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Al leer estos versículos, a primera vista, parece que el escritor introduce un tema totalmente
nuevo: el contraste entre el monte Sinaí y el monte Sion. Pero este no es el caso, puesto que
el tema ya ha sido introducido en principio en la breve frase “sin santidad nadie verá a Dios”
(12:14). En su lucha por obtener la paz y la santidad, los lectores deben reconocer la
diferencia que hay entre los tiempos del antiguo pacto y los del nuevo pacto. Ellos junto con
nosotros, somos diferentes de los israelitas que recibieron los Diez Mandamientos en el monte
Sinaí.
Y este es precisamente el pasaje que usa nuestro autor, el momento antes de que Moisés
recibiera los diez mandamientos, cuando fue llamado a la cima del monte Sinaí y los
lineamientos que Dios estableció para poder hacerlo, este pasaje lo vemos primero en Éxodo
19 y tiene eco en el libro de Deuteronomio, como vamos a ver un poco más adelante.
De inmediato nuestro autor hace mención de que el monte, en este caso el Sinaí, se podía
palpar, tocar, sentir físicamente, él hace mención no todavía al pasaje de Éxodo sino a
Deuteronomio 4:11.
El foco de atención no es tanto el lugar en sí, el Sinaí en este momento pasa a segundo
término, no porque no sea importante, sino porque lo que nuestro autor quiere hacer notar es
como la aparición de Dios que reveló su majestad y poder. Los israelitas se habían
consagrado exteriormente lavándose las vestiduras Ex. 19:10–11.aun así, interiormente
temblaban de miedo cuando miraban la montaña, porque se habían acercado a un lugar de
“tinieblas, oscuridad y tormenta”.
La pregunta obligada, o que al menos yo me realicé cada vez que leía el pasajes es ¿Por qué
Dios hiso así las cosas? Porque esa demostración con oscuridad, fuego ardiente, tormenta y
tinieblas?
Los israelitas contemplaron el espectáculo del fuego, del humo, de las nubes y de una
tormenta eléctrica; ellos fueron también testigos de más manifestaciones del poder, la
majestad y la Gloria del Señor, como lo dice el siguiente versículo:
19 (Porque no se han acercado) al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los
que la oyeron rogaron que no se les hablase más,
Ellos entendieron con toda claridad que la feroz tormenta que barría la cima del monte Sinaí
era mucho más que una exhibición de fuerzas naturales. Dios mismo estaba presente y se
hacía oír por medio del sonido de la trompeta Éx. 19:16; 20:18.
Entonces Dios le habló al pueblo y le dio el Decálogo—es decir, el pacto: Deuteronomio 4:13.
Dios se acercó a los israelitas con su pacto para que el temor de Dios mismo morase dentro
de su pueblo para mantenerlo alejado del pecado.
La visión abrumadora y la voz aterradora de Dios causaron un temor mortal en el corazón del
pueblo, de manera tal que los que la oyeron rogaron que no se les hablara más: Éxodo 20:19;
Dt. 5:25–26.
La Escritura revela que el pueblo ante el monte Sinaí oyó la voz de Dios, y a pesar del gran
despliegue de poder y gloria, las palabras que él habló no penetraron en los corazones y
mentes de los israelitas. No es el tema central, pero es una demostración más que la Escritura
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nos da de que no importa que tan maravillosa sea una “manifestación” en una iglesia: poder,
polvo de oro, sanidades, milagros, otros idiomas, risa descontrolada, y podemos seguir todo el
día, el punto es que nada de esto hará que las personas corrijan el rumbo, nada de esto
transforma vidas, solo el evangelio tiene el poder de hacerlo.
Regresando a nuestro tema, el pueblo de Israel le pidió a Moisés que escuchase todo lo que
Dios le iba a decir y que después les transmitiese a ellos los mandamientos. Estaban
dispuestos a oír y obedecer, porque el espectáculo era demasiado fuerte para ellos, pero no
sucedió, al poco tiempo pecaron, y volvieron a hacerlo y siguieron hasta que esa generación
fue desechada.
20 porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será
apedreada, o pasada con dardo;
El escritor de Hebreos escogió este pasaje de Éxodo 19:13 en particular, que traduce el
significado general, aunque no la redacción exacta del hebreo, con el fin de demostrar la
majestuosidad de la santidad de Dios: Nadie debía tocar la santa montaña de Dios, ni siquiera
un animal que al extraviarse se acercase a ella. Si algún hombre o animal tocara la montaña,
dijo Dios, “no debe permitirse que viva”.
El énfasis recae entonces en la santidad de Dios. Dios quería que el pueblo se diese cuenta
de su sagrada majestad. Los israelitas estaban llenos de temor y terror. Hasta Moisés, a quien
Dios le hablaría como a un amigo, tuvo miedo.
21 y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando.
Moisés en su función como profeta, era el intermediario entre Dios y el hombre, ya que era el
portavoz de Dios. No obstante, a la vista de la majestad de Dios y al oír la voz de Dios
promulgar los Diez Mandamientos, Moisés sintió lo mismo que su pueblo y tembló de miedo.
Los relatos inscritos en Éxodo 19–20 y Deuteronomio 4–5 guardan silencio acerca del miedo de
Moisés. Y la declaración de Moisés acerca de tener miedo aparece hasta Deuteronomio 9:19.
Aquí aparece parcialmente en el contexto de la ira que Dios expresó contra los israelitas
cuando éstos adoraron al becerro de oro. Posiblemente el escritor de Hebreos haya tenido
acceso a alguna tradición oral, del mismo modo en que Esteban recibió la información de que
“Moisés tembló de miedo” al ver la zarza ardiente: Hechos 7:32. Y como Pablo, al mencionar a
Janes y Jambres, pudo haber utilizado la misma tradición: 2ª Timoteo 3:8.
Conclusiones y aplicación. 3
Cuando Dios le revela su santidad al hombre, lo que resulta es temor y temblor. Isaías vio al
Señor Dios “sentado en un trono, alto y exaltado”, y exclamó, “¡Ay de mí! ¡Estoy perdido!
Porque soy hombre de labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros, y mis
ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso” Isaías 6:1,5. Así Moisés tembló de miedo en el
monte Sinaí cuando vio la majestad y la gloria de Dios en aquella exhibición aterradora.
Actualmente, los seres humanos hemos aprendido a vivir con la falta de santidad y no lo
vemos como algo malo, de hecho a muchos ni les interesa, por el contrario, lo malo ahora es
lo normal en esta sociedad, todo por la falta de conocimiento de quien es DIOS.
Como Creador, Dios está sobre Su creación y totalmente distinto de cada ser creado.
Todos los demás atributos divinos son simplemente expresiones de Su santidad que
demuestran que Él es distinto de Su creación, absolutamente separado, y un ser
completamente diferente, debemos guardar en mente una gran verdad – Dios es santo, todo lo
que es y hace es una expresión de Su santidad.
Dios no puede pecar, no puede gozarse del pecado, y no puede tener compañerismo con el
pecado. Es imposible sobre exagerar la importancia de la santidad de Dios. Lo que
entendemos acerca de este atributo influenciará cada aspecto de nuestra relación con Él.
Salmo 111:9.
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III. La Santidad de Dios. Es importante entender que la santidad de Dios como todos
sus atributos es intrínseca o inherente, es parte de Su naturaleza, de su esencia
divina. La santidad no es meramente algo que Dios decide ser o hacer, sino es
esencial a Su misma naturaleza. Él es Santo. Dios tendría que dejar de ser Dios
para no ser santo. Él tendría que negar Su propia naturaleza para hacer algo que no
es santo.
En la literatura hebrea, la repetición se emplea para dar énfasis a lo que se declara. El hecho
de que la santidad de Dios se declara tres veces [llamado el trihagion en el griego, tri = tres +
hagios = santo denota que Dios es absolutamente e infinitamente santo, no solamente tres
veces santo.
Ningún otro atributo divino se proclama con tan grande énfasis. Nunca leemos en las
Escrituras que Dios es “amor, amor, amor,” o “misericordioso, misericordioso, misericordioso,”
pero si leemos que Él es “santo, santo, santo.” La santidad de Dios es el fundamento de todo
lo que Él es y hace. Si hay un atributo de Dios que simplemente no podemos sobre enfatizar,
es Su santidad. (Éxodo 15:11. 1ª Samuel 2:2).
La gran mayoría de los cristianos no entienden la gravedad del pecado y los pecados porque
sencillamente ignoran lo trascendente de la santidad de DIOS. Job 15:15.
IV. Nuestra Respuesta a la Santidad de Dios. ¡Dios es santo, santo, santo! Aunque
hemos pecado contra Él y nos habíamos hecho una abominación ante Él, Él nos
reconcilió Consigo mismo por medio de la muerte de Su propio Hijo. Habiéndonos
salvado, nos ha llamado para ser Su pueblo especial sobre la tierra. ¿Cómo
debemos vivir en respuesta a esta gran verdad?
¿Cómo debemos vivir ante un Dios santo? La reacción de Moisés debería darnos una idea:
con temor y temblor, y tal vez pienses que es por el despliegue de majestad y poder que
Moisés estaba espantado, sin embargo, no debemos olvidar que ese precisamente era el
efecto que Dios deseaba lograr, que su pueblo entendiera que su santidad no es cosa de
juego, que si aun un animal tocaba los limites establecidos en el monte, así fuera por
accidente, debía de morir, y además, también Pablo hace mención a responder de esa
manera: Filipenses 2:12.