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LECTIO DIVINA SAN MATEO 25,1-13

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO


LECTURA DEL TEXTO
¿QUÉ DICE EL TEXTO? (Lectura del texto, contexto, personajes, acciones…)
¿QUÉ ME DICE EL TEXTO? (Meditación personal)
¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO? (Reflexión comunitaria)

INVOCACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO: (5 minutos)


Un texto sobre el Espíritu Santo pronunciado por el cardenal Rainiero Cantalamessa:
Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo queda en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la
Iglesia una simple organización, la autoridad una dominación, la misión una propaganda, el culto
una simple vocación, la vida cristiana una moral de esclavos. En cambio con el Espíritu Santo el
cosmos se levanta, y gime en el parto del reino, el hombre lucha contra la carne, Cristo está
presente, el Evangelio es fuerza de vida, la Iglesia signo de comunión Trinitaria, la autoridad
servicio liberador, la misión un pentecostés, la liturgia un memorial y anticipación, la vida humana
es divinizada.
Oración: Oh Espíritu Santo….
1ERA. LECTURA DEL TEXTO: MT. 25, 1-13. (5 minutos)

¿QUÉ DICE EL TEXTO? (Contexto, personajes, acciones, lugares…)

2DA. LECTURA DEL TEXTO: MT. 25, 1-13.

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO? (Meditación personal)

Espacio de silencio (5 minutos)

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO? (Reflexión comunitaria)

Espacio de intervenciones (10 minutos)

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO? (Reflexión comunitaria)

Reflexión: ¿Qué quiere enseñarnos Jesús con esta parábola?

La parábola de las vírgenes necias y las vírgenes prudentes es una escenificación de la


doble actitud que podemos tener ante la llegada del Señor: la vigilancia diligente o la
despreocupación indolente. El objetivo de la parábola no es un discurso sobre el compartir fraterno,
sino sobre la vigilancia ante la imprevisible llegada del novio. Jesús con esta parábola no quiere
apariencias artificiales sino coherencias de vida. La vírgenes necias representan a quienes no
tienen esa coherencia de vida y coherencia de vida significa: Que nuestras palabras coincidan con
nuestras actitudes, que lo que mostramos exteriormente sea fruto de lo que somos interiormente, es
decir no hay que aparentar ser cristiano sólo cuando nos ven, o cuando podemos salir en la foto, en
un video que hagamos, en tv o radio, en la pastoral, o en diversos momentos de nuestra vida, sino
hay que serlo siempre. Para ello, hoy el Señor nos propone tener el aceite suficiente para que
cuando él llegue, podamos reconocerle. El aceite que llevaban las vírgenes en sus lámparas
representa la gracia divina. Este aceite es esencial para mantener viva nuestra fe y nuestra relación
con Dios. Tener preparado el aceite implica estar siempre vigilante y preparado, no en teoría sino en
la práctica.

Es interesante saber que Todas fueron llamadas por Jesús al banquete de bodas. Pero no
todas entraron. Sólo aquellas que tomaron el aceite para las lámparas. Por eso, el Papa Francisco
nos dice que no basta decir: soy cristiano, soy sacerdote, soy seminarista, yo añadiría, soy el
encargado de esta actividad, tengo 20 en todas las materias, yo me visto de alza cuello todos los
días, yo juego muy bien fútbol, yo soy experto en liturgia… no basta con eso. Hay que llevar el
aceite del amor para salir al encuentro del esposo, que es Jesús.

Dice el evangelio que las diez vírgenes se quedaron dormidas, entonces ¿qué, es lo que
importa si hasta los prudentes también se duermen? Lo importantes aquí es tener encendidas
nuestras lámparas y llevar suficiente aceite para alimentarlas. Esto implica que debemos estar
preparados, y ¿cómo nos preparamos? La parábola nos invita entonces a una conversión interior
continua. Las vírgenes imprudentes, al quedarse sin aceite, se dieron cuenta demasiado tarde de su
falta de preparación. He aquí la importancia de examinarnos a nosotros mismos y de corregir
cualquier deficiencia en nuestras vidas espirituales antes de que sea demasiado tarde.

El aceite de la lámpara es la caridad. Caridad significa, ser humildes, y la humildad va en


contra de la plaga del clericalismo como lo define el Papa en el Sínodo de la Sinodalidad.
Tenemos la tentación de caer en el clericalismo, cuando nos creemos más que los demás por pensar
que estoy más avanzado que los otros en el seminario, caemos en el clericalismo cuando no somos
coherentes con lo que decimos y hacemos, cuando pienso siempre en tener la razón y no escucho a
los demás, cuando caigo en la tentación de hablar mal del prójimo, aun así creyendo decir la verdad,
pero cómo dice el evangelio ¿quién soy yo para juzgar a los demás?

Cada uno tiene su propia luz, en cada uno Dios ha dejado una luz particular, una luz que nos
hacer ser nosotros mismos. Unas luces son más fuertes, otras más débiles, otras cambian
constantemente…Cada uno tiene que cuidar y dar cuentas de esa luz que recibió. Porque esa
lámpara que Dios nos ha dado la tenemos que poner en el candelabro. Y puede que a veces no me
guste mi lámpara, no me guste mi luz o gaste mi aceite. Puede que a veces utilice mis cualidades
para presumir o a veces quiera ocultar esa luz, esas virtudes o defectos. Incluso a veces no quiero mi
lámpara…Y siempre estoy queriendo la lámpara o el aceite de los otros. La lámpara que tengo es la
mejor, ¡porque es mi lámpara! Es un regalo de Dios.

En conclusión, la parábola nos invita a dos cosas importantes: Estar siempre preparados, y
mantener llena de aceite nuestra lámpara.

Propósito: Hacer algún acto de caridad, que nos haga humildes y nos ayude a llenar nuestra
lámpara de aceite.

Oración:

Dios amado, te damos gracias por tu palabra viva y poderosa. Nos detenemos ante esta parábola,
que nos invita a reflexionar sobre la importancia de estar preparados y vigilantes en nuestra vida
espiritual. Te pedimos, Señor, que nos concedas la sabiduría para entender el mensaje profundo de
esta historia. Ayúdanos a ser como las vírgenes prudentes, que llevaban consigo aceite extra para
mantener sus lámparas encendidas. Que seamos diligentes en nuestra fe, siempre atentos a tus
señales y dispuestos a crecer en nuestra relación contigo. Perdónanos, Señor, por todas las
ocasiones en las que hemos descuidado nuestra vida espiritual y nos hemos dejado llevar por la
indiferencia o la negligencia. Te pedimos humildemente que renueves nuestro espíritu y nos ayudes
a tomar con seriedad nuestra responsabilidad personal en nuestra relación contigo. Danos fuerzas,
Señor, para buscar y nutrir nuestra propia fe. Que tu Santo Espíritu nos guíe en nuestro camino de
búsqueda y encuentro contigo, alimentando nuestra fe y fortaleciendo nuestra esperanza. Te
pedimos, Padre celestial, que nos des la gracia de vivir cada día conscientes de la incertidumbre del
momento en que vendrás a nuestro encuentro. Que nunca olvidemos la importancia de mantener
nuestras lámparas encendidas, es decir, de cuidar nuestra vida espiritual y estar en comunión
contigo. Concede, Señor, que podamos vivir siempre según tu voluntad y confiando en tu amor
inagotable. Que nuestras vidas reflejen la fe viva y activa que nos pides, para que podamos entrar
gozosos al banquete eterno contigo. Amén

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