Está en la página 1de 2

Universidad de Diseño y Tecnología / UDIT

Estudios: Máster en Diseño de Interiores


Asignatura: Historia del Interiorismo en el siglo X X-X XI. Tendencias, color y textura
Grupos: 1 y 2
Docente: Ignacio Frade
Curso: 2023 - 2024

ENUNCIADOS DE PR ÁCTICAS 1

Enunciado 1
X XIV. Una palabra ahora respecto al asunto de los retoques por medio de los cuales esta pintura
extincta ha sido resucitada, para conformarse con el gusto moderno. El cielo está enteramente em -
badurnado con una nueva capa azul; los contornos originales del ángel que desciende y de las nubes
blancas que lo coronan, han quedado, no obstante, respetados con un cuidado extremo.
L a idea de la actitud del ángel posando sus manos sobre las dos cabezas (como lo hace el obispo en
el acto de la confirmación) expresa una bendición y atestigua la inter vención divina en este encuen -
tro. Tal idea ha sido repetida varias veces después y se encuentra una linda imitación en los cuadros
antiguos de la colección de Oxford. Es la primera vez (según mis noticias) que aparece en la pintura
puramente italiana, pero la idea es etrusco - griega y ha sido empleada por los escultores etruscos de
la puer ta del baptisterio de Pisa; el ángel malo aproxima las cabezas de dos personas bien diferentes
de las que ahora acabamos de hablar: las de Herodias y su hija.
Joaquín y el pastor del capuchón florentino no han sido tocados por el pincel restaurador, los contor-
nos del otro pastor están un tanto reforzados. Los obscuros grupos de césped cercanos á él, sus re -
toques, eran antes plantas dibujadas con gran cuidado y delicadeza; podéis ver una, respetada en el
pico más alto de la roca, encima de los pastores: tiene las hojas en forma de corazón. Todo el paisaje
está modificado y estropeado hasta hacerlo indescifrable.
XXV. Al primer golpe de vista lo que os parecerá que tiene más apariencia de haber sido restaurado
son los pies del más feo de los pastores. No hay nada de eso.
En los pies restaurados se ponen siempre dedos perfectamente académicos, como los del Apolo de
Belvedére, y los habríais encontrado admirables. Estos pies son obra de Giotto; en cada detalle se
conoce que se aplicó concienzudamente a este trabajo, ensayando y volviendo á ensayar... en vano.
Ya encontraba gran dificultad para representar las manos en esta época; pero ¿pies y piernas des-
nudas? «Y bien—se dijo él—, ¡voy á esforzarme!» Y realmente acabó por obtener una línea bastante
hermosa cuando se la mira de cerca, pero al dibujar el suelo, no atreviéndose á tocar este contorno
tan difícilmente obtenido, se detiene de pronto a medio centímetro, como podéis obser var.
Pero si deseáis saber qué piernas y qué pies podía él dibujar, mirad los corderos en el rincón del
fresco del arco, A vuestra izquierda.
Podría también hablar mucho, á pesar de la restauración, del otro fresco que está á la derecha.
La Virgen, presentándose ella misma en el templo. Es aquí, si no me engaña mi memoria, donde se
encuentra por la primera vez la figura inclinada, besando el borde del vestido do la Virgen, sin que
ésta lo sepa. La composición de este fresco ha ser vido á muchos otros que conocéis muy bien (y en
los cuales, dicho sea de paso, no tienen los escalones mejor perspectiva que en éste). «Esto, ¡origi-
nal!— estaréis tentados de decir si conocéis un poco en sus grandes rasgos el arte del Renacimien-
to—; ¡esto de Giotto! Pero si es un sencillo rechauffé ¡del Ticiano!» No, amigos míos; el muchacho
que tanto ha trabajado para dibujar esta escalera en perspectiva, ha sido enterrado doscientos años
antes que el Ticiano hubiera dado sus primeros pasos en Cadora. Pero tan cierto como que Venecia
mira al mar, Ticiano miró esto y llevó el reflejo consigo durante toda su vida.

John Ruskin. Las mañanas en Florencia. 1874


Enunciado 2

[...]
Pero el hombre de nuestro tiempo que, a causa de un impulso interior, pintarrajea las paredes con
símbolos eróticos, es un delincuente o un degenerado. Es natural que sea en los retretes donde este
impulso invade del modo más impetuoso a las personas con tales manifestaciones de degeneración.
Se puede medir el grado de civilización de un país atendiendo a la cantidad de garabatos que aparez-
can en las paredes de sus letrinas. En elniño, garabatear es un fenómeno natural; su primera mani -
festación ar tística es llenar lasparedes con símbolos eróticos. Pero lo que es natural en el papúa y en
el niño resulta en elhombre moderno un fenómeno de degeneración. Descubrí lo siguiente y lo comu -
niqué al mundo: L a evolución cultural equivale a la eliminación del ornamento del objeto usual. Creí
con ello proporcionar a la humanidad algo nuevo con lo que alegrarse, pero no me lo ha agradecido.
Se pusieron tristes y su ánimo decayó. Lo que les preocupaba era saber que no se podía producir un
ornamento nuevo. ¿Cómo no es posible para nosotros, hombres del siglo XIX , lo que sabe cualquier
negro, lo que todos los pueblos y épocas anteriores a nosotros han sabido? Lo que el género humano
había creado miles de años atrás sin ornamentos fue despreciado y destruido. No poseemos bancos
de carpintería de la época carolingia, pero el menor objeto carente de valor que estuviera ornamen -
tado se conser vó, se limpió cuidadosamente y se edificaron pomposos palacios para albergarlo. Los
hombres pasean entristecidos ante las vitrinas, avergonzándose de su actual impotencia. Cada épo -
ca tiene su estilo, ¿sólo la nuestra carecerá de uno que le sea propio? Por estilo se quería entender
ornamento. Por tanto, dije: ¡No lloréis! Lo que constituye la grandeza de nuestra época es que es
incapaz de realizar un ornamento nuevo. Hemos vencido al ornamento. Nos hemos dominado hasta
el punto de que ya no hay ornamentos. Ved, está cercano el tiempo en que las calles de las ciudades
brillarán como muros blancos. Como Sión, la ciudad santa, la capital del cielo. Entonces lo habremos
conseguido.
[...]

Adolf Loos. Ornamento y delito. 19 0 8

Enunciado 3

[...]
A penas unos años más tarde, el más grande discípulo de Sullivan, Frank Lloyd Wright, expuso puntos
de vista similares con convicción igualmente fuer te, si bien en un estilo más amplio y sin limitacio -
nes: en 19 01 leyó un manifiesto sobre The Art and Craft of the Machine (El ar te y oficio de la máqui -
na) que comienza directamente con un panegírico de “nuestra época de acero y vapor” (...) la Edad
de la Máquina, en la que máquinas locomotoras, máquinas industriales, máquinas de luz o máquinas
de guerra o bacos de vapor toman el lugar que ocupaban las obras de ar te en la historia anterior”.
Wright admira con entusiasmo el nuevo ritmo “simplificado y etéreo” de los futuros edificios, en el
que - asombrosa profecía - “el espacio es más espacioso y su sentido capaz de penetrar en cualquier
edificio, grande o pequeño”. En una época tal, el pintor o el poeta no representa mucho. “Hoy tene -
mos a un científico o a un inventor en el puesto de un Shakespeare o un Dante”
[...]

Nikolaus Pevsner. Teorías del arte desde Morris hasta Gropius. Pioneros del diseño Moderno. 19 3 6

También podría gustarte