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2. Establece relaciones entre lo visto en clases y el texto. Se trata de ver cómo el libro
ilumina la comprensión de los temas y cómo los temas iluminan la comprensión del
libro. Para eso, presenta los temas a modo de subtítulos: en cada uno, presenta un breve
desarrollo del mismo y cómo aparecen sus aspectos principales en el libro. Es
importante dejar bien explícita la relación entre ambos.
3. Señala tres claridades que te ha dejado la lectura del texto acerca de tu misión
educadora y de la vida cristiana en general, y explica brevemente por qué.
1. El autor, Robert H. Benson nos habla de que un verdadero cristiano sabrá ver al
mismo Cristo en todo y en todos. Lo encontramos en la vida diaria, en los sufrimientos,
en los sacramentos y en el prójimo. Porque el verdadero cristiano escucha y sigue la
palabra de Dios. Y él dijo: <<Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es
semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo>>. (Mt, 22:37) Es decir, Cristo
vive dentro y fuera nuestro. Para que se entienda mejor, Robert divide su libro en tres
grandes secciones:
2. Vocación del hombre: El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Esta
imagen y semejanza se ve dañada por el pecado original que luego es restaurada por
Jesucristo que haciéndose hombre baja a la tierra para rebajarse a nosotros y buscar
nuestra amistad, como decía el libro en la tercera parte.
Felicidad: El deseo de felicidad está inscrito en el corazón del hombre por Dios. Todo
hombre, por más bueno o malo que sea tiene sed de algo infinito. El libro habla en el
segundo capítulo, cuando nombra a como es que Cristo habita en el pecador, nos
recuerda tener compasión de ellos pues, por más metidos en el vicio que estén (en el
alcohol, la droga, etc.) esa desesperación en el fondo es búsqueda de Dios, errónea sin
duda, pero búsqueda de felicidad al fin.
Moralidad de los actos humanos: La moralidad de los actos humanos depende de:
Objeto, intención y circunstancias. El objeto es al cual tiende la voluntad de la persona,
la intención surge de la persona y la circunstancia sería el contexto que hace más o
menos buena la obra. En nuestro día a día debemos buscar el bien y evitar el mal. En
cada momento, en cada oportunidad. Encontrar a Jesús en el hombre corriente, en la
cotidianidad como describía el autor.
Pasiones: El término “pasiones” designa los afectos y los sentimientos. Por medio de
sus emociones, el hombre intuye lo bueno y lo malo. Estas no son ni buenas ni malas.
Depende de como uno mismo las encause.
Cuando uno sufre, padece la pasión de la tristeza. Estar triste no está mal si ha muerto,
por ejemplo, un ser querido. La pasión podría llegar a convertirse en mala si seguimos
tristes aún después de muchos años. En la sección que habla el libro sobre Cristo en el
que sufre, nos dice que Jesús mismo, su naturaleza humana, padecía pasiones. Por
ejemplo, en el huerto de los olivos que comenzó a entristecerse y angustiarse.
La conciencia es Dios que nos habla. Y es esta la que nos lleva al confesionario a pedir
perdón por nuestros pecados. El sacerdote es Jesús por eso cuando nos confesamos él
mismo nos está absolviendo. En el subtítulo Cristo en el sacerdote dice algo así.
Pecado: San Agustín define el pecado como “una palabra, un acto o un deseo contrarios
a la ley eterna”.
Estas son las primeras palabras que dijo Jesús en la cruz. “No sabían que estaban
crucificando al señor de la gloria, que estaban tratando de acallar la palabra eterna”
(Benson, La amistad de Cristo, 2011, pág. 105).
3. Tres claridades que me ha dejado la lectura del texto a cerca de mi misión educadora
y la vida cristiana:
Cristo está en todo y en todos: Me ayudó a ver la vida cristiana como un todo y
no dividirla en fracciones. A veces uno tiende más a aislarse y querer estar solo
en oración o por el contrario vivir siempre la fe en comunidad y con el
apostolado pero hay que saber buscar el equilibrio.
Aprender a ver Cristo en el sufrimiento: Me ayudó en mi vida cristiana a saber
darle sentido a esas cosas <<sin sabor>> como lo es el dolor para elevarlas a un
sentido sobrenatural.
Las siete palabras de Cristo en la cruz brevemente explicadas me hizo
reflexionar sobre el sacrificio de la cruz y a meditar más el segundo
mandamiento, el de amar al prójimo como Dios mismo nos amó.