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EL HOMBRE TECNOLÓGICO Y SU DEVOCIÓN INDIVIDUALISTA Y CAPITALISTA

A lo largo de la historia del pensamiento, la imagen del hombre ha ido variando y ha coincidido,
en no pocas ocasiones, con grandes periodos históricos. Así, en la Antigüedad, la imagen del
hombre era la del sabio, con su elitismo por conocimientos, unido a su posición social. En la
Edad Media, sin embargo, el hombre no se entendía sino era por su unión con Dios basada en
una antropología cristiana. En la Ilustración, el hombre se alzaba como técnico de los saberes
con lo que daba comienzo el segundo despertar de la filosofía, un intento de romper con la
referencia a Dios, mostrando un hombre calculante que, en palabras de Kant, sale de su “minoría
de edad culpable”. Una entrada en la modernidad con “la certeza de que el futuro será mejor que
el pasado y el presente, la certeza de que el futuro más o menos lejano coincide con la plenitud”.
Quedaba patente la idea de que se podía soñar con un mundo en el que la tecnología posibilitase
una vida en sociedad enormemente más feliz que la actual.

L A NUEVA IMAGEN DEL HOMBRE : UN SER CASI AISLADO Y POCO COMUNICATIVO

En estos momentos nos encontramos en la era del hombre tecnológico, yendo más allá del
hombre meramente económico, propiciada entre otros factores por las nuevas tecnologías y
formas de comunicarse en red, así como por el crecimiento del individualismo capitalista
aparejado a situaciones de mayor bienestar no debidamente universalizado. El hombre
tecnológico, convertido en individualista y capitalista, queriéndolo o no, utiliza las posibilidades
que le otorga la comunicación y se sirve del capitalismo, ejerce de comunicador y de mercenario,
a través de una vida que otorga más posibilidades de hacer, pero no necesariamente mejor. Es un
hombre casi aislado, individualista en el fondo y colectivista en las formas; esto es,
tremendamente comunicado pero poco comunicativo.

Por tanto, no se puede entender el hombre sin referencia a la tecnología, sus ropajes son -nos
guste o no- inevitablemente tecnológicos. Según Ballesteros, la importancia cada vez más
creciente de las nuevas tecnologías informáticas supone “una manifestación de fenómeno
contrario a la entropía”, lo que aumenta “las posibilidades de comunicación entre los seres
humanos” y favorece “la unidad del género humano con un mínimo de coste energético”.

Eso significa que, en buena medida, se produce una relación ambivalente: por un lado, el hombre
se alimenta de la tecnología y, por otro, la tecnología se alimenta del hombre. Una
retroalimentación de tal calibre en un primer momento nos enriquece, al aumentar nuestras
posibilidades de hacer cosas con los beneficios que ello conlleva, pero a la postre nos
empequeñece y nos embrutece en relación con el trato hacia nuestro semejante. Este panorama
contribuye a crear una “Tierra plana” en la que una buena parte estamos conectados -de una u
otra manera y en mejor o peor medida- gracias a las nuevas tecnologías, lo que también nos
convierte en “seres humanos planos”. En términos más claros: el estar comunicados con gente
de medio mundo también ha hecho que no haga tanta falta comunicarnos personalmente con
nuestros congéneres, empobreciendo el diálogo cara a cara.

La imagen del nuevo hombre es tecnológica e individualista, cimentada en los pilares del
relativismo cultural imperante. Más perjudicial que el relativismo sería el nihilismo del
posliberalismo por su indiferencia hacia el prójimo. Sus perversas consecuencias nos han llevado,
con ayuda de la tecnología, a una situación de decrepitud en la forma de relacionarnos con
nuestros semejantes. Algunos de los factores, en continua sinergia, de la penosa deriva de la
imagen actual del hombre son explicitados por Serna:

“Un sistema educativo fuertemente mecanicista y constructivista combinado con un


sistema de ocio que fomenta la pasividad a través de la cultura de lo audiovisual; esta
combinación es en gran medida responsable de que nos estemos convirtiendo en
personas y ciudadanos que no piensan, que aceptan de forma casi acrítica lo que viene
impuesto por la denominada opinión pública, que no es más que la opinión de unos
pocos publicada en los medios de comunicación de masas, controlados a su vez por
quienes manejan los hilos del poder: una lamentable alianza de empresarios de la
comunicación, [obsesionados por] ganar dinero aumentando la audiencia [...] y de
políticos que han olvidado también los principios, los ideales, los fines, para
concentrarse exclusivamente en los medios [como son] la obtención, el mantenimiento
y el incremento del poder, cuando no el propio enriquecimiento personal”

Unas imágenes sin imaginación (sin verdadera profundidad), que han fraguado toda una cultura
de lo visual convertida en instrumento de socialización. La transmisión del conocimiento ha
pasado de ser escrita a ser visual, de lo teórico a lo práctico, donde lo verdaderamente útil es
ganar dinero. Se hace difícil traducir esa hermenéutica de las imágenes a un lenguaje
mínimamente coherente. Cada vez las imágenes son más poderosas que los argumentos. Un
fuerte componente cultural de carácter estético atravesado por la tecnología y la economía. Eso
es, un mundo altamente tecnificado y economizado en el que impera la ideología tecnológica y
utilitarista, estando las relaciones entre los seres humanos cada vez más mercantilizadas.

CON LA TECNOLOGÍA EL HOMBRE ES CADA VEZ MENOS LIBRE, SEGÚN FILÓSOFO


JEAN _ MICHEL BESNIER

Con el rápido avance de la tecnología, los seres humanos pierden poco a poco una parte de
su libertad, sin ni siquiera preocuparse, se lamenta el filósofo francés Jean-Michel Besnier.

A este profesor de filosofía de la Sorbona, que se define como un humanista, le gustaría que las
personas se plantearan estas preguntas para intentar poner límites.

P: ¿Estamos viviendo en un momento de cambio tecnológico?


R: Estamos entrando en una nueva era de aceleración del progreso científico y técnico. La
informática, matriz de todos estos cambios, se aplica ahora a todos los ámbitos.
Un avance mayor fue el descubrimiento en la década de los 60 de la estructura del ADN, que
contiene el patrimonio genético. Desde entonces, se percibe al ser humano como a un soporte de
información.
Las nanotecnologías, la biotecnología, la informática y las ciencias cognitivas están
convergiendo para realizar objetos cada vez más pequeños, siempre más eficientes e inteligentes.

P: Las máquinas y los robots son cada vez más capaces de asumir tareas humanas. ¿Cuáles
son las consecuencias de esto?
R: Estamos cada vez más rodeados de máquinas que están pensadas para facilitarnos la vida. El
auto autónomo, por ejemplo, está pensando para mejorar la circulación, la seguridad, y para
ahorrarnos tiempo.
Pero las personas pueden sentirse cada vez más privadas de iniciativa. Ya no estamos a cargo de
gran cosa y por ende ya no somos responsables. Nos volvemos cada vez menos libres, por lo
tanto menos morales, y nos comportamos cada vez más como máquinas. Esto abre las puertas a
una deshumanización.
Ser libre es aceptar el azar, tomar riesgos.
P: ¿Puede ocurrir que el ser humano pierda el control de lo que ha creado?
R: Sí. No digo que vayamos a crear un Frankenstein. Pero pienso que estamos en un mundo en
el que los ingenieros no saben exactamente lo que hacen. Fabrican criaturas que a ellos mismos
les sorprenden.

P: ¿Cuáles son las reacciones?

R: Una parte de la humanidad considera que es mejor despojar a los humanos, ya que son los
responsables de desórdenes ecológicos y monstruosidades como el Holocausto. Para ellos, la
tecnología es sinónimo de esperanza, ya que la consideran como más fiable y controlable.
Los transhumanistas, que esperan un día eliminar el sufrimiento y hasta la muerte, hacen parte
de esta categoría.
Pero hay una segunda categoría, a la que pertenezco, que considera que somos seres mortales y
que decidimos de nuestro destino.
A nosotros, los humanistas, nos preocupa mucho el desarrollo de este mundo deshumanizante,
que no otorga ninguna importancia a la dignidad humana ni a la libertad.

P: ¿Las tecnologías que prolongan la vida serán accesibles para todos?

R: Claro que no. Habrá una humanidad de dos categorías.

Una humanidad de ricos, que tendrán acceso a las tecnologías de transformación, aumentación e
inmortalización.
Y los demás, a los que el investigador británico Kevin Warwick -el primer ciborg porque se
implantó un chip en el brazo- calificó de 'chimpancés del futuro'.
Seremos los chimpancés del futuro, una infrahumanidad que no tomó el camino del hombre
aumentado.
P: ¿Qué piensa de la fuerte presencia de gigantes estadounidenses de Internet en las
tecnologías de futuro?

R: Tienen un poder considerable. Nos transformamos cada vez más en soportes de información.
Toda esa información recopilada y reunida en bases son factores de prosperidad y productividad.
Nos hemos convertido en mercancías. Lo que más me preocupa es que somos conscientes de esto
pero no nos preocupa mucho.

P: ¿Qué podemos hacer?

R: Debemos recuperar nuestra estima, la estima de los humanos, para así poder decidir lo que es
deseable o no hacer, lo que aprobamos y lo que prohibimos.

Sueño con que las personas sean lo suficientemente inteligentes para darse cuenta de lo que está
pasando para así imponer reglas

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