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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

Bogotá D. C., veintinueve de abril de dos mil cinco

Ref. Expediente No. 7789

Se decide el recurso de casación interpuesto por la parte


demandante contra la sentencia de 20 de mayo de 1999, proferida
por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia -Sala
Civil-, como epílogo del proceso ordinario promovido por
Godofredo Urrea Zuluaga contra Adriana del Socorro Urrea Garro.

ANTECEDENTES

1. Godofredo Urrea Zuluaga entabló demanda contra


Adriana del Socorro Urrea Garro en la que pidió declarar:

1.1. Que el contrato de promesa de venta del bien inmueble


que describe en los hechos de la demanda, suscrito en documento
privado el 23 de octubre de 1995 entre Godofredo Urrea Zuluaga
como prometiente vendedor y Adriana del Socorro Urrea Garro
como prometiente compradora, es nulo de nulidad absoluta, por
carecer de un precio real y serio, por no determinar el lugar y
tiempo del pago del precio, por no contener un plazo o condición
que fije la época en que debía celebrarse el contrato, y por no
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especificar el lugar y la notaría donde debía otorgarse la escritura


de compraventa.

1.2. Que en caso de no prosperar la anterior pretensión, se


declare rescindido el contrato de promesa de venta por que hubo
lesión enorme en perjuicio del prometiente vendedor.

1.3. Que es nula, de nulidad absoluta, la escritura pública


de compraventa No. 084 del 10 de febrero de 1996 de la Notaría
Única de San Rafael otorgada entre las partes, por carecer de un
precio real y serio.

1.4. En subsidio de la anterior, declarar que la citada


escritura pública es nula, de nulidad relativa, por error en el
objeto.

1.5. En caso de no prosperar ninguna de las dos


pretensiones anteriores, declarar rescindido por lesión enorme, el
contrato de compraventa contenido en la escritura citada.

1.6. Como consecuencia de las anteriores peticiones, ordenar


a la demandada restituir al demandante el bien inmueble objeto de
este proceso, y en cuanto a mejoras, resolver de conformidad con
los artículos 961 a 971 del C.C.

2. Las anteriores pretensiones tienen soporte en los


hechos que a continuación se compendian:

2.1. Mediante documento privado reconocido ante Notario,


Godofredo Urrea Zuluaga y Adriana del Socorro Urrea Garro, padre
e hija respectivamente, celebraron un contrato de promesa de
compraventa, sobre un lote de terreno que hace parte de otro de
mayor extensión, ubicado en el área urbana del Municipio de San
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Rafael, comprendido dentro de los siguientes linderos: por el frente


en 8.00 metros con la carrera Santander; por un costado con la
calle Policarpa en 22 metros, es decir hasta donde encuentra
lindero con el predio prometido en venta a Jorge Suárez; por el
centro o parte de atrás con Jorge Suárez y terrenos del vendedor;
y por el otro costado con el mismo vendedor Urrea Zuluaga. Este
inmueble, como se indicó en la cláusula 2ª del contrato, había sido
adquirido por compra a Urías Hincapié, según documento que el
vendedor tenía en su poder.

2.2. Señaló el demandante que si se trata de la


compraventa de un inmueble y no de una promesa como lo señala
el mismo documento, el negocio jurídico es nulo absolutamente de
conformidad con el inciso 2º del artículo 1857 del C.C. que se
refiere a la formalidad de la escritura pública para la venta de
bienes raíces. Y en caso de ser una promesa, este contrato está
regulado por el artículo 89 de la Ley 153 de 1887 y también es
absolutamente nulo por las razones que señaló.

2.3. El precio fijado en el pacto, $5’000.000.oo, es irrisorio


si se tiene en cuenta que el valor real del predio en la fecha de la
negociación era de $20’000.000.oo, por lo que la promesa es nula
según lo establecido en el artículo 1848 del C.C., en concordancia
con el 1740 y 1741, motivo por el cual también genera lesión
enorme según los artículos 1946 y 1947 ibídem. También es nulo
de nulidad absoluta el citado contrato de promesa, ya que no se
indicó la forma como debía pagarse el saldo del precio, ni la fecha,
ni tiene plazo o condición que fije la época para celebrar el
contrato de compraventa, tampoco se indicó la notaría en la que se
otorgaría la escritura pública, todas exigencias previstas en la Ley
153 de 1887.

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2.4. Mediante escritura pública No. 084 de 10 de febrero de


1996 de la Notaría Única de San Rafael y en cumplimiento del
contrato de promesa a que se ha hecho mención, el demandante
vendió a la demandada la posesión quieta e ininterrumpida que por
más de 22 años ha ejercido sobre la totalidad del bien poseído,
cuando la promesa sólo comprendía una parte del predio, lo que
constituye un error evidente en el objeto del contrato en perjuicio
del vendedor.

2.5. La demandada incumplió con su obligación de cancelar


el saldo del precio, consistente en asumir los gastos del proceso
reivindicatorio que en contra del demandante había intentado el
señor Luis Alfonso Tejada Moreno, por lo que el precio citado en la
escritura de venta no es cierto, además de que para la época de la
negociación, el vendedor había obtenido sentencia favorable en
dicho litigio.

2.6. El precio de la venta consignado en la escritura pública


No. 084 es irrisorio, además no es real, pues no representa una
contraprestación onerosa y conmutativa, con lo cual ese acto
jurídico transgrede el artículo 1849 del C.C., en consecuencia, hay
asimetría contractual en los términos del artículo 1947 ib., ya que
el valor real de la totalidad del lote para la época de los hechos era
de $60’000.000.oo, el del lote prometido en venta de
$20’000.000.oo, mientras que tanto en la promesa como en la
escritura se estipuló un precio de sólo $5’000.000.oo.

2.7. La demandada se valió de las circunstancias de


inferioridad de su padre para celebrar los contratos aludidos, pues
el demandante desde hace muchos años presenta serios
quebrantos de salud física y síquica producto de su avanzada edad.

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2.8. La demandada se encuentra en posesión de parte de la


casa de habitación que existe en el inmueble de mayor extensión,
pero hasta la fecha de la presentación de la demanda no ha
realizado mejora alguna en ella.

3. La demandada una vez notificada personalmente se


opuso a las pretensiones, sobre los hechos dijo que algunos son
ciertos, pero negó la mayoría de ellos. Además, propuso como
excepciones de mérito las que denominó: ausencia de lesión
enorme, ausencia de causa para demandar, acción temeraria y la
genérica.

4. Finalizó la primera instancia mediante fallo de 9 de


febrero de 1999, que acogió la excepción de ausencia de lesión
enorme formulada por la demandada, declaró absolutamente nula
la promesa de contrato de compraventa a que se refiere la
demanda y desestimó las demás pretensiones del demandante.

5. Inconforme con lo resuelto, el demandante interpuso


recurso de apelación que fue desatado por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Antioquia, quien confirmó la decisión del a quo
en todas sus partes.

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

El Tribunal, luego de resumir los antecedentes procesales así


como los argumentos del juzgador de primera instancia, estimó
que no era menester entrar a considerar los vicios del contrato de
promesa, dado que la pretensión del demandante -aquí
apelante- prosperó, por lo que pasó a analizar la nulidad absoluta

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del contrato de compraventa que según lo relatado en la demanda


carece de precio real.

Al efecto, precisó que de conformidad con el artículo 1849


del C.C., la compraventa “va unida” al precio y éste se encuentra
regulado en el Capítulo 3º Título XXIII del Libro 4º ib.,
especialmente a partir del artículo 1864 en el que señala el deber
de las partes de fijarlo y las secuelas para cuando no se prevé,
contrario a lo que ocurre cuando es bajo, dado que para ello existe
la posibilidad de reclamar mediante el instituto de la lesión
enorme.

Consideró el Tribunal que es inaceptable hablar de error de


hecho como vicio del consentimiento cuando el problema se
reduce al tamaño del bien negociado, a la extensión del predio,
pues este vicio se presenta cuando el error se refiere a la sustancia
o calidad esencial del objeto sobre el que versa el contrato. Agregó
que el error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento
como lo indica el artículo 1509 del C.C., a no ser que recaiga sobre
la especie del acto o contrato, como cuando una de las partes
entiende mutuo y la otra donación.

Pasó entonces el ad quem a analizar la figura de la lesión


enorme con fundamento en diversa jurisprudencia de la Corte y
concluyó que la nulidad y la lesión enorme son instituciones
jurídicas diferentes, pero que, si con ocasión de la lesión puede
pedirse la rescisión del contrato, se hace indispensable integrar las
normas con las de la nulidad relativa, especialmente el artículo
1743 del C.C. que establece que no puede declararse sino a
petición de parte y en consecuencia, únicamente por la persona o
personas en cuyo beneficio la estableció la ley, o por sus herederos
o cesionarios.

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El Tribunal dijo estaba probado a lo largo del proceso, entre


otros puntos, que el demandante, después de efectuar la
separación de bienes de su esposa Laura Rosa Garro quedó con la
mitad de los derechos que tenía sobre el inmueble, que no son
diferentes a los originados en una posesión de 11 años, derechos
totales que fueron avaluados en $55.000.oo, en consecuencia al
actor le correspondieron $27.500.oo, además de que dentro de
ese inmueble de mayor extensión hay una parte del señor Luis
Alfonso Tejada Moreno, que en el momento de la partición no se
estimó.

Agregó que mediante prueba testimonial rendida por Bertha


Elizabeth Urrea Garro, hermana de la demandada, y por el doctor
José Luis Franco Alzate, abogado del demandante, se acreditó que
en 1.995 el actor estaba en mala situación económica, e inclusive
el inmueble estaba embargado dentro de un proceso instaurado
por Desiderio Galeano, a quien la demandada canceló el crédito,
las costas y gastos del litigio por valor de $3’500.000.oo, más
$500.000.oo de honorarios de abogado, pago que se originó en el
negocio contenido en el contrato de promesa de compraventa
celebrado el 22 de octubre de 1995 entre demandante y
demandada, que se finiquitó en la escritura pública 084 de 10 de
febrero de 1996 de la Notaría Única de San Rafael, solemnidad que
fue recomendada por el doctor José Luis Franco, quien estuvo
enterado de toda la negociación.

Añadió el sentenciador que además de los $4’000.000.oo


parece ser que la demandada pagó por lo menos un millón más,
como se desprende del contenido de la escritura citada; advierte el
mismo Tribunal que esta escritura se refiere a la posesión ejercida
por el actor durante más de 22 años, pero que como ya había

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perdido la mitad al efectuar la separación de bienes, los derechos


que vendió únicamente equivalen al 50%, lo que coincide con lo
señalado en el contrato de promesa de compraventa.

El Tribunal reiteró que tanto el apoderado de la partes,


doctor José Luis Franco, como la señora Bertha Elizabeth Urrea
Garro indicaron que la negociación efectuada era únicamente sobre
la parte que le quedó al señor Godofredo Urrea Zuluaga en
relación con los derechos adquiridos sobre el bien originados en la
posesión, y por lo tanto la demandada solamente adquirió el 50%
del inmueble disputado, puesto que el otro 50% era de su madre,
hoy de los herederos de ésta.

Respecto del dictamen pericial, consideró el Tribunal que a


pesar de su idoneidad, no tuvo la precaución de distinguir el valor
del inmueble y el valor de los derechos originados en la posesión,
pero como sí se precisó, el valor del metro cuadrado en área libre
y en área construida, se puede deducir que el valor de la
edificación es de $1’050.000.oo y si la mitad de la construcción
quedó en manos de los herederos de la señora Laura, el
demandante solamente vendió lo equivalente en mejoras a
$525.000.oo, razón por la cual su hija pagó por la expectativa del
pleito la suma de $4’500.000.oo.

Para el Tribunal, como la escritura pública cuestionada se


refiere únicamente a la venta de los derechos originados en una
posesión en cabeza del demandante, la compradora adquirió en
forma cierta solamente un poco más de $500.000.oo en mejoras,
por lo que es lógico deducir que en esa negociación no se puede
hablar de nulidad o de lesión enorme, dado que los cinco o seis
millones pagados son más que suficientes por la compra de esos
derechos originados en la posesión, los que únicamente pueden

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ser cuantificados y definidos en un proceso ordinario de resultado


incierto.

Finalmente el ad quem consideró que tampoco se puede


hablar de nulidad por ser irrisorio el precio, porque el objeto del
contrato es muy diferente al valor real del inmueble, sobre el que
se tienen únicamente los derechos originados en una posesión.
Tampoco hay nulidad por error en el objeto, pues todos los
contratantes sabían de qué se trataba la negociación, estuvieron
asesorados por abogado y tanto el padre como los hijos sabían de
la anterior partición y conocían el alcance real del objeto
negociado.

LA DEMANDA DE CASACIÓN

Dos cargos contiene la demanda de casación, ambos


fundados en la causal primera de casación.

PRIMER CARGO

Consideró el recurrente que la sentencia impugnada es


violatoria de los artículos 1502, 1508, 1510, 1511 ,1740, 1741 y
1871 del Código Civil, a consecuencia de errores de hecho
manifiestos cometidos en la apreciación de las pruebas que obran
en el proceso, las que confirman que el inmueble prometido en
venta era uno de menor extensión, cuya negociación es nula y así
lo declaró el a quo, mientras que mediante la escritura pública No.
084 de 10 de febrero de 1996 de la Notaría Única de San Rafael
díjose vender todo el inmueble de mayor extensión, del que se
había segregado el inicialmente prometido en venta, con lo cual se
contrarió la voluntad de las partes, en especial la del vendedor, por

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lo tanto, la citada escritura es nula y su contenido no es


simplemente el resultado de una modificación de la promesa, pues
verdaderamente se incurrió en error en el objeto, por cuanto el
inmueble descrito en la escritura es totalmente diferente del que
fue prometido en venta.

En la médula del cargo, el demandante en casación planteó


los siguientes reparos a la sentencia:

1. Hubo dos actos entre las partes, la promesa de


compraventa efectuada el 23 de octubre de 1995 -cuya
declaración de nulidad por el juzgado es ajena a los recursos– y la
compraventa hecha mediante escritura pública No. 084 de 10 de
febrero de 1996.

2. En su declaración, la demandada de manera expresa


afirmó que la compraventa hecha por escritura pública comprendió
la adquisición de la posesión sobre todo el inmueble, mientras que
en la promesa lo que ella adquirió fue un pleito, que ese cambio
está justificado porque murió su mamá -esposa del demandante- y
por el pago de una suma adicional de dinero no comprendida en la
promesa.

3. De la declaración que acaba de compendiarse dedujo el


recurrente que el “demandado (sic) solo quería vender la porción
indicada en la promesa de compraventa y que la venta sobre la
totalidad del inmueble fue producto de un error pues no hubo
alteraciones al precio...”.

4. Los testigos citados por la parte demandada dan cuenta


del error consistente en cambiar el objeto del contrato; la misma
persuasión trasmiten la escritura pública y la inspección judicial

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que dan cuenta de que el demandante mantiene la posesión de


una parte del inmueble, posesión que comparte con la demandada
y Alfonso Tejada Moreno. En idéntico sentido se pronunciaron los
peritos.

5. El Tribunal se equivocó cuando concluyó que la


escritura No. 084 de 10 de febrero de 1996 apenas comprendió el
50% de la posesión del inmueble, pues a juicio del ad quem
Godofredo Urrea Zuluaga no podía transferir más, en tanto el otro
50% correspondió a Laura Rosa Garro en la separación de bienes.
El error del Tribunal, dijo el casacionista, resulta de no ver que la
promesa de compraventa, la escritura pública, la inspección judicial
y el dictamen pericial muestran que no hay identidad entre el
inmueble prometido en venta y el que se describe en la escritura
publica numero 084 de 10 de febrero de 1996. Como el “Tribunal
considera equivocadamente que hay identidad y, por tanto, no hay
error en el objeto. Habiendo identidad, señala el Tribunal, no cabe
predicar aplicación del artículo 1511 del Código Civil como causa
para pedir la nulidad del contrato”.

6. También erró el Tribunal cuando interpretó que la


venta hecha por Godofredo Urrea Zuluaga apenas alcanzaba el
50% del inmueble, pues la otra mitad era ajena en tanto
correspondió a su esposa en la liquidación de la sociedad conyugal.
La equivocación reside, para el casacionista, en que la venta sí
podía comprender la totalidad del inmueble, pues de conformidad
con el artículo 1871 del Código Civil la venta de cosa ajena es
válida, normatividad que ignoró el Tribunal.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

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La acusación fracasa por adolecer de severas deficiencias de


orden técnico, como pasa a verse enseguida.

1. El Tribunal desdeñó la pretensión de nulidad relativa


del contrato de compraventa por un supuesto error en el objeto,
con fundamento en una consideración de carácter puramente
jurídico que reposa en el folio 21 del cuaderno numero cinco y que
a la letra dice: “así mismo hay vicio cuando el error de hecho se
refiere a la sustancia o calidad esencial del objeto sobre el que
versa el acto o contrato; esto es cuando si alguna de las partes
supone que el objeto es una barra de plata y realmente es una
masa de acrílico. Por eso es inaceptable hablar de error de hecho,
como vicio del consentimiento cuando todo se reduce al tamaño de
la cosa negociada, a la extensión del predio etc.”.

Como se aprecia, el juzgador, para decidir adversamente la


pretensión de nulidad relativa, no hizo ninguna consideración de
orden fáctico, pues dijo que las diferencias de extensión no daban
lugar a error esencial suficiente para afectar de nulidad del acto.
Desde esa perspectiva, resulta indiferente para el Tribunal si lo
realmente vendido fue el 50% o la totalidad del predio, pues
sencillamente juzgó que las divergencias sobre el tamaño de la
cosa negociada no causaban la nulidad del contrato. Entonces, así
el juzgador de segundo grado hubiera llegado a la conclusión que
propone el recurrente, sobre la ausencia de identidad entre la cosa
prometida en venta y la realmente vendida, la premisa jurídica
sentada por el Tribunal seguiría invariable: no hay nulidad por
error esencial de hecho “cuando todo se refiere al tamaño de la
cosa negociada, a la extensión del predio etc.”.

Vistas las cosas desde esa perspectiva, el cargo se resiente


de notorio desenfoque, pues el casacionista se extravió cuando

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para combatir el fallo en el tema de la nulidad, fue tras los


argumentos usados por el ad quem para resolver sobre la
pretensión de lesión enorme. Ahí se desentendió radicalmente del
argumento basilar expuesto para desechar la nulidad, que,
repítese, consiste en que las divergencias sobre la extensión de la
cosa vendida no dan pie a error en el objeto.

Es cierto que el Tribunal hizo consideraciones que le llevaron,


luego de interpretar el contrato, a concluir que lo realmente
vendido fue el 50% de la posesión ejercida, pero también es
evidente que tales inferencias fueron hechas a propósito de
calcular que la proporcionalidad entre lo vendido y el precio
pagado no era de magnitud suficiente para justificar la rescisión del
contrato por lesión enorme, y no para debatir sobre la pretensión
de nulidad.

Se sigue de todo lo anterior que el enunciado jurídico


adoptado por el sentenciador de segundo grado, según el cual no
hay error en el objeto cuando la divergencia atañe al tamaño de la
cosa negociada o a la extensión de un predio, no fue combatido
por el casacionista que apenas se ocupó de transcribirlo.

En suma, el censor dejó de lado el fundamento capital de la


sentencia, el que por ser netamente jurídico y no fáctico debió
enfrentarse por la vía directa, pues si ninguna consideración
empírica hizo el Tribunal para negar la nulidad relativa que propuso
la demandada, no podía cometer el error de hecho en la
estimación de las probanzas.

SEGUNDO CARGO.

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Se reprochó la sentencia por ser violadora de los artículos


1946 y 1948 del C.C., como consecuencia de errores manifiestos
de hecho en la apreciación de las pruebas, pues ellas muestran el
verdadero valor del inmueble y la falta de correspondencia con el
que fue pagado por el comprador, de lo cual emerge la lesión
enorme que el Tribunal dejó de ver.

En el desarrollo del cargo el demandante afirmó que el precio


pagado fue la suma de $5.000.000.oo., mediante la asunción de
las deudas cobradas en procesos ejecutivos que se adelantaban
contra el vendedor.

En contraste con el precio pagado, los peritos dictaminaron


que el inmueble tuvo los siguientes valores históricos:
$40.000.000.oo el 20 de octubre de 1995 (día de la promesa),
$45.000.000.oo. el 10 de febrero de 1996 (fecha de la escritura) y
para octubre de 1998 $51.187.487.oo. La comparación entre el
precio que la demandada admitió haber pagado ($6.000.000.oo.) y
cualquiera de los valores históricos del inmueble, arroja para el
demandante la lesión enorme.

A juicio del recurrente el problema central estriba en


determinar si se vendió un inmueble o los derechos derivados de la
posesión sin título. Ante semejante disyuntiva el demandante
afirmó que lo vendido fue el inmueble, aunque el vendedor nunca
pudiera hacer la tradición porque no es dueño, sino “meramente
un poseedor”, tras lo cual engarzó el argumento de que lo vendido
fue el inmueble porque el vendedor bien podía vender cosa ajena a
la luz del artículo 1871 del Código civil. Añadió el recurrente que la
equivocación del Tribunal también comprendió los medios
probatorios que indican, contra lo que al respecto concluyó el
Tribunal, que la venta contenida en la Escritura Pública No. 084 de

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1986 corresponde al 50% del inmueble, cuando el texto del


mentado instrumento expresamente se refiere a la totalidad del
bien y así lo ratificó la demandada al rendir el interrogatorio de
parte.

Como corolario del cargo pidió casar la sentencia, y en su


lugar decretar la nulidad relativa del acto, o en subsidió su
rescisión por lesión enorme.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

Es verdad que el Tribunal al acometer el estudio de la


pretensión de lesión enorme, concluyó que la venta sólo
comprendió el 50% del inmueble, pues la mitad excedente
pertenecía a la esposa del demandante, como quiera que a ella se
le asignó esa cuota en la liquidación de la sociedad conyugal.

Ello en principio permitiría pensar que si la mitad del


inmueble valía más de $20.000.000.oo. y la demandada apenas
pago $6.000.000.oo. el debate podría rondar los dominios de la
lesión enorme.

Sin embargo, el Tribunal fue más allá, pues además de


precisar la proporción vendida, expresamente consignó en sus
argumentos que “el dictamen pericial que reposa a folios 47 y
siguientes del cuaderno numero 2 pese a ser bastante bueno, no
tuvo la precaución de distinguir entre el valor del inmueble y el
valor de los derechos originados en el ejercicio de la posesión tema
fundamental para este litigio” (folio 25 del cuaderno 5).

Se vislumbra entonces que para el Tribunal fue fundamental


la distinción existente entre el valor de un predio y “el valor de los

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derechos originados en el ejercicio de la posesión” , tanto, que más


adelante recalcó que la hija del demandante pagó “por la
expectativa del pleito unos $4.500.000.oo” (folio 25. C. 5).

Y si alguna duda subsistiera, en el capítulo de conclusiones,


el Tribunal se compromete con la afirmación de que “la escritura
pública cuestionada solo se refiere a la venta de los derechos
originados en la posesión... lo que equivale a decir que la
compradora adquirió, en forma cierta, un poco más de quinientos
mil pesos en mejoras”, de todo lo cual extractó que “resulta lógico
deducir que en la negociación es imposible hablar de nulidad o de
lesión enorme”.

Y para cerrar sus reflexiones, el Tribunal argumentó que no


hay lesión enorme porque la suma pagada es más que suficiente
por la compra de “derechos originados en la posesión, solo
definibles y cuantificables en un proceso ordinario declarativo
constitutivo de resultado incierto” (folio 25. C. 5), tras lo cual dijo
que el precio no era irrisorio “dadas las circunstancias anotadas
sobre el objeto del contrato, muy diferente al valor real del
inmueble, sobre el cual solo se tiene los derechos originados en
una posesión”.

Como acaba de quedar compendiado, el Tribunal desechó la


lesión enorme porque en el acto acusado no se vendió un
inmueble sino los derechos derivados de la posesión, por cierto
sometidos a la incertidumbre de un pleito. Estos argumentos del
Tribunal no recibieron la atención debida del casacionista que
jamás intentó rebatir esas consideraciones del ad quem, pues
desplazó sus ataques a mostrar la asimetría absoluta entre el valor
dado por los peritos al inmueble y el precio pagado por la
compradora, sin desquiciar la inferencia del Tribunal de que lo
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vendido no fue el inmueble sino el derecho derivado de la posesión


sin título, que por su naturaleza contingente descarta la lesión
enorme.

Síguese de lo dicho que el demandante en casación eludió


confrontar los argumentos del Tribunal, pues apenas bosquejó la
tesis de que la venta recayó sobre un inmueble y no sobre el
derecho derivado de la posesión sin título, con lo que dejó de
demostrar cuáles de las pruebas mal apreciadas soportan este
aserto. Nótese que en su cometido, el casacionista apenas dijo que
Godofredo Urrea podía vender más que la posesión; que podía
vender el inmueble, ya que en Colombia la venta de cosa ajena es
válida, sin reparar en que la validez de la venta de cosa ajena no
implica que en este caso concreto se haya vendido el inmueble
como cosa ajena y no los derechos derivados de la posesión sin
título. Aunque sea cierto que la venta de una cosa ajena es válida
en Colombia, ello no implica que materialmente así haya ocurrido
aquí, pues como paladinamente lo advirtió el Tribunal, lo vendido
fueron los derechos derivados de la posesión ejercida por el
demandante.

En el caso que ahora ocupa la atención de la Corte, subsiste


la premisa sentada por el Tribunal y no atacada eficazmente por el
casacionista: que la venta atañe a la posesión sin título de
significado altamente contingente, lo que de suyo excluye la lesión
enorme; como tal supuesto fue el soporte fundamental de la
sentencia y la demanda de casación se desvió hacia otros
aspectos, el desenfoque es notorio.

Puestas en esta dimensión las cosas, la prosperidad no


acompaña el cargo

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DECISIÓN

En armonía con lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la
República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia
proferida el 20 de mayo de 1999 por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Antioquia, Sala Civil, decisión epílogo del
proceso ordinario promovido por Godofredo Urrea Zuluaga contra
Adriana del Socorro Urrea Garro.

Condénase en costas del recurso de casación a la parte


impugnante, las cuales serán tasadas en su oportunidad.

Cópiese, notifíquese y vuelva al Tribunal de origen.

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

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CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO

CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

E.V.P. Exp. No. 7789


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