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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del poder popular para la Educación Universitaria

Programa Nacional de Formación


Media Técnica Profesional

MODELO ECONÓMICO PRODUCTIVO SOCIALISTA VENEZOLANO

REALIZADO POR:

Espinoza Jiménez, Antonio José


C.I V- 12.413.312
Tlf: 0414-3863831, 0412-4640885

Abril, 2020
MODELO ECONÓMICO PRODUCTIVO SOCIALISTA VENEZOLANO
(PROCESO DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL, ECONOMICO Y POLITICO QUE
CONDUZCA A LA INDEPENDENCIA POLITICA, ECONÓMICA Y
TECNOLOGÍCA):
Este se orienta hacia la construcción de un Modelo Socialista que se
propone la transformación de la sociedad venezolana con el propósito de eliminar
la división social del trabajo, de su estructura jerárquica y situar la satisfacción de
las necesidades colectivas por encima de la producción de riquezas e intereses
individuales. Con esta nueva forma de economía se pretende lograr una
distribución más equitativa de los excedentes de la renta petrolera y la
diversificación de la economía por la vía de las empresas de producción social
combinadas con las empresas del estado y algunas empresas privadas. En este
concepto de empresas no debe existir ningún tipo de discriminación, ni grupos
privilegiados en igualdad de condiciones para sus integrantes bajo un sistema
rigurosamente planificado, participativo y protagónico.

EL SISTEMA ECONÓMICO SOCIALISTA

En este sistema económico los medios de producción son de propiedad


colectiva o social, lo que de hecho se traduce en que el Estado es el titular de la
mayor parte de los bienes de producción. El sistema socialista surge como una
crítica radical del capitalismo liberal y, en particular, de sus consecuencias
sociales. Esta oposición dialéctica data de mediados del siglo XIX, y tanto “El
Capital” como “El manifiesto Comunista” de Karl Marx se presentan como base de
esa crítica. El sistema socialista pretendía un sistema social sin clases en el que
existiera la igualdad social de todos los miembros de la sociedad. Los puntos
básicos del socialismo pueden resumirse en:

Propiedad pública de los medios de producción: El Estado lleva a cabo un


control de la economía a través de una planificación económica centralizada. Los
trabajadores son asalariados de las empresas que pertenecen a colectividades
públicas. Los precios son determinados por la autoridad central. En el estudio del
socialismo se parte de la diferencia fundamental existente entre el Socialismo
Liberal y el Socialismo Autoritario o Comunismo. El Socialismo Liberal se
caracteriza por la propiedad pública de, al menos, los bienes de producción
materiales, por la libertad del consumo y del empleo, lo cual permite la existencia
de mercados reales para el trabajo y los bienes de consumo.

Generalmente cuando se habla del modelo productivo inmediatamente nos


trasladamos al ámbito de lo económico. Vienen a nuestra mente categorías como
el Producto Interno Bruto, Valor Agregado, Exportaciones, Importaciones, Balanza
Comercial, entre otros. Cuando más nos acercamos al ser humano lo hacemos en
términos de empleo, salarios, eficiencia, eficacia, productividad, entre otros. Este
sesgo productivista o economicista sobre el modelo productivo, con frecuencia
lleva a ignorar y desconocer al ser humano como el centro y razón de ser de la
actividad económica y productiva. Así pues, las empresas se crean con el fin de
valorizar el capital a través de la ganancia, y el medio es la explotación de la
naturaleza y de la fuerza de trabajo para la producción de mercancías. Se
explotan y depredan de manera intensiva los recursos naturales y al ser humano
para fabricar no sólo y únicamente los productos básicos de primera necesidad,
sino también para producir masivamente cualquier clase de mercancías que
permita obtener más ganancia, aunque no tengan nada que ver con la satisfacción
de las necesidades básicas y esenciales de la gente, tales como cigarrillos,
bebidas alcohólicas, prendas de vestir elaboradas con la piel de especies en vías
de extinción, vehículos y motos de alta cilindrada y gran impacto contaminante,
yates, joyas, artículos de lujo, bienes superfluos e incluso armas cuya utilidad es
provocar la muerte. En fin, la lógica mercantil, con tal de ganar cada vez más,
produce lo que sea, aunque no tenga nada que ver con la satisfacción de las
necesidades básicas y esenciales de la población, pero que constituyen una
excelente inversión para satisfacer la voracidad de lucro, ganancia y rentabilidad
del capital.

La visión productivista, economicista o mercantilista del modelo productivo


que aún prevalece, es precisamente la que hay que superar para extender la
mirada hacia los demás ámbitos, áreas, esferas y dimensiones en los que pueden
encontrarse nuevas claves para la masiva inclusión social y el desarrollo humano
integral. En otras palabras, hay que trascender esa parcial y limitada visión que se
agota en la esfera de la producción, que se queda en el ámbito de lo económico,
para incluir la dimensión política, en la que se definen las relaciones de poder y se
decide la forma como se distribuye el ingreso; para considerar el ámbito de lo
social, donde se expresa la calidad de vida y el bienestar de la gente; para
reconocer el campo territorial donde se concretan las oportunidades del desarrollo
armónico, proporcional y equitativo de las comunidades y su gente; para valorar el
área internacional, en la que a través de la solidaridad y la cooperación se pueden
complementar los recursos limitados que cada quien tiene para satisfacer las
crecientes necesidades materiales y espirituales de nuestros pueblos.

Que el modelo productivo mercantil se centra en la producción de valores


de cambio para la obtención de lucro, ganancia y rentabilidad, sin importar si se
produce para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la población, o si
a su paso deja una estela de pobreza y contaminación: ese no es su problema, su
asunto es ganar cada vez más.

Que en el modelo productivo capitalista las relaciones de poder se


construyan con base en el control que pequeños pero poderosos grupos ejercen
sobre los recursos naturales y los medios de producción fundamentales: esa es la
clave para obtener y mantener el poder político y el control sobre la distribución y
uso de la renta petrolera.

Que la producción mercantil genera también grandes grupos de seres


humanos que quedan excluidos de los bienes y servicios básicos y esenciales
para la vida misma, como lo son la alimentación, la educación, la salud, la
vivienda: ese es un problema del Estado con sus ciudadanos, la empresa solo
vende estos bienes y servicios a los consumidores con poder de compra en el
mercado.

Que la lógica capitalista de priorizar los grandes mercados de consumo


masivo tienen como resultado que la inversión pública y privada no llegue a
regiones, estados y municipios generando graves desequilibrios territoriales que
obligan a los habitantes de provincia a migrar en busca de oportunidades de
trabajo y mejores condiciones de vida: no hay problema, en las grandes ciudades,
en los grandes mercados, siempre habrá lugar para un rancho más, para una boca
más.

Que el capitalismo internacional condene a unos países a ser eternos


exportadores de materias primas a los grandes centros industrializados, a la vez
que se ven obligados a importar desde las grandes potencias los alimentos, el
vestido, las medicinas y otros productos básicos para su sobrevivencia: esa es la
división internacional del trabajo a través de la cual las grandes corporaciones
transnacionales le imponen al mundo su forma de dominación. Dicho esto, la
conclusión más importante que hay que subrayar es que cuando hablemos de
ahora en adelante de un nuevo modelo productivo nos referiremos a aquel que
tienen al ser humano como centro y razón de ser de toda su actividad, un modelo
productivo que ataque las verdaderas causas de la pobreza y la exclusión social.
Por esta razón, el concepto de NMP que adoptamos no puede agotarse única y
exclusivamente en la dimensión productiva o económica del modelo. Es
imprescindible rendir cuenta también de:

• La dimensión política y de las relaciones de poder que en ella se


construyen, en función de transferir el poder a los pobres para acabar con las
causas estructurales del desempleo, la pobreza, la desigualdad y la exclusión
social. • Necesario es también tener muy en cuenta como un derecho ciudadano la
masiva inclusión social en todos los servicios públicos que son básicos y
esenciales para la vida misma.

• En esta visión integral del modelo productivo que hay que construir, un
plano que no se puede olvidar es el territorial, el imperativo de corregir las
asimetrías y disparidades entre las regiones, ofreciendo igualdad de
oportunidades para los habitantes del campo y la ciudad.
• Finalmente, buena parte de los desequilibrios que hay que corregir para
construir un modelo económico productivo socialista que tenga al ser humano y no
al capital como centro y razón de ser de su actividad, tiene que ver con el impulso
a un nuevo esquema de relaciones internacionales signadas por los principios de
solidaridad, cooperación, complementación, reciprocidad, equidad y la
sustentabilidad.

Por estas razones, esto implica atacar toda una problemática que tiene su
manifestación no solo en el ámbito de la producción agrícola o industrial como tal,
sino que parte de la problemática a resolver también se expresa en:

• Las relaciones de poder que tienen que ver con la tenencia, propiedad y
uso de la tierra y otros medios de producción;

• La problemática que se expresa brutalmente en la exclusión de millares


de seres humanos de su derecho al trabajo, a la alimentación, a la educación, a la
salud, a la vivienda;

• El desequilibrio territorial originado por un modelo productivo que induce la


inversión pública y privada hacia los ejes de desarrollo donde se concentran las
masas consumidoras y están los grandes mercados, agravando el impacto
negativo sobre las áreas rurales y los pequeños pueblos del país;

• El desequilibrio internacional, que se deriva de la pretensión unipolar, de


la dependencia económica y tecnológica que amenaza los grandes objetivos de
seguridad y soberanía nacional.

• La construcción de un modelo económico productivo socialista que abra


amplios caminos para el empoderamiento popular y la masiva inclusión social en
función del desarrollo humano integral, tiene que encarar también la adopción y
difusión masiva de los nuevos valores de solidaridad, cooperación,
complementación, reciprocidad, equidad y sustentabilidad. Es en este contexto
que se plantea la necesidad de transformar el modelo productivo capitalista
generador de desempleo, pobreza y exclusión; cuya lógica es incapaz de romper
con la dependencia tecnológica para impulsar el desarrollo endógeno de las
fuerzas productivas internas; que no logra corregir el desarrollo desigual del
territorio; que refuerza la dependencia de las grandes potencias en menoscabo de
las relaciones de cooperación y complementación con los países
latinoamericanos; y que no logra detener la aguda crisis de valores éticos y
morales.

En consecuencia, cuando hablamos de un modelo económico productivo


socialista deseamos que se entienda un esquema radicalmente diferente a través
del cual es posible impulsar el desarrollo endógeno de las potencialidades
nacionales, en un marco de nuevas relaciones de poder basadas en el control
directo de los procesos productivos por parte de los trabajadores, en función de
liberarlos de la explotación del capital y asegurar así la distribución social de los
excedentes.

Se trata de una nueva forma de producir los bienes y servicios que se


requieren para satisfacer las necesidades básicas y esenciales del pueblo en
armonía con el cuidado del ambiente, la preservación de la salud de los
trabajadores y las comunidades; el desarrollo equilibrado y proporcional de las
regiones, estados, municipios y comunas; que promueva la integración
latinoamericana y el fortalecimiento de la cooperación Sur-Sur; y, sobre todo, que
se base en nuevos valores de solidaridad, cooperación, complementación,
equidad y sustentabilidad, todo esto en función de hacer posible el desarrollo
humano integral de todas las personas.
ENFOQUE INTEGRADOR CURRICULAR:

El currículo, definido desde múltiples puntos de vista, abarca mucho más


que los planes de estudio y los programas de las unidades curriculares. Cuando
se habla de transformación curricular están involucrados los propósitos, conceptos
y enfoques de la educación; las maneras de entender y valorar las prácticas
educativas; los materiales y recursos para los aprendizajes, las relaciones entre
quienes conviven en el liceo; la formación y las condiciones de trabajo de las y los
docentes; la organización del plantel, el clima escolar, la organización de las
rutinas de trabajo dentro de los planteles, sus relaciones con la comunidad; las
propias condiciones físicas de la escuela, entre otros aspectos.

En una sociedad participativa y protagónica la construcción del conjunto de


condiciones anteriormente citadas es un proceso social que tiene que multiplicar
las oportunidades de participación. Somos consecuentes con la Exposición de
Motivos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), la
cual resalta: “(…) la consagración amplia del derecho a la participación en los
asuntos públicos de todos los ciudadanos y las ciudadanas (…). Este derecho no
queda circunscrito al sufragio, ya que es entendido en un sentido amplio,
abarcando la participación en el proceso de formación, ejecución y control de la
gestión pública”. Concepto que recoge la Ley Orgánica de Educación (2009),
cuando plantea en su artículo 6 como competencia del Estado docente,
“promover, integrar y facilitar la participación (…) a través de una práctica social
efectiva de relaciones de cooperación, solidaridad y convivencia entre las familias
y la escuela, la comunidad y la sociedad, que facilite las condiciones para la
participación organizada en la formación, ejecución y control de la gestión
educativa”.

El proceso se inscribe dentro de las finalidades de la educación


establecidas en la Constitución, en su artículo 102: “(...) desarrollar el potencial
creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una
sociedad democrática basada en la valoración ética del trabajo y en la
participación activa, consciente y solidaria en los procesos de transformación
social consustanciados con los valores de la identidad nacional y con una visión
latinoamericana y universal”. Esta intencionalidad de desarrollo del potencial
creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad aparecen
reñidos con las prácticas educativas fragmentarias dirigidas al mero recorrido y
manejo de un sinnúmero de informaciones; por ello es impostergable la
transformación curricular, que nos exige una revisión de conceptos y maneras de
hacer que apunten a un quehacer educativo caracterizado por la comprensión
crítica y en profundidad del mundo en que vivimos, la discusión y el diálogo
informados; organizaciones escolares caracterizadas por la participación, múltiples
posibilidades de expresión creativa y exploración de las potencialidades
personales.

Esta otra manera de hacer educación, pensando en el desarrollo de las


potencialidades humanas con respeto a los ritmos y procesos de aprendizaje, la
formación de una ciudadanía participativa y transformadora, con arraigo nacional,
conciencia de unidad latinoamericana y sentido planetario, tiene ya un importante
recorrido de experiencias impulsadas por docentes venezolanos y venezolanas en
distintos contextos: escuelas experimentales, escuelas y Liceos Bolivarianos,
escuelas técnicas, entre otras. Existe una amplia base de la cual partir, para
continuar y profundizar. Pero también estas exigencias nos enfrentan a una
necesidad de transformación de las rutinas escolares aún predominantes, que
reducen la educación a la repetición de clases con contenidos no pertinentes, con
desconocimiento de la diversidad y evaluaciones desconectadas de la vida, el
trabajo, los problemas de los y las jóvenes y la construcción de ciudadanía. El
cambio no es solo asunto de planes de estudio y programas, ni siquiera de
recursos educativos o formación docente. Es un proceso que avanza en la medida
en que la reflexión compartida, el cuestionamiento de lo que hacemos, la forma de
aproximarnos a las y los estudiantes, sus familias y la comunidad, vayan
generando nuevas maneras.

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