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Escuela de Artes TAI

Facultad de Artes Escénicas


Diplomado de Interpretación Audiovisual y Escénica

TAREA SOBRE LA OBRA


“BAJARSE AL MORO”
DE JOSÉ LUIS ALONSO DE SANTOS

Trabajo Universitario para la


Asignatura de Entrenamiento Actoral
Paolo Boarato (a.k.a. Paul)
Madrid, España
Marzo del 2023
Premisa

Hace años vi la versión cinematográfica de 'Bajarse al moro' hace pero no sabía que era
una adaptación de una obra de teatro escrita por el dramaturgo José Luis Alonso de
Santos.
En aquel momento, mi nivel de idioma y la realidad que conocía de la ciudad que me
había acogido, Madrid, no era suficiente para captar ciertos aspectos y matices de
España y su historia.

En 2020 me embarqué en un proyecto de adaptación de letras de canciones italianas al


español con mi compañero artístico Ignacio, un gato castizo, para lograr traducir las
letras de Pasquale Panella, un poeta culto y lleno de juegos semánticos creativos. El reto
no era nada sencillo, fu una labor muy interesante que me ha permitido entender mejor
ambas culturas.

Por esta razón, cuando me asignaron el análisis de esta obra, consideré que era
necesario, en primer lugar, para comprenderla plenamente y, después, para poder
transmitir su fuerza comunicativa en otro idioma, conocer el trasfondo cultural y social
que la impregna.

En Italia ya se ha publicado una traducción de la obra de José Luis Alonso de Santos,


editada en 1998 con el título “Recarsi dal Moro”, a cargo de Emilio Coco. Sin embargo,
mientras que en España “Bajarse al Moro” sigue considerándose una de las mayores
producciones de la literatura contemporánea, en Italia el texto ha tenido muy poca
difusión, hasta el punto de ser desconocido para la mayoría.

El enfoque para una traducción adecuada

Una propuesta de traducción que cumple determinados criterios en los que se ha basado
el autor debe partir de un estudio de la realidad española de la época, de las formas
dialectales utilizadas por los personajes y, para ello, hay que ahondar en la historia de un
pueblo y en el microcosmos de los barrios de la capital donde se ambienta 'Bajarse al
moro'.

El estudio tiene que abarcar todos los niveles del análisis lingüístico: del fonético al
sintáctico, pasando por el morfológico, el semántico, el léxico y el fraseológico.

Cuando uno se dispone a traducir un texto literario, es natural preguntarse qué pretende
comunicar y transmitir el autor. Y una vez que se han encontrado las respuestas, con la
esperanza de que sean efectivamente las correctas, se empieza a traducir tratando de
salvaguardar y preservar lo que da valor a la obra en cuestión, tanto sus peculiaridades
como los elementos que la estructuran y sobre los que se sustenta, sin los cuales el texto
perdería su sentido.
Las referencias culturales y el inusual registro lingüístico empleado, marcado en un
sentido coloquial, son fundamentales para comprenderla. Su importancia es tal que
diluir estos aspectos sería traicionar al autor, cuyas intenciones comunicativas no se
respetarían, y al lector, que se encontraría con un texto totalmente disímil del original.

Por lo que respecta a las referencias extra textuales, se trata de poner en marcha una
traducción cuyo objetivo principal no es acercar a un hipotético lector italiano a un texto
nacido en un contexto histórico ajeno a él, neutralizando las numerosas referencias extra
textuales presentes en él, sino más bien lo contrario, es decir, acercar al lector al texto
poniéndolo en condiciones de poder comprender realmente cada referencia presente y,
en consecuencia, apreciar plenamente el valor de toda la obra.
Se trata, pues, de realizar una precisa labor de mediación para que el texto sea realmente
utilizable incluso fuera del ámbito cultural en el que se ha originado.

Comprender el trasfondo social y cultural de las circunstancias de la historia

“Bajarse al Moro” destaca como retrato de una época y se convierte en obra


emblemática de un momento histórico preciso, esto es, la España de la transición
empeñada en despojarse de los vestigios de la recién terminada dictadura franquista y
dispuesta a construir una democracia sólida.

La obra teatral se estrenó en 1985. Hablar de los años ochenta en España es hablar de
ruptura con el pasado, de revolución política primero y cultural después, de borrón y
cuenta nueva y de voluntad de olvido. Fueron los años de la llamada transición
española, un hito que marcó un antes y un después en la historia peninsular, poniendo al
país en una senda que le permitiría dejar atrás la larga dictadura franquista y avanzar
hacia una transformación democrática. Los años ochenta fueron, por tanto, años de
cambios profundos e irreversibles y de su consolidación; años en los que la
pueblo español estaba dispuesto a liberarse del yugo del pasado y a cuestionarse a sí
mismo; en definitiva, fueron años que vieron nacer una España renovada, donde todo es
(o se presenta como) la antítesis de lo que la había precedido en un pasado aún muy
cercano.

Lo que nace entonces es una sociedad culturalmente muy distante de la que había vivido
los cuarenta años del franquismo, ya que surge de la reacción a este periodo dictatorial
y, en consecuencia, toma forma a partir del ansia de diversión de una juventud deseosa
de construir y disfrutar plenamente de su libertad, sin más restricciones ni represión
moral.
“Bajarse al Moro” ve la luz justo en el momento en que estos cambios se sistematizan y
asientan y, al ser esencialmente una obra de crítica social, como ya se ha dicho, el
mundo que la rodea se convierte en protagonista absoluto y la comprensión de la
realidad a la que continuamente hace referencia se hace ineludible para cualquiera que
se disponga a leer el texto.
El escenario de fondo es Madrid o, para ser más exactos, el céntrico barrio de Lavapiés,
cuna de ese mundo contracultural y alternativo que había sido silenciado a la fuerza
durante la dictadura franquista y que ahora resurge con todo su vigor, rechazando los
principios en su totalidad pilares de la hasta ahora inexpugnable sociedad establecida.
En concreto, es un piso destartalado lleno de improbables cachivaches de todo tipo y
época el que actúa como escenario único de la obra, presentándose inmediatamente
como una transposición del estilo de vida y el carácter de sus habitantes - Chusa y
Jaimito, primos de vida revoltosa, protagonistas que pocas veces antes habían
desempeñado un papel tan decisivo en un texto literario.

La tarea del traductor

Es normal suponer que, para un lector español, lo que se acaba de mencionar forma
parte de sus conocimientos y, por tanto, no requiere necesariamente mayores
aclaraciones: esto se debe a la implícita cultural presente en el texto original y al hecho
de que el autor no sienta la necesidad de explicitar algunas referencias esenciales.
Esta tarea, al menos en mi opinión, corresponde al traductor, quien, actuando como
mediador lingüístico-cultural, tiene en sus manos todas las herramientas necesarias para
ampliar el horizonte de lectura de la obra y hacerla accesible a cualquiera que se
acerque a ella, sin sacrificar sus peculiaridades.
Un elemento indispensable se convierte así en las notas, a las que el lector curioso
puede recurrir cada vez que se encuentra con elementos cuyo significado no acaba de
comprender.

Ejemplo:

El epíteto "madero" que usa Jaimito hacia Alberto es con el que se apoda a los
miembros de la Policía Nacional por el color de su uniforme, beige y marrón. Para
respetar un criterio similar también en la lengua de llegada, se optó por la traducción
"piedipiatti", epíteto que, al igual que el español, recuerda una de sus peculiares
características físicas. Según explican los Treccani, el término es un calco del
angloamericano flatfoot, un apodo de argot que se da a los policías en Estados Unidos y
que alude al frecuente aplanamiento de sus arcos como consecuencia de verse obligados
a permanecer de pie durante largos periodos de tiempo. El término se utiliza a veces en
tono jocoso o despectivo, incluso en referencia a policías italianos o de otros países, lo
que lo podría congeniar perfectamente con la traducción en cuestión.
Explicar el implícito cultural a través de un meta-texto que sirve de corolario a la
traducción debería ser la opción elegida para enmarcar la obra y que nos permita
comprender lo que de otro modo no podría ser tan intuitivo, acercando al lector a una
verdadera comprensión de la obra y dotándole de las herramientas necesarias para ir
más allá de una lectura superficial.

La redacción de las notas debería seguir tres criterios fundamentales: en primer lugar,
comentar puntualmente cada uno de los lugares mencionados en la obra, con el fin de
subrayar su carácter emblemático y su valor; al mismo tiempo, llamar la atención sobre
cada alusión al periodo histórico en el que se ambienta el relato, así como a los
protagonistas y acontecimientos de la época, datos que fácilmente pueden pasar
desapercibidos para un lector italiano, de no convertirse en una obstáculo para la
lectura; por último, se debería añadir otras consideraciones sobre algunas de las
decisiones de traducción más interesantes que se toman, especialmente en los puntos
que más diverge del original.

Ejemplos:

1.
Cuando la Sra. Antonia hace preguntas a Elena, pasando de un discurso a otro sin
ninguna conexión lógica aparente con el único objetivo de poder explotar en su
beneficio la posición económica de Elena, menciona ciertas zonas concretas de Madrid.
Antonia: ¿La tienda esa de electrodomésticos es entera vuestra? Elena.— Sí, ¿por qué?
Antonia: Por nada, hija, por nada. Es muy bonita, y qué grande. Y luego en el sitio que
está, en plena Glorieta de Quevedo. A esa tienda si se la trabaja bien se le tiene que
sacar mucho.
Quevedo es una plaza trazada a principios del siglo pasado en una zona bastante
céntrica de Madrid, situada en el barrio de Quevedo. La admiración por una zona de tan
escaso valor urbanístico es indicativa de la condición económica del personaje
Villaverde, que se divide en Villaverde Alto y Villaverde Bajo, fue en su día una ciudad
dormitorio situada en la periferia sur de Madrid, a unos 9 km de la céntrica Puerta del
Sol, transformada posteriormente en distrito de la capital española en 1954

2.
A las insistentes peticiones de Chusa para desvirgar a Elena, Alberto responde: “Pues no
me da a mí la gana, ya ves. Estamos en un país libre últimamente, ¿no? De algo tener
que servir la democracia, digo yo. Que lo haga otro”
La referencia es claramente al peculiar periodo histórico en el que se ambienta la obra:
1985, justo diez años después del final de la dictadura franquista, cuando el país, dotado
ya de una Constitución propia, parece haberse encaminado definitivamente hacia la
democracia. En las palabras de Alberto es precisamente este factor el que emerge con
más fuerza: por un lado está el pasado, por otro el presente; por un lado está un país
oprimido, por otro un país libre; por un lado está la dictadura, por otro la democracia.
.

En cualquier caso, el hecho de que se refiera a una conquista tan dolorosa y anhelada,
además de trascendental para España y sus gentes, para arrogarse el simple derecho de
elegir libremente si acostarse o no con una persona, desnuda ante los ojos del lector la
mediocridad de este personaje.

3.
En el texto original Elena durante un intercambio con Chusa dice "Eres una tía". Y
Chusa le contesta diciendo "Una madre es lo que soy". En español se juega claramente
con el doble signi cado de la palabra tía, es decir, como sustantivo - en cuyo caso
indica, respecto a una persona, al hermano o primo de uno de sus padres - o como
apelativo para designar a un amigo.
El uso que Elena hace de ella responde a la segunda acepción, y su propósito es mostrar
su gratitud a Chusa por la ayuda prestada; Chusa, por su parte, al intensi car la fuerza
ilocutiva de su respuesta, desplaza voluntariamente el plano signi cativo de la palabra
tía, que con ella pasa a indicar una relación de parentesco. De ahí su respuesta, que
equivale literalmente a la italiana "Una madre, ecco cosa sono". Naturalmente, sin
embargo, tal traducción sería ine caz: el hecho de que en italiano la palabra "tía" no
tenga doble sentido no nos permitiría captar el juego de palabras puesto en escena por
Chusa. A la luz de estas consideraciones, se optaría por un campo semántico que,
aunque diferente, nos permita poner en práctica la estrategia de intensi cación del
enunciado a la que recurre Chusa: “Sono una santa, ecco cosa sono” (Soy una santa, eso
es lo que soy)

Sólo a través de estas intervenciones el lector es capaz de captar, por ejemplo, el


carácter emblemático de un barrio como Lavapiés, como ya se ha dicho uno de los
principales ejemplos de multi culturalidad de la capital española y terreno fértil del que
germina sin dificultad el estilo de vida contracultural que poco a poco se extenderá
como la pólvora por toda la península ibérica.

Los personajes y la esencia dramática del texto

Y es sólo a través de estas intervenciones que se puede entender el verdadero


significado que hay detrás de los personajes, y la esencia dramática del texto surge de la
forma en que interactúan entre ellos, es decir, de la "pugna y el contraste entre los
códigos sociales homologados, de una parte, y de otra, la conducta y la actitud del
individuo refractario a ellos" (J. L. Alonso de Santos, 2007:52).

De hecho, en el texto surge una verdadera polarización a partir de la creación de dos


bloques opuestos, realmente reconocibles en el periodo histórico en el que se sitúa la
obra: por un lado, está el orden social, el código familiar, el sistema educativo
tradicional, la homologación, la ley, el orden, el decoro, es decir, la integración; por otro
lado, está la exclusión social, el amor libre, la delincuencia, la vida sin reglas, el mundo
.

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de los "inadaptados" y los refractarios, es decir, la marginación. Y de nuevo, por un lado
están las convenciones rígidas que reprimen las libertades individuales, el egoísmo
profundo, el interés propio, la hipocresía, el conservadurismo, la frivolidad y el vacío;
por otro lado están la amistad, la generosidad, el desinterés, la solidaridad, la libertad y
la independencia. El resultado es la sensación de vivir en dos mundos especulares y
opuestos, en cada uno de los cuales se produce una inversión de valores con respecto al
otro: no es sólo la falta de adhesión a un estilo y a una filosofía de vida, sino el deseo de
estar en contra de todo y, al mismo tiempo, la incapacidad de comprender al otro, como
si la escena estuviera poblada por personajes que cuentan sus historias y se relacionan
con quienes les rodean a través de un diálogo continuo que se desarrolla en una
situación de total incomunicación y estrechez de miras.

Chusa y Jaimito, los únicos personajes positivos de la obra, pertenecen sin duda al
segundo grupo, ya que para ellos los afectos y los valores fundamentales de la vida
tienen mucho más peso que las convenciones. Con su sinceridad, franqueza e
ingenuidad se erigen en los representantes por excelencia del mundo contracultural
cuyos valores defienden; pero paradójicamente sus convicciones se derrumban al ser
abandonados por quienes, aunque muy diferentes a ellos, en un principio habían
apoyado aparentemente la realidad en la que viven Chusa y Jaimito: Alberto y Elena.

Como en un juego de contrastes, estos últimos son dos personajes caracterizados por
una fuerte negatividad, y lo mismo ocurre con doña Antonia, aunque desempeñan
papeles diferentes.

Elena es la antagonista, la que por capricho ha querido experimentar lo que significa


separarse del mundo burgués, del que forma parte indisolublemente, e incorporarse al
mundo de los marginados, del que nunca podrá captar el sentido ni la profundidad de
los valores en que se sustenta; será una experiencia de apenas unos días, pero sin
embargo suficiente para romper el equilibrio que unía a los protagonistas, determinando
así una fractura irremediable en sus vidas. Ella es naturalmente un personaje negativo
para el autor, que concentra en ella los rasgos de egoísmo y superficialidad.

Alberto, el amigo y cómplice de los que infringen la ley, el que se supone que es el
garante de la ley, es en cambio la figura menos delineada de todas, ya que vive una
corrosiva y continua lucha interior que lo convierte en un personaje a caballo entre dos
mundos, conflicto que se resolverá con su incorporación al "mundo de los integrados".
Así, pasa de ser un héroe - papel que desempeñaba a los ojos de sus amigos más íntimos
- a ser un antihéroe ridiculizado, que traiciona a quienes más le quieren porque se siente
atraído por las ventajas de una vida normal.

Madame Antonia es probablemente el personaje más ruin de todos y sobre el que se


agudizan considerablemente la ironía y el sarcasmo del dramaturgo, que sustentan toda
la obra. De clase baja, ludópata, cleptómana y alcohólica, es evidente que no forma
parte del mundo burgués, pero éste ejerce sobre ella una atracción irresistible, hasta el
punto de convertirse en una auténtica obsesión que la convertirá en la principal e
indiscutible valedora del vínculo entre su hijo y Elena, como garantía de aterrizaje en
esa ansiada realidad, de la que la madre de Elena es el símbolo por excelencia. Incapaz
de producir pensamientos propios, vive a la sombra de la imagen de su recién estrenado
marido, otra figura más del perdedor cuyas alabanzas, paradójica y tontamente, canta
continuamente.
Completan el grupo de personajes negativos el cura vecino, personificación de la visión
más conservadora de la sociedad y símbolo de un poder, el de la Iglesia, hoy en franca
decadencia, y los dos ladrones, miembros de la clase alta cuyas acciones, precisamente
por ello, resultan tanto más despreciables.
Cierra el círculo positivo Humphrey, el hámster, presencia silenciosa que da salida a los
pensamientos de Jaimito, su amo, que se abre y confiesa con él, contándose y
relatándose.

La comprensión de la obra pasa así, en primer lugar, por entender el papel que juegan
los personajes individuales, que actúan como clave de la realidad que representan y que
en manos del autor se convierten en instrumento de crítica social. Sus historias, sus
caracteres y, sobre todo, sus necesidades se entrecruzan para crear una historia de
perdedores, de la que nadie sale vencedor.

Nota: Foto de la portada de una escena de la función teatral "Bajarse al moro" de José
Luis Alonso de Santos en el Teatro Principal (Almansa), en 2022.

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