Está en la página 1de 59

ALGO QUE QUIERE MORIR

Drama en tres actos


PERS ONA JES

DELFINA
ANA
MARIO
LUCÍA
JULIO
GUSTAV O
J ORGE
I NVESTIGADOR 1
I NVESTIGADOR II
PERIODIS TA 1
P ERIODISTA II
FOTÓGRAFO

La acción transcurre en Lima, en la época actual

.,
Vivw Jtgn ifica ,rechaztlfr 1in l desccms o
algo qtte quie re niorir. Viv ir Jign ifica Jer
crue l e imp laca ble cont ra todo lo qtte en
noJotroJ Je hace d ébil y viej o, y no Jo/a-
men te en noJotroJ,
NIETZSCHE,

PR IM ER AC TO·
ia y
Sala-comedor en la casa de los Fabrini. EJtancia doble, limp ,
del cual
mode1ta. A la izquierda hay un pequeño vestíbulo, más allá
derecha,
oculta para el piblico, se halla la puerta de .calle. A la
uno o dos accesos al interior. Al fondo, 'una
_ventana, no muy am-
rbano.
plia, que mira hacia la tranquila ,calle de un barrio subu
ntos dis-
Como el luga,r es el punto de reunión familiar, hay asie
mueble,
puestos en forma irregular, ·una mesa de comer y algún otro
en a la
los que, de la misma manera · que 'la ;,deco'1'ación, respond
le, se
variada cumulación de los años. En una pared, en lugar visib
e general
exhibe una fotografía de la familia Fabrini. 'El ambient
iodía de
respira pulcritud, pero también poco gusto. Es un med
tact''v.n,
p,Íncipios de diciembre y el 1ol entra a raudales. en .la habi
sirvie'f!,ta,
que así aparece alegre. El levanttltfse el telón, DEL FIN A, la
odía co-
pone la me1a y tdtf'area, con entonación habitual, una mel
brada a
nocida. Es 11na mujer mestiza de bastante edad, acostum
Tiene, sin
batallar diariamente con la1 exigencias de la familia.
c·on f ór-
embargo, buen carácter y, ante los reproches, suele actuar
doméstica
mulas adquiridas a través de una larga experiencia de
de con.-
~e un hogar de clase media. Su tono es respetuoso, pero
cincuenta
/t~nza. ANA, que entra en la escena en seguida, bordea los
señorío- en
anoi. Es enérgica, d1.dce y tranquila. Hay segMú/,ad y
1 1
~ modales, no obstante que, por deb
ajo de esta actitud, se ad-
. ,n de humi'lde nwn
Vterte., JU ·co nd'icio . nte. Esta, posei'da por su
. igra
funcion maternal.

123
- ·•

Sebastiá11 Salazdr Bo' tidy

ANA._ (Qtte habld, al ingresar, c~ni~ si conti~ttara tma fraJe inte-


rrtmipid,a momentos d11,tes.) Esta ~1sto, Delf ma. Ya º? se puede
confiar en ti. (Pattsa. La otra de7a de cantar, pero sigue en su
tarea.) ¿Quieres decirme dónde compraste estas cebollas? (DEL-
FINA no contesta.) ¿No me oyes? ¿Dónde compraste estas cebo-
llas? ¿En la verdulería o en el mercado?
DELFINA. -(Un tanto mortificada.) En el sitio de siempre, señora.
ANA. - Ya sabía yo. ¿Cuándo te convencerás de que esos chinos
son unos ladrones?
DELFINA.-· (Dueña de sí.) ¿Pero qué tienen de malo esas cebollas?
ANA. - ¿No 1a has mirado? Son viejas y secas. Mejor es ir al
mercado. La Rosenda despaoha muy bien.
DELFINA. - (Con cierto tono victorioso.) Desde que metieron pre-
so al marido, 1a Rosenda no tiene puesto en el mercado.
A.NA. - A ti nunca te falta una explicación. (DELFINA inicia el mu-
tis disimulando su disgusto. La voz de ANA la detiene.) ¿Echaste
los fideos al caldo?
DELFINA. - (Volviéndose ené-rgicamente.) ¡Pero cómo es usted, se-
ñora! Si después están recocidos, yo seré la culpable. Todavía
no ha llegado el señor.
ANA. -No tardará. (Señalando el reloj.) Son las doce y cuarto.
DELFINA. - (Con auténtico asomb,ro.) ¿Las doce y cuarto ya? Si
hace un ratito eran apenas las once ...
Suena el timbre de calle.
.ANA. - Hace exactamente una hora que dieron las once. (Pausa.)
Anda a abrir. En seguida irás a echar los fideos.
DELFINA. -(Va a la puerta y regresa en seguida.) :& el cobrador
del otro día. Trae este recibo para el niño Mario.
ANA. - (Recibe el papel y lo lee contrariada.) Dile que no está.
Que vuelva a fin de mes.
DELFINA va de nuevo a la puerta. Retorna sin tarda1'.
DELFINA. - Se ha puesto furioso. Ha dicho que el mismo cuento
le hicieron el mes pasado. '
ANA. - ( Mortificada.) ¡Oh, este Mario! . . . (Pausa.) Anda, ocúpate
del almuerzo. · .
DELFINA. - ( Al salir.) La mañana se pasa volando. . • ¡Qué bar-
baridad! ·
ANA, sola en la escena, arregla · algún d~talle .de la mesa. Lue:

124
-
A l g O q 11, (! q 11, ¡ e r e 1n o r i 1

,, ventana. Vuel ve, después, al interior. Tom a una


o va hasta l
g . s ·enta a hojearla. En ese mom ento ingresa M ARIO .
¡,t,

re~ista Y se - : Es fuerte, sanguíneo, decidido. Se echa


T1ene 25 an 0 . de ver
·at de mio de esos muc ha,chos que ri'nd en cu lto al exito , .
q,1,el se t1 a .
poder. N O carece de inteligenc ' ·
ia, a11,nq ue pre d omin
·
a en su
Y ª lidad el temp eram ento práctico. En el fondo, a pesar
pmo ~ , 'l de
su aspecto seguro, es :Un t- uso.
MAR IO._ (Después de besar, a su m:adre en la cabe '
za.) ¿Cómo es~as?
ANA ,_ Algo 1nejor. ¿De donde vienes con esa faoha? (Se
refie re
a la indumentaria depo rtiva que lleva su hijo. )
MARIO. - ( Mientras se despoja de la camisa y qued
a con el bust o
descubierto.) De la playa. El agua está deliciosa. He
nada do
como un pato.
ANA, - (Con ternura.) ¡Qué locura! Ayer estab
as con fiebre. Pon-
te algo encima, que te puedes resfriar.
MARIO. - (Mientras se coloca la camisa sobre
los hom bros .) Me
siento muy bien. ¿Llegó el viejo?
ANA. - No debe demorar. (Pausa.) Hac e un insta nte vino
el co-
brador del ''Crillon". .Traj o la cuenta de mil soles ...
MAR IO. - ¡Qué tipo más pesado! ¿Qqé le dijiste?
.ANA. - Le mandé decir que volviera a fin de mes.
MAR IO. - Es inútil. Esa cuen ta no la paga ré yo. No le debo nada .
Le he repetido cien veces que se la llev:e a Paco Morales.
Él
invitó esa noche.
ANA. - El papel está firmado por ti.
MAR IO. - Eso no tiene ning una importancia. Tuv e que firm arlo
porque el mozo me dio la cuen ta a mí, y dela nte de 1nu jeres
no
iba a hacer cuestión por unos cuan tos soles. (Pausa.) Pero
no te
preocupes. Hablaré con Morales.
ANA. - (En tono de reprobación.) Te mete s en muohos líos, Mar
io.
El día menos pens ado tend rás un prob lema desagradable
. Te
advierto que tu padr e está fran cam ente preo cupa do.
MARio. - ¿También tú vas a trata rme de derrochador? ¡Por fa-
vor, mamacita! ...
ANA. - En serio, no sé qué haces con tu sueldo.
MARro. - No es fádl vend er automóviles, man1á, y la mise
ria
ANque gano se esfuma en el primer. con1promiso social.
A. - ¿Qué necesidad tienes de !hacer vida de rico, si no lo eres?

125
,

S<'b a s t id 11 S a l a z tJ r B otid y

MARIO. _ ¡ Ah! ¡Es:is son palabras de mi papá! ¡Como si lo oyera!


,a
Te -repetiré lo que l.e he d_icho él. Para llegar a ~er rico hay
que hacer vid:1 de neo. V mculandose con pobres diablos no se
presenrnn las buenas oportunidades de ganar dinero. (Pausa.)
Voy a creer que a ti tam~ién te ha ~omen~ado a ~al~ar la cabeza.
1

A NA. - (Con fingida energia.) No quiero n1 que 10s1nues que tu


padre está loco. Es una falta de respeto.
MARIO. - ¡Bah! , olvídalo. Pero lhay indicios de que el viejo está
un poco reblandecido. (Halagad or.) Tú, en cambio, estás más
joven y guapa que nunca . .. (La besa.)
A NA. - (Fingiendo indiferencia.) No me vengas con piropos. Dí-
selos a tus amiguitas, que no te conocen.
MARIO. - (Con humor y presunción.) ¡Gran error! A ellas las tra-
to mal. Por eso me quieren.
A NA. - ¡Qué cándidas! Algún día te toparás con una de ca-
rácter.
MARIO. - (Suficiente.) ¿De qué vale eso que llamas carácter? Un
tipo como yo las atrae aunque no lo quieren.
ANA. - Si yo fuera una de esas criaturas, ni miraría a un hombre
como tú. No sé realmente qué te encuentran.
MARIO. - Primero, la pinta .. .
ANA.-¿ Y lo demás?
MARIO. - Tengo todo lo que ellas exigen. Simpatía , salud, auto-
móvil.
ANA. - Que no es tuyo ...
MARIO. - Pero que es como si lo fuera . . . Y, además, toda la vida
por delante.
ANA. - ¿Es eso un porvenir?
MARIO. - El porvenir es cuenta 1nía. (Pausa.) Te voy a explicar.
Tú, mi papá, algunas pocas gentes como ustedes, creen que el
mundo es de los idealistas. ¡Pura fantasía! El mundo es de las
personas con olfato. Por aihora me divierto y busco mi lugar
en los círculos importantes. Después, elegiré una rica heredera
Y me casa-ré con ella. Yo trab1 jo su dinero, y lo gozo, y ella,
en cambio, me tiene. Se trata de un buen negocio, nada más.
ANA. - ¿Y el amor?
MARIO. - (Con convicci6n.) ¡Mamá! He dioho negocio. El amor
es cosa para novelas y películas.

126
·• .'
Algo· que quier e 1nori r
Dulcemente.) Tu papá y yo nos casamos enamorados. Sólo
ANA, - ( •monio dura toda la vida. . ' d
sí el matn favor n1amá! De n1ngun .
ª .p0 a manera ire a ar en
MARIO. -d 1 r pálida soñadora que palpite de emoción cuando
1 d "Gh1c . pans '"
. e ·a guna
brazos mi patrünonio es la tercera parte e
le d1ga que d 1 . .
· . Fabrini de la calle San Pe ro, y que a 1nv1to a com-
de Ju• 110 a ·nsignic ' ancia como conmovedor trt'b uto a Cup1'd o. s·1
parur es 1
na cosa semejante, es que no me conoces. ,., d
f . '1 'd
_ u(Con cierto aire triste.) No u1 nunca una pa 1 a sona ora.
crees
.
. ' casados y trabaJamos,
ANA, papá y yo vinimos
T
. a1 p eru' recten 1
por
n~otros y por ustedes, con la confianza puesta primero en Dios
y después en el amor.
MARIO. - No te lo reprocho. Es una bonita novela, pero quiero
que mi vida sea diiferente. Yo creo en algo que ni tú ni papá
comprenden. No aspiro a que mi vida transcurra, como 1a de
él, en una tienda obscura, peleando con la gente y robando un
centiímetro de cada metro de percal o seda. De no ser honrado,
prefiero hacer coohinadas más lucrativas.
ANA. - ( Alarmada y, tal vez1 ofendida.) ¿Qué barbaridades estás
diciendo?
MARIO. - (Repentinamente avergonzado de sus palabras.) Nada ..•
Discúlpame. Dame un beso ...
ANA. - (Rechazándolo dulcemente.) No sabes lo que dices. Anda
a cambiarte.
MAruo.- :(Atento a la puerta.) Me parece que ahí llegan. (Se di-
rige a la puerta que conduce al interior. Antes del mutis.) Ni
una palabra, ¿eh? (Sale.)
Se oye abri,r la puerta exterior. ANA se pone en pie. Entran
Juuo y- LucíA. El prmie.ro es un hombre no mayor de 55 añds,
de maneras calmas, rostro amable, porte seco y macizo. Es parco
en su hablar y medita lo que dice. Se advierte '(J primera vista,
1

que desde joven ha sido forj~do en el trabajo paciente y que


acepta ese destino .como una prueba. La segunda es una chica
ded 20 anos,~ •
sin lugar a dudas frívola, coqueta, voluble. La han
e ucado como a una niña de sociedad y se echa de ver q11,e ha
..comenzad
. o a sentir. stt hogar estrecho e incómodo para üUS aspi-.
,aciones· LUCIA , • l b
ingresa de prisa y, luego de decir alguna pa a ra

127
Sebastián Salazar Dondy ·

convenct,Om•. .,,A¡ de salttdo va di,rectamente a encender la radio J


. J b . ULJQ
.J
stJ pa""re, s e dirige sin ap,,ro a esar a s1-1, esposa. ,
LUCÍA._ ¡Buenas! ,.,
_ ·Cómo pasaste la 1nanana?
TULJO .
ANA._ c. no tengo do1or_ de ca·b eza. ¿Y tu. ' '>
Ya
JULIO._ Estoy un poco fatigado: Hay -~uci1o trahaj?·
LUCÍA._ (Qt1,e 1r1,anipula la radio.) D1c1embre es siempre así. El
centro parece un manicomio.
ANA._ ( A s11, hija, que _hace sona,: fa radio. con estrépito.) Más
bajo, hijita. (A su 1narido.) Le dire a Delfina que sirva.
JULIO. - ¿Llegaron los mudhachos?
ANA. - Falta Jorge. Mario acaba de entrar. (Inicia el mutis.)
LUCÍA. - (Con violencia.) ¡Ah! ¡Ahora me va a exiplicar qué ha
1heoho de mi agua de Colonia!
ANA. - _(Mortificada por la amenaza implícita en las palabras de
su hija.) Te ruego, Lucía, nada de peleas a la hora del almuerzo.
(LUCÍA se encoge de hombros.)
JULIO. - Anda, querida. Apura el almuerzo. Tenemos que salir a
las dos y media en punto.
ANA. - La comida debe estar lista. (Sale.)
JULIO toma un periódico y se sienta a ~e~rlo. Su hija, al lado
de la radio, escucha un bolero.
LUCÍA. - ( Refiriéndose al cantante.) ¡Qué voz la de ese hombre!
JULIO. - (Distraído.) ¿Decías? ...
LUCÍA. - Nada, papá. (Larga pausa.) ¿Estrenan hoy la de Marlon
Brandon?
JULIO. - (Sin apartar la vista del periódico.) ¿Qué es eso?
LUCÍA. - (En tono de reproche.) ¡Qué va a ser, papá! ¡Una pe-
. lícula!
JULIO. - Tú sabes que no leo el periódico para enterarme de esas
cosas.
LUCÍA. - ¡Vaya! No todo ha de ser la cotización del dólar.
JULIO. - Es cierto. Pero tampoco todo ha de ser cine. .
LUCÍA. - El entretenimiento es necesario. Y la risa, según dicen,
buena ·p ara la salud. .
JULIO. - Sin embargo, por lo que se ve, no hay en e1 mundo mu·
chas motivos para reír. , dote.
LUCÍA• - s·1 tomas 1a vida por el lado negro, v1v1ras · · ' lamentan
_

128
Algo q 1t e q 11, i ere m ori r

(Pausa.) A propósito, papá, ho~ es el c?mpleaño_s de Ghela Rojas _


le dan una sorpresa. Me claras permiso para ir, ¿no es cieno?
uiio. _ Te aco1npañará uno de tus !her,manos.
iucíA. _ (Descoraz~nada.) _A .ell?s. no les gusta ir a casa de mis
anligas. Para Mano son 1ns1gn1f1cantes y para Jorge, tontas.
JULIO,_ Cada uno de ustedes ha tenninado por vivir al margen de
Jos den1ás.
Entra MARIO. Ahorá lleva la caniisa blanca, corbata y pantalón de
'"1, traje claro de media estación. .
LUCÍA. -(Apenas lo ve.) ¡Ya puedes ir comprándome un frasco
nuevo de agua de Colonia! No me queda una gota.
~{AIUO. - ( A JULIO.) Buenas, papá ... ( A su hermana.) ¿Qué chillas?
LUCÍA. - ¡Te hablo de mi agua de Colonia!
MARIO. - (Despectivo.) No uso porquerías, hijita ...
LUCÍA. - (Acercándose y oliéndolo.) Y lo que te has echado encima,
¿qué es? ¿Quieres decírmelo?
MARIO. - (Empujándola con suavidad y decisión.) Retírate ...
LUCÍA. - ¡No me empujes!
MARIO. - ¡Deja de molestar, entonces!
Vuelve ANA.
LUCÍA. -(A su niadre.) ¡Huélelo, mamá, y dime si lo que ha usado
no es mi agua de Colonia!
JULIO. - ( Que hasta ese instante no ha intervenido en la disputa de
sus hijos.) ¿Hasta cuándo va a durar esta ridícula discusión?
ANA.- Lucía, te dije que no quería pleitos. ( A su marúlo.) Pode-
mos sentarnos a la mesa. Delfina va a servir inmediatamente.
JULIO. - (Yendo hacia la mesa, con tono grave.) ¡Caramba!. Antes
todo era compartido, todo era de todos. Desde hace algún tiempo
no se oye sino "mío", "mío,, y "mío". (Se sienta a la mesa. Los
1e'?1ás lo- imitan.) Algo sucede entre nosotros, y no sé qué es. Lo
u?1e0 que deseo, al llegar a la casa, es paz y reposo. Quiero pe~
dir!es que las discusiones las dejen para la calle o para cuando
e~ten solos. ( A Lucía.) ¿Me has oído?
luciA. -(Quejumbrosa.) ¡.El agua de Colonia me cu~sta mi plata!
Juuo
h · - ·1Bueno, se aca,bo! ·
, No qu1ero , n1· med1a
01r ' so-
· pa1aibra mas
' re el asunto.
com~ELFINA, que ha entrado, entrega una fuente a ANA, Y é.rta ·
ienza a servir,

129

1,
seba stián Salaz ar Bond y

rA -
A ... (Tras una pausa} ¿~uibe~es u(nP poqu) itoNde queso, Julio,
.{U~ • N gracias. As1 esta 1en. ausa. ¿ o viene J •
JuLIO, - º~ngo que sí. No ha avisado nada. orge?
ANA - 5up , ·
· (Insidioso.) Estara con sus am1gos pelucones en algún
MARIO. -
café de 1nala 111ue_rte. , .
ANA,_ (Conteniponzctdora.) Hay dias en que tiene examen ha
tarde. No debe de1norar., . , Sta
LUCÍA. _ ( Riendo.) Hace dias una amiga mta lo vio en el Par u
Neptuno conversando en una banca con una ,partida de va qe
' n pro'fugos de 1a Pen!t:nc· · '
1aria. gos. Me
dijo que parecia
MARIO. - Es intelectual. Y detesta la h1g1ene.
JULIO. -Que sea lo que quiera, yo no s~ lo_ prohibo, pero que esté
en la casa a sus ·horas. Se lo voy a decir b1en claro cuando v
, . . 1 d. Lo noto muy pálido. enga·
ANA. - A 1n1 me 1nqu1e ta su sa u
el pelo, se afeite y vaya un
MARIO. - , Que
No tiene nada. , . se corre
poco a 1a p 1aya. Veras como vue1ve a parecer sano.
le propuse que
LUCÍA. - ¿Playa? ¡Qué va a ir! El ., otro sábado
fuera a un paseo y me respond10 que eso estaba bien para la
gente con la cabeza vacía. ¿Te das cuenta?
MARIO. - Tratán dose de ti y de tus amigos, no deja de tener razón.
LUCÍA. -(A su padre.) ¿Ves? Los dos desprecian lo que hago. ¿Crees
que se van a ofrecer para acomp añarme a una fiesta?
MARIO . - (Con algún interés.) ¿Fiesta? ¿Cuándo? ·
ANA. -Hoy , ¿no? ¿La sorpresa a Chelita ?
LUCÍA. - Sí. Le he pedido permis o a papá ...
MARIO. - (Evadiendo el compromiso.) Hoy estoy ocupado. Pero
en ningún caso pisaría la casa de esa sardina bizca.
LUCÍA. - (Molesta.) Sí, claro, tú sólo frecuen tas mansiones distin-
guidas. (A su padre.) Tendr é que pedirle a Flora que venga por
mí. Ella va con su novio.
MARIO. - ¿Novio? ¿Se llaman novios los que· comparten la mis-
-ma ... casa?
LucíA. - ¡Flora vive con sus primas en San Isidro! .
MARIO. - (Con intención.) ¿Primas? Sí, si. .. Conozco a esas pn·
mas. ·¿0 ~
L , tu opinión, 5 · e
I

UCIA. - (Irritada.) ¿Quién te ha pedido e cupi


. o bruscamente) ·Por favor por f avor.' · · · Paree
ANA· - (Terciand '6o
., . · 1 ' d versac1 ·
que es muy d1f1ed encontrar un tema agradable e con

130
Algo qut quiere morir

_ En eso estaba pensando.


JULIO. _ (Por su hermana.) Ésta no tiene sentido del humor. Lo
WRIº·
d , por fastidiarla, y ella lo toma por e11ado trag1co.
' .
eciNaA (Que ha salido y regresado, y está cambiando la fuente.)
o~n .- .
·Va usted a co1ner carne, senora?
AN~- _ Creo que no. ( A JULIO.) Mejor es que siga observando mi
dieta.
MARIO. - ( Alejando el plato que acaba su madre de colocar anti
él.) ¿Qué clase de carne es ésta? Sa:be a jabón ...
DELFINA, - ¿Qué clase va a ser, niño? De primera, como siempre.
ANA, - ¿Qué tiene?
MARIO. - Es imposible. ( A LUCÍA.) ¿No le sientes sabor a jabón?
LUCÍA. -(Para contradecirlo.) Está riquísima.
A.NA._:_ Es carne excelente, hijito. (Pausa.) Lo que pasa es que co-
mes en la playa y eso te quita el hambre. ( A su marido.) ¿Tiene
mal sabor, Julio?
JULIO. - Para mí está bien.
A.NA. - T~ata de comerla, Mario.
MARIO. - (Agrio.) Digan lo que digan, no me convencerán de que
esta carne está en buen estado. ·
JULIO. -(Con autoridad.) No discutas, Ana. Si no quiere, que no
coma.
DELFINA. - Está jugosa y todo.
MARIO. - (Intolerante.) ¡Tú qué vas a decir!
JULIO. - (Sin alzar la voz, pero con tono de orden.) ¡Basta! ( A
DELFINA.) Llévate el plato. Que no coma.
MARIO. - (Poniéndose en pie.) Yo no soy demente. Sabe a jabón.
JULIO. - ¿Quieres callarte?
MARIO. - Ya; papá. No me digas una palabra más. (Sale violen-
tamente.)
(Pa~sa larga. DELFINA se retira.)
AN~. - (Tratando de romper la tensión. A LUCÍA.) ¿Sabes quién
vino esta mañana?
tCÍA· - ¿Esta mañana? (En broma.) ¿V n cobrador?
L ~- Es alguien que te interesa. Adivina. ·
UCIA - •Alg . . ;> M .
AN · < u1en que me interesa. e interesa tan poca gente ..•
t· :---Bueno, a ti a lo mejor no te interesa, pero a ·esa persona
e interesas tú.

131
Sebastid11 Salazar Bondy

LUCÍA. -(Pausa. Intrigada.) No se tne ocurre.


ANA._ Gustavo Vald~z. ,
LUC ÍA. -(Con poco ,nteres.) ¿Gustavo Valdcz? ··p 11
. ¿ o o rno· do"?
.ANA._ Ese no es su no1n b re, hiJita.
1
Ja
JULIO. - ¿Regresó de los Estados Unidos?
ANA. _ Sí, definitivamente. Detro de un mes se gradúa
DELFINA. -(Que vuelve a entrar.) ¿Té o café, señor? ·
JULIO. -Té, por favor.
Sale DEL FINA.
JULIO. - (Poniéndose en pie y yendo a un sillón.) Gustavo es un mu
. , ·
chacho seno. Hara una gran carrera.
LUCÍA. -(Levantándose también- y dirigiéndose a la Ptterta
va a las habitaciones.) ¡Oh!, es un desabrido. que 11e.
ANA. - Lucía . . . (LUCIA se detiene.) Le dije que a esta hora
r1as en l a casa. D entro d e un momento llegará.
' esca.
LUCÍA. -(Mortificada.) ¡Ay, mamá! ¿Para qué me comprometes)
(Medio mutis.) ·
ANA. - ¡Lucía! (La muchacha v1,1,elve a detenerse.) Está enamorado
de ti. (Pausa.) Además, te ha traído un regalo. Quiere dártelo
personalmente.
LUCÍA. - No pienso recibirlo. Todo en él me da asco. Hasta sus
regalos.
JULIO. - Es preciso que te comportes como una persona bien edu-
cada. Nadie te exige que correspondas a su amor -eso es algo
muy personal-, ,pero sí que no seas grosera.
LUCÍA. - ¿Y qué quieres qu e haga ?
JULIO. -Atenderlo, charlar con él, agradecerle su fineza . ..
ANA. - Es un esfuerzo que no te costará nada.
LpcíA. - ( De m ala gana.) Lo haré p or ustedes, pero no me hace
ninguna gracia. ¡Ah! Les advier to que no estoy dispuesta a aguan·
1
tar a cada rato su cantaleta. Se p one m uy pesado. (Pausa: A {'
padre, con itn 1nohín gracioso.) ¿Me das penniso para ir ª ª
fiesta de Ghela?
JULIO. -(Sin voluntad.) H az lo que te pa•rezca. ) ·Nº
~UCÍA. -Así no. papá. ¿Me d as p ermiso? (JULIO no conteSltJ, e
me das? (Hay coquetería en su pregunta.)
JULIO hace ttn ademán ambigu o.
ANA. - Sí, te da permiso ...

132
Alg o que qui ere mor ir

LUCÍA.-(Ye ndo hacia JULI O y beJándolo.) Gracias, papacito. Eres


un amor. (Sale.)
ANA, - (TraJ una pausa.) El pobr e muchacho insistió en pregu
n-
tarme si Luda lo aceptaría ahora que va a doctorarse y a poner
su consultorio.
JULIO. - Espero que no le hayas dado ninguna esper
anza. Ya 1a
has oído. Ha aceptado verlo a cambio del permiso para ir a 1a
fiesta esta noche.
DELFINA. -(Q ue vuelve con el té y lo sirve a JULIO
.) ¿Usted,
señora?
ANA. - Sólo media taza.
DELFINA. - (Sirviéndola.) Ralito, como a usted le gusta
.
ANA. - Gracias.
Sale DELFINA.
JULIO. - (Luego de sorber pausadamente el té.) En fin, supongo
que sabe lo que hace.
ANA. - Esperanzas no le di, pero le aconsejé que tuviera pacie
ncia.
JULIO. - Mal heoho. Luda nunca comprenderá el valor
de ese chico.
ANA. - (Pensativa.) Es rara. Te confieso que no consigo entender-
la. (Pausa.) Y me lo explico. Mi vida fue tan distinta a la suya.
(Pausa.) ¿Recuerdas? Un día tocaste la puerta de mí casa y me
pediste. Desde la prim era vez que te vi supe que sería tu com-
pañera de siempre.
Juuo. - Era otro mundo, otro tiempo. (Pausa. Con la mirada per-
dMa en la memoria.) Apenas lo distingo ya en el recuerdo. Es
como un sueño antiguo ... (Pausa. Sonríe.) Tenía veintidós años,
una mujer buena y bella, y dos pasajes para América. Allá, en la
orilla de 1a cual el barco se alejaba, dejaba la miseria, el hambre,
la guerra.
ANA. - (Participando de la remembranza.) "Oropéndola". . El
bar-
co se llamaba ''Oropéndola" ...
Juuo.-(Alegremente,) ¡Es cierto! Me parecía el nombre de una
flor dorada y gigantesca del trópico. Ahor a tengo la sensación
de que aquello fue ayer. (Se queda pensativo.) "Oropéndola".
ANA. - (Emocionada. Tratando de contener .rus .rentimien
tos.) Ter-
mina tu té.
Juuo.- Sí. (Bebe, Pausa.) ¿Qué deseará?
ANA. - ¿Luda?

133
Se ba s I i á 11 S a· l a z a r 13 o 11 dy

JUL IO. _ Ella . (Pa11.dw.)l A v.eces. en laVt_i end a , cua ndo no hay gent
obse rvo. Ln solc ac. 1a 1nqu1ctn . 1vc co1n o un
e, la
. , pája ro en·Ja d
y no bie n tran scur r en uno s 111,n utos as1, corr e al t eléf ono an u 1a o
• ·
de oír alg una voz n1n1. ga . . . (P a11sa . Do lt'd o.) Alg , s1osa
, una voz a •
que no sea Ia 1nia . miga
ANA. - Es de1n asiado viva z. Y tien e tant a ima gina ción .
JUL IO. - Esp er~ que eso no sea mal o. (Pausa.) ¿Y Jorg e?
que ya no vien e. Parece
ANA . - Esta n1añana se fue a la Uni vers idad
, segú n me dijo .
JUL IO. - (Co nsul tand o el reloj.) Son
cerc a de las dos .
ANA . - ( Q1te ha ido hacia la ventana.) En
real idad el día está tan
herm oso , que si tuvi era vein te año s me iría a corr
er com o una
loca por el cam po.
JUL IO. - ¡Qu é no darí a por que Jorg e estu
vier a corr iend o por el
cam po! Me tem o que no es de esos. Los días de
sol, si no me
equ ivoc o, le desa grad an.
ANA . - (Sobresaltada.) ¡Oh ! Ahí vien e Gus
tavo . Haz lo pasa r tú.
Yo iré ade ntro a avis arle a Luc ía.
JUL IO. - (Po nién dos e en pie.) Me dará gus
to verl o.
ANA . - ( Ant es de salir.) No te olvi des de
preg unta rle por su p1pá.
Siem pre te man da salu dos. (Po ne picardía en sus
palabras.) Cuan-
do Luc ía entr e, los deja s solos. (Sale.)
JUL IO se arregla el vest ido y se alisa el
cabello con las manos.
Sue na el timb re; va hasta la pue rta y abre . Entra
GUS TAV O. Es ttn
jove n recortado sob re el mod elo norteamericano,
pero sólo en lo
exterior. En el fond o, se (trata de un muc hac ho tími
do, inseguro y
poc o inte lige nte. Es de aqu ello s que se pro pon en
alcanzar un obje-
tivo en la v ida ;', a /tter za de volu ntad y tesón, lo
lo gran. Trata de
ser sim páti co, mas algo ! den unc ia en su persona que
actúa sin esp9n-
tane idad y den tro de 'un plan traz ado de ante man
o.
JULIO. -(A l aparecer GUSTAVO.) ¡Pero muohacho,
si estás hecho
todo un doctor!
GUSTAVO. - (Cariñosa1nente.) Do n Juli o, 1nuc ho
gusto de verlo.
(Se abrazan.)
JULIO. - Pasa, pas a. . . ¿Cu ánd o llegaste?
GUSTAVO. - Aye r por la m aña na. (Pausa.) Ust ed
está igual.
JULIO. -N o creas. Dos años, en un viej o, pesan.
GUSTAVO. - Pue s no parece.

134
Algo que quiere 1norir

vuo. _ y 0 los siento adentro. .(Pausa.) Tú, en cambio, estás hecho


J un hombre en coda la excensmn de la palabra. (Pau1a.) Me dicen
que te gradúa~. ,
GUSTAVO. - '(Sattsfec~o.). S1, d~ntro de un mes, más O menos. y
comenzaré a trabaJar inmediatamente en mi consultorio. Mi tío
Carlos, que se va a Europa, me deja su clientela.
JULIO, _ Siéntate.. (GUSTAVO obedece.) Bueno, dime, ¿y cómo te
trataron los gringos?
GUSTAVO. - (Con convicción.) ¡Ah, eso es el paraíso! Cada uno se
ocupl de lo suyo y vive feliz.
rvuo. - ¡Qué tal! . . . ¿Contento, entonces?
GUSTAVO. - Muy contento. Si no fuera por los negros, Estados Uni-
dos sería el país perfecto.
TULIO. -¿Los negros? ¿Y qué hacen los negros?
GUSTAVO. -- Lo malo es que no hacen nada. Son bailarines, depor-
tistas, asesinos ...
Tnuo. - (Desconcertado.) ¡Caramba! ...
GUSTAVO. - (Dando rienda suelta a sus pocas ideas.) Son como
nuestros indios, una raza primitiva, y mientras el país progresa,
ellos se empeñan en atrasarlo. Pero no los dejan. A pesar de que
ahora algunos políticos los están utilizando como bandera.
Juuo. - (Por salir del paso.) Algo he leído, pero no estoy muy
enterado. Tú sabes la vida que hago.
GUSTAVO. - ¿Y la tienda? ¿Cómo marcha?
_TULIO. - Como siempre. El comercio está cada día más difícil.
GUSTAVO. - (Con entusiasmo.) ¡Viera usted qué tiendas hay allá!
En la ciudad más pequeña !hay una calle principal con todas
las maravillas de la industria moderna. Esos famosos bazares que
venden desde un helado hasta repuestos de automóvil.
Juuo.- ¡Se ve que ·re ha gustado Norteamérica!
GUSTAVO. -Claro que sí. Le aseguro que le entran a uno verdade-
ras ganas de nacionalizarse y quedarse allí para siempre.
Juuo. - Si lo hubieras heoho, tus padres lo habrían sentido mucho.
GUSTAVO. - Por supuesto. Eso es lo que me impidió hacerlo. Pero
volver al Perú, después de vivir allá más de dos años, es retornar
a la edad de piedra.
Juu?·.-(Sin saber qué añadir.) Vaya, me alegro de verte tan de ..
cidtdo a trabajar.

135
Scbast iá11 S'alaza r Bondy

Aparece LUCÍA -qtte se ha cam~iado de vestido l


atractiva-, y GUSTAV O se pone de pie. Y Uce 1n
uy
GUSTAVO . - I
i ~ueta.
I '

LUCÍA. - ·(Fria, adel-11ntándole la 11utno par(t


i111,JJedir cual .
eft1si6n.) ¡Hola! ¿Qué cuentas? quier Otra
GUSTAVO. - Estás 1nuy guapa. (A Juuo.) En serio, don J .
1nuy guapa su hija. u1to, está
LUCÍA. - (Un tanto halagada.) No n1e tomes el pelo.
Juuo. _ (J11ge~uo.) Lo dice un ho?1bre que viene del país d
artistas de cine. Es un gran elogio. e las
LUCÍA. - Las del cine están en Hollywood, y Gustavo no ha ..
io allí. (A GUSTAVO.) ¿No es así? viv1.
GUSTAVO. - No he estado en Hollywood, es verdad pero
. . ' 1
americanas son muy atrayentes. Sin embargo a Lucía sieas norte.
tuve presente. Tengo una foto . . . ' mpre la
LUCÍA. - (Incrédula.) ¿Una foto mía?
GUSTAVO. - Una foto con la bicicleta . De la época en que hacía-
1nos carreras en el Parque de la Reserva.
LUCÍA. - ¿Esa en que estoy con el helado? ¡Qué horror!
GUSTAVO. - Se te ve n1uy bien. ( Galante.) Claro que ahora estás
mejor. Ya no eres una chiquilla.
JULIO. - (Qt-te considera conveniente retirarse.) Bueno, Gustavo, t-~
dejo con Lucía. Tendrás muchas historias que recordar de la
época de la foto, la ,bicicleta y el helado ... (Pa11,1a.) Con permiso.
GUSTAVO. - Siga usted.
JULIO. - ( Antes del mutis.) ¡Ah, Gustavo! Saluda a tu papá de mi
parte.
GUSTAVO. - Gracias. Muy a1nable.
Sale JULIO. LUCÍA, que se muestra incómoda por la maniobra
de su padre, habla en seguida y distraidaniente.
LUCÍA. - En esa foto estoy horrend a. Me h devolverás. ·,
GUSTAVO. - A mí me parece que estás 1n uy bien, pero te la dare
con una condición.
LUCÍA. - ¿Cuál?
GUSTAVO. - Que me regales una de ahora.
LUCÍA. - No tengo. 'd
GusTAvo. - Yo te la tomo. He traído una cámara que es forrni a-
ble. La última palabra en fotografía.

130
A l g o q 1t e q i~ i e r e 1n o r i r

, (Elusiva.) Ya veremos. (Pattsa.) ¿Quieres sentarte? (Se sien-


iuciA. -b a cierta distancia el uno del otro.)
tan am os
a embarazosa.
Pa~o _ (Por decir algo.) ¿Me permitirás que te tome una fo:o?
GVS;: ~ ¿y para qué quieres una foto mía?
LUCI · -(Trat ando de poner ternura en sus palabras.) Para lle-
GusrAVO. .
en mt cartera.
varla d
ucfA. _ (Cortante) No co1?p~e~ .°· ., .
L AVO _ (Venciendo sus inhibiciones.) Es dif ictl de explicar pero
GUST · , . '
, lo sabes. Yo ... Lucia, yo siempre he ...
fa
LU;A, _ (Interrumpiéndolo para evitar declaraci6n que amenaza.)
El día que nos sacamos, la_ f~tograf ta del helado te caíste a la
laguna. (Ríe.) ¡Fue tan comtco.
GUSTAVO. - (Cortado, un poco en ridículo.) No me caí ... Me em-
pujó tu hermano Jorge.
LUCÍA. - ¿Jorge? No. Jorge era muy tranquilo. ·Él corrió detrás de
ti porque me habías roto el collar-, y tú,. por huir de él, te fuiste
de narices al agua. (Ríe.) Cuando te sacamos, tiritabas de frÍQ
y llamabas a tu mamá. ¡Qué gracioso fue eso! Desde ese día los
muchachos te pusieron como apodo "Pollo mojado". (Su risa ~s
desconsiderada.)
GUSTAVO. - (Espera que se calme. Luego, tímidamente, comienza a
hablar.) Precisamente, me he acordado de que te rompí el coHar
y he querido, aunque sea tarde, reparar mi falta. (Saca del bolsillo
un paquete.) Te he traído este regalito.
LUCÍA. - ¿Por qué te has molestado? Aquel collar no valía nadl.
GUSTAVO. - .( eomo repitiendo una lección aprendida.) Siem,pre me
sentí culpable de esa brutalidad. Además, nunca te olvidé. Antes
de venir p'ensé que era necesario que te demostrara que en los
Estados Unidos te tuve siempre muy presente. (Le tiende el pa-
quete.) Es una insignificancia.
LUCÍA. -(Tomándolo.) ¿Por qué te has molestado? (Lo abre. Hay
un estuche. Levanta la tapa. En su rostro se pinta una gran sor-
presa.) ¡Oh! ·Qué1 belleza!
GustAv o ( -
Lu , · - Dichoso.) ¿Te gusta?
CIA· - ·M 1 uch'.
Gusr tstmo! (Pausa.) ¡Es de oro!
LucíAAvo· - . Te que dara, muy b'ten. p,onte1o. _
· -(Sin salir de su estttpefacción.) ¡Es finísimo! (Se lo coloca.)

137
Sebastián Salazar Bondy

·Q , me queda? (V a hasta un espejo y se mh'a. Lo que d. l


<. ue ta 1 .. ll . d ,, ice e
l d l fondo del alrna.) ¡ Po o moJa o , eres un ángel!
sa e ,e b b , 'd
GUSTAVO. -(Herido por el so re~om re, pero timi amente.) lucía
te ruego que no me llames as1. ' ,
LUCÍA. -(En tono mimoso.) ¡Oh! ¡Perdoname! (Tomándolo de las
rnanos.) Gracias, Gustavo. No me merezco tanto.
GUSTAVO. - Mereces eso, y más todavía.
Hay una larRa pausa durante la cual GUSTAVO trata de halla,
la nianera de decir algo oportuno.
LUCÍA. _ ( Qttitándose el collar.) Me lo pondré para la fiesta de esta
noche. Ahora lo guardaré. ( Antes de hacerlo.) ¡Es maravilloso!
¡Maravilloso!
GUSTAVO. - Me alegro de que estés contenta.
LUCÍA. - (Tomando asiento cerca de GUSTAVO. Más cordial que an-
tes.) Y bien, ¿qué has hecho en los Estados U nidos?
GUSTAVO. - He estudiado. Tú sabes que me apasiona la Medicina.
(Pausa.) ¿Y tú?
LUCÍA. - Muerta de aburrimiento. (Pausa.) Para distraerme ayudo a
mi papá en la tienda.
GUSTAVO. - (Indeciso.) ¿Tienes enamorado?
LUCÍA. -No.
GUSTAVO. -. Pero saldrás con algunos muchachos.
LucÍA. - A veces. (Pattsa.) ¿Tú no te enamoraste allá?
GUSTAVO. - Todo mi tiempo lo dediqué a los libros. (Confidencial:)
Las gringas no me gustan.
LucíA. - ¿Por qué? ¿No dijiste que son atrayentes?
GUSTAVO. - No como las de acá. (Venciendo su timidez.) No como
tú, por eje1nplo.
LUCÍA. -(Halagada.) Muy galante ...
GUSTAVO. - (Más animado.) En serio, Lucía. Cuando conocía a una
chica, lo primero que se me ocurría era e.ampararla contigo. ~
te aseguro que desde ese instante perdía todo interés para mi.
(fausa. Emotivo.) Te he recordado ~ucho, ¿sabes?
LUCIA. - (Un poco vencida.) ¿Qué tengo yo de especial? , de-

et~-
Gus!AVO. - (Se atreve a acortar la distancia.) No sé. No podria
Tú me gustas. (Pattsa.) Yo siempre ... No sé si cornpren·
eras ...
LUCÍA. - (Poniéndose en pie bruscamente.) ¿Qué hora es?

138
Al go qu e qu ie re 11 ior ir

. Mira su reloj.)
r -

GU STA VO . - (Desarticu~ado, se pone también en pie


Las dos. (Pausa.) ¿Tienes qu e hacer?
LUCÍA. - A las dos y me dia abr
im os la tienda.
GU STA VO . - Yo los llevo. ( ;1-~te
un,gesto ~nterrogativ o de Lv cÍA .) Me
l. Es ta estacionado al frente. (Señala
la
he comprado un auto1novi
ventana.) Míralo.
a.) ¿El azul?
LUCÍA. - (Va de prisa a la ventan a
GU STA VO . - (Detrás de ella.)
Sí. Lo tra je de Estados Un ido s. (H
ntd o GE. Es un mu cha cho de 23 años, de aspecto intelectual,,
ent JOR
denada barba. Su tempera-
acentuado por una prematura y deso,r
'y penetrante. A pesar de
mento es ;apasionado y su me nte rápida
d, sus pal abr as po see n un !de jo am argo, trasunto de su ina-
su eda
de :su angustia ante la vida.
daptactón al medio, de su descontento,
te sin
1 cui dad o y sus rop as ma nif ies tan su deseo de most,ya,rse
Vis
itación se advierte qu e está
distinto. Desde su ingreso en la hab
er la escena qu e ,contem-
literamente embriagado. Sin comprend '-
pla, queda mirando a la pa,reja.)
LUCÍA. - ¿Qué marca es?
GUSTAVO. - ¿No la reconoces? La línea es perfecta.
CÍA . - Es bo nit o. Ese mo del o no ha llegado todavía aquí.
LU
. Claro que no. ¿Reconoces
ahora la marca?
GU ST AV O.-
JORGE. - (Con un grito destem
plado.) ¡"Pollo mojado"!
(Se da vue lta int em pes tiv am ent e, como golpeado a trai-
GUSTAVO. -
ción. Contesta cuando se repone.) Ho
la, Jorge.
JORGE. - (Ye nd o hacia él.) ¡Br
avo! ¡"Pollo mojado" ha vuelto!
GUSTAVO. - (Vacilante, le tie
nd e la ma no .) ¿Qué cuentas?
JORGE. - ;No, hombre! ¡,Déjame
que te dé un abrazo! (Lo abra.za,
,. lo vu elv e a abr aza r,) ¿Y pa ra qu é volviste? Te hubieras
lo sacude
ninguna pa rte se está peor
quedado en Estados Unidos, viejo. En
presa! ¡"Pollo mojado" en•
que en este país. (Lo palmea.) ¡Qué sor
tre nosotros!
(Si n po der se con ten er. ) ¡Jo rge , su no mb ie es Gustavo!
LUCÍA. -
- ¡Y a lo sé! ¡Pe ro car iño sam en te se le conoce con el memo-
JORGE.
usa.) ¿Te ofende? No me
rable apelativo de ~'Po11o mojado". (Pa
justo.
vengas a contar qu e te ofe nd e alg o tan
ro que me di_gan
GUSTAVO. - No, no me ofende. Claro qu e pre fie
Gustavo.
- ¿G ust avo ? Es un no mb re idi ota . ¿Qué expresa? Nada. En
JORGE.

139
Se ba sti án Sa laz a· r Bo·nd y

sobre tu pers
cambio "Pollo mojado" es toda una teo ría
ent e al rid ~n\ (De_
clamando.) La tontería del pol lo uni da sut ilm
sugieres (S 0tcu .º del)
agua empapando el incoloro plu ma je que · nrient e.
Ten en1 0s mu e l10 d e que hab lar.
Siéntate h01nbre.
stt desagrado.) ¿Y, a qué te
Gus TA VO . _' (Procurando dis wu lar de-
, ">
.icas tu.
d .
OR GE ._ Vo y a la Un ive rsid ad. (To ma asiento en un .rillón. pf.:.,ncien
J ,1-n cigarril. lo.) ¡Pero s1e ., ' (G USTAVO ocupa una sill ) V de
ntate. ª· deroyc.·Í
u d .
iar
las me ~ti.ras que a.11'1. enseñan es per
nada má s. . . Est 1 Jo me ma nde a v d
tienlpO. Es un pre tex to par a evi tar que e Vle
lanillas Y. terciopelo~ det rás del mo stra dor
. _(Bajando la voz.)Qt~;
udo en un satisfecho
no me oig a. . . Su ideal es ver me con ver Y
próspero abogado.
LUCÍA. - Jor ge, es me jor que te vay
as a tu cuarto. Estás borracho
¡Déja?1e con ver sar con ''Po llo ... ". (Pa
usa. A Gusta;J~.)
JORGE. -
arte Gustavo. (Pausa.)
Disculpa, vieJO. No me aco stu mb r~ a llam
con cualquier embuste
A lo que iba . . . Los pad res son d1ohosos
en los Estados Unidos?
coh ere nte de los hijos. ¿Acaso est udi ast e tú
GUSTAVO. - 1.fe gra dúo den tro de
poco.
pad re tiene plata.
JORGE. - ¡Ha brá s co1nprado el títu lo! Par a eso tu
GUSTAVO. - Te equivocas. No he
hec ho otr a cosa allá que estudiar.
o", hombre de
JORGE. - ¡Qu é rid ícu lo res ulta eso! ¡"P ollo mojad
ciencia!
GUSTAVO. - ¿Po r qué rid ícu lo?
LUCÍA. - No le hag as caso, Gu sta vo.
de que la vida
JORGE. - ¿Po r qué rid ícu lo? ¿N o te has ent era do
. Si él se rompió el
es una sola? Tu pad re est á hin cha do de oro
alma, rom pe tú los bill ete s.
a. Esa
GU STA VO. - (Qu e ya está amoscado.) Ca da uno tien e su filosofí
no es la mía .
JORGE. - (Echándose a reÍ1'. A LU CÍA .) ¿Lo oyes? ¡Los ricos tienen
r a est e b ellaco, herma-
hasta filosofía! ¡Ha ces bie n en des pre cia
nita!
LUCÍA. - (Muy fuerte.) ¿Q uie res cal lart
e?
qu e dic es. .
GUSTAVO. - (En pie.) No sabes lo 1
sta ble s son las muJ eres.
JORGE. - ¿Y a no lo des pre cia s? ·Qu é ine h callar.
S.iem pre te has reí do de uPo llo 'mo jad o". y aho ra me aces
¡Qu ítat e la car eta , por favor!

140
A lg o qu e qu ie re m or ir
, _ ( A GU ST AV O.) Dé jal o. No le
ha ga s caso. (L lev án do lo hacia
LtrCíA• ert'a de calle ..) Vá mo no s. Es
p,,
1a _ l d .
(Cuando e otro se tspone, a sa1·
un pe da nte .
' do
JoRGEld. "' dándole la vu elt a.) ¡Yo no ir, tom an lo po r la es-
pa a ; , . mi en to, caramba! ¿Sabes lo
ha dicho Lu cia sie mp re d e tt..')
qt ; _ (Indignada.) ¡Suéltalo, est úp
ido !
LJi~GE:- (Sin dejarlo.) ¡Q ue le dabas
asco! ( Rí e a carcajadas.) ¡Asco,
ni 1na,s n1· me n os'•
G sTAVO. - (D esp ren dié nd os e.) An
da a do rm ir.
JiRGE,- (De1aforado.), ¡Hipócrita~! ¡Hacen bu
chos burgueses! ¡Qu1tense de m1 vis ena pareja de chan-
ta, pro nto !
JULIO. - ( Qu e
llega atraído po r el ru ido .) ¿Qué
JORGE. - (E vid en tem en te am ed ren tad o.) sucede?
Na da . Un a discusión sin im -
portancia.
JULIO. - ( Ad ela ntá nd os e, seg
uro de ha be r sorprendido algo gra
¿Qué ha pasado aq uí, Lucía? ve.)
LUCÍA. - Jo rge ha ins ult ad o a
Gustavo. Está borracho.
GUSTAVO. - No ha sid o nada, do n Julio. No se
Juuo. - (A Jorge.) ¿Es cie rto lo qu e preocupe.
dice tu hermana? (Pausa.) Acér-
cate.
JORGE. - Hemos ten ido un ca mb io de
palabras, eso es todo. M e voy
adentro. (Da un paso pa ra salir.)
Juuo. - ¡Jorge!
GUSTAVO. -D éj el o, do n Ju
lio. •
LUCÍA. -N o, Gustavo. Qu e lo
castigue.
}U LIO .-( A JO RG E.) Acércate.
JORGE. - ¿Para qué?
Juuo. - ¡He dicho qu e te acerques!
JORGE. - (Tras un a vacilación,, pero sin
acercarse.) Sí. H<: toma~o
unas copas. Pe ro eso nada tie ne qu e ve r co n el incidente
provocó. . Él me
Luc
J ÍA· - M entira . , pa pa' . D esd
e qu e 1o v10. 1o tra to' ma1
. .
Uti o. -(S ev er o.) ¿Cómo te
estado:> •Y atr ev es a pre sen tar te en tu casa en este
1 · <. a no res pe tas na da ?
A.. ngresan ANA y, detrás, MA RI
O.
t . - <'·Q
ltJ'NA .
u'e pasa?
~~ -_ : (A JO RG E.) Ve te a tu
cuarto. A la
(Cuando JO RG E pasa a su lado.) noche hablaremos.... i
¿Qué has hecho, hipto.

14 1

L
Sebas tián Salaz ar Bondy

(JORGE sigues.in contestar. A MARIO.) Anda, ve qué tiene tu h


mano. (MARIO sale detrás de JORGE.) er-
JULIO. _ (A GUSTAVO.) Te ruego que lo disculpes, Gustavo.
ANA. -(A GUSTAVO.) ¿Se pelearon?
LucíA. _ Jorge, que ha tomado unas copas, insultó a Gustavo. (A
GUSTAVO.) Olvida esto, por favor .
.t\NA. - (Y.ratando de justificar a stt hijo.) No comprendo por qué
se ha comportado así.
GUSTAVO. - (Complaciente.) Ha sido un momento de crisis.
JULIO. - Él n1is1no te pedirá disculpas.
GUSTAVO. - ¡Oh! No hace falta.
LUCÍA. - ¿Estás listo, papá? Gustavo nos llevará en su carro al
centro.
.ANA. - ¿Ya tienes auto?
GUSTAVO. - A su disposición, señora. Ya sabe, cuando quiera pa-
sear ...
JULIO. - Gracias, muy gentil.
LUCÍA .- ¿Vamos entonces?
JULIO. - Estoy listo.
GUSTAVO.- (A ANA.) Hasta pronto.
ANA. - Adiós, hijo.
JULIO. - Hasta luego. (Besa a su mujer.) Salgamos ya. (Salen todos.)
LUCÍA. - (Queda retrasada. A su madre, extendiéndole el estuche
con el collar') Mira lo que me ha :regalado Gustavo. (De prisa.)
Guárdamelo. Chau. (Sale.)
ANA, sola, _va hasta la ventana. Vuelve MARIO, que se ha acercado
a su madre.
ANA. - ¿Y Jorge?
MARIO. - Se ha quedado dormido. Ha bebido más de la cuenta Y
en ayunas.
ANA. - Le hará daño.
MARIO .- Ya se le pasará. (ANA levanta el brazo, saludando a los
que se van.) ¿De quién es ese coche?
ANA. - Lo ha traído Gustavo de Estados Unidos.
MARIO. - Es formidable. (Levanta también el brazo.) ·
. Se oye, a lo lejos, que parte el coche. Ambos lo despiden ha-
ciendo señas.
ANA. - Luda sería feliz con este ohico.

142
Al go qu e qu ie re mo rir

MARIO. -IS igu e enamorado? ,


AN A,_ Perdidamente. (Mostrando/e el
estuche.) Le ,ha traído es-
te regalo.
MARIO. _ ¿y ella qué di~e}
.
AN A,_ No quiere verlo 111 e~ fln tur
a.
,MA RIO ._ ¿Ni con ese auton1ov11
?
AN A,_ No lo ama. Co ntr a eso no
se pue de luchar.
MA RIO ._ ¿Y qué le ha regalado?
ANA, - No sé. Lo a briremos. ( Ab
1 re el estuche.) ¡Qué hermosura!
vale una fortuna.
MARIO. - A ver ... (Silba de adnziración.) Esto
a querer a Gustavo,
(Observa bien el collar.) Lu da va a co1nenzar
mamá. Te lo aseguro.
ANA. - ¿A qué viene eso?
MARIO. - El automóvil y este col
lar son dos razones mu y pode-
rosas.
ANA. - Te juro que no compre
ndo.
MARIO. - Cosas n1enos valiosas
han desatado grandes pasiones.
ANA. - Hablas como un cínico.
No me agrada nada oírte decir
esas bar1baridades.
de tus tiempos a
]\{ARIO. - No sé si la vida ha cambiado mucho
ará con Gustavo.
éstos, pero te gar ant izo que Lu da se cas
ANA. - No per mi tiré un ma trim
oni o po r interés.
MARIO. - No será po r interés, 1na
má. El a1nor vendrá y no po-
de las mujeres de hoy.
drás impedirlo. Lucía. co1no el resto
convencerlas se emplean
no es inexpugnable. Sobre tod o si par a
lo verás. (Se dirige a la
collares de oro y automóviles de lujo. Ya
puerta que conduce a las habitaciones.)
pios.
ANA. - Yo no les enseñé a mi s hijos esos princi
MARIO. - ( Mirándola con cariñosa compas
ión.) Tú no, mamá. Tú
pero somos como qui ere
no. Nos quisiste hacer de otra 1nanera,
el mundo que seamos.
. - (Con ang ustia.) ¿Y qui én los ha cor rompido? ¿Quién? (MA-
ANA
ademán, respon-
RIO queda detenido un instante. Luego, con un
nece en la escena,
de que no sabe nada, y sale. AN A, sola, perma
ansiosamente.)
con la joya enrre las manos, interrogándose

TE LÓ N LE NT O

143
SEGUNDO ACTO

un m es de sp ué s. Es de ma ña na , -muy tempra,.
La ,,nisma estancia n_ o a la mesa, tomando
te tó n, se nt ad os en tor
no, ji al levantarse el e si rv e- , LUCÍA y Juuo.
-q u e es _ la qu
el des~yuno, se ,ve ~, ~ A
no s. A l lado, su hija trata de
od ico _ e~ la s ma
Este ttene u~ _peri
111,irar otra pagina de l diar
io.

LU CÍ A. ) ¿C óm o qu ie re s qu e lea si me mueves
JU LI O. - ( Molesto, a
lo de jo.
el periódico? Espera. Y a te el horóscopo para hoy.
ro ve r qu é m e pr on os tic a
LUCÍA. - Sólo qu ie le er m ie ntras se toman los ali-
pé si m a co st um br e
ANA. - Es un a
mentos. dr ía enterarme de lo que
sé a qu é ot ra ho ra po
JU LI O. - Pues no no hace daño en ninguna
m un do . A de m ás , le er
sucede en .el
.
c1rcunstanc1a. A pú rate, papá. Son las ocho.
na nd o su pr op ós ito .)
LUCÍA. - ( Abando
rá Gustavo.
D en tro de un in st an te llega nc ia . ¿Alguna vez, acaso,
dí as la m is m a ad ve rte
JU LI O. -T od os los
lo hemos hecho esperar? ro sc ad a con mantequilla.
, hi jit a. C om e ot ra
ANA. - H ay tiempo
m am á. La m an te qu ill a en go rd a mucho.
LU CÍ A. - N o,
en to nc es . Es ne ce sa rio co m er bi en en la mañana.
ANA. - Sola, co n un rvaso de lec~e.
en to pe rf ec ta m en te
LUCÍA. - Y o m e si co ns ist ente. U n lomo, un
ce fa lta al go m ás
ANA. - Pues te ha
thuevo fr ito .. .
ho rr or ! N o ca br ía m os po r la puerta. ¿Te imagina~?
LUCÍA. - ¡Qué os ! (SeñaltJ ltJ fotografí4
le un a fa m ili a de go rd
¡Qué cosa ho rr ib

14 4
.
Al gO q u e q tt i e r e tnor1 r

de la pared.) Prefier~ sabenne parte de ese grupo de gente nor-


. excesos de ninguna clase.
ma,1 sin
La gordura es salud.
AN~- - A Gustavo además le gusta que esté delgada.
LUCIA,_ - Es el gusto 'de la epoca. , ' , f
(A su mart'd o, qtte esta en rasca o
d
ANA,
/ectt✓ra.
1 ·
) ¡Te vas a echar a taza encima, u 10.
J ¡· 1
en la te preocup es. (Sigue _atento a
. )
l d'iario. f
JULIO. -No
L cÍA. _ Una n1ujer delgada es siempre e1egante, aunque sea ea.
u Gustavo no pierde la oportunidad de recordármelo. Aunque en
broma, dice que si cuando estemos casados pierdo mi silueta,
me abandona.
ANA. - Y tú estás tan enamorada que le obedeces ciegamente. ¡Oh,
la juventud!
LUCÍA. - Él no lo está 1nenos de mí, te advierto.
ANA. - Eso pa-rece. (A JULIO. ) ¿Qué lees con tanta avidez?
JULIO. - -¡A lo que hemos llegado! Imagínate que los raptores del
niño Ocampo le han enviado una carta a la madre junto con un
ramo de rosas.
A.NA. - Pobre mujer. Cuánto debe sufrir.
LUCÍA. - Todo Lima habla de ese rapto. Ha sido muy audaz.
JULIO. - Pero la policía ya está en la pista de esos canallas.
LucÍA. - El periódico de la tarde de ayer decía que lo más pro-
bable era que fueran extranjeras. Delincuentes profesionales.
Juuo. - Cualquiera que sea merece la pena de muerte. Ensañarse
con una criatura de cuatro años, ¿te das cuenta?
ANA. - Pobre angelito. . . ¿Lo 1natarán?
Juuo. - No creo que se atrevan. En la carta que llegó con las
flores piden medio millón de soles de rescate.
LUCÍA. - El ama del chico ha declarado que puede identificarlos.
Juuo. - La pobre mujer se desmayó cuando le arrebataron al niño.
Fue tan rápido ...
AN \· - ·Todo ha sido bien planeado. Deben ser gente avezada .
1

1 . . ta esta, complicada?
JDClA·- e·Y s1. la s1rv1en ·
, tiene
ULio., - Si es así , los agarran 1nme · d.rntamente. La po¡·10a sus
metodos. (Pausa. Mirando el diario.) ¡La cantidad de conjeturas
que lo · d· .
de 1hacen s peno 1stas! Inclusive han imaginado las facciones
rap) tor~s sobre la base de la descripción hecha por el ama.
(4 AosNA. Mua.

145
Se ba sti á1 1 Sa laz ar Bo nd y

son capaces de
AN A._ ¡Por Dios! ¡Qu é caras! Esos ind ivid uos
cualquier cosa! naba presos y, contra
Juuo. _ y 0 sería implacable con ellos. Los !or
la pared, Jos fusilaba. .
JOR GE ._ (Q11e ingreia en ese ins
tante con a1pecto de acabarle d
ías, pap á? e
• /ew1 11Jar.) ¿A qui én fus ilar
LUCÍA. - A los raptores del niño Oc
ampo.
JORGE. - (Preparándose "na tostad
a con 11Ulntequüla.) ¿Sigue la
A.) Mucho café y poca
· cosa? ¿N o los pescaron todavía? (A AN
leche, mamá.
JUL IO. - Ya caerán. Ningún crim
en queda impune.
JORGE. - (AfienJras consume su
desa)'t'1lO.) ¿Li qui dar on al chico?
IO. - No lo han hec ho, per o quizá son capace-s de esa infamia.
JUL
.) ¿Quieres mermelada?
A.NA. - Dios no lo permita. (A JORGE
JO RG E.- No . Basta con esto.
A.NA. - Toma un poquito más de leche.
JORGE. - Od io 1a leche. No insisra
s, por favor.
Hay varias perso-
Juuo. - Por el automóvil los van a identificar.a la criatura.
n
nas que lo vieron par tir cuando se llevaba
ANA - ¿Iban en automóvil?
LUCÍA. - últ im o modelo. Por eso es
que algunas personas creen
que no son de aquí.
JORGE. - No son pobres diablos.
El asunto lo han estudiado bien.
¿Cuánto han pedido?
Juuo. - ~fedio millón de soles.
JORGE. - Un golpe de esos por
año y pueden retirarse jóvenes de
la profesión.
]ULIO. - ¿Profesión? ¿Cómo puedes
llamar profesión al crimen?
como cualquier
JO RG E.- En esre tiempo el crimen es un oficio
otro.
dices! En ésr.e
]L"LIO. - (En ton() de reproche.) ;Es absurdo lo que
qu e la sociedad dd>e
Y en cualquier tiempo los asesinos son seres
eliminar sin compasión.
ANA. - Por supuesro. Son una 1Illenaza par
a h cr10quilid:1d pú-
blica.
JORGE. - (Seguro.) Las guerras son
también amenazas contra b
s trlfican COO ~
tr.inquilidad pública y sin embargo hay quiene

1-J.6
Algo q u e q u i e r e ·1n o r i r
JULIO. - ¿Dónde tienes la inteligencia? ¿Cómo puedes compara
r
una guerra con el bárbaro 1naltrato a un niño?
JORGE. - Son punt os de vista, papá, El critnen es, a veces, una
empresa decente.
JULIO. - ( Arrojando el periódico sobre la rnesa y poniéndose
en
pie.) Detesto oírte hacer frases satíricas sobre los temás más
serios. ( A su hija.) ¿Estás lista?
,
JORGE. - ¡Qué idea celestial tienes del mundo, papá!
LUCÍA. - Voy a arreglarme un poco. (Sale.)
ANA . - (A JULIO.) Tu saco está en el cuarto, sobre la
silla.
JULIO. -Vo y por él. (Sale.)
ANA . - (Cuando está segura de que su esposo está
lejos.) Jorge,
estoy preocupada.
JORGE. - ¿Porq ue no quie ro leche?
A.NA. - (Inq uietí sima .) Es otra cosa. Mar io no ha venido a
dormir.
JORGE. - Se lo has ocultado al viejo.
ANA. - Le men tí. Le dije que habí a salido temp rano a la
piscina.
JORGE. - (Tra nqui lo.) Hab rá estado de farra. No es la prim era vez
que se pasa ·1a noch e en blan co.
ANA. - Nun ca me deja de avisar. ¡Estoy nerviosa!
JORGE. - Es may or de edad.
A.NA. - ¿No podr íamo s averiguar de una manera discreta, su pa-
radero?
JORGE. - No hay que prec ipita rse, mamá.
ANA. - (Suplicante.) Haz algo, por piedad.
JOR GE. -(Co n más interés.) No se me ocurre nada.
ANA. - ¿No podr íamo s llam ar a alguno de sus amigos?
JORGE. - Lo haré en seguida. Hay que esperar que
se vaya papá.
Podría darse cuenta.
ANA. - Tem o que haya sufr ido un accidente. A vece
s es tan loco.
JORGE. - Ya se sabría. Las noticias sobr e una· desgracia
llegan pronto.
ANA . - Dios te oiga. (Pausa.) ¿No te dijo adón de
iba anoche?
JORGE. - Nun ca me co1nunica lo que hace. Él tiene
sus amistades
Y yo las mías, y son inco1npatibles. Feliz men te es así.
ANA . - ¿Por qué felizmente?
JORGE. - Hay que ver la clase de mon igote s que frecu
enta Mario.
Automovilistas, niño s bien, figurines perf uma dos. • •
ANA . - Son decentes, y eso está bien.

147
Sfbas tián Salaz ar Bond y
JORGE ._ ¿Decente s porque tienen apellido s rimbom bantes?
ANA._ No, por eso no. Son de buenas familias, están bien
. edu.
cados. A eso 1ne re f 1ero.
JORGE. -Quiz á. Lo único que sé es que son un poquito ,
que analfabetos. Y en cuanto a lo de la decencia, hay de t:as
0
La hu1nanidad es tnuy variada. •
ANA. - Van demasia do a fiestas, es verdad. Eso nunca es buen
o.
JORGE. - Seguran1ente es una 1nanera d e matar el tiempo, que, en
el fondo, es lo que tontos y vivos querem os. U nos lo matan acu-
n1ulando dinero, otros que1nándose las pestaña s sobre los libros
otros bebiend o, otros raptand o niños. Lo importa nte es no de~
jarse ganar por la angustia .
ANA. - ¿Angustia? ¿Y de qué? ¿Qué angusti a pueden tener us-
tedes? Nunca les ha faltado nada. (Pausa. Interrog ante.) Tú siem-
pre hablas de desdichas, pero jamás me he explicado a qué te
refieres.
JORGE. - (En pie, pregunt ando a fondo.) ¿Nunca tuvis te aquí, en
el pecho, asco del mundo?
ANA. - En serio, no. No hubo tiempo. Al llegar al Perú tuvi-
mos que establecernos y en ese afán ocupé todo un largo y di-
fícil año. Luego vinieron ustedes. Sólo desde que se h~n hecho
hombre s he tenido algún rato para descansar. Pero no sé cómo
se hace, y realmen te no lo hago.
JORGE. - ( Con ade1nán ele in coni p rensión .) Eso es la felicidad, sin
duda. No la entiendo .
A N A. - · ¿Qué te gustaría tener p ara no sentir esa angustia de que
hablas?
JORGE. - Me gustaría viajar. (Pien sa.) O que 1ne sucediera algo
sensacional. (Pausa.) Can1bia r de un momen to a otro ...
ANA. - Tú y tus herman os dan la impresi ón de querer más de lo
que poseen. Y lo que poseen no es poco.
JORGE. - ¿U na casa? ¿Una familia? ¿Desayuno, almuerzo, comi-
da? ¿Ropa? T odo eso no es ningún prodigi o.
ANA. - Mientras se tiene, Jorge. (Pausa. ) Cuando lo hayas perd i-
do, lo eoharás de m enos. --
JORGE. - Quiero hacer la experie ncia : perder todo eso. • • (Pausa)
Precisa1nentc, man1á, ya que se present a la ocasión, te cornun1-
caré q ue estoy prepara ndo un viaje.

148
Al go qu e qu ier e m•o rir
e?
AN A,_ (Sorprendida.) ¿Tú? ¿Y con qué fin? ¿Adónd
GE._ Un via je largo. A Europa.
JOR _ ¿Pa ra
,~
que . d , 1
AN A eraba eci rte o
· No sé. Supongo que par a res pira r ... Esp
ximo mes se va
JoR c:· ;último n1o1nenco, per o. . . (Pausa.) El pró
~n amigo y he decidido irm e con él.
AN A._ ¿Para respirar? (Tratando
de entender.) ¿Qué quieres de-
cir? a de ~im a, don de
JORGE._ Quiero escapar . de es~a agobi~~te vidleza , hbe rtad , tod o
bel
todo es tan chato y gris. Qu iero espiritu,
.
Jo que aquí falta.
ANA . - (Sin captar lo que su hijo
expresa.) ¿Y tus estudios?
JORGE. - ¿Crees sincera1nente que pod
ré ser un abo gad ito más, con
par a ser esa clase
estudio y placa en 1a puerta? No he nacido
sensibilidad no tien e
de mercader. En este país 1a gen te con
S1tl 0.
par a defenderse.
ANA . - Pero es imp ort ant e ten er una pro fes ión
El futuro ...
JORGE. - (Con fastidio.) ¡Qué imp ort
a el futuro, ma má ! Soy jov en
y nó estoy dispuesto a dejar que mi juv
ent ud se seque en est e
desierto.
dirá.
AN A. - A n1 pap á Je dolerá tu decisión. No sé qué
ad me iré ...
JORGE. - Dirá que no, per o aun contra su volunt
darás un disgusto. No
ANA. - (Con desesperación contenida.) Le
y q_ue los sinsabores le
puedes olvidar que es un hom bre de edad
hacen daño.
olvido. Será el último disgusto. (Pausa.) Por
que
JORGE. - No lo
no volveré más.
ANA . - (Con alarma.) ¿Qué dices?
¿N o volverás? ¿Te que dar ás
en el extranjero?
GE. - Par a un hom bre inte lige nte no hay ext ran jero . Es aqu í
JOR
donde me siento extraño, te lo juro. .
ANA. - Es úna locura' hi1'0.
JoRGE. - Nada de 1 que h ace1nos 1os Jov · , enes es una locura, ma~
, °
10 que_ se aprende en el colegio es, en la realidad me n6r a
ma. .' . '
Y con mentiras n O es posl''bl e d ef enderse, n1. luchar, n1 tnu nfa r
am · ·· ·.· ' ~· ~
AN enos que se sea un canalla.
-, 1· - ~ Es ll~ ~anaH~ tq padre?
· ,, ,, s ,, l c1 :; a r DO 11 dY
S ,. !, ,t S I I '

·1 ,. 11 5 1ntn . un
hvr o 2. Y ha sid o ven cid o.
f r ] '·
c.r - Es unJ tJ .;ll, llSil obra, y r or ellos es . .: lZ.
JOH ..- .:,tt<;
e 1 . J.( lS l;()Jl
11 • d 1 mu n <l o tres
ANA •
s"rí a si su 11ic ra que ha arro Jª o a
. es
1

7.,r.d 1o ]• d' 1on
OHG F - - ' J
s cnv ue los· en con tra \tcc
J sere,. s que se .sien te n per d ido
' , , .
a,
'
y
llevar, en una . epo ca cstu p1d
1 1c s"lvarsc O <lc1·arse •
rr.tranoo o •• · cor rien te de la deses-
en un rirn:ón osc uro del n1undo , por la
., . . .
pcr ,tCl0ll. y stn1 ple.
AN A._ Dic es cosas mu y difí cile s de
ent end er. Viv ir es mu
rio? ¿Qu é hiz o
JORGE. - ¿Crees que viv ir es mu y sim ple i:ar a Ma
a?_ Bus car el pla cer ,
ayer, qué har á hoy, qué pod rá hac er mana_n
lida d de no rec or-
la divers ión . el olv ido. Tod o eso con la fina
pro por cio nar le previ.1-
dar que le Í1an itnp ues to obl iga cio nes sin
de su noc he en bla n-
me nte un solo con oci mie nto útil. Des pué s
rte, vol ver á al mis mo
co, ven drá a dor mir , y una vez que des pie
él ni yo qui siér am os
juego, sin salida. (Pa1Jsa.) Y tú suf res . . . Ni
sab erlo.
ede s gra nde s, Jor ge,
A.NA. - (Tras una pa1tsa reflexiva.) Ya son ust
tuv e en mis bra zos .
per o p ara rní son las mis ma s cria tura s que
de pen sar en que
(Pa1tsa.) Ah ora, por eje mp lo, no pue do dej ar
a M:-i rio le ha suc edi do alg o n1alo.
ido s. (Suena el
JORGE. - Tal vez siga mo s sien do esos niñ os des val
os nad a.
thn bre de la calle.) La ver dad es que no sabe1n
Gra cia s a Dio s. ( A
ANA. - ¡O h ! D ebe ser tu hen nan o. (Para sí.)
JOR GE. } An da a abr ir.
ido y hay que
JOR GE. - Dis trae a mi p ap á por si aca so vie ne beb
ocu ltárselo.
Ad vié rtel e que
ANA. - Sí, sí . . . (S11, ena el tin¡,bre .) Ab re. (Pa1tsa.)
no hag a ru ido. (Sale.)
va hasta la pnerta y abre. Es GU STA VO , qtte
ingresa ne·r-
. JORGE
vtoso.
GUSTAVO. - ¿Es tá tu p apá ?
Ho b. Sí, te esp era . En este 1110111ento sJlc
con Lucía.
JORGE. -
Nec esit o hablar a sol as con él y contigo
. Te rue go
G USTAVO. -
sen tes
me pro cures que Lucía y tu n1J n1i no esté n pre ·
JORGE. - ¿Qu é pasa ?
GU STA VO. - A lgo n1uy grave. Jor ge.
JORGE. - , i'd ci1nente.)
Vo y a av·1.sar1e. (Sal.e rap

15 0
Al go qu e qu ie re
.
1n or tr
GUSTAVO, s11,n1,a11iente pre~cupado, en
ciende un cigarrillo, que
a en seguida. Entra LUCIA.
apa~ (] ,;,.z) ·Por qué no tocaste la bo . ?
LUCIA, - OVv1-1 • ( cin a com o sie mpre.
(Lo besa.)
GUSTAVO.- (Con frialdad.) ~ecesito ,
hablard con ·tu hpabpla y con
Jorge. Trata de que tu 11\a1na ~o se en
tere e lo que a amos.
LUCÍA._ Me alannas. ¿Que hay.
GUSTAVO._ Ya lo sabrás. Vete aden
tro.
LUCÍA. - Estás tan raro. No 1ne has
da~o un beso. . .,
GUSTAVO. - Disculpa. Es algo muy
serio. (La besa sin pasion.) ,
JULIO. - (Que entra seguido de JORGE.)
Buenos días. Gustavo. ¿Que
sucede?
GUSTAVO. -B ue no s. días, don Julio. (A
LUCÍA.) Vete adentro y te
suplico que hagas lo que te he dicho
. ·
LUCÍA. - Bueno. (Vacila.) ¿No puedo
yo saber qué es?
JULIO. - Ve, hija.
Sale LUCÍA.
JORGE. - Bien, habla.
GUSTAVO. - Mario está preso.
JULIO. - ¿Preso? Si se fue esta maña
na a la piscina.
GusTAVO. - No puede ser. Lo tomaro
n preso en la madrugada.
JORGE.- (A JULIO.) Mi mamá te mi
ntió. (A GUSTAVO.) ¿Preso
por qué?
GUSTAVO.- Es uno de los raptores
del niñ o Ocampo.
Ju uo .-( Co mo herido -de improviso.)
¿Cómo?
JORGE. - ¿Estás seguro?
GUSTAVO. - Desgraciadamente, sí.
Un oficial de policía, amigo
mío, me llamó temprano para decírme
lo. Sabe que yo soy novio
de Lucía y le pareció lógico informarm
e de antemano.
Juu~: - (Sin reponerse de su estup
efacción.) ¿Cómo es eso? ¿Mi
h110 un criminal?
JORGE. - Calma, papá. Deja que se
explique.
GutTAvo. - Ayer, por la noche, la policía
identificó a los culpa-
les. Tenían su cuartel general en la
casa de un tal Morales. Al
ama?ecer dio una batida y agarró a
cuatro. U no de ellos era
Mario .. Traté de verlo en la Prefectu
eSraba incomunicado. ra, pero me dijeron que
Jutio. - ·1Debe h b ·
a er un error, Gustavo! ¡N o puede · rto!
ser cie
151 ·
,. t ¡án Sal az ar Bon dy
sevas
mbién deseo que sea un error, pero me
Y o ta
GusTAvo· - . , 0 esté equivoca d a. El automov1 , ·1 en que rapttemo
1
e la po1eta n d'ias, estab a mane1ando
. aron
qu . _ que desde hace M .
al 0100 es e1 , M' . ., b' a·r10
Usted se da cuenta. 1 s1tuaoon es 1en desagrad bl ·
(Pa,,sa. ) a e.
Mi nombre inezclado en esto; .
uuo. _ (Qtte abrumad~, ha ca~o en ttna silla.) ¿Y qué puedo ha.
J cer.¡ t·Qué me aconseJa usted., . .
JORGE._ (Tras una pausa.) Papa,_ ~o meJor ~s no intervenir. Déjalo
que afronte solo su responsabilidad. ¿Que tenemos que ver nos-
otros con sus porquerías?
JULIO. - (Exabrupto .) ¡Es mi hijo! ¡Tu hennano!
GUSTAVO. - No discutamos. Dentro de un rato, cuando salgan los
diarios de la tarde, todo Lima sabrá este asunto. Y o voy a ver
la manera de que a mí no me mencionen.
JORGE.- (A su padre.) ¿Ves? Él saca el cuerpo.
GUSTAVO. - No, no es eso. El prestigio personal .. . Eso me obliga
a poner distancia.
JORGE. - ( Con insolencia.) ¿Prestigio personal? ¿Qué prestigio per-
sonal tienes tú?
JULIO. - (Reaccionando lentamente, pero con amargura.) Haga por
usted, Gustavo, lo que crea conveniente. El problema es nuestro
y nosotros lo resolveremos.
GUSTAVO. - (Con incertidumbre.) Disculpe, don Julio. Me voy a
retirar. (Pausa.) Me siento en el deber de decirle que su nombre
va a ser pisoteado. Diga usted cuanto sepa y no pretenda de-
fender a Mario ...
JULIO. - ( Que parece no haberlo escuchado.) ¿Y el niño? ¿Está
vivo?
GUSTAVO. - Afortunadamente, sí. Eso es una atenuante. (Pamti.)
Buenos días.
10RGE. - (A ntes de que GUSTAVO salga.) Lo que hace e,5te es lo
que hay que hacer ...
Mutis de GUSTAVO. . .)
JULIO. - (Como en itn calte7'ón sin salida) ;A quién acudir ahor\
JORGE. - ¿Que, tenemos que ver con la conducta
· ~ · 1 Lo qt1
de M_ario. de irse,)
haya hecho es responsabilidad suya. (Toma la actitud
Espero mantenerme lejos de todo esto.

152
A l go que q 1l iere 111 ori r

JULIO._ Ha ~ido un~ lo~ura .. : (Lo di~e, monologando.) Hay que


averiguar s1 esta ·h istoria es cierta. Quiza hay un malentendido .
JORGE._ (Trata de. co~vencerlo.) Gustavo te, ha dicho bien clara-
mente, que todo 1nd1Ca que es verdad, papa. ¿Qué objeto tendría
inventar una cosa semejante?
Juuo. - (En pie.) Se lo diré a tu madre. No puede ignorarlo.
)oRGE. _ ¿Es prudente?
JULIO. - ¿Puede ocultársele?
)oRGE. - (Pa11,sa.) Me temo que sea imposible. (Pausa.) Es_?era ...
JULIO. - (Hondaniente adolorido.) ¡Cómo va a sufrir!
f0RGE. - ( Adoptando una decisión repentina.) Me voy, papá. No
quiero verla en una situación así. ( lVI.edio mutis hacia la calle.)
JULIO. - (Presa de desesperación.) ¿Cómo puedo decirle que su hijo
es un criminal? Ayúdame tú ...
JORGE. - ¿Cómo? No sé ayudar. (Duda qué hacer y decir. Toma
11,na decisión rápida.) Discúlpame ... Adiós. (Sale sin dar tiempo
a JULIO para detenerlo.)
JULIO lo ve partir sin hacer ningún esfuerzo por impedírselo. Y
queda, en el centro de la escena, tenso. Luego de una breve medi-
tación, va hacia las habitaciones interiores. La estancia queda vacía
durantes unos segundos. Se oye ab1·í,r la puerta de calle. Entra
DELFINA, cargada con la bolsa y los paquetes de las compras coti-
dianas, tratando de detener a dos individuos que la siguen.
DELFINA. - ( Agitada.) Quédese usted aquí, señor, hasta que salga
don Julio. Lo más probable es que ya se haya ido a la tienda.
INVESTIGADOR I. - Ya hemos estado en la tienda y aún no está
abierta. Necesitamos verlo.
DELFINA. -Pasen, pasen. Tomen asiento. Voy a darle la voz.
INVESTIGADOR I. - Rápido, señora, que es urgente.
DELFINA. - (Deja la bolsa y los paquetes sobre la mesa.) Un momen-
tito. ¡Qué apuro, Dios mío! (Sale.)
INVESTIGADOR I. - ( A su compañero.) ¡Qué tal calma! . ,
INVESTIGADOR 11.- ·Por qué no le dijiste que somos de la p ohcia?
( . .
Hubieras visto cómo perdía toda la pac1enc1a.
INVESTIGADOR 1.- No me gusta asustar a la geste. No es nada
simpático. (Saca un cigarrillo y le extiende la cajetilla al otro.)
¿Fumas?

153
Sebastián Salazar Bond.y

INVESTIGAD OR II . - Gracias. (Torna un cigarrillo


l
y enciende el de
bl )
su compañero y el propio. [!bservand~ os mue es. No son ri-
cos. Ap enas un poquito 1ne1orl que m1d.
ratonera.
, (Pausa. ) A . lo
STIGADOR J._ De veras. C ase me ta, n.o mas.
I NVE
nlejor son avaros. Como el mend'1go ese que a1 morir . deJ'6 una
millonada en el banco.
INVESTIGADOR II. - La tienda del centro debe dar una buena renta.
INVESTIGADOR I. - Claro que sí. Mi tía tiene, desde hace sólo cinco
años, una panadería en Lince y ya se ha construido una casa.
¡Un palacio, hermano! Cortinas de seda, lámparas de bronce y
una sala de estilo francés que es una preciosura.
INVESTIGADOR 11. - ¿La mamá de la gordita?
INVESTIGADOR I. - Esa misma.
INVESTIGADOR II. - Quiere decir que tu prima es un p1rtido.
INVESTIGADOR l. - Está de novia con un ingeniero, un yugoslavo
creo. Y se casan en febrero. Va a haber una farra grande.
INVESTIGADOR II. - Supongo que invitarás a tus amigos.
INVESTIGADOR I. - No soy yo el que se cas;1. y da la fiesta.
INVESTIGADOR II. - (En brorna.) Felizmente. El mat:rimonio es una
de las peores cosas que pueden sucederle al hombre. (Pausa. · Con-
sultando su reloj.) ¡Cómo tarda en salir ese tipo!
INVESTIGADOR I. - (Tomando asiento.) No te desesperes. L:1. noj-
cia no es como para .c orrer al encuentro de ella.
INVESTIGADOR 11.- ¿Y si se escapa? (Mira hacia el interior de la
casa.)
INVESTIGADOR I. - Es un viejo. (Pausa.) No iría -muy lejos.
INVESTIGADOR II.- (Yendo hacia el centro de la escena.) Ahí viene.
(El otro se pone en pie.)
JULIO. -(Que aparece. Se le ve abrumado.) Señores ...
INVESTIGADOR I. - Buenos días. (Pausa.) Somos de la policía. (Mues-
tra un documento.) Un hijo suyo, Mario Fabrini, ha sido de-
tenido.
JULIO. - (Con la voz quebrada.) No hace falta que me lo explique.
Lo sé todo. ( Aparece, sollozando, ANA. Viene con LucíA. Más
atrás está DELFINA, que también llora.)
INVESTIGADoR I. - (Al verlas.) Mis respetos.
JULIO. - ¿Qué desean de mí?

154
.
Algo que quiere 11iortr

ADOR I _ Se trata de comparecer en la Prefectura. Un


I~ESTIG tori; me supongo. Además, debemos hacer una inspec-
1nterroga ,
ción en la casa. .
·Debe ser ahora mismo?
1

JuLIO,T-IGADOcR I _ Es necesario. (Pausa. Como dando una explica-


INVES · .
. 'n) Son órdenes superiores.
CIO , dº .. , L . I
ruuo. _ (Resignado.) Estoy a su 1sposicion. ~ mismo ª. casa.
·ANA,_ (Yendo hacia su esposo.) ¿No te llevaran, no es cieno?
, ,
LUCÍA. _ Serenare, mama.
INVESTIGADOR I.- (Con tono amable, a ANA.) Vendrá por un mo-
mento con nosotros, señora. Nos comprometemos a traerlo de
: vuelta antes de una hora.
ANA. - ( A JULIO.) Iré contigo.
Juuo. - ¡Oh! Mejor sería que te quedares ...
ANA. - (Interrumpiéndolo.) No me separaré de ti.
LUCÍA. - Yo estaré a tu lado, mamá.
Juuo. - (Al INVESTIGADOR I.) ¿Hay inconveniente en que mi espo-
sa me acompañe?
INVESTIGADOR I. - No creo. Puede hacerlo si gusta. ( Al INVESTI-
GADOR II.) Oye, haz de una vez la inspección.
Juuo. - (Señalando · a DELFINA.) Ella puede acompañarlo.
DELFINA. -(Amedrentada.) No. Yo no, por favor ...
JULIO. - ¿Qué temes, Delfina? Así todo será más rápido.
LucÍA. - Anda con el señor.
DELFINA. - Bueno. Pase por aquí. . . (Toma la bolsa y los paquetes
que dejara sobre la mesa.) Por aquí. (Su voz se pierde en el mutis.)
La primera es la habitación de la niña Lucía.
INVESTIGADOR l. - ¿Puedo hacerle algunas preguntas?
Juuo. - Cumpla con su deber.
INVESTIGADOR l.- Tome asiento, señor. (JULIO toma asiento. A su
lado, :11-uy cerca, se .ritúa ANA. LUCÍA, un poco lejos, permanece
:~- Pie.) Son preguntas simples. Pura formalidad. (Pausa.) ¿Su
lJO Mario vive aquí?
JAN
ULIO.-N
unca tuvo otra casa.
~b ~ollozando, sin poderse contener.) ¡Es un niño! ¡No puede
]UL er ech~ nada malo!
IO. - ( Cariño ) T
INVEST so. engamos calma. Nada ganamos llorando. (Al
IGADOR I.) Prosiga usted.

155
Se b ast i án Salaz ar Bo·ndy

INVESTIGADOR I. _ ¿últimarnente, no notaron nada fospechos1 en él?


JULIO. - En realidad . . . Me par~ce que no.
INVESTIGADOR I. - ¿No ha trni1do un paquete o un bulto más
0
111 cnos sosp~cho so?
JULIO. _ No creo. Yo no he visto nada.
ANA._ No hemos visto nada extraño.
INVESTIGADOR l . - (A LucíA.) ¿Usted, señorita?
LucíA. - No. No ha traído nada raro.
INVESTIGADOR 1.- ¿Entre los amigos habituales está un tal Fran-
cisco Morales?
ANA. - Debe ser Paco Morales . (Pausa.) He oído hablar de él, pero
no lo conozco .
LUCÍA. - Un día vino por Mario y yo lo recibií.
INVESTIGADOR l. - ¿Habló usted con él?
LUCÍA. - Dos palabras, a lo más.
JULIO. - ¿Está co1nplicado en esto también?
INVESTIGADOR l. - Parece que es el cabecilla. (Pausa.) Disculpe una
pregunta más. ¿Hacía su hijo mucha ostentación de dinero?
ANA. - Al contrario ... Se quejaba de que ganaba muy poco.
INVESTIGADOR l. - ¿Sabe usted cuánto ganaba?
ANA. - (Tras ttna pausa.) No. Nunca lo dijo.
Juuo. - En ese sentido es muy reservado.
Vuelve el INVESTIGADOR II.
INVESTIGADOR l. - ¿Terminaste?
INVESTIGADOR Il -- Sí, no hay nada.
INVESTIGADOR l. - ¿Revisast e bien?
INVESTIGADOR II. - A menos que haya enterrado la plata .. .
JULIO. - ¿Qué buscan? ¿Plata?
INVESTIGADOR I. - El rescate. I-Iasta ahora no aparece.
INVESTIGADOR II. - (A su conzpañero.) Ya podernos salir.
lNVE.STIGADOR l. - Sí, va1nos. ( A JULIO.) Si no tiene inconve-
niente.
Juuo. - (Pouiéndose en fJie.) Sí, claro. I111ned iatan1ente. ( Ayuda ti
ANA et levantarse.) Será 1n cjor que te q uedes.
AN~. - Quiero estar contigo, Julio. ¡No nos separaremos!
LUCIA. - Yo también iré.
INVESTIGADOR U. - Salgan1os.

156
Alg o qüé q u t• e r e 1n o r i r

En ese instante irrttmpen en la habitación dos periodistas y un


fotógrafo. El "flash" de_ éste ciega a~ grupo. . . ,
1

INVESTIGADOR 1.- (Violento.) ¿Quien perm1t10 la entrada


de esta
gente? (Al INVESTIGADOR II.) ¡Ve a ver quién cometió una es-
tupidez igual!
El INVESTIGADOR II sale gritando.· "¡No dejen entrar a los pe-
riodistas.'". Mientras tanto, el INVESTIGADOR I trata de impedir por
la fuerza qtte los que ha~ ~ntrado se acerquen a ANA , LUCÍA y Ju-
uo, q11,e per1nanecen atonitos. La luz de la lámpara de magnesio
continúa re/.a,mpagueando.
INVESTIGADOR I. - (Forcejeando.) ¡Está prohibido! ¡No hay
repor-
taje!
PERIODISTA I. - ¡Es un ataque a 1a libertad de información
!
PERIODISTA II. - ¡Protestaremos! ¡Ya verá usted! (Va hasta la pa-
red donde pende la fotografía familiar y se la guarda en el bolsillo.)
INVESTIGADOR I. - (Tomando a ANA y JULIO del brazo.)
Vamos.
No hay tiempo que perder. .
Juuo. - ¡Es un atropello! ¡ No puedo dejar a esta gente en mi casa!
INVESTIGADOR J.- Ya no hay remedio. Vamos. (Salen los
tres.)
PERIODISTA 1. - (A LUCÍ A, que se ha quedado un poco
retrasada.)
¿Es usted la novia de Mario Fabrini?
PERIODISTA II. - ¿Debe el rapto castigarse con la pena capital?
LUCÍA. - ¡Déjeme! (Sale, pero antes de salir el "flash'' la
ilumin~.
C1tando hace mutis, al igual que cuando abandonan el escenario
ANA, JULIO y el INVESTIGADOR I, repetidas luces darán idea
de
que afuera hay más fotógrafos.)
DELFINA. -(Qi te aparece de pronto.) ¿Dónde se han ido?
¿Dónde
está el señor?
PERIODISTA 1.- (Al fotógrafo.) ¡Ahora, negro! (Vuelve
el flash".)
11

¿Qué opinión tiene de sus patrones?


DELFINA. - (Ahogada por el ,llanto.) ¿Dónde están?
PERIODISTA II. - ¿Qué vida llevan los Fabrini?
PERIODISTA l. - ¿Qué opinión tiene de sus patrones?
DELFINA. - ( Ajerrada con desesperación al PERIODISTA I.)
¿Se los
han llevado?
PERIODISTA II. - Se han ido con los policías.

157
S < 'b a st ii n S a la za r B o n d y

.Ora ndo fr an ca m en te .) ¿Pero po r qué? Si son 1a &ente


DELFINA. _ (U
...
más buena del m un do El
I, si n sa be r qu é pa rt id o tornar, la so ui en e
El PERIODISTA .
O en ci en de re pe tid
PE.
ta s. El FO TÓ GR AF
RIODISTA II to m a su
s no ªm en te
Jf í luz.

,
TELON LENTO

158
TERCE R ACTO

El mümo lugar, aproximadamente seis\años después. Es una tarde


. gris de invierno, cuya débil luz crepuscular procura a la estancia un
aire sombrío. Hay abandono, desorden, como si los habitantes -de la
casa hubieran olvidado el celo doméstico de antaño. Los muebles
están ocultos bajo fundas, los f toreros vacíos~\ el piso cubierto con
restos de periódicos j desperdicios. 'Al levantarse el telón, ~l escenario
está vacío. Suena ,p,rolongadamente el timbre de calle. ,Aparece
DELFINA, quien, antes de acudir a abrir, enciende la luz eléctrica.
L1tego se 'dirige a la puerta. Se~oyen sus exclamaciones.

DELFINA. -(Con incredulidad y emoción.) ¿Usted? ¿Us:ed? (Se la


ve.) ¿Cómo es posible?
JORGE._- (En el umbral. No lleva barba y, sin embargo, su figura
ya no es juvenil. Está mal vestido y sostiene una vieja maleta en
la mano.) Sí, soy yo. ¿Cómo estás?
DELFI_NA. -(Sin salir de su estupor.) ¿Por qué no avisó? ¡Qué bar-
baridad! ¡Pase! (Pausa.) Si parece mentira.
JORGE. - ¿Tanto he cambiado? ¡Vamos! ¡No me mires de ese
modo!
DE~INA. -;- Dem~ ,, su maleta. ( Adelantándose.) Pase, siéntese ...
<. or que no aviso? ·
0 · · en torno de si.')
J RGE.
p f- , ( Avanza mwan · d o con ansiosa expresión
re eri llegar
,
. . . (Pausa.) ¿No hay nad'1e?
de 1mprov1s0
DELFIN
Adentro está el señor Mario.
JORGE.~--:- S1._
(Mano? (Pausa.) ¿Y mi mamá? ¿Mi papá?

159
Sc ba st itÍ n Sa la za r Bo nd y

LF JNA. -H an estado fue ra tod a esta semana . Descansando en


OE regresan .
Pucusana . Pero, casualmente, hoy
¿~ e qué?
JORGE. - ¿Descansando? (Patua.)
b1en.
DELFINA. -D on Jul io no est uv o
le pasó?
JORGE. - ·N o estuvo bien? ¿Qué
. :_ (Seria.) El cor azó n ... No s dio un bu en susto. Gracias
DELFINA
y vuelven, casualmente hoy ...
a Dios ya está restablecido. Ho
(Pa11sa.) Siéntese.
er?
JORGE. - ¿Por qu é no 1ne lo . hid er? n sab o
LF INA . -E so fue ha ce qu inc e dias. No se pre oc up e. El médic
DE
dijo qu e ya no ha bía pe lig ro. ancia .) ¿Qué
JORGE. - ( Dltndo ttnos pasos hacia el centro de la est
antes.
falta aquí? La casa no está co mo
. -(T ra s él.) No fal ta na da . ( Como pidiendo disculpas .)
DELFINA
ha bid o cabeza pa ra hacer la lim -
Claro, con esto del señ or no ha
ña na , ~n un mo me nti to, tod o est ará en su sitio. (Pausa.)
pieza. Ma
Como en otr os t1e m pos.
su dureza.) Como en
JO RG E. - (Que lentamente ha ido perdiendo
mp os . . . (Se sienta . Pa ttsa .) Es dif íci l volver al pasado.
otros tie
s. (Lo hace. Echa la cabeza
(Pattsa larga.) Voy a ce rra r los ojo
) y a pe ns ar qu e los añ os no ha n transcurrido. Voy
hacia atrás. Vo
rm e qu e viv o en los día s en qu e aq uí no había ningún
a im ag ina
lor y tod o era sen cil lo. (Q ue da en silencio. DE LF IN A no com-
do
Pe ro dim e an tes alguna frase
prende.) A1ho ra los ab rir é, los ab rir é.
. fam ilia r, de tod os los días.
co rri en te, De lfi na . Un a pa lab ra
DE LF IN A. -(Desconcertada.)
No sé . .. No sé, niñ o Jo rge.
e alg o má s.
Eso: niñ o Jo rge . (Pausa.) Añ ad
, pero sin comprenderlo.) Ni ño Jor-
JORGE. -
D ELFINA. - (Sigttiendo· el jttego
. . . (Pausa.) ¿Quiere usted
ge. . . (Pcwsa.) No se me ocurre nada
un a taza de cafe? (Se
JORGE. - ( Abriendo los ojo
s.) Sí, sí. Es mi casa, mi vieja casa.
ina ! (L i
c ab raz a co n ca riño.) No soy un extran-
pone en pie.) ¡D elf
jero. (Ella correspo nde con el mi
srno afecto.) Todo es mío. Estaba
en mi sangre y despierta. ¡Mi cas
a!
LF IN A. -( Ll or iqu ean do y en jug ándose las lágrimas.) Claro que
DE .
casa, niño Jo rg e. Lo he mo s ex trañado mucho.
es su
GE . - Yo tam ,bi én a ust ed es, a tod os. Incluso a .. . (Se detiene.)
JOR
¿Está adentro?

160
Algo que quiere morir

_ ·Quién? ¿El niño Mario?


DELFINA, , e,
S1 el. · ·
JORGE, - ' ·Oh discúlpeme! Debo avisade. (Hace el ademán de
DELflNA, - ·' '
·,
1
al interior.) ,
(La coge del brazo.) No. (Pattsa.) ¿Que hace?
JORGE, -A _ Escl en su cuarto, durmiendo. Como trabaja de no-
DELFIN ·
che . . : .
·Es el m1sn10? (L . .
a m1,1,1er no contesta porque no entiende
JORGE, - ( b. d ;>
l-tJ preg,,nta.) ¿Ha ca1n ia o.
DELFINA. - Ya no es un chico. Está como usted, como la señorita
Luda.
JORGE._ Lucía . .. (Pattsa.) ¿Ella también está en Pucusana?
DELFINA. -No. Tiene un empleo. Viene aquí los sábados, pero
hoy, como vuelven el señor y la señora, comerá aquí.
JORGE. - Vive sola, entonces.
DELFINA. -Desde el año pasado. (Pausa.) Pero hoy estarán todos,
¿se da cuenta? ·
JORGE. - Es cierto. (Pausa.) Como si nos hubiéramo s dado cita.
DELFINA. -Preparar é algo rico. Se sentirán felices. ¡Oih, qué ale-
gría!
JoRGE.-{Sin poder disimular su contento.) He soñado con ese
momento. Y se cumple. He pedido, con el corazón hecho un nu-
do, q~e el tie1npo volviera hacia atrás.
DELFINA. - Ya no se separarán más, ¿no es cierto?
JORGE. - (Tras ttna pausa.) No se puede prever qué va a suceder
ahora. Cada uno p ondrá su parte y quizá· retorne lo que aquel
maldito día p erdimos . . .
DELFINA. -Yo cocinaré algo rico, niño Jorge. Algo de lo que les
gusta a todos.
JORGE. - Cada uno su p arte. (Se acerca a la mujer.) Tú lo tuyo,
claro, pero, ¿y los demás?
DELFINA·
V - Los demas / tam-b'1en,
' ya vera.
/
J~! DE MARIO. - ( Agrio.) ¡Delfina!
VozGE. -(Atento·) Es e·
'l
JoR~~-B__MAruo. - ¿Quién está ahí, D ·e lfina?
DELFINA ( A D ELFINA.) No contestes, no te muevas . ..
y02 D ~;- Se molestará.
- E l.VlAR .
IO. - ( Gritando.) ¡Delfina!

161
S,ebastián Salazar Bondy
,
JORGE. -Quiero que venga y 1ne encuentre ,aqu1. ¿Co1nprendes?
DELFINA. -(Preoc11,pada.) ¡Pero se 1nolestara!
JORGE._ (Sujetándola.) Calla.
MARIO. - ¡Delfina!
JORGE. - (Pausa larga.) ~ué<latc quieta. , .
1{ARIO. - (Entfando violenta11iente.) ¿Por que demon10s no con-
testas? (Ve a st'1 herniano y se qtteda co1no petrificado. Pausa.)
¿Tú?
JORGE. - Sí, Mario, yo . . . ( Silencio prolongado. Con un gesto
cordial.) Hermano . ..
~{ARIO. - ¿Por qué no avisaste?
JORGE. - ( Avanza hacia MARIO afectuosamente.) Quise darles la
sorpresa.
~{ARIO. - (Con un dejo de ironía.) Siempre original.
JORGE. - ( Abriéndole los brazos.) Dame un abrazo, Mario.
MARIO. - (Frío.) ¿Un abrazo? (Pausa.) Bueno. Es un toque sen-
timental.
JORGE. -(Desarmado, un poco en ridículo, abraza a MARIO. Pausa
embarazosa.) No te alegra verme, es evidente.
MARIO. - (Sin convicción.) Claro que sí, hon1bre. (Dándose vuelta
hacia DELFINA.) ¿Por qué te quedaste callada? Ya sabes que me
irrita llamar como un idiota.
JORGE. - Yo le pedí que no te contestara. Quería que vinieras hacia
,
aca.
MARIO. - Tienes buen humor. Te felicito. ( A DELFINA.) Trae la
botella que hay en mi cuarto. ( A JORGE.) Supongo que celebra-
remos este acontecimiento. Sentémonos. ( A DELFINA, que ha ido
por la maleta que está junto a la puerta.) Y dos vasitos.
DELFINA. -Muy bien. ( A JORGE.) La llevo adentro, ¿no?
MARIO. - No supondrás que se va a quedar ahí. (Sale DELFINA.)
Tan tonta como siempre. Las cosas, corno ves, no han cambiado.
JORGE. - ¿Crees, de verdad, eso?
MARIO. - Es un decir. No n1e preocupo por las palabras. (Pau sa,)
¿En qué viniste?
JORGE. - En barco. En un buque hobndés, de carga.
MARIO. - (Que saca cigarrillos.) ¿Fuinas?
JORGE. - N o, gracias.
MARIO. - ¿Tampoco bebes?

162
A /go q 11 e q 11 i e r e 111 ori r

GB se po:'e
-Fu mo y bebo, no te preocupes. (Pattsa larga. Jo~
Al f,,n, se det#J-
JoR~:·pie y ca,nina por la habitació11, sin 1e11tido.
. :>
t1e) .A que, te ded1cas. hago.
· ~ No tengo rentas. Es fácil ded ucir qué es lo que b ,
MARJO. . b T ta a en que .
trab aJa as. ,e Rre gun
JOR GE. _ Delfina me dijo que
MARIO. - (Reticente.) Ten go un pue sto pub,1tco.. ;>
JOR GE. _ (lnsatis fech o.) Ah. . . (Patt1a.
) ¿Estas bien .
MARIO. - Creo que sí. Es trab ajo livi ano
.
JORGE. - ¿Oficina?
MARIO, - ¿Me ves detr ás de un escritorio?
JORGE. - No. Por eso te lo pre gun to.
MARIO. - Es traba jo en la calle.
JORGE. - De noche.
Del fina ?
1'{ARIO. - (Con contenida irritación.) ¿Ta mbi én te lo dijo
JOOGE. - Sí. No tien e nad a de mal o.
ua.
MARIO. - No, per o la verd ad es que no pue de con su leng
JORGE. - -Es una bue na muj er. (Pausa.) Par
ece que te mol esta .
ves. Le ped í la bo-
1fARIO. - ¿A mí? No especialmente. Per o, ya
¡De lfin a!
tella y los vasos, y toda vía no viene. (Hacia afuera.)
Voz DE DELFINA. - ¡Ya voy!
JORGE. - ( Ant e un gesto de fastidio de
su her man o.) No es jov en.
Par ece que te has
1fAruo. - No es cue stió n de juv entu d o vejez.
olvidado de ciertas cosas del país .
DELFINA. - (Que' vien e con la botella y los vas
itos en una bandeja.)
Estaba lavando los vasos, niñ o Ma rio.
eso de uniño,,.
MAruo. - (Afuera.) Ya te he dich o que no qui ero oir
DELFINA. -Di scu lpe uste d. Se me esc apa . . .
(Po ne la ban deja en
una 1nesita y se disp one a servir.)
MARIO. - Deja. Ser viré yo.
DELFINA. - (Medio mut is.) ¿Co mer á hue vo?
GE. ) Sup ong o
MAruo. - Si no hay otra cosa. (Sale DEL FIN A. A JOR
que me acompañarás con un trag o.
JORGE. - Bueno. (Pausa.) Dos ded os, no
más .
r per o
M.Aruo.-:- (Mientras sirve.) El agu ard ien te está cad a veza peo
vaso su lerm a-
el whisky es lo más caro del n1undo. ( Alc anz a un
no ) Salud p or e1 h 1· JO
· ,d·
}ORG ~ pro 1go. (Ha y iron ía en Stts palabras.)
MAR · - Salud. (Beben. Pattsa.) ¿Fu e gra ve lo de pap á?
.) Ah ora
IO. - Caro, más bien . (Pausa.) Cos as de la eda d. (Pausa

163
Scb asti án Sal aza r Bo1 1dy
, T,, 111 bién Lucía. ( Bebe .) Es curioso. Va a ser una reunión
ven d ran. " .
de familia. Tu presencia resultará sensacional.
JORG E._ (Seco .) ¿Por que. '1
. ..
MAR IO._ ¡Oh! Estos encu entro s cmoc10nan _tanto
a los v1e10s y a
las mujeres. Lloran y todo. Se va a _repetir la de~garr~dora cere-
monia de mi vuelta, hace año y n1ed10. ( Pattsa.) S1 hubi eras visto
.
(Pat1sa.) Todo marchó bien hasta que pasó la novedad.
JORGE. - ¿Qué sucedió entonces?
MAR IO. - En esta casa no hay un centa vo parti do por la mitad .
Lucía pone unos reales, cotno regalo, pero yo cargo con lo más
pesado. A los pocos días de salir de la Peni tenci aría, me di
cuenta de que esperaban que yo traje ra dine ro.
J~1.GE. - Mari o, eso era natur al.
MAR IO. - ¿Nat ural? ¡Cinco años entre rejas bien mere cían que se
me dejara gozar un poco de la libertad! (Pausa.) Pero , no. Tuve
que ir a buscar el pan a la calle. Y para mí, con mis antecedentes,
eso no era fácil. (Pausa.) En todas parte s la mism a cara. ¡El rap-
tor! ¡El raptor! (Pausa.) ¡Hijo s de p . .. ! (Pausa.) ¡Y pensar que
si en esa porq uería no hubi era habid o un traid or, hoy yo sería
el
señor Mari o Fabr ini, un caballero intachable!
JORGE. - (Entre otras razones para calmarlo.) Pero
encontraste un
empleo. Eso era lo impo rtant e.
MAR IO. -U n lindo empl eo. (Pausa. Volviendo a
su hosquedad.) No
soy infeliz, no. (Con intención .) Por lo meno s el pues to me per-
mite senti rme segu ro y desq uitar me algun as cositas ...
JORGE. - (Sin dureza, pero acentuándolo.) ¿Por qué
no hablas claro?
¿Qué clase de traba jo es el que haces?
MARIO. - T e repu gnar á. (Pausa.) Sien1pre fuiste muy sensible. Un
poet a o cosa así. (Pausa.) No soy u n santo.
J ORGE. - ( Acentuando el asedio.) ¿Qué es lo que haces? ¿Es
incon-
fesab le acaso?
MAR IO. - No te alarmes. Estoy dent ro de la ley.
JORGE. - (Con el 11úsnio tono .) Term inem os con este juego, Mario,
por favor.
MAR IO. - Te va a repugnar, ya te lo he dich o.
JORGE. - Tu tono no anun cia nada buen o. ¿Qué
es lo que haces _?
MAR IO. -- El tono es profe sional, ¿enti ende s? Lo
adqu irí en la pn·

164
Al go qu e qu i e r e mo rr r
sión , .pero lo he:· perfeccionado en
el oficio . H ·tcc falta mucho
coraje para hacer Jo que h ago .
JORGE. - Deja de un a vez las
ambig üed ades.
MARIO. - Si tú lo quieres, bien. (Pdttsa .) ¿Sabes
qu é soy?
¿Qué?
JO RG E.· -
MARIO. - (Co n-10 dispa rando con 11,n arrna, a boc
a de jarro.) ¡Soplón!
JORGE. - (Silen cio largo . El
otro sonríe con cinism o.) ¿Es ver-
. dad eso?
~{ARIO. -- Y no un sub ord ina
do . Soy algo así como un jefe.
JORGE. - (Sin piedad.) ¿Y cón
10 has caído tan bajo?
~{ARIO . -- ( Cín ico .) No sabes
qu é cara po nía la ge nte cuando pe día
coloc1ció n. Pro nto pe rdí las esp
eranzas. (Pausa.) Tu ve bu en a
suerte, sin en1bar go . En la Penitenc
iaría conocí a un sujeto qu e
siempre se jactaba de sus relacione
s. Un a 1nañana lo encontré en
un café. Sin circunloquios me pre
gu ntó si qu erí a tra ba jar pa ra
el Go bie rno. Vi gil ar a algunas per
sonas importantes, s~guirles
los pasos, inf orm ar sobre lo qu e
hacen . . . En fin, dic ho así el
asunto no pa rec e tan malo. (Pattsa
.) Al poco tie1npo ascendí.
JORGE. - No tuv ist e reparo
s. . .
MARIO. - Al pri nc ipi o sen tí ciertos escrúpulo
s, no te creas. (Pausa .)
Pero el sueldo es bu en o, el esfuer
zo pe qu eñ o y el poder, pa ra
todo orden de cosas, ba sta nte eficaz
. Eso es tod o. (Se sirve otro
-vaso .) ¿Tomas otro?
JQRGE. - ( Co n aut éntico dol
or.) To do me imaginé, menos esto.
MARIO. - (T ras de beber.) Q uizá desde tu pu nto
de vista la cosa
tenga otro asp ecto. Se trata de tu sen
sibilidad, sobre todo. (Pausa.)
Yo era un rap tor, un criminal. Y
estoy rei vin dic ánd om e. (Pau-
sa.) Ah ora soy un soplón. He progre
sado. (R íe.)
JORGE. - (Cr1tel.) ¡U n soplón
! . ¡Es decir, un miserable!
11AR10t - (Que ha sido herido.) Si no
te gusta, te callas . Miserable
soy tan to yo, qu e soy un soplón, con
10 tú, qu e eres un parásito.
JORGE. - ( A punto de estall
ar.) He ven ido a reparar todos los errore
que com etí. ¡Y pagaré m i de uda, s
no te qu ep a duda!
MARIO. - (V iol ento.) ¿N o he pagado yo las mí
as? ¡M ira mis ma-
nos ! En la cárcel he sido ob rero, pe
ón . ¡H e convivido co n asesi-
nos , con locos co n maricones con
monstruos de toda clase! iY
cada día qu e he pasado ent re 'esa ge
)

nte ha sido un a moneda qu e


le he dado a la sociedad po r un acto qu e
cometí como si jugara!

16S
Seb ~sti á11 Sála z ((ir Do1 1dy

cómo pagarás el daño que ahora haces persiguien-


JORGE. - ¿Y u10
inocentes? . , ~
~,{ARIO. _ ¿Es un delito ser pod11Cl.ia.
JORGE. - ¡La traición es un e tto, aunque haya canallas que la
paguen! ad
l\..fARIO. _ (Enfurecido . y amena~ or.) ¡N o soy un traido
r!
E _ . Un delat or es un traidor!
JORG , d'
¡Retira lo que ices, o s1. no . ...f
1
~{ARIO. _
JORGE._ ¿Tamb1en ., I I
eres maton.
1'íARIO, _ ( Echándose al cuello de su hermano.) ¡Retir
a lo que has
dicho!
fORGE . -(Lttchando.) ¡Suéltame!
DELFINA. -(Q ue ha escuchado el ruido . Alarmada.) ¡No, señor Ma-
rio! ¡Es su hermano!
1{ARIO. - (Soltando a JORGE.) ¡Vete a la cocina! ¡No te entrome-
tas en esto!
DELFINA. -(A medrentada.) Lo iba a matar, señor. No está bien,
no . . .
:MARIO. - ¿Matarlo? ¿Acaso soy un asesino?
JORGE. - (A DELFINA.) Trae mi maleta, por favor.
MARIO va hasta la botella y vuelv e a servirse.
DELFINA. - ;Pero qué pasó?
JORGE. - (Arreglándose el traje.) Nada . (Pausa.) Volveré más tarde.
(PattSa.) Trae mi maleta. (Pausa.) Y no digas una palabra sobre
todo esto.
1{ARIO. - ( A DELFINA.) Tráele la maleta y que se largue. Estába-
mo3 bien sin él. No necesitamos jueces en esta casa.
DELFINA. -(Sin obedecer.) Su papá y su mamá no tardarán, señor
Jorge. Espérelos .
JORGE. - No te preoc upes, Delfina. Volveré dent
ro de una o dos
horas.
l\fARIO. - (Iniperativo.) Devuélvele su maleta.
JORGE. - S( anda.
Sale DELFINA.
~fARI O. - Y antes de que te vayas te adve rtiré al o-o importante. Ex-
cepto L '
ucia, na¿·1e aquí sabe lo que hago . Cuídate de decirlo.
0
V
uelie DELFINA con la rnalcta
J ORGE. - Grac ias. Hasta pron to, Delfina.

166
. .
Algo que quiere 1n o r t r

MARIO, - (A DELFINA.) Vuelve adentro.


DELFINA, -Hasta luego, niño Jorge. (Sale vacilante, llena de temor.)
MARIO. - Algo más. Si vienes con tantas delicadezas aquí vas a
caer muy mal. Mejor evita preguntar de qué vive Lucía. (Pausa.)
Ahora, chau.
JORGE. - ¿Qué insi~úas?
MARIO. - Lo que piensas. Un soplón no es lo peor que vas a en-
contrar en la familia.
Antes de que JORGE conteste, suena el timbre. Aparece DELFINA.
DELFINA. - Deben ser los señores, gracias a Dios.
MARIO.- (Que se le interpone.) Yo abriré.
DELFINA. -(Obediente.) Bien. Está bien. (Sale.)
MARIO va hasta la puerta y se le oye. abrir. Se ve a LUCÍA. Viste
con elegancia y luce, por eso y por el maquillaje, más madura. JORGE
se halla en mitad de la habitación, de tal manera que su hermana, de
primera intención, no lo divisa.
MARIO. - Hola. (Detiene a LUCÍA con la mano.) No te apures.
LUCÍA. - ¿Qué te sucede?
MARIO. - Tenemos visita.
LUCÍA. - ¿Visita? ¿Quién?
MARIO. - (Sin permitirle avanzar.) Piensa.
LUCÍA. - ¡Oh, Mario, no estoy para juegos!
MARIO. - Algo inesperado.
LucÍA. - (Escurriéndose.) ¡Qué pesado! (Entra. Ve a JORGE. Con
ternura.) ¡Jorge! ¡Jorge querido!
JORGE. -(Estrechándose· con ella.) ¡Hermanita! ¡Hermanita! (Que.
dan así durantes unos instantes.) Estás muy .bien, Lucía. Déjame
que te mire.
LUCÍA. - ¿Y tú? (Pausa.) Más hombre, más maduro ... ·
JORGE. - (Acariciándola.) Estoy mejor. Ha sido una experiencia
dura, pero he venido. Creo en mí, creo en el mundo creo en la
felicidad. _ '
luc)A. - ¡Qué dicha para mamá! Te ha extrañado tanto. (A MA-
~ro.) ¿No es cierto? (A JORGE.) Cada vez que estamos reu_nidos
abla de ti. Es tanto, que por esa manía le tomamos el pelo. (A
MARIO.) ¿Recuerdas el sábado? Le dio por convencernos.·_de que
eras un buen mozo. ( Ríe,)

167
Scb ttst iá1 1 Sa1la z ar Do1 1cly
JORGE. _ Trabajaré para ella. ( Pausa.) Quiero inte ntar e.le volv
erle
un poco la vida que le quité.
LUCÍA. - ¿Y cóm o encu entr as a Mar io? Un
poc o gordo, ¿no es
cierto?
JORGE. - (Disi,nttlando.) Está bien .
MARIO. - (Brutal.) No seas hipó crit a. (A LucíA.) Acabamos de
pele ar. En el mom ento en que llegaste, él se iba.
Y es mejor
que lo haga.
LUCÍA. -(In cré dul a.) ¿Ha n pele ado ? No pue
de ser. Bromeas.
JORGE. - Des grac iada men te no brom ea.
Es verd ad : hem os peleado.
LUCÍA. - No enti end o. ¿Y por qué ?
(JOR GE disiniula con ttn ademán, pues no quiere referirse al mo-
tivo de la riña.)
MARIO. - (Que se ha sentado. Tranquilo.) Me ha llamado traid
or.
¿Sabes por qué ?
JORGE. - Mej or no hab lem os de eso.
MAR IO. - Por que trab a jo de sop lón.
LUC ÍA. - Y a te he sup lica do que no uses esa
pala bra.
MARIO. - ¿Ha y algu ien que use otra para designarine?
Es la más
JUSta.
LUC ÍA. - Es horr ible . (A JOR GE.) ¿Fue por eso, Jorge?
JOR GE. - Sí. (Pausa.) Es algo inac epta ble.
LUCÍA- - ¿Pe ro por qué ?
' JORGE. - No creo que hay a nad ie que se enorgullezca de cum
esa mis ión en el mun do.
MARIO. - Es pro bab le. En cam bio, hay quie nes tien en a
plir

título
hon roso vivi r hast a los 29 año s a cost a de su pad
re. Eso no es
más ejem plar .
LUC ÍA. - Es inút il inju riar se. ¿No será pos
ible olvi dar ahora, en
este día por lo men os, los rese ntim ient os?
JORGE. - Es verd ad, Luc ía. No diré 111ás
una pala bra que pueda
ofen der. (Te ndié ndo le la man o a su herniano.) Hag
amo s la raz,
Mar io. Mis con vicc ione s no adm iten el ca1nino que
has escogidC\,
pero pue do pres cind ir de ella s en este mom ento .
LUCÍA. - Sí, Mar io. Los viej os ven drán den
tro de un rato , Y en
nue stra s man os está sim ular que ha vue lto la dich
a de ayer. (S
MAR IO. - (Da ndo la man o desganadam ente a JORGE.) Bue no.
e
da vuelta inm edia tam ente .)

168
A I g o q 1, e q u i e r e 111 o r t' r

JORGE. - ' )
( A LUCIA. ¿y' tu.
,, ¿Q_ue, ha~es.'
.
LUCÍA. - Nada. Es decir, trabaJo. (Sin precisctr.) Hago negocios,
combinaciones .. ,
JORGE. - Y vives sola.
LUCÍA. - Con una amiga. Tengo un departamen
tito y ahí vendo
ropa nortea1ncricana que otra amiga importa. (Tratando de vari
ar
el tema de la conversación.) ¿A qué piensas dedicarte tú?
JORGE. - De inmediato, no sé. (Pausa.) Tengo espe
ranza de encon-
trar algún lugar. La experiencia que he acumulado me serv
irá
para hacer algo. En fin, ya veré. (Pausa.) Y tú, ¿no extrañas
la
casa, sus costumbres?
LUCÍA. -A l principio por supuesto, eché de men
os la vida en fa-
milia. Después, me fui habituando. Papá vendió la tienda
y yo
tuve que buscar una ocupació-9.
MARIO. - (Bruscamente.) ¿A qué hora dijo pap
á que venía?
LUCÍA. - Aseguró que hoy alrededor de las siete
estaría acá.
MARIO. - Son las ocho. Creo que no podré esperarlos. Tengo que
salir temprano.
LUCÍA. - (Defraudada.) ¿No puedes quedarte? ·
MARIO. - Tengo que trabajar. (Subrayando la
última palabra.)
LUCÍA. - Está bien. No se te puede pedir nada.
JORGE. - ¿No hay manera de que puedas falta
·r?
MARIO. - Yo sostengo la casa. (Pausa.) Allá los
que dilapidan todo
lo que tienen.
LUCÍA. - ¿Qué quieres decir?
MARIO. - Quiero decir que no puedo darme tus
lujos, hijita.
LUCÍA. - ¿Estás tratando de echarme en cara algo
?
JORGE. - (Procurando mediar.) Vamos. . . ¿Qu
é importa?
MARIO. - Importa, y mucho. No sé qué fina
lidad tienen todas
esas mentiras de tus negocios, tu amiga y tu departan1entito. Serí
a
mejor que di jeras la verdad.
LUCÍA. - (Herida.) ¿Por qué me odias?
MARIO. - No te odio. Te lo juro. Pero no
puedo escuchar tus
mentiras. (Pausa.)· ¡Dile, de una vez, lo que eres!
JORGE. - ( Amable.) No me interesa, hermanita
. No me interesa.
MA ~I~ .- (Violento.) ¡Ah! ¡Muy bien! Te inter
esaba saber de qué
v1v1a yo, pero no qué cochinadas hace tu hermana para
tener ca•

169
se b a s t i á 11, S a l a z a r B o 11 el y

sa, vestidos, di versiones, lujos. Lindo moralista eres. iYo soy


soplón, sí, pero ella es! . • •
JORGE._ (Ftterte.) ¡Calla! , .
¿Que puedes reprocharme? S1 aquí lleg6 1a
LUCÍA ._ (A MARIO.) . é a la calle ¿quién
. , f ') s· mGe ttr
miser ia, ¿por causa d e, quien ue., i
tuvo la culpa? ¿Por que no me case con ustavo? ¿Quién ensució
todo lo nuestro?
MAR IO._ ¿A qué viene lo de Gustavo? ¿Lo querí as a él O
quer'
su dinero, si situación? (Pausa. Más calmado.) Pero eso es 0 ;as
· 1 d 1 · · ra
cuestión. No se' a que' viene o e a miseria. Yo cometí un de-
lito, pero no gasté un centavo de la plata de nadie.
LUCÍA. - (Incisa.) Eso es lo que cr_ees. La verdad -po r si quieres
sabe rla- es que todo fue por ti. (Pausa.) Es algo que juré no
revelar jamás, un secreto que he guardado aquí dentro ( se señala
·el pecho) por compasión a tu desgracia. Tú no pagaste, como
acostumbras a decir, tu deuda con la sociedad ...
iw1 0. - (Temeroso de conocer una verdad que prefiere ignorar.)
¿Otra patraña? ( A JORGE.) ¿Qué crédito pued e dársele a una
mujer que es aman te profesional? ¿De dónd e sale todo lo que
tienes si no es de los ricos que te pagan tus favores?
lucÍ A.-( A JORGE, desesperada.) Es cierto, Jorge. Es cierto. A eso
he llegado. Y por eso vivo sola. Pero no soy una prostituta. La
historia es triste y larga, y no voy a contártela ahora. He sufrido
mucho ...
MAR IO.- (A JORGE.) Muy patético. Conmoverá tu corazón de ar-
tista. Pero, ¿y la moral? ¿Qué dice la moral?
LUCÍA. - ( A MARIO, despiadadamente.) ¿Sabes por qué saliste de la
cárcel antes de cump lir la pena completa? ¿Sabes quién compró
tu libertad y con qué dinero? Papá. Vend ió la tienda, reunió sus
ahorros, se empeñó ínteg ro para paga r tu bienestar.
MARIO. - (Desconcertado.) Salí por buen a conducta. lo dice el
papel que me dieron.
lucíA . - ¡Ese papel costó una fortu na: cincuenta años de trabajo!
MARIO. - ¡Falso! ¡Mientes!
LUCÍA. - ¡Cincuenta años de trabajo~ de sacrificio, de vida! ¡Con
e~o, pa_gó tu indulto! (Pausa.) Me hizo jurar que nunca te lo
dina. Que, al contrario, procu raría convencerte de que eras una
persona en paz con el mundo, digna de levantar la frente ante

170
Algo que quie re mor ir

cualquiera. ( A JORGE .) Malba rató la tienda para saciar la vora-


cidad de los funcionarios que tenían que conse guir el perdó n pa-
,
ra este.
MARIO. - (Vacil ante.) ¡Entonces, n1c engañ aron! ¡Me engañ aron!
¿Por qué? ¿Por qué?
LUCÍA. - Porqu e te quiere n, nada 1nás. (Se abraza a JORGE y llora
sobre s,, ho1nbro.)
JORGE. - Calma, Lucía. Hay que olvida r toda esta pesadilla.
1'{ARIO. - (Co11io acorralado.) Se los reprocharé. Les diré que han
sido unos canallas. (No sabe qué hacer.) Me iré para siempre.
1'fe iré.
LUCÍA. - ( Adolo rida.) He sido desleal, pero me obligaste. Mil veces
este secreto me quem ó la boca y mil veces me lo tragué . Tus
palabras hacia mí no han tenido nunca otro objeto que hacerme
sentir sucia, infame, maldita. (Pausa .) He hecho mal, lo sé, ya
no hay remedio .. .
JORGE . - Lucía, Mario : olvidemos este sueño de horro r. No nos
arrojemos más lodo.
~{AR IO.-(C omo monologando.) Yo no les pedí la libertad. A ese
precio no la quiero. (Paus a.) ¡Me largaré!
JORGE. - Por favor, escúchame, Mario. Y tú, Lucía. (Pausa.) Yo
tampoco he sido un ángel. Huí de aquí cuand o más falta hacía
mi presencia. Y eso fue una cobardía.
LUCÍA. - Much o antes de todo aquel lo pensabas viajar .
JORGE . - No, no trates de darle una explicación benév ola a mi
conducta. Fui un fugiti vo, un desertor. (Pausa.) Lo sé. Partí a
Europa p ara saciar una absur da sed de libertad, de plenit ud, que
no pude calma r. Mien tras ustedes sufría n humillaciones y penu-
rias, yo vagué , bebí, amé, sin itnpor tarme nada más que el instan-
te que pasab a. Fui de todo : desde paria que deam bula sin sen-
tido, hasta obrero que hace cenizas su sangr e en un somb río ta-
ller. Duran te much o much o tiemp o, el dinero fue para mí un
medio de satisfacer mis caprichos de decad ente y no me impor tó
de dónde proce día. Présta n10, limos na, despojo, el diner o era
siemp re un medio para entreg arme al desen freno . (Pausa.) Hasta
que lo conocí como salario. ¿Sabes qué signif ica esta palabra?
Es terrible. Fue cuand o co1nprendí que la plata era dolor, sólo
dolor.

171
Scbttsfid 11 Sala z a,· 8011cly

MARIO._ Dolor y rabia, yo lo sé•. . . .


JORGE. _ Cuando lo obtuve .
por 1n1 esfuerzo, 'el dinero se convirt' ,
E , 10 en
algo delicado, purís~mo. ~ nto?ces, evoq~1e esta casa, mi padre
ustedes. y el corazon, por n1as que quise acallarlo, renovó su~
golpes sus llamados. Si1nultánean1ente, las luces que me desl
braban' perdieron sus ·bni· 1os, 1as 1'd eas q~e me embriagabanum. se
marchitaron, los hon1bres a los que admiraba me desengañara
Me sentí solo, solo con n1i estéril y absurda historia. n.
MARIO. - Conozco esa soledad. La he rumiado durante cinco años
JORGE. - Alrededor, la gente pobre, sencilla, buena, igual a lo~
míos, se transforinó en la verdadera humanidad . Entonces todo
fue más claro, como cuando uno se recupera de una borrachera.
Tuve miedo y tuve, de nuevo, amor. Amor para los que trab1 jan
caen, se levantan, continúan o desaparecen vencidos pero lim~
pies. (Pausa.) He vuelto para ser uno de ellos.
LUCÍA. - Tú hablas bien y puedes decirlo. Yo siento lo mismo que
tú aunque no me haya atrevido a confesarlo nunca.
JORGE. - Lo siente también Mario. (Pausa. Persuasivo.) Quitémonos
la máscara y mostremos, al fin, nuestro auténtico rostro:
MARIO. - (Librando una lucha consigo mismo.) ¿Nuestro auténtico
rostro? ¿Crees que después de todo lo que he sido y soy, tengo
un rostro distinto del que todos me ven? (Pausa.) Yo sé que no
es igual -pedir perdón por ·haber sido un fugitivo, como tú, o
una débil, como tú, que arranca-rse de encima la palabra asesino.
LUCÍA. - Tú no mataste a nadie, Mario.
MARIO. - Para los demás hice algo que está muy cerca del crimen.
Y ahora .. .
JORGE. - Ahora no es tarde para volver a vivir como si no existiera
el pasado. Reconstruyamos todo esto, rechacemos todo lo ·que
dentro de nosotros quiere morir.
LUCÍA. - Que cuando lleguen los viejos encuentren que ha vuelto
el amor.
MARIO. - (Resistiéndose.) Será fingir y no sé si podré hacerlo.
JoR~E: -. No es imposible impedir que nuestra ahna se pudra de-
fimuvamente. Estamos vivos Mario 1·Vivos!
L ' ' . • o~
UCIA. - (Yendo hacia MARIO.) Harás el esfuerzo, ¿no es ciert ·
MARIO.--: (Se desase de ella, se pasea inquieto.) Soy bruta~. No ten•
go sutileza. (D~fesp~r.ado,) No podré. ¡Sé que no podre!

172
• •
Algo que quiere 1n o r t r

,A _ Es un acto de piedad. Esta noche, por lo menos.


LUCI ~ _ .y mañana? ¿Acaso no hay mañana? (Pausa.) ¡No! .
Me
MARI , é , J • . .
. , Ustedes diran cua quier cosa para exp1ICar mi ausencia.
1re. • 1
LUCÍA. - ,Mano.
~{ARJO. _ (En ttna crisis.), ¡No qui~ro mentir más! ¡Adiós~ (Intenta
ir hacia la puerta. LUCIA lo detiene. Él se suelta.) ¡Sueltame!
DELFINA, - (Apareciendo.) ¡Ahí vienen! Los he vis-to por la ven-
tana. ¡No peleen más, se lo suplico!
JORGE. - Terminemos, Mario. No hay más salida.
LUCÍA. -(Toman do a MARIO.} No habrá otra oportunidad. ¡Qué-
date! .
DELFINA. - ¡No peleen 1nás, por Dios! ¡Que los encuentren en
paz! Y o les abriré.
MARIO, abrumado, Je coloca en un lugar apartado, LUCÍA se
sitúa en pri?ner plano. JORGE, en pie, aguarda rígido en el centro
de la escena..
LUCÍA. - No se esperan un regalo igual. Estarán tan felices de ver-
te, Jorge. ,
DELFINA. - (Que ha estado escuchando hacia el exterior.) Ya están
,
aqu1.
JORGE. -Abre.
DELFINA abre la puerta. ANA, avejentada, pero sin haber per~
dido su porte señorial, a-parece primero. Detrás, más vencido por
los años, viene JULIO. Ambos visten muy modestamente.
ANA. - ¡Qué demora, hija! ¡Los colectivos hasta el tope y taxis por
ningún lado.
DELFINA. - Señora. . . (Va a hablar, pero la emoción la contiene.)
ANA. - Toma este paquete, mujer. (Le entrega una bolsa.) ¿Qué
te pasa? ¿Estabas durmiendo?
Juuo. - Debimos haber venido esta mañana. Tus caprichos ...
ANA. - Hubiera sido lo mismo. ( Avanza al interior. Ve a su hijo
Y queda en suspenso, sin creer lo que mira. La exclamación le
br~ta del alrna, con un grito.) ¡Jorge! ¡Jorge querido! ¿Desde
cuando estás aquí? - ·
JiRGE.- ¡Mamá! ¡Mamá! (Se dan un abrazo intenso y largo.)
I?·- ¿Jorge? ¿Jorge? ¡Pero muchacho! 1•Debiste avisar!
LULCIA
Jo ·- Qu'iso darnas una sorpresa.
RGE. - (Estrechando a su padre.) Papá ...

173
Scbastián Salazar Dondy

JULIO. - (Tratando de no llorar.), ¡Ah, 1nu~hacho! ¡~uchacho!


ANA._ Déjaine que te vea. Est.~s muy ~ten, 1nuy _bien. ¿Por qué
no escribiste que venías? Hub1era1nos ido a rec1b1rte.
LUCÍA._ Ha sido 1nejor así, m1má. ¿Sabés? Esta noche vamos a
con1er todos juntos.
JORGE. - Será una fiesta que nadie preparó.
DELFINA. - Yo tengo la co1nida casi lista. Voy a verla. (Sale.)
1{ARIO. - ¿Llegaste hoy?
ANA. - Estás un poco delgaducho. ¿Te sientes bien?
JORGE. - No quería dar 1nolestias. Llegar así, como partí, para ima-
ginar que el tic1n po no ha pasado. ¿Ves, 1na111á? Ahora estamos
como hace seis años.
JULIO. -Yo lo encuentro perfectamente, Ana. ¿Y tú, qué dices de
nosotros?
JORGE. -Todos tenemos unos años más, pero somos los mismos.
Tú, mamá, adorable. Mi papá, un poco más canoso, pero tan só-
lido como ayer. Lucía, bueno, hecha una mujer encantadora. y
Mario. . . (Lo mira.) Mario con su viejo aire de hombre tosco,
pero bueno.
ANA. - (Yendo hacia MARIO.) Mal afeitado, como de costumbre,
no tosco. (A MARIO, cariñosa.) ¿Cómo estás?
MARIO. - (Besando a su madre.) Sin novedad.
LUCÍA. - Esto hay que ordenarlo un poco. Sacaré las fundas de los
muebles. Algo de n1úsica no vendrá mal. (Enciende la ra-
dio. Se oye una nielodía triste, lenta, suave, que surge como si
1nanara del corazón de cada uno de los que ahí están reunidos.)
ANA. - Ayuda a Delfina a poner la mesa, Lucía, si no te es molesto.
Luc~ - (Que termina de q1titar las fundas y recoger los papeles
y trapos desperdigados por el suelo.) Voy en seguida. (Durante la
escena siguiente se dedica a poner la mesa y a disponer los pre-
1

parativos ~e la coniida.)
JORGE. -(A J U LIO.) Me acabo de enterar que estuviste enfermo.
¿Cómo te sientes?
JOLIO. - Ahora completamente restablecido.
A NA. - Yo cr~o que fue una especie de agotan1iento nervioso.
Ju1 ; 0 · - Los <lias en Pucusana me han hecho mucho bien. En eS ta
epoca está eso tan tranquilo. (Pausa.) •Cuándo te embarcaste?
JORGE. - Hace más de treinta días, en Et Havre. Un viaje terrible

17-1
Algo que quiere morir

en un barco de carga. Los cinco pasajeros hicimos la travesía


mareados. Y luego, a p1rtir del Caribe, ¡qué calor!
ANA._ De todos modos, te habrá servido de descanso.
JcLlO. _ Tu madre también se pasó el Atlántico tumbada en el
camarote.
ANA._ ¡Qué cxager.ición! Al principio me sentÍ descomp uesta,
pero después no. ( A lvfARI?, q,,~
ha pernianeci'!-o al ;'urrgen, jun-
to a la t·e,1t.mJ.) ¿Por que no sirves unas copitas, tu que eres el
tspecialista?
MARIO. - ( Que p,-oc1t·ra estar natural.) Me parece que Jorge bebe
poco.
A-:,;.A. - ( A JORGE.) Haces bien, hijito.
Jcuo. - En esta oportunidad harás una excepción. Es un día de
fiesta.
JORGE. -Tomar é más de una. Ya verás.
~!ARIO. - ( Que ha sacado copitas y sirve de la 11iiS1na botella q11e
antes.) Es un buen trago. Me lo regalaron en. . . el trabajo.
Jcuo. - ¡Ah, es del especial! (Toma la copa que le ofrece 1.fARIO.)
Corremos antes esta música tan •triste. (Apaga la radio. Pausa.)
Entonces, ¡salud!
1\Lrno. - Espera que le sirva a mamá.
fu'\A. - No, para mí no. Yo los acompaño sin beber.
lrcÍA. - (Que ha estado yendo y viniendo.) ¿Y para n1í? ¿Por qué
1

me excluyen a mí?
JORGE. - Toma ésta. A mí me servirá otra. (Le ofrece la s11ya a
LccíA, q!te la recibe sonriente.)
MARJO. - Quedan justamen te dos. (Las sirve y le extiende ttna de
E!l:zs a ]ORGE.)
11 ~A. - Sople la botella uno de los dos, para que se case. Ya) es
tiempo de que me den un nieto.
JORGE. - (A MARIO.) Dame la botella. (Sopla dentro de ella.) ¡Listo!
¡Puedes ir echando la b:iba por tu nieto! (Riendo. ) ¿A ver?
JrLio. - Bueno, antes de comenzar a 1nirnar a ese bandido, beba-
mos el trago. ¡Salud! ¡Por la vuelra de Jorge!
JORGE. - ¡Por todos nosotros!
_T,odos se dicen, recíproc,m1,ente, sal11d.
LCCIA - Aho
· . ·
ra m1smo · con 1a 111esa. ¿s·1enten e1 o1orCl'to
termrno
que viene de la cocina?

175
Scbast id11 Sala z ar /3011dy

MARIO. _ ]\fenos 1nal que no es el bisté con papas fritas de cos-


tumbre.
ANA._ No seJs malo. El bisté y las papas fritas _se deben a que
muchos días no apareces a comer y los platos finos hay que ti~
rnrlos a b basura. ( A JORGE.) No se acostumbra a avisar cuando
se qucd.t en la calle.
Jo~tGE. - Aunque el menú sea bisté y papas fritas, lo devoraré co-
. mo si fuera algo celestial. Ya verás.
JULIO. - En los días de han1bre es cuando se aprende a querer cual-
quier insignificancia del hogar. ¿No es cierto, Jorge?
MARIO. - Yo tan1bién he aprobado ese curso, papá.
JULIO. - No he dicho que no, hijo.
ANA. - (Para evitar toda nube.) Pero si es evidente que se trata de
algo especial. ¿No sienten el aroma?
LUCÍA. - Ya podemos sentarnos a la me:·sa. (Remedando a un mayor-
domo .) La familia puede pasar al comedor.
Todos se dirigen a la mesa.
JULIO. - Cada uno en el sitio de costumbre.
JORGE. - Los recuerdo perfectamente. (Sefiala los lugares.) Tu aquí,
mamá. Mi papá, allá. Lucía, al frente. 1-fario, acá. Y yo, ahí.
¿Correcto? (Se sitúan tal como en la escena de la comida del pri-
mer acto.)
ANA. - No te ha fallado la memoria.
MARIO. - Estas cosas nunca se olvidan.
JORGE. - Efectivamente. Si ahora tuviera ochenta años recordaría
igual el lugar que cada uno de nosotros debe ocupar en la mesa.
LUCÍA. - Es curioso. Yo no recuerdo únicamente ese detalle, que es
muy sencillo, sino sucesos que ocurrieron mientras estábamos al-
morzando o comiendo.
JORGE. - Es verdad. A mí me pasa lo mismo.
JULIO. -No sé dót1de he leído que los hábitos de la infancia se
graban muy profundamente en el alma, co1no una cicatriz.
ANA. - ¿Qué tanto demora Delfina? Parece que ella tampoco olvi-
da sus hábitos. (Hacia afuera.) ¡Estan1os esperándote, Delfina!
JORGE. - A ver, Lucía, ¿qué cosa recuerdas tú cuando piensas en
1.ª mesa? Hay algo que a mí 1ne asalta infalible1nente. A lo me-
JOr coincidimos
LUCÍA, - En fin, ~uchas cosas. (Pensatit·a.) Espera.

17G
Algo que quiere 111, orir

_ (Qtte trae fuente h1t1neante.) No hay primer plato.


tt1ia
DELFINA, principal p ero está a punto. ( Muestra la fttente. Ex-
:esce es e1 ,.
,,,ción aprobatorl( 1.)
cla1r~•
_ Si en Europa me I1u b.1eran o f rec1'do un man,ar. seme1ante
.
Jo~~!iera dado mi vida por él, lo juro. (Patts,1.) ¡Sirve ya, mamá!
_ (A DELFINA.) Te has esmerado, Delfina.
CÍA. _ La cocina es como 1a poesia,
ANA, , ¿no Jorge.) H ay d'1as en que
Lu . .,
viene la insp1rac1on .
ANA,_ ( 1,fie11tras
sirve.) Ton11, LUCÍA. ¿Está bien?
LUCÍA. - Muy bien. Para el que lo desee, puse ají en la mesa.
ANA. - ( A Juuo.) Tú, viejo, muy poquito.
Juuo. - (A JdRGE.) Yo vivo bajo el mismo régimen de los cam-
. pos de concentración.
JORGE.- ¿Ése es para mí? _ No, mamá. Es mucho. En Europa el
estómago se 1ne ha reduodo.
A.NA. - Entonces, para Mario, que siempre tiene buen apetito. ¿Un
poco más?
MARIO. - i.\Jo, gracias.
ANA. - Éste para ti, Jorge. (Le alcanza el plato.) Y, para n1í, sólo
un bocado para probar. ( A JULIO.) Somos dos los que estamos en
el campo de concentración.
DELFINA. -El que quiera puede repetir. Yo ya he separado mi
parte.
JORGE. - Está delicioso. ¿Quieres pasarme el ají, Mario?
Juuo. -Yo también quiero una punta. (A ANA.) ¿Me autorizas?
ANA. - (A JULIO.) Hoy sí. .. (A DELFINA. ) Tengo que felicitarte.
En veinte años es la primera vez que está en la sazón justa. No
puede hacerse mejor.
DEL,FINA. - Ha salido así en honor del niño Jorge.
LUCIA. - (A JORGE.) ¿No te da risa oírte llamar niño?
Jo~GE._- Es un rezago colon ial. En España a un<;> lo tratan de se-
nonto.
MARIO
·-
L0 <l e nmo.- no pasa ele ser una 1nentecatada. Yo le
he
prohibido a D elfina que 111e lo diga.
DELFJ NA L b
]OR • · - ~ costum re, pues, ¿qué hago yo?
¡
cGE. Y bien, Lucía, no 1ne has dicho qué recuerdas tú, sola,
apu:in ~ piensas en n1omencos con10 éstos Ibas a decirlo cuando
' cio, Delfina con SLI n1 arav1·11a.
are ·

177

t
S- ebastián Sala zar B. 011, {¡l, y

tucíA. - No puedo precisarlo. Tendría que encontrarme en la


situación.
J;RGE. - ¿Y tú, Mario?
MARIO. - Nada especial. Sensaciones vagas, n1úsicns, perfume
JORGE. - ( Riendo.) Yo no sé por qué, a 111í n1e venía siempt · · ·
, . ., . e e1
recuerd o d e1 d 1a en que, por cqu1vocac1011, a1gu1en puso el azúcar
en el salero y la sal en la azucarera. Fue graciosísimo. Est b
· .do na da n1enos que don Jose' M aria,
1nv1ta ' ese amigo tuyo de ªª 1
, I I • l d
n1osrac.1os, papa, que tenia un tic en el a o derecho de la c os
Lucrt\.· - (R, 1e1u· do tam bien.
. , ) ¡Ya recuerdo! la sopa resultó como ara.
• :> y d , un
postre, ¿no es cierto. on Jose María se la tomó sin chistar
ANA. - ¿Sin chistar? El tic se le convirtió en una mueca horrible.
( Rie.) Fue un error de Delfina, que en ese tiempo estaba ena-
morada.
DELFINA. - ¡No, señora! Usted fue la que confundió los paquetes.
JORGE. - (Riendo más fuerte.) ¡Eso no fue nada! luego vino el
café, que resultó como un p1,1rgante. 1

I.ucÍA. - (Entre carcajadas.) ¡Y a don José María le vinieron


náuseas!
JULIO. - (Que ríe francamente.) ¡Pobre viejo! ¡Hizo un papel ri-
dículo! ·
JORGE. - Él no to1nó café,' sino leche. Al principio se puso pálido.
ANA. - Y, por ·señas con1enzó a pedir el )Jaño.
JORGE. - (Riendo mds y más y provocando la risa de los demás,
inclusive la de MARIO, que hasta ese niomento no ha sido gana-
do por la alegría.) ¡Así! ¡Fruncía un ojo! ¡Movía la cara! ¡Y le-
vantaba hacia mi papá, desesperadamente, la mano, de este modo!
(Imita todos esos gestos.)
MARIO. - (Riendo.) No entendíamos qué quería deci!·,
LUCÍA. - Hasta que 1ni p apá se levantó y lo acampano ~ devolver
todo lo que había comido con tan buen apetito. Parec1a un mu-
ñeco de cuerda. ( Ríe.) . , (L
DELFINA. - (Riendo .) ·Me d ejó el baño hecho un chiquero.
1
ª
risa es generctl1 plena estrtten d osa, como itn chorro deslumbrante¡

de dicha que, de pro~zto, httbiera inundctdo a aqttellos ·seres Y ª


lttgar donde se hallan. Lentanzente las carcajadas. decaen, se vda~
. '/enctO como ren 'J
ttplacc;ndo, desaparecen. Todos q11,ec,lan en ·st .' ' ¡ caras
, f b l
d os despites de 11,n es uerzo so re1;1umn o• Se mtran a as '

178
Algo - que quiere 1norir

mttdos. La lt,z, que con la alegría parece haberse acrecentado,


se' ha tornado pálida y hasta penttmbrosa. En esa tregua melan-
cólica, se alza el sollozo de DELFINA, qttietzl. despacio, mientras
todos los demás se hunden en su dolor, hace mutis, quejándose
queda y hondamente.)

TELÓN LENTO

179

También podría gustarte