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SERIE:

El Espíritu Santo Te Transforma en Protagonista


De La Historia De La Salvación

Tema: MI AMIGO EL ESPÍRITU SANTO

Emaús, más que un retiro o una vivencia de unos días (ya en fin de semana, ya entre
semana), será una Experiencia Trascendental para nuestra vida sí y sólo sí todo nuestro ser
se vuelca a Jesús y su modo de vida. Y esto es totalmente posible por la Acción del Espíritu
Santo.

Yo te invitaría a preguntarte ¿Quién es el Espíritu Santo para mí? Haz un breve momento
de silencio ante la pregunta y trata de responderte a ti mismo. Y ante nuestro posible
desconocimiento tima conciencia de tu necesidad de Él, de Conocerle y de Saber más
acerca de Su Persona y ora “Anhelo conocerte, Espíritu Santo. Anhelo saber más de Ti.
Necesito de ti en mi día a día. Enséñame a relacionarme contigo. Quiero que seas mi
amigo”. Antes de continuar tu lectura, permíteme motivarte a que hagas de ésta una oración
constante en tu día a día.

Y es que pensar en el Espíritu Santo es tan urgente en nuestros días que hasta el mismo
Jesús le dio una importancia impresionante a Él en Su Ministerio y Su Enseñanza a los
suyos. En su predicación le dedicó tiempo y nos afectó con la Urgencia de Su Presencia en
nuestro día. Yo pretendo que empieces a entender la urgencia del Espíritu Santo y Su
inigualable necesidad en la toma de conciencia tuya como bautizado. Porque Él es un Don
de Dios, es la misma presencia de Dios habitando nuestra, mi propia vida y eso nos lo dice
la Palabra de Dios cuando relata la experiencia de Pentecostés (Hechos 2: 1 y siguientes).

Jesús, antes de regresar al padre promete que no nos dejaría solos y ora al Padre para que
ese Totalmente Otro sea con nosotros como Él mismo es con nosotros (Emanuel – nombre
que sabemos le da el profeta en el A.T. al Mesías – quiere decir Dios Con Nosotros). Lee
Juan 14: 15 – 20 y ora: “Jesús, Tu Regresas al Padre, pero has prometido no dejarme
sólo. ¡Yo No Estoy Sólo! ¡Ven Espíritu Santo!”

Es tan importante la Persona del Espíritu Santo en la vida del Creyente que hasta el mismo
Apóstol Pablo nos dice, además, que somos templos del Espíritu Santo (1 Corintios 3; 16)

El Espíritu Santo siempre está con nosotros. Siempre está con vos. Y si es así, hoy es
posible Cristo en nuestras vidas por el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es una Persona, es decir, que como el Padre y como el Hijo, expresa una
singularidad de Dios que la expresa, como lo hizo en Jesús, en cada individuo de la especie
humana.

San Tomás de Aquino nos dice que: “Persona significa lo más perfecto de toda la
naturaleza” y en su teología, en su disertar o su razonar la Palabra de Dios, ese lo más
perfecto es lo más pleno, lo más trascendente y, porqué no afirmar también, la mejor
versión. Aunque hablar de Dios como Persona es afirmar que Él es el Totalmente Otro a
nosotros y hace posible la mejor versión en nosotros donándose en Su Espíritu para reflejar
Su Naturaleza.

Reconocer al Espíritu Santo como persona en la vida del ser humano es llegar a entender
que Dios se vació totalmente en cada ser humano. La experiencia de Pentecostés Bíblico es
profundamente esencial en la vida del creyente que ha tenido su encuentro con Jesús Vivo y
Resucitado. Pues es hacer la experiencia trascendental del Dios Infinito y sin límites que se
vacía en mí, en ti, en cada uno de nosotros, que somo como un “Vasito” que necesita ser
lleno de Agua. Y Él que es el Agua Viva nos sacia la sed de nuestras soledades, de nuestras
frustraciones, de nuestras debilidades, de los vacíos existenciales para Plenificar nuestra
existencia. Y lo mejor de todo: Es Gratuito. Lee Juan 7: 37 – 39 y ora: “Señor Jesús, yo
tengo sed. Tengo Sed de esa Agua que prometiste. Dame de esa Agua Señor. Dame de
Beber de Tu Manantial de Vida Eterna. Yo La Deseo. Yo La Anhelo. Yo La Necesito.
Dame de Beber que yo creo y espero esa Agua de Vida que me has prometido”. Haz
silencio y vuelve a orar esas palabras, pero en la espontaneidad de tu oración.

Una Gracia de Dios que a cada uno llega en el Tiempo de Dios, como último y definitivo,
para cada nueva misión y una nueva misión. Pero llega siempre de manera permanente y
siempre nueva.

El Espíritu Santo es tan Persona que:

Nos guía (Romanos 8: 14)


Nos conduce al desierto para fortalecernos (Mateo 4: 1)
Nos recuerda todo lo que Jesús dijo.
Pero ¿Cómo nos recordará algo que no hemos oído? Para recordarnos algo tenemos
que leer constantemente La Palabra. Todos los días. Y entrar en comunión con el
Dios Vivo, con el Espíritu Santo que nos revela al Padre y al Hijo. Y allí, en La
Biblia, descubriremos que:
Juan 16: 7 que Es el Parakletos, es decir, el Defensor, el Abogado, el que está
cerca de mí consolándome en todo tiempo.
Efesios 4: 23 Que si lo dejamos actuar nos transformará, cambiará nuestra
manera de pensar tan negativa, tan pesimista.
Romanos 5:5 que nos llena del Amor del Señor. Su Amor es dulce y especial y
eso se siente en la intimidad de la Oración. En ese entrar en la habitación de
nuestro corazón, en el Emaús de nuestro corazón y allí producirá inclusive el
“llanto” al sentir el peso de Su Amor Profundo, Gratuito y Misericordioso.
Romanos 8;16 – Gálatas 4:5 Nos Confirma que somos hijos de Dios. No somos
huérfanos. Tenemos dignidad de hijos. Hijos de Dios somos y precisamos
recordarlo todos los días para saber que el Espíritu Santo está en nosotros y
podemos dar razón de ese ser de hijos.
Además, la diferencia de los que Adoran y Sirven apasionadamente con manos
en alto y los que la hacen con brazos cruzados es el Espíritu Santo. Él hace la
diferencia en nosotros y la quiere hacer. Pues, el que tiene el E.S. adora a Dios
como a Su Papa (la Suya es una Paternidad Especial que nos la revela el
Espíritu Santo a la luz de la Palabra). Y adorando a Dios como Papá, es capaz
de servirle al hombre como a su hermano y lo hace lleno del E.S. con su
hermano Jesús.
Romanos 8: 11 Nos vivifica este cuerpo que cada día está un poco más viejito y
caído, por si no te has dado cuenta. Pero el Señor lo prometió (y lo cumple) que
a pesar de que pasen los años el Espíritu Santo nos va vivificando.

Permíteme, para ir terminando compartir contigo un comentario de San Basilio. Y déjame


recomendarte que este documento lo leas varias veces, con Biblia en mano y, sobre todo,
con corazón expectante de que todo esto y más, porque en Dios siempre hay más, acontezca
en tu vida, de manera personal y permanente, todos los días. Una Experiencia de todos los
días. No de un breve momento y fugaz.

“Si el Espíritu Santo encuentra a un recaudador de impuestos que tenga fe,


lo convierte en evangelista (cf. Mt 9,9);
si encuentra a un pescador, lo perfecciona en teólogo (cf. Mt 4,19);
si encuentra a un perseguidor arrepentido, lo transforma en apóstol de los gentiles, en
heraldo de la fe, en vaso de elección (cf. Hch 9,15).
Por su medio, los débiles se hacen fuertes, los pobres se hacen ricos, los pueblerinos
incultos se hacen más sabios que los sabios.
Pablo era débil, pero, gracias a la presencia del Espíritu, sus lienzos personales curaban a
quienes los recibían (cf. Hch 19,12).
Y el mismo Pedro tenía el cuerpo todo afligido por la debilidad, pero por la gracia del
Espíritu Santo que habitaba en él, la sombra que procedía de su cuerpo ponía fin a las
enfermedades de los que estaban débiles (cf. Hch 5,15).
Pedro y Juan eran pobres, no tenían ni plata ni oro (cf. Hch 3,6), pero hicieron una
curación más preciosa que muchas monedas de oro.
El cojo, después de recibir oro de muchos, seguía siendo un mendigo, pero tras recibir de
Pedro el beneficio, dejó de mendigar, saltando como un cervatillo y alabando a Dios.
Juan no conocía la sabiduría del mundo y, sin embargo, por el poder del Espíritu,
pronunció palabras que ninguna sabiduría puede alcanzar.
El Espíritu habita en el cielo, ha llenado la tierra, está presente en todas partes y no está
contenido en ningún lugar.
Habita totalmente en todos y está todo entero con Dios.
Realiza el servicio de suministrar sus dones, pero no actúa en función de servidor,
sino que distribuye sus gracias con autoridad propia:
en efecto, «actúa —dice la Escritura— distribuyendo sus dones a cada uno en particular
como él quiere» (1 Co 12,11).
Es enviado según el plan de la redención, pero obra con total independencia.
Pidámosle que esté presente en nuestras almas y no nos abandone en ninguna
circunstancia, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, a quien sean la gloria y el
poder por los siglos de los siglos. Amén.”
(Bas., fid. 3)

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