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Falcón - Traductores Del Exilio - Libro Entero
Falcón - Traductores Del Exilio - Libro Entero
DIRECCIÓN
Walther L. Bernecker
Sabine Friedrich
Gian Luca Gardini
Silke Jansen
Andrea Pagni
CONSEJO CIENTÍFICO
Vol. 56
Alejandrina Falcón
FAU Erlangen-Nürnberg
Centro de Estudios de Área
Sección Iberoamérica
Bismarckstr. 1
D-91054 Erlangen
Alemania
© Iberoamericana, 2018
Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid
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Diseño de cubierta: Carlos Sampayo (guión) y José Muñoz (dibujos): Sudor Sudaca. "Solos
para siempre" (página 6). Tomado de Fierro, 2 (octubre 1984). (c) Muñoz y Sampayo.
Impreso en España
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Para mis padres, Leticia y Ricardo
Índice
Introducción ................................................................................................................... 11
Agradecimientos............................................................................................................... 27
Conclusiones................................................................................................................... 217
Este libro puede leerse como una contribución a la historia cultural del exilio
argentino en España y como un estudio sobre las prácticas de traducción e importación
literaria en el campo editorial hispanoamericano de las últimas décadas del siglo XX.
Ambas tramas confluyen en la historia que las anuda: la de los exiliados argentinos
que aportaron sus saberes y su fuerza de trabajo a la industria editorial española entre
1974 y 1983. La investigación que le dio origen partió de una serie de preguntas
referidas a las condiciones sociales de existencia y de producción literaria de nove-
listas, poetas, periodistas y traductores exiliados en España entre 1974 y 1983. ¿Qué
profesiones, oficios o labores les permitieron sobrevivir y seguir produciendo?
¿Qué lugar ocuparon en el mundo cultural de la transición democrática española?
¿De qué modo quedaron registradas esas actividades en las representaciones del exilio
acuñadas por ellos y por la sociedad receptora, durante y después del exilio? Estas fue-
ron las primeras preguntas. La hipótesis, el intento de respuesta, fue que la dinámica
propia del exilio en España generó, en numerosos casos, una “caída” de los intelectua-
les en el trabajo manual, como relata el poeta Horacio Salas en la entrevista citada en
epígrafe; y, en otros, simultánea o alternativamente, promovió la ocupación en oficios
vinculados con la actividad editorial y el mundo del libro.
La presencia de mano de obra latinoamericana en las editoriales españolas no
ha sido sistemáticamente estudiada ni recogida en las múltiples narrativas que con-
forman la memoria colectiva de la edición hispanoamericana. Poner de manifiesto
esa presencia explorando el conjunto de temas y problemas que gravitaban en torno
a ella es uno de los propósitos de este libro. El otro es contribuir al conocimiento
sobre la historia y la sociología de la traducción editorial en el ámbito de habla his-
pana construyendo una biografía colectiva de importadores literarios, y explorando
12 Introducción
1
En cuya revista homónima fue publicado un registro de exiliados latinoamericanos en
Cataluña, organizado por actividad profesional: “Entre las figuras de la cultura latinoamericana,
pertenecientes a distintas generaciones, establecidas en Cataluña, pueden citarse: Escritores:
Eduardo Galeano, Griselda Gambaro, Cristina Peri Rossi, Vicente Zito Lema, Carlos Rama,
Alfonso Alcalde, Luis Luchi, Alberto Szpunberg, Eduardo Mignona, María de la Luz Uribe,
Mario Seer, Leonardo Castillo, Marcelo Cohen, Mario Trejo, Carlos Moreira […] Ángel
Rama, Andrés Ehrenhaus; […] Periodistas: Ana Basualdo, Carlos Alfieri, Carlos Tarsitano,
Ernesto Dip Ayala [sic], Rodolfo Vinacua, Homero Alsina [sic], Héctor Borrat, Luis López”
(Agermanament 1979: 37). El listado es extenso, obviamente incompleto, e incluye también
las siguientes categorías profesionales: “artistas plásticos”, “médicos/psicólogos”, “psicoanalistas
y psiquiatras”, “músicos”, “actores y cantantes”, “publicistas”, “juristas” (entre los que figura
David Tieffenberg, presidente de la Casa Argentina en Barcelona), “arquitectos” y “fotógrafos”.
Alejandrina Falcón 15
[M]e acuerdo de que en el comienzo, una tarde, vi desde una ochava que una
manifestación por la autonomía de Cataluña confluía con otra por la libertad
de los pájaros que se vendían en las ramblas y otra más de Comisiones Obreras,
y de que esa misma noche, en las ramblas, me arrastró un tropel de travestis
que desfilaba entre dílers, solapados carteles de las Brigadas Rojas e impunes
puestos callejeros de siete y medio […]. Me acuerdo de que una revista cul-
tural en la que escribía cambió de orientación cuatro veces en medio año: de
2
Tras declarar la organización del Estado en autonomías, la Constitución Española de
1978 decretaba en su artículo 3 que el “castellano” es la lengua “española oficial” del Estado
y que las demás lenguas españolas (catalán, eusquera y gallego) son cooficiales en el Estado y
oficiales en las respectivas comunidades autónomas.
16 Introducción
Exactamente diez años más tarde, Andrea Pagni (2014a) elaboró un balance
bibliográfico que venía a renovar las expectativas de quienes abogaban por una histo-
ria de la traducción y de los traductores en Argentina y América Latina. Caracterizada
por la diversificación de sus objetos de estudio, de los períodos y de las áreas geográ-
ficas indagadas, la historia de la traducción en América Latina ha desarrollado sus
horizontes más allá del estudio de las grandes traducciones producidas por grandes
18 Introducción
nombres de la cultura letrada (Bastin 2006). Atenta a la literatura popular, a todos los
géneros literarios, a las traducciones en la prensa periódica, a las seudotraducciones,
ha comenzado a interesarse por la multitud abigarrada de traductores e intérpretes
anónimos. Por cierto, la escritura de una historia de la traducción en América Latina
no ha de consistir en la mera descripción de traducciones y relevo de información en
fuentes que den cuenta de un escenario en el que culturas en pie de igualdad, lenguas
o textos se cruzan o entrelazan, y que el historiador traduciría ya en el catálogo de
nombres, biografías o títulos de obras traducidas, ya en la gesta “visibilizadora”
de individualidades menores o mayores a consagrar. ¿Qué función tiene la traducción
en el sistema cultural en que se inscribe? ¿Qué materiales selecciona la cultura receptora
para su traducción? ¿Cómo, por quiénes y con qué fin son traducidos esos materiales?
¿Qué normas rigen la traducción en los distintos circuitos de producción? ¿Cuál es la
recepción de las traducciones y de qué manera las traducciones se integran a otras for-
mas de producción textual? Tales son algunas de las preguntas que han de guiar el tra-
bajo de historiar la traducción en América Latina, como ha señalado Gertrudis Payàs:
3
Según Theo Hermans, en ciertas lenguas europeas, el término “traducción” conlleva una
carga metafórica visible en la etimología de la que deriva: la latina. En latín, “transferre” signi-
fica “llevar” o “transportar a través”, “relocalizar”. A su vez, el término latino “translatio” traduce
la palabra griega “metáfora”; es decir, significa “traducción” y también, como término teórico,
“metáfora” o “desplazamiento” (Hermans 2004).
20 Introducción
Así, establece las coordenadas a partir de las cuales aborda los fenómenos de tra-
ducción y las trayectorias de traductores en el exilio: no propone una reflexión “teórica
o lingüística sobre el acto de traducción” (2011: 14) sino un estudio de las condi-
ciones materiales de la práctica y de las condiciones de existencia de los traductores
emigrados; su abordaje se funda en una concepción materialista de los textos, atenta a
sus desplazamientos en el espacio y al de sus productores; por tal razón, la historia de
las traducciones “en sentido propio” está emparentada con la historia del libro.
El segundo antecedente son los trabajos sobre la historia de la traducción en el exi-
lio del comparatista español José Francisco Ruiz Casanova. Su pensamiento sobre el
tema puede leerse en el libro Dos cuestiones de literatura comparada: traducción y poesía;
exilio y traducción (2011) y en un artículo titulado “Exilio y Traducción” (2008), cuya
argumentación seguiremos aquí. Su perspectiva es relevante porque permite marcar
un contraste con la perspectiva de Banoun: por un lado, Ruiz Casanova articula el
sintagma “exilio y traducción” en términos tales que el problema de la lengua lite-
raria adquiere una densidad explicativa inédita; por otro, convierte en categorías de
análisis los usos metafóricos de sendas nociones, por lo que constituye un produc-
tivo contrapunto respecto del enfoque antes expuesto. Ruiz Casanova postula que las
traducciones realizadas por españoles en el exilio constituyen producciones cultura-
les pasibles de ser integradas al corpus de las traducciones nacionales. Advierte, por
cierto, la complejidad del planteo y formula una serie de preguntas necesarias para el
tratamiento del tema:
En este trabajo se considera que, entre “exilio” y “traducción”, no hay una relación
de equivalencia metafórica sino de inclusión material. Los términos “exilio” y “traduc-
ción” serán considerados como prácticas situadas: práctica política y tecnología de un
poder dictatorial, el primero; práctica discursiva operada por un sujeto social entre
dos lenguas o dos variedades de una misma lengua dotadas de prestigio diferencial, la
segunda. En tanto prácticas, habrán de dar origen a representaciones colectivas hete-
rogéneas y contrapuestas, entre las que se registrarán representaciones metafóricas.
Pero, desde nuestra perspectiva, la primera implica a la segunda, pues la traducción
constituyó entre 1974 y 1983 una opción laboral, una práctica profesional, desarro-
llada en el marco de la industria editorial durante el exilio geográfico de ciertos agentes
culturales argentinos instalados en España, especialmente en la ciudad de Barcelona.
4
Veáse el texto de Daniel Schiavi, “Despertar en Barcelona”, en el que identifica a las muje-
res argentinas que se adaptaban lingüísticamente con “malinches” y traidoras: “Las palabras se
iban y el lunfardo llenaba los agujeros. Rantifusa. Ella era de Lanús pero ahora decía: ‘Oie, tú
qué hostias, noi’” (1998: 622).
5
Véase, por ejemplo, el informe de la psicoanalista Carmen Morera en “Las formas men-
tales del exilio”, publicado en El Porteño: “La adopción de la lengua española como requisito
Alejandrina Falcón 23
para vivir en España era para muchos de nosotros la garantía de un olvido que no queríamos
permitirnos: el de la lengua argentina con sus propias leyes, tomando el ‘vos’ como pilar de
donde sosteníamos nuestra identidad de luchadores en el exilio” (1983).
24 Introducción
La investigación que dio origen a este libro me puso en contacto con quienes
vivieron en Barcelona en aquellos años. Estoy en deuda con ellos porque, al aceptar
compartir sus memorias sobre los trabajos del exilio, al recibirme con interés en Bue-
nos Aires o en Barcelona, y dialogar largamente, propiciar encuentros, aportar datos
valiosos, hicieron de mi investigación una experiencia vital completa. Agradezco a
Ana Basualdo, Ana María Becciú, Nora Catelli, Marcelo Cohen, Américo Cristófalo,
Andrés Ehrenhaus, Alicia Gallotti, compañera de Alberto Speratti, Ana María Garga-
tagli, Eduardo Goligorsky, Juan Martini, Daniel Schiavi y Marcial Souto, con quienes
pude conversar de viva voz, ya sea en persona o telefónicamente. A quienes respon-
dieron cuestionarios y correos: Celia Filipetto, Ana Goldar, Jonio González, Ricardo
Pochtar, Horacio Vázquez-Rial, in memoriam. A Mirta De Paola y Enrique Gracia
Trinidad por los datos aportados sobre Luis De Paola. A Elvio Gandolfo, sus recuer-
dos de Andrómeda y Adiax. Los hermanos Di Masso, Pablo y Gerardo, me dieron la
dicha de los descubrimientos tardíos y el placer de leerlos. A Roberto Bein, por res-
ponder con paciencia a mis preguntas, aportar documentos y enseñarme tantas cosas
desde 1998. Agradezco a José Muñoz y a Carlos Sampayo por autorizar gentilmente la
reproducción de una viñeta de Sudor Sudaca; y a Diego Rey por mediar en el intento.
Sin duda este trabajo nunca hubiera llegado a buen puerto sin las instituciones
y las personas que me apoyaron en todos estos años. Esta investigación contó con el
respaldo institucional del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Conicet), gracias a cuyas becas de posgrado pude realizar entre 2008 y 2013 mi tesis
doctoral en el marco del Programa de Doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires. En el plano personal, mi mayor agradecimiento,
que nunca será suficiente, es para Patricia Willson, directora, maestra y amiga querida,
por transmitirme el deseo de investigar y escribir sobre la historia de los traductores y
las traducciones. Agradezco a Sylvia Saítta, codirectora y sólido apoyo de mi trabajo
de investigación. A mi jurado de tesis: Silvina Jensen, Alejandro Cattaruzza y Andrea
Pagni, editora de este libro y codirectora de la colección de “Estudios latinoamerica-
nos”, por sus continuos aportes y su ayuda sostenida en el tiempo. A Santiago, por
nuestra vida juntos.
I. Representaciones del exilio
Los que vivimos fuera del lugar donde nacimos, y no por nuestra
voluntad, padecemos —o me pregunto ¿somos beneficiarios?—
de algunas fabulaciones inconmensurables y completamente
inidentificables con las realidades miserables y sin grandeza con que
nos desarrollamos en la vivencia cotidiana.
(Antonio Di Benedetto: Cuentos del exilio, 1983)
¿Qué es el exilio? Esta pregunta, que funda y motiva el presente capítulo, proba-
blemente no pueda responderse sin otra pregunta: ¿para quién? A juzgar por la biblio-
grafía —testimonial, historiográfica o filosófica—, el interrogante podría tener tantas
respuestas como puntos de vista aborden el objeto. De ahí que a menudo se hable
de “exilios”, en plural, o de “formas de exilio”. La diversidad de perspectivas abarca
un vasto espectro, que va de la antropología cultural al psicoanálisis, pasando por la
filosofía, el derecho o la literatura. Cada perspectiva pone distinto foco sobre la mul-
tiplicidad de experiencias de la alteridad y la extraterritorialidad, y cada una diseña
distintas figuras del extranjero, el emigrante y el inmigrante, el refugiado o el exiliado.
El propósito de este capítulo es poner en evidencia el carácter problemático, y aun
controvertido, de los usos de la categoría “exilio” en registros testimoniales y académicos.
No propongo elaborar una síntesis de perspectivas ni aportar una definición alterna-
tiva o normativa, y mucho menos exponer desgloses semánticos o lexicológicos que
poco dicen de los usos sociales y de los motivos e intereses, siempre contingentes,
que los rigen. Mi propósito específico es describir e interpretar, en el corpus de testi-
monios y debates producidos desde fines de los años setenta hasta el presente, las repre-
sentaciones dominantes del exilio argentino y examinar sus formulaciones metafóricas.
Este capítulo está organizado en tres partes. En primer lugar, se analiza la cons-
trucción de la categoría “exilio” en dos marcos disciplinares a fin de contrastar sus
30 Representaciones del exilio
Por una parte, hay una memoria de los crímenes masivos, bajo una forma jurí-
dica basada en la investigación y la prueba, a partir de la vía abierta por el Juicio
a las juntas. Por otra, hay una memoria de familiares y grupos allegados […].
Finalmente, están las memorias ideológicas, facciosas incluso, de grupos que rea-
firman identidades y afiliaciones del pasado; unos sostienen el relato de la “guerra
antisubversiva” y reproducen la imagen que la dictadura proporcionaba de sí
misma, otros, con variantes, reivindican el relato combatiente de la aventura
revolucionaria. No hace falta decir que esas memorias habilitan diversas com-
binaciones y gradaciones en narrativas amasadas con la fuerza de las pasiones
políticas, públicas y privadas (2004: 47).
de exilios literarios estudiada por Guillén constituye una referencia casi obligada en
los discursos metaforizantes del corpus testimonial argentino, persistencia que revela
la intención universalizante de las metáforas: la internacional de la literatura apela a
consignas literarias universales. Por ese motivo, también Guillén se plantea la pregunta
por la delimitación de la categoría en estudio:
Podría responderse que quizá no se trate de que uno u otro enfoque sea más
o menos superficial, sino de que uno y otro ponen en juego saberes disciplinares,
enfoques y objetivos de indagación muy diferentes. El problema podría radicar, antes
bien, en la confusión de ambas perspectivas. Si, tal como sostiene Bernard Lahire, “las
presentaciones y las concepciones que los escritores elaboran respecto de la actividad
literaria y de sí mismos en esa actividad solo pueden verdaderamente comprenderse
mediante el esfuerzo de articularlas con las condiciones de vida materiales y relacio-
nales, literarias y extraliterarias de sus portadores”, entonces la pregunta por las pre-
sentaciones metafóricas del exilio debe abordarse desde una perspectiva analítica que
considere en cada caso “la situación de quienes sostienen esos discursos y el contexto
preciso de enunciación” (Lahire 2006: 161. Trad. A.F.).
Porque el exilio es un objeto esencialmente interdisciplinario, para el estudioso de
la literatura, la caracterización que ofrecen los historiadores interesa en tanto exhibe
hasta qué punto el criterio de delimitación de la categoría determina las preguntas a
formular, de modo tal que su definición no puede emanar de deslindes semánticos o
terminológicos previos sino tan solo de su puesta en juego contextual. Sin embargo, a
diferencia de la perspectiva historiográfica, una mirada atenta al fenómeno de la litera-
tura del exilio no puede eludir el intento de comprensión de la dimensión metafórica.
Y esto por dos motivos: por un lado, porque los escritores son los principales enuncia-
dores del discurso metaforizante; por otro, porque un rasgo destacado de los primeros
estudios sistemáticos sobre literatura del exilio en los años setenta es la incorporación
de las representaciones metafóricas a las categorías de análisis.
Alejandrina Falcón 35
ensayo del escritor argentino Juan Martini, titulado “Naturaleza del exilio” (1993a)
y publicado en los noventa, década que coincidiría con la despolitización del exilio
en las cronologías establecidas por Jensen. El esquema de interpretación propuesto es
básicamente binario: pares asociados por relaciones de oposición o asociación semán-
tica. El “exilio literal” sería el exilio en su dimensión espacial. En ese sentido, entraña
un “sistema de adaptaciones lingüísticas, simbólicas y cotidianas” (2003: 139). El
“exilio metafórico”, en cambio, sería del orden del “sentir”; constituiría la formulación
subjetiva de una impresión relativa a la posición del escritor en un colectivo social
abarcador: “sentirse exiliado de un sistema, una cultura, una comunidad” (2003:
139). Se trataría, pues, de una auto-percepción, que en el caso de escritores deviene
rasgo inherente en virtud del estatuto marginal atribuido a la literatura en la sociedad.
Hasta aquí podría decirse que se describen representaciones nativas. Sin embargo,
el desarrollo argumental subsiguiente parece indicar que se asigna un valor explicativo
a la formulación metafórica nativa. El desarrollo argumental destinado a caracterizar
el “exilio metafórico” consta de cuatro premisas, constituidas por metáforas, y una
conclusión: 1. todo hablante tiene por patria la lengua; 2. el escritor tiene por patria
la lengua; 3. la relación del escritor con esa patria-lengua es peculiar, pues tiene una
conciencia de la lengua que ningún otro hablante tiene (se trataría de una relación
única); 4. el uso que un escritor hace de esa lengua, con la que tiene una relación
privilegiada, es por definición transgresor, ya no solo con motivo de la relación pri-
vilegiada/consciente con esa lengua, sino en virtud de la posición marginal que la
condición de escritor le otorga en la sociedad. Esa marginalidad es transgresora de
la norma social por definición.
A partir de estas premisas, De Diego/Martini concluyen que el escritor tiene dos
patrias. La primera es la patria colectiva y geográfica, aquella en la cual el escritor es
un ciudadano como otros; se trata de la patria de la lengua compartida, la de la cultura
particular en que se socializa y se constituye como escritor. La segunda patria es una
patria interior. Solo la clase de los escritores la “habitan”. Es la “patria del lenguaje”. La
exposición adquiere cierta complejidad a la hora de explicar la relación entre “patria
interior” y “exilio literal”. Es entonces cuando el exilio, como categoría analítica, se
convierte en metáfora. Si la literatura es por definición transgresora, la escritura litera-
ria y, por extensión, su agente viven un autoexilio permanente: “el escritor es siempre
un exiliado”, tal como sostiene Martini en la cita consignada en epígrafe.
La postulación de una duplicidad del exilio entre los escritores sin duda sirve
argumentalmente para apoyar la tesis de la consustancialidad entre literatura argen-
tina y exilio: la versión metafórica apoya la tesis consustancialista porque la condición
transhistórica o a-histórica del “exiliado literario” no requiere de contextualizaciones
socioculturales o políticas sistemáticas. Si el escritor es un exiliado se exilie o no, la
clase de los productores culturales identificada como escritores será siempre idéntica
Alejandrina Falcón 37
dicen esas representaciones metafóricas del exilio del “exilio literal”, de la emigración
concretamente vivida, de las prácticas colectivas desarrolladas en dinámicas político-
culturales específicas?
1
En el capítulo “Exilio intelectual: expatriados y marginales” de su libro Representaciones
del intelectual, Edward Said da cuenta clara de la imagen del intelectual como exiliado metafó-
rico: “[S]i bien es cierto que el exilio es una condición real, desde el punto de vista que a mí me
interesa ahora es también una condición metafórica. Con ello quiero expresar que mi diagnós-
tico del intelectual se deriva de la historia social y política de desplazamientos y emigraciones
[…] pero no se limita a ella” (1996: 63).
Alejandrina Falcón 39
Para rastrear las metáforas en torno a las cuales se estructuraron algunos argumen-
tos y muchas discusiones, es preciso volver a recorrer las polémicas sobre el exilio lite-
rario. Mi propuesta es analizarlas en el marco de una iniciativa editorial del exilio en
México: el dossier “Argentina desde adentro y desde afuera” publicado en 1981 por la
revista Controversia (Gago 2012). Si bien no se trata de una revista del exilio argentino
en España, la elección de este soporte como marco de lectura obedece a dos motivos
precisos. En primer lugar, Controversia fue la revista argentina del exilio que mejor
reflejó la discursividad exiliar pues publicó más o menos todas las polémicas intelec-
tuales en torno al tema, en el marco del diálogo sostenido con los intelectuales no exi-
liados.2 En segundo lugar, porque, con este dossier, los editores de la revista reunieron
en un mismo soporte y marco de lectura los textos de la “Polémica Heker/Cortázar”,
una entrevista a David Viñas, un poema de Antonio Marimón y el muy discutido
artículo del periodista y director del suplemento cultural del diario La Opinión, Luis
Gregorich: “La literatura dividida”. Por consiguiente, el dossier de 1981 constituye
una plataforma adecuada para observar, en sincronía y diacronía, el panorama de los
debates, es decir, permite ampliar el marco interpretativo de los argumentos pun-
tualmente esgrimidos al poner en diálogo, por contigüidad espacial, las opiniones de
Heker y Cortázar con las declaraciones de Viñas o Gregorich y el poema de Marimón.
El primer elemento a destacar es que el dossier pone en escena, de entrada, dos de
las macrometáforas más productivas y discutidas del período. Una de ellas condensa
imágenes positivas en las que el exilio puede ser pensado como un valor para intelec-
tuales y escritores; la otra participa del imaginario de la “devastación cultural” de la
Argentina bajo la dictadura. La primera habla del exilio como lugar de traducción;
la segunda, de la dictadura como lugar del silencio. La primera anuncia la imagen
pletórica del escritor “exiliado en la lengua”, que se reconoce “apátrida consecuente”
(Cohen 1986), condenado a la multiplicidad y a la universalidad, pese a la pérdida. La
segunda es figura del páramo expresivo, del “genocidio cultural”, y proyecta la imagen
de una Argentina silenciada, monolingüe, provinciana y nacionalista: “El silencio —
dirá Viñas— es la metáfora de Argentina” (Colominas 1981: 38). Ambas metáforas
ponen en juego imágenes en que la toma de la palabra —su apropiación o expropia-
ción— constituye el eje de la relación exilio-país. Si bien el dossier de Controversia
presenta artículos polémicos, la primera metáfora del “exilio como traducción” surge
2
Sueltos o en las secciones fijas “El exilio y el retorno” y “Polémicas”, Controversia publicó
entre 1980 y 1981 escritos sobre el exilio de Héctor Schmucler, León Rozitchner y Carlos
Ulanovsky (nº 4); el controvertido artículo “El privilegio del exilio” de Rodolfo Terragno (nº 4)
y las sucesivas réplicas de Bayer y Terragno (nº 7 y 11); ensayos de Carlos de Sá Rêgo y Rodolfo
Saltalamacchia (nº 5), Mario Molina y Vedia (nº 7), Cortázar, Heker, Marimón, Gregorich y
Colominas (nº 11).
40 Representaciones del exilio
Nos interesa [el debate sobre el exilio] por creer que muchas de las definiciones
políticas e ideológicas tan abundantes hoy entre nosotros son sobre todo traduc-
ciones de la relación personal, existencial que tenemos con la tierra lejana. Y tal vez
sea ese texto subyacente, íntimo, que busca consciente o inconscientemente un
mayor enlace o una mayor distancia con lo argentino, el discurso político más
decisivo y el menos incorporado a cada una de nuestras discusiones (Controversia
1981: 33. El subrayado es nuestro).
3
Otras polémicas en torno al exilio reflejan el conflicto de interpretaciones sobre su sentido
y valor, por ejemplo, el intercambio publicado en Controversia entre Osvaldo Bayer y Rodolfo
Terragno sobre el “exilio privilegio” o “exilio dorado” (Franco 2008c).
Alejandrina Falcón 41
la discusión entre Liliana Heker y Julio Cortázar. No voy a glosar su contenido —ya
reseñado por otros— sino hacer una lectura transversal de esos textos a fin de recoger
los argumentos más significativos. Si bien el cruce de opiniones entre Heker y Cor-
tázar se desarrolló en las páginas de la revista cultural El ornitorrinco (Buenos Aires
1976-1985), fundada por Abelardo Castillo y Heker, el puntapié del debate lo dio un
texto de Cortázar titulado “América Latina: exilio y literatura”. En su origen, se trató
de una ponencia presentada ante un público de intelectuales latinoamericanos y fran-
ceses durante el coloquio Littérature latino-américaine d’aujourd’hui, realizado del 29
de junio al 9 de julio de 1978 en el Centro Internacional de Cerisy-la-Salle, Francia.
Una interpretación benévola del ensayo de Cortázar sin duda requería reponer las
condiciones de enunciación que imponía el coloquio: el objetivo de su alocución era
invertir la noción de exilio como disvalor. Dejar que predominara entre los exiliados
políticos la visión negativa del exilio —según Cortázar, de cuño romántico— equi-
valía a sumirse colectivamente en el sentimiento de pérdida, desasosiego y derrota.
Su propuesta era promover el abandono de esa posición “típicamente” melancólica.
Había que ponerse manos a la obra para hacer del exilio un lugar de trabajo y de
transformación: el lugar del obrar productivo.
Dirigida al colectivo de exiliados, la prédica se presentaba como un mensaje de
consuelo y optimismo: “actuar sobre los exiliados que podrían estar atravesando
momentos depresivos” (Cortázar 1980: 135); aspiraba a tener un alcance masivo y
apuntaba a un interlocutor empático: “Quisiera que lo dicho aquí se difunda masi-
vamente entre los exiliados; pero no solo entre los latinoamericanos sino también
entre los otros, puesto que el exilio ya es un drama planetario” (1980: 135). Dirigida
al restringido mundo de los escritores, la exhortación proponía hacer del exilio una
“beca full-time”4 para escribir y aprovechar aquello que, a juicio de Cortázar, “todo
escritor honesto” debía admitir: el desarraigo favorece la escritura en virtud de la revi-
sión y recuperación de sí mismo que promueve, una suerte de “auto-análisis” a través
de la distancia —en la soledad de ese “cuarto de hotel metafórico”— (1980: 126). Es
entonces cuando Cortázar establece el vínculo entre el exilio “compulsivo” y el “mara-
villoso viaje cultural” (1981: 34). Sin embargo, el desliz que le costaría las críticas
posteriores se produce en el momento en que dictamina que el exilio es el único lugar
legítimo de producción literaria para los escritores latinoamericanos procedentes de
4
En “El exilio mexicano de Aníbal Ponce”, publicado en el nº 1 de Controversia, Oscar
Terán utilizaba la figura del “exilio beca” para describir el alejamiento del Perú impuesto en
1919 por el gobierno de Leguía a Mariátegui. Por cierto, a diferencia de Cortázar, Terán no
universalizaba esta figura: “Cuando se haga la taxonomía del destierro latinoamericano, se des-
cubrirá que no posee una forma cristalizada y única, sino que se organiza según figuras arbores-
centes sujetas a determinaciones novedosas” (Terán 1979: 28).
42 Representaciones del exilio
¿Exilio? Es válido suponer que al referirse a sus primeros 25 años en Europa, Cor-
tázar está utilizando el “término” exilio en sentido poético. […] Tal vez Cortázar
quiso decir que, de un exilado en sentido poético, se convirtió “en los últimos
años” en un exilado en sentido político. Pero no lo dice. Hago hincapié en esto.
Porque varios de los malentendidos del artículo se sustentan en el sentido ambi-
valente que se le da al término “exilado” (1981: 35).
Los que se habían quedado en el país sufrían la dictadura; los que se habían ido
decidieron que sufrían más que ellos. ¿Cómo simbolizar ese “más”? La metáfora
44 Representaciones del exilio
Brocato plantea además la necesidad de historizar el uso del término “exiliado” que
la generación de los escritores del Boom hizo propia: “Los escritores de la nueva narra-
tiva latinoamericana que empezaron a residir en Europa a partir de fines de la década del
50 fueron configurando un exilio equívoco” (1986: 117). No voy a desarrollar aquí esta
figura del “exiliado boomista”, pero sí diré que su análisis es fundamental a la hora de
reconstruir en diacronía el uso del término “exilio”, y vincularlo con las cambiantes con-
diciones de profesionalización de los escritores latinoamericanos emigrados en España
antes o después de la llegada masiva de contingentes exiliados en los setenta.
En síntesis, al postular una “mitificación del exilio”, Heker, Gregorich y Bro-
cato coinciden en cuestionar la visión del país en que se funda esa construcción. La
postulada “mitificación”, según los denunciantes, requería de la macrometáfora del
“genocidio cultural”, ya mencionada. Fundada a su vez en la macrometáfora del silen-
cio, contrapartida del exilio como lugar de denuncia, como espacio discursivamente
“lleno”, la grandilocuente figura del “genocidio cultural” anulaba todo rastro de aque-
llo que Brocato denominó “resistencia molecular” y que también recibió el nombre
de “cultura de las catacumbas”, “resistencia cultural” o, en términos de Beatriz Sarlo,
formas de la “disidencia intelectual” que fueron como “la gimnasia del preso que lo
prepara para huir de la cárcel o para conservarse allí más o menos entero” (Chacón/
Fondebrider 1998: 27). Por cierto, también borraba la realidad de los vínculos inte-
lectuales, literarios o comerciales existente entre las distintas sedes de exilio y el país,
como por ejemplo prueba el intercambio sostenido entre los editores de Controversia
y la revista Punto de Vista.
Tales atisbos de discusión sobre el sentido y la función de los usos y apropiaciones
literarias del exilio, permiten concluir que 1) la figura del escritor exiliado fue recibida
como una representación compleja que contenía en una misma figuración situaciones
exiliares percibidas como diversas por los actores del período; tales representaciones
no fueron ni compartidas ni consensuadas ni aceptadas de manera unánime por el
conjunto de los escritores argentinos; y 2) que el desglose semántico operado por los
críticos de la postulada “mitificación” del exilio señala la existencia de una suerte de
apropiación terminológica, percibida como tal en su contexto de uso y aparición. De
ahí que el marco interpretativo de la situación histórica a considerar requiera profun-
dizar el análisis de estas percepciones pues también ellas constituyen representaciones
sociales de la figura del escritor exiliado, visibles en la discursividad social del período,
formantes de la discursividad exiliar; y sin duda alguna, componentes necesarios para
devolver todo su espesor histórico a los procesos de metaforización.
Alejandrina Falcón 45
esto? Quizá pueda alentarnos el saber que los militantes brasileños enfrentaron la
misma tarea y tuvieron éxito. Parte de ese esfuerzo se plasmó en un libro titulado
Memorias del exilio. Dicho libro nos puede servir de guía metodológica (Saltala-
macchia 1980: 3).
Precisamente una de las teorías que me parecen más interesantes sobre el exilio
es la que sostiene Ciorán. […] Ciorán se niega a unirse a los exiliados rumanos y
se considera instalado en su ser apátrida. En no tener más patria que el lenguaje,
que tampoco es suyo pues coge un lenguaje, el francés, que no es el suyo, para
poder instalarse con plenitud en el desarraigo (1980: 6).
5
Los libros Extraterritorial de George Steiner (1972) y Minima Moralia de Theodor W.
Adorno (1951) constituyen obras de mención obligada en esta tradición discursiva: “Pero el des-
tierro no es necesariamente un obstáculo. Hay un libro de George Steiner, Extraterritorialidad
(sic), que sostiene que el carácter de la literatura del siglo XX es el exilio. Hay exilios compul-
sivos, como los escritores alemanes que tuvieron que huir del nazismo, o los españoles tras la
guerra civil, o el caso de Nabokov, que se tuvo que ir de Rusia a escribir en francés y después en
inglés” (Matamoro 1985: 98). Y sigue la lista de escritores célebres emigrados: Conrad, Joyce,
Beckett, Ionesco, entre otros.
48 Representaciones del exilio
Quien escribe renuncia al orden establecido, infringe leyes, rompe pactos, queda
fuera de la comunidad y en las fronteras de la lengua común. El escritor es, lisa y
llanamente, un traidor. […] Es, cuando toca, en un segundo exilio, el exilio lla-
mado geográfico, donde la formulación poética acerca de la escritura como única
patria o como patria real del escritor alcanza una consistencia concreta, material,
donde se disuelve la metáfora y se corporiza la certeza (1993b).
6
Conforme a la ya clásica expresión de Beatriz Sarlo: “Hasta 1975, los intelectuales habían
tenido la experiencia de poder hablar más allá de los límites del propio campo”. Expulsados de
la intervención pública a partir de 1976, el campo intelectual quedaba así doblemente fractu-
rado: entre los intelectuales exiliados y los que siguieron en el país; y entre el campo mismo y el
campo popular (1988: 99-100).
50 Representaciones del exilio
recuperada por los estudios literarios que entre finales del siglo xx y principios del
xxi integraron al marco interpretativo las metáforas del exilio ontológico.7
La ponencia leída en Maryland por Juan Martini, “Especificidad, alusiones y saber
de una escritura”, responde a la consigna propuesta por los organizadores: “¿Cómo
se relacionó la literatura argentina con la realidad entre 1973 y 1983?”. En el pri-
mer apartado, Martini expone su concepción del vínculo entre literatura y realidad
(1988a: 125-126). Señala que el grado de referencialidad de la literatura argentina
durante la dictadura, su remisión a la historia reciente, fue variable. No obstante,
observa dos puntos de anclaje de la literatura a esa realidad circundante, que cobran
todo su valor para pensar la literatura del exilio: citando a Cortázar, postula que la len-
gua contribuye a localizar una literatura y a separar zonas culturales; la lengua opera
como puente con la “realidad circundante”; el segundo punto de anclaje es aquel que
vincula la lengua, no ya con un arbitrario repertorio de signos, sino con la tradición,
que en el decir de Borges sería “un modo de sentir la realidad” (1988a: 126). El pro-
ceso por el cual la lengua inscribe la obra literaria en una realidad social determinada,
dice Martini, se afirma o refuerza por ser la lengua elemento constitutivo de una tradi-
ción literaria nacional o regional, por tanto, el puente de la lengua literaria determina
que “ninguna escritura qued[e] a la deriva en medio de un mar irreal” (1988a: 126).
En cuanto al tema del compromiso político del escritor, Martini es contundente:
el debate que, desde los años cincuenta, sitúa el problema literario en la pregunta por
la utilidad de la literatura, y más específicamente por su función social y política, ha
caducado (1988a: 127-128). La escritura sería un acto de libertad: “Solo el ejerci-
cio de esa libertad compromete al escritor con la historia. Solo una escritura capaz
de resistir mandatos extraliterarios dará cuenta cabal del mundo en que fue escrita”
(1988a: 127). La propuesta de Martini era “descomprometer” y “desresponsabilizar”
al escritor, librarlo del mandato de producir obras con significado político explícito:
“Nuestros gestos políticos son, deben ser, los de todo ciudadano situado en una con-
creta realidad” (1988a: 127-128). En la tercera sección, tocante a la relación entre
escritura y exilio, Martini remite directamente al artículo de Luis Gregorich para refu-
tar sus argumentos: “La literatura argentina tiene un solo cuerpo, caótico, polémico,
escindido, enfermo, admirable. Sostener la hipótesis de una escisión, ahora, me parece
vano y disolvente” (1988a: 128). Dos aspectos interesan a Martini en el artículo de
7
A principios de los ochenta, en la revista Punto de Vista, María Teresa Gramuglio reconocía
la existencia de usos metafóricos, pero aseveraba que el exilio literario de los setenta tenía como
“denominador común la violencia generalizada” y no un eventual exilio ontológico, figura que a
sus ojos tenía “implicaciones más ricas” (1981: 13-16), paradigmáticamente expuestas por Juan
José Saer en sus ensayos “La perspectiva exterior: Gombrowicz en la Argentina”, “Caminaba un
poco encorvado” y “Exilio y literatura” (2014).
Alejandrina Falcón 51
¿Qué será ahora, qué está siendo ya de los que se fueron? Separados de las fuen-
tes de su arte, cada vez menos protegidos por ideologías omnicomprensivas,
enfrentados a un mundo que ofrece pocas esperanzas heroicas, ¿qué harán, cómo
escribirán los que no escuchan las voces de su pueblo ni respiran sus penas y
alivios? Puede pronosticarse que pasarán de la indignación a la melancolía […].
Sus textos, desprovistos de lectores y de sentido, recorrerán un arco que empezará
elevándose en el orgullo y la certeza y que terminará abatido en la insignificancia
y la duda (1981: 39).
Escribir fuera del país natal equivale, quizá, a escribir descentrado. […] Puede ser
fértil, para un escritor, perder de vista aquello que cree que le pertenece —una
geografía, una historia o un idioma— porque su escritura pierde también lazos
espontáneos y debe entonces trazar y anudar otros: en este acto, en esta crisis
existe la posibilidad de que se originen escrituras imprevistas (1988a: 129).
en 1989. Así, tres años después de Maryland, presenta su ensayo “Exilio y ficción:
una escritura en crisis”, en el que retoma ciertos motivos de 1984 pero reorganiza
el material e introduce nuevos temas. Esos nuevos temas nos sitúan de lleno en una
coyuntura precisa, en condiciones materiales de producción literarias singulares: Bar-
celona en los años 1974 y 1978. La estrategia discursiva de Martini en el coloquio
de Eichstätt ha variado levemente respecto de la de Maryland en 1984. El texto abre
sobre un escenario de escasa autonomía para el escritor profesional, que a su vez apa-
rece dominado por una problemática colectiva: la búsqueda de trabajo en Barcelona,
en España, a mediados de los años setenta:
La obertura de “Exilio y ficción: una escritura en crisis” articula así tres grandes
temas del exilio en España: la búsqueda de trabajo y la relación con el mercado edi-
torial; la recepción colectiva de los exiliados; y la muy distinta posición relativa de los
escritores argentinos recién llegados a Barcelona, despojados del prestigio y de las bue-
nas colocaciones alcanzadas por los representantes del gerenciado boom de la literatura
latinoamericana (Catelli 2010). Los tres tópicos son complejos y se entreveran, pero la
operación discursiva de Martini en 1987 es de claro anclaje del relato del exilio en un
contexto cultural atravesado por problemáticas históricamente identificables: la crisis
económica española, el nacionalismo catalán, el lugar de los emigrados recientes en
ese panorama. En este ensayo de 1987 aún no se registra el recurso a la metáfora. Por
el contrario, el relato de la búsqueda laboral ocupa gran parte del texto y se menciona
la relación específica de los escritores con esa búsqueda:
Otro tema que me incitaba desde el punto de vista lingüístico: el diálogo —entre
comillas— de dos variantes tan singulares del castellano como son el argentino
y el español, y también el diálogo —entre comillas— con personajes de otras
lenguas. Este amplio cruce de lenguas y de traducciones es para mí uno de los
temas principales de Composición de lugar, en tanto pienso que la identidad es
apenas una lengua (1989: 145).
Como puede observarse, los ensayos de 1984 y 1987 aún no dan cuenta de la
metáfora, sino que por el contrario se concentran en los tópicos recurrentes del exilio
en España: el trabajo, la variedad de lengua, las dificultades de la escritura en un con-
texto de escasa profesionalización.
54 Representaciones del exilio
La lengua es el corazón delator. ¿Qué culpa, qué crimen, en este caso, oculta la
lengua? El crimen que la constituye: es decir, su razón de ser, y su diferencia. […]
El español traducido al español. El castellano traducido al castellano. El lenguaje
de los españoles traducido al lenguaje de los argentinos. […] Vivir en Barcelona
es vivir en una módica Babel donde todas las lenguas son el español. Barcelona es
una ciudad en la cual buena parte de los nativos hablan un español mal traducido
del catalán y donde los llamados charnegos por los nacionalistas catalanes (para
referirse despectivamente a los inmigrantes de otros pueblos de España) hablan
el español de sus pueblos (andaluces y murcianos, por ejemplo) o un español a su
vez mal traducido de sus lenguas maternas (vascos y gallegos, por ejemplo). Entre
todos ellos se filtran y coexisten, además, los usos llamados americanos —ameri-
canismos— del español (1993b).
Más allá de las metáforas sobre el “exilio en la lengua” que el texto va hilvanando,
esta cita contiene la información necesaria para comenzar a desentrañar las claves de
la dinámica cultural y socioprofesional del exilio argentino en España y, más espe-
cíficamente, en Barcelona. Pues el marco interpretativo de la situación histórica a
considerar es, antes que el barniz metafórico universalizante, las restricciones lingüís-
ticas impuestas por la industria editorial, la situación sociolingüística de Cataluña en
el posfranquismo, la omnipresencia de la traducción interlingüística en las prácticas
cotidianas de los españoles bilingües, y la omnipresencia de operaciones de traducción
intralingüística en la vida privada, profesional y artística de los argentinos exiliados
en aquella “módica Babel” en la que el catalán convive con todas las variedades del
castellano y con “traducciones” de otras lenguas co-oficiales e internacionales. Esa
es la “naturaleza del exilio” de los argentinos radicados en Barcelona, y el horizonte
material y cultural de las metáforas que hacen de la lengua el meollo del exilio. Si hubo
“exilio en la lengua” sin duda no fue una experiencia limitada al rubro de los grandes
escritores: traductores, redactores, correctores, periodistas, actores, profesores de espa-
ñol para extranjeros —como graciosamente cuenta Cortázar en Un tal Lucas— y toda
Alejandrina Falcón 55
innovación en este ensayo. El texto también pone en escena una figura bien conocida:
la del literato como exiliado vitalicio. En ese sentido, si el diseño de una figura de
traductor exiliado sitúa el ensayo en una perspectiva novedosa, sin antecedentes en los
abordajes literarios del exilio, el transitado tópico del escritor como exiliado vitalicio
lo inserta en una de las tramas discursivas analizadas en este capítulo.
La figura del traductor exiliado que este ensayo construye registra dos momentos:
el traductor en su exilio catalán es, en un primer momento, portavoz de un colectivo
nacional —el de los argentinos exiliados—, y por ello opera condicionado por un
imaginario nativo en el cual el problema de las variedades de lengua en contacto no
cesa de evocar las históricas querellas en torno al “idioma de los argentinos”. Estas
evocaciones querellantes son interpretadas como síntomas de una crisis de identidad
colectiva producida por la emigración. Esa crisis reedita imaginariamente históricos
debates culturales y literarios, que funcionan como otros tantos símbolos identitarios
e inscriben la tradición cultural propia en el presente exiliar:
Lo único que sabía era que mi voz pugnaba contra la gravosa atmósfera del
español peninsular. Yo era un extranjero en una lengua madre que no era mi
lengua materna. Desde el punto de vista de la lengua madre, con su larga
prosapia de integrismo, su centralidad imperial y teológica restituida por el
franquismo, su estolidez pulida por la Academia y su agonía en la tecnocracia,
Alejandrina Falcón 57
eran los latinoamericanos los que “decían mal”; los argentinos, en especial,
voseábamos y, como ya dije, rezumábamos unos argentinismos que en la indus-
tria editorial estaban malditos. Editores y correctores nos trataban con afable
socarronería. Los españoles y yo decíamos cosas muy diferentes con casi las
mismas palabras (2006: 43-44; 2008: 4).
8
Sylvia Saítta sostiene que hacia fines de los años ochenta el grupo generacional “Shanghai”,
nucleado en torno a la revista Babel —cuya “propuesta sostiene la autonomía literaria tanto de
la política como del mercado en contraposición a […] la literatura de los setenta”—, ve un
referente en Marcelo Cohen y en otros escritores de la generación anterior “cuya literatura no
formó parte del corpus setentista” (Saítta 2004: 247).
58 Representaciones del exilio
Antes que una reflexión sobre el exilio político, sobre su lugar en la memoria
colectiva, “Pequeñas batallas por la propiedad de la lengua” y sus múltiples versiones
aparecen como un efecto discursivo de una tópica literaria actual. Y, por eso, remite
a una de las problemáticas que hoy en día interpela a la crítica literaria, es decir,
la articulación entre literatura y mercado editorial en el proceso de globalización
económica y cultural. Todo ello permitiría responder, en parte, a la pregunta que
ha guiado el presente análisis, a saber: ¿por qué, a partir de 2006, es decir, veinte
años después de finalizado el último exilio argentino, un escritor-traductor que ha
emigrado sin exiliarse escribe, reelabora y da amplia difusión a una serie de textos en
los que por primera vez articula de manera explícita su “exilio” con la práctica de la
traducción literaria? En este ensayo, Marcelo Cohen recorre un arco problemático
en que lengua nacional, traducción y exilio parecen enlazarse firmemente a la eterna
y misma discusión del exilio literario. Por tales motivos, el uso del tema del exilio en
su argumentación exigía un vaciado previo de todo pathos y una no-alineación con
las representaciones politizadas y agonísticas propias del primer período pos-exiliar,
analizadas en este capítulo. Este ensayo autobiográfico halla un terreno fértil en un
presente en el cual la hegemonía discursiva memorialista —criticada pero explotada
por Cohen— y el auge de la traducción en la agenda cultural vuelven legible la
articulación exilio y traducción, en la que ciertos significantes del pasado traumático
retornan despojados de antiguos conflictos. No obstante ello, el ensayo de Cohen
hunde sus raíces en la experiencia exiliar de los años setenta y ochenta en Barcelona,
e ilumina una escena que sin duda no lo tuvo como único actor: la escena de tra-
ducción en el exilio estuvo poblada de hombres y mujeres que aportaron su fuerza
de trabajo a la industria editorial española y lidiaron de modos muy diversos con la
problemática que el ensayo de Cohen ha dejado claramente delineada. En los capítu-
los siguientes, procuro reconstruir la biografía colectiva de esos traductores del exilio.
II. Los trabajos del exilio
1
Ley 118/1969 “Sobre igualdad de derechos sociales de los trabajadores de la Comunidad
Iberoamericana y Filipina empleados en el territorio nacional” del 30 de diciembre 1969, regla-
mentada en la orden de febrero de 1970. Su único artículo estipulaba que los trabajadores his-
panoamericanos, portugueses, brasileños, andorranos y filipinos que “residan y se encuentren
legalmente en territorio español, se equiparan a los trabajadores españoles en lo que respecta a
sus relaciones laborales, cualquiera que sea la forma de su regulación, eximiéndoles del pago de
los derechos derivados de su condición. Asimismo, se equiparan en cuanto a su inclusión en los
regímenes general y especiales de la Seguridad Social y en cuanto a los beneficios y ayudas del
Fondo Nacional de Protección al Trabajo” (Ley 118/1969 BOE 1969: 20501-20502).
64 Los trabajos del exilio
incremento del núcleo de emigrados que vivían clandestinamente: “Los trabajadores por
cuenta propia, los trabajadores a domicilio, los artistas, los intelectuales, los estudiantes,
que son trabajadores eventuales, etcétera, que no pueden justificar un trabajo regular, ni
un contrato de trabajo con terceros en una empresa [son empujados] al trabajo en negro,
a ser explotados en forma inmisericorde por el patronato, y a la inseguridad social”
(Rama 1979: 172). Según datos de la época, el 75 por ciento de la colonia argentina en
España se encontraba en situación de subempleo y solo un 13,5 por ciento trabajaba en
sus ocupaciones anteriores (Garzón Valdés 1983: 184).
La inserción en el mercado laboral no resultó, por tanto, sencilla ni en todos los casos
satisfactoria. El grueso del colectivo argentino debió sobrevivir de la venta ambulante,
del artesanado, de las promociones domiciliaras, entre otros trabajos de ocasión. Algu-
nos profesionales, como los periodistas, los médicos, los psiquiatras, los psicoanalistas,
los dentistas y los arquitectos, hallaron tierras fértiles para desplegar sus carreras. Pero
fue muy común, sobre todo en los primeros tiempos del exilio, realizar tareas que no se
vinculaban con la orientación profesional previa. Sin embargo, para intelectuales, escri-
tores, traductores y editores, entre la continuidad profesional y los trabajos manuales
más precarios, existió un abanico de actividades que en no pocos casos favorecieron el
desarrollo o la adquisición duradera de un oficio vinculado con la lengua y la literatura,
el periodismo y la edición. Entre esas actividades destacan la enseñanza de idiomas y las
clases de español para extranjeros, los talleres de lectura y escritura,2 el trabajo editorial,
la escritura por encargo, la práctica de la traducción y, en menor medida, el interpreta-
riado en organismos internacionales. Desde la perspectiva de los emigrados, estas ocu-
paciones constituían un modo “relativamente digno” de ganarse la vida (Cohen 2008:
3; Martini 1989: 142), no ajeno a los intereses intelectuales y literarios de aquellos que
contaban con una formación en carreras humanísticas, un buen dominio de lenguas
extranjeras y/o un saber previamente adquirido en los medios de prensa y en las edito-
riales argentinas (Vasallo 2013: 174). De hecho, algunos traductores ya tenían en curso
encargos de editoriales españolas cuando se instalaron en Barcelona; otros, traían en la
valija cartas de recomendación de algún escritor o editor conocido. En este sentido,
la cercanía lingüística y cultural no fue el único estímulo para radicarse en España; tam-
bién pesaron factores económicos y profesionales: la existencia de una industria editorial
en lengua castellana, capaz de absorber mano de obra intelectual, disponible y calificada,
no fue ajena a la elección de la sede de refugio.
2
Desde las páginas de El Viejo Topo, Marcelo Cohen promovía la experiencia de los talleres
literarios, práctica instalada en Argentina (1977: 63). En “Talleres literarios, origen y trayecto-
ria”, Clara Obligado, escritora argentina radicada en Madrid, recuerda que los primeros talle-
res literarios españoles fueron creados por jóvenes exiliados latinoamericanos, y señala que un
penoso olvido colectivo ha desdibujado ese origen (2014: 105).
Alejandrina Falcón 65
3
De Diego ha descrito la estructura del campo tomando como parámetro la antigüedad de
las editoriales activas y segmentando el período en tres etapas: el auge editorial de mediados del
sesenta; el período de auge de las editoriales familiares que sobrevivieron al franquismo; y la emer-
gencia de las editoriales pequeñas e independientes a finales de la dictadura franquista (2008).
4
Sobre el papel de esas empresas en el desarrollo de un mercado cultural en España, José-
Carlos Mainer escribía: “A finales de la década del setenta el circuito cultural de alta calidad (el
público high brow) estaba ya asentado. Citaré a título de síntoma lo que significaba desde 1959
el catálogo de Seix-Barral, para quienes buscaran un escaparate de la narrativa europea y un índice
de novedades hispánicas, y lo que desde 1956, suponía el de la madrileña editorial Taurus. La
presencia de Alianza Editorial fue la reválida de la expansión de aquel público” (1982: 12).
5
Sus jóvenes editores, procedentes de la burguesía catalana, colaboraron en la renovación
cultural de la transición impulsando estas empresas editoriales. Así explicaba Esther Tusquets
el propósito inicial de Lumen: “La política editorial de Lumen es limitarse a la obra litera-
ria (novela, poesía, ensayo sobre literatura), libros ilustrados y libros infantiles, con las únicas
exigencias de la calidad”; Beatriz De Moura calificaba de renovador el proyecto de Tusquets
Editores: “Hemos desarrollado ampliamente, o realizado por fin, proyectos que antes habrían
sido impensables, como la colección de pensamiento libertario Acracia y la colección erótica
La Sonrisa Vertical”, que derivó en la creación de un premio a la literatura erótica, obtenido
en 1979 por la argentina Susana Constante con La educación sentimental de la Señorita Sonia,
y reeditado en 2013 por Ricardo Piglia en la Serie del Recienvenido del FCE. En cuanto a la
editorial Anagrama, Jorge Herralde describía una línea progresista y renovadora: “Mi polí-
tica editorial estriba en potenciar dos colecciones recientes. Una es La Educación Sentimental
que se ocupa de temas de vida cotidiana, sexualidad, feminismo, etcétera, desde perspectivas
a menudo provocadoras dado el actual contexto social y cultural”, y asimismo desarrollar las
66 Los trabajos del exilio
fenómeno de auge del libro político durante la transición. Después de 1975, comienza
el proceso de concentración y transnacionalización de las empresas locales, que aca-
baría de tomar forma plena en la década del noventa.6 Ese pasaje produjo una pro-
funda transformación en el rol del editor, concebido hasta entonces como productor
cultural, y reemplazado luego por expertos en mercadotecnia (Schiffrin 2000). La
concentración editorial produjo, a su vez, una reestructuración de las posiciones de
los actores en el campo editorial: la emergencia del agente literario —cuyo máximo
exponente fue Carmen Balcells— ha sido explicada como reacción de los autores ante
la progresiva preeminencia de criterios exclusivamente comerciales en la producción
literaria (De Diego 2008: 9).7 Los reclamos de los escritores quedaron plasmados en
diversos congresos y reuniones del gremio. Entre las peticiones figuraban la protección
de los escritores jóvenes en un contexto de creciente mercantilización de la cultura, en
cuyo marco “el editor busca exclusivamente su máximo beneficio al mínimo coste” y
a “menudo prefiere nombres consagrados o traducciones extranjeras” (Claudín 1978:
64). La protección de la actividad literaria planteaba asimismo el problema de la ense-
ñanza de la literatura y la promoción de la lectura, la creación de un sistema de biblio-
tecas, la regulación de la relación contractual entre editores y escritores profesionales;
en particular, se reclamaba mayores controles de tiradas, la no manipulación de los
textos y la gestación de políticas estatales de intercambio internacional y traducciones.
La reunión del PEN Club Internacional en 1978, cuyo anfitrión fue el Centre Català
del PEN, dejó particularmente en evidencia dos cuestiones centrales en la cultura
española de la transición: la posición de las literaturas “de ámbito restringido”, es
decir, las literaturas periféricas nacionales, como la catalana, y la particular situación
de los escritores latinoamericanos dentro del estado español, cuya problemática estaba
signada por su estatuto legal incierto.
Paralelamente, también fueron años de luchas y transformaciones en el mundo de
los traductores editoriales, figura nodal en la cadena de producción del libro, y parti-
cularmente relevante en la industria editorial española, cuya posición semiperiférica en
el sistema mundial de las lenguas de traducción hacía de ella una forzosa importadora
Pánico en las editoriales españolas ante las actuales dificultades económicas del
país: todas han recortado sus planes para el año próximo e incluso Siglo XXI sus-
penderá por seis meses toda nueva producción. Son datos de Tusquets, Salinas,
Castellet, quienes pilotean barcas endebles, pero también las grandes —Planeta,
Bruguera— están reduciendo personal y disminuyendo la producción de sus
colecciones poco redituables (Rama 2008: 144).
8
Según datos del Instituto Nacional del Libro Español (INLE) correspondientes a 1979,
el total de libros publicados en España en el curso de ese mismo año fue de 25.076. De ellos,
8.079, es decir, el 32% de los libros publicados eran traducciones (Salabert 1980a).
9
Esta relativa apertura permitió el avance de una cultura democrática gracias a la pro-
gresiva aparición de revistas y publicaciones que no pertenecían a la prensa oficial: Cuadernos
Para el Diálogo, Triunfo, El Ciervo, Destino, Sábado Gráfico, Cambio 16, Doblón, La Actualidad
Española, El Viejo Topo, Reporter, Primera Plana, Qué, El Europeo, Argumentos, Interviú, entre
muchísimas otras (Menéndez Gijón 2004: 21).
68 Los trabajos del exilio
ante las dificultades generadas por la falta de apoyo oficial, el escaso desarrollo
bibliotecológico, entre otras trabas al crecimiento de la industria librera. Un factor
central en el hundimiento de algunas editoriales, o en la obligada reconfiguración
de sus proyectos, fueron los efectos de la crisis económica en América Latina y la
consecuente pérdida parcial de esos mercados: las exportaciones descendieron un
18% por la devaluación de las monedas americanas, lo que a su vez incrementó el
costo de los libros que importaban de España. Al final del período, se produjeron
las ventas de editoriales medianas y pequeñas, que poco a poco se fusionarían en los
grandes grupos nacionales y transnacionales.
La circulación internacional de editores y editoriales contribuyó a la unificación
del campo editorial hispanoamericano y al afianzamiento de las redes editoriales trans-
nacionales creadas gracias a la circulación de individuos, instituciones y catálogos.10
De esas redes también procederían los contactos que estuvieron en el origen de la
inserción de exiliados y emigrados en el tejido editorial del período. Por un lado,
retornan desde México y Argentina empresas de origen peninsular o creadas por espa-
ñoles exiliados, como la editorial Grijalbo —de cuyo riñón surgió Martínez Roca
Editores, una editorial comercial que daría trabajo a gran cantidad de argentinos—.11
Por otro lado, se instalan en España editoriales argentinas especializadas en ciencias
sociales, literatura y humanidades: Paidós abre su filial catalana en 1979; Minotauro
se instala en 1977; Argonauta, propiedad de Mario Pellegrini, se instala en 1978; la
editorial Adiax, dirigida por Jorge Sánchez, migra a Barcelona en 1981. También sur-
gen nuevos proyectos editoriales dirigidos por argentinos residentes en Europa, como
Mario Muchnik; en 1977, Víctor Landman funda Gedisa en Barcelona; en Madrid,
Mario Valotta crea un pequeño sello bautizado Zero Zyx (Cedinci, Fondo FA-90).
10
En 1983, el editor y agente literario Ramón Serrano Balasch incluso propondría, como
solución a la “crisis de las estructuras de la industria editorial española” económicamente sumer-
gidas por la inflación y el derrumbe de los mercados americanos, la creación de un Mercado
Común Hispanoramericano del Libro, basado en acuerdos internacionales para la libre circu-
lación del libro y de los capitales, para la libertad de establecimiento y prestación de servicios,
para la creación de políticas culturales comunes y de intercambio tecnológico y ayudas (Serrano
Balasch 1983).
11
En este proceso de retornos, podría inscribirse la temprana instalación de Edhasa en
1946. Edhasa (Editora y Distribuidora Hispanoamericana S.A.) inicia actividades en Barcelona
de la mano de López Llausás, editor de Sudamericana; funciona inicialmente como distribui-
dora de las empresas argentinas Sudamericana y Emecé Editores, y de las mexicanas Fondo de
Cultura México y Hermes, a su vez distribuidora de Sudamericana en México (López Llovet
2004: 43). Años más tarde inicia actividades productivas en Barcelona con la colección de
ciencia ficción Nebulae, que se nutrirá del fondo de la editorial Minotauro argentina, y la
publicación del Diccionario de Pompeu Fabra (Carrasco 2007: 201).
Alejandrina Falcón 69
Se viene mezclando con este grupo inicial [los escritores del Boom establecidos
en Barcelona en la década del sesenta] una nueva generación bastante más joven
que comienza a brillar después del boom. Son pocos los que viven en Barce-
lona —los chilenos Mauricio Wacquez y Hernán Valdez; los colombianos Rafael
Humberto Moreno Durán y Oscar Collazos; el argentino Alberto Cousté y su
mujer Susana Constante; algunos editores argentinos que han logrado posicio-
nes estratégicas, como Mario Muchnik, Paco Porrúa y Santiago [sic] Rodrigo—
(Donoso 1984: 148).
Por cierto, las “posiciones estratégicas” alcanzadas por los cuatro editores
mencionados no fueron conquistadas en el mismo período ni de idénticos modos:
Mario Muchnik —hijo de Jacobo Muchnik, fundador de Fabril Editora— ya era un
editor profesional con amplio conocimiento del oficio cuando en 1974 comenzó a
instalar sus negocios en Barcelona (Muchnik 1999a y 2000); Francisco “Paco” Porrúa
Alejandrina Falcón 71
también contaba con una vasta trayectoria editorial en la Argentina cuando en 1977
decidió radicarse en Barcelona para trabajar en Edhasa y continuar con el proyecto
de la editorial Minotauro12 en esa ciudad; Ricardo Rodrigo, en cambio, inicia
su trayectoria editorial en 1971 como colaborador de Carlos Barral y luego como
corrector tipográfico de Bruguera, donde llegaría a ser editor literario (véase capítulo
4). De hecho, también Rodrigo evoca la dimensión transregional de la convivencia
entre exiliados al mencionar a los “latinoamericanos de Castelldefels” que estuvieron
en el origen de sus contactos con el medio editorial, cuando “Barcelona era la gran
capital latinoamericana del exilio”.13
Algunas de las figuras que operaron como nodos de la red de contactos editoria-
les pudieron ser identificadas: el escritor Alberto Cousté; el poeta, traductor y edi-
tor Marcelo Covián; el periodista Ernesto Ayala Dip; los editores Ricardo Rodrigo
y Mario Muchnik; la periodista y escritora Ana Basualdo; y el escritor y editor Juan
Martini son algunas de las figuras cuyos nombres saturan los relatos sobre la búsqueda
laboral en los primeros tiempos del exilio en Barcelona. El testimonio de los actores
es fundamental para comprender el papel de esos primeros contactos en el posterior
desarrollo de trayectorias editoriales, literarias y/o académicas. Veamos algunos ejem-
plos. Al igual que Juan Martini y Marcelo Cohen, Nora Catelli, crítica y catedrática de
prestigiosa trayectoria, reflexionó sobre la experiencia del exilio en escritos ensayísti-
cos, periodísticos y académicos en los que sin cesar reordena motivos apenas variados:
la inserción profesional, la pérdida y recuperación de un lugar en la universidad, los
contactos entre literatura española, argentina y catalana, la traducción, la perspectiva
periférica (Catelli 1999, 2001, 2002, 2003, 2004, 2012, 2015). Sus ensayos cons-
truyen la experiencia de un exilio singular: el de una “pequeña sociedad letrada” que
puja, en circunstancias poco propicias, por acceder a la dignidad de elite intelectual en
12
Francisco “Paco” Porrúa, conocido por su “descubrimiento” de Cien años de soledad
de García Márquez en Sudamericana, creó la editorial Minotauro en los años cincuenta, tras
adquirir los derechos de cuatro libros de ciencia ficción: dos de Ray Bradbury, uno de Theodore
Sturgeon y otro de Clifford Simak. Paralelamente Porrúa fue lector de Sudamericana hasta
que en 1962 López Llausás lo nombró director literario. En 1975 ese puesto es ocupado por el
crítico y traductor Enrique Pezzoni.
13
Rodrigo relata su encuentro con argentinos radicados en Barcelona: “Carlos Sampayo,
Marcelo Covián, Alberto Cousté, que fue finalista de Premio Barral de ese año. Fui con él a
la cena del premio y allí conocí a Julio Cortázar, que era miembro del jurado. Él conocía mi
historia política” (Mora 2007). En entrevistas previas, Rodrigo omitió la mediación argentina a
la hora de presentar la nómina de egregios contactos locales que lo habrían puesto en la senda
del “somni català”: “Tuve suerte: conocí a Carlos Barral, a Carmen Balcells, a Gabo, a Mario
Vargas Llosa y a los protagonistas de lo que ya era el floreciente boom latinoamericano, que
había nacido en una Barcelona efervescente” (Amiguet 2006).
72 Los trabajos del exilio
Entre 1976 y 1997, año en que volví a la universidad —en este caso a la de Bar-
celona, gracias a la extraordinaria generosidad de Jordi Llovet— trabajé de profe-
sora de inglés en una academia, de secretaria bilingüe en una empresa de sulfato
de aluminio que sirve para depurar el agua y de secretaria de Jorge Edwards en
una editorial de libros de venta a domicilio. Desde 1980 hice, como free-lance,
las siguientes cosas: coordiné una enciclopedia —que no salió— para México,
redacté fascículos, corregí traducciones, traduje, escribí centenares de biografías
para anuarios, actualicé diccionarios y trabajé como redactora-asesora en una
revista femenina. Empecé a escribir crítica en El Viejo Topo, en 1978, gracias a
un amigo argentino que ya vivía en Barcelona, Ernesto Ayala-Dip, y en La Van-
guardia de Barcelona, gracias a Ana Basualdo, que me presentó al por entonces
coordinador del suplemento, Robert Saladrigas (Catelli 2003: 8)
Esta cita permite localizar algunos de los nombres de una red constituida por lati-
noamericanos emigrados, compatriotas exiliados y catalanes bien posicionados en el
mundo cultural. La mención de la revista El Viejo Topo, creada en 1976 como tribuna
de las izquierdas, es igualmente significativa porque en ella escribieron numerosos exi-
liados. Miguel Riera, cofundador y futuro director de esta revista-editorial, también
dio trabajo a exiliados en la editorial Montesinos, en la que Marcelo Cohen fue asesor
literario.
Desde una posición marginal respecto de esa sociedad letrada que procuró con-
quistar posiciones de relativo prestigio en el mundo cultural del exilio y del posexilio
catalán, Jorge Grant, poeta y narrador prácticamente inédito, recuerda con lujo de
detalles cómo surgían las primeras propuestas de trabajo en el fragor de una búsqueda
laboral movida por la desesperación y la pobreza:
libros de cocina y andaba buscando un redactor. “¿Te ves capaz de hacerlo? Mirá
que tiene que ser castizo”. Castizo o no, el hambre no es castiza y le dije que así
fuera Goliat en el valle de Ela. Me presenté y me tomaron... como redactor que
les mentí que sería y que no fui. Mi mujer redactaba las recetas de cocina con
el brazo de Santa Teresa, prácticamente durmiendo, pero, eso sí, las pasaba en
limpio a máquina y las corregía yo. Pagaban un sueldito y tenían dos por uno
cantando se van las penas (Grant 2004).
Por medio de Covián llegó Grant a establecer contacto con la familia Muchnik,
con Carlos Rama, David Tieffenberg y otros escritores del PEN Club Latinoameri-
cano en España (Grant 2004).14
El relato de Grant, procedente de su correspondencia personal, interesa por múlti-
ples motivos: porque muestra de qué modo los recién llegados dependían, y a menudo
siguieron dependiendo, de quienes ya ocupaban lugares estratégicos en el medio; por-
que revela el lugar de las mujeres en la secreta división del trabajo una vez que el
encargo entraba en la vida doméstica; porque vincula directamente el problema de
la variedad de lengua con las condiciones de trabajo impuestas por las editoriales en
España, ya que redactar o traducir en una variedad de lengua no materna se converti-
ría, aun cuando el editor fuera de origen argentino, en una práctica habitual y en un
tópico central de la discursividad exiliar.
Mario Muchnik ofrece en sus memorias una versión levemente diferente del epi-
sodio relatado por Grant, que no fue ni el primero ni el único argentino contratado o
reclutado informalmente por él. En un capítulo dedicado a sus colaboradores, Much-
nik se detiene en particular en sus empleados argentinos, en sus historias de vida y
aun en sus características físicas y personales: su primo, Pablo Muchnik —“raptado
y torturado por la dictadura militar. [E]n 1977 comenzaban él, Graciela y los tres
chicos, una nueva vida en Barcelona, la ciudad en donde mi padre y yo teníamos
nuestros intereses” (2000: 86)—; Jorge Grant —“reclutamos a Jorge Grant como
corrector de pruebas de una serie de recetarios” (2000:187)—. A partir de 1977,
tras montar una red de distribuidores, Muchnik incorpora a “Carlos Moreira, otro
argentino, bajito éste pero no menos poeta que Grant” (2000: 186-189). Incluso el
contador de Muchnik era exiliado, “un argentino taciturno si bien cordial, silencioso
y ordenado [que] decidió un buen día ser maestro” (2000: 189); se trata de Alejandro
Sarbach, estudiante de sociología exiliado en 1977, luego doctorado en Filosofía por
14
También por intermedio de Covián llegaron a las oficinas de Muchnik Eduardo Galeano,
Vicente Zito Lema y Alberto Szpunberg. A diferencia de Grant, venían con un proyecto edito-
rial concreto: poner “en circulación en el mercado español material de la revista Crisis” (Grant
2004), cuyo último número había salido en Buenos Aires en agosto de 1976.
74 Los trabajos del exilio
Ana Basualdo me mandó a ver a un catalán de una editorial, Gustavo Gili. […] Y
yo en lugar de la traducción del francés al español, hice la traducción del francés al
argentino. Y eso no funcionó. Empecé entonces a hacer muñequitos, artesanías de
madera; tenían forma de huevo, con patitas y un cartelito con un mensaje. Iba a
vender al lado de la catedral, donde había muchos artesanos (Szpunberg 1999: 173).
15
En Argentina, Ana Basualdo había sido redactora de la revista Panorama de la editorial
Abril. En Barcelona colaboró para numerosas publicaciones españolas como Destino, Triunfo,
El Viejo Topo, Quimera, El País, Cuadernos Hispanoamericanos y coordinó el suplemento cultu-
ral del diario La Vanguardia. Su posición en el medio periodístico explica su lugar clave en la
red de contactos.
Alejandrina Falcón 75
Este relato sintetiza los temas tratados hasta aquí: por un lado, confirma la impor-
tancia de las redes de solidaridad laboral tramadas por emigrados y exiliados; por
otro, muestra la constitución de un espacio editorial transnacional gestado a partir
de la incorporación de colaboradores procedentes de otras diásporas conosureñas y,
finalmente, exhibe la solidaridad de algunos editores locales a través del encargo de
traducción.
Juan Martini también menciona la singular práctica solidaria, y lo hace por par-
tida doble: como solicitante de trabajo y como dador de trabajo. Pues uno de los efec-
tos de las cartas de recomendación —una de Juan José Saer para Jordi Martí y otra de
Franco Basaglia— que llevó consigo al exilio habría sido su primera y última incursión
en la traducción interlingüística: La otra locura: mapa antológico de la psiquiatría alter-
nativa, publicado por la editorial Tusquets en 1982. Se trata de una traducción indi-
recta —el italiano es la lengua mediadora— de una compilación sobre antipsiquiatría,
temática en boga en el período de la transición española. La traducción solidaria en
el caso de Martini procede de la propietaria de Tusquets Editores, Beatriz de Moura:
Pero no solo editores catalanes “dieron una mano” a los exiliados mediante el
encargo de traducciones, también los compatriotas argentinos ubicados en posiciones
estratégicas sostuvieron esta singular “política de traducción”:
Dos líneas para preguntarte si llegado el caso podrías darle una mano como tra-
ductor (inglés/francés) a nuestro compatriota Rodolfo Mattarolo [sic], a quien
le vendría más que bien completar su magro presupuesto actual con alguna tarea
de ese tipo. Desde luego no te sientas obligado a nada, pero si por ahí te hiciera
falta un refuerzo en el campo de la traducción, creo que Mattarolo no te vendría
mal. Por las dudas aquí van sus señas: 16, rue Jean Zay. 94120 Fontenay Sur Bois
(Cortázar 2012: 356).
Traducir por necesidad no es ciertamente una novedad entre personas con conoci-
mientos de idiomas, pero dar a traducir por solidaridad pareciera un gesto poco habi-
tual entre editores. Este gesto también revela que, al encargar traducciones a los recién
venidos, los “editores solidarios” tomaban a conciencia traductores apenas preparados
para la tarea, a riesgo de obtener un producto fallido. La imagen del “editor solidario”
entra por tanto en conflicto con la imagen del “editor solo interesado en el rédito”,
predominante en la prensa cultural de la época, como veremos en los capítulos 5 y 6.
Ahora bien, registrar la presencia de exiliados latinoamericanos en la industria del
libro no equivale a comprender el lugar que, como colectivo, les fue deparado. Hemos
visto que la inserción en el mercado laboral, en general, y editorial, en particular, no se
produjo sin tensiones ni sobresaltos. A continuación, procuramos reconstruir la posi-
ción de los exiliados y emigrados latinoamericanos en el campo editorial del período
explorando los ecos discursivos de esas tensiones tal como quedaron registrados en la
prensa y en otras fuentes documentales.
o no del exilio y el problema de la lengua (2003). Entre los tópicos específicos del
colectivo exiliado en España, es posible señalar asimismo uno de gran circulación y
productividad en la construcción retrospectiva de una memoria colectiva del exilio en
clave editorial (Lago Carballo/Gómez Villegas 2007: 12 y 136-139) y de memorias
particulares de escritores exiliados o emigrados (Matamoro 1982; Ehrenhaus 2011):
la figura de los exilios cruzados. Esta figura establece un paralelismo entre la labor cul-
tural realizada por exiliados españoles en tierras americanas a fines de 1930 y el papel
de los exiliados latinoamericanos en el campo cultural español entre los años setenta
y principio de los ochenta. Antiguas y recientes publicaciones destinadas a operar un
rescate histórico del llamado “aporte del exilio republicano a la industria editorial
latinoamericana” sostienen la idea de un viaje de ida y vuelta:
En esta historia de viajes entre un lado y el otro del Atlántico que podríamos
visualizar como una parábola se produjo un nuevo bucle. Los libros de las edi-
toriales iberoamericanas en cuya fundación habían intervenido decisivamente
exiliados españoles comenzaron a llegar a España de forma regular. Simultánea-
mente se estaba produciendo un proceso análogo de implantación de editoriales
argentinas en España (Lago Carballo 2007: 12).
16
Cristina Peri Rossi llegó a Barcelona desde Montevideo en 1972. Su amiga y editora
Esther Tusquets le dio sus primeros trabajos en Lumen a comienzos del exilio. Fue traductora
literaria en Lumen, Montesinos, Bruguera y Anagrama. Tradujo, entre otros textos: Infancia de
Prévert (Lumen 1979), La Fanfarlo y otros cuentos de Baudelaire (Montesinos 1981), Historias
dulces y amargas de Maupassant (Bruguera 1982).
78 Los trabajos del exilio
Lejos de ser una reflexión aislada, el ensayo de Peri Rossi se inscribía en el proceso
de visibilización de las condiciones migratorias del contingente latinoamericano, en
general, y de sus capas intelectuales, en particular. Como señalamos en el comienzo de
este capítulo, la situación de los latinoamericanos en España se hizo particularmente
visible con motivo de los decretos de expulsión de octubre de 1978. Esa visibili-
dad llegó, en efecto, a su ápice cuando se anunciaron los decretos promovidos por el
Ministro del Interior Rodolfo Martín Villa. La amenaza de expulsión dejó expuesta
la problemática laboral de los emigrados y puso en evidencia una compleja trama de
valoraciones y creencias en torno a la presencia de inmigrantes de América Latina. A
raíz de esos decretos, la prensa española publicó numerosos artículos de fondo, soli-
citadas de apoyo y denuncias de la situación del colectivo latinoamericano: “La larga
noche de los refugiados políticos” o “Deberes españoles con el exilio americano” son
tan solo algunos de los titulares más expresivos.17 Todos ellos giraban en torno a una
pregunta: ¿tenía la España democrática una deuda histórica con la América Latina
sumida en el terror de las dictaduras?
Entre los intelectuales, escritores y traductores, la reacción a los decretos quedó
institucionalmente plasmada en la creación de un PEN Club Latinoamericano en
España. La iniciativa se hizo pública en la Conferencia Internacional del PEN realizada en
17
Véase “Los refugiados políticos en España, fuera de la ley” (Pereda 1978); “Una política
equivocada. ¿Qué hacer con los sudamericanos? (Marsal 1978); “La ‘Entesa’ defiende los dere-
chos de los exiliados” (Anónimo 1978a); “Un deber nacional” (Anónimo 1978b); “La larga
noche de los refugiados políticos” (Anónimo 1978c); “21 argentinos deben abandonar España.
Inquietud entre los exiliados latinoamericanos por un decreto que regula su estancia” (Anónimo
1978d); “Deberes españoles con el exilio americano” (Anónimo 1978e).
Alejandrina Falcón 79
18
Àlex Broch, secretario del Centre Català del PEN Club Internacional y cronista de este
evento para la revista Camp de l’Arpa, explicaba la decisión: “Es preciso señalar que la solidari-
dad que estos dos centros manifestaron en relación a los escritores latinoamericanos es un acto
de reconocimiento a la acogida que los países de estos escritores tuvieron, por causas parecida,
con los exiliados del estado español cuando llegaron después del 39. La llamada acuciante de
estos intelectuales latinoamericanos que actualmente se encuentran en una difícil situación
no fue comprendida de manera igual por todas las delegaciones presentes que objetaron la
posibilidad y el peligro de que aumentaran o proliferaran centros del PEN en el exilio según
la situación política de cada país” (1978: 65).
80 Los trabajos del exilio
Los años setentas venían a cobrarnos las cuentas de los años cuarenta. Intelectuales
competentes, escritores profesionales, científicos y creadores, llegaban a nuestras ciu-
dades con las manos vacías, con la voluntad de sobrevivir y de fundar aquí una vida
nueva. […] Evidentemente, en esa ola migratoria se mezclan los profesionales de
indiscutible carrera con los vividores del caldo urbano de las grandes capitales, “rotos”
y “chantapufis” como ellos mismos dirían. Llegaron y están llegando chapuceros de
todos los oficios, desocupados profesionales, pícaros, hampones y hasta delincuentes,
como dice el ministro del Interior; falsos perseguidos políticos, indistinguibles de
los verdaderos, y emigrantes aventureros que ni siquiera se atribuyen esa condición,
decenas de miles de huéspedes poco deseables, necesitados de medios de sobrevi-
vencia, dispuestos a realizar trabajos de fortuna en cualesquiera condiciones, con
evidente daño para un mercado laboral ya gravemente estrangulado (Barral 1978).
[H]ace años, los sudamericanos que nos visitaban eran licenciados en Dere-
cho —en buen número habían estudiado en nuestras universidades— médicos,
empresarios, domadores de caballos, artistas de circo, cantantes de boleros, poe-
tas, escritores, indianos que retornaban al hogar. Ahora, no: son en buena parte
[…] fauna impresionante de delincuentes. Me acordé también, inmediatamente,
de las usuales campañas contra las supuestas infracciones de los derechos huma-
nos que dicen que se conculcan en países sudamericanos. Pero bien ¿y mis dere-
chos humanos de viajar en autobús? (Tarín-Iglesias 1981).
[Ayala] recordó que los intelectuales tuvieron “un sitio de privilegio y mucha
más suerte que los que quedaron en España”. También destacó la importancia
de factores económicos en el recibimiento de exiliados en un país: si hay trabajo
que ofrecer, se tiene la impresión de que ese país trata bien a los recién llegados.
Más que tener gratitud a un país en particular, Ayala está agradecido “a perso-
nas que me ayudaron” […]. En cierto modo, la novelista española Rosa Chacel
también desmitificó su exilio en Brasil y Argentina: “Tenía muchas amistades
allí, tenía una vida intelectual”, manifestó. “De momento podía trabajar y existir
y no quería volver a aquella España, no sentía nostalgia. Mi exilio fue tan feliz y
afortunado que es casi vergonzoso”, dijo (Lyon 1983).
19
Escribe Sábato: “[N]o puede sino indignar que […] algunas de nuestras grandes edi-
toriales insistan en mantener correctores hispánicos, que se pasan poniendo ‘chaqueta’ donde
un argentino escribe ‘saco’. Y que se llegue al colmo [de que la editorial Estrada encomiende]
el prólogo y los comentarios de una edición escolar de Juvenilia a un profesor español, nada
menos que Américo Castro, enemigo declarado y áspero de nuestra modalidad idiomática”
(1982: 135).
20
Dora Schwarzstein reproduce un testimonio que exhibe una valoración diferencial de
sendas variedades de lengua. Se trata de los argumentos del diputado socialista Nicolás Repetto
en un discurso destinado a promover el ingreso de científicos españoles a la Argentina en la
década del cuarenta: “España podría ofrecernos —alegaba Repetto— valores capaces de ejercer
en nuestro medio la función depuradora del idioma” (Schwarzstein 2001: 63).
21
Se trata de “la tendencia hacia la perspectiva diacrónica y con un prescriptivismo que
veía la lengua regional como una deformación, expresados en las posturas de Ramón Menéndez
Pidal y Américo Castro. De este modo, las representaciones que veían la variedad como un
desvío se fosilizaban, al margen de la práctica distanciada del ideal lingüístico, y a la sombra
de las instituciones vinculadas con el corte peninsular de la lengua” (López García 2015a: 77).
Alejandrina Falcón 85
Y como los españoles tampoco son todos los españoles, están los que matizan,
los que más allá de la pronunciación rara de las palabras o la presentación del
pasaporte en vez del DNI se arriesgan a confiar en unos argentinos y rechazar a
los que abusan de la solidaridad. […] Y están los otros, muchos disfrazados de
progresistas, que ante la crisis económica y política española no dudan en buscar
chivos expiatorios y transforman a todos los argentinos en nuevos judíos, miem-
bros de una resucitada invasión árabe, gitanos encubiertos, y sacan a relucir su
racismo y anacrónica hispanidad, convirtiendo automáticamente a todo argen-
tino —y latinoamericano— en un ladrón, secuestrador de futbolistas, terrorista
y violador de la lengua española (Aguirre 1981).
Hemos tenido que ver por la tele una vergonzosa versión del Pigmalión (por otra
parte bien representada) en la que el acento de clase baja que hay que corregir
es el de Buenos Aires. Por lo visto el porteño es mal castellano y el madrileño el
castellano a imitar. La realidad es que el castellano madrileño de la tele es una
minoría en la comunidad hispánica. Provincianos somos (De Miguel 1979).
86 Los trabajos del exilio
derecho a la frontalidad, más bien vacilante, que se justifica por aquello que no
puede decir del todo: su natalidad, su naturalidad diferente y, sobre todo, su escasa
rentabilidad en el mercado del trabajo.
Del evento quedan apenas algunos testimonios de expositores, recuerdos disper-
sos, dos o tres títulos de ponencias consignados en bio-bibliografías y un solo texto
completo asequible, el de Antonio Tello. Ningún archivo oficial lo ha registrado y tan
solo contamos con una noticia periodística para darnos una visión de conjunto. Se
trata del artículo “¿Lejía o lavandina? Los intelectuales argentinos residentes en Barce-
lona analizan durante tres días su situación” de Xavi Ayén, publicado el 16 de febrero
de 1995 en el suplemento cultural de La Vanguardia. De aquello que el periodista
recoge interesa la selección de temáticas: los diferentes motivos para emigrar, la rela-
ción de los emigrados con el trabajo, la relación con Europa, la relación con España.
En cuanto a la relación con Europa y España, entre las representaciones estables de
la discursividad exiliar, habría dominado aquella pasible de expresar un vasto abanico
de motivos migratorios, es decir, no la controvertida y politizada figura de los exilios
cruzados, sino la del “viaje invertido de los abuelos inmigrantes”, ambas de rigor en
los setenta y ochenta. En su ponencia, Edgardo Dobry, emigrado en 1986, habría
dado cuenta de ese tópico discursivo al sostener que “los argentinos somos europeos
nacidos en el exilio. Ir a Europa es volver” (Ayén 1995). Se trata de la consabida
figura del argentino “más europeo que latinoamericano”, que “pertenece” a la cultura
central y a la vez goza de la distancia crítica que le otorga su perspectiva periférica, la
“mirada exterior”. En lugar de una no pertenencia, la imagen construye una doble (y
más noble) pertenencia: la del europeo de vieja cepa. Lejos había quedado, en 1995,
el pesaroso tono del coloquio realizado el 24 de febrero de 1983 en el Instituto de
Cooperación Iberoamericana, en el que Peri Rossi y Moyano pedían por una mayor
inclusión de los escritores exiliados, y aun más lejos esa imagen doliente del argentino
venido con el exilio masivo, sufrido y a la deriva, compuesta por Ferran Monegal en
1976: “Si se cruza usted con un hombre cansado, cabizbajo y macilento, que arrastra
los finales de palabras con cierta melancolía, salúdele. Es un argentino”, palabras que
el escritor y traductor Eduardo Goligorsky aún recordaba con emoción —“hasta las
lágrimas”— en un texto de 1984 sobre el fin del exilio y la compleja decisión del
retorno, cuyo significativo título marca aún más la distancia con las representaciones
exiliares acuñadas en los noventa, y recuerda el lema encarnado en el tópico de “los
exiliados cruzados”: “Expatriación: calvario de ida y vuelta” (Goligorsky 1984).
En cuanto al segundo tema de discusión, el de la “relación con el trabajo”, la
figuración del exilio en su versión década del noventa entra en tensión con una
visión mucho menos apologética de la identidad migrante exiliar y pos-exiliar: la
del argentino mano de obra editorial. Este aspecto nos interesa en particular por-
que recupera la experiencia de los años del exilio propiamente dicho. Las mesas
88 Los trabajos del exilio
22
Explica Fernando Devoto: “Para el período de la inmigración de masas, desde las últimas
décadas del siglo xix hasta la Primera Guerra Mundial, la cuestión de definir qué es un inmi-
Alejandrina Falcón 89
las décadas del setenta y del ochenta se veían y solían ser vistos en el espejo del exilio
republicano español (Tusquets 1982), y eran mencionados en los medios impresos
como representantes de una deuda moral y material que España debía saldar (Barral
1978), en la década del noventa el colectivo de “intelectuales argentinos en Barcelona”
proponía un espejo público en el que los aspectos económicos parecían signar la iden-
tidad migrante. Y, en este sentido, las intervenciones de Cohen y Ehrenhaus, ambos
trabajadores editoriales profesionalizados, venían a ratificar ese desplazamiento: la len-
gua del mercado es una de las claves interpretativas del “exilio en la lengua”. La síntesis
contundente de estas nuevas representaciones pos-exiliares procede de las ponencias
de Ana Teberosky y Daniel Alcoba:23
La psicóloga Ana Teberosky reveló las fuentes del sustento de gran cantidad de
la emigración argentina: se dedican a trabajar “como ‘negros’ de la escritura en
editoriales y medios de comunicación”. Así, se dio algo tan extraño como es que
un poeta, Daniel Alcoba, se felicitara de que las editoriales españolas funcionen
como “fábricas de coches”. Y es que eso “garantiza el trabajo” (Ayén 1995).
Así pues, la descripción de este evento permite hipotetizar que la memoria del “exi-
lio editorial” en Barcelona, que en fechas recientes comenzó a cimentarse en ensayos
y artículos periodísticos de algunos de sus representantes conspicuos (Cohen 2006,
2008 y 2014; Ehrenhaus 2011 y 2012; Gargatagli 2012; Catelli 2012 y 2015; Mar-
tini 2012) se construyó sobre el recuerdo de un período pos-exiliar, los años noventa,
cuando el proceso de reducción del “exilio” al problema de la lengua literaria ya estaba
prácticamente consumado. Se trata de una memoria centrada en el tema lingüístico-
editorial, que se permite decir “sin pelos en la lengua” aquello que en los años setenta
y primeros ochenta era apenas un murmullo textual.
grante parece a primera vista bastante sencilla. Se trataría de los europeos más o menos pobres,
campesinos, varones, mayoritariamente analfabetos, que arribaban a nuestro país para ‘hacer
la América’, en su propia perspectiva, y para poblar el desierto, en la perspectiva de las elites
argentinas. Cuanto mayor fuese esa capacidad de trabajo, principal virtud que se les asignaba,
mayor sería su valor” (2003: 21).
23
Daniel Alcoba es una figura por demás interesante en una biografía colectiva del exi-
lio, pero sin duda también merecería un estudio de caso. Exiliado primero en París, migra a
Barcelona donde se establece y adopta la ciudadanía hispano-catalana. En Barcelona reconvierte
su trayectoria de periodista, iniciada en Buenos Aires, y se vuelca a la traducción y a la escritura
de ficción política, género policial y “simbolismo psicológico”. Alcoba es el padre de la escritora
franco-argentina de origen platense Laura Alcoba, que tan poderosamente narró en El azul
de las abejas el vínculo epistolar con su padre preso, desde su propio exilio adolescente en los
suburbios parisinos.
90 Los trabajos del exilio
El evento “Los pelos en la lengua” constituye, por tanto, una pieza clave para
comprender el uso laxo de la categoría “exilio” en testimonios recientes y para
apuntalar nuestra interpretación de las metáforas del “exilio en la lengua” como
figuración de condiciones de producción literaria exiliares, que afectaron funda-
mentalmente a los trabajadores editoriales, entre los que sin duda destacan los
traductores, correctores y escritores por encargo. Nos permite asimismo situar en
coordenadas precisas un problema consustancial a la práctica de la traducción lite-
raria editorial en comunidades hablantes extendidas, como la hispanohablante: el
conflicto entre variedades de lengua en la práctica de la traducción, producido por
los condicionamientos lingüísticos que el mercado del libro impone para maximizar
la difusión de los textos traducidos.
III. Vivir de la Olivetti: traducciones,
seudotraducciones y otras escrituras por encargo
1
Martini había editado un libro de Basaglia en Editorial Encuadre, impulsada por él en
Rosario entre 1971 y 1975. En agosto de 1974 publicó La institución en la picota de Franco
Basaglia y Franca Basaglia Ongaro, libro compilado, traducido y comentado por los psicó-
logos María Elena Petrilli y Mauro Rosetti; el diseño de tapa era de Roberto Fontanarrosa y
Marcelo Muntaabski.
92 Vivir de la Olivetti: traducciones, seudotraducciones y otras escrituras por encargo
Paco no solamente lee todos los libros que publica y los analiza para el autor; sino
que además traduce, o corrige él mismo las traducciones. Para cada traductor
medita qué libro es más adecuado. Recomienda tomarse tiempo, adelanta dinero
si hace falta y después de leer el texto hace una prolija lista de divergencias. Son
solo algunas de sus costumbres (Cohen 2003).
En el imaginario del “exilio editorial”, Minotauro no solo fue un foco de trabajo para
algunos rioplatenses emigrados sino un verdadero proyecto de traducción, ligado a la tra-
dición argentina de importación de ciencia ficción. Una tradición que, a partir de 1981,
también estuvo representada en España a través de la colección Fénix del sello Adiax,
continuador de Andrómeda. Tanto Andrómeda como Adiax estuvieron bajo la direc-
ción literaria de Jorge A. Sánchez, activo importador —editor, antólogo, prologuista y
traductor— de ciencia ficción hacia finales de los años setenta en Buenos Aires. En 1981,
Sánchez se trasladó a Barcelona, en parte siguiendo al dueño de Adiax. En Argentina
trabajó con traductores como Elvio Gandolfo y Matilde Horne, pero también editó las
dos antologías de ciencia ficción publicadas en la colección Biblioteca Total del Centro
Editor de América Latina, un proyecto editorial que sobrevivió a los embates de la repre-
sión durante la dictadura argentina. Otro caso de gran interés es la editorial Argonauta.
Creada por Mario Pellegrini, hijo del mítico editor y traductor Aldo Pellegrini, en Buenos
Aires, y transplantada a Barcelona en los años setenta, constituye un caso particular pues
era una editorial pequeña pero con un selecto fondo de obras literarias, con presencia de
traductores emigrados, entre los que figura Ana Goldar, exiliada en Barcelona desde 1975.
Alejandrina Falcón 93
2
En 1980, este escritor y traductor argentino residente en España desde 1972 publicó en
la revista Triunfo un artículo a doble página titulado “La traducción o el oficio de la traición”.
Pese a su previsible título, el ensayo es a primera vista bastante heterodoxo, adelanta no pocos
de los argumentos versionados posteriormente por Marcelo Cohen, y describe el mundo de las
editoriales que publicaban “libros para porteras”. Véase el capítulo 6.
3
En torno a 1980, para Martínez Roca, el latinista argentino Jorge Binaghi tradujo Los
médicos también odian de Richard Hirschhorn y La adolescente precoz de Eva Jones; Gerardo Di
Masso tradujo Adúlteros felices de Ellen Roddick y Fugitiva de Julia Sorel; Horacio González
Trejo hizo la traducción de La edad de oro de la ciencia ficción de Isaac Asimov y otros autores
anglosajones.
4
Entre 1977 y 1978, editó seis volúmenes todos ellos traducidos por el argentino Ricardo
Pochtar y la uruguaya Beatriz Podestá Galimberti. Entre los autores figuran Pietro Aretino, el
Conde de Mirabeau y el Marqués de Sade, cuyo libro La filosofía en el tocador fue traducido
por Pochtar.
Alejandrina Falcón 95
5
Según Douglas Robinson (1998), Anton Popovic fue el primero en introducir en los estu-
dios literarios el término “traducciones ficticias”, definidas como “cuasi-metatextos”, es decir,
textos que son aceptados como un metatexto.
96 Vivir de la Olivetti: traducciones, seudotraducciones y otras escrituras por encargo
Ante todo situémonos en los años 40 y procedamos a recoger los restos del
naufragio. Después de la guerra civil, una parte de la intelectualidad espa-
ñola estaba en el exilio, pero otra parte no menos importante había sufrido
en el interior la “depuración” y la cárcel, lo que significaba, en el mejor de
los casos, falta de oportunidades para ganarse el pan de cada día. Eso hizo
que personas que a veces habían desempeñado importantes cargos durante la
República pasaran a desempeñar pequeños cargos en editoriales que luchaban
por la supervivencia. Correctores de estilo, asesores literarios, guionistas y, por
6
En las primeras décadas del siglo xx, destacan las editoriales Calleja, Sopena y El Gato
Negro, esta última creada en 1910 por Joan Bruguera. En el período de posguerra, Molino,
Clíper y Bruguera son los referentes editoriales en materia de novela popular (Moret 2002:
96-105).
7
Además del detalladísimo trabajo de José Miguel Santamaría López (2008), sobre la uti-
lización del seudónimo durante el franquismo también puede consultarse “El pseudónimo y la
censura en la narrativa del Oeste” de Carmen Camus (2007). Los motivos para la utilización
de seudónimo en la novela popular del período aparecen sobre todo ligados a la necesidad de
dar un tinte anglosajón a las versiones nativas de géneros reconocidamente foráneos. El temor a
la censura no parece haber sido un motivo de peso considerando que los censores conocían los
nombres reales detrás de los seudónimos.
Alejandrina Falcón 97
supuesto, escritores de novelas por pasillo estrecho a cuyo fondo había un edi-
tor y —lo más importante— una oficina de Caja. Sin ellos no hubiera podido
darse la moderna novela popular, que creó unos profesionales y unas bases para
lo que hoy llamamos novela negra. Las personas dedicadas a este menester, que
entonces consideraban transitorio, pero que en muchos casos duró el resto de
sus vidas, se dividían en tres grandes apartados: a) los que escribían novelas
rosa, cuyo arquetipo podría ser Corín Tellado […]; b) los que escribían novelas
del Oeste, cuyo arquetipo podría ser Marcial Lafuente Estefanía […]; c) los que
escribían novelas policiacas (1987: 10-13).
8
En 1980, junto con Jorge Bragulat y Hugo Chumbita, Álvaro Abós fundó la revista del
exilio Testimonio Latinoamericano, en cuyos cinco primeros números Goligorsky y Frers pole-
mizarían con motivo del artículo de Chumbita “Peronismo, un enigma europeo”. Sobre esta
polémica y el perfil general de la revista, véase Jensen (2007b).
9
Vicente Zito Lema había sido director editorial de la revista argentina Crisis, que dejó de
publicarse en agosto de 1976, y en cuyas páginas también había colaborado Alberto Szpunberg.
En el exilio ofició de abogado en la asesoría jurídica creada por la ONG Agermanament para
ayudar en forma gratuita a los exiliados latinoamericanos.
98 Vivir de la Olivetti: traducciones, seudotraducciones y otras escrituras por encargo
La historia de la miserable vida de Chris Parker fue por sobre todo un éxito de
ventas, que Martínez Roca no quiso dejar escapar. Así nació la saga de “Nacida Ino-
cente”. Primero llegaron Chris (2ª Parte) y Escapa Chris (3ª Parte), de Paul May; luego
El regreso de Chris (4ª Parte), El corazón de Chris (5ª Parte), Un amor para Chris (6ª
Parte), Chris y su destino (7ª Parte); Los caminos de Chris (8ª Parte); La esperanza de
Chris (9ª Parte) y La granja de Chris (10ª Parte). A partir de 1978, Paul May, iniciador
de la saga, se encargaría de contar “qué ocurre con Chris Parker cuando abandona el
reformatorio” a “los cientos de miles de lectores que se conmovieron con las experien-
cias de aquella joven, ‘nacida inocente’” (May 1978: Contraportada). En la 3ª parte,
“la novela más cruda y estremecedora de la serie Nacida Inocente, un éxito mundial
que denuncia el drama de los adolescentes marginados”, Chris Parker “solo quiere
disfrutar de la libertad” (May 1978: Contraportada). Realismo, rebeldía, oposición
al orden establecido y consumo masivo parecen conjugarse en este producto de la
cultura popular de los primeros ochenta, y signan la producción y difusión de estas
novelas en apariencia destinadas a un público joven.
Esta saga tiene el interés de revelarnos una práctica editorial usual que en este caso
tiene como protagonistas a escritores argentinos: la escritura por encargo de novelas
firmadas con seudónimo extranjero. Entre Gerald Di Pego y Paul May, la traducción
se ha convertido en seudotraducción. Pues Paul May no es sino uno de los seudóni-
mos de Ernesto Frers, convocado por Martínez Roca para dar continuidad al éxito
comercial de la novela originalmente traducida por J.A. Bravo. Pero esta saga no solo
interesa porque ilustra una práctica editorial, cuyo autor real era un escritor exiliado,
sino porque además contiene rastros de sus secretas condiciones de producción. Pues
si el seudónimo extranjero opera como máscara destinada a dar verosimilitud al origen
foráneo de la saga, la lengua “de traducción” funciona aquí como doble máscara: se
Alejandrina Falcón 99
La habitación que Chris compartía con la pequeña Carrie Watts no era tan mala
como la literatura al uso supone que son las habitaciones de una escuela-reforma-
torio para jovencitas descarriadas. En cierto sentido, algunas personas considera-
ban a “El Pesebre” una institución modélica en su género (May [Frers] 1978: 15).
Adán fue bisexual. Los ángeles (¿extraterrestres?) tienen sexo. Jesucristo fue pro-
ducto de una mutación genética dirigida por extraterrestres. El pecado original
fue un cruce genético. La Biblia oculta huellas de una presencia extraterrestre.
[…] Quizá usted no esté de acuerdo con las conclusiones del autor, pero le será
difícil encontrar una grieta en sus impecables razonamientos (Alexander [Sexer]
1978, Contraportada).
Por cierto, como casi todos los escritores por encargo, Sexer alternaba seudónimos
en función de la materia y la necesidad de crear un verosímil autoral. Por ejemplo,
como Kenneth Sullivan rubricó sus Ejercicios para vivir mejor (1980) pero utilizó el
seudónimo presumiblemente chino Wang Kien para publicar El Horóscopo chino de los
doce animales, editado por Bruguera.
10
Jorge B. Rivera relaciona su novela La perinola, un experimento formal con textos radio-
teatrales, con “los ‘recortes’ de radioteatro, guiones de cine, protocolos policiales, correspon-
dencia cursi, etc., que incluye Manuel Puig en Boquitas Pintadas o en The Buenos Aires affair”
(Rivera 1989).
102 Vivir de la Olivetti: traducciones, seudotraducciones y otras escrituras por encargo
En Martínez Roca, tanto los géneros populares —la literatura erótica, las novelas
policiales, de aventura y del Oeste— como las publicaciones de divulgación histórica,
biografías de celebridades, autoayuda, sexualidad, esoterismo, vida extrarrestre y otros
—razas de perros o jardinería— aparecen directamente vinculados con la escritura
por encargo y seudónima. Claro que no todos esos libros por encargo se firmaban con
seudónimo extranjero ni todos se hacían con fines meramente alimenticios. Algunos
emigrados incluso adquirieron cierto renombre en estos rubros, como Alejandro Vig-
nati, multifacética figura que ingresó a la editorial como solapista, y Alberto Speratti,
que publicó dos novelas policiales en Martínez Roca.11
En “Herejías en español. La otra novela policíaca” Paco Ignacio Taibo II traza la genealo-
11
gía de la novela negra en español, y encomia la obra de este escritor exiliado: “Alberto Speratti
escribe en España dos novelas excelentes: El asalto al Banco Central (1981), con técnica de
reportaje y El crimen de la calle Legalidad (1983, Martínez Roca), una sorprendente inmersión
en la España de los años 50, con una logradísima variación de personajes-narradores y una
excelente construcción de tipos y ambientes” (1987: 39).
12
Se trata de una traducción indirecta del italiano: Antonin Artaud et al. (1982), La otra
locura: mapa antológico de la psiquiatría alternativa. Barcelona: Tusquets.
Alejandrina Falcón 103
los seudónimos Alvin Jones y Luca Ferrari, Martini escribió para tres colecciones
catalogadas como ficción erótica, todas ellas productos típicos del “destape” español:
Sexy Thriller, Especial Venus y Temas de Evasión.13 Bajo la rúbrica “solo para adultos”
y “venta prohibida para menores de 18 años”, las tapas de estos pequeños libros de
bolsillo exhibían mujeres y hombres en poses eróticas, semidesnudos, ataviados con
collares de balas, blandiendo armas...
Conforme a la división del trabajo genérico, Martini alternó seudónimos, y usó
otros tantos para textos ensayísticos o de divulgación: Martin J. Smith, Jorge Ramírez14
y Pierre Girault. Este último, de claro origen galo, es el ficticio autor de Sexualidad
sana, libro publicado en 1976 en la colección Pronto y Fácil de Bruguera. Según la
base de datos del ISBN español, la obra de Girault como experto “sexólogo” es tan
escueta que se reduce a este único libro. Sin embargo, ha dejado otros rastros de su
fingida experticia en una serie de informes periodísticos publicados en Crónica Negra
de Bruguera, una colección de estética ultra sensacionalista que prometía crímenes abo-
minables, reprobables asesinatos rituales y sexuales, robos, estafas, cataclismos, incendios
y otras tantas manifestaciones del mal sobre la tierra. El n° 6 incluye la crónica de un
caso “psiquiátrico-policial” ocurrido en un lejano suburbio llamado Argentina: El sátiro
de Villa Urquiza es el nombre de la abyecta historia de Manuel Cabrera y de su vínculo
con el psiquiatra argentino Tomás Fase. Así, el título de la crónica, que también es el del
libro, y la explícita localización del caso en la ciudad de Buenos Aires ubica al afrance-
sado sexólogo Pierre Girault en la geografía natal de su creador, Juan Martini.
Martini no fue por cierto el único argentino embarcado en la escritura seudó-
nima de novelas “para adultos” y otros géneros populares. En la colección Temas de
Evasión colaboró otro argentino, cuyo nombre no debería omitirse en una biografía
colectiva de traductores y seudotraductores: Juan Manuel González Cremona, quien
13
La colección Sexy Thriller se inició a principios de 1978 y duró solo 42 números.
Publicaba novelas de corte policial llenas de violencia y escenas de contenido erótico. Para esa
colección Martini escribió La última virgen bajo el seudónimo de Luca Ferrari (nº 18), Las
herederas ardientes (nº 24), Doce mujeres (nº 38), La droga del deseo (nº 42), todas ellas con el
seudónimo Alvin Jones. La colección Especial Venus tuvo 89 números y se publicó bajo el sello
editorial Ceres, de Bruguera, con frecuencia semanal entre 1978 y 1980. En ella se reeditó La
droga del deseo de Martini (como Alvin Jones). La colección Temas de Evasión llegó a tener 267
títulos. Se trataba de novelas con argumentos policiales o sentimentales con tintes eróticos. Bajo
el seudónimo Alvin Jones, se publican las siguientes novelas de Martini: Entre dos fuegos (nº 78),
Fotos de mujer (nº 91), Solo un juego (nº 105) Peligro: explosivas (nº 108) y Peligroso (nº 119).
14
En 1976, la colección Libro Amigo publica en la colección Historia General y Mundial
su ensayo Rescate. El golpe israelí en Uganda firmado con el seudónimo Martin J. Smith. En
1978, incursiona en la historia española con un seudónimo “español” Jorge Ramírez: Las fami-
lias más poderosas de España para la colección Bruguera Círculo (nº 19).
104 Vivir de la Olivetti: traducciones, seudotraducciones y otras escrituras por encargo
bajo el seudónimo Roy Callaghan escribió Al sexo vivo, Crónicas de amantes, Lecho
compartido, Travesuras de alcoba y, bajo el seudónimo Falco Guarnieri, Otra forma
de amar.15 Exiliado en Barcelona desde 1976, González Cremona fue un prolífico
trabajador editorial. Más allá de la escritura alimentaria de estos y otros libros por
encargo, firmados con los seudónimos Ana Velasco, Anthony Logan, Eric Sorens-
sen, John Stuart, Pablo De Montalbán y Ronald Mortimer, González Cremona tra-
bajó como guionista de historietas —El Corsario de Hierro, El Acordeón, ¡Zas! y Can
Can— e incursionó en una práctica directamente relacionada con la traducción: la
adaptación a historieta de autores clásicos en la colección Joyas Literarias Juveniles
de Bruguera. Esta colección fue creada en 1970; duró, con periodicidad quincenal
y luego semanal, hasta 1983; y publicó 269 números en total. González Cremona
se incorporó a la plana de guionistas en 1977 con la adaptación de Las aventuras de
Tom Sawyer, de Mark Twain. A partir de 1978, se convirtió en el principal guio-
nista de la colección y prácticamente monopolizó la adaptación de traducciones,
tarea antes realizadas por diversos autores españoles.16 Entre otros autores, Cremona
adaptó obras de Julio Verne, Emilio Salgari, Dickens, Walter Scott, Pushkin, Conan
Doyle, Hugo, Twain, Pérez Galdós y Pushkin. El nº 169, su adaptación de La Com-
pañía Blanca de Conan Doyle, fue el último volumen de la serie.
En el ocaso de los bolsilibros, a principios de los años ochenta, Ceres lanza dos
colecciones: Héroes del Espacio y La conquista del Espacio, ideadas por Ernesto
Frers. En ellas colaboró copiosamente Juan Manuel González Cremona, bajo el
seudónimo Eric Sorenssen, y también Pablo Di Masso, en cuyo recorrido nos con-
centramos a continuación.
15
Como Roy Callaghan también escribió en la colección Especial Venus de Ceres
(Bruguera), entre 1979 y 1980: Amor, asignatura pendiente, Quiero ser tuya, Jaque al sexo, Amor
desnudo, Desnuda ante el amor, Lonja de sexos, Playas calientes.
16
Monopolio antes detentado por Juan Antonio Vidal Sales y sus seudónimos, ya que
adaptó 138 números. Cremona adaptó sesenta obras correspondientes a los números 195-196,
199, 200, 203-205, 207-238, 253, 255, 257, 258, 260, 261, 263-269.
Alejandrina Falcón 105
Soy rosarino, eso dicen mis huellas digitales, y he trabajado en varias revistas de
este lado del océano como colaborador, redactor, jefe de redacción y director,
según se terciara: Playboy, Co&Co, Vivir en Barcelona, Hombre Magacine, Gas-
tronomía y Enología, Bel Canto, Viajeros, Imaginem... y algunas otras de las que
prefiero no acordarme. Al principio de mi aterrizaje en Barcelona escribí durante
varios años novelas de bolsillo: policiales, de guerra, del oeste, románticas, eró-
ticas, de espionaje, de deportes... en plan mercenario de la tecla y he sido, y soy
ocasionalmente, traductor del inglés y el francés (Di Masso 2001).
Sarto.17 Las novelas de Rocco Sarto figuran en todas las series de bolsilibros de Ceres/
Bruguera: Metralla, Temas de Evasión, Especial Eros, Especial Venus, Sexy Thriller,18
Punto Rojo Policiaco, Héroes del Espacio y La conquista del Espacio.19 Pero la fami-
liaridad del productor con su alter ego Rocco Sarto no solo procedía de los recuerdos
familiares condensados en su nombre o de las lecturas acumuladas que de algún modo
volcaba en las tramas de aventuras varias. Rocco Sarto también, y ante todo, fue el
inesperado vocero de la denuncia de los crímenes de la dictadura, y lo hizo cruda-
mente, sin eufemismos ni metáfora.
[M]e acuerdo de una amiga que en una reunión de solidaridad con las Madres de
Plaza de Mayo topó con uno de los tres tipos que se habían turnado para tortu-
rarla mientras comían ravioles. Me acuerdo de haber debatido con un amigo si,
17
En el fondo de su exotismo, este seudónimo condensaba recuerdos familiares y evocacio-
nes de cinéfilo empedernido. Rocco Sarto es una cruza de “Rocco y sus hermanos”, el film de
Visconti que narra la historia de dos hermanos emigrados, con el recuerdo de dos costureras, las
hermanas Sartori, que acompañaron su infancia. Por lo demás, Rocco Sarto tuvo su traducción
intersemiótica en un dibujo de Di Masso titulado: “Rocco Sarto Tiene sus Propias Neurosis”,
de 2006: http://www.aerolatino-geba.com.ar/pablodimasso/rocco-sarto.html
18
Para Temas de Evasión: La garra del deseo, Sexo mágico, Atletas del sexo, El cuerpo y el delito,
Una extranjera en mi cama, Fiebre en el paraíso, Adorable viciosa; para Especial Eros: Furia en la
carne; para Especial Venus: Olimpiada sexual y Sexo trágico; para la colección Sexy Star: En busca
de tu piel, La promesa de tu cuerpo, Prisionera de la madrugada, Morbo Club, Lujuria en el trópico,
Demencia carnal, Hembra tropical.
19
Para las dos primeras series escribió: Asalto al Planeta Negro, Demencia celeste, Detrás del
firmamento, El defensor anónimo, El investigador, El nuevo génesis, El planeta de los condenados,
El secuestro del “Columbia”, El universo misterioso, Filibusteros del espacio, Guerrero del futuro, La
extraña alienígena, La galaxia del adiós, La huella del invasor, La jungla del olvido, La memoria del
futuro, La otra cara del nirvana, La semilla del horror, Los cruzados del tiempo, Mundo mutante,
Prisioneros del enigma, Proa al futuro, Punto de encuentro, Salto al vacío, Vagabundo del tiempo,
Viaje sin final. Para Punto Rojo Policiaco, escribió: Días violentos, Un caso particular, El hombre
de la calle, Una sonrisa antes de morir.
Alejandrina Falcón 107
Este fragmento fue borrado de las versiones subsiguientes, quizá debido al vio-
lento efecto de lectura causado por el contraste de banal liviandad e incorrección polí-
tica, totalmente injustificado en un ensayo que condenaba los “excesos de la memoria”
y procuraba construir un relato despolitizado del exilio. Sin embargo, ese recuerdo
borrado pone en palabras y escenifica una fantasía —la idea de venganza personal, de
justicia por mano propia— que contraviene el discurso público de los organismos
de Derechos Humanos, centrados en consignas como “aparición con vida”, “memoria,
verdad y justicia”, “juicio y castigo a los culpables” (Jelin 2005).
Sin embargo, entre fines de 1982 y principios de 1983, una novela popular de
circulación masiva, y por eso de algún modo secreta, viene a plasmar esas fantasías
privadas de venganza: En el país del horror de Rocco Sarto. Publicada por Bruguera/
Ecsa en una colección de aventuras primero llamada Tam Tam y luego Bolsilibros
Acción, la novela contiene todos los ingredientes de una novela de aventuras: un esce-
nario exótico, situaciones no cotidianas, una misión, un héroe, innúmeros riesgos y
peligros, un amor perdido, un nuevo amor redentor y mucha acción. El argumento es
el siguiente: Gaspar Yáñez, un periodista francés nacido en las Antillas, vive y trabaja
como traductor en un país latinoamericano en el que gobierna una feroz dictadura.
Agobiado por la represión y el terror, Yáñez proyecta salir del país con su mujer Teresa
y su pequeña hija Dolores:
Con el firme objeto de “escapar del miedo y la paranoia que reinaba por
doquier”, “[s]alir de esa atmósfera oprimente y aterrorizadora” y “[d]ejar de oír
día tras día los horrores cometidos por las bandas parapoliciales y paramilitares”,
Yáñez procura aceptar todos los encargos de traducción que pudiera darle su amigo
y editor Aldo Favaro, quien “dirigía una pequeña empresa editorial que publicaba
novelas de todo tipo y que Yáñez se encargaba de traducir del francés al castellano”
(Sarto 1983: 7). El encargo más reciente le interesaba particularmente: se trataba de
108 Vivir de la Olivetti: traducciones, seudotraducciones y otras escrituras por encargo
20
Beatriz Sarlo inauguraba esta clave de lectura con su análisis de la novela de Héctor Tizón
La casa y el viento (1984). Como tal, es inaplicable a El viejo soldado (2002), novela que Tizón
también escribió en el exilio pero decidió no publicar por considerarla un texto menor y de
urgencia. El argumento tiene no pocos puntos en común con En el país del horror: un exiliado
en Madrid, que procura sobrevivir a la cotidiana y humillante búsqueda de trabajo, acabará
como escriba a sueldo de las memorias facciosas de un soldado franquista, a quien asesina en un
acto de justicia por mano propia.
Alejandrina Falcón 109
21
Sarlo destacaba otros rasgos específicos del planteo ficcional de la “cuestión argentina”
y de su función de “crítica del presente” en la narrativa de la dictadura: la interrogación sobre
procedimientos literarios relativos al tratamiento de ese presente, la crítica del realismo y el
acercamiento a ciertas zonas de la cultura popular (1987: 37-43).
22
Pueden mencionarse en esta línea los relatos de Barrio Chino de Juan Martini. Sin
embargo, la elaboración literaria de las prácticas editoriales descritas en este capítulo es palmaria
en Los sentidos del agua (1992) y en el cuento “Versión de un relato de Hammett” publicado en
La mujer ducha (2001) de Juan Sasturain, cuyas tramas policiales ponen en escena la picaresca
de traductores y seudotraductores argentinos en Cataluña.
IV. El caso Bruguera:
importadores argentinos de novela negra
Hugo señaló las hojas escritas, el título que las encabezaba con gruesos
trazos de marcador negro: Perdónanos nuestros pecados. Un relato inédito
de Dashiell Hammet. Versión española de Rodrigo de Hoz.
— No entiendo cómo hay editores tan ingenuos… ¿Cuántos cuentos
supondrán estos gallegos que ha escrito Hammett?
— Muchos. En los viejos Leoplán de los cincuenta hay montones que
jamás se reunieron en libros. Han gustado más algunos de los falsos
que los verdaderos… ¿Qué te parece el nombre del traductor?
(Juan Sasturain: “Versión de un relato de Hammet”, 2001)
—Pero parece que ahora quieren echarnos a todos de este país —dijo.
—Sí, respondió Pacho Soulé. Sobre todo a los que no tienen papeles.
—Yo tengo —repuso el Bulldog. Sacó su carnet de la Federación Catalana de
lucha y se lo mostró (1999: 136).
“Vía Layetana”, excepcional registro literario del clima generado por el anuncio de
los decretos, integra Barrio Chino, una compilación de relatos escritos entre 1960 y
1980. Aunque publicado en 1999, Barrio Chino está anclado en la geografía del exi-
lio, comenzando por su título: el “Barrio Chino” es el nombre que los viejos catalanes
daban al actual Raval, barrio popular del distrito quinto de Barcelona, devenido esce-
nario privilegiado de la novela negra en castellano, desde Tatuaje del español Manuel
Vázquez Montalbán hasta Los sentidos del agua del argentino Juan Sasturain. Más allá de
112 El caso Bruguera: importadores argentinos de novela negra
1
El libro tiene dos partes. La primera reúne cuentos que pueden encuadrarse en el género
negro. La segunda, titulada “Migraciones”, tematiza la vida del contingente exiliado en breves
relatos por los que transitan figuras del mundo editorial, como el argentino Pacho Soulé, olvi-
dado autor del logo de la colección Serie Novela Negra.
Alejandrina Falcón 113
ciso, por tanto, situar en qué momento de su vasta trayectoria vinieron a inscribirse.
Distintas fueron las etapas de su desarrollo pero todas ellas estuvieron fuertemente
marcadas por las circunstancias políticas y económicas nacionales e internacionales.
Por eso, no sorprende que también el fenómeno de los exilios políticos del Cono Sur
repercutiera en su trayectoria.
La casa Bruguera comenzó como una empresa familiar derivada del sello El Gato
Negro, fundado en 1910 por Joan Bruguera Teixidó. Tras ser temporalmente colecti-
vizada durante la Guerra Civil Española, con el ascenso del franquismo y el inicio del
férreo sistema de censura previa, los hijos de Bruguera Teixidó retomaron el control
de la empresa y cambiaron su nombre por el de Editorial Bruguera. Como señala-
mos en el capítulo anterior, en la década del cuarenta la empresa pasó a liderar la
edición de literatura popular, en particular de tebeos y bolsilibros. En la década del
cincuenta, la empresa multiplica su volumen de negocios, diversifica su producción
y se expande a nivel nacional: “Bajo la empresa Bruguera, se agruparon una planta
industrial (en Parets del Vallès), una división publicitaria (Nueva Línea), una librería
(Proa), una distribuidora (Libresa), una división para el mercadeo (Ibis), sellos filia-
les (Ceres), varias sucursales en el territorio español” (Cuadrado 2000: 187). En los
años sesenta Bruguera adquiere una planta en Buenos Aires, que llegó a tener setenta
trabajadores. Con el tiempo también instaló delegaciones en Bolivia, Brasil, Colom-
bia, Costa Rica, Chile, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala,
Lisboa, México, Panamá, Paraguay, Perú, Portugal, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela
(Cuadrado 2000: 187). La década del setenta marcó un nuevo giro en su trayectoria:
aumentaron las ediciones y el número de colecciones pero disminuyó la producción
de bolsilibros. En 1974 Corín Tellado y Marcial Lafuente Estefanía ganaron un litigio
contra la editorial por el incumplimiento en la liquidación de derechos autorales. Ese
fue un hito en la historia de la lucha de los trabajadores contra una empresa que llegó
a tener una firma industrial con casi dos mil trabajadores (Vila-Sanjuán 2003: 90)
cuyo crecimiento obedeció al “sistema de explotación” de los autores y a la “dinámica
de apropiación de originales”, que se reeditaban una y otra vez en distintos soportes y
colecciones sin pagar derechos (Ortega Anguiano 2003). La década del ochenta marcó
el fin de Bruguera. En 1982, afectada por el hundimiento económico de América
Latina y por el elevado costo de sus imprentas, Bruguera declaró la cesación de pagos
e inició el último tramo de su existencia. Tras el fracasado intento de vender la edito-
rial al empresario uruguayo Leo Antúnez, la editorial cerró en 1986. La empresa fue
adquirida por el Grupo Z y su fondo fue transferido a Ediciones B.
A la luz de la trayectoria descrita, es tentador interpretar que la inserción de
exiliados y emigrados argentinos en la editorial coincidió con su “decadencia”. Sin
embargo, más preciso sería situar esa presencia en un momento de renovación, y aun
concebirla como promotora de un cambio que no pudo durar. Así lo interpreta Sergio
114 El caso Bruguera: importadores argentinos de novela negra
Como suele ocurrir con la memoria de hechos lejanos, este recuerdo es parcial
y fallido. Pero curiosamente los errores o “lapsus” que esta cita contiene concentran
datos significativos sobre la reciente construcción de una memoria del exilio en
clave editorial. En primer lugar, la tajante distinción entre “traductores argentinos”
y “autores en lengua castellana” se funda en un primer olvido, el de la radicalidad de
las prácticas editoriales al uso en Bruguera. Por un lado, Martini clasifica a los tra-
ductores por criterio de nacionalidad (“traductores argentinos”) en un contexto en
el que cualquier huella de identidades lingüísticas no hispánicas debía ser borrada o
asimilada a la representación literaria de sectores populares o marginales de la socie-
dad española, como demuestra la ya mencionada adaptación televisiva de Pigmalión
de Bernard Shaw difundida en 1979;2 y, por otro, define la autoría en escrituras
2
No solo el “porteño” era asimilado a la lengua vulgar, también el cheli madrileño o “quin-
qui” de los años setenta. Entre los escasos prólogo de traductor en esta colección, el de Josep
Elías a su versión de Por amor a Imabelle de Chester Himes (n° 48) ilustra el problema de la
traducción de sociolectos. Para asegurarse “un cierto equivalente al castellano” de la “lengua de
los negros de Harlem”, Elías recurre al argot de “nuestros mal llamados bajos fondos” y cons-
truye una lengua de traducción “basada en similitudes sociológicas cuyo denominador común
118 El caso Bruguera: importadores argentinos de novela negra
es la picaresca, la sordidez, la violencia impuesta como únicas formas de vida permisible para
los ambientes marginados” (Elías 1980: 9). Acompaña este intento mimético del quinqui de los
años setenta un glosario de setenta y siete términos, realizado con “asesoramiento léxico” de un
informante: Manuel Sánchez Torres, alias El Palomo. Similar problema plantea la traducción
del argot catalán en El procedimiento de Jaume Fuster, también traducida al castellano por Josep
Elías. Sobre este tema, véase (Linder 2014).
Alejandrina Falcón 119
Editora —colección Los libros del Mirasol—, Emecé —colección El Séptimo Cír-
culo, Grandes Maestros del Suspenso y Grandes Novelistas—, Corregidor y Tiempo
Contemporáneo —colección Serie Negra dirigida por Ricardo Piglia—. Ciertos
números figuran en coedición con Emecé. Algunas de estas traducciones fueron reali-
zadas por reconocidos traductores argentinos, como Eduardo Goligorsky —radicado
en Barcelona—, Rodolfo Wilcock, Estela Canto y Floreal Mazía; otras consignan
nombres menos célebres pero igualmente presentes en la cultura traductora argentina:
Aurora Merlo, María Teresa Segur, Héctor Casali, Joaquín Urrieta, Marcos Guerra,
Selva Pino, Adriana T. Bó, Federico López Cruz, Inés Oyuela de Estrada, Nora Bigon-
giari, Manuel Barberá, Teresa Navarro Velasco, Marta King, Daniel Landes, Víctor
Iturralde Rúa y Marta Isabel Guastavino.
En cuanto a los colaboradores in situ, el catálogo de la colección se constituyó
con numerosas traducciones realizadas ad hoc por argentinos, que en ciertos casos
ya contaban con experiencia profesional en Argentina y, en otros, comenzaron a
traducir en Barcelona: la profesora de latín y traductora profesional Ana Goldar
(nº 1, 4, 8, 9), Eduardo Goligorsky (nº 2), Susana Constante (nº 3), el periodista
rosarino Rodolfo Vinacua (nº 6), la poeta y traductora Ana Becciú (nº 12 y 17);
la traductora uruguaya Beatriz Podestá (nº 14); el crítico uruguayo Homero Alsina
Thevenet y el novelista Horacio Vázquez-Rial (nº 25); el traductor de Minotauro,
Carlos Peralta (nº 51) y su hija Tabita Peralta (nº 75), el escritor y futuro traductor
profesional Marcelo Cohen (nº 60) y la escritora Marta Eguía (nº 65). En el nº 29,
de 1979, se publicó a Osvaldo Soriano con Triste, Solitario y Final, el primero de los
cuatro únicos títulos de autores hispanohablantes.3
La colección publicó entre diez y catorce traducciones por año. En 1977, sobre un
total de catorce traducciones publicadas, ocho eran de argentinos emigrados y cuatro
eran reediciones de editoriales argentinas. En 1978, sobre un total de diez traduccio-
nes publicadas, dos eran de emigrados, seis eran reediciones de editoriales argentinas y
dos de la editorial Alianza de Madrid. Entre 1979 y 1980, no se registran traducciones
hechas por argentinos emigrados pero el número de reediciones de origen argentino se
mantiene elevado. En 1981, se registran tres traducciones de emigrados —una de ellas
en tándem— y cinco reediciones. Así, el trabajo de los emigrados se concentra en los
primeros años de la colección, que en ciertos casos coinciden con los primeros tiem-
pos del exilio, es decir, con los años de mayor incertidumbre laboral. A partir de 1980,
se multiplican los nombres de traductores locales: Jordi Martí, Josep Elías, Enrique
Murillo, Antonio-Prometeo Moya, Marta Sánchez Martín o Pilar Giralt.
3
Fueron cinco los autores de lengua castellana publicados en la colección: Osvaldo Soriano
(nº 29); Carlos Pérez Merinero (nº 63 y nº 78); Andreu Martin (nº 67); Mario Lacruz (nº 68)
y Juan Madrid (nº 82).
120 El caso Bruguera: importadores argentinos de novela negra
4
Para el caso argentino, en la década del sesenta y principios de los setenta, conviven
cuando menos dos paradigmas de traducciones: las traducciones respetuosas del modelo
pluri-normativo del español gestadas por el grupo Sur (Willson 2004a) y aquellas claramente
signadas por la novedosa introducción de la variedad rioplatense en el cuerpo de los textos
traducidos, gestadas por iniciativa de jóvenes traductores como Ricardo Piglia y Susana
“Pirí” Lugones. La editorial Jorge Álvarez fue pionera en la publicación de obras traducidas
en variedad de lengua local. Tras el cierre de Jorge Álvarez en 1969, la editorial Tiempo
Contemporáneo dio continuidad a esta tendencia emergente y, por entonces, integrada a las
prácticas modernizadoras de renovación del repertorio de obras importadas: la recepción de
literatura norteamericana y géneros tradicionalmente concebidos como “menores”, la ciencia
ficción, la novela negra, la literatura infantil (Falcón 2016).
Alejandrina Falcón 121
5
Según diversos testimonios, Bruguera no habría contado con pautas escritas para colabo-
radores. Sin embargo, sí pudimos acceder a las “Indicaciones para colaboradores” que Paidós
Ibérica distribuía entre sus trabajadores en las décadas del setenta y del ochenta. En ellas se
condenan expresamente los argentinismos, dato indirecto de la significativa presencia argen-
tina entre los colaboradores: “Se evitará en lo posible […] localismos y acentuación familiar
argentina de verbos (mirá; movete, etc.) a menos que el tema tratado lo exija”. En el Apéndice 7
titulado “Errores más comunes en el uso del castellano y argentinismos”, se prohíbe el siguiente
léxico: ambo, achuras, birome, banana, barra, chalina, lapicera, mucama, manteca, nafta, piza-
rrón, pibe, pollera, playo, piloto, tubo, tapado.
6
Otro ejemplo, entre muchos posibles, procede de la adaptación de la traducción de Sangre
Española de Raymond Chandler, realizada por Estela Canto en 1974 para la Serie Negra diri-
gida por Ricardo Piglia en Tiempo Contemporáneo: el título del relato “Pasarse de vivo” se
122 El caso Bruguera: importadores argentinos de novela negra
cambios léxicos, tales como “maníes” por “cacahuetes” o “pitadas” por “pipadas”. Otra
clase de modificaciones visibles es la no aclimatación de la onomástica en general y de los
topónimos en particular. Por ejemplo, allí donde la versión de Merlo dice “Los Ángeles”,
la edición de Bruguera repone “Los Angeles”. Las adaptaciones de cronotopo y las modi-
ficaciones lingüísticas sobre la variedad de lengua diseñan así una estrategia mixta entre
la aceptabilidad en la cultura meta (segunda, en el caso de las reediciones argentinas) y
la adecuación a la cultura fuente norteamericana.
La existencia de tales prácticas aclimatadoras no hace sino poner de manifiesto, a
través de la traducción, que la desigualdad de las lenguas y de los grupos humanos que
las hablan también se verifica en el interior de una misma lengua a través del conflicto de
normas regionales. Si la traducción, concebida como un intercambio desigual, consti-
tuye por definición el escenario de un conflicto que la trasciende, resta saber qué factores
sociales y culturales incidieron en el borrado de la americanidad lingüística en una colec-
ción tan fuertemente marcada por la presencia de argentinos exiliados. Para comprender
y explicar la manipulación de traducciones producidas en América Latina en el contexto
preciso del exilio en España puede ser momentáneamente útil suspender los juicios de
valor y poner entre paréntesis las causas comerciales. Si bien la motivación comercial
parece obvia, no constituye la única variable explicativa si consideramos que, antes de
la crisis de los mercados americanos advenida en los años ochenta, la industria editorial
española exportaba más del 40% de su producción hacia América: “El segundo puesto
en el ranking exportador lo ocupaba Bruguera, con cuatro filiales en América Latina y
una cifra de exportación media que en los años sesenta y setenta rondaba el 50 por 100”
(Fernández Moya 2009: 72). Esto significa que, a través de sus filiales de distribución,
Bruguera reintroducía en el mercado americano —y, por tanto, destinaba a su público
lector— traducciones realizadas y ya consumidas en ese mismo ámbito lingüístico.
Retendremos, entonces, otras dos variables explicativas de los fenómenos antes des-
critos. La primera atañe directamente al lugar concedido a la traducción y al traductor
en una colección dedicada a un género a menudo considerado menor. Para explorar este
aspecto, analizaremos los prólogos de Martini en los primeros cincuenta números de la
serie. La segunda se refiere al peso de la sanción social que la violación de la norma podía
entrañar, como señala Gideon Toury en sus reflexiones sobre las normas de traducción.
Para explorar este aspecto, analizaremos los comentarios que la crítica especializada en
género negro disparó contra la colección de Bruguera desde las páginas de Gimlet.
adaptó como “Pasarse de listo”; además se registran trueques léxicos y morfosintácticos del
siguiente tenor: “rajemos” por “larguémonos”, “celeste” por “azul”, “chofer” por “chófer”, “rojo”
por “colorado”, “palito” por “palillo”, “sin ruido” por “silencioso”, “tocó” por “pulsó”, “canti-
dad” por “gran mata”, “bata de estar” por “batín”, “lo siguió” por “le siguió”, “contra la pared”
por “junto a la pared”, “largó el trabajo” por “dejó el trabajo”, “puchos” por “colillas”.
Alejandrina Falcón 123
[N]o me ha parecido adecuado presentar una serie negra […] sin intentar una
explicación, por breve que haya sido, de los presupuestos y de la intencionalidad
de un género que respira con audacia el aire que le toca. Por eso he señalado una
y otra vez la argumentación sociológica implícita en la novela negra en general
y en cada una de sus tendencias y representantes en particular. He dicho, por lo
tanto, que la novela negra —como toda literatura— parte de una determinada
concepción del mundo, del sistema de relaciones y de los fenómenos sociales
(Martini 1977c: 5-6).
En esa misma introducción se exponen los criterios de selección de los títulos por
venir así como la intención de rescatar a la novela negra del prejuicio que la minoriza
y erigirla en signo de los tiempos:
Continuaremos […] con otros escritores cuyo nivel y actualidad eximirán a esta
colección del riesgo de representar solo una recuperación, con toda la justicia que
pueda entrañar, para ofrecer una visión amplia de las posibilidades de un género
cuya vigencia se mantiene inalterable. “Escribir novelas policiales cuando se vive en
una época policial (prohibición, gangsterismo) no es trabajar en un género menor
y sub-literario, sino escribir las novelas más necesarias y hablar de las cosas más
urgentes”, sostiene Robert Louis refiriéndose a Hammet. Salvando todas las dis-
tancias, tal vez resulte oportuno recordar la necesidad de continuar profundizando,
para revelarlas, en las características de la época actual (Martini 1977c: 5-6).
“los motivos y los significados profundos, sociales, de esa violencia” (1977b: 5). Tales
son las consignas que recorren las cincuenta introducciones de Martini, y que per-
miten sostener la hipótesis de que la intervención editorial de los exiliados también
contribuyó a difundir una reflexión sobre la política y la violencia por otros medios,
como hemos mostrado en el capítulo anterior.
El anclaje de la Serie Novela Negra en la coyuntura no solo se manifiesta, en
estos prólogos, en la convicción de que la “literatura solo puede definirse en térmi-
nos sociales” (Martini 1978b: 7), sino concretamente en el modo como interactúa
con los debates culturales de la transición española. Martini usaba aquellas breves
páginas —nunca más de cinco carillas— como tribuna para continuar o dirimir
discusiones, y dialogar con la producción bibliográfica más o menos reciente sobre
el género. En el nutrido sistema de notas al pie, y aun en el cuerpo de sus breves
prólogos, son constantes las remisiones al contexto de producción de la colección:
hay referencias a la escena editorial española del momento, a la publicación de los
dossiers de Camp de l’Arpa o El Viejo Topo, y a libros recientes sobre novela negra
publicados al “amparo del auge editorial del género” (Martini 1980d: 6). También
se registran referencias bibliográficas que remiten a la escena cultural y editorial
argentina de los años sesenta y setenta: Martini remite a los ensayos de Piglia, de
Borges, y a obras de referencia editadas en la Argentina durante esos años. Este sis-
tema de referencias, que dialoga con dos escenarios nacionales diferentes, es corre-
lato del propósito introductorio y pedagógico de los prólogos: su autor comparte
la información que maneja, revela sus fuentes, sugiere bibliografía para que sus
lectores “vayan y busquen”, corroboren, discutan, refuten.
En cuanto al criterio de selección de los títulos —objetado por algunos críticos
catalanes, como veremos luego—, parece adecuarse al propósito de introducir al
público español en el conocimiento de los “clásicos” del género negro:
lo repone implícitamente de dos maneras: por un lado, a partir del sistema de notas al
pie y citas internas antes descrito, en el que no pocas referencias remiten a ediciones
y a bibliografía argentina; por otro, la alusión al origen argentino (o “no español”)
de estas ediciones “difíciles de encontrar” está cifrada en la fórmula “países de lengua
castellana”. Así, en la presentación de La dalia azul de Chandler —guión traducido
por Horacio Vázquez-Rial y Homero Alsina Thevenet, autor asimismo de una extensa
nota introductoria—, Martini menciona cuatro proyectos editoriales argentinos dedi-
cados al género negro, antecedentes directos de la colección de Bruguera:
4.2. De Wilcock a Borges pasando por Piglia: reediciones, algo más que un
inmenso borrador
Cuando los actores evocan las prácticas de manipulación vigentes en las edito-
riales españolas de aquella época, resuena en sus dichos cierta desesperanza y una
valoración profundamente negativa de la circulación internacional de traducciones, a
juicio de ellos convertidas en “un inmenso borrador que podía corregirse, plagiarse,
editarse, peninsularizarse y enviarse otra vez a la Argentina” (Gargatagli 2012: 33).
Sin embargo, la circulación internacional de traducciones no solo hizo de ellas un
mero objeto de plagio sino que, al reeditarlas, los actores involucrados en el armado,
selección y prologado del material doblemente importado, también construyeron
mediante esas prácticas nuevos sentidos, que entrañaban una reflexión sobre lo social,
lo político, lo propio y lo otro. Es posible recuperar, mediante el cotejo de versiones y
comparación de paratextos, la huella borrada de las operaciones sociales inscriptas en
la materialidad de las obras, marcas que revelan la producción de esos nuevos sentidos,
efectos de lectura, relectura, disidencia o diálogo con la propia tradición de traducción.
Mediante el análisis de la operación de marcado y desmarcado (Bourdieu 2002:
5-6) de una traducción originalmente publicada en Argentina, veremos de qué modo
la manipulación de traducciones argentinas “clásicas”, como las traducciones de la
colección El Séptimo Círculo,7 materializó la lectura de una época “negra”, de derrota
7
“Clásicas” en dos sentidos: producidas durante la llamada “edad de oro” de la edición y
de la traducción argentinas, y escritas en una lengua cuyo decoro, llaneza y sobriedad remite al
ideal “clásico” de escritura, opuesto al proyecto encarnado por la colección Serie Negra dirigida
por Piglia para Tiempo Contemporáneo, cuya apuesta al género negro de origen norteameri-
cano se acompañó de estrategias de traducción aclimatadoras, implementadas en particular por
Rodolfo Walsh, Floreal Mazía, Roberto Jacoby, Juana Bignozzi y el propio Piglia (Falcón 2016).
128 El caso Bruguera: importadores argentinos de novela negra
política, muerte y exilio. El caso elegido para ilustrar esta reelaboración es, una vez
más, la reedición de La Bestia debe morir de Nicholas Blake, traducida en la década del
cuarenta por el poeta y escritor Rodolfo Wilcock.
En febrero de 1980, Bruguera publica el nº 42 de la colección Serie Novela Negra:
La bestia debe morir de Nicholas Blake. El libro fue editado en Barcelona, adaptado
en el departamento de corrección de Bruguera y prologado por el director de la colec-
ción. Si bien, como apunta Bourdieu, a menudo “los textos viajan sin sus campos de
producción”, la página de legales arroja datos explícitos sobre su origen: la edición es
de Bruguera, el prólogo es propiedad de Juan Martini, el diseño de tapa es de Raúl
Pascuali; todos ellos “impresos” en los talleres de Parets del Vallès de Barcelona; la
traducción, en cambio, es propiedad de Rodolfo Wilcock; la versión procede de El
Séptimo Círculo, de la editorial Emecé, sita en Buenos Aires; la fecha de la primera
edición es 1949 (una errata, pues la primera edición es de 1945). Estos datos, quizá
poco significativos para un lector peninsular ajeno a los debates literarios rioplatenses,
bastan para identificar la operación de desmarcado y marcado de que fue objeto la
traducción de Wilcock: una serie titulada “novela negra”, incluida en la colección de
bolsillo Libro Amigo, de una editorial especializada en literatura popular, de quiosco,
como fue históricamente Bruguera hasta la llegada de Ricardo Rodrigo, reeditaba en
el puesto cuarenta y dos el primer número de una colección argentina dedicada al
“policial clásico”, dirigida por Borges y Bioy Casares, dos prestigiosos escritores reco-
nocidos en una editorial que solo aspiraba a publicar “literatura seria”.8 Esta flagrante
contradicción se extiende a los paratextos. La notícula bio-bliográfica, impresa en la
página precedente a la de legales, es una versión abreviada y retocada de la “Noticia”
original, probablemente redactada por Borges y Bioy Casares en 1945:
El poeta inglés Cecil Day-Lewis nació en 1904. Descendiente por línea materna
de Oliver Goldsmith, se educó en Oxford9 […]. Dentro del género de la novela
policiaca, es el creador del singular detective Strangeway [la versión de Borges y
Bioy, menos explicativa, decía: “Bajo el seudónimo de Nicholas Blake ha publi-
cado las novelas policiales”]. […] Según Howard Haycraft, “es de los pocos escri-
tores que concilian la excelencia literaria con el arte de urdir misterios perfectos,
y se trata, por tanto, de un maestro del género policiaco” [la versión de Borges y
Bioy decía: “Trátase de un maestro del género policial”] (Blake 1980: s/n).
8
Emecé habría tardado “un año en aceptar la idea de la colección Séptimo Círculo, cuyo
éxito ha sido enorme, porque decían que la literatura policíaca no era cosa digna de una edito-
rial seria” (Borges citado en Lafforgue/Rivera 1996: 123).
9
Para destacar el prestigio de los autores anglosajones seleccionados, Borges y Bioy “pon-
drán especial énfasis en señalar que Nicholas Blake es el seudónimo del poeta británico Cecil
Day Lewis” (Lafforgue/Rivera 1996: 17).
Alejandrina Falcón 129
En los últimos años de la década de los cuarenta, dos de los mayores escritores ingleses
de novelas policíacas anunciaron el fin de una época dentro del género: aquella que
había sido protagonizada por la novela policíaca clásica […]. [Berkeley], precisamente
advirtió: “Estoy personalmente convencido de que la vieja novela con un puro y simple
enigma criminal, que se apoya únicamente en la intriga […] tiene los días contados;
[esa] novela atraerá al lector más por su psicología que por su matemática” […]. Nicho-
las Blake (pseudónimo del escritor inglés Cecil Day Lewis) fue también contundente y
certero en su previsión, y contribuyó al advenimiento de la que a su vez se llamó novela
criminal. […] Abandonados los presupuestos de la novela-problema no se trata aquí
de averiguar quién es el asesino. Lo que resta es saber entonces si le [sic] matará o no.
[L]a voluntad estilística y reflexiva de Blake en esta obra que parece ceñirse, palabra por
palabra, a su propio convencimiento de la caída en desgracia de la novela-problema
y a lo anunciado por Anthony Berkeley con elocuente lucidez (Martini 1980b: 5-6).
10
Por ejemplo, la versión de 1945 registra voseo verbal: “Esa tarde recibí una rápida visita
de James: ‘solamente para saber cómo seguís’” (Blake 1945: 13), borrado en la edición de 1978,
que a su vez registra un caso de leísmo del acusativo masculino, obviamente ausente en la ver-
sión de 1945: “Voy a matar a un hombre. No sé cómo se llama, no sé dónde vive, no tengo idea
de su aspecto. Pero voy a encontrarle, y le mataré” (Blake 1978: 7).
11
La “caída en desgracia de la novela-problema” tiene como correlato, en los demás pró-
logos de Martini, el triunfo de la novela negra como “literatura social”, como género realista,
comprometido con su tiempo.
130 El caso Bruguera: importadores argentinos de novela negra
Los relatos de la serie negra (los thriller como los llaman en Estados Unidos) vienen
justamente a narrar lo que excluye y censura la novela policial clásica. Ya no hay mis-
terio alguno en la causalidad: asesinatos, robos, estafas, extorsiones, la cadena siempre
es económica. […] Allí se termina con el mito del enigma, o mejor, se lo desplaza.
En estos relatos el detective (cuando existe) no descifra solamente los misterios de la
trama, sino que encuentra y descubre a cada paso la determinación de las relaciones
sociales […] Nacido en una coyuntura histórica precisa, literatura social de nota-
ble calidad, el género cristaliza y culmina en la década del treinta (Piglia 1979: 9).
Los novelistas de la serie negra ejercen un tipo de retórica que los liga —más allá
de la conciencia que tengan— a un manejo de la realidad que llamaría materialista:
basta pensar […] en la compleja relación que establecen entre el dinero y la ley
[…], el crimen, el delito, está siempre sostenido por el dinero: asesinatos, robos,
estafas, extorsiones, secuestros, la cadena es siempre económica (a diferencia, otra
vez, de la novela de enigma, donde en general las relaciones materiales aparecen
sublimadas: los crímenes son “gratuitos”, justamente porque la gratuidad del móvil
fortalece la complejidad del enigma) (en Lafforgue/Rivera 1996: 52-53).
12
En 1985 Coma asume la dirección de Seleccions de la Cua de Palla, sucesora de La Cua
de Palla, primera colección de novela policíaca en catalán, editada por Edicions 62 y dirigida
por el escritor Manuel de Pedrolo entre 1963 y 1969.
Alejandrina Falcón 133
En cuanto a ediciones más o menos recientes, indignación página tras página por
las traducciones o versiones sudamericanas, generalmente argentinas o mejica-
nas. [H]ay quien, poniendo una cubierta más o menos atractiva, vende ediciones
traducidas a (sic) Sudamérica y someramente revisadas pretendiendo hacer creer
al lector que se trata de versiones originales. Y no son los editores modestos quie-
nes tal fraude practican (1981: 68).
Que Maruja critique a las editoriales españolas que compran traducciones suda-
mericanas y no tienen ni el prurito de adecuar el idioma a las formas peninsulares,
pero las ediciones hechas allí se hacen para que las lean los de allí y a su modo.
Espero que una rectificación salve las ediciones de Tiempo Argentino (sic), Alfa
Argentina, Sudamericana, etc. Que se meta con Bruguera, pero que no pretenda
que Floreal Mazzia (sic) o Rodolfo Walsh (justamente reconocido como los dos
mejores traductores y adaptadores de la novela negra al lenguaje argentino) tra-
duzcan a un castellano de España. Lo contrario sería darle la razón a aquel lamen-
table artículo de Francisco Umbral en El País (Ganducci 1982: 87).
13
Francisco Umbral fue escritor, ensayista y asiduo colaborador del diario El País desde
su creación en 1976. En sus columnas periódicas escribió sobre los temas centrales de la tran-
sición y no omitió mencionar en reiteradas ocasiones la cuestión latinoamericana. Acuñó el
término “latinochés” para referirse a los inmigrantes de América Latina (Umbral 1981b). El
término vino a sumarse al apelativo “sudacas”, descrito por Carlos Sampayo: “’Sudaca’ es un
metaplasmo de difícil traducción a otras lenguas y tono inequívocamente peyorativo. Como
toda injuria dirigida a un colectivo humano fue parcialmente recuperado por sus denominados
[…]. En la particular escala de valores xenófobos de España, está por encima que Moro y que
Negro, pero por debajo de Guiri, y naturalmente, muy por debajo de Español, que es un tér-
mino conflictivo y parcialmente aceptado” (Sampayo/Muñoz 1990: s/p).
V. La crítica de traducciones: traidores, proxenetas y
sudamericanos
Valentín García Yebra “La traducción a fines de siglo xx. Realidades y perspectivas”,
publicado Traducción: Historia y Teoría (1994). Otra fuente de información relevante
es la más reciente y voluminosa Historia de la traducción en España (2004) dirigida
por Francisco Lafarga y Luis Pegenaute. Esta obra contiene dos capítulos de especial
interés para una historia de traductores argentinos del exilio: “De la Guerra Civil al
pasado inmediato” de Miguel Ángel Vega y “La situación actual” de Luis Pegenaute.
Todas estas fuentes coinciden en caracterizar la situación traductográfica de la tran-
sición española a partir de los siguientes rasgos: el gran volumen de traducciones
literarias, la consecuente discusión pública sobre la calidad de esas traducciones, la
escasa valoración social de la práctica, las deficientes condiciones profesionales de
los traductores y el registro de un proceso de institucionalización del campo, entre
cuyos elementos se destaca la consolidación de asociaciones gremiales y centros de
formación académica. Estos elementos se relacionan de manera causal: en esta etapa,
que García Yebra enfáticamente denomina “edad de la traducción”, la calidad de las
traducciones constituyó una problemática candente a raíz del “espectacular avance
numérico” de la actividad traductora (García Yebra 1994: 152). Este incremento en
la producción de traducciones habría contribuido a impulsar acciones destinadas a
garantizar un “estándar de calidad”, como la promoción de la enseñanza de la tra-
ducción o la propuesta de una colegiatura. Aunque España se posicionaba como el
segundo o tercer país productor de traducciones, según García Yebra, solía decirse
que el volumen de traducciones registrado entre las décadas del setenta y del ochenta
había crecido más que el de los “buenos traductores”. La explicación clásica para este
fenómeno es “la infravaloración, fundada en la falsa idea de que la traducción es un
trabajo intelectual de ínfima categoría. En general, los españoles estiman más una
obra original mediocre […] que una traducción excepcional” (García Yebra 1994:
153). En el capítulo “De la Guerra Civil al pasado inmediato” de la Historia de la
traducción en España, Miguel Ángel Vega relaciona el cuestionamiento de la jerarquía
intelectual de la traducción —la “falsa idea” de su ínfimo valor intelectual— con una
incipiente reflexión sobre la invisibilidad del traductor en ese período. La reflexión
sobre la “invisibilidad” del traductor habría generado una conciencia social y pro-
fesional, que derivó en la promoción de acciones públicas y colectivas destinadas a
revertir los efectos directos de esa depreciación profesional. Vega sitúa el afianza-
miento del proceso de organización del campo y acción colectiva alrededor de los
años ochenta (2004: 559). En síntesis, el giro en la valoración de la práctica y su
agente estuvo vinculado —en una relación de causa y efecto— con un proceso de
institucionalización y profesionalización del ámbito de la traducción.
Ciertamente, durante la transición democrática, surgieron o se consolidaron en
España instituciones que propiciaron la profesionalización de la actividad. Por un
lado, los años setenta suponen la aparición de los primeros centros de enseñanza de
Alejandrina Falcón 141
traducción en España, proceso vinculado con un factor clave para entender el incre-
mento de interés por la traducción: el acercamiento de España a la Unión Euro-
pea, que por entonces era el Mercado Común Europeo.1 Por otro, en cuanto a la
consolidación de la conciencia y la identidad profesional, suele mencionarse la tem-
prana formación de un cuerpo profesional, la Asociación Profesional de Traductores
e Intérpretes (APETI), creada en Madrid en 1954.2 También se registra la creación en
1983 de la Sección Autónoma de Traductores de Libros de la Asociación Colegial de
Escritores de España (ACE Traductores). Como parte de este proceso de constitución
de un campo, deben considerarse asimismo la creación de premios nacionales de tra-
ducción, como el Premio de Traducción Fray Luis de León, otorgado entre 1956 y
1983; y la organización de los primeros eventos colectivos, como jornadas y congresos
de traducción, nacionales e internacionales. Las revistas especializadas en traducción
surgen en los noventa, aunque puede considerarse como antecedente el boletín de
APETI, primer órgano de difusión gremial. Por último, ya a fines de los ochenta,
la creación de la casa del Traductor de Tarazona en 1988 también se inscribe en este
proceso de institucionalización del medio de los traductores en España.
Otro dato general relevante para este panorama traductográfico que condiciona la
escena de traducción en el exilio es el origen de las obras literarias traducidas y lo que
Vega ha llamado la “estética traductográfica” dominante. En cuanto al origen, se registra
la predominancia del inglés por sobre otras lenguas de traducción, en consonancia
con la progresiva consolidación de su posición hipercentral en el sistema mundial de
las traducciones (Heilbron 2010; Calvet 2007). El Instituto Nacional de Estadística
proporciona datos elocuentes al respecto: en 1979 se habrían hecho en España 3114
traducciones del inglés, 1760 del francés, 716 de alemán, 608 del italiano, 36 del
1
García Yebra menciona la fundación y consolidación de cinco instituciones educativas:
el Centro Universitario de Cluny, vinculado con la Facultad de Filosofía y Letras del Instituto
Católico de París, fundado en 1959-1960 y dedicado a la formación de intérpretes; la Escuela
Universitaria de Traductores e Intérpretes de la Universidad Autónoma de Barcelona, creada en
1972; la Escuela de Traductores e Intérpretes de la Universidad de Granada, creada en 1979;
el Instituto Universitario de Lenguas Modernas y Traductores de la Universidad Complutense
de Madrid, fundado en 1974. En 1982 sus promotores crearon la Fundación Alfonso el Sabio,
de cuyo seno nació el Centro Español de Investigación sobre la Traducción, proyecto fracasado
por falta de financiamiento, que no obstante señala la emergencia de estudios traductológicos
en España (1994: 164-167).
2
Un dato comparativo respecto de la situación del asociacionismo a escala europea y mun-
dial: la Société Française des Traducteurs se creó en Francia en 1947; entre 1950 y 1960 ya se
habían constituido asociaciones profesionales de traductores en la mayoría de los países euro-
peos y en otros continentes. La Fédération Internationale des Traducteurs de la Unesco se fundó
en París en 1953 y agrupó 35 asociaciones nacionales (García Yebra 1994: 161).
142 La crítica de traducciones: traidores, proxenetas y sudamericanos
portugués (García Yebra 1994: 158). Según García Yebra, 1524 habría sido el número
de traducciones del inglés realizadas en 1967. Es decir, las traducciones de esa lengua se
habrían duplicado en este período, demostrando así “la pujanza de la lengua inglesa y
de la cultura que se expresa en ella” (1994: 158). La predominancia de traducciones del
inglés en la península sigue registrándose en décadas posteriores. Este dato es relevante
si se considera el actual proceso de entropía traductiva, por el cual el incremento en el
volumen de traducciones va paradójicamente en detrimento de la diversidad cultural.
En cuanto al segundo aspecto, el de la “estética” de las traducciones españolas
entre la posguerra y el período del exilio argentino, Vega sostiene:
3
En la última década, Juan Jesús Zaro, catedrático de la Universidad de Málaga, ha desa-
rrollado proyectos de investigación sobre la historia de las traducciones españolas en América
Latina desde una perspectiva editorial. Su interés por la traducción de clásicos y su circulación
transatlántica lo ha llevado a explorar la problemática lingüístico-identitaria, especialmente
candente en Argentina y México (Zaro 2013a; 2013b).
Alejandrina Falcón 143
traducciones: desde el editor al armador, pasando por el revisor técnico y los distintos
niveles de correcciones estilística. Dada su alta dependencia de los ritmos y condi-
ciones de producción editorial, los libros “mal traducidos” ponían en evidencia los
efectos de la mercantilización de los bienes culturales, especialmente dañosos para la
literatura, concebida como una actividad noble cuya autonomía respecto de instan-
cias heterónomas —la censura política o las leyes del mercado— constituía un valor
incuestionable. De ahí que en los casos en que la traducción literaria aparece asociada
con figuras de probidad incuestionada, es decir, desinteresados agentes de “la cultura”
—traductores nacionales prestigiosos como José María Valverde, Julián Marías, Esther
Benítez, Consuelo Berges, entre otros— la descalificación merma.
Correlato de esta concepción sacralizada de la escritura directa, y sobre todo
de la autoría en literatura, es la identificación del crítico con el autor del texto
fuente. En ese sentido, pese a ser la crítica y la traducción dos prácticas dominadas
en la jerarquía de las prácticas literarias —la doxa, recordemos, también dice que
“el crítico es un escritor fracasado”—; pese a constituir ambas el oficio secundario
de tantos escritores incompletamente profesionalizados, pese a realizarse ambas a
cambio de dinero, la solidaridad del crítico de traducciones editoriales iba siem-
pre dirigida al autor extranjero, representante de “la literatura”, en detrimento
de la figura del traductor local, representante del mercado. El ideologema “nin-
guna traducción puede dañar una obra genial” viene a expresar esa concepción
romántica de la obra literaria como encarnación del genio creador que subtiende
el descrédito de traductores y traducciones, según Lawrence Venuti (1992). Pero
no solo la precaria crítica de traducciones constituye un indicio de la visibilidad
relativa de la práctica; su inscripción en la materialidad misma de los medios
de prensa también lo es. Las principales revistas culturales catalanas —Camp de
l’Arpa, El Viejo Topo o Quimera, entre las que tuvieron colaboradores latinoameri-
canos asiduos— destinaron un lugar al nombre del traductor en la diagramación
de las secciones fijas dedicadas a reseñas de libros.4 Por eso, es difícil concluir que
la invisibilidad o transparencia de la traducción constituyera un rasgo marcado
en aquellos años, si por “invisibilidad” entendemos la ausencia de registro en
soportes, reseñas y comentarios, y no un efecto de transparencia textual. Por el
contrario, se verifica una poderosa conciencia impresa de la mediación traductora,
y que a menudo las voces que la expresaron procedían del colectivo emigrado, en
el cual como se ha visto la industria española reclutó no pocos traductores.
4
Desde fines de los setenta, algunos grandes periódicos se habían comprometido a men-
cionar el nombre del traductor en las reseñas de libros. Este compromiso no siempre se sostuvo
como demuestra la controversia registrada en las páginas de El País entre el escritor-traductor
Manuel Serrat Crespo y el periodista Rafael Conte (de la Serna 1988).
146 La crítica de traducciones: traidores, proxenetas y sudamericanos
5
Por ejemplo, el dossier “Traducción/Transcreación”, publicado en el nº 9-10 de la revista
Quimera (1981), que reunía novedosas reflexiones sobre la práctica: “De la traducción como
creación y como crítica” del poeta concreto brasileño Haroldo de Campos, traducido por Julián
Ríos, y “Transjugando desde el otro hombre”, de Gérard de Cortanze, poeta, crítico y traductor
francés de la obra de Vicente Huidobro en 1976, traducido por Martín Caparrós.
Alejandrina Falcón 147
6
Un ejemplo de esta clase de textos es una reseña de La ventana siniestra, de Raymond
Chandler, en traducción del argentino Eduardo Goligorsky. Escrita por Fernando Samaniego
y titulada “Un detective privado llamado Marlowe”, ni el texto de la reseña ni la ficha técnica
mencionan el nombre del traductor ni el dato de que se trata de una reedición: “La traduc-
ción de la novela coincide con la publicación, por la misma editorial, de una biografía del
autor escrita por Frank MacShane” (Samaniego 1977). En realidad, aquello que coincide con
la publicación de la biografía de Chandler es la reedición y no la traducción, publicada por
primera vez en 1962 por la Compañía General Fabril Editora, la editorial de Jacobo Muchnik.
7
Reseña de la traducción Dante Alighieri, Comedia. Purgatorio. Traducción, prólogo y
notas de Ángel Crespo, Barcelona, Seix Barral, 1976.
148 La crítica de traducciones: traidores, proxenetas y sudamericanos
[L]a reedición realizada hace unos meses tiene especial interés por aparecer en
una etapa de máxima difusión de la “novela negra” en nuestro país y tratarse de
una obra clave de un autor de primera línea que hoy está demasiado olvidado.
Aunque es una pena que se haya empleado la misma apresurada, inconsistente y
casi ilegible traducción que se hizo hace años para esta reedición (Torres 1979).
Sabemos que “una vez más” la traducción constituye un engaño: “mal editada
y peor traducida”, “discutible la selección de títulos”, “apresurada, inconsistente y
casi ilegible traducción”. Pero no sabemos aún cuál es el fundamento del (dis)valor,
es decir, en qué consiste esa ilegibilidad de los textos, su inconsistencia. Si seguimos
leyendo, un atisbo de respuesta llega cuando M. Torres analiza los motivos por los
cuales hasta entonces han fracasado todos los intentos de importar el género negro en
España. Mientras que las novelas de Agatha Christie se reeditaban sin cesar, explica
Torres, dos colecciones de novela negra dejaban de publicarse antes de lograr el obje-
tivo: la Serie Negra de Distribuciones de Enlace y las Selecciones del Séptimo Círculo,
de Alianza Editorial. Y aquí el crítico arriesga una respuesta:
En vista del origen argentino de las traducciones del Séptimo Círculo, dirigida por
dos escritores argentinos (Borges y Bioy) que se preciaban de cuidar las traducciones;
y, puesto que, hasta 1979, la Serie Novela Negra de Bruguera ya había reeditado
numerosas traducciones argentinas, entre las cuales no pocas también procedían del
fondo de la editorial argentina Emecé, es lícito conjeturar que “malas” aquí significa
no adecuadas a la “estética traductográfica” tal como la caracteriza Miguel Ángel Vega:
150 La crítica de traducciones: traidores, proxenetas y sudamericanos
conforme a las normas de la cultura receptora, que a fin de cuentas, desde la perspec-
tiva del reseñista, era la española. Por cierto, esta es solo una hipótesis; y es muy pro-
bable que esa clase de juicios no tuvieran mayor fundamento que el consenso tácito de
los lugares comunes, y por tanto no tuviera ni requiriera justificación para los lectores.
Hasta aquí, el análisis de los textos conduce a un dato sobre la posición del crítico
frente al mercado: a fines de los setenta el crítico literario en los medios de prensa
no aparece aún como un mero publicista al servicio de empresas editoriales, es decir,
no formula argumentos de venta —más bien lo contrario—. El crítico parece querer
el “bien” de la literatura, defender una moral de las obras más allá de la propaganda
comercial. De hecho, se adivina una controversia con el polo editorial, pues en este
caso el cuestionamiento apunta al proceso de importación en su conjunto, no al tra-
ductor individual —se mencionan traducciones, no traductores—. En efecto, la tra-
ducción no tiene otro agente que el aparato editorial, es decir, “traduce Bruguera”,
“traduce Alianza”. Se trata de un ejemplo de máxima asociación de la práctica de la
traducción con el empresariado que la encarga y financia. Esta asociación directa quizá
deba leerse como un efecto de “importación” masiva de un género, operación asociada
antes con el aparato importador en su conjunto que con figuras de traductores-con-
sagradores individuales. En el caso de la importación de novela negra en España, los
traductores no parecen haber tenido un peso nominal que ameritara su identificación
individualizada, como se ha visto en el capítulo precedente.
Un caso inverso, es decir, un caso en que posibles, y aun probables, decisiones edi-
toriales son adjudicadas en bloque al traductor individual, puede hallarse en la reseña
del escritor argentino Marcos-Ricardo Barnatán a la traducción de la obra completa
de Hölderlin8 titulada “La realidad enigmática de Hölderlin”. El traductor, compa-
triota del crítico, es el poeta argentino Federico Gorbea, radicado en Cataluña, futuro
traductor de Villon (Ediciones 29 1979), Prévert (Lumen 1979), Mallarmé (Plaza &
Janés 1982). La falla señalada aquí apunta a la selección del material traducido:
[En la obra completa] aunque no tan completa como su título anuncia, se ha publi-
cado por fin la versión castellana de la inmensa mayoría de los poemas de Hölder-
lin, dispersos hasta ahora en las traducciones de Cernuda (Visor. Madrid, 1974),
Silvetti Paz (Sudamericana. Buenos Aires, 1972) y Mínguez (Plaza & Janés. Barce-
lona, 1975), entre otros acercamientos parciales a la obra del gran poeta alemán. La
tarea no es fácil, y tan solo el esfuerzo de la empresa puede justificar la ausencia de
algunos de los poemas de la locura hölderliniana que, pese a estar harto ordenados,
reproducidos e incluso traducidos, nuestro nuevo traductor olvida (Barnatán 1977).
8
Se trata de la obra Poesía Completa. Edición bilingüe de Friedrich Hölderlin traducida por
Federico Gorbea en 1977 para Ediciones 29.
Alejandrina Falcón 151
9
En 1982, en el nº 18 de la revista Quimera, la sección “Cartas al director” publica un
descargo de la editorial Icaria en respuesta a la crítica negativa del escritor-traductor argen-
tino Horacio Vázquez-Rial sobre una compilación de textos de Paul Eluard, El poeta y su
sombra. Vázquez-Rial objetaba la selección de poemas y algunos contenidos del aparato crí-
tico. La respuesta de los editores de Icaria ilustra nuestra discusión: “Hemos respetado ente-
ramente los criterios de la edición francesa (Editions Seghers, 1963-79) y la nota editorial a
la que alude su colaborador corresponde a aquella. No hay duda que siempre es arriesgada,
y a veces ciertamente discutible, la publicación de antologías no preparadas por el autor” ni,
por cierto, por el traductor.
152 La crítica de traducciones: traidores, proxenetas y sudamericanos
venganza?” pone en clave irónica las ideaciones que asociaban la traducción con
diversas formas del mal, la falla moral o el crimen:
Boris Vian odiado y menospreciado por los críticos de su tiempo y alabado por
los críticos de este tiempo, en muchas ocasiones los mismos (Vian murió en
1959; los críticos han sobrevivido), Boris Vian, que se burlara incluso de su pro-
pia muerte, ha sido burlado entre nosotros con una burla desmañada y estúpida,
una broma pesada sin gracia alguna. La broma ha consistido en la edición de un
libro biográfico con antología de textos que, bajo el título de Boris Vian por Jean
Clouzet, se acaba de poner a la venta bajo la responsabilidad de una editorial que
hasta ahora había mantenido una envidiable línea de inquietud e interés hacia
áreas ignoradas (Alpuente 1976).
10
El jurado que seleccionó su novela estuvo compuesto por “literatos de tanta relevan-
cia como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan García Hortelano, José María
Castellet, el mismo Carlos Barral […]. Celia muerde la manzana supuso para mí entrar por la
puerta grande en el ámbito de la literatura española” (Ordaz 2009).
Alejandrina Falcón 153
11
La reseña de Alpuente demuestra, asimismo, que ningún premio literario, aun otorgado
por el más eximio jurado, garantizaba la “calidad” de una traducción o su identificación como
“buena traducción”; y prueba que el ideologema “los mejores traductores son los escritores” no
siempre resiste un análisis descriptivo.
154 La crítica de traducciones: traidores, proxenetas y sudamericanos
12
La inquietud compartida por los vínculos culturales entre América y España no era ajena a su
condición de exiliadas, según expresó Catelli en su participación como homenajeada del ACNUR el
Día Mundial del Refugiado, dedicado en 2002 a las “mujeres refugiadas” (Catelli 2002).
Alejandrina Falcón 155
13
A continuación, los nombres de traductores de alemán consignados en Camp de l’Arpa:
Juana Moreno, María José Sobejano, Francisco Payarols, Francisco Ayala, Alberto Luis Bixio,
José María Carradell, Mario Verdaguer, Martín Rivas, R. Crespo Crespo, cuyas traducciones
fueron publicadas por editoriales catalanas aunque no todos ellos fueran traductores españoles;
nombres a los que podrían sumarse los del prestigioso Julián Marías, Carlos Gerhard, Alberto
Clavería, Mariano y Rafael Orta Manzano, y aun José María Valverde, entre los traducto-
res españoles del alemán al castellano; entre los traductores españoles del alemán al catalán,
en 1978, ya podía registrarse el nombre de Jordi Llovet, cuya traducción al catalán de Die
Verwandlung [La transformació] de Kakfa estuvo en el inicio de su extensa trayectoria como
traductor del alemán, del francés y del inglés al catalán.
Alejandrina Falcón 157
14
La Unesco reconoce no obstante que “los principios de esa protección ya figuran en la
Convención Universal sobre Derecho de Autor y si bien el Convenio de Berna para la Protección
de las Obras Literarias y Artísticas, y las legislaciones nacionales de algunos Estados Miembros
también contienen disposiciones específicas relativas a esa protección, la aplicación práctica de
esos principios y disposiciones no siempre es adecuada” (Recomendación de Nairobi 1976).
Alejandrina Falcón 159
figuran la relación entre calidad de las obras traducidas, protección legal del traductor
y representación gremial: “la protección de los traductores es indispensable para que
las traducciones tengan la calidad que exige el cumplimiento eficaz de su función al
servicio de la cultura y el desarrollo” (Unesco 1976). El abanico de recomendaciones
va desde el derecho de copyright o propiedad intelectual hasta el requerimiento de
que las traducciones no sean manipuladas sin autorización del traductor, pasando por
la exigencia de una publicidad proporcional a la acordada al autor del original. La
noticia también informaba sobre la existencia en España de una asociación de traduc-
tores e intérpretes, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores y fundada bajo
los auspicios de la Federación Internacional de Traductores: la Asociación Profesional
Española de Traductores e Intérpretes (APETI). Nacida en 1954 y presidida por Mar-
cela de Juan, APETI promovió la rejerarquización de la práctica. Su función principal
era representar al gremio en las reuniones internacionales y alcanzar la agrupación de
los profesionales y su profesionalización. En 1972, esta asociación había iniciado una
nueva etapa bajo la dirección de Consuelo Berges, Soledad Ortega y Esther Benítez.
Esa nueva etapa coincidió con la “entrada masiva de jóvenes traductores que, de algún
modo, gremializan la asociación, bajan sus pies al suelo y comienzan a sistematizar los
problemas y reivindicaciones profesionales del grupo, aunque sin demasiados logros
por la misma dispersión del personal” (R.M.P. 1976).
El año 1978 también registró un acontecimiento visibilizador de la práctica en la
prensa: la feria del libro de Madrid. En ese contexto, un artículo informa de la renova-
ción del directorio de APETI, a cuyo frente queda Víctor Sánchez de Zavala, profesor
de Prácticas de la Traducción en la Escuela Universitaria de Traductores de la Complu-
tense. “Traducciones sí, traductores no” (Sánchez de Zavala 1978) es el significativo
título del artículo, en el cual el flamante secretario general cuestiona el tratamiento
de la feria en una nota publicada días antes en El País. Sánchez de Zavala denunciaba
que, al reseñar las actividades de la feria y pese a la importancia de las traducciones en
ese evento, la periodista había mencionado tan solo un nombre de traductor entre los
treinta y un libros traducidos que cita. El único nombre consignado era, por supuesto,
el de una traductora célebre, Consuelo Berges. La denuncia interesa porque cuestiona
la estelarización de la práctica, es decir, el hecho de que el prestigio del agente deba ser
condición para la mención de la autoría en traducción.
Más allá de la mención del nombre, la estelarización del traductor tenía un corre-
lato no menor: el desigual cobro de regalías procedentes del reconocimiento legal de
los derechos de autor sobre la traducción editada. En efecto, antes de 1987, año que
en se modifica la Ley de Propiedad Intelectual, “solo algunas vedettes de la traduc-
ción —comenta Emilio Muñiz, secretario general de APETI en 1980— reciben en
España un porcentaje sobre la venta de ejemplares y las sucesivas ediciones, como es
práctica habitual en otros países. […] La mayoría ceden en el contrato con el editor
160 La crítica de traducciones: traidores, proxenetas y sudamericanos
15
A título comparativo, consideremos por ejemplo que, entre 1978 y 1979, un kilo de pan
valía entre 46 y 52 pesetas; un kilo de azúcar costaba 41,50 pesetas hasta noviembre de 1978.
Entre 1977 y 1978 los volúmenes de la colección Serie Novela Negra de Bruguera se vendían al
precio de 100 o 150 pesetas, según el número de páginas.
Alejandrina Falcón 161
16
A la consulta respondieron la Unión del Centro Democrático, a través de Ricardo de
la Cierva; la Comisión de Cultura del PSOE; Manuel Fraga Iribarne, por Alianza Popular;
José Sandoval, por el PCE; Josep María Ainaud de Lasarte, de Convergencia Democrática de
Cataluña; Tierno Galván, por el Partido Socialista Popular; y el senador Justino de Azcárate.
162 La crítica de traducciones: traidores, proxenetas y sudamericanos
Alianza y Alfaguara, por citar algunas” (Salabert 1980a). Con todo, entre conquis-
tas y retrocesos, los últimos años de la década del setenta habrían sido escenario de
promoción del “traductor-intelectual” con formación específica y derechos labo-
rales, figura defendida por los miembros de la junta directiva de APETI en 1978
(Carrasco 1978); esta figura venía a reemplazar la del escarnecido traductor no pro-
fesional y sin calificación, claramente descrito por Emilio Muñiz: “Hay que romper
con la imagen del traductor bohemio con el mazo de cuartillas bajo el brazo y el
estómago vacío” (Carrasco 1980b).
A fines de 1982, la sección “Cultura” del diario catalán La Vanguardia dedica una
página completa a dos ensayos respectivamente titulados “La traducción, un oficio
disparatado”, de Marcelo Cohen, y “Sobre la lectura y la escritura”, del poeta Alejan-
dro Amusco, artículo breve cuyo copete reza: “La lectura y la traducción son activida-
des tan complejas como la escritura”, asociando así de manera novedosa la actividad
del crítico y la del traductor como prácticas iluminadoras de los mecanismos de pro-
ducción literaria. El primero, más extenso y dividido en diez apartados numerados,
tiene la doble virtud de sintetizar todos los temas analizados hasta aquí e introducir
dos cuestiones aún no tratadas en textos anteriores: una lectura “teórica” inédita, plas-
mada en la referencia a “La tarea del traductor” de Walter Benjamin, y un problema
de traducción también novedoso. Su redacción parece motivada por la elaboración del
proyecto de reforma de la Ley de Propiedad Intelectual, finalmente aprobada en 1987,
cuatro años más tarde. El copete anuncia: “Está a punto de ser presentado un proyecto
de ley que regularía la concesión de regalías a los traductores sobre las ediciones de sus
trabajos. Buen momento para ordenar una serie de reflexiones acerca de esta profesión
tan erróneamente considerada en nuestro medio” (Cohen 1982). Este artículo no solo
puede considerarse un punto en la trama de discursos públicos sobre traducción, sino
también un eslabón casi inicial en la serie de intervenciones del propio Cohen sobre
el tema (véase capítulo 1 § 4.2 y capítulo § 5.2). En este sentido, “La traducción, un
oficio disparatado” reúne elementos de todas las tipologías textuales reseñadas aquí.
La referencia a “La tarea del traductor” de Benjamin sitúa de entrada el tratamiento
de la traducción por fuera de la problemática sociológica de la recepción y circulación
internacional de las obras, y más allá de la dimensión institucional antes analizada, clave
en los discursos de la época. Su esfera propia es, antes bien, la discusión estética, lite-
raria, filosófica. De ahí que el primer señalamiento de Cohen sea que la relación entre
literatura, traducción e industria cultural es una relación problemática. La traducción
profesional o la situación del traductor profesional no constituyen un problema propia-
mente “literario”. Traducir profesionalmente, dice Cohen, es “una impostura”. Y son
las condiciones de trabajo del traductor las que han llevado al desplazamiento del eje
literario al comercial. El problema de la traducción editorial radicaría en que no puede
reproducir las condiciones de creación de las escrituras directas, pues obedece a una
Alejandrina Falcón 163
El miedo del traductor al crítico aún no está generalizado pero empieza a crecer.
Como el escritor, el traductor no debería requerir otra defensa que su texto. Pero
en el reino de la industria editorial el texto raras veces es suyo por completo […].
El crítico, a todo eso, debería ser cauto. Una cuestión de conciencia: el análisis de
una traducción, la menor alusión a ella. Debería exigir la lectura previa de todo el
original. De lo contrario, ¿a qué hablar en nombre de la literatura? (Cohen 1982).
Ser flexible, por ejemplo, significaría entender que el registro del español actual
es afortunadamente amplio —que incluye, entre otras cosas, términos que en un
país son arcaísmos y en otros coloquialismos— y que hacer un uso privado del
idioma no necesariamente es catastrófico si con ello el traductor se acerca a la
atmósfera del original […]. Quiero decir que, en el circuito traductor-editorial-
crítico, el debate pocas veces se centra en el sentido. Con más frecuencia gira en
torno a la norma, convirtiendo a la literatura en una cuestión jurídica. El proceso
es lógico, porque seguimos en el terreno de la industria (Cohen 1982).
1
Pero también confirman que los traductores son grandes difusores de representaciones
dóxicas sobre la traducción: el escritor-traductor es una combinación ideal, traducir es un acto
de humildad, traducir es un buen ejercicio literario para el escritor, traducir es casi un acto de
creación.
168 El corazón lunfardo de la lengua de Cervantes
2
Como tantos otros escritores latinoamericanos exiliados o emigrados, los textos de Peri Rossi
revelan un alto grado de conciencia lingüística, comprensión de la desigualdad estatutaria de las
variedades regionales y de sus implicaciones identitarias en el exilio. Prueba más que elocuente de ello
es el poema “Elogio de la lengua” publicado en Estado de exilio (1973-2003): “Me vendió un cartón
de bingo / y me preguntó de dónde era. / “De Uruguay”, le dije. / “Habla el español más dulce del
mundo”/ me contestó mientras me iba / blandiendo los cartones / como abalorios de la suerte. / A
mí, esa noche, / ya no me importó perder o ganar. / Me di cuenta de que estaba enganchada a una
lengua / como a una madre, / y que el salón de bingo / era el útero materno” (Peri Rossi 2005: 335).
Alejandrina Falcón 169
3
El Diccionario Panhispánico de Dudas de la Real Academia Española la explica del siguiente
modo: “2. a por. El uso de esta secuencia preposicional pospuesta a verbos de movimiento como
ir, venir, salir, etc., con el sentido de ‘en busca de’, se percibe como anómalo en el español de
América, donde se usa únicamente por: ‘Voy por hielo y cervezas a la tienda’ (Victoria Casta [Méx.
1995]). En España alternan ambos usos, aunque en la norma culta goza de preferencia el empleo
de por: ‘¿Qué haces ahí? ¡Vete por el medicamento, por Dios!’ (Aparicio Retratos [Esp. 1989]); ‘—
¿Te vas? [...] — Sí, bajo a por tabaco’ (Martín Gaite, Fragmentos [Esp. 1976]). En realidad, no hay
razones para censurar el uso de a por, pues en la lengua existen otras agrupaciones preposicionales,
como para con, de entre, por entre, tras de, de por, etc., perfectamente normales. La secuencia a por
se explica por el cruce de las estructuras ir a un lugar (complemento de dirección) e ir por algo o
alguien (‘en busca de’), ya que en esta última está también presente la idea de ‘movimiento hacia’”.
170 El corazón lunfardo de la lengua de Cervantes
usos, aunque en la norma culta goza de preferencia el empleo de por”. Es decir, “a por”
es un barbarismo en la variante regional nativa de la traductora, la rioplatense, entre
cuyos hablantes no estaba “tan difundido”. La discusión habría tomado otros rumbos,
insospechables, si Peri Rossi, como hablante nativa de una variedad regional ameri-
cana, hubiera señalado la ajenidad del uso en esa variedad del castellano, más allá de
sus connotaciones populares; pues es muy probable que este rasgo sobredeterminara
la impresión de ajenidad. De haber sido así, en vez de acusar a Peri Rossi de elitista,
Herralde tendría que haber sencillamente llevado la discusión al problema de las varie-
dades de lengua que podían o no tener cabida en las traducciones de Anagrama, o aun
mencionado la presencia de colaboradores latinoamericanos en las filas de la editorial.
Sea como fuere, ninguno de los contendientes menciona la connotación regional de
la construcción, y los motivos de esa omisión no se explicitan, permanecen en un
silencio tabú. Es más: Peri Rossi procura una defensa que elude todos aquellos aspec-
tos de su identidad menos prestigiados socialmente: no argumenta como traductora
sino como escritora; tampoco lo hace como latinoamericana, sino como “hispanoha-
blante” que condena un uso vulgar de la “lengua común”. En cuanto al argumento
referido a la responsabilidad del editor en el tratamiento de las traducciones, Herralde
corta de raíz la discusión: el catálogo que desde 1969 ha venido construyendo basta
para demostrar su trayectoria como “editor de calidad”.
En síntesis, este intercambio polémico ilustra el carácter colectivo de la produc-
ción de traducciones y, por tanto, exhibe la problemática definición de la autoría de
los libros traducidos, más allá de la dimensión legal sobre la propiedad intelectual;
prueba asimismo el incierto cumplimiento de las Recomendaciones de Nairobi por
parte de los editores catalanes y revela la presencia de ciertos tabúes discursivos: la ile-
gitimidad de defenderse públicamente como traductora latinoamericana parece cons-
tituir un indicio de ello. Es cierto que la diferencia entre lo públicamente enunciable
y la experiencia privada de la lengua no es empíricamente comprobable; pero sí puede
colegirse de indicios dispersos en otros textos de Peri Rossi, como el poema XXXIII
del poemario Estado de Exilio (2005: 320):
En el diario [El País] en que alude usted al editor Sr. Herralde, incluye un parén-
tesis que afecta a mi honra como trabajador, a mi trabajo […]. Nos, los que
tenemos la dicha y la desdicha de ganarnos la vida traduciendo al español de otras
lenguas, somos, no hay duda, una casta maldita. Todo conspira a convencernos
de que no existimos. Ni aun cuando se nos ataca y desprecia como desde su
olimpo hace usted, Don Francisco, se nos admite dignos de nombre y apellido
(Martínez Flórez 1978).
Y esto de los pueblos hispanos me trae a las mientes otra cuestión que no quiero
dejar de mencionar. Me refiero a lo de las traducciones argentinas. En la República
Argentina se han hecho también traducciones respetables y buenas y excelentes, lo
mismo que en el resto del mundo de habla hispana. No acepto, ni me parece razo-
nable, que una parte de ese ámbito lingüístico, que no es la más pujante lingüísti-
camente en este momento, pues parece que en ella retrocede la lengua común, se
declare pontífice máximo y norma suma. Hay detrás de ello, aparte de los intereses
de la competencia comercial, un trasnochado imperialismo que en nada beneficia a
la comunidad general de los hispanohablantes (Martínez Flórez 1978).
172 El corazón lunfardo de la lengua de Cervantes
¿Qué había motivado esta furiosa carta? En 1978 Francisco Umbral, el “cronista de
la transición”, escribía la columna titulada “Diario de un snob”, desde cuyas páginas
lanzaba anatemas contra las traducciones en general y contra las sudamericanas en par-
ticular. El 6 de septiembre de 1978, en un artículo titulado “Bukowski”, Umbral lanzó
el dardo que desencadenó la furia de Álvarez Flórez: “Y Jorge Herralde, el editor de
Bukowski en España (muy mal traducido), me escribe una carta” (Umbral 1978a). Más
allá del exabrupto, Umbral despliega toda una reflexión sobre la traducción. Su premisa
es que la literatura española está “imitando, no ya a los franceses, como ha sido costum-
bre reverenda de nuestros ancestros, sino a los anglosajones, pero a los anglosajones de
hace medio siglo (que es lo que suele llevar de arrastre la cultura española respecto de la
europea)” (Umbral 1978a). Y culpa a la traducción por la excesiva “influencia” nortea-
mericana entre los narradores españoles: “Parecemos escritores anglosajones traducidos
por un traductor aburrido y mal pagado —dije en el paraninfo salmantino—, y Fray
Luis y Unamuno, tan castellanos de su castellano, me hacían eco” (Umbral 1978a).
La referencia a escrituras directas formateadas por la lectura de traducciones señala ya
la idea de la lengua de traducción como generadora de una mala mezcla, que opone el
castellano de los genuinos castellanos a una lengua juzgada por su valor de cambio —la
del traductor “mal pagado” (Umbral 1978a)—. Este comentario añade a la valoración de
la traducción como mero producto del mercado una representación que aún no hemos
explorado: la imagen de la traducción como invasión de lo foráneo, como irrupción nega-
tiva de lo extranjero en el espacio literario nacional. El rasgo de interés es, sin duda, que
también la invasión es doble: no solo las traducciones introducen un producto foráneo
anglosajón sino que, por añadidura, algunas de ellas proceden del mercado de ultramar,
cuya lengua es de por sí una versión incorrecta del castellano de los verdaderos castellanos:
Siempre he sido enemigo de las traducciones, pero, asimismo, tengo que decir,
a la inversa, que a un gran escritor no hay traductor que lo mate: Miller es tan
bueno en inglés como en argentino, con naftas y plomeros, como en castellano,
correctamente traducido por Alfaguara. Bukowski es literariamente, una mala
bestia (Umbral 1978a).
Esta cita evidencia una lógica agonística según la cual es posible ser “enemigo” de
la traducción, como si se tratara de un frente de guerra entre un bando nacional y un
bando invasor.
La “Carta abierta a Don Francisco Umbral” de José Manuel Álvarez Flórez no
puede sino evocarnos aquella que cinco años más tarde Roberto Ganducci escribiría
para reivindicar a los traductores de Tiempo Contemporáneo, Rodolfo Walsh y Flo-
real Mazía. Ganducci se referiría entonces a otro virulento artículo de Umbral sobre
las traducciones hispanoamericanas:
Alejandrina Falcón 173
Los textos de Umbral son sin duda insoslayables a la hora de reconstruir la valora-
ción pública de las variedades lingüísticas del castellano en la traducción literaria durante
esos años. Que Ganducci aún los mencionara en 1982 indica que los dardos de Umbral
daban en algún blanco significativo. Sin embargo, es preciso destacar que, entre 1977 y
1982, había pasado agua bajo el puente que unía ambas orillas lingüísticas.
Entre las muchas cosas que nos faltan, es muy notable la ausencia de una política
idiomática. Y se ha llegado así a una situación que justifica el caos en que nos
hallamos, y que tiene dos manifestaciones principales: a) El absoluto desinterés
por emplear un lenguaje correcto, compatible con la naturalidad y la llaneza.
[…] b) La falta de sensibilidad ante el hecho de que el idioma forma parte de
nuestro común, patrimonio cultural, de que en él está acuñada nuestra personali-
dad como nación. […] Son muchos los problemas que hoy plantean los idiomas
de España, merecedores de una atención general y de que sean inscritos en la
agenda política de cuestiones pendientes. Por lo pronto, el de su convivencia y
libre desarrollo sin interferencias mutuas. También, el de la co-oficialidad de las
lenguas regionales, y el de la situación del castellano como lengua común (parece
que esto último se da por descontado, pero ¿es así?). Estas cuestiones requieren
un debate que El País podría abrir porque en su solución racional nos va más de
lo que parece a simple vista (Carreter 1976).
4
En la Argentina, Luis de Paola estuvo vinculado con el Fondo Nacional de las Artes y
colaboró con la revista El Escarabajo de Oro (1960-1975), dirigida por Abelardo Castillo. Vivió
en Chile desde 1968 hasta 1973. En 1975 viajó a España con una beca del ICI y, tras el golpe
de estado en Argentina, decidió no regresar al país. Vivió en Colmenar Viejo, cerca de Madrid,
hasta su muerte en diciembre de 2008. En Madrid colaboró en diversas revistas literarias y
periódicos.
Alejandrina Falcón 177
5
En 1980, en “La agonía del español”, José Ventura Olaguibel insistía en el ejemplo a
seguir: “Francia, por ejemplo, dispone ya de una ley promulgada el último día del año 1975,
para proteger al francés del abusivo dominio que otras lenguas extranjeras ejercen sobre él. Y, a
mayor abundamiento, para completar la lucha contra la abulia lingüística de las instituciones
francesas, se presentó a la Asamblea Nacional, el 21 de octubre de 1980, una proposición de ley
para obligar al uso del francés en toda actividad subvencionada directa o indirectamente por el
Estado” (Ventura Olaguibel 1980).
178 El corazón lunfardo de la lengua de Cervantes
“Habla, si quieres que te conozca” (Gracián). Un idioma es algo más que una
convención oral: es el carácter de un pueblo. […] Pero la verdad es que exis-
ten tantos idiomas castellanos como países y hasta regiones que lo practican, y
palabras que en uno tienen un significado en otro pueden ser su opuesto. Cono-
cer tres países hispanohablantes es descubrir tres temperamentos, tres escalas de
sonido, tres maneras de representar el mundo verbalmente. Argentina, Chile y
España, por orden cronológico, me lo han confirmado (de Paola 1976).
6
Sobre el valor del humor en la construcción identitaria nacional, escribía Ventura
Olaguibel: “Tiene este viejo país que se llama España pocas riquezas comparables a la de su
lengua. Quizá no posea ninguna de más valor que ella, como no sea ese universo de los valores
en que entran el acendrado espíritu del honor o la más solemne de las carencias del humor”
(Ventura Olaguibel 1981).
7
De Paola sin duda alguna alude a de la Serna cuando dice: “No soy un antiacadémico,
pero si fuera filoacadémico ortodoxo difícilmente comprendería a la almacenera de mi
barrio cuando vocifera, bajo una montaña de cajas de fideos, porque se gana poca ‘pasta’”
(de Paola 1976).
180 El corazón lunfardo de la lengua de Cervantes
Gaby Gaby
de Carlos de La Púa Traducción de Luis de Paola
Es al bardo que quieras trabajarme cachuso Es en vano que quieras convencerme de viejo
cuando nadie ha podido engrupirme potriyo. cuando nadie ha podido engañarme de joven.
Al naipe de tu cuore le doy remanye de uso Al naipe de tu corazón lo descarto por usado
y mi carpa truquera vale un zarzo con briyo. y mi juego bien vale un garito brillante.
Ventajera que en todos los afanos de lujo Ventajera que en todos los atracos de lujo
vas cargada con el loco y de alivio en la cana, quedas con el botín, sobornas policías,
es al bardo que quieras en el carro que empujo co- es en vano que quieras en el carro que empujo
locar el bagayo de tu pinta bacana. poner el cargamento de tu aspecto de dama.
Es al bardo que vengas con macanas bonitas Es en vano que vengas con mentiras bonitas
esperando un jotraba que manqué refulero. esperando de un robo que me salió muy feo.
Para mí, con estuche no valés cinco guitas. Para mí, con tu adorno no vales cinco céntimos.
Repasada por todos, garroneada por muchos, Poseída por todos, explotada por muchos,
no tendrás la aliviada de mi amor cadenero no tendrás el alivio de mi amor protector
por un taura principio de desdén a los puchos. porque yo me respeto: desdeño desperdicios.
La versión del poema de Carlos de la Púa no solo es la respuesta jocosa a las solem-
nes alarmas de Alfonso de la Serna. Con su traducción intralingüística, de Paola da en
el blanco del discurso denostador, pues desmonta los lugares comunes relevados aquí
y allá, una y otra vez, en la prensa. En efecto, el ejercicio de la versión intralingüística
viene a probar aquello que Borges enunciaba ya en 1926 comentando una traducción
venezolana de Poe:
Alguien objetará que la versión de Pérez Bonalde, por fidedigna y grata que sea,
nunca será para nosotros lo que su original inglés es para los norteamericanos.
La objeción es difícil de levantar, también los versos de Evaristo Carriego pare-
8
Cuyo origen “técnico” destacaba en El idioma de los argentinos: “El lunfardo es un vocabula-
rio gremial como tantos otros, es la tecnología de la furca y de la ganzúa. Imaginar que esa lengua
técnica […] puede arrinconar al castellano es como trasoñar que el dialecto de las matemáticas o
de la cerrajería puede ascender a único idioma” (Borges/Clemente 1998: 15). José Gobello rechaza
la definición borgeana: “El lunfardo no tiene como característica principal el origen delincuente
sino su procedencia de los dialectos septentrionales de Italia” (Gobello/Olivieri 2005: 11).
Alejandrina Falcón 181
El juego de variantes que es toda traducción “bien podría hacerse dentro de una
misma literatura. ¿A qué pasar de un idioma a otro?” (Borges 1997: 259).
Así, el valor de la intervención del poeta de Paola es múltiple. En primer lugar,
aporta la única muestra concreta de una traducción intra-lingüística literaria regis-
trada en nuestro corpus documental;9 en segundo lugar, constituye la más temprana
huella impresa de intervención de un argentino emigrado en las discusiones lingüís-
ticas españolas del período; en tercer lugar, de manera pionera, de Paola interpretaba
la problemática lingüística en contexto exiliar a luz de la historia de las relaciones cul-
turales entre España y América Latina, evocando en particular los debates en torno al
“problema de la lengua”.10 Por último, constituye una visión de la traducción que deja
entrever la inquietante posibilidad de que la “invasión” no solo procediera de “idiomas
extranjeros”: la versión intralingüística de Luis de Paola revelaba que la traducción
también anidaba en el corazón lunfardo de la “lengua de Cervantes”.
Los dos artículos están pensados en clave nacional y agonística: el “idioma espa-
ñol” en peligro, invadido, penetrado; desprotegida su noble tradición; el “idioma de los
argentinos”, enriquecido por sucesivas migraciones, “deformado”, asentado en la tradi-
ción de la mezcla y así liberado del “cordón umbilical ibérico”. No se registran respuestas
a este ejercicio intralingüístico por parte de los lectores del diario; ningún filo-académico
recogió el guante del juego de variantes propuesto por de Paola en la noble tradición
del Malevo Muñoz y Borges; por el contrario, los denunciantes de la “crisis idiomática”
continuaron con sus prédicas y hallaron en el gremio de los traductores tierras fértiles
para hacer fructificar sus propuestas de saneamiento y control de la lengua.
9
Otros escritores exiliados afirmaban haber practicado este juego de variantes como “metá-
fora del exilio”. Blas Matamoro alude a esa práctica: “Una experiencia muy interesante es la de
tomar cuentos escritos en argentino y traducirlos: resultan otros cuentos que ya no ocurren en
la Argentina. […] Entonces, en vez de ser una metáfora de un argentino ante las mutaciones
de su país, se convirtió en una metáfora del exilio, de gente habitando una ciudad extraña. Esa
era mi lectura; ahora ese cuento leído en la Argentina hoy, es descifrado como una alegoría de
la situación argentina” (Matamoro 1985: 99).
10
Alude significativamente a la polémica por el “Meridiano Intelectual” impulsada por las
vanguardias culturales porteñas de los años veinte y treinta, cuyos principales argumentos apun-
taban contra el expansionismo editorial y la política de captación de los mercados de lectura
americanos por parte de las editoriales españolas del período (Falcón 2010), disputa plasmada
no solo en las revistas culturales Martín Fierro y La Gaceta Literaria de Madrid, sino en la tex-
tura misma de algunas traducciones de la época (Pagni 2014b).
182 El corazón lunfardo de la lengua de Cervantes
11
La comisión organizadora del simposio estuvo conformada por APETI; y la comisión de
honor, presidida por el ministro de Cultura, estuvo conformada por Jesús Aguirre, duque de
Alba; Dámaso Alonso, presidente de la Academia; Hipólito Escolar, director de la Biblioteca
Nacional; Emilio García Gómez, Jorge Guillén y Tierno Galván, alcalde de Madrid.
Alejandrina Falcón 183
relacionan con la situación anormal que vive el traductor en nuestro país” (Carrasco
1980a). La “alarma” de los ponentes se fundaba en la convicción de que las traducciones
transmitían un modelo de lengua y que los traductores inciden en la formación lin-
güística de los lectores: “El creciente deterioro de la expresión en lengua castellana, que
tiene mucho que ver con la situación anormal del traductor, verdadero coautor de una
tercera parte de la literatura que se publica en castellano, escrita originalmente en otras
lenguas, y modelo, para bien o para mal, del estilo de un sin número de lectores de todas
las edades” (Carrasco 1980a). En el horizonte de las conclusiones del simposio pesaba,
por cierto, el proyecto de ingreso de España a la Comunidad Económica Europea, pues
cuando eso ocurriera serían necesarios en los principales organismos de esa institución
cerca de trescientos traductores de castellano.
En 1981 tuvo lugar una segunda reunión de traductores e intérpretes, un semi-
nario sobre traducción organizado por el Instituto Francés de Madrid, que contó con
la esperable colaboración de APETI y el Departamento de Francés de la Universidad
Complutense. Si bien la convocatoria apuntaba a explorar y analizar la heterogenei-
dad de problemas con que se enfrentan los profesionales de la traducción, en especial
aquellos relativos a la traducción científico-técnica y literaria, El País insiste en cubrir
el evento traductológico desde la sola perspectiva de la “calidad de las traducciones”,
punta del iceberg, como se ha visto, de la mentada “crisis idiomática”. Así, en el artí-
culo “García Hortelano denuncia el descuido de las traducciones en España” (Anónimo
1981a), la redacción del diario da prioridad en la noticia a las declaraciones de este
novelista, traductor de Céline, Vian y Walser: “‘La industria cultural en nuestro país ha
descuidado hasta límites verdaderamente impúdicos las traducciones literarias’, dijo el
novelista […]. García Hortelano añadió que, sin embargo, esta situación tiende hoy a
ser corregida, y pidió al mismo tiempo una mayor consideración para los traductores
profesionales, ‘que deben tener’, dijo, ‘la categoría de autor’” (Anónimo 1981a).
Si la situación comenzaba a ser corregida o no, es difícil deducirlo de lo escrito en la
prensa, en cuyas páginas seguirán publicándose hasta el final del período las sempiternas
quejas sobre la baja calidad de las traducciones en España y el poder corruptor de la len-
gua que vehiculizan. Aquello que sí parece comenzar a modificarse es el horizonte de la
valoración pública de la variedad interna de lengua. El primer indicio de ello es indirecto
y se relaciona sobre todo con una ampliación de los actores intervinientes en los eventos
públicos y con un cambio en la nomenclatura: el “idioma nacional” pasará a ser la “len-
gua común de todos los hispanohablantes”. En efecto, en 1982 la prensa comunica la
organización de un nuevo evento: el Primer Congreso Iberoamericano de Traductores.
El artículo “El I Congreso Iberoamericano de Traductores estudia la calidad e influen-
cia de la traducción”, publicado a fines de 1982, refleja una proyección de la “crisis
idiomática” desde el plano nacional hacia el plano internacional, es decir, “iberoameri-
cano”. En esa ocasión se abordaría, desde la perspectiva de los traductores, el tema de
184 El corazón lunfardo de la lengua de Cervantes
¿Se trataba acaso del mismo Umbral que distinguía traducciones “en castellano
(no en hispanoamericano, con plomeros, naftas y pancetas)” de “asquerosas traduc-
ciones” hispanoamericanas pasadas por “todos los retretes de Madrid”? Los tiempos
habían cambiado, y con ellos las ideas o, cuando menos, las reglas y condiciones de
su expresión pública.
Alejandrina Falcón 185
El objetivo primordial del congreso era el desarrollo de una política del idioma
en los medios de comunicación de toda el área de habla hispana, comenzando por el
estudio de las posibilidades de conservación y perfeccionamiento de la lengua espa-
ñola concebida como “vínculo de unión” entre los millones de hispanohablantes. La
buena nueva que “Salamanca 80” traía era que el futuro de la lengua de Cervantes
estaba en Hispanoamérica, tal como titulaba exultante El País: “A partir del siglo xxi,
el centro idiomático de la lengua española será casi totalmente americano y su término
exacto será lengua hispanoamericana”. Con estas afirmaciones del entonces presidente
de la Real Academia de la Lengua, Dámaso Alonso, quedaba inaugurado el encuentro
“Salamanca 80” (Rosell 1980b).
Ahora bien, pese a ser la calidad de la futura “lengua hispanoamericana” un
tema clave del congreso, en “Salamanca 80” poco o nada se habló de traducción,
y mucho se dijo en cambio sobre la importancia de la “unidad del español”. Bajo
el lema unamuniano “mi patria es allí donde resuene soberano mi verbo”, durante
tres días se congregaron miembros de la Academia Mexicana de la Lengua, de la
186 El corazón lunfardo de la lengua de Cervantes
12
La asistencia estaba compuesta por académicos y algunos escritores de renombre,
aunque finalmente no fueron todos los que la prensa había anunciado: “Entre los asistentes
a este encuentro ‘Salamanca 80’ se encuentran numerosos académicos y escritores españo-
les y latinoamericanos, como el presidente de la Academia de México, Fernando Lázaro
Carreter, Gonzalo Torrente Ballester, Carlos Fuentes, Camilo José Cela, Miguel Delibes,
Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Francisco Umbral. Entre los periodistas inscritos se cuenta
con Luis María Ansón, Torcuato Luca de Tena, Emilio Romero, Jesús Hermida y otros”
(Rosell 1980a). No figuran en actas las ponencias del uruguayo Onetti ni del mexicano
Fuentes, quien parece haber dejado su lugar a Juan José Arreola (Actas de Salamanca 80).
Alejandrina Falcón 187
La reiteración del tema a fines de los años ochenta deja entrever que, más allá de lo
discursivo, las representaciones de la lengua literaria legítima y las condiciones mate-
riales de producción de traducciones poco habían cambiado en materia de “flexibili-
dad” idiomática. Ahora bien, el tema que Salamanca 80 dejaba planteado, el de “una
lengua tipo” que evitara pasar por retraducciones regionales de los bienes culturales
—como ocurría a fines de los setenta en la Serie Novela Negra, estudiada en el capí-
tulo 4—, desaloja de la escena principal al enfrentamiento entre variedades y pone en
primer plano el de la uniformidad de la lengua, aquello que Horacio González Trejo
llamaría “la poliesterización de la lengua” (1980: 51).
Unos meses antes del encuentro de Salamanca, en abril de 1980, González Trejo,
escritor y traductor argentino, residente en España desde 1972, publicó en la revista
Triunfo un extenso artículo a doble página titulado “La traducción o el oficio de la
traición” (1980). Pese a su ya inevitable título, el ensayo es a primera vista bastante hete-
rodoxo. Podría decirse que se trata del único testimonio directo de un “mal traductor”,
mudo actor principal de todo lo dicho y escrito sobre traducciones en la época. Acabado
destajista y asumido como tal, González Trejo reconocía sin pesar: “traduzco desde hace
más de una década y creo que más de cien libros han pasado por mi Studio 46” (Gonzá-
lez Trejo 1980: 51). Algunos editores, relataba, requerían abiertamente “traductores de
tercera que no precisan más que una leve mirada de los correctores de la plantilla”; solo
188 El corazón lunfardo de la lengua de Cervantes
querían editar libros “para porteras” y él satisfacía sin culpa la demanda: “¿Pensáis que
renuncié? No, era un lujo que no podía permitirme […]. ¿Debía sacrificarme en mérito
de una cultura superior? A estas horas ni siquiera podría escribir estas líneas” (González
Trejo 1980: 51). Vale la pena mencionar que González Trejo fue principal traductor de
la editorial Martínez Roca, cuya línea editorial parece describir en su ensayo, sin nom-
brarla, claro está: “La literatura de portería, según el mentado editor, es una especialidad
ampliamente difundida. Perversión y drogas […], ingenuas ideas políticas y morales,
gangsters y bellas muchachas que hacen fortuna, búsqueda del yo […], productos, pro-
ductos, productos” (González Trejo 1980: 51).
Así, González Trejo coincide con Marcelo Cohen, cuyos argumentos anticipa en
más de un aspecto; coincide en particular respecto del carácter no literario de la prác-
tica tal y como se dan sus condiciones de realización: “una cosa es traducir y otra muy
distinta es desempeñar el oficio. El oficio está determinado a priori” (González Trejo
1980: 50). Sin embargo, a diferencia de Cohen, no parecía condenar las posibilidades
de supervivencia que la lógica del destajismo le brindaba. Pero González Trejo, el “mal
traductor” asumido, introduce una relativa novedad en el tópico de la traducción como
traición; el traductor que trabajaba a destajo para la potente industria editorial española
no traicionaba al original, ni al lector, ni a la literatura, se traicionaba a sí mismo, trai-
cionaba su pulsión traductora, su inicial convicción de que traducir es potencialmente
hacer literatura, como queda expresado en el texto citado en epígrafe. Estos argumentos
permiten entender los términos en que se planteaba, más allá de los discursos públicos,
la relación entre un “lenguaje tipo” impuesto por las editoriales, las instancias de correc-
ción —propuestas por de la Serna para proteger la lengua de agresores externos— y el
trabajo concreto de los traductores hispanoamericanos en el contexto de emigración.
En “La traducción o el oficio de la traición”, González Trejo denuncia tempra-
namente la bestsellerización de la literatura a través de la lengua “internacional” de
traducción, es decir, la uniformización producida por la industria editorial cuando
procura dotar las traducciones de “un único lenguaje, de un mismo acento”:
Un último tema ocupaba a González Trejo en este ensayo: el rol del corrector de
estilo, figura mencionada pero apenas explorada:
En este capítulo final damos consistencia a la figura colectiva del traductor exi-
liado articulando diferentes voces sobre los temas tratados en los capítulos pre-
cedentes: las modalidades de inserción o reinserción profesional en el exilio, las
prácticas “non sanctas” para la industria editorial, el problema de la lengua de tra-
ducción, las formas de agremiación y la formación de los traductores, entre otros.
La elección del título obedece al tipo de fuentes primarias privilegiadas: entrevistas
abiertas, encuestas, testimonios y ensayos autobiográficos de reciente producción.
Casi todas esas fuentes datan de la primera década del 2000 hasta nuestros días.
Reflexionar sobre su actualidad me ha parecido pertinente, y aun necesario, porque
los materiales utilizados para la elaboración de este capítulo son contemporáneos al
proceso de investigación y, por tanto, están ligados a sus condiciones de producción
en un contexto de progresiva visibilidad de la traducción y del exilio en el discurso
público y en la práctica académica.
La escritura de la historia de la traducción a menudo aparece vinculada con una
acción o voluntad “visibilizadora”. Esta suerte de activismo intelectual tiene, por lo
demás, una peculiaridad relativa a la división del trabajo investigador: en virtud de la
jerarquía interna a la práctica, los testimoniantes suelen ser traductores prestigiosos, ya
sea que desempeñen funciones docentes o encarnen figuras destacadas de la profesión.
En consecuencia, el principio de autoridad determina, en algunas publicaciones, el
valor de la fuente, cuyo contenido de verdad no es interrogado a la luz de las herra-
mientas críticas y las mediaciones teóricas disponibles en la disciplina. Un ejemplo
de este rasgo es la declaración de intenciones plasmada en el prefacio a De oficio, tra-
ductor. Panorama de la traducción literaria en México, una compilación de entrevistas
192 Testimonios del presente. El traductor exiliado como figura plural
publicada en 2010: “De sus bocas hemos podido conocer —escriben sus editores— la
historia reciente de la traducción en México. […] Sabemos ahora que este libro es
una forma de rendirles homenaje, de tributarles honores a ellos: nuestros héroes del
oficio” (Santoveña/Orenzans/Leal Nodal/Gordillo 2010: 8). Que la reconstrucción de
una historia reciente de la traducción pueda coincidir con la restitución de una verdad
producida en el testimonio de héroes de un noble oficio revela una frágil reflexión
sobre el carácter “interesado” de toda auto-representación identitaria. Frente al abor-
daje espontáneo de tales fuentes orales en nuestro campo, subrayamos la necesidad de
explicitar las condiciones de tratamiento de los testimonios orales o recientes. Reque-
ridos por el silencio informativo de las fuentes impresas tradicionales —traducciones,
diccionarios de traductores, catálogos, bases de datos, paratextos, crítica, etcétera—,
las técnicas de producción de la fuente —entrevistas y encuestas— imponen una
reflexión metodológica referida a su tratamiento e interpretación.
Ahora bien, además de las fuentes orales “producidas”, otra clase de fuentes pre-
sentó un problema metodológico: los testimonios impresos recientes. Entre 2007 y
2013, a la zaga de “Pequeñas batalla por la propiedad de la lengua” y sus sucesivas
versiones (Cohen 2006, 2008, 2014), se registró un renuevo de producción discursiva
sobre “traducción y exilio” a través de ensayos y textos periodísticos escritos por anti-
guos exiliados (Ehrenhaus 2011 y 2012; Gargatagli 2011 y 2012; Catelli 2012, 2015;
Martini 2012). La pregunta por el modo en que esos testimonios recientes debían
ser tratados se impuso porque los “vectores de memoria” de la traducción argentina
en Barcelona no siempre hacían explícita su condición de testigos y, por tanto, no
presentaban esos materiales como testimonios, sino que en algunos casos intervenían
en la discusión traductora en calidad de estudiosos legitimados para la producción de
fuentes secundarias. Esa condición mixta de actores-testimoniantes y productores de
conocimiento en el área de esta investigación constituyó un dilema a la hora de situar
el “interés material y/o simbólico de tomar posición sobre el tema de la traducción” y
del exilio en nuestros días (Gouanvic 1998: 144).
actores exigían analizar el valor y la función que daríamos a los testimonios —orales
o impresos recientes— en la fase de descubrimiento y en el desarrollo de la investiga-
ción. ¿Por qué? Porque al investigar esos nombres y establecer contacto con algunas
de las personas físicas a las que representaban, se puso de manifiesto que no todos
eran exiliados o emigrados de la dictadura. Muchos sí lo eran, por cierto. Y habían
llegado a partir de 1974 a Barcelona como represaliados de la Triple A o emigrados de
la dictadura a partir del Golpe de 1976. Pero otros habían llegado en esas fechas por
motivos ajenos a la situación política, y anunciaron de entrada no ser “exiliados en
sentido estricto” sino emigrados que habían decidido “no regresar por el momento”,
como Ricardo Pochtar; algunos habían emigrado años antes del golpe, como Marcelo
Covián, Carlos Sampayo y Alberto Cousté, y se consideraban en ciertos casos “auto-
exiliados”; otros habían llegado en los primeros ochenta pero no registraban trabajos
editoriales ni traducciones en España hasta finales de la década, como Jonio González;
y otros, por último, habían emigrado en plena democracia, después de 1983, como
Edgardo Dobry, radicado en Barcelona en 1986, o Alejandra Devoto, que llegó a
España en 1985 y comenzó a trabajar como traductora algunos años después. El caso
más llamativo es el de Marcial Souto, cuyo nombre vuelve en todas las listas pese
a no haberse instalado de manera estable en Barcelona hasta mediados de los noventa.
En síntesis, la diversidad de motivos para emigrar no coincidía con el recorte
cronológico de mi objeto de investigación; esto imponía una revisión de las moda-
lidades de exposición de los datos: ¿cuál era el valor informativo de esos listados de
“traductores exiliados” producidos por los testimoniantes? ¿Tenía sentido consig-
narlos sin antes interpretar los motivos de su construcción en el presente, sin inscri-
birlos en un contexto pasible de explicarlos? Este escollo metodológico, derivado del
trabajo con testimonios orales, planteó la pregunta por el modo en que debíamos
llevar adelante la doble tarea de historiar una escena reciente de la traducción argen-
tina y dar al traductor exiliado un lugar como sujeto en ese relato, conforme a la
conocida prédica de Antoine Berman (1995: 73). Pues, para dar cuenta de la rela-
ción compleja entre “exilio y traducción”, ¿alcanzaba con establecer una abultada
nomenclatura de traductores? ¿No era acaso necesaria la reconstrucción del elenco
de temas, problemas y prácticas pasibles de transferir la identidad social “exiliados
argentinos en España” a una nomenclatura de traductores o traducciones? Las lis-
tas —de nombres, de obras, de editoriales— a menudo son presentadas como dato
duro, como si constituyeran una garantía contra la interpretación sin base empírica;
sin embargo, la ilusión de objetividad que las listas-dato generan oculta que el dato
supone una operación de reconstrucción retrospectiva, siempre, de algún modo,
interesada. Por consiguiente, “quién define quién es qué” forma parte de la infor-
mación procesada en el dato. El carácter testimonial de las fuentes obliga a redoblar
el esfuerzo de abordarlas críticamente.
Alejandrina Falcón 195
Ahora bien, la confección de listas por parte de algunos actores aportaba una infor-
mación suplementaria respecto de cómo estos concebían la entidad “exiliado político”.
Las listas dejaban traslucir las distinciones que algunos no establecían, y que otros ya no
establecían —a más de treinta años de la finalización del exilio—, entre exiliados polí-
ticos, emigrados económicos, viajeros literarios o académicos trasladados. Es decir, las
listas de traductores revelaron la representación del exilio que no primaba hoy: una prác-
tica represiva o un efecto de prácticas represivas, limitada a la temporalidad de la historia
política argentina y restringida al período iniciado en 1974 y finalizado en 1983, con el
inicio de los retornos.1 Esa indistinción debía ser interpretada. Pues porque no todos eran
exiliados, porque no todos llegaron al mismo tiempo, en las mismas condiciones mate-
riales, vitales, emocionales; ni todos tuvieron similares “recomendaciones” laborales, o
iguales contactos previos, o idéntica inserción o posición en el campo cultural de partida
y/o de llegada, ni circularon por los mismos circuitos de sociabilidad; y porque esas
distinciones repercutían en las posiciones socio-profesionales progresivamente conquis-
tadas —o jamás conquistadas—, es que algunos ayudaron a obtener trabajos editoriales
a otros, y algunos los consiguieron antes que otros, en áreas más o menos afines a su
formación previa, cuando la tenían; en ámbitos más o menos prestigiosos, y aun dignos
o indignos de ser recordados en un testimonio, de ser mencionados en las solapas de esos
libros futuros en los que algún gestor cultural convertiría esa experiencia exiliar, quizá
traumática, en preludio de trayectorias literarias o intelectuales visibles, para algunos;
de olvido duradero o desconocimiento público, para otros; y de “doble no pertenencia”
literaria para tantos (Saítta 2007: 25).
Un caso paradigmático de esta inevitable selectividad de la memoria puede hallarse en
un artículo de Nora Catelli publicado en 2012 bajo el título “Traslados, exilios y debates”:
1
La vuelta de la democracia en la Argentina instauró condiciones para el retorno y dio lugar
a una nueva etapa en la discusión sobre el exilio. No solo las páginas de las revistas del exilio,
como Testimonio Latinoamericano o Resumen de Actualidad Argentina, en 1983 se poblaron de
titulares que anunciaban “el exilio ha terminado”; también escritores, traductores y otros agen-
tes culturales reflexionaron sobre el tema en las páginas de la prensa española. Por ejemplo, el
suplemento cultural de La Vanguardia publicó en junio de 1983 un artículo de Marcelo Cohen
titulado “Regreso a Buenos Aires” y otro de Ana Basualdo, “El exilio y el tiempo”.
196 Testimonios del presente. El traductor exiliado como figura plural
2
Para una semblanza de Vinacua, véase “Rodolfo Vinacua, profesor y periodista” de
Alfredo Abián publicada en El País con motivo de su muerte: “Su vida profesional, en su
Argentina natal, tuvo como eje la ciudad de Rosario. Allí estuvo vinculado al mundo editorial
y al periodístico, desempeñando desde la corresponsalía del prestigioso diario La Opinión, de
Jacobo Timmerman, hasta la de la agencia Efe. Pero a este viejo socialista, cuya familia no fue
ajena en sufrimientos a las miserias políticas, humanas y sociales vividas en la última dictadura
argentina, su país pronto se le quedó pequeño, incluso espiritualmente” (Abián 1990).
Alejandrina Falcón 199
Yo hablaba con Rodrigo y con Martini. Me daban las novelas para traducir. Me
acuerdo que me dieron la primera. Fijaban una tarifa. No me daban mayormente
instrucciones de ninguna clase. Yo hice el primer trabajo. Luego iba a una ven-
tanilla y me daban un cheque […] Siempre me pagaban más de lo convenido.
[…] Luego hice el cálculo. Siempre redondeaban por arriba. Pasó varias veces,
hasta que al final voy a la ventanilla y le digo a la chica que me pagaba: “¿Me
puede decir si me pagan más, parece que me pagan siempre más, me puede decir
por qué?”. Entonces se fue para atrás, volvió, y me dijo: “Sí, sí, ya sé por qué: es
porque con usted no hay que usar al revisor; entonces se le paga a usted el servicio
del revisor” […]. Claro, en mi caso, decían que no había que revisarlo. Entonces
me daban la parte del revisor (Entrevista personal. Gerona, marzo de 2012).
3
La figura del argentino “muy preparado” se registra notoriamente en la prensa del período,
así como la idea de que “[a] los profesionales de los países hermanos se los ve más como compe-
tidores que como colaboradores” (De Miguel 1979). Y coincide con la descripción que Donoso
hace de los argentinos en El Jardín de al lado: “Pero pronto llegaron otros exiliados, los variopin-
tos argentinos, ideológicamente contradictorios pero inteligentes y preparadísimos” (1981: 32).
200 Testimonios del presente. El traductor exiliado como figura plural
de un espacio nacional a otro. Es decir, las trayectorias de los traductores del exilio
deben confrontarse con el caudal y tipo de experiencia profesional previa, el quiebre o
no del recorrido profesional anterior al exilio (censuras, cesantías) o posterior al exilio
(subcalificación, destajismo); con las mejorías o caídas del estatus profesional (si ya era
traductor, un parámetro será la posición de sus lenguas de traducción en el mercado
mundial de la traducción, el prestigio literario de los textos traducidos, la posibilidad
de elegir los materiales, las afinidades temáticas o estéticas con los encargos), y, por
supuesto, con el tiempo que han permanecido en el medio de la traducción editorial,
de la enseñanza o la investigación sobre el tema. Así, entre los traductores de Barce-
lona podrían detectarse dos grandes grupos: los que llegaron en los primeros setenta,
como emigrados por motivos varios, y los que llegaron aproximadamente a partir de
1974, por motivos vinculados con la situación política de la Argentina, sujetos todos
a cuatro situaciones profesionales:
1) Quienes comenzaron su carrera profesional como traductores en Argentina
entre 1940 y 1970, y contaban con numerosas traducciones hechas antes de
salir del país: Eduardo Goligorsky, Carlos Peralta, Francisco Porrúa, Matilde
Horne, Ana Goldar, entre otros.
2) Quienes habían traducido ocasionalmente en Argentina pero se profesionali-
zarían en Barcelona entre 1970 y 1980 —si se considera el caudal de obras tra-
ducidas antes de llegar a España—: Horacio Vázquez-Rial, Susana Constante,
Alberto Cousté, Ana Becciú, Roberto Bein, Celia Fillipetto.
3) Los traductores que comenzaron a traducir en Barcelona, entre fines de los setenta
y los años noventa: Pablo Di Masso, Gerardo Di Masso o Marcelo Cohen, para
los setenta y ochenta; Andrés Ehrenhaus o Nora Catelli, para los noventa.
4) Por último, los monotraductores, como Juan Martini, y los traductores de
libros ocasionales o esporádicos, Rodolfo Vinacua, Carlos Sampayo, Alberto
Szpunberg, entre otros.
La segunda objeción es que esta exclusión no siempre fue vivida como un “aprendizaje”
ni como una pérdida o una ganancia ligada a la condición o identidad de exiliados.
Así como los catálogos de traducciones resultaron fundamentales a la hora de
interpretar las listas de nombres, variar el elenco de los actores generalmente con-
sultados, es decir, ampliar la base testimonial, adquiere relevancia cuando se trata de
evitar el sesgo mitificante de la identidad traductora. La figura del traductor aparece
en muchas entrevistas menos como una identidad clara y distinta que como un haz
de temas y problemas. Hubo, como sostiene Berman (1995: 74-75), tantas posiciones
traductivas como exiliados traductores o, mejor dicho, como exiliados que tradujeron.
En los hechos, casi todos se adecuaron a las normas de los distintos circuitos de circu-
lación de traducciones, que era lo que se requería para introducirse en el oficio y, sobre
todo, para ganarse el pan del exilio. Pero cada cual se posicionó frente a esos hechos, y
al elenco temático que de ellos derivaban, de maneras diversas, conforme a su historia
personal, política, profesional, artística, a sus creencias literarias y lingüísticas, a su
percepción de la cultura de acogida y de la cultura de origen.
4
Junto con Alberto Vanasco publicó Memorias del futuro (Minotauro 1966) y Adiós al mañana
(Minotauro 1967), cuentos reunidos en A la sombra de los bárbaros, reeditados por Acervo.
5
En 1978, Bruguera publica su libro Pesadillas, curioso caso de solidaridad editorial y
de restitución del nombre propio de una obra seudónima con motivo del exilio. En efecto,
Alejandrina Falcón 203
A diferencia por ejemplo, dicen o es así, que Rodolfo Walsh cuando traducía
ponía “esa piba que vino” o “la mina” o esas cosas, bueno, yo siempre procuré
que las mujeres usaran falda y no pollera: usar una terminología neutra, más
en Argentina. Por ejemplo, Pomaire traducía en Argentina pero se vendía aquí
[España], entonces tenía ya en Argentina que cuidar lo que yo creía que era espa-
ñol. [...] A ver, como ensayista, en Argentina, no: pensaba en argentino. Pero
nunca usé lunfardo, creo que siempre fui bastante neutro en todo, no usaba
ni juegos de palabras. [El tema de la lengua] no es un tema que… o sea: yo fui
siempre, desde ese punto de vista, nulo; más que neutro, nulo (Entrevista personal,
Barcelona, 22 de octubre de 2010).
Pesadillas es un libro de relatos reeditado en Barcelona con el fin de obtener el permiso de tra-
bajo en España como escritor, puesto que “había muchos traductores, entonces daban permiso
de trabajo para gente que hace cosas que aquí no hay. […] La abogada me dijo ‘pídalo como
escritor’, porque en Argentina yo tenía libros publicados y necesitaba un libro aquí también.
Entonces Bruguera me publicó unos cuentos de terror, Pesadillas que había publicado con
seudónimo en Argentina y aquí aparecieron con mi nombre” (Entrevista personal, Barcelona,
22 de octubre de 2010).
6
Golirgorsky intervino en Testimonio Latinoamericano con los artículos “Las ambigüedades
de la eurofobia” (nº 2), “Réplica. Rescatar el pacto económico y social” (nº 5) y en particular
en el debate sobre Malvinas con un artículo titulado “Réplica. Ahorrar sangre de gaucho” (nº
15/16). A su vez, la redacción reseñó Carta abierta de un expatriado a sus compatriotas, una
compilación de ensayos que Goligorsky publicó en Sudamericana (1983). Bajo el título “El
argentino a pesar suyo”, los redactores comentan: “Eduardo Goligorsky reniega de su condi-
ción de argentino […]. Goligorsky no perdona a nadie. Sus propuestas, planteadas desde un
liberalismo a ultranza, articulan un discurso que puede ser útil en el debate actual acerca del
autoritarismo […]. Pero no quisiéramos dejar pasar la oportunidad de insistir en un aspecto
del fenómeno contemporáneo que el individualismo liberal, la visión europea de Goligorsky le
impide apreciar: el imperialismo, el factor de dependencia” (Anónimo 1983: 28).
204 Testimonios del presente. El traductor exiliado como figura plural
polémico libro Por amor a Cataluña: con el nacionalismo en la picota (2002). De hecho,
los ensayos publicados antes, durante y después del exilio, así como la crítica social
plasmada en sus relatos de ficción, configuran un traductor polemista.
7
La participación de Goldar en la escritura de los fascículos dedicados a la literatura latina
revela una “posición traductiva” en que la práctica de la traducción se acompaña de una produc-
ción intelectual propia sobre el tema. Esos fascículos son Los orígenes de la literatura latina: la
comedia, de Alicia Entel, María Elena Sanucci de Ferrero y Ana Goldar; La lírica latina: Catulo
y Horacio, de Lucía Golluscio y Ana Goldar; El apogeo de la prosa latina, de María Elena Sanucci
de Ferrero, Jorge Binaghi, Ana Goldar y Lucía Golluscio; La poesía narrativa: Virgilio, de María
Elena Sanucci de Ferrero, Ana Goldar y Jorge Binaghi, este último también emigrado. Sobre la
colección Capítulo Universal/Biblioteca Básica Universal, véase Falcón (2017).
Alejandrina Falcón 205
tradujo a autores canónicos como Henry James, Joseph Conrad o Leonardo Scias-
cia—. La ruptura de la continuidad profesional en el exilio tiene un curioso corre-
lato en otra discontinuidad, que quiebra la unidad de su producción simbólica en el
tiempo y en el espacio: Ana Goldar dejó de firmar sus obras como tal a fines de los
ochenta. En adelante, Ana Poljak sería el nombre con el cual rubricaría sus traduc-
ciones de Arendt, Lispector, Grimal, Kipling, Dickens, Melville, y aun la reedición
en los años noventa de sus de traducciones de Sciascia, publicadas a fines de 1970
por Bruguera, cuando aún era Ana Goldar.8
En cuanto a la dimensión lingüística, para Goldar el tema de la variedad de
lengua no constituye un problema vinculado con su identidad de exiliada. Con
términos técnicos adecuados a su formación académica, sostiene que al traducir es
“el texto original” el que determina la “selección de léxico adecuada a los tonos de
formulación”. Sí recuerda, por cierto, que los editores no querían americanismos
en las traducciones: “En todas las editoriales alguien, en algún momento, decía que
era necesario no emplear americanismos. Asimismo, en algunas editoriales cuyos
responsables eran argentinos, se exigía que los traductores no empleasen palabras
o expresiones malsonantes o desconocidas para los oídos argentinos” (Comuni-
cación vía mail, marzo de 2012). Ana Goldar nunca realizó seudotraducciones
ni escribió libros por encargo con seudónimo ni desargentinizó traducciones; de
hecho, recuerda haber exigido que se editara con otro nombre alguna traducción
suya desvirtuada por la mano del corrector de estilo de la editorial. Pero Ana Pol-
jak, en los primeros noventa, realizó para Mario Muchnik una traducción indirecta
del inglés de una novela china: Sorgo rojo (Red Sorghum =红高粱家族) de Yan
Mo. La negativa de Goldar a publicar un texto suyo desvirtuado por un tercero y
la paralela aceptación de una traducción indirecta permite abordar un tema recu-
rrente en los testimonios: el umbral de aceptación, entre los argentinos exiliados o
emigrados, de las prácticas editoriales que algunos luego consideraron “espurias”.
Las entrevistas revelaron que la posición de los traductores respecto de esas prácti-
cas no era en absoluto unánime: algunos las rechazan con gran solemnidad, otros
tratan el tema con humor e ironía.
8
Una ruptura cualitativa y cuantitativa en su biografía como traductora, pues la “ilu-
sión biográfica” presupone, según Bourdieu, la existencia de “instituciones de totalización y
unificación del yo”. Una de las más evidentes es el nombre propio, que asegura al individuo
biológico “constancia a través del tiempo” y “unidad a través del espacio” (Bourdieu 1997).
Así, la unidad del nombre propio permite establecer una conexión sincrónica entre la suma
de producciones simbólicas marcadas por una misma firma de autor, y analizar en diacronía
cómo ha incidido esa firma en otras operaciones de marcado paratextual en el mercado en
que ese nombre propio ha circulado.
206 Testimonios del presente. El traductor exiliado como figura plural
Un día apareció en Barcelona el mítico Paco Porrúa, a dirigir Edhasa, que era
la filial de Sudamericana en Barcelona. Me lo presentó Carlos Peralta […].
Empecé a trabajar con él y me propuso una tarea más que curiosa, que reflejaba
el insalvable estado de cosas en el terreno cultural entre Argentina y España.
Así como nosotros traducíamos al español de España, los exiliados españoles
que habían hecho la misma tarea allí (Rosa Chacel, Paco Ayala), se habían
visto obligados a traducir al argentino. Hablo de traducciones clásicas, de las
que ahora recuerdo La peste y El extranjero de Camus, hechas por la Chacel, y
Carlota en Weimar de Mann, hecha por Ayala. Mi tarea consistía en españolizar
las traducciones argentinas de los españoles para el público local. ¡La locura! Y
fijate: un editor y un corrector argentinos, aunque Paco nació en Galicia pero
se fue a los dos años, españolizando las traducciones de españoles hechas allá
(Comunicación personal, 30 de octubre de 2010).
9
Becciú destaca que se movía en un ambiente de intelectuales y artistas, y que su deuda es
con cierta elite de la cultura catalana: “Si yo tengo algo que decir de los catalanes, que el reco-
nocimiento de estos catalanes, este mundo que es el mundo que yo frecuentaba, que es el mundo
literario artístico, editorial, intelectual, me dieron la oportunidad de hacer lo que yo quería, lo
que yo ambicionaba hacer, me dieron trabajo, y, ¿cómo decirte? Respetaban el trabajo, escucha-
ban” (Entrevista personal, Gerona, marzo de 2012).
10
La traductora explicita: “Éramos gente muy preocupada por la política” y el traducir
no quedó fuera de esa preocupación: por ejemplo, su traducción de Un hombre que sobra de
Claude Lefort, hecha en 1979 para Tusquets Editores, le habría permitido pensar la situación
política en Argentina: “Todo lo que había ocurrido durante el nazismo —y en ese momento
particularmente— era algo que me concernía particularmente porque a diferencia de los que
se habían quedado en la Argentina nosotros sí sabíamos lo que estaba pasando en Argentina.
La gente allá no lo sabía o fingía no saberlo; entonces ese libro que describía perfectamente lo
que era el estado totalitario en Argentina […]. En ese libro se describe el nazismo pero ade-
más se describen los crímenes de Stalin, es decir que describe el estado totalitario” (Entrevista
personal, Gerona, marzo de 2012).
208 Testimonios del presente. El traductor exiliado como figura plural
y de género se manifiesta con claridad en los títulos de las traducciones que realizó:
numerosos ensayos feministas, temática clave en el período de la transición, y artículos
para la combativa revista Vindicación feminista.11 Pero fue su traducción y prólogo del
escandalosísimo Scum: manifiesto de la Organización para el Exterminio del Hombre,
de Valérie Solana, aquello que le dio cierta visibilidad como traductora12 y le valió la
crítica del cronista de la transición, Paco Umbral.13
Como poeta y traductora, Becciú sostiene haber hecho de la traducción una
labor literaria e intelectual —siempre vinculada con sus propios compromisos
ideológicos, más allá de los fines económicos—. Defensora de la función literaria
de la traducción, rechaza las prácticas de manipulación al uso en el período de su
estancia en Barcelona:
11
Becciú participa sobre todo en los primeros años la revista: “Carmen Alcalde, sentada
a esa mesa, me cuenta que estaban por crear una revista feminista, la primera revista femi-
nista de España, que si quiero yo formar parte del grupo para ocuparme de todo lo que es
lenguas extranjeras, escritos en otros idiomas, traducir y escribir notas sobre… porque yo
sabía mucho de feminismo norteamericano, leía escritoras de los años sesenta, setenta; yo las
leía en inglés y había tenido acceso a eso. Se formó la revista que se llamó con un título tre-
mebundo Vindicación feminista, que dio miedo a mucha gente, y ahí nos lanzamos […]. Yo
presenté allí un libro con Sylvia Plath, Kate Millet, teórica del feminismo, Anne Sexton, una
cantidad de poetas, Adrienne Rich, un montón de poetas de esa época” (Entrevista personal,
Gerona, marzo de 2012).
12
Recuerda Becciú que “la revista Interviú, sacó un artículo tremebundo sobre el libro,
aterrador, bien sensacionalista, ¡con fotos mías! Una de ellas decía debajo: ‘lo hice por
dinero’. Estábamos en ese nivel. Yo no podía creerlo, me acuerdo que… escandaloso, es
decir, tratando de decir ‘yo soy la traductora’. Ellos pusieron ‘lo hice por dinero’, segura-
mente les debo haber dicho: ‘es mi trabajo, yo vivo de mi trabajo, ¿no? Lo hice porque es
mi trabajo hacerlo’. […] Al prólogo ni lo leyeron, porque si lo hubieran leído, hubieran
entendido algo, describía lo que era el libro, pero al mismo tiempo daba el sustento ideo-
lógico de ese libro, no era simplemente un burdo ataque para castrar a todos los hombres
del mundo, no: era un libro que precisamente en la tónica anarquista y antifascista de la
década del sesenta, del setenta, de una mujer que se había peleado a muerte con un tipo
como Warhol […] y terminó en la cárcel; y terminó siendo ‘la mujer que disparó contra
Andy Warhol’” (Entrevista personal, Gerona, marzo de 2012).
13
En “Dulce Valérie”, Umbral citaba irónicamente el prólogo de la traductora: “Y dice
Ana Becciú, amor, sobre este Manifiesto: ‘La metáfora, fundada en los términos del horror,
del grito general alojado en la garganta de la humanidad’. ¿En la garganta? Más bien en la
vagina, Ana, amor. Y Vivían Gornik, amor, dice en una Introducción: ‘El Manifiesto de
Valérie Solanas es la voz de alguien que nunca más podrá satisfacerse con otra cosa que no sea
sangre’. Estas son las feministas, desocupado lector, estas son las jeunnes [sic] feuilles [sic] en
fleur con las que nos ha tocado dialogar” (Umbral 1977a).
Alejandrina Falcón 209
Una vez cuando me llamaron [de Bruguera], me dijeron que tenían otros trabajos
para darme, además de las novelas policiales, que podía ser interesante, y creo
que fue el propio Martini el que me dijo “está bien, apúntate a esto, porque aquí
hay mucho trabajo con esto, sería genial que pudieras hacerlo”: eran correccio-
nes. Cuando me dijeron qué era, les dije que no. Era españolizar traducciones
argentinas. Yo me acuerdo que le dije a Martini: “¿pero vos estás loco? Vos creés
que yo voy a españolizar a Aurora Bernárdez, pero ni loca”. Seguramente alguien
la españolizó, seguro, pero no fui yo. En todo caso me negué y a partir de ahí
me empezaron a llamar menos hasta decir que me dejaron de llamar (Entrevista
personal, Gerona, 2012).
Porque yo empecé desde muy temprano a traducir poesía, para mí. Cuando
empecé la facultad de Letras, traducía poetas griegos, para entenderlos; traduje
poesía italiana, para entenderla, porque yo no sabía italiano; traducía poetas nor-
teamericanos y norteamericanas, para leerlos mejor; sabía mejor inglés y podía
traducir del inglés. Entonces siempre, para mí, fue la práctica de la traducción…
estaba ligada al quehacer de la poesía. La lectura y el quehacer de la poesía. Los
maestros eran Alberto Girri y ese tipo de gente, y ese tipo de gente siempre tra-
ducía. Entonces nuestros modelos eran… nosotros no podíamos concebir llevar
una actividad como poetas si no hacíamos traducción de autores (Entrevista per-
sonal, Gerona, marzo de 2012).
Cuando llegué aquí [Barcelona] hice de todo, bueno, estudiaba y mil cosas.
Muchos de nosotros nos metimos a dar clases de idioma. El idioma que domi-
nábamos. La mayoría de inglés, francés. Algunos que ya tenían un poquito
más de carrera hecha en ese ámbito, empezaron a traducir, por ejemplo Mar-
celo, Marcelo Cohen. Pero había otros, sobre todo alrededor de Minotauro.
Gente que había venido de Argentina con una relación ya de traductores con
Paco, por ejemplo Marcial Souto. […]. Yo empecé a traducir como negro para
Marcelo. Precisamente creo que lo primero que hice fueron unos cuentos de
Scott Fitzgerald para Bruguera. Dos o tres cuentos los traduje yo, como negro.
Marcelo me lo propuso y yo estaba dando clases con él en un lugar […] y me
dijo por qué no me ponía a traducir. […] Entonces él me introducía en alguna
otra editorial explicando un poco esto: que yo ya había trabajado con él y que
él podía dar garantías de mi capacidad como traductor (Andrés Ehrenhaus.
Entrevista personal, Barcelona, octubre de 2010).
14
En 1973, Filipetto se recibe de traductora pública en idioma inglés en la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la UBA; entre 1974 y 1978 se desempeña como Ayudante
de Primera de la asignatura Lengua Inglesa II, en la carrera de Traductores Públicos de esa
facultad. Antes de emigrar, ya se dedicaba a la traducción de manera profesional, y tenía en su
haber traducciones juradas y no juradas del y al inglés; y traducciones no juradas del italiano.
Al llegar a Barcelona, en 1979, fue secretaria bilingüe en diversas empresas. Y se inició en
el campo editorial gracias a Rafael Andreu, encargado de edición de Martínez Roca, que le
tomó una primera prueba de traducción: “Tenía experiencia profesional —relata Filipetto—
como traductora jurídica y jurada. Lo poco que había hecho de traducción literaria eran las
prácticas de la facultad. Me faltaba mucho oficio. La prueba que hice no me salió demasiado
bien, pero Andreu consideró que mi nivel de inglés era bueno, que redactaba aceptablemente
bien en castellano y me ofreció mi primer libro, un texto de divulgación” (entrevista en
línea, 12.04.2008). En esos primeros años, Filipetto colaboró para Martínez Roca, Granica
y Forum, donde tradujo primero libros de autoayuda y divulgación científica, y más tarde
novelas, ensayos y cómics. Nunca realizó trabajos de escritura por encargo ni seudotraduccio-
nes, pese a su cercanía con la editorial Martínez Roca.
212 Testimonios del presente. El traductor exiliado como figura plural
15
Figura de “traductor-traductólogo” por excelencia, en Barcelona Roberto Bein se des-
empeñó como traductor de alemán para diversas editoriales españolas (véase Anexo 1). En la
Escola D’estiu de Rosa Sensat, renovador emprendimiento pedagógico catalán nacido en 1965
y denominado como tal a partir de 1980, siguió cursos de didáctica de la lengua y la litera-
tura catalana; en los ochenta cursó el interpretariado de alemán, por entonces posgrado del
Traductorado de la Universidad Autónoma de Barcelona. Al regresar al país, se familiarizó con
la teoría y la historia de la traducción (Entrevista personal, diciembre 2001).
214 Testimonios del presente. El traductor exiliado como figura plural
exilio. Nos detendremos, por tanto, en este texto pues articula su posición de experta
en el campo de la historia de la traducción con elementos testimoniales.
El panorama histórico que diseña Gargatagli en este ensayo se funda en una pre-
misa: “Se dice que las traducciones de Sur fueron las mejores. Lo sorprendente no es
la calidad. Lo definitivo es que se trata, en cierta manera, de las primeras traducciones
argentinas” (2012: 25). Exceptuando las traducciones de “autor”, dice Gargatagli, “el
uso de un idioma impersonal para traducir, diferente de la escritura literaria o de los
usos coloquiales, implicó la posibilidad de que ser hondamente otro fuera el resultado
de un intenso trabajo sobre la lengua que sigue siendo hasta ahora la función de la
traducción argentina” (2012: 36). La calidad de las traducciones argentinas de los
años treinta habría revelado que traducir producía efectos literarios: “La generaliza-
ción de estos procedimientos en las editoriales nacionales, numerosísimas a partir de
los años 30, terminó por definir un método de traducción que fue la práctica habitual
de una extensísima lista de profesionales, entre ellos casi todos los escritores argen-
tinos” (2012: 36). Así, el carácter nacional de las traducciones de la Editorial Sur se
fundaría en dos variables interrelacionadas: la lengua desnacionalizada –signo de aper-
tura a lo extranjero, de cosmopolitismo– y la consecuente “calidad” derivada de este
método, bien “argentino” sin ser etnocéntrico. La marca de identidad nacional sería
un “método” que hace de toda traducción, mediante sutiles estrategias de fluidez, una
obra literaria nacional y abierta a lo extranjero a un mismo tiempo; más aun, nacional
porque abierta a lo extranjero. La esencialización de la tradición de traducción (Ber-
man 1989: 679) argentina como cosmopolita, abierta a lo otro, no nacionalista ni
etnocéntrica se construye, por un lado, considerando un solo período de esa tradición
y, por otro, contra el centralismo peninsular, adaptador, etnocéntrico y, por tanto,
provinciano —lo que Amado Alonso, siguiendo a Saussure, llamaba “espíritu de cam-
panario”—. Se trata de un argumento de larga tradición en los debates culturales entre
argentinos y españoles, que no puede ocultar su sesgo polémico antes que descriptivo.
Y este sesgo quizá proceda del carácter veladamente testimonial del ensayo: Gargata-
gli señala como momento de quiebre de esta tradición-de-traducción argentina las
manipulaciones que esas mismas traducciones sufrieron en España, a partir de 1976,
cuando “las traducciones nacionales pasaron a ser un inmenso borrador que podía
corregirse, plagiarse, editarse, peninsularizarse y enviarse otra vez a la Argentina […]
o cuando correctores españoles siguieron desargentinizando versiones argentinas que
se vendían después en la Argentina” (2012: 33). Desde la perspectiva de Gargatagli
la escena de traducción en el exilio, descrita en este libro, no constituiría sino un
momento negativo del virtuoso método que signaría la historia de las traducciones
y los traductores argentinos. Esta reflexión interesa no solo porque sienta la posición
reprobatoria de Gargatagli frente a las prácticas consideradas “non sanctas” —en la
línea de Ana Goldar y Ana María Becciú—, sino porque el ensayo autobiográfico de
Alejandrina Falcón 215
la captación de los mercados de lectura americanos por la cual España se volvía hacia
América Latina a fin de instalar sus industrias culturales y dominar las políticas de
edición, de traducción, de circulación internacional de las ideas y los textos.
En segundo lugar, los prólogos de Juan Martini a los cincuenta primeros núme-
ros de la Serie Novela Negra muestran que la operación de importación de género
negro tuvo un sentido político. Más allá de su función literaria o estética, o aun de
mero entretenimiento, la función asignada al género negro es también política: ser
testimonio de la violencia “criminal del mundo en que vivimos y de desentrañar
los motivos y los significados profundos, sociales, de esa violencia” (1977: 5. nº 6).
En una colección poblada de rioplatenses emigrados y exiliados, el género negro se
torna cifra de una época y portador de una denuncia, que ingresaba a la Argentina a
través de esos prólogos y esas traducciones que las filiales distribuidoras de Bruguera
ponían a circular por América Latina. La hipótesis según la cual la intervención
editorial de los exiliados tuvo un signo político, o cuando menos constituyó una
reflexión sobre la violencia política por otros medios, adquiere contundencia inédita
en algunas de las casi doscientas novelas populares de bolsillo escritas por Pablo Di
Masso y firmadas por Rocco Sarto.
En tercer lugar, a través de la traducción y la importación literaria, los argentinos
trabajaron para el proceso de modernización sociocultural de la España posfranquista,
no solo aportando mano de obra calificada sino teniendo una participación activa en
la renovación cultural: fueron críticos literarios en las revistas culturales y políticas más
importantes, aportaron sus saberes lingüísticos y técnicos al mundo de la edición para
la difusión de contenidos renovadores de las mentalidades, creencias y costumbres en
una sociedad que salía de una experiencia de décadas de autoritarismo; y esa función
política del traducir se manifiesta en las temáticas de claro contenido renovador como
los derechos de la mujer en una sociedad represiva y patriarcal, tal como lo prueban
las incursiones traductoras en materia de feminismo, pero también de antipsiquiatría,
entre otras problemáticas de candente actualidad.
Por último, en el plano de los procesos de institucionalización del campo de la
traducción en España, hemos demostrado que los traductores exiliados hicieron oír
su voz en lo relativo a los derechos de los trabajadores editoriales y participaron en
asociaciones gremiales.
1
Ya se ha señalado que no pocos editores españoles radicados en Argentina, durante
y después de la Guerra Civil española, eran dueños de los medios de producción o socios
capitalistas de las grandes editoriales del período y estaban vinculados directa o indirectamente
con sectores de la oligarquía argentina y con las elites culturales locales.
2
Lo cual no implica que los traductores españoles en América no hayan tenido que adaptar
o moderar las marcas dialectales natales cuando trabajaban para editores argentinos o mexi-
canos, sino que ese tema no constituyó un símbolo de su exilio en América Latina (excepto en el
caso de escritores catalanes y gallegos), como sí lo fue para los argentinos en España, como bien
prueba la imagen reiterada según la cual el “meollo del exilio es la lengua”.
Alejandrina Falcón 223
que su función literaria: tuvo una función alimentaria, solidaria, de revisión de la tradi-
ción de importación nacional, de apropiación de ciertos rasgos de la cultura receptora.
No todos los traductores e importadores literarios continuaron en la profesión; y solo
algunos casos particulares derivaron, a partir de mediados de los ochenta, en trayec-
torias traductoras —vocacionales y profesionalizadas a un mismo tiempo— sobre las
que puedan aplicarse los conceptos bermanianos de “pulsión traductora”, “proyecto” y
“obra” de traducción (Berman 1995). La disponibilidad de los intelectuales y agentes
de la cultura en contexto de exilio predispuso a su inserción en la industria librera; la
participación de argentinos y otros emigrados latinoamericanos en las filas editoriales
peninsulares estuvo dominada en la gran mayoría de los casos por la necesidad de
trabajo y, por tanto, gobernada por las leyes de ese mercado. En ese sentido, centrar-
nos exclusivamente en las facetas ligadas a la nobleza o distinción de la producción
literario-editorial, o bien plantearnos el carácter imprescindible de ciertas figuras sin
explicitar el fundamento del valor que apuntala esa ejemplaridad, habría implicado ya
distorsionar el peso real de ciertas trayectorias, en detrimento de otras menos visibles
pero igualmente ejemplares; ya desestimar una serie de prácticas reveladoras de la posi-
ción concreta de los emigrados en el campo cultural receptor y su función como mano
de obra disponible y calificada a un mismo tiempo. La incursión casual, momentánea
o duradera en la práctica traductora, las restricciones lingüísticas, la solidaridad con los
recién llegados, la explotación de los recién llegados, son todas ellas facetas, por momen-
tos en tensión, de la relación surgida del cruce material entre exilio y traducción.
En la materialidad de las obras producidas, más allá de su valor estético, ha que-
dado impresa la voz colectiva del exilio. Para que esa voz sea significativa y audible es
necesario, sin embargo, medir aquella empresa traductora o seudotraductora desde
una perspectiva nueva, que apunte a resolver el enigma de su origen y producción:
las traducciones del exilio no fueron un “inmenso borrador”, sino el producto de lo
elaborado, de lo pensado, en situación de emigración a través de un trabajo positivo.
Así, los prólogos, los diseños, las correcciones, las traducciones, aun escritas en una
variedad de lengua ajena, dieron voz a los exiliados y cuerpo al trabajo anónimo rea-
lizado por ellos en el exterior, objetivado en los libros españoles destinados también
al mercado latinoamericano. Si la memoria del exilio editorial queda anclada en el
borrado de la identidad lingüística, es decir, en la condena de la destrucción de las
redes lingüísticas vernáculas en las traducciones argentinas, los traductores e importa-
dores literarios que en el exilio trabajaron para la industria cultural no habrán dejado
ningún rastro; y habrán sido entonces doblemente borrados: por la memoria cultural
española, que no ha registrado el aporte de los exiliados y emigrados argentinos en sus
historias de la traducción y la edición en España, y por la memoria del exilio, que no
los reconoce porque en sus producciones no resuena el tono familiar del “idioma de
los argentinos” y, por tanto, los excluye de la historia cultural propia.
Anexo 1
Bein, Roberto
Traductor de alemán
Klaus, Georg (1978): El lenguaje de los políticos. Barcelona: Anagrama.
Hesse, Hermann (1978): Leyendas medievales. Barcelona: Bruguera.
Reich, Wilhelm (1978): Escucha hombrecito. Barcelona: Bruguera.
Simmel, Johannes M. (1978): Un autobús grande como el mundo. Barcelona: Bruguera.
—(1978): ¡Mamá no debe enterarse!. Barcelona: Bruguera.
226 Anexos
Binaghi, Jorge
Traductor de inglés, italiano y latín
Battaglia, Dino (1978): El hombre de la legión. Barcelona: Grijalbo.
Toppi, Sergio (1978): El hombre del Nilo. Barcelona: Grijalbo.
Brown, Rita Mae (1979): Frutos de rubí. Barcelona: Martínez Roca.
Hirschhorn, Richard (1980): Los médicos también odian. Barcelona: Martínez
Roca.
Jones, Eva (1980): La adolescente precoz, Barcelona. Barcelona: Martínez Roca.
Coradeschi, Sergio (1981): La obra pictórica completa de Klimt. Barcelona:
Noguer.
Bobbio, Norberto (1982): El problema de la guerra y las vías de la paz. Barcelona:
Gedisa.
Pasolini, Pier Paolo (1984): Amado mío. Barcelona: Seix Barral.
Cicerón (1985): La república. Barcelona: Ediciones Orbis.
Cohen, Marcelo
Traductor de inglés y catalán
Rasmussen, Anne Marie (1976): Erase una vez: las memorias increíbles de la primera
esposa de Steven Rockefeller. Barcelona: Dopesa.
Masani, Zareer (1976): Indira Gandhi. Barcelona: Dopesa.
Himes, Chester (1981): Empieza el Calor. Barcelona: Bruguera. Serie Novela Negra.
Ballard, James Graham (1981): La exhibición de atrocidades. Barcelona: Minotau-
ro. Traducción con Francisco Abelenda (seudónimo de Francisco Porrúa).
Dos Passos, John (1981): Paralelo 42. Barcelona: Bruguera.
Monzo, Quim (1981): Melocotón de manzana. Barcelona: Anagrama.
Fitzgerald, Francis Scout (1982): El precio era alto. Barcelona: Bruguera. Selec-
ción y prólogo del traductor.
Henry, O. (1982): Cómo asaltar un tren. Barcelona: Bruguera.
Saki (1982): El desván y otros relatos. Barcelona: Bruguera.
Marlowe, Christopher (1983): La trágica historia del Doctor Fausto. Barcelona: Icaria.
Alejandrina Falcón 227
Constante, Susana
Traductora de inglés, francés e italiano
Wade Miller (1977): Nadie es Inocente. Barcelona: Bruguera. Serie Novela Negra.
Lapassade, Georges (1978): La bio-energía. Barcelona: Granica.
Heyer, Georgette (1979): Matrimonio de conveniencias. Barcelona: Argos Vergara.
Holt, Victoria (1979): El jinete del diablo. Barcelona: Grijalbo.
Hill, Carol De Chellis (1979): Una mujer descasada. Barcelona: Grijalbo.
Garrity, Joan (1979): La mujer sensual: el primer manual para la hembra que toda
mujer desea ser. Barcelona: Editorial Planeta.
Jong, Erica (1979): Poesías: Frutas y verduras. Vidas a medias. Raíz de amor. Barce-
lona: Grijalbo.
Harvey, David et al. (1979): Una nueva vida. Barcelona: Círculo de Lectores.
Sorzio, Angelo (1980): Frutas y verduras en conserva. Barcelona: Círculo de Lecto-
res. Traducción con Alberto Cousté.
Apollinaire, Guillaume (1980). Zona: antología poética. Barcelona: Tusquets. Tra-
ducción con Alberto Cousté.
Brownmiller, Susan (1981): Contra nuestra voluntad hombres, mujeres y violación.
Barcelona: Editorial Planeta.
Cousté, Alberto
Traductor de inglés
Sorzio, Angelo (1980): Frutas y verduras en conserva. Barcelona: Círculo de Lecto-
res. Barcelona: Círculo de Lectores. Traducción con Susana Constante.
Apollinaire, Guillaume (1980): Zona: antología poética. Barcelona: Tusquets. Tra-
ducción con Susana Constante.
Miłosz, Czesław (1981): Otra Europa. Barcelona: Tusquets.
Knight, Stephen (1982): Réquien en Rogano. Barcelona: Bruguera.
Covián, Marcelo
Traductor de inglés
Adrienne (1976): Gimmick del inglés coloquial. Barcelona: Labor.
Carr, Roy, et al. (1976): The Beatles: una guía ilustrada. Barcelona: Lumen.
Bakunin, Mihail (1976): La anarquía según Bakunin. Barcelona: Tusquets [traduc-
ción indirecta].
Vonnegut, Kart (1977): La Pianola. Barcelona: Grijalbo.
—(1977). Guampeteros, fomas y granfalunes. Barcelona: Grijalbo.
Rice, Anne (1977): Entrevista con el vampiro. Barcelona: Grijalbo.
228 Anexos
Allen, Woody (1979): Cómo acabar de una vez por todas con la cultura. Barcelona:
Tusquets.
Gordon, Ira J. (1980): El primer año de vida. Barcelona: Gedisa.
Thomson, William A. R. (1980): Guía práctica ilustrada de las plantas medicinales,
Barcelona, Mundo Actual de Ediciones.
Talese, Gay (1981): La mujer de tu prójimo. Barcelona: Grijalbo.
Warhol, Andy (1981): Mi filosofía de A a B y de B a A. Barcelona: Tusquets.
Cohen, Herb (1983): Todo es negociable, Barcelona. Planeta: 1983.
Styron, William (1983): Tendidos en la oscuridad. Barcelona: Plaza & Janés.
Walpole, Horace (1983): El castillo de Otranto. Barcelona: Forum.
Di Masso, Gerardo
Traductor de inglés
Sennett, Richard (1978): El declive del hombre público. Barcelona: Península.
Roddick, Ellen (1980): Adúlteros felices. Barcelona: Martínez Roca.
Sorel, Julia (1980): Fugitiva. Barcelona: Martínez Roca.
Creekmore, Donna (1981): La heredera. Barcelona: Ceres.
Brancato, Robin F. (1981): En busca de Jim. Barcelona: Martínez Roca.
Sparks, Beatrice (1981): Diario de Jay. Barcelona: Martínez Roca.
Evans, Richard (1981): Conversaciones con Ronald D. Laing. Barcelona: Gedisa.
Hitchcock, Alfred (1982): Historias escalofriantes. Barcelona: Mundo Actual de
Ediciones.
Roberts, Suzanne (1982):Dulce ilusión. Barcelona: Ceres.
Di Masso, Pablo
Traductor del inglés
Lovell, Mark (1978): El desarrollo de su hijo: de los tres a los dieciséis años. Barcelona:
Gedisa.
Nairn, Tom (1979): Los nuevos nacionalismos en Europa: la desintegración de la Gran
Bretaña. Barcelona: Península.
Hamilton, Roberta (1980): La liberación de la mujer. Madrid: Península.
Williams, Raymond (1980): Marxismo y literatura. Barcelona: Edicions 62.
Filipetto, Celia
Traductora de inglés
Holzer, Hans (1981): Interpretación práctica de los sueños. Barcelona: Martínez Roca.
Manteia (1981): El oráculo de Rasputín. Barcelona: Martínez Roca.
Alejandrina Falcón 229
Frers, Ernesto
Traductor del inglés
Ross, Monica/Simmons, Van D. (1981): Testimonio de un divorcio. Barcelona: Po-
maire.
Brandom, Walter Lee (1982): Querida hija. Barcelona: Granica.
Galmarini, Marco
Traductor de inglés y francés
Flandrin, Jean-Louis (1979): Orígenes de la familia moderna. Barcelona: Crítica.
Hindess, Barry/Hirst, Paul Q. (1979): Los modos de producción precapitalistas. Bar-
celona: Península.
Granoff, Wladimir/Perrier, François (1980): El problema de la perversión en la
mujer. Barcelona: Crítica.
Abraham, Georges/Pasini, Willy (1980): Introducción a la sexología. Barcelona:
Crítica.
Rémond, René (1980): El antiguo régimen y la revolución, 1750-1815. Barcelona:
Vicens-Vives.
Delfaud, Pierre (1980): Nueva historia económica mundial. Siglos XIX-XX. Barce-
lona: Vicens-Vives.
Derreau, Max (1981): Geografía humana. Barcelona: Vicens-Vives.
Vovelle, Michel (1981): Introducción a la historia de la Revolución Francesa. Bar-
celona: Crítica.
Abercrombie, Nicholas (1982): Clase, estructura y conocimiento. Barcelona: Península.
Asimov, Isaac (1980): Lucky Starr: el ranger del espacio. Barcelona: Bruguera.
Himes, Chester (1980): Todos muertos. Barcelona: Bruguera. Serie Novela Negra.
Scerbanenco, Giorgio (1980): Los milaneses matan en sábado. Barcelona: Bruguera.
Sciascia, Leonardo (1980): El archivo de Egipto. Barcelona: Bruguera.
Soldati, Mario (1980): La esposa americana. Barcelona: Bruguera.
Goligorsky, Eduardo
Traductor de inglés
Elliot Locke, Summer (1977): Junto a los ríos de Babilonia. Barcelona: Pomaire.
Alther, Lisa (1977): Kinflicks. Erotismos familiares. Barcelona: Pomaire.
Kosinski, Jerzy (1978): El pájaro pintado. Barcelona: Pomaire.
Taylor, Bernard (1979): Macabro amor. Barcelona: Pomaire.
Golding, William (1980): Oscuridad visible. Barcelona: Pomaire.
King, Stephen (1981): La zona muerta. Barcelona: Pomaire.
— (1982): Ojos de fuego. Barcelona: Mundo Actual de Ediciones.
Bach, Richard (1984): Ilusiones. Barcelona: Pomaire.
Gorbea, Federico
Traductor de alemán, inglés y francés
Villon, François (1976): Poesía. Barcelona: Ediciones 29.
Poliakov, Léon (1979): Historia del antisemitismo, 2. De Mahoma a los marranos.
Barcelona: Métodos Vivientes.
Alejandrina Falcón 231
Martini, Juan
Traductor de italiano
Artaud, Antonin et al. (1982): La otra locura: mapa antológico de la psiquiatría
alternativa. Barcelona: Tusquets.
Muchnik, Mario
Traductor de italiano e inglés
Canetti, Elias (1976): El otro proceso de Kafka. Sobre las cartas a Felice. Barcelona:
Métodos Vivientes. Traducción con Michael Faber-Kaiser.
Sontag, Susan (1981): La enfermedad y sus metáforas. Barcelona: Muchnik.
Berlin, Isaiah (1981): El erizo y la zorra. Barcelona: El Aleph.
Calvino, Italo (1983): Orlando furioso. Barcelona: El Aleph.
Peralta, Carlos
Traductor de inglés e italiano
AAVV (1976): Otros tiempos, otros mundos. (Antología). Barcelona: Asesoría Técnica
de Ediciones.
Grossbach, Robert/Simon, Neil (1978): La chica del adiós. Barcelona: Grijalbo.
Kaplan, Helen Singer (1978): Manual ilustrado de terapia sexual. Barcelona: Gri-
jalbo.
Fruttero, Carlo/Lucentini, Franco (1981): La mujer del domingo. Barcelona:
Bruguera.
Grey, Zane (1981): El valle de los caballos salvajes. Barcelona: Bruguera.
Himes, Chester (1981): El gran sueño de oro. Barcelona: Bruguera. Serie Novela
Negra.
Davies, Stan Gebler/Moore, Robin (1981): Nos han robado un misil. Barcelona:
Bruguera.
Francis, Dick (1982): Carrera de ratas. Barcelona: Bruguera.
232 Anexos
Peralta, Tabita
Traductora de francés
Atger, Jean (1976): Padres, educación y sexo. Barcelona: Asesoría Técnica de Ediciones.
Winer, Richard (1976): El triángulo del diablo. Barcelona: Asesoría Técnica de Edi-
ciones.
Magis, Jean-Michel (1976): El sexo y sus perversiones. Barcelona: Asesoría Técnica
de Ediciones.
Lallier, Antoine (1976): El sexo, el placer y vuestra salud. Barcelona: Asesoría Téc-
nica de Ediciones.
De Villefranche, Georges (1980): La astrología esotérica recobrada. Madrid: Luis
Cárcamo.
Vian, Boris (1982): Que se mueran los feos. Barcelona: Bruguera. Serie Novela Negra.
Pochtar, Ricardo
Traductor de inglés, francés e italiano
Chorier, Nicolas (1977): Sátira de Luisa Sigea. Barcelona: Bruguera. Clásicos del
Erotismo.
Sade, marqués de (1977): La filosofía en el tocador. Barcelona: Bruguera. Clásicos
del Erotismo.
Maffesoli, Michel (1977): Lógica de la dominación. Barcelona: Edicions 62.
Kropotkin, Piotr Alekseevich (1977): Obras. Barcelona: Anagrama.
Ingrao, Pietro (1978): Las masas y el poder. Barcelona: Editorial Crítica.
Levy-Bruhl, Lucien (1978): La mitología primitiva. Barcelona: Edicions 62.
Dadoun, Roger (1978): Cien flores para Wilhelm Reich. Barcelona: Anagrama.
Hobsbawm, Eric (1979): Trabajadores: estudios de historia de la clase obrera. Barce-
lona: Editorial Crítica.
Catalano, Franco (1980): Metodología y enseñanza de la historia. Barcelona: Edicions 62.
Melotti, Humberto (1981): El hombre entre la naturaleza y la historia. Barcelona:
Edicions 62.
Mounin, Georges (1982): Diccionario de lingüística. Barcelona: Labor.
Lewis, C. S. (1982): Crítica literaria: un experimento. Barcelona: Antoni Bosch Editor.
Russell, Bertrand (1982): ¿Tiene el hombre futuro? Barcelona: Bruguera.
Sampayo, Carlos
Traductor de italiano e inglés (guiones de cómics)
Crepax, Guido (1981): Valentina con botas. Barcelona: Lumen.
—(1982): Valentina en la estufa. Barcelona: Lumen.
Alejandrina Falcón 233
Sexer, Mario
Traductor de inglés
Holzer, Hans (1979): Cuando los ovnis aterrizan. Barcelona: Martínez Roca.
Harrison, Michael (1980): Fuego del cielo. Barcelona: Martínez Roca.
Graves, Tom (1981): Radiestesia práctica. Barcelona: Martínez Roca.
Trejo, Mario
Traductor de francés
Crepax, Guido (1979): Historia de O. Barcelona: Lumen.
Postma, Lidia (1981): El jardín de la bruja. Barcelona. Lumen: 1981. (Posible tra-
ducción indirecta del francés; lengua de origen: neerlandés).
Pigeat, Henri (1985): La televisión por cable empieza mañana. Madrid: Tecnos.
Vázquez-Rial, Horacio
Traducción de inglés, francés e italiano
Giannaris, George (1976): Mikis Theodorakis. Barcelona: Dopesa.
Archer, Jules (1976): Wall Street, fascismo en la Casa Blanca. Barcelona: Dopesa.
Chandler, Raymond (1978): La dalia azul. Barcelona: Bruguera. Serie Negra de
Bruguera. Traducción con Homero Alsina Thevenet,
Kuttner, Harry (1978): Mutante. Barcelona: Bruguera.
Evans, Richard (1978): Conversaciones con R.D. Laing. Barcelona: Gedisa.
Bonnet, Monique y Gérard (1979): La comunicación con el bebé. Barcelona: Ge-
disa.
Commoner, Barry (1980): Energías alternativas. Barcelona: Gedisa.
Winnicott, D.W. (1980): Psicoanálisis de una niña pequeña. Barcelona: Gedisa.
Ayensu, Edgard (1981): Selvas: las últimas reservas de vida de nuestro mundo. Barce-
lona: Folio/Círculo de Lectores.
Strayer, Joseph (1981): Sobre los orígenes medievales del Estado moderno. Barcelona:
Ariel.
Carr, Raymond (1982): España 1808-1975. Barcelona: Ariel.
Naipaul, V.S. (1983): El curandero místico. Seix Barral: Barcelona.
Stanton, Robert/Vidal, Gore (eds.) (1983): Conversaciones con Gore Vidal. Barce-
lona: Edhasa.
Sontag, Susan (1984): Contra la interpretación. Barcelona: Ariel.
Vinacua, Rodolfo
Traductor de ingles
Wallace, Irving/Wallechinsky, David (1977): Almanaque de lo insólito. Barcelo-
na: Grijalbo. Varios traductores: José Manuel Álvarez Flores, Roser Berdagué,
Esther Rippa, et al.
Williams, Charles (1977): Marcada por la sospecha. Barcelona: Bruguera. Serie No-
vela Negra.
Referencias:
Autor, Título, Serie, nº, Editorial, Ciudad, Año / Idem referencias de edición origi-
nal si la hay. Nombre del traductor (reedición o traductor emigrado) [Versiones
rioplatenses previas no reeditadas].
Giorgio Scerbanenco. La Cueva de los Filósofos Novela Negra 10, Barcelona, Bru-
guera, 1977. Traductor: Alberto Nicolás.
Ross MacDonald. El Hombre Enterrado. Novela Negra 11, Burguera, 1977 / Eme-
cé, 1971. Traductora: Aurora C. Merlo (reedición).
Wade Miller. Paso Fatal, Novela Negra 12, Barcelona, Bruguera, 1977. Traductora:
Ana Becciú (argentina emigrada).
Horace McCoy. Luces de Hollywood. Novela Negra 13, Barcelona, Bruguera, 1977.
Traductora: Pilar Giralt. [Versión rioplatense: Tiempo Contemporáneo, 1970.
Traductor: Rodolfo Walsh].
Charles Williams. El Arrecife del Escorpión. Novela Negra 14, Barcelona, Bruguera,
1977. Traductora: Beatriz Podestá (uruguaya emigrada).
Ross MacDonald. El Caso Galton. Novela Negra 15, Barcelona, Bruguera, 1978
(Sin mención del nombre de traductor: Víctor Iturralde Rúa). / Fabril Editora,
Buenos Aires, 1961; CEAL, Buenos Aires, 1971; Barcelona, Bruguera, 1978.
Traductor: Víctor Iturralde Rúa (reedición).
Dashiell Hammett. Cosecha Roja. Novela Negra 16, Barcelona, Bruguera, 1978 /
Alianza Editorial, 1967. Traductor: Fernando Calleja (reedición).
Chester B. Himes. Un Ciego con una Pistola. Novela Negra 17, 1978. Traductora:
Ana María Becciú (argentina emigrada).
Dashiell Hammett. El Halcón Maltés. Novela Negra 18, Barcelona, Bruguera, 1978
/ Madrid, Alianza Editorial, 1968. Traductor: Fernando Calleja (reedición).
Dashiell Hammett. La Llave de Cristal. Novela Negra 19, Barcelona, Bruguera, 1978
/ Madrid, Alianza Editorial, 1968. Traductor: Fernando Calleja (reedición).
Raymond Chandler. Playback. Novela Negra 20, Barcelona, Bruguera, 1978 / Co-
rregidor, Buenos Aires, 1977. Traductora: María Teresa Segur (reedición).
Ross MacDonald. El Martillo Azul. Novela Negra 21, Barcelona, Bruguera, 1978
/Emecé, Grandes Novelistas, Buenos Aires, 1977. Traductor: Aníbal Leal (ree-
dición).
Raymond Chandler. Asesino en la Lluvia. Novela Negra 22, Barcelona, Bruguera,
1979. / Emecé. El Séptimo Círculo, Buenos Aires, 1975. Traductor: D. Prika
(reedición).
Geoffrey Homes. Eleven mi Horca. Novela Negra 23, Barcelona, Bruguera, 1978. /
Acme Agency, Buenos Aires, 1949. Traductor: Héctor Casali (reedición).
Ross MacDonald. La Bella Durmiente. Novela Negra 24, Barcelona, Bruguera,
1978/ Emecé, Buenos Aires, 1974. Traductora: Aurora C. Merlo (reedición).
Raymond Chandler. La Dalia Azul. Novela Negra 25, Barcelona, Bruguera, 1978.
Traductores: Homero Alsina Thevenet y Horacio Vázquez-Rial (rioplatenses
emigrados).
Alejandrina Falcón 237
Raymond Chandler. Bay City Blues. Novela Negra 26, Barcelona, Bruguera, 1979 /
Emecé, Buenos Aires, 1975. Traductor: D. Prika (reedición).
Ross MacDonald. El Otro Lado del Dólar. Novela Negra 27, Barcelona, Brugue-
ra, 1979 / Emecé, El Séptimo Círculo, Buenos Aires, 1968. Traductor: Daniel
Landes (reedición).
Boris Vian. Escupiré sobre vuestra Tumba. Novela Negra 28, Barcelona, Bruguera,
1979. Traductor: Jordi Martí.
Osvaldo Soriano. Triste, Solitario y Final. Novela Negra 29, Barcelona, Bruguera,
1979 (en castellano).
James Hadley Chase. El Secuestro de miss Blandish. Novela Negra 30, Barcelona,
Bruguera, 1979 / Sudamericana, Buenos Aires, 1973. Traductor: Joaquín Urrie-
ta (reedición).
J.P. Manchette. Un Montón de Huesos. Novela Negra 31, Barcelona, Bruguera,
1979. Traductora: María Teresa Labourdette.
David Morrell. Primera Sangre. Novela Negra 32, Barcelona, Bruguera, 1979 / Bue-
nos Aires, Emecé, 1973. Traductora. Elisa Lopez De Bullrich (reedición).
Raymond Chandler. La Dama del Lago. Novela Negra 33, Barcelona, Bruguera,
1979 / Emecé, Buenos Aires, 1961. Traductor: Marcos Guerra (reedición).
Dick Francis. Golpe Final. Novela Negra 34, Barcelona, Bruguera, 1979 / Emecé, El
Séptimo Círculo, Buenos Aires, 1977. Traductora: María de Vértiz (reedición).
Chester B. Himes. Corre, Hombre. Novela Negra 35, Barcelona, Bruguera, 1979.
Traductor: Antonio Prometo Moya.
James Hadley Chase. Peces sin Escondite. Novela Negra 36. Coedición: Emecé Bue-
nos Aires, 1978/Barcelona, Bruguera, 1979. Traductora: Selva C. Pino.
Kenneth Fearing. El Gran Reloj. Novela Negra 37. Barcelona, Bruguera, 1979. Tra-
ductor: Antonio-Prometeo Moya.
Ross MacDonald. El Escalofrío. Novela Negra 38. Coedición: Barcelona, Bruguera,
1980 / Emecé, El Séptimo Círculo, Buenos Aires, 1965. Traductora: Adriana
T. Bó (reedición).
James M. Cain. El Cartero llama dos veces. Novela Negra 39. Coedición: Barcelona,
Bruguera 1979 / Emecé, Buenos Aires, 1945. Traductor: Federico López Cruz
(reedición).
James Hadley Chase. Un loto para miss Quon. Novela Negra 40. Coedición: Bar-
celona, Bruguera 1980 / Emecé, Buenos Aires, 1964. Inés Oyuela de Estrada
(reedición).
Raymond Chandler. El Simple arte de matar. Novela Negra 41, Barcelona, Brugue-
ra, 1980. Versión española: Jaume Prat, sobre la traducción de Floreal Mazia,
Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1970 (reedición).
238 Anexos
Nicholas Blake. La Bestia debe Morir. Novela Negra 42, Barcelona, Bruguera, 1980
/ Emecé, Séptimo Círculo (nº 1), Buenos Aires, 1949. Traductor: Rodolfo Wil-
cock (reedición).
Jim Thompson. 1280 Almas. Novela Negra 43, 1980 Barcelona, Bruguera. Traduc-
tor: Prometeo Moya.
James Hadley Chase. Una Radiante Mañana Estival. Novela Negra 44, Barcelona,
Bruguera, 1980. / Editorial Alianza, Selecciones del Séptimo Círculo, El libro
Policiaco de Bolsillo, 1975, Madrid. Traductora: Marta Zubizarreta de Balsabil-
vaso (reedición).
Ross MacDonald. La Mirada del Adiós. Novela Negra 45, Barcelona, Bruguera,
1980 / Emecé, El Séptimo Círculo, Buenos Aires, 1970. Traductora: Nora Bi-
gongiari (reedición).
Raymond Chandler, Sangre Española. Novela Negra 46, Barcelona, Bruguera, 1980
/ Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1974. Traductora: Estela Canto (re-
edición).
Jaume Fuster. El Procedimiento. Novela Negra 47, Barcelona, Bruguera, 1980. Tra-
ductor: Josep Elías.
Chester B. Himes. Por Amor a Imabelle. Novela Negra 48, Barcelona, Bruguera,
1980. Traductor: Josep Elías.
James M. Cain. El Estafador. Novela Negra 49, Barcelona, Bruguera, 1980. / Eme-
cé. El Séptimo Círculo, Buenos Aires, 1946. Traductor: Manuel Barberá (ree-
dición).
Margaret Millar. Pagarás con Maldad. Novela Negra 51, Barcelona, Bruguera. /
Séptimo Círculo, Buenos Aires, 1952. Traductora: Lucrecia Moreno de Sáenz
(reedición).
Jim Thompson. La Sangre de los King. Novela Negra 50, Barcelona, Bruguera, 1980.
Traductor: Enrique Hegewicz (Seudónimo de Enrique Murillo).
Raymond Chandler. Viento Rojo. Novela Negra 52, Barcelona, Bruguera, 1980.
Traductor: Antonio-Prometeo Moya. [Versión rioplatense: Tiempo contempo-
ráneo, Buenos Aires, 1972. Traductor: Rodolfo Walsh].
Chester B. Himes. El Gran Sueño de Oro. Novela Negra 53, Barcelona, Bruguera,
1981. Traductor: Carlos Peralta (argentino emigrado).
Raymond Chandler. Peces de Colores. Novela Negra 54, Barcelona, Bruguera, 1981.
Traductora: Pilar Giralt. [Versión rioplatense: Tiempo Contemporáneo, Buenos
Aires, 1975. Traductor: Floreal Mazía].
Ross MacDonald. El Enemigo Insólito. Novela Negra 55, Barcelona, Bruguera, 1981
/ Alianza-Emecé, Buenos Aires, 1968. Traductora: Mary Williams de Barra (re-
edición).
Alejandrina Falcón 239
Boris Vian. Con las Mujeres no hay Manera. Novela Negra 56, Barcelona, Bruguera,
1981. Traductor: Josep Elías.
James M. Cain. Pacto de Sangre. Novela Negra 57, Barcelona, Bruguera 1981 /
Emecé Colección del Séptimo Círculo, Buenos Aires, 1946. Traductora: Teresa
Navarro Velasco (reedición).
Margaret Millar. Más allá hay Monstruos. Novela Negra 58, Barcelona, Bruguera,
1981/ Alianza-Emecé, Buenos Aires, 1975. Traductora: Marta Isabel Guastavi-
no (reedición).
James Hadley Chase. Acuestála sobre Lirios. Novela Negra 59, Barcelona, Bruguera,
1981 / Emecé, Séptimo Círculo, Buenos Aires, 1975. Traductor: Kicsi Schwartz
(reedición).
Chester B. Himes. Empieza el Calor. Novela Negra 60, Barcelona, Bruguera, 1981.
Traductor: Marcelo Cohen (argentino emigrado).
J.P. Manchette. Dejad que los cadáveres se bronceen. Novela Negra 61. Barcelona,
Bruguera, 1981. Traductor: Antonio Álvarez de la Rosa.
Raymond Chandler. El Largo Adiós. Novela Negra 62, Barcelona, Bruguera, 1981 /
Barral Editores, Barcelona, 1972. Traductor: José Antonio de Lara.
Carlos Pérez Merinero. Días de Guardar. Novela Negra 63 (en castellano).
Patricia Highsmith. Mar de Fondo. Novela Negra 64, Barcelona, Bruguera, 1981.
Traductora: Marta Sánchez Martín.
Kenneth Fearing. La Muchacha más Solitaria. Novela Negra 65, Barcelona, Brugue-
ra 1981. Traductora: Marta Eguía
Raymond Chandler. El Lápiz y otros cuentos. Novela Negra 66, Barcelona, Brugue-
ra, 1981. Traductora: Pilar Giralt.
Andreu Martín. Por Amor al Arte. Novela Negra 67, Barcelona, Bruguera, 1982 (en
castellano).
Mario Lacruz. El Inocente. Novela Negra 68, Barcelona, Bruguera, 1982 (en caste-
llano).
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El Ornitorrinco, Buenos Aires
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El Periodista, Buenos Aires
El Porteño, Buenos Aires
El Viejo Topo, Barcelona
Gimlet, Madrid
La Capital, Rosario
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La Vanguardia, Barcelona
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260 Bibliografía
Matamoro, Blas 11, 33, 47, 77, 84, 181, 249 RBA, editorial 114, 244
Mazía, Florial 119-120, 127, 135, 172, 237-238 Resumen de Actualidad Argentina, revista 14,
Merlino, Mario 91, 143, 193, 195, 210 61, 195,
Minotauro, editorial 68-69, 71, 92-94, 119, Ríos, Julián 138, 146
198, 200, 210, Rodrigo, Ricardo 70-71, 75, 97, 114-115,
Montesinos, editorial 69, 72, 77, 92 123, 128, 199, 244, 250
Moya, Antonio-Prometeo 119-120, 126, 237, Ross, Marilina 85
238, 240, 249
Moyano, Daniel 11, 82-83, 87 S
Muchnik, Jacobo 147 Sábato, Ernesto 84, 250
Muchnik, Mario 68-74, 193, 204-205, 231, Sáenz, Miguel 154-157, 161, 251
247, 250 Saer, Juan José 35, 50, 75-76, 249, 251
Muñoz, José 6, 27, 135 Safián, Alejandro 61-62, 69
Salas, Horacio 11, 151
O Sampayo, Carlos 6, 27, 61, 63, 71, 86, 92,
Obligado, Clara 37, 64, 250 135, 138, 193-194, 201, 232, 251
Onetti, Juan Carlos 117, 186 Sánchez, Jorge 68, 92
Ornitorrinco El, revista 42, 241 Sarlo, Beatriz 44, 49, 108-109
Sarmiento, Faustino 35, 51, 56
P Sarto, Rocco (Pablo Di Masso) 9, 106-108,
Paidós, editorial 68-69, 121, 200, 206, 243 220, 243
Peláez, Estela 86 Sasturain, Juan 109, 111, 251
Pellegrini, Mario 68, 92 Savater, Fernando 45-46, 131, 251
PEN Club 66, 73, 78-79, 245 Schmucler, Héctor 39, 45, 251
Peralta Lugones, Tabita 119, 232, 240 Sexer, Mario 94, 101, 193, 222, 233, 242
Peralta, Carlos 92, 94, 119, 193, 200-201, Soriano, Osvaldo 116-119, 237,
206, 231, 238 Soulé, Omar “Pacho” 111-112, 115
Peri Rossi, Cristina 14, 70, 77-78, 82-83, 87, Souto, Marcial 27, 86, 92, 193-194, 200, 210
91-92, 138, 146, 167-170, 250 Speratti, Alberto 27, 97, 100, 102, 193, 222
Piglia, Ricardo 65, 119-121, 124, 127, 130- Sudamericana, editorial 68, 71, 81-82, 92,
131, 250 120, 135, 150, 203, 206
Pochtar, Ricardo 27, 91-92, 94, 138, 194, Szpunberg, Alberto14, 73-74, 97, 100, 193,
212, 232, 250 201, 209, 222, 251
Politti, Luis 85
Pomaire, editorial 94-95, 101, 203, T
Porrúa, Francisco 70-71, 86, 92, 193, 198, Tarín-Iglesias, Enrique 80-81, 84, 251-252
200-201, 206, 226, 234, 246 Tellado, Corín (Ada Miller) 97, 102-103, 113
Tello, Antonio 86-87, 146
Q Terragno, Rodolfo 39-40, 245, 257
Quimera, revista 74, 145-157, 151, 153, 167, Testimonio Latinoamericano, revista 14, 97,
169, 241 100, 195, 203,
R Tiempo Contemporáneo, editorial 119-121,
Rama, Ángel 14, 64, 67, 146, 250 125, 127, 130, 135, 172,
Rama, Carlos M. 14, 63-64, 73, 79, 81, 91, Tizón, Héctor 11, 108
250, 260 Torres, Maruja 116, 131, 134, 148, 251
268 Índice onomástico
Trejo, Mario 14, 92, 94, 138, 233 Videla, Eduardo 94, 193
Triunfo, revista 67, 74, 77, 94, 146, 166, 187, Viejo Topo El, revista 64, 67, 72, 74, 92, 116,
Tusquets Editores 65, 67, 69, 75, 105, 114- 124, 145-147, 210,
115, 138, 153, 196, 207 Vignatti, Alejandro 102, 193
Tusquets, Esther 61-65, 77, 80, 89, 91-92, Vinacua, Rodolfo 14, 119, 193, 195-196,
137-138, 252 198, 201, 234-235, 243, 248
Vindicación Feminista, revista 208
U
Umbral, Francisco 135, 171-175, 178, 184- W
186, 208, 243, 252 Wacquez, Mauricio 70, 74, 92
Unesco 126, 141, 158-161, 143 Waiss, Óscar 82-83
Unión de Periodistas Argentinos Residentes en Walsh, Rodolfo 120, 127, 135, 172, 203, 236,
España (UPARE) 62, 252 238
Wilcock, Rodolfo 117-119, 127-129, 238,
V 242, 249
Valverde, José María 138, 145, 156-157, 166,
252 Z
Vargas Llosa, Mario 52, 71, 79, 152 Zagalsky, Matilde (seudónimo de Matilde
Vasallo, Marta 64, 252 Horne) 193, 198, 234
Vázquez Montalbán, Manuel 111, 116, 131, Zero Zyx, editorial 68
206 Zito Lema, Vicente 14, 73, 97, 100, 222
Vázquez-Rial, Horacio 27, 86, 94, 119, 125,
146, 151, 193, 197, 200-201, 206, 233,
236, 242, 249