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Limpieza Energética

En un barrio antiguo y urbano, a pleno mediodía,


en una casa que a simple vista parece abandonada, un
debate de otro mundo toma lugar.

—Entonces, la realidad está conformada por varias


capas, pero todas comparten el mismo espacio físico.
La de los vivos es la capa neutra, y nosotros estamos
una capa por encima. Es por eso que podemos visitar
nuestros antiguos hogares y ver a nuestros
familiares, a la vez que no todos pueden vernos y
sentirnos —dijo con pasión un espectro de cabeza
flotante.
—Conveniente explicación acabas de dar a los
lectores —exclamó indiferente un pelado con traje
ensangrentado. —Ahora hacé tus apuestas.
—Si, si. Ya va —respondió ansioso. —Bueno, les
recomiendo ir con ese tipo, te deja las cosas muy
claras y la verdad, te da esperanzas de seguir
muerto.
—¿De casualidad eras religioso en vida, cabezón?
—preguntó un espectro punk que exhalaba humo con cada
palabra.
—Fuí cristiano, pero tras una revelación,
abandoné la iglesia y me dediqué a hacer reikis,
meditaciones guiadas y medicina tradicional.
—¡Eso lo explica todo! —exclamó el pelado entre
carcajadas.
—Éste perdió la cabeza por tanta hierba curativa
—dijo el punk.
—¡Cállense! —gritó la cabeza. —¿Qué pueden saber
ustedes? Son puros hedonistas frívolos. Poco se
interesaron por la vida y poco se interesan por su
muerte, sólo quieren seguir así siempre, buscando la
respuesta en placeres mundanos. ¡Les digo que éste
tipo tiene la posta! Todo queda más claro cuando te
tomás el tiempo de…
—¡Cerrá el hocico, cabezón! —irrumpió la espectro
púrpura, apartando la cabeza como si fuera una mosca.

La cabeza giró por los aires y atravesó la


ventana. Su cuerpo, desorientado, salió a buscarse.
Mientras, el pelado y el punk se desligaron del juego
al verse sumidos en una intensa risa.

—¿Pueden jugar de una vez? Hasta que muestran sus


cartas vuelvo a vivir, viejo —Reclamó el espectro
púrpura.
—Dios, creí que moría de nuevo —Dijo el punk,
exhalando humo.

Ambos revisaron sus manos por tercera vez en esa


ronda. El espectro púrpura levantaba los ojos y
suspiraba de aburrimiento.

—Me retiro —dijeron ambos al unísono.


—Dale, viejo. ¿Tanta vuelta para eso? —Quejó el
espectro púrpura. —Aburridísimo. Ni que tuvieran algo
que perder.
—Tal cual. ¿Hace falta enroscarse tanto en un
juego? Al fin y al cabo, no ganas nada —contestó el
pelado.
—Sólo trato de encontrarle emoción a esta post-
vida, tan monótona, sin propósito…
—Bueno, si vamos al caso, en vida no fuiste la
gran aventurera —Acotó el punk. —Por lo que sé de
vos, sólo te paseabas de casino en casino.
—¿Y vos? No por nada escupís humo cada vez que
hablas, pareces una chimenea.

Se oyeron ruidos provenientes del patio, los tres


espectros voltearon hacia el otro lado de la
habitación, hacia una ventana, y casi al instante, un
gato salta y se posa en el poyete externo de la
misma.

—¡Elvis! —Gritó emocionado el pelado.


—¿Y el otro? ¿Otra vez perdió la cabeza? —Dijo el
gato, sarcásticamente.
—Hubiera esperado algo más ingenioso de vos,
Elvis —dijo la púrpura.

El gato ignoró sus comentarios y comenzó a


lamerse el rabo.

—¿Venís de visita, Elvis? ¿Tenés hambre? Creo que


los vecinos nos tiraron su basura anoche, revisá sin
culpa —Dijo el pelado.
—Para nada, ya le mangué comida a una señora del
barrio —Contestó Elvis con soberbia. —Vine para
avisarles que otra vez les mandaron al cura.
—¡Pero la puta madre!
—Lo que nos faltaba…
—Mamita querida…

Los tres espectros resoplaban y quejaban en


sintonía. Hartos, se miraban los rostros.

—Qué molestia. Uno ya no puede ni descansar en


paz —exclamó el pelado.

De pronto, se oyó cómo un auto se estacionó en la


entrada.

—Ahí viene —Dijo la púrpura. —¿Con qué salimos


hoy? La verdad, no estoy inspirada.
—¿Y si sólo lo ignoramos? Nunca intentamos eso —
aportó el punk.
—Imposible ignorar la sarta de idioteces que este
tipo escupe cada vez que viene —aportó el pelado.
—Bueno, algo tenemos que hacer… —La púrpura fue
interrumpida por el abrir repentino de la puerta
principal. En el pórtico se hallaba el padre Ramón,
acompañado de su discípulo, quien cargaba un pesado
bolso en la espalda. Ambos, inflando el pecho, se
invitan a pasar.

—Hoy, esta repugnante casa será liberada de los


demonios y espíritus malignos que la ocupan —dijo el
padre Ramón, con aires de grandeza.
—Padre, ¿Cómo procederemos? —preguntó el
discípulo.

El padre le responde señalándole el bolso. El


novato procede a abrirlo, dentro habían velas,
inciensos, rosarios, cruces y manteles, entre otros
materiales de santería.

—Hijo de puta, se trajo toda la iglesia. —dijo el


punk. —De ésta no nos salvamos…
—Hasta que encontré mi cuerpo, hermano. ¿Puede
ser que sean todos tan irreverentes? ¿Tan soberbios,
orgullosos y creídos? Todavía no sé qué carajo hago
compartiendo espacio con semejante trío de
inadaptados. Podría estar aprovechando mi muerte para
hacer tantas cosas, y aún así me molesto en contar
con ustedes. ¿Para qué? Siempre salgo perjudicado de
una u otra forma. ¿Cómo pueden jugar así con mi
cabeza? ¿Saben lo que se siente volar por los aires
de esa manera? No tienen idea lo que padezco con
ustedes —interrumpió la cabeza flotante, haciendo una
aparición inesperada en manos de su cuerpo, en la
puerta principal justo detrás de ambos curas. —Y hoy
lo decidí, me voy de éste lugar.

El punk y el pelado voltearon lentamente el uno


al otro. Ambos rieron desesperados. El punk exhalaba
humo tan fuerte que el cura lo respiraba y tosía. El
pelado cada tanto pegaba unos gritos de risa
incontrolables que le urgían golpear algo para
expresarlo. Tanto el padre como su discípulo quedaron
congelados, temblando. La púrpura aprovechó para
levantarse y darles a cada uno una patada en el
traste con fuerza abrumadora, sacándolos disparados
de la casa.

El cabezón estaba desconcertado. Enojado, pero


fácilmente contagiado por la risa, se quedó allí
parado sosteniéndose a sí mismo.

—Gracias, cabezón —dijo la púrpura.


—¡Cómo me hace reír este tipo! —dijo el punk,
exaltado.
—La verdad, cabezón, nos salvaste a todos —dijo
el pelado, apoyando una mano en el hombro del cuerpo
decapitado.

Olvidando su enojo e incluso lagrimeando, la


cabeza flotante sonrió y vió a los ojos a cada uno de
sus compañeros.

—¿Por qué no jugamos otra ronda? Sólo por


diversión —sugirió la púrpura.
—Me encantaría —dijo el cabezón.

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