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De acuerdo a la tradición pre-hispánica que comenzó con la festividad de recordar y

honrar la memoria de los muertos, los altares significan un acercamiento y respaldo para
lograr que su camino al paraíso sea seguro y tranquilo.
Un altar de muertos debe contener los elementos básicos de la vida: tierra, aire, agua y
fuego que están representados en los niveles del altar y que auxilian al alma en su camino
al mundo de los muertos y recibir su descanso.
El primer nivel del altar se representa en el suelo con una cruz de cal y establece una
división que separa la tierra con el infierno, la presencia de la cruz indica que se desea
que el alma del muerto ascienda al cielo, se coloca un perro de barro que es el guardián
que apoya en esa encomienda.
En el segundo nivel del altar se colocan como ofrenda objetos personales del fallecido
que uso en vida, los alimentos y comida que eran de su agrado y bebidas, así como
recuerdos que evocan lo que fuera su estancia en el mundo, dichos elementos
representan los frutos de la tierra y el agua que sirvió en vida al fallecido.
También se incluye el papel picado que adorna al altar y que significa el elemento del
viento que es en donde se encuentran las almas que van rumbo al cielo.
Un tercer nivel que es el máximo en el altar, se coloca la fotografía del ser amado y
crucifijos y otros elementos como el vaso de agua para que mitigue su sed cuando
regrese el 2 de noviembre.
Los altares de tres niveles representan la tierra, el cielo y el inframundo. De acuerdo con
la religión católica también puede representar la Santa Trinidad, también conocidos como
la tierra, el purgatorio y el reino de los cielos.
Se recibe a los muertos con elementos naturales, frugales e intangibles, además se
incluyen las estelas de olores fragancias que le nacen a las flores, al incienso y al copal.
El agua, sal, velas o veladoras, copal, incienso, flores, petate, xoloizcuintle, pal, gollete y
cañas son algunos elementos imprescindibles que deben llevar las ofrendas para
conservar su encanto espiritual.
Cada uno de ellos tiene su propio significado, por ejemplo, el agua representa la fuente de
la vida, se ofrece a las ánimas para saciar su sed después del largo recorrido y para que
fortalezcan su regreso, mientras que la sal sirve para que el alma no se corrompa en su
viaje de ida y vuelta para el siguiente año.
La luz que producen las velas representa la esperanza y la fe, una guía para que los
difuntos puedan llegar a sus antiguos lugares y alumbrar el regreso a su morada.
En varias comunidades indígenas cada vela representa un difunto, es decir, el número de
veladoras que tendrá el altar dependerá de las almas que quiera recibir la familia. Si las
veladoras o cirios se ponen en cruz, representan los cuatro puntos cardinales, de manera
que el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino a su casa.
El copal era ofrecido por los indígenas a sus dioses, pues el incienso fue traído por los
españoles; las fragancias de ambos subliman la oración o alabanza, se usan para limpiar
el lugar de los malos espíritus y evitar peligro alguno a quienes regresan a su casa.
Por sus colores y estelas aromáticas, las flores son símbolo de la festividad, adornan y
aromatizan el lugar durante la estancia del ánima. Las más tradicionales es la de
cempasúchil, que en muchos lugares se acostumbra a desojarla y poner caminos de
pétalos para guiar al difunto del campo santo a la ofrenda y viceversa.
Entre los múltiples usos del petate se encuentra en de cama, mesa o mortaja, pero en
esta celebración funciona para que las ánimas descansen o bien, de mantel para colocar
los alimentos de la ofrenda.
En los alteres no debe faltar el perrito izcuintle, de acuerdo con la creencia, él es el que
los ayuda a cruzar el caudeloso río Chiconauhuapan, que es el último paso para llegar al
Mictlán.
Elaborado de diferentes formas, el pan es uno de los elementos más preciados en el altar.
Los golletes son panes en forma de rueda y se colocan en las ofrendas sostenidos por
trozos de caña, estos simbolizan los cráneos de los enemigos vencidos y las cañas las
varas donde se ensartaban.
En las ofrendas también se acostumbra colocar fotografías de quienes ya no están, la
imagen de las ánimas del purgatorio, imágenes de santos, frutas, calaveras de azúcar,
licor, una cruz grande de ceniza y los platillos favoritos del difunto.
Calaveritas de azúcar o amaranto. Además de ser una representación de la muerte, de
acuerdo a su tamaño tienen diferentes significados: si son pequeñas están dedicadas a la
Santísima Trinidad, las medianas recuerdan que la muerte está siempre presente y las
grandes rinden honor a Dios padre.
Papel Picado. El papel picado adquiere diferentes significados de acuerdo a su color: el
naranja simboliza el luto, el morado la religión católica, el azul está relacionado con las
personas que tuvieron una muerte relacionada con el agua, el rojo representa a las
mujeres que murieron en el parto o los guerreros que murieron luchando; el verde es para
jóvenes, el blanco para niños, amarillo para ancianos.
Para festejar este día, los mexicanos preparamos los elementos y los alimentos que más
disfrutaron en vida los difuntos que recordamos. Por eso, servimos para ellos platos
especiales, bebidas, botanas, dulces típicos, prendas y hasta juguetes, para recordar a
los niños que partieron muy pronto. Y así es como se conectan ambos mundos.

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