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TOMO II
Las Servidoras
TOMO II
6
Primera Parte
Santísima Trinidad
1. LA VERDAD MÁS BELLA: DIOS ES UNO Y TRINO
1
Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., I, 32, 1, ad 3; Summa Contra Gentiles IV, II.
Carlos Miguel Buela
2
Hegel: «Sans le mond, Dieu n’est pas Dieu». El punto está desarrollado ampliamen-
te por CORNELIO FABRO, Participation et Causalité selon S. Thomas d´Aquin, Publications
Universitaires de Louvain, Éditions Béatrice – Nawelaerts (París 1961) 582.
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nuestro Señor. Por eso es que fue necesario para nuestra salvación la
revelación divina del misterio trinitario.
La verdad acerca de la Santísima Trinidad es una verdad que se
debe conocer, y es una verdad que nosotros tenemos la obligación de
transmitir porque es una de las verdades que el hombre necesaria-
mente tiene que conocer si es que quiere salvarse, y tiene que
conocer no por necesidad de precepto, sino mucho más, por necesi-
dad de medio. Por este motivo, nunca dejen de enseñar el misterio de
la Santísima Trinidad, de manera especial cuando preparan algún
adulto para el bautismo o para la primera comunión. El hombre nece-
sita conocer con necesidad de medio la realidad de que Dios es Trino
en Personas.
El conocer estas razones es de tal manera necesario que si un cris-
tiano –y más aun si se trata de un alma consagrada– no posee la con-
ciencia clara de que en Dios hay tres Personas distintas, o hay una
noción vaga, que sin llegar a negarla no tiene sin embargo fuerza y vida
en él, ese hombre –ese creyente– necesaria y fatalmente tendrá ideas
incorrectas respecto de la Creación y, más aun, respecto de la
Redención. Y la posesión de estas ideas lo conducirá de hecho a vivir
de forma no entusiasta.
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Cfr. Lc 1,35; Mt 3,16–17; Jn 14, 26; Mt 28,19.
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definida4, que los más grandes teólogos de todos los tiempos hayan
investigado en el misterio y hayan buscado de expresarlo de la manera
más adecuada posible, no quita sin embargo que el misterio sea miste-
rio, y que en sus elementos esenciales siga siendo misterio para
nosotros. Cuando digo «misterio», no digo misterio en el sentido de
aquella cosa oculta, que es misteriosa porque no la conocemos, sino que
digo misterio en sentido ontológico5, es decir, una realidad tal, de tal
densidad, que es incapaz de ser conocida adecuadamente por un enten-
dimiento limitado, finito, como el nuestro.
a. es negada: por los judíos, por los mahometanos, por los arria-
nos, por los ateos, por ciertos teólogos progresistas como Piet
Schoonemberg, por protestantes como Bultmann, Robinson, etc. y
todos sus seguidores.
4
Cfr. Símbolos Apostólico en DENZINGER–HÜNERMANN, Editorial Herder (Barcelona
1999) 1ss. (DENZINGER–HÜNERMANN en adelante DH); Quicumque (DH 75); Niceno (DH
125); Constantinopolitano I (DH 150); Toledo XI (DH 525); Letrán IV (DH 800); Florencia
(DH 1331ss); etc.
5
Cfr. Catecismo de la Iglesia católica, n. 237. La Trinidad de personas en Dios es un
misterio estrictamente dicho, es decir, sólo puede conocerse por Revelación divina y la
razón natural, aceptado este dato revelado, no puede alcanzar evidencia intrínseca del
mismo. Es una nota teológicamente cierta, y la censura correspondiente es «error en teo-
logía»; cfr. J. IBAÑEZ – F. MENDOZA, La fe divina y católica de la Iglesia, Editorial Magisterio
Español (1978) 79.
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6
Cfr. KÖNIG, Diccionario de las Religiones, Editorial Herder (Barcelona 1964) 199.
7
Cfr. Ibidem, 584.
8
Cfr. Ibidem, 609–610.
9
Cfr. Ibidem, 1181.
10
JULIO MEINVIELLE, De la Cábala al progresismo, Editorial Calchaquí (Salta 1970) 101.
11
Cfr. HENRI DE LUBAC, La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore, Editorial
Encuentro, 2 tomos (Madrid 1989).
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12
VITTORIO MARCOZZI, El problema de Dios, pág. 19.
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13
Cfr. SAN AGUSTÍN, cit. en LOPE DE VEGA, Cancionero Divino, Antología de Lírica
Sagrada (Madrid 1947) 174.
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14
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., I, 45,7.
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15
Cfr. SAN CIPRIANO, De Orat. Dom. 23: PL 4,553, cit. en CONCILIO ECUMÉNICO
VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 4.
16
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 1.
17
S. CIPRIANO, De dominica Oratione, 23.
18
Cfr. Ro 11,33–35.
19
Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica post–sinodal «Pastores Dabo Vobis», 35.
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«Es en el misterio de la Iglesia, como misterio de comunión trinitaria en tensión
misionera, donde se manifiesta toda identidad cristiana». JUAN PABLO II, Exhortación apos-
tólica post–sinodal «Pastores Dabo Vobis», 12; cfr. Carta Encíclica «Christifideles Laici»,
10–13.
21
«La identidad sacerdotal... como toda identidad cristiana, tiene su fuente en la
Santísima Trinidad». JUAN PABLO II, exhortación apostólica post–sinodal «Pastores Dabo
Vobis», 12.
22
«Los consejos evangélicos son... ante todo un don de la Santísima Trinidad; la vida
consagrada es anuncio de lo que el Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu, realiza con
su amor, su bondad y su belleza». Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dog-
mática sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 14; cit. Exhortación Apostólica post–sinodal
«Vita consecrata», 20.
23
Cfr. JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Redemptoris Missio», passim.
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es sin ninguna: no procede de otra.
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LOPE DE VEGA, Rimas sacras, pág. 428 y ss. cit. en LOPE DE VEGA, Cancionero Divino,
Antología de Lírica Sagrada (Madrid 1947) 174.
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Estando en prensa este sermón leí en la Carta Encíclica «Fides et Ratio» 55 que el
Santo Padre señaló otro grave, muy grave, vaciamiento de la doctrina del Concilio
Vaticano II: «Una expresión de esta tendencia fideísta difundida hoy es el “biblicismo”, que
tiende a hacer de la lectura de la Sagrada Escritura o de su exégesis el único punto de refe-
rencia para la verdad. Sucede así que se identifica la palabra de Dios solamente con la
Sagrada Escritura, vaciando así de sentido la doctrina de la Iglesia confirmada expresa-
mente por el Concilio Ecuménico Vaticano II».
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CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Líneas Pastorales para una Nueva
Evangelización (Buenos Aires 1990) n. 51.
28
El paréntesis es nuestro.
29
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Consulta al Pueblo de Dios, Oficina del Libro
(Buenos Aires 1988) 127.
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30
Ibidem, 131.
31
Ibidem, 133.
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SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea General Extraordinaria
de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985) 780ss.
33
Cfr. III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, La Evangelización
en el presente y en el futuro de América. El Documento de Puebla destaca el carácter «anti-
católico» e «injusto» de las sectas (n. 80), y señala el hecho preocupante de que «ocupan
el vacío que deja la religión del pueblo» (n. 469), que no es otra cosa que la religión cató-
lica.
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En cuántos lados que nos toca conocer, en los cinco continentes, nos
encontramos con laicos angustiados y con sacerdotes diocesanos, que
se quejan de estar como ovejas sin pastor (Mt 9,36 y paral.; 1Re 22,17).
¡Cómo se da la falta de lo que el Concilio quería: de «hermanos y ami-
gos»34 de los sacerdotes! A veces los sacerdotes sufren mucho por actitu-
des de tipo dictatorial, por falta de diálogo, incomprensión. Incluso
como decía un gran especialista en derecho canónico de religiosos, por
la «prevaricación», es decir, el obrar a sabiendas o por ignorancia inex-
cusable, dictando resoluciones manifiestamente injustas. Lo cual es el
incumplimiento de las funciones públicas.
Según tengo entendido, más del 60% del episcopado mundial ha
pasado por la Universidad Gregoriana, de tal manera que sí es cierto
que la formación de la universidad baja a los seminarios, de los semina-
rios a las parroquias, pero también es cierto al revés, es un feed–back:
lo que se sufre en las parroquias, se debe a los malos seminarios, y los
malos seminarios se deben muchas veces a las deficiencias en las
Universidades Pontificias. Por eso espero que alguna vez se tenga un
Sínodo de Obispos donde se trate este tema crucial, que es la formación
a nivel teológico y científico de los futuros pastores en las Universidades
Pontificias35. (¡Hay que ver quién le pone el cascabel al gato!).
34
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el ministerio y vida de los pres-
bíteros «Presbyterorum Ordinis», II, 7.
35
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la formación sacerdotal
«Optatam Totius», 16.
36
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 11.
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Al tratar el modo de ayudar a los candidatos al sacerdocio que tienen los fieles, el
decreto sobre la formación sacerdotal «Optatam Totius» 2 dice: «este anhelo eficaz de todo
el Pueblo de Dios para ayudar a las vocaciones, responde a la obra de la Divina
Providencia, que concede las dotes necesarias a los elegidos por Dios a participar en
el sacerdocio jerárquico de Cristo, y los ayuda con su gracia…».
38
«Je suis avant tout un psychologie technicien. Mon idée, comme le titre de mon livre
l’indique, étrait de montrer que toute vocation est un phénomène humain et comme tal
observable. Un sujet que dit que Dieu l’appelle, cela relève de la psychiatrie», MARC
ORAISON, La vocation phénomène humain ; cit. en MAURICE LELONG, O.P., Lexicon de
l’Eglise nouvelle, Ed. R Morel, vox Vocation (Forcalquier 1971).
39
JUAN PABLO II, «Homilía durante la Misa celebrada en Sankt Pölten», L’Osservatore
Romano 26 (1998) 371.
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Dejamos a salvo lo prescripto por el CIC c. 85 §2.
41
Conferencia de apertura del «Congreso Mundial de los movimientos eclesiales» el
17 de mayo de 1998 en Roma. Publicado en Huellas, II, VI (junio de 1998) 22; en Palabra
407 (julio 1998) 58: «Es preferible menos organización y más Espíritu Santo»; en Tracce,
XXV (junio 1998) p32: «Non è lecito pretendere che tutto debba intassellarsi in una orga-
nizzazione unitaria; meglio meno organizzazione e più Spirito Santo!».
42
SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea General Extraordinaria
de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985) 780ss.
43
Ibidem.
44
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 11; cit. en SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea
General Extraordinaria de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985) 780ss.
45
SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea General Extraordinaria
de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985) 780ss.
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SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea General Extraordinaria
de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985) 780ss.
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Por ejemplo, la diócesis de San Martín (Buenos Aires), con una población de
713.000 católicos (92% de la población), tan sólo el 4,10% (33.556 personas) asiste a
Misa los domingos. (cfr. Diario La Nación, «La Iglesia traerá sacerdotes polacos», 14 de
abril de 1998, sección Cultura, 11).
48
Este olvido de Dios es lo opuesto a lo deseado por el Magisterio. El Sínodo de 1985
destaca la función de la liturgia como orientadora del espíritu humano hacia lo divino, y
señala a la vez, cuál debe ser la actitud del hombre al participar de esa liturgia: «… la litur-
gia debe fomentar el sentido de lo sagrado y hacerlo resplandecer. Debe estar imbuida del
espíritu de reverencia y de glorificación de Dios». Cfr. SÍNODO DE LOS OBISPOS,
«Documento final de la II Asamblea General Extraordinaria de 1985», L’Osservatore
Romano 51 (1985) 780ss.
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Cfr. JUAN PABLO II, Carta encíclica sobre la permanente validez del mandato misio-
nero «Redemptoris Missio», 3.
50
El p. Tissa Balasuriya, O.M.I. (Oblatos de María Inmaculada), fue excomulgado por
la Congregación para la Doctrina de la fe el 2 de enero de 1997. Dicha congregación,
luego de analizar el libro María y la liberación humana, declaró que el mencionado sacer-
dote se «había desviado de la integridad de la verdad de la fe católica, y por lo tanto, no
podía ser considerado un teólogo católico». La declaración también mencionaba que el
sacerdote había incurrido en las sanciones previstas por la ley: excomunión latae senten-
tiae, que al retractarse le fuera levantada. Cfr. L’Osservatore Romano 2 (1997) 24.
51
Los escritos del P. Anthony de Mello, S.J., fueron declarados «incompatibles con la fe
católica»; cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Notificación sobre los escritos del
padre Anthony de Mello (del 24 de junio de 1998), L’Osservatore Romano 35 (1998) 481.
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que tendría que tener este país, de los egresados de las universidades
católicas? En Ruanda, después de cien años de evangelización, se han
matado entre sí en un espantoso genocidio tribus que son cristianas: los
hutus y los tutsis son cristianos. Es un fracaso de la evangelización, pro-
ducto de la pastoral nominalista, salvo los ejemplos heroicos.
¡Qué hablar del tema de la injusticia social! Mucho se habla de los
pobres, y resulta que se va agrandando cada vez más la diferencia entre
los ricos y los pobres. Cada vez hay ricos más ricos y pobres más pobres.
Y como decía un pastor protestante: «Pareciera que desde que la Iglesia
ha hecho la opción preferencial por los pobres, los pobres han hecho la
opción preferencial por las sectas».
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6. ¿Qué hacer?
Creer, estudiar y propagar la Palabra de Dios, Palabra de Vida Eterna
que nunca pasará.
¿Qué hacer? Seguir haciendo lo que estamos haciendo: seguir estu-
diando en profundidad, seguir tratando de llevar a las almas la doctrina
salutífera de nuestro Divino Salvador, que tiene palabras de vida eterna
(Jn 6,67), palabras que no pasarán: el cielo y la tierra pasarán, pero sus
palabras no pasarán. Pasarán todos estos teólogos publicitados, pasarán
los exégetas que niegan verdades elementales, pasarán todos los sacer-
dotes incapaces de predicar la verdad del Evangelio... ¡Pasarán! Las
palabras de Cristo no pasarán: El cielo y la tierra pasarán, pero mis pala-
bras no pasarán (Mt 24,35; Mc 13,31; Lc 21,33).
Entonces, con entusiasmo, pero a la vez con lucidez, debemos tratar
de que en nosotros en primer lugar, y luego en aquellos hermanos nues-
tros a los cuales estamos destinados, llegue lo que el Concilio en sus
grandes constituciones ha querido hacer y ha querido presentar para el
bien de la humanidad. Y esto hacerlo sin ningún temor: No temáis,
pequeño rebañito, plugo al Padre daros el Reino (Lc 12,32).
Tendremos la Eucaristía, con la gracia de Dios todos los días, porque
según la promesa, la tendremos hasta que Él vuelva.
Tendremos a la Santísima Virgen, nuestra Buena Madre del Cielo.
Y tendremos una luz que nunca se apagará en el mundo, a pesar del
poder de las tinieblas: esa luz es Pedro, porque a él una vez Jesucristo le
dijo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y los pode-
res del infierno –del Hades, de la muerte, del mal, como traducen los
exégetas ahora, pónganle lo que quieran– no prevalecerán contra ella
(Mt 16,18).
Y con la Eucaristía, con María y con el Papa no tenemos nada que
temer.
¡Siempre el primero debe ser Dios!
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SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [2].
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horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! (Lc
12,24–29). Es el Padre que hace salir el sol sobre buenos y sobre malos.
Es el Padre que cuida de todos y cada uno de sus hijos, aun de aquellos
hijos que no se reconocen como hijos. Por eso es Padre, ¡Padre infinita-
mente bueno!
El mismo Jesucristo, en ese momento supremo de la cruz, la primera
palabra –de las siete que dijo– la dirige al Padre: Padre, perdónales, por-
que no saben lo que hacen (Lc 23,34). La séptima, que es la más
hermosa definición de la muerte, también la dirige al Padre: Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,44).
Es por eso que nosotros debemos siempre tener presente la grande-
za de Dios, la providencia de Dios, la misericordia de Dios. Él es el que
nos ama más que nadie sobre la tierra.
Nos ama con ternura, como dice hermosamente la Sagrada Escritura
en distintas partes, por ejemplo:
– el Salmo 103: Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así
de tierno es Yahvé para quienes le temen (v.13);
– el Salmo 51: Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu
inmensa ternura borra mi delito (v.1);
– Nehemías: Mas en tu inmensa ternura no los acabaste, no los aban-
donaste, porque eres tú Dios clemente y lleno de ternura (9,31);
– en las Lamentaciones: Que el amor de Yahvé no se ha acabado, ni
se ha agotado su ternura; cada mañana se renuevan: ¡grande es tu leal-
tad! Mi porción es Yahvé, dice mi alma, por eso en él espero. Bueno es
Yahvé para el que en Él espera, para el alma que le busca (3,25–27).
Incluso, podemos pasar a considerar esa paternidad de Dios, ese
amor amasado de ternura en nuestra historia personal, en nuestra
historia, digamos, comunitaria: ¡Que siendo tantos podamos seguir
comiendo todos los días! Eso es un milagro de la Providencia, y le esta-
mos dando de comer a un número de pobres equivalente al nuestro. Y
debe ser que por eso nos manda a nosotros. ¡La providencia de Dios!
¡Cuántos gestos de altísima delicadeza hemos recibido! ¡Cómo en
forma exquisita se ha manifestado! Pongo un caso, que puede ser un
ejemplo trivial para el que no tiene fe. Era un sábado a la mañana. El
padre N.N. era entonces seminarista, y llegó un poco más tarde al
desayuno. No había leche. No le gustaba porque tenía que ir a hacer
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Que la Virgen nos conceda la gracia de poder decir siempre con los
labios, con el corazón y con toda nuestra vida: Mi alma canta la grande-
za del Señor (Lc 1,46).
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Segunda Parte
Jesucristo
Capítulo 1
El Verbo Encarnado
53
Cfr. Heb 11.
Carlos Miguel Buela
54
DH 125.
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2. DISOLUCIÓN DE LA ENCARNACIÓN
I
Nos encontramos celebrando el misterio central de nuestra fe, que es la
Encarnación del Verbo. Este misterio no solamente da nombre a nuestra
pequeña familia religiosa, sino que, por lo menos es nuestra pretensión, de
él queremos nutrirnos en su contemplación para desarrollar, para nosotros
y para nuestros hermanos, las enormes virtualidades que contiene.
De alguna manera, podríamos decir que la historia de la Iglesia, tanto
en su vertiente oriental como en su vertiente occidental, no es otra cosa
que el mayor o menor acierto en el desarrollo de todas las virtualidades
que están contenidas en el misterio del Verbo Encarnado. Misterio que
para nosotros es muy familiar. Sin embargo, no es así para otros hombres.
No debemos olvidarnos, por ejemplo, que las dos terceras partes de la
humanidad desconocen a Jesucristo; por lo tanto, desconocen este miste-
rio. Misterio primero y fundamental de nuestro Señor, que en la misma for-
mulación es tan simple y tan hermoso: la unión de la naturaleza divi-
na con la naturaleza humana en la única persona del Verbo, aque-
llo que técnicamente conocemos con las palabras «unión hipostática».
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II
Quienes más negaron la verdad de la Encarnación –pues negar la
unión hipostática es negar la Encarnación–, fueron Nestorio y Teodoro
de Mopsuestia, su antecesor. Los cuatro errores principales que sostuvie-
ron respecto a la verdad de la Encarnación son los siguientes:
1º error: «El hijo de María es distinto del Hijo de Dios; luego hay en
Cristo dos personas, la divina y la humana». Error que no solamente es
de aquella época. En nuestro tiempo, varios han caído en este error.
Por ejemplo, según dicen los obispos argentinos en el Suplemento a
la Biblia de Latinoamérica56, en la X edición de la «Nueva Biblia
Latinoamericana», 1976, se afirma: «No cabe lugar para dos padres
55
«Jesús», Diario La Nación, 1 de agosto de 2001, 17. En respuesta a uno de los artí-
culos de Carlos Fuentes publicado en Diario La Nación del 22 de julio de 2001, Mons.
Héctor Aguer escribe una carta –publicada en «Carta de lectores», Diario La Nación, 26
de julio de 2001, 18– en la que dice: «Me llamó la atención el arcaísmo carbonario de que
hace gala el autor, digno de los mejores panfletos demoníacos».
56
Editorial Claretiana (Buenos Aires 1979).
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[para Jesús], porque Jesús, que nace de María como persona humana,
es Hijo Único del Padre, nacido de Dios desde la eternidad»57 (en la
página 5 del Nuevo Testamento) y, también: «El día en que [Jesús] resu-
cite de entre los muertos, su persona humana será renovada, ampliada,
llena de energías diversas» (en página 84 del Nuevo Testamento).
También en la llamada «Biblia de Puebla» se habla de «la persona huma-
na de Jesús».
Asimismo en autores como Larrañaga, quien en la primera edición
de «El Silencio de María» escribía: «La doctrina invariable de la Iglesia
enseña que Jesucristo, en cuanto persona humana, fue engendrado
verdaderamente por una madre humana...»58. ¡Jamás fue doctrina
invariable de la Iglesia esto! ¡Es un espanto! Justamente nuestro Señor
no tiene persona humana. La única persona de Cristo es la persona
divina. Fue engendrado verdaderamente por el Padre desde toda la
eternidad. Sigue diciendo: «El Verbo pudo haberse encarnado, por
ejemplo, identificándose consubstancialmente, en un momento determi-
nado, con una persona adulta»59. ¡Pero esa persona adulta, ya es una
persona humana! ¡Otro absurdo! Agrega: «En María se identificaron,
consubstancialmente, la humanidad y la divinidad. La persona huma-
na, ella sola, no es todavía la persona de Cristo; la persona del Verbo
Eterno, tampoco es todavía la persona de Jesucristo. Cuando ambas
realidades se identificaron en lo que llaman unión hipostática, entonces
tenemos la persona de Jesucristo. Existió, pues, un proceso
personificador. Y este proceso se llevó a cabo en el seno de María.
Podríamos decir que, simultáneamente, la humanidad asumió la divini-
dad, y la divinidad asumió la humanidad...»60. ¡Eso es otro espanto!
¿Cómo la humanidad va a asumir la divinidad? ¡Ni haciendo fuerza
toda la humanidad junta –la que fue, la que es y la que será– puede
tener poder para asumir la Divinidad! Y más adelante: «El Verbo es,
ante todo, una persona divina, que llega a poseer una naturaleza
humana, y en segundo lugar, es una persona humana, en posesión de
57
Editorial Claretiana (Buenos Aires 1979) 18.
58
Cfr. IGNACIO LARRAÑAGA, El silencio de María, Ed. Paulinas, CEFEPAL, (Santiago de
Chile 1977) 174.
59
Ibidem, 174.
60
Ibidem, 175–176.
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61
Ibidem, 177.
62
Cfr. «Si puede hablarse de “hipóstasis divino–humana” de Jesucristo», Revista
Gladius, XVIII, 1990, 81ss.
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error. Pero al ser Cristo un ser único, una sola persona, Dios–hombre al
mismo tiempo, las propiedades divinas y humanas no se reparten entre
dos personas, sino que se refieren al mismo Señor Jesucristo (1Cor 8, 6).
4º error: «María no es Madre de Dios sino Madre de Cristo». Por eso
cuando salieron los Padres del Concilio de Éfeso, el pueblo les preguntó
qué habían decidido y al escuchar «Theotokos» (Madre de Dios) lleva-
ron en andas a los Padres conciliares, porque tenían la misma fe en la
maternidad divina de María.
III
Vamos a ver rápidamente tres textos, nada más, textos breves de la
Sagrada Escritura en la cual podemos ilustrarnos y debemos ilustrarnos
en esta verdad de la única persona divina de Cristo.
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Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Contra Gentiles, IV, 34.
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IV
De esta verdad central de nuestra fe se derivan enormes consecuen-
cias que hacen no solamente a la espiritualidad del hombre, sino hacen
a la misma civilización de la humanidad. Es curioso: por ejemplo, el
Museo de Taipei tiene una sala muy grande donde aparece la historia de
la humanidad en gráficos, en fotos, etc. y donde comparan la cultura
china con la cultura occidental. Ahí se puede apreciar claramente que el
arte chino no evolucionó, en cambio el arte occidental sí, de manera
particular luego de la Encarnación del Verbo.
¡Cómo este hecho, el hecho mismo de la unión hipostática, es algo
que tiene consecuencias enormes sobre la cultura, la civilización, sobre
la historia y la vida de los hombres y de los pueblos!
Pidamos hoy la gracia de ser siempre grandes contempladores del
misterio Encarnado, que sepamos presentarlo con valentía a nuestros
hermanos y, de manera especial, que nosotros lo vivamos en plenitud,
confesando al mismo y único Señor Jesucristo como verdadero Dios y
verdadero hombre. Nos lo alcance la Virgen.
46
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1. Unirse a su Persona
Cuando conocemos a alguien, conocemos su exterior, su cara, su
rostro, vemos su cuerpo, pero no vemos su alma, no vemos «su perso-
na». Sin embargo lo más importante es «su persona».
Nos damos cuenta de cómo es esa alma, de cómo es esa persona, a
través de sus actos, de lo que hace, de lo que habla, cuando vemos sus
virtudes.... y recién después podemos decir que lo conocemos; de
manera similar sucede con Jesucristo.
Muchas veces, lamentablemente, el conocimiento que se tiene de
Jesucristo es un conocimiento superficial, de afuera, es cáscara, es bar-
niz. Creemos que conocemos a Jesucristo porque desde chiquitos apren-
demos a distinguirlo al ver un crucifijo, pero mientras no lleguemos a su
alma, a su corazón, mientras no lleguemos a «su Persona», no lo cono-
cemos realmente.
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JUAN PABLO II, «Palabras de acogida en la plaza de San Pedro», L’Osservatore
Romano 33 (2000) 1651.
65
«Egli si strugge a darvi delle grazie». DOMENICO DI AGRESTI, Caterina de Ricci.
L’esperienza spirituale della santa di Prato, Edizioni Libreria Cattolica (Prato 2001) 87.
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2. Tener su espíritu
No basta una unión exterior, ni siquiera basta el cumplimiento exter-
no de determinados ritos o de determinadas obras, sino que hay que
tener su espíritu. Pocas palabras hay en la Sagrada Escritura tan graves
como aquellas del apóstol San Pablo en la carta a los Romanos: El que
no tiene el espíritu de Cristo, ése no es de Cristo (8,9). Puedo venir de
una familia muy católica, puedo ser de un ambiente, de una sociedad
muy cristiana, puedo haber recibido todos los sacramentos habidos y
por haber, puedo conocer de memoria el Evangelio y toda la Biblia,
pero si no tengo el espíritu de Cristo, no soy de Cristo. Hay que tener su
espíritu, por eso el Apóstol insiste Llenaos del Espíritu Santo (Ef 5,18).
Y, ¿cómo sé si tengo el espíritu de Cristo? Sé si tengo el espíritu de
Cristo, en tanto y en cuanto vea en mí los frutos del espíritu.
Y, ¿cuáles son los frutos del espíritu?
Lo dice San Pablo en la Carta a los Gálatas: los frutos del espíritu son
caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza (5,22). Ese espíritu es el mismo reino de Dios, como también
dice el Apóstol en la carta a los Romanos: el reino de Dios es justicia,
paz, y gozo, alegría en el Espíritu Santo (14,17). Por eso, los que son
movidos por el Espíritu Santo, son hijos de Dios.
3. Asimilar su doctrina
Recordamos este año que el Verbo se hizo Carne. Y así como el
Verbo se hizo carne en Jesucristo, el Verbo también –por así decirlo– se
hizo letra en los Evangelios, porque quiso dejarnos documentos escritos,
que nos transmiten los Apóstoles y la Iglesia, por la cual, de una mane-
ra verdadera, nos llega la verdad cierta acerca de Jesucristo.
Lo cual nos obliga a conocerlo para saber defender su doctrina,
porque como decía Juan Pablo I, «Hoy de la fe sólo se tiene lo que
50
Las Servidoras
66
ALBINO LUCIANI, Ilustrísimos Señores (Madrid 1978) 93.
67
JUAN PABLO II, «Homilía durante la vigilia de oración celebrada en Tor Vergata»,
L’Osservatore Romano 34 (2000) 1652.
51
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52
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53
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68
Cfr. Revista AICA, del 30 de abril de 1997.
54
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69
JOSÉ HERNANDEZ, Martín Fierro, I.
55
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70
JUAN PABLO II, «Homilía durante la vigilia de oración celebrada en Tor Vergata»,
L’Osservatore Romano 34 (2000) 1652.
56
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71
Cfr. Mt 13,25ss.
57
Carlos Miguel Buela
etc.». Le dije: «Mirá, entre los Doce hubo uno así, eso significa el 8,33%,
lo cual, hablando en plata, en estos momentos en que somos más de mil
millones de católicos, significa que por lo menos –porque no vamos a
ser más que Jesucristo– tiene que haber 86 millones de falsos católicos.
Vos trabajá para no ser uno de ellos». Entonces dijo: «Bueno, vamos a
una tanda publicitaria...».
72
Cfr. Ro 9,3.
58
Las Servidoras
santos de este siglo; los mártires, dispuestos a dar la vida antes que clau-
dicar. Miles y miles de ellos que han derramado su sangre dando testi-
monio de Jesucristo. ¡Cuántos murieron al grito de «viva Cristo Rey»!
Ellos nos revelan la fortaleza de Jesucristo, el primer mártir y el pro-
totipo de todos los mártires. Por eso, como dice el Apocalipsis, los san-
tos son verdaderas palabras de Dios (Ap 19,9). Los santos nos revelan a
Dios, y son ese ejemplo concreto de lo que debemos ser. Por ejemplo,
yo tuve la suerte de conocer a la Madre Teresa de Calcuta, de hablar con
ella... era petisita, caminaba con energía... ¡Qué mujer extraordinaria!
Había cumplido ochenta años, y me hablaba preocupada –¡ochenta
años!– porque en Bangladesh las inundaciones eran muy grandes y los
cadáveres pasaban flotando, pero ella, que estaba en Roma, tenía que
hacer algo. Al día siguiente se reunía con Saddam Hussein, porque lle-
vaba a las Misioneras de la Caridad a Bagdad, para atención de los
pobres, en un país islámico, ¡era pobre como una laucha! O Juan Pablo
II, ¡qué ejemplo, qué cosa extraordinaria! Trabaja dieciséis horas por día,
lo que escribe, lo que sigue haciendo... Ayer, cuando llegó a Tor Vergata,
en las afueras de Roma, el lugar donde estaban los dos millones de jóve-
nes, lo recorrió durante mucho tiempo en jeep, para que los jóvenes lo
pudiesen ver de cerca, aunque tenían pantallas gigantes. Después, quiso
ir caminando, con su bastón, hasta el lugar desde el cual iba a hablar, y
desde allí saludó a todos. Dice el Zenit –el noticiero de Internet– que
lloró al ver a tantos jóvenes que gritaban. Al final improvisó unas pala-
bras: «Roma nunca se va a olvidar de este ruido». Es la peregrinación
más numerosa que ha habido en toda la historia de la Ciudad Eterna.
Por eso, como los santos, cada uno tiene que aprender este día a
decir: «Señor, ¿qué quieres que haga?». Como la Virgen: He aquí la ser-
vidora del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38). «Señor, quie-
ro escuchar tu palabra, y quiero ser fiel a esa palabra, y hacer lo que
quieras, aunque sea algo que cueste, y que me cueste mucho».
59
Carlos Miguel Buela
jugado con los primos que el Papa beatificó en esa ocasión. Mujer santa,
devotísima de la Virgen; la Virgen, nuestra Madre, se le apareció, y trans-
mitió un mensaje actualísimo para los hombres de este siglo: «rezad el
Rosario todos los días»; «ofreced sacrificios por los pecadores». Y en la
tercera parte del secreto revelado recientemente, el ángel dice con fuer-
za: «¡Penitencia, penitencia, penitencia!».
¿Queremos conocer a Jesús? Amemos a su Madre, escuchémosla, y
sigamos los pedidos y consejos de Ella: recemos el Rosario todos los
días, hagamos penitencia, ofrezcamos sacrificios por la salvación de los
pecadores.
Y allí (en Fátima), en esa explanada enorme, delante de un millón
de personas, el Papa recordó la frase de la Santísima Virgen: «hoy
muchas almas se condenan, porque no hay quien rece por ellos».
Hoy vamos a tener la experiencia, a mi modo de ver, más linda de
estas Jornadas: la Santa Misa, a la tarde. ¡Que ninguno, por temor o por
el problema que sea, deje de acercarse a la confesión para poder recibir
a Jesús en la Santa Comunión, y hacer santos propósitos, y comenzar a
conocer mejor al único Señor que merece ser servido, Jesucristo!
«En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad.
Es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis;
es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed
de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él
quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien os
lee en el corazón las decisiones de la vocación más auténticas que otros
querrían sofocar –como suele ocurrir con las decisiones a la vida consa-
grada–; es Jesús el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra
vida algo grande; la voluntad de seguir un ideal; el rechazo de dejaros
atrapar por la mediocridad; la valentía de comprometeros con humildad
y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad
haciéndola más humana y fraterna».
60
Las Servidoras
4. NEGACIÓN DE LA ENCARNACIÓN
I
La negación de la Encarnación de Cristo por parte de los que no
creen es una realidad sobre la que nos advierte la Sagrada Escritura, y
que ya ocurría en los tiempos apostólicos:
Muchos seductores han salido al mundo, que no confiesan que
Jesucristo ha venido en carne. Ese es el Seductor y el Anticristo (2Jn 7).
Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un
Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos
damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero
no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían per-
manecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que
no todos son de los nuestros (1Jn 2,18–19).
¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese
es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo
tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre
(1Jn 2,22–23).
Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espí-
ritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo.
Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a
Jesucristo, venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa
a Jesús, no es de Dios; ése es el del Anticristo. El cual habéis oído que
iba a venir; pues bien, ya está en el mundo (1Jn 4,1–3).
61
Carlos Miguel Buela
II
De manera parecida, se hacían estas mismas consideraciones en la
época de los Santos Padres. Por ejemplo, decía San Agustín
comentando el anteúltimo texto: «...Todo espíritu que confiesa que
Jesucristo vino en carne, es de Dios. ¿Luego también es de Dios el
espíritu que se halla en los herejes, si confiesan que Jesucristo vino en
carne? Puede suceder que se levanten contra nosotros y digan: Vosotros
no tenéis el Espíritu de Dios; nosotros confesamos que Jesucristo vino
en carne. San Juan dijo que no tienen el Espíritu de Dios aquellos que
no confiesan que Jesucristo vino en carne. Pero pregunta a los arrianos;
confiesan que Jesucristo vino en carne. Pregunta a los eunomianos;
confiesan que Jesucristo vino en carne. Pregunta a los macedonianos;
confiesan que Jesucristo vino en carne. Pregunta a los catafrigas; confie-
san que Jesucristo vino en carne. Pregunta a los novacianos; confiesan
que Jesucristo vino en carne. (Como si ahora nosotros dijésemos: pre-
gunta a los de la Asamblea de Dios; confiesan que Cristo vino en carne.
Pregunta a los Testigos de Jehová; confiesan que Jesús vino en carne;
Pregunta a los de la Iglesia de Filadelfia; confiesan que Jesús vino en
carne. Pregunta a los de la Iglesia Universal; confiesan que Jesús vino en
carne. Pregunta a los del Pastor Jiménez; confiesan que Jesús vino en
carne. Pregunta a...) ¿Todos estos herejes tienen el Espíritu de Dios? ¿No
son falsos profetas? ¿No hay allí engaño alguno? ¿No hay allí seducción?
Sin duda son anticristos, que salieron de nosotros, pero no eran de
nosotros.
Luego, ¿qué haremos? ¿Cómo distinguiremos? ...Oísteis antes que
dijo: Quien niega que Jesucristo vino en carne, éste es Anticristo; y allí
preguntábamos quién lo negaba, porque ni nosotros ni ellos lo niegan. Y
vimos que algunos lo negaban con los hechos; y adujimos el testimonio
del Apóstol, que dice: Confiesan que conocen a Dios, pero le niegan con
los hechos. Luego así también ahora preguntamos por los hechos, no por
las palabras. ¿Cuál es el espíritu que no es de Dios? El que niega que
Jesucristo vino en carne. ¿Qué espíritu es de Dios? El que confiesa que
62
Las Servidoras
73
SAN AGUSTÍN, Exposición de la Epístola a los Partos, VI, 13; trad. española de la
BAC, p. 291–294. Paréntesis nuestros.
63
Carlos Miguel Buela
III
A pesar del reciente gran Jubileo del año 2000, en el cual recorda-
mos solemnemente el misterio de la Encarnación del Verbo, a pesar de
la nueva toma de conciencia que ello significó, a pesar del número mul-
titudinario de personas que se involucraron en el mismo, sin embargo,
hoy día, la negación de la Encarnación es una dolorosa realidad palpa-
ble.
Recientemente ha enseñado el Papa74 escribiendo a los dominicos:
«... Una de las primeras tareas asignadas a vuestra Orden, desde su
fundación, fue la proclamación de la verdad de Cristo como respuesta
a la herejía albigense, una nueva forma de la recurrente herejía mani-
quea contra la que el cristianismo ha combatido desde el principio. Su
idea central es el rechazo de la Encarnación, al negarse a aceptar que el
Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros ... lleno de gracia y de ver-
dad (Jn 1,14). Para responder a esta nueva forma de la antigua herejía,
el Espíritu Santo suscitó la Orden de Predicadores, hombres que se
deberían destacar por su pobreza y su movilidad al servicio del
Evangelio, contemplando incesantemente la verdad del Verbo
encarnado en la oración y en el estudio, y transmitiendo a los
demás los frutos de esa contemplación a través de su predica-
ción y de su enseñanza. Contemplata aliis tradere75: el lema de la
orden se convirtió en su gran estímulo a la acción, y así sigue siendo
todavía hoy...
No cabe duda de que las antiguas aflicciones del corazón humano
y los grandes errores no mueren jamás, sino que se mantienen en
letargo por un tiempo y luego vuelven a aparecer bajo otras formas.
Por eso hace falta siempre una nueva evangelización, como la que el
Espíritu Santo pide realizar a la Iglesia actualmente». (Siempre es
necesaria una nueva evangelización y, en primer lugar, en nosotros
mismos. Cuando el sacerdote o el laico deja de evangelizarse a sí
mismo comienza la relajación, que puede llegar al escándalo).
«Vivimos en un tiempo caracterizado, a su manera, por el
74
JUAN PABLO II, «Mensaje de Su Santidad con motivo del capítulo general de la Orden
de Frailes Predicadores», L’Osservatore Romano 29 (2001) 1699. Los paréntesis y el resal-
tado son nuestros.
75
Transmitir lo contemplado.
64
Las Servidoras
76
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual «Gaudium et Spes», 22.
65
Carlos Miguel Buela
77
Cfr. Ga 4,3.
78
Cfr. JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Fides et Ratio» 48.
66
Las Servidoras
79
Hasta aquí JUAN PABLO II, «Mensaje con motivo del capítulo general de la Orden de
los Frailes Predicadores», 28 de junio de 2001. La división y numeración de párrafos es
nuestra.
67
Carlos Miguel Buela
IV
En este sentido recordaba recientemente el Cardenal Joseph
Ratzinger: «El mundo tiene sed de conocer, no nuestros problemas ecle-
siales, sino el fuego que Jesús trajo a la tierra80. [...] El problema central
de nuestro tiempo es que la figura histórica de Jesucristo ha sido vacia-
da de su sentido. Un Jesús empobrecido no puede ser el único Salvador
y mediador, el Dios con nosotros: Jesús es reemplazado con la idea de
los “valores del reino” y se convierte en esperanza vacía. Tenemos que
regresar con claridad al Jesús de los Evangelios, ya que sólo Él es el
auténtico Jesús histórico81»82.
V
Reafirmemos nuestra fe en Jesucristo.
Sepamos decirle con obras y de verdad: Tú eres el Cristo, el Hijo
de Dios vivo (Mt 16,16).
80
Cfr. Lc 12,50.
81
Cfr. Jn 6,68.
82
CARD. RATZINGER, «Intervención en la X Asamblea general ordinaria del Sínodo de
los Obispos», 6 de octubre de 2001; cfr. L’Osservatore Romano (19 de octubre de 2001).
68
Las Servidoras
69
Carlos Miguel Buela
83
«Alocución consistorial del 24 de mayo de 1976», L’Osservatore Romano del 30 de
mayo de 1976, 4.
70
Las Servidoras
84
L’età dello Spirito in Hegel. Dal Vangelo «storico» al Vangelo «eterno», Studium
(Roma 1995) 322.
85
Jn 1,14.
86
1Jn 1,1.
71
Carlos Miguel Buela
87
L’età dello Spirito in Hegel. Dal Vangelo «storico» al Vangelo «eterno», Studium
(Roma 1995).
72
Las Servidoras
88
«Una imponente cristología gnóstica», recensión al ensayo de Borghesi sobre Hegel,
artículo publicado en la Revista 30 Días, p. 38.
89
Homilía antes de partir al exilio, 1–3: PG 52,427–430; cit. en Liturgia de las Horas
IV, 1349.
73
Capítulo 2
¿Quién es Jesucristo?
76
Las Servidoras
– Porque Yo soy el pan vivo, bajado del cielo (Jn 6,51; cfr. 35.41.48).
Es la Eucaristía. La Misa.
– He venido para que tengan vida y vida en abundancia (Jn 10,10).
– Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11,25), Mirad mis manos y mis
pies; soy yo mismo (Lc 24,39), mostrándose vivo con las llagas de los
clavos.
– Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador (Jn 15,1), Yo soy
la vid; vosotros los sarmientos (Jn 15,5).
– Es el Salvador. ¿A quién buscáis? A Jesús Nazareno. Yo soy... (Jn
18,5). El ángel le había mandado a San José le pondrás por nombre
Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1,21).
– De ahí que a la pregunta de San Pablo: ¿quién eres, Señor?; res-
ponde el Señor: ...Yo soy Jesús... Yo soy Jesús Nazareno... (He 9,5;
22,8).
– Soy yo, el Primero y el Último, el que vive (Ap 1,17).
– Yo soy el que sondea los riñones y los corazones (Ap 2,23), el que
conoce a fondo la conciencia y el alma de cada hombre y mujer.
– Yo soy el retoño y el descendiente de David (Ap 22,16).
– Y confiesan los Apóstoles: Nosotros creemos y sabemos que tú eres
el Santo de Dios (Jn 6,68).
¡Jóvenes del Tercer Milenio! Gritó Juan Pablo II: ¡Queridos jóvenes,
tengan la santa ambición de ser santos, como Él es santo!... ¡No tengáis
miedo de ser los santos del nuevo milenio!90. Para ello sean siempre fie-
les al que es Camino, Verdad y Vida.
Nuestra Señora de los Jóvenes los protegerá siempre. En sus entra-
ñas el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14) y junto con
Él, la Cabeza, nos engendró espiritualmente a nosotros, su Cuerpo, los
miembros de esa Cabeza, formando un solo Cuerpo místico, la Cabeza
y los miembros.
90
JUAN PABLO II, «Mensaje para la XV Jornada Mundial de la Juventud» llevada a cabo
del 15 al 20 de agosto de 2000 en Roma.
77
Carlos Miguel Buela
I
– Cuando veas la barca de la Iglesia azotada por vientos contrarios
en medio del mar embravecido…
– Cuando furiosas y espumantes veas las olas golpear la quilla y
barrer la borda…
– Cuando las nubes negras del mal, oscurezcan la atmósfera, hacien-
do el aire irrespirable…
– Cuando el rugido de los truenos del egoísmo ensordezcan a los
hombres del mundo entero en violencias, guerras, destrucción y muer-
te…
– Cuando los fulgurantes relámpagos del odio conviertan en dantes-
ca escena la faz de la tierra…
– Cuando veas a los jóvenes viejos antes de tiempo porque se han
dejado esclavizar por las pasiones desordenadas…
– Cuando veas a los adultos como entontecidos, sin encontrar
rumbo…
– Cuando la televisión, la radio, los diarios y revistas sean focos de
inmoralidad y corrupción…
– Cuando sean noticia diaria los fracasos matrimoniales y familias
deshechas…
– Cuando impunemente se mate a los niños recién concebidos…
– Cuando uno esté atormentado por dificultades, tentaciones,
incomprensiones, persecuciones…
– Cuando por las entrañas de la humanidad se arrastre la epidemia
del materialismo…
– Cuando al tener que jugarte el todo por el todo por Cristo, sientas
el vértigo al pensar lo que Él te pueda pedir…
Debes escuchar que Él te dice: no tengas miedo, ¡Yo Soy!
78
Las Servidoras
II
¿Quién es ese Yo? Es la 2da. persona de la Santísima Trinidad,
– anunciada por los profetas,
– nacido en Belén;
– que murió en la Cruz y
– resucitó al tercer día…
III
Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy» (Ex 3,14).
Y Jesús muchas veces te dice: ¡Yo soy!
– Yo Soy… antes que Abrahám fuera… (Jn 8,58);
– Yo Soy… Camino, Verdad, Vida (Jn 14,6);
– Yo Soy… Resurrección (Jn 11,25);
– Yo Soy… el pan vivo bajado del cielo (Jn 6,41);
– Yo Soy… la luz del mundo (Jn 8,12);
– Yo Soy… la puerta (Jn 10,9);
– Yo Soy… el buen pastor (Jn 10,11);
– Yo Soy… la vid verdadera (Jn 15,1);
– Yo Soy… el alfa y la omega, el Primero y el Último, el que viene
(Ap 1,17).
¿No estás dispuesta a amar siempre a este dignísimo Señor?
79
Carlos Miguel Buela
I
Rápido pasan las modas y con ellas los típicos personajes del
momento. ¿Qué joven se acuerda hoy del «dandy»91, del «fifí»92, del
«shusheta»93, del «pituco»94 o del «petitero»95? Apenas si recordará algu-
no al «hippie». La figura de hoy es el «cheto», el «concheto» o el «punk».
Y dentro de unos años, ¿quién se acordará que alguna vez existieron
«chetos», «conchetos» y «punks»? Para los jóvenes de entonces serán
piezas de museo, como son ahora piezas de museo el dandy, el fifí, y los
demás que nombré. Por eso nos reímos cuando vemos fotos antiguas,
porque son piezas de museo: polainas, sombreros en mano, los anteo-
jos y los peinados tan llamativos, las mujeres con miriñaques... Como
seguramente se reirán dentro de unos años los jóvenes cuando vean en
fotos a sus parientes femeninas luciendo un peinado «África look», o a
lo Bo Derek, o imitando a Xuxa, o a Claudia Schiffer... ¡Cosas obsole-
tas, pasadas de moda, piezas de museo, olor a naftalina...! ¡Qué desfa-
sadas les parecerán!
Con Jesucristo no pasa así: Él es «eternamente joven»96. Por la fuer-
za de su resurrección, porque ya no muere más (Ro 6,9), nunca jamás
pasará de moda, nunca jamás perderá actualidad: JESUCRISTO, es el
mismo ayer, hoy y siempre (Heb 13,8).
Cristo no es una reliquia insigne, que es sólo del pasado. ¡No!
Cristo no es una valiosa pieza de museo, pero sin vida. ¡No!
Cristo no es una grandeza pretérita como las obras faraónicas, a
quienes el viento y la lluvia, la arena y los turistas van desgastando. ¡No!
91
Petimetre.
92
El que cuida demasiado de su compostura y de seguir las modas.
93
Igual que el fifí.
94
Alardear elegancia.
95
Atildados en el vestir y hacen ostentación de su capacidad de consumo.
96
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Mensaje a los jóvenes, 2.
80
Las Servidoras
II
Jesucristo al tercer día de morir en la cruz y ser sepultado, resucitó.
¡Vive! ¡Y en la actualidad vive! ¡No muere más! Murió una sola vez para
pagar por nuestros pecados.
Hoy día sigue siendo realizando la gesta más grande de que el
mundo tenga memoria.
Hoy día sigue conquistando y cautivando los corazones de los hom-
bres y mujeres, de los niños y de los ancianos, de los jóvenes y de los
adultos.
Hoy día es el personaje más importante, el que bate todos los
récords de «rating» (Basta con contar todas las personas que domingo a
domingo se reúnen para la Santa Misa. Ningún político reúne, semana
a semana, tanta gente). El más buscado. El más amado. El más segui-
do... y eso que es el más exigente, porque exige todo...
No solamente hizo todas las cosas... y sin Él no se hizo nada de cuan-
to ha sido hecho (Jn 1,3), sino que además, todo subsiste en Él (Col
1,17). Los peces, los pájaros, las flores, los ángeles, los ríos, las monta-
ñas, las ciudades; todos y cada uno de los hombres y mujeres existen
ahora, hoy, en este mismo momento, porque Él los sustenta en el ser.
No solamente todo fue creado por Él y para Él (Col 1,16), sino
que en su exaltación, en su glorificación, lo llena todo en el pléro-
ma97.
No solamente se hace carne (Jn 1,14), sino que recapitula todas las
cosas en sí, las de los cielos y las de la tierra (Ef 1,10), reagrupa en sí a
Adán, a toda la humanidad y a todo el universo, que canta su gloria.
Como está revelado en el libro del Apocalipsis: Digno es el Cordero que
ha sido degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortale-
za, el honor, la gloria, y la bendición (Ap 5,12–13).
97
Cfr. Ef 4,10.
81
Carlos Miguel Buela
98
Cfr. Jn 12,32.
99
Cfr. Mt 18,40.
100
Cfr. Ef 3,17.
101
MISAL ROMANO, Plegaria eucarística (todas).
82
Las Servidoras
102
Cfr. Jn 5,39.
103
JUAN PABLO II, «Discurso a los seminaristas de Roma el 19 de noviembre de 1978»,
L’Osservatore Romano 49 (1978) 583.
104
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual «Gaudium et Spes», 22.
83
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84
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85
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86
Las Servidoras
105
Constituciones, 7.
87
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88
Las Servidoras
hombre tiene un alma y por esa alma murió Cristo en la cruz, y por eso
cosa hermosa es asistir a Cristo en los más pobres de los pobres.
89
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90
Las Servidoras
día, y modelo a la noche…; son cosas tan ridículas de las que uno siem-
pre se ha reído. Pero la tesis principal de la película que denuncia el ata-
que al catolicismo es que nada de lo que sucede en el mundo de las pelí-
culas está hecho sin intención, todo lleva una intención, la intención
¿cuál es?, es que Cristo no reine. La intención es mentir para que la
gente crea todos esos embustes que aparecen en esas películas, pero
blasfeman contra Cristo, contra el Papa, contra todos. Presentan siem-
pre a los sacerdotes como tontitos. Nunca van a presentar a uno bien
plantado como Dios quiere, como gracias a Dios lo son la mayoría. Todo
eso, queramos o no queramos, penetra de una forma u otra, porque
esas películas no las verán todos, pero alguno la va a ver y le puede que-
dar eso.
Hay gente que ha trabajado y trabaja para que Cristo sea un extra-
ño en la sociedad. En nuestros pueblos lo vemos hasta el cansancio.
Acaban de declarar los Obispos de América Latina cómo hay grupos
que se unen para trabajar en contra del catolicismo; y también se trabaja
a nivel mundial para que Cristo sea un extraño en la vida internacional
de las naciones y de los pueblos. También, lamentablemente, algunos
falsos hermanos, que están con nosotros, pero no eran de los nuestros
(1Jn 2,19), trabajan también para que Cristo sea un extraño en su
Iglesia. También en la parte, digamos así, predilecta, preferida de la
Iglesia, que es la parte de la vida consagrada, tanto la vida sacerdotal
como la vida religiosa, tanto la vida contemplativa como la vida apostó-
lica. Así algunos han llegado a decir disparates respecto a la vocación,
desde negar que sea un don de Dios y que es Dios quien da la vocación
y que llama a quien quiere, hasta el modo de vivir los consejos evangé-
licos de castidad, pobreza y obediencia.
Por eso que en este día de Cristo Rey debemos pedirle a Él la gracia
de que realmente Él reine en cada uno de nosotros, reine en nuestra
Congregación, reine en la Patria, reine en todo el mundo. La fiesta de
Cristo Rey que instituyó el Papa Pío XI quiso ser una vacuna contra las
plagas, que ya había en aquel entonces y ahora están mucho más exten-
didas, del laicismo o secularismo o desacralización, que en el fondo es
todo lo mismo, ya que es no querer que Cristo reine.
Hoy día se sigue repitiendo el grito impío: no queremos que éste
reine sobre nosotros (Lc 19,14). Por eso cada vez que recemos el
Padrenuestro, cuando digamos venga a nosotros tu reino (Mt 6,10),
démonos cuenta que estamos pidiendo a nuestro Padre Celestial que
91
Carlos Miguel Buela
92
Capítulo 3
Su pasión
I
1. Esto puede verse en distintos aspectos. Por ejemplo, en el tema de
la virginidad. ¡Otra gracia de Dios que supera la fuerza de la naturaleza
humana!, y no se puede dudar de que sea así. El deseo de vivir la virgi-
nidad viene de Dios. Si fuese por las fuerzas humanas ciertamente se
hubiesen inclinado mucho más a formar familia, no solamente a tener
un esposo humano, sino también los hijos. El renunciar a tener hijos
según la carne es algo que supera las fuerzas de la naturaleza humana.
Y que una mujer, que está llamada a ser madre, esté dispuesta a esa
renuncia, a esa enorme renuncia, solamente puede ser si hay una gracia
sobrenatural propia del Espíritu Santo que supera las fuerzas de la natu-
raleza.
2. Por supuesto que también hay otros temas que solamente se pue-
den vivir porque la gracia de Dios nos da su fuerza y nos capacita. Por
ejemplo la pobreza, de modo particular en el mundo que nos toca vivir,
Carlos Miguel Buela
II
Todo esto es posible porque nuestro Señor, que sabía perfectamente
bien todo lo que íbamos a necesitar, proveyó de manera convenientísi-
ma a su Iglesia, la fue preparando, la hizo jerárquica, eligió a 12
Apóstoles, de los Doce eligió a uno, Simón Pedro, le dio las llaves del
94
Las Servidoras
Reino de los Cielos, fue preparando todo perfectamente bien: los sacra-
mentos, en especial la Eucaristía.
Fue preparando todo perfectamente bien. La misma vida religiosa
como forma carismática dentro de la Iglesia, que pertenece a la vida y a
la santidad de la Iglesia –como dice el Vaticano II106. No había virginidad
en el tiempo de nuestro Señor, no había costumbre de vivir la vida de la
virginidad. La vida de virginidad es una gran novedad de la vida nueva
que Cristo vino a traer a los hombres, que es la vida de la gracia, y así
fue que multitudes se consagraron a Dios en virginidad. Así se poblaron
los desiertos, como dice San Agustín: «niños y niñas, … innumerable
juventud y toda suerte de edades, viudas reverenciales y ancianas que
envejecieron en su virginidad»107. Es la vida nueva que corresponde al
Nuevo Testamento, es lo que corresponde al cántico nuevo del cual ya
se hablaba en el Antiguo Testamento. Es el nuevo camino que Cristo
trae a la humanidad y en especial a algunos dentro de la comunidad
nueva. Es una prefiguración de los nuevos Cielos y la nueva tierra. Todo
esto es posible gracias a que Cristo fue a su Pasión, porque Cristo sufrió
por mí, murió por mí, pagó por mí.
Puedo poner un ejemplo más todavía: ¿Cómo se puede sacar a una
chica que está detrás del arado, para que se ponga a estudiar inglés,
chino, ruso? ¿Cómo puede ser esto? Esto puede hacerse porque entien-
den lo que Cristo dijo una vez: Id por todo el mundo ... ¿Cómo puede
ser que jóvenes de este tiempo, en un mundo materialista, en un mundo
que busca la comodidad del confort, cómo puede ser que con tanta
generosidad se decidan a ir a lugares difíciles? Es porque Jesucristo en
su Pasión les ganó las gracias necesarias para inspirarles esas generosi-
dades hacia el prójimo, donde se va directamente a la negación de sí
mismo, donde uno llega a entender que es necesario morir para vivir,
como el grano de trigo. ¿Y cómo sabes eso? ¿Lo sabes por tí, porque te
lo dice tu lógica humana, tu carne y tu sangre? ¿Porque tu mamá te alen-
tó? ¿Por qué tengo que atender a chiquitos y a chiquitas que son mogó-
licos, ciegos, mudos, que no pueden caminar, que hay que darles de
comer y que lloran y gritan todo el día? ¿Cómo pueden hacer eso?
106
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 44.
107
Confesiones, II; cit. en SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., II–II, 189, 10, ad 3.
95
Carlos Miguel Buela
¿Quién les da fuerza para vivir así? ¿Su sabiduría humana, su razón
natural? Ciertamente no. Eso sólo se los da la gracia de Dios, esa gracia
que Jesucristo nos ganó para nosotros con su Pasión y Muerte. Y uste-
des pueden poner muchísimos ejemplos más.
Lo mismo hay que decir con la vida contemplativa: ¿Qué lógica
humana, qué razonamiento humano, qué cultura, puede inspirarle a tres
monjitas vivir varios años en un departamentito –muy parecido a la
celda del Cardenal chino–? Y ahora el Divino Esposo las ha bendecido,
ya que parece que van a tener el mejor monasterio de la Congregación.
¿Quién las mueve a vivir en el silencio de los claustros, en la vida reco-
gida de oración, en el olvido de alguna manera de toda la sociedad que
ni siquiera conoce que esas hermanas están rezando justamente por
todo el mundo, por todos los hombres? ¿Quién les da a entender esas
palabras de Jesús: Una sola cosa es necesaria? Es la gracia de Dios.
Y ¿dónde se conquistó esa gracia de Dios? Esa gracia se las conquistó el
Divino Esposo en la cruz. Por eso les digo que siempre tienen que pene-
trar más y más el misterio de la Pasión del Señor. Sería una cosa muy
linda que todos los años leyeran y estudiaran algo sobre la Pasión del
Señor.
III
Vemos a nuestro Señor en el camino de la cruz y en la crucifixión.
1. ¿Cómo se abraza con amor nuestro Señor a la Cruz?
Se abraza a la Cruz con una voluntad de tercer binario, y tendiendo
con toda la fuerza de su alma a vivir la tercer manera de humildad. ¿Qué
pasa con el alma que no se abraza a la cruz? El alma que no se abraza
a la cruz o la deja o la arrastra. La primera posibilidad: la deja. No per-
severa, deja la cruz. A cualquiera nos puede pasar si no pedimos la
gracia de poner eficazmente los medios para perseverar en el duro cami-
no. La segunda posibilidad: arrastra la cruz. La cruz se hace más pesa-
da, se hace más difícil de llevar, se comienza poco a poco a perder el
sentido de la cruz, se la comienza a recortar o, como dice San Pablo, se
comienza a «vaciar» la cruz. A esas almas parecería que el mundo y las
criaturas del mundo le gritan de mil maneras diciéndoles baja de la Cruz
(Mt 27,40), si bajas de la cruz vamos a creer en ti. Deja de usar el hábi-
to y hazte una de las nuestras, y nosotros vamos a ser una sola cosa con-
tigo. ¿Por qué la obediencia, por qué la pobreza, por qué la castidad?
96
Las Servidoras
Todo eso sólo puede ser entendido a la luz del Evangelio de Cristo, a la
luz de la cruz de Cristo. El no dejar la cruz sólo se puede hacer porque
un día, momentos antes de su Pasión, Cristo pidió al Padre: No ruego
sólo por éstos, sino por cuantos crean en mí por su palabra (Jn 17,20).
Para entender el sentido de la vida religiosa hay que zambullirse en la
cruz, por eso siempre hay que pedir la ciencia de la cruz, el amor a la
cruz y la alegría de la cruz.
2. El encuentro de Jesús y su Madre: Así como la Madre con el Hijo
y el Hijo con la Madre, ustedes van a tener que sufrir también, viendo a
hijos e hijas que van camino a la cruz, viendo hombres, mujeres, niños
y jóvenes, enfermos y ancianos que están crucificados. Tienen que
aprender como la Virgen a compadecerse del dolor ajeno, tienen que ser
como la Virgen, no echar vinagre en las heridas sino aceite, buscando
siempre en todas formas, a priori y a posteriori, ayudar siempre a todos,
nunca hacer el mal a nadie, por el contrario, hacer el bien siempre y a
todos. Aun a aquellos que les hagan mal: esa es una de las grandes
señales del amor cristiano. Como la Virgen, camino a la cruz. En ese
mismo lugar del encuentro, cuando llegó en el siglo IV Santa Elena,
madre de Constantino, levantó una capilla. Todavía hoy está el lugar en
que se recuerda el hecho: la Virgen del Pasmo, porque la Virgen al verlo
a Jesús en el estado en que estaba por así decirlo se le heló la sangre en
las venas, se pasmó.
Tienen que prepararse, por ser esposas de Jesucristo, tienen que pre-
pararse a ser madres de multitudes de gentes, de adultos, de niños, de
jóvenes… Muchas veces les pasará que al verlos sufrir, al verlos destro-
zados y/o al ver cómo se van arruinando, se les va a pasmar la sangre
en las venas. Tal vez vean que algunos de ellos delinquen, que están en
la cárcel, o que van de fracaso en fracaso en la vida. Sin embargo uste-
des tienen que compadecerse de todos ellos, de los enviciados, de los
pecadores, porque por todos murió Cristo.
3. En la tercer caída, muy probablemente, nuestro Señor llevaba el
«patíbulo», nombre que viene de los romanos. Cuando cerraban la
puerta, atrás le ponían el «patibulum» –la tranca que le decimos
nosotros– palo transversal de la cruz; muy probablemente sólo eso lle-
vaba nuestro Señor. Pesaría unos 33 kg. Generalmente el «stipes» –el
palo vertical– estaba ya parado en la tierra. Clavaban al crucificado por
el espacio de Descot, en la zona baja de las manos, por el cual pasa el
nervio mediano, sensitivo y motor. Así se ve en la Sábana Santa. De tal
97
Carlos Miguel Buela
manera que, por así decirlo, todo el cuerpo se vuelca sobre la mano que
es taladrada primero, y entonces tienen los soldados que abrir con fuer-
za el otro brazo, para clavarle la otra mano. Todo el cuerpo se estreme-
ce. El clavo de los pies sirve de punto de apoyo para poder respirar. La
muerte del crucificado no es por hemorragia, sino por tetanización; los
síntomas son muy semejantes a la infección tetánica: al no poder respi-
rar y oxigenarse, la sangre se va cargando de anhídrido carbónico, y el
cuerpo se acalambra (por eso es que le quiebran las piernas a los cruci-
ficados: para que pierdan el punto de apoyo, al tener las piernas que-
bradas no pueden apoyarse sobre el clavo de los pies, no pueden exha-
lar el aire cargado de anhídrido carbónico y respirar el aire fresco y rico
en oxígeno). En el caso de nuestro Señor ciertamente que eso fue así.
Además esa situación le da al cuerpo muerto un «rigor mortis» del
todo particular. Había perdido mucha sangre, había perdido mucha
agua, el cuerpo tiene alta temperatura, y se produce con el áloe, con el
sudor y el calor del cuerpo, todo una mezcla especial que se llama la
aloetina, que puede ser lo que ha producido algunas de las manchas
que aparecen en la Sábana Santa.
4. El asunto es que a nuestro Señor lo clavan en la cruz, y sangra por
las heridas producidas por los clavos, pero este derramamiento no es
como para causar una hemorragia masiva, ya que las heridas no afec-
tan a ninguna arteria o vena importante. Entonces lo cuelgan a nuestro
Señor entre el cielo y la tierra, sobre un monte, que es una manera de
llamar, «el monte Calvario» o el «Gólgota», «Lugar del cráneo», que pro-
piamente es un montículo que tiene más o menos 5 metros de altura, no
más, llamado de esa manera muy probablemente por la forma, que es
bastante parecida a la del cráneo; ahí cerca tendrá el lugar de su sepul-
tura.
Y es una crucifixión totalmente impía. La crucifixión era propia de
los esclavos, y en el caso de nuestro Señor además lo van a crucificar
entre dos malhechores, según la profecía que decía que iba a ser conta-
do entre malhechores. Así en el lapso que va de las 12 del mediodía
hasta las 3 de la tarde tiene lugar la agonía de Jesús en la cruz; allí,
desde ese lugar, dirige unas palabras, siete en total, maravilla de ense-
ñanza, y finalmente a las 3 de la tarde, dando un fuerte grito, muere.
5. Ahí pueden ponerse en el lugar de las santas mujeres. Entre ellas
tienen que estar ustedes. Las santas mujeres son las primeras servidoras
que ha habido en la historia de la Iglesia, de quienes ustedes reciben el
98
Las Servidoras
108
Cfr. Lc 8,3.
109
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [194].
99
Carlos Miguel Buela
1. Los clavos
Jesucristo no fue atado a la cruz, como también se solía hacer en la
antigüedad, sino que fue clavado, como se ve de manera indubitable
por el hecho de que después de resucitado muestra como señal de iden-
tidad para indicar que era Él –el mismo a quien habían crucificado–, sus
manos y sus pies (Lc 24,39.40; Jn 20,20), con el agujero provocado por
los clavos que lo traspasaron. ¿Por qué muestra las manos y los pies?
Porque en ellos estaba el agujero provocado por los clavos que lo tras-
pasaron.
Los clavos, llamados «clavi travales», eran muy largos y gruesos (eran
cuadrados, de unos 8 milímetros de lado). Para las manos se los clava-
ba en el espacio Descot, entre las dos filas de huesos del carpo, a unos
8 centímetros, más o menos, de la base del dedo mayor, entre los huesos
semilunar, piramidal, ganchudo y grande. Afecta al nervio mediano,
sensitivo y motor, lo cual debe haber producido un dolor enormemente
grande. Para los pies, según los estudios del Dr. Barbet111, poniendo el
110
Sobre el Cantar de los Cantares, sermón 61.
111
DR. PIERRE BARBET, La Passion de N.S. Jésus Christ selon le Chirurgien, passim.
100
Las Servidoras
112
Fragm., XVI.
101
Carlos Miguel Buela
113
Cfr. Diccionario de la Real Academia Española (Madrid 211992).
114
SAN BEDA, cit. por SANTO TOMÁS DE AQUINO en Catena Aurea in Marcum, II, 2; ver-
sión castellana: Cursos de Cultura Católica, III (Buenos Aires 1948) 28: «Seipsum medi-
cum dicit, qui miro medicandi genere vulneratus est propter iniquitates nostras, et eius livo-
re sanati sumus».
115
RÁBANO, cit. por SANTO TOMÁS DE AQUINO en Catena aurea in Mathaeum, III, 7; ver-
sión castellana: Cursos de Cultura Católica, I (Buenos Aires 1948) 88: «...ita et sancti..., in
plagis mortis Christi, qui petra firma est, nidum ponunt, idest suum refugium et spes».
102
Las Servidoras
que es la roca firme»116. Allí hay que hacer nido, allí hay que refugiarse,
allí hay que buscar nuestra esperanza... ¡en las Llagas de nuestro Señor
Jesucristo!
Tan importantes son las Llagas de Jesucristo que, por altísimas razo-
nes, permanecen en su cuerpo resucitado. Se preguntaban los antiguos
Padres, con esa sabiduría que los caracteriza, ¿cómo puede ser que un
cuerpo glorificado, que es glorioso y que resucita con toda hermosura,
vaya a tener heridas que ciertamente son un defecto? Responde San
Agustín: «…sabía Él porqué guardaría sus cicatrices. Primero, para ense-
ñar a Tomás, el cual no creería sino tocaba y veía; luego, para mostrar-
las en el juicio como argumento a los infieles y pecadores. No para decir-
les como a Tomás: porque me viste, has creído, sino para convencerles
diciéndoles: “he aquí al hombre al cual crucificasteis, ved las heridas que
le infligisteis, conoced el costado que atravesasteis, porque por vuestra
causa fue abierto, y sin embargo no quisisteis entrar”»117.
Una gran mujer de nuestro tiempo, prácticamente contemporánea
nuestra, canonizada hace poco, Santa María Faustina Kowalska, recibió
del Señor muchas enseñanzas al respecto. Por ejemplo, Jesús le dice:
«Niña mía, únete fuertemente a mí durante el sacrificio y ofrece al Padre
Celestial mi Sangre y mis Llagas para impetrar el perdón por los peca-
dos…»118.
«…Te tengo inscripta sobre mis manos. Has quedado grabada en la
herida profunda de mi Corazón».
«…por ti he permitido que fuera abierto con una lanza mi Sagrado
Corazón y he abierto para ti una fuente de misericordia. Ven y toma las
gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza. No rechazaré
jamás a un alma que se humilla, tu miseria será hundida en el abismo
de mi misericordia. ¿Por qué deberías cuestionar conmigo sobre tu mise-
ria? Hazme el favor, dame todas tus penas y toda (tu) miseria, y yo te
116
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 39, 6, ad 4: «Item columba in cavernis petrae
nidificat. Quod pertinet ad donum fortitudinis, qua sancti in plagis mortis Christi, qui est
petra firma, nidum ponunt, ides, suum refugium et spem».
117
Super Evangelium Joannis, 20, 6.
118
BEATA MARÍA FAUSTINA KOWALSKA, La Divina Misericordia en mi alma. Diario, Obra
de Jesús Misericordioso (Arquidiócesis de Mendoza 1992) 20. Este libro, donde están los
escritos de Santa Faustina Kowalska, tiene el Imprimatur de Mons. Cándido Rubiolo, anti-
guo Arzobispo de Mendoza.
103
Carlos Miguel Buela
119
Ibidem, 406–407.
120
Ibidem, 128.
121
Ibidem, 39.
122
LOPE DE VEGA, Cancionero Divino, Antología de Lírica Sagrada (Madrid 1947) 150.
123
Ibidem, 154.
124
JOSÉ MARÍA PEMÁN, Ante el Cristo de la Buena Muerte, Suma Poética, BAC (Madrid
1950) 353.
104
Las Servidoras
Aprendamos por las Santas Llagas a ver por dentro al Señor y desde
las Llagas a ver afuera. Las Llagas son una llave. Y aprendamos en cada
Misa el valor infinito de las Llagas de Cristo, como dice, hermosamente,
en una oración Santo Tomás de Aquino: «No veo las Llagas que palpó
Tomás; y sin embargo te confieso mi Dios; hazme siempre creer más en
ti, en ti tener esperanza y amarte siempre más. ¡Oh memorial de la
muerte del Señor!, ¡Pan vivo que da la vida al hombre, dale a mi mente
el vivir de ti, y el gustarte siempre dulcemente allí!»125.
Por todas sus Llagas sufrió mucho el Señor; por una sola no sufrió,
porque ya estaba muerto cuando se la provocaron. Pero la que casi
muere al escuchar el seco golpe de la lanza fue María. Por eso, aprenda-
mos también, de la Virgen María, a conocer el valor de las Llagas del
Salvador: «María no decayó de la dignidad que correspondía a la Madre
de Cristo: habiendo huido los Apóstoles, permanecía en pie ante la cruz,
y contemplaba con ojos piadosos las Llagas de su Hijo, no como quien
espera la muerte de su tesoro sino la salvación del mundo»126.
3. ¡GRITÓ EL SEÑOR!
125
Pies preces, 11.
126
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea in Joannem, 19, 8; versión castellana:
Cursos de Cultura Católica, V (Buenos Aires 1948) 423.
105
Carlos Miguel Buela
Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel
que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha envia-
do. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no
siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no
le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al
mundo» (Jn 12,44–47). ¡Gritó cuando habló de Él, 2da, Persona
de la Santísima Trinidad!
El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús, puesto en pie, gritó:
«Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice
la Escritura: «de su seno correrán ríos de agua viva». Esto lo decía refi-
riéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él (Jn
7,37–39). ¡Gritó hablando del Espíritu Santo, 3ra. Persona de la
Santísima Trinidad!
Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias
por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero
lo he dicho por éstos que me rodean, para que crean que tú me has
enviado.» Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!» (Jn
11,42–43). ¡Gritó para que supiéramos que tenía pleno poder
sobre la muerte!
Alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí!
¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has aban-
donado?». Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama
éste». Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la
empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber. Pero
los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle». Pero Jesús,
dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. En esto, el velo del
Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se
hendieron (Mt 27,46–51). Ni el mismo proceso natural de la muerte «le
quita la vida». Es Él quien la da de sí mismo. Llega la muerte cuando y
porque Él quiere. ¡Gritó en señal de la libertad y el poder que
todavía tiene sobre la vida!
Escribe, con su inconfundible estilo, Charles Péguy:
«Grito que resuena aun en toda la humanidad;
clamor que hizo tambalearse a la Iglesia militante;
en el que incluso la (Iglesia) sufriente sintió, experimentó su propio
espanto;
por la que la triunfante experimentó su triunfo;
clamor que resuena en el corazón de toda humanidad;
clamor que resuena en el corazón de toda cristiandad;
¡Oh clamor cumbre, eterno y válido!...
106
Las Servidoras
I
La primera es en este Domingo: ¡Hosanna!, ¡Hosanna!,
¡Hosanna!, que gritó la multitud enardecida al paso de Jesús mon-
tado en el burrito, rumbo a la ciudad de Jerusalén. Hosanna es una
aclamación de júbilo que viene de la palabra hebrea «hosi’ anna»,
que significa «sálvanos», a través del latín «hosanna». (Todos los días
la pronunciamos dos veces en el Sanctus de la Misa).
127
El misterio de la caridad de Juana de Arco, Ediciones Encuentro (Madrid 1978)
80–82.97.106.117.125; citado en orden libre.
107
Carlos Miguel Buela
128
Cfr. Dt 34,3; Jue 1,16; 3,13; etc.
108
Las Servidoras
129
Cfr. Jn 19,15.
130
JOSÉ MARÍA PEMÁN, La Pasión según Pemán, Edibesa (Madrid 1997) 56–57.
109
Carlos Miguel Buela
con cetro de caña. Justo es, pues, que, ya en plena paradoja, las palmas
ruidosas de Tito y Vespasiano pasen a las manos del achicharrado en las
parrillas o a la escondida en el claustro: las manos de los derrotados, que
eran, por dentro, vencedores»131. Por eso decimos que alcanzaron la
palma del martirio y la palma de la virginidad.
«Por eso Jesús sobre su pollina avanzaría, un poco triste, por el cami-
no que baja del Monte de los Olivos, y entró en Jerusalén orlado,
aquella tarde, de palmas en delirio. Porque Él sabía que las palmas del
mundo, sobre la copa de la palmera, son una estrella redonda y diver-
gente, perplejidad vegetal, que parece interrogar al viento: ¿Por aquí?
¿Por allí? (ya que suelen mecerse como juguetes del viento). Y Él soña-
ba con las legiones de sus mártires, de sus vírgenes, que, naciendo del
pie de la Cruz como ríos de abnegación y sacrificio, habían de cruzar los
siglos de la historia con un temblor de palmas en las manos; pero de pal-
mas altas, erectas, verticales, con una firme y única dirección hacia el
cielo: por aquí, por aquí... La eterna perplejidad de la palmera ha que-
dado resuelta y contestada»132… ¡Por el testimonio de las vírgenes y por
el testimonio de los mártires!
II
La segunda exclamación es en el Viernes: ¡Crucifícale!, ¡Crucifícale!,
¡Crucifícale!, repetida en dos ocasiones133; ya no hay signos de gloria y
triunfo como las palmas del Domingo anterior. Hay un gran signo de
dolor y duelo. Hay un funeral cósmico, porque muere en una Cruz, cru-
cifijo, el Hijo de Dios vivo: Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclip-
sarse el sol, vinieron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona (Lc
23,44; cfr. Mt 27,45; Mc 15,33). En esto, el velo del Santuario se rasgó en
dos, de arriba abajo; y tembló la tierra y las rocas se hendieron (Mt 27,51).
Dice el poeta: «Pero ahora, en el momento de morir Cristo y de con-
sumarse su obra redentora, parece que hay como una última sacudida
fuerte del estilo, ya expirante, de la Vieja Ley; como una ultima apela-
ción a la Naturaleza terrible y tonante del Sinaí...
Tres años de parábolas dulces no pudieron en Pedro lo que pudo en
el centurión un minuto de tinieblas teatrales. El mundo que había querido
131
Ibidem, 58.
132
Ibidem. El paréntesis es nuestro.
133
Cfr. Mt 27,22.23; Mc 15,13.14; Lc 23,21.23; Jn 19,6.15.
110
Las Servidoras
III
La tercera exclamación resonó el Domingo de Pascua: ¡Resucitó,
no está aquí!, ¡Resucitó, no está aquí!, ¡Resucitó, no está
aquí!136. Desde hace 2.000 años hay un sepulcro vacío. ¡Juan Pablo II
–como Pedro en Pascua– estuvo allí! ¡Estuvo allí! ¡Hace apenas unos 20
días...lo vio todo el mundo!
IV
En esta Semana mayor de los cristianos sepamos escuchar la triple
exclamación y sepamos ver la elocuencia inaudita de los ramos de
palma, de las tinieblas y del sepulcro vacío. Y sobre todo, aprendamos a
descubrir su profundo contenido capaz de iluminar toda nuestra vida y
convertirnos en sal de la tierra y en luz del mundo.
María escuchó las exclamaciones.
María vió los claros signos.
María los descifró mejor que nadie.
134
JOSÉ MARÍA PEMÁN, La Pasión según Pemán, Edibesa (Madrid 1997) 70–71.
135
Ibidem, 72.
136
Cfr. Mt 28,6; Mc 16,6; Lc 24,6.
111
Carlos Miguel Buela
5. COLGADO DE LA CRUZ
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del
Hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene
que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga
por Él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo
único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna (Jn 3,13–16).
I
En apenas cuatro versículos del Evangelio de la Misa votiva de la
Exaltación de la Santa Cruz, que hoy estamos celebrando, se contienen
enseñanzas muy grandes sobre lo que significa la cruz y la realidad de
Aquél que por nosotros subió a la cruz.
Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo (Jn 3,13). En este
versículo nos encontramos con uno de los textos bíblicos en los que se
enseña la verdad misteriosa de Jesucristo: la naturaleza humana unida
a la naturaleza divina en unión hipostática, es decir, en la persona divi-
na del Verbo. El misterio de la unión hipostática es el corazón del miste-
rio del Verbo Encarnado.
Nadie ha subido al cielo... ¿En cuanto a qué sube Cristo al cielo?
Sube al cielo en cuanto a su humanidad. ...sino el que bajó del cielo...
¿Y en cuanto a qué, según nuestra manera de entender, bajó del cielo
Jesucristo? Bajó del cielo en cuanto a su divinidad. Así lo enseña Santo
Tomás: «Porque Cristo no descendió del cielo según el cuerpo o el alma,
sino según Dios. Lo cual puede colegirse de las mismas palabras del
Señor. Porque después de decir: Nadie sube al cielo sino el que bajó del
cielo, añade: el Hijo del hombre, que está en el cielo. Con lo cual dio a
entender que de tal manera había bajado del cielo que no dejaba de
permanecer en él»137.
137
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma contra Gentiles, IV, 30, BAC, II (Madrid 1968) 769.
112
Las Servidoras
138
Ibidem, IV, 34, BAC, II (Madrid 1968) 782.
113
Carlos Miguel Buela
desde allí iba a realizar, porque entiende perfectamente bien todo el mis-
terio de la redención. Sabe que ese ser elevado a lo alto es lo que ha de
atraer hacia sí a toda la humanidad y a toda la historia, porque es Él y
sólo Él quien desde el trono de la cruz a todo el que crea en Él le dará
la vida eterna.
Y así como Dios Padre tanto amó al mundo que dio a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna
(Jn 3,13–16); así el Hijo de Dios, que nos amó hasta el fin (Jn 13,1)
desde la cruz nos atrae hacia sí por el amor, que es una fuerza atractiva
y unitiva: Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí
(Jn 12,32). Cristo dijo esto para significar de qué muerte iba a morir (Jn
12,33). ¡Y moriría colgado de la cruz!
Colgado de la cruz, Cristo atrajo a todos hacia sí: a los hombres y
mujeres de todos los siglos, a quienes tuvo presentes uno por uno, por-
que por todos murió: el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si
uno murió por todos, todos por tanto murieron (2Cor 4,14). De ningu-
no se olvidó: ¡Él es Dios!
II
Tres horas estuvo colgado en la cruz. Lo que dijo, aunque de profun-
didades insondables, le llevó muy poco tiempo, apenas algún minuto.
En efecto, tan sólo fueron siete frases. Las siete palabras que entonces
pronuncia nuestro Señor tienen una orientación didáctica, precisa, con-
creta y determinada. Son palabras que no mueren. A mí me gusta decir
que son como truenos que siguen resonando en el mundo. ¿Cuánto
tiempo habrá demorado en pronunciarlas? No demoró mucho tiempo
nuestro Señor: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (Lc
23,34); Hoy estarás conmigo en el Paraíso (Lc 23,43); He ahí a tu
madre... (Jn 19,27) he ahí a tu hijo (Jn 19,26); Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado? (Mt 27,46); Tengo sed (Jn 19,28); Todo está
cumplido (Jn 19,30); Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu... (Lc
23,46). Tal vez diez segundos para cada frase. Supongamos que de
aquellas tres horas, que son horas de sufrimiento y de mucho dolor, pro-
nunciar las siete palabras le hayan sumido cinco minutos... ¿Y luego?
Ciertamente que también adoró, dio gracias, pidió perdón por la huma-
nidad prevaricadora y pidió por todo lo que, directa e indirectamente,
los hombres y mujeres necesitaríamos para nuestra salvación eterna.
114
Las Servidoras
III
En la cruz pensó en sus santos. Se acordó de sus elegidos desde antes
de la fundación del mundo (Ef 1,4); hombres y mujeres que ya no viven
para sí, sino para Aquel que por ellos murió y resucitó (2Cor 4,15). De
aquellos y aquellas que se aprovecharían de su muerte.
Yo pienso que nuestro Señor, que todo lo sabe y que todo lo conoce,
en ese momento pensaba en todos nosotros. Pensaba en todos los hom-
bres y mujeres de todos los tiempos y de todos los siglos. Así se desple-
garía en su mente –por así decirlo– la historia del mundo y, en especial,
la historia de la Iglesia, que es la razón última de la historia del mundo,
porque Él era plenamente consciente de que gracias a ese estar clavado
en lo alto atraería a muchos hacia sí, produciendo frutos de redención en
tantas almas a través de los siglos, en tantas culturas, en tantas genera-
ciones, en tantas razas, en tantas lenguas, en tantas geografías.
Jesús sabía que sufría para salvarnos de nuestros pecados y nos cono-
cía a todos, con todos nuestros pecados. Sabía que moría para alentar a
sus discípulos a que permanecieran fieles a Él; sabía que les estaba alcan-
zando la gracia santificante a fin de que practicasen todas las obras de las
virtudes, para que, a pesar de las dificultades y persecuciones del mundo,
no claudicasen. Y para eso, Él sabía que era necesaria la cruz, porque era
esa cruz la que les iba a dar la fuerza a sus discípulos, y que sería tam-
bién como un imán, que atraería a todos hacia sí. Llegaría a ser –si se lo
entiende correctamente– como ese fenómeno que se produce en algunas
partes: el «maelstrom», una especie de remolino producido en el mar que
atrae todo hacia sí, y que engulle incluso a los barcos. En el caso de
Cristo, no es para engullir sino para recapitular en Sí todas las cosas.
Colgado de la cruz, contemplando a sus ángeles, debe haber pensa-
do en dar a la Iglesia que nacería de su costado protectores e interceso-
res que estuvieran muy cerca suyo: a Gabriel, el que está delante de Dios
(Lc 1,9); a Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes
y tienen entrada en la Gloria del Señor (Tb 12,15); a Miguel, uno de los
Primeros Príncipes (Dn 10,13).
115
Carlos Miguel Buela
139
ADAM MICKIEWICZ, cfr. II, 81–85.87–88; cit. por HENRI DE LUBAC en La posteridad
espiritual de Joaquín de Fiore, Ediciones Encuentro, II (Madrid 1989) 259.
116
Las Servidoras
IV
Colgado de la cruz oró por los que escogió para enviar por el mundo
como sus apóstoles, a quienes dio las primicias del Espíritu (Ro 8,23).
En la cruz se reservó para sí a Andrés, Santiago el Mayor, Juan, Tomás,
Santiago el Menor, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón el Cananeo, Judas
Tadeo, Matías, Pablo, Bernabé. Por todos ellos pidió alzando sus ojos al
cielo (Jn 17,26): Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los
que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo
tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos (Jn 17,9–11).
Especialmente rogó por Pedro, «el siervo de la Cruz», como le llamó
San Jerónimo. Cristo escogió para sí de una manera muy particular al
primer Papa como asociado al misterio de su cruz. En efecto, también
Pedro sería colgado de una cruz: cuando llegues a viejo, extenderás tus
manos... (Jn 21,18); Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me
seguirás más tarde (Jn 13,36). De ahí que el Papa, Sucesor de Pedro,
«continúa el carácter martirológico de su Primado»140. Pensó y rezó por
todos los Papas que, hasta ahora, han sido 264.
Colgado de la cruz, Cristo se vio perseguido por Saulo de Tarso, y
para manifestar la grandeza de su misericordia dijo entonces para sí:
«Me reservaré para mí a Saulo de Tarso; éste es para mí un instrumento
de elección para que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los
hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi
nombre (He 9,15–16)». Y desde la Cruz, escuchó decir a San Pablo:
Nosotros predicamos a un Cristo crucificado (1Cor 1,23); no quiero
saber otra cosa sino a Jesucristo, y éste crucificado (1Cor 2,2); con Cristo
estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la
vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios
que me amó y se entregó a sí mismo por mí (Ga 2,19–20). «“Pedro y
Pablo serán como los dos ojos de mi cuerpo, de quien soy cabeza”»141.
Colgado de la cruz rogó por quienes serían discípulos directos de los
Apóstoles, a quienes les correspondería ser los primeros en transmitir por
tradición su Revelación: Padre, no ruego sólo por éstos, sino también por
140
Consideraciones de la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, «El Primado del
Sucesor de Pedro», L’ Osservatore Romano 46 (1998) 633.
141
Cfr. SAN LEÓN MAGNO, Sermón 84; cit. en Liturgia de las Horas, IV, p. 1526.
117
Carlos Miguel Buela
aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos
sean uno (Jn 17,20–21). Y dijo para sí: «Me reservaré para mí, por
medio de la palabra de mis Apóstoles, a Ignacio de Antioquía, Clemente
Romano, Policarpo de Esmirna...». Y desde la cruz, escuchaba gritar a
San Ignacio de Antioquía: «¡Dejadme imitar la pasión de mi Dios!»142;
«Mi amor está crucificado»143.
Colgado de la cruz, escogió a quienes –en el siglo que se llamaría de
los apologetas– darían a judíos, gentiles y gnósticos razones de nuestra
esperanza (1Pe 3,15). Y Cristo dijo para sí: «Me reservaré para mí a
Justino, a Ireneo de Lyón, a Clemente de Alejandría...».
Colgado de la cruz, pensó en quienes se unirían a Él en su Pasión y
Muerte afrontando el martirio. Y dijo para sí: «Me reservaré para mí a
Esteban, Lorenzo, Cecilia, Lucía, Blas...». También sabía que era nece-
saria su muerte en la cruz para que Tarcisio no claudicase y fuese «már-
tir de la Eucaristía», y pensaría también en Inés, en Cipriano, en
Felícitas... Y musitó el nombre de todos sus «testigos». Las persecuciones
romanas darían 100.000 mártires.
Colgado de la cruz, derramando hasta la última gota de su sangre,
les dio a los mártires, uno a uno, la victoria: Ellos vencieron gracias a la
sangre del Cordero y a la palabra del testimonio que dieron, porque des-
preciaron su vida ante la muerte (Ap 11,12).
V
Colgado de la cruz vio cómo, una vez que acabaran las persecucio-
nes sistemáticas, se turbarían los tiempos de paz iniciados por
Constantino después del Edicto de Milán, con el surgimiento de cismas,
controversias y herejías en torno a su Divina Persona y su Iglesia.
Entonces comenzaría el bullir de herejías que requerían la respuesta
clara y clarividente de los Santos Padres de Oriente y Occidente, hom-
bres que no iban a claudicar en la confesión de la fe porque recibirían la
fuerza de la cruz de Cristo. Y Cristo dijo para sí: «Me reservaré para mí
doctores de Oriente y de Occidente, que vengan a sentarse a mi mesa
142
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Romanos, VI, 3.
143
Ibidem, VII, 2.
118
Las Servidoras
VI
Colgado de la Cruz, el rey coronado de espinas pensó en extender
su Reino a través de la conquista espiritual de los pueblos. Vio el flore-
cer de las nuevas cristiandades que se fueron construyendo, de las que
prácticamente nosotros hemos estado celebrando el milenio. Y por ello
pensó también en hacer partícipes de su realeza a príncipes y reyes cris-
tianos. Entonces dijo para sí: «Escogeré para mí a Esteban en Hungría;
a Eduardo el Confesor en Inglaterra; a Eduviges en Polonia; a Vladimir y
Olga en Ucrania; a Isabel en Hungría; a Fernando III de Castilla y de
León; a Luis de Francia...». Y todo eso iba a ser posible porque Él estaba
sufriendo en ese momento en la cruz.
Colgado de la cruz, pensó en la época del feudalismo, cuando reyes
y mercaderes querían sacar tajada de la Iglesia. Sería necesario suscitar
119
Carlos Miguel Buela
144
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., Introducción General (Madrid 31964) 38.
120
Las Servidoras
VII
Colgado de la cruz, Cristo vio cuántos miembros serían amputados
de su Cuerpo Místico con la Reforma de Lutero, de Calvino y de los
demás líderes de la Reforma protestante. Vio lo que acarrearía, en la
decadencia de la Edad Media, la acción del libre examen de Lutero: ¡el
segundo gran cisma de la cristiandad! A grandes males harían falta gran-
des remedios. Y como Él sabía que de su cruz, de la fuerza de la cruz,
iba a suscitar a quienes iban a poner todo su empeño para evitar una
destrucción mayor, así pensó en suscitar santos que contrarrestaran la
acción protestante, promoviendo la auténtica Reforma de la Iglesia,
viviendo ante todo el radicalismo evangélico. Y Cristo dijo para sí: «Me
reservaré para mí a Cayetano de Thiene y Felipe Neri; a Pedro de
Alcántara, a Juan de Ávila y Juan de Rivera; a Teresa de Jesús, a Juan
Bautista de la Concepción y a Juan de la Cruz. De manera especial me
reservaré para mí a Ignacio de Loyola, para que funde una compañía
de apóstoles que conquisten conmigo el mundo, siguiéndome tanto en
las penas como en la gloria. De sus hijos me reservaré para mí a
Francisco de Borja, Luis Gonzaga, Pedro Canisio, Roberto
Belarmino...».
Colgado de la cruz, consideró que harían falta grandes adalides del
Concilio de Trento, que promovieran y aplicaran en la Iglesia sus
Reformas. Y por eso Cristo dijo para sí: «Para esta tarea me reservaré a
Pío V, Carlos Borromeo, Toribio de Mogrovejo y Francisco de Sales...».
Jesús sabía que se iba a desgarrar la Cristiandad, pero sin embargo iba
a florecer la Cristiandad en un nuevo continente; se iba a descubrir
121
Carlos Miguel Buela
América, de donde provenimos nosotros. Y esa cruz fue luz y fuerza para
esos miles y miles de hombres que fueron a misionar a América, en una
obra que, al decir de León XIII, «se trata de la hazaña más grandiosa y
hermosa que hayan podido ver los tiempos»145; o como decía Gomara a
Carlos V, «la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la
Encarnación y muerte del que lo crió, es el descubrimiento de las
Indias»146. Y así, colgado de la cruz, consideró la «hora» en que haría
misericordia a los indígenas de América, del África y del Oriente, envián-
doles misioneros que les anunciasen el Evangelio. Y Cristo dijo para sí:
«Me reservaré para mí a Francisco Javier; a él le haré recorrer, en menos
de 10 años, más de 50.000 Km. en su afán de llevar mi Evangelio a
todas partes. Me reservaré para mí a Luis Beltrán, O. P., para apóstol de
Nueva Granada (Venezuela–Colombia); convertirá a más de 150.000
indios. Me reservaré para mí a Francisco Solano, a él le llevaré desde
Perú hasta las regiones del Tucumán y del Gran Chaco. Me reservaré
para mí a Roque González de Santa Cruz, para hacerle pionero de las
Misiones guaraníes. Me reservaré para mí a Pedro Claver, S.J., en
Cartagena de Indias (Colombia) bautizará a más de 300.000 negros. Me
reservaré para mí a Isaac Jogues para la evangelización de Canadá y
Estados Unidos; a Junípero Serra para la evangelización de
California...».
Colgado de la cruz, escogió los frutos exquisitos que producirían las
Misiones –la pléyade de santos que iba a producir la evangelización– y
por eso dijo para sí: «Me reservaré para mí al indio Juan Diego en
México; a Rosa de Lima, al mulato Martín de Porres y a Juan Macías en
el Perú; a Marianita de Jesús Paredes, la “azucena de Quito”, en
Ecuador; a Bernarda Butler en Cartagena de Indias, Colombia; a José
de Anchietta y Antonio Galvao en Brasil; a Katheri Tekakwitha en
América del Norte».
Colgado de la cruz veía las primicias de la evangelización del Asia,
más de 100.000 mártires: a Pablo Miki y compañeros mártires en el
Japón; a Andrés Kim Taegon, Pablo Chong Hasang y 101 compañeros
mártires en Corea; a los 123 mártires chinos; a los mártires de Tailandia;
a San Andrés Dung–Lac y compañeros mártires de Vietnam; en
Pakistán, India, Medio Oriente... Y desde la cruz enseñó a San Andrés
145
Carta encíclica «Quarto abeunte saeculo», 16 de julio de 1892.
146
Cfr. RAMIRO DE MAEZTU, Defensa de la Hispanidad, Ediciones del Cruzamante
(Buenos Aires 1986) 252.
122
Las Servidoras
VIII
Colgado de la cruz, vio cómo entre los siglos XVII y XVIII, en la
época de las Monarquías absolutas, se maduraría definitivamente la idea
del Estado moderno, caracterizada por el laicismo y por la separación de
la Iglesia. Vio cómo este período tendría un común denominador: la
Ilustración. Todo un nuevo modo de pensar y entender la vida, intentan-
do romper definitivamente los lazos entre la razón y la fe, la religión y la
cultura. ¡Qué grandes santos harían falta para contrarrestar tantos desas-
tres y para recristianizar a las masas! Sería necesario el testimonio de
grandes apóstoles de la caridad, de predicadores de misiones populares
y de educadores. Y por ello Cristo dijo entonces para sí: «Me escogeré
para mí a Vicente de Paúl y Luisa de Marillac para dar testimonio de la
caridad. Me reservaré para mí como apóstoles del pueblo a Luis María
Grignion de Montfort; Leonardo de Puerto Mauricio; Alfonso María de
Ligorio; Nóbili en la India; Mateo Ricci en China; Francisco Pallau y las
Misiones extranjeras de París; me reservaré como grandes educadores a
José de Calasanz, Juan Bautista de la Salle, Marcelino Champagnat...».
Pensando en los Ilustrados, infatuados con el culto a la diosa razón, tra-
tando de destruir toda religión que se presentase como revelada, Cristo
pensó en confundir su necedad suscitando santos en quienes se dieran
fenómenos sobrenaturales, en plena época racionalista. Y Cristo dijo
para sí: «Me reservaré para mí a José de Cupertino; Gerardo Mayela;
147
De la última exhortación de san Andrés Kim Taegon, presbítero y mártir; cfr.
Liturgia de las Horas, 20 de septiembre, IV, 1894.
123
Carlos Miguel Buela
IX
Colgado de la cruz, Cristo pensó en el convulsionado siglo XX. Vio
la crisis modernista de principios de siglo, y dijo para sí: «Me reservaré
para mí a José Sarto, que será sucesor de Pedro con el nombre de Pío
X». Colgado de la cruz, pensó en cada uno de los santos de nuestro siglo
y entonces dijo para sí: «Me reservaré para mí a Damián de Vesteur;
María Goretti; Laura Vicuña; Teresa de los Andes; Gema Galgani;
Leopoldo Mandic; Pier Giorgio Frassatti; José Moscati; Pío de
Pietrelcina; Juana Beretta Molla; Alberto Hurtado...».
Colgado de la cruz, vio las persecuciones de los regímenes totalita-
rios de nuestro siglo, y eligió a quienes serían sus testigos para esta
124
Las Servidoras
X
Jesús también tenía presente todo lo que va a venir, y que nosotros
no sabemos. Y Él sí lo sabe. Sabe perfectamente bien cuáles van a ser
cada uno de nuestros caminos en este peregrinar por este mundo, con
las dificultades con las que nos vamos a encontrar, con las alegrías que
vamos a tener, con los triunfos y los fracasos, ¡con todo...! Y así como
para todos los que han pasado durante estos veinte siglos la cruz fue
148
Cfr. S. COURTOIS, N. WERTH, J.L. PANNÉ, A. PACKZOWSKI, K. BARTOSEK, J.L.
MARGOLIN. El libro negro del comunismo. Crímenes, Terror y represión, Editorial Planeta
(Barcelona 1998).
125
Carlos Miguel Buela
6. HIMNO A LA CRUZ
Al Señor de la Quebrada y a sus seguidores
de la finca homónima de junto al canal Cerrito.
149
PASCAL, Pensées, Le mystèrie de Jésus, 553.
126
Las Servidoras
150
Cfr. 1Cor 1,17; Flp 3,18.
151
Cfr. Col 1,24; 2Cor 11,30.
127
Carlos Miguel Buela
152
Cfr. 2Cor 12,9–10.
153
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [109].
154
cfr Jn 6,68.
128
Las Servidoras
I
No quieras imitar a Anás, que estaba dominado por la concupiscen-
cia del poder (la mayor tentación de los clérigos) y era codicioso.
No quieras imitar a Caifás, que era venal y servil.
No quieras imitar a Poncio Pilatos, que era un cobarde y un pastele-
ro.
No quieras imitar a Pedro, que fue vencido por una criada, sucum-
biendo al miedo de dar testimonio de Jesús.
No quieras imitar al joven desnudo, que padeció más por huir de la
cruz de Cristo que por seguirle158.
No quieras imitar al mal ladrón (Gestas)159, que no reconoció la divi-
nidad de Jesús.
No quieras imitar a Judas, que traicionó por 30 monedas de plata.
155
CARLOS ALMERAS, San Pablo de la Cruz, Desclée (Bilbao 1960) 282.
156
ÁNGEL VALTIERRA – RAFAEL M. DE HORNEDO, San Pedro Claver, BAC (Madrid 1985)
86.89.
157
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Credo comentado (Buenos Aires 1978) 85.
158
Cfr. LUIS DE LA PALMA, Historia de la Pasión (Madrid 1967) 128.
159
Con este nombre se llama tradicionalmente al mal ladrón y está tomado del
Evangelio apócrifo de Nicodemo.
129
Carlos Miguel Buela
II
Debes imitar a Simón de Cirene tomando la cruz y siguiendo a Jesús.
Debes imitar a San Pedro, que hizo penitencia llorando mucho sus
pecados.
Debes imitar al buen ladrón (Dimas)160, quien reconoció la divinidad
de Jesús.
Debes imitar a María Magdalena, a quien por haber amado mucho
le fueron perdonados sus muchos pecados.
Debes imitar a San Juan, que fue discípulo amado por haberse
entregado a Dios ya desde muy joven161.
Debes imitar a María, que estuvo de pie al pie de la cruz.
Debes imitar al que abrió el costado del Señor (Longinos), que al
certificar la muerte de Jesús nos dio la certeza de la misma para que
siempre la anunciemos.
Debes imitar a José de Arimatea: pide siempre el Cuerpo de Jesús;
«haz tuya la víctima expiatoria del mundo»162.
Debes imitar a Nicodemo: unge a Jesús con aromas.
Sobre todo, debes imitar a JESUCRISTO, que se inmola en la cruz y
en la Misa, crucificándote con Él. Como dice San Gregorio Nacianceno:
«Inmolémonos nosotros mismos a Dios, inmolemos cada día nuestra
persona y toda nuestra actividad, imitemos la Pasión de Cristo con nues-
tros propios padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia san-
gre, subamos con denuedo a la cruz... Adora al que por amor a ti pende
de la cruz y, crucificándote tú también, procura recibir algún provecho
de tu misma culpa; compra la salvación con la muerte...»163.
160
San Dimas: así es llamado el «buen ladrón». También está tomado del Evangelio
apócrifo de Nicodemo.
161
«La historia de la Iglesia es un testimonio continuo de llamadas que el Señor hace
en edad tierna todavía. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, explica la predilección de
Jesús hacia el apóstol Juan “por su tierna edad” y saca de ahí la siguiente conclusión: “esto
nos da a entender cómo ama Dios de modo especial a aquellos que se entregan a su ser-
vicio desde la primera juventud”». JUAN PABLO II, Exhortación apostólica post–sinodal
«Pastores Dabo Vobis», 63.
162
SAN GREGORIO DE NACIANZO, De las Disertaciones, 45.
163
Ibidem.
130
Las Servidoras
164
Cfr. SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [155].
165
Cfr. SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [167].
166
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [146].
167
BERNARDO MARÍA DE SAN JOSÉ, C.D., La florecilla árabe (Vitoria) 74.
131
Carlos Miguel Buela
2. La Pasión es lucha
En la Pasión pareciera que todo es contrapuntístico.
Es un combate entre:
* La Vida: > < la muerte: reo es de muerte
Yo soy la Vida (Jn 10,6). (Mt 26,66).
Entran en duelo:
* El Cielo > < la tierra.
* Las fuerzas del Bien > < los poderes del Mal.
* Lo alto > < lo bajo.
* Derecha > < izquierda.
* El buen ladrón > < y el malo168.
* La Luz: > < las tinieblas: las tinieblas cubren
Yo soy la Luz del mundo (Jn 8,12). la tierra (Lc 23,44).
168
Cfr. Lc 23,39–43.
132
Las Servidoras
169
Cfr. Lc 23,26.
170
Cfr. Ro 5,16.
133
Carlos Miguel Buela
134
Las Servidoras
171
Cfr. Mt 27,24.
172
Cfr. Jn 19,28.
173
Cfr. Mt 26,66.
174
Cfr. Mt 27,19.
135
Carlos Miguel Buela
175
Cfr. Mt 27,23; Lc 23,23.
176
Cfr. Mt 26,38
177
Cfr. Jn 13,25.
178
Cfr. Mt 27,26.29.35.
179
Cfr. Lc 23,18.25.
136
Las Servidoras
Es un gran drama:
Hay lágrimas de Jesús186, de la Virgen, de las mujeres187, de Pedro188.
Hay sangre. Muy abundante, del Señor. Hay tres cantos del gallo189 y
treinta monedas de plata190.
Se habla del César191, del Mesías192, del rey193.
Están Claudia Prócula194 y Malco (Jn 18,10) y el joven de la sábana195
y el centurión196 y Longinos197 y Simón de Cirene198 y Dimas199 y los
180
Cfr. Mt 27,28.
181
Cfr. Lc 23,11.
182
Cfr. Lc 23,44.
183
Cfr. Jn 18,10.
184
Cfr. Jn 18,10.
185
Cfr. 1Cor 1,22.
186
Cfr. Heb 5,7.
187
Cfr. Lc 23,26.
188
Cfr. Mc 14,32; Mc 14,72; Lc 22,62.
189
Cfr. Mt 26,75; Lc 22,60.
190
Cfr. Mt 26,15; 27,3.9.
191
Cfr. Lc 23,2; Jn 19,5.
192
Cfr. Mt 26,63–64.
193
Cfr. Jn 19,12.
194
Cfr. Mt 27,19.
195
Cfr. Mc 14,52.
196
Cfr. Mc 15,44.
197
Cfr. Mt 27,54; Mc 15,39.
198
Cfr. Mc 15,21.
199
Cfr. Lc 23,42.
137
Carlos Miguel Buela
9. CUADROS DE LA PASIÓN
En este sermón les propongo que sigamos con la mente y con la ima-
ginación diversas escenas de la Pasión del Señor, tal como si se trataran
de imágenes de una proyección de diapositivas sobre una pantalla.
200
Cfr. Jn 19,31; Mt 27,25.
201
Cfr. Mt 27,27.
202
Cfr. Lc 23,7.
203
Cfr. Mt 26,69; Lc 22,52.
138
Las Servidoras
204
JOSÉ MARÍA PEMÁN, De cómo las cosas se asociaron a la Pasión de Cristo, quinto de
los «Ocho ensayos religiosos», Obras Completas, III (1948) 1258–1275, cit. en La Pasión
según Pemán, II, EDIBESA (Madrid 1997) 68, edición preparada por José Antonio
Martínez Puche.
205
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 69.
139
Carlos Miguel Buela
206
Cfr. Nm 12,14.
207
Cfr. Mt 26,68; Mc 14,65; Lc 22,64.
208
Cfr. Is 50,6.
209
Cfr. Mt 27,28.
210
Cfr. Mt 27,28; Mc 15,17; Jn 19,2.
140
Las Servidoras
en las manos una caña como cetro (Mt 27,29) –signo burlesco del cetro
real–; le saludaban con burla (Mt 27,29; Mc 15,18; Jn 19,3); le golpea-
ban en la cabeza con una caña (Mt 27,30; Mc 15,19), penetrando más
las espinas en su cuero cabelludo; le escupían en el rostro (Mt 27,30; Mc
15,19. Se mezclaron allí los salivazos de los judíos y los salivazos de
nosotros, los paganos); le abofetearon (Jn 19,3).
«Cuando en el principio de los tiempos Dios creó los mundos, los
creó con lujo y despilfarro... Para que pastaran los bueyes, hubiera bas-
tado una sola especie de yerbas; no era preciso ese derroche de varie-
dades, colores, formas, que visten los prados. Para la miel, hubiera bas-
tado una flor, no era necesario el despilfarro de un jardín. Pero el Señor
–continúa Pemán–, andaba como padre embobado que no sabe qué
hacer por regalar al hijo recién nacido. Todo fue un multiplicar las espe-
cies y prodigar los colores, y las formas, y las variedades. Y en ese derro-
che de mimos y de regalos, de entre los dedos de Dios cayó en Palestina
el azufaifo211, un arbolito frutero de mil utilizaciones. Sus frutos, rojos y
dulces, son buenos y refrescantes para el ganado, además de ser golosi-
nas para los pastores; sus ramas, de largas espinas agudas, sirven para
fronteras del egoísmo humano en vallas de predio y cercados de fin-
cas»212.
Y de las manos de Dios «...cayó también la caña213, una caña ligera
y resistente, parecida al junco de Chipre, cuidadosamente llevada por el
Padre espléndido a aquel país de ganaderos y trajinantes; apta para
apoyarse por el sendero, para arriar al borriquillo, e incluso para hacer
una flauta elemental. Y así se estaban durante los siglos y los siglos el
azufaifo y la caña, ofreciendo generosamente a los hombres frutos,
vallas, flautas y bastones»214.
211
Conocido técnicamente como «Zizyphus», desde la época de Linneus, quien le
añadió el nombre de «spina Christi». En la actualidad, los botánicos se inclinan más bien
a pensar que es la «poterium spinosum», la hebrea «sirah» según HA–REUBENI, que es muy
parecida. Cfr. «Fauna and flora of the Bible, helps for translators», Sociedades Bíblicas
Unidas (EE.UU. 21980) 184–185.
212
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 69–70.
213
Según FONCK, un especialista alemán, es la Arundo phragmites, L., carrizo, o la
Arundo donax, «una caña gigante, mucho más alta que un hombre, que crece en los ríos
como el Nilo, y es bien conocida en Palestina y Siria»; cfr. MANUEL DE TUYA, Del Cenáculo
al Calvario, editorial San Esteban (Salamanca 1962) 458.
214
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 70.
141
Carlos Miguel Buela
215
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 70.
142
Las Servidoras
Jesús a todos los que estamos acá: los sacerdotes, los seminaristas, las
religiosas, las familias que nos acompañan... las ingentes multitudes de
todas las generaciones y generaciones...
Jesús mira y conoce todo: a quien llamó de niño, a quien de joven,
a quien de adulto; la forma, el modo como los llamó. Y en ese momen-
to era claramente consciente nuestro Señor que eso que hacía era algo
que iba a beneficiar a éste y a éste y a éste... y a aquella y a esta otra...
En ese momento Él ofrecía su vida, quería morir en cruz, porque era
necesario para nuestra eterna salvación.
Describiendo ese rostro, en el cual ya no había hermosura, se puede
escuchar en off la voz de Isaías: No hay en Él hermosura... como ante
quien se da vuelta el rostro para no ver (Is 53,3). No hay en Él parte
sana. La agonía del Redentor llega a su fin: ...inclinando la cabeza,
entregó su espíritu (Jn 19,30). Y por si faltase algo, un soldado le atra-
viesa el corazón, y de ese corazón, que tanto amó a los hombres, brota
agua y sangre216.
Y Jesús sangró y se desangró.
216
Cfr. Jn 19,34.
217
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 42.
143
Carlos Miguel Buela
218
Diario La Nación, 20 de julio de 1994.
219
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual «Gaudium et Spes», 22.
144
Las Servidoras
eso nos enseñó a rezar diciendo: Padre nuestro... (Mt 6,9) y nos dijo:
Todos vosotros sois hermanos (Mt 23,8).
Excluir a Jesucristo es pretender edificar sobre arena el edificio de
la solidaridad humana, es hacer ideología de la solidaridad. Es hacer de
la paternidad y de la fraternidad una idea sin fundamento en la realidad.
Y ¿en qué otra enseñanza de Cristo se funda nuestra solidaridad? En
estas palabras imperecederas: Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis;
estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y
vinisteis a verme. Entonces los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo
te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de
beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te ves-
timos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?» Y el
Rey les dirá: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos her-
manos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,35–40).
De ahí que la Iglesia Católica haya enseñado siempre y siempre los
santos hayan vivido los tres signos esplendorosos del amor cristiano:
amor a los pobres, amor a los pecadores y amor a los enemigos.
220
IV CONCILIO DE CALCEDONIA, DH 301.
145
Carlos Miguel Buela
pecador. Y esto no son dos cosas, sino una sola: «detestar el mal de
uno y amar su bien son la misma cosa»221. El amor a los pecadores, dice
San Agustín, «no podría comprenderse jamás si no se distingue entre el
pecado y el pecador… Odiemos, pues, sus faltas, pero reservemos lo
mejor de nuestra piedad para su alma caída»222. Quien ama el pecado,
odia al pecador; y quien odia al pecador, ama el pecado. Ni odiar el
pecado sin amar al pecador, ni amar al pecador sin odiar el pecado. Lo
uno sin lo otro, y viceversa, es falso. Sólo asumiendo ambos extremos,
al parecer inconciliables, se vive la realidad de lo enseñado por
Jesucristo.
Enseña Santo Tomás de Aquino: «Dos cosas hay que considerar en
los pecadores: la naturaleza y la culpa. Por la naturaleza, que han reci-
bido de Dios, son capaces de la bienaventuranza, en cuya comunicación
se funda la caridad... por tanto, por su naturaleza han de ser amados con
caridad. En cambio, su culpa es contraria a Dios y es impedimento de la
bienaventuranza; de ahí que por la culpa que los enemista con Dios,
han de ser odiados todos los pecadores, aunque se trate del propio
padre, madre o familiares, como leemos en el Evangelio223. Debemos,
pues, odiar en los pecadores el serlo y amarlos como hombres capaces
todavía de bienaventuranza. Y esto es amarles verdaderamente en cari-
dad por Dios»224. Y agrega más adelante: «Amamos a los pecadores con
caridad, no porque queramos lo que ellos quieren o nos gocemos en lo
que ellos se gozan, sino para hacerles querer lo que queremos y que se
gocen en lo que nosotros nos gozamos. Por eso se dice: Ellos se conver-
tirán a ti y tú no te convertirás a ellos (Jr 15,19)».
Lamentablemente pareciera que los hombres de la Iglesia no somos
capaces de hablar un lenguaje de tal claridad y transparencia que nues-
tros contemporáneos entiendan que nuestro odio al pecado es amor al
pecador, y que por nuestro amor al pecador odiamos el pecado.
Pareciera que en la actualidad la cultura de la muerte, que enseñorea la
mente de muchos de nuestros contemporáneos, les incapacita para
poder superar los extremos contrarios, por un lado, del liberalismo exa-
gerado que justifica en nombre de la libertad todo pecado, y por otro,
del fariseísmo que no tolera la debilidad en los demás. El primero, que
en nombre del amor al hombre lo que ama es su pecado; el segundo,
221
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II-II, 25, 6, ad 1.
222
Cfr. GUSTAVO COMBÉS, La Charité d’après Saint Agustin, 233.
223
Cfr. Lc 14,26.
224
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II-II, 25, 6.
146
Las Servidoras
147
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148
Las Servidoras
225
Ibidem, II-II, 25, 7.
226
IX, 4, 1, (Bk 1166a3).
227
Cfr. Is 57,21: No tienen paz los impíos.
149
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228
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II-II, 25, 7.
229
Ibidem, III, 1, 2, ad 2.
230
La ciudad de Dios, 12: ML 41,727.
231
SAN GREGORIO, in IV Dialog. 44: ML 77,404A; cit. por SANTO TOMÁS DE AQUINO,
S.Th., Supl. 99,1.
232
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., Supl. 99,1.
150
Las Servidoras
233
Ibidem, I–II, 87, 3: «manente autem causa, manet effectus».
234
Ibidem, Supl. 99,1.
235
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Contra Gentiles, III, 144.
236
En Apuntes de febrero de 1939, cit. In Cammino con Don Orione (Roma 1972)
328ss; cit. Don Orione, Nel nome della Divina Providenza, le piú belle pagine (Roma
1995) 136.
151
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237
Diario La Nación, 10 de agosto de 1994, pág. 1.
152
Las Servidoras
238
El equilibrio sexual, Editorial Fontanella (Barcelona 1964) 11.
239
JUAN PABLO II, «Discurso a los participantes del Congreso Internacional para con-
memorar el XX aniversario de la “Humanae Vitae”», L’Osservatore Romano 16 (1988) 251.
240
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual «Gaudium et Spes», 22.
241
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th. III, 48, 2, ad 1; Catecismo de la Iglesia católica, nn.
795, 1119, 1474.
242
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 8, 3.
243
Cfr. Jn 6,68.
153
Capítulo 4
Su resurrección
1. TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN
1. Lo dice la Revelación
Un aspecto esencial del ministerio que Cristo encomendó a los Doce
Apóstoles es el ser testigos de su resurrección. El testimonio
fundamental que los discípulos de Jesús habían de dar acerca de su
Maestro era el de su vida perenne, su definitivo triunfo sobre la muerte
por su resurrección, que implicaba la confesión de su divinidad, y, por
ende, la autenticidad divina de su vida, de su doctrina y de su obra.
Podemos corroborarlo en el libro de las Actas de los Apóstoles, que
acertadamente han sido llamadas «hechos de Jesús resucitado», o en las
cartas apostólicas, o en el mismo Evangelio, con numerosos textos que
señalan precisamente ese carácter de testigos que Jesucristo dio a sus
«enviados», a sus apóstoles.
156
Las Servidoras
244
Cfr. Mt. 28,11–15.
157
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245
Tract. in. Epist. Io. 1,2.
246
Mart. Polyc., VI, 2
158
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247
Cfr. Diccionario de la Real Academia Española (Madrid 21992).
159
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160
Las Servidoras
248
Carta a los efesios, III, 1, 2; Padres Apostólicos, BAC (Madrid 31974) 449.
161
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249
I, 19–24.
163
Carlos Miguel Buela
I
¡Cristo ha resucitado! Es decir, su alma gloriosa volvió a unirse a su
cuerpo, a ese cuerpo que fue clavado y que padeció los dolores de la
cruz, al cual transformó en glorioso e inmortal. Por tanto, la humanidad
santísima de nuestro Señor fue la primera en alcanzar el máximo de ple-
nitud a la que es llamado todo ser humano, sea varón o mujer, constitu-
yéndose Cristo de esta manera en el máximo modelo de la humanidad
redimida, que alcanzará la plenitud en tanto y en cuanto siga la doctri-
na de Jesucristo y los ejemplos de Él.
En el siglo que hace poco ha terminado hemos visto que el hombre
ha sido brutalmente manipulado. Baste pensar en los «lager», en los
«gulag», en los «laogais», en los «bunkers», en las guerras (dos guerras
mundiales), el lavado de cerebros, la manipulación genética humana, la
conculcación de los derechos: a nacer, a vivir, a tener responsablemen-
te hijos, al trabajo, a la paz, a la libertad, a la justicia social, a participar
de las decisiones que hacen al bien común; los genocidios, las discrimi-
naciones, sin contar con las plagas de las adicciones, con el cortejo de
las depresiones y demás alteraciones de la salud psíquica. Como dijo Su
Santidad Juan Pablo II en Puebla: «Quizás una de las más vistosas debi-
lidades de la civilización actual esté en una inadecuada visión del hom-
bre. La nuestra es, sin duda, la época en que más se ha escrito y habla-
do sobre el hombre, la época de los humanismos y del antropocentris-
mo. Sin embargo, paradójicamente, es también la época de las más hon-
das angustias del hombre respecto a su identidad y destino, del rebaja-
miento del hombre a niveles antes insospechados, época de valores
humanos conculcados como jamás lo fueron antes»250.
Por eso, me pareció que podía ser provechoso que reflexionásemos
a la luz de Cristo resucitado sobre la verdad del hombre, es decir, sobre
la verdad de cada uno de nosotros.
250
III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Documento de Puebla
(Buenos Aires 1979) 17.
164
Las Servidoras
II
¿Cuáles son las verdaderas características del ser humano?
En primer lugar, el ser humano, cada uno de nosotros, es uno, con
una unidad actual: en este momento somos conscientes que somos uno,
no somos dos ni tres, ni diez, somos uno. Pero también con una unidad
que se mantiene a través de toda nuestra historia: somos plenamente
conscientes que éramos aquel niño que jugaba detrás de los autitos y los
camioncitos, que jugaba con los soldados y le gustaban los días de llu-
via porque la mamá le contaba cuentos, viendo pasar la gente por la
vereda. Y después, de más grandes, tenemos clara conciencia que
somos el mismo. Somos uno.
Pero además, somos únicos. Cada uno de nosotros, aun en el caso
de los mellizos o el de los gemelos, y aun en el caso de que pueda darse
la clonación humana. La persona humana es única. Habrá un parecido,
una gran semejanza, pero hay todo un mundo que es nuestro mundo
interior que es único.
Pero también somos irrepetibles. Así como no hay dos impresiones
digitales iguales, así tampoco hay dos seres iguales. En una misma fami-
lia con un mismo padre y una misma madre, y con una misma educa-
ción, sin embargo, ¡qué distintos que son los hijos! Uno es más vivo, otro
es más lerdo. Uno es más divagante, el otro más tímido; uno vago, el
otro trabajador. Unos tienen unas habilidades, otros tienen otras.
Pero, además, no solamente somos uno, únicos, irrepetibles, sino
que cada uno de nosotros ha sido eternamente ideado, eternamente
pensado por Dios, desde antes que existiésemos sobre la tierra, desde
antes que existiesen nuestros padres, desde antes que existiese el
mundo. Desde toda la eternidad, desde que Dios es Dios, hemos sido
pensados por la mente divina. Así como un artista piensa primero en el
dibujo que después quiere plasmar en la tela. Se piensa primero y luego
se realiza lo pensado. Así ha hecho Dios. ¡Eternamente pensados!
Y eternamente elegidos: «Éste sí, que exista, en tal época, tales
características».
Y, por tanto, eternamente amados. Cada hombre, varón y mujer.
Todos los hombres, todo varón, toda mujer, ¡eternamente amados
por Dios!
165
Carlos Miguel Buela
III
251
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual «Gaudium et Spes», 11.
252
Ibidem, 12.
253
Ibidem, 12.
166
Las Servidoras
254
Ibidem, 14.
255
Ibidem, 15.
256
Ibidem, 16.
257
Ibidem, 17.
167
Carlos Miguel Buela
258
Ibidem, 17.
259
Ibidem, 17.
260
Ibidem, 18.
261
Ibidem, 19.
262
Ibidem, 21.
168
Las Servidoras
IV
¿Cuál es la razón de la paradoja de que, aun cuando en este
tiempo tanto se habla del hombre, sin embargo, tanto se ha
atacado al hombre hoy día?
«¿Cómo se explica esta paradoja? –seguía diciendo el Papa en
Puebla– Podemos decir que es la paradoja del humanismo ateo. Es el
drama del hombre amputado de una dimensión esencial de su ser –el
Absoluto– y puesto así frente a la peor reducción de su ser».
En efecto, baste recordar a los ideólogos de turno, cómo reducen la
dimensión del ser del hombre. Así, por ejemplo, se dijo: «el hombre es
un trabajador» (Karl Marx); «el hombre es una pasión inútil» (Jean Paul
Sartre); «es un ser movido por la libido» (Sigmund Freud); «es un for-
jador de símbolos» (Paul Ricoeur); «es un creador de utopías» (Ernst
Bloch); «es lo que come» (Feuerbach); «es un haz de cargas electro-
magnéticas» (Bertrand Russel); «es un ser para la muerte» (Heidegger);
«es lo que juega» (Huizinga); «es lo que ve», como pasa hoy día con la
televisión, el «homo videns», esclavo de la teletonta (Giovanni Sartori);
«es un ser cultural»... Todas son definiciones parciales que amputan
gran parte del ser del hombre y que terminan produciendo los grandes
263
Ibidem, 22.
169
Carlos Miguel Buela
V
Por eso, queridos hermanos y hermanas, en esta sublime noche de
Pascua recordemos que:
¡No somos sólo materia, que termina definitivamente en la tumba!
¡No somos sólo una máquina de trabajo, que sólo sirve para produ-
cir cosas y ganar dinero!
¡No somos sólo un ser para consumir bienes materiales!
¡No somos sólo seres que sólo hacen lo que les gusta, lo que les da
la gana!
¡No somos sólo seres que son juguetes de un destino inexorable!
¡No somos robots, somos libres, con la libertad que nos ganó Cristo!
¡Tenemos un alma espiritual e inmortal!
¡Somos capaces de entender y tenemos una voluntad libre capaz de
amar y de elegir!
¡Estamos llamados a la vida eterna!
¡Nuestra vida no termina aquí! ¡Hay horizontes más amplios!
Nos lo recuerda la Resurrección del Señor y la Doncella de Nazareth
que también resucitó. Cristo resucitado es el baluarte inexpugnable, a
través de los siglos, para la defensa del hombre, de todo hombre y de
todos los hombres.
Ésta es la visión colosal del hombre y la mujer que tiene la Iglesia, y
que ha mantenido a través de 2000 años de historia, luchando y defen-
diendo al varón y a la mujer por haber sido creados a imagen y seme-
janza de Dios.
170
Las Servidoras
3. ¿AGOBIADO O RESUCITADO?
1. El hombre agobiado
Vivimos en una época en que el hombre, más que nunca, se siente
profundamente agobiado.
Agobiado es un adjetivo que indica, según el diccionario de la Real
Academia264, al que está «cargado de espaldas o inclinado hacia delan-
te». «Agobiar», es voz derivada del latín «gibbus=giba», o sea, joroba
(del árabe «huduba»; de allí el fig. fastidiar, molestar) según su significa-
do etimológico, no es otra cosa que «inclinar o encorvar la parte supe-
rior del cuerpo hacia la tierra» o en su segunda acepción: «hacer un peso
o carga que doble o incline el cuerpo sobre el que descansa». De ahí
que, figuradamente, agobiado es el hombre que lleva un peso grande
que lo abate, lo deprime, le hace bajar los brazos, lo deja cansado, sin
ilusiones, sin ganas de luchar. Es un hombre sin «burbujas», apesadum-
brado.
¿Qué cosas agobian a nuestros contemporáneos?
264
Cfr. Diccionario de la Real Academia Española (Madrid 211992).
171
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172
Las Servidoras
173
Carlos Miguel Buela
b. Ante el agobio del miedo, los mismos ángeles que fueron los pri-
meros en anunciar la resurrección del Señor, hoy nos dicen a nosotros
lo que avisaron a las santas mujeres: No temáis. Yo sé que vosotras bus-
cáis a Jesús el crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo
174
Las Servidoras
había dicho (Mt 28,5). Pero no son sólo los ángeles quienes nos animan,
sino que el mismo Señor, que en el camino se apareció a estas mujeres
llenas de temor, hoy, como en aquella madrugada de la resurrección,
nos da fuerza, nos robustece, con las alentadoras palabras que nos
deben marcar definitivamente en nuestras vidas: Soy yo, no temáis (Mt
28,9). Constantemente Cristo nos dice: No temáis. Lo dijo a través del
ángel a María, a José, a los apóstoles en la tempestad, luego de la resu-
rrección, a San Pablo prisionero, cuando se encontraba lleno de temo-
res por los peligros que le acechaban en Corinto: No temas. Sigue pre-
dicando y no te calles. Yo estoy contigo. Nadie pondrá la mano sobre ti
para dañarte, porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso que me
está reservado (He 18,9–10). En definitiva, toda la fortaleza que nos da
el Señor se reduce a esta realidad: No temáis a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar al alma (Mt 10,28).
265
Cfr. PABLO VI, Credo del Pueblo de Dios, BAC (Madrid 1968) 11–34.
175
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176
Las Servidoras
266
CONCILIO DE TRENTO, Catecismo Romano, I, VI, 15.
177
Carlos Miguel Buela
Conclusión
Hemos visto cómo de la resurrección del Señor han llegado a la
humanidad los bienes más grandes. Por eso, todo hombre agobiado, en
definitiva, tiene que hacer suya la oración de los discípulos de Emaús,
cuando le rogaron sin aún reconocerle: Quédate con nosotros, porque
ya es tarde y el día se acaba.
Debemos resucitar con Cristo: ¡Ser hombres nuevos! No hombres
agobiados, sino hombres espirituales. No apesadumbrados, sino con
alegría de vivir. No abatidos, sino con ansias de hacer el bien al prójimo.
No con los brazos caídos, sino con gran capacidad de lucha frente al
mal. Sólo empeñados en el bien, en favor de la vida, de la libertad, de
la justicia, del amor y de la paz.
No olvidemos nunca que Cristo resucitado nos sigue diciendo: Venid
a mí, todos los que estáis afligidos y agobiados, que yo os aliviaré.
Cargad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente
y humilde de corazón; y encontraréis alivio. Porque mi yugo es suave y
mi carga liviana (Mt 11,28–30).
María nos lo recuerde siempre.
178
Tercera Parte
Los santos
Capítulo 1
La Santísima Virgen María
267
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 495.
268
Cfr. DH 251.
269
SAN AGUSTÍN, Sobre la predestinación de los elegidos, 15,31; cit. en Liturgia de las
Horas, III, 488.
182
Las Servidoras
qué sentido tiene la pobreza, qué sentido tiene la obediencia, qué senti-
do tienen los sacramentos? Si el que uno ve en la cruz no tiene una natu-
raleza humana unida hipostáticamente a una persona divina, nadie
pagó por nuestros pecados, porque sería un puro hombre, y así ni el
bautismo lavaría los pecados, ni tampoco la confesión; y la Eucaristía no
sería el Cuerpo y Sangre del Señor, junto con su alma y su divinidad.
Caerían todos los sacramentos, caería la Iglesia. Por eso así estamos;
por eso hay tantos sacerdotes que se dedicaron a las cuestiones tempo-
rales y algunos pareciera que han dejado de creer en las verdades eter-
nas. Es necesario profundizar siempre en esas verdades de fe, porque
son esas verdades de fe las que son capaces de mover nuestro corazón
a imitarlo al Señor. Y saber de manera tal de ser capaz de responder
cuando les sale alguien con alguna cosa así. Porque como decía Juan
Pablo I: «Hoy de la fe sólo se tiene lo que se defiende»270. Si hay algo de
la fe que no somos capaces de defender es porque no tenemos fe, por-
que no tenemos fe como la que tendríamos que tener. Por eso pidámos-
le en esta noche a la Santísima Virgen, a la que le vamos a cantar den-
tro de unos minutos, la gracia de defender con la mayor fuerza posible
la verdad del Verbo que se hizo carne.
270
ALBINO LUCIANI, Ilustrísimos Señores (Madrid 1978) 93.
271
Constituciones, 3.
183
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272
Sigo sustancialmente al P. ALBERTO GARCÍA VIEYRA, O.P., La devoción a la Santísima
Virgen María, Ediciones Santo Domingo (Argentina 1967) 107–128.
184
Las Servidoras
hay en él: «¡Ya no habrá dilación! Sino que en los días en que se oiga la
voz del séptimo ángel, cuando se ponga a tocar la trompeta, se habrá
consumado el Misterio de Dios, según lo había anunciado como buena
nueva a sus siervos los profetas» (vv. 5–7). Es decir, no habrá más dila-
ción de las promesas divinas sobre la salvación, que están cumpliéndo-
se. Este pasaje nos indica claramente que nos hallamos en el punto deci-
sivo de la acción de Dios en el mundo: La Encarnación del Verbo, en la
plenitud de los tiempos. Es la Encarnación la que da cumplimiento a las
promesas tantas veces repetidas por los profetas273.
Justo en ese momento: Estando ya Isabel en su sexto mes, el ángel
Gabriel fue enviado por Dios, a una ciudad de Galilea, llamada
Nazareth, a una virgen desposada con cierto varón de la casa de David
llamado José; y el nombre de la virgen era María (Lc 1,26–27).
«El motivo principal de esta embajada –dice Santo Tomás–, fue pe-
dir el consentimiento de la Virgen, en lugar de todo el género huma-
no»274, en lugar de todos y cada uno de nosotros. Pero, en rigor, los moti-
vos de la misión angélica fueron tres:
1. Llamar la atención de la Virgen sobre su dignidad, y el papel que
le correspondía en la redención futura.
2. Anunciar la concepción virginal.
3. Pedirle su consentimiento como representante del género hu-
mano275.
Tratamos de estos tres objetivos de la misión angélica; los dos pri-
meros se ordenan al tercero, que es el motivo por excelencia. Pasemos
a cada uno de estos tres puntos del sermón.
273
Cfr. NÁCAR–COLUNGA, Sagrada Biblia, BAC (Madrid 1965) nota Ap 10,7.
274
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 30, 1.
275
Ibidem, III, 30, 1–4.
185
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Las Servidoras
2. Anunciar la Concepción
En segundo lugar, dice Santo Tomás, el ángel se proponía instruir a la
Virgen acerca del misterio de la encarnación, que en ella debía cumplirse.
276
Cuya traducción es: doncella núbil, virgen.
187
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277
Cfr. Jn 8,53.
189
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sabe; sin embargo, agrega lo fundamental, que era un tesoro en las tra-
diciones de Israel: suscitará un descendiente tuyo, que saldrá de tu fami-
lia, y yo lo consolidaré en su reino, y daré estabilidad a su trono para
siempre: Yo estableceré su trono para siempre (v. 13).
María entendió perfectamente que su hijo era Dios. No oscuramen-
te y como algo implícito en la revelación del Mesías; sino como algo
claro y explícito. El ángel Gabriel le había aplicado las profecías de la
Virgen–madre. Aun para el judío menos capaz el parto de la
Virgen–madre significaba la presencia de Dios en medio del pueblo. Los
judíos esperaban a Dios como Mesías, como salvador del pueblo.
Emmanuel significa Dios con nosotros. Jesús es rechazado como Mesías,
porque no es reconocido como Dios. El título de Mesías es divino; el
reino mesiánico es reino de Dios. Así lo entendían los contemporáneos
de María, y así lo entendía ella misma. Por eso, al decirle el ángel ...con-
cebirás en tu seno y darás a luz un hijo..., y sobre todo al aplicarle las
profecías, María tuvo que entender que en alguna forma Dios se haría
hombre en su seno, para encabezar la raza humana redimida del peca-
do y conducirla hacia el Padre: Hizo en mí grandes cosas el que es
Todopoderoso..., dijo después en el Magnificat.
Por otra parte, Isabel entiende, el día de la Visitación, que la madre
de Dios llega hasta su casa: La madre de mi Señor, dice el texto (Lc
1,43). Señor, Kyrios, es apelativo divino. Los reyes magos por su parte
(Mt 2,3), vienen del Oriente a Jerusalén para adorar al rey de los judíos.
Si se trasladan para adorarle, es porque piensan que es Dios; no con un
conocimiento confuso o hipotético, sino que estaban firmemente per-
suadidos de ello.
Por último ya no queda más que aclarar sino el modo sobrenatural
de la concepción: Y ¿cómo se hará esto –pregunta– pues yo no conoz-
co varón? La respuesta del ángel llega enseguida: El Espíritu Santo des-
cenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por
cuya causa lo santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios.
190
Las Servidoras
278
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 30, 4.
279
Ibidem, III, 30, 1.
280
LEÓN XIII, Carta encíclica «Octobri Mense» 5; Colección de Encíclicas Pontificias,
Editorial Guadalupe (Buenos Aires 1963) 448.
191
Carlos Miguel Buela
281
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 30, 1.
282
Pío XII, Carta encíclica «Mystici Corporis» 91; Colección de Encíclicas Pontificias,
Editorial Guadalupe (Buenos Aires 1963) 1622.
192
Las Servidoras
283
Sigo, casi textualmente, al P. ALBERTO GARCÍA VIEYRA, O.P., La devoción a la
Santísima Virgen María, Ediciones Santo Domingo (Argentina 1967) 128–135.
284
Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 1, 3–4.
193
Carlos Miguel Buela
285
DH 1559ss.
286
Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 30, 1.
194
Las Servidoras
b. La fe de la Virgen en el Mesías
La Virgen creía ya en el Mesías; creía firmemente en el libertador de
la Humanidad; pero debía creer que el Mesías, el Hijo de Dios Redentor,
195
Carlos Miguel Buela
iba a ser aquel hijo suyo del que le hablaba el ángel. Sobre esto la Virgen
debía ser instruida por el mensajero divino, hasta volver explícita en
María la fe en la Encarnación, y obtener su consentimiento a los planes
del Señor287.
El ángel no vino solamente, como se dice, para obtener el consenti-
miento de la Virgen, sino por el motivo más importante de la fe en el
Redentor; y no sólo en la persona del Hijo sino fe en la Encarnación. El
anuncio del ángel daba a la Virgen la «fórmula» de la Encarnación: He
aquí que concebirás en tu seno y darás a luz un hijo (Lc 1,31).
Si quedara alguna duda, podemos corroborarlo con las palabras de
San Agustín que el Angélico pone en el mismo contexto: «Más feliz es
María recibiendo la fe de Cristo que concibiendo la carne de Cristo»288.
Además, en el Comentario a las Sentencias, propone la objeción que la
Anunciación era innecesaria porque la Virgen ya tenía la fe, y responde:
«No estaba determinado que cayera bajo la fe el tiempo de la
Encarnación ni a través de qué virgen debía cumplirse. Por eso tenía que
ser instruida sobre el particular por la anunciación. En efecto, que habría
de haber una Encarnación –cosa que caía bajo la fe de los antiguos–, lo
aceptaba firmísimamente con su fe (firmissimum fide tenebat)»289.
En ambos textos se pone de relieve la importancia de la fe explícita
en la Encarnación. María tenía, en grado excelente, la fe veterotesta-
mentaria, y no podía tener otra. ¿Cuáles son los límites extremos de esta
fe? Sabiendo esto podremos reconocer qué agrega la fe del Nuevo
Testamento, y apreciar el motivo de la embajada angélica.
287
Cfr. Ibidem, III, 30, 1 ad 2.
288
Ibidem, III, 30, 1c: «Beatior est Maria percipiendo fidem Christi, quam concipiendo
carnem Christi».
289
SANTO TOMÁS DE AQUINO, In III Sent., 3, 3, 1, 1 ad 1.
196
Las Servidoras
290
Cfr. 7,14.
291
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 30, 1, ad 2: «cum esset humilis, non tam alta
de se sapiebat».
197
Carlos Miguel Buela
Las demás razones del cuerpo del artículo que comentamos vienen
a corroborar aquel motivo principal. La segunda dice: «La fe para ser
testigo de este sacramento»292. La tercera: «La oblación de sí misma en
la fe»293. La última: «La unión íntima consumada por la fe perfecta, en
que la fe de la Virgen vale ante Dios por toda la naturaleza humana, y
sella el matrimonio espiritual»294.
292
Ibidem, «ut posset esse certior testis hujus sacramenti».
293
Ibidem, «ut voluntaria sui obsequii munera Deo offerret».
294
Ibidem, «ut ostenderetur esse quoddam spirituale matrimonium inter Filium Dei et
humanam naturam».
198
Las Servidoras
e. Fe y conversión
Dice Santo Tomás: «La primera conversión a Dios se hace por la
fe» . La fe es el inicio del movimiento de la justificación. La Virgen ya
295
creía en el Dios de Israel. Pero las palabras del ángel suscitan en Ella un
nuevo movimiento: la fe en el Verbo encarnado, su Hijo. Así la sor-
prendemos al iniciar un nuevo camino más perfecto de justicia que el de
su padre Abrahám. Tal es la fe de María, que será después la fe de la
Iglesia.
Quien se acerca a Dios tiene que creer (Heb 11,6). El apartarnos del
pecado y volvernos hacia Dios es por la fe. Santo Tomás explica que la
fe es luz para la inteligencia296. En esa luz vemos la voluntad de Dios,
misericordiosamente manifestada para salvarnos. La fe es un saber de
la voluntad de Dios, consentimiento y encuentro con la misma. La fe
lleva por eso la prenda de bendición. Por la fe de Abrahám serán ben-
ditas en él todas las naciones de la tierra (Gn 18,18). En la fe de María
son benditas todas las naciones de la tierra. Su fe no trae la promesa
sino lo Prometido, la Bendición, el Bendito que viene en el nombre del
Señor (Mt 21,10).
Ya no vale la fe en las promesas. Porque las promesas ya son reali-
dad en Cristo, que es el Amén de Dios Padre. Era la fe de los patriarcas
y de los Profetas; la fe de sus padres, Joaquín y Ana, y la fe que la llevó
al Templo para consagrarse al Señor.
295
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., I–II, 113, 4: «prima autem conversio in Deum fit
per fidem».
296
In Ep. ad Hebr., l. 2, n° 575 Mar.
199
Carlos Miguel Buela
297
Cfr. Ro 3,22.
298
Cfr. Ga 3,25.
299
In Evang. Lucae, b 22, 74.
200
Las Servidoras
3. La Fe en la Trinidad
La fe en la Encarnación debe ir precedida por la fe en la Trinidad.
En el Antiguo Testamento el misterio de la Trinidad permanecía un
poco en la penumbra, sin ser objeto, dentro de lo que podemos enten-
der, de una revelación explícita. A ese respecto dice el P. Ceuppens:
«Nosotros opinamos que el dogma de la Santísima Trinidad no fue reve-
lado abiertamente en el Antiguo Testamento»300.
La Trinidad de personas dentro de la más absoluta unidad de na-
turaleza apenas se dibuja en las páginas de la antigua Ley; alusiones e
insinuaciones son lo suficientemente oscuras y medidas como para no
romper el monoteísmo del pueblo hebreo, y lo suficientemente claras
como para exigir la fe de los mayores (profetas y doctores), y preparar
los caminos a la fe plena de la futura edad mesiánica.
La Santísima Virgen ocupaba entre aquellos mayores un lugar ex-
cepcional. Sin posibilidad de ignorancia, perfecta en sus dotes naturales,
ciencia infusa y adquirida de las Escrituras, iluminada por su pureza in-
maculada, la Virgen debía penetrar como ninguno y adorar profunda-
mente el misterio de Dios, trino y uno.
En su diálogo con el ángel, María expresa su fe en la Trinidad.
Gabriel es el mensajero de Dios. María cree en el Padre, en la mise-
ricordiosa paternidad de Dios; cree en el Hijo de Dios que iba a ser el
Hijo suyo; cree en el Espíritu Santo, nombrado expresamente por el
ángel: Descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su som-
bra (v. 35). Sin duda, está lo suficientemente expresado el misterio trini-
tario como para terminar el acto de fe de la Inmaculada.
No puede tenerse fe explícita en la Encarnación, dice Santo Tomás,
sin fe en la Trinidad: «Sin la fe en la Trinidad el misterio de la
Encarnación no puede creerse explícitamente»301. Ambos misterios se
complementan y son necesarios de creer explícitamente y en concreto.
La Virgen ya sabía que la venida del Ungido sería la obra de la
Trinidad; ahora el ángel concreta para la Virgen el objeto de la fe en
Jesucristo su Hijo, el Ungido del Padre, por obra de la misma Trinidad.
300
Cfr. Theologia Biblica, vol. II, De Sma. Trinitate, 53: «Opinamur ergo quod dogma
SS Trinitatis in A. T. aperte revelatum non fuit».
301
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II–II, 2, 8: «Mysterium incarnationis Christi explici-
te credi non potest sine fide Trinitatis».
201
Carlos Miguel Buela
1. Referencias
Quiero referirme a ese aspecto de la Virgen de Luján que puede verse
en uno de los adornos que la acompañan, como es el caso de la rayera,
que la hizo colocar para que se distinguiese de otras advocaciones
202
Las Servidoras
argentinas el padre Jorge María Salvaire, a fin del siglo XIX. ¿Por qué?
Porque la Imagen de Luján es una Inmaculada, es la Limpia y Pura
Concepción de la Santísima Virgen.
Y la rayera recuerda a esa mujer del Apocalipsis a la cual, en forma
clarísima, en la primera lectura hemos escuchado, la Mujer revestida de
sol. María es la mujer revestida de sol. ¡María de Luján es la mujer reves-
tida de sol!
Y además este es el texto que ha querido elegir el Papa Juan Pablo
II para ser leído como primera lectura de la Misa solemne de beatifica-
ción de Francisco y Jacinta en Fátima, realizada poco tiempo atrás. En
el mismo sermón, el Papa dio algunas indicaciones sobre la Virgen de
Fátima como esa mujer revestida de luz.
2. El vestido de sol
El texto del Apocalipsis, riquísimo en contenido, señala el tiempo
maravilloso de la expectativa y de la esperanza, porque esa Mujer reves-
tida de luz es la que da a luz un Hijo. Y ocurre allí una suerte de encuen-
tro cósmico entre personajes que superan el simple nivel humano. Ellos
son: la Mujer, excepcional, revestida de sol; el Hijo que da a luz la Mujer
revestida de sol; y el dragón, que representa a la serpiente infernal.
Este pasaje del Apocalipsis hace referencia, según los mejores exége-
tas, a varios textos de la Sagrada Escritura:
– al Protoevangelio del Génesis. Allí ya se habla de la mujer: Pondré
enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo (3,15);
– a la «Virgen Madre», según la profecía del Mesías de Isaías (7,14).
– a la Nueva Jerusalén, madre del pueblo mesiánico de Isaías (66,7).
– a la visión del dragón del profeta Daniel (7,7).
Por eso es que para descifrar lo que significa esa Mujer revestida de
sol son de mucha ayuda los elementos descriptivos, que hacen ver que
esa Mujer también representa a la Hija de Sión, al pueblo Santo de los
tiempos mesiánicos, a la Iglesia perseguida.
«Vestida de sol», porque es una figura celestial. La Sión escatológica
no brilla con luz propia, sino con la gloria de Dios. Es la Mujer toda luz:
no hay en ella mancha, no hay en ella oscuridad. ¡Es la Inmaculada!
203
Carlos Miguel Buela
«Con la luna bajo sus pies», es decir, toda la historia humana, todos
los siglos lunares le están sometidos. También la historia del siglo XX, y
también la historia del siglo XXI y de los siglos que vayan a venir.
«Sobre su cabeza (de la mujer revestida de sol) una corona de doce
estrellas». Esa mujer es imagen del Antiguo y del Nuevo Testamento. Por
tanto, sobre la cabeza coronada están representadas por las estrellas las
12 tribus de Israel y los 12 apóstoles; de manera que las estrellas hacen
referencia también a las comunidades cristianas porque el número 12
reclama tanto a las 12 tribus de Israel como al grupo de los Doce
Apóstoles, columnas de la Iglesia, y fundamento de la misma.
De la combinación de los datos que nos da el libro del Apocalipsis
obtenemos que la mujer representa a la Iglesia, la comunidad cristiana:
es Ella y sólo Ella la que puede engendrar al Hijo y a los otros hijos,
nosotros302.
Pero lo que se dice de la Iglesia se puede aplicar, y se debe aplicar a
la Santísima Virgen y viceversa: lo que se dice de la Virgen se puede y
se debe aplicar a la Iglesia, como sugería un santo abad del siglo XII:
«María y la Iglesia son una madre y más madres... En las Escrituras divi-
namente inspiradas, lo que se dice de modo universal de la virgen
Madre Iglesia, se lo entiende de modo singular de la Virgen Madre
María, y lo que se dice de modo especial, singular, de María se lo entien-
de en sentido general de la virgen Madre Iglesia...»303.
Y es llamativo, pero... ¡estamos viviendo tiempos curiosos! La Virgen
en Fátima a los tres pastorcitos, en las distintas visiones, de manera
especial el primer día, el 13 de mayo de 1917, se les aparece como
Mujer revestida de sol. Dice Sor Lucía (a la que tuve el gusto de saludar
personalmente, por gracia de Dios):
«Estando jugando con Jacinta y Francisco encima de la pendiente de
Cova de Iría, haciendo una pared alrededor de una mata, vimos, de
repente, como un relámpago.
– Es mejor irnos ahora para casa –dije a mis primos–, hay relámpa-
gos, puede venir tormenta.
– Pues sí.
302
Cfr. Ap 12,17.
303
Sermón 51: PL 194,1862–1863,1865; cit. en Liturgia de las Horas I, 119.
204
Las Servidoras
304
Memorias de la Hermana Lucía, I, Compilación del P. LUIS KONDOR, S.V.D. e
Introducción y notas del P. DR. JOAQUÍN M. ALONSO C.M.F., Secretariado dos Pastorinhos,
P–2496 Fátima Codex, (Portugal 51999) 161ss.
205
Carlos Miguel Buela
305
Ibidem.
306
JUAN PABLO II, «Homilía durante la Misa celebrada en la parroquia de
Castelgandolfo», L’Osservatore Romano 35 (1984) 522.
206
Las Servidoras
307
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el
mundo actual «Gaudium et Spes», 24.
207
Carlos Miguel Buela
308
Cfr. PÍO XII, Sacra Virginitas, passim.
208
Las Servidoras
Por otra parte, los santos y doctores de la Iglesia de todos los tiem-
pos enseñan que la virginidad no es virtud cristiana sino cuando se guar-
da por amor al Reino de los Cielos309, es decir, cuando abrazamos este
estado de vida para poder más fácilmente entregarnos a las cosas divi-
nas, alcanzar con mayor seguridad la eterna bienaventuranza y, final-
mente, dedicarnos con más libertad a la hora de conducir a otros al
Reino de los Cielos.
Es por eso que el Apóstol San Pablo, inspirado por el Espíritu Santo,
advierte: El que no tiene mujer, anda solícito en las cosas del Señor, y
en qué ha de agradar a Dios... Y la mujer no casada y la virgen piensan
en las cosas del Señor para ser santas en cuerpo y alma (1Cor 7,32–34).
Este es por lo tanto el fin primordial y la razón principal de la virgini-
dad cristiana. El tender únicamente hacia las cosas divinas, empleando
en ellas alma y corazón, y querer agradar a Dios en todas las cosas, pen-
sar sólo en Él, consagrarle totalmente cuerpo y alma. Y eso lo entendió
siempre así la Iglesia. Basta citar como ejemplo a San Agustín, obispo de
Hipona: «no es que se honre a la virginidad por ella misma, sino por
estar consagrada a Dios, y no alabamos a las vírgenes porque lo son,
sino por ser vírgenes consagradas a Dios por medio de una piadosa con-
tinencia»310.
Por eso es que, en la actualidad, todo el ataque despiadado que se
hace a la virginidad se lo hace no solamente por la virginidad misma,
sino porque la virginidad es una consagración a Dios. Basta ver el ata-
que a la virginidad que vemos en estos tiempos en la televisión, donde
no hay programa ni hay telenovela donde no aparezca una que es
«monja» de día, pero que a la noche es vedette; o ponen una cárcel en
el subsuelo donde las castigan; o se presenta a una «monja» que anda
de novia con el que era su novio, o con el que salió con ella, y que no
salió, y que resulta que después es primo del hermano, de la tía, del
sobrino, de la abuela... sobre todo si es del teleteatro argentino. He teni-
do oportunidad de decir alguna vez que el teleteatro argentino todo lo
alarga: como el conocido caso de aquel embarazo que duró dos años,
el parto un mes, y el bebé resultó prematuro...
309
Cfr. Mt 19,12.
310
SAN AGUSTÍN, De sancta virginitate, 22; PL XL, 407.
209
Carlos Miguel Buela
Hay que saber que la lucha actual y desde siempre contra la virgini-
dad no deja de ser una cosa satánica, porque es la repetición del «non
serviam», del «no obedeceré». De algún modo es no considerar a Dios
como «El que es», el Todopoderoso, el Ser Supremo, porque Él es el
Señor de la vida y de la muerte.
Y por eso es importante comprender lo que es la virginidad: la virgi-
nidad no es negarse a todo esposo, sino negarse a todo esposo huma-
no, para tener un Esposo Divino. Como decía San Ambrosio, en una
concisa frase: «Virgen es la que se desposa con Cristo»311. Por este moti-
vo el objeto principal de estas mujeres vestidas de sol por participación
es agradar siempre al Divino Esposo.
Es lo que pedimos en esta Misa, por estas Hermanas que hoy reci-
ben su santo hábito, por todas las Hermanas del Instituto, y también por
todas aquellas mujeres, miles y miles, que han sabido envejecer en su
virginidad, que han sido gloria y corona de la Iglesia.
Se lo pedimos a la Virgen: ¡La Mujer vestida de sol!
311
SAN AMBROSIO, De virginibus, I, 8; n. 52; PL XVI, 202.
210
Capítulo 2
Los Apóstoles del Señor
312
Cfr. EMILIO SAURÁS, El Cuerpo místico de Cristo, BAC (Madrid 1952) 125ss.
Carlos Miguel Buela
212
Las Servidoras
213
Carlos Miguel Buela
313
MARÍN–SOLÁ, O.P., La evolución homogénea del dogma católico, BAC (Madrid
1952) 173.
314
Cfr. MARÍN–SOLÁ, O.P., La evolución homogénea del dogma católico, BAC (Madrid
1952).
214
Las Servidoras
1. Existencia
El apostolado como el sacerdocio es un poder. El sacerdote sacrifi-
ca; el apóstol testifica y predica.
La elección conlleva la colación de este poder específico, –como
fundamento y base del edificio de la Iglesia–.
Y con ese poder se confirió una gracia particular a fin de ejercer
debidamente las funciones que con él debían ejercerse. El apostola-
do no es sólo un poder; es también una gracia.
San Pablo enseña que por ser Apóstol posee las primicias del Espíritu
Santo (Ro 8,23). De modo que el apostolado no solamente es gracia; es
gracia primicial; gracia más perfecta.
Enseña Santo Tomás que Dios cuando elige a alguien para desem-
peñar una función, le da las gracias que necesita para hacerlo digna-
mente315.
315
Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 7, 1–9; III, 27, 5, ad 1; III, 7, 10, ad 10;
Suppl. 35,1.
215
Carlos Miguel Buela
2. Naturaleza
Esa gracia no es «gratis data», sino «gratum faciens» –hace grato al
que la posee–. Es la gracia santificante y los Apóstoles se santificaron
con ella.
Ello fue así porque el apostolado implica una unión especial con
Cristo y una misión especial en orden a la santificación de los
demás.
Por razón de la singular unión con Cristo, poseyeron más gracia
que los demás, y sobre todo más caridad, lo que quiere decir más san-
tidad. Es la unión del fundamento con la piedra angular. La unión con
Dios implica la gracia santificante.
Por razón de la misión especial, poseen un apostolado
fundamental, básico, sobre el que se levanta un edificio santo, que es
apostólico, santificado y santificante.
Por razón de ser primicias tienen la principalidad de la gracia san-
tificante.
3. Algunas características
Es gracia santificante.
Es cristiana. Cristo los eligió, los envió, los llamó amigos... lo que
sigue de las primicias somos nosotros.
Es extrasacramental. Porque, por el poder de excelencia que
Cristo tiene, puede comunicar la gracia sacramental sin sacramen-
tos316.
Es específicamente diversa de la nuestra.
Es plena. «No es de esperar un estado en que la gracia del Espíritu
Santo sea poseída con más perfección que hasta aquí, sobre todo por
los apóstoles, que recibieron las primicias del Espíritu (Ro 8,23), esto es,
primero que los otros y con más abundancia que ellos»317.
316
Ibidem, III, 64, 3; III, 72, 2, ad 1.
317
Ibidem, I-II, 106, 4.
216
Las Servidoras
1. En la base de la cúpula:
Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y a ti te daré las
llaves del reino de los cielos.
Lo cual habla de la preeminencia de Pedro sobre los demás
Apóstoles, como se ve en los Santos Evangelios, donde la figura de
Pedro tiene especial relieve, por ejemplo:
El nombre de Pedro aparece 114 veces en los Evangelios, mientras
que el que le sigue más cerca, Juan, sólo 38 veces;
318
SANTO TOMÁS DE AQUINO, De veritate, 24, 9, ad 2.
319
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Comentario a los Gálatas, 2,1.
217
Carlos Miguel Buela
218
Las Servidoras
sus hombros, de allí lo que dice el profeta Isaías: sobre sus hombros un
imperio (9,6). Del Reino de los cielos, expresa que no era una mera
sociedad humana.
c. La metáfora de atar y desatar: es el poder transmitido de decla-
rar prohibido o permitido algo. Excomulgar o levantar la excomunión.
Expresa una totalidad de contrarios, o sea, todo poder en orden a la
enseñanza de la fe y de la moral. Por último, ratifica Jesús en el cielo lo
que Pedro haga en la tierra.
320
CARDENAL ALFREDO OTTAVIANI, El Baluarte, Ediciones Cruzado Español (Barcelona
1962) 109.
321
Tratado del Cisma Moderno, cap. 5, 2ª parte; Biografías y escritos, BAC (Madrid
1956) 447.
219
Carlos Miguel Buela
2. En el crucero derecho:
¡Oh Pedro que dijiste!: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Y le dijo
Jesús: Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo
ha revelado ni la carne ni la sangre.
¿Cuál es ese fundamento? Jesucristo, es la piedra viva (1Pe 2,4), es
la piedra angular, la roca... era Cristo (1Cor 10,4), que se hizo hombre
para fortalecernos hasta el fin (1Cor 1,8), para confirmar las promesas...
(Ro 15,8).
La Iglesia Católica: La Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento
de la verdad (1Tim 3,15), que por medio de los apóstoles a través de la
predicación consolida las Iglesias particulares (He 15,41), fortaleciendo
a todos los discípulos (He 18,23), recordándonos siempre las mismas
cosas porque a vosotros os da seguridad (Flp 3,1).
Y, ¿cómo los cristianos tienen certeza en las verdades de fe? Por la
Palabra de Dios: la palabra... obtuvo firmeza (Heb 2,2) y se nos ha dado
para que conozcamos la firmeza de las enseñanzas que hemos recibido
(Lc 1,4).
Por la fe: la firmeza de nuestra fe (Col 2,5), permaneced sólidamen-
te en la fe, firmes e inconmovibles (Col 1,23), estéis firmes en la verdad
que poseéis (2Pe 1,12).
Por la esperanza: es firme nuestra esperanza (2Cor 1,7).
Por la caridad: por la que se permanece firme en su corazón (1Cor
7,37), fortaleciendo el corazón con la gracia (Heb 13,9).
Pero, eso solo no basta.
Porque, como dice San Juan de Ávila, «quienes no reconocen que
un hombre sea vicario de Cristo en la tierra, si tienen una fe (incluso
322
Ejercicios Espirituales [365].
220
Las Servidoras
confiesan a Cristo) verán que cada uno tiene la suya y tienen tantas fes
cuantas cabezas».
Un dios hizo Arrio, –puso distinción en la esencia–; un dios contrario
hizo Sabelio –puso confusión en las personas–; el Cristo de Eutiques es
contrario al de Nestorio. Jim Jones les hace tomar un «cóctel»; el pastor
protestante Leary propicia el uso sacramental del LSD; los mormones
dicen que es el «Hermano Mayor»; los testigos de Jehová «dios, pero no
Dios». Los progresistas dicen que hay que cambiar todo, los integristas
que no hay que cambiar nada.
No basta para tener certeza y firmeza creer en Jesucristo... «sino que
ha de haber un hombre que sea cabeza y guía, a quien debemos seguir
si queremos pertenecer a la Iglesia de Jesucristo».
323
SAN LEÓN MAGNO, Sermón 3,2.
324
SAN LEÓN MAGNO, Homilía en la fiesta de San Pedro (83) 1.
221
Carlos Miguel Buela
3. En el crucero izquierdo:
Dícele Jesús por tercera vez: Pedro ¿me amas? A lo cual tú, el tres
veces elegido, respondes diciendo: ¡Oh Señor! Que todo lo conoces, tú
sabes que te amo.
222
Las Servidoras
325
Sermón 295.
223
Carlos Miguel Buela
326
Cfr. He 1,21ss.
327
Cfr. He 5,7–10.
224
Las Servidoras
328
DH 351.
329
DH 1207; 136.
330
CONCILIO DE LETRÁN, DH 1445.
331
CONCILIO DE CONSTANZA, DH 1265 y passim.
225
Carlos Miguel Buela
332
CONCILIO ROMANO (año 865), DH 638.
333
CONCILIO DE FLORENCIA, DH 1307.
334
BONIFACIO VIII, DH 875.
335
DH 3064.
336
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 22.
337
Enarr. in Ps. 40,30.
338
«Hinc sacerdoti unitas exoritur».
226
Las Servidoras
339
DH 217.
340
«Hinc una fides mundo refulgit».
341
DH 861.
342
DH 1064.
343
DH 3070.
344
DH 3056. «Él (Pedro) sigue viviendo y juzgando en sus sucesores» declaró el lega-
do del Romano Pontífice, Felipe, en el concilio de Éfeso.
227
Carlos Miguel Buela
ella... Ni Dios mismo puede destruir esta Roca...antes dejaría Dios de ser
Dios que quebrantase su palabra, que rompiese su promesa: El cielo y
la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lc 21,33).
¡ROCA!, porque garantiza la resistencia del edificio que se edifica
sobre ella. Lo mantiene en cohesión y lo preserva de sacudidas y
derrumbamientos.
¡ROCA!, porque es la piedra fundamental que garantiza la unidad de
la Iglesia y su perpetuidad a través de los tiempos. Seguridad que se
alcanza por la autoridad que detenta Pedro, a quien le fueron dadas
...las llaves del Reino..., para atar ...y desatar...
¿Quién debe decir que hay que cambiar y qué no hay que cambiar?
¿Un sacerdote? ¿Un teólogo muy renombrado? No. ¡El Papa!
¡ROCA!, porque a él se le ha dado el tremendo poder de confirmar
a los hermanos (Lc 22,32).
La leyenda en latín y en griego nos recuerda que la Iglesia respira
con dos pulmones, el oriental y el occidental.
4. EL MISTERIO DE PEDRO
228
Las Servidoras
de tiempo no voy a poder predicar allí, que esto les valga como sermón
de primera Misa para los seis que se van a ordenar.
Es acerca del misterio de Pedro, en él mismo y prolongado en sus
Sucesores. Me ayudaré con una parte de un sermón de San León
Magno345. (La traducción de Lviv es «Los leones»).
1. He podido ver al Papa de cerca muchas veces en estos últimos
días. Tuvimos la gracia de concelebrar la Santa Misa con él cuatro veces,
en cuatro días seguidos. Por dos veces desde la misma plataforma
donde se alzaba el altar en el que estaba él.
Camina con mucha dificultad y muy lentamente, más que antes. Le
tiembla la mano izquierda. Las facciones parecen rígidas, aunque lo vi
sonreír con ganas varias veces. Da la impresión que tiene como parali-
zado el labio inferior, por eso cuando lee con la cabeza muy inclinada
hacia abajo, se le escapan algunas gotas de saliva, que a veces, cuando
no tiene el pañuelo a mano, se seca, simplemente, con la manga del
alba. Tiene 81 años.
Decía San León Magno: «…aunque tenemos conciencia, hermanos
queridos, de nuestra debilidad e indolencia en el cumplimiento de
nuestro ministerio, a tal extremo que, cuando queremos hacer algo con
empeño y diligencia nos vemos impedidos por la fragilidad de nuestra
condición...».
2. Pero, por otra parte se lo ve con reflejos geniales, como cuando en
el encuentro con los jóvenes llovía y se puso a cantar a la lluvia, y cuan-
do salió el sol volvió a cantar otro canto –por lo menos tres estrofas– al
sol. Daba la impresión que eran cantos que cantaba en su juventud. En
las dos oportunidades pareció que la multitud enloquecía en aplausos,
gritos y cantos.
San León Magno agregaba: «sin embargo, ya que contamos con la
benevolencia del omnipotente y eterno Sacerdote, el cual, semejante a
nosotros, igual al Padre, sometió la divinidad a la humanidad, elevó la
humanidad a la divinidad, alegrémonos digna y piadosamente de lo que
Él mismo instituyó», o sea, el ministerio petrino.
345
Sermón 3. En el aniversario de su entronización, 2–3: PL 54,145–146; cfr. Liturgia
de las Horas, III, 1719–1720.
229
Carlos Miguel Buela
346
Cfr. Lc 22,32.
230
Las Servidoras
347
ZS010627.
231
Carlos Miguel Buela
232
Las Servidoras
que torpedean todo diálogo ecuménico verdadero, más allá de las reper-
cusiones internacionales imparables, hemos tenido la gracia de palpar,
por así decirlo, la gracia del misterio de Pedro, de su Eucaristía, de su
palabra, de su amor a la Madre Virgen y a todo ser humano.
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo (Mt 16, 16). ... ¡Cuántas
veces yo mismo he encontrado en estas palabras una fuerza interior
para proseguir la misión que la Providencia me ha confiado!», dijo Juan
Pablo II en este día348.
5. EL PRIMADO DE PEDRO
348
Cfr. L’Osservatore Romano (6 de julio de 2001) 5.
233
Carlos Miguel Buela
349
JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Ut unum sint», 95. La Congregación para la
Doctrina de la Fe, acogiendo la invitación del Santo Padre, ha decidido proseguir la pro-
fundización de la temática convocando un simposio de naturaleza puramente doctrinal
sobre El Primado del Sucesor de Pedro, que se ha desarrollado en el Vaticano del 2 al 4
de diciembre de 1996, y del cual han sido publicadas las Actas. Se puede confrontar en
«Il Primato del Sucessore di Pietro», Actas del Simposio Teológico, Roma, 2–4 de diciem-
bre de 1996, Librería Editora Vaticana (Ciudad del Vaticano 1998).
350
JUAN PABLO II, «Mensaje al Cardenal Joseph Ratzinger con ocasión del Simposio
sobre el primado del Romano Pontífice», L’Osservatore Romano 50 (1996) 640.
351
Consideraciones de la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, El Primado del
Sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia, en «Il Primato del Sucessore di Pietro», Actas
del Simposio Teológico, Roma, 2–4 de diciembre de 1996, Librería Editora Vaticana
(Ciudad del Vaticano 1998) 493–503. El texto se ha publicado también en un fascículo,
editado por la Librería Editora Vaticana.
234
Las Servidoras
352
Cfr. Mc 3,16; Lc 6,14; He 1,13.
353
Cfr. Mt 14,28–31; 16,16–23 y par.; 19,27–29 y par.; 26,33–35 y par.; Lc 22,32; Jn
1,42; 6,67–70; 13,36–38; 21,15–19.
354
El testimonio a favor del ministerio petrino se encuentra en todas las expresio-
nes, aun diferentes, de la tradición neotestamentaria, tanto en los Sinópticos –con ras-
gos diversos en Mateo y Lucas, al igual que en Marcos– como en el cuerpo paulino y en
la tradición joánica, siempre con elementos originales, diferentes en lo que atañe a los
aspectos narrativos pero profundamente concordantes en su significado esencial. Se
trata de un signo de que la realidad petrina fue considerada un dato constitutivo de la
Iglesia.
355
Cfr. Mt 16,18.
356
Cfr. Lc 22,32.
357
Cfr. Jn 21,15–17. Sobre el testimonio neotestamentario acerca del Primado, véase
también la JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Ut unum sint», 90ss.
235
Carlos Miguel Buela
358
SAN AMBROSIO DE MILÁN, Enarra. in Ps., 40,30: PL 14,1134.
359
Cfr., por ejemplo, SAN SIRICIO I, carta Directa ad decessorem, 10 de febrero del año
385: DH 181; II CONCILIO DE LYON, Professio fidei de Miguel Paleólogo, 6 de julio de 1274:
DH 81; CLEMENTE VI, carta Super quibusdam, 29 de septiembre de 1351: DH 1053;
CONCILIO DE FLORENCIA, bula Laetentur caeli, 6 de julio de 1439: DH 1307; PÍO IX, Carta
Encíclica «Qui pluribus», 9 de noviembre de 1846: DH 2781; CONCILIO VATICANO I,
Constitución dogmática «Pastor aeternus», cap. 2: DH 3056–3058; CONCILIO ECUMÉNICO
VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium», nn. 21–23;
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 882; etc.
360
Cfr. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epist. ad Romanos, Intr.: SChr 10, 106–107; SAN
IRENEO DE LYON, Adv. Haer., III, 3, 2: SChr 211, 32–33.
361
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 20.
362
CONCILIO VATICANO I, Constitución Dogmática «Pastor aeternus», proemio: DH
3051; Cfr. SAN LEÓN I MAGNO, Tract. in Natale eiusdem, IV, 2: CCL 138, 19.
236
Las Servidoras
363
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 23; cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor Aeternus», proe-
mio: DH 3051; JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Ut unum sint», 88; PÍO IX, carta del Santo
Oficio a los Obispos de Inglaterra, 16 de septiembre de 1864: DH 2888; LEÓN XIII, Carta
Encíclica «Satis cognitium», 29 de junio de 196: DH 3305–3310.
364
Cfr. Jn 17,21–23; CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el Ecumenismo
«Unitatis redintegratio», 1; PABLO VI, Exhortación Apostólica «Evangelii nuntiandi», 8 de
diciembre de 1975, n. 77: AAS 68 (1976) 69; JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum
sint», 98.
365
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 18.
366
Ibidem, 23.
367
Cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor Aeternus», 3: DH 3061;
Declaración colectiva de los Obispos alemanes, enero–febrero de 1875: DH 3112–3113;
LEÓN XIII, Carta encíclica «Satis cognitum», 29 de junio de 1896: DH 3310; CONCILIO
ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 27.
Como explicó PÍO IX en la Alocución después de la promulgación de la Constitución dog-
mática «Pastor Aeternus»: “Summa ista Romani Pontificis auctoritas, venerabiles fratres, non
opprimit sed adiuvat, non destruit sed aedificat, et saepissime confirmat in dignitate, unit in
caritate, et fratrum, scilicet episcoporum, jura firmat atque tuetur” (Mansi, 52, 1336, A/B).
237
Carlos Miguel Buela
368
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 27.
369
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 95.
370
2Cor 11,28.
371
La prioridad ontológica que la Iglesia universal, en su misterio esencial, tiene con
respeto a toda Iglesia particular (cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta
Communionis notio –28 de mayo de 1992– 9) subraya también la importancia de la
dimensión universal del ministerio de cada obispo.
372
Cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor aeternus», 3: DH 3059;
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 22; CONCILIO DE FLORENCIA, bula «Laetentur caeli», 6 de julio de 1439: DH 1307.
373
Cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor aeternus», 3: DH
3060.3064.
374
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 22.
375
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el deber pastoral de los obispos
«Christus Dominus», 11.
238
Las Servidoras
376
Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Communionis notio, 13.
377
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 23; Decreto sobre las Iglesias orientales católicas «Orientalium Ecclesiarum», nn.
7.9.
378
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 93.
379
Cfr. Ibidem, 94.
239
Carlos Miguel Buela
380
Declaración colectiva de los Obispos alemanes, enero–febrero de 1875: DH 3114.
381
CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor aeternus», 3: DH 3051.
382
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 94.
383
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 23; LEÓN XIII, Carta encíclica «Grande munus», 30 de septiembre de
1880: ASS 13 (1880) 145; CIC c. 782 §1.
384
PABLO VI, Exhortación apostólica «Evangelii nuntiandi», 14. Cfr. CIC c. 781.
240
Las Servidoras
Enseñar
La tarea episcopal que el Romano Pontífice tiene en relación con la
transmisión de la Palabra de Dios se extiende también al interior de toda
la Iglesia. Como tal, es un oficio magisterial supremo y universal385; es
una función que implica un carisma: una especial asistencia del Espíritu
Santo al Sucesor de Pedro, que también incluye, en ciertos casos, la pre-
rrogativa de la infalibilidad386. Como «todas las Iglesias están en comu-
nión plena y visible, porque todos los pastores están en comunión con
Pedro, y así en la unidad de Cristo»387, del mismo modo los Obispos son
testigos de la verdad divina y católica cuando enseñan en comunión con
el Romano Pontífice388.
Regir
Junto con la función magisterial del Primado, la misión del Sucesor
de Pedro sobre toda la Iglesia comporta la facultad de realizar los actos
de gobierno eclesiástico necesarios o convenientes para promover y
defender la unidad de la fe y de la comunión; entre éstos se debe con-
siderar, como ejemplos: dar el mandato para la ordenación de nuevos
Obispos, exigir de ellos la profesión de fe católica; ayudar a todos a
mantenerse en la fe profesada.
Como es obvio, existen muchos otros posibles modos, más o menos
contingentes, de desarrollar este servicio para la unidad: emanar leyes
para toda la Iglesia, establecer estructuras pastorales al servicio de diver-
sas Iglesias particulares, dotar de fuerza vinculante las decisiones de los
Concilios particulares, aprobar institutos religiosos supra-diocesanos, etc.
Por el carácter supremo de la potestad del Primado, no hay instancia
alguna a la cual el Romano Pontífice deba responder jurídicamente
sobre el ejercicio del don recibido: «prima sedes a nemine iudicatur»389.
385
Cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor aeternus», 4: DH
3065–3068.
386
Cfr. ibidem: DH 3073–3074; CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dog-
mática sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 25; CIC c. 749 §1.; Código de cánones de las
Iglesias orientales, c. 579, §1.
387
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 94.
388
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 25.
389
CIC c. 1404; Código de cánones de las Iglesias orientales, c. 1058; cfr. CONCILIO
VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor aeternus», 3: DH 3063.
241
Carlos Miguel Buela
y Santificar
La unidad de la Iglesia, al servicio de la cual se pone de modo sin-
gular el ministerio del Sucesor de Pedro, alcanza la más alta expresión
en el Sacrificio Eucarístico, el cual es centro y raíz de la comunión ecle-
sial; comunión que se funda incluso necesariamente sobre la unidad del
Episcopado. Por ello, «toda celebración de la Eucaristía es realizada no
sólo en unión con el propio Obispo, sino también con el Papa, con el
orden episcopal, con todo el clero y con el pueblo entero. Toda celebra-
ción válida de la Eucaristía expresa esta comunión universal con Pedro
y con la Iglesia entera, o la reclama objetivamente»390, como en el caso
de las Iglesias que no están en plena comunión con la Sede Apostólica.
«La Iglesia peregrinante, lleva en sus sacramentos y en sus institucio-
nes, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que
pasa»391. También por esto, la naturaleza inmutable del Primado del
Sucesor de Pedro se ha expresado históricamente a través de modali-
dades de ejercicio adecuadas a las circunstancias de una Iglesia peregri-
nante en este mundo cambiante. Los contenidos concretos de su ejer-
cicio caracterizan al ministerio petrino en la medida en que expresan
fielmente la aplicación a las circunstancias de lugar y de tiempo de las
390
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Communionis notio, 14; cfr.
Catecismo de la Iglesia católica, n. 1369.
391
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 48.
242
Las Servidoras
Conclusiones
Al recordar los puntos esenciales de la doctrina católica sobre el
Primado del Sucesor de Pedro, la Congregación para la Doctrina de la
Fe está segura de que la reafirmación autorizada de tales adquisiciones
doctrinales ofrece mayor claridad sobre la vía a seguir. Tal reclamo es
útil, de hecho, también para evitar las recaídas siempre nuevamente
posibles en las parcialidades y en las unilateralidades ya rechazadas por
la Iglesia en el pasado (febronianismo, galicanismo, ultramontanismo,
conciliarismo, etc.). Y, sobre todo, viendo el ministerio del «Siervo de los
siervos de Dios» como un gran don de la misericordia divina a la Iglesia,
encontraremos todos –con la gracia del Espíritu Santo– el impulso para
243
Carlos Miguel Buela
392
Cfr. Ibidem, 15.
393
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 97.
394
Ibidem, 94.
395
Cfr. Lc 5,8.
396
Cfr. 2Cor 4,7.
397
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 102.
244
Las Servidoras
6. EL MULTIFACÉTICO PEDRO
1. Pescador
Caminando (Jesús) por la ribera del mar de Galilea vio a dos herma-
nos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el
mar, pues eran pescadores… (Mt 4,18).
2. Esposo
Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con
fiebre (Mt 8,14).
3. Elegido
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían
oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente
con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» –que
quiere decir Cristo. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en
él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» –que
quiere decir, «Piedra» (Jn 1,41–42).
4. Discípulo
Tomando Pedro la palabra, le dijo: «Explícanos la parábola…» (Mt
15,15).
5. Testigo
En el monte Tabor: Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a
Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se
transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus
245
Carlos Miguel Buela
6. Apóstol
Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, lla-
mado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su her-
mano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago
el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo
que le entregó. A estos doce envió Jesús…(Mt 10,2–5).
7. Hagiógrafo
Pedro, apóstol de Jesucristo, a los que viven como extranjeros en la
Dispersión: en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos
según el previo conocimiento de Dios Padre, con la acción santificadora
246
Las Servidoras
8. Taumaturgo
Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que llevaban y
ponían todos los días junto a la puerta del Templo llamada Hermosa
para que pidiera limosna a los que entraban en el Templo. Éste, al ver a
Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna.
Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos». Él
les miraba con fijeza esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: «No
tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo,
el Nazareno, ponte a andar». Y tomándole de la mano derecha le levan-
tó. Al instante cobraron fuerza sus pies y tobillos, y de un salto se puso
en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y ala-
bando a Dios (He 3,2–8).
Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una
multitud de hombres y mujeres... hasta tal punto que incluso sacaban los
enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al
pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. También acu-
día la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y
atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados (He
5,14–16).
Pedro, que andaba recorriendo todos los lugares, bajó también a visi-
tar a los santos que habitaban en Lida. Encontró allí a un hombre llama-
do Eneas, tendido en una camilla desde hacía ocho años, pues estaba
paralítico. Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te cura; levántate y arregla tu
lecho» Y al instante se levantó (He 9,32–34).
Había en Joppe una discípula llamada Tabitá, que quiere decir
Dorcás. Era rica en buenas obras y en limosnas que hacía. Por aquellos
días enfermó y murió. La lavaron y la pusieron en la estancia superior.
Lida está cerca de Joppe, y los discípulos, al enterarse que Pedro estaba
allí, enviaron dos hombres con este ruego: «No tardes en venir a
247
Carlos Miguel Buela
nosotros». Pedro partió inmediatamente con ellos. Así que llegó le hicie-
ron subir a la estancia superior y se le presentaron todas las viudas llo-
rando y mostrando las túnicas y los mantos que Dorcás hacía mientras
estuvo con ellas. Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró; des-
pués se volvió al cadáver y dijo: «Tabitá, levántate». Ella abrió sus ojos y
al ver a Pedro se incorporó. Pedro le dio la mano y la levantó (He
9,36–41).
9. Predicador
Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les
dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien
claro y prestad atención a mis palabras…» «Israelitas, escuchad estas
palabras: A Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre
vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio
entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado
según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros
le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues,
Dios le resucitó…» (He 2,14–15.22–24).
10. Papa
La promesa del Primado: Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy
yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás,
porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán con-
tra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la
tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos» (Mt 16,15–19).
La investidura del Primado: Después de haber comido, dice Jesús a
Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corde-
ros». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le
dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis
ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se
entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y
248
Las Servidoras
11. Mártir
«En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñí-
as, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus
manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Con esto indi-
caba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios (Jn 20,18–19).
Una nube de testigos398 habla del martirio de los Príncipes de los
Apóstoles, así:
El Papa San Clemente Romano, de quien decía San Ireneo de Lyón:
«...en tercer lugar, a partir de los Apóstoles, hereda el episcopado
Clemente, que también había visto a los bienaventurados Apóstoles y
tratado con ellos, y todavía tenía resonándole en sus oídos la predica-
ción de los Apóstoles y delante de los ojos su tradición»399, afirmaba: «Por
emulación y envidia fueron perseguidos los que eran máximas y justísi-
mas columnas de la Iglesia y sostuvieron combate hasta la muerte.
Pongamos ante nuestros ojos a los santos Apóstoles.
A Pedro, quien, por inicua emulación, hubo de soportar no uno ni
dos, sino muchos más trabajos. Y después de dar así su testimonio, mar-
chó al lugar de la gloria que le era debido.
Por la envidia y rivalidad mostró Pablo el galardón de la paciencia.
Por seis veces fue cargado de cadenas; fue desterrado, apedreado;
hecho heraldo de Cristo en Oriente y Occidente, alcanzó la noble fama
de su fe; y después de haber enseñado en todo el mundo la justicia y
haber llegado hasta el límite de Occidente y dado su testimonio ante los
398
Todas las citas, salvo las de San Agustín, están tomadas de Actas de los Mártires,
BAC (Madrid 1974) 226ss.
399
SAN IRENEO, Adv. haer. III, 3, 3, y EUSEBIO, Hist. Eccles. V, 6, 1–3.
249
Carlos Miguel Buela
400
SAN CLEMENTE ROMANO, Carta primera a los Corintios, V, 1–3; VI.
401
SAN DIONISIO DE CORINTO, EUS, HE II, 25, 8.
402
TERTULIANO, De praescriptione, 36, 1–3.
403
TERTULIANO, Scorpiace, 15, 2–5.
404
TERTULIANO, Adv. Marcionem, 4, 5, 2.
405
ORÍGENES, EUS., HE, III, 1, 1–3.
406
Cayo, presbítero romano, EUS., HE, II, 25, 5–7.
250
Las Servidoras
por la noche a Pablo: “No temas, sino habla, pues yo estoy contigo y
nadie te echará encima las manos para dañarte” (He 18,9). Y a este fan-
farrón, apenas llega a Roma, se le prende y corta la cabeza, a él, que
decía: A los mismos ángeles juzgaremos. Es más, el mismo Pedro, que
tuvo potestad de apacentar a los corderos, clavado en una cruz, muere
empalado»407.
Eusebio de Cesarea (muere el 340): «Cuando los santísimos apósto-
les Pedro y Pablo fueron coronados, en el combate por Cristo, con la
corona del martirio»408.
Lactancio: «Así, siendo el primero en perseguir a los siervos de Dios,
a Pedro le clavó en la cruz y a Pablo le pasó a espada»409.
Orosio: «Empeñado en extirpar el nombre mismo de los cristianos,
de los beatísimos apóstoles de Cristo Pedro y Pablo, a uno le mandó a
clavar en cruz, al otro lo pasó al filo de espada»410.
Sulpicio Severo: «Muchos eran crucificados o quemados vivos»411.
«Entonces fueron condenados a muerte Pedro y Pablo. A Pablo le cor-
taron a espada el cuello; a Pedro lo levantaron en una cruz»412.
San Agustín: «Hubo de sufrir cadenas, azotes, cárceles y naufragios.
El Señor mismo le procuró la pasión y lo condujo a la gloria de este día.
En un solo día celebramos la pasión de ambos apóstoles. Pero ellos dos
eran una unidad (“duo unum erant”); aunque padeciesen en distintas
fechas, eran una unidad. Pedro fue delante, Pablo detrás»413.
«Pedro, por tanto, fue el primero de los apóstoles, y Pablo el último;
Dios, en cambio, de quien ellos eran siervos, heraldos y predicadores, es
el primero y el último. Pedro es el primero de los apóstoles, y Pablo el
último: Dios es el primero y el último, antes de quien no hay nada, ni
tampoco después. Dios, pues, se presenta a sí mismo como el primero
y el último por su eternidad, unió en la pasión al primero y al último de
407
Texto conservado en la obra de MACARIO MAGNES, editada por A. Harnack, TU 37,
4 (1911) 74: cfr. Kirch, FE, p. 200, n. 328.
408
EUSEBIO DE CESAREA, Chron., 2, 2.084, ad a. Chr.70.
409
LACTANCIO, De Mort. Pers., 2, 4–6.
410
OROSIO, Historiarum ad. pag., VII, 7, 10.
411
SULPICIO SEVERO, Chronicorum, 3, 29.
412
Ibidem.
413
SAN AGUSTÍN, Sermón 295 VII; cit. en Obras Completas de San Agustín, XXV, BAC
(Madrid 1984) 264.
251
Carlos Miguel Buela
12. Santo
Del otro lado del Tévere (el río Tíber), sobre el cementerio
judeo–cristiano de la colina Vaticana, se alza majestuosa la Basílica de
Miguel Ángel y Maderno, que cobija en sus entrañas el sepulcro y los
huesos del primero de los Apóstoles. Es el centro de la Cristiandad que
recibe el mayor número de peregrinos por año. Cobija las reliquias de
alguien que fue muy santo.
13. Sucesores
El único de los Doce que transmite a sus Sucesores sus poderes es
Pedro. De él brota una cadena ininterrumpida de 264 Obispos de Roma,
hasta el actual, Juan Pablo II. Todos Cabezas visibles de la Iglesia Una,
Santa, Católica y Apostólica. Y así, Pedro y Pablo, sobre todo con su
martirio, dan brillo y lustre a la Iglesia de Roma y a sus Obispos, y a su
vez, los que han encabezado la Iglesia que guarda sus trofeos, han
hecho refulgir, de manera inigualable, el clarividente testimonio de
aquellos dos gigantes que eran uno: «duo unum erant». Y todos jun-
tos, los 264 Obispos de Roma, Sucesores de Pedro, forman un inmenso
coro de alabanza y testimonio de la preeminencia sin par de Jesucristo,
de Quien han sido Vicarios sobre la tierra.
Que la «Salus Populi Romani», desde el monte Esquilino, proteja
siempre al que vive en el monte Vaticano, custodiando la fe y los huesos
del primer Papa, del primer Padre de los Padres. Y nos consiga la gracia
de la fidelidad a Pedro.
414
SAN AGUSTÍN, Sermón 299; cit. en Obras Completas de San Agustín, XXV, BAC
(Madrid 1984) 302.
415
SAN AGUSTÍN, Sermón 299A; cit. en Obras Completas de San Agustín, XXV, BAC
(Madrid 1984) 320.
252
Las Servidoras
Queridos hermanos:
Nos encontramos en este ambiente subyugante del más importante
Templo de la cristiandad, no tanto por sus dimensiones monumentales,
ni siquiera por los grandes tesoros artísticos que la ornamentan, sino por
dos razones fundamentales: primera razón, porque aquí está el sepulcro
y los huesos de San Pedro, y, segunda razón, porque aquí pervive Pedro
en la persona del Papa.
Quiero desarrollar este sermón en tres puntos.
1. San Pedro
No puedo evitar hablar aquí de aquello que hace que este lugar sea
grandioso, y es el hecho de que, a plomada de la cúpula de Miguel
Ángel hay una tumba.
Hagamos mentalmente un recorrido. Por encima de todo está la
cúpula de Miguel Ángel. Más abajo el baldaquino de Bernini, luego,
sobre el nivel donde nos encontramos, el altar del Papa Clemente VIII,
quien lo consagró hace 404 años (un bloque de mármol hermoso del
Foro de Nerva, cerca de la Torre dei Conti en el Foro Romano). Más
abajo está el altar del Papa Calixto II, del siglo XII, a nivel de la Basílica
Constantiniana –casi a nivel de la Cripta de los Papas–, que cubre otro
altar, más antiguo aún, el de San Gregorio Magno, del siglo VI, que se
puede ver en la Capilla Clementina. Todavía un poco más abajo está la
Memoria constantiniana y finalmente el «trofeo de Gaio». Gaio fue un
presbítero romano del siglo II, quien en una carta que le escribe al
montanista Proclo, según narra Eusebio de Cesarea416, le dice: «Yo
puedo indicarte el trofeo de los Apóstoles. Si vas al Vaticano o a la vía
Ostiense, encontrarás el trofeo de los que han fundado esta Iglesia». Se
llama a la sepultura «trofeo» porque la tumba recuerda que ese que
murió va a resucitar, y que, al ser mártir, ya triunfó porque se ganó el
cielo. Por eso «tropaio», «trofeo».
416
Historia Eclesiástica, II, 25.
253
Carlos Miguel Buela
2. San Pablo
En segundo lugar decía también el presbítero Gaio: «Si vas a la vía
Ostiense...», en clara alusión al sepulcro de Pablo. Y ambos, Pedro y
Pablo, son los que han fundado esta Iglesia de Roma.
Quiero recordar, por razones que después se verán, cómo Pablo llegó
a Roma. Después del viaje por mar, que terminó con el naufragio en las
costas de la isla de Malta luego de 14 días de temporal, y habiendo per-
manecido por tres meses en esa isla, se hace de nuevo a la mar en un
barco alejandrino que lo lleva primero a Siracusa, donde se queda tres
días. Después, costeando, llega a Reggio Calabria y un día más tarde, a
Pozzuoli, donde desembarca y permanece siete días. Sigue diciendo el
libro de los Hechos de los Apóstoles: Así llegamos a Roma. De allí, los
hermanos que supieron de nosotros nos vinieron al encuentro hasta el
Foro de Apio y Tres Tabernas418. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y
cobró ánimo. Cuando entramos en Roma permitieron a Pablo morar en
casa propia... (He 28,15–16).
Quiero hacer notar que la nave alejandrina en la cual se embarca
Pablo en Malta para llegar a Roma era una nave que había invernado
en la isla, y que llevaba por insignia los Dióscuros (He 28,11).
Dióscuros419 es una forma combinada griega de Dios kouroi, «los hijos
de Zeus». Es decir, los Dióscuros eran en la mitología griega Castor y
Polux, los Gemelos, los Mellizos. Castor era reverenciado por su destre-
za ecuestre y Polux (Polydeukes) era el patrono de los gladiadores, es
decir, de los hombres de lucha. Y en la mitología tienen ellos relaciones
417
Cfr. COLETTE BAVOILLOT–LAUSSADE, Una tomba sulla Collina Vaticana, Librería Ed.
Vaticana (Vaticano 1997) 125.
418
Ambos lugares quedan muy cerca de nuestra Parroquia de Sezze.
419
Seguimos el artículo «Dioscuri», The Anchor Bible Dictionary, Ed. David N.
Freedman, tomo II (New York 1997) 203.
254
Las Servidoras
420
Hel., 123–40; 990; Orestes, 1636–37.
421
Carmina, 4.27.
422
Odas, 3.29.64.
423
Odas, 1.3.
424
Evangelica Praeparatio, 1.10.14.
425
Nav., 5.
426
Theognis, 1087.
427
Píndaro, Nemean, 10.49–50 y Olimpia, 3.38–40.
428
Artículo «Dioskuren», en la Enciclopedia Reallexikon für Antike und Christentum
(Stuttgart 1957).
429
Tanto el primero: Simón, Saulo; como el segundo, el sobrenombre: Pedro, Pablo
(nota propia).
255
Carlos Miguel Buela
Todo los dispone a ser vistos como una pareja y como una pareja pro-
pia para sustituir a los Dióscuros en su calidad de protectores de los
navegantes». Navegante Pedro, en el lago de Tiberíades; navegante
Pablo, tantas veces cruzando el mar, incluso salvando a los compañeros
de viaje del naufragio, luego de 14 días de tempestad.
Aquí en Roma el Papa San Dámaso I llama a ambos apóstoles «nova
sidera», nuevos astros, nuevas estrellas, como Géminis, y con referencia
a los Dióscuros, como aparece en una inscripción encontrada en las
catacumbas de San Sebastián430. Y así se dan, a través de los tiempos,
una serie de parejas de santos, de «dióscuros cristianos». Por ejemplo los
santos médicos Cosme y Damián; los santos Cuthberto y Wilfrido, en
Inglaterra; al emperador Teodosio, en el lago Regilo, se le aparecen dos
hombres vestidos de blanco y montados en caballos blancos que mani-
festaron ser los Apóstoles Juan y Felipe431. Incluso los dióscuros pueden
ser triples, como en la batalla de Antioquía en 1098: San Jorge, San
Mercurio y San Demetrio432.
3. Santiago433
Tercer y último punto. Pero además hoy es la fiesta de Santiago el
Mayor, bajo cuyos estandartes se realizó la obra grandiosa de la
Evangelización de América. De tal manera que la cultura iberoamerica-
na está marcada a fuego por su impronta. No ha habido en España, en
Europa, ningún otro lugar de culto y peregrinación con las consecuen-
cias y los alcances del de Santiago de Compostela, fuera de Roma (por-
que en Roma están Pedro y Pablo). Pero después de Roma, Santiago de
Compostela. Y ninguna otra devoción como la del Patrón Santiago sos-
tuvo a todo un pueblo en la defensa de su fe durante siglos y unió rei-
nos diversos que se sintieron unidos por tener el mismo liderazgo del
Apóstol.
430
Cfr. E. CASPAR, Geschichte des Papstum, I (1930) 252; cit. por KRAUSS.
431
Según Teodoreto de Ciro, Historia Eclesiástica, V, 24.
432
«Gesta Francorum et aliorum Hierosolymitanorum seu Tudebodus Abbreviatus», en
«Recueil des Historiens des Croisades», Historiens Occidentaux, tomo III (París 1866) 157.
433
Usaremos abundantemente como fuente el libro de AMÉRICO CASTRO, Santiago de
España, Emecé Editores (Buenos Aires 1958) 153.
256
Las Servidoras
Por eso en el poema del Cid del siglo XI, se dice: «Los moros llaman:
¡Mafómat!, e los cristianos: ¡Santi Yagüe!»434, y si lo invocan es porque
están convencidos de que combate con ellos. Por eso se lo consideró
como el defensor frente a los moros.
En un poema Alfonso XI le hace decir al rey moro Don Jusaf, en
1340, luego de la batalla del Salado:
«Santiago el de España
los mis moros me mató,
desbarató mi compaña,
la mi seña quebrantó.
Yo lo vi bien aquel día
con muchos ommes armados,
el mar seco parecía
e cubierto de cruzados»435.
En el Poema del gran Conde de Castilla, él cuenta que oye una gran
voz en la batalla de Hacinas, contra Almanzor:
«Alçó susos sus ojos por ver quién lo llamaba,
vio el santo apóstol que de suso le estava,
de caveros con él grand compaña levava...»436.
434
Verso 371.
435
Coplas 1881–2.
436
Copla 551.
437
PL 163, 1387.
257
Carlos Miguel Buela
438
BERCEO, Vida de San Millán, 437–39.
439
Vita Nova, XL.
440
Chronicon Mundi, en Hispania Illustrata, edit. por Andrés Schot (Frankfurt 1608)
III, 2.
258
Las Servidoras
259
Carlos Miguel Buela
260
Las Servidoras
9. LA SONRISA DE UN APÓSTOL
261
Carlos Miguel Buela
I
Estaba orgulloso de su nombre doble. Tenía por nombre Natanael y
por patronímico Bartolomé, o sea, Natanael, Bar–Tholmai, el hijo de
Tholmai o Talmay. Así se formaban nombres similares: Simón,
Bar–Jona441; Bar Timeo442; Bar–Jesús443, o Santiago y Juan,
Bar–Zebedeo. «Talmay» es «el que abre surcos». Así se llamaba el rey de
Guesur, hijo de Ammijud444, padre de Maaká la madre de Absalón, el
hijo del rey David445. Guesur quedaba cerca, al este del lago de
Tiberíades. Talmay es vocalizado por los Setenta como Tolmay. Y
Natanael equivale a Teodoro, Adeodato (del babilonio: «Natan (ni)–li»;
del hebreo «Netan’el»: don de Dios). Es decir, es el don de Dios que abre
surcos, que hace huella, que tiene quilla.
II
Estaba orgulloso de su pueblo. Era Caná de Galilea. A unos 12 km.
al norte de Nazareth. Caná «de Galilea» para distinguirla de otra Caná
existente en Aser, cerca de Tiro. El hebreo «qanah» significa «caña»,
«junco». Ni el Antiguo Testamento ni los sinópticos mencionan a Caná
de Galilea. Únicamente el Águila, por tres veces. En el primer milagro de
Jesús en las bodas (Jn 2,1–11), en el encuentro con el funcionario real
que tenía un hijo enfermo (Jn 4,46–54), y al hablar del Apóstol que era
de Caná (Jn 21,2).
(Que sea la actual Kafr Kenna o Jirbet Qana, en la parte septentrio-
nal de la llanura de Battof, nos tiene sin cuidado).
Allí, en su pueblo, Jesús había hecho su primer milagro, el agua con-
vertida en vino. Allí, su Madre se había manifestado como la
Omnipotencia Suplicante, ya que Jesús adelanta su hora de hacer los
milagros por pedido de Ella. Allí se muestra que Aquel que era capaz de
convertir el agua en vino era capaz de convertir el vino en su Sangre.
441
Cfr. Mt 16,17.
442
Cfr. Mc 10,43.
443
Cfr. He 13,6.
444
Cfr. 2Sam 13,37.
445
Cfr. 2Sam 3,3.
262
Las Servidoras
III
Estaba orgulloso de su montaña. Como todo hombre de llanura,
siempre miraba la montaña. Era el Monte Tabor. Le habían hablado,
Pedro, Santiago y Juan, de la Transfiguración que había ocurrido, justa-
mente allí. Y él había escuchado, justamente allí, con sus oídos: Id por
todo el mundo y predicad el Evangelio... (Mc 16,15). Y se acordaba de
otras montañas: Donde el sermón de la montaña, allí cerquita, hacia el
este; donde el Monte Sión de los cristianos en el Cenáculo, cuando la
Eucaristía; en el Gareb donde la crucifixión. ¡Siempre un Monte!
IV
Pero, por sobre todo, estaba orgulloso de que Jesús lo hubiese llama-
do. Lo llamó haciendo de él un elogio excepcional. ...no hay en él dolo...
no hay engaño... no hay doblez... es un verdadero israelita (Jn 1,47). No
hay en él infidelidad religiosa, es capaz, por tanto, de ver y conocer a
Dios en Cristo. Tal vez nuestro Señor marcaría la distinción entre judío e
israelita, los primeros marcarían la descendencia carnal; los segundos la
descendencia espiritual. De ningún otro Apóstol hizo nuestro Señor tal
elogio.
Jesús muestra que conocía íntimamente el alma de Bartolomé
...debajo de la higuera... (estaría pensando Bartolomé) ...si él ajustaba o
no su conducta a la que debía ser la de un israelita sin dolo... (Enciso).
Se supo descubierto por el Señor.
Y supo ser fiel a sus nombres: ¡fue don de Dios que abrió surcos por
todas partes! Por la India, Arabia, Siria, Egipto (donde habrían recono-
cido en él a un compatriota descendiente de la familia real de los
Tolomeos, de ahí que Santa Teresa de Jesús diga que Bartolomé «era
hijo de rey»446), Adén, Etiopía, Armenia... Lípari, Benevento, la isla del
Tiber... Chiclana y Boedo... El Chañaral... ¡Fue un hombre con quilla!
446
Camino de perfección, 27, 66.
263
Carlos Miguel Buela
V
Queridísimo Apóstol y Patrono:
Que siempre seamos fieles a nuestras raíces, ¡eso es ser original!
Que siempre seamos sin dolo, sin engaño, sin doblez. ¡Ésa es nues-
tra fuerza frente a los enemigos!
¡Ésa es, justamente, la señal de que sólo confiamos en Dios!
Aunque los que mal nos quieren digan que somos dobles, mentiro-
sos, engañadores cual seductores, siendo veraces447, ¡alcánzanos la
gracia de ser siempre sencillos como palomas, aunque astutos como ser-
pientes! (Mt 10,16).
Nos ayude la Reina de los Apóstoles.
447
Cfr. 2Cor 6,8.
264
Las Servidoras
Lo sabía por los pájaros: Los «sippor», especie de gorriones, las «sus»
o golondrinas, los «deror», con sus distintos colores, formas, vuelos,
nidos, cantos...
Lo sabía por la variedad de peces del Lago de Genesaret, tan cerca-
no. El «musht», llamado en la actualidad «pez de Pedro»; «buri»; las sar-
dinas; el «barbudo» o «pez–gato»...
Lo sabía por la pluriforme belleza de las flores («sosannim» y «habas-
selet»): lirios, rosas, anémonas, jacintos, tulipanes, iris y narcisos, y las
flores de la vid («semadar»), de los granados y de los almendros, con sus
variadas formas, colores y perfumes.
Lo sabía por los condimentos: eneldo, coriandro, comino, neguilla,
mostaza, azafrán, cinamomo, que con sus distintos perfumes y gustos
aromatizaban y sazonaban las comidas dándoles buen sabor.
Lo sabía por la variedad de quesos que se podían encontrar en el
Valle del Tyropeon y en otras partes; de vinos (el «yayin», el «sekar», el
«tiros», el «mések»; y estaban los de Hesbon, Sibmag, Elaleh, del Líbano,
Helbón, Uzal, el «vino real», etc.); de aceites (más grasos, más afrutados,
para distintos usos: litúrgicos, alumbrado, alimentación, cuidado del
cuerpo, etc.) de panes (de trigo, de flor de harina, de cebada, ácimo, con
levadura, etc.).
Lo sabía por la variedad de estrellas distintas en tamaño, magnitud,
color, órbita, distancia, en su titilar...; por las nubes distintas en formas,
tamaños, velocidad, altura, colores...; por las olas de su Mar de Galilea.
Lo sabía por los hombres, en particular, por sus compañeros los
Apóstoles: Pedro, apasionado; Santiago, fuerte; Juan, contemplativo;
Tomás, escéptico; Santiago, justo; Simón, ardoroso,... y, más tarde, le
hablarían de Pablo, que era fuego. (Esto también lo podemos percibir
entre nosotros: distintas historias, procedencias, edades, talentos, carac-
teres, virtudes, defectos, ciencia, afectos, cultura...).
Lo sabía por su singular experiencia de Iglesia: la más sólida unidad
va junto a una diversificación que no la obstaculiza, sino que la hace ser
comunión448. En donde, dentro de la unidad de fe y la única constitución
448
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 280.
265
Carlos Miguel Buela
449
Cfr. Ibidem, n. 281.
450
Cfr. Ibidem, n. 282.
451
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Credo comentado (Buenos Aires 1978) 112.
266
Las Servidoras
267
Carlos Miguel Buela
268
Las Servidoras
452
DH 1764.
269
Capítulo 3
Los discípulos del Señor
1. MARÍA MAGDALENA453
453
Seguimos a FRAY LUIS DE GRANADA, Obra Selecta, BAC (Madrid 1947) 793–797.
454
Lc 7,36ss.
Carlos Miguel Buela
cosas más viles y bajas del mundo, que es una meretriz, fue destinada
por Dios para hacerla ejemplo de penitencia y una de las principales
estrellas de su Iglesia.
¿Por qué? La mejor respuesta es lo que dice el salmo 17: La salvó
porque la amaba (17,20). Así se muestra la bondad de Dios, su miseri-
cordia, y también que todo bien que recibimos lo recibimos de Él. Y, a
la vez, esto debe movernos a ser más humildes, solícitos, agradecidos
para con Dios, y temerosos por nuestra flaqueza y debilidad.
Se entera María Magdalena que Jesús estaba en casa del fariseo y,
sin aguardar lugar ni ocasión mejor –porque la fuerza del dolor y del
amor no le dan lugar para más– se cubre con su manto, toma un frasco
con perfume precioso –que antes usaba, no para redimir pecados, sino
para multiplicarlos, y no para servir a Cristo, sino para sacrificar al
demonio– y se dirige adonde estaba comiendo Jesús. No se atreve a
aparecer delante de los ojos de Jesús, porque la vergüenza de sus peca-
dos la inhibía. Yendo por detrás, se agachó a los pies de Jesús, y derra-
mó sobre ellos tantas lágrimas que bastaron para lavarlos. Y así como
fue extraña el agua, fue extraña la toalla con que los secó, que fueron
sus cabellos. Besa los pies de Jesús y los unge con ese ungüento precio-
so.
Todo aquello con lo que servía al mundo lo consagró a Cristo:
– de los ojos hizo fuentes para lavar las manchas del alma;
– de los cabellos hizo toalla para limpiarlas;
– con la boca hizo signos de paz para recibir la paz de Cristo;
– y del ungüento hizo remedio para curar las llagas del alma y cubrir
el mal olor de su mala vida.
Y lo que ella obraba por fuera, el Señor lo obraba interiormente en
su alma:
– ella venía y Él la atraía;
– ella le ungía los pies con ungüento y Él le ungía el alma con gracia;
– ella lavaba sus pies con lágrimas, Él lavaba sus pecados con sangre;
– ella enjugaba los pies con sus cabellos, Él adornaba su alma con
virtudes;
272
Las Servidoras
– ella besaba los pies con gran amor, y Él le daba aquel beso de paz
que se dio al hijo pródigo en su conversión...
No habló palabras, porque bastaban por palabras las lágrimas y
gemidos. ¡Qué palabras eficaces son éstas! «¡Oh, lágrima humilde –dice
San Jerónimo– tuyo es el poder, tuyo es el reino; no tienes miedo al tri-
bunal del juez, a los acusadores pones silencio, no hay quien te impida
la entrada, vences al Invencible, atas las manos del Omnipotente!».
De muchos afectos procedían estas lágrimas, porque eran lágrimas
de fe, lágrimas de esperanza, lágrimas de dolor, lágrimas de amor...
455
Esta gruta está en la Saint Baume, cerca de Marsella (Francia).
273
Carlos Miguel Buela
274
Las Servidoras
456
MISAL ROMANO, Prefacio de los santos.
275
Carlos Miguel Buela
276
Cuarta Parte
457
Seguimos a D. COLUMBA MARMION, Sponsa Verbi, Editorial Lumen (Bogotá 1941).
Carlos Miguel Buela
Sí, pero la calidad de esposa, une con unión más estrecha y resplan-
dece más en las almas que se consagran bajo voto. En ellas se realiza
plenamente la condición de esposa. La unión esponsalicia del alma con-
sagrada con Cristo constituye la cima de toda la vida religiosa.
Por eso la virgen consagrada faltaría a su vocación y a su ideal si no
tiende con todas sus fuerzas a esa unión íntima con Dios.
El Verbo Encarnado se da a sí mismo en persona como esposo:
Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes
mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebata-
do el novio; entonces ayunarán» (Mt 9,15). El que tiene a la novia es el
novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho
con la voz del novio. Ésta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su ple-
nitud (Jn 3,29).
De sus labios sale una invitación prodigiosa capaz de estremecer el
corazón humano.
Envió todavía otros siervos, con este encargo: «Decid a los invitados:
Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y ani-
males cebados, y todo está a punto; venid a la boda» (Mt 22,4).
Venid a las bodas, «ad nuptias».
San Pablo –refiriéndose a la Iglesia y aplicable a cada alma consagra-
da en particular– dice: Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo
amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, puri-
ficándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presen-
társela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni
cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada (Ef 5,25–27).
Esposa digna de las «bodas del Cordero»:
Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado
las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha conce-
dido vestirse de lino deslumbrante de blancura (Ap 19,7–8), el lino son
las buenas acciones de los santos.
Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de
junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo (Ap
21,2). Entonces vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas
llenas de las siete últimas plagas, y me habló diciendo: «Ven, que te voy
a enseñar a la Novia, a la Esposa del Cordero» (Ap 21,9).
280
Las Servidoras
2. ESPOSA DE JESUCRISTO
458
Obras Completas de San Bernardo, Sermones «Super Cantica Canticorum», ser-
món 85,12, Tomo II (Madrid 1955) 571.
459
Sermones «Super Cantica Canticorum», sermón 85,12.
281
Carlos Miguel Buela
Dice San Alfonso: «¿A quién mejor que a una religiosa le puede exi-
gir Jesucristo que lo ame con todo el corazón? ¡Qué trabajo de selección
ha tenido que hacer para tener una Esposa! Primero, ha tenido el Señor
que escogerla entre el número incontable de criaturas posibles; luego,
entre tantas como nacen en tierra de paganismo o de herejías, y hacer-
la hija de la Iglesia por medio del Bautismo. Después, ha tenido que pre-
ferirla a tantos seglares que viven en medio del mundo… y con ese fin
comenzó a favorecerla con tantas luces, tantas inspiraciones y gracias
especiales, que eran como llamadas divinas para que viniera al claus-
tro»460.
¡Qué trabajo ha tomado Jesucristo para enamorar sus almas y ena-
morarlas con un amor fuerte como la muerte!(Ct 8,6). Porque así como
no hay fuerza creada que pueda hacer retroceder a la muerte cuando
suena la hora de su llegada, así no hay obstáculo o dificultad que no
queden vencidos por el amor cuando reina de verdad en el corazón.
«Mirad que es hermoso trueque –decía Santa Teresa– dar nuestro
amor por el suyo…»461. La religiosa clama, con su mudo pero elocuente
testimonio, que hay que amar a Dios con todo el corazón, porque se
merece el amor, irrestricto e indiviso.
«La Esposa de Jesucristo no debe desear más que amor, no debe
vivir más que de amor y no debe buscar más que aumento de amor;
debe andar siempre como enferma de amor, en la Iglesia, en la celda,
en el comedor, en el jardín; debe ser tan desmesurada la llama de su
amor que se expansione más allá de los muros del monasterio. Su
Esposo le invita con el ejemplo a esa exuberancia de amor»462.
«Sólo esto reclama Jesús de nosotros. No tiene necesidad de nues-
tras obras, sino únicamente de nuestro amor»463.
«Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al
mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más prove-
cho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el
buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiem-
po en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan
alta como ésta. Cierto, entonces harían más y con menos trabajo … de
460
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, La monja Santa (París 1872) 44.
461
SANTA TERESA DE ÁVILA, Camino de Perfección, BAC (Madrid 1979) 244.
462
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, La monja Santa (París 1872) 47.
463
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, Historia de un alma, IX.
282
Las Servidoras
otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces
nada, y aun a veces daño»464.
La Esposa dice al Esposo:
Vos solo sois el único Dueño de mi corazón.
Vos solo reinéis en él.
Vos solo debéis dominarlo y él no debe obedecer más que a Vos y
hacer todo lo que a Vos os agrade.
Vos solo sois todo para mí.
«Mi Dios y mi Todo»465.
«Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta»466.
«Sólo Dios basta»467.
«Señor: que muera por amor de tu amor,
ya que, por amor de mi amor te dignaste morir»468.
La religiosa por ser Esposa de Cristo, es, al mismo tiempo, Madre de
los discípulos de Cristo.
3. ÉL (I)
464
Vida y Obras de San Juan de la Cruz, Cántico espiritual XXVIII (Madrid 1978)
950ss.
465
SAN FRANCISCO DE ASÍS; cit. en SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, La monja Santa
(París 1872) 47.
466
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [234].
467
SANTA TERESA, Obras completas, BAC (Madrid 1967) 514.
468
SAN FRANCISCO DE ASÍS, Escritos líricos, BAC (Madrid 1971) 61.
283
Carlos Miguel Buela
contrario, quiénes van al matrimonio sin esperar nada del mismo, por-
que ya lo conocieron antes. En efecto, cuando uno ve avanzar a la novia
por el centro de la Iglesia y da la impresión de que va pisando las nubes,
se la ve saludar emocionada y está como transportada, señal inequívo-
ca de que no ha rasgado el misterio del matrimonio. En cambio, si entra
desprejuiciada, totalmente extrovertida, no refleja emociones profundas,
no es delicada cuando se encuentra con el novio en el altar, ésa es de
las que no esperan nada nuevo del matrimonio, posiblemente ya hubo
adelantos indebidos profanándolo anticipadamente, no tiene nada
nuevo que dar ni tiene nada nuevo que recibir. Si la recién casada es
maestra, luego de la luna de miel, en los recreos se reúne con sus cole-
gas y si fue al matrimonio como Dios quiere, hacen silencio para escu-
charla a ella y luego se ríen, y así muchas veces. Si ya había profanado
el matrimonio, no hay silencios ni risas, porque los temas de conversa-
ción son el tiempo, lo cara que están las cosas y demás trivialidades, y
esas cosas no son dignas de atenta escucha ni de risa.
La recién casada habla de él: «¿Él? Había olvidado este él... Y ahora
decía él a cada instante, ninguna otra palabra sino él, como hacen las
recién casadas»469.
I
Algo similar pasa con las religiosas. Un observador atento puede
conjeturar, con gran probabilidad de acierto, cuál está enamorada de
Cristo y cuál no.
¿Cuál es la que está enamorada de Jesucristo? Es la que a cada ins-
tante se refiere a Él. De manera especial, habla con Él a cada instante.
Hablar de Él es como hablar, dice la verdadera Esposa, de mi amante,
de mi marido, del señor de mi casa. En el fondo, es la que demuestra
que, de hecho, conoce el corazón de Jesús. En este sentido considero
que es capaz de hablar de Él la religiosa que ha penetrado en la quin-
taesencia del sermón de la Montaña, en el de la Última Cena y en el de
la Cruz.
Sólo tenemos tiempo hoy de considerar el conocimiento del corazón
de Jesús que nos proporciona el sermón de la Montaña470. Es el corazón
de las enseñanzas de Él. Y, más simplemente, son el Corazón de Jesús.
469
C.S. LEWIS, Mientras no tengamos rostro, Rialp (Madrid 31994) 127.
470
Cfr. Mt 5–7.
284
Las Servidoras
II
El fin del hombre
Allí Él nos manifiesta los secretos más recónditos de su corazón. Allí
Él nos presenta un programa perfecto de vida cristiana.
Allí enseña Él el fin de nuestra vida: La eterna bienaventuranza
del Cielo y los medios interiores para alcanzarlo, que son todos los
actos heroicos de los santos: pobreza, mansedumbre, penitencia,
justicia, misericordia, pureza y paz, y que tienen la disposición interior
de hacer esos actos a pesar de todas las dificultades o persecuciones.
Quien oye latir el corazón de Jesús sabe que Él quiere cosas «contrarias
al sentir de la tierra entera»471 y que tuvo que hacer milagros «para que
con tan extrañas leyes, no se le negara la fe»472, como dice San Juan
Crisóstomo.
La verdadera Esposa sabe que Él ensalza su dignidad de apóstol, de
aquellos por quienes proclama la Ley Nueva de las Bienaventuranzas:
Vosotros sois la sal de la tierra... (Mt 5,13), vosotros sois la luz del
mundo... (Mt 5,14).
III
Los actos interiores del hombre
Él nos enseñó a ordenar los actos interiores del hombre, de dos
modos: en sí mismos considerados (a. Respecto a la voluntad y b.
Respecto a la intención) y en relación con el prójimo; superando la
justicia de los fariseos: Si vuestra justicia no supera la de los escribas y
fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos (5,20).
471
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre San Mateo, 15, 3, BAC (Madrid 1955) 274.
472
Ibidem.
285
Carlos Miguel Buela
b. Recta intención
Pero no basta con evitar los actos interiores malos, es absolutamen-
te necesario hacer los actos buenos con rectitud de intención interior.
Él nos enseñó a no buscar la gloria de los hombres, sino la de Dios:
Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser
vistos por ellos... (6,1), y eso en todos los actos buenos que dicen relación
286
Las Servidoras
287
Carlos Miguel Buela
IV
¿Qué hacer para vivir esta difícil doctrina?
Esta es la doctrina que nos enseñó Él, enseñándonos también a vivir-
la de la siguiente manera:
1. Implorando la ayuda de Dios: Pedid y se os dará, buscad y encon-
traréis, llamad y se os abrirá... (7,7).
2. Practicando la caridad con el prójimo: Cuanto quisiereis que os
hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos... (7,12).
3. Entrando por la puerta estrecha de la virtud perfecta: Entrad por
la puerta estrecha... (7,13).
4. No dejando que nos perviertan los impostores: Tened cuidado con
los falsos profetas... (7,15).
5. Cumpliendo los mandamientos: Entrarán en el Reino de los cielos
los que cumplan la voluntad de mi Padre (7,21). No bastando con decir:
Señor, Señor (7,21), ni con profetizar, o expulsar demonios, ni con
hacer milagros.
Al terminar el sermón de la Montaña decía Él: Aquel que escucha mis
palabras y las pone por obra... edifica su casa sobre roca (7,24).
V
Queridas Hermanas:
Se revela como verdadera Esposa de Jesucristo aquella que hace de
su vida un reflejo del sermón de la Montaña, en especial, por vivir la
caridad exquisita tal como la enseñó nuestro Señor. Una religiosa mur-
muradora, parlanchina, iracunda, contestadora, incapaz de dominar sus
nervios, no mansa ni paciente, chismosa, superficial, no femenina... no
es verdadera Esposa de Jesucristo.
Pero hay una manera todavía más simple de saber quién ama de
verdad a Él, basta con observar cómo participa la religiosa de la Santa
Misa: si está atenta, si está recogida, si con toda delicadeza participa con
el canto, la oración y las actitudes de cada parte de la Misa, si prolonga
generosamente la acción de gracias, esa religiosa sabe quién es Él.
Más simple aún, se distingue la auténtica religiosa en el momento de
la comunión, allí se encuentra íntimamente con Él, y su actitud interior,
288
Las Servidoras
4. ÉL (II)
473
CARD. ISIDRO GOMA Y TOMÁS, El Evangelio explicado, IV (Barcelona 1949) 196.
474
BOSSUET, cit. en CARD. ISIDRO GOMA Y TOMÁS, El Evangelio explicado, IV (Barcelona
1949) 196.
475
JOSÉ BOVER, S.J., Comentario al Sermón de la Cena, BAC (Madrid 1951) 18.
289
Carlos Miguel Buela
4. Él volverá a buscarnos:
Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os toma-
ré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros (Jn 14,3).
5. Él se autodefine triplemente:
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). Como si dijese: «Si
permanecieres en mi camino conocerás la verdad; y la verdad te hará
libre, y alcanzarás la vida eterna»477.
476
Disertación 9, sobre el Domingo de Ramos; cit. en Liturgia de las Horas, IV, 65.
477
KEMPIS, Imitación de Cristo, 3, 56.
290
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291
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292
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294
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295
Carlos Miguel Buela
diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en
mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me
has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también
conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado...Yo les he
dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el
amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos (passim).
Queridas Hermanas:
Que como las recién casadas nunca se caiga de su cabeza el pensa-
miento en Él, que nunca esté ausente de sus corazones la presencia de
Él, que con sus labios y con su vida manifiesten que son toda y total-
mente de Él.
Les ayude la Santísima Virgen.
5. ÉL (III)
478
C.S. LEWIS, Mientras no tengamos rostro, Rialp (Madrid 31994) 127.
296
Las Servidoras
1. El lenguaje de la Cruz
La cruz, en su silencio elocuentísimo, habla con una fuerza especial.
Dice San Pablo que Jesús le enseñó: ...mi fuerza se muestra perfecta en
la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo
en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me
complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las
persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy
débil, entonces es cuando soy fuerte (2Cor 12,9–10).
En otra parte enseña San Pablo: Pero llevamos este tesoro en reci-
pientes de barro, para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es
de Dios y no de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; per-
plejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derri-
bados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por
todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestro cuerpo... (2Cor 4,7–10).
El lenguaje de la cruz nos enseña que, en rigor de verdad, la realidad
es distinta de lo que aparece. Porque la cruz cambia el significado de las
cosas. Auténticamente nos enseña a transignificarlas, ya que en realidad
la cruz les da otra finalidad, la cruz transfinaliza la realidad.
2. La realidad de la cruz
De las infinitas enseñanzas que nos da la cruz, tan sólo nos referire-
mos a algunas, agrupadas en cinco temas:
a. La cruz nos enseña que la muerte es vida y que hay que:
Morir para vivir479.
Sepultarse para resucitar.
Sufrir para gozar.
Perder la vida para encontrarla480.
479
Cfr. 2Cor 4,11.
480
Cfr. Lc 9,24.
297
Carlos Miguel Buela
481
Cfr. 2Cor 4,18.
482
Cfr. 1Cor 2,8.
483
Cfr. Jn 16,20.
298
Las Servidoras
3. Escuela
Solamente en la escuela de Jesucristo se aprende la ciencia de la
cruz. Sólo Él enseña la cruz: Si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese
a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame (Lc 9,23). Sólo Él –y sus
auténticos discípulos– han seguido el camino de la cruz: ... le llevaron a
crucificarle (Mt 27,31).
Tres son los lugares preferidos para aprender la ciencia de la cruz:
a. Como decía San Pedro Claver: «Un solo libro hay que leer: el de
la Pasión»485. Son los relatos de la Pasión que se encuentran en los cua-
tro Evangelios. Allí reina como la joya más extraordinaria, como la dia-
dema más preciosa: la cruz.
b. La Eucaristía. Allí Cristo se victimiza, bajo especie ajena, perpe-
tuando el sacrificio de la cruz. Allí lo ofrecemos como Víctima al Padre y
nos ofrecemos nosotros como víctima junto con Él. Allí al comulgarlo
participamos íntimamente de su sacrificio, victimizándonos, eucarística-
mente, con Él. Por eso no hay nada como la Misa diaria para conocer-
lo más a Jesús y para enardecernos en su amor.
c. Nunca conocemos mejor la cruz que cuando nos golpea algún
dolor, algún sufrimiento, alguna persecución. Es el momento de experi-
mentar, de alguna manera, lo que Jesus experimentó en su Pasión y en
su cruz.
484
Cfr. Mt 11,12.
485
ÁNGEL VALTIERRA – RAFAEL M. DE HORNEDO, San Pedro Claver, BAC (Madrid 1985)
86.89.
299
Carlos Miguel Buela
4. Consecuencias
De allí que la auténtica Esposa de Cristo siempre dice: Reboso de
gozo en todas las tribulaciones (2Cor 7,3–4); ya que es un motivo de
gran alegría verse rodeado de grandes pruebas (Sant 1,2; cfr. 1Pe 4,13).
Y ello ¿por qué?
Porque el lenguaje y la ciencia de la cruz alcanzan su punto supremo
en la octava bienaventuranza del sermón de la montaña:
Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira
digan contra vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos,
porque grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así persiguie-
ron a los profetas que hubo antes de vosotros (Mt 5,11–12). Alcanzan su
punto supremo en la cima del monte Calvario. Allí la ciencia de la cruz
se transforma en alegría de la cruz.
Alegría que el mundo no puede dar.
Para que esta Servidora, y todas las Servidoras, lleguen a experimen-
tar la ciencia y la alegría de la cruz, comprometemos hoy nuestras ora-
ciones. Que la Virgen Santa, que al pie de la cruz experimentó esta rea-
lidad, les alcance de su Hijo Único esta gracia, hoy y siempre. Y que no
quieran saber nada fuera de Jesucristo crucificado (1Cor 2,2).
I
Como es sabido, la vida religiosa consagrada, es una vida de dos
para el amor. De dos: Jesucristo, Esposo, y el alma, la Esposa, que se le
consagra especialmente. Esta vida de dos ya comenzó en la mente y el
corazón de Dios, desde toda la eternidad, desde que decidió crear a su
Esposa y la eligió y la amó. En el tiempo se manifestó ese amor de Dios
cuando nos creó y nacimos a esta vida. Se intensificó esa vida de dos
para el amor el día de nuestro bautismo. Con la toma de hábitos, en este
día, continua todo un proceso de consagración al Señor que adquirirá
una dimensión de eternidad cuando estas Hermanas hagan sus votos
perpetuos.
300
Las Servidoras
Tal vez no haya texto más significativo de esta entrega al Señor que
el Cantar de los Cantares, atribuido a Salomón. En efecto, allí se expre-
san de maravillas lo que tienen que ser las relaciones esponsalicias de
Jesucristo y quien se consagra a Él.
Dice muchas veces el Esposo: ¡Qué hermosa eres, amada mía! ¡Qué
hermosa eres… (Ct 1,15; 4,1). ¡Qué hermosa eres, qué encantadora,
qué amada, hija deliciosa! (7,7).
Y la Esposa responde: ¡Qué hermoso eres, amado mío! ¡Qué dulzura
y qué hechizo! (1,16). Mi amado es para mí y yo para él (2,16). Yo soy
para mi amado y mi amado para mí (6,3). Yo soy para mi amado, y a mí
tienden sus anhelos (7,11).
II
Por lo significativo que es, quiero en particular referirme al diálogo
entre los esposos de parte del capítulo 8, que es como la cumbre del
Cantar. En menos de veinte palabras fundamentales486 nos encontramos
con la joya más grande de la literatura universal sobre el amor. Lo vere-
mos en tres puntos.
1. El Coro ve subir desde el desierto a los Esposos y canta:
¿Quién es ésta que sube del desierto,
apoyada en su amado? (8,5).
El Coro crea un ambiente de estupor, de asombro. Desde el silencio
inmarcesible del desierto, en la paz y en la soledad, como si se hubiese
detenido el transcurso del tiempo, ve venir, tanto con majestad cuanto
con gracia, una pareja de enamorados. Y lleno de admiración se pre-
gunta por ella: «Quae est ista...?» ¿Y cuál será la razón por la que se pre-
gunta por ella y no por él? Pienso que, tal vez, sea por la razón que da
Teodoro Haecker: «Una mujer que se deja consumir y abrazar por la
pasión hacia un hombre no es nunca pequeña; un hombre que por la
pasión hacia una mujer se deja apartar de su obra, de su misión, no es
nunca grande»487. Si esto es así en el plano humano, cuánto más en el
plano sobrenatural ¡nunca es pequeña una mujer que sigue de verdad
a Jesucristo!
486
Cfr. GIANFRANCO RAVASI, El Cantar de los Cantares, Ed Paulinas (Colombia 1993) 120.
487
VIRGILIO, Padre de Occidente, Ed. Ghersi (Buenos Aires 1979) 62.
301
Carlos Miguel Buela
488
Cfr. Ga 2,9.
302
Las Servidoras
que saben que el que va a Jesús Él no lo echa afuera (Jn 6,37), y que
nada ni nadie podrá separarnos del amor que Él nos tiene (Ro 8,35ss),
ni arrancarnos de las manos del Hijo (Jn 10,28), ni de las del Padre (Jn
10,29), que así nos abrazan porque nos aman con amor de misericor-
dia; es decir, aunque nosotros nunca podríamos merecerlo…»489.
«Parece verse como un dibujo o una instantánea en la que los dos
enamorados quedan retratados en la ternura de su abandono recípro-
co»490. En el capítulo 3 del Cantar se realiza la subida de los enamorados
envueltos en una mística nube de incienso, mirra y esencias aromáticas
preciosas. Por eso, en la versión de la Vulgata, no en el texto hebreo,
aparece la expresión «deliciis affluens», como que están plenos de una
santa felicidad. (En los LXX se usa la expresión «leleuxanfisméne», des-
lumbrante de blancura). Podría haber reminiscencias de las maravillosas
procesiones que para el año nuevo hacían en Babilonia, o también de
las dos procesiones egipcias que trasladaban al dios Amón de Karnak a
Luxor en la fiesta de Oper. (La liturgia aplica libremente este texto a la
Asunción de la Virgen a los cielos en cuerpo y alma).
Acaso nosotros, hoy, aquí, no podemos preguntarnos, también,
¿Quiénes son éstas que vienen del desierto del mundo apoyadas sólo
sobre su amado Jesucristo? El asombro es aún más grande: Son sus
hijas, sus nietas, sus hermanas, primas, sobrinas, amigas, conocidas…
489
JUAN STRAUBINGER, El Antiguo Testamento, Ed. Desclée, II (Buenos Aires 1951) 774.
490
GIANFRANCO RAVASI, El Cantar de los Cantares, Ed Paulinas (Colombia 1993) 121.
303
Carlos Miguel Buela
491
L. CL. FILLION, La Saint Bible, Letouzey et Ané Éditeurs, tomo IV (París 1903) 622.
492
JUAN STRAUBINGER, El Antiguo Testamento, Ed. Desclée, tomo II (Buenos Aires
1951) 765.
304
Las Servidoras
493
Cfr. Ez 28,12.
494
Cfr. Gn 41,42; Jr 22,24.
495
Cfr. Gn 38,18; Pr 3,3.
496
Cfr. 1Re 21,8.
497
Cfr. Job 41,7.
498
Cfr. Jr 22,24.
499
GIANFRANCO RAVASI, El Cantar de los Cantares, Ed Paulinas (Colombia 1993) 122.
500
De laude caritatis.
305
Carlos Miguel Buela
501
Al final de la Misa en el Parque O’Higgins, en Santiago de Chile, el 3 de abril de
1987; cit. en L’Osservatore Romano 16 (1987) 266.
502
cit. en L. CL. FILLION, La Saint Bible, Letouzey et Ané Éditeurs, tomo IV (París
1903) 623.
306
Las Servidoras
nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la
persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?,
…en todo esto salimos vencedores gracias a Aquel que nos amó. Pues
estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los princi-
pados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la pro-
fundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 8,35–39). El amor logra
vencer a todo adversario, por muy poderoso que sea. Las más grandes
pruebas y tribulaciones, personales o comunitarias, las desgracias excep-
cionales y las persecuciones más dolorosas, jamás lograrán separar a la
Esposa del Esposo. ¡No podrán jamás!
Son de tal valor las llamaradas del amor, que no tienen precio. Si
alguno intentara comprar con dinero el amor, sería despreciable. El
verdadero amor se amasa con libertad y gratuidad. No se puede com-
prar una persona, sólo se puede comprar un objeto. El amor es superior
a todo bien de este mundo. El amor se da, no se vende.
III
Queridas Hermanas y Novicias:
¿Cómo podrán saber si ustedes son verdaderas Esposas de
Jesucristo?
Si se puede decir: «Para mí vivir es Cristo y la muerte una ganancia
(Flp 1,21); créela cónyuge y desposada con el Verbo»503.
¡Esto es lo que queremos para todas y cada una de las Servidoras!
¡Esto es lo que esperamos de ellas!
¡Nunca se contenten con un amor menor!
¡Sean como María!
¡El amor no morirá jamás! (1Cor 13,8).
503
Obras de San Bernardo, BAC (Madrid 1957) 1280.
307
Carlos Miguel Buela
1. Ni vanidad ni avaricia
«Tú, virgen, que has dominado la carne y el mundo, sobreponte tam-
bién a la ostentación del vestido y del oro. No se avienen entre sí el ven-
cer las grandes dificultades y ser vencida por las pequeñas»504.
504
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva, 664.
SAN CIPRIANO, Sobre la conducta de las vírgenes, XXI.
308
Las Servidoras
3. Premio de la virginidad
«Conservad, ¡oh vírgenes!, conservad lo que habéis empezado a ser,
lo que habéis de ser para siempre. Grande premio os espera, galardón
magnífico para la virtud, recompensa eximia para la castidad. ¿Queréis
saber de qué males carezca y qué premios posea la continencia?
Multiplicaré, dijo Dios a la mujer, tus congojas y tus gemidos; darás a luz
con dolor a tus hijos, vivirás sujeta a tu marido y él te dominará (Gn
3,16). Vosotras estáis libres de esta sentencia: no teméis las congojas y
gemidos propios de la mujer, ningún temor os aflige sobre el parto de
vuestros hijos, ni tenéis un marido por dueño, pues vuestro dueño y
cabeza es Cristo, que hace las veces de esposo, de cuya suerte y comu-
nidad de vida participaréis»506.
De tal modo que ese premio lo recibe la virgen consagrada no sola-
mente en el cielo, ahí lo recibirá en plenitud, sino que empieza a vivir el
cielo en la tierra.
505
Ibidem.
506
Ibidem, p. 665. SAN CIPRIANO, Sobre la conducta de las vírgenes, XXII.
309
Carlos Miguel Buela
5. Grandeza de la virginidad
«No ensalzamos la virginidad porque se da en los mártires, sino por-
que es ella quien hace mártires. ¿Qué humano ingenio podrá compren-
der dignamente a la que está fuera de las leyes de la naturaleza o con
qué palabras humanas se podrá explicar lo que se halla por encima de
todas las leyes naturales? Al cielo fue a buscar el modelo que había de
imitarse en la tierra. Y con razón buscó en el cielo sus normas de vida la
que en el cielo tenía a su Esposo. La virginidad, remontándose sobre las
nubes, los ángeles y los astros, halló al Verbo de Dios en el seno mismo
del Padre y bebió a raudales su amor. Pues ¿quién dejará tan gran bien
una vez hallado? Ungüento derramado es tu nombre. Por lo cual las
jovencitas te amaron y atrajeron (Ct 1,2)»508.
507
Ibidem, 664. SAN CIPRIANO, Sobre la conducta de las vírgenes, XXII.
508
Ibidem, 672. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. III.
310
Las Servidoras
509
Ibidem, 679ss. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. VII.
510
Ibidem, 689. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. XII.
511
Ibidem, 790. SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XX.
311
Carlos Miguel Buela
Una cosa, sin embargo, afirman estos hombres sacrílegos que debe
ser sin duda aprobada por el testimonio de los sabios, a saber: que
rechazando el matrimonio confiesan que ellos no debían haber naci-
do»512.
7. ¿Quién es el Esposo?
«¿Quién es este esposo? No ciertamente el que va vendiendo fútiles
agasajos y vanagloriándose de su caduca fortuna, sino aquel que se
sienta en el trono de los siglos. Hijas de reyes son sus damas de honor.
A su diestra se halla la reina cubierta con brocado de oro, revestida con
variedad de virtudes. Oye, hija, y considera y aplica tu oído y olvídate
de tu pueblo y de la casa de tu padre; porque el Rey se ha enamorado
de tu hermosura y Él es tu Dios (Sl 44,7).
Pondera qué reino, qué oro y qué hermosura te entrega el Espíritu
Santo, como nos lo atestigua en el citado pasaje de la Escritura. Reino,
o porque eres esposa del Rey eterno o porque, dotada de un ánimo
invencible, no eres esclava de la concupiscencia de la carne, sino que la
dominas como reina. Oro, porque así como este metal, sometido al cri-
sol, es más precioso, del mismo modo la belleza del cuerpo virginal, con-
sagrada al Espíritu divino, aumenta en hermosura. Belleza, porque ¿qué
mayor belleza puede darse que aquella de la que se enamora el Rey,
que es aprobada por el Juez, ofrecida al Señor y consagrada a Dios.
Siempre esposa, siempre virgen, para que ni el amor se mengüe ni el
pudor se aje.
Se nos declara la perfecta e irreprochable hermosura del alma virgi-
nal, consagrada como hostia en los altares divinos, que en medio de los
ataques manifiestos o de las asechanzas ocultas de las fieras del mundo
espiritual, sin doblegarse ante lo corruptible, sino ocupada en el servicio
de Dios, mereció atraerse las miradas del Amado, cuyos pechos están
llenos de alegría»513.
512
Ibidem, 680. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. VII.
513
Ibidem, 681. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. VII.
312
Las Servidoras
9. Escolta especial
«Vosotras, vírgenes, que con vuestra pureza sin mancilla guardáis el
lecho sacrosanto del Señor, tenéis una escolta especial. No es extraño
514
Ct 4,11.
515
Cfr. VIRGILIUM, «Quod nec concubitu indulgent... e follis natos... ore legunt»,
Georgicum, IV, vv 198–201: BCL, t. CXXVI, 529.
516
Cfr. Lc 12,18.
517
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva, 682.
SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. VIII.
313
Carlos Miguel Buela
518
Ibidem, 685. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. IX.
519
Ibidem, 690. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. XII.
520
Alude al hecho de que los antiguos solían dejar sobre el ara las cenizas del sacrifi-
cio, de modo que más tarde con sólo removerlas se excitase de nuevo el fuego.
521
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva, 695.
SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.2, c. II.
314
Las Servidoras
522
Ibidem, 711. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.2, c. III.
523
Ibidem, 723. SAN AMBROSIO, Sobre la formación de la virgen, I.
524
Cfr. Sl 6,7.
525
Cfr. Sl 101,8.
526
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva, 787.
SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XVIII.
315
Carlos Miguel Buela
padecimientos. Tan sólo Salomón vivió entre delicias, y quizá por eso
cayó: Porque el Señor reprende al que ama y castiga al que recibe por
hijo suyo (Heb 12,6). ¿Acaso no es mejor luchar durante un poco de
tiempo, construir trincheras, tomar las armas, llevar el peso de las provi-
siones, fatigarse bajo la coraza y después gozar con la victoria, que, por
no poder soportar el trabajo durante una hora, caer en servidumbre per-
petua?»527.
527
Ibidem, 813. SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XXXIX.
528
Ibidem, 813. SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XL.
529
Ibidem, 815. SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XLI.
530
1Jn 4,8.
316
Las Servidoras
531
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva, 918.
SAN AGUSTÍN, Acerca de la Santa Virginidad, LI.
532
Ibidem, 921. SAN AGUSTÍN, Acerca de la Santa Virginidad, LIV.
317
Carlos Miguel Buela
8. MATERNIDAD ESPIRITUAL
533
Del 26 de abril de 1999.
534
Para datos de otros países ver el ilustrativo folleto «El divorcio a fin de siglo» de
NUEVA CRISTIANDAD (Cerrito 1070, 6to. piso, of. 104; tel. 4812–8611 y 4811–2206.
Aconsejamos solicitar y distribuir sus publicaciones).
535
Cfr. «El mito del crecimiento demográfico», Ediciones del Verbo Encarnado, Vox
Verbi nº 183.
318
Las Servidoras
319
Carlos Miguel Buela
536
Obras de San Cipriano, BAC (Madrid 1954) 138.
537
SAN JUAN DE ÁVILA, Obras Completas, IV (Madrid 1970) 17–28.
320
Las Servidoras
esto que es muy importante para las familias humanas y para las fami-
lias espirituales: «De arte que yo no sé libro –el arte de la maternidad y
de la paternidad– ni palabra, ni pintura, ni semejanza que así lleve al
conocimiento del amor de Dios con los hombres como este cuidadoso y
fuerte amor que Él pone a un hijo suyo con otros hombres por extraños
que sean y ¡qué digo extraños!, ámalos aunque sea desamado...». Ese es
el padre, esa es la madre...
538
Cfr. Confesiones, L III, c. 12.
321
Carlos Miguel Buela
Las virtudes que hay que tener: por ejemplo, las virtudes que han
de tener como Madres las Hermanas que trabajan en el Colegio respec-
to a las alumnas; o las virtudes que han de tener las que están en el
Hogarcito respecto a los chicos del Hogarcito, y las que están en el
Hospital respecto a los enfermos del Hospital y los que están en la parro-
quia respecto a los chicos de catecismo y a la gente de la parroquia.
Callar: «¿Quién contará el callar que es menester para los niños, que
de cada cosita se quejan...».
322
Las Servidoras
envidia por ver ser otro más amado, o que parece serlo, que ellos?». No
solamente no hay que hacer acepciones de personas, sino que ni siquie-
ra se debe parecer que uno hace acepción de personas. Por eso es que
las madres cuando sirven la comida, por ejemplo, tienen mucho cuida-
do de darle a cada uno la parte que le gusta. Y si no puede complacer-
le, busca de explicarle: «bueno, ahora no te toca a vos porque te tocó
antes de ayer», o lo que sea. Trata de repartir, de ser justa. Pero ¿por qué
hace eso? ¡Porque es madre! Y ella se sirve último, y si no alcanza para
ella no importa. Porque pone la vida en que los hijos estén bien. Es así.
¿Cuántas veces lo hemos visto?
323
Carlos Miguel Buela
324
Las Servidoras
325
Carlos Miguel Buela
madre se le confía todo, porque una madre tiene por nosotros el amor
más desinteresado del mundo. ¡Sólo busca nuestro bien!
En este día le pedimos al Señor que las Servidoras lleguen a conocer
en profundidad lo que es la Cruz de Cristo y sepan vivir su entrega al
Señor con generosidad sin vaciar la Cruz de Cristo para vivir siempre
unidas a Él, para serle fieles, para ser sobrenaturalmente muy fecundas,
para ser verdaderas Esposas y Madres.
1. En el principio de la humanidad
Tres elementos encontramos en la prueba a la que fue sometido y
derrotado el hombre:
a. El fruto del árbol era bueno para comer: Vio, pues, la mujer que
el árbol era bueno para comerse... (Gn 3,6), a lo que puede reducirse
todos los desórdenes de la carne o del placer.
b. El fruto era apetecible a los ojos: ... (era) hermoso a la vista...
(idem), a lo que puede reducirse todos los desórdenes en la búsqueda
de la propia gloria o del tener.
539
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha,
Editorial Sopena (Buenos Aires 1943) 47.
326
Las Servidoras
c. Era excelente para alcanzar sabiduría: ... (era) deseable para alcan-
zar sabiduría... (idem), a lo que puede reducirse todos los desórdenes
para alcanzar el poder.
De tal modo, que será siempre una constante dondequiera se
encuentre un ser humano que será asediado por desórdenes en el pla-
cer, en el tener y en el poder.
3. En todo tiempo
Por razón del pecado de origen, todo hombre y mujer está sujeto a
la lucha contra la triple concupiscencia: No améis al mundo ni lo que
hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está
en él. Puesto que todo lo que hay en el mundo,
(1º.) la concupiscencia de la carne,
(2º.) la concupiscencia de los ojos y
(3º.) el orgullo de la vida,
327
Carlos Miguel Buela
no viene del Padre, sino del mundo (1Jn 2,15-16). Todo el mundo de
los hombres de todos los tiempos está bajo el sometimiento de la triple
concupiscencia: 1º. La concupiscencia de la carne, el afán desordenado
de placeres; 2º. La concupiscencia de los ojos, o sea, el amor
desordenado a las riquezas; y, 3º. El orgullo de la vida, el deseo de
honores y poderío. Lo que San Ambrosio dice: «el deleite de la carne, la
esperanza de la gloria y la ambición del poder»540. Y San Ignacio de
Loyola: «primero hayan de tentar de codicia de riquezas... para que más
fácilmente vengan a vano honor del mundo... y después a crecida sober-
bia»541.
Por eso enseña nuestro Señor, en el sermón de la montaña, a morti-
ficar las cosas concupiscibles en las que los hombres suelen buscar la
gloria: 1º. Los desórdenes de la carne, se vencen con el ayuno: Cuando
ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su
rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya
reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y
lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por
tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará (Mt 6,16–18); 2º. Los del tener, se vencen con la limos-
na: cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser
honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda
lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre,
que ve en lo secreto, te recompensará (Mt 6,2–4); y 3º Los de la sober-
bia, con la oración: Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que
gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plan-
tados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben
su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y,
después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto;
y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Y al orar, no charléis
mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser
escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que
necesitáis antes de pedírselo (Mt 6,5–8).
540
Tratado del Cisma Moderno, cap. 5, 2ª parte; Biografías y escritos, BAC (Madrid
1956) 447.
541
Ejercicios Espirituales [142].
328
Las Servidoras
542
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha,
Editorial Sopena (Buenos Aires 1943) 47.
543
Cfr. Mt 5,27–28.
329
Carlos Miguel Buela
544
«El filósofo formado en la escuela de Descartes sabe que las cosas son dudosas,
que no son tales como aparecen; pero él no duda de que la conciencia no sea tal como
aparece a sí misma [a ella misma]…; desde Marx, Nietzsche y Freud, nosotros dudamos.
Después de la duda sobre la cosa, hemos entrado en la duda sobre la conciencia. Pero
estos tres maestros de sospecha no son tres maestros del escepticismo; son seguramente
tres grandes “destructores”. […] A partir de ellos, la comprehensión es una hermenéutica:
buscar el sentido, de ahora en más, no es más deletrear la conciencia del sentido, sino des-
cifrar las expresiones. Lo que se deberá, pues, confrontar, no es solamente una triple sos-
pecha sino una triple astucia. […]
De un mismo golpe se descubre un parentesco más profundo aun entre Marx, Freud
y Nietzsche. Los tres comienzan por la sospecha concerniente a las ilusiones de la concien-
cia y continúan por la astucia del descifrar». cfr. PAUL RICOEUR, Le conflit des interpréta-
tions (París 1969), Seuil, 149–150.
330
Las Servidoras
545
Cfr. Mt 5,27–28.
546
Cfr. 1Jn 2,15–16.
547
Cfr. Mt 5,27–28.
548
Cfr. Mt 5,19–20.
331
Carlos Miguel Buela
***
549
Cfr., por ejemplo, la característica afirmación de la última obra de Freud: «La
oscuridad constituye también el centro de nuestro ser. “Eso”, que no tiene trato directo con
el mundo exterior, e incluso a nuestro conocimiento solamente se hace accesible por
mediación de otra instancia. En este “eso” trabajan los instintos orgánicos, por sí mismos de
la mezcla de dos fuerzas primitivas (Eros y Destrucción) dispuestas en proporción variable, y
a través de su relación a órganos o sistemas orgánicos diferenciados entre sí.
La única tendencia de este instinto es buscar satisfacción, la cual se espera a partir de
determinadas alteraciones en los órganos con la ayuda de objetos del mundo exterior».
(FREUD, Abriss der Psychoanalyse. Das Unbehagen in der Kultur, (Frankfurt/M. Hamburgo
1955), Fischer, 74–75).
Entonces ese «núcleo» o «corazón» del hombre estaría dominado por la unión entre el
instinto erótico y el destructivo, y la vida consistiría en satisfacerlos.
550
«Catequesis en la audiencia general del miércoles 29 de octubre», L’Osservatore
Romano 44 (1980) 763.
332
Las Servidoras
551
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual «Gaudium et Spes», 24.
333
Carlos Miguel Buela
I
Nos toca vivir un mundo, un tiempo del mundo, muy especial; un
mundo con características muy definidas, un absurdo contradictorio; es
un mundo muy atormentado porque los hombres, los pueblos, al no
encontrar a Dios, no encuentran el sentido de su vida y entonces viven
atormentados, buscando siempre cosas materiales que se les escapan y
que cuando las alcanzan ya no les satisfacen y tienen que buscar otra
cosa. Pero ciertamente es un mundo apasionante, sobre todo para
nosotros que tenemos visión de fe.
Es apasionante porque es justamente, el mundo y el tiempo que Dios
desde toda la eternidad eligió para que viviésemos nosotros.
Simplemente por eso es apasionante. Algunos se imaginan que vivirían
felices en otros siglos, en otros tiempos. Eso es un tanto ocioso. Si Dios
lo ha dispuesto así, que vivamos aquí y ahora, ciertamente que es un
bien para nosotros.
Una de las cosas que los hombres y mujeres de este tiempo viven es
lo que se llama «utilitarismo», es decir, consideran que la utilidad es un
principio de la moral. Ya mucha gente ni se pregunta si está bien o está
mal, de acuerdo o no con la ley de Dios, sino si es útil, entonces si es útil
está bien, aunque moralmente hablando, en absoluto sea una cosa
mala; es útil sobre todo si lo es desde el punto de vista económico.
Útil es aquella cosa que produce provecho, comodidad, fruto o inte-
rés; es aquello que puede servir y aprovechar principalmente en sentido
económico; utilitarismo es lo que sólo se propone conseguir lo útil; es
cuando se antepone todo a la utilidad. Por eso estamos, lo queramos o
no, dentro de una civilización utilitaria, porque sólo se propone conse-
guir lo útil.
En este sentido, evidentemente, lo que van a hacer estas Hermanas
es algo inútil, por eso el mundo no entiende la vida religiosa, no entien-
de la consagración a Dios porque no es útil. ¿Quién les va a pagar a
estas Hermanas porque hacen voto de castidad?
En este mundo en el cual sólo cuenta aquello que se puede pesar o
se puede medir, aquello que signifique ganar dinero, ciertamente que la
334
Las Servidoras
vida religiosa y los mismos votos de la vida religiosa son algo inútiles y
¡qué decir del voto de pobreza! Si justamente se está buscando el dine-
ro y siempre el dinero y se lo busca, incluso con desesperación; si hay
familias que se destruyen por esa búsqueda desmedida del dinero, que
ni siquiera tienen satisfacción del bocado ganado con el sudor de la fren-
te, porque siempre hay apetencia de más, en una suerte de borrachera
por las cosas materiales. ¡Qué decir de la obediencia! Es por eso que
cuando esta mentalidad utilitaria entra en las filas de las personas con-
sagradas, ya sean religiosas o sacerdotes, causa estragos, porque des-
pués, para darle un sentido a la vida consagrada, tienen que empezar a
buscar dinero «para sentirse bien». Entonces el sacerdote se convierte en
un administrador y la religiosa en una empleada de hospital o en una
empresaria en un colegio donde ya no se busca educar niños, sino que
lo que se busca es dinero. Muchas veces es para hacer cosas buenas:
levantar paredes, levantar un salón más en una parroquia, levantar un
poco más la torre. Pero aun siendo para cosas buenas, si la religiosa se
preocupa sólo por lo material, pierde el fuego sagrado de la vida consa-
grada porque se ha mundanizado.
II
Sin embargo, esto que desde el punto de vista del mundo que nos
toca vivir –el punto de vista natural– es una cosa inútil, desde el punto
de vista de la fe –el punto de vista sobrenatural– será el único ámbito en
el cual encuentra sentido la consagración a Dios: es algo útil y de
gran utilidad.
En primer lugar, es de gran utilidad para la misma persona que se
consagra a Dios. Eso lo dice el apóstol San Pablo del voto de castidad a
quien no se casa por la entrega a Dios «propter regnum coelorum», por
el reino de los cielos (Mt 19,12): El que se casa hace bien; pero el que
no se casa, obra mejor todavía (1Cor 7,38). Por eso, porque es mejor,
nuestro Señor Jesucristo, que sabe más que todos los periodistas del
mundo juntos y de todos los dadores del sentido de esta sociedad infor-
mática, lo hizo objeto de un consejo evangélico.
Es de gran utilidad la pobreza para aquella persona que hace el voto
de pobreza, que profesa la pobreza, porque el voto de pobreza nos hace
abandonarnos totalmente en Dios, confiando absolutamente en su
Divina Providencia que nunca hace faltar nada a sus amadores, que
335
Carlos Miguel Buela
552
También lo decía SAN JUAN BOSCO; cfr. Biografía y Escritos (Madrid 21967) 320.
336
Las Servidoras
337
Carlos Miguel Buela
personas que reparen por nuestros propios pecados, que expíen, que
impetren de Dios el perdón, que pidan a Dios todas las cosas que se
necesitan tanto del orden espiritual como del orden material! ¡Qué testi-
monio invalorable es el de aquella persona consagrada a Dios en la pro-
fesión de los tres votos de castidad, pobreza y obediencia! De manera
particular es un gran testimonio en contra del vil utilitarismo.
Y no por esa entrega a Dios se aleja el alma consagrada del mundo;
al contrario, cuanto más uno se entrega a Dios, más conoce el mundo y
más bien hace al mundo, como decía Santa Teresita del Niño Jesús: «En
el corazón de la Iglesia seré el amor»553. La verdadera alma de vida con-
templativa –y toda religiosa tiene que ser contemplativa porque aunque
sea apostólica o viva la vida de las obras de misericordia, lo esencial de
su vida es la contemplación– no se aleja del mundo ni de los problemas
del mundo. Al contrario, los conoce más y con mayor profundidad.
Cuando digo «mundo» me refiero, incluso, a las avanzadas del mundo
actual: la cibernética, la ingeniería genética (el gran drama de la clona-
ción, las quimeras...), la energía nuclear, los viajes espaciales, los
mass–media... ¡A qué límites está llegando la humanidad...! Pero a una
contemplativa, a una auténtica religiosa, «por contemplar a Dios, como
dice San Gregorio Magno, todo lo demás se le hace pequeño»554, es
decir, mira a todo lo demás según su medida y entonces sabe darle el
sentido que tienen todas las otras cosas.
Nosotros hemos de rezar hoy y siempre por estas Hermanas para
que nunca pierdan el sentido de la fe, el sobrenatural, pues de lo
contrario caerán en el sentido del mundo y entonces no van a encontrar
el sentido profundo que tienen sus vidas y su entrega, con un corazón
irrestricto e indiviso, al único Señor que merece ser servido.
Que la Santísima Virgen, que supo como nadie vivir el sentido de
Dios, les alcance la gracia a ustedes y a todos nosotros de no dejarnos
llevar por esta mentalidad del utilitarismo.
553
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, Historia de un alma, IX.
554
SAN GREGORIO MAGNO, 35: ML 66,200.
338
Las Servidoras
Hoy estas Hermanas harán sus votos perpetuos que las convertirá en
Esposas de Jesucristo. Los nuevos lazos entre la pareja de enamorados
se representan a menudo con el intercambio de los anillos. Por eso, hoy
aquí, tendrá lugar la entrega del anillo nupcial. La mística católica cono-
ce varios casos de entrega de anillos entre la humanidad de Cristo y las
almas que están en la unión transformativa, como Santa Catalina de
Siena, Santa Teresa de Jesús, etc…555.
El anillo nupcial representa el nuevo lazo que une a la religiosa con
Jesucristo y tiene varias características que iremos señalando556:
1. Está en la mano
Está casi siempre visible a los ojos, como para que siempre se tenga
presente el lazo que representa. Y en aquella parte del cuerpo humano
que nos distingue de todos los animales, aún de los primates, de mane-
ra especial por el pulgar humano que tiene dos músculos flexores dife-
rentes a los otros dedos y que lo colocan en posición enfrentada a los
otros dedos y permiten asir objetos. Según Leibniz esa es una prueba de
la existencia de Dios. Además, los 27 huesos de cada una de las manos,
más los músculos flexores y extensores, junto a los tendones, le permi-
ten a la mano humana realizar más de 700.000 movimientos. Es un
miembro de gran complejidad y de gran delicadeza.
El anillo en la mano de la religiosa debe recordarle siempre que es
Esposa de Cristo, que eso debe inundarle toda su humanidad de mujer,
lo cual es algo complejo y sumamente delicado.
555
ANTONIO ROYO–MARÍN, Teología de la perfección cristiana, BAC (Madrid 1988) 743.
556
Seguimos libremente, y aplicándolo a las religiosas, un capítulo del libro de ÁNGEL
ESPINOSA DE LOS MONTEROS, El anillo es para siempre. Se puede encontrar en:
http://es.catholic.net/familiayvida
339
Carlos Miguel Buela
4. Es real
En otras culturas y religiones, el rito matrimonial tiene también su
simbología. La pareja se acerca lentamente a un río al cual arroja una
flor y juntos contemplan como se va alejando. En algunos ritos tribales
el simbolismo lo da el fuego: ante una enorme hoguera se prometen a
veces en silencio el amor. Otros sueltan palomas al viento, esas aves que
siempre han personificado la paz.
Los aztecas celebraban el rito del matrimonio en su casa. Las muje-
res de la familia hacían un nudo entrelazando las vestimentas de los
novios. A partir de ese momento eran marido y mujer, y su primer acto
como tales, era compartir un plato de tamales, dándoselos el uno al otro
con su propia mano.
En el matrimonio por la Iglesia Católica el símbolo es real. Está ahí,
en sus manos, para siempre. Ni vuela ni se aleja ni se lo comen. Lo
llevan consigo como un símbolo y una señal de que su matrimonio es
340
Las Servidoras
tan real como el anillo que llevan puesto. No lo han arrojado al aire ni
lo han quemado ni lo vieron alejarse románticamente en un río. Ahí
está, recordándoles que están casados. No es una ilusión. «Mi realidad
es ésta: estoy casado(a)».
Desgraciadamente algunas personas viven como si no estuvieran
casadas. Como que no han aceptado su realidad.
Cuando veas tu anillo y sientas en tu mano lo real que es, piensa que
no es más que un reflejo de la realidad de tu matrimonio, la cual exige
mucha coherencia. Tu realidad es este hombre, Jesucristo, y estos hijos
de Él. No hay otra. Todo lo demás no sería más que sueños, o mejor
dicho, pesadillas.
Acepta tu realidad, que es tan contundente como tu anillo. Estás
casada y no con cualquiera. Y si pones de tu parte lo que debes, lo esta-
rás muy felizmente.
5. Brilla
Esta característica es importantísima. Tu anillo brilla. Y ese destello
tiene que ser para ti como un símbolo y una señal del orgullo que debes
sentir de amar de verdad y con todo el corazón a alguien, y a alguien
como Jesucristo. El amor se proyecta, se nos sale por los ojos, así como
la desdicha nos los ensombrece y a veces humedece. El que ama, no
posee nada, es un poseído. El que ama le pertenece a alguien. ¿No te
sientes orgullosa de vivir planeando y buscando la felicidad de los
demás? ¡Por supuesto que es para sentir un sano orgullo! De hecho te
debe llenar hasta rebosar el vivir para los demás.
A ti te debe realizar el vivir para tu Esposo, y para toda la Familia de
Dios. Orgullo de vivir queriendo hacerlos felices. Satisfacción por tanto
de vivir para alguien, buscando de serle agradable a sus ojos.
6. Es de metal precioso
Los anillos suelen ser de oro o de plata, ambos metales preciosos.
Esto no es más que el símbolo y la señal de lo precioso que es tu matri-
monio. Muchos hombres y mujeres no caen en la cuenta de que el matri-
monio es la empresa de su vida. Es importante hacer dinero, ser útil a la
sociedad, destacar en algún deporte, componer un grupo de amigos.
Pero el matrimonio, sin duda alguna, es la empresa de tu vida. Fracasar
341
Carlos Miguel Buela
7. Es de material resistente
El anillo es resistente. Está hecho con metal duro. Símbolo y señal del
material con que debe ser moldeado el matrimonio.
Es frecuente encontrarse con gente que dice: –«No pude más»– ase-
guran –«era humanamente imposible».
En el fondo quizá lo que ocurrió es que estamos acostumbrados a
muchas telenovelas o historias de amor en donde todo sale bien o por
lo menos como a nosotros nos gusta, y todo es bonito. En el matrimo-
nio no sucede esto. La vida es difícil. Los años pasan. Las personas cam-
bian. El tiempo va cobrando su tributo de desgaste. Si el matrimonio no
es tan duro, tan firme como el anillo que llevarás puesto, bastará el más
mínimo pretexto para que todo –una familia, años de amor, de entrega
y también de lucha, estabilidad de los hijos– se venga abajo.
Lo que externamente vemos en muchas parejas son sonrisas, besos
y caricias, detalles, palabras, compañía, alegrías compartidas. Pero esto
no es más que la decoración de un amor férreo, convencido, que va por
dentro.
De nada les servirá en el futuro escudarse en su psicología, su
debilidad, su edad y en los muchos sufrimientos. Cuando un matrimo-
nio fracasa, lo que faltó fue solidez, convicción, dureza, concreto y hor-
migón. La falta de amor, en el sentido estricto de la palabra, fue hacien-
do cada vez más débil el vínculo.
342
Las Servidoras
9. Son iguales
Dos anillos iguales. Son un par. ¡Qué mal se verían diversos! Uno
dorado y otro plateado. Uno con las iniciales y el otro sin ellas. ¿Te ima-
ginas uno liso y el otro amartillado? ¡No! Deben ser iguales.
Karol Wojtyla, hoy el Papa Juan Pablo II, escribió hacia el año 1960
un libro muy interesante sobre el matrimonio. En él cuenta cómo una
pareja de casados la estaba pasando muy mal, y en un determinado
momento a la chica se le ocurre ir a vender su anillo a un orfebre, pues
le parecía que todo estaba perdido. El texto dice, en boca de la chica:
«El orfebre examinó el anillo, lo sopesó sobre los dedos detenidamente
y me miró a los ojos. Por un instante leyó dentro del anillo la fecha de
nuestro matrimonio. Volvió a mirarme, colocó el anillo sobre su balanza
y me dijo: “Este anillo no tiene peso, la balanza indica siempre cero y no
puedo obtener un miligramo. Ciertamente su marido vive, un anillo
separado del otro no tiene peso alguno, pesan solamente los dos juntos.
Mi balanza de orfebre tiene la peculiaridad de no pesar el metal, pesa
toda la vida, y todo el destino del hombre”. Confusa y llena de vergüen-
za tomé el anillo y sin decir palabra salí del taller»557. Un anillo solo no
557
KAROL WOJTYLA, El taller del orfebre.
343
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344
Las Servidoras
345
Carlos Miguel Buela
ya navegar». Se puede llegar a amar tanto, que ya más que tener que
ejercer, por decirlo así, el amor, se convierta ya en un simple navegar.
Cuando ya no te cuestionas los actos de amor, de servicio, de atención.
Cuando no titubeas en perdonar.
Cuando el amor, en una palabra, «ya no cuesta». Cuando no calcu-
las tu entrega, Cuando no «lo piensas dos veces». Cuando quien amas
se va haciendo parte de ti.
El amor ya no es un sacrificio sino un placer. Ya son el uno para el
otro.
14. Es discreto
El anillo es discreto. No es un cinturón ni un collar. Es tan pequeño
que pasaría desapercibido si no lo mostráramos a la gente. Es también
un símbolo y una señal de lo discreto, callado y humilde que se debe ser
en el matrimonio. Es como un signo del respeto que deben tenerse entre
ambos, en este caso, a Jesucristo.
15. Ya no sale
Llega un momento en que el anillo ya no sale. Símbolo y señal de la
fidelidad que es para siempre. Algunos no se lo pueden sacar ni con
jabón. Ya está ahí puesto. No sale. Esta fidelidad, este compromiso debe
ser triple: con Dios, con el cónyuge y con los hijos.
Fidelidad con Dios: te comprometiste delante de Dios. No es una
simple unión ni un mero papelito.
En segundo lugar, fidelidad a tu Esposo, a quien debes amar con un
amor irrestricto e indiviso.
En tercer lugar, fidelidad con los hijos de Dios, tus hermanos, que
necesitan de tus manos, de tu corazón, de tu cabeza, de tu tiempo, de tu
amor...
346
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350
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558
SAN GREGORIO DE NISA, Comentario al Cantar de los Cantares (Salamanca 1993) 15.
559
Cfr. Comentario al Cantar de los Cantares (Madrid 1986) 33.
351
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560
L. CL. FILLION, La Saint Bible, Letouzey et Ané Éditeurs, tomo IV (París 1903) 599.
561
GIANFRANCO RAVASI, El Cantar de los Cantares (Bogotá 1993) 44.
352
Las Servidoras
haría muy atento este principio sin principio y esta manera de hablar tan
nueva en libro tan antiguo? Es lo que nos hace conocer que esta obra
no es producto del espíritu humano, sino que ha sido compuesta por el
Espíritu Santo; pues con tal arte está ejecutada que, aún siendo difícil de
entender, hállase mucho gusto en buscar entenderla»562.
2º. En segundo lugar, ¡que me bese con los besos de su boca! se
refiere a la unión de la naturaleza divina con la naturaleza humana en la
única Persona del Verbo. Señala el mismo santo Doctor: «La boca que
besa sea el Verbo que toma carne; el besado sea la carne que Él asume.
Y el beso que se forma de aquel que lo da y de aquel que lo recibe, sea
la persona compuesta del uno y del otro… es la prerrogativa de Aquel
sobre quien la boca adorable del Verbo ha sido una vez impresa, cuan-
do la plenitud de la Divinidad juntóse a Él corporalmente. Feliz beso,
que una bondad admirable hace tan lleno de maravillas, en el cual la
boca no se imprime a la boca, sino que Dios es unido al hombre…»563.
Agrega Santa Teresa de Jesús: «…da a entender que hay en Cristo dos
naturalezas, una divina y otra humana»564.
Jesucristo viene en carne para traer la paz y la unidad. San Bernardo
enseña: «Su palabra viva y eficaz es para mí un beso; no ya un beso que
consista sólo en la conjunción de los labios, y que a veces simula la paz
del corazón, sino un beso que me infunde gozos inefables, que me reve-
la los secretos del Altísimo y con el cual queda mi alma maravillosamen-
te iluminada y como envuelta es resplandores; pues quien a Dios adhie-
re se hace un espíritu con Él (cfr. 1Co 5,17)»565. En la unión de Dios con
el hombre: «la unión de labios es la señal de la unión de los espíritus»,
pero en: «este sagrado beso, o sea, el misterio de la Encarnación del
Verbo… la unión de las dos naturalezas en Jesucristo junta las cosas
divinas con las humanas, ligando con nudo de paz el cielo y la tierra.
Pues Él es nuestra paz, que de dos ha hecho uno (Ef 2, 14)»566. «¿De qué
cosas es signo Él? Del perdón, de la gracia y de la paz, de una paz que
no tendrá fin»567.
562
Obras Completas de San Bernardo, Tomo II (Madrid 1955) 8.
563
Ibid., 13.
564
Obras Completas, Meditaciones sobre los Cantares (Madrid 1976) 336.
565
Obras Completas de San Bernardo, Tomo II (Madrid 1955) 12.
566
Ibid., 13.
567
Ibid., 16.
353
Carlos Miguel Buela
568
Comentario al Cantar de los Cantares (Madrid 1986) 75.
569
SAN GREGORIO DE NISA, Comentario al Cantar de los Cantares (Salamanca 1993)
24–25.
354
Las Servidoras
570
Obras Completas, Meditaciones sobre los Cantares (Madrid 1976) 336.
571
Ibid., 345.
572
Ibid., 347.
573
Comentario al Cantar de los Cantares (Madrid 1986) 76–77.
355
Carlos Miguel Buela
Queridas Hermanas:
La profundidad del Cantar de los Cantares sólo puede ser captada
por la unción de la gracia y la enseñanza de la experiencia. Es un cono-
cimiento que, según San Bernardo: «no es sonido que salga de la boca,
sino alegría del corazón; no ruido de los labios, sino movimiento de
gozo; no concierto de voces, sino de voluntades. No se oye por afuera,
pues no resuena en público. Lo oyen sólo aquella que lo canta y Aquel
en cuyo honor lo canta, o sea el Esposo y la Esposa. Pues este es un
cantar nupcial que traduce los castos y dulces abrazos de los espíritus; es
unión perfecta de voluntades y estrecho intercambio de afectos y de
mutuas inclinaciones»574.
Que con la mente y el corazón digan siempre al Esposo Jesucristo:
«¡Que me bese con los besos de su boca!
Porque son tus pechos mejores que el vino;
mejores al olfato tus perfumes;
ungüento derramado es tu nombre,
por eso te aman las doncellas.
Llévame en pos de ti: ¡Corramos!
El Rey me ha introducido en sus mansiones;
por ti exultaremos y nos alegraremos.
Evocaremos tus amores más que el vino;
¡con qué razón eres amado!» (Ct 1,2-4).
Así lo hacía, lo vivía y lo escribía Santa Teresa de Jesús: «Pues, Señor
mío, no os pido otra cosa en esta vida sino ¡Que me beses con los besos
de tu boca!, y sea de tal manera, que aunque yo me quiera apartar de
esa amistad y unión, esté siempre, Señor de mi vida, sujeta mi voluntad
a no salir de la vuestra, que no haya cosa que me impida pueda yo
decir: Dios mío y gloria mía, con verdad que “son mejores tus pechos”575
y más sabrosos que el vino»576.
¡Que María, Madre del Amor Hermoso, nos guíe y conduzca a todos
a esta experiencia del amor de Dios!
574
Obras Completas de San Bernardo, Tomo II (Madrid 1955) 11.
575
Es como decir «tus amores».
576
Obras Completas, Meditaciones sobre los Cantares (Madrid 1976) 348.
356
Quinta Parte
El cántico nuevo
1. ¿POR QUÉ TANTAS INCOMPRENSIONES?
577
Cfr. Diccionario de la Real Academia Española (Madrid 211992).
578
Cfr. L’Osservatore Romano 13 (1991) 160.
Carlos Miguel Buela
579
Cfr. Mt 23,23.
580
Cfr. JUAN PABLO II, «Discurso al mundo de la cultura», L’Osservatore Romano 20
(1991) 283.
581
La homilía que se reproduce fue predicada en el año 1992.
360
Las Servidoras
361
Carlos Miguel Buela
582
«Carta del papa al Cardenal Vicario para la diócesis de Roma», L’Osservatore
Romano 43 (1982) 673.
583
Cfr. Editorial Claretiana (Buenos Aires 1980) 23.
362
Las Servidoras
584
L’Osservatore Romano 51 (1991) 732.
585
CIC c. 249.
586
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la formación sacerdotal «Optatam
Totius», 13.
587
Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, «Normas para la formación sacerdotal en
los Seminarios de la República Argentina» (Buenos Aires 1984) n. 130.
363
Carlos Miguel Buela
588
Cfr. 116.
589
Cfr. 54.
590
Ibidem, 16.
364
Las Servidoras
591
Ibidem, 15.
592
La traducción es «Quiso dar a entender los principios de Santo Tomás».
593
Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, «Normas para la formación sacerdotal en
los Seminarios de la República Argentina» (Buenos Aires 1984) nn. 135.145. 153.
594
PABLO VI, «Alocución del 13 de marzo de 1964 en la Universidad Gregoriana».
595
JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Fides et Ratio» 43.
365
Carlos Miguel Buela
596
Revista Ave María, Ediciones del Verbo Encarnado, año 5, n° 8 (Marzo 1992).
366
Las Servidoras
Por eso, considero que no nos tienen tanto odio por esta falacia, más
cuando la calumnia viene de los que se consideran los campeones del
pluralismo.
597
Cfr. JUAN PABLO II, L’Osservatore Romano (14 de marzo de 1983).
598
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Líneas Pastorales para una Nueva
Evangelización (Buenos Aires 1990) n. 41.
367
Carlos Miguel Buela
Pero tampoco nos odian tanto solamente por tener nosotros tantas
vocaciones, porque pareciera que este tema no les interesa ya que, apa-
rentemente, no ponen los medios para tener muchas vocaciones.
Nos gustaría pensar que, indignados, nos atacan por nuestros
muchos pecados. Pero tampoco parece esa la razón, porque no es la
indignación santa del que busca la conversión, sino la indignación nihi-
lista de quien busca la aniquilación.
No creo que ninguna de estas razones, ni todas ellas juntas, basten
para ser causa proporcionada del odio que se nos tiene.
¿Cuál estimo que será esa causa? Creo que la única causa propor-
cionada tiene que ser de nivel teológico, y en este sentido, para mí, salvo
mejor opinión, es el testimonio explícito positivo y negativo que damos
de Jesucristo, nuestro Señor. Nos odian, en última instancia, porque
damos testimonio de la luz que vino al mundo, y las tinieblas siguen
odiando a la luz por las mismas razones: y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz porque sus obras eran malas (Jn 3,19).
Y si me equivoco, que me lo demuestren.
Mientras tanto seguiremos adelante con renovado empeño ya que la
Emperatriz de América nos asegura: «¿No estoy yo aquí que soy tu
Madre? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester?
No te apene ni inquiete cosa alguna».
2. LA LIBERTAD EN CRISTO
368
Las Servidoras
Por eso Pablo, más que hablar sobre la libertad, habla desde la
libertad, desde la situación que Cristo le ha conseguido y que él tiene en
el Espíritu Santo599.
Por tanto, cuando habla de libertad expresa una condición cristiana
fundamental. O sea, expresa algo esencial en un cristiano.
En este sentido, «libertad» tiene tanta profundidad básica como «jus-
tificación», como «filiación», como «santidad».
599
Cfr. FEDERICO PASTOR RAMOS, Estudio exegético–teológico sobre La Libertad en la
Carta a los Gálatas (Valencia 1977).
369
Carlos Miguel Buela
3. El estado de libertad
Por todo esto, vemos que la libertad no es un dato secundario. Son
los actos salvadores de Cristo los que obtienen la constitución de un
estado de libertad para el cristiano, ya que lo libera de la ley mosaica,
del pecado y de la muerte. Libertad en San Pablo no es una noción de
segundo orden en su pensamiento. Esto se aplica tanto «al estar libres
de» diversas constricciones (encogimientos, impedimentos...), cuanto al
«ser libres» o estado de libertad.
La libertad subraya la independencia de cualquier cosa que no sea
Cristo para conseguir la salvación. Y señala también una situación de
plenitud.
Hay que decir también que cuando se afirma la libertad y que el cris-
tiano es libre, se está insinuando un comportamiento en consonancia
con ese estado. Intensifica aun más el aspecto activo del comportamien-
to cristiano, evidentemente, en libertad. El cristiano libre, no se busca a
sí mismo, sino que sirve a los demás por amor.
El Señor Muerto y Resucitado es el único Liberador. A Cristo se refie-
ren todas las razones de libertad.
***
370
Las Servidoras
600
Vida y Obras de San Juan de la Cruz (Madrid 1978) 441.
601
SAN AGUSTÍN, In Epistola Ioannis ad Parthos, VII,8.
371
Carlos Miguel Buela
1. Doctrina de Jesucristo
Las bienaventuranzas evangélicas, que valen para todo cristiano, tie-
nen particular importancia para los religiosos. En efecto, ellos «en virtud
de su estado, proporcionan un preclaro e inestimable testimonio de que
el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de
las bienaventuranzas»603. Y no existe nada más opuesto al mundo que
las bienaventuranzas: «Lo que todo el mundo huye –dice San Juan
Crisóstomo–, eso nos presenta el Señor como apetecible».
El mundo reclama riqueza, Cristo reclama pobreza; el mundo premia
a los vengativos, Cristo premia a los mansos; el mundo exige placeres
carnales, Cristo exige mortificación; el mundo llama «vivos» a los
injustos, Cristo a los que tienen hambre y sed de justicia; el mundo con-
sidera fuertes a los duros, Cristo a los misericordiosos; el mundo exalta
a los lujuriosos, Cristo a los puros; el mundo admira a los violentos,
Cristo a los pacíficos; el mundo busca la comodidad y el «pasarla bien»,
Cristo busca a los que «la pasan mal» y a los que sufren persecución.
Por eso, por vivir exactamente al revés de lo que el mundo quiere,
por vivir de modo diametralmente opuesto a sus gustos, pareceres y
decires, es que el mundo y los mundanos consideran locos a los católi-
cos y a los religiosos verdaderos.
2. Ejemplo de Jesucristo
Hoy día, muchísimas veces, por vivir una religión ramplona, acomo-
daticia, por vivir amodorrados, por vivir un cristianismo sin preocupacio-
nes por la extensión del Reino... hemos perdido el fuego de los primeros
602
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la adecuada renovación de la vida
religiosa «Perfectae Caritatis», 5.
603
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 31.
372
Las Servidoras
604
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales, Tres maneras de humildad, nn.
165–167.
373
Carlos Miguel Buela
605
SAN JUAN CRISÓSTOMO, In Matt. Hom., XV, 5.
606
Seguimos a CARL BLIEKAST, Ser cristiano, ¡Esa gran osadía!, Verbo Divino (1960)
passim.
374
Las Servidoras
¡Bienaventurados los locos por Cristo!, porque son más pobres que
una laucha, porque viven la pobreza triunfal, porque obedecen hasta la
muerte, porque viven por María, con María, en María y para María.
¡Bienaventurados los locos por Cristo!, porque ninguna sabiduría del
mundo jamás podrá engañarlos. No se dejan infatuar por la vacía char-
latanería de los hombres, aun de los constituidos en autoridad. Ellos son
la sal de la tierra y la luz del mundo.
Es locura decir después de trabajar todo el día por el Evangelio:
Somos siervos inútiles; lo que teníamos que hacer eso lo hicimos (Lc
17,8); es locura saber que al que tiene se le dará más y abundará; y al
que no tiene le será quitado (Mt 13,12); es locura vivir totalmente colga-
dos de la Providencia Divina: No toméis nada para el camino, ni bácu-
lo, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni llevéis dos túnicas (Lc 9,3); buscar los
últimos lugares: Muchos primeros serán últimos, y los últimos primeros
(Mt 19,30); ser esclavo de todos: Quien quiera ser el primero sea servi-
dor de todos (Mc 10,43); humillarse: El que se ensalza será humillado y
el que se humilla será ensalzado (Lc 14,11); es la locura del perdón:
Perdónales, porque no saben lo que hacen (Lc 23,34).
Hermanos y hermanas del Verbo Encarnado:
No tengamos miedo a ser tenidos por locos por seguir a Cristo. No
traicionemos el espíritu del Evangelio.
Cuando el mundo nos diga: ¡Mirad a los locos! Se les tiran piedras y
ellos besan la mano que las tira. Se ríen y burlan de ellos y ellos ríen
también como niños que no comprenden. Se les pretende excluir de la
comunión eclesial, decretando su muerte eclesial por medio de las
calumnias, las conspiraciones, el silencio, la desinformación y ellos se
saben en el corazón de la Iglesia como en la mañana de Pascua. Se les
golpea y martiriza: pero ellos dan gracias a Dios, que los encontró dig-
nos. Cuando el mundo diga eso, señal de que vamos bien.
Hoy miremos a nuestros hermanos, los santos del Cielo; el mundo
decía:
– ¡Mirad a los locos! Se los maldice y ellos bendicen.
– ¡Mirad a los locos! Se niegan a sí mismos, toman su cruz cada día,
hacen penitencia, son infinitamente alegres, no tienen miedo de llamar
las cosas por su nombre.
375
Carlos Miguel Buela
4. ¡POSSUMUS!
376
Las Servidoras
607
MISAL ROMANO, Plegaria eucarística I.
377
Carlos Miguel Buela
608
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva, 787.
SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. XII.
609
Cfr. 2Tim 4,6; Flp 2,17.
378
Las Servidoras
610
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 1.
611
Cfr. Is 5,26.
612
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [136].
613
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Mensaje a los jóvenes.
614
Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Communionis notio, 28 de
mayo de 1992.
379
Carlos Miguel Buela
2. La bandera de la participación615
a. Respecto al sacerdocio de Cristo en la Liturgia, que «es el ejercicio
del sacerdocio de Jesucristo»616. De manera especial la participación en
la Eucaristía, nuestra y la de nuestros hermanos. ¿No resuena, acaso, en
nuestros oídos: Haced esto en conmemoración mía? ¿No somos todos,
por manos del sacerdote, los que partimos (1Cor 11,17) el pan? ¿Acaso
no somos todos, por labios del sacerdote, los que bendecimos (1Cor
11,17) el cáliz?
b. Respecto a la Palabra de Dios. Debemos conocerla, amarla y ser-
virla. Nos edifica con su verdad, con su autoridad, con su utilidad. En ella
Dios nos dice lo que piensa, lo que ama, lo que espera de nosotros. Ella
nos ilumina, nos inflama, nos vigoriza. Todavía resuena en el mundo: El
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lc 21,3).
c. Respecto de la moral cristiana. Ante «el eclipse de conciencia»617
que parece ha caído sobre la humanidad, como dijera Juan Pablo II, con
mayor razón debemos proponer a los hombres y mujeres de nuestro
tiempo la verdad sobre el hombre, su origen, su dignidad, sus derechos,
su vocación; sobre la comunidad humana; sobre la actividad humana en
el mundo; sobre la ayuda que la Iglesia quiere dar al mundo y la ayuda
que recibe de éste. Asimismo la dignidad del matrimonio y la familia, el
fomento del progreso cultural, la vida económica y social, la vida en la
comunidad política, la promoción de la paz y el fomento de la comuni-
dad de los pueblos618. Al ver tantas necesidades en nuestros hermanos,
¿no resuena en nuestros oídos lo que dijo Jesús: Tengo compasión de la
gente...?619. ¿No nos damos cuenta que más del 40% de los cristianos en
el mundo no gozan de libertad religiosa?620.
615
Tanto la idea de comunión, cuanto la de participación fueron el eje temático del
Documento de Puebla, IIIº CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO
(1979).
616
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la divina revelación
«Dei Verbum», 7.
617
JUAN PABLO II, «Meditación dominical», L’Osservatore Romano 12 (1982) 198.
618
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el
mundo actual «Gaudium et Spes», títulos de todos los capítulos.
619
Cfr. Mt 15,32.
620
Según la Enciclopedia Cristiana Mundial de Oxford (1984), luego de 14 años de
investigación en más de 14 países, realizada con la participación de más de 600 sociólo-
gos y demógrafos.
380
Las Servidoras
3. La bandera de la solidaridad
También dijo Jesús: Todos vosotros sois hermanos (Mt 23,8). Hemos
de ser solidarios con todos, de manera especial, con los pobres, los
enfermos, los trabajadores, los migrantes, los pecadores, los que se con-
sideran enemigos, los niños, los jóvenes, los adultos.
621
P. JEAN–MARIE–R.TILLARD, O.P., «Del decreto conciliar sobre el ecumenismo a la
encíclica “Ut unum sint”», L’Osservatore Romano 12 (1996) 159–160.
381
Carlos Miguel Buela
622
Sobre las prescripciones de los herejes; cit. en Liturgia de las Horas, II, 1684–1685.
382
Las Servidoras
623
KAROL WOJTYLA, La renovación en sus fuentes, BAC (Madrid 1982) 346.
624
Autor, en adelante A.
625
JUAN PABLO II, «Discurso a los participantes de la Asamblea plenaria del Pontificio
Consejo para los Laicos», L’Osservatore Romano 50 (1984) 820.
383
Carlos Miguel Buela
626
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el
mundo actual «Gaudium et Spes», 21; Decreto sobre el apostolado de los seglares
«Apostolicam Actuositatem», 4.
627
Cfr. Ap 2,7.
628
KAROL WOJTYLA, La renovación en sus fuentes, BAC (Madrid 1982) 4.
384
Las Servidoras
629
Ibidem, 5.
630
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la divina revelación
«Dei Verbum», 8.
385
Carlos Miguel Buela
donde se espera la puesta en acto auspiciada. Tales son las ideas que el
A. desarrolla en el capítulo I.
En el capítulo II trata de la fe como don de Dios y actitud conscien-
te del hombre, analizando la fe como realidad sobrenatural y como res-
puesta que afecta la propia estructura del hombre, que consiste en el
abandono en Dios por parte del hombre. La fe no es sólo aceptar un
determinado contenido, sino, además, aceptar la vocación misma y el
sentido de la existencia.
En el capítulo III trata de la fe y del diálogo. Cuando se entiende la
fe con un sentido preferentemente existencial, en cuanto estado de con-
ciencia y actitud del creyente, concebida como acto y hábito, se capta
mejor su relación con la idea de «diálogo».
La fe, que es «asentimiento», es decir, estar convencido de la verdad
de la revelación, se enriquece cuando se abre al «diálogo de la salva-
ción». Este será auténtico en el grado en que respete la persona huma-
na y su conciencia, pero debe quedar bien en claro que ha de ir unido
con el sentido de responsabilidad para con la verdad y con el deber de
una búsqueda sincera de la misma por cada uno. Nada más alejado del
verdadero método del diálogo que el indiferentismo.
En el capítulo IV trata de la conciencia de la Iglesia como fundamen-
to de la «introducción» al Concilio. La comunidad surgida del diálogo
con Dios determina la dimensión vertical de la Iglesia –la fe unida al diá-
logo constituye la dimensión horizontal de la Iglesia–. Es imposible con-
cebir la realidad de la Iglesia sin presuponer la realidad de Dios, de la
Santísima Trinidad; la realidad de la creación, de la revelación y de la
redención. Es lo que podríamos llamar el «principio de integración recí-
proca», que nos advierte cómo las enseñanzas del Vaticano II «deben
inscribirse orgánicamente en el contexto del depósito de la fe y, por
ende, integrarse en la doctrina de todos los demás concilios anteriores y
del magisterio pontificio»631. El principio de integración de la fe «es indi-
rectamente el principio de identidad de la Iglesia, que torna a sus pro-
pios inicios: los apóstoles y Cristo»632.
631
KAROL WOJTYLA, La renovación en sus fuentes, BAC (Madrid 1982) 30.
632
Ibidem, 31.
386
Las Servidoras
633
Ibidem, 35.
634
Ibidem, 36.
635
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual «Gaudium et Spes», 2.
636
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la divina revelación
«Dei Verbum», 5.
387
Carlos Miguel Buela
637
KAROL WOJTYLA, La renovación en sus fuentes, BAC (Madrid 1982) 47.
638
Ibidem, 89.
639
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la divina revelación
«Dei Verbum», 5.
388
Las Servidoras
640
KAROL WOJTYLA, La renovación en sus fuentes, BAC (Madrid 1982) 165.
641
Ibidem, 167.
642
Ibidem, 225.
643
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual «Gaudium et Spes», 19.
389
Carlos Miguel Buela
Conclusión
Lamentablemente los que se creen únicos adalides del Concilio
Vaticano II ignoran –con ignorancia supina– la esencia, el espíritu y lo
que se requiere para llevar a la práctica el Concilio. Una vez más debe-
mos decir que el progresismo es el principal sepulturero del verdadero
progreso. Como dijera el Card. Ratzinger: «Se esperaba un salto hacia
adelante, y en cambio nos hemos encontrado frente a un proceso pro-
gresivo de decadencia, que en ancha medida se ha desarrollado bajo el
signo del reclamo del Concilio, lo que ha contribuido a desacreditarlo a
los ojos de muchos».
Bajo el pretexto del Concilio se ha empobrecido la fe, se ha deforma-
do la conciencia de los creyentes, empujándoselos a falsas actitudes de
644
KAROL WOJTYLA, La renovación en sus fuentes, BAC (Madrid 1982) 234.
645
Ibidem, 271.
390
Las Servidoras
ninguna manera queridas por el Concilio. Así hemos visto dudar de toda
verdad de fe, ir al «diálogo» apostatando, y sobre la base de una profun-
da crisis de identidad juzgar que todo lo de afuera de la Iglesia era bueno
e imitable, por lo que aparecía conveniente convertirse al mundo. Así,
también, hemos sido testigos de cómo se ha ido perdiendo la concien-
cia de la creación, de la Trinidad y de la salvación, de Jesucristo y la
redención, de la Iglesia como misterio, y, en particular, de las realidades
escatológicas. Hemos visto asimismo actitudes diametralmente opuestas
a las queridas por el Concilio; no se ha buscado el abandono en Dios,
sino que el nuevo pelagianismo se ha abandonado al mundo, renun-
ciando a la misión –el testimonio se convirtió en dimisión y velación del
propio Credo; la participación en la triple potestad de Cristo fue la excu-
sa para afirmarse en el propio yo, dejándose dominar por la carne, el
mundo y el demonio, para caer en actitudes anti-sacerdotales, anti-pro-
féticas y anti–«reales»– hemos sido testigos de un gravísimo intento por
reducir al hombre a la inmanencia, que se identifica con el drama del
humanismo ateo, y a una predicación reducida tan sólo a la proclama-
ción de los derechos; el auténtico ecumenismo se convirtió, para
muchos, en irenismo, sin apelación a la conversión interior, y con la
apariencia «de que casi nada se diferencia»646; el abandono de la sólida
formación condujo al enfriamiento del ardor apostólico, y la polariza-
ción de actitudes, al margen del Magisterio auténtico, a la anarquía ecle-
sial.
Quiera Dios que la lectura de este libro ilumine las inteligencias, y
que la aceptación sincera de la fe, conciencia y actitudes que quiso el
Concilio, sea una realidad para progresistas e integristas, de modo que
renunciando a interpretaciones subjetivas del Concilio, «se abandonen a
sí mismos en Dios», y así, en la verdad edifiquen la Iglesia para gloria de
Dios y santificación de los hombres.
646
Ibidem, 261.
391
Carlos Miguel Buela
Es una gran alegría para nosotros este domingo que coincide con la
solemnidad de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, de
Roma, la Basílica del Papa, recibir a muchos miembros de nuestra
Tercera Orden Secular. Me pareció que podía ser interesante e ilustrati-
vo para todos el considerar la realidad actual, lo que estamos viviendo
en el mundo y en la Iglesia, porque muchas veces nos olvidamos de que
estamos viviendo, en esta hora de la historia del mundo, un enfrenta-
miento que no es una cosa meramente local, sino que es un enfrenta-
miento planetario. En todas las épocas de la historia de la Iglesia se ha
dado ese enfrentamiento, el cual en algunos momentos alcanza ribetes
más dramáticos, más exigentes para el cristiano. Finalmente no es otra
cosa que el enfrentamiento de Cristo con el Anticristo. Y por eso debe-
mos recordar que así como Jesucristo fue signo de contradicción, así
cada bautizado, en las distintas etapas de la historia, también es signo de
contradicción. Más aun, debe ser signo de contradicción. Y no solamen-
te porque tengamos que luchar contra las incomprensiones, que tam-
bién las hay. Reducir sólo a este aspecto, en el fondo, no deja de ser una
visión ingenua: el enemigo nos conoce muy bien. No es que no nos
comprende. Nos comprende muy bien, y por eso es que busca, si no
puede destruirnos porque está el poder de Dios de por medio, por lo
menos anularnos o debilitarnos.
En el fondo pienso que el fenómeno actual, que de manera especial
estamos viendo desde hace tiempo en la Iglesia y en el mundo, es la pre-
tensión de hacer una religión distinta de la religión querida por
Jesucristo. Es una pretensión más que secular y que hunde sus raíces en
gran cantidad de los llamados «pensadores modernos». Estamos frente
a un intento de hacer otra religión, distinta de la enseñada por nuestro
Señor Jesucristo, distinta de aquella por la cual han dado su vida tantos
mártires en todos los siglos de la historia de la Iglesia, y de manera par-
ticular en este siglo.
647
Según el Diccionario de la Real Academia Española (Madrid 211992) 1275, «rímel»
(de la marca comercial rimmel) es un cosmético para ennegrecer o endurecer las pestañas.
392
Las Servidoras
393
Carlos Miguel Buela
redentor. No necesito que todo un Dios venga a salvarme. Por eso, aun
los protestantes, Melanchton por ejemplo, decía: «¡qué me interesa que
en Cristo haya dos naturalezas!». No le interesa la Encarnación. La
Encarnación es una cosa finalmente accidental, aun en el caso de los
protestantes de esa cepa (Melanchton era contemporáneo de Lutero).
No les interesa porque en el fondo están llevados por el pensamiento
gnóstico: en mí hay algo divino, por tanto no necesito nada fuera de mí.
Se ve aún con más claridad, si cabe, respecto de la Redención. No es
necesario un salvador. Por qué voy a necesitar un salvador si en mí está
la fuerza necesaria como para salir de mis pecados, como para continuar
el camino hacia Dios, que en el fondo es el camino hacia mí, porque me
identifico con Dios. Esto que digo así es lo que según algunos está des-
truyendo rápidamente, por ejemplo en Francia, a los religiosos, a las
vocaciones sacerdotales... Hay un autor francés648 que incluso habla de
que en la actualidad la gnosis se presenta en concreto en seis variables
que confluyen lamentablemente en algunos de los teólogos más promo-
cionados hoy en día. Y él lo dice de esta manera:
– «La fe en los límites de la sola razón». Y esto es el racionalismo y
es el fideísmo;
– «La fe en los límites de la subjetividad». Todo es lo que el hombre
piensa, de tal manera que el hombre está convencido de que él con su
cabeza es el creador de todas las cosas. Es el creador de la ley que lo
tiene que regir, y por eso la humanidad está como está;
– «La fe en los límites de lo existencial»;
– «La fe en los límites de la historia»;
– «La fe en los límites de la utilidad social»;
– «La fe en los límites de la antropología».
Se ve hoy en día de manera eminente en el mismo obrar del hom-
bre. Son formas de gnosticismo lo que estamos viendo. Los ataques con-
tra el matrimonio y contra la familia. Los ataques masivos, de alguna
manera, que se quieren hacer contra la vida que recién comienza, con-
tra la indisolubilidad del matrimonio, contra la santidad de la familia, y
contra los claros principios, no solamente de la moral cristiana, sino
648
ANDRÉ MANARANCHE, I Preti. Crisi e formazione, Società Editrice Internazionale
(Torino 1996).
394
Las Servidoras
incluso de la misma moral natural. Y por eso han sido necesarios los
documentos del Papa sobre la moral, como «Veritatis Splendor» y
«Evangelium Vitae». Y no hace falta tampoco demasiado para darse
cuenta de esto que estamos viviendo y de este enfrentamiento en el cual
no hay tregua ni se puede pedir cuartel; basta prender la televisión: ven
lo que es, por ejemplo, el programa de Mauro Viale. Eso es una bolsa
de gatos, es un fiel reflejo de lo que es la humanidad gnóstica, donde no
hay verdad, donde cualquiera puede decir lo que se le ocurre, con gri-
tos, con escupidas, con trompadas, con patadas, constituyendo un fiel
reflejo de lo que está pasando en la realidad. Es la humanidad que se
ha vuelto loca. Y se ha vuelto loca, en última instancia, porque no quie-
re aceptar en plenitud al único que puede salvar al hombre, que es
Jesucristo nuestro Señor. Por eso decía que no es un simple malenten-
dido lo que podemos ver; no es que algunos señores periodistas igno-
ren, sino que hay una clara intención en mucha gente de hacer daño.
Porque están en contra de Aquel que tiene el solo nombre por el cual el
hombre será salvado.
En este día en que celebramos la Solemnidad de la Dedicación de la
Catedral del Papa, de la Basílica de San Juan de Letrán, pidamos a Dios
nuestro Señor, por intercesión de la Virgen, la gracia de entender que
solamente a Pedro, y en la persona de Pedro a todos sus sucesores, pro-
metió nuestro Señor edificar la Iglesia y darle el carisma para confirmar
en la fe a nosotros, sus hermanos. Que, por tanto, esa fidelidad a Pedro
sea lo que nos permita avanzar por este mar proceloso de la vida, que
nos permita distinguir la verdad del error, y nos permita adherir con
todas nuestras fuerzas a la verdad, porque sólo la Verdad nos hará libres.
395
Carlos Miguel Buela
Nos es preciso, es decir, nos es necesario. Por más que le demos vuel-
tas a la cosa no hay otro camino. Y eso por altísimas razones.
En primer lugar, porque es Jesús el que nos dio ejemplo de seguir un
camino de cruz, de tribulación, de dificultades, de persecuciones; un
camino de sudar sangre en Getsemaní, de flagelación, de coronación de
espinas. Él siguió ese camino.
En segundo lugar, porque Él nos enseñó que ese es el camino: Si
alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y
sígame (Mt 16,24). Y no solamente en ese versículo, que es el único que
voy a citar, sino en muchas otras partes de la Sagrada Escritura aparece
con toda claridad que nuestro Señor Jesucristo nos invita a su segui-
miento por el camino de la Cruz.
¿Y por qué Jesús siguió ese camino? ¿Por qué Jesús nos enseña ese
camino? Porque es el camino que lleva al cielo. Nos es necesario pasar
por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. Para ir al cielo,
necesaria y fatalmente hay que pasar por muchas tribulaciones. Es un
camino difícil, arduo, por eso son pocos los que siguen a Jesús. La
mayoría busca el camino ancho y cómodo, y son muchos los que lo
siguen dice Jesús en el Evangelio. En cambio el camino estrecho es el
camino verdadero, el camino difícil, y son pocos los que lo siguen (cf Mt
7,13-14).
Además las tribulaciones, las dificultades, las persecuciones nos
hacen ganar mucho mérito para la Vida Eterna. Por eso es que los san-
tos entendían perfectamente bien, que lo mejor era pasar por la cruz.
Cuando nuestro Señor se le aparece a San Juan de la Cruz y le pregun-
ta: «¿Qué quieres que haga por ti?», él le responde: «Padecer y ser des-
preciado por vos»649. Pedía lo mejor, pedía aquello que le haría ganar en
el cielo grados superiores de gloria.
Por otra parte, las tribulaciones las merecemos por nuestros pecados.
Somos grandes pecadores. Cometemos, como dice San Francisco
Javier, «infinitésimos pecados». Entonces evidentemente que si tenemos
que sufrir cruz, dificultad, esa cruz y esa dificultad nos ayudan para
hacer penitencia por nuestros pecados. Santa Gema Galgani, que nunca
649
Ms. 12738 fol.615: Decl. de Francisco de Yepes; cit. CRISÓGONO DE JESÚS, Vida y
Obras de San Juan de la Cruz (Madrid 1978) 290.
396
Las Servidoras
650
Cfr. CORNELIO FABRO, Santa Gema Galgani (Bilbao 1997).
651
TOMÁS DE KEMPIS, Imitación de Cristo, II, XII, 19.
652
SIERVA DE DIOS CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA, Cadena de amor, 14,15: cit. en
MONS. ESQUERDA BIFET, «Fecundidad misionera de la cruz», L’Osservatore Romano 16
(1995) 220.
397
Carlos Miguel Buela
a Él, se abandona y le pide la ayuda que sólo Él puede dar. Nos toca en
este sentido a nosotros la gracia de haber pasado una dura prueba.
Siempre pienso cuando hablo de esto de manera especial en los diáco-
nos. Llevan más de tres años esperando la ordenación sacerdotal, y
siempre con motivos distintos, posponiendo, posponiendo, posponien-
do y posponiendo, sin que hubiese de parte de ellos ninguna causa
grave. «No, ahora no». Porque somos muy gorditos algunos. «Porque no,
porque eres petiso». Y así, uno por gordo, otro por flaco, otro por alto,
otro por bajo. «Bueno, ahora si se hace tal cosa, sí. De los olivos tienen
que crecer melones. Cuando crezcan los melones, señal de que obede-
cen». Y bueno, llegó a su fin. A no haber estado Yahvé con nosotros, diga
Israel, a no haber estado Yahvé con nosotros cuando se alzaron contra
nosotros los hombres, vivos nos habrían tragado entonces cuando ardía
su ira contra nosotros. Ya entonces nos habrían sumergido las aguas,
hubiera pasado sobre nuestra alma un torrente, ya habrían pasado sobre
nosotros las impetuosas aguas. Bendito sea Yahvé que no nos dio por
presa de sus dientes. Escapó nuestra alma como pájaro del lazo del caza-
dor. Rompióse el lazo y fuimos librados. Nuestro auxilio está en el nom-
bre de Yahvé que hizo los cielos y la tierra (Sl 124).
Pidámosle a la Santísima Virgen la gracia de comprender siempre
que el camino está marcado por la cruz y que ese camino marcado por
la cruz es el camino que lleva al cielo.
398
Las Servidoras
399
Carlos Miguel Buela
400
Las Servidoras
consiste, dice San Juan de Ávila, «en amar a Dios para ti y amar a ti para
Dios y a ti y a Dios para sí». ¿Qué gozo es este? El mismo gozo de Dios:
Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te constituiré
sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor (Mt 25,23) ... entra a gozar
de lo que goza Él, a vivir de lo que vive Él, a ser un espíritu con Él; en
una palabra, a ser Dios por participación.
Seremos semejantes a Dios...: Dios hermoso y tú hermoso, Dios
poderoso y tú poderoso, Dios bueno y tú bueno, Dios impasible y tú
impasible, Dios bienaventurado y tu bienaventurado. ¿Por qué? Porque
veremos a Dios tal cual es (1Jn 3,2).
¿Y qué bien es ese? No es comer ni beber, ni reír, ni deleites carna-
les, ni dineros, etc. ¿Qué es? Es un bien por el cual los santos de Dios
moraron en cuevas, vivieron vírgenes toda la vida, padecieron calor y
frío, hambre y desnudez, tormentos y persecuciones; un bien por el que
el mismo Cristo derramó su sangre e incruentamente continúa sacrificán-
dose en los altares. ¿Qué es esto? Ese es su nombre que no tiene otro
nombre: Al que venciere le daré el maná escondido y le daré una pie-
drecita blanca, y en ella escrito un nombre nuevo, que nadie conoce sino
el que lo recibe (Ap 2,17). Sólo lo conocen los que lo reciben y nunca
acaban de conocerlo. ¡Aunque os gocen millones de años nunca se can-
sarán de Ti! Maravillados están diciendo: Maná, ¿qué es esto? (Ex
16,15).
¿Qué es el cielo? Ver a Dios, gozar de Dios y poseer a Dios; y con
Dios a todas las cosas.
Por eso, nos enseña el Apóstol: Tengo por cierto que los padecimien-
tos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que
ha e manifestarse en nosotros (Ro 8,18).
3. El cielo es Jesucristo
Para que pudiésemos ir al cielo murió Cristo en la Cruz y nosotros,
ingratos, nos olvidamos del Cielo y de Cristo. ¡Cuánto sufre Cristo por
ello!
Y esto hermosamente lo expresaba un poeta, cantando:
401
Carlos Miguel Buela
653
SAN JUAN DE LA CRUZ, Obras completas, Editorial Monte Carmelo (Burgos 41993) 62.
402
Las Servidoras
I
La interpretación de los textos bíblicos «es de importancia capital
para la fe cristiana y la vida de la Iglesia. “En los Libros Sagrados –como
nos ha recordado muy bien el Concilio–, el Padre, que está en el cielo,
sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos.
Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constitu-
ye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento
del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual”656. El modo de
interpretar los textos bíblicos para los hombres y las mujeres de nuestro
tiempo tiene consecuencias directas para su relación personal y comuni-
taria con Dios, y también está ligado estrechamente a la misión de la
Iglesia. Se trata de un problema vital…»657.
Refiriéndose a las dos grandes encíclicas bíblicas dice el Papa:
«…ambas manifiestan la preocupación por responder a los ataques con-
tra la interpretación católica de la Biblia, pero estos ataques no iban en
654
Der Fels (Resensburg 1975) 175; cit. en AAVV, La quimera del progresismo, CCC
(Buenos Aires 1981) 37.
655
Este discurso fue pronunciado la mañana del viernes 23 de abril de 1993, duran-
te una audiencia conmemorativa de los cien años de la Carta encíclica «Providentissimus
Deus» de LEÓN XIII y de los cincuenta años de la Carta encíclica «Divino afflante Spiritu»
de PÍO XII, ambas dedicadas a los estudios bíblicos. El discurso puede verse en «La inter-
pretación de la Biblia en la Iglesia», Editorial San Pablo (Buenos Aires 1993) 127; o en
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore Romano
18 (1993) 221 §1. El discurso fue pronunciado en francés.
656
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la divina revelación
«Dei Verbum», 21.
657
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore
Romano 18 (1993) 221 §1.
403
Carlos Miguel Buela
658
Ibidem, 221 §3.
659
Cfr. nuestro artículo «La exégesis y el vaciamiento de la Escritura», Revista Mikael,
n. XII (1976) 49–76.
660
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore
Romano 18 (1993) 221 §4.
661
Ibidem.
662
Ibidem, 221 §5.
404
Las Servidoras
II
De modo que es muy clara la armonía entre la exégesis católica y el
misterio de la encarnación. Al respecto «La encíclica “Divino afflante
Spiritu” ha expresado el vínculo estrecho que une los textos bíblicos
inspirados al misterio de la Encarnación con las siguientes palabras: “Al
igual que la palabra sustancial de Dios se hizo semejante a los hombres
en todo, excepto en el pecado, así las palabras de Dios expresadas en
lenguas humanas, se han hecho en todo semejantes al lenguaje huma-
no, excepto en el error”663. Recogida casi al pie de la letra por la consti-
tución conciliar “Dei Verbum”664, esta afirmación pone de relieve un
paralelismo rico de significado»665.
La inspiración bíblica fue un primer paso hacia el misterio del Verbo
encarnado: «Es verdad que la puesta por escrito de las palabras de Dios,
gracias al carisma de la inspiración escriturística, fue un primer paso
hacia la encarnación del Verbo de Dios. En efecto, estas palabras escri-
tas representaban un medio estable de comunicación y comunión entre
el pueblo elegido y su único Señor. Por otro lado, gracias al aspecto pro-
fético de estas palabras, fue posible reconocer el cumplimiento del desig-
nio de Dios, cuando el Verbo se hizo carne, y puso su morada entre
nosotros (Jn 1,14). Después de la glorificación celestial de la humanidad
del Verbo hecho carne, también su paso entre nosotros queda testimo-
niado de manera estable gracias a las palabras escritas. Junto con los
escritos inspirados de la primera alianza, los escritos inspirados de la
nueva alianza constituyen un medio verificable de comunicación y
comunión entre el pueblo creyente y Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Este medio no puede, ciertamente, separarse del manantial de vida espi-
ritual que brota del corazón de Jesús crucificado y se propaga gracias a
los sacramentos de la Iglesia. Sin embargo, tiene su consistencia: la con-
sistencia de un texto escrito, que merece crédito»666.
«En consecuencia, las dos encíclicas exigen que los exégetas católi-
cos estén en plena armonía con el misterio de la encarnación, misterio
663
Enchiridion biblicum, 559.
664
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la divina reve-
lación «Dei Verbum», 13.
665
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore
Romano 18 (1993) 221 §6.
666
Ibidem.
405
Carlos Miguel Buela
667
Carta apostólica «Vigilantiae», para la fundación de la Comisión Bíblica, 30 de
octubre de 1902, Enchiridion biblicum, 142.
668
Cfr. Enchiridion biblicum, 548.
669
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore
Romano 18 (1993) 221 §7.
670
Enchiridion biblicum, 560.
671
Cfr. Gn l.
672
Cfr. 1Cor 12,18.24.28.
406
Las Servidoras
los matices posibles con una gran flexibilidad, aceptando también sus
limitaciones. Esto hace que la tarea de los exégetas sea tan compleja,
necesaria y apasionante. No puede descuidarse ningún aspecto del len-
guaje. El progreso reciente de las investigaciones lingüísticas, literarias y
hermenéuticas ha llevado a la exégesis bíblica a añadir al estudio de los
géneros literarios otros puntos de vista (retórico, narrativo y estructuralis-
ta). Otras ciencias humanas, como la psicología y la sociología, también
han dado su contribución. A todo esto puede aplicarse la consigna que
León XIII dio a los miembros de la Comisión Bíblica: “No consideren
extraño a su campo de trabajo ninguno de los hallazgos de la investiga-
ción diligente de los modernos; por el contrario, estén atentos para poder
adoptar sin demora todo lo útil que cada momento aporta a la exégesis
bíblica”673. El estudio de los condicionamientos humanos de la palabra
de Dios debe proseguir con interés renovado incesantemente»674.
III
Pero advierten muy seriamente que nunca hay que olvidarse que no
estamos frente a una palabra meramente humana, sino ante la Palabra
de Dios que hace «synkatábasis», es decir, se amolda a la palabra de los
hombres y mujeres. Por eso «este estudio, sin embargo, no basta. Para
respetar la coherencia de la fe de la Iglesia y de la inspiración de la
Escritura, la exégesis católica debe estar atenta a no limitarse a los aspec-
tos humanos de los textos bíblicos. Es necesario, sobre todo, ayudar al
pueblo cristiano a captar más nítidamente la palabra de Dios en estos
textos, de forma que los reciba mejor, para vivir plenamente en comu-
nión con Dios. Para ello es preciso, desde luego, que el exégeta mismo
capte la palabra de Dios en los textos, lo cual sólo es posible si su traba-
jo intelectual está sostenido por un impulso de vida espiritual».
«Si carece de este apoyo, la investigación exegética queda incomple-
ta, pierde de vista su finalidad principal y se limita a tareas secundarias.
Puede, incluso, transformarse en una especie de evasión. El estudio
científico de los meros aspectos humanos de los textos puede hacer olvi-
dar que la palabra de Dios invita a cada uno a salir de sí mismo para
vivir en la fe y en la caridad».
673
Carta apostólica «Vigilantiae», Enchiridion biblicum, 140.
674
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore
Romano 18 (1993) 221 §8.
407
Carlos Miguel Buela
IV
Para ello es absolutamente necesaria la fidelidad a la Iglesia: «La
docilidad al Espíritu Santo produce y refuerza otra disposición, necesa-
ria para la orientación correcta de la exégesis: la fidelidad a la Iglesia. El
exégeta católico no alimenta el equívoco individualista de creer que,
fuera de la comunidad de los creyentes, se pueden comprender mejor
los textos bíblicos. Lo que es verdad es todo lo contrario, pues esos tex-
tos no han sido dados a investigadores individuales “para satisfacer su
curiosidad o proporcionarles temas de estudio y de investigación”678; han
sido confiados a la comunidad de los creyentes, a la Iglesia de Cristo,
para alimentar su fe y guiar su vida de caridad. Respetar esta finalidad
675
Enchiridion biblicum, 89.
676
Enchiridion biblicum, 569.
677
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore
Romano 18 (1993) 221 §9.
678
Carta encíclica «Divino afflante Spiritu»; Enchiridion biblicum, 566.
408
Las Servidoras
V
Para ello los exégetas deben ser asiduos predicadores: «Para realizar
mejor esta tarea eclesial tan importante, los exégetas se deben mantener
cerca de la predicación de la palabra de Dios, ya sea dedicando una
parte de su tiempo a este ministerio, ya sea relacionándose con quienes
lo ejercen y ayudándoles con publicaciones de exégesis pastoral682.
Evitarán, así, perderse en los caminos de una investigación científica
abstracta, que los alejaría del sentido verdadero de las Escrituras, pues
este sentido no puede separarse de su finalidad, que consiste en poner
a los creyentes en relación personal con Dios»683.
VI
Queridos hermanos y hermanas:
Tengamos en cuenta que las desviaciones de la cultura occidental
moderna deja a muchos hombres y mujeres de hoy día insensibles a la
679
Cfr. Enchiridion biblicum, 108–109.
680
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la divina revelación
«Dei Verbum», 12.
681
Ibidem, 10.
682
Carta encíclica «Divino afflante Spiritu»; Enchiridion biblicum, 551.
683
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore
Romano 18 (1993) 221 §11.
409
Carlos Miguel Buela
684
Ibidem, 221 §15.
685
Com. in Is. pról.: PL 24,17.
686
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia
«Sacrosanctum Concilium», 56.
687
Cfr. Lc 24,45.
410
Las Servidoras
688
Cfr. Jn 19,27.
689
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia
«Sacrosanctum Concilium», 16.
411
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690
MONS. NORBERTO RIVERA, arzobispo de México, «Instrucción pastoral sobre el “New
Age”», L’Osservatore Romano 7 (1996) 89–91.
691
Por Joaquín de Fiore, aquel abad que hablaba de las tres edades del mundo.
412
Las Servidoras
692
JUAN PABLO II, «Discurso al tercer grupo de los obispos de Estados Unidos en su visi-
ta “ad limina”», L’Osservatore Romano 24 (1988) 307.
693
JUAN PABLO II, «Discurso al primer grupo de obispos argentinos con ocasión de la
visita “ad limina”», L’Osservatore Romano 6 (1995) 82–83.
694
«Y en el 2000, también...», por el LIC. JOSÉ MARÍA BAAMONDE, Revista Panorama
católico, I (abril del 2000) 10.
413
Carlos Miguel Buela
695
Mons. Franc Rodé define la New Age como «un supermercado de las religiones
donde cada uno toma lo que le gusta y deja el resto»; cfr. «Ideologías religiosas y visión
cristiana de Dios en Europa», en Ecclesia, n.6 (1992) 379–387.
414
Las Servidoras
696
Cfr. JOSÉ MARÍA BAAMONDE, Semanario «Cristo hoy», 7 al 13 de septiembre de
2000, p. 23.
697
Ibidem, 23.
415
Carlos Miguel Buela
416
Las Servidoras
698
JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la esperanza, Plaza y Janés (Barcelona 1994)
103–104.
417
Carlos Miguel Buela
699
Cfr. Semanario «Cristo hoy», 7 al 13 de septiembre de 2000, p. 23.
418
Las Servidoras
700
Las estadísticas las sacamos del sitio Web: www.spes.8k.com
419
Carlos Miguel Buela
701
SANTA TERESA DE LOS ANDES, Carta 101; cit. MARINO PURROY, Así pensaba Teresa de
los Andes, Ediciones Paulinas (Santiago de Chile) 90.
420
Las Servidoras
702
En líneas generales seguimos un sermón de San Alfonso sobre la Caridad con el
prójimo; cfr. SAN ALFONSO, Obras ascéticas, II (Madrid 1964) 884ss.
421
Carlos Miguel Buela
1. En pensamientos
Es en los pensamientos en lo que generalmente se suele faltar más a
la caridad. Por ejemplo, cuando juzgamos mal al prójimo sin fundamen-
to cierto. De tal manera que si alguien juzga que una persona comete
pecado –y no es quién para juzgar eso– la persona que juzga está come-
tiendo el pecado que está pensando que cometió la otra persona. Si es
pecado mortal, mortal; si venial, venial. El juicio temerario en materia
grave es siempre pecado mortal. Y es por eso que dijo también
Jesucristo –y en el Sermón de la Montaña, no en cualquier lugar–, No
juzguéis y no seréis juzgados (Mt 7,1), condenando nuestro Señor a
quienes juzgan a los demás de una manera injusta, temeraria, presun-
tuosa, sospechando, sin fundamento, metiéndose en donde nadie les
llama. Perdonad y seréis perdonados (Lc 6,37). No alcanzaremos el per-
dón de Dios si no somos capaces de perdonarnos entre nosotros. ¡Tantas
cosas pueden pasar en la vida contemplativa! ¿Que se agarren a cuchi-
lladas? No, evidentemente que no. ¿Que una no la miró a la otra? ¡Ah!
Eso puede ser. Pero hay que perdonar, y perdonar de corazón; no de
cualquier manera, sino de corazón. Y perdonar siempre.
Distinto es el caso de los superiores, quienes a veces tienen la obliga-
ción de sospechar de la conducta de sus súbditos, por deber de estado.
Si una persona es habitualmente mentirosa o exagerada, o busca que-
dar siempre bien, la Superiora tiene que pensar en la posibilidad de que
esté mintiendo, o que probablemente tenga doble intención, o que lo
haga para figurar. Como sucede con los padres, dice San Alfonso María
de Ligorio: «¿Habrá padres y madres necios que ven sus hijos con malas
compañías y los dejan seguir, total... no hay que pensar mal...? Tontería
insigne». Porque evidentemente es así: «dime con quién andas y te diré
quién eres». Si es una persona que habitualmente murmura, y la ve con
malas compañías, probablemente esté murmurando, haciéndose daño a
sí misma, y a la comunidad.
422
Las Servidoras
2. En las palabras
La gran plaga de la vida religiosa es la falta de caridad en las pala-
bras, la murmuración. Es decir, cuando se habla en contra o en per-
juicio de un ausente. El libro del Eclesiástico, por ejemplo, dice: El mur-
murador mancha su propia alma, y es detestado por el vecindario (Sir
21,28). Generalmente, el murmurador tiene quien lo escuche, sobre
todo en las mujeres. Les gusta prestar atención: «a ver... está hablando
mal de tal...»; pero huyen de esa persona, ¿por qué? Porque «después
va a hablar mal de mí...».
Estos son odiados por todos, por Dios y por los hombres. Por eso
dice San Bernardo que «la lengua del murmurador es una espada de
tres filos»703, ya que hiere al prójimo, hiere a quien le escucha y se hiere
a sí mismo».
Puedo poner muchos casos que conozco de murmuración, a modo
de ejemplo: una hermana que dijo «no estoy de acuerdo en todo» des-
pués que habló la Superiora. Esa hermana murmuró. Porque en primer
lugar, ¿quién es ella o qué autoridad tiene para decir una cosa así? Le
mete la pulga en la oreja a la otra que está al lado: «será muy buena...
pero no confío». Está moviendo a desconfiar y eso destruye la vida reli-
giosa. Y se excusa: «yo lo dije en secreto a otra, y nadie más escuchó».
Es como la serpiente que muerde en secreto. Que sea en secreto no
quiere decir que no sea veneno, que no sea picadura, y que no cause,
como pasa a veces, la muerte. No menos que serpiente –dice el
Eclesiastés– que muerde en silencio es quien dice de otro el mal en
secreto (10,11).
Otra forma de faltar a la caridad en las palabras es la maledicen-
cia. No sólo se le quita la fama al prójimo, achacándole cualquier peca-
do como verdadero, o exagerando lo cierto, sino también cuando se
descubre a otros algún pecado oculto. ¿Quién manda decir los pecados
de los demás? ¿Acaso hay un mandato de Jesucristo o del Evangelio?
703
De divers., s. 17, in Ps 56.
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Carlos Miguel Buela
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Las Servidoras
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Carlos Miguel Buela
vale un grano de caridad, que cien kilos de razón»704. ¿Qué es lo que hay
que hacer? Hablar bien de todos, no escuchar a quienes hablan mal.
Conozco el caso de un seminarista al que un sacerdote fue y comenzó a
hablarle mal del superior... «Padre, hable con el superior porque conmi-
go no tiene que hablar». Se salvó (al poco tiempo ese padre abandonó
los votos religiosos) porque si lo escucha, ya le entra el mal espíritu y
comienza a desconfiar del superior, empieza a meterse en una cosa que
no le corresponde y muchas veces hasta se termina mal.
Defender en cuanto sea posible a las víctimas, «si no es posible excu-
sar la acción, por lo menos salvar la intención»705, dice San Bernardo.
Practicar la mansedumbre con todos. El libro de los Proverbios dice: una
respuesta blanda calma la ira, una palabra áspera, enciende la cólera (Pr
15,1). Corregir al que yerra de manera correcta, como corresponde,
como una obra de caridad, tal como se nos manda en el Evangelio y
decir como ese seminarista: «Padre, lo que Usted está haciendo está mal,
está murmurando». Ahí termina la cosa y si uno no hace así, uno es
cómplice de la murmuración.
3. En las obras
Por último, la caridad en las obras, dice San Juan, también, No ame-
mos sólo de palabra y con la lengua, sino con obras y de verdad (1Jn
3,18). Y aquí tiene importancia fundamental la limosna. «¿Padre, cómo
podemos hacer nosotros limosna, si no tenemos dinero?». La limosna
no es solamente con el dinero. La limosna es el alivio que se da, la
ayuda que se presta, el servicio de uno, el tiempo que uno le da a otro,
el saber escuchar, el saber callar, saber corregir. Son todas las obras de
misericordia materiales y espirituales. También rezar por las almas del
Purgatorio es una manera de practicar la caridad en obras; con los enfer-
mos, con los que nos fueren más antipáticos, con los que nos persiguen.
La caridad cristiana consiste en querer y hacer bien a quienes nos odian
y hacen mal... amad a vuestros enemigos, rogad por los que os persi-
guen (Mt 5,44). Y si hacemos así podremos rezar de verdad el Padre
Nuestro: «perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los
que nos ofenden».
Pidámosle a la Santísima Virgen y a Santa Teresa de los Andes la
gracia de vivir en verdad y en profundidad la caridad entre nosotros,
reconociendo así que «Dios es alegría infinita».
704
cit. en SAN ALFONSO, Obras ascéticas, II (Madrid 1964) 890.
705
In Cant., s. 40.
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EPÍLOGO
OS DOY UN MANDAMIENTO NUEVO
1. Novedad
En primer lugar, presenta ese mandamiento como un mandamiento
nuevo: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los
otros (Jn 13,34). Esta fórmula consta de dos partes: la primera se refie-
re a la prescripción, es decir, prescribe nuestro Señor: Os doy un man-
damiento nuevo. Y la segunda se refiere al contenido de esa prescrip-
ción. Y ¿de qué carácter es la prescripción? La prescripción no es un
mero consejo, un parecer sino que es un verdadero mandamiento Os
doy un mandamiento, es decir, algo que no es opinable, que no está
dejado a nuestra libertad el hacerlo o no hacerlo, aunque debemos usar
de nuestra libertad para hacerlo, pero la prescripción no esta dejada a
nuestra libertad, el que sea la cosa así o no.
¿Por qué ese mandamiento es nuevo? Porque es distinto. En el
Antiguo Testamento se hablaba del amor al prójimo como a nosotros
mismos, sin embargo, acá ese mandamiento adquiere otra calidad, otra
exigencia. Porque otra es la motivación, porque otra es la forma de
entenderlo. Y esto que hace nuestro Señor es algo personal. Os doy:
¿quién? «Yo, Jesucristo». ¿A quién? «A vosotros», a nosotros, a los discí-
pulos. Es algo personal, no es algo informe o anónimo. Es personal, mío,
de él, vuestro, de nosotros.
Carlos Miguel Buela
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Las Servidoras
3. Distintivo
La tercera fórmula, en esto todos reconocerán que sois mis discípu-
los, en el amor que os tengáis los unos por los otros (Jn 13,35). ¿Cómo
se distingue un católico? ¿Por qué lleva una cruz? No. ¿Por qué va a
Misa? No. Puede venir a Misa y faltar amor. ¿Cuál es la señal dada por
Jesucristo por la cual se distinguen sus discípulos? Es el amor, en esto
todos reconocerán que sois mis discípulos ¿Cómo una mujer tan débil,
pequeña como la Madre Teresa de Calcuta fue llorada por todo el
mundo? Todos los gobiernos mandaron representaciones. La velaron en
el mismo sarcófago donde velaron a Mahatma Gandi y a Nerú, próce-
res de la India. ¿Qué es lo que pasa ahí? Es el amor. Una mujer que se
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Carlos Miguel Buela
decidió a amar como Cristo nos amó. ¿Qué pasa con este fenómeno
que es Juan Pablo II? Con 81 años sigue haciendo viajes maratónicos.
En Grecia había manifestaciones en contra de ultra ortodoxos. En
medio de la visita hicieron una encuesta y el 99% de los griegos estuvo
de acuerdo con la visita del Papa a Grecia. ¿Por qué? ¿Cómo puede ser
eso? Porque es un hombre que ama, y busca el bien y busca la paz entre
los hombres y los pueblos. El amor por tanto es la divisa de los verda-
deros discípulos de Cristo. Así lo dice Jesús. Y por eso Él se presenta
delicadamente como el Maestro del Amor. Los soldados de un rey se dis-
tinguen por las insignias del rey. Y la insignia de Cristo es la caridad. «La
caridad fraterna, dice San Juan Crisóstomo, es la floración de la santi-
dad, el inicio de la virtud verdadera».
Y lo que pasa en el mundo, y también en la Iglesia, no es que haya
fracasado el amor; los que han fracasado son los hombres que inventan
cosas distintas del Evangelio de Jesucristo. Sistemas filosóficos, sociales,
políticos o ideológicos que pretenden suplantar el cristianismo y se olvi-
dan de que no hay forma, no hay manera, no hay cómo suplantar la
gran divisa del amor, que es lo que Jesús quiere que vivamos cada uno
de sus discípulos.
Pidámosle a la Santísima Virgen la gracia de poder vivir siempre este
amor tal como lo enseñó nuestro Señor, con todos, no solamente con
los amigos, sino también con los enemigos, con los que nos hacen daño
o con los que nos hacen mal, porque Cristo clavado en la cruz dijo:
Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23,34). El amor
perdona, no tiene en cuenta el mal recibido, como dice San Pablo, más
bien lo está excusando. Si no puede excusar la acción, porque hay
acciones que son objetivamente malas, excusa la intención «Vaya a
saber, pobre...». Por eso pidámosle también a la Santísima Virgen, ella
que como nadie entendió lo que era la gran divisa de su Hijo, que nos
alcance de Él la gracia de poder distinguirnos siempre por esa divisa
inmortal que es la divisa del amor. Porque pasará todo, pasará la fe,
pasará la esperanza, pero el amor nunca morirá (1Cor 13,8).
432
ABREVIATURAS BÍBLICAS
ANTIGUO TESTAMENTO
Gn Génesis Ct Cantar de los Cantares
Ex Éxodo Sb Sabiduría
Lv Levítico Sir Sirácida (Eclesiástico)
Nm Números Is Isaías
Dt Deuteronomio Jr Jeremías
Jos Josué Lm Lamentaciones
Jue Jueces Ba Baruc
Rut Rut Ez Ezequiel
1Sam 1º Samuel Dn Daniel
2Sam 2º Samuel Os Oseas
1Re 1º Reyes Jl Joel
2Re 2º Reyes Am Amós
1Cr 1º Crónicas Ab Abdías
2Cr 2º Crónicas Jon Jonás
Esd Esdras Mi Miqueas
Ne Nehemías Na Nahum
Tb Tobías Ha Habacuc
Jdt Judit So Sofonías
Est Ester Ag Ageo
Job Job Za Zacarías
Sl Salmos Ml Malaquías
Pr Proverbios 1Mac 1º Macabeos
Qo Qohelet (Eclesiastés) 2Mac 2º Macabeos
Carlos Miguel Buela
NUEVO TESTAMENTO
Mt Mateo 1Tim 1º Timoteo
Mc Marcos 2Tim 2º Timoteo
Lc Lucas Tit Tito
Jn Juan Flm Filemón
He Hechos de los Apóstoles. Heb Hebreos
(Actas)
Ro Romanos Sant Santiago
1Cor 1º Corintios 1Pe 1º Pedro
2Cor 2º Corintios 2Pe 2º Pedro
Ga Gálatas 1Jn 1º Juan
Ef Efesios 2Jn 2º Juan
Flp Filipenses 3Jn 3º Juan
Col Colosenses Jds Judas
1Te 1º Tesalonicenses Ap Apocalipsis
2Te 2º Tesalonicenses
434
INDICE TEMÁTICO
436
Las Servidoras
437
Carlos Miguel Buela
438
Las Servidoras
439
INDICE GENERAL
PRÓLOGO.................................................................................... 5
CAPÍTULO 3: SU PASIÓN
1. Cristo Crucificado y la Servidora........................................... 93
2. El clavo penetrante es una llave .......................................... 100
3. ¡Gritó el Señor! ................................................................... 105
4. Tres exclamaciones y tres signos .......................................... 107
5. Colgado de la Cruz ............................................................. 112
6. Himno a la Cruz.................................................................. 126
Carlos Miguel Buela
CAPÍTULO 4: SU RESURRECCIÓN
1. Testigos de la resurrección ................................................... 155
2. Cristo resucitado: Hombre perfecto ..................................... 164
3. ¿Agobiado o resucitado? ..................................................... 171
442
Las Servidoras
EPÍLOGO
443
Para comunicarse con las
Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará
puede dirigirse a
www.servidoras.org