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Invadidos por el espíritu cristiano, por un espíritu de filosofía eurocéntrica encabezada por la
bandera de personajes caucásicos, nuestras civilizaciones fueron desapareciendo poco a poco,
quedaron, como diría Sánchez Vázquez Aterradas, es decir, sin tierra (Sánchez Vázquez, Adolfo;
1989).
La presencia, pues, de agentes extraños, de entes de cambio que transformaron nuestro ver
del mundo a partir de ideas formuladas en el desarrollo, en la cristiandad y en la fe, se funda
un sentimentalismo de feligresía impuesto por el Antiguo Continente que marcará la ruta hacia
muchas de las transformaciones y movimientos relevantes para la vida de todo
latinoamericano, dentro de los cuales se destaca en este documento uno que, quizá, es el que
pone en jaque y cuestión al seguimiento de esta ruta impuesta: La teología de la Liberación.
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A propósito de la Teología de la liberación: Leonardo Boff, Introducción a la teología de la liberación,
Editorial Estela, Verbo Divino, 1986.
Sobre la Teología:
Hablar de teología, en sí, ya da cuenta de un gran tema por abordar. Basados en la concepción
de que el fin del sacerdocio y del quehacer eclesiástico de quienes se rodean del campo de la
fe y la divinidad de Dios (Una visión católico-cristiana), la teología surge como una respuesta
epistemológica a partir de los razonamientos del estudio de Dios, en primer momento,
desarrollados y expresados por Platón e interpretada como aquel acercamiento que tienen
Dios con la humanidad. Una disciplina que requiere de vivo sacrificio intelectual y que tiene
por fin el encontrar un involucramiento de lo divino con lo terrenal.
Una de las principales preocupaciones de la teología es la relación que guarda lo divino con lo
terrenal, es decir ¿Cómo fundamentas algo teórico si no es como tal algo terrenal, material? En
este sentido la teología juega un papel muy importante en el desarrollo de los feligreses
puesto que llevamos las palabras de Cristo (la parte materializada de la Santísima Trinidad) a
juicio la mayor parte del tiempo: cuestionamos sobre la veracidad de una realidad, un reino,
en donde todos somos iguales, una realidad no subversiva y, por ende, distinta a la nuestra,
una realidad en la que hay algo más que la misma imposición y luchas por el poder2.
“La religión es la más gigantesca utopía… Puesto que es el intento más grandioso de conciliar
en forma ideológica las contradicciones reales de la vida Histórica” (Gramsci; 1975). La más
grande encomienda del deber eclesiástico no queda con la evangelización del mundo, sino con
el deber de sembrar en el evangelio la esperanza desesperanzada de un mundo nuevo, una
realidad distinta.
La teología como educación, entonces, debe estar enfocada al pensamiento de una renovación
del individuo, del ser como unidad de transformación, como principio de praxis y como agente
revolucionario. Se debe orientar en sentido estricto en el cuestionamiento de las realidades
para la realización del ser como individuo de Dios, individuo que vela por los intereses
comunales e involucrado en su devenir no individual, sino social.
A este nivel, el empoderamiento de la iglesia es demasiado pero carga con un peso que es
necesario tomar en cuenta, el peso del desfase histórico, de la descontextualización política y
social, de la no materialización de la palabra de Dios en la cual se centra la pérdida del
ascetismo social. Bastaba que la teología se convirtiera en un movimiento político, bastaba de
una renovación de acción y discurso y bastaba ir más allá de la promesa del cambio, bastaba
con subirse al barco de lo real y despertar la conciencia de los oprimidos, aquellos a los que se
les impuso la fe y la esperanza como única salida: bastó una teología de liberación.
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En sentido estricto, la misma religiosidad católico-cristiana se ve confundida y criticada por ser parte de
una imposición a lo no dado, es decir, algo fuera de contexto, una violencia explícita que se justifica con
el “llevar de la palabra de Dios a todos los rincones del mundo”, a costa de muchas cosas.
Teología de la Liberación:
En efecto, todo esto suena a discurso marxista. La realidad es que el discurso marxista y el de
la teología de la liberación parecen ir de la mano en el supuesto en el que ambos parten por la
misma utopía de la formación no de una sociedad comunista, sino de un individuo consciente y
crítico de su realidad y que funcione como unidad de cambio, como sujeto de transformación y
como crítica del mismo sistema. Ambos se guían por el mismo supuesto del materialismo
histórico,3 por la transformación y la revolución, sin embargo y si en algo se distancian es en la
manera en que cada uno se va desenvolviendo en el plano social: El Marxismo siempre se ha
movido como ideal y como un “marco teórico” más que como una situación concreta, en
cambio, la teología de la liberación se materializaría cómo hecho sustancial tras la aparición de
la revolución Sandinista como ejemplo en concreto.
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En el caso de la Teología de la Liberación se busca una materialización del reino de Dios, una
materialización de la palabra dada y una búsqueda de aquello prometido en las sagradas escrituras. En
este sentido, es una materialización de lo eclesiástico.
Sobre la revolución Sandinista como materialización de la Utopía:
Hay que tener en cuenta en esta situación y en este contexto cosas que, en lo particular,
resultan de vital relevancia para el análisis de este ejemplo: la iglesia católica, desde su raíz, se
encuentra marcada por una jerarquía que va desde su nacimiento, puesto que en el papel de
que cristo instituyó a sus discípulos a llevar la palabra de Dios a todo rincón del mundo, existe
una jerarquía establecida4. En este sentido, pues, queda en claro que quienes ejercen el poder
eclesiástico únicamente pueden ser aquellos que, instruidos por los mandos del sacerdocio, se
encuentran licenciados para reproducir y traducir la escritura bíblica hacía los feligreses.
Se denota, pues, como diría Óscar Wingartz en su libro De las catacumbas a los ríos de leche y
miel (2008) es la iglesia la que tiene por sí el monopolio del ejercicio legítimo del poder
religioso, es decir, la iglesia jerarquizada es la única capaz de articular el conocimiento
teológico sobre los feligreses y los mismos sacerdotes y, bajo una idea eurocéntrica, la
reproducción del discurso de derecha continua descontextualizado para una América Latina, y
un sur5, que se excluyen de esta definición.
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La imposición de la religión católica recae, pues, también en este supuesto poder dado por Dios hijo en
la venida a la tierra y en la encomienda de evangelizar las tierras del mundo. No hay que ejerce el poder
del evangelio de mejor manera que no sean los discípulos de Cristo que se convertirán, después, en las
diversas religiones que giran entorno a Dios.
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No hablando geográficamente sino desde una perspectiva económico-social: el sur social está ubicado
en todas aquellas zonas en donde, primero, se visualiza el ya conocido concepto de “acumulación
originaria del capital”, países que sobreviven por la explotación de sus recursos naturales y el mero
Extractivismo, y segundo, países en donde el capitalismo no está bien arraigado como modelo de
producción sino de explotación, es decir, países que más que reproducir el capitalismo, son víctimas de
este.