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Pasan tres años. Agustín realiza un viaje a Hipona con intención de visitar a un
amigo y traerlo a su monasterio. Pero es él quien se queda allí ante la petición de
Valerio -el obispo- y la gente del pueblo. Desde este momento su actividad cambia.
Comienza a predicar y administrar sacramentos. Incluso dedica un tiempo a la
preparación y adaptación de sus conocimientos a estas nuevas tareas. Pero
necesita monjes amigos junto a sí y decide fundar otro monasterio en un jardín que
le deja el obispo. Valerio le consagra obispo auxiliar por temor a que se lo lleven a
otro lugar y Agustín comienza a llamarse "de Hipona". Un año después será obispo
de la ciudad a los 42 años.
Ahora tiene que desempeñar todo tipo de trabajos: juez, limosnero, consejero,...
Pero su actividad como fundador de nuevas comunidades no decrece. Ve con
alegría cómo a sus mejores monjes, Alipio, Evodio, Posidio y Bonifacio se llevan
obispos a otras ciudades africanas. Viaja, lee, escribe. Hacia el año 398 aparecen
"Las Confesiones", dos años después comienza el "Tratado sobre la Trinidad", en
el 413 inicia la "Ciudad de Dios. Se enfrenta también en una polémica seria con
Donato y los donatistas defendiendo que Cristo es el autor de los Sacramentos y no
depende su eficacia de la santidad del sacerdote que los administra. Así ocupa 35
años de su vida.
Este libro desarrolla con el apoyo de Varrón sobre la lucha de dos ciudades Jerusalén y Babilonia
es así que se habla DEL SUPREMO BIEN Y SUPREMO MAL
Desde una concepción bien filosófica, el hombre siempre está inclinado a hacer el bien de
alguna forma para así tratar de evitar el mal. Quisiera resumir brevemente todo esto. Para ello
es preciso partir del principio que él señala en su libro: hay cuatro cosas a las que el hombre
tiende como impulsado por una natural apetencia, sin necesidad de maestro, sin ayuda de
doctrinas, sin habilidad especial o arte de vivir, llamada virtud, y que, por supuesto, se llega a
adquirir.
El placer es uno de los conceptos más ''flexibles'' porque está sujeto a múltiples interpretaciones,
pues para muchos el placer es una cosa diferente. De este modo, San Agustín postula que las
distintas tribus o sociedades que existen se forman a partir de las distintas visiones del placer.
Estas cuatro cosas, el placer, la tranquilidad, ambas a la vez, y los principios básicos de nuestra
naturaleza, se hallan en nosotros de tal forma que la virtud, inculcada más tarde por diversas
doctrinas, se ha de buscar por ellas, o bien ellas por la virtud, o bien una y otras por sí mismas.
Así es como ya tenemos doce sectas, multiplicando cada una de las cuatro por este
razonamiento. Demostrándolo en una de ellas no será difícil hacerlo en las demás.
De hecho, el número podría incrementar de forma increíble si se suman todas las filosofías
helénicas que tienen su propio concepto del placer. Pensemos en los epicúreos, cínicos, estoicos,
académicos, etc. Con esto podríamos llegar al número de 96 sectas filosóficas que se basan en el
placer. Y, si a esto sumamos las teorías del placer con el manejo de la política y el Estado, es la
razón por la cual Varrón llega a tener 288 sectas.
Hablando de Estado y otras cosas, recordemos que el mismo Aristóteles (y Platón de alguna
forma) definen tres modos de vida del hombre: vida contemplativa, vida activa y mixta. Sin
embargo, en ninguna de estas tres se encuentra el bien supremo en palabras de San Agustín.
Por otro lado, Varrón nos dice que si bien hay 288 sectas enfocadas en el placer, estas pueden ser
reducidas drásticamente a sólo 3 sectas. ¿Por qué? porque finalmente lo que se busca es el placer
en sí, y no las distintas formas de placer, o combinaciones que pueden existir junto con otros
conceptos.
5 OPINIÓN DE LOS CRISTIANOS ACERCA DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAL, EN CONTRA DE LOS
FILÓSOFOS QUE AFIRMARON ESTAR EN POSESIÓN DEL SUMO BIEN EN SÍ MISMO
¿Qué es, para un cristiano, el supremo bien y el supremo mal? De acuerdo con San
Agustín, todos los cristianos consideran la vida como Supremo Bien y la muerte
como el Supremo Mal.
En cambio, los filósofos han situado el Supremo Bien y el Supremo Mal en la vida
misma lo cual es un error garrafal, pues el alma que está lejos de Dios no puede
estar en el Supremo Bien, así como tampoco el cuerpo puede estar lejos del alma.
¿Cómo podremos entre estas 3 sectas elegir la correcta? para eso debemos investigar qué es el
hombre. El hombre es un compuesto de alma y cuerpo y por lo tanto, la filosofía a la que se debe
adherir es aquella que reúna estos dos componentes. El hombre que someta los bienes del cuerpo
a la virtud, será ese hombre feliz que se busca.
La virtudes cardinales
Ahora San Agustín se propone analizar las virtudes cardinales (de Platón) y compararlas con el
cristianismo:
Templanza: Muy parecida a la prudencia, la templanza es la guía que nos ayuda a vencer los
placeres carnales y mirar más hacia el espíritu.
Prudencia: la distinción entre elegir qué es malo y qué es bueno. Sin embargo, aunque nos ayuda a
evitar ese mal, no nos ayuda a eliminarlo.
Justicia: el objetivo de esta es de dar a cada uno lo suyo. De ahí que el alma debe someterse a Dios
y el cuerpo al alma, pero este no es un descanso definitivo sino que siempre está en constante
flujo, es decir, el sometimiento de la carne por el alma no debería terminar.
Fortaleza: el objetivo de esta virtud es permanecer impávido a todos los dolores de la vida. Sin
embargo, aquí San Agustín hace una dura crítica hacia los estoicos, quienes decían que aunque el
hombre sufra los peores males que le pueden tocar, este nunca debe lamentarse ni dejarse llevar
por el dolor, es decir, paradójicamente, debe enfrentar sus males ''estoicamente''. Para San
Agustín, una vida siendo ciego, mudo, paralítico, atormentado de dolores, no es una vida digna de
llevarse y por lo tanto no se le puede considerar feliz. En fin, el sólo hecho de que exista la
fortaleza ya habla de todos los problemas y males que tiene el ser humano.
Todas estas virtudes son tomadas en cuenta por San Agustín pero no como el método de salvación
espiritual, sino que más bien son las virtudes que nos servirán para llevar una mejor vida humana.
Lo único que faltaría para que el hombre fuera feliz en esta vida sería, que aparte de lograr las
virtudes cardinales, entregara su devoción y creencia a Dios.