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APUNTE DE CLASE UNIDAD 2

TIPO DE APUNTE: PAPER


TERAPIA SEXUAL Y DE PAREJA
TERAPIA SEXUAL Y DISFUNCIONES
SEXUALES
2 Apunte de clase

Índice

Introducción ................................................................................................... 3

Historia de la terapia sexual ....................................................................... 4

Modelos de terapia sexual ......................................................................... 5

A. La propuesta de abordaje conductual ..................................................... 6

B. La propuesta de abordaje cognitivo-conductual...................................... 7

C. La propuesta farmacológica .................................................................... 8

La respuesta sexual humana ..................................................................... 8

Disfunciones sexuales con una perspectiva crítica de género ................. 10

A. Disfunciones sexuales femeninas ......................................................... 11

B. Disfunciones sexuales masculinas ....................................................... 15

Bibliografía ............................................................................................... 18
3 Apunte de clase

Introducción

La lucha por encontrarle al sexo un lugar dentro de las ciencias, puede haberles

costado a algunos investigadores/as sus carreras a lo largo del siglo XX, pero los

beneficios obtenidos por estos esfuerzos han sobrepasado los costos. Es a través

de esta investigación que la sociedad ha comenzado a corregir una multitud de

mitos y concepciones erróneas sobre el sexo y el cuerpo humano que predominaron

durante la mayor parte de la historia de la humanidad.

Las investigaciones realizadas por sexólogos a lo largo del siglo XX han permitido

reorientar las expectativas sobre lo que es “normal” cuando se trata de actitudes y

comportamientos sexuales (Lehmiller, 2014). En particular, la investigación sobre la

respuesta sexual a partir de la segunda mitad del siglo XX, gracias al trabajo iniciado

por William Masters y Virginia Johnson (1960, 1963), ha permitido prevenir y tratar

varios problemas relacionados con la sexualidad y las relaciones de pareja. Cabe

señalar que, si bien las técnicas de la terapia sexual fueron diseñadas en gran

medida para el tratamiento de parejas heterosexuales, muchas de estas técnicas

pueden ser aplicadas a parejas del mismo sexo o en personas transgénero.

En este documento, se abordará la historia de la terapia sexual y algunos

modelos teóricos desde sus inicios, principalmente desde un enfoque cognitivo

conductual. También, se revisará la respuesta sexual humana y las disfunciones

sexuales más comunes en hombres y mujeres con una perspectiva crítica de

género.
4 Apunte de clase

Historia de la terapia sexual

Las disfunciones sexuales pueden convertirse en un obstáculo importante para

el funcionamiento de las relaciones de pareja. Así lo describieron los primeros

clínicos de orientación psicoanalítica, desde principios de siglo hasta los años 60

(Rosen & Weinstein, 1988). También lo describieron Masters y Johnson (1970),

pioneros en terapia sexual, cuyo modelo de tratamiento fue incorporado por una

gran proporción de profesionales de la salud.

En términos generales, Masters y Johnson (1970) propusieron una psicoterapia

breve, directiva (no interpretativa), realizada mediante co-terapia, que se

caracterizaba por utilizar técnicas conductuales y cognitivas y por abordar aspectos

comunicacionales de la pareja. También consideraron la educación como parte de

la intervención sexual y se centraron en la atención individual y de la pareja.

William Masters (Ginecólogo) y Virginia Johnson (estudiante de psicología)

trataron de conducir la investigación sobre el sexo de una forma observacional más

elaborada y científicamente fundamentada. Masters y Johnson (1966) observaron

en el laboratorio miles de respuestas sexuales completas tanto en hombres como

en mujeres y publicaron su libro más destacado “La respuesta sexual humana”.

Posteriormente, Helen Kaplan (1974), psicoanalista de Estados Unidos, concilió

el psicoanálisis, el análisis transaccional y de la conducta, en la terapia sexual.

Teniendo en cuenta la importancia de las emociones y el vínculo entre ambos

miembros de la pareja, para el entendimiento del funcionamiento de la respuesta


5 Apunte de clase

sexual, reelaborando la propuesta de Masters y Johnson (1970) e incorporando la

fase del deseo (Wiederman, 1998).

Más adelante, LoPiccolo (1978), Rosen, Leiblum, y Spector (1994) integraron

aspectos de los modelos psicodinámicos y sistémicos, con el fin de mejorar los

procedimientos cognitivo-conductuales, que aún continúa siendo el tratamiento de

la elección de las disfunciones sexuales en la actualidad. Consideraron el contexto

relacional de la pareja y utilizaron la línea base de conducta para el control del

progreso de la intervención (Carey, 1997).

Desde la década de 1980, la investigación y la práctica de la terapia sexual, se

han centrado cada vez más en el rol de los factores orgánicos y biomédicos en la

explicación de las disfunciones sexuales. En las últimas décadas los terapeutas

sexuales han sido testigos de la "medicalización" del tratamiento de las disfunciones

sexuales (Rosen y Leiblum, 1995).

Modelos de terapia sexual

La propuesta de abordaje terapéutico para las disfunciones sexuales de Masters

y Johnson (1970) se basaba en un enfoque cognitivo conductual. Posteriormente,

diversos autores, han ido enriqueciendo su propuesta derivando en un modelo

cognitivo conductual para el tratamiento de las disfunciones sexuales.


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A. La propuesta de abordaje conductual

La primera propuesta para el abordaje conductual de los problemas sexuales fue

el enfoque de Masters y Johnson (1970). La disfunción sexual a menudo era

explicada por los principios básicos de la teoría del aprendizaje psicológico, a saber,

el castigo y el refuerzo. La meta de la terapia de Masters y Johnson fue cambiar la

forma en que la gente se aproxima al sexo y reacondicionar al paciente para sentir,

en situaciones sexuales, placer en lugar de estrés.

Para alcanzar esto, los terapeutas sexuales deben lograr que sus pacientes dejen

de perseverar en lo que se supone que deben conseguir cada vez que tienen

relaciones sexuales (es decir, la excitación, el orgasmo, etc.) y, en cambio, relajarse.

En otras palabras, necesitamos eliminar el miedo al fracaso durante la relación

sexual.

Una manera de lograr esto es que las parejas hagan algo que parece sin sentido:

dejar de tener relaciones sexuales temporalmente. Las parejas luego lentamente

trabajarán su camino de vuelta a las relaciones sexuales a través de una serie de

técnicas de focalización sensorial.

La focalización sensorial puede ser pensada como un proceso gradual de

reacondicionamiento donde los individuos, finalmente, llegan a asociar la excitación

y la actividad sexual con la relajación y el placer en lugar de la ansiedad.

Las técnicas de focalización sensorial se combinan a menudo con la educación

sexual. Uno de estos enfoques combinados es el modelo PLISSIT de terapia sexual,


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desarrollado por el psicólogo Jack Annon (1976). PLISSIT (Permission, Limited

Information, Specific Suggestions, and Intensive Therapy) es una sigla que significa

Permisos, Información Limitada, Sugerencias Específicas y Terapia Intensiva.

La idea detrás de este modelo es que la mayoría de las personas que

experimentan disfunción sexual no necesitan terapia intensiva. En su lugar, la

mayoría de los pacientes, sólo necesitan un poco de tranquilidad (permiso), una

lección de anatomía y fisiología (información limitada), o algunas nuevas estrategias

sexuales o consejos como la focalización sensorial (sugerencias específicas). La

mayoría de los casos no requieren el paso final de la terapia intensiva (Lehmiller,

2014).

B. La propuesta de abordaje cognitivo-conductual

La terapia sexual cognitivo-conductual (Cognitive-Behavioral Sex Therapy,

CBST) se basa en el enfoque conductual combinándolo con teorías de la cognición.

En lugar de simplemente instruir a los pacientes a alterar sus comportamientos, la

CBST va más allá mirando los pensamientos y sentimientos que subyacen a

nuestros comportamientos.

Así, en la CBST, un paciente estará involucrado en algún tipo de "terapia de

conversación" en la que un psicólogo tratará de identificar los pensamientos que

generan ansiedad que, a su vez, crean problemas sexuales (Lehmiller, 2014). En

última instancia, la meta es remodelar los patrones de pensamiento para hacerlos

más positivos. Este enfoque sería más aplicable a los pacientes que tienen

problemas con focalizarse en cómo son vistos por el espectador o que tienen
8 Apunte de clase

pensamientos angustiantes que aparecen en sus mentes durante la actividad

sexual.

C. La propuesta farmacológica

La farmacoterapia implica el tratamiento de las dificultades sexuales con

medicamentos. El número de medicamentos con un efecto terapéutico demostrado

sobre la disfunción sexual está creciendo rápidamente. Esta lista incluye la terapia

hormonal (suplemento de testosterona para el deseo bajo en hombres y mujeres,

así como el reemplazo de estrógeno en mujeres posmenopáusicas con problemas

de excitación), Viagra (para el tratamiento de la disfunción eréctil), ISRS (para el

orgasmo prematuro) y Bótox (para el vaginismo) (Lehmiller, 2014).

La respuesta sexual humana

Masters y Johnson (1970) propusieron que la respuesta sexual en hombres y

mujeres consistía en varias fases que se presentan de manera consecutiva:

Excitación, Meseta, Orgasmo y Resolución. Más tarde, Kaplan (1974), basada en

su experiencia clínica, encontró que había pacientes que no se ajustaban a los

criterios clínicos de los trastornos relacionados con la excitación o el orgasmo, y

tuvo la brillante idea de proporcionar la primera fase de la respuesta sexual, el

Deseo. Kaplan señaló que al momento de presentarse la excitación el deseo no

necesariamente desaparece, sino que puede seguir estando presente (Cabello,

2014).
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Posteriormente, Basson (2001) propone un modelo circular y señala que a partir

de la intimidad (entendida como una interacción íntima en un estado sexual neutral)

se puede empezar a estimular a una mujer, lo cual gatillará una respuesta de

excitación con la consecuente activación del deseo. Esto eventualmente favorecerá

el logro de la satisfacción emocional y física de la mujer y contribuirá al

enriquecimiento de la intimidad, completándose así el ciclo e iniciando otro nuevo

(Cabello, 2014).

Figura 1. Comparativa ciclos de respuesta sexual

Existen similitudes y diferencias en la respuesta sexual de hombres y mujeres

que son importantes considerar al momento de trabajar en el ámbito de la terapia

sexual. Por ejemplo, el deseo sexual tanto en hombres como en mujeres es

regulado por la hormona llamada testosterona. La mayoría de la testosterona se

produce en los testículos y los ovarios, con una cantidad mucho menor liberada por
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las glándulas suprarrenales (Lehmiller, 2014). La diferencia entre ambos sexos

radica en que los hombres producen más testosterona que las mujeres, aunque los

cuerpos de las mujeres son más sensibles a esta hormona (Bancroft, 2002).

Otra diferencia importante, en términos de la respuesta sexual de hombres y

mujeres, se puede apreciar en la fase del orgasmo. En primer lugar, los hombres

son más propensos a alcanzar el orgasmo que las mujeres, especialmente durante

el coito vaginal. En segundo lugar, mientras que los hombres parecen tener sólo un

tipo de orgasmo, los orgasmos de las mujeres varían considerablemente en

términos de ubicación corporal, intensidad, y si hay un aspecto emocional (Hite,

1976). En tercer lugar, las mujeres a menudo son capaces de lograr orgasmos

múltiples (es decir, tener dos o más orgasmos en rápida sucesión), mientras que los

hombres generalmente experimentan un período refractario (de recuperación)

después del orgasmo (Lehmiller, 2014).

Disfunciones sexuales con una perspectiva crítica de

género

Se debe tener en cuenta que, las disfunciones sexuales, puede ser un problema

que han tenido durante toda su vida (una disfunción primaria), o problemas que

aparecieron en el curso de la vida, luego de un período de funcionamiento sexual

saludable (una disfunción secundaria). Además, es importante reconocer que estas

disfunciones pueden ocurrir sólo con una pareja o durante un sólo tipo de actividad
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sexual (una disfunción situacional), o pueden ocurrir con todas las parejas sexuales

o en todos los actos sexuales (una disfunción global) (Lehmiller, 2014).

A. Disfunciones sexuales femeninas

Anorgasmia

Dada su escasa influencia a nivel reproductivo, el orgasmo femenino apenas

había despertado interés en el mundo científico. Sin embargo, la liberación

impulsada por movimientos feministas y la defensa de los derechos sexuales y

reproductivos, entre otros cambios ocurridos en la sociedad contemporánea, han

contribuido a dar gran importancia al orgasmo, cuya ausencia se ha convertido en

la disfunción sexual femenina más estudiada (Cabello, 2014).

La quinta versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales

(DSM-V) define el Trastorno orgásmico femenino como: un retraso marcado,

infrecuencia marcada o ausencia de orgasmo, o bien, una reducción marcada de la

intensidad de las sensaciones orgásmicas (American Psychiatric Association [APA],

2014).

Sólo el 5% de los trastornos orgásmicos se presentan producto de causas

orgánicas, por lo que es muy común encontrar disfunciones orgásmicas de origen

psicológico. Entre los múltiples factores psicológicos que pueden influir en la

aparición de la anorgasmia, se encuentran: el proceso de aprendizaje, las actitudes

de los padres/madres hacia la sexualidad, sus expresiones afectivas frente a los

hijos/as, las visiones acerca de la desnudez, etc. Mientras que los hombres han sido
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reforzados y empujados culturalmente a vivir intensamente la experiencia erótica

con las mujeres, a las mujeres se les ha socializado para hacerse respetar por los

hombres y postergar el placer (Cabello, 2014). Según Cabello (2014), el 98% de las

mujeres que asisten a una consulta sexual por causa de un trastorno orgásmico

primario declaran no haber practicado la masturbación previamente.

Deseo sexual hipoactivo

En general, una persona que disminuye su frecuencia sexual puede considerar

que el deseo está disminuyendo, pero la frecuencia, por sí sola, no es una variable

adecuada para medir la capacidad para experimentar el deseo. El DSM-V define el

deseo sexual hipoactivo en conjunto con el Trastorno de la excitación femenina, y

lo denomina como Trastorno del interés/excitación sexual femenino el cual se

caracteriza por una “ausencia o reducción significativa del interés/excitación sexual

femenina, que se manifiesta por lo menos por una de las siguientes: 1) Interés

ausente o reducido en la actividad sexual. 2) Fantasías o pensamientos sexuales o

eróticos ausentes o reducidos. 3) Inicio reducido o ausente de la actividad sexual y

habitualmente no receptiva a los intentos de la pareja por iniciarla. 4) Excitación o

placer sexual ausente o reducido durante la actividad sexual en casi todas o todas

las ocasiones (aproximadamente 75%–100%) de la actividad sexual en pareja (…).

5) Excitación o placer sexual ausente o reducido en respuesta a cualquier invitación

sexual o erótica, interna o externa (p. ej., escrita, verbal, visual). 6) Sensaciones

genitales o no genitales ausentes o reducidas durante la actividad sexual en casi

todas o todas las ocasiones (aproximadamente 75%–100%) de la actividad sexual

en pareja (…)” (APA, 2014, p. 228).


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Los factores psicológicos que parecen influir más en la aparición del deseo sexual

hipoactivo son la ansiedad y las dificultades de la pareja. Otras causas comúnmente

identificadas son el sentirse estresada, deprimida y tener una baja autovaloración.

Hay muchas variables que pueden tener un impacto en la generación de problemas

en las parejas, pero los conflictos relativos a la intimidad, especialmente debido a

los déficits en la comunicación, son los más frecuentes. A continuación, le sigue con

frecuencia la evitación subsecuente como resultado de la frustración causada por

relaciones sexuales insatisfactorias previas (Cabello, 2014).

Vaginismo y dispareunia

Los trastornos que causan dolor durante el coito también afectan negativamente

la frecuencia y la satisfacción sexual. El dolor, aparte de ser molesto, genera miedo

y malestar. Es por eso que las mujeres que sienten dolor al momento del coito o

que tienen dificultades para permitir la penetración, tienen claridad de que algo

irregular ocurre (Cabello, 2014).

En el vaginismo se contrae la musculatura de la vagina, lo cual impide la

penetración y la realización del coito. Incluso con una lubricación correcta y una

erección adecuada, la penetración no se logra, lo que eventualmente puede

provocar dolor. En cambio, la dispareunia se refiere exclusivamente al dolor durante

el coito, un término que fue acuñado por Barnes en 1874 y que etimológicamente

significa "mal coito o coito difícil" (Cabello, 2014).

El DSM-V define la dispareunia y el vaginismo como el Trastorno de dolor genito-

pélvico/penetración que se caracteriza por “dificultades persistentes o recurrentes


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con una (o más) de las siguientes: 1) Penetración vaginal durante las relaciones. 2)

Marcado dolor vulvovaginal o pélvico durante las relaciones vaginales o los intentos

de penetración. 3) Marcado dolor o ansiedad de sentir dolor vulvovaginal o pélvico

antes, durante o como resultado de la penetración vaginal. 4) Tensión o contracción

marcada de los músculos del suelo pélvico durante el intento de penetración

vaginal” (APA, 2014, p. 230).

Kaplan (1974) afirma que el vaginismo representa una respuesta fóbica. De

hecho, parece claro que la causa inmediata del vaginismo es una respuesta

condicionada que se produce luego de que una contingencia negativa se asocia con

el coito o la fantasía relacionada con este (Cabello, 2014).

Según Cabello (2014), entre los factores que predisponen al vaginismo a menudo

es posible identificar: rasgos con tendencia a la erotofobia relacionados con una

estricta educación religiosa, falta de información sexual oportuna, abuso sexual,

inadecuada socialización del control del esfínter, temor a embarazarse, etc.

Esencialmente, los factores que precipitan el vaginismo pueden resumirse en: el

miedo y el dolor.

Trastorno femenino de la excitación

Es común que los trastornos de la excitación estén relacionados con los

trastornos del deseo, que a su vez pueden resultar en una aversión al sexo. De igual

forma, los trastornos del deseo y la consecuente dificultad en la concentración

pueden derivar en una pérdida de la capacidad para lograr la excitación y una

adecuada lubricación.
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En esencia, la etiología del trastorno de la excitación femenino es similar a la del

deseo sexual hipoactivo. Dentro de los factores psicológicos se pueden encontrar

malos aprendizajes, situaciones traumáticas tales como agresiones sexuales y

convicciones religiosas fuertes.

B. Disfunciones sexuales masculinas

Disfunción eréctil

La quinta versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales

(DSM-V) define la disfunción eréctil como “Trastorno eréctil”, el cual debe ser

diagnosticado cuando se experimenta “uno de los tres síntomas siguientes en casi

todas o todas las ocasiones (aproximadamente 75%–100%) de la actividad sexual

en pareja (en situaciones y contextos concretos o, si es generalizada, en todos los

contextos): (1) dificultad marcada para conseguir una erección durante la actividad

sexual; (2) dificultad marcada para mantener la erección hasta finalizar la actividad

sexual; (3) reducción marcada de la rigidez de la erección (American Psychiatric

Association [APA], 2014, p. 226).

En la disfunción eréctil no generalizada (situacional o específica con una pareja

sexual), la etiología es típicamente psicológica, mientras que el tipo generalizado

sugiere una investigación adicional sobre el papel potencial de los factores

orgánicos.

Los avances en los métodos de diagnóstico han revelado que al menos un 85%

de los casos de disfunción eréctil se deben a causas orgánicas. Además, se ha


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encontrado que el 85% de las personas que presentan disfunción eréctil tiene más

de 50 años. Lo anterior sugiere que gran parte de las causas en persona menores

de edad se debe a factores psicológicos (Cabello, 2014).

En cuanto a los factores psicológicos, Hartmann (1998) agrupa las causas en tres

tipos: factores inmediatos como la ansiedad asociada al desempeño, eventos

traumáticos de origen reciente y vulnerabilidades que se desarrollaron durante el

periodo infantil o adolescente. En cuanto a la ansiedad asociada al desempeño,

parece ser el último factor que se asocia a la dificultad para lograr la erección, por

lo cual se le puede considerar como factor que precipita y mantiene el trastorno.

Por otro lado, Barlow (1986) coloca el énfasis en la demanda de ejecución. Es

decir, el hombre se siente demandado por su pareja, lo cual genera actitudes

negativas y una percepción de que no logra tener el control. El hombre, por lo tanto,

se concentra en las consecuencias que se derivan de su dificultad para penetrar,

elevando los niveles de ansiedad que conlleva a perder la erección o ausencia de

ésta. Como resultado, tiende a evitar el encuentro sexual.

Eyaculación precoz

El DSM V define la eyaculación precoz como “Eyaculación prematura (precoz)”.

El trastorno es conceptualizado como: A. un patrón persistente o recurrente en que

la eyaculación producida durante la actividad sexual en pareja sucede

aproximadamente en el minuto siguiente a la penetración vaginal y antes de que lo

desee el individuo; B. el síntoma del criterio “A” debe haber estado presente por lo

menos durante seis meses y se tiene que experimentar en casi todas o todas las
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ocasiones (aproximadamente 75%–100%) de la actividad sexual (en situaciones y

contextos concretos o, si es generalizado, en todos los contextos) (APA, 2014, p.

232).

Los factores de riesgo psicológicos, incluyendo los aspectos culturales, el

aprendizaje de patrones de comportamiento, así como las propias expectativas de

rendimiento del hombre, la ansiedad y culpabilidad relacionadas con las

interacciones en pareja, pueden influir en la respuesta sexual del hombre,

abarcando sus patrones de eyaculación (Rowland, 2012).

Deseo Sexual Hipoactivo

El DSM V define el “Trastorno de deseo sexual hipoactivo en el varón” como “A.

fantasías o pensamientos sexuales o eróticos y deseo de actividad sexual reducidos

o ausentes de forma constante o recurrente. La evaluación de la deficiencia la hace

el clínico, teniendo en cuenta factores que afectan a la actividad sexual, como la

edad y los contextos generales y socioculturales de la vida del individuo” (APA,

2014, p. 231).

Algunos de los factores relacionados con la aparición del deseo sexual hipoactivo

en el varón son la ansiedad y el estrés. También se han destacado el enojo y la ira

como elementos que podrían afectar en la baja del deseo (Bozman y Beck, 1991).

Por otro lado, se ha descrito que los estados de ánimo pueden influir de manera

significativa en la aparición del deseo sexual hipoactivo. Por ejemplo, un 40% de los

pacientes diagnosticados con depresión presentan deseo sexual hipoactivo

(Cabello, 2014).
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Figueroa, V. (2021). Terapia Sexual y Disfunciones Sexuales. Apunte de clase

unidad 2, Terapia Sexual y de Pareja, Universidad UNIACC.

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