Está en la página 1de 2

La Guerra del Agua es el nombre de una serie de protestas que tuvieron lugar en

Cochabamba en Bolivia, entre los meses de enero y abril de 2000.


Voy a empezar con el motivo de las protestas. Pues, a finales del siglo XX, una
ideología llamada neoliberalismo jugó un papel considerable en la política
latinoamericana. La ideología animó al sector privado a hacerse cargo de muchas
industrias que alguna vez fueron consideradas parte del sector público.
Las terribles circunstancias financieras obligaron al gobierno boliviano a recurrir a las
organizaciones monetarias internacionales. El intercambio de préstamos requería
que Bolivia privatizara varias industrias nacionales. Uno de ellos era el agua. El Banco
Mundial argumentó que la privatización en Bolivia eliminaría la burocracia corrupta y
mejoraría la calidad y eficiencia de la industria del agua. Eventualmente, en febrero
de 2000, los derechos de agua de la ciudad de Cochabamba fueron vendidos por el
estado a la empresa privada Aguas del Tunari después de la presión de las
organizaciones monetarias. Este consorcio internacional fue formado por Bechtel, la
empresa norteamericana Edison, consorios españoles y bolivianos. Como una
cláusula contractual que convino Aguas de Tunari, se tenía el pago de 30 millones de
dólares de la deuda acumulada por SEMAPA (la empresa municipal de agua potable).
También acordaron financiar una extensión del sistema del agua.
Para asegurar la legalidad de la privatización, el gobierno boliviano aprobó la ley
2029. Aguas del Tunari no solo podría haber instalado las conexiones necesarias para
conectarse a los sistemas comunales independientes, sino que también podría cobrar
por el agua que los vecinos obtuvieran de sus pozos, del río o incluso recogieran de la
lluvia. Si éstos no pagaban estaba autorizada a desahuciarles y quedarse con sus
casas.
En muchas regiones de Cochabamba, los precios del agua se duplicaron como
resultado de la privatización. La gente de Cochabamba, que ya luchaba con una
economía débil y pobreza extrema, no podía permitirse pagar estas tarifas. Muchas
personas se vieron obligadas a retirar a sus hijos de las escuelas o a dejar de visitar
médicos como consecuencia.
El descontento comenzó a crecer entre la población, específicamente entre los
pobres, y comenzaron las protestas en enero de 2000. Comenzaron pacíficamente,
mientras los manifestantes se reunían para exigir al gobierno que respetara su
derecho al agua. En una muestra de coraje y solidaridad, cientos de miles de
bolivianos, incluyendo muchos que ni siquiera vivían en Cochabamba, salieron a las
calles. Muchos de estos manifestantes eran miembros de sindicatos de diversas
industrias. Particularmente, estaban molestos con el hecho de que las partes más
pobres de la ciudad no tenían el mismo acceso al agua potable. Al frente de los
campesinos cocaleros que marcharon por la ciudad se encontraba en aquel momento
un joven Evo Morales (el futuro presidente de Bolivia). Considerando la implicación
de los cultivadores de coca, el gobierno boliviano afirmó que los manifestantes eran
realmente agentes o empeños de los traficantes de la droga.
No fue hasta febrero que estas protestas se tornaron violentas, cuando el gobierno
boliviano envió a los militares para dispersar a la multitud. El presidente boliviano,
Hugo Banzer, declaró el estado de sitio.
La violencia entre el ejército y los manifestantes se volvió cada vez más común en los
próximos dos meses. Unidades de la policía y las fuerzas armadas fueron brutales, se
enfrentaron a la población, primero mediante el uso de gases lacrimógenos y
después con disparos de francotiradores. Cientos de manifestantes fueron detenidos
y hubo 6 muertos. En particular, la muerte de un manifestante estudiantil de 17 años
a manos de un oficial militar fue capturada en cámara, algo que demostró lo brutal
que era el gobierno boliviano. A pesar de todo esto, los manifestantes se
mantuvieron firmes. Liderados por líderes sindicales, Omar Fernández, Óscar Olivera
y Marcela Olivera estaban decididos a lograr su misión, y no permitirían que el
gobierno boliviano se interpusiera en su camino. Las protestas continuaron hasta
abril de ese año cuando La Policía Nacional dijo a los ejecutivos del consorcio Aguas
del Tunari, «que su seguridad no podría ser garantizada». Por lo cual los ejecutivos
huyeron de Cochabamba a Santa Cruz de la Sierra. Después de cuatro días de andar
ocultos pudieron salir finalmente del país. El gobierno finalmente cedió a la presión y
canceló el contrato con Aguas del Tunari.
Entonces, la empresa de ingeniería Bechtel inició un proceso legal contra el gobierno
de Bolivia, reclamando indemnizaciones por daños por valor de 25 millones de
dólares. En enero de 2006, Bechtel y otros socios internacionales retiraron la
demanda contra el gobierno boliviano después de intensas protestas.
La lucha diaria por el acceso al agua continúa en la cuarta ciudad más grande de
Bolivia

También podría gustarte