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Pedid por la paz de Jerusalén; Sean prosperados los que te

aman.”
(Salmos 122:6)
Nuestra sociedad está enfrentando tiempos difíciles, como lo
enseña la Palabra, muchas cosas están siendo conmovidas y se
escucha de guerras y de rumores de guerra.
Para nadie es un secreto la difícil situación que está viviendo el
pueblo de Israel en este tiempo y siento en mi corazón que el
llamado del Señor es para que toda la iglesia alrededor del mundo
pueda unirse en oración.
Cuando empezamos la Misión Carismática Internacional el Señor
nos regaló la promesa de Génesis 12:2-3
“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu
nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a
los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las
familias de la tierra.”
Sabemos que con el pasar de los años Dios ha sido fiel y ha
cumplido su promesa, sin embargo, la mayoría de personas solo
memorizan el primer verso y el final del tercer verso, pero para
nosotros, desde el principio, fue claro que debíamos bendecir al
pueblo de Israel.
De hecho, con el liderazgo de aquella época hicimos un
compromiso de oración por Israel, donde oraríamos por esta
nación cada vez que consumieramos alimentos, y es algo que
hemos hecho hasta el día de hoy.
Por eso en este blog quisiera enseñarle cómo y porqué como
creyentes debemos orar por Israel.
Bendecir a Israel es nuestro deber como creyentes
En su charla con la mujer samaritana Jesús enseña que
la salvación proviene de los judíos y no solamente esto, sino que
toda la Biblia fue revelada al pueblo de Dios para después ser
compartida con todos nosotros. Nuestros dos mayores tesoros; la
Salvación y la Palabra vienen de Israel, por eso nuestra actitud
hacia ellos debe ser siempre de gratitud y bendición.
Un verdadero creyente ama a Israel como si fuera su propia
nación.
Nuestra actitud hacia Israel determina si vivimos en bendición o
maldición
“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren
maldeciré”.

Este pasaje es muy claro, pues nos enseña que Dios mismo
bendecirá aquellos que bendigan a Israel, pero maldecirá a
quienes lo maldigan. También, el Salmo que compartí para iniciar
nos muestra que nuestro deber es pedir por la paz de Jerusalén y
que aquellos que lo hacen serán prosperados. Bendecir a Israel y
orar por su paz abre la puerta de bendición para su vida.
Cómo orar por Israel
1. Únase al compromiso de oración
-Como le mencioné, este compromiso consiste en orar por la paz
de Israel cada vez que usted consuma alimentos en el día.
-Es algo que debe hacerse todos los días
2.Separe algún espacio específico de su día para orar por Israel
No tiene que ser un período muy extendido, simplemente tome 5-
10 minutos cada día y tenga un tiempo para bendecir y rodear a
Israel con sus oraciones.
3.Declare las promesas de la Palabra
Recuerde que la mejor manera de orar es confesando lo que dice la
Biblia, así que si no sabe cómo orar simplemente puede buscar
algunos textos bíblicos y repetirlos en voz alta, por ejemplo el
Salmo 121, o el texto de Daniel capítulo 9, acá los comparto con
usted para que pueda tenerlos a la mano.
Salmos 121

“Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?


Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.
No dará tu pie al resbaladero, Ni se dormirá el que te guarda.
He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel.
Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha.
El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche, Jehová te guardará
de todo mal;
Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada. Desde
ahora y para siempre.”
Daniel 9: 4-19

“Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el


pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus
mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos
hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado
de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a
tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros
reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo
de la tierra.Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de
rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los
moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos,
en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión
con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión
de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros
padres; porque contra ti pecamos. De Jehová nuestro Dios es el
tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos
rebelado, y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para
andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de
sus siervos los profetas. Todo Israel traspasó tu ley apartándose
para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la
maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés,
siervo de Dios; porque contra él pecamos. Y él ha cumplido la
palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos
gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca
fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho
contra Jerusalén. Conforme está escrito en la ley de Moisés,
todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor
de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y
entender tu verdad. Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo
sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus
obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz. Ahora pues,
Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto
con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy;
hemos pecado, hemos hecho impíamente. Oh Señor, conforme a
todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de
sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de
nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y
tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. Ahora
pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz
que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor
del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y
mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado
tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados
en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye,
Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes,
por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado
sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.”
Gracias por ser sensible a estos tiempos y que el Señor
recompense cada una de sus oraciones.
César Castellanos

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