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Curso
Esequibo Nuestro. Fundamentos de un derecho histórico
Expediente de Trabajo

Segunda Sesión: Usurpación y despojo británico de la Guayana Esequiba.


Preguntas Generadoras 2
Venezuela y la Guayana Esequiba (fragmentos) 3-9
Rafael Sureda Delgado
Los intereses británicos y la política en Venezuela en las últimas décadas del 10-34
siglo xix.
María Elena González Deluca
Reconstrucción de un despojo (fragmento) 35-45
Rafael Ángel Camejo
La Línea Shomburgk en la Cuestión de Límites entre Venezuela y la Guayana 46-49
Británica (18 de marzo de 1965)

Hermann González Oropeza S.J


Pablo Ojer Celigueta S.J
Guzmán Blanco y El Esequibo 50-51
Jorge Enrique Berrueta Simancas
Son los Mismos 52-54
Federico Brito Figueroa
Nota Del Ministro De Relaciones Exteriores De Venezuela, Diego Bautista 55-64
Urbaneja, Al Ministro Residente De Su Majestad Británica F.R Saint John
Mediante La Cual Se Produce La Ruptura De Relaciones Diplomáticas Entre
Venezuela Y El Reino Unido De Fecha 20 De Febrero De 1887

Tratado Arbitral De Washington Suscrito Entre Venezuela Y El Reino Unido De 65-70


Fecha 2 De Febrero De 1897

Cronología de efemérides e hitos en la historia del Esequibo(segunda parte) 71-74

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Preguntas Generadoras

1. ¿De qué forma las ambiciones del imperialismo británico se expresaron en


las pretensiones de usurpación de la Guayana Esequiba venezolana en el
siglo XIX? ¿Podrá decirse que es un problema estructural que persiste en la
actualidad?
2. El accionar británico dado con la formulación de las líneas levantadas por
Robert Shomburgk fueron dadas como acciones unilaterales que
expresaron supremacismo sobre las naciones latinoamericanas, y que
tuvieron otras expresiones en el siglo XIX
3. En medio de las complejidades del siglo XIX ¿Cómo pudiéramos evaluar el
papel del Estado venezolano y las elites de poder del país en el manejo de
la usurpación británica de la Guayana Esequiba Venezolana?
4. ¿Consideran ustedes que los argumentos jurídicos e históricos fueron
desvirtuados e inclusos desechados por los órganos litigantes en el siglo
XIX? ¿Podríamos establecer una dinámica similar en las acciones de la
Corte Internacional de Justicia?

2
Venezuela y la Guayana Esequiba (Fragmentos)

Rafael Sureda Delgado

1965 fue un año especial para Venezuela. A partir de esa fecha cambió la visión
que se tenía del mapa fisico del país. El 2 de febrero de ese año,el Gobierno
nacional presidido por Raúl Leoni dio a conocer el nuevo mapa geográfico
oficial.Al este de él aparece una especie de «corbata rayada» denominada
Guayana Esequiba (fig. 1, p.346) bajo la denominación de «Zona en
Reclamación», ubicada al norte-costero con el océano Atlántico, con un litoral de
291 km(1) ; al oeste con los estados venezolanos Delta Amacuro y Bolívar y con la
República Federativa de Brasil; al sur con Brasil y al este con la colonia Guayana
Británica (hoy Guyana), teniendo como línea divisoria el río Esequibo. El nuevo
mapa buscaba dirigir el sentimiento nacional hacia el despojo territorial que había
sufridoVenezuela 66 años antes por la sentencia o Laudo Arbitral del 3 de octubre
de 1899, y de esta manera unificar a la población en una sola voluntad, para
acompañar al Ejecutivo en un proceso diplomático que buscaba la recuperación
del espacio geográfico usurpado. A partir de 1965, el pueblo venezolano, ajeno en
su gran mayoría a temas tan controversiales como eran y son los conflictos
territoriales-limítrofes, toma conciencia de algo de lo que no se había percatado:
podíamos agregar a los 912.050 km2 de extensión deVenezuela de aquella
época(2) nada menos que 159.500 km2(3) de la Guayana Esequiba, Zona en
Reclamación o también conocido comoTerri torio Esequibo o Esequibo a secas,
puesto que podían considerarse plenamente venezolanos y que daba lugar a una
extensión total paraVenezuela de 1.071.550 km2. Por supuesto, no faltó la
protesta inglesa un mes más tarde: «[…] el Gobierno de Su Majestad no puede
aceptar la demarcación del Gobierno venezolano de la frontera ni de cualquier otro
objeto que haga recaer dudas sobre la soberanía del Gobierno de Su Majestad en
dicha zona de la Guayana Británica(4) . El Gobierno de Su Majestad no duda de
su soberanía sobre ese territorio y se reserva sus derechos en este asunto»(5)
.AVenezuela no le iba a ser fácil sostener frente al Reino Unido y la Colonia que
los159.500 km2 usurpados en 1899 eran venezolanos; empero, iba a recibir la
solidaridad del país que conocía, en 1965, cual era esa área geográfica que se
reclamaba como propia. 2 Pero en 1965 otros aspectos fueron procesados,como
el hecho de que teníamos compatriotas que no solamente eran de diferentes
orígenes étnicos —hindúes, negros, mulatos, europeos, chinos—, sino otros que
hablaban inglés y que poseían apellidos como Williams, Frien, Jacks, Cambel,
Clark, Samuels, Night, Norton, Samal, Wells, Poliah, Fedrick, Moses,Tornhill,

3
Prince, Pearson,Yonpouth, Alberts, Sandy, Nazier, Lochmansin, Floril, Debidin,
Small, Lachman, Hendrike, Ramotar, Chu, Jeffrey, Laurence(6) .
Igualmente,comenzaron a acostumbrarse a oír nombres fluviales como Pomerún,
Morocco, Barima, Amacuro, Cuyuní, Mazaruni, Wenamo o Guainía, y hasta una
isla que salta a la opinión pública años más tarde, conocida como Anacoco o
Anakoko. Posteriormente, en un círculo reducido, se va haciendo común enterarse
de nombres como Ajuarujuanajua, Apoteri, Baramita, Caranaubo, Guns Strip,
Welgrad, Kako, Sakaika, Makreba, Bichabai, Mabaruma, Paramakatoi y otros más,
que representaban para ese momento la ubicación de más de 64.000metros de
pistas de aterrizaje en plena Guayana Esequiba(7) . En otras palabras, era
deVenezuela un espacio geográfico con riquezas petroleras, oro, diamante y
elementos estratégicos como la bauxita; con enormes reservas de energía
hidroeléctrica e inmensas extensiones de bosques. A partir de 1965, pues, el país
vivía en estado de exaltación nacionalista en aras de una recuperación territorial.
Sin embargo, para llegar a ese momento, tuvo que transcurrir un largo proceso
histórico desde el origen de la controversia.
el transcurrir histórico hacia la reclamación geopolítica y geoestratégica de la
guayana esequiba(8) 3 En 1498,los territorios hoy conocidos como «Guayana»
fueron avistados por Cristóbal Colón cuando, en su tercer viaje, el1º de agosto,
llega al delta del Orinoco. En 1499, el navegante español Alonso de Ojeda
reconoce por vez primera alrededor de mil kilómetros de costa guayanesa.En
1502 se llevan a cabo nuevas expediciones por la costa entre el Esequibo(9) y el
Orinoco. Entre 1530 y 1531, el conquistador español Diego de Ordaz coloniza la
costa entera de Guayana. En 1553, exploradores españoles suben por los ríos
Esequibo, Cuyuní y Mazaruni. Entre 1560 y 1569, más de veinte expediciones
españolas se emprenden por la hoy Zona en Reclamación, todas bajo la
característica del descubrimiento, conquista y colonización. Colonización que se
acentúa a partir de 1591 y en 1615, cuando documentos de la época ya hablaban
de que el Esequibo estaba poblado por españoles. 4 La presencia holandesa en la
región se materializa a partir de 1623, pero al este del río Esequibo. Sus intentos
por ingresar a territorio español (oeste del río) antes y después de esa fecha
fueron repelidos, aunque llegaron a controlar la isla Kikoweral en la confluencia
Cuyuní-Esequibo y algo más al norte hasta el río Pomerún, una especie de
triángulo que vino a representar el conocido mapa Schomburgk de 1835 (fig. 2,
línea 2, p.348) En 1648 se firma la Paz de Westfalia y los Países Bajos se
independizan de España,y el 30 de enero de ese año,mediante elTratado de
Münster,España reconoce como colonia holandesa el territorio ubicado al este del
río Esequibo(10) . 5 En julio de 1713, España y Gran Bretaña firmaron elTratado
de Utrecht, por el cual la segunda convenía en respetar los territorios españoles
ocupados en el continente americano y se comprometía a respetar el territorio al
oeste del Esequibo. En abril de 1796, una flota inglesa invade la región situada
entre los ríos Esequibo y Demerara (al este del primero) ocupados por los

4
holandeses; situación que continúa hasta agosto de 1814, cuando por elTratado
de Londres se oficializa la usurpación y Holanda se ve obligada a entregar a los
ingleses lo que ya le habían arrebatado, además del área de Berbice al este de
Demerara, es decir, todo el territorio entre el Esequibo hasta lo que hoy es
Surinam. En definitiva, el espacio que realmente ocupa la actual República de
Guyana. Esta área geográfica pasó a ser denominada Guayana Británica en julio
de 1831.
6 En 1822, preocupadaVenezuela (se había incorporado a Nueva Granada en
1819 para formar la República de Colombia) por las ocupaciones al oeste del
Esequibo, protesta diplomáticamente ante los ingleses(11) , refiriéndose al
triángulo entre el Pomerún y la confluencia entre el Cuyuní y el Mazaruni. En
1830,Venezuela asume existencia separada frente a Quito y Nueva Granada y
pasa a ser República deVenezuela, y en marzo de 1845 España reconoce su
independencia (que se había producido 35 años antes, en 1810), juzgando como
venezolano todo el territorio que le correspondía a la Capitanía General de
1810,insertando en ello a la Provincia de Guayana que limitaba al este con el río
Esequibo. 7 A partir de 1835 aparece un naturalista a las órdenes del gobierno
inglés, Robert H. Schomburgk(12) , con el objetivo de delimitar los espacios que
los Países Bajos habían entregado a Inglaterra por el tratado de 1814 y que en
1831se denominaban Guayana Británica, lo cual aprovecha para, a través de sus
mapas, internarse al oeste del Esequibo. En el año de 1835 aparece el primer
mapa usurpador de 4.920 km2 (fig. 2, línea 2), iniciándose de esta manera un
insólito proceso de usurpación territorial. En 1840, la incautación se
adentra141.930 km2 en territorio patrio (fig. 2, línea 3). Entre noviembre de 1841 y
enero de 1842 son numerosas las protestas venezolanas(13) . En 1886–1887 (el
explorador había fallecido diez años antes) surge otro mapa usurpando 167.830
km2 (fig. 2, línea 9) y entre 1887 y 1898, un año después de la firma del Tratado
de Arbitraje, se conoce otro gráfico que incluye la máxima pretensión usurpadora
de 203.310 km2 de territorio venezolano al oeste del Esequibo, llegando su
extensión casi hasta la población de Upata en el estado Bolívar nos, como
explicaba The South American Journal en 187213 tenían apreciables ventajas. En
primer término porque las condiciones impuestas eran mucho más favorables al
capital inglés que las aceptadas por países europeos como España, Italia y
Austria; en segundo término porque los préstamos eran una forma reproductiva de
inversión, en tanto que eran destinados a la construcción de ferrocarriles con
materiales y personal inglés, y a desarrollar condiciones más propicias de
funcionamiento del mercado.
A fines de 1880, del total de casi 180 millones de libras invertidas en América
Latina, casi el 69 % estaba colocado en bonos gubernamentales. Lo cual
paradójicamente plantea el caso del capitalismo británico cuyo principio básico era
el rechazo de la intervención del Estado en materia económica, propiciando en

5
América Latina la participación activa del Estado en la creación de las condiciones
necesarias para una eficiente operación económica. Al finalizar este período, la
mayoría de los estados latinoamericanos estaban fuertemente endeudados, de
modo que sus ingresos eran absorbidos hasta en una cuarta parte por el pago de
intereses y amortización de la deuda. Entre 1875 y 1880 los efectos de la llamada
"Gran Depresión" de 1873 se manifestaron en una disminución de la entrada de
capital británico a América Latina que, sin embargo, no afectó fundamentalmente
las tendencias señaladas.
Una segunda etapa de las inversiones británicas fue la comprendida entre 1880 y
1890, durante la cual se produjo un incremento considerable del capital que fluyó
hacia América Latina. El carácter de las inversiones demostró en estos años el
éxito de la nueva estrategia inversionista.
En efecto, se operó entonces una disminución relativa de la inversión en bonos
gubernamentales, aunque en términos absolutos aumentó más de
71 millones de libras. Lo significativo es que más de la mitad de las inversiones se
concentraron en empresas económicas, cuyo número aumentó de 96 en 1880 a
289 en 1890, en tanto que el capital invertido subió de 56 millones de libras en
1880 a 230 millones aproximadamente en 1890. Pero, igualmente significativo fue
que tanto los países morosos como la proporción de la deuda en estado de mora
se redujeron considerablemente en este período: de 10 a 4, y del 60 al 4 %
respectivamente. Situación que indicaba la solvencia de los gobiernos
latinoamericanos en ese período, y el surgimiento de condiciones que propiciaban
el mejor desenvolvimiento de las actividades económicas. En esta década, de
1880 a 1890, se definieron los rubros fundamentales de la inversión.
El primero en importancia fue el de los ferrocarriles que absorbieron en mercado
venezolano, mostrando una actitud cautelosa. Si el fracaso de muchas
operaciones económicas obstaculizó la formación de grandes fortunas, las
pérdidas tampoco fueron cuantiosas –pese a las frecuentes reclamaciones por
daños y pérdidas de ciudadanos británicos- por cuanto las inversiones tampoco
solían ser significativas. Los comerciantes, por ejemplo, se establecían con un
capital muy reducido, simplemente aceptando en consignación productos de
manufactura británica que vendían a cambio de comisiones. En Venezuela, el
comercio de importación británico tenía dos ventajas en comparación con otros
mercados más importantes de América Latina: 1. La escasa competencia interna
de comerciantes y productos no británicos pese a las ocasionales incursiones de
comerciantes norteamericanos que compraban productos británicos en remates
para revenderlos a bajo precio; y 2. La cercanía de las colonias británicas donde
operaban grandes depósitos de mercancías, que permitían a los comerciantes
asentados en Venezuela renovar regularmente sus stocks sin tener que invertir en
grandes volúmenes de compra de una vez. Esta última situación abría otro canal

6
comercial de gran importancia desde la época colonial y que seguiría siéndolo en
el futuro: el contrabando, la tradicional forma de evitar el pago de los altos
aranceles de aduana, fuente principal de ingresos del Estado Venezolano. La
ausencia de regulaciones sobre el comercio de cabotaje, y de control adecuado de
las costas, al menos hasta 1873, sumada a la connivencia de ciertos funcionarios
de aduana, hicieron del contrabando una actividad regularmente próspera que
podía añadir entre la mitad y un cuarto de las importaciones legales al volumen
total de mercancías británicas que entraban en el país.
El comercio de importaciones británicas comenzó a incrementarse a partir de
mediados de los años 1830, y en las décadas siguientes hasta 1860 mantuvo una
tendencia ascendente, aunque por debajo de las expectativas de expansión
británica. El crecimiento de las importaciones, compuestas hasta en un 80 % de
textiles, dependía de la regularidad de los modestos ingresos de las exportaciones
venezolanas, generados por una economía agraria esclavista que no había
experimentado grandes transformaciones desde la época colonial.
A finales de los años 1840, las dificultades acumuladas por una economía que
operaba dentro de marcos muy estrechos, sumados a la aparición de nuevos
signos de inestabilidad política, perturbaron seriamente las perspectivas de los
intereses británicos. Las expansiones más serias de esta perturbación
evidenciaron que las perspectivas de una expansión eran todavía inciertas. En
1847, Venezuela no cumplía su compromiso con los tenedores de bonos
británicos, según los términos del acuerdo de 1841 para el pago de la deuda
externa. Comenzó así un proceso de constantes discusiones sobre las formas de
pago, y negociaciones para contratar nuevos empréstitos y diferir el pago de los
atrasados, que se prolongó hasta nuestro siglo. En 1849 el Colonial Bank of
London se declaró en quiebra golpeado definitivamente, después de diez años de
actividad conflictiva, por la moratoria sobre las deudas decretada por el gobierno
en ese año, que le impidió recobrar los préstamos realizados. Por otra parte, en
esos años había comenzado la renegociación del Tratado de Amistad y Comercio
ratificado en 1835, que proseguiría durante el resto del siglo, añadiendo creciente
tensión a las relaciones de Venezuela con Gran Bretaña, clara y única beneficiaria
del Tratado, a cuya discusión se oponía. Las reclamaciones y amenazas británicas
por daños económicos generalmente inflados crearon resentimiento en Venezuela
que unido a la creciente inestabilidad política de finales de la década de 1850 hizo
abandonar el país a algunas firmas inglesas. La casa Boulton, fundada en 1826
por John Boulton, fue una de las más importantes firmas que permaneció en el
país.
Desde la primera casa de importación-exportación de La Guayra, Boulton había
ampliado y diversificado sus intereses hacia la navegación, y paulatinamente
orientado sus actividades hacia el mercado de Estados Unidos, principal
consumidor de café venezolano, y proveedor de víveres y otros productos.
7
Además, la temprana y provechosa habilidad de la Casa Boulton para cultivar
buenas relaciones con sectores oficiales, y particularmente su disposición a
ofrecer apoyo financiero a los gobiernos siempre escasos de fondos, y en un país
donde las contadas firmas comerciales de importancia eran las únicas en
capacidad de hacer préstamos, le aseguraron condiciones de operación
privilegiadamente estables. Durante los años 1850 y 1860, cuando muchos
comerciantes abandonaban el país, aunque sus ganancias no habían sido siempre
magras considerando las modestas dimensiones de la economía venezolana, la
fortuna de la casa Boulton aumentaba.
En estos años parte del comercio de importación pasó a ser controlado por
comerciantes alemanes cuyos negocios adquirieron solidez en los años
siguientes. El hecho de que las importaciones británicas sostuvieran su tendencia
moderadamente ascendente, hace suponer que, pese a los temores expresados
por los cónsules británicos, los comerciantes alemanes no sólo no entorpecieron la
posición dominante del comercio británico, sino que ellos mismos actuaron como
agentes, reemplazando en esa función a algunos comerciantes británicos que
habían abandonado la plaza.
Comercio e Inversiones en la Etapa de la Nueva Estrategia Transcurrido medio
siglo de expansión del mercado venezolano, la actitud tradicionalmente cautelosa
del capital británico no había sido abandonada, y si por una parte se intentaba
convertir en acción punitiva el repudio hacia Venezuela, considerada la "oveja
negraM21 por sus repetidos incumplimientos de los compromisos de la deuda
externa; por otra, existían crecientes, aunque intermitentes, expectativas de
cambio que tenían dos puntos de apoyo. De un lado, la nueva estrategia de
expansión económica externa británica, y de otro, el interés del gobierno
venezolano en orientar esa expansión hacia su territorio. El recelo y la prepotencia
de sus reclamaciones no anularon la ambición de los inversionista~ británicos, lo
cual explica que The Brazil and River Plate Mail comentara en abril de 1864 las
noticias de una Venezuela que estaba ...
"progresando pacífica y prósperamente ...", aunque pocos días después refiriera la
proposición de un miembro del London Stock Exchange para comprar Ecuador,
Nueva Granada, y Venezuela para establecer allí nuevas naciones, nuevas leyes y
una nueva vida. Ya que según los argumentos de la proposición, estos países no
sólo eran incapaces de resolver sus disputas de límites territoriales, sino también
de levantar ingresos suficientes para pagar su deuda pública. En realidad las
quejas y comentarios desfavorables, incluso injuriosos hacia Venezuela
constituyeron una constante a lo largo del siglo, siempre que, por acciones
deliberadas o no, los intereses británicos relacionados con préstamos
gubernamentales, inversiones o intercambio comercial, eran perjudicados en
alguna forma. Esto no impidió que desde mediados de la década de 1860,
Venezuela fuera presentada como una perspectiva atrayente de inversión dado
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que era un campo virgen donde todo estaba por hacerse y donde todo lo que se
necesitaba era capital. El mismo gobierno venezolano a través de su cónsul en
Londres F. Hemmings, comenzó en 1864 una activa campaña destinada a elevar
el crédito y promover la prosperidad de Venezuela.
El valor de las importaciones británicas empezó a recuperarse en los años 1860
de la caída de años anteriores de 65.084 libras en 1863, el valor de la producción
británica colocada en el mercado venezolano alcanzó un máximo de 410.423
libras en 1866, y 260.074 libras en 1867, cifra que representaba valores más
estables.24 Aunque el mercado venezolano era competitivamente muy reducido -
e n 1867 representaba apenas el 1,55 % del total de 16.759.428 libras exportado a
diversas partes de América Latina, estaba dando signos de una alentadora
expansión. La contratación de un empréstito por valor nominal de 1.500.000 libras
en Londres, la formación del London and Venezuela Bank, la iniciación de los
trabajos del ferrocarril Central de Venezuela, y el interés en desarrollar en
Venezuela una fuente alternativa de aprovisionamiento de algodón, ante las
dificultades del mercado productor de Estados Unidos, demostraban que el capital
británico estaba dispuesto a ensayar en Venezuela el plan de ... "ofrecer su mano
dondequiera que existiera gente voluntariosa y lista para ayudarse a sí misma y
sacar provecho de esa ayuda" ..., según la visión samaritana del director de la
compañía del Ferrocarril Central de Venezuela.
La inauguración de los trabajos del Ferrocarril constituyó la esperanza de una
nueva era de grandes ganancias. El mencionado Ferrocarril recorrería una
distancia de entre 50 y 54 millas desde San Felipe a Puerto Cabello, distancia que
las recuas de mula recorrían empleando de 3 a 6 días, transportando a un costo
de 7,00 u 8,00 libras la tonelada de café y algodón, distancia y costo que el nuevo
medio de transporte prometía reducir considerablemente.27 Las perspectivas de
expansión de la economía venezolana, una vez vencido el gran obstáculo del
transporte que impedía la efectiva comunicación de las zonas productoras con sus
mercados, entusiasmaba tanto a los productores venezolanos como a los
comerciantes e inversionistas británicos; aunque estos últimos recién comenzaron
a abandonar su cautela en la década de 1880.
Durante todo el período hasta fines del siglo, el comercio exterior de Venezuela
operó a través de canales que reproducían la estructura atomizada del país
dividido en núcleos que comprendían una ciudad-puerto y un hinterland, que
operaba como mercado y zona productora, cuyas dimensiones dependían de la
capacidad de penetración de los medios de transporte existentes. Los tres núcleos
más importantes eran: 1. La zona Centro Norte, que comprendía Caracas,
Valencia y toda la zona agrícola inmediata, que canalizaba su comercio exterior a
través de La Guaira y Puerto Cabello28; 2. Maracaibo que controlaba el comercio
exterior de toda la zona andina; y 3. Ciudad Bolivar que, a través del río Orinoco,
comunicaba con el exterior la zona de Guayana y parte de la región Sud-
9
Occidental hasta Colombia. Cada una de estas tres áreas controlaba en forma
independiente su comercio de exportación e importación, e incluso, hasta la
década de 1870, sus propios ingresos de aduana. Dado que prácticamente no
existía comunicación por tierra que conectara estos núcleos unos con otros, el
país presentaba una estructura que se ha llamado de archipiélago, formidable
barrera para la constitución de un mercado interno. Es a través de estos canales
que ingresaban a Venezuela, en forma legal o ilegal, las importaciones británicas
cuyo valor fue incrementándose de un promedio anual de casi 360.000

Los intereses británicos y la política en Venezuela en las últimas décadas del


siglo XIX.
María Elena González Deluca
INTRODUCCION
La idea de que los países latinoamericanos recién independizados caen dentro del
nuevo cerco económico formado por el imperialismo británico es una de las
generalizaciones menos discutidas de la historia latinoamericana, y también una
de las menos estudiadas a nivel de áreas particulares. La mayor parte de los
estudios publicados tiende a centrarse en áreas latinoamericanas donde los
intereses económicos británicos alcanzaron su más acabada expresión, es decir
en los países del cono sur del continente, Brasil y en alguna medida Perú. La
experiencia histórica particular de estos países ha sido probablemente la que
generó la idea señalada al comienzo. En tanto que las áreas donde los intereses
económicos de Inglaterra fueron menos significativos aparecen como la zona
difusa del cuadro, tácitamente comprendidas, sin embargo, dentro de aquella
generalización.
Este trabajo que es en realidad un esquema ampliado de una investigación en
curso, pretende considerar el problema en la forma que adquiere en esa zona
difusa mencionada. El propósito central es estudiar las relaciones entre los
intereses económicos británicos en Venezuela y las condiciones socio-políticas
venezolanas hacia las décadas finales del siglo XIX. La hipótesis que se maneja
es que el proceso histórico interno venezolana que supuestamente debía generar
condiciones sociales y políticas favorables a la expansión de los intereses del
capital europeo, evoluciona de forma tal que frustra las esperanzas en ese sentido
mantenidas tanto por sectores dominantes en Venezuela como por los capitalistas
europeos, y en particular británicos que son los que interesan en este trabajo. El
proceso interno es, entonces, la variable determinante del análisis, lo cual

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permitiría afirmar como corolario que el capital británico no dominaba donde
quería sino donde podía.
El esquema está concebido en tres partes cuyo contenido es el siguiente. En la
primera parte se analiza brevemente el proceso económico de la Revolución
lndustrial que dio lugar en su desarrollo a un cambio en la estrategia de la
expansión económica externa de Gran Bretaña. Ese cambio estuvo dado por el
paso de una modalidad que durante la primera Revolución lndustrial privilegia el
comercio de bienes de consumo, particularmente textiles, como mecanismo de
expansión a una nueva estrategia durante la segunda Revolución Industrial, más
perfecta y diversificada. Esta nueva estrategia tendía a propiciar, mediante la
exportación de capitales y bienes de capital, el desarrollo de condiciones que
permitieran la expansión de los intereses del capital. De esta manera el capital
cumplía un doble papel reproductor: por una parte al invertir en transportes,
comunicaciones y servicios creaba condiciones favorables a las inversiones, y a la
vez se beneficiaba directamente con la operación de las empresas establecidas.
El lugar que corresponde a América Latina dentro de esta nueva estrategia resulta
claramente significativo del manejo de datos cuantitativos y del análisis
comparativo de la situación en otras áreas.
En la segunda parte se intenta registrar el cambio de estrategia señalado en
Venezuela. Por ello el punto de partida cronológico del análisis es anterior al
período en consideración. En la etapa exploratoria que comprende hasta la
década de 1850, los intereses británicos más importantes y más estables
estuvieron vinculados al comercio exterior.
En las últimas décadas del siglo XIX, particularmente a partir de la década de
1880, se apreciaron los resultados de la nueva política asociada a la exportación
de capitales y bienes de capital. La situación a fines del siglo indicaba que el doble
papel reproductor asignado a las inversiones británicas tendía al fracaso por los
obstáculos encontrados en Venezuela.
La tercera parte del trabajo analiza la política venezolana que se correspondía en
sus lineamientos teóricos más generales con la llamada nueva estrategia del
capital británico. Esta confluencia, cuyo resultado esperado debía ser la
conformación de condiciones para promover el progreso, ese equivalente
decimonónico del desarrollo actual, no logró conformar una corriente efectiva. Las
razones que explicarían esta fracasada tentativa de expansión de los intereses
británicos, radican a nuestro juicio en las contradicciones y dificultades de la
misma política.

1 , LA NUEVA ETAPA EXPANSIVA DE LOS INTERESES BRITANICOS

11
La capacidad de expansión de Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XIX,
fue expresión de un proceso acumulativo de poderío económico que tenía
entonces una larga historia. Al igual que España, Inglaterra(*) había tenido y había
perdido, aunque no completamente, un imperio mercantilista. Pero al contrario de
aquella, su fuerza expansiva no sólo no había quedado interrumpida con la caída
del imperio, sino que el proceso económico que comenzó paralelamente con la
pérdida de las colonias norteamericanas, le dio fuerzas renovadoras para iniciar
un proceso de expansión sin precedentes, y sin rivales durante casi todo el siglo
XIX. Hasta la segunda mitad del siglo, lnglaterra fue construyendo los
mecanismos de su expansión, aunque los dos procesos se dieron
simultáneamente. Es decir no hubo primero un período de construcción y luego un
período de expansión, sino que ambos conformaron un proceso estrechamente
asociado en el que los mecanismos económicos nutrían la expansión y viceversa.
De esta forma comenzó el proceso de creación de un mercado de dimensión
mundiales del cual el capital británico fue pionero y cabeza hasta fines del siglo
pasado. Dentro de ese proceso cabe distinguir dos momentos dados por la
preeminencia de mecanismos de expansión de características diferentes: en el
primero la exportación de textiles, en el segundo la exportación de tecnología y
capitales. Es en el segundo momento cuando Inglaterra alcanzó el punto máximo
de su poderío económico y político que envolvió a América Latina como área
particularmente significativa dentro del proceso mencionado.
De la Estrategia Comercial a la Estrategia Inversionista
Desde muy temprano la economía industrial británica se expandió asociada al
comercio internacional, relación que se intensificó a lo largo del siglo XIX por el
largo monopolio británico de la industrialización. La significación de las
exportaciones en el crecimiento económico de Gran Bretaña, se aprecia
claramente a través del análisis de su relación con el ingreso nacional, que
demuestra su importancia creciente: de un 13 % del ingreso nacional a fines del
siglo XVlll las exportaciones pasaron a representar un 22 112 % a comienzos de
los años 1870. El papel del mercado externo fue particularmente decisivo en el
desarrollo de las grandes industrias. Así, la industria de textiles de algodón
exportaba más de la mitad del valor total de su producción en el período 1819-21,
proporción que siguió aumentando hasta superar el 78 % a fines del siglo.
Parecida importancia tuvieron las exportaciones de la industria del hierro y del
acero que desde los años 1860 en adelante colocaba alrededor del 40 % de su
producción en el mercado externo.'
Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XIX las dimensiones del comercio
exterior permanecieron dentro de límites relativamente estrechos, en comparación
con el desarrollo alcan~ado posteriormente. Ni la producción de mercancías, ni la

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acumulación de capitales habían crecido al punto que haría compulsiva la
expansión de las últidas décadas del siglo. Por otra parte prevalecían todavía las
barreras tecnolóqicas que impedían o dificultaban la movilización rápida y eficiente
de recursos humanos y materiales. Incluso las características mismas del
desarrollo industrial más avanzado de Europa –el británico- en la primera mitad del
siglo XIX restringían las posibilidades de expansión. En efecto, la exportación de
bienes de consumo inmediato, particularmente textiles, no propiciaba una
modificación substancial del mercado internacional.
En primer término porque la demanda de esos productos era relativamente
inelástica, particularmente en áreas donde la población crecía muy lentamente y
su poder adquisitivo no era muy elevado; y en segundo término porque se trataba
de un tipo de producción no reproductiva, sin capacidad para modificar las
condiciones del mercado, y por lo tanto para generar nueva demanda.
La segunda fase de la Revolución Industrial cambió esta situación dando lugar a
una nueva dinámica económica que multiplicó el crecimiento del comercio
internacional y, particularmente, la capacidad de expansión británica. Entre 1800 y
1830 el valor total del comercio internacional se había incrementado en un 30 %,
de 300 millones de libras a 400 millones de libras aproximadamente. En las
décadas siguientes entre 1840 y 1870, se multiplicó más de cinco veces, y hacia la
última fecha había pasado de 2.000 millones de libras2 Esta ruptura del hasta
entonces relativamente estrecho marco de la economía industrial, era resultado
fundamentalmente del continuado proceso de expansión de la industria británica
apoyada ahora en la exportación de bienes de capital y capitales y en el control de
los servicios asociados al comercio internacional.
En esta nueva etapa que se inicia a mediados del siglo XIX, la importancia de la
exportación de textiles de algodón y lana en el comercio de exportación británico
fue decreciendo de una proporción superior al 55 % en 1830 a un 44 %
aproximadamente en 18803, en tanto que fue aumentando el valor de las
exportaciones de bienes de capital de alrededor del 11 % en 1840-42 al 27 % del
total en 1882-84. Paralelamente se incrementaron las inversiones externas de un
valor aproximado de250 millones de libras a principios de los años 1850 a casi 1
.O00 millones de libras hacia 18735, calculándose que entre 1870 y 1914 el monto
del capital exportado por Gran Bretaña fue de 3.500 millones de libras
aproximadamente. Las inversiones externas conformaron en este período un
mecanismo de expansión incomparablemente más refinado y efectivo que los
textiles, en tanto que no solamente incrementaron los ingresos por concepto de las
llamadas ganancias invisibles, sino que estimularon directa e indirectamente las
exportaciones de la industriabritánica. En este sentido los ferrocarriles jugaron un
papel clave.

13
Según estimaciones, entre 1865 y 1894, el 60 % de los capitales procedentes de
emisiones de valores del mercado de Londres para inversiones en ultramar, se
destinaron al financiamiento de los ferrocarriles." La tecnología del transporte
ferroviario constituyó una forma de inversión particularmente provechosa para el
capital excedente británico debido a tres razones fundamentales: 1. La gran
capacidad de absorción de capitales de los ferrocarriles. 2. La construcción y
operación de ferrocarriles estimulaba directamente la producción de hierro,
carbón, acero y la industria metalúrgica en general, que constituyeron las
exportaciones británicas más significativas de la segunda mitad del siglo XIX.
3. El ferrocarril tendía a modificar favorablemente las condiciones del mercado, al
permitir el transporte más rápido, eficaz y menos costoso, de la producción y la
población a los puertos y centros de consumo. A la vez que facilitaba la apertura
de nuevas zonas de producción y poblamiento.
Por otra parte los servicios navieros, de seguros, y financieros, vinculados al
comercio internacional también funcionaban en este período bajo el control
británico. Durante este período Gran Bretaña afirmó su condición de primera
potencia marítima. El valor del tonelaje construido y registrado en el país pasó de
4,7 millones de libras en 1850-59 a 14,9 millones de libras en 1875-84 y 16,7
millones en 1900-1908.8 Además, Gran Bretaña controlaba más del 40 % del total
del tonelaje mundial. Como consecuencia, las ganancias producidas por los
servicios navieros británicos se incrementaron así: de 16,5 millones de libras en
los años 1845-54, a 56,6 millones de libras en 1875-84 y 75,7 millones de libras en
1 900-08.9 Hasta comienzos de la década de 1870 estas ganancias excedieron el
valor de los intereses y dividendos de las inversiones británicas en el extranjero.
En estos anos los ingresos invisibles británicos cubrieron el déficit de su balanza
comercial, cuando el ascenso del nivel de vida de su población determinó un
aumento considerable de sus importaciones de alimentos, en tanto que sus
exportaciones de productos manufacturados enfrentaban una creciente
competencia.
Las Condiciones de la Estrategia Inversionista La expansión económica de Gran
Bretaña fue acompañada de una política que perseguía abrir mercados en nuevas
regiones que se incorporarían de ese modo a la órbita de los intereses
económicos británicos.
Aunque hasta mediados del siglo XIX su área naturalmente prioritaria de
expansión estuvo representada por los restos de su imperio mercantilista,
particularmente la India, y los dominios, de ningún modo fue el área exclusiva.
Inglaterra entendía muy bien que la exigencia fundamental de una economía en
expansión era un mercado en expansión, por lo cual en ningún momento descuidó
la búsqueda de nuevos mercados fuera de sus colonias y dominios. La proporción
de las exportaciones británicas colocadas dentro del lmperio en ningún momento

14
en el siglo XIX fue mucho más de la tercera parte del total. Por otra parte del total
de 1.187 millones de libras en créditos externos entre 18 15 y 1880, no más de la
sexta parte se invirtió en los territorios imperiales. Incluso en 1913, después de la
incorporación de más de 6 millones de Km2 al dominio británico entre 1880 y
1900, las inversiones en el Imperio representaban alrededor del 47 % de las
inversiones exteriores totales de Gran Bretaña. Es decir, que durante más de un
siglo los territorios que no pertenecían formalmente a la nación británica
constituyeron un área por demás significativa de su expansión económica. En el
llamado período de la Pax Británica, que va desde el fin de las Guerras
Napoleónicas a los años 1880, la sólida preeminencia de su industria le permitió a
Gran Bretaña imponer las reglas del juego sin necesidad de emplear los
tradicionales mecanismos de la conquista territorial para controlar los mercados.
De allí que para algunos autores ésta sea la era anti-imperialista de la política
británica. Sin embargo, como lo han observado John Gallagher y Ronald
Robinsonlo, lo que ocurrió fue un cambio en la estrategia global de la expansión
que permitió, no el abandono de los viejos métodos de dominación, pero sí la
adopción de otros que la supremacía económica hacía viables.
La penetración e incorporación de áreas formalmente independientes no fue,
como lo demostró la experiencia de los préstamos a gobiernos latinoamericanos
en la década de 1820, un simple problema de oferta de mercancías. Si bien la
condición pionera de la industria británica suponía el privilegio de disfrutar de
mercados en forma más o menos exclusiva, ese era un privilegio que en gran
medida había que crear dadas las limitaciones de los nuevos mercados
potenciales. El proceso contínuo y en constante crecimiento de la producción
industrial requería mercados que absorbieran también en forma contínua y
creciente esa producción.
Y ese tipo de mercado sólo existía en unos pocos países europeos, y en alguna
medida en los Estados Unidos. En el resto del mundo predominaba todavía el
intercambio comercial más o menos periódico, sobre la base de un volumen
relativamente reducido de bienes que correspondía a las condiciones políticas,
sociales y fiscales del mercado anterior a la Revolución Industrial. Para constituir
un mercado que respondiera a las necesidades de un flujo contínuo y creciente de
compra y venta de la industria moderna era preciso, entonces, operar sobre las
condiciones que obstaculizaban la expansión. Esto suponía una diligente tarea en
la que Gran Bretaña tuvo una actuación destacada.
La primera fase de la política británica de apertura de nuevos mercados comenzó
con la aplicación de los postulados del libre comercio, tendientes a eliminar las
restricciones establecidas por la política mercantilista. Lo que se perseguía no era
precisamente anular todas las restricciones, sino aquellas que perjudicaran los
intereses del comercio internacional británico.

15
A partir de la década de 1820 Gran Bretaña presionó la aplicación de esa política
a través de los tratados de comercio que establecían igualdad de trato para las
partes firmantes, e incluían también la significativa cláusula de la nación más
favorecida, según la cual cualquier concesión arancelaria o de otro tipo, hecha por
uno de los países al comercio de otro país sería extendida automáticamente al
otro país firmante. De hecho la ventaja de los intereses británicos estaba
asegurada por su dominio del comercio mundial. La igualdad de trato era parte de
la misma mitología del libre cambio que el gobierno británico promovía no por una
cuestión de principios, sino porque ésa era una de las formas de apoyo a la
industria y al capital inglés. La estrecha asociación entre economía y política
ayudó a destruir las barreras fiscales que se oponían al libre intercambio
económico. A mediados del siglo, ya Inglaterra había eliminado los últimos
vestigios de su política proteccionista: las leyes de granos, las leyes de
navegación, y el tratamiento preferencial de la producción colonial.
Recíprocamente, había logrado en casi toda Europa el establecimiento de un
régimen fiscal moderado, caracterizado por impuestos bajos y ausencia de
prohibiciones.
El proceso de adecuación del mercado a las exigencias de la producción industrial
pasaba no solamente por la eliminación de las barreras fiscales, sino por la
transformación de las condiciones que impedían el cabal funcionamiento del
mercado, particularmente en áreas como América Latina. En consecuencia, se
buscó crear en esas áreas condiciones políticas y sociales favorables a los
intereses británicos, mediante la formación de gobiernos estables dispuestos a
reconocer la supremacía de estos intereses y a imponer condiciones de
cooperación y seguridad para las inversiones británicas. Para ello debían
adoptarse políticas tendientes a modificar las características del mercado interno,
lo cual significaba operar en tres direcciones. Aumentar la población y modificar
sus patrones de consumo a través de la inmigración; eliminar las barre- ras
internas fiscales y físicas que impedían la libre circulación de las mercancías; y
penetrar las regiones interiores para conectar las zonas productoras y de consumo
con los puertos - e l circuito básico del comercio exterior- a la vez que
transformaba el mercado al destruir los obstáculos físicos, abría una de las formas
más significativas de la nueva estrategia inversionista: la construcción de
ferrocarriles.
De esta forma, la nueva etapa de la expansión británica fue mucho más efectiva
en la tarea de adecuar el mercado a las necesidades creadas por la Revolución
Industrial. Los préstamos gubernamentales y la inversión de capitales en
empresas de servicios públicos, transporte, comunicaciones, servicios portuarios,
entre otros, promovían la creación de sus propias condiciones de operación a la
vez que contribuían a cimentar y ampliar el mercado para la producción industrial
británica.

16
América Latina, Area Privilegiada de la Nueva Estrategia El interés por el mercado
latinoamericano fue desarrollándose en Gran Bretaña en forma casi paralela con
el crecimiento de su economía industrial. Ese interés fue determinante en la
política de ayuda a las colonias en su lucha por lograr la independencia de la
metrópoli española. Y en los años 1820, terminadas en Europa las Guerras
Napoleónicas y en América las Guerras de Independencia, las nuevas naciones
latinoamericanas emergieron desprovistas de ataduras políticas, como un área
particularmente atractiva para hacer buenos negocios. George Canning lo expresó
con claridad en 1824: "Hispano América es libre y si nosotros no administramos
mal nuestros asuntos, es inglesa"." Estos países, que comenzaban el proceso de
rehacer su producción económica y replantearsus estructuras, carecían
justamente de lo que la economía británica estaba dispuesta a ofrecer: productos
manufacturados y dinero. A comienzos de la década, el público británico
compraba presurosamente los bonos de los recién establecidos gobiernos, y los
valores de un número considerable de empresas económicas, organizadas con el
propósito de explotar las riquezas, que durante tanto tiempo habían sido
infructuosamente codiciadas. Entre 1822 y 1825, todos los países
latinoamericanos, con excepción de Bolivia, Paraguay y Haití, contrataron
empréstitos en Inglaterra por un valor nominal superior a 21 millones de libras.
Solamente en 1824-25 se fundaron, o proyectaron 624 compañías con un capital
autorizado superior a los 100 millones de libras. Sin embargo, el entusiasmo
frenético de los inversionistas decayó en 1827 cuando el precio de los bonos y
valores bajó abruptamente. La especulación de esos años dejó como resultado:
una ganancia de varios millones de libras en manos de los agentes financieros
que negociaron los préstamos y lanzaron los valores al mercado; un apreciable
número de pequeños inversionistas británicos que perdieron considerables sumas
de dinero invertido en la compra de bonos y valores; y una deuda de más de 21
millones de libras en los países latinoamericanos, que sólo habían recibido
efectivamente alrededor de un 60 % de esa suma. Deuda que, por otra parte, no
pudo ser cancelada en los plazos ycondiciones estipuladas.
El intenso aunque breve período de flujo de capitales y mercancías decreció a
fines de los años 1820, adecuándose a una realidad que muy poco correspondía
al espejismo creado por la ambición de los capitalistas británicos. Lo que
determinaba la estrechez del mercado, y, por lo tanto, el derrumbe de la fiebre
especulativa, era justamente lo que la nueva dirección política de los países
latinoamericanos proponía transformar. Es decir: una población reducida y con
una capacidad de Consumo baja y estable, particularmente en áreas donde las
necesidades de la población eran satisfechas por la artesanía local o doméstica;
las dificultades de comunicación y de penetración de la mayor parte del territorio;
la inestabilidad política que incrementaba el riesgo de las inversiones; y la
ausencia de líneas de producción adecuadas a la demanda exterior que
permitieran un intercambio comercial regular.

17
El renacimiento de las expectativas británicas comenzó en la segunda mitad del
siglo. En el período 1860-80 se produjo una nueva oleada de empréstitos
gubernamentales. Pese al estado de mora del pago de la deuda en muchos
países, los préstamos a los estados sudamerica estos años de auge entre el 65 y
el 70 % del capital invertido en empresas económicas, inversión concentrada
particularmente en Argentina, Brasil, Chile, México, Perú, Venezuela y Uruguay.
Las empresas de servicios públicos, mineros, financieros, portuarios, y
manufactureros absorbieron el resto del capital. Dentro del cuadro del total de las
inversiones británicas de portafolio los países latinoamericanos ocupaban entre
1866 y 1914, el segundo lugar después de América del Norte, con un 17 % del
total de esas inversiones.14
Durante los años 1890 y como expresión de la confianza en el proceso de
crecimiento económico latinoamericano, comenzó una tendencia a la especulación
particularmente en Argentina que entonces absorbía casi el 37 % del total de las
inversiones británicas en América Latina. El crecimiento artificial de la economía
determinó en poco tiempo la crisis de la casa Baring que dio lugar a la recesión de
los años finales del siglo.15 Fue justamente en esos años que la posición del
comercio británico en América Latina comenzó un proceso de deterioro relativo,
debido a la competencia de la producción alemana y estadounidense.
Sin embargo, las exportaciones británicas a América Latina continuaron
aumentando, y su proporción, en relación con el total de las exportaciones
británicas aumentó en un 10,5 % en los años 1860, al 20 % en los años 1880 y al
22 % entre 1900 y 1 914.16 Hasta la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña
mantuvo su superioridad económica, pese a la creciente compentencia de las
naciones industrializadas, y América Latina continuó siendo un campo
particularmente significativo de su economía externa.
2. LOS INTERESES BRITANICOS EN VENEZUELA EN EL SIGLO XIX

"Venezuela, land of turbulence" así titulaba Sir Robert Ker Porter el capítulo de su
diario que registraba su llegada a Venezuela en noviembre de 1825 como cónsul
británico.17 Probablemente Venezuela, entonces un departamento de la
República de Colombia, no merecía el calificativo más que otros países de
Ameírica Latina cuya turbulencia era igual o aún más pronunciada en esa época.
Pero también es verdad que para los ingleses, aún para los políticamente
informados, los países hispanoamericanos constituían un todo no muy bien
diferenciado cuya independencia política se iniciaba en medio de una agitada
inestabilidad. Y, aún otra verdad es que los ingleses no preveían entonces, como
quizá tampoco los propios hispanoamericanos, que esa turbulencia, indicación
probable de una crisis que se prolongaba más allá de la terminación de la guerra,

18
evidenciaría una naturaleza indómita capaz de vencer las fórmulas de progreso
más eficientes de las próximas décadas.
El gran obstáculo para la expansión británica en América Latina, y
consiguientemente en Venezuela, había sido vencido: superada su condición
colonial, estos países ya no estaban sometidos al celoso cerco –bien que menos
rígido a fines del siglo XVIII- que la metrópoli había tendido a su alrededor. De
esta manera el codiciado mercado estaba libre, y en adelante todo sería cuestión
de buena administración, según la expresión de Canning. En realidad los años
siguientes demostrarían las dificultades, en ocasiones insuperables, para llevar
adelante ese propósito, porque lo único real en esa etapa inicial era que la codicia
había creado un mito: el mito del gran mercado de las ex-colonias
hispanoamericanas. Hacer de ese mito una realidad requeriría alqo más que una
buena administración británica, y esto era particularmente cierto en elcaso de
Venezuela.
La Etapa Explotatoria
En 1830 la población de Venezuela era de 700.000 habitantes aproximadamente.
Ciertamente la cifra podía parecer significativa tomándola como base para
apreciar las posibilidades del mercado venezolano, pero la realidad socio-
económica y aún física de Venezuela reducía considerablemente aquella cifra. Por
la misma fecha, Caracas, la ciudad capital y la más importante desde el punto de
vista geográfico, tenía alrededor de 30.000 habitantes, y dado que la capacidad de
consumo de productos importados se concentraba fundamentalmente en las
ciudades más importantes, las ciudades-puerto y sus hinterlands, cabe suponer
que en términos numéricos el mercado debía ser poco sustancioso. Por otra parte,
la topografía y otras dificultades físicas del área donde se asentaba la mayor parte
de la población venezolana, formaban una auténtica barrera en un país que hasta
las últimas décadas del siglo tuvo como únicos medios de transporte el caballo y la
recua de mulas, y muy escasos caminos de carretas. Por lo tanto, los productos
importados que llegaban a los pueblos y ciudades alejados de la costa después de
días de viaje por caminos casi intransitables18, alcanzaban precios fuera del
alcance del consumidor corriente.

La idea o el mito de las riquezas de los países latinoamericanos que sólo


aguardaban la oportunidad adecuada para transformarse en ávidos consumidores
de la producción inglesa, había sido alimentada durante la colonia por la
capacidad de la economía para absorber el contrabando, y, después de la guerra
de independencia, por la expansión de una demanda acumulada durante años.
Esta última coyuntura fue aprovechada por Gran Bretaña que abrió cargos
consulares en los principales puertos de Venezuela desde 1823, y ya en 1824 el
cónsul británico en Puerto Cabello estimaba que una proporción de dos tercios de
19
las importaciones estaba constituída por productos británicos. Hacia los años
1824-25 las importaciones británicas alcanzarón el valor máximo de la década,
decayendo considerablemente a fines de la misma. Elintercambio comercial con
Gran Bretaña mostraba ya un tendencia des favorable a Venezuela que se
mantendría a lo largo del siglo. Fue durante estos años que comenzaron a llegar al
país comerciantes, agentes viajeros y comisionistas que formaron una reducida e
inestable comunidad británica.20 Sin embargo, durante esta década Venezuela
ejerció una atracción poco considerable sobre los intereses británicos.
A partir de 1830, separada Venezuela de la República de Colombia, las relaciones
económicas con Gran Bretaña se regularizaron sobre la base de estos tres
hechos: la aceptación venezolana de cubrir el 28 1/2 % del pago del préstamo
británico a Colombia de 1824; la ratificación del Tratado de Amistad y Comercio de
1825 que regulaba el intercambio comercial entre ambas naciones según la
cláusula de la nación más favorecida, y por último el reconocimiento de Venezuela
como nación independiente por parte de Gran Bretaña en 1835, decisión que
dependía de los razonables acuerdos logrados en relación con la deuda y el
Tratado. En los diez o quince años siguientes, la relativa estabilidad política y
económica de Venezuela determinó un aumento del número de comerciantes,
establecidos en el país, que, sin embargo, nunca pasó de cuarenta. Hacia fines de
la década de 1840 operaban en Venezuela alrededor de 24 firmas comerciales
inglesas21, además del Colonial Bank of London fundado en 1839, y la firma
británica que explotaba las minas de Aroa.
Durante los años 1830 a 1860 aproximadamente, los hombres de negocio
británicos exploraron y apreciaron las dimensiones reales de las libras en los
últimos cinco años de la década de 1860 a más de 500.000 libras en toda la
década siguiente.
Entre 1870 y finales del siglo, el valor del comercio exterior creció en una forma
lenta y muy modesta presentando en su curso contracciones y expansiones
asociadas a algunos de estos factores: la situación política del país; los resultados
de la producción agrícola en general; el volumen, calidad y precios de su producto
básico, el café; y la explotación inestable de otros recursos como el oro, el cobre,
las plumas de garza y el balatá, cuya expansión solía compensar la contracción de
otros. En la década de 1880 se acrecienta el peso de otro factor, que en los años
1860 había comenzado a operar como estímulo de las importaciones. Se trata de
las inversiones en obras públicas, transportes y empresas de explotación minera
que abrieron un corto período de expansión de los intereses económicos
británicos en Venezuela.
Las inversiones británicas en Venezuela hasta la década de 1860, al igual que en
el resto de América Latina, estuvieron prácticamente limitadas a los préstamos
gubernamentales que la tradicional falta de capacidad de pago del gobierno había

20
convertido en una inversión poco segura, al menos para los tenedores de bonos.
Estas inversiones indirectas eran en principio concebidas como una forma de
crear condiciones infraestructurales favorables a las inversioties directas, a través
de las políticas de fomento del progreso material formuladas en cada país.
Venezuela contrató dos empréstitos, en 1862 por 1 millón de libras, y en1864 por
1 millón y medio de libras, ninguno de los cuales pudo cancelar en los plazos
estipulados, por lo cual ninguna inversión indirecta se hizo en la década de 1870.
Esta situación no era peculiar de Venezuela: más de 7 1 millones de libras de los
123 millones de libras –valor nominal- invertidos en bonos gubernamentales latino-
americanos estaban en mora en esos años.El relativo entusiasno de mediados de
la década de 1860 tuvo corta existencia ya que las condiciones económicas y
políticas del país no daban señales de cambio. Entre las nuevas empresas el
London and Venezuela
Bank organizado por inversionistas de Londres y comerciantes británicos
establecidos en Venezuela, comenzó a operar en 1865, cerrando sus puertas en
1867, pese a que el banco no había otorgado préstamos a los hacendados ni al
gobierno, según la conducta preestablecida, para evitar dificultades en el cobro de
estos préstamos. Lo cierto es que las limitaciones de la economía frenaron la
mayoría de las inversiones durante los años 1860 y 1870. Una excepción fue la
minería de oro en la región de Guayana, que había hecho revivir entre los
inversionista la antigua leyenda de El Dorado. La compañía minera más
importante, El Callao, creada en 1870, extrajo oro por valor de más de 3 millones y
medio de libras entre 1871 y 1885. Los beneficios de esta compañía
excepcionalmente altos se aprecian en el monto de dividendos pagados a los
accionistas, que fueron ascendiendo desde 644.000 bolívares en 1875 a
6.055.800 en 1883 y 9.660.000 en 1884.30 La minería representó además un
considerable estímulo para el comercio de importación: en 1885 y 1884 el 19,15 %
y 27,48 % respectivamente de las importaciones británicas del puerto de Ciudad
Bolívar correspondía a maquinarias y otros productos destinados a las minas.31
Cierto es que casi el 50 % de esas importaciones correspondían a la compañía de
El Callao. Otras compañías como la New Chili, la Venezuelan-Austin, Potosí, New
Callao, Victory, Nacupay tenían niveles de producción muy inferiores.
El legendario poder de enriquecimiento de la minería de oro la hacía de por sí
atractiva a los especuladores, pero cabe suponer que, salvo para unas pocas
compañías, los beneficios debieron ser limitados dadas las dificultades existentes
para la explotación. El transporte de personas, maquinarias, víveres, madera,
explosivos y demás productos para la minería debía hacerse en carretas y recuas
de mulas único medio de transporte para recorrer una distancia aproximada de
165 millas desde el Puerto Las Tablas en el río Orinoco hasta el distrito minero. El
largo y dificultoso viaje significaba un enorme encarecimiento de los productos que
sólo las compañías que tenían altos niveles de producción podían soportar. El
21
proyecto de ferrocarril no se puso en práctica, en tanto que la producción de oro
comenzó a decaer rápidamente en la década de 1890, alejando las perspectivas
de una prosperidad estable.
En los años 1880 el capital británico fue introduciéndose más decididamente en
Venezuela, a través de las inversiones clásicas de esos años en América Latina
en ferrocarriles, servicios portuarios, teléfonos, etc. En casi toda América Latina el
capital así invertido produjo altos niveles de ganancia, en tanto que las
condiciones de contratación limitaban los riesgos mediante el establecimiento de
subsidios, exención de impuestos, concesiones de tierras y, generalmente, la
garantía de una utilidad del 7 % sobre el capital invertido. En Venezuela las
inversiones más importantes se concentraron en los ferrocarriles, en el servicio
portuario de La Guaira, el puerto más importante del país, y, en una proporción
mucho menor, en servicios telefónicos. Es decir, se trataba de crear el soporte
infraestructura1 de una economía cuya futura prosperidad estaría dada en gran
parte por una más eficiente comunicación de las zonas productoras con el
mercado internacional. Sin embargo el establecimiento de las Iíneas de ferrocarril
no persiguió abrir nuevas zonas productoras, ni propició el poblamiento en nuevas
áreas. El trazado fue absolutamente conservador en este aspecto.
Concentrado en la zona norte, siguiendo rutas pre-establecidas, se limitaba a
conectar los puertos con los mercados cercanos más importantes, penetrando
distancias de poco más de 40 Km hacia el interior. De esta manera, el cambio en
las condiciones de transporte de la producción se limitaba a la última parte del
trayecto, -o a la primera en el caso de las importaciones- que atravesaba el área
montañosa de la Cordillera de la Costa en dirección a los puertos. En Venezuela la
idea no fue construir una economía nueva, sino aumentar la eficiencia de la
existente, pero incluso ese propósito tuvo alcances muy limitados. De las catorce
Iíneas de ferrocarril, que recorrían poco más de 800 Km34, cinco eran de capital
inglés a fines del siglo. Entre esas cinco Iíneas estaban dos de las tres más
importantes desde el punto de vista de los mercados que unían y del rendimiento
del capital invertido: Caracas-La Guaira y Valencia-Puerto Cabello, de capital
inglés, la tercera: Caracas- Valencia pertenecía a una empresa alemana.35 El
capital invertido en las empresas ferrocarrileras, y en las obras del puerto de La
Guaira alcanzaba un total de 7 millones de libras que sumado a otras inversiones
daba un total de alrededor de 11 millones de libras hacia 189536, lo cual
representaba a fines de los años 1890 alrededor del 2,5 % del valor nominal total
de las inversiones británicas en América Latina.
La Situación a Fines de Siglo Tras años de predominio del comercio inglés, y
después de una década de fuertes inversión es, la tendencia en los años que
siguieron a 1890, fue mucho más moderada en toda América Latina. En Gran Bre
taña, la creciente preocupación por la posición del comercio británico, determinó el
nombramiento de un Comisionado Especial, Mr. Thomas Worthington, enviado por
22
el Board of Trade a investigar en Centro y Sud América la posible caída relativa o
absoluta de la demanda de productos británicos, y la forma cómo corregir esa
situación. El mismo temor hizo que las voces en favor de la imposición de
restricciones a la política de libre comercio se hicieran más insistentes en
Inglaterra. Por años, la inquietud británica por la competencia del comercio
europeo, particularmente alemán y en menor medida francés, y la creciente
amenaza del comercio norteamericano, se vio reflejada en documentos oficiales,
como los informes consulares y del Board of Trade, y también en la prensa
especializada. En Venezuela la presencia de una mayoría de comerciantes
alemanes asentados en las principales ciudades, así como la evidente disminución
de comerciantes británicos, nutrió desde muy temprano el temor de un
desplazamiento correspondiente de los productos británicos por los alemanes. Los
informes, sin embargo, no eran definitivos en ese sentido.
Contra la idea de la disminución del consumo de mercancías británicas se alegaba
que: la mayor parte del contrabando estaba constituido porartículos británicos; y
que, dado que se identificaba la procedencia de las importaciones con el puerto de
embarque, muchos productos británicos embarcados en puertos de Alemania o
Estados Unidos eran registrados como elaborados en esos países, con lo cual se
creaba una falsa impresión en cuanto al origen de las importaciones que entraban
al país.
En 1895 el cónsul inglés en Caracas H.L. Boulton informaba que durante 1894 las
importaciones inglesas de Puerto Cabello habían disminuido en 20.000 libras y
según sus cálculos, el descenso, tomando encuenta todos los puertos, sería de
100.000 libras. A esto agrega que ... "el comercio de maquinarias y herramientas
que antes se hacía fundamentalmente con Gran Bretaña, se hace ahora con
Alemania y los Estados Unidos debido a los precios más baratos, y el primer país
(Alemania)encabeza la lista en el valor de sus exportaciones a Venezuela. De la
lectura de diversos informes consulares se desprende que los textiles de
procedencia británica fueron el único renglón que con seguridad mantenía su
predominio en el mercado venezolano. En otros renglones la certeza era menor.
En realidad la decadencia, o al menos el estancamiento de los intereses
económicos británicos en Venezuela, parecía ser el resultado lógico de un
conjunto de factores de diverso tipo, que dieron lugar a una situación poco
favorable o directamente contraria a esos intereses en los últimos años del siglo
XIX. En este sentido el capital británico enfrentó en Venezuela condiciones
excepcionalmente desfavorables en comparación con otros países de América
Latina. Aparte de los ya mencionados factores limitativos, resultantes de la
rivalidad europea y norteamericana en el mercado latinoamericano, en Venezuela
operaron condiciones adversas asociadas, por una parte a una economía cuyas
limitaciones no había podido vencer el capital invertido, y por otra a tensiones

23
políticas que se había acumulado durante años hasta desencadenar una situación
de conflicto entre las dos naciones.
Concluidas, en 1894, las obras del ferrocarril Caracas-Valencia, el capital europeo
no inició ningún otro proyecto de obras públicas de importancia semejante a las
iniciadas en la década anterior. Sintomáticamente, comenzó entonces una
recesión económica, acompañada por las quejas de los desempleados de las
obras públicas.39 En efecto, terminado el período de construcción, disminuyó el
volumen de dinero puesto en circulación por las compañías, por concepto de
salarios y otras expensas. Efecto que fue reforzado al iniciar las empresas la
repatriaciónde sus ganancias. Se evidenciaba así que las obras públicas,
contrariamente a lo esperado, no ejercían la estimulante influencia que los
interesados le habían asignado. El puerto, los teléfonos y los ferrocarriles
introdujeron una mayor eficiencia en la etapa de distribución de la producción,
pero básicamente no alteraron ni la forma, ni el tipo, ni la magnitud de la
producción venezolana. Los ferrocarriles no penetraron el territorio venezolano,
por lo cual la mayor parte del transporte de la producción siguió haciéndose
fundamentalmente a lomo de mulas, en carretas, y en transporte fluvial o de
cabotaje. Incluso en las rutas recorridas por los ferrocarriles se siguieron
empleando las recuas de mulas como medio de transporte más lento pero menos
costoso. El ferrocarril había logrado reducir el tiempo del transporte, pero, los
recorridos cortos y lo accidentado de las rutas montañosas impidieron reducir los
costos, como en otros países de América Latina. Y, para una economía modesta
como la venezolana de esos años, el tiempo contaba menos que el escasísimo
dinero circulante.
Entonces, en la medida en que el ferrocarril no logró, como se esperaba, afectar
positivamente el rendimiento de la producción venezolana, tampoco pudo sentar
las bases de su propia prosperidad como negocio. Con excepción de las rutas
más importantes: Caracas-La Guaira; Caracas-Valencia (de capital alemán),
Valencia-Puerto Cabello, el resto de las líneas no resultaron una inversión
altamente rentable. De allí la virtual paralización de las inversiones en este sector,
el más impor tante dentro del no muy amplio panorama de los intereses del capital
británico en Venezuela.
Por otra parte, las condiciones políticas no operaron más desfavorablemente.
Década tras década, desde 1830, las relaciones entre Venezuela y Gran Bretaña
habían acumulado creciente tensión alrededor de tres cuestiones fundamentales:
la discusión del Tratado de Amistad y Comercio ratificado en 1835; la discusión de
los límites con la colonia inglesa de Guayana, y el atraso en el pago de la deuda y
de otros compromisos contraídos con las compañías de ferrocarril y la compañía
del Puerto de La Guaira. Estas tres cuestiones habían creado un antagonismo in
crescendo que se manifestó en diversas ocasiones a través de campañas de la
prensa venezolana contra el capital y el expansionismo británico en general. El
24
ostensible sentimiento antibritánico dio lugar en 1891 a un boicot contra los
intereses británicos que no dejó de tener algún resultado. Pero antes, en 1887,
Venezuela había sentado un precedente en la diplomacia latinoamericana al
romper sus relaciones con Gran Bretaña, por un lapso de diez años, por el
conflicto de límites con Guayana. Diez años durante los cuales los intentos de
impulsar el dominio económico ingles en Venezuela tropezarían con una latente o
manifiesta hostilidad políica. Los daños al comercio inglés provocados por la
ruptura de relaciones se sumaban así a los producidos desde 1882 con la
imposición de un i puesto adicional del 30 % a todas las importaciones
procedentes de las islas antillanas. El comercio inglés, que usaba esas islas como
entrepots, presionó sobre el gobierno venezolano para que levantara esta medida,
contribuyendo aún más al deterioro de las relaciones con Gran Bretaña. En 1893,
el tercer intento de establecimiento de un banco británico, el Anglo-Venezuelan
Commercial Bank, tropezó con una firme oposición. Según los términos del
contrato firmado con el gobierno venezolano, el banco abriría una cuenta al
gobierno y éste a su vez depositaría en él parte de sus ingresos. La prensa
condenó el acuerdo como antipatriótico, dada la disputa existente con la nación
británica. Alfred Blohm, Presidente de la Cámara de Comercio de Caracas, envió
una carta al Presidente de la República expresando la contrariedad de la
comunidad mercantil frente al contrato, y señalando el perjuicio económico que
causaría una institución controlada por la banca londinense. El banco nunca
comenzó sus operaciones y el con- trato fue declarado nulo por el Congreso de
Venezuela el 21 de diciembre de 1 895.
Los años finales del siglo fueron testigos del estancamiento de los intereses
británicos y en algunos sectores, como la minería, de un claro retroceso, cuando,
incluso la empresa más próspera de Guayana, la famosa El Callao, cesó sus
operaciones. Según la versión del Financial Times de Londres el cierre se debía,
no tanto al agotamiento de la riqueza como a... "las crecientes exacciones del
gobierno venezolano, sus monopolios y concesiones y su inconciliable actitud
hacia la población minera de origen extranjero.

3. UNA NUEVA POLITICA PARA UNA NUEVA ESTRATEGIA


Hacia la década de 1860 parecía estar llegando a su fin en América Latina una
larga etapa de intensa agitación política que había impedido la transformación de
sus estructuras, proyecto siempre debatido y constantemente postergado. Los
años de conflicto más o menos permanente habían hecho cambiar el proyecto, no
en su finalidad de crear una nueva sociedad, pero sí en cuanto a cómo
conseguirla. Para la generación de líderes políticos que había emergido de las
luchas por la independencia, o que se había formado en ese período, la
organización de las instituciones políticas nacionales constituía la clave de la

25
transformación deseada. La adopción de una apropiada' forma de organización
política aseguraría la estabilidad necesaria. Sin embargo los desacuerdos en
cuanto a cuál sería esa forma política apropiada pasaron a sumar un elemento
más a la inestabilidad política. 0, quizá sería más exacto decir que la discusión
acerca de las formas constitucionales pasó a enmascarar conflictos enraizados en
la contradictoria y desarticulada realidad de las nuevas naciones, que sólo
nominalmente podían ser consideradas como tales. Este período, sin embargo, no
fue estéril. De alguna manera el pensamiento político y económico y la praxis
política latinoamericana se nutrieron en la experiencia de esos años conflictivos,
para introducir correctivos en el proyecto de creación de una nueva sociedad que
reprodujera las condiciones de los países capitalistas avanzados.
En la segunda fase de este proceso, las corrientes liberal-positivista de mediados
del siglo XIX básicamente sostuvieron que era imposible darle una cabeza nueva
a un cuerpo viejo. El organismo simplemente rechazaba el injerto. La solución, por
consiguiente, consistía en abandonar o relegar a un plano secundario la discusión
sobre las formas de organización política, y emprender una política de
transformación que abarca el conjunto, y no un sector o sectores en particular. El
proyecto de creación de entidades nacionales viables, se tradujo en la política del
progreso, o más pragmáticamente en lo que se ha dado en llamar la fórmula del
progreso, que casi todos los países latinoamericanos trataron de aplicar con
variado éxito. De acuerdo con una idea de perfectibilidad del proceso histórico,
encontrar la ruta del progreso constituía el ideal político de los gobiernos
latinoamericanos, ideal que en la práctica tomó la forma de un conjunto de
proposiciones diseñadas para lograr la expansión de las oportunidades de una
burguesía en formación.
Venezuela no fue excepción dentro de este cuadro, el proyecto nacional que en
definitiva no perseguía sino la creación de una sociedad capitalista siguiendo el
idealizado modelo europeo y estadounidense, seguía planteado como tal al
finalizar la Guerra Federal (1859-1863), el último gran acto de la primera fase de
discusión del proyecto. La redefinición de esa discusión en torno a los postulados
del progreso, orientó de alguna manera la política de los gobiernos en los años
siguientes. Pero las contradicciones que entorpecían la aplicación de esos
postulados demostraron ser más fuertes.
La Formula del Progreso Latinoamericano
La pertinaz violencia de la historia latinoamericana que siguió a la Guerra de
Independencia destruyó lo que podía verse como la edad de la inocencia de la
política latinoamericana. Es decir, la época en que predominaba la idea de que el
progreso económico seguiría naturalmente como resultado de un simple cambio
de los marcos legales y políticos que regulaban la organización de la nación. Por
ello, la convicción de que la sociedad era una realidad compleja, cuya

26
transformación requería decisiones políticas que actuaran sobre ella directamente,
fue extendiéndose entre los líderes políticos de mediados del siglo XIX. Esa
convicción tenía como punto de partida una percepción de la sociedad
latinoamericana como una entidad básicamente inadecuada para alcanzar el
progreso material, entendiendo por tal las condiciones de funcionamiento del
sistema capitalista.
La adecuación de la sociedad al nuevo modelo de crecimiento, abrió una nueva
fase en el largo proceso de transformación de la sociedadamericana original que
se había iniciado en los siglos XV y XVI. Ese proceso de transformación cultural,
económica y socio-étnica, según patrones europeos, o más concretamente
hispanos, había agotado el curso de su primera etapa durante el período colonial.
En el siglo XIX comenzaron a operar nuevas exigencias de transformación, de
acuerdo con el prototipo de las sociedades burguesas de Inglaterra, Francia y los
Estados Unidos. El modelo de estabilidad, justicia, bienestar y progreso
económico que irradiaba de esas sociedades conformaba el ideal de las nuevas
naciones hispanoamericanas. El pensamiento político latinoamericano del siglo
XIX en buena parte fue conformándose en torno al problema de cómo alcanzar
ese ideal, y las proposiciones en tal sentido fueron surgiendo asociadas a la
identificación de los factores que impedían el progreso. De modo que la cuestión
de cómo lograr el progreso se planteó en forma análoga a la de cómo superar el
atraso.

Significativamente, el diagnóstico señalo como factores de atraso un conjunto de


situaciones propias de una estructura socio-económica que la ruptura de la
condición colonial no había alterado sustancialmente. La persistencia de esa
estructura, que hasta mediados del siglo XIX determinó la existencia de líneas de
desarrollo histórico común en casi toda América Latina, fue vista como la causa
del permanente desafío a la búsqueda de la'estabilidad y el progreso por la vía del
cambio político-institucional. A partir de entonces, el pensamiento socio-político de
la época se dedicó a identificar en forma insistente los problemas que debían
atacarse.
La relación territorio-comunicaciones-población, fue repetidamente señalada como
componente fundamental del estado de atraso. El poblamiento de América Latina
no había avanzado más allá de los límites alcanzados entre los siglos XVI y XVIII.
Esto significaba la existencia de enormes territorios con una densidad de
población muy baja y áreas sin poblar que cubrían vastas zonas del territorio, en
tanto que en partes, proporcionalmente muy pequeñas, se concentraba la mayor
parte de la población. Pero a esto se agregaba la desarticulación existente entre
las zonas pobladas, mal comunicadas por sendas y caminos de tránsito para
mulas o carretas, y con cierta frecuencia sin comunicaciones terrestres. En esas

27
condiciones, mal podía pensarse en una auténtica unidad nacional, y mucho
menos en la existencia de los fabulosos mercados latinoamericanos que la
mitología del capitalismo inglés había creado. Tanto el ejercicio efectivo del poder
político nacional como el transporte de mercancías y de personas era
extremadamente difícil y azaroso. Condiciones que eran reforzadas por un
conjunto de restricciones legales a la circulación de mercancías, y al tránsito en
general, como el pago de peajes o aranceles de aduana seca, y la ausencia de
sistemas nacionales monetarios, y de pesas y medidas.
En este escenario poco propicio, tampoco lo eran los actores, ni en número ni en
calidad. Una población pequeña y estancada, resultado de estructuras que la
habían marcado con características consideradas poco deseables para desarrollar
los valores de una sociedad capitalista, debía ser objeto de urgente
transformación. La ausencia de una burguesía plenamente conformada y
dinámica, según el modelo social de los países capitalistas, privaba a los países
latinoamericanos del agente básico de transformación socio-económica de
aquellos países. De aquí que se buscara acelerar el cambio social, creando las
condiciones queprepararan el cambio, e impulsaran el desarrollo de la burguesía.
Sin embargo, y contrariamente al proceso europeo, los grupos dirigentes del
proyecto de cambio en América Latina, no buscaron alterar radicalmente las bases
económicas existentes. La idea era modernizar la producción, hacerla más
eficiente, facilitar los medios de transporte, ampliar su área territorial, y estimular
nuevos rubros productivos, pero siempre sobre la base de la explotación
agropecuaria o extractiva, dominada por los grandes propietarios y por grupos
ligados a la vieja oligarquía. En realidad, el proyecto no respondía Únicamente a
imperativos internos, sino a la coyuntura económica creada por las exigencias de
un mercado internacional en expansión, que requería 'el surgimiento de áreas
económicas complementarias para satisfacer su demanda creciente de materias
primas y alimentos.
Como en un rompecabezas las piezas del sistema capitalista mundial en
formación comenzaron a encajar, desarrollándose un rápido proceso de
articulación entre el centro y la periferia, dado y estimulado por el encuentro de las
demandas y ofertas de parte y parte, o más concretamente de los excedentes de
los países industrializados y las carencias de los países latinoamericanos. De este
modo, la nueva estrategia de expansión del capitalismo encontraba una respuesta
política adecuada en lo que se conoce como la fórmula del progreso
latinoamericano: inmigración, ferrocarriles y capitales. Estos recursos que Gran
Bretaña como nación más avanzada del sistema estaba en condiciones de
exportar, dieron el imprescindible apoyo material al proyecto.
La política de inmigración perseguía dos fines: extender el radio de ocupación
efectiva del territorio, y ampliar y afirmar el proceso de cambio socio-étnico de la

28
población ... "El ministro de Estado que no duplica el censo de estos pueblos cada
diez años, ha perdido el tiempo en bagatelas y nimiedades, escribía Juan B.
Alberdi a mediados del siglo en una de las pocas formulaciones sistemáticas y en
ocasiones brutalmente clara, de la política del progreso. Siguiendo la idea de que
"En América todo lo que no es europeo es bárbaro" ...,Alberdi proponía ... "volver a
llamar en socorro de nuestra cultura incompleta a esa Europa, que hemos
combatido y vencido por las armas en los campos de batalla, pero que estamos
lejos de vencer en los campos del pensamiento y de la industria"45 "¿Queremos
que los hábitos de orden, de disciplina y de industria prevalezcan en nuestra
América?" ... preguntaba, respondiendo a continuación: ... "Llenémosla de gente
que posea hondamente esos hábitos" ... "La planta de la civilización no se propaga
de semilla. Es como la viña, prende de gajo" ... "Este es el medio, Único de que la
América, hoy desierta, llegue a ser un mundo opulento en poco tiempo. La
reproducción por sí sola es medio lentísimo. Si queremos ver agrandados nuestros
Estados en corto tiempo, traigamos de fuera sus elementos ya formados y
preparado^". El estímulo a la inmigración era considerado como el método más
efectivo para implantar una población que produjera y consumiera según las
exigencias del mercado externo.
El segundo término de la fórmula, la construcción de ferrocarriles, a la vez que
abría un enorme campo para las exportaciones británicas, constituía otro pilar
Tundamental de la instrumentación del proyecto. Las vías férreas penetrarían el
territorio movilizando la población que colonizaría nuevas zonas, transportando
maquinarias, insumos y productos manufacturados a los centros de consumo, y
trasladando la producción a los puertos para ser exportada. El abaratamiento de
los costos, y la reducción del tiempo invertido en el transporte, aumentarían la
eficiencia del sistema productivo. Población y vías férreas terminarían, así
definitivamente con la rémora del aislamiento regional.
'
Por último las inversiones de capital en diversas áreas de la población y los
servicios públicos completarían el proceso de acondicionamiento, aunque
igualmente importante fue en las dos últimas décadas del siglo XIX, el capital
colocado en la compra de bonos gubernamentales, que absorbió entre dos tercios
y la mitad aproximadamente del total de las inversiones del capital británico en
América Latina. Pese al aparente elemento de contradicción consistente en el
fortalecimiento del Estado por parte de los representantes del liberalismo
económico, esto sólo traducía una correcta apreciación de las estructuras socio-
políticas latinoamericanas. De acuerdo con ella, el Estado era la única entidad
capaz de organizar y respaldar políticas tendientes a lograr una definitiva
aceleración del cambio social. El Estado asumía de ese modo el papel de agente
del cambio, pero su efectividad como tal dependía de una sólida alianza a la vez
con los intereses de los grupos de dominación locales y con los intereses del
29
capital extranjero. Del funcionamiento de esa alianza dependía en gran medida la
viabilidad del proyecto nacional.
La Aplicación de la Nueva Política en Venezuela Como en casi todos los países
latinoamericanos, la política venezolana se desarrolló en el siglo XIX alrededor del
conflicto entre continuidad y discontinuidad, cambio y permanencia. Aunque no
siempre resultaba fácil trazar la línea de diferenciación entre los grupos que
respaldaban una u otra alternativa. En efecto, ninguno de los grupos que se
identificaba como liberal o conservador, por ejemplo, tenía una ortodoxa definición,
a nivel teórico y/o práctico, que confirmara su carácter de tal.
Lo cual puede haber sido resultado de una inevitable adaptación a la realidad de
las posturas teóricas, en una sociedad que se debatía en un prolongado, y a veces
confuso, proceso de búsqueda de nuevas y específicas definiciones políticas,
económicas y sociales. Por otra parte, el hecho mismo de que los intentos de
formulación de políticas de cambio dependieran más del apoyo de una fracción
política determinada, o de algún líder político, que de presiones sociales
consistentemente organizadas, contribuía a restarle solidez a esos intentos.
Terminada la Guerra Federal, que durante cinco años había mermado aún más los
recursos del país, emergían nuevos líderes políticos en cuya capacidad se
confiaba para aplicar la política del progreso. Los conflictos armados entre
caudillos retrasaron, sin embargo, esa posibilidad hasta 1870 cuando Antonio
Guzmán Blanco, político liberal, hijo él mismo del más viejo y popular Iíder del
antiguo movimiento liberal, conquistó el poder mediante las armas. Entre 1870 y
1888 Guzmán Blanco ejerció un predominio discutido y amenazado
constantemente, pero sin desafíos prolongados. Ello le permitió asumir la
ejecución de un programa que resumía en sus aspectos fundamentales los
postulados de la política del progreso. En tanto que esa política suponía el apoyo
de recursos humanos y materiales externos, el régimen guzmancista concentró
sus primeros esfuerzos en asegurar los prerrequisitos internos de ese apoyo. Es
decir, el fortalecimiento de las bases de la autoridad centralizada del Estado, y la
racionalización de sus funciones administrativas; y el desmantelamiento de las
restricciones a la libre circulación de mercancías, como la supresión del pago del
impuesto de peaje, la eliminación de los privilegios económicos de la Iglesia, y la
unificación de la moneda, y del sistema de pesas y medidas.
Sin embargo, la política de centralización no era sólo teóricamente incompatible
con el federalismo que Guzmán Blanco declaraba profesar, sino que era en la
práctica contraria a la existencia de centros regionales de poder controlados por
los caudillos. No parece que la primera incompatibilidad haya preocupado
seriamente al gobierno, pero es evidente que la segunda fue una de las
preocupaciones fundamentales de la política interna del guzmanato. Por lo tanto, y
como alternativa de la derrota militar, que nunca fue descartada, Guzmán Blanco

30
puso en práctica una política tendiente a anular el poder de los caudillos
regionales mediante dos recursos. Uno fue la eliminación de las fuentes locales de
financiamiento autónomo haciendo depender a los estados de los recursos del
gobierno centraL4' El otro fue la compra de la lealtad de enemigos potenciales,
mediante la concesión de prebendas de diverso tipo.
Este último aspecto exhibió una faceta interesante, pero de ningún modo inusual,
de la política guzmantista en tanto que las concesiones para crear lealtades,
generaban contradicciones con otras medidas.Además, en la misma dirección de
afirmar el poder central, Guzmán Blanco, consciente de la necesidad de fortalecer
la capacidad del Estado como factor de estabilización, y del papel fundamental
que debía cum plir el mismo dentro de la política del progreso, llevó a cabo un plan
de racionalización administrativa, y de modernización de las estructuras con la
creación de organismos tales como la Dirección General de Estadística. Esa
conciencia del papel del Estado que la política del guzmanato expresaba con
claridad parecía responder a una conciencia de la especificidad de la sociedad
venezolana que desde Bolívar había sido señalada en más de una ocasión. En la
época de Guzmán Blanco la prensa se ocupó de expresar que la realidad
venezolana - q u e era además una realidad latinoamericana- requería un Estado
fuerte y activo. En 1874 un artículo del Diario de Avisos rechazaba la idea del
"dejar hacer" como inadecuada para Venezuela porque ella presupone el ... "poder
hacer" ... "la civilización viril y adelantada" ... "una larga paz y el progreso reinante
no de un día sino de largos años". En cambio "Pueblos niños piden gobiernos
protectores" ... "Somos (los venezolanos) niños, y necesitamos andaderas: Somos
débiles, y relativamente a nuestros pueblos el gobierno siempre es fuerte, es
siempre poder os^."^^
El autor del artículo citado se expresaba así en ocasión del reciente decreto que
promovía la inmigración. La "cuestión brazos" como a menudo se denominaba el
problema de la inmigración, fue así el primero de los términos de la fórmula del
progreso que recibía atención. A través de la Dirección de Inmigración, fundada en
1874, el gobierno de Guzmán Blanco reactivó los planes de asentamiento de
población extranjera en el país. La fundación de las colonias Bolívar y Guzmán
Blanco fueron expresión de esos planes, aunque sus resultados defraudaron las
expectativas. En la década de 1870, otra de las manifestaciones del Estado activo
fue la creación de las Juntas de Fomento que cumplían una doble función. Por una
parte darle una cuota de poder local a amigos que debían recompensarse y a
enemigos a quienes se quería acallar con halagos. Por otra adelantar proyectos
como la apertura de caminos, carreteras y diversas obras de carácter urbano
representativas del progreso material del país en momentos en que todavía los
recursos externos fluían parsimoniosamente.
El capital británico, y en menor proporción también de otras nacionalidades,
comenzó a aumentar el volumen de sus inversiones en la década de 1880. Fue
31
entonces cuando avanzaron los planes ferrocarrileros, que reanimaron en cierta
medida la vida de los principales centros urbanos que operaban como terminales.
Ciertamente, el transporte fue enormemente facilitado en las rutas atravesadas por
los ferrocarriles, pero su función de abrir nuevas zonas de producción, y de
promover la ocupación efectiva del territorio, quedó sin efecto. Tanto la
construcción de ferrocarriles, como la de servicios portuarios y telefónicos entre
otros, incrementó a su nivel máximo las inversiones británicas en el país, sin que
pudieran apreciarse signos de cambio notables en la estructura socio-económica.
En realidad, las inversiones británicas en Venezuela no alcanzaron un volumen tal
que permitiera operar cambios significativos.
A fines de la década de 1880 esas inversiones representaban alrededor del 2 112
% del total invertido en América Latina.49 Y, comparando con Chile, país de
población cuantitativamente similar en esos años, el capital británico había
invertido en Venezuela un volumen inferior en más de la mitad al de aquel país.
Pero también otros indicadores económicos guardaban parecida relación: el valor
total del comercio venezolano representaba aproximadamente la mitad del chileno;
y sus ingresos totales, menos de la cuarta parte del de Chile.50 Es decir que no
eran sólo las inversiones británicas, sino la economía en su conjunto que operaba
a niveles muy bajos.
El respaldo social a la política del progreso del régimen guzmancista fue
relativamente precario, si tenemos en cuenta que el gobierno sólo logró articular
una alianza efectiva con un segmento de la clase dominante: el de los grandes
comerciantes, particularmente los establecidos en Caracas en quienes el gobierno
se apoyaba para salir de sus frecuentes atolladeros fiscales. El otro segmento,
ligado a la Única rama estable de la producción económica, el de los hacendados,
condicionó su apoyo al desarrollo de una efectiva política agraria que, entre otras
cosas, abriera nuevas fuentes de crédito a la producción. Las relaciones entre
gobierno y propietarios agrícolas no lograron conformar una alianza en la medida
en que aquella política no se dio, y en la medida en que el régimen guzmancista
estrechó sus relaciones con el sector mercantil, acreedor a su vez tanto del
gobierno como de los hacendados. En ausencia de un efectivo soporte social, y
concluído, a fines de la década de 1880, el predominio de Guzmán Blanco,
principal artífice de la política del progreso, ésta decayó aceleradamente en medio
del resurgimiento del conflicto político entre facciones. En la última década del
siglo, era evidente que la fórmula del progreso había fracasado en Venezuela. Las
razones de ese fracaso en gran medida tenían qué ver con una serie de contra
dicciones que la política guzmancista no pudo superar.

Las Contradicciones y Dificultades de la Nueva Politica

32
La política del período guzmancista representó el intento más sostenido en todo el
siglo XIX de incorporación de Venezuela a la dinámica del sistema capitalista
mundial. Sin embargo, su desarrollo se vio constantemente entorpecido por un
conjunto de contradicciones y dificulta des que finalmente impidieron su
implementación. Estas contradicciones surgieron de situaciones antagónicas que
la misma política contribuyó a resaltar.
La política de afianzamiento del poder central, y de racionalización administrativa,
tropezó con la larga tradición de autonomía, aunque quizá cabría mejor decir de
anarquía, de los intereses regionales. Al amparo de un relativo aislamiento
regional, habían ido afirmándose situaciones que impedían la aplicación de
políticas de alcance efectivamente nacional. La tradición del "se acata pero no se
cumple" seguía imperturbable, y las posibilidades de sorprender a Caracas con
una rebelión en marcha se basaban precisamente en las difíciles comunicaciones
entre una región y otra. Por otra parte, es indudable que el contrabando "legal" -
v.g. con la complicidad de los funcionarios de aduana- e ilegal, prosperaba en la
medida en que las distancias impedían un efectivo control. Los beneficios en
términos económicos, y en términos de poder político que derivaban de esta
situación algunos sectores locales eran significativos, no en sí mismos, sino
teniendo en cuenta que en una economía débil como la venezolana, el peculado,
el contrabando y los privilegios del poder constituían prebendas que no
desaparecían a menos que surgiera una alternativa mejor. El mismo Guzmán
Blanco no conoció otra alternativa, tanto para su beneficio personal, como para el
de otros a quienes les interesaba recompensar o acallar. Era notorio que ciertos
cargos, como el de Inspector de Aduanas, cumplían con esa doble función de
retribución, de igual modo que el contrabando se amparaba en la complicidad de
los funcionarios, y que otras prácticas –como el saque- satisfacían ambiciones
más limitadas a las que el gobierno no quería o no podía poner coto. Puede
decirse en resumen, que el propósito de consolidar la autoridad del gobierno
central, factor esencial de la política de integración, fue entorpecido por la
existencia deotros intereses contradictorios.
Otro nivel de contradicciones que dio lugar a situaciones particularmente notorias
fue el que se generó del choque entre dos líneas políticas: una, la asociada a la
defensa del interés nacional y la otra, consistente en propiciar las inversiones de
capital extranjero, como parte de la fórmula del progreso. La contradicción se hizo
evidente a raíz de los múltiples puntos de tensión existentes entre Venezuela y
Gran Bretaña, la nación inversionista más importante en el siglo XIX. A las dos
cuestiones más antiguas: la disputa de límites con la colonia británica de
Guayana, y la renegociación del Tratado de Amistad y Comercio, mediante la cual
Venezuela buscaba limitar la vigencia del mismo, se agregaron otros en las
últimas décadas. Por una parte las presiones para que el gobierno venezolano
cumpliera sus compromisos con los acreedores británicos con los que siempre

33
estaba en mora, y por otra la medida dispuesta por Guzmán Blanco en 1882 de
cobrar un impuesto del 30 % adicional sobre las vmportaciones procedentes de las
Antillas. Este impuesto era particularmente perjudicial para Inglaterra por cuando
su comercio con Venezuela se hacía usando sus colonias antillanas,
particularmente Trinidad, como entrepots. Las presiones para lograr la derogación
de esta medida no dieron resultado. Diez años después de establecido el
impuesto adicional, el comercio de Trinidad había decaído en un70 %. Pero fue la
disputa de límites lo que llevó a la ruptura derelaciones dispuesta por Venezuela
en 1887. Venezuela, escribía desde Caracas el Coronel B. Vicent, es excepcional
entre las repúblicas hispanoamericanas, desde varios puntos de vista ... "Pero la
más grande excepción de todas es qcíe Venezuela no está en buenas relaciones
de amistad con Gran Bretaña" 52... Ciertamente lo era, y además esta situación
era contradictoria con los planes para atraer el capital británico, contradicción que
no parecía preocupar mucho a Venezuela, pero sí a los británicos quienes
constantemente daban cuenta de una reorientación de las relaciones comerciales
de Venezuela hacia Estados Unidos y Alemania, en detrimento del comercio
inglés. El psrjuicio ocasionado por el sentimiento antibritánico parece evidente de
la lectura de las renuncias de H.L Boulton y Moses Taurel a los consulados
británicos de Caracas y Barcelona respectivamente. Boulton, en 1895, extiende su
renuncia en vista de que su familia y sus negocios pueden resultar ... "seria y
largamente afectados por las dificultades existentes entre Gran Bretaña y
Venezuela, si continúo sosteniendo mi actual Taurel, en 1896, alega serios daños
a la firma Taurel hermanos por la pérdida de clientes y crédito debidos a la
hostilidad contra los representantes de Gran Bretaña. La posibilidad de que la
tendencia de los intereses británicos en Venezuela hubiera sido distinta de no
haber mediado el conflicto tendría que ser objeto de estudio detenido, pero,
ciertamente, los intereses británicos recibieron en esos años un impacto negativo.
Finalmente, la contradicción más importante consistió en la ausencia de una
política definida con respecto a la producción económica. Ni el régimen
guzmancista, ni los gobiernos posteriores desarrollaron una política agraria
tendiente a incrementar la producción, lo cual significaba aumento de las
exportaciones, y, en consecuencia, fortalecimiento de la economía. Si bien Gran
Bretaña no era importante consumidora de café, el principal renglón de la
producción venezolana, no se hicieron intentos consistentes por desarrollar el
comercio triangular: Venezuela-Estados Unidos-Gran Bretaña, en la forma en que
lo logró Brasil; tampoco se logró estimular sostenidamente el desarrollo de otros
renglones productivos. De este modo el propósito de orientar el país hacia el
progreso material debía tener por lógica escasas perspectivas, por cuanto, como
efectivamente ocurrió, el círculo de la debilidad estructural del país tendía a
perpetuarse.

34
CONCLUSIONES
Vista desde el ángulo donde alcanzó su máximo nivel de hegemonía, la expansión
británica en América Latina conformó un sistema muy bien ajustado. El desarrollo
de su nueva estrategia, basada en la exportación de capitales y tecnología, hizo
que la onda expansiva de la Revolución Industrial, finalmente tocara estas
naciones. La significación de esta nueva etapa en las relaciones económicas entre
América Latina y Gran Bretaña radicaba en la posibilidad de que las inversiones
del capital excedente inglés finalmente rompieran el estrecho marco de las econo-
mías latinoamericanas. De acuerdo con esa expectativa, se elaboraron
formulaciones políticas que partían de una nueva concepción de la realidad
latinoamericana. Esta se basaba en una percepción de su inadecuación
estructural a los patrones de funcionamiento propios del modelo capitalista que se
quería seguir. Para superar esa inadecuación se implementó la que algunos han
llamado fórmula del progreso: inmigración + capitales + ferrocarriles. Fórmula que
encajaba perfectamente en la nueva estrategia de expansión británica.
La aplicación de esa fórmula en Venezuela bajo el régimen de Guzmán Blanco,
demostró que su efectividad como tal, estaba sujeta a un conjunto de
condicionamientos internos que eran, en última instancia, decisivos. La ausencia
de una cooperación irrestricta a nivel local, truncó las posibilidades de expansión
del capital británico, y con ello el factor más importante de la fórmula. Pero
además, un conjunto de contradicciones que se manifestaron en la falta de un
auténtico respaldo social y político a la fórmula fueron determinantes en el fracaso
de la misma. A nuestro juicio, esas contradicciones explican por que Venezuela no
logró entonces articular plenamente su economía al sistema capitalista mundial.
Es indudable que el café, principal producto de exportación de Venezuela, tenía
una demanda relativamente bajo en el mercado británico, de donde provenía la
mayor parte de los capitales y productos manufacturados. Pero esto no explica,
sin embargo, los casi nulos resultados del proyecto. En este sentido el caso del
Brasil resulta comparativamente significativo en el mismo período. Con una
producción muy similar a la venezolana, y con un comercio altamente deficitario
con Gran Bretaña, la economía brasileña comenzó a operar siguiendo el modelo
capitalista, sobre la base del excedente del comercio triangular Brasil-Estados
Unidos-Gran Bretaña. Esto revela que las posibilidades de integración en el
sistema capitalista dependían más de un conjunto complejo de factores internos,
socio-económicos y políticos, que de la posibilidad ,de ofrecer determinado
producto en el mercado internacional. En Venezuela, la aceleración del cambio de
condiciones internas asociada a la explotación petrolera permitió, recién en el siglo
XX, desarrollar el proyecto de creación de una economía capitalista

35
RECONSTRUCCION DE UN DESPOJO (fragmento)
Rafael Ángel Camejo
“You can get none of the debatable land by forcé, because you are not strong enough; you can get none by treaty, because I
will not agree; and you can take your chance of getting a portion by arbitration only if first agree to abandon to me such other
portion as I may desígnate.” Mr. Only to Mr. Bayard, N5 804, Departament of State, Washington. July 20, 1895.

Al Noreste del país, de nuestra madre tierra venezolana, una inmensa porción
surcada de ríos y fragorosas cataratas pasó a ser dominio británico por obra de un
mal llamado laudo arbitral, el cual puso en evidencia, cómo entonces podía
hacerse sucumbir el derecho más incontestable aplicando sólo la muy singular
concepción de la fuerza.
Eran los tiempos en que los navios de Su Majestad británica paseaban por los
siete mares la bandera del Imperio y el símbolo del león hirsuto y rampante,
campeaba en numerosas islas y territorios del Pacífico y del Atlántico. En esta
desmantelada América poseía la dilatada región del Canadá, Terranova, la
llamada “Honduras Británica”, Las Bermudas, las Indias Occidentales: Jamaica,
Trinidad, Tobago, Granada y las islas Falkland o Malvinas, sin contar sus
posesiones al Noreste del Continente : Vancouver, Columbia. . .
Nuestro país se contaba entre los que con gesto despectivo llamaban los lores del
Imperio “Minor Authorities” (potestades minúsculas). Tal calificativo, de genuina
extracción británica, reflejaba la política de las grandes potencias europeas
respecto a las naciones pequeñas, que por largo tiempo se mantuvo opuesta a las

36
más claras y definidas concepciones del Derecho Público, basado en los principios
de igualdad de todos los Estados, que se reputan tener los mismos derechos a
mantener la integridad de su territorio, su indiscutible soberanía sobre él y demás
prerrogativas inherentes a su condición de Estado libre.
El laudo se dictó el 3 de octubre de 1899, cuando ardían todavía las hogueras de
nuestras guerras intestinas y el país continuaba estructurándose en una lenta
formación de indefinidos principios. Dicho laudo, carente de toda motivación y
reñido con todas las reglas que rigen esta clase de actos, se circunscribió a
describrir la línea divisoria fijada por el Tribunal, y que partía de Punta Playa, 45
millas al Oeste de Punta Barima y de allí continuaba hasta la confluencia del río
Barima con el río Muruma, y seguía hacia el Sur por la corriente del río Amacuro.
I.— En todas nuestras Constituciones se ha venido estableciendo sin posible
duda, que los límites de la nación son los que antes de la transformación política
de 1810 correspondían a la
Capitanía General de Venezuela. Se adoptaba así el uti possidetis juris de 1810
para sus límites, debiendo en consecuencia, “tomarse en cuenta las decisiones
administrativas de la Colonia, vigentes para esa fecha y no el hecho de la
ocupación efectiva”.
Tal declaración tuvo como fundamento el hecho de haberse proclamado
Venezuela sucesora de España después de la Guerra de la Independencia. En el
artículo 1? del Tratado concluido entre España y Venezuela, el día 30 de marzo de
1845, se estableció:
“Su Majestad Católica, usando de la facultad que le compete por Decreto de las
Cortes Generales del Reino de 4 de diciembre de 1746, renuncia por sí, sus
herederos y sucesores, la Soberanía, derechos y acciones que le corresponden
sobre el territorio Americano conocido bajo el nombre antiguo de Capitanía
General de Venezuela” ; hoy República de Venezuela .
A consecuencia de esta renuncia y cesión, “Su Majestad Católica reconoce como
nación libre, soberana e independiente a la República de Venezuela, compuesta
de las provincias y territorios expresados en su Constitución y demás leyes
posteriores, a saber: Margarita, Guayana y otros territorios e Islas que puedan
corresponderle”.
El derecho originario de España sobre estos territorios arrancaba de inveteradas
reglas de Derecho Internacional, apoyadas en pruebas históricas, mediante las
cuales el Descubrimiento y la Ocupación subsiguiente incorporaban al dominio
directo de la potencia descubridora y ocupante las tierras descubiertas y
ocupadas. El descubrimiento y la ocupación de España, de lo que llegó a ser
después la Capitanía General de Venezuela, fue reconocido así y aceptado así

37
por todas las naciones; de suerte que para que hubiera podido ser sustituida
España en sus derechos en el territorio de Guayana, comprendido en la Capitanía
General de Venezuela, hubiera tenido que producirse o un presunto abandono de
su parte de los territorios descubiertos y ocupados, o una conquista por la fuerza.
En la controversia preliminar al citado laudo arbitral, sostuvo nuestra defensa, que
los españoles descubrieron la Guayana en el año de 1500; que a partir del año
1595, los holandeses comenzaron a efectuar toques ocasionales para ejercer el
comercio en la boca del Esequibo, donde los españoles ya habían construido un
fuerte; que ciertamente no fue antes del año de 1621 su primer intento de
establecerse y que tales actos de los holandeses siempre estuvieron confinados al
rico pantano aluvional comprendido entre el océano y las riberas del estuario del
río Esequibo. Que tales albergues, que no eran otra cosa, se conocieron siempre
con el mote de “los establecimientos del Esequibo” y así pasaron al dominio
británico. Ello era sin duda —fue alegado— distinto a una ocupación contraria a la
ocupación mantenida por los españoles; o una violación del territorio, lo que llega
a ponerse de manifiesto, cuando el nuevo ocupante, con actos reveladores, deja
ver su voluntad de oponerse a los anteriores, reteniendo para sí el territorio; y fue
demostrado, que cada vez que los holandeses pretendieron ocuparlos en forma
ostensible, la reacción de los españoles no se hacía esperar, enviando
expediciones a través de las 150 millas de bosque que los separaba, para destruir
las nuevas construcciones y llevar prisioneros a los holandeses que lo intentaban.
Las “quejas” que fueron formuladas por estos actos ante el Rey de España nunca
fueron atendidas y posteriormente quedaron abandonadas.
El reclamo inglés se basó siempre en que los holandeses primero y ellos después,
habían colonizado al mismo tiempo que los españoles. Pero tal aseveración se
encuentra contradicha no sólo con los hechos en el propio teritorio, sino con
multitud de documentos que fueron esgrimidos en la controversia.
Los españoles después que descubrieron la parte Noreste de la América del Sur
no se limitaron a costear la Guayana, sino que navegaron el Orinoco,
incursionaron por sus afluentes y por sus alrededores. Fue conocida desde
entonces, la firme posesión española en el Bajo Orinoco, donde fue construido el
pueblo de San Tomé. De este y otros puntos impedían los españoles la entrada a
la Guayana y es bien conocida la odisea de Raleigh: ex-citada su codicia por el
señuelo de El Dorado, envió Raleigh una tras otra varias expediciones tras el
rastro de los españoles y cada vez fue derrotado e impedido de toda penetración;
la última de tales expediciones culminó con la muerte de su hijo y el suicidio de su
lugarteniente después de una aciaga derrota.
Los colonos holandeses vinieron a notarse en el siglo XVII y fueron tan pocos que
nunca pudieron crear un conflicto serio a la dominación española y cada vez que
intentaron penetraciones fueron sometidos. Ellos llegaron por mar a las bocas del

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Esequibo y navegaron por el estuario de este río. En 1735, más de una centuria y
media después que alegaron su primera ocupación, el Esequibo tenía 150 blancos
y 3.000 negros; todos sus cultivos, casas y todo signo de ocupación se hallaba
circunscrito al Esequibo Oriental y nunca sobrepasaron de 3.000 millas cuadradas,
y sin alcanzar a las riberas del Pomerón, a lo largo del mismo estuario del
Esequibo y cerca de la confluencia del Cuyuní y del Mezeruni.
La ocupación española, caso de haberse circunscrito a una parte del territorio no
por eso dejó de ser menos una ocupación del todo; y tanto fue así, que de
numerosas maneras pusieron los españoles de manifiesto su propósito de excluir
a todo otro de la ocupación. En los resúmenes mencionados, enviados por nuestro
país a la comisión investigadora, se observó que el argumento más decisivo para
demostrar que los holandeses ni los ingleses habían sobrepasado la estrecha faja
a que siempre estuvo reducida su mentada ocupación, consistía en que el único
acceso a las áreas interiores estuvo siempre custodiado por los españoles; los
accesos naturales se encuentran obstruidos por una barrera que se levanta en
forma de una gran bandeja con sus orillas, de las cuales se desprenden sus aguas
por la esquina Este donde ellas han roto el borde cayendo en el estuario del
Esequibo a través de rápidos y cataratas de una altura de 250 pies sobre una
extensión de 40 millas. Las dificultades de penetrar las áreas interiores, dice el
resumen, ha sido tal, que dicha barrera se ha considerado siempre como la mejor
protección contra incursiones al interior y ha constituido durante todo el período de
250 años, que dicen los holandeses e ingleses duraba su ocupación, el principal
impedimento para otras ocupaciones; si a esto se añade que el único otro acceso
a través de las colinas que preceden hacia el Orinoco, como se ha expresado,
estuvo siempreocupado por los españoles, y donde no hubo nunca sino
establecimientos españoles, no es concebible que haya podido extenderse la
ocupación anglo-holandesa más allá del territorio a que siempre se encontraron
reducidos.
La defensa de Venezuela hizo énfasis además, en que la ocupación original fue
iniciada por la Dutch West India Company en 1621, compañía que llegó a hacerse
insolvente y desapareció. En septiembre 20 de 1674 una nueva Compañía fue
instituida y sucedió a la anterior en la colonia hasta que Holanda tomó el directo
control el año de 1791. En esta oportunidad se aludió a la colonia como “los
lugares del Esequibo y Pomeron”. De donde es imposible, asienta el resumen,
discutir que esta específicacenumeración de dos ríos, separados por veinte millas
apenas, pudiere incluir el río Orinoco hasta donde pretendían llegar las
aspiraciones inglesas, separado cien millas de ellas. Fue asimismocobservado
que tales Compañías no tenían autoridad para ejercer por Holanda derechos de
soberanía, y que en consecuencia,cninguna autoridad tuvieron para trasmitirlos.
En 1794, señaló el resumen, el secretario de Estado holandés reconoció que el
territorio español comenzaba en el Moruca. En 1796, Pinckard, un oficial británico,

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escribió: “ . . . nuestro puesto en el Moruca, el punto más remoto de nuestra
colonia en el Esequibo” ; en 1839 el Gobernador británico asentó que el territorio
británico terminaba en el Moruca.
De comunicaciones oficiales del Gobierno de España en el año de 1870, aparece
que la provincia de Guayana principiaba a Barlovento del desemboque en el mar
del río Orinoco, “en el confín de la colonia holandesa del Esequibo” ; que esa y
demás de los Estados Generales de aquella costa, se hallaban por lo común en
las márgenes de los ríos, con inmediación a las orillas del mar, sin penetrar mucho
en el interior del país, y que por lo mismo, a las espaldas del Esequibo y demás
posesiones holandesas, corriendo por el Oriente hasta la Guayana francesa; y por
el Sur hasta el río Amazonas, estaba el terreno desembarazado de parte de ellos y
sólo ocupado por los indios gentiles y crecida población de negros fugitivos,
esclavos de los holandeses; que los comisionados procurarían ocupar dichos
terrenos como pertenecientes que eran a España, su primera descubridora y no
cedidos ni ocupados en el día por ninguna otra potencia, ni que tuviere título para
ello; y que enterado el Rey de España de los informes del Comisionado José
Felipe Inciarte, dispuso que él mismo volviese con el encargo de ocupar y poblar
los lugares por él mismo especificados; que se levantaran dos pequeños fuertes
para poner a cubierto de los holandeses el pueblo que se fundara en la ensenada
del pequeño río o quebrada “Moruca” para impedir el paso de toda embarcación
enemiga, “arrojando a los holandeses de la citada posta o guardia avanzada que
allí habían construido, y bien entendido, que si el Director General o Gobernador
del Esequibo, se quejase de este hecho se le ha de responder que se ha
procedido y se procede en el asunto con el arreglo a las leyes e instrucciones
generales del buen gobierno de nuestras Indias, que no permiten semejantes
intrusiones de los extranjeros en los dominios españoles como son aquellos”.
Una de las publicaciones de la época, refiere: "Todo lo que se nombra Guayana
pertenecía exclusivamente a España por el título de descubridora y primera
ocupante”. Sus límites corrían por el Oriente hasta el Océano Atlántico y por el
Sur, hasta el río Amazonas. Poco a poco los holandeses, los franceses y los
portugueses fueron apoderándose de lugares de aquella provincia, cercanos a las
costas, no obstante la vigilancia de su dueña y las dispersiones que hacían
siempre de los invasores. A rrojados del Esequibo los holandeses volvían con
obstinación y allí se encontraban cuando en 1648 hicieron las paces con los
españoles como término de la guerra por la independencia de los Países Bajos.
Por el artículo 59 del Tratado de Münster celebrado en 1648, España les confirmó
la posesión y goce de los señoríos, ciudades, castillos, fortaleza, comercio y
países de las Indias Occidentales como también del Brasil y de las costas de Asia,
Africa y América respectivamente, que ya tenían y poseían. Según el artículo 6’ de
dicho Tratado, se impuso a los súbditos de una y otra parte de las Indias
Occidentales la prohibición de navegar en todas las obras, lugares y plaza

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provistas de fuertes, lonjas o castillos y todas las demás poseídas por ésta o aquél
de los contratantes. Como se ve, no se especificaron los lugares que en las costas
de América poseían los holandeses, ni menos se determinaron los límites que los
separaban de los españoles, pero que no pasaban del Esequibo aquéllos, resulta
patente del convenio de extradicción de desertores y fugitivos que entre España y
Holanda se firmó en Aranjuez, el 23 de junio de 1791. El tenor del artículo l 9: del
citado convenio, es concluyente cuando asienta: “se establece la restitución
recíproca de los fugitivos blancos y negros entre todas las posesiones españolas
en América y las colonias holandesas, particularmente entre aquellas en que las
quejas de deserción han sido más recientes, a saber: entre Puerto Rico y San
Eustaquio; Coro y Curasao; los establecimientos españoles en el Orinoco y
Esequibo; Demerara, Barbice y Surinam. Natural era, dice, que las deserciones
ocurrieran más a menudo en los puntos próximos unos a otros o fronterizos.
Puerto Rico está cerca de San Eustaquio, Coro a breve distancia de Curasao y los
establecimientos españoles del Orinoco frente a los holandeses del Esequibo,
Barbice y Surinam”.
En otras de dichas publicaciones, se lee: “Durante la larga guerra hecha por los
holandeses para libertarse del dominio de España, ocuparon y sucesivamente
poseyeron a Esequibo, Demerara, Barbice y Surinam, lugares que estaban dentro
de la provincia de Guayana y que por el Tratado de Münster de 1648 fueron
confirmados al Gobierno de los Países Bajos. Los holandeses, con violación de los
términos de este Tratado, hicieron incursiones en la Guayana española pero
invariablemente cooposición de las fuerzas españolas.
Nunca se consideraron los holandeses dueños legítimos del territorio situado al
Oeste del Esequibo y esto se prueba con el hecho de que al ceder esos lugares a
la Gran Bretaña en 1814, transfirieron únicamente sus colonias del Esequibo,
Demerara y Barbice, sin designar ningunos límites fijos”. (Ibídem).
Después de la Guerra de la Independencia, el Gobierno de Venezuela, como
sucesor de España, asumió de frente el problema de poner en claro los límites con
la Gran Bretaña en la región del Esequibo y en medio de los azares a que daban
lugar las continuas guerras, y a pesar de los exhaustos recursos del Tesoro
Público, escribió una de las páginas más nobles en reclamación de sus derechos
a través de uno de sus más brillantes diplomáticos, el doctor Alejo Fortique, ex
Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la nación y quien, con el cargo de
Ministro Plenipotenciario de Venezuela ante el Gobierno de Inglaterra, hizo ver a
aquella gran potencia que no obstante nuestra condición de Estado débil, nos
hallábamos dispuestos a poner en juego todos nuestros talentos y recursos para
hacer efectivos nuestros derechos.
Mientras se llevaban a cabo tales negociaciones, los lores del Imperio inglés,
contra todo precedente diplomático, dispusieron por sí y sin ninguna autorización

41
de nuestro Gobierno, que un explorador, Robert Shomburg, quien luego fué
elevado a la categoría de lord del Imperio, hiciera exploraciones en el territorio
situado al Oeste del Esequibo. Tal explorador, valiéndose unas veces de sus
propias observaciones y otras de nuestros propios mapas y de lo que él
constataba a su modo, trazó para el Gobierno británico una primera línea y luego
otra que aparecen descritas en el Mapa Anexo. La primera línea, conocida como
“la línea Norte-Sur” publicada antes de 1886, parte de Punta Barima a Monte
Roraima y es sustancialmente una recta desviándose algunas veces hacia el Este
y otras hacia el Oeste, sólo con el propósito de seguir el riachuelo más cercano y
sus orilias. (2) El resumen añade: “Empezando la línea en Barima, busca el
Cuyuní y entonces al cruzar la ribera por primera vez atraviesa la mitad de la parte
sur de sus hoyas a través del país, por riachuelos y serranías hasta que toca el
grupo de las montañas Roraima. Esta línea Norte-Sur durante 45 años fué
publicada en más de 20 mapas como el derecho de reclamo definido por
Inglaterra, nombrándosela como la línea Shomburg. No obstante tal
reconocimiento por parte de la Gran Bretaña y por medio de sus departamentos
oficiales, entre ellos el Colonial Office de Londres, que llegó hasta darles
publicidad a los mapas citados, en el año de 1886, Inglaterra, veinte años después
de la muerte de Shomburg y más de 40 años después de la publicación de la
primera línea, ensancha sus pretensiones y dando al traste con la línea Norte-Sur,
hace publicar una nueva línea que tam­ bién llama “línea Shomburg” y que en
llegando al Cuyuní no cruza el río sino que lo sigue por sus riberas acomodándose
al curso del mismo hasta llegar su frente al grupo de montañas Roraim a; y como
el curso de este río hace una gran curva, la antigua línea Norte-Sur aparece ahora
alargada cerca de 60 millas al Oeste, e incluye 4.000 millas más cuadradas de
territorio al ya depredado por la primitiva línea. Este cambio que recogía una gran
parte de la hoya Sur del Cuyuní, agrega el Reporte, fue hecho después que había
sido generalmente admitido que existía oro en esa región, y en junio de 1886, se
participó a Venezuela, con gran sarcasmo, que el Gobernador británico había sido
instruido “para dar licencias inmediatamente para el laboreo de minas de oro en
ese territorio, marcado como británico..
Para darnos perfecta cuenta hasta dónde pretendía llegar la voracidad territorial
de nuestra antagonista la Gran Bretaña, es elocuente leer la nota enviada por el
Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norte América al Gobierno
inglés, fechada dicha nota el 27 de febrero de 1888 (extraída de la Biblioteca del
Congreso, Washington).
“Con la presente envío copia de una nota que recibí el 15 de este mes, en que el
Ministro de Venezuela expone la noticia de que la legislatura de Demerara acaba
de reivindicar jurisdicción británica sobre el Distrito Minero del “Caratal” en las
cabeceras del río Yuruary y, que por un Decreto del Gobernador de la Guayana
inglesa, fechado a 31 de diciembre de 1887, se niega formalmente la validez de

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una concesión del Gobierno de Venezuela para la construcción de un ferrocarril de
Ciudad Bolívar a Guasipati, pueblo del Distrito Caratal, con el fundamento “de que
pasa por ciertos territorios y tierras que están dentro y forman parte de la Colonia
de la Guayana británica... ”
La presunción que se dice ahora haber avanzado por las autoridades de la
Guayana británica, origina el temor de que la pretensión territorial de la Gran
Bretaña no siga las tradiciones o pruebas históricas sino que sea patentemente
indefinida. No consta que hasta el día se haya reclamado, en ningún tiempo, como
territorio británico el Distrito cuyo centro es Guasipati, y si el dicho Decreto es en
verdad genuino, no se alcanza cómo una línea de ferrocarril de Bolívar a Guasipati
pueda atravesar territorios que están bajo la autoridad de la Gran Bretaña.
Verdaderamente la línea reclamada por la Gran Bretaña como límite Occidental de
la Guayana británica es incierta y vaga. Para echarlo de ver sólo se necesita
examinar los Records del Ministerio Colonial británico, retrocediendo algunos
años.

En la publicación de 1877, por ejemplo, la línea corre casi al Sur desde la boca del
Amacuro hasta la unión del río Cotinga y Ta Ku-Tu. En la publicación de 1887,
diez años más tarde, ella hace un largo rodeo hacia el Oeste siguiendo el
Yuruary”.
En una de las publicaciones hechas en los agitados días que precedieron a la
resolución de la Controversia de límites, encontrada en la misma fuente, se lee:
“Convenga acaso notar que la autoridad británica conocida con el nombre de The
Stateman’s Year Book, de 1880, fijaba ya en 16.000 millas cuadradas el área de la
Guayana británica, limítrofe de Venezuela por el Este; y por el mismo anuario
correspondiente al año de 1886 fijaba el área en 109.000 millas cuadradas, de
donde resulta que las posesiones europeas en América se han aumentado
duranto un año en 93.000 millas cuadradas, y la República de Venezuela las ha
perdido sin que hasta ahora lo explique ningún tratado o conquista reconocida.
Venezuela sostiene por el contrario su derecho de posesión no interrumpida ni
disputada hasta el presente; derecho reconocido por el tratado de Münster en
1648; por el Tratado definitivo de Aranjuez en 1791 y por el Tratado de Londres de
1814 que cedió a la Gran Bretaña lo que es hoy Guayana británica, con el
Esequibo como límite Occidental permanente”.
En verdad, el único hecho real, tangible, apoyado en irrebatibles pruebas
históricas, era el descubrimiento de la Guayana y la subsiguiente ocupación por
España. La alegada ocupación holando-británica no tenía siquiera a su favor
ningún hecho susceptible de contrariarla con base a los principios internacionales
en constante aplicación y como siempre se sostuvo, los hechos que la habían

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caracterizado, a decir de ellos mismos, eran vagos y difusos. Todavía más aún: en
el terreno mismo, ellos se mantenían en constante intimidación por las acometidas
de los españoles que no perdían ocasión de atacarlos en tierra firme y de capturar
sus navios cuando osaban acercarse a las costas del Orinoco.

Ya en este terreno y desconfiando del mérito o fuerza legal que pudiera abonarle
los efímeros y maltrechos signos de la ocupación holandesa, los lores del Imperio
idearon el expediente de lograr manos libres para afirmarse en el territorio, y a
través de todo un plan de provocaciones y aprovechando que nuestro país seguía
debatiéndose entre las hordas caudillistas, ganosas de hacerse del Poder, unas
veces por apetitos o jactancias y otras por simples megalomanías, logró la ruptura
de relaciones con nuestro país y al mismo tiempo ideó nuevas agresiones al
territorio. En ningún momento nuestro servicio exterior dejó de interponer sus
justos reclamos a través de continuas protestas; y alarmado por la constante
insistencia de la Gran Bretaña para ir creando signos materiales de ocupación en
nuestro territorio, nombró una comisión con instrucciones de conocer los detalles
de los actos británicos en el territorio del Esequibo. Dicha Comisión que quedó
integrada por el doctor Jesús Muñoz Tébar, Juan Bautista Dalla Costa y el general
Santiago Rodil, pudo constatar in situ tales actos depredatorios con los cuales se
pretendían transformar los débiles signos de los “establecimientos” en una colonia
organizada con fisonomía británica y con aires de Gobierno. La Comisión encontró
en el vecindario de la margen derecha del Amacuro dos Comisarios ingleses, de
nombre Francis Stephen Neame y G. B. Jeffrey, con despachos expedidos desde
Londres, con fecha l 9 de marzo de 1885 y 6 de septiembre de 1886; que se había
creado una oficina pública en una casa de madera con techo de paja, en la cual se
encontraba enarbolada la bandera inglesa; que el guardacosta inglés Transíer iba
periódicamente conduciendo representantes ingleses para juzgar allí causas
criminales y que en el Caserío Cuabana, a la margen derecha del río Guaima se
había construido un caney que servía de Iglesia protestante y de escuela pública
erigida bajo la dirección del Misionero Walter Acard. En los registros de esta
Iglesia se anotaban los matrimonios, encabezando los actos bajo el mote de
“Condado de Esequibo”. También obtuvo la Comisión informes de que otros
Comisarios ingleses se hallaban establecidos a orillas del Moroco y obtuvieron
informes de que se hallaban beneficiando, por orden de las autoridades inglesas
minas de oro.
En el mes de agosto de 1841 fueron colocados postes y otras señales en el
territorio situado al Oeste del Esequibo y al tener noticias de ello la prensa increpó
duramente al Gobierno imputándole ignorancia y desidia, y “excitó tanto a la
opinión pública que el Gobierno británico mandó a quitar y borrar aquéllos”.

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“En el año de 1844 se apostaron los preliminares para la negociación de un
Tratado de Límites, después de constantes esfuerzos del Gobierno de Venezuela
para conseguir su celebración y nuestro Plenipotenciario, basado en la historia,
tratados, mapas e informes de Comisionados y autoridades reclamó como frontera
el río Esequibo. El Plenipotenciario británico propuso como límite el “Moroco”, mas
sin presentar título alguno, no obstante que tal pretensión envolvía ya cesiones de
territorio venezolano”.
Eran los tiempos en que el general Joaquín Crespo se aprestaba a entregar el
Poder al general Andrade y el Mocho Hernández paseaba su candidatura entre
vítores y banderas, y en los mentideros políticos el único comentario que se hacía
era sobre la llamada “autonomía de las secciones” como nueva inscripción de
matanzas y guerras fratricidas.
En el año de 1850, la Gran Bretaña, con nuevos actos de apoderamiento
pretendía fortificar sus posiciones en el Esequibo y el ánimo público, exasperado
nuevamente, logró que el Encargado de Negocios de la Gran Bretaña se
apresurara a declarar que su Gobierno “no tenía intenciones de ocupar el territorio
en disputa, ni quería hacerlo”. Al mismo tiempo solicitó del Gobierno de Venezuela
algo semejante.
En el año de 1876, Venezuela instó de nuevo por el ajuste de la cuestión a lo cual
respondió lord Grenville, después de transcurrir cinco años, con una nueva
proposición. Inglaterra pretendía ahora que el límite fuera fijado en un punto de la
costa del Atlántico, 20 millas al Este de la margen derecha del río Barima,
ensanchando así las pretensiones inglesas grandemente.
En el año de 1883, el Gobierno británico propuso se arreglara conjuntamente el
asunto de límites, el del impuesto de 30% establecido por Venezuela sobre
importaciones procedentes de las Antillas británicas y ciertos reclamos pecuniarios
de súbditos ingleses. Durante las negociaciones, nuestro Plenipotenciario obtuvo
por escrito la promesa del Gobierno británico de referir al arbitraje todas las
cuestiones entre ambos países. Antes de firmarse el Tratado se produjo un
cambio en el Ministerio británico y el sucesor de lord Grenville, anunció que Gran
Bretaña no sometería a arbitramento cuestiones de límites.
En 1886 lord Rosebery presentó una nueva proposición de frontera unida a una
cláusula de libre navegación y comercio sobre el río Orinoco. Venezuela rechazó
tal propuesta como inadmisible. Pendiente las negociaciones en Londres, las
autoridades de la Guayana británica procedieron a ocupar nuevas porciones de
territorio. Nuestro Gobierno protestó contra dichas ocupaciones y reclamó de Gran
Bretaña que cesara en sus pretensiones y como ésta “faltare en aceptar esta
demanda, suspendió las relaciones diplomáticas con la Gran Bretaña”. Desde la
ruptura de las relaciones, nuestro país solicitó los buenos oficios del Gobierno de
los Estados Unidos de Norte América, instando para que Gran Bretaña fuera
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inducida a consentir en la solución de la cuestión mediante el arbitraje de
potencias amigas.
La arrogante actitud de los lores, cerrada a toda acción decisoria del conflicto
después de la ruptura de las relaciones, había dado lugar a nuevas intromisiones
en nuestro territorio, y ello levantó tal ola de comentarios en la prensa de los
Estados
Unidos de Norte América donde surgieron ardientes defensores de nuestra causa
que el Presidente Cleveland envió un mensaje al Congreso de los Estados Unidos
planteándole la cuestión y el Departamento de Estado en carta fechada en
Washington a 20 de julio de 1895, se dirigió al Gobierno de la Gran Bretaña en
nota confidencial N9 804, la cual reproducimos en sus términos más sustanciales
(tomada de las mismas fuentes). Decía dicha nota: Su Excelencia Thomas F.
Bayard, etc., etc., Londres.
“Estoy decididamente instruido por el Presidente para co­ municar a usted sus
puntos de vista, respecto a un asunto al cual ha dado su más ansiosa
consideración, toda vez que él no ha alcanzado una conclusión, pese a la seria
responsabilidad que envuelve cualquier acción que con respecto a él fuese
tomada. No es el propósito y con el presente objeto no es necesario entrar en
ningún detallado recuento, de la controversia entre Gran Bretaña y Venezuela
respecto a la frontera Oeste de la Colonia Británica de Guayana. La disputa es de
antigua data y comenzó desde el momento mismo en que Gran Bretaña adquirió
por el Tratado con Holanda en 1814 “los establecimientos de Demerara, Esequibo
y Barbice. Desde entonces hasta ahora la línea divisoria entre estos
“establecimientos” (ahora llamados Guayana británica) y Venezuela no ha cesado
de ser materia de contención. Los reclamos de ambas partes, hay que admitirlo
así, son de naturaleza indefinida. De un lado, Venezuela en cada una de sus
constituciones, desde que llegó a ser Estado independiente ha declarado que sus
límites territoriales son los de la Capitanía General de Venezuela en 1810 y con
toda moderación y prudencia, debe ser dicho, se ha contentado con reclamar la
línea del río Esequibo, tal como es, como su verdadero límite entre Venezuela y la
Guayana británica. De otro lado, al menos en igual grado de indefinición se
distingue el reclamo de la Gran Bretaña; porque no puede ser establecido, por
ejemplo, que en 1814 los “establecimientos” entonces adquiridos por la Gran
Bretaña tampoco tuvieran definido su límite Oeste, de modo que pudieran
identificarse antes y ahora y aquellos límites originales hubieran sido las bases de
legítimas extensiones territoriales. Por el contrario, teniendo la Gran Bretaña la
actual posesión del Distrito llamado Pomerón aparentemente permaneció
indiferente al área exacta de la Colonia hasta 1840, cuando comisionó al Ingeniero
Sir Robert Shomburg para examinar y establecer los linderos.

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Los resultados han sido, que la línea Shomburg, fijada primero por metas y
señales delineadas en su mapa y luego en el territorio por postes y otros símbolos,
era imposible que fuera admitida por Venezuela, que quedó con ella
profundamente sorprendida. Venezuela de inmediato protestó, con tal vigor, que le
fue expresado que la línea Shomburg era sólo tentativa, parte de un esquema de
los linderos generales concernientes al Brasil y Holanda como también a
Venezuela; y los límites y marcas de la línea fijada por Shomburg fueron
removidos por expresas órdenes de Lord Aberdeen. Bajo estas circunstancias
parece imposible tener la línea Shomburg como el lindero reclamado por la Gran
Bretaña con fundamento de derecho, toda vez que ella ha sido una línea originada
en consideraciones de conveniencia. Desde 1840 otras líneas han sido
mencionadas por la Gran Bretaña pero sólo a título de linderos convencionales,
sin ningún fundamento legal, de modo que Gran Bretaña la hubiese reclamado de
tal manera; por el contrario, Venezuela ha insistido “sobre la línea del Esequibo lo
que es ya una liberal concesión de ella a su antagonista”. Concluida dicha nota
solicitando en nombre del Presidente de los Estados Unidos “una definida decisión
sobre el punto que debía ser sometido a un imparcial arbitraje”.
Sin posible salida, en vista de que la posición adoptada por el Presidente
Cleveland no daba lugar a dudas, tanto que la guerra entre los Estados Unidos y
Gran Bretaña llegó a considerarse inminente, Inglaterra, acicateada además por
las posibles derivaciones que podría tener la Comisión de linderos nombrada por
Cleveland (1), la cual había sido instruida “de averiguar los verdaderos límites para
luego resistir por la fuerza cualquiera usurpación de la Gran Bretaña”, optó por
someterse al arbitraje. Pero los lores del Imperio se dieron artes para que el Tribunal.

La Línea Shomburgk en la Cuestión de Límites entre Venezuela y la Guayana


Británica (18 de marzo de 1965) 1

1 El presente documento estaba incluido en el informe enviado al Congreso de la República el 18


de marzo de 1965 por los Expertos Venezolanos para la Cuestión de Limites con la
Guayana Británica.

47
Hermann González Oropeza S.J
Pablo Ojer Celigueta S.J

Al constituirse la Gran Colombia, la frontera oriental de la Guayana Venezolana


estaba formada por el Río Esequibo (Línea roja discontinua) Así lo declararon
oficialmente al Gobierno Británico los Ministros Plenipotenciarios Zea y Hurtado en
1821 y 1824, sin que la Gran Bretaña presentara objeción alguna a aquellas
declaraciones.
Línea Shomburgk original (verde en el mapa) En 1835 el aleman H. Shomburgk
presentó a Gran Bretaña un mapa de Guayana preparado por él mismo con el fin
de ilustrar la ruta que debía seguir en sus expediciones bajo el patrocinio de la
Royal Society de Londres y el Colonial Oficce. Este mapa contiene la línea
Shomburgk original, la cual coincide aproximadamente con la frontera que el
Gobierno Británico había reconocido a la Gran Colombia, de la que formaba parte
Venezuela. El Gobierno Británico ocultó este mapa de la línea Shomburgk original
al Tribunal Arbitral.

Línea Shomburgk publicada por el Gobierno Británico en 1840-1886 (azul en el


mapa).-En 1839, el explorador Shomburgk, para congraciarse con el Gobierno
Británico (poco años mas tarde lo hicieron Caballero, siendo así que solo tres
extranjeros habían merecido anteriormente esa distinción), propuso una nueva
línea de frontera que venia a incluir una vasta extensión territorial que, pocos años
antes, él mismo y el Gobierno Británico habían reconocido como territorio
venezolano. Las modernas investigaciones han descubierto una copiosa
documentación británica, de carácter confidencial y reservado, por la que
demuestra que el Gobierno Británico rechazó los argumentos aducidos por
Shomburgk en apoyo a esta nueva línea de frontera. Sin embargo, aunque
consideró que esta línea carecía de base histórica y jurídica, vino a declararla
como máxima pretensión británica. Entre 1840 y 1886, numerosos mapas fueron
publicados por el Gobierno Británico que reproducían esta nueva línea
Shomburgk. Gran Bretaña negó ante el Tribunal de Arbitraje que esos mapas
hubieran tenido carácter oficial. Las modernas investigaciones prueban
definitivamente que esas publicaciones se hicieron bajo loa auspicios y dirección
del Gobierno Británico. El propio mapa que colgaba en la pared del Colonial
Oficce, como instrumento de consulta de sus altos funcionarios, reproducía esta
nueva línea Shomburgk.

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Línea Shomburgk publicada por el Gobierno Británico en 1887 (roja en el mapa).-
En 1887 el Gobierno Británico publicó por primera vez una tercera línea
Shomburgk, con el carácter de máxima pretensión británica. Esta línea absorbía
miles de millas cuadradas de territorio guayanés que hasta ese año había
reconocido como venezolano sin disputa. Es bien sabido que a esta manifiesta
usurpación territorial fue empujado el Gobierno Británico por la presión de
compañías auriferas. Pero hoy estamos en conocimiento de que los mapas
aducidos por Gran Bretaña, en apoyo de esa supuesta "línea Shomburgk" habían
sido falsificados por el Colonial Oficce. A nadie escapa la gravedad de este acto y
su trascendencia para la declaración de la nulidad del Laudo de 1899: al Tribunal
de Arbitraje fueron presentados por Gran Bretaña mapas con líneas de fronteras
falsificadas.
Máxima pretensión británica en 1887-97 (morada en el mapa).- A los pocos meses
de haber declarado esa tercera línea Shomburgk (la que había sido falsificada)
como maxima pretensión de Gran Bretaña, el Gobierno Británico la declaro como
frontera de absoluto derecho y avanzo su aspiración al territorio del Yuruari, hasta
cerca de Upata, que había siempre reconocido como territorio venezolano de
indiscutible derecho. El publico está en conocimiento de como se logró detener
la expansión de Guayana Británica en nuestro territorio. De lo contrario, el propio
Orinoco habría corrido el riesgo de caer en manos de los británicos.
Línea del Laudo (marrón en el mapa).- A simple vista se puede apreciar la
injusticia cometida a Venezuela por el Tribunal de Arbitraje en 1899. Basta decir
que la línea Shomburgk, o sea la línea que habia sido falsificada en el Colonial
Oficce. Si en la región del Alto Cuyuní se aparte la linea del Laudo para seguir por
el Río Venamo es porque Gran Bretaña consideraba que esas tierras eran
improductivas y expuestas a fiebres palúdicas. Igualmente no les importaba
retirarse de la boca del Amacuro porque desde el Guinía y por el Canal de
Morajuana, podían llegar a la bocas del Orinoco, dada la intercomunicación fluvial
de aquella zona.
Las sucesivas usurpaciones expresadas en kilómetros cuadrados.-Las sucesivas
usurpaciones británicas de territorio venezolano, siempre en dirección al Orinoco,
vienen representados en las siguientes cifras, segun cálculos de geógrafos
modernos:
La línea Shomburgk daba a la
Guayana Británica..........................................................4.920 Km2 al oeste del
Esequibo.

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La línea Shomburgk de 1840-1886 daba a la
Guayana Británica........................................................141.930 " " " "

La línea Shomburgk de 1887 (falsificada)


daba a la Guayana Británica................................................167.830 " " " "

La máxima pretensión británica de 1887-1897 daba a la


Guayana Británica................................................203.310 " " " "

La línea del Laudo de 1899 daba a la


Guayana Británica................................................................159.500 " " " "

Se observa que el Tribunal de Arbitraje dio a Guayana Británica 137.010 Km2 de


Territorio que Gran Bretaña había reconocido como venezolano hasta 1840 y
17.612 Km2 que el mismo Reino Unido había reconocido a Venezuela hasta 1886,
o sea diez años antes de que se firmara en Tratado de Arbitraje.
La actual reclamación venezolana.- Una vez que el Laudo de 1899 ha sido
declarado inexistente, Venezuela esta dispuesta a hacer valer
sus títulos originales al territorio guayanés, y, por consiguiente, considera que la
frontera de derecho con Guayana Británica está formado por el Río Esequibo,
frontera que Gran Bretaña reconoció a la Gran Colombia, de la que Venezuela era
parte integrante, y casi la misma que admitieron originalmente el propio
Shomburgk (hecho que hasta hoy no se había hecho publico) y la mas autorizada
sociedad científica de Gran Bretaña: La Royal Society.

50
51
Guzmán Blanco y El Esequibo

Jorge Enrique Berrueta Simancas

En la historia de la controversia territorial entre Venezuela e Inglaterra, y


posteriormente con
Guyana, no puede ni debe borrarse la defensa que de la soberanía nacional
protagonizó la gestión de gobierno de Antonio Guzmán Blanco dentro del
denominado quinquenio (1879-1884). A propósito de la publicación de un atlas de
origen británico, en el que se desconocía la soberanía venezolana sobre el
Esequibo, Guzmán respondió enérgicamente a lo que, sin lugar a dudas,
constituyó una violación al sagrado suelo de la patria.
Atlas infame
A escasos seis meses del Tratado de Arbitramiento sobre límites entre los Estados
Unidos de Venezuela y los Estados Unidos de Colombia, por el cual convinieron
en nombrar plenipotenciarios, para negociar la delimitación territorial que por más
de 50 años había afectado las relaciones entre ambas repúblicas, el gobierno
nacional habría de afrontar desde el oriente de la República Otra controversia
limítrofe.
Los ingleses habían financiado, publicado y pretendían vender para uso de las
escuelas de los Estados Unidos de Venezuela un Atlas de Geografía Moderna,
trazado bajo la dirección de E. Cortambert, en el que abiertamente se violentaba la
soberanía nacional sobrepasando el río Esequibo y estableciendo los límites a
favor de Inglaterra. Ante esta situación, el 20 de marzo de 1882 se publicó en la
Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela número 2628, un decreto
prohibiéndose en todo el territorio nacional “la introducción, venta y circulación del
Pequeño Atlas de Geografía Moderna, trazado bajo la dirección de E. Cortambert”.
La medida también establecía juicio por traición a la patria a quienes
contravinieren el decreto y ordenaba su publicación en el interior y exterior de la
República, así como su comunicación a todas las legaciones extranjeras
existentes en Venezuela. De la ejecución del decreto se encargarían los ministros
de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública.
Patriotismo contra usurpación En otra Gaceta Oficial, numerada 2675 del
miércoles 17 de mayo del mismo año, se inserta una “Nota del director del Colegio
San Luis en la que acusa recibo del decreto ejecutivo que prohíbe la introducción,
venta y circulación del Atlas de Geografía por E. Cortambert” manifestando que le
ha dado su más fiel cumplimiento. De su análisis se desprende el patriotismo y

52
preocupación ciudadana por la usurpación y avance inglés sobre el territorio
nacional.
La nota dirigida al Ministro de Instrucción Pública, entre varios aspectos, informa
del conocimiento de la circular 236 de fecha 29 de marzo, en la que se da cuenta
del Decreto
Ejecutivo suscrito el 16 de marzo y publicado en Gaceta el día 20, y de las
acciones desarrolladas en atención al cumplimiento de la norma. Entre las
acciones desarrolladas por el docente, participa su traslado a todos los
establecimientos mercantiles a los fines de leer y comunicar personalmente la
medida, haciendo hincapié en la prohibición de adquirir la referida obra a de “los
buhoneros extranjeros que por aquí transitan” y aprovechando de informarse si se
había adquirido ya algún ejemplar por alguno de ellos.
Por otra parte, el educador adelantó que dentro de las medidas tomadas en su
colegio estaba el hecho de que en el curso de Geografía Espacial de Venezuela
que se dictaba en ese instituto, “se hace conocer a fondo a los alumnos” de la
historia de los descubrimientos, expediciones “y antiguos lindes con Guayana
Inglesa y con Nueva Granada del territorio venezolano” destacándose el tema de
las usurpaciones que “sin título alguno”pretendieron y pretenden hacer estas dos
naciones. Como se ve, uno de los ámbitos que los usurpadores intentaron minar
fue el de la educación. Pero que no nos quede la menor duda: el Esequibo es
venezolano. Es un compromiso histórico defenderlo. Debemos mantener siempre
vivo el esfuerzo de las generaciones pasadas y la voluntad firme en que, a pesar
de todo, nuestro reclamo sobre el Esequibo ha de concluir con un acto de justicia
para los venezolanos Más adelante se manifiesta conocedor “de todo el terreno
entre nuestra Guayana y la inglesa”, por cuanto él había incursionado en este
“donde tengo hijos y nietos”, y por lo que considera es su deber patriótico el dar
parte al gobierno de “que los ingleses, desde el Esequibo, que era el linde
español, pasaron al Pumaron, de este al Moroco, y marchan sobre Barima”.
Por último, informó “que el medio de usurpación” de los ingleses, “es avanzar la
fundación de un vecindario, que mantienen sin autoridad alguna hasta pasados
dos años, en cuyo término ponen las autoridades y erigen un templo”. Este
venezolano firmó sunota como R.R. Hermoso.
Que no nos quede la menor duda: el Esequibo es venezolano y se erige como un
compromiso histórico de soberanía nacional, en el que debemos mantener
siempre vivo el esfuerzo de generaciones pasadas y la voluntad de que ha de
culminar con un acto de justicia para con los venezolanos.

53
Son los Mismos2
Federico Brito Figueroa

Políticamente, la oligarquía venezolana había fracasado en sus intentos de


continuar gobernando el país en los mismos términos que en 1830. Sus ideólogos,
como los llamaba el pueblo, fraguaron el golpe cuartelario de 1858, y las
consecuencias no podían ser más nefastas a sus intereses de clase: la
insurrección y la rebelión de la pobrecía urbana. Apelaron al constitucionalismo
abstracto, agrupados en torno al partido civilista, y los hombres del partido militar
se apoderaron del gobierno. Proclamaron la dictadura de José Antonio Páez, y las
“inteligencias más notables” solicitaron la intervención extranjera para liquidar la
insurrección campesina. Es decir, en defensa de sus intereses de clase, los
oligarcas no vacilaron en participar en actos de traición a la Patria.
Son hechos y no palabras los que confirman plenamente la formulación anterior.
El 22 de noviembre de 1861, una comisión formada por Manuel Felipe de Tovar,
Pedro Gual, Pacífico Gual, Nicomedes Zuloaga, Juan José Mendoza, Francisco La
Madriz, Federico Núñez de Aguilar y Aureliano Otáñez redactó un documento
implorando la intervención de una potencia extranjera y ofreciendo “entregar
girones del territorio patrio a cambio del orden y del respeto de sus propiedades
amenazadas” por la guerra social. Transcribamos, para conocimiento de las
nuevas generaciones, algunos fragmentos de ese documento, cuyo contenido
explica por sí solo el calificativo de traidores a la Patria para quienes lo elaboraron
y también para sus firmantes, que no vacilaron en enviarlo a la cancillería de una
potencia extranjera, por intermedio de una representación diplomática establecida
en Caracas:
Los que hacemos esta manifestación somos habitantes de Venezuela,
hablamos por la experiencia que actualmente nos está suministrando este
país, entregado a todo género de excesos y a la guerra social de que hemos
hablado, la que no tendrá término sino con su completa ruina, y dentro de
poco estará perdido para sus habitantes y para las demás naciones que

2
Comentarios del historiador Federico Brito Figueroa con extracto de la carta “exposición que
Muchos habitantes de Venezuela dirigen al gobierno de S.M. la reina de Gran Bretaña”, del 21 de
noviembre de 1861, en la que la oligarquía venezolana ofrece el Esequibo a cambio de
deuda[Tomado del libro tiempo de Ezequiel Zamora]

54
pudiera reportar inmensas ventajas con su comercio y relaciones amistosas,
si estas comarcas pudieran estar en paz y seguir su marcha regular. Es un
deber que tienen las naciones civilizadas de Europa de tender la vista a estos
países e intervenir en ellos de una manera directa, cuya intervención no podrá
menos que producir los mejores resultados. [...] Ninguna de las naciones de
Europa puede con más ventajas poseer a Venezuela como la Gran Bretaña, y
creemos que le sea más ventajosa esta posesión que la que tiene en la India
Oriental. El paso que en esta materia debe darse está muy indicado, y aun es
de extrañarse que hasta ahora nada se haya hecho en esto. Hay en
Venezuela, entre los hombres pensadores, la opinión de que conviene a ésta
desprenderse del territorio de La Guayana y negociarlo con la Gran Bretaña
pagando con él la deuda extranjera contraída con súbditos ingleses, y
además la deuda externa de la República que reconocerá o pagará en los
términos que se estipule, que ambas deudas no montan a diez millones de
libras esterlinas.
Esta opinión es mayor cada día, pero la multitud, el populacho y los
demagogos se oponen a este traspaso de territorio o por lo menos no
manifiestan buena voluntad a que se realice tal idea. Es esta la causa que
hay para que nunca proponga esta negociación el Gobierno de Venezuela,
por el temor que le inspira el desenfreno de las masas. Toca al gobierno
inglés dar principio a esta negociación de la que sacará felices resultados.
[...] La Guayana venezolana es un país más extenso que Francia, [...] Este
vasto territorio, que linda con la Guayana Inglesa, y que puede decirse que
está desierto, está llamado a tener una gran importancia en la América del
Sur. [...] Es este un deber que tienen que llenar las naciones europeas para
con las repúblicas americanas que necesitan su intervención tutelar sin
esperar a que directamente se les llame de estas naciones, porque los
propietarios y hombres de inteligencia no tienen libertad para hacerlo y sufren
la presión del desenfreno popular, hasta el caso de no atrevemos a firmar
esta exposición la que hemos concebido, por el justo temor de que puedan
difamarse nuestros nombres. Antes de terminar debemos manifestar y
encarecidamente pedir al Gobierno Británico la más pronta resolución de esta
materia, ya sea que se acojan nuestras ideas respecto de la negociación de la
Guayana, o bien que se decida y lleve a cabo la intervención de una manera
igual a la que las tres potencias Occidentales de la Europa emplean respecto
a México, que es el medio más pronto y expedito que puede atajar los infinitos
males que sufren estos pueblos.

Este documento, redactado por calificados ideólogos de la oligarquía caraqueña y


firmado, además, por propietarios territoriales de la provincia de Aragua, provocó
la justa indignación del dictador José Antonio Páez, quien ordenó iniciar una
averiguación inmediata para someter a juicio por traición a la Patria a quienes no
habían vacilado en solicitar la intervención extranjera en la vida política del país, y

55
además ofrecían en pago de su traición prácticamente la tercera parte de la
superficie de Venezuela. Pedro José Rojas obtuvo importante información al
respecto, pero el desarrollo de la guerra social no permitió profundizar, en las
investigaciones. Había un peligro más grave para las clases dominantes, y ante
ese peligro civilistas y militaristas permanecerían siempre unidos, porque los
amenazaba por igual a uno y otros. Se trataba de la Hidra de mil cabezas, es
decir, de la insurrección campesina, lamentablemente sin un Anteo que la
condujera victoriosamente hasta sus últimas consecuencias. Ningún otro caudillo
popular había logrado llenar el vacío de dirección política, estratégica y militar
producido por la muerte de Ezequiel Zamora.

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Nota Del Ministro De Relaciones Exteriores De Venezuela, Diego Bautista
Urbaneja, Al Ministro Residente De Su Majestad Británica F.R Saint John
Mediante La Cual Se Produce La Ruptura De Relaciones Diplomáticas Entre
Venezuela Y El Reino Unido De Fecha 20 De Febrero De 1887

El Doctor Diego Urbaneja al Señor F. R. Saint John.


Excelentísimo señor:
La República de Venezuela sucedió a España en sus derechos sobre la Ca-
pitanía General del mismo nombre, por el tratado de reconocimiento firmado
en Madrid a 30 de Marzo de 1845.
De la Capitanía General formaba parte la provincia de Guayana.
Los límites de ésta eran, por el Oriente el Océano Atlántico y por el Sur
el río Amazonas.
Sólo por cesiones de España pudieron sufrir mengua aquellos lindes.
Habíanse apoderado los holandeses de algunos puntos de Guayana duran-
te su larga guerra de emancipación, y al reconocerlos España como indepen-
dientes, accedió a legitimar sus usurpaciones en las costas de América, por el
tratado concluido en Münster el 30 de enero de 1648.
No se especificaron allí los establecimientos de que se dejaba en posesión
a los holandeses; pero en el convenio de extradición de Aranjuez, fecha en 23
de junio de 1791, se nombraron como Españolas las colonias de Puerto Rico,
Coro y el Orinoco, y como Holandesas, situadas en frente de otras, las de San
Eustaquio, Curazao y Esequibo, Demerara, Berbice y Surinam.

57
De las cuatro últimas colonias, los Países Bajos traspasaron tres, las de
Esequibo, Demerara y Berbice, a la Gran Bretaña, mediante el tratado de Lon-
dres de 13 de agosto de 1814.
Los ingleses no poseen en Guayana otros títulos que los trasmitidos así a
ellos por Holanda.
Es de advertir, que si bien los Holandeses, en contravención del dicho
tratado de Münster, que les prohibió hasta navegar y traficar a las posesiones
Españolas, procuraron avanzar hacia éstas, Su Majestad Católica resistió in-
variablemente con las armas esas tentativas usurpadoras.
Que los holandeses mismos no se creían legítimos dueños de mayor terri-
torio que el Esequibo por el lado del Norte de sus colonias, lo prueba el hecho de
no haber incluido ningún otro en el acto de la mencionada enajenación a la
Gran Bretaña.
Para 1810 era, pues, el Esequibo el límite de la provincia de Guayana
con Holanda; y el mismo corresponde a Venezuela, según su Constitución lo
establece.
Desde 1822 el Gobierno de Colombia, predecesora de Venezuela, recla-
maba el Esequibo como pertenencia de la República.
En 1841 el Ingeniero señor Schomburgk, Comisionado del Gobierno In-
glés, hizo exploraciones en la Guayana Venezolana y plantó postes y otras
señales de posesión hasta en Barima y Amacuro.
La opinión pública en Venezuela se exaltó, el Gobierno reclamó, y Su
Majestad Británica ordenó la remoción de las marcas, explicando no haberse
puesto como signos de imperio.
Desde entonces Venezuela clamó por un tratado que resolviese la desave-
nencia de confines.
No fué sino en 1844 cuando el Plenipotenciario de la República en Lon-
dres, después de larga preparación de los preliminares, abrió la negociación

58
para el tratado. Apoyado en el derecho convencional, en la historia y en la
autoridad de cartas geográficas, propuso por frontera el Esequibo.
Lord Aberdeen, Secretario de Negocios Extranjeros de Su Majestad Bri-
tánica, propuso a su turno el Moroco. Con esto, según decía, quedaba a Vene-
zuela la libre propiedad del Orinoco.
La República no aceptó una línea que la privaba del espacio situado entre
el Esequibo y el Moroco, y al cual los ingleses no podían alegar título alguno.
En 1850 se propagó el rumor de querer la Gran Bretaña reclamar la Gua-
yana Venezolana. Lo desmintió el señor Wilson, Encargado de Negocios de
aquella Nación en Caracas. Afirmó que era precisamente el reverso de la ver-
dad; que su Gobierno no tenía intención de ocupar ni usurpar el territorio en
disputa; que no ordenaría tales ocupaciones ni usurpaciones , ni las sancio-
naría de parte de sus autoridades; que las mandaría abstenerse de tales actos,
y renovaría con gusto sus instrucciones en caso necesario. Pidió y obtuvo de
Venezuela análogas declaraciones.
No se designó entonces el territorio en disputa; pero Venezuela nunca ha
entendido que fuese el comprendido entre el Pomarón y el Amacuro, sino el
circunscrito por el Pomarón y el Esequibo.
Sin perder nunca de vista la cuestión Venezuela urgió por su arreglo en
1876. Al cabo de cinco años, en septiembre de 1881, Lord Granville presentó
un nuevo deslinde que empezaba en un lugar de la costa marítima a veinte
nueve millas de longitud al Este de la margen derecha del río Barima. Dijo también
que con esto satisfacía la razonable pretensión y exigencia de Vene-
zuela, y le cedía los llamados Dardanelos del Orinoco y el completo dominio
de su boca.
La República tampoco aceptó tal línea, que sin motivo conocido es para
ella mucho más dañosa que la de Lord Aberdeen.
En 1883 el Gobierno Británico ligó las tres cuestiones de límites, impues-

59
to adicional de 30% a las mercancías procedentes de las Antillas y reclamacio-
nes pecuniarias; e instó por su ajuste amistoso y simultáneo.
El General Guzmán Blanco pasó en consecuencia a Londres con amplios
poderes en calidad de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario.
Dedicóse él esforzadamente al término de aquellos asuntos.
En la negociación del nuevo tratado de comercio tenía ya la promesa
escrita del Gobierno de Su Majestad de aplicar el arbitramento a todas las
disputas entre los dos países. Esto envolvía el negociado de límites. Pero an-
tes de firmarse el convenio, hubo un cambio de gabinete. El sucesor de Lord
Granville, al paso que cumplió las promesas de la anterior Administración a
otros Estados, se rehusó a guardar la hecha a Venezuela. Alegó que la Gran
Bretaña no podía aplicar el arbitramento a á controversias de límites. Se olvi-
dó de que ella lo había aplicado en 1827 y 1871 a disputas de esta clase con
los Estados Unidos, siendo en la primera árbitro el Rey de Holanda, y en la
segunda el actual Emperador de Alemania. Versaba ésta sobre el Canal de
Haro, y fue el Gobierno Británico quien hasta por seis veces invocó y al fin
obtuvo el arbitramento.
En julio de 1886, como resultado de gestiones de la Legación Venezola-
na, presentó Lord Rosebery una frontera que principiaba al Oeste del Guaima,
y se juzgó inaceptable por varios motivos, entre otros el de unirse con la exi-
gencia de la libre navegación y comercio del Orinoco.
Mientras en Europa se negociaba, en la Guayana Venezolana penetraron
agentes del señor Gobernador de Demerara desde octubre de 1884, pusieron
marcas y avisos, llegaron otra vez al Amacuro, y se llevaron al comisario
señor Roberto Wells para juzgarlo y castigarlo por el maltratamiento de un
súbdito Portugués, como en efecto lo hicieron, sin embargo de no tener juris-
dicción en el sitio del hecho.
Declararon ser al propio tiempo aquellos lugares territorio Británico, y

60
estar vigentes las mismas leyes de la vecina Colonia Inglesa. La legación de
Venezuela reclamó fundadamente de tan inmerecidos agravios y exigió las
reparaciones que el caso autorizaba.
Las quejas de Venezuela han sido desatendidas. Ni siquiera han alcanzado
respuesta. Parece que se han tomado por pretexto para la agravación de las
ofensas. Con la noticia de los últimos sucesos, el Presidente de la República
llamó a V. E. en 6 de diciembre de 1886 y le pidió comunicación de los in-
formes que tuviese sobre las increíbles ocurrencias. Además enteró a V. E. de
que iba a ordenar la construcción de un faro en Punta Barima, recomendada
como había sido desde 1836, con la más encarecida instancia, por Sir Robert
Ker Porter, Encargado de Negocios de la Gran Bretaña. V. E. se negó a dar
las explicaciones solicitadas, por no haber consentido el Presidente en diferir
la ejecución de su propósito hasta que V. E. consultara el caso a su Gobierno.
Esto es , V. E deseaba que el Presidente no practicase un acto administrativo
en territorio de Venezuela sin recabar al efecto permiso de Su Majestad Bri-
tánica, que sin ningún derecho lo ha ocupado y retiene. V. E. me ha instruído
en contestación de que él consideraría la ocupación de Punta Barima como un
quebrantamiento del citado convenio de 1850 , sobre no ocupar ni usurpar el
territorio en disputa. Y además me dijo que, sin embargo, como el faro redun-
daría en utilidad general, él no desea insistir indebidamente en sus derechos,
y no se opondrá a su erección, si se hace un arreglo concerniente a la cantidad
de tierras ocupable a ese fin, y se contrae por escrito el empeño de no mirar ese
hecho como perjudicial a la reclamación Británica del territorio en disputa,
de que Punta Barima forma parte, y de no interpretarlo en lo sucesivo como
prueba de derecho de Venezuela en Punta Barima, ni como aquiescencia de la
Gran Bretaña a tal suposición.
A la República ha parecido la cosa más insólita que se invoque contra ella
el convenio de 1850, violado por la Gran Bretaña en su propio beneficio. Y ha

61
rechazado condiciones cuya aceptación habría sido destructiva de sus dere-
chos, y ha declarado que semejante respuesta agrava más y más la situación de
las cosas. No puede ser de otro modo, desde que con la alegación del convenio
el Gabinete Británico reconoce el deber de cumplirlo, y su conducta contrasta
singularmente con lo que debía ser norma de ella.
Para proceder sobre seguro y llevar adelante la construcción del faro y
con otros fines, el Presidente envió, en diciembre último, una Comisión com-
puesta de los señores Doctor Jesús Muñoz Tébar y General Santiago Rodil.
Ellos recorrieron diversos puntos, empezando por Amacuro, y como fruto de
sus observaciones personales, han traído los informes siguientes. Encontraron
en la margen derecha del Amacuro dos Comisarios, señores Francis Stephen
Neame y G. B. Jeffry, nombra dos por el señor Michael McTurk, que se titula
Magistrado estipendiario de Su Majestad, en y para la Colonia de la Guayana
Británica, el primero en 10 de marzo de 1885, y el segundo en 6 de septiembre
de 1886. Esos Comisarios están autorizados para impedir a cualquier barco
Venezolano la venta de ron o licores espirituosos sin licencia del Gobernador de
Demerara, y apresar al que lo haga. Comprobaron la existencia de una
casa de madera que sirve en Amacuro de oficina pública y ostenta la bandera
Inglesa, y fue costeada por el Gobierno de Demerara. Se cercioraron de que
un guardacostas británico , de nombre Transfer, ha hecho varias veces viaje a
Amacuro conduciendo, con agentes de policía armados, a un Magistrado que
juzga y decide de las causas de policía y de las criminales. Supieron que en
Amacuro y Barima se registran las embarcaciones legalmente despachadas
de Ciudad Bolívar y se les prohíbe vender sus mercancías y seguir al brazo
Barima, a no ser en lastre. Tuvieron noticia de existir otro Comisario llamado
Harrington en el vecindario de Aruca, y de haber estado allí hacía tres meses
un Magistrado para arrestar y juzgar al asesino de un coolí, a quien se conde-
nó a cinco años de presidio. En Cuabana hallaron una iglesia protestante que

62
es a un tiempo escuela, y en cuyo registro de matrimonios se expresa que el
lugar corresponde al Condado del Esequibo. Se enteró a la Comisión de que
el Gobierno colonial tiene otro Comisario en el pueblo de Guaramuri en la
costa del río Moroco. Asimismo adquirió la certeza de estarse beneficiando
por autoridad Inglesa minas de oro en el territorio Venezolano situado entre
los ríos Cuyuní, Mazaruni y Puruni, y de haberse exportado ya gran cantidad
de aquel mineral por la Aduana de Demerara. Los Comisionados se traslada-
ron a Georgetown, y por medio del respectivo Cónsul de Venezuela, pusieron
en conocimiento del señor Gobernador los objetos de su encargo, lo que en
virtud de él habían hecho, y las violaciones averiguadas del territorio Vene-
zolano. El señor Secretario de la Gobernación respondió en 6 de enero que se
remitía al aviso publicado en la Gaceta de Londres el 22 de octubre de 1886,
y añadió que los lugares a que se refería la nota oficial de la Comisión estaban
incluidos en los límites que los términos del aviso establecen, y forman parte
de la Colonia de la Guayana Británica. En el aviso se proclama y notifica que,
por cuanto están en disputa entre el Gobierno de Su Majestad y el Gobierno
de Venezuela los límites de la Guayana Británica, Colonia de Su Majestad, y
la República de у Venezuela, y por cuanto ha llegado al conocimiento del Go-
bierno de Su Majestad que el Gobierno de Venezuela ha hecho o se propone
hacer concesiones de tierras dentro del territorio reclamado por el Gobierno de
Su Majestad, no se admitirán ni se reconocerán tales títulos, y se juzgará como
violador de propiedades, según las leyes de la Colonia, a toda persona que
tome posesión de esas tierras o ejerza en ellas algún derecho so pretexto de
tales títulos. Por conclusión se dice que puede verse en la Biblioteca de la ofi-
cina colonial, Downing Street, o en la Secretaría de Gobierno en Georgetown,
Guayana Británica, un mapa que señala los límites entre la Guayana Británica
y Venezuela, reclamados por el Gobierno de Su Majestad.
Añádase a esto que en 1868 el Gobernador de Demerara, en un decreto

63
sobre división de registros, no establecía otro más septentrional que el de Po-
marón; y que, derogándolo en 6 de noviembre de 1886 por orden del Gobierno
de Su Majestad, y sin duda con ese sólo objeto, creó nuevas divisiones que
llegan hasta la orilla oriental de Amacuro.
Los límites que hoy no reclama, sino ha ocupado el Gobierno Inglés, son
los que el ingeniero Schomburgk señaló caprichosamente en 1841.
Fortalecido con los más sólidos fundamentos, el Gobierno en 26 de enero
último, reiterando su disposición a terminar la controversia por arbitramen-
to, reclamó de Su Majestad Británica la evacuación del territorio Venezolano
desde las bocas del Orinoco hasta el Pomarón, que indebidamente ella ha ocu-
pado, en la inteligencia de que, si para el 20 del presente mes no se hubiese
contestado, o se hubiese contestado negativamente, desde entonces quedarían
cortadas las relaciones diplomáticas entre los dos países.
En 31 del mismo enero, al responder sobre las condiciones con que el
Gobierno Inglés consentiría en la erección del faro en Punta Barima, se renovó
aquella demanda, unida a la de aceptación del arbitramento.
El 11 de este mes me participó V. E. que habiendo comunicado por te-
legrama al Gobierno de Su Majestad mi nota de 26 de enero, había recibido
orden de decir en contestación que él, al paso que se halla todavía dispuesto
a entrar en negociaciones amigables con el objeto de arreglar la cuestión de
límites de Guayana, no puede acceder a las presentes demandas del Gobierno
de Venezuela, por mucho que sentiría el proceder indicado en mi oficio.
Con ese motivo repetí y ratifiqué en todas sus partes el contenido de las
notas de 26 y 31 de enero, por no ser permitido al Ejecutivo abrir nueva dis-
cusión mientras la Gran Bretaña no desocupe todo el territorio hasta el río
Pomarón , como Venezuela tiene perfecto derecho a reclamar, conforme al
convenio de 1850.
Ha llegado el 20 de febrero, y el caso previsto de la negativa a las recla-

64
maciones de Venezuela.
Así la Gran Bretaña rechaza la justa y moderada exigencia de una repara-
ción de los agravios que ha hecho y continúa haciendo a la República en me-
dio de la amistad que ésta le ha profesado constantemente, y de la existencia
de un tratado que la establece.
La Gran Bretaña ha violado el territorio de Venezuela introduciéndose
en él por lugares prohibidos, nombrando Comisarios, estableciendo oficinas
de Gobierno en que ondea la bandera Inglesa, arrebatando, juzgando y cas-
tigando a un empleado de Venezuela, enviando allí con agentes de policía
armados un juez que ha notificado ser Británicos esos lugares, decretando
prohibiciones de comercio, recorriendo con un guardacostas el espacio entre
Amacuro y Barima, comprendiendo estos ríos en la jurisdicción del señor Go-
bernador de Demerara, autorizando el beneficio de minas incluidas en el suelo
de la República, y ejerciendo otros actos de dominio.
La Gran Bretaña se ha arrogado el derecho de decidir por sí y ante sí y en
su favor una cuestión que toca a ella tanto como a Venezuela.
La Gran Bretaña se ha declarado condueño del Orinoco, la grande arteria
fluvial del norte de la América del Sur, apoderándose del caño Barima, una de
sus bocas, y por este medio del comercio de vastas regiones pertenecientes a
varios países.
La Gran Bretaña ha seguido en esto con Venezuela un proceder que ha
condenado en otros.
La Gran Bretaña se ha fundado para declarar suyos los lugares donde aca-
ba de establecerse, en que sus límites están en disputa con Venezuela.
La Gran Bretaña ha infringido en su provecho el convenio que ella misma
propuso a Venezuela en 18 de noviembre de 1850, y ocupado el territorio por
ella garantido.
La Gran Bretaña pretende someter a condiciones el establecimiento de un

65
faro en Punta Barima, sobre la cual su Encargado de Negocios en 26 de mayo
de 1836 reconoció espontáneamente la soberanía de Venezuela.
La Gran Bretaña no quiere aplicar a Venezuela el arbitramento que aplicó
a los Estados Unidos de América en 1827 y en 1871, para resolver cuestiones
de límites, en el último caso con repetida insistencia suya.
La Gran Bretaña ha venido progresivamente aumentando sus avances
desde el Esequibo al Pomarón, al Moroco, al Guaima, al Barima y al Amacuro.
La Gran Bretaña ha vulnerado, por tanto, los derechos de soberanía e
independencia de Venezuela, privándola de la más santa e inviolable de las
propiedades de una nación, a saber, la de su territorio.
En consecuencia, Venezuela, no debiendo conservar amistosas relaciones
con un Estado que así la injuria, las suspende desde este día.
Y protesta ante el Gobierno de Su Majestad Británica, ante todas las na-
ciones civilizadas, ante el mundo en general, contra los actos de despojo que
en su detrimento ha consumado el Gobierno de la Gran Bretaña, y que en
ningún tiempo ni por ningún motivo reconocerá como capaces de alterar en
lo más mínimo los derechos que ha heredado de España, y sobre los cuales
siempre estará pronta a someterse у al fallo de una tercera potencia.
Escrita la nota anterior, he recibido la que V. E. me dirigió con fecha del
19, y en la cual me comunica de orden del Gobierno de Su Majestad que ha-
biendo él sabido la reciente visita de dos Comisionados Venezolanos a la parte del
territorio que reclama la Gran Bretaña como perteneciente a la Guayana
Británica, y lo que allí ejecutaron, ya no permitirá ninguna injerencia tocante
a los súbditos Británicos de aquellos lugares.
Esto patentiza más y más que la Gran Bretaña ya a las claras se arroga
completa jurisdicción sobre el territorio de la Guayana Venezolana que ha
ocupado, porque lo reclama y pretende obrar respecto de él como verdadero y
exclusivo dueño, sin el más leve miramiento a los derechos de la República,

66
que lo tiene por suyo. En consecuencia, ella no puede menos que ratificar,
como ratifica, sus antecedentes quejas y protestas contra un proceder tan arbi-
trario como depresivo, y que siempre estimará nulo y de ningún efecto.
Renuevo a V. E. las protestas de mi alta consideración.
DIEGO B. URBANEJA.
Excmo. Señor F. R. Saint John, Ministro Residente de S. M. B., etc., etc.,
etc.

TRATADO ARBITRAL DE WASHINGTON SUSCRITO ENTRE VENEZUELA Y


EL REINO UNIDO DE FECHA 2 DE FEBRERO DE 1897

Por cuanto el día dos de febrero de 1897, se celebró un Tratado de Arbi-


traje entre los Estados Unidos de Venezuela y Su Majestad la Reina del Reino
Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, en los términos siguientes:
Los Estados Unidos de Venezuela y Su Majestad la Reina del Reino Uni-
do de la Gran Bretaña e Irlanda, deseando estipular el arreglo amistoso de la
cuestión que se ha suscitado entre sus respectivos Gobiernos acerca de límites
de los Estados Unidos de Venezuela y la Colonia de la Guayana Británica, han
resuelto someter dicha cuestión a arbitraje, y a fin de concluir con ese objeto
un Tratado, han elegido por sus respectivos Plenipotenciarios: El Presidente
de los Estados Unidos de Venezuela, al señor José Andrade, Enviado Extraor-
dinario y Ministro Plenipotenciario de Venezuela en los Estados Unidos de
América; Y Su Majestad la Reina del Reino Unido de la Gran Bretaña e Ir-
landa, al Muy Honorable Sir Julian Pauncefote, Miembro del Muy Honorable

67
Consejo Privado de Su Majestad, Caballero Gran Cruz de la Muy Honorable
Orden del Baño y de la Muy Distinguida Orden de San Miguel y San Jorge, y
Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Su Majestad en los Estados
Unidos; Quienes, habiéndose comunicado sus respectivos plenos poderes, que
fueron hallados en propia y debida forma, han acordado y concluido los artí-
culos siguientes:
ARTICULO I
Se nombrará inmediatamente un Tribunal arbitral para determinar la línea
divisoria entre los Estados Unidos de Venezuela y la Colonia de la Guayana
Británica.
ARTICULO II
El Tribunal se compondrá de cinco Juristas; dos de parte de Venezuela,
nombrados, uno por el Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, a saber,
el Honorable Melville Weston Fuller, Justicia Mayor de los Estados Unidos
de América, y uno por los Justicia de la Corte Suprema de los Estados Unidos
de América, a saber, el Honorable David Josiah Brewer, Justicia de la Corte
Suprema de los Estados Unidos de América; dos de parte de la Gran Bretaña,
nombrados por los miembros de la Comisión Judicial del Consejo Privado
de Su Majestad, a saber, el Muy Honorable Barón Herschell, Caballero Gran Cruz
de la Muy Honorable Orden del Baño, y el Honorable Sir Richard Henn
Collins, Caballero, uno de los Justicias de la Corte Suprema de Judicatura de
Su Majestad; y de un quinto jurista que será elegido por las cuatro personas
así nombradas., o, en el evento de no lograr ellas acordarse en la designación
dentro de los tres meses contados desde la fecha del canje de las ratificaciones
del presente Tratado, por Su Majestad el Rey de Suecia y Noruega. El Jurista a
quien se elija será Presidente del Tribunal. En caso de muerte, ausencia o inca-
pacidad para servir de cualquiera de los cuatro Árbitros arriba mencionados, o
en el evento de que alguno de ellos no llegue a ejercer las funciones de tal por

68
omisión, renuncia o cesación, se sustituirá inmediatamente por otro Jurista de
reputación. Si tal vacante ocurre entre los nombrados por parte de Venezuela,
el sustituto será elegido por los Justicias de la Corte Suprema de los Estados
Unidos de América por mayoría; y si ocurriere entre los nombrados por parte
de la Gran Bretaña, elegirán al sustituto, por mayoría, los que fueren entonces
miembros de la Comisión Judicial del Consejo Privado de Su Majestad. Si
vacare el puesto de quinto árbitro, se le elegirá sustituto del modo aquí estipu-
lado en cuanto al nombramiento primitivo.
ARTICULO III
El Tribunal investigará y se cerciorará de la extensión de los territorios
respectivamente, o que pudieran ser legítimamente reclamados por aquellas
o éste, al tiempo de la adquisición de la Colonia de la Guayana Británica por
la Gran Bretaña, y determinará la línea divisoria entre los Estados Unidos de
Venezuela y la Colonia de la Guayana Británica.
ARTICULO IV
Al decidir los asuntos sometidos a los Árbitros, éstos se cerciorarán de
todos los hechos que estimen necesarios para la decisión de la controversia,
y se gobernarán por las siguientes reglas en que están convenidas las Altas
Partes Contratantes como reglas que han de considerarse aplicables al caso, y
por los principios de derecho internacional no incompatibles con ellas, que los
Árbitros juzgaren aplicables al mismo.
REGLAS
a) Una posesión adversa o prescripción por el término de cincuenta años
constituirá un buen título, Los árbitros podrán estimar que la domina-
ción política exclusiva de un Distrito, así como la efectiva coloniza-
ción de él son suficientes para constituir una posesión adversa o crear
títulos de prescripción.
b) Los Árbitros podrán reconocer y hacer efectivos derechos y reivindi-

69
caciones que se apoyen en cualquier otro fundamento válido confor-
me al derecho internacional y en cualesquiera principios de derecho internacional
que los Árbitros estimen aplicables al caso y que no con-
travengan a la regla precedente.
c) Al determinar la línea divisoria, si el Tribunal hallare que el territorio
de una parte ha estado, en la fecha de este Tratado, ocupado por los
ciudadanos o súbditos de la otra parte, se dará a tal ocupación el efecto
que, en opinión del Tribunal, requieran la razón, la justicia, los princi-
pios del derecho internacional y la equidad del caso.
ARTICULO V
Los Árbitros se reunirán en París dentro de los sesenta días después de la
entrega de los argumentos impresos mencionados en el artículo VIII, y proce-
derán a examinar y decidir imparcial y cuidadosamente las cuestiones que se
les hayan sometido o se les presentaren, según aquí se estipula, por parte de
los Gobiernos de los Estados Unidos de Venezuela y de Su Majestad Británica
respectiva. Pero queda siempre entendido que los Árbitros, si lo juzgan conve-
niente podrán celebrar sus reuniones o algunas de ellas, en cualquier otro lugar
que determinen. Todas las cuestiones consideradas por el Tribunal, inclusive
la decisión definitiva, serán resueltas por mayoría de todos los Árbitros. Cada
una de las Altas Partes Contratantes nombrará como su Agente una persona
que asista al Tribunal y la represente generalmente en todos los asuntos cone-
xos con el Tribunal.
ARTICULO VI
Tan pronto como sea posible después de nombrados los miembros del
Tribunal, pero dentro de un plazo que no excederá de ocho meses contados
desde la fecha del canje de las ratificaciones de este Tratado, se entregara por
duplicado a cada uno de los Árbitros y al Agente de la otra parte, el Alegato
impreso de cada una de las dos partes, acompañados de los documentos, la

70
correspondencia oficial y las demás pruebas, en que cada una se apoye.
ARTICULO VII
Dentro de los cuatro meses siguientes a la entrega por ambas partes del
Alegato impreso, una u otra podrá del mismo modo entregar por duplicado a
cada uno de dichos Árbitros, y al Agente de la otra parte, un Contra-Alegato
y nuevos documentos, correspondencia y pruebas, para contestar al Alegato,
documentos,
correspondencia y pruebas presentadas por la otra parte. Si en el Alegato
sometido a los Árbitros una u otra parte hubiere especificado o citado algún
informe o documentos que esté en su exclusiva posesión, sin agregar copia, tal
parte quedan obligadas, si la otra ejerce conveniente pedirla, a suministrarle
copia de él; y una u otra parte podrá excitar a la otra, por medio de los Árbi-
tros, a producir los originales o copias certificadas de los papeles aducidos, como
pruebas, dando en cada caso aviso de esto dentro de los treinta días;
después de la presentación del Alegato; y el original o la copia pedidos se
entregaran tan pronto corno sea posible y dentro de un plazo que no exceda de
cuarenta días; después del recibo del aviso.
ARTICULO VIII
El Agente de cada parte, dentro de los tres meses después de la expira-
ción del tiempo señalado pan la entrega del Contra-Alegato por ambas partes,
deberá entregar por duplicado a cada uno de dichos Árbitros y al Agente de la
otra parte un argumento impreso que señale los puntos y cite las pruebas en
que se funda su Gobierno, y cualesquiera de las dos partes podrá también apo-
yarlo ante los Árbitros con argumentos orales de su Abogado; y los Árbitros
podrán, si desean mayor esclarecimiento con respecto a algún punto, reque-
rir sobre él una exposición o argumentos escritos o impresos, o argumentos
orales del Abogado; pero en tal caso al otra parte tendrá derecho a contestar
oralmente o por escrito, según fuere el caso.

71
ARTICULO IX
Los Árbitros por cualquier causa que juzguen suficiente podrán prorrogar
uno u otro de los plazos fijados en los artículos VI, VII y VIII, concediendo
treinta días adicionales.
ARTICULO X
Si fuere posible, el Tribunal dará su decisión dentro de tres meses conta-
dos desde que termine la argumentación por ambos lados. La decisión se dará
por escrito, llevará fecha y se firmará por los Árbitros que asientan a ella. La
decisión se extenderá por duplicado; de ella se entregará un ejemplar al Agen-
te de los Estados Unidos de Venezuela para su Gobierno, y el otro se entregará
al Agente de la Gran Bretaña para su Gobierno.
ARTICULO XI
Los Árbitros llevaran un registro exacto de sus procedimientos y podrán
elegir y emplear las personas que necesiten para su ayuda.
ARTICULO XII
Cada Gobierno pagara su propio Agente y proveerá la remuneración con-
veniente para el abogado que emplee y pan los Árbitros elegidos por él o en
su nombre, y costean los gastos de la preparación y sometimiento de su causa
al Tribunal. Los dos Gobiernos satisfarán por partes iguales todos los demás
gestos relativos al Arbitraje.
ARTICULO XIII
Las Altas Partes Contratantes se obligan a considerar el resultado de
los procedimientos del Tribunal de Arbitraje como arreglo pleno, perfecto y
definitivo de todas las cuestiones sometidas a los Árbitros.
ARTICULO XIV
El presente Tratado será debidamente ratificado por el Presidente de los
Estados Unidos de Venezuela con la aprobación del Congreso de ellos, y por
Su Majestad Británica; y las ratificaciones se canjearán en Washington o en

72
Londres dentro de los seis meses contados desde la fecha del presente Tratado.
En fe de lo cual, los respectivos Plenipotenciarios hemos firmado este
Tratado y le hemos puesto nuestros sellos.
Hecho por duplicado en Washington, a dos de febrero, de mil ochocientos noventa
y siete.
(L. S.) José Andrade
(L. S.) Julian Pauncefote“

Cronología de efemérides e hitos en la historia del Esequibo


Segunda parte

32. 1836: El Reino Unido de Gran Bretaña solicita a Venezuela la autorización


para colocar un faro en Punta Barima, lo cual demuestra en forma tácita el
reconocimiento de la soberanía venezolana sobre ese territorio.
33. 1840: Transcurridos cinco años del primer mapa, Robert Schomburgk fue
comisionado por el gobierno inglés para hacer un levantamiento topográfico de la
Guayana Británica, en el cual incluyó las pretensiones expansionistas de Inglaterra
para esa fecha, que incluían 141.930 kms. Cuadrados al oeste del Río Esequibo.
Ese mismo año la Corona Británica, publica oficialmente un mapa, con la inclusión
arbitraria de los casi 142.000kms. Cuadrados que habían sido reconocido con
antelación a Venezuela. Nuestro país presentó una fuerte protesta.
34. 1841, 4 de Agosto: El General Daniel Florencio O’Leary (quien fuera edecán
del Libertador Simón Bolívar, era para la fecha cónsul de Inglaterra en Venezuela),
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dirige una carta bien detallada al Gobernador de la Guayana Británica Henry Light,
explicándole la importancia de Punta Barima para Inglaterra, precisamente meses
después que Schomburgk elaborara su segundo mapa. Con esta carta el General
O’Leary muestra la otra cara de la moneda, era pues un espía, súbdito de la
Corona Británica.
35. 1842: Por acción diligente del reclamo formulado por el Ministro de Relaciones
Exteriores, Dr. Alejo Fortique, ante el Gobierno Británico, se logra una declaración
de Londres que expresaba que las marcas y señales establecidas por Robert
Schomburgk no constituían el límite con Venezuela sino puntos referenciales. El
Gobierno Británico accede a quitar las marcas y señales.
36. 1845, 30 de Marzo: El Reino de España reconoce la independencia de
Venezuela mediante un Tratado de paz y reconocimiento sobre el territorio de la
antigua Capitanía General de Venezuela, la cual incluía la Provincia de Guayana,
que llegaba hasta el Río Esequibo.
Ese mismo año el naturalista prusiano Robert Schomburgk comenzó a marcar la
línea de frontera, que había marcado mediante postes, con las iniciales V.R.
(Victoria Regina). Venezuela ante este hecho protesto enérgicamente y tuvo éxito.
El Gobierno Británico ordenó que fueran retiradas las marcas.
37. 1849: Inglaterra incorpora a su territorio 60.000 millas cuadradas al oeste del
Río Esequibo basándose una vez más en otra versión del mapa trazado por el
naturalista prusiano Robert Schomburgk.
38. 1850: A finales de dicho año se concretó un acuerdo entre Venezuela y Gran
Bretaña para no infiltrarse en el territorio en disputa comprendido entre la línea
Schomburgk y el Río Esequibo. El hambre del oro que se produjo por el
descubrimiento de los ricos yacimientos auríferos en el Río Yuruari, hizo que los
colonos británicos ocuparan dicho territorio, violando el acuerdo convenido entre
las partes.
39. 1859, 5 de Mayo: Venezuela firma el Tratado de delimitación de la frontera
con Brasil. La divisoria de aguas reconocía para nuestro país la totalidad de la
cuenca de los Ríos Orinoco, Cuyuní y Esequibo.
40. 1865, 11 de Marzo: Muere el naturalista prusiano Robert Schomburgk en la
ciudad de Berlín, Alemania.
41. 1875: Inglaterra edita un mapa oficial de la Guayana Inglesa con nota
aclaratoria sobre el territorio reclamado por Venezuela.
42. 1886: Inglaterra edita un nuevo mapa oficial pero ésta vez sin la aclaratoria de
que Venezuela reclamaba el territorio Esequibo. Ese mismo año se da una bulla
de oro en la región del Yuruani.
43. 1887: Las minas explotadas por los mineros invasores procedentes de la
Guayana Inglesa no eran tan ricas como las que estaban en el Yuruari

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venezolano, lo que generó que los ingleses rodaran nuevamente la línea
Schomburgk hasta la propia cuenca del Río Cuyuní que hasta ese año Inglaterra
reconoció a Venezuela, posteriormente, se publica un mapa con dichas
modificaciones (conocido como el cuarto mapa de Schomburgh, a pesar de que
este había muerto 22 años atrás), que aumentaban en 25.000kms cuadrados la
aspiración británica, donde se incluían poblaciones venezolanas tan antiguas
como Guasipati, y cercaba a otras como Tumeremo y Upata, totalizando así el
territorio en 203.810 kms cuadrados al oeste del Río Esequibo, que pretendía
despojarnos la Corona Inglesa.
20 de Febrero: En vista de estos graves y repetidos atropellos, Venezuela rompe
relaciones diplomáticas con el Reino Unido de Gran Bretaña.
44. 1893: Se comienzan a realizar diferentes gestiones por parte de Venezuela
para que Inglaterra aceptase un arbitraje en la búsqueda de contener la evidente
invasión británica a nuestro territorio.
45. 1894: El General Domingo Antonio Sifontes, hizo preso a un grupo de
invasores ingleses a los cuales condujo hasta Ciudad Bolívar, bajo el cargo de
ultraje a la bandera de Venezuela, y haber izado en su lugar la bandera del Reino
Unido de Gran Bretaña.
Ese mismo año ocurre otro hecho importante, que fue el “Incidente del Cuyuní”, en
el que un grupo expedicionario británico se adentro en nuestro territorio con la
misión de tomar venganza por los hechos ocurridos ya señalados. Su intención
era fusilar al General Sifontes, y tomar la población de Tumeremo. Esta misión fue
repelida y frustrada gracias a la acción del General Sifontes.
46. 1895: 20 de Julio: Una nota del Secretario de Estado, Richard Olney, de
Estados Unidos es enviada al Reino Unido, en defensa de Venezuela contra los
actos de agresión por parte de Inglaterra, este hecho es conocido en la historia
como “El Cañon de 20 pulgadas”, por el efecto contundente que causo en
Inglaterra.
17 de Diciembre: Mensaje ante el Congreso del Presidente de los Estados
Unidos, Grover Cleveland donde invoca la Doctrina Monroe, manifestando que su
Gobierno no estaba dispuesto a tolerar las usurpaciones británicas en Guayana y
emplazo al Reino Unido a someter la cuestión a arbitraje y advierte que la negativa
al examen judicial de sus títulos equivalía a una apropiación. Propone al Congreso
la creación de una comisión investigadora para determinar cuál es la verdadera
frontera entre los dos países.
Ese mismo año se da la ocupación de la región del Río Yuruani por colonos
ingleses.
47. 1896, 12 de Noviembre: Se firma entre Inglaterra y Estados Unidos las bases
del Tratado de arbitramiento para decidir la cuestión guayanesa. Bajo la presión
de los norteamericanos fueron aceptadas por Venezuela las condiciones

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establecidas; ningún venezolano formaría parte integrante del Tribunal de
Arbitramiento. La integración del jurado fue la siguiente: 2 ingleses por parte de
Inglaterra, 2 estadounidenses en representación de Venezuela y 1 ruso.
48. 1897, 2 de Febrero: Se firma el Tratado Arbitral en la ciudad de Washington
D.C. Este mismo año el Congreso de Venezuela ratifica dicho tratado.
49. 1899: Entre los meses de Junio y Octubre se reúne el Tribunal de
Arbitramiento en la ciudad de París, Francia.
27 de Septiembre: Terminados los debates, los árbitros comenzaron a sesionar
en Cámara y a pesar de que el Tratado contemplaba que podían hacerlo durante
tres meses antes de dictar sentencia, en tan sólo seis días incluyendo sábado y
domingo, dictan el fallo.
3 de Octubre: Se dicta finalmente la sentencia, sin siquiera dar los motivos de la
decisión, adjudicándole a Inglaterra una superficie de 60.000 millas cuadradas de
tierras auríferas y madereras, dejándole a Venezuela las tierras anegadizas y
palúdicas.
4 de Octubre: Se producen protestas por el resultado del Laudo por parte del
venezolano José María Rojas.
7 de Octubre: Protesta por parte del Presidente de Venezuela, Ignacio Andrade.

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