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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

INSTITUTO SUPERIOR COMPOSTELANO


DE CIENCIAS RELIGIOSAS

Romyne María Novoa Silva

E.R.E.: PUENTE DE ENCUENTRO


DEL NIÑO CON DIOS

Memoria para la Asignatura


Pedagogía de la Religión I

Tema 2: El alumno de E.R.E.: Psicopedagogía Religiosa

Santiago de Compostela 2023


E.R.E.: puente de encuentro del niño con Dios

La religión por sí sola es capaz de comenzar y realizar


la gran obra de una auténtica educación.
San Juan Bosco

¿Cómo es posible colocar el mensaje cristiano en el primer plano de la vida


humana? ¿Cómo crear una identidad humana globalizada sustentada por el armazón
del Evangelio? Puede parecer romanticismo o pura quimera. Pero yo creo que es
posible humanizar la humanidad (permitid la redundancia) a partir de los niños. En el
encuentro con Jesús puede aflorar la opción por la fe. En todo nuestro estudio
hablamos sobre la importancia de la familia como base de la formación infantil, y es
cierto, “pero, en la práctica catequística, este orden ejemplar debe tener en cuenta de
que, con frecuencia, la primera evangelización no ha existido.” (Catechesi Tradendae
19) – la palabra “catequística” en el Domumento de la Santa Sede, sustituyo por ERE
en este argumento.

Es cierto que el educador depende del entorno familiar para emprender su


labor, pero teniendo en cuenta la actual situación de la enseñanza religiosa en este
ámbito esencial de formación de la personalidad infantil, será decisivo el papel del
verdadero anuncio del Evangelio en la escuela frente a la actual crisis de transmisión
de la fe. Importante, por lo tanto, será conocer las características del alumnado en
cada etapa de su evolución escolar e encontrar las líneas de acción pedagógicas
apropiadas para cada niño y, claro, prepararse para que la ERE sea para él un puente
de encuentro con Dios.

Fantasía y sensibilidad - El niño de 3 a 6 años

En este momento de la vida, el niño tiene la familia como núcleo de su vida. Es


esta fase que configura el sentido ético y religioso de los niños. Por eso es tan
importante que, en el seno de la familia, siempre se inspire sentimientos de amor,
respeto hacia Dios y lo espiritual, juicios de valor y diferencias morales, pues el niño
es, en este momento, un observador-imitador de las conductas de los adultos – la
educación es obra de ambiente y ejemplaridad.

La enseñanza religiosa escolar debe empezar desde aquí a aplicar la


amorevolezza, de Don Bosco, la amabilidad del educador que conoce el lugar de la
ERE en ampliar el ambiente familiar para la escuela, estimulando sus facultades en
dirección a Dios. El niño de 3 a 6 años es todo sensitivo, por eso en la relación
educador-educando debe prevalecer el afecto en donde su fantasía pueda ser activada
para descubrir, en las actitudes de los personajes bíblicos, los valores fundamentales
de la vida cristiana.

La enseñanza también debe sobre todo utilizar un lenguaje adaptado al nivel


infantil, con naturalidad y cariño, estimulando siempre su fantasía y sensibilidad.
Estas actitudes crean en los pequeños alumnos la confianza en el profesor, la
disposición adecuada que le oriente a una vida de valores espirituales.

El bien y el mal - el niño de 6 a 8 años

En este fase es importante que el niño vaya estableciendo la diferencia entre en


bien y el mal. Internamente inseguro y frágil, es aún muy dependiente de la familia –
sus valores espirituales empiezan a aparecer y aquí será determinante el ambiente
escolar. Fundamental es el equilibrio entre escuela, familia y parroquia (con el papel
predominante del entorno familiar), aplicando actividades de acogida al misterio
cristiano: doctrina, figuras religiosas, prácticas sacramentales, plegarias, iniciación
litúrgica y bíblica.

El niño debe aprender a abrirse a los demás, tal es el fundamento de la fe


cristiana, empezar a emitir opiniones críticas. De ahí la confianza que debe tener en el
maestro, la persona de actitud alegre y positiva, que le fortalece en las verdades de la
fe aprendidas en la familia y en la parroquia. La amorevolezza, aquí igual es
bienvenida, abrir la atención del pequeño alumno a sus sentimientos y actitudes
trascendentes – no reducir la religión a moralidad –, para que descubra en su
corazoncillo la existencia de un mundo espiritual.

La orientación moral - El niño de 8 a 10 años

El niño ya por su cuenta empieza a descubrir el trascendente, aunque la


religiosidad familiar sea su gran fuente de formación. Pero empieza también a
observar lo que hay en el “exterior”, por eso es importante cuidar que esas influencias
sean basadas en verdaderos valores religiosos. Aquí surge igual sentimientos
eclesiales y comunitarios, que generan experiencias con las cuales se debe tener
mucha atención a la orientación moral, para que el niño pueda bien discernir entre el
bien y el mal.

En esta fase el niño ya tiene sus amigos preferidos, reúnense a jugar juntos, y el
sentido de comunidad se ve más fuerte. Es la hora de presentar la iglesia y la
comunidad creyente, valorando siempre este sentido de grupo que vive la misma fe.
Sabiéndose que el niño ya es capaz de sentir la transcendencia, la vivencia de los
sacramentos se debe presentar como la relación fundamental entre él y Dios.
Relación agradable - El niño de 10 a 12 años

Soy la madrina de un niño de 10 años y, poco a poco, le vi desarrollar su vida


religiosa. A los 8 años, si que le gustaba imitar a los adultos, arrodillarse delante de la
imagen del tránsito de San José, en la Iglesia de San Francisco, pero ya era un acto
piadoso, pues sabía que allí había algo trascendente.

En este fase es muy importante “iluminar a la mente para hacer bueno el


corazón”, como nos ha dicho Don Bosco. La acción pedagógica debe centrarse en
actividades participativas – las actividades grupales son muy fructíferas en esta etapa
–, con planes preparados y dinamizados y, valorar, sobre todo, la amistad y el diálogo
entre alumnos y educadores. La acción educadora en esta fase será la relación
agradable que irá profundizar los hábitos religiosos generados anteriormente, tanto en
la familia como el la escuela y en la parroquia. En estos ámbitos, por eso, se debe
insistir en el valor de la oración y de la vida sacramental.

‘Recursos de la gracia’ - El preadolescente

Leyendo y viendo películas sobre la obra de Don Bosco entiendo el porqué de


la amorevolezza. Puede haber sido difícil para el santo, pero fue tan reconfortante ver
a los jóvenes responder a su “pedagogía preventiva”: “El educando siempre puede
reencontrar en sí recursos personales que puestos en juego, juntamente con la
‘gracia’, lo lleven a superar las limitaciones y condicionamientos deshumanizantes y
a proponerse alcanzar nuevas metas de superación y de conquista.”

El preadolescente ya es religioso. Por eso esta fase es de las más importantes y


decisivas de su vida intelectual, aunque hayan diferencia tanto en este orden como en
lo social y temperamental, pero el preadolescente tiene la inquietud que empieza a
formar su personalidad. Una vez más el ambiente educacional debe presentarse sano
y manifestar mucha confianza – el educador debe expresarse hábilmente en el
lenguaje y ser profundo en los mensajes. La libertad a la que tanto avalora el joven le
ayudará a formalizar los conceptos más importantes de la fe si los planes
educacionales son basados en planes concretos y abiertos, pero que le ofrezca
posturas religiosas a modo de descubrir el sentido del compromiso eclesial: obra de la
gracia...

Kerigma dinámico - El adolescente y el joven

Aquí hay un mundo en consolidación, formando serenamente y con seriedad


sus proprios conceptos a la hora de expresar sus creencias. Aunque la religiosidad del
adolescente y del joven no sea ya definitiva y madura, es la hora del anuncio. “Es
evidente que la primera evangelización no se reduce sólo a la proclamación del
kerygma y que no se agota en el solo servicio de la palabra; tampoco está separada
nunca de las otras actividades y de la entera realidad de la Iglesia. La expresión
‘primer anuncio’ o ‘primera evangelización’ se usa como término de identificación de
una forma específica de actividad cristiana: predicar el mensaje evangélico en vistas a
la adhesión de fe.” (J. Gevaert, Primera Evangelización, Madrid 1992, 15)

Las actitudes dinámicas y capacidades de comunicación del adolescente y del


joven están abiertas, solicitas a la aprehensión de las realidades espirituales. Es como
si el “camino” estuviese abierto para la evangelización, como lo ha expresado bien J.
Gevaert, el kerygma si debe suscitar la fe, pero cabe al educador seguir por el mismo
“camino” del alumnado – con sus múltiples y peculiares evoluciones religiosas –
ofreciéndole el ejemplo de la figura de Jesús en vistas a la seguridad y fortaleza
necesarias para orientarse en las futuras etapas de la vida, sobre todo en los períodos
de prueba y sufrimiento.

Reconstrucción de estructuras cognitivas

La educación religiosa escolar debe respetar cada estadio, o etapa de


conocimiento, hasta que llegue a una autonomía religiosa, por lo tanto el desarrollo
religioso será la finalidad de la educación. Respetar cada estadio cognitivo implica al
educador fornecer al alumno las herramientas para que pueda superar cada etapa
evolutiva, descubriendo sus limitaciones, instigando sus inquietudes en la busca de la
Verdad. “Así, finalmente, se cumplirá en verdad el designio del Creador, que creó al
hombre a imagen y semejanza suya, cuando todos los que participan de la naturaleza
humana regenerados en Cristo por el Espíritu Santo, contemplando unánimes la
gloria de Dios, puedan decir: ‘Padre Nuestro’.” (Decreto Ad gentes divinitus 7)

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