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V.

Señor abre mis labios


R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Venid, adoremos al Señor, aclamemos al Dios admirable en sus


santos.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio


R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.

Himno: DICHOSA LA MUJER QUE HA CONSERVADO

Dichosa la mujer que ha conservado,


en su regazo, con amor materno,
la palabra del Hijo que ha engendrado
en la vida de fe y de amor pleno.

Dichosas sois vosotras, que en la vida


hicisteis de la fe vuestra entereza,
vuestra gracia en la Gracia fue asumida,
maravilla de Dios y de belleza.

Dichosas sois vosotras, que supisteis


ser hijas del amor que Dios os daba,
y así, en la fe, madres de muchos fuisteis,
fecunda plenitud que nunca acaba.

No dejéis de ser madres, en la gloria,


de los hombres que luchan con anhelo,
ante Dios vuestro amor haga memoria
de los hijos que esperan ir al cielo. Amén.
A nunc io s
INFORMA SOBRE ESTE ANUNCIO

SALMODIA

Ant 1. El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.

Salmo 49 I – LA VERDADERA RELIGIOSIDAD

El Dios de los dioses, el Señor, habla:


convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece:
viene nuestro Dios, y no callará.

Lo precede fuego voraz,


lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra,
para juzgar a su pueblo:

«Congregadme a mis fieles,


que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Ant. El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.

Ant 2. Invócame el día del peligro y yo te libraré.

Salmo 49 II

«Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte;


Israel, voy a dar testimonio contra ti;
-yo, el Señor, tu Dios-.

No te reprocho tus sacrificios,


pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños;

pues las fieras de la selva son mías,


y hay miles de bestias en mis montes;
conozco todos los pájaros del cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.

Si tuviera hambre, no te lo diría;


pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?

Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,


cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Ant. Invócame el día del peligro y yo te libraré.

Ant 3. El sacrificio de acción de gracias me honra.

Salmo 49 III

Dios dice al pecador:


«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?

Cuando ves un ladrón, corres con él;


te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;
te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.»

Atención los que olvidáis a Dios,


no sea que os destroce sin remedio.

El que me ofrece acción de gracias,


ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Ant. El sacrificio de acción de gracias me honra.

V. No dejamos de orar y pedir por vosotros.


R. Que lleguéis al pleno conocimiento de la voluntad de Dios.

PRIMERA LECTURA

Del primer libro de los Macabeos 3, 1-26

JUDAS MACABEO

Cuando murió Matatías, le sucedió su hijo Judas, llamado Macabeo. Todos


sus hermanos y los que habían seguido a su padre le ofrecieron apoyo y
sostuvieron con entusiasmo la guerra de Israel.

Él dilató la gloria de su pueblo; como gigante revistió la coraza y se ciñó


sus armas de guerra. Empeñó batallas, protegiendo al ejército con su
espada, semejante al león en las hazañas, como cachorro que ruge sobre
su presa. Persiguió a los impíos hasta sus rincones, dio a las llamas a los
perturbadores de su pueblo. Por el miedo que les infundía, se apocaron
los impíos, se sobresaltaron todos los que obraban la iniquidad; la
liberación en su mano alcanzó feliz éxito.

Amargó a muchos reyes, regocijó a Jacob con sus hazañas: su recuerdo


será eternamente bendecido. Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de
ellas a los impíos y apartó de Israel la cólera. Su nombre llegó a los
confines de la tierra y reunió a los que estaban perdidos.
Apolonio reunió gentiles y un numeroso contingente de Samaria para
llevar la guerra a Israel. Judas, al tener noticia de ello, salió a su
encuentro, lo venció y lo mató. Muchos sucumbieron y los demás se
dieron a la fuga. Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de
Apolonio y en adelante entró siempre en combate con ella. Serón, capitán
del ejército de Siria, al saber que Judas había congregado en torno suyo
una multitud de fieles y gente de guerra, se dijo:

«Conseguiré un nombre y alcanzaré gloria en el reino atacando a Judas y


a los suyos, que desprecian las órdenes del rey.»

Partió, pues, a su vez, y subió con él una potente tropa de impíos para
ayudarlo a tomar venganza de los hijos de Israel. Cuando se aproximaba a
la subida de Bet-Jorón, le salió al encuentro Judas con unos pocos
hombres. Al ver éstos el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas:

«¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan
grande y tan fuerte? Además estamos extenuados por no haber comido
hoy en todo el día.»

Judas respondió:

«Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos. Al cielo le da lo
mismo salvar con muchos que con pocos; que en la guerra no depende la
victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del
cielo. Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con
intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos,
y hacerse con nuestros despojos; nosotros, en cambio, combatimos por
nuestras vidas y nuestras leyes; el Señor los quebrantará ante nosotros;
no los temáis.»
Cuando acabó de hablar, se lanzó de improviso sobre los enemigos, y
Serón y su ejército fueron derrotados ante él. Los persiguieron por la
pendiente de Bet-Jorón hasta la llanura. Unos ochocientos sucumbieron y
los restantes huyeron al país de los filisteos. Comenzaron a ser temidos
Judas y sus hermanos y el espanto se apoderó de los gentiles
circunvecinos. Su nombre llegó hasta el rey y en todos los pueblos se
comentaban las batallas de Judas.

RESPONSORIO 1M 3, 20. 22. 19. 21. 22

R. Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad; pero


vosotros no los temáis: * no depende la victoria de la muchedumbre del
ejército, sino de la fuerza que viene del cielo.
V. Nosotros combatimos por nuestras vidas y nuestras leyes; el Señor los
quebrantará ante nosotros.
R. No depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la
fuerza que viene del cielo.

SEGUNDA LECTURA

De una Carta escrita por Conrado de Marburgo, director espiritual de


santa Isabel
(Al Sumo pontífice, año 1232: A. Wyss, «Hessisches Urkundenbuch» 1,
Leipzig 1879, 31-35)

ISABEL RECONOCIÓ Y AMÓ A CRISTO EN LA PERSONA DE LOS POBRES

Pronto Isabel comenzó a destacar por sus virtudes, y, así como durante
toda su vida había sido consuelo de los pobres, comenzó luego a ser
plenamente remedio de los hambrientos. Mandó construir un hospital
cerca de uno de sus castillos y acogió en él gran cantidad de enfermos e
inválidos; a todos los que allí acudían en demanda de limosna les
otorgaba ampliamente el beneficio de su caridad, y no sólo allí, sino
también en todos los lugares sujetos a la jurisdicción de su marido,
llegando a agotar de tal modo todas las rentas provenientes de los cuatro
principados de éste, que se vio obligada finalmente a vender en favor de
los pobres todas las joyas y vestidos lujosos.
Tenía la costumbre de visitar personalmente a todos sus enfermos, dos
veces al día, por la mañana y por la tarde, curando también
personalmente a los más repugnantes, a los cuales daba de comer, les
hacia la cama, los cargaba sobre sí y ejercía con ellos muchos otros
deberes de humanidad; y su esposo, de grata memoria, no veía con malos
ojos todas estas cosas. Finalmente, al morir su esposo, ella, aspirando a la
máxima perfección, me pidió con lágrimas abundantes que le permitiese
ir a mendigar de puerta en puerta.

En el mismo día del Viernes santo, mientras estaban denudados los


altares, puestas las manos sobre el altar de una capilla de su ciudad, en la
que había establecido frailes menores, estando presentes algunas
personas, renunció a su propia voluntad, a todas las pompas del mundo y
a todas las cosas que el Salvador, en el Evangelio, aconsejó abandonar.
Después de esto, viendo que podía ser absorbida por la agitación del
mundo y por lá gloria mundana de aquel territorio en el que, en vida de
su marido, había vivido rodeada de boato, me siguió hasta Marburgo, aun
en contra de mi voluntad; allí, en la ciudad, hizo edificar un hospital, en el
que dio acogida a enfermos e inválidos, sentando a su mesa a los más
míseros y despreciados.

Afirmo ante Dios que raramente he visto una mujer que a una actividad
tan intensa juntara una vida tan contemplativa, ya que algunos religiosos
y religiosas vieron más de una vez como, al volver de la intimidad de la
oración, su rostro resplandecía de un modo admirable y de sus ojos salían
como unos rayos de sol.

Antes de su muerte la oí en confesión, y, al preguntarle cómo había de


disponer de sus bienes y de su ajuar, respondió que hacía ya mucho
tiempo que pertenecía a los pobres todo lo que figuraba como suyo, y me
pidió que se lo repartiera todo, a excepción de la pobre túnica que vestía y
con la que quería ser sepultada. Recibió luego el cuerpo del Señor y
después estuvo hablando, hasta la tarde, de las cosas buenas que había
oído en la predicación; finalmente, habiendo encomendado a Dios con
gran devoción a todos los que la asistían, expiró como quien se duerme
plácidamente.

RESPONSORIO Jdt 15, 11; Hch 10, 4


R. Actuaste con valor, y tu corazón tuvo fortaleza porque amaste la
castidad: * por eso serás por siempre bendita.
V. Tus oraciones y tus obras de caridad han subido hasta Dios como el
sacrificio del memorial.
R. Por eso serás por siempre bendita.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, que concediste a santa Isabel de Hungría el don de
reconocer y venerar a Cristo en los pobres, concédenos, por su
intercesión, que sirvamos siempre a los necesitados y afligidos con una
incansable caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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