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Venezuela, así como también personas interesadas en comunicarse con esta comunidad. La LSV
tiene una gramática y un vocabulario propios, que la diferencian de las lenguas de señas de otros
países.
Las primeras menciones conocidas acerca de una comunidad de personas con discapacidad
auditiva usuarios de una lengua de señas en Venezuela se remontan a la década de 1930, tras la
fundación de la primera escuela que acogió a niños con deficiencias auditivas en Caracas, la capital
del país¹. Esa escuela, el Instituto Venezolano de Ciegos y Sordomudos (IVCyS), fundada en 1939,
permitió la formación de una pequeña comunidad de señantes, que a partir de las señas caseras
traídas por cada uno, fue configurando un código común.
Más adelante, la administración del IVCyS decidió separar los niños sordos de los ciegos y se
fundó, para los primeros, la Escuela Taller de Sordomudos. En esta se empleó a maestros oyentes
formados en España, que conocían la lengua de las personas con discapacidad auditiva de ese país.
El contacto entre el código desarrollado hasta entonces por los niños y la LSE hablada por los
maestros parece ser el origen de lo que hoy es la LSV.
Durante los años 1980 el Ministerio de Educación de la época estableció una serie de política
dirigidas para la población no oyente del país a través del programa Educación Bilingüe para
Sordos que, de acuerdo con lingüista venezolano Alejandro Oviedo, debido a falta de planificación
y de personal especializado se dificultó el acceso a la lectura escrita para la comunidad sorda, pero
que materializó la primera escuela pública especializada y estimuló la investigación académica
sobre el tema.
Se estima que para el año 2015, alrededor de 15,000 personas en Venezuela se comunicaban a
través de esta lengua.