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Aunque es más conocida como Ana Frank o Anne Frank, su nombre real era An-
nelies Marie Frank. Nació en 1929, en Alemania, y era la segunda hija de Otto
Heinrich Frank y Edith Hollander. Toda su familia era judía, y eso les trajo
problemas cuando el régimen alemán consiguió el poder en Alemania. Su
padre consiguió encontrar un escondite para él y su familia y huir de la gue-
rra. Con el tiempo, más gente se trasladó a su escondite. Todos convivían allí,
intentando ocultarse para que no les arrestasen.
A los 13 años, sus padres le regalaron un diario a Ana. Allí fue escribiendo todo lo que le pasaba, lo que
pensaba, adónde le gustaba ir; hablaba sobre sus amigos y sobre su deseo de ser escritora. También fue
explicando cómo ella, su familia y sus compañeros del refugio se ocultaban de los conflictos en Alemania.
El 4 de agosto de 1944 los descubrieron y todos fueron enviados a campos de concentración. Perdió
a sus padres en el camino, pero se quedó con su hermana mayor Margot, y fueron enviadas a Aus-
chwitz, aunque más tarde acabaron en el campo de Bergen-Belsen. Allí las mujeres estaban obligadas
a trabajar, y las enfermedades se propagaban demasiado rápido entre la gente. En 1945 hubo una
epidemia de tifus en el campo donde estaban Ana y su hermana Margot, las dos acabaron infectadas
y murieron por culpa de esa enfermedad ese mismo año.
Aunque Ana creyó que su padre había muerto, en realidad sobrevivió. Cuando Otto volvió a Ámster-
dam se enteró de que Ana había muerto y decidió publicar su diario. Traducido a todas las lenguas y
llevado también al teatro y al cine, el Diario de Ana Frank se ha convertido en el paradigma testimonial
más impresionante incluso que otros documentos detallados de la opresión sufrida en muchos países
bajo el nazismo y de las condiciones en que millones de personas se vieron obligadas a vivir con la
esperanza de escapar del exterminio.
Ruiza, M. Fernández
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Encoger salvó a los dinosaurios
de la extinción
Pero los dinosaurios aún viven Un grupo de dinosaurios con
Por Daniel Mediavilla, 06/05/2014 entre nosotros: en forma de plumas, los maniraptores, en-
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Construcción
El día
Unidad 34
hizo al mundo. escapa el día que tengo aquí guardado, jamás
Unidad
se apagará el cielo —advirtió. —Nadie podrá
Cuando el cuervo lloró pidiendo la luna, que dormir, ni guardar secretos, y se sabrá quién es
colgaba de la pared de troncos, el abuelo se la gente, quién es pájaro y quién bestia del bos-
entregó. El cuervo la lanzó al cielo, por el agu- que—.
jero de la chimenea; y nuevamente se echó a Se rieron. El cuervo rompió la caja y estalló la
llorar, reclamando las estrellas. Cuando las con- luz en el universo.
siguió, las diseminó alrededor de la luna.
Entonces lloró y pataleó y chilló hasta que el Eduardo Galeano
abuelo le entregó la caja de madera labrada
donde guardaba la luz del día. El gran jefe divi-
no le prohibió que sacara esa caja de la casa. Él
había decidido que el mundo viviera a oscuras.
Semana 2 101
Consolidación
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Anticipación
Jorge y su conciencia
Al levantarse el telón, la Conciencia, muy alta y vestida con largos tejidos claros, está firme y con el
rostro juvenil, descubierto. Jorge viste ligero y con gorra.
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Detengamos el calentamiento global
Como consecuencia del calentamiento del planeta, el clima se trastorna: se derriten los polos, aumen-
Unidad 35
ta el calor; ocurren con más frecuencia supertormentas que antes no se veían, huracanes y sequías; se
Unidad
desatan incendios forestales o inundaciones.
Además, los científicos dicen que los niveles del mar aumentarán, inundando las áreas costeras. Las
ondas de calor serán más frecuentes e intensas. Las sequías y los incendios forestales ocurrirán más a
menudo. Los mosquitos portadores de enfermedades expandirán su zona de distribución. Y se empu-
jará a especies a la extinción. El panorama no es agradable, pero aún estamos a tiempo de detener el
desastre. Comencemos con pequeños cambios: compra productos y servicios con menor impacto en
el ambiente, ahorra el consumo de energía y agua, recicla y reúsa materiales, apoya actividades ecotu-
rísticas e infórmate sobre qué más puedes hacer.
Tania Góchez
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Anticipación
El loro pelado
Había una vez una banda de loros que vivía en hombro de las personas y con
el monte. De mañana temprano iban a comer el pico les hacía cosquillas en
choclos a la chacra, y de tarde comían naranjas. la oreja. […] A las cuatro o
Hacían gran barullo con sus gritos, y tenían siem- cinco de la tarde, que era la
pre un loro de centinela en los árboles más altos, hora en que tomaban el
para ver si venía alguien. Los loros son tan dañi- té en la casa, el loro en-
nos como la langosta, porque abren los choclos traba también en el come-
para picotearlos, los cuales, después, se pudren dor, y se subía con el pico y las patas por el mantel,
con la lluvia. Y como al mismo tiempo los loros a comer pan mojado en leche. Tenía locura por el
son ricos para comer guisados, los peones los ca- té con leche.
zaban a tiros.
Tanto se daba Pedrito con los chicos y tantas co-
Un día un hombre bajó de un tiro a un loro cen- sas le decían las criaturas que el loro aprendió
tinela, el que cayó herido y peleó un buen rato a hablar. Decía: «¡Buen día, lorito!…», «¡Rica la
antes de dejarse agarrar. El peón lo llevó a la casa, papa!…», «¡Papa para Pedrito!…». Cuando llovía,
para los hijos del patrón, y los chicos lo Pedrito se encrespaba y se contaba a sí
curaron porque no tenía más que un mismo una porción de cosas, muy ba-
ala rota. El loro se curó muy bien, jito. Cuando el tiempo se componía,
y se amansó completamente. Se volaba entonces gritando como
llamaba Pedrito. Aprendió a dar un loco. […]
la pata; le gustaba estar en el
Horacio Quiroga
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Consolidación
La abeja haragana
Había una vez en una colmena una abeja que no La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún,
quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía
por uno para tomar el jugo de las flores; pero en el cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía
vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo volar más. Nunca, jamás, creyó la abejita que una
tomaba del todo. noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible.
Era una abeja haragana. Zumbaba muerta de Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras
gusto de flor en flor, entraba en la colmena, vol- noche en la colmena, bien calientita, y lloraba en-
vía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras tonces en silencio.
las otras abejas se mataban trabajando para lle-
nar la colmena de miel, porque la miel es el ali- Cuando llegó el día, y salió el sol, la abejita voló y
mento de las abejas recién nacidas. lloró otra vez en silencio ante la puerta de la col-
mena. Las abejas de guardia la dejaron pasar sin
Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana decirle nada, porque comprendieron que la que
cuando iba a entrar a la colmena, diciéndole: — volvía no era la paseandera haragana. Así fue, en
Compañera, es necesario que trabajes, porque efecto. En adelante, ninguna como ella recogió
las abejas debemos trabajar. tanto polen ni fabricó tanta miel. Las abejas debe-
mos trabajar.
Pero la abeja haragana no se corregía. Por lo que
un día al querer entrar a la colmena, la detuvieron Horacio Quiroga (adaptación)
y le dijeron: —¡No se entra! Esta es la colmena de
unas pobres abejas trabajadoras —le dijeron las
otras. —No hay entrada para las haraganas.
Unidad 38
Unidad
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La gama ciega
Una mamá venado tuvo una hija venadita, una tas tiernas, ve de pronto ante
gama. Un día le pidió que repitiera la oración a los ella, en el hueco de un árbol
venados. Dice así: que estaba podrido.
I. Oleré bien las hojas antes de comerlas, porque
algunas son venenosas. ¿Qué sería? Ella tuvo un
II. Habré de mirar bien el río y me quedaré quieto poco de miedo, pero como era muy traviesa, dio un
antes de bajar a beber, para estar seguro de cabezazo a aquellas cosas. Vio entonces que las bo-
que no hay peligro. litas se han rajado, y que cayeron unas gotas. Han
III. Cada media hora levantaré bien alta la cabeza salido también muchas mosquitas rubias de cintura
y oleré el viento, para sentir el olor del tigre. muy fina, que caminaron apresuradas por encima.
IV. Miraré siempre antes el pasto para ver si hay
víboras. La gama se acercó, y las mosquitas no la picaron.
Despacito, entonces, muy despacito, probó una
Este es el padrenuestro de los venados chicos. gota con la punta de la lengua, aquellas gotas eran
Cuando la venadita hubo aprendido bien la ora- miel, y miel riquísima. En dos minutos la gamita se
ción, su madre la dejó andar sola pero antes le tomó toda la miel, y loca de contenta fue a con-
advirtió: —Habréis de andar sola, y tendrás que tarle a su mamá. —Mamá, he comido una miel
cuidarte mucho—. Una tarde, sin embargo, mien- muy rica—. Pero la mamá la reprendió seriamen-
tras la venadita recorre el monte y come las hoji- te. —Ten mucho cuidado, mi hija —le dijo— con
los nidos de abejas.
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