
sostuvo una reunión con los profesionales de apoyo, en la que se explicó el objetivo de la
investigación, la metodología y los instrumentos a utilizar. Asimismo, se pauteo el
procedimiento de la aplicación de cada uno de los instrumentos: En primer lugar, la ficha
sociodemográfica, luego, la Escala de Conductas Antisociales de Otero; por último, el
Cuestionario CIE-10 de Dependencia.

La aplicación de estos instrumentos se realizó de manera individual, en cada


aplicación el profesional de apoyo informaba al adolescente sobre la confidencialidad y
anonimato de la información que se obtuviera. Además, le informaba que su participación
era totalmente voluntaria y que podrían dejar de contestar el cuestionario en cualquier
momento (abandono de evaluación). Esta aplicación se llevó a cabo en los diferentes
espacios del patio al que pertenecían (aula de clase, comedor y oficina del equipo técnico).
Posteriormente al consentimiento informado oral, el profesional de apoyo leyó las
instrucciones del instrumento de acuerdo al orden establecido previamente; también, se les
hizo saber que ante cualquier duda acerca de las preguntas de cada instrumento, ellos las
aclararían y resolverían. Luego, se procedió a dar por iniciada la evaluación.

Una vez finalizada la aplicación de los instrumentos, se procedió a la elaboración de


la base de datos para el procesamiento estadístico haciendo uso Statistical Package for the
Social Sciences (SPSS) versión 20.0. En primera instancia, se analizó la evidencia basada
en la validez y confiabilidad de los dos instrumentos utilizados (Cuestionario CIE-10 de
Dependencia y Escala de Conductas Antisociales de Otero); es decir, se realizaron dos
análisis factoriales exploratorios con rotación Varimax y luego se procedió a realizar los
análisis de confiabilidad con el estadístico Alfa de Cronbach. En segunda instancia, se
realizó un análisis descriptivo con ambas variables de estudio (dependencia a sustancias
psicoactivas y conducta antisocial); es decir, se revisó la media, desviación estándar, el
máximo y el mínimo, la asimetría y la curtosis. En tercera instancia, con el objetivo de
proceder con el análisis inferencial, se realizó una prueba de bondad de ajuste para lo cual
se aplicó la prueba de Kolmogórov-Smirnov. Se encontró que, los resultados no presentan
una distribución normal; no obstante, al ser la asimetría y curtosis menores a 10 y 3,
respectivamente, se procedió a utilizar estadísticos paramétricos para el análisis de
correlación con el coeficiente de Pearson (Howell, 2013).

13
Finalmente, se realizó el análisis de correlación entre las dos variables de estudio, lo
cual corresponde al objetivo principal de este. Además, es importante mencionar que, dentro
de dicho análisis se agregaron las variables sociodemográficas: “edad de salida del hogar” y
“nivel de estudios alcanzados”, para poder responder; también, a los objetivos específicos
de estudio.

2.4 Aspectos éticos


El consentimiento informado respalda el respeto por la autonomía de las personas,
entendiendo que dicho documento es válido cuando la persona que lo firma lo hace de
manera voluntaria y con capacidad para comprender los alcances, en este caso, de la
investigación. Se entiende que dicho consentimiento genera la posibilidad al participante de
retirarse de la evaluación si no desea continuar con la misma.

Teniendo en cuenta esta información, se procedió a realizar dos modalidades de


consentimiento informado para la aplicación de los instrumentos de la presente
investigación:

En primer lugar, el consentimiento informado escrito. Este documento fue suscrito


por el coordinador del Centro Juvenil, quien autorizó la participación de los adolescentes,
debido a que estos se encontraban cumpliendo una medida socioeducativa de privación de
la libertad en medio cerrado en el Centro juvenil; y por ende, se encontraban bajo la
responsabilidad de las autoridades de la institución.

En segundo lugar, el consentimiento informado oral. Para este caso, el coordinador


del Centro Juvenil sostuvo que debido a que los adolescentes se encontraban cumpliendo
una medida socio educativa de privación de la libertad en medio cerrado, no era posible
entregarles un consentimiento informado escrito para que ellos lo completen, ya que podría
generar cierto temor y ansiedad por considerar la posibilidad de que la información suscrita
por ellos podría haber repercutido en su situación judicial (sentencia), lo cual podría haber
interferido considerablemente en los resultados. Sin embargo, con cada uno de ellos se aplicó
un consentimiento informado oral; es decir, se les informó acerca de la confidencialidad y
anonimato de la información que se obtuviera. Asimismo, de que su participación era
totalmente voluntaria y que podrían dejar de contestar el cuestionario en cualquier momento.

14
3 RESULTADOS
En primera instancia, se analizaron las propiedades psicométricas de los dos
instrumentos utilizados. En cuanto al Cuestionario CIE – 10 de Dependencia, se utilizó el
índice de adecuación de la muestra de Kaiser Meyer Olkin (KMO = .78) y la prueba de
Esfericidad de Bartlett (X2 = 1179.788, p < .001), los cuales corroboran que es apropiado
proseguir con el análisis factorial. Tras realizar un análisis factorial de componentes
principales con rotación Varimax, se encontró un solo factor que explicó el 62.73% de la
varianza. En segunda instancia, se realizó un análisis de confiabilidad para la escala total, el
cual mostró un alfa de Cronbach de .60. Si bien algunos autores determinan un umbral de
.70 basándose en la investigación realizada por Nunnally (1967, 1978) para aceptar la
confiabilidad, investigación reciente señala que este no es un estándar de carácter universal
(Lance, Butts & Michels; 2006). Del mismo modo, Hair, Black, Babin, Anderson y Tatham
(2006) y Taber (2017) proponen que un rango de entre 0.6 y 0.7 es satisfactorio. En
consecuencia, es posible señalar que la escala posee una consistencia interna aceptable.

Por su parte, para la Escala de Conductas Antisociales de Otero, se utilizó el índice


de adecuación de la muestra de Kaiser Meyer Olkin (KMO = .93) y la prueba es de
Esfericidad de Bartlett (X2 = 3524.364, p < .001), los cuales corroboran que es apropiado
proseguir con el análisis factorial. De este modo, se realizó un análisis factorial de
componentes principales con rotación Varimax, hallándose un factor que explicó el 55.83%
de la varianza. Luego, se realizó un análisis de confiabilidad, el cual mostró un coeficiente
de alfa de Cronbach de .96 para la escala total, siendo este alto.

En relación a los estadísticos descriptivos, el Cuestionario CIE-10 de Dependencia


presentó un promedio de 7.89 puntos. Cabe resaltar que todos los participantes obtuvieron
un puntaje de 3 o más en dicho cuestionario; por lo cual, se estaría considerando que todos
los adolescentes participantes muestran indicadores de dependencia a sustancias
psicoactivas. Más aún, dado que el puntaje máximo posible fue 10, la muestra evidencia una
media alta de dependencia a sustancias psicoactivas. Por su parte, la Escala de Conductas
Antisociales de Otero presentó una media de 74.19 puntos (Ver tabla 2).

15
Tabla 2 Estadísticos descriptivos de las variables principales

Rango Media (D.E.) Mínimo Máximo Asimetría Curtosis

Dependencia a 7.89
0-10 3 10 -0.58 -0.55
Sustancias Psicoactivas (1.91)
74.19
Conducta Antisocial 32-128 35 128 0.13 -0.71
(20.79)

Para determinar la relación entre la dependencia a sustancias psicoactivas y la


conducta antisocial, se hizo una prueba de normalidad utilizando el estadístico Kolmogorov-
Smirnov debido a que la población era mayor a 50 sujetos, encontrándose que la distribución
de los datos no era normal (p<.05) en las puntuaciones del Cuestionario CIE – 10 de
Dependencia y la Escala de Conductas Antisociales de Otero. Sin embargo, la asimetría de
la variable dependencia a sustancias psicoactivas fue -.58 y la curtosis fue -.55; además, para
la variable conducta antisocial la asimetría fue .13 y la curtosis fue -.71. Ya que ambas
asimetrías fueron menores a 3 y curtosis menores a 10, se puede afirmar que la distribución
de la data se asemeja a la normal, por lo cual se pueden proseguir con los análisis (Howell,
2013).

Seguidamente, se realizó un análisis de correlaciones entre las variables principales


de estudio mediante el estadístico de correlación Pearson (Ver tabla 3). Así, se halló una
correlación significativa directa y grande entre la dependencia a sustancias psicoactivas y la
conducta antisocial, lo cual corresponde al objetivo principal de la presente investigación
(r=.51). Luego, se realizaron correlaciones entre ambas variables de estudio y las variables
sociodemográficas: edad de salida del hogar y nivel de estudios alcanzados, lo cual responde
a los objetivos específicos de la presente investigación (Ver tabla 3). Se halló que la
dependencia a sustancias psicoactivas tiene una correlación inversa pero pequeña con el
nivel de estudios alcanzados (r=-.16, p<0.05) y con la edad de salida del hogar (r=-.16,
p<0.05). De modo similar, se encuentra una correlación inversa y; también, pequeña entre
la conducta antisocial y el nivel de estudios alcanzados (r=-.22, p<0.05).

16
Tabla 3 Correlaciones bivariadas entre variables de estudio y sociodemográficas
Nivel de Estudios Edad de salida Conducta
Alcanzados del hogar Antisocial

Conducta Antisocial -0.22**

Dependencia a Sustancias Psicoactivas -0.16* -0.16* 0.51***

Nota: * p < .05, **p < .01, *** p < .001

4 DISCUSIÓN
El presente estudio tuvo como finalidad investigar la relación entre la dependencia a
sustancias psicoactivas y la conducta antisocial en adolescentes infractores de un Centro
Juvenil en Lima Metropolitana. Para ello, primero se analizaron las propiedades
psicométricas de los instrumentos utilizados (Cuestionario CIE-10 de Dependencia y la
Escala de Conductas Antisociales de Otero), encontrándose una estructura unidimensional
para ambos. En cuanto al Cuestionario CIE-10 de Dependencia, esta se utiliza, únicamente,
para determinar la magnitud de la dependencia a sustancias psicoactivas, por lo cual se utiliza
solo el puntaje global y se apoya una estructura unidimensional (Sociedad Española de
Médicos Generales y de Familia, 2015).

En relación a la Escala de Conductas Antisociales de Otero, tanto el autor de la misma


como autores que han realizado estudios con esta escala, desde su elaboración, y la mayoría
de investigaciones realizadas, reportan una estructura de 4 factores (Luengo, Carrillo, Otero
& Romero, 1994; Bueno, Tomás, Martínez & Araujo, 2000; Tomás, 2004;). Sin embargo,
dado que la escala fue creada con la finalidad de medir el constructo de conducta antisocial,
el autor original y los autores que han realizado estudios con esta escala afirman que es
aceptable utilizar únicamente el puntaje general para estudiar esta variable (Luengo, Carrillo,
Otero & Romero, 1994). Además, los estudios llevados a cabo en Lima Metropolitana que
reportan una estructura de cuatro factores fueron realizados en muestras de estudiantes; en
el caso del presente estudio, al ser una muestra de adolescentes infractores, es esperable
encontrar resultados distintos. De este modo, otras investigaciones realizadas en Lima
Metropolitana con adolescentes infractores han optado por medir el constructo de conducta
antisocial de manera general, sin tomar en cuenta diferentes dimensiones del mismo
(Morales & Chau, 2013; Blas, 2015).

17
En cuanto al objetivo principal y confirmando la hipótesis inicial, se halló una fuerte
relación entre la dependencia a sustancias psicoactivas y la conducta antisocial, lo cual se ha
observado en diversas investigaciones (Castro, Rojas, García & De la Serna, 1986; Bueno,
Tomás, Martínez & Araujo, 2000; Muñoz, Graña, Peña & Andreu, 2002; Maturana, 2007;
Contreras, Molina & Cano, 2012; Martínez, 2016). De este modo, coincidiendo con lo
hallado en esta investigación, Estéves y Elmer (2011) reportaron una correlación mediana
entre la dependencia a diversas sustancias psicoactivas y la conducta antisocial. Además,
especialmente en el caso de adolescentes, es importante señalar que el consumo de sustancias
psicoactivas constituye en sí una conducta antisocial, al ir en contra de las normas legales
(Lüdke, Mendes da Cunha, Bizarro & Dalbosco, 2012). En relación a ello, es importante
mencionar las diversas propuestas que intentan explicar la relación entre estas dos variables
(Ramos & Garrote, 2009). En primer lugar, diversos autores proponen que el consumo de
drogas se realiza con la finalidad de adquirir un sentido de omnipotencia y valentía para
realizar actos antisociales (Gottheil, Druley, Skoloda & Waxman, 1983; Shedler & Block,
1990; Johnson & Belfer, 1995; Landabur, 2010). Esto es especialmente pertinente en el
contexto de población adolescente infractora, dado que, para formar parte de una banda o
pandilla, la mayoría de veces es necesario realizar determinados actos violentos (Elliott,
Huizinga, Ageton, 1985; Becoña, 2002; Landabur, 2010). Es así que Contreras, Molina y
Cano (2012), en su estudio sobre consumo de drogas en adolescentes con conductas
infractoras, encontraron que la gran mayoría de los adolescentes que muestran conductas
violentas son consumidores de alguna sustancia psicoactiva, mientras que en los menores
que no son violentos, habitualmente, solo la mitad son consumidores.

Asimismo, otros investigadores señalan que las conductas antisociales son las que
preceden el consumo de sustancias. Por ejemplo, al relacionarse con pandillas, el adolescente
podría; también, verse envuelto en redes de abastecimiento de drogas y así iniciar el consumo
de las mismas (Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito; UNODC, 2018).
Además, el individuo podría robar con el objetivo de conseguir dinero para solventar el
consumo de sustancias (Pernanen, Cousineau, Brochu, & Sun, 2002; Landabur, 2010). Así,
como afirman Gonzales y Andrade (2012), son estas condiciones relacionadas al ámbito
social y económico en las que el individuo se encuentra inserto, que podrían incentivar el
consumo de sustancias en adolescentes infractores.

18
Por otro lado, existe una hipótesis llamada hipótesis de no-causación, que sostiene
que son las variables del entorno primario (como la familia, la escuela, y el grupo de pares)
las que son responsables de la relación entre estos constructos (Otero, 2004). En este sentido,
el entorno primario podría ser un factor facilitador en la adopción y el mantenimiento de una
actitud permisiva hacia el consumo de sustancias y las conductas antisociales (Gordon,
Kinlock & Battjes, 2004; Wright & Fitzpatrick, 2004). Por lo tanto, la relación con grupos
de iguales o familiares que presentan conducta antisocial y/o consumo de sustancias, juega
un papel central tanto en el consumo de drogas como en el desarrollo de conductas delictivas
(Fishbein & Pérez, 2000).

Ello podría explicar la relación hallada entre ciertas variables sociodemográficas y


las variables de interés en el presente estudio. Por ejemplo, los resultados manifiestan que la
edad de salida del hogar temprana se asocia a la dependencia a las sustancias psicoactivas.
En relación a ello, Kassa, Taddesse y Yilma (2014) afirman que el vivir fuera del hogar
durante la edad escolar podría relacionarse a una mayor sensación de soledad y un menor
soporte o vínculo familiar, propiciando así condiciones favorables, como un bajo nivel de
supervisión y compromiso parental, para el desarrollo de conductas de riesgo como el
consumo de sustancias. Sin embargo, es importante mencionar que la variable de vínculo
familiar no resultó significativa en esta investigación, siendo el número de participantes sin
vínculo con la familia muy pocos como para realizar las comparaciones pertinentes. Por otro
lado, la edad de salida del hogar podría reflejar condiciones de vida difíciles, ante las cuales
el adolescente empieza el consumo de sustancias psicoactivas como una forma de
sobrellevar la dureza de las circunstancias (UNODC, 2018).

Por otro lado, se encontró que el nivel de estudios alcanzado estaba inversamente
asociado con la dependencia a sustancias psicoactivas. En efecto, la mayor parte de
investigaciones confirman la estrecha relación que tiene el bajo nivel de estudios alcanzado
con el uso de sustancias psicoactivas a lo largo de todo el ciclo del consumo (Schnaap &
Kunst, 2009; Karjalainen, Haukka, Lintonen, Joukamaa & Lillsunde, 2015). De este modo,
Teixidó-Compaño et. al. (2018) proponen que aquellos con un menor nivel de estudios
alcanzado podrían experimentar bajos niveles estimulación intelectual y psicológica,
generando en ellos la percepción de poco valor dentro de su contexto social y elevando los
niveles de estrés. Así, los autores afirman que las sustancias psicoactivas se vuelven el

19
método más accesible e inmediato para disminuir este malestar y satisfacer la búsqueda de
estimulación (Teixidó-Compaño et. al., 2018).

De igual manera, el nivel de estudios alcanzados demostró una relación inversa


significativa con la conducta antisocial. Nolen-Hoeksema (2008) encontró resultados
análogos al presente estudio; es decir, la misma correlación inversa. En esta línea, diversos
autores explican dicha asociación afirmando que los logros educativos son vitales para el
desarrollo integral y suponen una fuerte inhibición de conductas antisociales debido a que el
sistema educativo es un contexto importante para interactuar con pares, y así adquirir e
interiorizar las normas sociales (CONAPOC, 2016; Molero et al., 2017). Así, un bajo nivel
de estudios alcanzados podría reflejar la ausencia de socialización adecuada y adquisición
del respeto por las normas sociales y legales. De este modo, no es sorprendente que solo el
88% de infractores adolescentes peruanos tienen un nivel de estudios alcanzado equivalente
a una secundaria incompleta (CONAPOC, 2017), reflejando así la ausencia de espacios para
incorporar las normas de la sociedad.

A partir de todo lo anterior, se puede afirmar que existe una relación positiva y
significativa entre la dependencia a sustancias psicoactivas y conducta antisocial. Además,
tanto la edad de salida del hogar como el nivel de estudios alcanzado guardan una relación
inversa y significativa con la dependencia a sustancias psicoactivas. De manera similar, el
nivel de estudios alcanzados juega un rol importante en cuanto a la conducta antisocial. En
tal sentido, los hallazgos reflejan que dichos factores sociodemográficos podrían constituir,
en conjunto, una fuente de tensión y deficiencia en el proceso de socialización en la
adolescencia (Moreno, 2016). Esta deficiencia podría crear un contexto favorable para
debilitar vínculos con la sociedad, llevando así a una mayor probabilidad de realizar
conductas antisociales o consumir sustancias psicoactivas (Saravia, Gutiérrez, & Frech,
2014). De este modo, el presente estudio resalta la importancia del entorno familiar y
educativo en relación a estas variables, especialmente en adolescentes infractores. Así, queda
clara la importancia de crear intervenciones que no solo otorguen penas legales a esta
población, sino que abarquen variables psicosociales y evolutivas para fomentar una
rehabilitación integral del individuo (Hidalgo & Júdez, 2007).

Cabe resaltar que entre algunas variables no existió ninguna correlación significativa.
Por ejemplo, se planteó como hipótesis que la conducta antisocial se relaciona con la edad
de salida del hogar, debido a que esta relación se evidencia en diversas investigaciones. Para

20
Cohen (1994) los adolescentes, muchas veces, consolidan sus relaciones de pares como
consecuencia a la disfuncionalidad familiar. Esto quiere decir que aquellas carencias y
necesidades no satisfechas dentro del entorno familiar, se buscan satisfacer en el grupo de
pares (afecto, admiración, autoridad, entre otros). En este sentido, el mismo autor sostiene
que el espacio inmediato a la salida del hogar es la “calle”, si es que no hay otras redes de
apoyo familiar y así, los adolescentes sustituyen un espacio de conflicto por otro que, en
principio, representa bienestar. Teniendo en cuenta esto, se considera que la no correlación
de estas dos variables en la presente investigación, se puede deber a cuestiones estadísticas,
debido a que la muestra con la que se trabajó contó con una minoría de adolescentes que
habían salido de sus hogares, además que la edad de salida del hogar de estos adolescentes
no variaba significativamente. Así, esto evidencia que a pesar de la presencia de conducta
antisociales, en diferentes niveles, continuaban viviendo en un entorno disfuncional.

Por su parte, según la evidencia científica la conducta antisocial se correlaciona con


la edad, por ejemplo, Sanabria y Uribe (2010) encontraron que los adolescentes de 13 a 14
años fueron los que menores puntuaciones presentaron para el comportamiento antisocial, y
los adolescentes entre 15 y 16 años los que mayor puntuaron, reduciendo su manifestación
a las edades de 17 y 18 años. Los adolescentes, quienes presentan comportamientos
antisociales y delictivos en edades tempranas y por tiempo prolongado (niños pequeños y/o
preadolescentes), son parte de un grupo de alto riesgo para continuar con las mismas
conductas y de mayor gravedad durante la edad adulta (Gendreau, Little, & Goggin, 1996).
De Igual manera, con respecto a la dependencia a sustancias psicoactivas y la variable edad,
la evidencia muestra que la probabilidad de pasar del uso al abuso y luego a la dependencia
de las sustancias psicoactivas es mayor cuando se inicia a una edad más temprana. La
CICAD (Organización de los Estados Americanos, 2013) sostiene que las personas que
empiezan a beber antes de los 15 años tienen cuatro veces más probabilidad de cumplir con
el criterio de dependencia en algún momento de sus vidas, destacando que el inicio temprano
del consumo está asociado con un mayor riesgo de dependencia y de otros problemas. En
ambos casos (dependencia sustancias psicoactivas y conducta antisocial), no se observó una
correlación significativa con la edad debido a que el rango de edad de los adolescentes
participantes de la investigación era muy pequeño (15-18).

Si bien este estudio constituye un punto de partida importante respecto a la


problemática de consumo y dependencia a sustancias psicoactivas y conducta antisocial en

21
adolescentes infractores de Lima Metropolitana, es necesario mencionar ciertas limitaciones.
En primer lugar, la muestra utilizada fue no probabilística y es un diseño de carácter
transversal, por lo cual no es posible generalizar los hallazgos a la población de adolescentes
infractores (Hernández Sampiero, Fernández Collado & Baptista Lucio, 2010). En segundo
lugar, es importante mencionar que los instrumentos utilizados son de auto-reporte, en
consecuencia, la percepción de los participantes con respecto a ambas variables de estudio
responde a una apreciación de carácter subjetivo que puede verse influida por un sesgo de
deseabilidad social, entre otros (Hernández Sampiero, Fernández Collado & Baptista Lucio,
2010). Asimismo, no se tomaron en cuenta ciertas variables sociodemográficas relacionadas
a la problemática, como la calidad del entorno familiar y el nivel socio-económico. Además,
la cantidad de participantes que aun mantenían vínculos familiares era altamente mayor a
aquellos que no mantenían dichos vínculos, por lo cual no fue posible realizar una
comparación entre estos dos grupos. Adicionalmente, dado que el rango de edad de la
muestra fue pequeño, no se pudieron observar diferencias significativas entre la variable
edad y las variables de estudio. Finalmente, el estudio no tomó en cuenta las diferentes
sustancias psicoactivas que eran consumidas por los participantes, por lo cual no se pudo
observar si existían diferencias en torno a ellas.

Por todo ello, si bien este estudio es un punto de partida importante en la


investigación de la relación entre la dependencia a sustancias psicoactivas y conducta
antisocial en adolescentes infractores peruanos, aún quedan diversas interrogantes. En tal
sentido, se sugiere que futuras investigaciones tomen en cuenta un mayor rango de edad, ya
que como afirman Adalbjarnardottir y Hafsteinsson (2002), el uso de sustancias psicoactivas
y el comportamiento antisocial son variables sujetas a cambios durante toda la adolescencia.
Además, sería importante que futuros estudios nacionales tomen en cuenta variables
relacionadas a la crianza, el entorno familiar, la violencia intrafamiliar, los modelos
desadaptados de los familiares, entre otros (Hidalgo & Júdez, 2007); además, variables
relacionadas al entorno comunitario, tales como: la desorganización comunitaria,
disponibilidad de sustancias psicoactivas y la influencia de pares “conflictivos” (De Lucas,
2014) También, se propone que otros investigadores estudien la relación entre el consumo
de diferentes tipos de sustancias psicoactivas y la conducta antisocial, dado que cada
sustancia, en particular, podría ocasionar conductas antisociales distintas (Lüdke, Mendes
da Cunha, Bizarro & Dalbosco, 2012). Asimismo, se propone realizar estudios que utilicen
medidas fisiológicas (ej. exámenes de orina) para medir la dependencia a sustancias

22
psicoactivas y diagnóstico psiquiátrico para determinar si la persona presenta o no conductas
antisociales, de tal modo que se pueda obtener una mayor precisión respecto a la asociación
entre ambas variables. Finalmente, se sugiere; también, realizar estudios de carácter
longitudinal para lograr una mejor comprensión del proceso implicado en la asociación entre
ambas variables de estudio.

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33
6 ANEXO
Anexo A: Consentimiento Informado

El objetivo de esta ficha de consentimiento es proveer al coordinador del Centro Juvenil, de


donde proviene la muestra, información clara acerca de la naturaleza de la investigación y
el rol de éstos con respecto a la misma.

La presente investigación es conducida por Stephanie Strauss Simons, de la Universidad


Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC).

En caso de aceptar la participación del adolescente en el estudio, se les pedirá responder tres
cuestionarios, lo cual tomará aproximadamente 40 minutos de su tiempo.

La participación en el presente estudio es voluntaria, no está obligado a participar y puede


abandonar la prueba cuando lo desee. La información que se recoja será confidencial y se
usará únicamente para la investigación. Sus respuestas a la ficha de dato sociodemográficos
y a los cuestionarios serán codificadas, usando un número de identificación y, por lo tanto,
se mantendrá el anonimato en todo momento. Posteriormente, los resultados de la
investigación serán publicados manteniendo el anonimato

Yo_________________________________________________, psicólogo clínico y


coordinador del Centro Juvenil de _______ años de edad y con DNI__________________
acepto y autorizo de manera voluntaria colaborar en esta investigación, conducida por
Stephanie Strauss Simons, con la participación de los 150 adolescentes infractores que se
encuentran bajo la medida socioeducativa de privación de la libertad en un Centro de
Diagnóstico y Rehabilitación de Lima Metropolitana. Me han indicado que deberán
responder tres cuestionarios lo cual tomará, aproximadamente, 40 minutos. La participación
del adolescente; también, es voluntaria.

Reconozco que la información que provea en el curso de esta investigación es confidencial


y será usada únicamente para la investigación. Posteriormente, los resultados de la
investigación serán publicados manteniendo el anonimato en todo momento.

Firma de la evaluadora Firma del encargado

Fecha

34
Anexo B: Ficha de datos sociodemográficos

1. Nombre o Seudónimo
2. Edad:
3. Lugar de Nacimiento:
4. Estado Civil:
a. Soltero
b. Casado
c. Viudo
d. Divorciado
e. Separado
f. Conviviente
5. Nivel de estudios alcanzados:
a. Primaria Incompleta
b. Primaria Completa
c. Segundaria Incompleta
d. Segundaria Completa
6. Posición ordinal entre hermanos:
7. Lugar de residencia previa la institucionalización:
8. Con quienes vivía:
9. Fecha de ingreso a la institución:
10. Motivo de la institucionalización:
11. Número de ingresos a la institución:
12. Edad de salida del hogar:
13. A dónde fue cuándo salió:
14. Con quién salió:
15. Motivo de salida del hogar:
16. Miembros de la familia con los que la convivencia era difícil:
17. Mantiene actualmente vínculo con la familia:
a. SI
b. NO
En caso de respuesta negativa:
18. Desde cuándo no:
19. Motivo:

35
20. ¿Te gustaría volver a verlos?
a. SI
b. NO
21. Motivo:

36
Anexo C: Escala De Conductas Antisociales De Otero (Tomás, 2004)

Edad: ______ Sexo: ______ Colegio: _____________ Vivo con:


Ambos padres ( ) Padre o Madre ( ) Otros adultos ( ) Solo ( )
Instrucciones
Las frases que siguen a continuación, se refieren a conductas que pueden ser más o menos
frecuentes entre los chicos y las chicas de tu edad. Por favor, lee atentamente cada una de
ellas y responde cuantas veces realizas estas acciones. Para responder, elige la alternativa
que corresponde a tu caso, según la siguiente clave:
1. Nunca lo he hecho
2. Lo hago de 1 a 4 veces al mes
3. Lo hago dos veces a la semana o más
4. Lo hago todos los días
Lee cuidadosamente y no dejes ninguna frase sin contestar.

1 2 3 4
1. Romper las ventanas, puertas, rejas, etc., de casas vacías.

2. Golpear con puñetes, patadas, etc., a otra persona en una pelea.

3. Escaparse del colegio.


4. Prender fuego a algo: una papelera, una mesa, un auto, etc.

5. Molestar, insultar o empujar a una persona desconocida en la


calle.
6. Robar objetos al interior de un auto.
7. Golpear, romper o roscar los autos o motos estacionados en la
calla.
8. Atacar a un enemigo o a alguien de una banda rival a puño
limpio.
9. Romper una ventana (casa habitada).
10. Pelear con otra persona con golpes mutuos.
11. Andar con gente que se mete con frecuencia en problemas.

12. Desinflar las ruedas de aun auto/moto, etc.

37
13. Actuar violentamente (en cualquier forma) contra el profesor.

14. Hacer destrozos en una tienda pequeña habiendo o no robado


algo.
15. Amenazar o asustar a alguien con un arma: piedra, cuchillo,
navaja, etc.
16. Orinar o defecar en la calle, parque, etc.
17. Dar un puñetazo o una patada a otra persona.
18. Andar en pandilla, armando pleito, pelead o provocando
disturbios.
19. Planear entrar en una casa a robar cosas de valor y realizar el
plan.
20. Coger la bicicleta de alguien y quedársela.
21. Robar materiales a gente que está trabajando en un local.
22. Coger las cosas de los bolsillos de la ropa que alguien ha dejado
en un lugar público (playa, etc.).
23. Faltar al colegio sin tener un motivo justificado.
24. Coger el auto o moto de un desconocido para dar una vuelta.

25. Alentar a otros para armar disturbios o revueltas.


26. Robar objetos que son de propiedad de la escuela.
27. Robar cosas de las ventanas (pájaros, macetas, etc.).
28. Tomar parte de un robo en el que se han usado armas.
29. Meterse con personas mayores (fastidiar, molestar, etc.).

30. Jalar el bolso de alguien.


31. Asaltar a una persona en la calle para robarle (estando solo o
en grupo).
32. Ir en grupo para asaltar y robar a las personas en la calle.

38
Anexo D: Signos De Dependencia

Instrucciones: Leer atentamente a cada una de las preguntas que se les presenta a
continuación y responder de manera honesta una de las dos opciones que se les brinda (SI o
NO) con un aspa (X) o encerrándola en un círculo.

1.- Ha sentido un gran deseo de consumir droga que no pudo pensar en nada más.
SI NO
2.- Ha consumido la sustancia a pesar de que tenía la intención de no hacerlo.
SI NO
3.- Ha consumido la sustancia en mayores cantidades que la que pensaba.
SI NO
4.- Ha consumido la droga para eliminar o evitar que se presenten problemas.
SI NO
5.- Se han presentado problemas cuando suspendía y disminuía el consumo de la droga.
SI NO
6.- Consumió mayores cantidades de la sustancia para obtener el mismo efecto.
SI NO
7.- Ha notado que consumir la misma cantidad de droga tienen menor efecto en él o ella.
SI NO
8.- Ha dejado de hacer actividades sociales, laborales o que le gusta hacer por consumir la
droga.
SI NO
9.- Pasa más tiempo que antes para recuperarse de los efectos del consumo de la droga.
SI NO
10.- Continúa consumiendo la droga a pesar de que le ocasiona problemas de salud, físicos,
emocionales o nerviosos.
SI NO

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