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Capítulo 8

Internalizar y Resistir. Sentido y límites de las prácticas o los márgenes de la


hegemonía.

"La hegemonía constituye todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación


con la totalidad de la vida: nuestros sentidos y dosis de energia,
las percepciones definidas que tenemos de nosotros mismos y de nuestro mundo.Es un vívido sistema
de significados y valores -fundamentales y constitutivos- que en lamedida en que son experimentdos como
prácticas parecen confirmarse reciprocamente. Por lo tanto es un sentido
de realidad para la mayoría de las gentes de la sociedad..." (R. Williams, 1980:131)
Una hegemonía dada es siempre un proceso. Y excepto desde
una perspectiva analítica no es un sistema o una estructura. Es un complejo efectivo de experiencias,
relaciones y actividades que tiene límites y presiones específicas y cambiantes.
Debe se continuamente renovada, recreada, defendida y modificada.
Asimismo, es continuamente resistida, limitada, alterada, desafiada..." (R.Williams,1980:134)

Este trabajo se propuso analizar los modos en que las relaciones de hegemonía
estructuran no sólo las representaciones y las prácticas globales de los trabajadores en
relación a la salud-enfermedad en el trabajo, sino también los alcances, las modalidades y
los cursos de acción de sus demandas. La articulación entre las categorías analíticas de
construcción social y hegemonía permitió generar un construcción, el construcción de
higiene, seguridad y medicina laboral, y proponer el análisis de sus rasgos y mecanismos
de institucionalización como encuadre teórico y contexto histórico social para el estudio de
las representaciones y prácticas desarrolladas por los trabajadores gráficos.

Este análisis permite entonces extraer un conjunto de conclusiones, algunas


presentes de manera más o menos explícita a lo largo del texto y otras que surgen de su
puesta en relación, en torno de las características y el alcance del saber y la práctica de los
trabajadores gráficos, la funcionalidad del construcción y los mecanismos de operatoria de
las relaciones de hegemonía.
Saber y práctica obrera. El espacio social de la hegemonía

Nuestro enfoque ha centrado el análisis de la relación trabajo-salud como relación


de poder que implica no sólo desgaste, enfermedad o muerte, sino un campo de disputa
de demanda y negociación, de conquista o pérdida.
Un primer resultado de este estudio permite afirmar que la relación trabajo-salud
ha sido objeto entre los trabajadores gráficos de una construcción social que se expresa
en modos de percibir, categorizar y significar tanto el trabajo como los problemas de
salud, y en una serie de prácticas de distintos tipos y niveles (individuales-colectivas, de
taller, gremiales, iniciativas y demandas, respuestas a iniciativas patronales, etc.).
La vigencia de estos modos de representación y el peso de estas prácticas,
permiten hablar de un "saber", de un reconocimiento de la relación trabajo-salud.
Rechazado, negado o desvalorizado por las visiones hegemónicas de la medicina laboral y
la higiene y seguridad, este "saber" ha constituido entre los trabajadores gráficos una
dimensión sustantiva de su vida laboral. Es más, esta dimensión ha sido en términos
históricos un eje de unificación y organización del "oficio" y el "gremio".
Como lo evidencian la prensa y la memoria de los trabajadores gráficos, la tradición
gremial tipificó la mayor parte de los procesos de trabajo como "insalubres", a la vez que
identificaba daños como "saturnismo", "tuberculosis", "asmas de los impresores", y otros
problemas respiratorios y de piel, como "enfermedades de la profesión", mientras
categorizaba como "desgaste" la pérdida de capacidad visual y auditiva. La búsqueda de
protección frente a la "enfermedad" y el "accidente", y sobre todo las "mejoras" en las
condiciones de "salubridad" del trabajo, conformaron los principales ejes argumentales de
prácticas y demandas gremiales.
Estas prácticas han incluido iniciativas propias, tanto individuales como colectivas,
centradas en el control instrumental sobre aspectos parciales del trabajo -fuera de la
normatividad patronal- en función de objetivos como la seguridad, la comodidad y el
control de los ritmos de producción. A su vez, las demandas han estado dirigidas sobre
todo, a la reducción de jornada por "insalubridad laboral" y al logro de correcciones
técnico-ambientales.
Desde mediados de los ochenta estas prácticas focalizaron de manera creciente en
el objetivo de estudiar colectivamente las condiciones de trabajo y gestionar a nivel
sindical su control, a través de comisiones paritarias (obrero-patronales) de "higiene y
seguridad" o de "condiciones de trabajo". Estas por tanto, requerían a delegados y
trabajadores de talleres puntualizar los problemas, al tiempo que proponer y supervisar
los cursos de solución a seguir.

El análisis del conjunto de las dimensiones en las que presentamos esta


construcción de la relación trabajo-salud, señala a la noción de "riesgo laboral" como su
principal núcleo organizador. Más que pasos sucesivos de identificar procesos de
salud-enfermedad y luego atribuir una causalidad, esta construcción constituye un modo
previo de evaluar el trabajo y las relaciones sociales en las que se encuadra, un marco
referencial de partida.
De manera tensa, contradictoria, este marco incluye en la categoría de "riesgos"
aspectos técnicos puntuales del objeto o los intrumentos de gravitación ambiental
(toxicidad química, polvillo de papel, ruido, temperatura, humedad, etc), y con menor
relevancia, aspectos sociales de organización y de las condiciones
económico-coyunturales del trabajo (estilo de supervisión, extensión de la jornada
laboral, turnos rotativos, horarios nocturnos, salarios, condiciones de empleo,
productividad, contratación, etc.).
En los modos de identificar y agrupar "riegos laborales" y problemas de salud, así
como en las prácticas y demandas, se descubren categorías y modalidades operativas que
revelan la hegemonía de un modo de concebir la relación trabajo-salud, el construcción de
higiene, seguridad y medicina laboral. Sin embargo, esta construcción no se agota en los
aspectos comunes o en la mera reproducción de las categorías médico-técnicas,
manifiesta al mismo tiempo, una producción autónoma de prácticas parciales y, sobre
todo, de reelaboraciones y resignificaciones.
A diferencia del construcción hegemónico, el "saber" de los trabajadores gráficos
no remite exclusivamente a una relación técnica entre trabajo y salud. Si bien los aspectos
técnicos puntuales tienen un definido peso, aquellos componentes de la organización del
trabajo, las modalidades de gestión y de las relaciones sociales en el mismo se delinean
con claridad, evidenciando reelaboraciones y modos propios de organización conceptual.
La reelaboración de categorías médico-técnicas se manifiesta en la distinción en
tres grupos de "riesgos", entre los que se distinguen aquellos que resultan del ambiente
y la especificidad del trabajo (los productos químicos de copia e impresión); los que
dependen de decisiones coyunturales de las empresas sobre los instrumentos
(maquinarias y equipos) y los ritmos de producción; y los aspectos que se relacionan a la
organización y condiciones generales del trabajo. Otro tanto se manifiesta en las
vinculaciones establecidas entre distintos problemas de salud y su combinación en cuatro
grupos.
La utilización de una combinatoria de criterios de intensidad y localización en la
percepción y categorización, revela una concepción a la vez sintomátiva y funcional de
los problemas de salud. En la base de la percepción de la mayor parte de los mismos se
halla una metodología diagnóstica que relaciona intensidad con localización puntual
(problemas de columna, espalda, alergias, dolores estomacales, etc), mientras que una
combinatoria entre intensidad con localización genérica estructura la percepción de los
problemas encuadrados en la categoría de "nervios". La asociación máquina-cuerpo
encuadra la categorización diferencial entre "desgastes", "daños", "enfermedades" y
"accidentes".

Ahora bien, las características y la operatoria de estas representaciones, permite


concluir que es en relación a las actividades cotidianas del trabajo, al conjunto de
operaciones diarias, en definitiva es en relación a las modalidades de la práctica desde
relaciones sociales concretas, cómo funcionan los construccións corporales y por tanto,
cómo se configuran los marcos de la percepción y la categorización.
En este espacio significante del trabajo, cotidianeidad y ruptura de la cotidianeidad
se estructuran no sólo desde "un sistema de normas interiorizadas que rige la relación con
el cuerpo", que responde a un orden cultural general y modela las relaciones sociales
entre clases y géneros (Boltanski, 1975). Las experiencias personales y la propia
tradición gremial, en el marco de la dinámica de la relación obrero-patronal, se procesan
y reelaboran a través de mecanismos colectivos como construccións conscientes y no
conscientes, que "abren" y "cierran" las posibilidades de percibir, categorizar e interpretar.
Por eso, los procesos de interacción social al interior de los talleres se constituyen
simultaneamente en espacio de producción y reproducción de los construccións de
representación social.

Pero ¿cómo interpretar este saber y estas prácticas?. El reconocimiento por parte
de los trabajadores de la relación trabajo-salud, o aun del carácter de los procesos de los
que la misma resulta, no supone necesariamente el desarrollo de acciones impugnadoras
o alternativas. En primer lugar, las modalidades asumidas por las relaciones sociales al
interior del taller (el nivel de personalización, conflictividad, gravitación sindical, estilo de
la delegación, estrategias y estilos empresarios, etc) constituyen el principal mediador.
Estas modalidades pueden tender a naturalizar la relación trabajo-salud como inherente a
la propia actividad de trabajar, o a ocultarla, relegándola a la privacidad de los individuos.
También pueden tender a un reconocimiento crítico al hacerla explícita desde el grupo,
como "hechos" de ocurrencia en el colectivo de trabajo.
Sin embargo, y tal como lo muestran el curso de conflictos y procesos de demanda
y negociación que estudiamos, este reconocimiento puede cobrar la forma de
reivindicación diferenciada o puede diluirse en propuestas mas amplias. También, aun
cuando en la demanda adquieran un grado de formulación independiente, pueden
subordinarse al logro de otros objetivos (salariales, ocupacionales, organizativos
gremiales, etc.).

En definitiva, desde las relaciones de hegemonía estas demandas constituyen


parte de un proceso de intercambio más general de "objetos negociables", en los marcos
mas amplio de las gestiones de demanda y negociación. Por eso, la "enfermedad" asume
para los trabajadores gráficos una doble significación de "ruptura" de la cotidianeidad-de
incapacidad laboral y de tiempo improductivo. Es el marco de las relaciones sociales en
el trabajo, el que instituye a la enfermedad y al accidente en objeto de reglamentación y
de disputa, en un espacio significante mediado por la palabra médica (justificativo de
enfermedad, evaluación de la proporción de incapacidad en el accidente) y por la
sanción (descuento) o la reparación (indemnización) monetaria impuesta por el
construcción hegemónico.

Esta operatoria permite reconceptualizar el "papel de enfermo" incorporando al


análisis las relaciones de poder y de conflicto. En el ámbito del taller, el "papel del
enfermo" no es exclusivamente un hecho de ocurrencia individual, si bien necesariamente
debe ser jugado por los individuos. Es una de las formas que asumen las relaciones de
poder entre trabajadores y patrones en una variable de correlación de fuerzas al interior
del taller. En otros términos, es un instrumento transaccional que revela las tensiones de
las relaciones de hegemonía, por eso se constituye tanto en recurso de resistencia
individual, como en objeto de disputa y negociación de las comisiones internas de
delegados.
Sostenemos por tanto, que las prácticas y demandas vinculadas a los procesos de
salud-enfermedad en el trabajo, no sólo forman parte sino que se construyen desde una
compleja red de relaciones sociales, políticas e ideológico-culturales de carácter más
amplio, en un proceso transaccional que define modos de acción y estrategias obreras.
Este proceso se manifiesta en el desarrollo de una trama contradictoria que, entre
los trabajadores gráficos, incluye simultáneamente el reconocimiento crítico de la relación
trabajo-salud, la demanda de cambios, la propuesta de correcciones técnicas y la
generación de acciones propias de tipo colectivo. Pero supone también diluir el
reconocimiento, subordinando este tipo de reivindicaciones al logro de otros objetivos,
priorizando la negociación salarial o los premios (al presentismo, a la producción, etc.),
buscando compensaciones monetarias por enfermedad, por accidente, o aceptando plus
por "trabajo riesgoso",.
En este proceso transaccional, la síntesis entre la apropiación y reelaboración de
categorías médicas y de higiene y seguridad, las resignificaciones y reelaboraciones,
conforman un saber fragmentario, contradictorio, y al mismo tiempo un construcción
internalizado, que cumple una doble función: la de sustentar esquemas de percepción e
interpretación de su propia realidad, a la vez que la de modelar la orientación de sus
demandas.

Por eso las representaciones y prácticas obreras no sólo ponen al descubierto las
categorías médicas, de higiene y seguridad, sino las respuestas indemnizatorias y las
propuestas instrumentales de corrección previstas por el construcción hegemónico. Esta
operatoria articula una serie de desplazamientos desde las relaciones sociales y políticas
en el trabajo, de la posibilidad de control obrero sobre las condiciones de trabajo y de
salud, hacia ámbitos planteados como exteriores e independientes, el ámbito privado de
la responsabilización individual o familiar, el asistencial y el jurídico.

Construcción y relaciones de hegemonía.

Quisiéramos ahora retomar algunos aspectos del análisis de la construcción de


higiene, seguridad y medicina laboral en función de efectuar un conjunto de reflexiones
sobre las relaciones de hegemonía.

Un primer aspecto propuesto en esta investigación fue plantear que, interrogarse


sobre la funcionalidad sólo desde la práctica médico-técnica resulta insuficiente, es
necesario una mirada desde las modalidades de relación social en la que esta práctica se
halla inserta, es decir desde el contexto de relaciones de poder en el trabajo.

Esta construcción presenta la relación trabajo-salud como estrictamente técnica,


promueve un control intrumental en manos de especialistas, fragmenta, ambientaliza e
individualiza los problemas. Su operatoria canaliza la atención hacia el ámbito de lo
reparatorio, las correcciones técnicas sobre puestos de trabajo, la compensación
monetaria directa o a través de la demanda jurídica.

Ello es posible a través de mecanismos de coerción y de construcción de


consenso. Entre los primeros, se destacan los de selección coercitiva a través de los
exámenes preocupacionales; la vigilancia y control de la fuerza de trabajo a través del
control del ausentismo y la justificación de la enfermedad; la atención médica de rápido
reintegro a las tareas productivas, etc. También, la reglamentación legal que otorga
exclusivo control empresario sobre los servicios de medicina laboral y de higiene y
seguridad; que considera los resultados de los exámenes médicos de los trabajadores,
patrimonio exclusivo de la empresa, e impone la autorización empresaria a la intervención
gremial durante las inspecciones de la Dirección Nacional de Higiene y Seguridad; que
establece cursos legales -obligatorios- para la orientación de estas prácticas, etc.

Por su carácter, estos mecanismos operan un control desde arriba (desde la autoridad)
y desde afuera, por lo que cobran la forma de la coacción, de la imposición.

Pero al mismo tiempo, el construcción se constituye en medio de control interno en


los trabajadores a traves de mecanismos de construcción de consenso, en tanto que sus
categorías y prescripciones, apropiadas y reelaboradas, se encuentran en la base tanto de
aquello que se identifica y se demanda, como de las vías por las que se canaliza la acción.
Como construcción internalizada, el construcción funciona como productor y reproductor
de hegemonía.

Ahora bien, las categorías médicas y técnicas de higiene y seguridad, operan su


mediación no tanto de manera directa como indirecta, a través de la reformulación que de
ellas efectúa el marco legal y las acciones de política laboral del Estado. Estos marcos
legales y las acciones estatales justamente, dan cuenta del construcción, aun cuando las
especialidades en la práctica no presenten mayor desarrollo.

Su construcción y desarrollo como construcción, sin embargo, debe considerarse


en el marco de la propia lucha social, de los procesos de demanda y negociación entre
trabajadores, empresarios y Estado. Esta mediación ha sido posible a partir de un
construcción de práctica gremial en la que el rol del Estado resultó central.

Debe reconocerse que, en términos de la relación trabajo-salud, y frente a otras


legislaciones, el marco legal se ha limitado a estipular ciertos controles técnicos sobre el
"medio ambiente de trabajo", reglamentar condiciones de puestos o actividades
encuadradas como "insalubres", encuadrar un relativo número menor de "enfermedades"
y regular sobre accidentes de trabajo. Este marco estuvo dominado por una clara
orientación compensatoria en términos monetarios.

La acción estatal a su vez, ha sido dispersa, neutralizada por la lucha de intereses


sectoriales durante los gobiernos constitucionales, interrumpida por cambios políticos y
restringida o suspendida por gobiernos militares. Salvo el período 1946-1955, no se ha
dictado normativa alguna que contemplara herramientas concretas para la prevención y,
a excepción del breve lapso entre 1973-1975, no se ha permitido la participación
organizada de los trabajadores en mesas de concertación, cuyo objetivo fueran los
problemas encuadrados en la relación trabajo-salud. En términos comparativos, esta
acción ha sido escasa frente a la intervención regulatoria y protectora del Estado sobre el
trabajo, característica de nuestro país desde la década de los cuarenta.

Desde finales del siglo pasado y durante las primeras décadas de éste, la
intervención estatal puso de manifiesto una combinatoria de represión y regulación,
caracterizada por la sanción de escasas leyes sobre aspectos parciales o conflictivos del
trabajo (menores y mujeres, accidentes, empleo, etc.). Esta acción no respondía ni a las
demandas desarrolladas por las organizaciones de trabajadores, ni al nivel de formulación
y las propuestas concretas del "higienismo" de base socialista.

Este es entonces el marco de construcción de la práctica gremial de los trabajadores


gráficos. Desde fines de la primera década la Federación Gráfica Bonaerense desarrolló
una estrategia de confrontación-negociación, que articuló la presión a través de "medidas
de fuerza", de "acción directa" (paros, huelgas, movilizaciones, boicots, etc) para desde
ahí, desarrollar procesos de negociación. Esta estrategía igualaba dos momentos:
"lucha" y "reglamentación", tendiendo a normar (legalizar) en un "reglamento colectivo"
(de industria y de rama) o en "acuerdos de empresa", sus "triunfos" gremiales. Es decir, a
transformar sus "conquistas" en "derechos legalmente reconocidos".
Al mismo tiempo, y como correlato, el discurso gremial privilegiaba valores como
los de "organización" y "lucha", a través de los cuales las "mejoras" obtenidas podían ser
significadas como "conquistas". El reconocimiento legal (estatal) de esta lucha y sus
logros, la regulación de sus condiciones de trabajo y una legislación protectora mas
general, constituyeron la demanda sistemática del discurso y de la prensa gremial de los
trabajadores gráficos. Tales demandas eran comunes a organizaciones obreras y grupos
de activismo político de la época, incluido el higienismo médico de base socialista, uno de
cuyos ejes fue la de proponer al Estado en un rol regulador y protector del trabajo.

En este proceso de construcción de la práctica gremial, un temprano e intenso


contacto con el saber y la práctica médica, configuró una trama de asistencia solidaria
frente a la enfermedad, y de apropiación de categorías del "higienismo social". Ya sea
por la difusión desde los medios de la prensa obrera internacional y nacional, como por
vinculaciones políticas directas con médicos, que a su vez eran funcionarios del Estado, la
apropiación de estas categorías operará como marco "científico" de interpretación crítica
de las condiciones de trabajo y de fundamentación de sus demandas.

Este previo proceso de construcción de un saber y una práctica gremial sobre la


relación trabajo-salud, será reestructurado por el desarrollo del construcción de higiene,
seguridad y medicina laboral, en una dialéctica que supuso contradictoriamente
enfrentamiento y reglamentación, cuestionamiento hacia el Estado, demanda de
reconocimientos legales y defensa de esta legalidad.

A partir de los cuarenta estas prácticas y demandas comenzaron a tener respuesta


estatal, en un nuevo marco que posibilitó la legitimación de los "reglamentos colectivos",
convertidos en "convenios", y afirmó al mismo tiempo, la figura del Estado como fuente y
garante de derechos. La extensión de esta modalidad a los mecanismos de las relaciones
laborales y los "acuerdos" por empresa consolida este rol, en tanto que en las prácticas
cotidianas del taller estos "derechos" tendían a no ser reconocidos por las direcciones
empresarias. En el campo de la disputa la obrero-patronal, la legislación laboral se
instituye en fuente de derechos y en eje de reclamo sistemático, y el Estado (a través de
los organismos del trabajo) en fiscalizador, controlador y protector de esta dinámica social
reglamentada.

En este proceso transaccional, los mecanismos de intervención y regulación del


Estado modelan a su vez, las prácticas gremiales en permanente demanda,
enfrentamiento y diálogo con éste, y en una sistemática apelación a su rol no sólo de
regulador, sino de árbitro y protector.

En esta articulación entre intervención estatal y práctica gremial, el ámbito de lo


jurídico no puede ser pensado sólo en su carácter de resultado de un proceso de
negociación a partir de variables correlaciones de fuerza. Se constituye al mismo tiempo,
en generador de "formas" legitimadas de prácticas, en "lugar de origen de un
determinado número de formas de verdad" (Foucault, 1988:18). Este segundo aspecto
debe ser especialmente tenido en cuenta dada su resignificación obrera como "ámbito de
derechos conquistados". Son estas "formas de verdad" entonces, las que constituyen la
base de una operatoria conceptual que desplaza (y oculta) el carácter social y político de
la relación trabajo-salud.

De ahí resulta la permanente tensión entre "fuerza"-"acción directa" y "legalidad"


que circula en las estrategias gremiales y recorre el desarrollo de conflictos y
movilizaciones gráficas que confrontaron, no sólo en términos obrero-patronales, sino
políticas laborales y económicas gubernamentales y direcciones sindicales (1949, 1956,
1968-1972 y 1973-1974).

Esta tensión se expresará también, en la apelación a los marcos de la legislación


vigente para la formulación de sus demandas, y en la demanda de protección estatal
para resolver los términos de conflicto laboral o para garantizar el "cumplimiento" de sus
"conquistas", entre éstas de la "declaratoria de insalubridad".

Ahora bien, las relaciones de hegemonía suponen para los trabajadores disputar y
negociar desde variables correlaciones de fuerza, desde y contra estructuras,
construccións y políticas que disponen y generan mecanismos de coerción (por ejemplo,
presión sobre medios económico-sociales básicos para su vida como el empleo, los
salarios, etc, o sobre las posibilidades de acción de las organizaciones gremiales),
incluida la represión en los regímenes autoritarios. Y de consenso, entre otros, a partir de
aquellos resortes de regulación contenidos en las políticas y la legislación laboral, que
definen vias y modos de acción específicos; en definitiva desde y contra construccións
concientes y no concientes de representación y acción.
Por eso, ésta es una transacción subordinada, realizada desde el lugar de la
subalternidad y, por tanto, desde las opciones y las vías previstas por las relaciones de
poder hegemónicos. Por eso también, articula contradictoriamente resistencia y
subordinación, cuestionamiento y reproducción.

En síntesis, decir relaciones de hegemonía implica afirmar una articulación


contradictoria, tensa, entre coerción y consenso, una relación social de poder que no se
impone sólo desde afuera y arriba, sino al mismo tiempo, por la construcción de consenso
a partir de complejos mecanismos conscientes y no conscientes.

La importancia teórica de los aspectos e instancias de adhesión, sin embargo, no


implica opacar la relevancia del conflicto y la disputa, por el contrario, compromete
conceptualmente a captar las contradicciones con que se producen y reproducen las
relaciones de poder.
Remite entonces a una relacion de dominación/subordinación activa por parte de
ambos términos. Una relación social en la que el poder se construye, se mantiene y se
transforma a través de procesos económicos, políticos e ideológico culturales.
Una relación social activa a su vez, que supone procesos de apropiación,
reelaboración y resignificación entre los sectores comprometidos. Asi como el desarrollo
no solo de prácticas de reproducción o subordinación, sino de autonomía no funcional,
resistencia o cuestionamiento a los construccións dominantes.

La relación trabajo y salud. Ultimas conclusiones

La diversidad y complejidad de los procesos de trabajo gráfico ha implicado el


desarrollo de una relación trabajo-salud que escapa las posibilidades de categorización de
la medicina laboral y la higiene y seguridad dominantes. La perspectiva del "riesgo"
revela su imposibilidad de detectar, explicar o resolver problemáticas de
salud-enfermedad, cuya "inespecificidad" se ha tornado para el construcción hegemónico
en síntoma de su propia crisis. Estos procesos escapan a las estrechas categorías de
"enfermedad profesional" y "accidentes de trabajo", para expresarse en un entramado
heterogéneo de cuadros de desgaste y daño a la salud.

Por otra parte, la orientación de los cambios en la organización del trabajo y la


incorporación de nuevas tecnologías, pone de manifiesto en toda su crudeza la debilidad
de una concepción técnico-ambientalista. En efecto "las nuevas tecnologías", no sólo no
resuelven problemáticas básicas, reestructuran la relación trabajo-salud desde nuevas
condiciones que comprometen la esfera de las relaciones sociales cotidianas (dentro y
sobre todo el afuera del taller), en un marco de problemas aún sin categorización.

En esta línea, se presenta el desafío de articular dos órdenes de problemas. Por un


lado, el análisis de las representaciones obreras sobre el trabajo, de los problemas de
salud identificados, así como de las categorizaciones contenidas en la legislación laboral,
afirma la necesidad de construir categorías que contengan al trabajo y la salud como
relación social. Categorías que permitan dar cuenta de los modos complejos en que las
condiciones históricas de trabajo y de vida se expresan en procesos de salud-enfermedad.

Para la generación de tales categorías se torna imprescindible a mi criterio,


articular el esfuerzo de distintas perspectivas disciplinarias con la participación activa de
los propios trabajadores, a partir de la recuperación y profundización de su saber y su
experiencia histórica. En la organización conceptual que los trabajadores gráficos
efectuaron de sus "riesgos laborales", se encuentran presentes núcleos críticos de
sentido, cuya reformulación puede recuperarse como principal eje de reflexión y de
práctica frente a los nuevos requerimientos político-gremiales.

El segundo órden de cuestiones, resulta del enfoque propuesto, la relación


trabajo-salud como relación política. En el contexto general de redefinición y
desregulación de mercados y de reestructuración de los procesos productivos, se imponen
modalidades globales de organización y gestión del trabajo, que profundizan procesos de
fragmentación y precarización social en una cada vez mas creciente parte de los conjuntos
sociales subalternos, comprometiendo en una profundidad inédita, las condiciones de
trabajo y de vida.
En relación a los trabajadores gráficos, debe reconocerse que el predominio y la
mantención de una estrategia político-gremial de confrontación-negociación fue posible,
fundamental aunque no exclusivamente, por una serie combinada de procesos. Entre
ellos: los permanentes requerimientos de fuerza de trabajo de la industria gráfica; las
características específicas de los procesos de trabajo que permitieron no sólo autonomía
de los trabajadores calificados, sino control obrero (individual y colectivo) sobre fases
estratégicas, y una modalidad de relaciones sociales altamente personalizadas y
conflictivas; las características político-ideológicas del activismo que historicamente,
imprimieron y mantuvieron un alto grado de participación obrera, organización y
politización en las prácticas gremiales; el marco de las particularidades de los modos de
regulación social y de legitimación de las políticas estatales durante gran parte de nuestra
historia desde la década del cuarenta en adelante.

Estas fueron las bases de poder de la organización gremial para plantear y resolver
la conflictividad, y las condiciones de posibilidad de las prácticas de los trabajadores
gráficos.

Desde 1976 estas condiciones fueron sometidas a profundos cambios, en un


proceso en etapas según distintos momentos políticos. El marco más general de estos
cambios lo constituyó la reestructuración de los procesos de trabajo, el control coercitivo
sobre los salarios, el aumento de la subocupación y desocupación, la precarización
general de las condiciones de trabajo, la pérdida de "conquistas" laborales y sociales, y en
general la redefinición del rol del Estado y los sindicatos, articulación que históricamente
había posibilitado la capacidad de presión y negociación de las distintas líneas gremiales,
incluso de la "burocracia sindical".

En relación con los procesos de trabajo, estos cambios tienden a disminuir los
requirimientos globales de fuerza de trabajo, aumentar la inestabilidad laboral, consolidar
y extender formas de contratación y gestión "flexibles". La racionalización,
estandarización y automatización restringen la autonomía y el control obrero sobre el
proceso de trabajo, mientras que el desarrollo de un proceso de individualización y
polifuncionalidad de las tareas, tiende a eliminar los equipos y a segmentar en términos
jeráquicos el colectivo de trabajo.

Al mismo tiempo, el control coercitivo sobre los salarios desarrollado por las
"políticas de ajuste", ha convertido el nivel y la estructura de las remuneraciones en
objeto central de demandas, en eje de un proceso transaccional que fue abarcando cada
vez más aspectos de las condiciones de trabajo y comprometiendo las condiciones de
salud. No sólo resulta notable la caída salarial global, sino también el aumento del peso
proporcional de premios, plus u otros rubros no integrados en la estructura de la
remuneración.
No obstante las presiones y demandas gremiales para recobrar sus "conquistas"
anteriores a 1976, el retorno al régimen constitucional, no supuso el retorno a las
modalidades anteriores de intervención y protección social del Estado. El proceso de
concentración económica y política, el "retiro" estatal de las funciones de fiscalización,
arbitraje y protección en los conflictos laborales, se profundizó a partir de 1989 con el
gobierno justicialista, a partir de un construcción económico-social que, en este aspecto,
desarrolla intervenciones abiertamente pro-empresarias en conflictos laborales, y una
directa ofensiva contra la legislación reguladora de protección del trabajo y la seguridad
social, avanzando en la desregulación de sus aspectos claves, y en la restricción de las
bases de poder de las prácticas obrerasi.

La reorganización de la vida sindical a partir de 1984, inició entre los trabajadores


gráficos un difícil proceso de recuperación de prácticas y "conquistas" históricas, y de
creación de nuevas modalidades de acción gremial.
Durante este trabajo, he sido testigo de escasas "reconquistas" y demasiadas
"pérdidas", de un proceso que puso en crísis no solo estrategias gremiales, o el rol y el
sentido de la organización sindical, sino las prácticas y la propia identidad como
trabajadores gráficos.
Paradojicamente, en un período en que el salario y el empleo se constituían en
principales "variables de ajuste", los trabajadores gráficos incorporaron demandas sobre
las condiciones de trabajo y sus "riesgos", mientras denunciaban y requerían del sindicato
apoyo a los procesos de concertación obrero-patronal realizados en algunos de los
talleres.
Paradójicamente también, mientras las estrategias de confrontación y sus
mecanismos de presión, resultaban ineficaces en la experiencia gremial, y el diálogo y la
concertación comenzaban a dominar las orientaciones sindicales; delegados, activistas y
trabajadores imprimían a estos mecanismos de diálogo y concertación, características de
análisis colectivo sobre sus condiciones de trabajo, de procesamiento de demandas y de
generación de nuevas estrategias, tambien colectivas.
En este contexto de crísis, de redefinición de sujetos y organizaciones gremiales y
políticas, he sido también testigo de una múltiple y diversa resistencia, desde acciones
puntuales, experiencias pequeñas, cotidianas, difíciles de hacerse visibles como tales, a
otras que, por su envergadura, comprometieron no solo los mecanismos de reciprocidad
y la subjetividad de los trabajadores, sino las solidaridades mas amplias de la pareja y la
familia en paros prolongados, en ocupaciones de talleres, en esfuerzos de producción
cooperativa, etc.
Las transformaciones que pueden resultar de este proceso, en la recomposición de
las modalidades de relaciones sociales en el trabajo y en la vida cotidiana, en las
representaciones y las prácticas obreras, en las identidades y la propia subjetividad,
constituyen los principales interrogantes que surgen de nuestro trabajo.
Creo entonces, que el problema de la subordinación o el cuestionamiento a los
construccións hegemónicos, así como las posibilidades concretas para los trabajadores de
enfrentar colectivamente las actuales condiciones de trabajo y de vida, no puede ser
planteado desde paradigmas a priori.
El problema sigue siendo, precisamente, analizar los alcances y los límites de las
prácticas, los mecanismos por los cuales los conjuntos sociales subalternos llegan a
adherir y, aún sin adherir, a sostener los construccións dominantes. De cómo las fuerzas
sociales involucradas interpreten, se posicionen, accionen y capitalicen estos procesos,
dependerán las alternativas de la conflictiva social. Desde este marco, creo posible
contribuir a un conocimiento crítico que, además de denunciar las problemáticas, permita
la construcción de medios de control de los procesos cotidianos de trabajo y de vida.

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