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La Corona Blanca

Después entraron 2 muchachos indecisos y Margarita los miró en la combinación de


los 3 espejos del local. Afuera se había detenido un aire frío, duro, que la gente empujaba
tercamente.

La vieja Aurora apoyó las manos en el mostrador y se inclinó hacia delante torciendo
de lado la cabeza como si pretendiese insinuar que su oído andaba remiso.

Margarita oyó que uno de los muchachos decía, con la voz velada:

- Una Corona…. Blanca…


- Shh! Luego hablamos de ello. Ahora debemos alistarnos para continuar. Respondió el
otro muchacho con una voz ronquida.

Aurora con una voz cálida, procede a hablarles:

-Caballeros, puedo ayudarlos en algo?

-Buscamos alcohol etílico, velas, fósforos, hilo de coser y agujas.

Aurora procede a abrir un mueble antiguo detrás del mostrador acompañado de un


chillido de madera reseca. Allí se encontraban unos hilos de coser y una caja de metal roja,
de esas que eran de galletas con dibujos animados de los años 1800. Los coloca sobre el
mostrador y mientras los envuelve con periódicos les pregunta a qué se debe su visita al
local ya que nunca los había visto por la zona.

-“Estamos en busca de un encargo por pedido del Rey Ricardo y tenemos un largo viaje por
recorrer todavía.” Dijo uno de ellos, el más alto, de contextura alta y de buen porte, con la
cara perfilada como si de uno de los dioses se tratara. Se trataba de Venancio.

-“Oh! Vaya responsabilidad y sacrificio”-exclamó Aurora anonadada, para proceder


diciendo con un tono preocupado “ya se escondió el sol y los lobos del bosque deben estar
por entre los árboles, además está repleto de nieve y la nevada sigue siendo muy fuerte.
Tienen algún lugar para pasar la noche?”

-“No, por ello pensamos en realizar un viaje de toda la noche por el bosque hasta llegar a
la Montaña ubicada en unas aldeas más adelante” comentó el otro sujeto quien era un
poco más petizo de piel clara, de contextura delgada pero con una cara regordeta.

-“Deben descansar esta noche. Les ofrezco mi cabaña, le diré a mi nieta que les prepare la
alcoba disponible. Pueden salir ni bien salga el amanecer, prepararé la cena con mi nieta.
Deben descansar para recargar energías”.

Los sujetos asintieron con la cabeza y le agradecieron.

Margarita se alejó de donde se encontraba escondida y se dirige a arreglar la alcoba


para sus invitados.

Prepararon la cena junto con su abuela Aurora y la compartieron con los forasteros.
Cuando todos estaban acostados, Margarita no podía conciliar el sueño, de repente
escucha que Ben -el ciervo que conserva Aurora conserva como su mascota desde que era
joven- hizo un grito proveniente desde el establo abierto fuera de la cabaña, se levanta y
prende la lámpara de Querosen mientras en la otra mano tenía su daga que la
acompañaba a todos lados cuando estaba sola. Encuentra la ventana que conecta a la casa
y el establo abierta de par en par. Asoma su cabeza y todo estaba oscuro, observa a Ben
inquieto y vió una sombra que se escondió para el lado de la pared, salta por la ventana y
cruza al otro lado donde se dirigió hacia donde se dirigía la sombra.

-“Espero no encontrarme con lechuzas ni lobos” pensó Margarita- “de lo contrario puede
ser mi fin”.

Resulta ser que las lechuzas eran símbolo de muerte.

Camina por el bosque, para luego toparse con dos lechuzas, estas se posan sobre una
rama cercana a su cuello. Sus ojos la hipnotizaron y quedó petrificada luego de que la
lechuza gira su cabeza 360 mirándola fijamente.

Su lámpara se apaga por el frío y fuerte viento, dejándola caer. De repente siente es
arrastrada por unos metros por dos manos que tapaban su frágiles ojos y su boca lo cual le
impedía realizar un grito de ayuda. Fue lanzada hacia el suelo frío, donde logra observar la
silueta de un sujeto. Margarita lanza una mirada de enojo tras ser arrastrada y lanzada al
suelo.

En el momento de no reconocerle agarra su daga con firmeza y lo apunta,


amenazándolo por entrar a propiedad privada. Jamás pensó que fuera uno de los hombres
que estaban hospedando pues pensó que todos estaban dormidos. En un movimiento que
esa sombra con silueta de hombre hizo hacia la luz de la luna, observó que se trataba de
Venancio. Escuchó su nombre antes de ir a arreglar las alcobas cuando Aurora les ofrecía
su posada.

-“Descuida, soy Venancio!! Uno de los viajeros que se hospeda en su choza” exclamó.

Margarita largó un suspiro de alivio y preguntó qué hacía a estas horas levantado. Por
lo visto ambos no podían conciliar el sueño, y fue así que se quedaron hablando toda la
noche.

Llegó al amanecer, Venancio y Pedro, partieron a su viaje a la montaña. Antes de partir


los sujetos rumbo a conseguir el encargo que el rey luego les recompensaría se
despidieron de Aurora “Su cabaña fue muy acogedora” “Muchas gracias por tanta
amabilidad”.

Margarita ayudaba a Aurora en la atención del negocio, mientras le contaba todo lo


sucedido en la noche anterior junto con Venancio. Aurora al darse cuenta que su nieta se
había enamorado, le dijo que si quería verle por última vez podría alcanzarle unas
compresas calientes que preparó Aurora pero se olvidó de entregarles y quedaron en la
cocina.
Margarita se preparó pues estaba nevando muy fuerte y partió en busca a su amado.

Pasaron horas, el sol se había ocultado, no había vuelto Margarita y Aurora se


encontraba preocupada. Pasaron 2 días y Aurora había hecho la denuncia en la comisaría
del pueblo. Quedó esperando a su nieta día tras día, pensando lo peor por momentos.
Arrepintiéndose de su decisión. Pasaron 3 estaciones, ahora resulta ser Otoño y
caminando por la aldea encontró un cartel con los rostros dibujados de Pedro y Venancio,
los reconoció de inmediato, los buscaban por orden del Rey.

Aurora regresó a su cabaña y alistó a Ben para ir hacia el castillo, pretendía buscar
ayuda por su nieta. En el trayecto se encuentran con una laguna congelada, el ciervo se
resbala y al caer la presión hace se rompa el hielo, el animal logra salir y escapar de la
laguna. Aurora gritaba por Ben, él se pierde por el bosque debido al susto. Un leñador que
pasaba por el lugar escuchó sus gritos y se asomó, perplejo ante tal escena procedió a atar
una cuerda por el tronco de un árbol y cortó con su hacha una barra de madera para fijarla
en el otro extremo de la soga, la lanzó en dirección de la anciana:

¡Sujétate! Gritó con fuerzas.

Desde la orilla de laguna el leñador estiraba la soga, trayéndola a Aurora a dónde él se


encontraba. Al llegar al borde, la ayudó a sentarse, sacó su cantimplora y le sirvió café
negro caliente a la anciana. Pasaron unos minutos y el cuerpo de Aurora logró entrar en
calor. El leñador le acompañó hasta la Estación de Trenes y se despidieron.

Al llegar al palacio, los guardias no le dejaban entrar a Aurora. Tampoco le creían las
cosas que decía, intentó escabullirse por el patio. La reina Regina postrada en silla de
ruedas, que paseaba por el jardín observa tal escena ordenando que la suelten.

-Qué es esta situación tan atroz y deplorable! Le exclama Regina a los guardias.

-¡Está diciendo habladurías!- dijo uno de ellos.

-¡Déjeme explicarle! ¡Tengo información de mucha ayuda! ¡Necesito su ayuda! Dijo


Aurora.

Le explicó lo sucedido, la reina asiente y se lo comunica al rey por medio de uno de sus
escoltas.

-¡No vine por la recompensa! Sólo quiero que encuentren a mi nieta!

Tras ver la condición de Aurora y saber por lo que pasó para llegar allí, los reyes optan
por escoltarla hasta su cabaña para que llegue con bien. Los carteles de su nieta entre los
buscados no tardaron en aparecer colgados por toda la zona.

El investigador Leonardo del caso fue contratado por los reyes Ricardo y Regina.

Se dirigió hacia la cabaña de Aurora con el fin de comenzar la búsqueda. La anciana le


platica acerca de la conducta de Margarita y de los hombres que había hospedado.

El investigador merodea por los alrededores y fue encontrando pistas.


Margarita les entregó las compresas calientes a Venancio y a Pedro, decidieron ir
juntos hacia la búsqueda de la “Corona Blanca Secreta” que le había comentado Venancio
la noche anterior. El rey la necesita para su esposa, es la única solución para la rara
enfermedad que posee, pues la corona tiene poderes curativos además de significar amor
eterno.

Margarita al ver que ya no tienen provisiones y queda aún un largo camino hacia la
Montaña decide volver sola dejando que Venancio y pedro siguieran su camino pues ella
quería volver con su abuela.

A la vuelta Margarita encontró un niño con rasgos indígenas casi congelado acurrucado
entre unas hojas encima de un colchón de nieve. Procedió a darle su capa de piel y su
bufanda. Trató de comunicarse con el niño pero al parecer hablaba otro idioma, el cual ella
no entendía, se quedó con el niño entre sus brazos hasta que este dejó de tiritar. El niño le
llevó hacia un sendero desconocido, llegaron a una cueva al cabo de 2 noches. No sabía
nada de Venancio pues le perdió el rastro, y suponía que su abuela estaba en la cabaña
cálida.

El investigador recorre al aldeas de los alrededores, llevaba con él la foto de los ahora
3 buscados. Un hombre llamado Luis los reconoció y comentó que los había visto a los tres
juntos. Le señaló las coordenadas en un papel pues él es piloto y estaba merodeando la
zona en su pequeña avioneta.

Luis le llevó a Leonardo hacia el lugar, siguieron recorriendo y encontraron a Pedro.

Venancio y Pedro ya estaban por caminos diferentes. Pues Pedro quería cumplir con el
pedido de rey, mientras que su hermano se enamoró de Margarita y fue a buscarla al
tiempo que ella los abandonó.

Margarita fue bien recibida luego de que el niño a quién salvó les hablara a la tribu
que vivía en la cueva. Ella no les entendía, de pronto unas mujeres se acercaron y la
llevaron amablemente hacia una zona dentro de la cueva. El resto la miraban con recelo
abriéndole paso y tirando sus armas al suelo. Como agradecimiento a Margarita, mataron
y asaron un lobo. Al cenar ella se recogió el pelo para hacerlo más cómodamente. El niño
le señaló la marca de nacimiento de ella poseía en su cuello, en ese momento las mujeres
se acercaron a ella y todos los hombres se arrodillaron, le llevaron de la mano hasta una
roca donde se plasma el dibujo de una mujer con esa misma marca de nacimiento.

Le trajeron una corona de lienzos blancos colgados, estaba oculta sobre una
especie de asiento construido de piedras brillosas. Reconoció que se trataba de la corona
que le había contado Venancio esa noche. Pasó el tiempo, no supo nunca más nada de él,
se encariñó con la tribu y no salía de la cueva. Los hombres se encargaban de traerles
comidas y las mujeres de realizarle ropas con hilos, pieles y piedras de colores.

Un día los hombres de la tribu gritaban, corrían y tiraban piedras hacia el exterior
de la cueva. Había un desconocido, se asomó a ver y lo reconoció a Pedro con Venancio
detrás. Ella se encargó de hacerlos entender que no les harían daño, dándole así alojo en la
cueva. Esa misma noche Margarita y su amado se escaparon, ella traicionando a la tribu y
Venancio a su hermano Pedro pues la idea de ambos era encontrar y llevar la Corona
Blanca para la reina, pero ahora esa corona le pertenece a su amada y estaba dispuesto a
hacer lo que fuera para no separarse de ella, en esta o en la otra vida.

Esa noche escribieron sus nombres con la daga -de la cual Margarita nunca se
despegó- en un árbol y se durmieron abrazados debajo de él. Cuando ella se durmió,
Venancio había recordado la historia de Shakespare “Romeo y Julieta” que le había
contado Margarita la primera noche que se conocieron, ella era fanática de esa historia.
Recordando el trágico final de ambos, pero ese amor tan sincero y real, Venancio procedió
a agarrar la daga y mató a su amada mientras dormía ya que sabía que nunca podrían ser
felices juntos en esta vida pues el rey los buscaba y la tribu al haber perdido la confianza
los matarían. Ya fallecida su esposa, él con lágrimas en los ojos bajo la penumbra de la
noche, puso la daga en la mano de Margarita y se apuñaló en el estómago muriendo
lentamente.

Fue cuando Pedro escapaba de la cueva e iba a hablar con el Rey, cuando se
encontró con dos personas desconocidas que bajaron de una avioneta y le preguntaron
por Venancio y Margarita. Él los dirigió a ambos hasta la cueva donde estuvieron el día
anterior. Para su sorpresa Luis sabía hablar su idioma. Leonardo y Pedro perplejos,
observaban cómo se comunicaban mutuamente. El niño se acercó a Luis, le contó que la
noche anterior le encontró a Margarita y a Venancio bajo un árbol a unos 30 km del lugar.

Los dirigió hasta allí, no había rastros de Margarita ni de la corona blanca, sólo
encontraron a Venancio muerto y a la daga de ella en su estómago. Y un solo rastro de su
amor que quedó plasmado en el tronco del árbol con sus nombres.

Mi trabajo como el investigador contratado por los Reyes llegó a su fin, la Reina se
mejoró pero nunca supimos qué sucedió con el cuerpo y la corona de Margarita.

5 II. González, Juliana Agustina.

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