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Textos pontificios

sobre
Secularidad Consagrada

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Presentación

La Familia Salesiana, en 2017, se ha unido con alegría a las Voluntarias de Don


Bosco en la celebración del primer centenario de su Instituto. En el mismo año,
la Iglesia ha recordado los 70 años de la promulgación de la Constitución
apostólica Provida Mater Ecclesia con la que Pío XII reconoció el don de la
vocación a la Secularidad Consagrada de los que a partir de aquel momento
pasaron a llamarse Institutos Seculares.
Ahora bien, los actuales responsables de La Congregación para los Institutos
de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica , el Cardenal João Braz
y el Arzobispo José Rodríguez Carballo, presidente y secretario respetivamente
de dicha Congregación, reconocen que “los Institutos Seculares son poco
conocidos, y a menudo ignorados y/o confundidos con otros movimientos y
Asociaciones”.1
Lo que ocurre en el conjunto de la Iglesia ¿podría suceder también en nuestra
querida Familia Salesiana? El Instituto Secular VOLUNTARIAS DE DON BOSCO
y la Asociación (en vistas a llegar a ser reconocida asimismo como Instituto
Secular) VOLUNTARIOS CON DON BOSCO le aportan las riquezas y la
originalidad de la propia vocación.2 Sin ellos, los miembros de los demás grupos
no pueden ser ellos mismos.3
El presente opúsculo quiere responder a esta necesidad. Se recogen en él
buena parte de las principales intervenciones del Magisterio Pontificio dirigido
a los miembros de dichos Institutos Seculares a partir de la Provida Mater, para
ayudar no solo a conocer sino sobre todo a apreciar, en su justo valor, una
vocación que los Pontífices no han dudado en calificar de “revolucionaria”.

Solemnidad de la Pascua, 2018

1
CIVCSVA. Consagración y secularidad. San Pablo, 2017, p. 8.
2
Cfr. Constituciones VDB, art. 7; y Constituciones CDB, art. 5.
3
Cfr. Carta de la Identidad Carismática de la Familia Salesiana, num. 10.
3
4
Pio XII. 02.02.1947.
Provida Mater Ecclesia, 7-10

Reconocimiento de los Institutos Seculares


por parte de la Iglesia.

7. El benignísimo Señor que, sin acepción de personas, invitó una y otra vez
a todos los fieles a perseguir y practicar la perfección en todas partes, dispuso
con el consejo de su admirable providencia divina que aun en el siglo…
florecieran y florezcan en gran número almas selectas que no solamente
arden en el deseo de la perfección individual, sino que permaneciendo
en el mundo por una vocación especial de Dios, puedan encontrar
óptimas y nuevas formas de asociación, cuidadosamente acomodadas a
las necesidades de los tiempos, que les permitan llevar una vida
adaptada a la adquisición de la perfección cristiana.

8. (Así pues) … nos ocuparemos ahora de las Asociaciones que ante la


Iglesia, en el foro que llaman externo, se esfuerzan y empeñan en conducir
de la mano a sus miembros hacia la vida de sólida perfección… Se trata
aquellas (Asociaciones) que en su constitución interna, en la ordenación
jerárquica de su régimen, en la plena entrega… en la profesión de los consejos
evangélicos y, finalmente, en el modo de ejercer los ministerios y el
apostolado, se acercan en la sustancia a los estados canónicos de
perfección… aunque no usen de la vida común religiosa, sino de otras formas
externas.

9. Estas Asociaciones, que por ello recibirán el nombre de


"Institutos Seculares", comenzaron a fundarse, no sin especial inspiración
de la Divina Providencia, en la primera mitad del siglo pasado, para
fielmente "seguir en el mundo los consejos evangélicos y ejercitar con
mayor libertad los oficios de la caridad, que a duras penas o de ningún
modo podían ejercitar las familias religiosas, por la malicia de los
tiempos". Habiendo dado buena prueba de sí… y habiendo comprobado
suficientemente con obras y hechos, por la prudente selección de sus socios,
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por la cuidadosa y larga formación de los mismos, por la adecuada, a la vez
firme y ágil, ordenación de la vida, que también en el siglo, con el favor de una
peculiar vocación de Dios y el auxilio de la divina gracia, se podía obtener una
consagración de sí mismo al Señor estrecha y eficaz, no sólo interna, sino
también externa y casi religiosa, y se tenía un instrumento bien oportuno de
penetración y apostolado, todas estas razones hicieron que
"estas Sociedades de fieles… fueran alabadas por la Santa Sede".[13]

10. Del feliz incremento de tales Institutos se echó de ver, cada día
más claramente, en cuantos aspectos podía hacerse de ellos una ayuda
eficaz de la Iglesia y de las almas. Para llevar seriamente siempre y en todas
partes una vida de perfección y para abrazarla también en muchos casos en
los cuales una vida religiosa canónica no era posible o conveniente; para
una intensa renovación cristiana de las familias, las profesiones y la
sociedad civil, por el contacto íntimo y cotidiano con una vida perfecta y
totalmente consagrada a la santificación, para un multiforme apostolado
y para el ejercicio de los ministerios en lugares, tiempos y circunstancias
prohibidos o inaccesibles a los sacerdotes y religiosos, estos Institutos
pueden utilizarse y adaptarse con facilidad.

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Concilio Vaticano II
1962-1965

Referencias a los Institutos Seculares

Perfectae caritatis, 11
Los Institutos Seculares, aunque no sean Institutos religiosos, llevan, sin
embargo, consigo la profesión verdadera y completa, en el siglo, de los
consejos evangélicos, reconocida por la Iglesia. Esta profesión confiere
una consagración a los hombres y mujeres, laicos y clérigos, que viven
en el mundo. Por lo tanto, tiendan ellos principalmente a la total dedicación
de sí mismos a Dios por la caridad perfecta, y los Institutos mismos
mantengan su carácter propio y peculiar, es decir, secular, a fin de que
puedan cumplir eficazmente y por dondequiera el apostolado en el
mundo y como desde el mundo, para el que nacieron.

Sepan, no obstante, muy bien que no pueden cumplir tan alta misión si sus
miembros no se forman cuidadosamente en las cosas humanas y
divinas, de suerte que sean en realidad fermento en el mundo para
robustecimiento e incremento del Cuerpo de Cristo. Los directores, por
tanto, cuiden seriamente de la instrucción, sobre todo espiritual, que ha de
darse a sus miembros y de promover su formación ulterior.

Ad gentes, 40
Creciendo cada día en la Iglesia, por inspiración del Espíritu Santo, los
Institutos Seculares, sus obras, bajo la autoridad del Obispo, pueden resultar
fructuosas de muchas maneras en las misiones como señal de entrega
plena a la evangelización del mundo.

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Código de Derecho Canónico. (Nums. 710-730)
Los Institutos Seculares

710. Un instituto secular es un instituto de vida consagrada en el cual los


fieles, viviendo en el mundo, aspiran a la perfección de la caridad, y se
dedican a procurar la santificación del mundo sobre todo desde dentro
de él.

711. Por su consagración un miembro de un instituto secular no modifica


su propia condición canónica, clerical o laical en el pueblo de Dios,
observando las prescripciones del derecho relativas a los institutos de vida
consagrada.

712. Sin perjuicio de las prescripciones de los cc. 598-601, las constituciones
han de establecer los vínculos sagrados con los que se abrazan los
consejos evangélicos en el instituto, y determinarán las obligaciones que
nacen de esos vínculos conservando sin embargo en el modo de vivir la
secularidad propia del instituto.

713. § l. Los miembros de estos institutos manifiestan y ejercen su propia


consagración en la actividad apostólica y, a manera de levadura, se
esfuerzan por impregnar todas las cosas con el espíritu evangélico, para
fortaleza e incremento del Cuerpo de Cristo.
§ 2. Los miembros laicos participan en la función evangelizadora de la
Iglesia en el mundo y tomando ocasión del mundo bien sea con el
testimonio de vida cristiana y de fidelidad a su consagración, bien con la
colaboración que prestan para ordenar según Dios los asuntos
temporales e informar al mundo con la fuerza del Evangelio. Y también
ofrecen su propia cooperación al servicio de la comunidad eclesial, de
acuerdo con su modo de vida secular.

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§ 3. Los miembros clérigos, por el testimonio de la vida consagrada, ayudan sobre todo a sus
hermanos en el presbiterio con peculiar caridad apostólica, y realizan en el pueblo de Dios la
santificación del mundo a través de su ministerio sagrado.

714. Los miembros han de vivir en las circunstancias ordinarias del


mundo, ya solos, ya con su propia familia, ya en grupos de vida fraterna, de
acuerdo con las constituciones.

715. § l. Los miembros clérigos incardinados en la diócesis dependen del Obispo diocesano,
quedando a salvo lo que se refiere a la vida consagrada en su propio Instituto.
§ 2. Pero los que se incardinan al instituto de acuerdo con la norma del c. 266 § 3, si son destinados
a obras propias del instituto o al gobierno de éste, dependen del Obispo lo mismo que los religiosos.

716. § l. Todos los miembros han de participar activamente en la vida del


instituto, según el derecho propio.
§ 2. Los miembros de un mismo instituto han de vivir en comunión entre sí,
tutelando con solicitud la unidad de espíritu y la fraternidad genuina.

717. § l. Las constituciones deben determinar el propio modo de régimen, el


tiempo durante el cual los Directores desempeñan su oficio y la manera de
designarlos.
§ 2. Nadie debe ser designado Director general si no está incorporado
definitivamente.
§ 3. Quienes tienen encomendado el régimen del Instituto cuiden de que se
observe la unidad del espíritu y se fomente la participación activa de los
miembros.

718. La administración de los bienes del instituto, que debe manifestar y


fomentar la pobreza evangélica, se rige por las normas del Libro V, De los
bienes temporales de la Iglesia, así como también por el derecho propio del
Instituto. De igual modo el derecho propio ha de determinar las obligaciones,
sobre todo económicas, del Instituto respecto a aquellos miembros que
trabajan para el mismo.

719. § l. Para que los miembros correspondan fielmente a su vocación y su


acción apostólica sea fruto de la misma unión con Cristo, deben dedicarse
intensamente a la oración, leer de manera conveniente la Sagrada
Escritura, observar los tiempos anuales de retiro y realizar otros
ejercicios de piedad según el derecho propio.
§ 2. La celebración de la Eucaristía, diaria en la medida de lo posible, debe
ser fuente y fortaleza de toda su vida consagrada.
§ 3. Acudirán libremente al sacramento de la penitencia, que deben recibir
con frecuencia.
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§ 4. Tengan con libertad la necesaria dirección de conciencia y busquen en
sus propios Directores, si así lo desean, los consejos oportunos.

720. El derecho a admitir en el Instituto, por lo que se refiere tanto a la


prueba como a los vínculos sagrados, sean temporales, sean perpetuos o
definitivos, corresponde a los Directores mayores con su consejo, de acuerdo
con las constituciones.

721. § 1. Es admitido inválidamente a la prueba inicial:


1.° quien aún no ha alcanzado la mayoría de edad;
2.° quien se encuentra ligado por vínculo sagrado a un instituto de vida
consagrada o está incorporado a una sociedad de vida apostólica;
3.° un cónyuge, durante el matrimonio.
§ 2. Las constituciones pueden establecer otros impedimentos para la
admisión, que afecten incluso a la validez, o poner condiciones.
§ 3. Además, para que alguien sea recibido, debe poseer la madurez necesaria
para llevar debidamente la vida propia del Instituto.

722. § 1. La prueba inicial debe tender a que los candidatos conozcan mejor
su vocación divina y la propia del Instituto, y se ejerciten en el espíritu y modo
de vida de éste.
§ 2. Los candidatos deben ser convenientemente formados para vivir según
los consejos evangélicos y convertir su vida entera en apostolado, empleando
aquellas formas de evangelización que mejor respondan al fin, espíritu e índole
del Instituto.
§ 3. Determínese en las constituciones el modo y tiempo de esta prueba
anterior a la adquisición por primera vez de los vínculos sagrados en el
Instituto; la duración no puede ser inferior a un bienio.

723. § 1. Cumplido el tiempo de la prueba inicial, el candidato que sea


considerado apto debe abrazar los tres consejos evangélicos, corroborados
con vínculo sagrado, o marcharse del Instituto.
§ 2. Esta primera incorporación, no inferior a cinco años, debe ser temporal de
acuerdo con la norma de las constituciones.
§ 3. Cumplido el tiempo de esta incorporación, el miembro considerado idóneo
será admitido a la incorporación, bien a la perpetua bien a la definitiva, es
decir, con vínculos temporales que habrán de ser siempre renovados.
§ 4. Respecto a determinados efectos jurídicos, que deben establecerse en
las constituciones, la incorporación definitiva se equipara a la perpetua.

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724. § 1. Después de haber adquirido por primera vez los vínculos sagrados,
la formación ha de continuar permanentemente, según las constituciones.
§ 2. Los miembros han de formarse a la vez en las cosas divinas y en las
humanas y los Directores del instituto han de cuidar con diligencia de la
continua formación espiritual.

725. Mediante algún vínculo determinado en las constituciones, el Instituto


puede asociar a otros fieles que aspiran a la perfección evangélica según el
espíritu del instituto, y participan en su misión.

726. § 1. Transcurrido el tiempo de incorporación temporal, el miembro puede


abandonar libremente el instituto, o el Director mayor, oído su consejo y con
justa causa, puede excluirle de la renovación de los vínculos sagrados.
§ 2. El miembro incorporado temporalmente que lo pida por su propia voluntad,
puede con causa grave obtener del Director general, con el consentimiento de
su consejo, indulto para marcharse del Instituto.

727. § 1. El miembro incorporado perpetuamente que quiera abandonar el


Instituto, después de considerar el asunto seriamente en la presencia de Dios,
puede pedir a la Sede Apostólica, a través del Director general el necesario
indulto si el instituto es de derecho pontificio; en caso contrario, al Obispo
diocesano, según se determine en las constituciones.
§ 2. Si se trata de un clérigo incardinado al Instituto, debe observarse lo que
prescribe el c.693.

728. Una vez concedido legítimamente el indulto para abandonar el Instituto


cesan todos los vínculos, y asimismo los derechos y obligaciones provenientes
de la incorporación.

729. La expulsión de un miembro del Instituto se realiza de acuerdo con lo


establecido en los cc. 694 y 695; las constituciones determinarán además
otras causas de expulsión, con tal de que sean proporcionalmente graves,
externas, imputables y jurídicamente comprobadas, procediendo de acuerdo
con lo establecido en los cc.697-700. A la expulsión se aplica lo prescrito en
c. 701.

730. Para el tránsito de un miembro de un Instituto secular a otro Instituto


secular deben observarse las prescripciones de los cc. 684 §§ 1,2,4 y 685;
pero para el paso a un Instituto religioso o a una sociedad de vida apostólica,
o desde ellos a un Instituto secular, se requiere licencia de la Santa Sede, a
cuyos mandatos habrá que atenerse.

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Pablo VI. 26.09.70.

A los participantes en el Primer Encuentro


Internacional de los Institutos Seculares

2. ¡Cuánto nos interesa y nos conmueve este encuentro! Nos hace pensar
en los prodigios de la gracia, en las riquezas escondidas del Reino de Dios,
en los recursos incalculables de virtud y de santidad, de que dispone todavía
hoy la Iglesia, inmersa, como sabemos, en una humanidad profana –a veces
profanadora–, orgullosa de sus conquistas temporales y no menos esquiva
cuanto necesitada de encontrarse con Cristo…

3. Nos sería fácil y agradable hacer la descripción de vosotros mismos, tal


como os ve la Iglesia en estos últimos años… En esta circunstancia
preferimos fijarnos discreta y sobriamente en el aspecto psicológico y
espiritual de vuestra peculiar entrega al seguimiento de Cristo.

4. Por un instante, pongamos la mirada en el origen personal y espiritual de


vuestra vocación, que si presenta muchos caracteres comunes a otras
vocaciones que florecen en la Iglesia de Dios, hay algunos propios que la
distinguen y merecen una consideración específica.

5. Queremos señalar, ante todo, la importancia de los actos reflejos en la


vida del hombre… especialmente en ciertos periodos de la edad juvenil,
porque son determinantes. A estos actos reflejos llamamos conciencia; y sabe
bien cada uno qué significa y qué es la conciencia… (Cfr. GS, 16).

6. En esta primera fase… surge en el hombre el sentido de responsabilidad


y de personalidad, al darse cuenta de los principios existenciales y de su
desarrollo lógico. Este desarrollo en el cristiano, que evoca el carácter
bautismal, engendra… saberse y sentirse “hijo de Dios, miembro de Cristo,
incorporado a la Iglesia, revestido de aquel sacerdocio común de los fieles”
(cfr. LG, 10-11), del cual nace el compromiso de todo cristiano a la santidad
(cfr. LG, 39-40), a la plenitud de la vida cristiana, a la perfección de la caridad.

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7. Esta conciencia, este compromiso, en un momento dado, no sin un rayo
fulgurante de la gracia, se ilumina interiormente y se hace vocación.
Vocación a una respuesta total. Vocación a una verdadera y completa
profesión de los consejos evangélicos para unos, vocación sacerdotal para
otros. Vocación a la perfección para todo aquel que percibe el hechizo interior.
Vocación a una consagración, mediante la cual el alma se da a Dios, en un
acto supremo de voluntad y a la vez de abandono, de entrega de sí mismo. La
conciencia se erige en altar de inmolación: "Sea tu altar mi conciencia", reza
san Agustín (En in Ps. 49; PL 36, 578); es como el "fiat" de la Virgen en la
anunciación del ángel.

8. Estamos aún en la zona de la vida interior, que desde este momento


desemboca en diálogo… La conversación se dirige al Señor…, cómo san
Pablo en el camino de Damasco: "Señor, ¿qué quieres que haga?" (Hch. 9,
5). Ahora la consagración bautismal de la gracia se hace consciente y se
expresa en consagración moral, querida y ampliada a los consejos
evangélicos, dirigida a la perfección cristiana; y ésta es la decisión primera,
la capital, la que cualificará toda la vida.

9. ¿Y la segunda? Aquí está la novedad, aquí está vuestra originalidad.


¿Cuál será la elección del modo de vivir esa consagración? ¿Abandonaremos
o podremos conservar nuestra forma secular de vida? La Iglesia ya ha
respondido; sois libres para elegir; podéis continuar siendo seculares. Guiados
por motivos múltiples… habéis escogido y habéis decidido: continuamos
como seculares, es decir, en la forma común a todos, en la vida temporal;
y, con una sucesiva elección en el ámbito del pluralismo consentido a los
Institutos Seculares, cada uno se ha determinado según sus preferencias…

10. No se ha dicho que vuestra elección… sea fácil, porque no os aleja del
mundo, de la profanidad de la vida, maravillosa paradoja de la caridad: dar,
dar a los otros, dar al prójimo, para poseer en Cristo… Estáis en el mundo,
pero no sois del mundo, sino para el mundo. El Señor nos ha enseñado a
descubrir debajo de esta fórmula que parece un juego de palabras, la misión
suya y nuestra de salvación.

Recordad que vosotros, precisamente por pertenecer a Institutos Seculares,


tenéis que cumplir una misión de salvación entre los hombres de nuestro
tiempo; hoy el mundo tiene necesidad de vosotros que vivís en el mundo, para
abrir al mundo los senderos de la salvación cristiana.

Y ahora os hablaremos de un tercer tema: de la Iglesia. También ella… se


convierte en el tema de una meditación continua, que podemos llamar el
"sensus Ecclesiae", presente en vosotros como una atmósfera interior.
Ciertamente vosotros habéis gustado la embriaguez de este aliento, su
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inagotable inspiración, en la que los motivos de la teología y de la
espiritualidad, especialmente después del Concilio, infunden un soplo
tonificante. Que tengáis siempre presente algunos de estos motivos:
pertenecéis a la Iglesia con un título especial, vuestro título de
consagrados seculares; pues bien, sabed que la Iglesia tiene confianza
en vosotros. La Iglesia os sigue, os sostiene, os considera suyos, como
hijos de elección, como miembros activos y conscientes, firmemente
adheridos y también muy entrenados para el apostolado, dispuestos al
testimonio silencioso, en (un mundo en el) que los valores que más
cuentan son los temporales, y en el que tan a menudo las normas
morales están expuestas a continuas y formidables tentaciones. Por lo
tanto, vuestra disciplina moral habrá de estar siempre en estado de alerta y de
iniciativa personal y habrá de conseguir en cada momento la rectitud de
vuestro obrar en el sentido de vuestra consagración: el "abstine et sustine" de
los moralistas jugará un constante papel en vuestra espiritualidad…

11. Y tendréis así un campo propio e inmenso en que dar cumplimiento a


vuestra tarea doble: vuestra santificación personal, vuestra alma, y aquella
"consecratio mundi", cuyo delicado compromiso, delicado y atrayente,
conocéis; es decir, el campo del mundo; del mundo humano, tal como es, con
su inquieta y seductora actualidad, con sus virtudes y sus pasiones, con sus
posibilidades para el bien y con su gravitación hacia el mal, con sus magníficas
realizaciones modernas y con sus secretas deficiencias e inevitables
sufrimientos: el mundo. Camináis por el borde de un plano inclinado que
intenta el paso a la facilidad del descenso que estimula la fatiga de la
subida. Es un camino difícil, de alpinista del espíritu.

13. Mas en este vuestro atrevido programa, recordad tres cosas: vuestra
consagración no será sólo un compromiso, será una ayuda, un sostén, un
amor, una dicha, a donde podéis recurrir siempre; una plenitud que
compensará toda renuncia y que os dispondrá para aquélla al servicio y al
mismo sacrificio si fuere necesario. Sois laicos que convertís la propia
profesión cristiana en una energía constructiva dispuesta a sostener la
misión y las estructuras de la Iglesia, las diócesis, las parroquias, de modo
especial las instituciones católicas y alentar la espiritualidad y la caridad. Sois
laicos que por experiencia directa podéis conocer mejor las necesidades
de la Iglesia terrena y quizá estáis también en condiciones de descubrir sus
defectos; vosotros no os dedicáis a críticas corrosivas y ruines de esos
defectos; ni los presentáis como pretexto para alejaros o estar apartados con
posturas de egoísmo y desdén; esos defectos os sirven de estímulo para una
ayuda más humilde y filial para un amor más acendrado.

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Pablo VI. 02.02.72

En el 25 aniversario de la Provida Mater.

Veinticinco años son un período de tiempo relativamente breve: pero han sido,
en cambio, años de particular intensidad, comparables a los de la juventud. Se
ha verificado una floración magnífica… Deseamos, por tanto, dirigiros nuestra
palabra de aliento, de confianza, de exhortación a fin de que el aniversario que
celebramos hoy sea de veras fecundo en resultados para vosotros y para el
entero pueblo de Dios.

Los Institutos Seculares han de ser encuadrados en la perspectiva en


que el Concilio Vaticano II ha presentado la Iglesia, como una realidad viva,
visible y espiritual al mismo tiempo (cfr. Lumen gentium 8), que vive y se
desarrolla en la historia (cfr. ibid. 3, 5, 6, 8), compuesta de muchos miembros
y de órganos diferentes, pero íntimamente unidos y comunicándose entre sí
(cfr. ibid. 7), partícipes de la misma fe, de la misma vida, de la misma misión,
de la misma responsabilidad de la Iglesia y, sin embargo, diferenciados por un
don, por un carisma particular del Espíritu vivificante (cfr. ibid. 7, 12),
concedido no sólo en beneficio personal, sino también de toda la comunidad.
El aniversario de la Provida Mater Ecclesia que quiso expresar y aprobar
vuestro particular carisma os invita, pues, según la indicación del Concilio, al
«retorno a las fuentes de toda vida cristiana y a la primitiva inspiración de los
Institutos» (Perfectae caritatis, 2), a comprobar vuestra fidelidad al carisma
originario y propio de cada uno.

Si nos preguntamos cuál ha sido el alma de cada Instituto Secular que ha


inspirado su nacimiento y su desarrollo, debemos responder: el anhelo
profundo de una síntesis; el deseo ardiente de la afirmación simultánea de dos
características:
1) la total consagración de la vida según los consejos evangélicos,
2) la plena responsabilidad de una presencia y de una acción transformadora
desde dentro del mundo para plasmarlo, perfeccionarlo y santificarlo.

Por un lado, la profesión de los consejos evangélicos -forma especial de


vida que sirve para alimentar y testimoniar aquella santidad a que todos los
fieles están llamados- es signo de la perfecta identificación con la Iglesia,
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mejor, con su Señor y Maestro y con la finalidad que Él le ha confiado. Por otro
lado, permanecer en el mundo es señal de la responsabilidad cristiana del
hombre salvado por Cristo y, por tanto, empeñado en «iluminar y ordenar
todas las realidades temporales..., a fin de que se realicen y prosperen según
el espíritu de Cristo, y sean para alabanza del Creador y Redentor» (LG, 31).

En este marco, no puede menos de verse la profunda y providencial


coincidencia entre el carisma de los Institutos Seculares y una de las
líneas más importantes y más claras del Concilio: la presencia de la
Iglesia en el mundo. Efectivamente, la Iglesia ha acentuado vigorosamente
los diferentes aspectos de sus relaciones con el mundo: ha recalcado que
forma parte del mundo, que está destinada a servirlo, que debe ser su alma y
su fermento, porque está llamada a santificarlo, a consagrarlo y a reflejar en
él los valores supremos de la justicia, del amor y de la paz.

La Iglesia tiene conciencia del hecho de que ella existe en el mundo, «que
camina junto con toda la humanidad y experimenta junto con el mundo la
misma suerte terrena, y viene a ser como el fermento y casi el alma de la
sociedad humana» (GS, 40); Ella, por tanto, posee una auténtica dimensión
secular inherente a su naturaleza íntima y a su misión, cuya raíz se hinca en
el misterio del Verbo encarnado, y que se ha realizado de modo distinto en sus
miembros- sacerdotes y laicos- según el carisma propio de cada uno.

El magisterio pontificio no se ha cansado de hacer un llamamiento a los


cristianos, especialmente en los últimos años, a que asuman eficaz y
lealmente las propias responsabilidades ante el mundo.

Esto es tanto más necesario hoy, cuando la humanidad se encuentra en una


encrucijada de su historia. Está surgiendo un mundo nuevo; los hombres
andan a la búsqueda de nuevas formas de pensamiento y de acción que
determinarán su vida en los siglos venideros. El mundo cree que se basta a sí
mismo, que no necesita ni la gracia divina, ni la Iglesia para construirse y para
expandirse; se ha formado un trágico divorcio entre la fe y la vida, entre
progreso técnico-científico y crecimiento de la fe en Dios vivo. No sin razón se
afirma que el problema más grave del desarrollo presente es el de la relación
entre orden natural y orden sobrenatural.

La Iglesia del Vaticano II ha escuchado esta vox temporis y ha respondido con


la clara conciencia de su misión ante el mundo y la sociedad; sabe que
es "sacramento universal de salvación", sabe que no puede haber plenitud
humana sin la gracia, es decir, sin el Verbo de Dios que «es el fin de la historia
humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia
y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y
plenitud total de sus aspiraciones» (GS, 45).
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En un momento como éste, los Institutos Seculares, en virtud del propio
carisma de secularidad consagrada (cfr. PC, 11), aparecen como
instrumentos providenciales para encarnar este espíritu y transmitirlo a
la Iglesia entera. Si los Institutos Seculares, ya antes del Concilio, anticiparon
existencialmente, en cierto sentido, este aspecto, con mayor razón deben hoy
ser testigos especiales, típicos, de la postura y de la misión de la Iglesia en el
mundo.

Para la renovación de la Iglesia no bastan hoy directrices claras o


abundancia de documentos: hacen falta personalidades y comunidades,
responsablemente capaces de encarnar y transmitir el espíritu que el
Concilio quería. A vosotros se os confía esa estupenda misión: ser
modelo de arrojo incansable en las nuevas relaciones que la Iglesia trata
de encarnar con el mundo y al servicio del mismo.

¿De qué modo? Con la doble realidad de vuestra configuración.

I. Antes que nada, vuestra vida consagrada, según el espíritu de los


consejos evangélicos, es expresión de vuestra indivisa pertenencia a Cristo
y a la Iglesia, de la tensión permanente y radical hacia la santidad, y de la
conciencia de que, en último análisis, es sólo Cristo quien con su gracia
realiza la obra de redención y de transformación del mundo. Es en lo
íntimo de vuestros corazones donde el mundo es consagrado a Dios
(cfr. LG, 34). Vuestra vida garantiza, así, que la intensa y directa
relación con el mundo no se convierta en mundanidad o naturalismo, sino
que sea expresión del amor y de la misión de Cristo. Vuestra
consagración es la raíz de la esperanza que os debe sostener siempre; sin
que los frutos exteriores escaseen o falten del todo. Vuestra vida
es fecunda para el mundo, más que por las obras externas, sobre todo
por el amor a Cristo que os ha impulsado al don total de vosotros
mismos: don del que da testimonio en las circunstancias ordinarias
de la vida.

Con esta luz, los consejos evangélicos –aun siendo comunes a otras
formas de vida consagrada– adquieren un significado nuevo, de especial
actualidad en el tiempo presente: la castidad se convierte en ejercicio y
ejemplo vivo de dominio de sí mismo y de vida en el espíritu, orientada a
las realidades celestiales, en un mundo que se repliega sobre sí mismo y
deja a rienda suelta sus propios instintos; la pobreza se hace modelo de la
relación que se debe tener con los bienes creados y con su recto uso,
mediante una actitud que es válida tanto en los países desarrollados donde
el ansia de poseer amenaza seriamente los valores evangélicos, como en
los países menos dotados en que vuestra pobreza es signo de solidaridad
y de presencia con los hermanos que sufren; la obediencia se convierte en
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testimonio de la humilde aceptación de la meditación de la Iglesia y, más
en general, de la sabiduría de Dios que gobierna el mundo a través de las
causas segundas: y en este momento de crisis de autoridad, vuestra
obediencia se transforma en testimonio de lo que es el orden cristiano del
universo.

II. En segundo lugar, vuestra secularidad os impulsa a acentuar de modo


especial –a diferencia de los religiosos– la relación con el mundo. No sólo
representa una condición sociológica, un hecho externo, sino también
una actitud: estar en el mundo, saberse responsables para servirlo,
para configurarlo según el designio divino en un orden más justo y
más humano con el fin de santificarlo desde dentro. La primera actitud
que ha de adoptarse frente al mundo es la de respeto a su legítima
autonomía, a sus valores y a sus leyes (GS, 36). Tal autonomía, como
sabemos, no significa independencia absoluta de Dios, creador y fin último
del universo. Tomar en serio el orden natural, trabajando por su
perfeccionamiento y por su santificación, a fin de que sus exigencias se
integren en la espiritualidad, en la pedagogía, en la ascética, en la
estructura, en las formas externas y en las actividades de vuestros
Institutos, es una de las dimensiones importantes de vuestra secularidad.
De este modo, será posible que «vuestro carácter propio y peculiar, el
secular, se refleje en todas las cosas».

Siendo variadísimas las necesidades del mundo y las posibilidades de


acción en el mundo y con los instrumentos del mundo, es natural que
surjan diversas formas de actuación de este ideal, individuales y asociadas,
ocultas y públicas, de acuerdo con las indicaciones del Concilio (cfr. AA, 15-
22). Todas estas formas son igualmente posibles para los Institutos
Seculares y para sus miembros. La pluralidad de vuestras formas de vida os
permite constituir diversos tipos de comunidad, y de dar vida a vuestro ideal
en diferentes ambientes con distintos medios, incluso allí donde se puede
dar testimonio de la Iglesia únicamente de forma individual, ocultamente y
en silencio.

Bien. Hemos llegado al término de nuestras consideraciones…; que vuestros


Institutos sean cada vez más modelo y ejemplo del espíritu que el Concilio ha
pretendido infundir en la Iglesia… La Iglesia necesita vuestro testimonio, la
humanidad aguarda que la Iglesia encarne cada vez más esta nueva actitud
de cara al mundo que en vosotros, gracias a vuestra secularidad consagrada,
debe brillar de modo singularísimo.

19
Pablo VI. 20.09.1972

Discurso a los Responsables Generales de


los Institutos Seculares

El tema nos lleva a preguntarnos sobre vuestro modo propio de realizar


la misión de la Iglesia. ¿Cuál es vuestro don específico, vuestra tarea
característica, el "quid novum" aportado por vosotros a la Iglesia de hoy? O
también: ¿de qué forma sois vosotros Iglesia de hoy?

Vosotros os halláis en una misteriosa confluencia entre dos poderosas


corrientes de la vida cristiana, recogiendo riquezas de una y de otra. Sois
laicos, consagrados como tales por los sacramentos del Bautismo y de la
Confirmación, pero habéis escogido el acentuar vuestra consagración a Dios
con la profesión de los consejos evangélicos aceptados como obligaciones
con un vínculo estable y reconocido. Permanecéis laicos, empeñados en el
área de los valores seculares propios y peculiares del laicado (LG, 31), pero
la vuestra es una "secularidad consagrada" (Pablo VI. 2.02 1972),
vosotros sois "consagrados seculares" (Pablo VI. 26.09.1970).

A pesar de ser "secular", vuestra posición difiere en cierto modo de la posición


de los simples laicos en cuanto estáis empeñados en la zona de los valores
del mundo, pero como consagrados: es decir, no tanto para afirmar la
intrínseca validez de las cosas humanas en sí mismas, cuanto para
orientarlas explícitamente en conformidad con las bienaventu-
ranzas evangélicas; por otra parte, no sois religiosos, porque la
consagración que habéis hecho os sitúa en el mundo como testimonio
de la supremacía de los valores espirituales y escatológicos o, lo que es
igual, del carácter absoluto de vuestra caridad cristiana, la cual, cuanto mayor
es, más hace aparecer relativos los valores del mundo, mientras que al mismo
tiempo ayuda a su recta actuación por parte vuestra y de los otros
hermanos. Ninguno de los dos aspectos de vuestra fisonomía espiritual
puede ser supervalorado a costa del otro. Ambos son "coesenciales".

"Secularidad" indica vuestra inserción en el mundo. Significa no sólo


una posición, una función que coincide con el vivir en el mundo ejerciendo un
oficio, una profesión "secular". Debe significar, ante todo, toma de conciencia
de estar en el mundo como "lugar propio vuestro de responsabilidad cristiana".
Estar en el mundo, es decir, comprometidos con los valores
20
seculares, es vuestro modo de ser Iglesia y de hacerla presente, de
salvaros y de anunciar la salvación. Vuestra condición existencial y
sociológica deviene vuestra realidad teológica y vuestro camino para
realizar y atestiguar la salvación. De esta manera sois un ala avanzada de
la Iglesia "en el mundo"; expresáis la voluntad de la Iglesia de estar en el
mundo para plasmarlo y santificarlo «como desde el interior, a guisa de
fermento» (LG, 31), quehacer, éste, confiado principalmente al laicado. Sois
una manifestación muy concreta y eficaz de aquello que la Iglesia quiere hacer
para construir el mundo descrito y presagiado por la Gaudium et spes.

"Consagración" indica, en cambio, la íntima y secreta estructura


portadora de vuestro ser y vuestro obrar. Aquí está vuestra riqueza
profunda y escondida que los hombres, en medio de los cuales vivís, no saben
explicarse y, a menudo, no pueden ni siquiera sospechar.

La consagración bautismal ha sido ulteriormente radicalizada como


consecuencia de una crecida exigencia de amor suscitada en vosotros
por el Espíritu Santo; no es la misma forma de consagración propia de los
religiosos, pero, ciertamente, es de tal índole que os empuja a una opción
fundamental por una vida según las bienaventuranzas evangélicas. De modo
que estáis realmente consagrados y realmente en el mundo. «Estáis en el
mundo y no sois del mundo, pero sí sois para el mundo», como os hemos
explicado en otra ocasión (Pablo VI. 26.09.1970).

Vivir una verdadera y propia consagración según los consejos


evangélicos, pero sin la plenitud de "visibilidad" propia de la consagración
religiosa, cuya visibilidad la constituyen, además de los votos públicos, una
vida comunitaria más estrecha y el "signo" del hábito religioso. La vuestra
es una forma de consagración nueva y original, sugerida por el Espíritu
Santo para ser vivida en medio de las realidades temporales y para
inocular la fuerza de los consejos evangélicos -los valores divinos y
eternos- en medio de los valores humanos y temporales.

Vuestras opciones de pobreza, castidad y obediencia son modos de


participar en la cruz de Cristo, porque a Él os asocian en la privación de bienes,
por otro lado verdaderamente lícitos y legítimos; pero son también modos de
participación en la victoria de Cristo resucitado, en cuanto os liberan de la fácil
ventaja que dichos valores podrían tener sobre la plena disponibilidad de
vuestro espíritu.

Vuestra pobreza dice al mundo que se puede vivir en medio de los


bienes temporales y se pueden usar los medios de la civilización y del
progreso sin convertirse en esclavo de ninguno de ellos; vuestra castidad
dice al mundo que se puede amar con el desinterés y la hondura ilimitada
21
propios del Corazón de Dios y que se puede uno dedicar gozosamente a todos
sin ligarse a nadie, cuidando sobre todo a los más abandonados; vuestra
obediencia dice al mundo que se puede ser feliz sin pararse en una cómoda
opción personal, pero quedando disponible del todo a la voluntad de Dios, tal
como se manifiesta en la vida cotidiana, a través de los signos de los tiempos y
de las exigencias del mundo actual.

Así, también vuestra actividad en el mundo –sea personal, sea colectiva, en


los sectores profesionales en que estáis individual o colectivamente
comprometidos– recibe de la vida consagrada una orientación más
relevante hacia Dios, quedando también la misma actividad como
arrollada y transportada dentro de vuestra misma consagración. Y con
esta singular y providencial configuración enriquecéis la Iglesia de hoy
con una ejemplaridad particular en el sector de su vida "secular",
viviéndola como consagrados, y de una ejemplaridad particular en el
sector de su "vida consagrada", viviéndola como seculares.

22
Juan Pablo II. 28.08.80

Al II Congreso Mundial de Institutos Seculares

Este encuentro me proporciona un gozo profundo. Vuestro estado de vida


consagrada constituye un don particular que el Espíritu Santo ha hecho a
nuestro tiempo para ayudarle, como dijeron mis hermanos latinoamericanos
reunidos en Puebla, «a resolver la tensión entre apertura real a los valores del
mundo moderno (auténtica secularidad cristiana) y plena y profunda entrega
de corazón a Dios (espíritu de la consagración)» (cfr. Documento final de la
Asamblea de Puebla, n. 775)…

Al elegir el tema del congreso: "La evangelización y los Institutos seculares a


la luz de la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi", habéis seguido
una sugerencia del Papa Pablo VI… quien os hizo notar el 25.08.75: «Si
permanecen fieles a su propia vocación, los Institutos Seculares serán
como "el laboratorio experimental" en el que la Iglesia verifique
las modalidades concretas de sus relaciones con el mundo. Precisamente
por esto deben escuchar, como dirigida sobre todo a ellos, la llamada de la
EN: "Su tarea primera... es la de poner en práctica todas las posibilidades
cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y
activas, en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad
evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social,
de la economía, y también de la cultura, las ciencias y las artes, la vida
internacional, los medios de comunicación de masas."» (EN, 70).

…Hay aquí un elemento que deseo subrayar. Pues, ¿cómo no darse cuenta
de la importancia de vuestra experiencia de vida, caracterizada y unificada
por la consagración, el apostolado y la vida secular…?

Me complazco en constatar el buen trabajo realizado… y, recordando la


homilía pronunciada el 01.10.79 en Irlanda sobre la vocación laical, siento
urgencia de atraeros la atención hacia tres condiciones de importancia
fundamental para la eficiencia de vuestra misión:

a) Ante todo debéis ser verdaderos discípulos de Cristo. Como miembros


de un Instituto Secular, queréis ser tales por el radicalismo de vuestro
compromiso a seguir los consejos evangélicos de tal modo que no sólo no
cambie vuestra condición, ―¡sois y os mantenéis laicos!―, sino que la
23
refuerce en el sentido de que vuestro estado secular esté consagrado y
sea más exigente, y que el compromiso en el mundo y por el mundo,
implicado en este estado secular, sea permanente y fiel. Daos bien cuenta
de lo que ello significa. La consagración especial que lleva a plenitud la
consagración del Bautismo y la Confirmación, debe impregnar toda vuestra
vida y actividades diarias, creando en vosotros una disponibilidad total a la
Voluntad del Padre que os ha colocado en el mundo y para el mundo. De
esta manera la consagración vendrá a ser como el elemento de
discernimiento del estado secular, y no correréis peligro de aceptar este
estado como tal simplemente, con un fácil optimismo, sino que lo asumiréis
teniendo conciencia de la ambigüedad permanente que lo acompaña, y
lógicamente os sentiréis comprometidos a discernir los elementos positivos y
los que son negativos, a fin de privilegiar unos por el ejercicio precisamente
del discernimiento, y eliminar los otros gradualmente.

b) La segunda condición consiste en que a nivel de deber y experiencia


seáis verdaderamente competentes en vuestro campo específico, para
ejercer con vuestra presencia el apostolado del testimonio y compromiso con
los otros que vuestra consagración y vida en la Iglesia os imponen. En efecto,
sólo gracias a esta competencia podréis poner en práctica la recomendación
del Concilio a los miembros de los Institutos Seculares: «Tiendan los
miembros principalmente a la total dedicación de sí mismos a Dios por la
caridad perfecta, y mantengan los Institutos su carácter propio y peculiar, es
decir, secular, a fin de cumplir eficazmente y dondequiera el apostolado
en el mundo y como desde el mundo, para el que nacieron» (PC, 11).

c) La tercera condición sobre la que quiero invitaros a reflexionar, la forma la


resolución que os es propia, o sea, cambiar el mundo desde dentro. Pues
estáis insertados del todo en el mundo y no sólo por vuestra condición
sociológica; esta inserción se espera de vosotros como actitud interior sobre
todo. Por tanto, debéis consideraros "parte" del mundo, comprometidos
a santificarlo con la aceptación plena de sus exigencias, derivadas de la
autonomía legítima de las realidades del mundo, de sus valores y
leyes. Esto quiere decir que debéis tomar en serio el orden natural y
su "densidad ontológica", tratando de leer en él el designio querido por Dios, y
ofreciendo vuestra colaboración para que se actualice gradualmente en
la historia. La fe os da luces sobre el destino superior a que está abierta
esta historia gracias a la iniciativa salvadora de Cristo; pero no encontráis en
la revelación divina respuestas ya preparadas para los numerosos
interrogantes que os plantea el compromiso concreto. Es deber vuestro
descubrir a la luz de la fe, las soluciones adecuadas a los problemas
prácticos que surgen poco a poco y que con frecuencia no podréis
obtener si no es arriesgándoos a soluciones sólo probables.

24
Hay un compromiso, por tanto, a promover las realidades de orden
natural, y hay un compromiso a hacer intervenir los valores de la fe, los
cuales deben unirse e integrarse armónicamente en vuestra vida, a la vez
que constituyen su orientación de fondo y su aspiración constante. De
este modo llegaréis a contribuir a cambiar el mundo "desde dentro",
siendo fermento vivificante y obedeciendo a la consigna que se os dio en el
Motu proprio Primo Feliciter: ser «fermento modesto y, a la vez, eficaz
que actuando en todos los sitios siempre y mezclado a toda clase de
ciudadanos, desde los más humildes a los más elevados, trate de llegar a ellas
e impregnarlas a todas y cada una con su ejemplo y con toda clase de
medios, hasta penetrar en toda la masa de modo que ésta sea elevada y
transformada en Cristo» (Introducción)…

Queridos hijos e hijas: Como veis, vuestro campo de acción es muy


vasto. La Iglesia espera mucho de vosotros. Necesita vuestro testimonio
para comunicar al mundo, hambriento de la Palabra de Dios aun en los
casos en que no tiene conciencia de ello, el "anuncio gozoso" de que
toda aspiración auténticamente humana puede encontrar cumplimiento
en Cristo. Sabed estar a la altura de las grandes posibilidades que os ofrece
la Providencia divina en este final del segundo milenio del Cristianismo.

25
Juan Pablo II. 1996

Vita consacrata, num. 10.

10. El Espíritu Santo, admirable artífice de la variedad de los carismas, ha


suscitado en nuestro tiempo nuevas formas de vida consagrada, como
queriendo corresponder, según un providencial designio, a las nuevas
necesidades que la Iglesia encuentra hoy al realizar su misión en el
mundo.

Pienso en primer lugar en los Institutos seculares, cuyos miembros


quieren vivir la consagración a Dios en el mundo mediante la profesión
de los consejos evangélicos en el contexto de las estructuras
temporales, para ser así levadura de sabiduría y testigos de gracia dentro
de la vida cultural, económica y política. Mediante la síntesis, propia de
ellos, de secularidad y consagración, tratan de introducir en la sociedad las
energías nuevas del Reino de Cristo, buscando transfigurar el mundo
desde dentro con la fuerza de las Bienaventuranzas. De este modo,
mientras la total pertenencia a Dios les hace plenamente consagrados a su
servicio, su actividad en las normales condiciones laicales contribuye, bajo la
acción del Espíritu, a la animación evangélica de las realidades seculares.
Los Institutos seculares contribuyen de este modo a asegurar a la Iglesia,
según la índole específica de cada uno, una presencia incisiva en la
sociedad.

Una valiosa aportación dan también los Institutos seculares clericales, en


los que sacerdotes pertenecientes al presbiterio diocesano, aun cuando se
reconoce a algunos de ellos la incardinación en el propio Instituto, se
consagran a Cristo mediante la práctica de los consejos evangélicos
según un carisma específico. Encuentran en las riquezas espirituales del
Instituto al que pertenecen una ayuda para vivir intensamente la
espiritualidad propia del sacerdocio y, de este modo, ser fermento de
comunión y de generosidad apostólica entre los hermanos.

26
Juan Pablo II. 01.02.1997

A un Simposio Internacional en el 50º


Aniversario de la Provida Mater Ecclesia

… A medio siglo de distancia, la Provida Mater Ecclesia conserva aún


gran actualidad... En efecto, la forma de vida de los institutos seculares se
muestra, hoy más que nunca, como una providencial y eficaz modalidad de
testimonio evangélico en las circunstancias determinadas por la actual
condición cultural y social en la que la Iglesia está llamada a vivir y a ejercer
su propia misión. Con la aprobación de estos institutos… reconocía, como San
Francisco de Sales supo poner en evidencia, que la perfección de la vida
cristiana podía y debía vivirse en toda circunstancia y situación
existencial, pues la vocación a la santidad es universal (cf. PM, 118). Y
afirmaba que la vida religiosa no agotaba en sí misma toda posibilidad
de seguimiento integral del Señor, y deseaba que por la presencia y el
testimonio de la consagración secular tuviera lugar una renovación cristiana
de la vida familiar, profesional y social, gracias a la cual surgieran formas
nuevas y eficaces de apostolado, dirigidas a personas y ambientes
normalmente alejados del Evangelio y casi impenetrables a su anuncio.

Hace ya algunos años (21.09.1880)…, me hice eco de algunas


consideraciones de mi venerado predecesor Pablo VI, que había dicho que los
institutos seculares eran la respuesta a una inquietud profunda: la de encontrar
el camino de la síntesis entre la plena consagración de la vida según los
consejos evangélicos y la plena responsabilidad de una presencia y de una
acción que transforme el mundo desde dentro, para plasmarlo, perfeccionarlo
y santificarlo (13.02.1972).

En efecto asistimos hoy a la rápida difusión de formas de religiosidad que


proponen experiencias fascinantes, y en algunos casos también
comprometedoras y exigentes. Pero el énfasis se pone en el nivel emotivo
y sensible de la experiencia, más que en el ascético y espiritual. Se puede
reconocer que tales formas de religiosidad tratan de responder a un anhelo
cada vez más renovado de comunión con Dios y de búsqueda de la verdad
última sobre Él y sobre el destino de la humanidad. Y se presentan con el
atractivo de la novedad y del fácil universalismo. Pero estas experiencias
27
suponen una concepción ambigua de Dios, que no corresponde a la que
ofrece la Revelación. Además, están desarraigadas de la realidad y de la
historia concreta de la humanidad.

A esta religiosidad se contrapone una falsa concepción de la


secularidad, según la cual Dios es ajeno a la construcción del futuro de
la humanidad. La relación con Él se considera una elección privada y una
cuestión subjetiva, que al máximo se puede tolerar, siempre que no pretenda
influir de alguna manera en la cultura o en la sociedad.

¿Cómo afrontar este gran conflicto que afecta al espíritu y al corazón de la


humanidad contemporánea? Se convierte en un desafío para el cristiano: el
desafío de transformarse en agente de una nueva síntesis entre la máxima
adhesión posible a Dios y a su voluntad y la máxima participación posible en
las alegrías y esperanzas, angustias y dolores del mundo, para orientarlos
hacia el proyecto de salvación integral que Dios Padre nos ha manifestado en
Cristo y que continuamente pone a nuestra disposición por el don del Espíritu
Santo.

Los miembros de los institutos seculares se comprometen precisamente


a realizar esto, expresando su plena fidelidad a la profesión de los consejos
evangélicos en una forma de vida secular, llena de riesgos y exigencias con
frecuencia imprevisibles, pero con una gran potencialidad específica y original.

Portadores humildes y convencidos de la fuerza transformadora del Reino de


Dios y testigos valientes y coherentes del deber y de la misión de
evangelización de las culturas y de los pueblos, los miembros de los
institutos seculares son, en la historia, signo de una Iglesia amiga de los
hombres, capaz de ofrecer consuelo en todo tipo de aflicción y dispuesta
a sostener todo progreso verdadero de la convivencia humana, pero, al
mismo tiempo, intransigente frente a toda elección de muerte, de
violencia, de mentira y de injusticia. También son para los cristianos signo
y exhortación a cumplir el deber de cuidar, en nombre de Dios, una
creación que sigue siendo objeto del amor y la complacencia de su
Creador, aunque esté marcada por la contradicción de la rebeldía y del
pecado, y necesite ser liberada de la corrupción y la muerte. ¿Acaso hay que
sorprenderse de que el ambiente en que deberán actuar esté frecuentemente
poco dispuesto a comprender y aceptar su testimonio?

La Iglesia espera hoy hombres y mujeres que sean capaces de dar un


testimonio renovado del Evangelio y de sus exigencias radicales,
estando dentro de la condición existencial de la mayoría de las personas.
Y también el mundo, con frecuencia sin darse cuenta, desea el encuentro con

28
la verdad del Evangelio para un progreso verdadero e integral de la
humanidad, según el plan de Dios.

En esa situación, es necesario que los miembros de los institutos


seculares tengan una gran adhesión al carisma típico de su
consagración: el de realizar la síntesis de fe y vida, de Evangelio e historia
humana, y de entrega integral a la gloria de Dios y disponibilidad incondicional
a servir a la plenitud de la vida de sus hermanos y hermanas en este mundo.

Los miembros de los institutos seculares se encuentran, por vocación y


misión, en una encrucijada donde coinciden la iniciativa de Dios y la
expectación de la creación: la iniciativa de Dios, que llevan al mundo
mediante su amor y su unión íntima con Cristo; la espera de la creación, que
comparten en la condición diaria y secular de sus semejantes, viviendo las
contradicciones y las esperanzas de todo ser humano, especialmente de los
más débiles y de los que sufren.

En cualquier caso, a los institutos seculares se les confía la


responsabilidad de recordar a todos esta misión, testimoniándola con una
consagración especial, con la radicalidad de los consejos evangélicos, para
que toda la comunidad cristiana realice cada vez con mayor empeño la tarea
que Dios, en Cristo, le ha encomendado con el don de su Espíritu (cf. VC, 17-
22).

El mundo contemporáneo es particularmente sensible ante el testimonio


de quien sabe aceptar con valentía el riesgo y la responsabilidad del
discernimiento de su tiempo y del proyecto de edificación de una humanidad
nueva y más justa. Nos ha tocado vivir en un tiempo de grandes
transformaciones culturales y sociales.

Por este motivo, es cada vez más evidente que la misión del cristiano en el
mundo no puede reducirse a un puro y simple ejemplo de honradez,
competencia y fidelidad al deber. Todo eso se supone. Se trata de
revestirse de los mismos sentimientos de Cristo Jesús para ser signos
de su amor en el mundo. Este es el sentido y la finalidad de la auténtica
secularidad cristiana y, por tanto, el fin y el valor de la consagración
cristiana que se vive en los institutos seculares.

En esta línea es muy importante que los miembros de los institutos


seculares vivan intensamente la comunión fraterna tanto dentro del
propio instituto como con los miembros de otros institutos. Precisamente
porque están inmersos como la levadura y la sal en el mundo, deberían
considerarse testigos privilegiados del valor de la fraternidad y de la amistad

29
cristiana, hoy tan necesarias, sobre todo en las grandes áreas urbanizadas,
donde se halla gran parte de la población mundial.

Albergo la esperanza de que cada instituto secular se convierta en un


gimnasio de amor fraterno, en una hoguera encendida, que proporcione
luz y calor a muchos hombres y mujeres para la vida del mundo.

En fin, pido a María que dé a todos los miembros de los institutos


seculares la lucidez con que Ella mira la situación del mundo, la profundidad
de su fe en la palabra de Dios y la prontitud de su disponibilidad a realizar sus
misteriosos designios, para una colaboración cada vez más eficaz en la obra
de la salvación.

Al depositar en sus manos maternas el futuro de los institutos seculares,


porción elegida del pueblo de Dios, os imparto la bendición apostólica a cada
uno de vosotros, y con mucho gusto la extiendo a todos los miembros de los
institutos seculares esparcidos en los cinco continentes.

30
Juan Pablo II. 28.08.2000

A los participantes en el VII Congreso


Internacional de los Institutos Seculares

… En el año del gran jubileo la Iglesia invita a todos los seglares, pero
de manera especial a los miembros de los institutos seculares, a
comprometerse en la animación evangélica y en el testimonio
cristiano dentro de las realidades seculares.

2. Vuestro congreso centra su atención en el tema de la formación… En la


Christifideles laici dediqué amplio espacio al tema de la formación de los
cristianos en sus responsabilidades históricas y seculares, así como en su
colaboración directa en la edificación de la comunidad cristiana; e indiqué las
fuentes indispensables de esa formación: "La escucha pronta y dócil de la
palabra de Dios y de la Iglesia, la oración filial y constante, la referencia a una
sabia y amorosa dirección espiritual, la percepción en la fe de los dones y
talentos recibidos y, al mismo tiempo, de las diversas situaciones sociales e
históricas en las que se está inmerso" (n. 58).

Así pues, la formación atañe de modo global a toda la vida del consagrado. Se
vale también… de las demás ciencias humanas, pero no puede descuidar,
como su centro vital y como criterio de valoración cristiana de los fenómenos
históricos, la dimensión espiritual, teológica y sapiencial de la vida de fe,
que proporciona las claves decisivas para la lectura de la actual condición humana
y para la elección de las prioridades y de los estilos de un testimonio auténtico.

La mirada que dirigimos a las realidades del mundo contemporáneo y que


ojalá esté siempre llena de la compasión y de la misericordia que nos ha enseñado
Jesucristo, no se limita a percibir errores y peligros. Ciertamente, no puede ignorar
los aspectos negativos y problemáticos, pero inmediatamente trata de descubrir
caminos de esperanza e indicar perspectivas de intenso compromiso con vistas
a la promoción integral de la persona, a su liberación y a la plenitud de su felicidad.

3. En el corazón de un mundo que cambia, en el que persisten y se


agravan injusticias y sufrimientos inauditos, estáis llamados a realizar una
lectura cristiana de los hechos y de los fenómenos históricos y culturales.
En particular, debéis ser portadores de luz y esperanza en la sociedad
actual… El desafío que la cultura contemporánea plantea a la fe es
31
precisamente este: abandonar la fácil inclinación a pintar escenarios oscuros y
negativos, para trazar posibles vías, no ilusorias, de redención, liberación y
esperanza.

Vuestra experiencia de consagrados en la condición secular os muestra que no


hay que esperar la llegada de un mundo mejor sólo en virtud de opciones que
provienen de grandes responsabilidades y de grandes instituciones. La gracia
del Señor, capaz de salvar y redimir también esta época de la historia,
nace y crece en el corazón de los creyentes, que acogen, secundan y
favorecen la iniciativa de Dios en la historia y la hacen crecer desde
abajo y desde dentro de las vidas humanas sencillas que, de esa
manera, se convierten en las verdaderas artífices del cambio y de la
salvación. Basta pensar en la acción realizada en este sentido por
innumerables santos y santas, incluidos los que la Iglesia no ha declarado
oficialmente como tales, los cuales han marcado profundamente la época en
que han vivido, aportándole valores y energías de bien, cuya importancia no
perciben los instrumentos de análisis social, pero que es patente a los ojos de
Dios y a la ponderada reflexión de los creyentes.

4. La formación para el discernimiento no puede descuidar el fundamento


de todo proyecto humano, que es y sigue siendo Jesucristo. La misión de los
institutos seculares consiste en "introducir en la sociedad las energías nuevas
del reino de Cristo, buscando transfigurar el mundo desde dentro con la fuerza
de las bienaventuranzas" (VC, 10). De esta manera, la fe de los discípulos se
convierte en alma del mundo, según la feliz imagen de la Carta a Diogneto, y
produce una renovación cultural y social para beneficio de la humanidad…

Ciertamente, habrá que prestar siempre atención a las modalidades


de este anuncio, para que la humanidad no lo perciba como una
intromisión o una imposición por parte de los creyentes. Al contrario,
nuestra tarea consiste en mostrar cada vez más claramente que la Iglesia,
portadora de la misión de Cristo, se interesa por el hombre con amor. Y no lo
hace por la humanidad en abstracto, sino por el hombre concreto e histórico,
convencida de que "ese hombre es el primer camino que la Iglesia debe
recorrer en el cumplimiento de su misión, (...) camino trazado por Cristo
mismo, camino que inmutablemente conduce a través del misterio de la
Encarnación y de la Redención" (RH, 14; CA, 53).

32
Benedicto XVI. 03.02.2007

En el LX aniversario de la Provida Mater

Os encontráis hoy aquí para seguir trazando el recorrido iniciado hace sesenta
años… Vuestro celo nace de haber descubierto la belleza de Cristo, de su
modo único de amar, encontrar, sanar la vida, alegrarla, confortarla. Y esta
belleza es la que vuestra vida quiere cantar, para que vuestro estar en el
mundo sea signo de vuestro estar en Cristo.

En efecto, lo que hace que vuestra inserción en las vicisitudes humanas


constituya un lugar teológico es el misterio de la Encarnación: «Tanto
amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único» (Jn 3, 16). La obra de la
salvación no se llevó a cabo en contraposición con la historia de los hombres,
sino dentro y a través de ella. Al respecto dice la carta a los Hebreos: «Muchas
veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por
medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del
Hijo» (Hb 1,1-2). El mismo acto redentor se realizó en el contexto del tiempo y
de la historia, y se caracterizó como obediencia al plan de Dios inscrito en la
obra salida de sus manos… "He aquí que vengo a hacer tu voluntad"» (Hb 10,
8-9). Son palabras del Hijo que dice al Padre. Así se realiza la Encarnación. El
Señor nos implica en sus palabras, que se convierten en nuestras: «He aquí
que vengo, con el Señor, con el Hijo, a hacer tu voluntad».

De este modo se delinea con claridad el camino de vuestra santificación: la


adhesión oblativa al plan salvífico manifestado en la Palabra revelada, la
solidaridad con la historia, la búsqueda de la voluntad del Señor inscrita en las
vicisitudes humanas gobernadas por su providencia. Y, al mismo tiempo, se
descubren los caracteres de la misión secular: el testimonio de las virtudes
humanas, como "la justicia, la paz y el gozo" (Rm 14,17), la "conducta
ejemplar" de la que habla san Pedro en su primera carta (cf. 1P 2,12),
haciéndose eco del Maestro: «Brille así vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está
en los cielos» (Mt 5, 16).

Además, forma parte de la misión secular el esfuerzo por construir una


sociedad que reconozca en los diversos ámbitos la dignidad de la
persona y los valores irrenunciables para su plena realización: la política,
la economía, la educación, el compromiso por la salud pública, la gestión de
los servicios, la investigación científica, etc. Toda realidad propia y específica
33
que vive el cristiano, su trabajo y sus intereses concretos, aun conservando su
consistencia relativa, tienen como fin último ser abrazados por la misma
finalidad por la cual el Hijo de Dios entró en el mundo.

Por consiguiente, sentíos implicados en todo dolor, en toda injusticia, así


como en toda búsqueda de la verdad, de la belleza y de la bondad, no
porque tengáis la solución de todos los problemas, sino porque toda
circunstancia en la que el hombre vive y muere constituye para vosotros
una ocasión de testimoniar la obra salvífica de Dios. Esta es vuestra
misión. Vuestra consagración pone de manifiesto, por un lado, la gracia
particular que os viene del Espíritu para la realización de la vocación; y,
por otro, os compromete a una docilidad total de mente, de corazón y de
voluntad, al proyecto de Dios Padre revelado en Cristo Jesús, a cuyo
seguimiento radical estáis llamados.

Todo encuentro con Cristo exige un profundo cambio de mentalidad, pero para
algunos, como es vuestro caso, la petición del Señor es particularmente
exigente: dejarlo todo, porque Dios es todo y será todo en vuestra vida. No se
trata simplemente de un modo diverso de relacionaros con Cristo y de expresar
vuestra adhesión a él, sino de una elección de Dios que, de modo estable,
exige de vosotros una confianza absolutamente total en él.

Configurar la propia vida a la de Cristo de acuerdo con estas palabras,


configurar la propia vida a la de Cristo a través de la práctica de los consejos
evangélicos, es una nota fundamental y vinculante que, en su especificidad,
exige compromisos y gestos concretos, propios de "alpinistas del espíritu",
como os llamó el venerado Papa Pablo VI. (26.09.1970).

El carácter secular de vuestra consagración, por un lado, pone de relieve


los medios con los que os esforzáis por realizarla, es decir, los medios
propios de todo hombre y mujer que viven en condiciones ordinarias en el
mundo; y, por otro, la forma de su desarrollo, es decir, la de una relación
profunda con los signos de los tiempos que estáis llamados a discernir,
personal y comunitariamente, a la luz del Evangelio.

Personas autorizadas han considerado muchas veces que precisamente este


discernimiento es vuestro carisma, para que podáis ser laboratorio de diálogo
con el mundo, «el "laboratorio experimental" en el que la Iglesia verifique las
modalidades concretas de sus relaciones con el mundo» (Pablo VI,
25.08.1976).

De aquí deriva precisamente la continua actualidad de vuestro carisma,


porque este discernimiento no debe realizarse desde fuera de la realidad, sino
desde dentro, mediante una plena implicación. Eso se lleva a cabo por medio
34
de las relaciones ordinarias que podéis entablar en el ámbito familiar y social,
así como en la actividad profesional, en el entramado de las comunidades civil
y eclesial. El encuentro con Cristo, el dedicarse a su seguimiento, abre de par
en par e impulsa al encuentro con cualquiera, porque si Dios se realiza sólo
en la comunión trinitaria, también el hombre encontrará su plenitud sólo en la
comunión…

… El lugar de vuestro apostolado es todo lo humano, no sólo dentro de


la comunidad cristiana —donde la relación se entabla con la escucha de la
Palabra y con la vida sacramental, de las que os alimentáis para sostener la
identidad bautismal—, sino también dentro de la comunidad civil, donde la
relación se realiza en la búsqueda del bien común, en diálogo con todos,
llamados a testimoniar la antropología cristiana que constituye una
propuesta de sentido en una sociedad desorientada y confundida por el
clima multicultural y multirreligioso que la caracteriza.

Provenís de países diversos como diversas son las situaciones en las que
vivís, trabajáis y envejecéis. En todas buscad la Verdad, la revelación
humana de Dios en la vida. Como sabemos, es un camino largo, cuyo presente
es inquieto, pero cuya meta es segura. Anunciad la belleza de Dios y de su
creación. A ejemplo de Cristo, sed obedientes por amor, hombres y
mujeres de mansedumbre y misericordia, capaces de recorrer los caminos del
mundo haciendo sólo el bien. En el centro de vuestra vida poned las
Bienaventuranzas, contradiciendo la lógica humana, para manifestar una
confianza incondicional en Dios, que quiere que el hombre sea feliz.

La Iglesia os necesita también a vosotros para cumplir plenamente su


misión. Sed semilla de santidad arrojada a manos llenas en los surcos de la
historia. Enraizados en la acción gratuita y eficaz con que el Espíritu del Señor
está guiando las vicisitudes humanas, dad frutos de fe auténtica, escribiendo
con vuestra vida y con vuestro testimonio parábolas de esperanza,
escribiéndolas con las obras sugeridas por la "creatividad de la caridad" (NMI,
50). Con estos deseos, a la vez que os aseguro mi constante oración, para
sostener vuestras iniciativas de apostolado y de caridad, os imparto una
especial bendición apostólica.

35
Papa Francisco. 10.05.2014

A la Asamblea General de la Conferencia


Italiana de Institutos Seculares

Desde que Pío XII pensó en esto y después de la Provida Mater Ecclesia,
se produjo un gesto revolucionario en la Iglesia. Los institutos seculares
son verdaderamente un gesto de coraje que hizo la Iglesia en aquel
momento; dar estructura, institucionalidad a los institutos seculares. Y desde
entonces hasta ahora es mucho el bien que hacéis a la Iglesia… Diariamente
lleváis la vida de una persona que vive en el mundo y al mismo tiempo,
custodiáis la contemplación, esta dimensión contemplativa del Señor y
también la que se dirige al mundo, contemplar la realidad, como contemplar
lo bello que hay en el mundo, y también los grandes pecados de la sociedad,
las desviaciones… todas estas cosas. Siempre en una tensión espiritual…
Por eso, vuestra vocación es fascinante, porque es una vocación justo
ahí, donde se juega la salvación no sólo de las personas, sino también
de las instituciones. Y de tantas instituciones laicas necesarias en el mundo.
¡Por eso, yo creo que sí, que con la Provida Mater Ecclesia la Iglesia hizo un
gesto realmente revolucionario!

Deseo que conservéis siempre esta actitud de ir más allá, no solamente


más allá, sino más allá y más en medio, allí donde se juega todo: la
política, la economía, la educación, la familia… ¡Allí! Tal vez es posible que
tengáis la tentación de pensar: “¿Pero qué puedo hacer yo?” Cuando venga
esta tentación, recordad que el Señor nos ha hablado del grano de trigo. Y
vuestra vida es como el grano de trigo… allí. Es como la levadura… allí.
Y hacer todo lo posible para que el Reino venga, crezca y sea grande y
que pueda albergar a mucha gente, como el árbol de la mostaza. Pensad
esto. Una pequeña vida, un pequeño gesto; una vida normal, pero levadura,
semilla, que hace crecer. Y esto os dará la consolación. Los resultados en esta
balanza del Reino de Dios no se ven. Solamente el Señor nos hace percibir
alguna cosa. Veremos los resultados allá arriba.

Por eso es importante que tengáis mucha esperanza. Es una gracia que
debéis pedir al Señor siempre: la esperanza que no defrauda. Nunca defrauda.
Una esperanza que va hacia adelante. Os aconsejaría leer muy a menudo el
capítulo 11 de la Carta a los Hebreos, ese capítulo sobre la esperanza. Y
aprender que muchos de nuestros padres han hecho este camino y no han
visto los resultados, sino que los han vislumbrado de lejos. La esperanza. Esto
36
es lo que deseo para vosotros. Muchas gracias por todo lo que hacéis en la
Iglesia, muchas gracias por la oración y por las obras. Gracias por la
esperanza. Y no lo olvidéis: ¡sed revolucionarios!

(El Santo Padre ha hecho entrega después del discurso escrito del cual se han
entresacado estos fragmentos)

… Por vocación sois laicos y sacerdotes como los demás y en medio de


los demás, lleváis una vida ordinaria, sin signos exteriores, sin el sustento de
una vida comunitaria, sin la visibilidad de un apostolado organizado o de obras
específicas. Sois ricos sólo de la experiencia totalizante del amor de Dios
y por eso sois capaces de conocer y compartir las fatigas de la vida en
sus múltiples expresiones, fermentándola con la luz y la fuerza del
Evangelio.

Sois signo de aquella Iglesia dialogante de la cual habla Pablo VI en la


Encíclica Ecclesiam suam: “Desde fuera no se salva al mundo –afirma–.
Como el Verbo de Dios que se ha hecho hombre, hace falta hasta cierto punto
hacerse una misma cosa con las formas de vida de aquellos a quienes se
quiere llevar el mensaje de Cristo; hace falta compartir —sin que medie
distancia de privilegios o diafragma de lenguaje incomprensible— las
costumbres comunes, con tal que sean humanas y honestas, sobre todo las
de los más pequeños, si queremos ser escuchados y comprendidos. Hace
falta, aun antes de hablar, escuchar la voz, más aún, el corazón del hombre,
comprenderlo y respetarlo en la medida de lo posible y, donde lo merezca,
secundarlo. Hace falta hacerse hermanos de los hombres en el mismo hecho
con el que queremos ser sus pastores, padres y maestros. El clima del diálogo
es la amistad. Más todavía, el servicio.” (n. 33).

El tema de vuestra Asamblea: “En el corazón de las vicisitudes humanas: el


reto de una sociedad compleja”, indica el campo de vuestra misión y de vuestra
profecía. Estáis en el mundo pero no sois del mundo, llevando dentro de
vosotros lo esencial del mensaje cristiano: el amor del Padre que salva. Estáis
en el corazón del mundo con el corazón de Dios.

Vuestra vocación resulta atrayente a cada hombre y a sus anhelos más


profundos, que tantas veces no se expresan o se disfrazan. Por la fuerza del
amor de Dios que habéis encontrado y conocido, sois capaces de
cercanía y ternura. Tan cercanos estáis que podréis tocar al próximo, sus
heridas, sus expectativas, sus preguntas y sus necesidades, con aquella
ternura que es expresión de una atención que borra toda distancia. Como
el Samaritano que pasó al lado y tuvo compasión. He aquí el movimiento
al que os compromete vuestra vocación: pasar junto a cada hombre y haceros
prójimo de cada persona que encontráis; porque vuestro permanecer en el
37
mundo no es simplemente una condición sociológica, sino una realidad
teologal que os llama a un ser conscientes, atentos, que sabe avistar, ver y
tocar la carne del hermano.

Si esto no sucede, si os habéis vuelto distraídos o peor todavía, si no conocéis


este mundo contemporáneo sino que conocéis y estáis habituados sólo al
mundo que os resulta más cómodo o que más adormece, ¡entonces es urgente
una conversión! La vuestra es una vocación en salida por naturaleza, no
sólo porque os lleva hacia el otro, sino también y sobre todo porque os
pide habitar donde habita cada hombre… Sois un fermento que puede
producir un buen pan para tantos, ese pan del que hay tanta hambre: la
escucha de las necesidades, de los deseos, de las desilusiones, de la
esperanza… Vosotros podéis devolver esperanza a los jóvenes, ayudar a los
ancianos, abrir caminos hacia el futuro, difundir el amor en cada lugar y en
cada situación.

No perdáis nunca el ímpetu de caminar por los caminos del mundo, la


conciencia de que caminar, andar aunque sea con paso incierto o tropezando,
es siempre mejor que permanecer inmóviles, encerrados en las preguntas que
se hace uno mismo o en las propias seguridades. La pasión misionera, la
alegría del encuentro con Cristo que os empuja a compartir con los demás la
belleza de la fe, aleja el peligro de quedar atrapados en el individualismo. El
pensamiento que propone el hombre como artífice de sí mismo, guiado sólo
por sus propias elecciones y por sus propios deseos, a menudo revestidos de
una aparente belleza de libertad y de respeto, corre el peligro de minar los
fundamentos de la vida consagrada, especialmente de la secular. Es urgente
revalorizar el sentido de pertenencia a vuestra comunidad vocacional
que, precisamente porque no se fundamenta en una vida común,
encuentra sus puntos fuertes en el carisma. Por ello, si alguno de vosotros
constituye para los demás una posibilidad preciosa de encuentro con Dios,
debe redescubrir la responsabilidad de ser profecía como comunidad, de
buscar juntos, con humildad y con paciencia, una palabra de sentido que
puede ser un don para la nación y para la Iglesia, y de testimoniarla con
sencillez. Sois como antenas listas para acoger las semillas de novedad
suscitadas por el Espíritu Santo y podéis ayudar a la comunidad eclesial
a hacer suya esta mirada de bien y encontrar nuevos y valientes caminos
para llegar a todos.

Pobres entre los pobres pero con el corazón ardiente. Nunca quietos, siempre
en camino. Juntos y enviados, también cuando estáis solos, porque la
consagración hace de vosotros un destello vivo de Iglesia. Siempre en camino
con esa virtud que es una virtud peregrina: la alegría. Gracias, queridísimos,
por lo que sois. El Señor os bendiga y la Virgen os proteja. ¡Y rezad por mí!

38
Papa Francisco. 21.10.2017
En el 70 aniversario de la Provida Mater
A la Conferencia Italiana de Institutos
Seculares

Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión del 70 aniversario de la Constitución apostólica Provida Mater


Ecclesia, la Conferencia Italiana de Institutos Seculares, con el patrocinio de la
Congregación de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedad de Vida
Apostólica, os ha convocado con el tema: “Más allá y en medio. Institutos
Seculares: historias de pasión y de profecía para Dios y para el mundo ”. A
todos os dirijo mi cordial saludo, con el deseo de un provechoso congreso.

El documento del Papa Pio XII fue en cierto sentido revolucionario. De hecho
delineó una nueva forma de consagración, la de fieles laicos y de sacerdotes
diocesanos llamados a vivir los consejos evangélicos en la secularidad en la
que viven inmersos en razón de su condición existencial o de su ministerio
pastoral. La novedad y la fecundidad de los Institutos seculares está
en el conjugar consagración y secularidad, viviendo un apostolado de
testimonio, de evangelización –especialmente en el caso de los presbíteros– y
de compromiso social en la sociedad –especialmente en el caso de los laicos–,
al que se añade la fraternidad que, sin ser determinada por una comunidad de
vida, es siempre una verdadera comunión.
En el surco trazado por la Provida Mater, estáis llamados hoy a ser
humildes y apasionados portadores, en Cristo y en el Espíritu Santo,
del sentido del mundo y de la historia. Vuestra pasión nace del estupor
siempre nuevo por el Señor Jesús, por su modo único de vivir y de amar, de
encontrar a la gente, de sanar la vida, de llevar consuelo. Por esta razón,
vuestro “estar dentro” del mundo no es solo una condición sociológica sino una
realidad teologal, que os permite estar atentos, ver, escuchar, com-padecer,
alegrarse-con, intuir las necesidades.
Esto quiere decir ser presencias proféticas de un modo muy concreto.
Significa llevar al mundo y a las situaciones en las que nos encontramos, la
palabra que escuchamos de Dios. Es justamente esto lo que caracteriza vuestra
laicidad: saber decir aquella palabra que Dios debe decir al mundo. “Decir” no
significa tanto “hablar”, cuanto “obrar”. Nosotros decimos lo que Dios quiere
decir al mundo, actuando en el mundo. Esto es muy importante. Especialmente
en un tiempo como el nuestro en el que, ante las dificultades, podemos caer
39
en la tentación de aislarnos en la comodidad y seguridad de nuestros
ambientes y retirarnos del mundo. También vosotros podéis caer en esta
tentación. Pero vuestro puesto es el “estar dentro” como presencia
transformadora en sentido evangélico. Ciertamente es difícil, se trata de un
camino que comporta cruz, pero el Señor quiere recorrerlo con vosotros.
Vuestra vocación y misión es la de estar atentos, por una parte, a la realidad
que os rodea preguntándoos siempre: ¿qué ocurre?, sin deteneros a lo que
aparece en la superficie sino andando más al fondo; y estar atentos, al mismo
tiempo, al misterio de Dios, para reconocer donde Él se está manifestando.
Estar atentos al mundo con el corazón inmerso en Dios.
Quisiera finalmente sugeriros algunas actitudes espirituales que os pueden
ayudar en este camino y que se pueden sintetizar en cinco verbos: orar,
discernir, compartir, animar y sentir simpatía.
Orar para estar unidos a Dios, próximos a su corazón. Escuchar su voz en los
diversos acontecimientos de la vida, viviendo una existencia luminosa que
frecuenta y toma en serio el Evangelio.
Discernir es saber distinguir las cosas esenciales de aquellas accesorias; es
afinar aquella sabiduría, cultivada día a día, que consiste en ver las
responsabilidades que es necesario asumir y los deberes prioritarios. Se trata
de un proceso personal pero también comunitario, para el que no basta el
esfuerzo individual.
Compartir la suerte de cada hombre o mujer. Aunque me encuentre ante
acontecimientos trágicos y oscuros, no abandono el mundo a su suerte,
porque, como Jesús, lo amo hasta el final.
Animar, con la gracia de Cristo no perder nunca la confianza que sabe ver el
bien en todo. Este es también la invitación que recibimos en toda celebración
eucarística: “Arriba los corazones”.
Sentir simpatía por el mundo y por la gente. Aunque se haga de todo para
hacerla perder, sentirse animados por aquella simpatía que viene del Espíritu
de Cristo, que nos hace libres y apasionados, nos hace “estar dentro”, como la
sal y la levadura.
Queridos hermanos y hermanas, sed en el mundo como el alma en el
cuerpo (Carta a Diogneto VI, 1), testimonios de la resurrección del Señor
Jesús. Este es mi deseo para vosotros, que acompaño con mi oración y mi
bendición.

40
Papa Francisco. 25.08.2022
Asamblea mundial de la Conferencia
Mundial de los Institutos Seculares

Queridos hermanos y hermanas:


Estoy contento de recibirlos con ocasión de la Asamblea General de la
Conferencia Mundial de los Institutos Seculares (CMIS). Los saludo con afecto
y agradezco a la Presidenta sus palabras. Deseo ofrecerles algunas reflexiones
para ayudarlos a considerar la peculiaridad de la vocación que se les ha dado,
para que vuestro carisma se vuelva más incisivo en el tiempo que vivimos.

El término secularidad, que no equivale plenamente al de laicidad, es el


corazón de vuestra vocación, que manifiesta la naturaleza secular de la Iglesia,
pueblo de Dios, en camino entre los pueblos y con los pueblos. Es la Iglesia en
salida, no lejana ni separada del mundo, sino inmersa en el mundo y en la
historia para ser allí sal y luz, germen de unidad, de esperanza y de salvación.
La misión que desarrollan ustedes es peculiar, y los lleva a estar en medio de
la gente, para conocer y comprender lo que pasa en el corazón de los hombres
y mujeres de hoy, para alegrarse con ellos y para sufrir con ellos, con el estilo
de la cercanía, que es el estilo de Dios: la cercanía.

Este también es el estilo de Dios, que ha mostrado su cercanía y su amor a la


humanidad naciendo de una mujer. Es el misterio de la encarnación, origen de
esa relación que nos constituye hermanos con toda criatura y que pide
continuamente ser contemplado, para descubrir y promover esa bondad que
Dios ha reconocido en las diversas realidades y que ni siquiera el pecado, aun
ofuscándola, ha sido capaz de destruir completamente.

El carisma que ustedes han recibido los compromete, singularmente y como


comunidades, a conjugar la contemplación con esa participación que les
permite compartir los anhelos y las esperanzas de la humanidad, acogiendo
sus preguntas para iluminarlas con la luz del Evangelio. Están llamados a vivir
toda la precariedad de lo provisorio y toda la belleza de lo absoluto en la vida
ordinaria, por las calles donde caminan los hombres, donde el cansancio y el
dolor son más fuertes, donde los derechos son vulnerados, donde la guerra
divide los pueblos, donde se niega la dignidad. Es ahí, como Jesús nos ha
mostrado, que Dios sigue dándonos su salvación. Y ustedes están ahí, están

41
llamados a estar ahí, para testimoniar la bondad y la ternura de Dios con gestos
cotidianos de amor.

Pero, ¿dónde encontrar la fuerza para ponerse al servicio de los demás con
generosidad? ¿Dónde encontrar también la valentía para tomar decisiones
audaces que impulsen a un testimonio? Esta fuerza y esta valentía las
encuentran en la oración y en la contemplación silenciosa de Cristo. El
encuentro orante con Jesús les llena el corazón de su paz y de su amor, que
podrán dar a los demás. La búsqueda asidua de Dios, la familiaridad con la
Sagrada Escritura y la participación en los sacramentos son la clave de la
fecundidad de sus obras.

Su vocación es una vocación de frontera, a veces custodiada por una discreta


reserva. En varias ocasiones han manifestado que no siempre son conocidos o
reconocidos por los pastores y esta falta de estima los ha llevado tal vez a
retirarse, a eludir el diálogo, y esto no está bien. Y, sin embargo, su vocación
abre caminos, es una vocación de frontera, una vocación para no quedarse
quietos, que abre caminos. Pienso en los contextos eclesiales bloqueados por
el clericalismo —que es una perversión—, donde su vocación habla de la
belleza de una secularidad bendecida, abriendo y acercando la Iglesia a cada
hombre y mujer. Pienso en las sociedades donde los derechos de las mujeres
son negados y donde ustedes, como sucedió también en Italia con la beata
Armida Barelli, tienen la fuerza para cambiar las cosas promoviendo su
dignidad. Pienso en esas realidades, que son muchas, como la política, la
sociedad, la cultura, en las que se renuncia a pensar, en las que uno se
uniforma según la corriente dominante o la propia conveniencia, mientras
ustedes están llamados a recordar que el destino de todo hombre está unido
al de los demás. No hay un destino solitario.

Queridos amigos y queridas amigas, no se cansen de mostrar el rostro de una


Iglesia que necesita redescubrirse en camino con todos, y acoger el mundo
con todas sus fatigas y con lo bello que hay en él. La Iglesia no es un taller
para tranquilizarse y descansar. La Iglesia es una misión. Sólo juntos podemos
caminar como pueblo de Dios, como buscadores de sentido junto a los demás
hombres y mujeres de nuestro tiempo, custodios de la alegría de una
misericordia hecha carne en nuestra vida. Este itinerario exige desterrar
costumbres que ya no dicen nada a nadie, romper esquemas que frenan el
anuncio, sugiriendo palabras encarnadas, capaces de alcanzar la vida de las
personas porque se nutren de la vida que hay en ellas y no de ideas abstractas.
Nadie da testimonio con ideas abstractas. No; o evangelizas con tu vida —y
este es el testimonio—, o eres incapaz de evangelizar.

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Los animo a hacer presente en la Iglesia la secularidad con afabilidad, sin
reivindicaciones, sino más bien con determinación y con esa autoridad que
viene del servicio. Que su servicio sea el de la semilla, el servicio de la levadura,
el servicio escondido y, al mismo tiempo, evidente, que sabe morir en los
acontecimientos —también eclesiales— para que puedan cambiar desde dentro
y dar frutos de bien. Pónganse a la escucha del Espíritu Santo con docilidad
para comprender cómo hacer sus obras cada vez más eficaces, incluso
recorriendo nuevos caminos que hagan visible la riqueza que tienen.

A este respecto, es esencial que los Pastores de la Iglesia estén a su lado para
escucharlos e implicarlos en ese discernimiento de los signos de los tiempos
que marca el paso de la misión. Por mi parte, les renuevo la cercanía y el
aprecio por vuestra aportación y por el sentir del mundo que le traen a la
Iglesia, con toda la pasión que los habita. No se cansen de llevar al mundo el
anuncio de una vida nueva, de una fraternidad universal y de una paz
duradera, espléndidos dones del Señor Resucitado.

Invoco sobre ustedes y sobre sus actividades la materna protección de la


Virgen María y, mientras les doy la bendición, les pido que recen por mí.
¡Háganlo de corazón! Gracias.

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Índice

Presentación 3
1 Pio XII. 1947. Provida Mater Ecclesia, 7-10 5
Reconocimiento de los IS por parte de la Iglesia
2 Concilio Vaticano II. 1962-1965 7
Referencias a los Institutos Seculares: PC, 11; AD, 40
3 Código de Derecho Canónico. Nums. 710-730 9
Los Institutos Seculares
4 Pablo VI. 1970 13
A los participantes en el I Encuentro Internacional de IS
5 Pablo VI. 1972 16
En el 25 aniversario de la Provida Mater Ecclesia
6 Pablo VI. 1972 20
A los Responsables Generales de los Institutos Seculares
7 Juan Pablo II. 1980 23
A los participantes en el II Congreso Mundial de IS
8 Juan Pablo II. 1996 26
Exhortación apostólica Vita Consacrata, num. 10
9 Juan Pablo II. 1997 27
En el 50 aniversario de la Provida Mater Ecclesia
10 Juan Pablo II. 2000 31
A los participantes en el VII Congreso Internacional IS
11 Benedicto XVI. 2007 33
En el 60 aniversario de la Provida Mater Ecclesia
12 Francisco. 2014 36
A la Asamblea General de la Conferencia Italiana de IS
13 Francisco. 2017 39
En el 70 aniversario de la Provida Mater Ecclesia
14 Francisco. 2022
A la Asamblea Mundial de los Institutos Seculares 41

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