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Área: Comunicación Grado: Noveno

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CIVILIZACIÓN 2009-03-10
Las falacias del ateísmo
En el eterno debate entre ateos y religiosos referido a la existencia de D's1 o a la necesidad de la
religión organizada, los primeros suelen adoptar una postura crítica sustentada en la, digamos,
ofensiva del cuestionamiento, que automáticamente pone al hombre de fe a la defensiva.
El ateo se ubica en un pedestal superior desde el cual exige respuestas a sus muchas preguntas incisivas,
acorralando al creyente con un torrente de interrogantes para los cuales, sencillamente, no hay respuestas
simples. El planteo ateo tradicional, sin embargo, adolece de serias incoherencias, y exponerlas
adecuadamente facilitaría un abordaje menos apasionado a propósito de temas tan esenciales como
complejos.
El ateo suele afirmar que la divinidad es un misterio y que, en consecuencia, toda afirmación certera a
propósito de la existencia de D's es poco menos que dogmática, sino directamente arrogante. Muy
habitualmente, postula que D's ha sido una creación del hombre a partir de una necesidad muy interna de
encontrar cierta explicación al desorden histórico. Es decir, la divinidad como invento humano, como
ficción sin sustento racional.
Pero esto en sí mismo constituye una afirmación –la afirmación de que D's es un cuento–, y eso de
misterioso no tiene nada. Si la divinidad es un misterio, tal misterio debería serlo para ambos lados. Si es
dogmático afirmar la existencia de D's, no lo debería ser menos afirmar su inexistencia. Si recae sobre el
creyente el peso de explicar la persistencia del mal en la Tierra, sobre el ateo recae el de explicar la
persistencia del bien. En palabras de Milton Steinberg:
Si el creyente tiene sus problemas con el mal, el ateo tiene que bregar con dificultades más graves. La
realidad también lo golpea, dejándole frustrado no por una sino por muchas, desde la existencia de la ley
natural, pasando por la astucia del insecto, hasta el cerebro del genio y el corazón del profeta.
El ateo muy habitualmente esgrime las barbaridades perpetradas por el hombre en nombre de la religión
como ejemplo de la naturaleza dañina de los sistemas religiosos. La Inquisición católica del Medioevo y la
yihad islámica, ambas llevadas a cabo bajo el signo de D's, indudablemente han causado estragos en la
humanidad. La explicación del creyente consiste en recordar que no fue la religión la responsable, sino lo
que en su nombre se ha hecho. Irwin Cotler es un exponente de esta posición:
No ha sido la religión la que nos ha traicionado, sino que hemos sido nosotros los que hemos traicionado a
la religión.
Pero antes de llegar allí existe, en materia de argumentación, una inconsistencia que merece señalarse.
Es innegable que ha habido inmoralidad en las religiones, y que ha habido individuos religiosos
profundamente inmorales. Pero es igualmente innegable que muchas de las ideologías seculares han
fracasado éticamente al remover todo vestigio de moralidad religiosa de sus proclamas meta-históricas.
Ideologías ateas y anti-religiosas como los comunismos chino y soviético o el nazismo alemán provocaron
la muerte de más de cien millones de personas el pasado siglo. Si las guerras de religión del pasado
sirven, según el ateo, de evidencia del componente pernicioso de los sistemas religiosos, entonces ¿qué
deberíamos concluir a propósito de la naturaleza de los sistemas seculares, a la luz de las masacres que
han propiciado? Los rabinos Dennis Prager y Joseph Telushkin han dicho:
Todos los horrores perpetrados en nombre de los ideales constituyen un testimonio trágico pero irrefutable
del hecho de que el idealismo no basta y de que es indispensable, para alcanzar la paz, la justicia y la
fraternidad universal, un sistema ético que obligue a cada individuo.
[…] Los más fundamentales valores liberales occidentales que muchos ateos hoy defienden con encono
están arraigados en esos mandamientos. Que esto es un aporte de la religión, y no de las ideologías
seculares, es un principio elemental con el que todo debate acerca de estos temas debería arrancar; o
mejor aún quizás: terminar.
SCHVINDLERMAN, Julián. 2009. “Las falacias del ateísmo”. Libertad digital. Consulta: 8 de abril de 2017. <http://www.libertaddigital.com/opinion/ideas/las-falacias-del-
ateismo-1276236364.html>

1
Nota del editor: Los judíos observantes no emplean el término Dios, sino sustitutos como D’s, que Schvindlerman utiliza con frecuencia
en este artículo.

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