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LOS FUNDAMENTOS DE LA ESTETICA
BIBLIOTECA INTERNACIONAL
P S I C O L O G I A EXPERIMENTAL
NORMAL Y PATOLÓGICA
Los Fundamentos
de la Estética
LA CONTEMPLACION E S T E T I C A Y L A S A R T E S P L A S T I C A S
POR
TEODORO LIPPS
VERSIÓN DIRECTA DE L A SEGUNDA EDICIÓN ALEMANA
POR
DOCTOR EN FILOSOFÍA
PROFESOR EN LA UNIVERSIDAD DE MADRID
¡mu
MADRID
D A N I E L JORRO, EDITOR
23, CALLE DE LA PAZ, 23
1924
ES PROPIEDAD
CAPITULO PEIMEEO
DE LA PROYECCION SENTIMENTAL
Pero, en cambio, otras veces las cosas no pasan asi, sino que
para realizar t a l á c t o de afirmación interior, esta conciencia
que nos dice «es así>, esta especie de cabeceo i n t e r i o r , debe-
mos hacer algo, consumar u n í n t i m o trabajo, emplear una
fuerza; en una palabra, desplegar una actividad.
Y , efectivamente, al desplegar t a l actividad, puedo sentir-
me dichoso o al contrario. Entonces la r a z ó n del sentimiento
de felicidad o de desdicha, es t a l a c t i v i d a d o su forma es-
pecial. E n esta a c t i v i d a d o movimiento i n t e r i o r podemos
complacernos, podemos encontrar gusto en ella, pero no por
eso es menos cierto que aquella afirmación proveniente de la
p e r c e p c i ó n sensible de las cosas como v a l o r de realidad que
no supone e n e r g í a n i actividad alguna, aquel aceptar un j u i -
cio o el asentimiento a su valor lógico, el mero acto de fe en
una opinión, no puede ser origen de placer en sí mismo y
hecha a b s t r a c c i ó n del contenido del i n i c i o .
Pero hay que hacer t o d a v í a una d i s t i n c i ó n entre la activi-
dad y el resultado de ésta. L o que a nosotros nos regocija en
e l trabajo del pensamiento o en la actividad intelectual o
espiritual por la cual formamos u n j u i c i o , es unas veces la
actividad como t a l , el gasto de fuerza o la eficacia i n t e r i o r de
esta fuerza en nosotros. Otras veces es el logro del fin en vista
del cual hemos desplegado aquella fuerza o aquel m o v i m i e n -
to. E n ú l t i m o t é r m i n o es la relajación de la t e n s i ó n al entrar a
poseer el obieto a que la actividad t e n d í a . Y , como siempre,
t a m b i é n encontramos a q u í , de u n lado, que la actividad mis-
ma y , de otro, que el resultado de esta a c t i v i d a d o esfuerzo,
son fuentes de goce.
Pero t a m b i é n repetimos que antes no se trataba de esto.
Por el contrario, h a b l á b a m o s de la simple existencia de un
j u i c i o en la mente, del simple a d m i t i r o aceptar, de la con-
v i c c i ó n en sí misma, prescindiendo de cualquier actividad
precedente y de su resultado, o de la consecución de u n fin
propuesto a esta actividad. L a c u e s t i ó n era ésta: si el j u i c i o
como tal, como puro acto de afirmación o negación i n t e r i o r ,
como conciencia de v a l o r lógico, lleva consigo placer o des-
placer.
Pero si decimos ahora que la actividad espiritual por la
D E L A PROYECCIÓN S E N T I M E N T A L 13
Proyección y asociación.
LA CONTEMPLACION ESTÉTICA
L a «objetividad estética».
L a «realidad estética».
CAPITULO V
Generalidades.
Esta a c e n t u a c i ó n i n d i r e c t a de la idealidad e s t é t i c a de lo
representado en la obra no basta, sin embargo, sino que debe
llevar en s í la inmediata «desrealización» de lo representado.
A d m i t a m o s por u n momento que, como piensan algunos, el
arte es i m i t a c i ó n . Esto supuesto el arte r e a l i z a r á tanto mej or
su cometido cuanto mejor i m i t e ; la plástica, sobre todo, si
tratase de reproducir u n hombre en toda su apariencia sensi-
ble le colocaría en el suelo, donde suelen estar los hombres
reales. A s í , la estatua falsificaría completamente u n hombre
real.
E n consecuencia, existe para m í , espectador, la necesi-
dad de tomar lo que veo por una cosa real. Pero, al mismo
tiempo, veo que el hombre no respira y que se mantiene r í -
gido y sin m o v i m i e n t o , como no p o d r í a hacerlo u n hombre
de verdad n i por el m á s corto espacio de t i e m p o . Por con-
siguiente, no p o d r é tomarle como u n hombre de carne y
hueso. Primeramente, vacilo entre la realidad y la aparien-
cia, entre la i l u s i ó n y la verdad. Este m o v i m i e n t o pendular,
como le definí yo anteriormente, sería t o r t u r a n t e . Pero no
c o n t i n u a r í a indefinidamente, sino que las dos impresiones
opuestas, por lo menos al cabo de una m á s prolongada obser-
v a c i ó n , se r e u n i r í a n en una. Y ésta sólo p o d r í a ser la i m p r e -
sión de u n hombre petrificado, en el cual la vida hubiera des-
aparecido y la posibilidad de moverse hubiera sido susti-
t u i d a por una rigidez c a d a v é r i c a . Esta i m p r e s i ó n sería, no
torturante, sino espantosa. T a l la de una figura de cera, la
cual se parece t o d a v í a m á s a l hombre que la estatua.
Pero supongamos ahora una figura de esta clase, u n «mu-
ñeco», o sea u n hombre en t a l estado de rigidez puesto sobre
u n zócalo; s u b s i s t i r í a e l peligro de r e c i b i r la misma i m p r e -
sión de rigidez cadavérica, sólo que esta vez el muerto e s t a r í a
colocado sobre u n zócalo. L o cual no es imposible.
110 ESTÉTICA
Los bustos.
El color en la plástica.
L E Y E S E S P E C I A L E S DE L A PLÁSTICA
la r e p r e s e n t a c i ó n de u n ropaje a la r e p r e s e n t a c i ó n de u n cuer-
po; en una palabra, una obra plástica aplicada a otra obra
plástica. Para decirlo de otro modo, d a r á la sensación que
d a r í a u n cuerpo de m á r m o l blanco y u n ropaje de m á r m o l
de otro color, amarillento, por ejemplo. Y en ambos casos
podemos decir con el mismo derecho qUe u n traje de piedra
reviste a u n hombre de piedra.
CAPITULO V I I
de la r e p r e s e n t a c i ó n y no de lo representado. A s í , en efecto,
el p i n t o r que presenta a sus figuras inundadas de luz o las
hace retroceder en la obscuridad, no representa las figuras y
las cosas como existentes en la medida reducida en que las
pinta. Sin embargo, algo hay en el mundo real que correspon-
de a esta r e d u c c i ó n de proporciones. Esta es la r e d u c c i ó n de
la imagen v i s u a l cuando vemos las cosas a distancia.
A l hacer esto hacemos posible o facilitamos la c o n c e p c i ó n
de los objetos en una unidad espacial o de vida. A h o r a bien,
el artista hace esta misma r e d u c c i ó n con el mismo fin. No hay
que decir que t a m b i é n este factor negativo favorece la u n i -
ficación, dando, al mismo tiempo, a l espacio u n i t a r i o toda su
significación.
L a acuarela.
tantes, sino que es, ante todo, el arte de las superficies rotas en
sus l í m i t e s , que se confunden unas con otras, u n arte de su-
perficies humildes, ligeras, delicadas y blandas.
Con todo, el pastel no carece de una profundidad y p o e s í a
propias. Se complace en romper los contornos, en mezclar el
fondo visible en las pinceladas, y en dar unidad a la obra, sólo
con el color y aquel reflejo apagado de que h a b l á b a m o s . P o r
esto, lo que vemos en el pastel nos aparece como una imagen
blanda, delicada exteriormente, sin importancia, que se mue-
ve en el espacio, y que le da vida; no reproduce el espacio en
su profundidad, sino ú n i c a m e n t e como rodeando las cosas y
e n l a z á n d o l a s . Este espacio, con la i n d e t e r m i n a c i ó n de su con-
tenido vago, se hace m á s penetrante en la r e p r e s e n t a c i ó n . Y
en él se encierra una p l e n i t u d de cosas m á s bien presentidas
que vistas.
Por esta ú l t i m a circunstancia, el pastel nos da una cierta
r e n o v a c i ó n de profundidad, a saber, la que i m p l i c a esta abun-
dancia de cosas, esta vaguedad y riqueza dB su i n t e r i o r .
T a l poesía se completa cuando percibimos este espacio, en
el cual p u l u l a n las i m á g e n e s , m á s alia de los l í m i t e s de la re-
p r e s e n t a c i ó n , es decir, cuando ésta se pierde p r o l o n g á n d o s e
m á s allá de los l í m i t e s del espacio. Sólo entonces se completan
esas i m á g e n e s vagas, delicadas y al parecer insignificantes.
Esto nos da una idea de lo que puede ser el n a t u r a l asunto de
esta clase de p i n t u r a .
El grabado.
E n el relieve p i c t ó r i c o , de aquella s u s t i t u c i ó n de la p i n t u -
jca, por la r e p r e s e n t a c i ó n plástica sólo queda una cosa, el
medio por el cual la p i n t u r a figura como lejanos los objetos,
a saber: la r e d u c c i ó n de las figuras y la a b r e v i a c i ó n de las
l í n e a s y superficies que se extienden hacia el fondo. E n vez
de la perspectiva ambiente, en cambio, aparece la d i m i n u c i ó n
del relieve p l á s t i c o en los l í m i t e s , y el aplastamiento del
relieve en general. Este motivo, así como la perspectiva
a é r e a de la p i n t u r a , está tomado de la experiencia. T a m b i é n
para la p e r c e p c i ó n de los objetos reales lo que está lejos se
chafa, es decir, su relieve c o r p ó r e o disminuye y la diferencia
de los salientes y entrantes de la figura desaparece cada vez
m á s , de modo que los objetos se aproximan en apariencia
a la mera superficie, asemejándose a simples siluetas cognos-
cibles solamente por su perfil.
Por el contrario, en el relieve plástico no hay posibilidad
de representar las figuras como situadas en los segundos t é r -
minos, por la r e d u c c i ó n de su t a m a ñ o . T a m b i é n a q u í hay
perspectiva, pero sólo en las figuras aisladas. No hay fondo o
segundos t é r m i n o s en los cuales se puedan ordenar las figu-
ras. L a r e d u c c i ó n del t a m a ñ o es a q u í equivalente o significa
nada m á s que la r e p r e s e n t a c i ó n de una figura m á s p e q u e ñ a .
L a r e d u c c i ó n de t a m a ñ o de u n hombre, por ejemplo, no es
a q u í la r e p r e s e n t a c i ó n de u n hombre que este situado en
segundo o tercer t é r m i n o y que por ello aparece m á s pe-
q u e ñ o , sino que es la r e p r e s e n t a c i ó n de u n hombre m á s pe-
queño.
Y , por la misma razón, aquella s u s t i t u c i ó n de la perspec-
t i v a ambiente que encontramos en el relieve p i c t ó r i c o , no
tiene significación alguna para el relieve p l á s t i c o . Cuando hay
que representar ciertas partes de una figura como m á s r e t i r a -
das que otras, el medio n a t u r a l de hacerlo es el achatamiento
del relieve. Pero este medio no es, como en el relieve p i c t ó r i -
co, u n desaparecer de la corporeidad en el espacio, en el cual
sumerge sus miradas el que contempla la obra e s t é t i c a m e n t e
y en el cual ve las figuras, sino que es simplemente el apegar-
se m á s la figura a la superficie, a la masa de piedra o de ma-
dera. Esta adherencia es una d i m i n u c i ó n del saliente del
L A S ARTES D E L R E L I E V E 209
d i r e c c i ó n de la profundidad, su d i s t r i b u c i ó n en perspectiva,
a saber, p o n i é n d o l a s unas d e t r á s de otras en la masa mate-
r i a l que se encuentra d e t r á s de la superficie del relieve, con
la circunstancia de que, cuanto m á s a t r á s , esto es, cuanto m á s
lejos esté una figura, tanto m á s reducida ha de representarse
su corporeidad, es decir, m á s chata y m á s p r ó x i m a a la mera
silueta ha de parecer. Y a d e m á s , con la circunstancia de que
las partes de la masa en que las figuras de d e t r á s e s t á n repre-
sentadas han de estar en inmediata continuidad en la direc-
c i ó n del fondo, sin que puedan aparecer separadas unas de
otras por masas que representen espacios vacíos; en una pala-
bra, toda e x t e r i o r i d a d en la d i r e c c i ó n del fondo ha de ser
<negada e s t é t i c a m e n t e » . L o cual quiere decir m á s particular-
mente que es u n absurdo, una e q u i v o c a c i ó n a r t í s t i c a separar
las figuras por medio de una talla acabada de las mismas, de
modo que se rompa la continuidad de la masa y se produzca
u n espacio vacío entre ellas; r e c u é r d e n s e algunos relieves de
O h i b e r t i . A l separar la figura de la masa c o m ú n queda sepa-
rada del cuadro. Y a no pertenece a l conjunto representado o
a la escena representada sino que es una obra aislada. L o que
vemos es una estatua o estatuita quo, sin saber cómo, aparece
separada del cuadro. D i c h o de u n modo general, es una cosa
material que por descuido ha sido transportada a u n mundo
ideal y que, por lo mismo, aspira a ser una cosa ideal. E l espa-
cio vacío que queda entre la figura aislada y lo que d e t r á s de
ella hay, debe pertenecer al mundo de lo representado, debe
ser el mediador de la relación ideal entre esta figura y las
figuras que e s t á n d e t r á s de ella. Pero, en realidad, es un espa-
cio real o m a t e r i a l que no tiene nada que ver con el mundo
ideal de la obra de arte, y que, por consiguiente, no puede
servir de mediador a una r e l a c i ó n entre partes de u n mundo
ideal representado.
No hay regla alguna que determine la altura a que han de
llegar las figuras representadas en u n relieve p l á s t i c o . T a m -
poco se puede determinar su profundidad. E n cambio, en el
relieve plástico la superficie l i m i t a n t e interior, así como en el
p i c t ó r i c o la anterior, debe ser la misma y estar absolutamente
•determinada. E n el p r i m e r o cada distinta posición en profun-
212 ESTÉTICA
CAPITULO X
Perfil curvilíneo.
Fiff. 1 .a F i g . 2.¡
F i g . 3.»
estas artes lo que está sobre una figura o parte de una figu-
ra es una carga. Pero a q u í hablamos de u n caso concreto.
Hablamos de lo específico de la arquitectura de piedra. Y
esto, a su vez, no quiere decir que hablemos de la arquitec-
t u r a de piedra, sino de aquella en la cual lo específico de la
piedra hace yaler sus derechos. Y éstos son, como hemos
dicho, la capacidad de permanecer por el propio peso en re-
poso seguro, y, por otro lado, la a c t i v i d a d que se da en la
dureza y firmeza de la piedra. E l permanecer en v i r t u d del
peso exige solidez en aquello que permanece. Pero la solidez
a q u í exigida reside para nosotros, no en u n mero ceder y
resistir pasivo, sino en la contraactividad reactiva. L a c i r -
cunstancia de r e u n i r la piedra estas dos condiciones es lo que
le da su esencia específica, su c a r á c t e r « m o n u m e n t a l » .
Pero si, s e g ú n esto, las dos formas del bocel, la r í g i d a y la
blanda, la de resistencia p r i m a r i a activa y pasiva, no son las
formas específicas de la arquitectura de piedra, son, en cambio,
tanto m á s propias de la c e r á m i c a y la t e c t ó n i c a . E n la c e r á m i -
ca, sobre todo, el ceder blando y el seguir cediendo, tiene su
puesto. Y en la t e c t ó n i c a , el pensamiento fundamental no es
la carga, sino el crecer de abajo a r r i b a o el volar de lo superior
sobre l o inferior.
F i g . 5. Fig. 6.a
P i g . 8.a
F i g . 10. F í g . 11.
V i s . 13. F i g , 13,
P i g . 22. F i g . 23
Fig. P i g . 34.
F i g . 38. F i g . 39.
F i g . áO. F i g . 41.
las formas de las figs. 39 y 40, esto es, formas de hoja y de ce-
bolla m u y conocidas como formas de c ú p u l a s .
F r e n t e a estas formas que acabamos de estudiar e s t á n lue-
go aquellas que nacen cuando suponemos u n estrechamiento
o encogimiento originario en la base, y hacemos actuar en la
figura una actividad de estrechamiento e s p o n t á n e a resonan-
te, en e l curso de su acción, y al mismo t i e m p o elevadora. E n -
308 ESTÉTICA
ffig.áa. F i g . 43.
F i g . 50 P i g . 51.
F i g . 52. F i g . 53.
F i g . 54. F i g . 55.
F i g . 56. F i g . 57.
F i g . 59. E i g . 60.
E i g . 63. F i g . 64.
F i g . 66. F i g . 67.
P i g . 68.
P i g . 70.
P i g . 71.
1 c
F i g . 72.
F i g . 73. F i g . 7á.
F i g . 75. F i g . 76.
P i g . 78. F i g . 79.
LA CONTRACCION
De la contracción en general.
F i g . 82. F i g . 83.
F i g . 8o
F i g . 84. F i g . 86.
Contracción asimétrica
Fig. F i g . 90.
F i g . 91. F i g . 93.
t r a í d a es m á s ancha que la p o s i c i ó n n a t u r a l de e q u i l i b r i o ,
que en este caso está representada t a m b i é n por la anchura
superior.
T a m b i é n en este caso se presentan dos posibilidades f u n -
damentales, o existe una diferencia entre dos clases funda-
mentales de formas de c o n t r a c c i ó n . Esta diferencia es a n á -
loga a la que existe entre las dos
clases de c o n t r a c c i ó n con base es-
trechada, que hicimos antes. Su- f
pongamos que, por efecto de u n I í
c o r t e horizontal, separamos de j \
una figura c o n t r a í d a s i m é t r i c a - / \
mente, por ejemplo, la n o r m a l o
circular, no, como antes, u n seg- —
m e n t ó inferior, sino u n segmento 93-
superior. E n t a l caso podremos
considerar el segmento inferior restante como una contrac-
ción cuya parte superior se encuentra en su n a t u r a l p o s i c i ó n
de equilibrio h o r i z o n t a l , pero cuya base está ensanchada.
H a b r á , pues, figuras contractas con base ensanchada que en
su desarrollo coincidan con la parte inferior de una figura
contracta s i m é t r i c a . V é a s e la fig. 92.
Pero esto, no es aplicable a todas las figuras contractas con
base ensanchada, sino sólo a aquellas en las que el ensancha-
miento inferior es t a n grande que la tendencia a v o l v e r del
mismo, sumada a la actividad e s p o n t á n e a de c o n t r a c c i ó n a l
comienzo de la figura, es igual a la potencia i n i c i a l de a c t i v i -
dad de c o n t r a c c i ó n en u n bocel s i m é t r i c o de iguales condicio-
nes, sobre todo de i g u a l anchura en la base.
Si no sucede esto, sino que el ensanchamiento inferior ex-
cede de esta medida, n a c e r á n formas de la clase que indica la
figura 93.
Fig. F i g . 97.
V
F i g . 98. f i g . 99.
Empleo de la contracción.
F í g . 105. F i g . 106.
Bocel contraído.
P i g . 107. F i g . 108.
F i g . 109. F i g . 110.
F i g . 113. F i g , 114.
F i g . 115 F i g . 117.
F i g . 116. F i g . 118.
E i g . 120. F i g . 121.
F i g . 123. F i g . 123.
F i g . 12á. Fig.125.
F i g . 126. F i g . 127.
F i g . 128 F i g . 129.
Contracción abocetada.
F i g . 182. Fig.133
F i g . 134. F i g . 135,
F i g . 136. F i g . 137.
F i g . 138. F i g . 139.
F i g . UO. P i g . 141.
F i g . 142. F i g . 143.
F i g . 146. F i g . 147.
F i g . 148. F i g . 149.
F i g . 150. F i g . 151.
F i g . 152. F i g . 153
F i g . 15á. F i g . 155.
F i g . 156. F i g . 157.
CAPITULO X V I
25
CAPITULO XVII
DIGRESION CRITICA
E S T E T I C A DE L A S FORMAS L I N E A L E S SIMPLES
L a línea recta.
Formas en espiral.
F i g . 160. F i g . 162,
F i g . 161. F i g . 163.
fuertemente o m á s prontamente l i m i t a d o y r á p i d a m e n t e v e n -
cido por la actividad limitante, mayor que él, así, bajo nues-
tro supuesto, la c u r v a t u r a o arrollamiento en B será en con-
j u n t o m á s estrecha, m á s cerrada o concentrada, y, por tanto,
más sólida, y la c u r v a t u r a o arrollamiento en el punto opues-
to será m á s amplia y m á s suelta.
A s í , pues, vemos que nuestra línea, si la observamos desde
B , por u n m o v i m i e n t o concentrado que procede de una acti-
vidad i n t e r i o r , desarrolla su trabajo alrededor del punto i?,
a l a r g á n d o s e fuertemente, y luego, por una c u r v a t u r a progre-
siva, se arrolla, se resuelve la t e n s i ó n i n t e r i o r en curvas m á s
amplias y sueltas, y, finalmente, alcanza reposo el m o v i m i e n -
to en el punto JL, l í m i t e de la línea.
.Éstas modificaciones de la espiral g i r a t o r i a las encontra-
mos, ante todo, en aquellas volutas que unen u n m u r o v e r t i -
cal con una v i g a que descansa en él y asoma por encima— o
si se quiere una losa —y señala el t r á n s i t o entre los dos ele-
mentos.
Pero a q u í aparecen dos posibilidades opuestas. Unas veces
la viga h o r i z o n t a l se extiende hacia fuera, es decir, ésta sobre-
sale del sitio en que se apoya avanzando en el espacio, y se
defiende de la gravedad por una fuerza o actividad propia de
alargamiento que obra desde la parte apoyada hacia fuera.
Esta fuerza puede ser denominada «rigidez contra la c u r v a t u -
r a » . Pero t a m b i é n ella es para la c o n t e m p l a c i ó n e s t é t i c a una
«fuerza» propia, y toda función realizada por ella, incluso la
función de a u t o a f i r m a c i ó n contra cualquier fuerza, por ejem-
plo, en este caso, la gravedad, es una actividad especial.
1 P o r el contrario, e ñ tales casos, la r e p r e s e n t a c i ó n o s í m b o -
lo del conflicto entre el peso de la v i g a y el muro, que la sos-
tiene, pasa a segundo t é r m i n o . Para nuestra i m p r e s i ó n , el
m u r o está relativamente descargado.
Todo esto nos lo dice con acento penetrante la v o l u t a que
une la v i g a y el m u r o , y que, partiendo de éste, se enlaza con
la viga, cuando la v o l u t a o, mejor dicho, cuando la vuelta de
espiral que representa la voluta, se articula en el á n g u l o que
forma el m u r o y la viga, es decir, en el lugar del conflicto en-
t r e ambos, ilustrando dicho conflicto, se arrolla o encorva en
430 ESTÉTICA
Generalidades.
Arco rebajada.
El arco apuntado.
masa, el concepto de la p a r a l i z a c i ó n de la a c t i v i d a d h o r i z o n -
t a l concentradora y , a la vez, de la v e r t i c a l por aquel retroce-
so a la masa.
Este retroceso a la masa es, realmente, u n v o l v e r al p u n t o
en donde las partes en que el m o v i m i e n t o se articula dentro
de los miembros verticales, se emancipan del lazo que las u n í a
dentro de dichos miembros, a b a n d o n á n d o s e de este modo a s í
mismas, como sucede, por ejemplo, sobre el remate o capitel
del haz de pilares.
Estas partes del m o v i m i e n t o verticales tienden luego siem-
pre hacia arriba, por lo mismo que son partes de u n m o v i -
miento vertical. Pero, a la vez, puesto que ya no están ligadaa
entre sí y, por consiguiente, la tendencia a v o l v e r a la masa,
ya no es estorbada en sus efectos, sucumben a esta tendencia
desde el punto indicado.
Y esto da por resaltado la l í n e a del arco circular. Las par-
tes de m o v i m i e n t o v e r t i c a l se separan unas de otras. Y las l í -
neas circulares prosiguen, naturalmente, el m o v i m i e n t o cir~
cular desde los distintos lados hasta que se encuentran.
Pero este encuentro, como ya t u v i m o s ocasión de hacerla
notar, en otro respecto, no es u n choque o una acción contra-
ria, sino el vencimiento completo de aquella fuerza que d i s -
grega el todo en miembros verticales, por consiguiente, e l
vencimiento de la c o n c e n t r a c i ó n horizontal y de la a c t i v i d a d
v e r t i c a l que de ella brota y que de la masa indiferenciada for-
ma los distintos miembros verticales por aquel v o l v e r a pene-
t r a r en la masa. E l punto de encuentro, es decir, la línea del
arco apuntado, es el restablecimiento del e q u i l i b r i o origina-
r i o de la masa, es decir, la simple s i t u a c i ó n de reposo. Por l o
cual vemos que sucede con el arco apuntado en los muros l a
mismo que con la b ó v e d a apuntada.
SECCIÓN QUINTA
La obra de a r t e técnica
CAPITULO X X
El material.
El color de la superficie.
SIMBOLICA INMANENTE
m o y i m i e n t o p o d r á i m p l i c a r una especie de m o v i m i e n t o o
efecto contrario, de manera que t a m b i é n los puntos de reposo
en el m o v i m i e n t o progresivo s e r á n puntos de equilibrio entre
movimientos de d i r e c c i ó n opuesta. Tales puntos de reposo
son, por ejemplo, los listeles entre las partes de la base ática.
E l m o v i m i e n t o en el conjunto de la base es progresivo. Es u n
m o v i m i e n t o hacia arriba, y a la vez, en su conjunto, u n mo-
v i m i e n t o de estrechamiento progresivo. Por otro lado, las
partes de la basa son relativamente independientes entre sí.
E n cada parte empieza u n m o v i m i e n t o y llega a su fin. E l
p u n t o de reposo le indican los listeles. Pero los diferentes
movimientos en las partes de la basa, el del bocel inferior, el
de la c o n t r a c c i ó n y el del bocel superior, son movimientos
opuestos; la c o n t r a c c i ó n , ante todo, obra hacia arriba y hacia
abajo separando los dos boceles. Y éstos obran u n contra-
m o v i m i e n t o . E n los listeles, sin embargo, aparecen en cada
caso el m o v i m i e n t o y el contramovimiento, suprimidos el uno
por el otro.
Con esto se demuestra que las figuras en c u e s t i ó n , aunque
separan, t a m b i é n unen. Pero unen t a m b i é n de otra manera, a
saber: en cuanto en ellos se manifiesta el rasgo fundamental
de toda la columna, el p u r o m o v i m i e n t o vertical. E n efecto,
es natural que cuando el m o v i m i e n t o ha llegado a reposo en
los miembros individuales, el todo u n i t a r i o , del cual salen los
miembros en v i r t u d de su formación independiente, vuelve
otra vez a recobrar sus derechos. P o r consiguiente, cuando
los listeles unen a las partes unas con otras, las unen t a m b i é n
de esta peculiar manera al todo.
Las interpunciones del lenguaje separan p e r í o d o s , frases o
partes de frase. Son interpunciones en grande y en p e q u e ñ o .
T a m b i é n hay en la arquitectura y en las artes t é c n i c a s en
general una diferencia entre las interpunciones grandes y
p e q u e ñ a s . E l ábaoo del capitel de la columna, por ejemplo,
fué ya designado por m í como el punto que pone el arquitec-
to cuando ha terminado su frase, o sea la columna entera. E l
arquitrabe, finalmente, es u n punto, no para la columna, sino
para el conjunto de las cuatro columnas. Para la columnada
es, a la vez, el punto de e q u i l i b r i o entre las partes principales
536 ESTÉTICA
Símbolos de terminación.
CAPITULO XXVI
CLASES DE ORNAMENTACION
La ornamentación decorativa.
PLASTICA DECORATIVA
puede ser otra cosa que lo que es. S i bien es verdad que yo
creo o configuro en m i c o n t e m p l a c i ó n e s t é t i c a , t a m b i é n lo es
que los elementos me son dados. Para que yo penetre estos
elementos con la v i d a a r q u i t e c t ó n i c a , deben estar ya ante m í ,
o deben estar ya, conforme se me aparecen, penetrados de esa
vida.
Esto quiere decir, en general, que la obra de arte decorati-
v a es en sí misma, necesariamente, otra cosa que la obra de
arte puramente figurativa. E s t á necesariamente impregnada o
penetrada de u n rasgo de v i d a a r q u i t e c t ó n i c a .
Pero esta vida es a r q u i t e c t ó n i c a , es decir, en general, es
una v i d a corporal o sensible y su r i t m o es de la misma n a t u -
raleza. Por consiguiente, el arte a r q u i t e c t ó n i c o decorativo se
i n t e r n a en la esfera de lo corporal o sensible. Y esto sucede en
la medida en que es arte decorativo, es decir, en la medida en
que es parte de u n todo a r q u i t e c t ó n i c o y en cuanto pertenece
a éste. A la vez, ésta es m á s general y abstracta. E l arte figu-
r a t i v o produce su efecto m á s propio en la medida en que
penetra la vida i n t e r i o r del i n d i v i d u o . E l decorativo, por el
contrario, sustrae sus representaciones de la esfera de lo i n -
d i v i d u a l y de lo i n t e r i o r y las transporta a la esfera de una
existencia corporal general, de u n sentimiento de v i d a cor-
poral.
Generalidades.
L a o r d e n a c i ó n de la imagen en el ambiente a r q u i t e c t ó n i c o ^
es decir, en la v i d a m á s general y abstracta de la obra a r q u i -
t e c t ó n i c a , implica dos cosas. Expliquemos esta d u p l i c i d a d po-
niendo u n ejemplo: figurémonos una ventana pintada en una.
catedral gótica. L a ventana no ba sido puesta allí casualmen-
te, sino que forma una parte del edificio, lo cual quiere d e c i r
que forma u n todo v i v o con el resto de la c o n s t r u c c i ó n , y
que, por tanto, el r i t m o c a r a c t e r í s t i c o de la arquitectura g ó t i -
ca resuena en la ventana, que é s t a convive la v i d a de este con-
í unto.
Pero al mismo tiempo ocurre otra cosa. L a ventana es de-
v i d r i o . Tampoco el v i d r i o ha sido puesto allí caprichosamen-
te, sino que responde a una necesidad esencial. Como ventana
de v i d r i o pertenece al conjunto a r q u i t e c t ó n i c o en el cual se
introduce el v i d r i o pintado. L a ventana es una parte del e d i -
ficio y e s t á destinada a hacer que la luz penetre en el interior^
Y si está pintada quiere decirse que la luz e n t r a r á coloreada^
y que el conjunto a r q u i t e c t ó n i c o se c o l o r e a r á de esta l u z .
Con esto hemos ganado los supuestos inconmovibles para
la p i n t u r a de los ventanales, es decir, para el g é n e r o de repre-
s e n t a c i ó n que corresponde a esta pintura, es decir, el juego de
reglas que pertenecen a esta v i d r i e r í a a r t í s t i c a . E l r i t m o de l a
v i d a a r q u i t e c t ó n i c a , la manera peculiar como palpita la v i d a
en el edificio g ó t i c o , la forma de su desarrollo, la manera de
influirse mutuamente los elementos de esta vida, constituye
uno de estos juegos de reglas; los colores, determinados por l a
naturaleza del material, q u i z á suaves, pero siempre puros^
forman el otro. A m b o s son la base y los l í m i t e s . E l arte repre-
ARTE SUPERFICIAL DECORATIVO 581
Otros ejemplos.
La pintura mural.
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SECCIÓN PRIMERA
SECCION SEGUNDA
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SECCIÓN CUARTA
SECCIÓN QUINTA
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SECCION SEXTA
ñ ñ e decorativo y ornamental.
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í
LÜS FUNDAMENTOS
UL ESTÍTICA.-
D-2
1658