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Daniel-Henri Pageaux HISPANOAMERICA Y LITERATURA COMPARADA La literatura comparada se dedica al estudio de "lo" extranjero, del aporte cultural extranjero en un texto, en una literatura, en la mente de un escritor o en el campo cultural de un pafs. Semejante definicidn abre paso a investigaciones muy afines a las de las ciencias humanas o sociales, tales como la etnologfa, la antropo- logfa, la sociologfa, la historia de las mentalidades que ahondan en fenémenos llamados “aculturacién", "transcul- turacién", “alienacién cultural", presencia y papel del Otro, “otredad" como dijo Octavio Paz en El areo y la lira. Aparece, pues, la literatura comparada como un ancho programa posible de investigaciones en torno a las relaciones, conexiones e interconexiones entre litera— turas, entre un escritor (o un grupo, 0 una clase social, o una revista, cualquier entidad socio-cultural) y un elemento cultural extranjero. Nos depara la literatura comparada el estudio, pormerizado y sintético a la vez, de datos, hechos, aportaciones diversas que nutren ciertas relaciones literarias o que sirven para la elaboracién de un texto o que constituyen un momento, un aspecto complejo de la historia cultural de dos o m4s pafses. Son estudios de intercambios literarios sobre un imprescindible trasfondo cultural; son estudios de carfcter "contactual", si vale la palabra. Estudiar la aportacién extranjera (para empezar) supone la aceptacién y el reconocimiento de espacios culturales m4s o menos abiertos que integran elementos culturales ajenos. Significa que el comparatista se dedica no solamente al estudio del "m4s al14" de un texto (actitud opuesta a la que admite el "cierre" del texto) o de una literatura, sino también al de una sociedad o de un segmento de civilizacién donde el aporte extranjero echa rafces, identificando asimismo momentos de abertura estética o mental o fases de cerrazén intelectual wa (BB v= (afiadamos polftica, por supuesto). gTendré el comparati- sta, como admiten algunos, una "vision" supranacional? Prefiero m4s bien asentar el principio de una visidn diferencial, basada en la valoracién de "diferencias" o "carts", para valerme de la palabra francesa; y no quiero olvidarme de dos definiciones altamente alecciona- doras para quien se empefia en dibujar las corrientes y las influencias que cruzan el Atld4ntico aunando Europa con América. Asevera Claude Lévi-Strauss en su librito de 1949 Raza e Historia: "La civilisation mondiale ne saurait étre autre chose que la coalition, A l'échelle mondiale, de cultures préservant chacune son originalité" Y como lejano pero firme eco oigamos al maestro de los estudios "comparatistas" de Hispanoamérica, a Pedro Henr{quez Urefia: "Bl ideal de la civilizacién no es la unificacién completa de todos los hombres y todos los paises, sino la conservacién de todas las diferencias dentro de una armonia" (Conferencia presentada en 1921 en la Universidad de Minnesota). Al estudiar las pr4cticas culturales, la literatura como institucidén social y cultural (y no solamente como conjunto autdénomo de textos), el mercado de las ideas y de los libros, la arquitectura de los grupos, escuelas, movimientos, las caracter{sticas generacionales (si las hay), los componentes histéricos de las mentalidades que integran un espacio llamado "nacidn", "estado", "pafs"; al identificar los modelos culturales (estéticos y normas éticas) que cada sociedad fomenta y sobra los cuales intenta asentarse; al dilucidar las confluencias posibles entre literatura y sociedad, cultura llamada "nacional" y cultura extranjera, “arte” y marco social, el comparati- sta propone partes, fragmentos, capftulos de una auténti- ca y novedosa historia literaria que trasciende los {mites del estecismo, asf como los de un idioma nacio- nal: historia que - holgado es decirlo - estd todavfa por escribirse, sobre todo si se dirige la mirada hacia Hispanoamérica, a pesar de valiosos estudios realizados - & - por Angel Rama por ejemplo o, para Brasil, por Antonio Candido. El comparatista, definido como "aunador", "cue- stionador" y “esclarecedor" tiene algo que decir sobre los complejos procesos literarios y culturales que compusieron aquel conjunto llamado Hispanoamérica. Esta f{ntima ligazén del estudio literario y del proceso histérico-cultural no es obsesién o invencién nuestra. Dos citas de escritores y pensadores harto diferentes acabardén por convencernos de lo imprescindible que es para Hispanoamérica la compaginacién de la Historia con la Literatura. Alfonso Reyes en su Fragmento sobre la interpretacton de las letras iberoamericanas repara lo siguiente: "La verdadera historia literaria de nuestros pueblos queda un poco m4s vinculada con su historia polftica y social de lo que ha podido acontecer en pueblos més viejos" Por otra parte, Maridtegui en sus famosos Siete Ensayos aboga por una visién de lo literario muy cercana a la que intentamos esbozar cuando hablamos de literatura compara~ da: "Para una interpretacidn del esp{ritu de una literatu- ra la mera erudicién literaria no es suficiente. Sirven m4s la sensibilidad politica y la clarividen- cia histérica. £1 crftico profesional considera la literatura en sf misma. No percibe sus relacto- nes (subrayado nuestro) con la polftica, la economfa, la vida en su totalidad" Ahora bien, se dibuja aquf una frontera entre dos tipos de estudio literario, ambos vdlidos, pero que no hemos de confundir o mezclar: la "lectura" del texto como "critico profesional", la "relacién crftica” para tomar la definicion de Jean Starobinski (L'0etl vivant) o "el pla- cer del texto" si nos referimos al ultimo ideal de Roland Barthes, por un lado; y por otro lado, el estudio de la literatura como fendmeno, institucidén, proceso (ya no de creacidén ni de comunicacidén, sino de comunicacién simbélica de que una sociedad puede valerse para expresarse). Cuando hablamos de literatura comparada nos ubicamos, claro esté, en esta segunda zona de investiga- = OF = cidn. Hispanoamérica nos proporciona un raro ejemplo de enlace complejo entre el texto y lo cultural. Queremos aludir, de manera larga y somera, a lo que Edmundo O'Gorman llamé "Za inveneién de América" estudiando “oémo del seno de una determinada imagen del mundo, estrecha, particularista y arcaica, surge un ente histérico imprevisto e imprevisible que, al irse constituyendo en 84 ser, opera cono disolvente de 1a vieja estructura y eémo, al mismo tiempo, es el catalftico que provoca una nueva y dindmica concepcién del mundo mds amplia y generosa". Pero podemos también comprobar de paso la relacién compleja entre el nivel literario, novelesco y el nivel de las mentalidades, si nos fijamos en un fino reparo de Irving Leonard en su obra Los libros del Con- escritos de ficcidn no solamente son los registros subjetivos de la experiencia humana, sino que a veces son los instigadores inconscientes de las acciones del hombre, al condicionar sus actitudes y sus reacciones". sf se presenta América, Hispanoamérica enmarcada en un doble proceso ideolégico que relaciona el espacio americano y la "conciencia" del Viejo Mundo: por una parte, el impacto portentoso del "descubrimiento" (y no el de Colén o de Vespuccio, sino el legajo de innumera- bles aluviones textuales e icénicos que han compuesto en medio siglo una antologfa, una miscel4nea de imdgenes, ideas, sentimientos acerca de América); y por otre parte, ja influencia literaria de novelas, fabulas, cuentos antiguos, lefdos por los "conquistadores", sobre el posible enfoque y enjuiciamiento de un espacio "vacio", sin sentido para ellos, porque faltaban las palabras para describir los elementos f{sicos y culturales del conti- nente descubierto. gNo ser&, para Europa América un espacio problem4tico, mezela de vealidades desdibujadas y de espe jismos pluriseculares? En su valioso libro La disputa del Nuovo Mondo/La disputa del Nuevo Mundo, el estudioso italiano Antonello Gerbi muestra de manera detallada la formacién - 88 - de una serie de discursos "filoséficos" (en el siglo de la Tlustracién) sobre América, convirtiéndose aquel espacio exdtico como en una piedra de toque para diversas opiniones cultas del siglo. Afladamos que Francia, por ejemplo, fomenté varios textos muy polémicos sobre la colonizacién espafiola (pensemos tan sélo en la Historia filoséfica del Abate Raynal, ayudado por Diderot) pero fomentd también varias "imdgenes" mfticas de aquel espacio o de la historia del continente: el mito del "buen salvaje" que actéa como elemento de una "mala conciencia" europea, o como mero trasfondo exdtico para comedias, cuadros y ornamentacién; el mito de Coldn, navegador malogrado, instrumento jinconciente de la voluntad divina o aventurero p{fearo y mentiroso tal como nos lo replanted Alejo Carpentier en El Arpa y la Sombra. Desde el siglo XVI, a mediados de siglo, Hispanoamérica (y Brasil, colonizado brevemente por los protestantes franceses) desempefiaron un importante papel en lo que podrfamos llamar el imaginario colectivo europeo. Ahora bien: textos y otros documentos pueden ser analizados por el estudioso, literario o historiador, como hitos en una historia de larga duracién, para emplear el concepto grato al historiador Fernand Braudel. Estos problemas “imagoldgicos" aparecen como una buena base para dilucidar, respecto de los Europeos, cierto sector ideolégico (ideologia colonial) y un temario harto estable que abarca lo poético (pensemos en poemas descriptivos o epopeyas redactados a partir del espacio hispanoamericano) y lo mental, en el sentido m&s amplio de la palabra: asf América se constituye como espacio catalizador a partir del cual podemos, nosotros los europeos, redescubrir parte de nuestra historia cultural. Pero pasa lo mismo con los hispanoaméricanos, al darse cuenta de que parte de su historia est4 desgarrada, desgajada, enfocada desde un punto de vista europeo vigente desde hace siglos. Y pasemos a problemas mds literarios con una opinidn del escritor argentino Ernesto sdbato, contestando a la eterna cuestién: J Existe una literatura hispanoamericana? (Revista Humboldt, 1971, n° 44): = 89) =: "En el instante en que el primer espafiol puso sus pies en América, todo fue diferente: ni la palabra amor significd el mismo amor, ni tampoco las palabras tempestad, ni recuerdo, ni soledad, ni tristeza. Ni nada. Y asf, escritores separados por inmensidades de selvas y pampas realizaron el milagro de escribir en una lengua que esencialmente es la misma, la misma de sus antepasados espafioles. Y distinta". Reparemos de paso que las palabras escogidas, aparente- mente al azar, parecen dibujar o deslindar los contornos de "una" imagen (literaria) de Hispanoamérica, pero fijémonos, m4s bien, en aquella relacidn lingiifstica que enlaza a América con la "madre" Espafia y a los pafses hermanos, nacidos en el siglo XIX e hispanoparlantes. Una literatura comparada hispanoamericana ha de afirmarse a partir de comparaciones, cotejos, estudios diferenciales inter-americanos, ya que la lengua, el fondo cultural e histdeico de un pafs como Venezuela resulta diferente, por razén de un peculiar desarrollo del proceso de civilizacién (polftico, literario, etc...), de lo que podemos observar en otro pafs como Argentina, espacio nutrido, por ejemplo, por aportaciones italianas y eslavas que influyeron en la lengua (el cocoliche) y en la literatura de manera general. Para los Hispanoaméricanos, primero, pero también para cualquier europeo que quiera dedicarse al estudio de Hispanoamérica, se presenta pues de manera permanente un Planteamiento doble, de doble nivel: 1° tHasta qué punto la literatura estudiada representa, expresa, simboliza un espacio determinado llamado nacional? No serd, por ejemplo, nacional sino también "zonal" (pensemos en el area caribe que abarca a Cuba y también a la costa de Venezuela y que nos brinda portentosas huellas y testimonios de cultura negra); 2° }Hasta qué punto el escritor o la obra estudiada forman ‘parte de un conjunto superior, continental que otorga el empleo de aquel singular "la" literatura hispanoamericana? Quiero decir: hasta qué punto cualquier texto hispanoamericano puede ser estudiado como expresidn doble (o desdoblada), dnica, sintética o problemdtica de un espacio continental que se = 90-< constituyé a partir de diferentes substratos culturales y aportaciones européas distintas en el espacio y en la historia? Es conveniente subrayar que la historia de Hispano- américa, a lo largo del siglo XIX y sobre todo a partir de los (itimos decenios del siglo pasado, no es sino un incesante intento literario de definir, de manera ensay{stica, "lo" hispanoamericano y encontrar elementos de una identidad cultural. Esta ingente tarea produjo amplia cosecha de textos conocidos cuyos autores se liaman, en Uruguay, José Enrique Rodé o Alberto Zum Felde; en la Argentina, Ricardo Rojas y Ezequiel Mart{nez Estrada; en México, José Vasconcelos, Leopoldo Zea; en el Perd, Maridtegui o Luis Alberto Sénchez; en Colombia, Germén Arciniegas; en el Caribe, Roberto Ferndndez Retamar. Nos toca o nos tocarfa hoy, m4s bien, estudiar los discursos que plantearon el problema de la "esencia" © del porvenir histérico del continente y el problema de la elaboracién historica de aguella compleja y discrepan- te problematica. Solo la conciencia casi dialéctica de la unidad y de la diversidad llego a producir los primeros destellos de un espiritu comparatista (o diferencial) con Pedro Henrfquez Urefia y sus Seis ensayos en busca de nuestra expresién, seguidos por Las corrientes literarias en la América hispdntea. Es menester tomar otra vez el hilo de la historia para desentrafiar el porqué de ciertos textos y el ideario de cierta generacidén. Pero el examen de las sucesivas fases del proceso histérico y cultural ha de ser matizado por el recorrido de las diferentes zonas culturales, de los diversos focos de intercambios literarios (sobre todo, desde el punto de vista comparatista, la zona rioplatense y el Caribe). Esta doble investigacién nos suministra elementos para la elaboracién de un temario comparatista hispanoamericano y también inter-americano, continental, ya que no olvida los espacios francéfonos (Quebec), angléfonos (Estados Unidos) y luséfono (Brasil). Mencio- nemos répidamente algunos temas entre los mas evidentes pero también los m4s comple jos: 1. a rafz del choque con Europa, los varios enfrentamien- - 91 - tos entre Indios y Europeos, entre dos conjuntos culturales cuyo cotejo nos proporciona una visién contrastada de los diferentes substratos "americanos": indios de Hispanoamérica, de Estados Unidos, de Brasil (pensemos en lo que escribié en Brasil el novelista-etnd- logo Darcy Ribeiro). 2. A rafz del sistema del esclavizmo, las huellas bien marcadas de las diferentes colonizaciones que "utiliza- ron" a las poblaciones negras oriundas de Africa. Y no elvidemos por ejemplo los trabajos del cubano Fernando Ortiz, inventor del concepto de "transculturacidn", definida a partir del cruce de influencias africanas y europeas en la isla de Cuba; y los del Francés Roger Bastide sobre las culturas negras en Brasil, en el Noroeste, imprescindibles para el entendimiento de la obra novelesca de un Jorge Amado. 3. Estudios diferenciales, comparativos examen del barroco colonial (Hispanoamérica, Brasil) y europeo; del neoclasicismo vigente en Hispanoamérica hasta los afios 40 del siglo XIX; de la Ilustracién como fenémeno norteamericano, hispanoamericano, brasilefio y de los diferentes didlogos (hasta la ruptura con la métrdépoli); el liberalismo "americano" y europeo y, a continuacién, toda la serie de "ismos" (poifticos o estéticos) nacidos en ambas partes del Atl4ntico. 4. La represantacién literaria, novelesca del "espacio" americano, la relacidn Naturaleza-Hombre en las letras del Canadd, de Estados Unidos, de Hispanoamérica y de Brasil. 0 el tema de la dialéctica, fundamental para el continente, ciudad/campo; o la oposicidn norte/sur... 5. Estudios tipolégicos (negros, indios, europeos vistos, expresados literariamente). 6. Estudios de estética, de poética comparada: los movimientos de vanguardia en América y en Europa; la dimensién "fant&stica" como visidn del mundo americano (real maravilloso, superrealismo, americanizacién de basados en el aquellas estéticas, etc). Al lado de este temario que implica por parte del investigador, sea hispanoaméricano sea europeo, una redefinicidén de su situacién cultural, de su dmbito <2 92 = cultural, de su Ser histdrico y cultural, podemos aducir ejemplos m&s reducidos, menos ambiciosos pero que, de manera permanente, suponen una relativizacién de nuestra mirada, un ahondamiento en lo que llamamos someramente "nuestra" cultura en Europa y "nuestra" América, aludien- do al famoso t{tulo del cubano Mart, Mencionamos, por ejemplo el libro hecho a partir de nuestro seminario de investigaciones dedicado al planteamiento del espacio haitiano parte del cubano Carpentier (£1 Reino de este Mundo), del poeta antillano Aimé Césaire ( de Martinica) con su Tragédie du Roi Christophe y del novelista drama— turgo de la Costa de Marfil Bernard Dadié (Iles de Tempé- te), una novela, dos piezas de teatro, donde el espacio y la historia de América y de Africa han sido cuestionados y de donde surge la figura histérica del Rey Henri Cristophe. La isla de Hait{ (o parte de ella) se presenta como un espacio utdépico, como laboratorio polftico, mientras los textos nos brindan posibilidades de recorri- dos mds tradicionales para identificar modelos estéticos productores del texto. América, “encrucijada de influencias", como la llamé el brasileffo Gilberto Freyre; "continente de la porosidad intelectual", segtn la opinién del espafiol-hispanoame- ricano Guillermo de Torre, vuelve a ser el campo predi- lecto para encuestas comparatistas que atinan no sélo literaturas y tradiciones diversas, sino también los matices policromaticos de las influencias con el trasfon— do histdrico, social y cultural. El programa "tradicio— nal" de los estudios comparatistas, tal como lo hallamos desde hace decenios en Europa, en Francia (me refiero al "libro blanco" de la Investigacidn comparatista realizado bajo mi impulso por nuestra Sociedad Francesa de Literatura General y Comparada, La recherche en Littéra~ ture générale et comparée en France: aspects et problémes, Parfs, 1983) puede proporcionarnos valiosos ejes y rumbos para toda clase de encuestas. Estas, a su vez, han de ofrecer mayores posibilidades para un conocimiento m4s detallado, més matizado y dialéctico de las culturas del continente: citemos la literatura de viaje, viajeros y “intermédiaires", mediadores entre dos = F< culturas o dos continentes, representaciones de lo extranjero (im&genes); recepcion estética e influencias de "modelos" estéticos; motivos, temas y mitos; historia y poética general revisadas (evolucion de los géneros literarios, literaturas marginadas y literaturas "acadé— micas" etc...). Reconozcamos, sin embargo, que dicho programa “euro- peo", inclusive "eurocentrista", tal vez para algunos, no abarca, ni mucho menos, la totalidad ni la originalidad de las culturas hispanoamericanas. Séanos permitido, de manera muy rapida, proponer y afiadir algunas considera- ciones discutibles (jojald lo sean!..). Sin que sea posible negar el cardcter eminentemente poético (en el sentido mas hondo de la palabra) de partes y aspectos enteros de la literatura hispanoaméricana, me atreveria a sostener que esta literatura emergente en el siglo XIX se define como Util, 0 mejor dicho como éticamente Util. Aunque aparezca velada por elementos rebuscados y refinados, segin las estéticos del momento, la literatura en Hispanoamérica (poesfa o novela) sirve para conocerse, afirmarse, ubicarse: pensemos tan sélo en lo que escribid Carpentier para renovar la novela histérica (utilizando la materia histérica, mejor dicho) y en la obra ingente de Pablo Neruda, poeta épico de Can- to general ("Yo estoy aquf para contar la historia). Ahora bien: esta literatura casi ontolégica (definicién del Hombre americano, 0 mejor dicho, del criollo como 1o muestran Leopoldo Zea o H. A. Murena) se presenta también para el publico europeo como parte de la "realidad" americana, como si Garcfa M&rquez, Fuentes, Borges o Roa Bastos intentaran proponer, con pujos positivistas, una "imagen" del continente, muchas veces definido como "salvaje" o “barroco" o "maravilloso" por los er{ticos de periddicos europeos. Gn qué medida, pues, influye o influyd el conocimiento objetivo (y no poético) del continente americano para la interpretacién o la mera representacién de "lo" Hispancaméricano?: ah{ descubrimos cémo, literatura y cultura andan entremezcladas y son aiffciles de distinguir, de separar. Descubrimos también el posible peso secular de estereotipos hispancamericanos = 9H muy arraigados en la mente europea, aunque salgan como broma o alusiones festivas: el mejicano y su sombrero de anchas alas, la pistola; el indio en cuclillas; la pobreza “pintoresca" (7); el subdesarrollo simpatico y cantarino, los productos s{mbolos - café, caballos ete Estos esteréotipos plasman y expresan el tiempo detenido de las esencias. Enunciar el estereotipo sirve como explicar y justificar una situacidén cultural o politica: el Indio es asi, Nosotros somos asi... Al mostrarse, el estereotipo también demuestra, comprueba, como elipsis portentosa del espfritu discursivo. Este lastre de la comunicacién intercultural obstaculiza el conocimiento analftico, detallado, {ntimo. Ahora bien, si admitimos que los estudios de lengua y civilizacién no estén, en varios paises de Europa, lo suficientemente desarrollados como para brindar a numerosos estudiantes un conocimiento menos univoco, menos "“pintoresco" y contrastado de Hispanoamérica, ni lo bastante asimilados como para competir con les medios masivos de comunicacién que difunden im4genes, elementales muchas vees (publici- dad o efimeras fotos de actualidad, escogidas sin comentario discursivo y critico), pero de potente fuerza evocadora, nos damos cuenta de que la lucha entablada entre el nivel literario y el nivel informativo resulta desigual. Afiadamos que muchas veces la lectura (cuando la hay) de literatura hispanoaméricana por parte de un piblico, digamos francés, es una lectura "salvaje", sin mediacion critica, lectura fundamentalmente "novelesca" como la del buen Quijote que transforma el relato en realidad. Podria aludir aquf, de paso a una encuesta realizada por una colega mfa, en nuestro centro de investigacicn, con motivo de un encuentro entre universidades francéfo- nas y de América Latina (que se celebrara en México en abril de 1985). La encuesta sobre las representaciones de Hispanoamérica por parte de jovenes de ensefianza media (15 a 18 afios) encabezada por la Sra. Jacqueline Baldran resulta abrumadora por lo escueto, lo burdo y lo terco de las representaciones formadas, no a partir de respuestas forzadas, sino a partir de libres discursos (detalle ~ 95 - metodoldégico importantisimo). iQue parte tendrén, entonces, o la literatura o los acontecimientos pol{fticos en el balance de los conoci- mientos sobre Hispanoamérica? Aunque nos cueste hacerlo, hay que reconocer el profundo hiato entre la realidad continental y el horizonte cultural, el horizonte de espera, para valernos de un concepto de la Estética de la Recepcién en un plano de cultura general. Pero no es posible separar lo literario, lo politico y lo cultural, a mi, modo de ver. Ultima dimensién dram4ticamente original de las culturas hispanoamericanas: el estudio de las "relacio- nes" literarias, estéticas, tropieza otra vez con una situacién politica: el exilio. En el siglo XIX, hubo escritores hispanoamericanos que decidieron cruzar el Atl&ntico para escribir en Europa: era también mas facil ser editado en Parfs que en ciertas capitales hispanoame- ricanas: Este fendmeno muy finisecular se llamé "desca- stamiento" bajo la pluma de un Gonzalo Zaldumbide o de un Alfonso Reyes. Esta dimension, llamémosla "cosmopolita", constituye un elemento de mayor relevancia para la valoracién de las "elites" en el Continente, de las clases y niveles de publico, etc... En nuestro siglo surge lo que el colombiano Oscar Collazos llamé "el desarraigo" (Biografta del desarraigo): extramada y dra- matica forma de "“tranculturacién" es la que cobra el exilio para el escritor, desgarrado entre "la nostalgia y la creacidn", como lo dijo Eduardo Galeano; arrastrado por su propia biisqueda de la "realidad irreal de la tierra perdida" para recordar la conmovedora definicion del Paraguayo Roa Bastos. El exilio, sin embargo, puede y debe ser objeto de estudio. Expresa, aunque dolorosa y dram&ticamente, los multiples cambios y alteraciones de una cultura (o de la imagen de una cultura) condenada a alternar el didlogo con el monologo, Fenémenos tan hondamente vividos, experimentados, como la imagen de si, la crisis de identitad, e1 obligado contacto con el extranjero, la dificultad del encuentro, el trabajo de la memoria que ayuda o impide el trabajo de la imaginacién creadora, el mensaje hibrido del exiliado hacia dos (o - 96 - m4s) ptblicos constituyen, por lo menos hasta hoy, un tema de reflexién comparatista, prioritariamente una materia de reflexion que traspasa los l{mites de lo literario: o bien reflexionamos sobre la escritura del exilio, o bien intentamos ver cud4l es el la importancia, en e1 4mbito de las culturas ecuropeas, del exilio como elemento de conocimiento y de representacién de una cultura hispanoamericana. Buena parte de los ejemplos que hemos presentado revelan, de manera constante y variada, una serie de problemas que giran, por decirlo asf, en torno del enjuiciamiento previo por parte de los europeos de "una" realidad natural o cultural de Hispanoamérica. Se llaman estos problemas: efectos de alejamiento, lejanfa y acercamiento, efectos de exotizacidn posible, condiciones de una apropiacion intelectual y/o sentimental de un espacio extranjero, peso de lo histérico-cultural y ruptura, objetivacién del campo estudiado. Un enfoque comparatista permite, a mi modo de ver, tomar conciencia de las condiciones mentales, ideolégicas y objetivas segtin las cuales se difunden informaciones, sea textua— les, sea no textuales, representaciones, juicios, conoci- mientos o ausencia de conocimientos. Favorece, a la postre, la ubicacion del individuo en su cultura y en culturas extranjeras, la relacion entre lo suyo y lo ajeno. La literatura hispanoaméricana no queda encerrada en un didlogo, por vasto y complejo que sea, entre América y Europa. Hoy dfa, nos damos cuenta de que la literatura del llamado "boom", la que reveld el continente a la gente (culta desde luego) europea empieza a influir sobre paises no europeos, espacios no occidentales. Quiero aludir aqui a la fortuna (vieja palabra comparatista) de novelas, como las de Carpentier y de Garcfa Marquez en traducciones franceses, en pafses de habla francesa, de Africa o en el mundo drabe. Uno de los mejores exponentes de la joven novelistica africana, Sony Labou Tansi, congolefio, con su novela La vie et demte (Seuil, Paris, 1979) revela la honda huella dejada por Cien Afos de So- ledad (leida en francés) en su novela, ejemplo acabado de ~ 97 - la "nueva" escritura africana. Otro joven escritor de Guinea, Tierno Monemembo, confiesa lo importante que es el ejemplo de la literatura latinoaméricana para la experiencia y la imaginacién de otro continente. Perm{- tanme una cita en francés, sacada de una reciente entrevista: "Les situations de ces pays sont assez proches, cest-a-dire qu'il y a toute une angoisse sociale et une sensibilité populaire qui se retrouvent et peuvent donner quelque chose de merveilleux. La littérature latino-américaine a beaucoup avancé dans l'exploration de ce merveilleux-la. La littérature africaine y parviendra, j'en suis sir, trés bientét, et clest A ce niveau qu'il y a wn point de rencontre". Si existe algiin "punto de encuentro" posible, segiin la opinién del novelista, hay (o habré) posibles estudios comparatistas enlazando de otra manera ambas orillas del Atlantico. Preséntase la literatura comparada como una toma de conciencia, por minima que sea, que procede de establecer una relacién de un "Yo" frente al "Otro", de un "Aqui" frente a un "A114". Esta confrontacién estriba, pues, en el estudio de una distancia significativa entre dos series (o m4s) de realidades culturales. Fundamentalmen— te, el comparatismo literario es una biisqueda (literaria) de lo diferencial. Y por eso, descarta toda clase de métodos que favorezcan la visidn unfvoca, reductora, el ensimismamiento metodologico o filoséfico. Frente al conjunto europeo de que formamos parte, el espacio harto heterogéneo de Hispanoamérica nos convida a un sinfin de pacificas, eruditas y criticas expediciones cuya razén de ser es "relacionar": comprendamos al Otro para compren- dernos también. Si, como lo dijo hace afios Guillermo de Torre, con motivo de wn encuentro americano, “la - 98 - literatura comparada no es sustencialmente otra cosa que un didlogo de culturas, se revela como materia imprescin- dible para el conocimiento mutuo de ambos continentes'

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