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Prolegómenos a Jean-Jacques Rousseau

Cultura política y debate en Ginebra ante el Contrato Social

Marc Lahmer

En Revue Française d’Histoire des Idées Politiques 2002/1 (núm. 15), páginas 17 a 44

La Revolución Francesa marca un punto de inflexión en la historia de la humanidad. Por lo


tanto, es posible considerar esta ruptura ya sea desde el punto de vista de un comienzo o
desde el de resultado de un movimiento histórico.

2Así, si nos situamos en el primer escenario, el del acontecimiento fundacional, nos


inclinaremos a favorecer el estudio de sus efectos, para comprender, por ejemplo, cómo, al
borrar la diversidad de condiciones, la Revolución hizo posible la universalidad abstracta de la
democracia. Si, por el contrario, nos inclinamos a verlo como el final de un ciclo histórico,
entonces nos esforzaremos en identificar las causas que lo hicieron posible o inevitable, sus
señales de alerta, o bien nos esforzaremos en identificar fenómenos políticos similares. en el
extranjero, para compararlos con nuestra revolución e identificar las correspondencias.

3Precisamente, en relación con este último objeto, a saber, el de la búsqueda de


configuraciones históricas no idénticas, pero similares a la Revolución Francesa, y anteriores a
ella, es habitual en la doctrina, y para quedarnos en un momento breve de la historia, citar
principalmente los Gloriosa Revolución Inglesa de 1688-1689, luego Revolución Americana en
la que se distinguen dos oleadas sucesivas de constitucionalismo, la que siguió a la
independencia de las trece colonias británicas y la que generó la constitución federal.

4Sin embargo, esta enumeración está incompleta.

5En primer lugar, porque falta sistemáticamente la referencia, por crucial que sea, a la Gran
Rebelión Inglesa de 1640-1660, momento esencial y, en muchos aspectos, generador del
constitucionalismo contemporáneo. En efecto, esta época estuvo marcada por la elaboración y
promulgación de constituciones escritas, por el establecimiento de la distinción entre el poder
constituyente y los poderes constituidos, o por la aparición de reivindicaciones fundamentales
como las del sufragio casi universal y un control judicial. de la ley por un jurado popular, ambos
propuestos por los Niveladores, o incluso un derecho de sanción de textos legislativos atribuido
al pueblo distribuido en asambleas electorales, reforma reivindicada por el Verdadero
Nivelador Gerard Winstanley. Asimismo, fue en este contexto histórico que la noción de
separación de poderes como criterio de una buena constitución surgió por primera vez en el
debate público, mucho antes que Locke.[2][2]Sobre este tema, véase. la introducción a nuestro
libro, La Separación…. “Fue en la revolución inglesa que la democracia moderna las ideas
comenzaron su gran carrera”, escribió sobre este tema uno de los principales especialistas de
este período, P. Zagorin. “En el curso de la discusión y la lucha en torno a estas
reivindicaciones”, aclaró con razón, “se ampliaron los límites de la vida social misma. Por eso la
revolución de Inglaterra es un hecho decisivo en la historia occidental […]. Las luchas de esas
dos décadas brindan la oportunidad de llevar las doctrinas a sus conclusiones, y el resultado
fue una transformación en el tono del pensamiento político”[3][3]P. Zagorin, Una historia del
pensamiento político en inglés….

6La segunda razón por la que este tipo de presentación es incompleta se debe a la ausencia de
mención del debate político que animó a Ginebra durante todo el siglo XVIII en el marco de una
oposición de principios entre dos ideologías antagónicas. De hecho, Ginebra fue entonces el
escenario de un conflicto político que opuso a la burguesía y los patriciados, quienes se
separaron irreductiblemente por sus respectivas interpretaciones del régimen de Ginebra. En
este contexto, muchas de las nociones jurídicas y los principales temas políticos que
experimentaría la Revolución Francesa se discutirían en el intercambio de manifiestos y otros
panfletos. Esta es la razón por la que, a finales de 1792, cuando se hablaba, bajo la influencia
de los acontecimientos franceses, de dar a Ginebra una nueva constitución, Isaac Cornuaud
pudo observar con razón que los publicistas de la citada estaban familiarizados con nociones
políticas fundamentales. : “Tenemos”, desarrolló en este sentido, “el conocimiento, los datos y
toda la experiencia necesaria para hacer una buena constitución democrática y lo haremos […].
Desde hace treinta años”, precisó, “nos ocupamos de estos temas y ya estábamos consumidos
en este tipo de discusiones antes de que a nuestros vecinos se les ocurriera estudiar el
alfabeto”[4][4]Isaac Cornuaud, Lettre à un friend, diciembre 15, 1792, pág. 3 y pág. 7. En
realidad, Cornuaud dijo demasiado poco, porque es desde principios de siglo y no sólo durante
los últimos treinta años que el tema de la democracia ha estructurado el debate en el espacio
público.

7Es precisamente la sustancia misma de este debate de Ginebra lo que será el tema de esta
contribución. Que tienda a demostrar que la Revolución Francesa es, en cierto modo, una
estrella que ciega a quienes la miran. De hecho, su brillantez enmascara la complejidad de un
movimiento ideológico e histórico pesado e incontenible que está en acción explícitamente
desde principios del siglo XVII, con manifestaciones plurales, de los cuales la Revolución
Francesa -en última instancia una obra de síntesis- es sin duda la más considerable en términos
de de su desarrollo y de sus efectos históricos, pero también el más tardío respecto a
antecedentes foráneos, y por tanto menos fructífero en cuanto a la generación de conceptos.

8Al mismo tiempo, esta contribución tiene otra finalidad, ya que la toma en cuenta del debate
político de Ginebra por parte de la historiografía de la idea democrática se impone de una
manera adicional, que no es menor, y que por otra parte ha contribuido poderosamente a
vincularse con la el anterior. Esto se debe a que la comprensión de Jean-Jacques Rousseau y la
inteligencia de su doctrina política presuponen también el conocimiento tanto del derecho
público ginebrino como de los términos esenciales de la controversia política que animó a la
ciudad durante el Siglo de las Luces. En comparación, surge entonces la observación de que el
mayor escritor político del siglo XVIII tuvo que heredar las ideas democráticamente inspiradas
de sus conciudadanos y burgueses, una sensibilidad, un tono y una parte de su doctrina.

9Para convencerse de la veracidad de las afirmaciones anteriores, no hay mejor método que
leer los textos de la época, emanados de los propios publicistas ginebrinos. Esta es la razón por
la cual, a raíz de este estudio, se reproducen tres de los textos principales de esta larga
controversia, que hasta la fecha se encontraban en forma manuscrita[5][5]Agradecemos a los
Archivos del Estado de Ginebra, así como a la …. Al leerlos tomaremos conciencia de que a
través de su significado y su fuerza participan del fondo común del pensamiento político
occidental del siglo XVIII, y encontraremos en este artículo los elementos necesarios para su
comprensión y perspectiva. Naturalmente, la presentación general del debate en el que nos
involucramos es necesariamente cursiva. Constituye una especie de prefacio, no una
exposición exhaustiva que excede los límites de esta obra. Es por ello que indicaremos para
cada uno de los temas abordados elementos bibliográficos relacionados que, si bien son
resumidos y por tanto parciales, abarcan todos trabajos de calidad.

10Sobre esta base, nos esforzaremos en presentar la estructura social y política del gobierno
de Ginebra, así como en exponer los fenómenos de corrupción del régimen, tal como se
consolidaron a principios del siglo XVIII. De este modo, los términos y cuestiones esenciales del
debate que debía oponer la generalidad al patriciado, en cuyo marco los publicistas de ambas
partes debían captar, entre otras cosas, las nociones de soberanía del pueblo, democracia,
régimen representativo, distinguiendo en esta materia la esencia de la soberanía de su
ejercicio, contrato social, equilibrio de poderes y gobierno mixto.

Arquitectura institucional

En el siglo XVIII, Ginebra se extendía sobre un territorio muy pequeño, que fue capturado por
Voltaire, quien gustaba de decir que empolvaría a toda la República cuando sacudiera su
peluca. Sin embargo, fue la primera República francófona de la historia y los Edictos del 23 de
enero de 1543, revisados por los de enero de 1568, constituyeron la base de sus
instituciones[6][6]El texto es reproducido por H. Fazy, Las constituciones del…. Esta codificación
se llevó a cabo en el momento en que se sintió la necesidad, a principios de la década de 1540,
de refundir los Edictos anteriores para ordenarlos en un sistema coherente. Por lo tanto, se
trata de mejorar y coordinar los textos existentes y no de crearlos desde cero, y se ha creado
una comisión a tal efecto. Dentro de él, Calvin había tomado un papel importante en su
desarrollo[7][7]Este elemento ha sido demostrado con gran detalle por Marc…. Si Calvino
desempeñó este papel fue porque el 21 de mayo de 1536, el pueblo de Ginebra, reunido en el
Consejo General, había declarado por unanimidad que se separaba de la Iglesia romana y
abrazaba la Reforma. Los ginebrinos querían así consolidar su libertad, ya que consideraban
que la Iglesia romana estaba demasiado cerca de los intereses de la Casa de Saboya, enemiga
atávica, y, por consecuencia natural, pensaban que encontrarían en el protestantismo un
precioso auxiliar para el mantenimiento de su libertad. .

12En el plano jurídico y social, Ginebra se caracterizó por una distinción establecida en
principio entre los distintos órdenes que componían la República. Así, los ginebrinos se
dividieron en cinco entidades distintas: ciudadanos, burgueses, habitantes, nativos y súbditos.
Sólo los dos primeros órdenes poseían derechos políticos y formaban el soberano, con la
diferencia de que sólo los ciudadanos podían llegar a las principales magistraturas. El
ciudadano debía ser hijo de ciudadano o de burgués y nacer en la ciudad. El burgués era quien
había obtenido letras burguesas y su hijo seguía siendo burgués si nacía fuera del territorio. Si
en el siglo XVI los ciudadanos y los burgueses eran todavía mayoría, en el siglo XVIII ya no era
así porque de una población total de 18.500 almas en 1711, 20.781 en 1721 y 20.816 en 1755,
formaban aproximadamente un cuerpo compuesto por 1.500 unidades. La clase de habitantes
estaba formada por extranjeros que habían comprado el derecho a vivir en la ciudad. Los
nativos eran sus hijos, nacidos en la ciudad, y representaban alrededor del 30% de la población
en 1745. Su estatus inferior se reflejaba no sólo en su no participación en la vida política, sino
también en una serie de reglas económicas y fiscales que les prohibía acceder a determinadas
profesiones prestigiosas o les imponía impuestos más elevados que los que pagaban los
ciudadanos y burgueses. Así, como escribió el embajador francés en 1768, “aunque estaban en
el Estado, no eran del Estado”. Finalmente, los Sujetos eran los habitantes de la periferia de la
ciudad que se denominaba territorio, hubieran nacido allí o no. Su nombre transcribe
perfectamente la nulidad de su condición.
13Sobre esta base, Ginebra participó en el modelo de las antiguas democracias directas donde
el poder ejecutivo, titular del monopolio de la iniciativa legislativa, propone textos a los que el
pueblo, reunido en asamblea general, concede o rechaza su sanción sin tener ningún derecho
de decisión. discusión o enmienda.

14Precisamente, su gobierno presentó cinco centros de autoridad dependientes unos de otros,


a saber:

15. Cuatro síndicos que son los jefes de la República y los presidentes de todos los Consejos,
siendo el Primero de ellos el Jefe del Estado. Elegidos entre los miembros del Pequeño Consejo,
son elegidos anualmente por el Consejo General sobre la base de una lista doble presentada
por el Pequeño Consejo. Desde el Edicto del 7 de febrero de 1518 nadie podía ser reelegido
como síndico hasta tres años después del año de su anterior unión. Se introdujo la costumbre
de reelegir en el cuarto año a los que habían estado en el cargo tres años antes, y de designar
bajo el nombre de cuadrilla a los cuatro concejales que, habiendo sido síndicos un año,
probablemente se encontrarían síndicos juntos cuatro años después.

16• El Consejo de los Veinticinco, también llamado Consejo Pequeño, Consejo Restringido u
Ordinario, o incluso Senado o Consejo de Estado. Compuesto por miembros procedentes de los
Deux-Cents y ciudadanos de estatus, administra diariamente todos los asuntos de la República,
los asuntos de Estado tanto dentro como fuera, los asuntos policiales, civiles y penales. En esta
calidad mantiene toda la correspondencia y dirige todas las negociaciones con las potencias
extranjeras, es juez de tercera instancia en los procesos civiles y juez soberano en los casos
penales, y también otorga derechos a la burguesía. Por último, tiene la iniciativa de las leyes en
todos los demás consejos, de los que él mismo es miembro.

17• El Consejo de los Sesenta, integrado por miembros del Consejo Pequeño y treinta y cinco
miembros del Consejo Pequeño. Los síndicos sólo lo reúnen para deliberar sobre asuntos
exteriores que requieren una resolución rápida y secreta. Una especie de comité diplomático
sin funciones especiales ni autoridad real, apenas se reunió en el siglo XVIII.

18 • El Consejo de los Doscientos, también conocido como el Gran Consejo, y mucho menos
cámara baja. Está compuesto por doscientas cincuenta personas, es decir, la sexta parte de los
ciudadanos y burgueses, extraídas del Consejo General. Desde 1604 era la autoridad suprema
de apelación en materia civil y desde 1568 tenía derecho a perdonar al criminal cuando el
litigante se quejaba de haber sido juzgado en contra de los Edictos. Él hace al Pequeño Consejo,
que está obligado a deliberar sobre todas las propuestas que considere adecuadas para el bien
del Estado, pero él mismo sólo puede deliberar y decidir sobre los temas que le plantea el
Pequeño Consejo.

19Los miembros del Petit Conseil eligen a los de los Deux-Cents y viceversa, lo que da lugar a
un procedimiento llamado “nesting”. Cada año, en enero, el Gran Consejo se reúne para revisar
el Consejo de los Veinticinco, con el fin de someter a estos miembros al "grabeau", es decir,
examinar la moral, la conducta y la capacidad de cada uno, primero en voz alta y luego por voto
secreto, con bolas llamadas ballottes. Al día siguiente, el Senado convoca por turno a cada
miembro del Consejo de los Doscientos, del que también forma parte el Consejo de los
Sesenta. Pero, en realidad, poco a poco se había ido introduciendo la costumbre de considerar
inamovibles a los miembros de estos consejos, garantizándose mutuamente los magistrados
sus escaños.
20• Finalmente, el Consejo General o Consejo Soberano[8][8]Por eso se llaman los Veinticinco
y los Doscientos…. Está compuesto por todos los ciudadanos varones y burgueses que han
alcanzado la mayoría de edad fijada en veinticinco años y que forman, según un término
común en Ginebra, la "generalidad", es decir, los miembros del soberano. El Consejo General
tiene derecho legislativo, derecho a ratificar tratados y declarar la guerra o concertar la paz. En
este contexto, aprueba o rechaza las propuestas que le sean formuladas. Se reúne al menos
dos veces al año para la elección de determinados magistrados, en enero para la elección de
los cuatro síndicos y en noviembre para cubrir los cargos de teniente, interventores, tesorero
general y fiscal general[9] [9]En materia jurisdiccional, el tribunal de primera instancia….
Respecto a todas estas elecciones, el Consejo General decide sobre la base de una lista de
candidatos en número doble, presentada por los Consejos Pequeño y Grande.

21Hubo, pues, al final, un sistema de Consejos concéntricos, donde cada Consejo estaba
incluido en el Consejo Superior, los Veinticinco en los Sesenta, los Sesenta en los Doscientos y
los Doscientos en el Consejo General, y donde el acceso a la magistratura formaba parte de un
curso honorífico[10][10]Esto se llevó a cabo en Ginebra según una progresión que fue….

22 De esto se deducía que en materia legislativa, el pueblo, es decir el cuerpo de ciudadanos y


burgueses, aprueba o rechaza las propuestas hechas por el Pequeño Consejo, que tiene el
derecho exclusivo de iniciativa, y que fueron aceptadas posteriormente por el Consejo de los
Doscientos. La regla en este ámbito es que nada se puede llevar al Consejo de los Doscientos
que no haya sido previamente tramitado y aprobado en el Consejo de los Veinticinco, y nada se
llevará al Consejo General que no haya sido previamente tramitado y aprobado. en el Consejo
de los Doscientos. En consecuencia, cuando la propuesta del Pequeño Consejo es aceptada por
los Doscientos, el texto es impreso y expuesto para que sea conocido por los ciudadanos y
burgueses cuando acuden, con la espada al costado, al Consejo General convocado por el
Pequeño Consejo. Esta asamblea general se celebra en la catedral de Saint-Pierre después de
haber sido convocada al sonido de la trompeta el día anterior, y la misma mañana al sonido de
la campana. Así, ese día, la sesión se abre con una oración, luego el poder judicial presenta y
defiende su texto, llamado proposición, que luego se somete a la pluralidad de votos de todos
los ciudadanos y burgueses, para que la generalidad no tenga derecho de discusión ni derecho
de enmienda. El historiador ginebrino Bérenger describió las actuaciones de un Consejo
General:

23

“Cuando se trata de una nueva ley o de cambios en una ley antigua”, explicó, “la resolución del
Senado y del Gran Consejo se anuncia mediante un programa que se distribuye a los
ciudadanos. Se anuncia la propuesta sobre la que se debe tomar una decisión y se fija el día en
que se celebrará el Consejo General. Cuando llega ese día, los ciudadanos entran al Templo y el
Soberano existe. Luego se levanta el Primer Síndico, repite sobre qué tema estamos llamados a
decidir, dice qué razones han determinado a los Consejos a proponerlo, las ventajas que
resultan o se esperan de la nueva ley; pero tampoco nos permite ignorar el miedo con que
debemos tocar a los viejos, con qué moderación debemos añadirles otros. Luego pasamos a las
votaciones[11][11]Constatamos, a la vista de este pasaje, que el poder judicial presenta y…; Los
senadores votan primero, los siguen los pastores, después caminan los miembros del Gran
Consejo, seguidos por los demás ciudadanos. Todos dan sus votos al oído de un secretario
elegido ad actum[12][12]Esta regla se estableció en 1707. Anteriormente los secretarios…;
tiene frente a él una tarjeta dividida en dos columnas, una es la de aprobación, la otra la de
rechazo[13][13]Se introdujeron estos términos aprobación y rechazo...; pone un punto debajo
de uno de ellos, según si el elector aprueba o rechaza”[14][14]Bérenger, Histoire de Genève,
Genève, 1772-1773, T. II, cap.….

24 Tal era la distribución del poder según el texto de los Edictos. Pero, en realidad, la evolución
estructural de las instituciones políticas de Ginebra se caracterizó por la afirmación del hecho
oligárquico. De facto, este fenómeno había llevado a la reabsorción del poder en manos del
patriciado[15][15]El uso del término “patriciado” se refiere aquí, como será…. Dos elementos,
estrechamente correlacionados, explicaron esta alteración.

La corrupción del régimen

En primer lugar, hubo una confiscación de la autoridad política por parte del poder ejecutivo,
de modo que el Consejo General ya no era el soberano nominal.

26Este proceso de corrupción se había desarrollado lentamente a lo largo de los siglos, sin
haber sido siempre objeto de un plan deliberado a largo plazo.

27 Ya en 1543, el Consejo General había aceptado la siguiente disposición: “No se propondrá


nada en el Consejo de los Doscientos que no haya sido tratado en el Consejo Estrecho, ni en el
Consejo General antes de haber sido tratado ambos en el Consejo General”. el Consejo
Estrecho que en Deux-Cents. Esta disposición derogó el derecho que hasta entonces tenía cada
ciudadano y burgués de llevar ante el Consejo General cualquier propuesta que considerara
oportuna y atribuyó al Consejo Menor el monopolio de la iniciativa legislativa. Pero el
movimiento llevó aún más lejos, ya que en 1570 el gobierno concibió el proyecto de retirar al
Consejo General su prerrogativa en materia fiscal, consagrada por la costumbre, y pidió que se
le concediera someter al Consejo de los Doscientos impuestos. propuestas. El Consejo General
votó el 2 de abril de 1570 a favor de este proyecto de forma ambigua, ya que veía en él una
medida circunstancial vinculada a la guerra contra la Casa de Saboya, por lo tanto limitada al
año en curso y que no podía sentar un precedente. El gobierno, por su parte, lo interpretó
como un edicto irrevocable y perpetuo. Envalentonados por este éxito, los magistrados
llegaron incluso en 1584 a considerar la posibilidad de retirar su derecho legislativo al Consejo
General. En efecto, desde agosto de 1583, el Pequeño Consejo había elaborado un proyecto
que atribuía a los Doscientos la votación de las leyes a propuesta del Consejo Estrecho,
mientras dejaba al Consejo General, al mismo tiempo que el Gran Consejo, la elección de los
principales magistrados. . La deliberación fue aplazada pero los comisarios del Pequeño
Consejo retomaron la cuestión y, el 22 de noviembre del año siguiente, el primer síndico
Michel Roset presentó en su nombre un informe confirmando la opción elegida. Lo justificó por
el peligro de reunir el Consejo General donde, dijo,

28

“Aparecen indiferentemente toda clase de personas, y no sólo los jefes de casa, sino también
los niños y los sirvientes […]. Si imaginamos la historia de los pueblos gobernados por la
democracia, reconocemos que se encontraron en peligros terribles, que cualquier cosa, grande
o pequeña, que se proponga ante el pueblo, puede generar sedición por culpa de los
ignorantes. Además, añadió, esto permitiría a algunos interpretar la Constitución y modificarla
porque "algunos que lo consideraran de su interés alterarían dichos Edictos y reunirían al
General todos los días, no habría orden y sería una gran burla si Hicíamos la voz más fuerte y
habría semillas de odio en la ciudad. Esto es lo que llevó a algunos de los señores de la
comisión a creer que sería por el bien público conceder a los Doscientos el poder de sancionar
los Edictos; de hecho, dicen, no existe ningún Edicto que exija a los Consejos informar todas las
leyes al Consejo General; si los Edictos han sido presentados hasta ahora para su ratificación
por el Consejo General, es porque el Consejo de los Doscientos estaba dispuesto a hacerlo y
cuando este último no lo considera oportuno, el pueblo no puede reprocharles, sobre todo
porque el El Consejo de los Doscientos está formado por la flor de la ciudad y representa al
pueblo”[16][16]Citado por A. Roget, “Le Conseil Général”, Etrennes genevoises,….

29Así, desde finales del siglo XVI, el poder ejecutivo utilizó el principio representativo para
intentar privar a ciudadanos y burgueses reunidos en el Consejo General del ejercicio directo
de su capacidad legislativa, materializada en el derecho de sanción.

30Si este movimiento, por su naturaleza muy radical, no pudo tener éxito, lo cierto es que
desde finales del siglo XVI hasta 1707, el Consejo General sólo se reunía dos veces al año, en
enero y noviembre, para la elección de los magistrados principales. , mientras que los asuntos
importantes eran manejados por los Consejos Pequeño y Grande, con los que, en ocasiones,
los Sesenta estaban asociados.

31 En segundo lugar, además de esta confiscación por parte de la magistratura de la función


legislativa, se formó un patriciado exclusivo, distinguido del resto de la población y que se
perpetuó en los Pequeños y Grandes Consejos mediante la sustitución de la acción de
herencia, parentesco y convivencia. -optación, a la regla de elección por el Consejo General.

32Así, en el siglo XV, el Pequeño Consejo era elegido por los síndicos. Sin embargo, en 1530, el
Consejo de los Doscientos, para no dejar "a cuatro personas un poder tan grande como el de
formar un Consejo como quieran", se asignó el derecho de elegir a los miembros del Pequeño
Consejo, por eligiendo entre los dos nombres propuestos por el Pequeño Consejo, y en aras de
la reciprocidad, se decidió al mismo tiempo que el Pequeño Consejo, inmediatamente después
de su constitución, procedería a la elección de los consejos de los Sesenta y de los Dos -
Cientos. Así se introdujo la práctica de que los Consejos se eligieran y reclutaran entre sí fuera
del control popular. Este sistema de lanzadera y entrelazamiento daría como resultado una
aristocracia de facto a partir de las instituciones democráticas de la antigua Ginebra. Se
estableció así una unión unida entre los miembros de los distintos consejos subordinados,
tanto más cuanto que rápidamente se estableció la costumbre de considerar a los magistrados
como inamovibles, de modo que la tarea anual que consistía en un examen de la moralidad de
cada consejero no era nada. más que una formalidad. El vínculo de intereses creado entre los
Consejos Pequeños y Grandes hizo que este último organismo perdiera su carácter de órgano
intermediario entre el Consejo General y el Consejo Ordinario, de modo que hizo muy mal uso
de su derecho de propuesta.

33De esta manera las familias más ilustres pudieron hacerse con los Magníficos Consejos. Allí
se recibía a las personas casi por herencia y por derecho de primogenitura, siendo elegido el
hijo mayor con preferencia al menor, incluso cuando este último era superior, o por
matrimonio. En definitiva, el nepotismo era la regla hasta el punto de convertirse en la mente
del patriciado en la expresión de un derecho. De hecho, en Ginebra estaba en vigor una
especie de ley de hierro de la oligarquía en beneficio de unas pocas familias. Este estado de
cosas condujo a situaciones cómicas: así, el registro del Petit Conseil lleva la fecha del 25 de
enero de 1700, cuando el Consejo se reunió para deliberar sobre el tema de la negociación
emprendida cerca de la corte de Turín por sus diputados Chouet y Lullin. , sus padres, de
acuerdo con las prescripciones del Edicto, tuvieron que retirarse, de modo que los Veinticinco
quedaron reducidos a tres de sus miembros.
34En consecuencia, en la segunda mitad del siglo XVII se había formado una nobleza, accesible
sólo a aquellos cuyos padres habían servido en los Consejos Selectos. Además, su “altura”
perjudicó cada vez más a la burguesía. Esta pendiente era antigua ya que, en 1587, los
ministros protestantes se habían sentido obligados a reprochar a ciertos miembros del
Pequeño Consejo su "orgullo". Ahora, en el siglo XVIII, una diferenciación social cada vez más
marcada pone de relieve este fenómeno, resumido en una frase por un contemporáneo: "se
consideran de nacimiento mucho más ilustre que el de sus otros conciudadanos", testificó. En
efecto, a partir del desarrollo del comercio y de la banca se constituyeron fortunas
acrecentadas por el ahorro, y hermosas mansiones privadas construidas en la parte alta de la
ciudad fueron manifestación de ello, de modo que destacaron y la ciudad alta, la de los
patricios. , unidos por alianzas matrimoniales y comerciales, y la ciudad baja ahora se oponían.
Finalmente, en la "Roma de Calvino", las clases altas se eximieron de respetar las ordenanzas
suntuarias mientras que las bajas adhirieron a las costumbres antiguas, conscientes de que su
sencillez era garante de la igualdad social, misma en relación con la igualdad política[17][17] De
hecho, desde la llegada del protestantismo, ordenanzas….

35En este contexto, el Consejo General sólo contaba con el principio de elección popular de los
magistrados, es decir los cuatro síndicos, el teniente y los interventores de justicia y policía, el
tesorero y el fiscal general. Lamentablemente, este derecho popular también quedó reducido a
una formalidad porque, en realidad, la generalidad dio su voto sobre la base de una lista,
establecida por los Consejos Restringidos, donde se proponían candidatos para el doble de los
puestos a cubrir, por lo que que su propia evaluación discrecional se redujo a poco.

36Al final, pues, en el siglo XVIII, los Veinticinco, los Sesenta y los Doscientos, todos de
composición patricia, combinaron los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, mientras, en el
marco de un simulacro, el Consejo General elegía magistrados proforma. En materia de
derechos de las personas, el análisis reveló la primacía de una especie de consejo de
administración resultante de una plutocracia. Ante esto, el partido popular se propuso
denunciar las usurpaciones del partido oligárquico gobernante y pidió, no la modificación de
los Edictos, sino, dijo, su estricto cumplimiento.

37A decir verdad, incluso antes de este siglo XVIII crítico se habían producido intentos, pero el
año 1707 fue el momento fundacional. Este año, convulso entre todos, marca una ruptura y un
advenimiento en la historia política de Ginebra, tanto por los dramáticos enfrentamientos
ocurridos como por la creación por parte de la generalidad de una base doctrinal, estructurada
por la exigencia de la atribución a todos los ciudadanos y burgués del derecho de soberanía. A
partir de esta fecha, pues, se distinguirá definitivamente en Ginebra el partido del patriciado y
el de, digamos, la generalidad, dotados de ideologías y sistemas conceptuales distintos. De esta
oposición de principios surgirá, a nivel doctrinal y literario, un conjunto de ensayos que tienen
como tema el derecho público y que constituirán un corpus de gran interés[18][18]Émile
Rivoire (1850-1944) identificó el " todo….

El surgimiento de una doctrina política burguesa: las memorias de Marc Revilliod (1704)

En este contexto, el primer y notable intento de establecer la soberanía del pueblo sobre una
teoría coherente y fundarla sobre principios lo realizó, en febrero de 1704, durante un proceso,
el abogado Marc Revilliod. En efecto, los Deux-Cent habían vendido a Turrettini y a sus
hermanas, de una ilustre familia de la ciudad, un derecho de caza en la finca del Château des
Bois, con exclusión de ciudadanos y burgueses, algunos de los cuales, considerándose
agraviados, confió sus intereses a Reviliod. Éste, procediendo por inducción, se comprometió
entonces a demostrar que la caza, al ser un derecho de soberanía, sólo podía ser enajenada
por el soberano, que en este caso en Ginebra es el Consejo General y no el Doscientos, de
modo que no tenía derecho o título de que el Gran Consejo había llevado a cabo tal
enajenación. Para ello, escribió una memoria cuyo título es suficiente por sí solo y que inaugura
en Ginebra todo un siglo de promoción del principio de soberanía popular: Disertación sobre la
soberanía y los derechos del Consejo General de la ciudad y de la República de Ginebra y sobre
la necesidad y gran utilidad pública que hay para que dicho Consejo General sea el único
soberano del Estado y que de él dependan los demás Consejos[19][19]Este texto se reproduce
en las páginas 135 a 150 de la reseña. La conclusión de su manifestación fue inequívoca: “…
sólo podemos relacionar”, afirmó, “la forma de gobierno de Ginebra con la Democrática o
Popular, […] de lo cual concluimos que estando la Soberanía en el Pueblo, la Magnífica El
Consejo de los Doscientos no podría enajenar un derecho que depende de él…”[20][20]Ver.
esta reseña, pág. 149..

39 Existía, por tanto, en la burguesía ginebrina una cultura y un tono político que debían
llevarla a la confrontación ideológica. Dotada de principios políticos, movida por un resorte
tensado por las múltiples usurpaciones del patriciado, consciente de que la unión hace la
fuerza, la burguesía estaba ahora en condiciones de escribir a lo largo del siglo una especie de
prefacio a la Revolución Francesa. Los primeros aspectos decisivos no tardarían en llegar.

Los acontecimientos de 1707

40 El 1 de diciembre de 1706, el procurador general Jean du Pan informó al Pequeño Consejo


de un memorándum que le habían entregado cuatro ciudadanos, hablando en nombre de la
burguesía, para presentarlo en forma de protesta. Su enfoque pretendía asegurar que la forma
de votar en el Consejo General estuviera alineada con la que prevalecía en los demás Consejos,
y que recurriésemos al uso del voto secreto, conocido como boleta o papeleta. Este proceso
había sido introducido en los Pequeños y Grandes Consejos desde el 27 de diciembre de 1655,
pero no en el Consejo General, de modo que cada ciudadano y burgués seguía dando su voto al
oído del escrutador tomado del Pequeño Consejo. Precisamente, este organismo se negó a
proponer tal modificación como lo hizo la reunión de Deux-Cents del 25 de diciembre. Sin
embargo, se desarrolló un debate en el seno de este Consejo bajo la influencia de una minoría
encabezada por Pierre Fatio, asistida por Jacob de Normandie y Pierre Gallatin. Doctor en
Derecho por la Universidad de Basilea, Fatio (1662-1707) fue un renombrado abogado en
Ginebra. Elegido miembro de los Deux-Cents en 1688, auditor en 1695, se había perdido las
elecciones al Petit Conseil de 1705 en favor de su hermano, el banquero Jacques-François Fatio,
menos dotado y más dócil con la línea gubernamental. Este fracaso tal vez influyó en el hombre
que en pocas semanas se convertiría en la voz de la burguesía y entraría en la Historia. Ese día,
relata un testigo, “habló con más audacia que nunca, sin respetar a los síndicos, […] hablando
todo el tiempo de la soberanía del pueblo”[21][21]Citado por A. Corbaz, Pierre Fatio , precursor
y mártir de…. Fue un comienzo y el resto fue igual de bueno.

41En enero de 1707, de hecho, el general se reunió de pleno derecho para proceder a la
elección de los síndicos. A instancias de Delachana, se llevó una propuesta al pleno de la
asamblea que, además de retomar la petición de la institución de las papeletas de votación,
presentó otras tres peticiones, a saber, la elección de los Doscientos por él mismo y no por el
Senado, la negativa de admisión en los Consejos Pequeños y Grandes de personas que tuvieran
ciertos vínculos familiares con los miembros del lugar y la impresión de Edictos para que todos
pudieran conocer las leyes bajo las cuales debían vivir. Además, Delachana insistió en que se
delibere sobre estas propuestas. Se argumentó, y Fatio fue uno de ellos, que esto no podía ser
así porque estos artículos no habían sido deliberados por los Consejos inferiores, y se quedaron
ahí. Sin embargo, los Deux-Cents nombraron una comisión, compuesta por delegados de
ambos partidos, para deliberar sobre las cuatro propuestas. Entre los diputados de la burguesía
estaba Marc Revilliod, mientras que Pierre Fatio estaba a la cabeza. A partir de esta fecha, el
poder judicial debió considerar a este último como una especie de tribuno del pueblo, sin duda
destinado a la función de fiscal general, que rápidamente habría modificado en una especie de
tribuno romano para derrocar la Constitución[22 ][ 22]El cargo de procurador general fue
creado en 1534. Miembro….

42Tras el trabajo de la comisión, sólo se tuvo en cuenta la solicitud de impresión de edictos


civiles y políticos, así como de ordenanzas eclesiásticas. La decepción fue grande. Los
burgueses se reunieron entonces informalmente y exigieron la convocatoria del Consejo
General, que finalmente se fijó para el 5 de mayo.

43Ese día, fue el segundo síndico Jean-Robert Chouet (1642-1731) quien, frente a la burguesía
cuyas aspiraciones conocía, expuso la doctrina del gobierno, que consistía en dos
proposiciones esenciales[23][23]Este discurso fue publicado por W.-A. Liebeskind, una
primicia…. En primer lugar, como parte de una ruptura con el estado anterior del discurso
oficial del gobierno que presentaba a Ginebra bajo la forma de una aristocracia, es decir, una
variedad de gobierno mixto, se reconoció que el régimen tenía la calidad de una democracia.
Pero, en segundo lugar, se afirmó al mismo tiempo que Ginebra participaba en un régimen
representativo basado en la distinción entre la esencia de la soberanía, de la que el pueblo es
titular, y el ejercicio de la misma delegado a los Pequeños y Grandes Consejos. De esta manera,
se dio un énfasis muy particular a un tema que prometía importantes avances a finales del siglo
XVIII, a saber, el del artificialismo, una situación en la que el soberano, al no ejercer él mismo
su derecho de manera directa, no gobierna.

44

“No es”, declaró el síndico, “una cuestión que deba, ni siquiera pueda, proponerse entre
nosotros, a quién o a qué organismo pertenece la soberanía de nuestro Estado. No hay nadie,
sin excepción, Señores Magníficos y Soberanos, que no deba estar de acuerdo en que
pertenece únicamente a este Consejo. Pero, sostuvo Chouet al mismo tiempo, si bien la
naturaleza democrática del régimen no puede ponerse en duda, lo cierto es que se trata de una
democracia representativa: “A partir de ahí”, continuó, “sus Señorías podrán ver en primer
lugar que nuestro gobierno es puramente democrático […]. Pero para dar una idea aún más
precisa, y al mismo tiempo un poco más extensa, de nuestro gobierno, debemos distinguir
cuidadosamente, Mis Honorables y Soberanos Señores, el derecho de soberanía de su
ejercicio. Porque un soberano, conservando todo su derecho de soberanía, puede sin embargo
encomendar su ejercicio y sus funciones a quien quiera y durante el tiempo que quiera […] de
modo que podemos incluso decir que es este Consejo General y Supremo el que ella misma
ejerce todos estos actos, pero que los ejerce a través del ministerio de Oficiales o Magistrados
que ha establecido, y que actúan sólo en su nombre y por sus órdenes. […] debemos concluir
de esto que la soberanía no pertenece al magistrado, sino que éste sólo tiene el ejercicio de
ella”.

45Después de una intervención del Fiscal General de Pan, Pierre Fatio respondió a los
magistrados, con un discurso en respuesta al Sr. Segundo Síndico Jean-Robert Chouet[24]
[24]Este texto se reproduce en las páginas 151 a 154 de la revista. Fin publicista, Fatio
cuestionó el nominalismo de la teoría del gobierno oponiéndose a la idea de una transferencia
del ejercicio de la soberanía que se remonta a la época de la creación de los Deux-Cents, y
afirmando que sólo su ejercicio directo por el General era compatible con el derecho público
de Ginebra. No aceptó que el principio democrático se reduzca al derecho exclusivo de elección
de magistrados lo que, señaló, no es “un acto tan considerable”[25][25]Voy. esta reseña, pág.
152., destacando así la antinomia presente en su sentido en la noción misma de democracia
representativa, en la que veía un oxímoron cuyo efecto práctico resultaba en “alienar,
transmutar la soberanía”[26][26]Idem, p . 151. Además, se basó en el principio de
imprescriptibilidad e inalienabilidad de la soberanía, de modo que el uso no le pareció un título
legítimo para el ejercicio por el Gran Consejo de la soberanía, y señaló también que la razón
natural, dada a los hombres, además “nacidos para la libertad”[27][27]Ibíd., p. 152., permitía
precisamente el ejercicio directo de la soberanía por parte del Consejo General, entendiéndose
que esta asamblea debía ocuparse exclusivamente de la legislación y no de los asuntos de los
particulares. Así, observó, “al renunciar a su derecho, diremos que [el Consejo General] es
siempre soberano, pero sólo lo será in abstracto, y nunca in concreto, siempre soberano sin
ejercer su soberanía”[ 28][28 ] Ibíd., pág. 153..

46Este Consejo General, que duró ocho horas y quedó bajo el nombre de Consejo de Boos por
ser tormentoso, acabó finalmente con un reconocimiento de fracaso y una divergencia de
principios. A petición del Pequeño y del Gran Consejo, las tropas de Berna llegaron a la ciudad
el 4 de junio, reforzadas el 1 de agosto por las de Zurich, y se pudo restablecer el orden. Fatio
fue excluido de los Deux-Cents y luego arrestado al amparo de una denuncia casual que le
atribuía la intención de una conspiración. Fue fusilado en secreto el 6 de septiembre de 1707
dentro de la propia prisión después de lo que parecía un juicio. Entre sus familiares, Lemaître
fue ahorcado y Delachana apartado de su burguesía y desterrado de por vida. Casi ochenta
personas fueron condenadas a diversas penas, como suspensión o despido de la burguesía,
multas, azotes o azotes.

47Además, aprovechando su ventaja, la magistratura obtuvo durante el Consejo General del 20


de diciembre de 1712 la abolición de las principales realizaciones del movimiento de 1707, a
saber, la institución de asambleas generales quinquenales votadas durante el Consejo General
del 26 de mayo de 1707. Para ello recurrió a una serie de medios tortuosos cuyos detalles no
podemos dar aquí. Cabe señalar, sin embargo, que los magistrados afirmaron que las
asambleas periódicas eran inútiles en la medida en que el Consejo General, titular del poder
legislativo, sería convocado imperativamente en el futuro para decidir sobre “asuntos
importantes”.

48 Sin embargo, a pesar de este último episodio, 1707 fue una verdadera instrucción cívica
para la generalidad que tomó posesión de una doctrina democrática y que, más que antes, se
dotó de un espíritu de cuerpo que ahora debía oponer al Consejo Restringido. A partir de
entonces, en esta ciudad dividida en dos corrientes, con sus respectivas ideologías, estrategias
y dirigentes, el principio de la soberanía del pueblo y sus implicaciones nunca dejaría de estar
en el centro de las disputas políticas, y es que definió él mismo como soberano de la República
que el conjunto de ciudadanos y burgueses exigiría, durante las sucesivas agitaciones
populares de 1718, 1732 y 1734-37, la atribución al general del derecho a votar sobre los
impuestos.

Las cartas anónimas de 1718


De hecho, en 1714, cuando las murallas de la ciudad amenazaban con arruinarse, los Consejos
Pequeño y Grande decidieron emprender importantes obras de fortificación. Para ello se
establecieron impuestos por diez años, en forma de aumento de los impuestos existentes y
creación de nuevas formas de tributación, y esto sin ninguna convocatoria del General. Esta
iniciativa fue mal recibida por la burguesía porque, además de sospechar que la magistratura
quería formar y mantener una guarnición permanente destinada a custodiar el recinto y
financiada con el impuesto recaudado, y que, en caso necesario, tendría que oponerse a los
movimientos populares de del tipo de las de 1707, lo veía como una cuestión de principios en
la que se había ignorado la soberanía popular, que implicaba el voto de las leyes financieras por
parte del pueblo. De hecho, este nuevo episodio iba a demostrar hasta qué punto los
acontecimientos de 1707 habían dejado huellas en la mente de las personas y iba a dividir aún
más el cuerpo social en dos bandos con posiciones irreconciliables.

50Precisamente, como reacción contra la iniciativa de los Consejos Restringidos, la generalidad,


educada por la propedéutica de 1707, quiso centrarse en el nivel de los principios y sostuvo
que, durante el Consejo General del 20 de diciembre de 1712, los magistrados habían
representado la convocatoria asambleas periódicas como una superfecación en consideración
de que todos los asuntos importantes caían dentro de la competencia del Consejo General. Sin
embargo, según la burguesía, los impuestos estaban relacionados por naturaleza con estos
importantes asuntos. Éste era todo el contenido de la declaración realizada el 28 de diciembre
de 1715 por el procurador general Luis el Fuerte, sensible a los argumentos de la burguesía,
ante los Deux-Cents. Sin embargo, el Gran Consejo, además, por unanimidad, decidió que le
correspondía constantemente establecer todos los impuestos y contribuciones de toda
antigüedad. El patriciado aprovechó el Edicto del 2 de abril de 1570 que, según él, había
quitado al General el derecho de imponer impuestos para transmitirlo a perpetuidad e
irrevocablemente a los Doscientos. Esta doctrina tuvo que ser explicada en detalle por una
comisión encargada de examinar las diferentes soluciones posibles, y que publicó el 23 de
febrero de 1717 una Memoria sobre la cuestión de los impuestos, cuyo autor principal se dice
que es Jacob de Chapeaurouge.

51A raíz de esta actitud, el 14 de octubre de 1718, el Primer Síndico informó al Petit Conseil
que el Procurador General le había comunicado que había recibido de Francia por correo "un
largo memorando en forma de carta de veinticuatro páginas". sobre impuestos [relativo al]
deseo que el autor atribuye a nuestro pueblo de que no se impongan más impuestos sin
consultarlo”. Se trataba, en efecto, de una carta que había pasado por el correo de Lyon
dirigida a varios burgueses y en la que, como corolario de la condena del edicto de 1712, se
exponía el principio de la soberanía popular. El 17 del mes siguiente llegó también del correo
de Lyon una segunda carta, escrita según los principios de la anterior. Estas dos
correspondencias constituyeron las Cartas anónimas, también llamadas Sediciosas por quienes
las combatieron, de 1718. Se titulan precisamente Reflexiones comunicadas a un nuevo
burgués de esta ciudad y Carta al autor de las reflexiones comunicadas a un nuevo burgués de
esta ciudad. [29][29]Estos textos fueron publicados por André Gür, “Les Lettres…. Éste es, en
verdad, uno de los textos políticos esenciales del debate de Ginebra, que debía ser considerado
por ambas partes como el manifiesto de la burguesía y que debía dejar una impresión
duradera.

52Su autor fue el pastor Antoine Léger, uno de los profesores más eminentes de la Academia
donde había sucedido a su maestro, Jean-Robert Chouet, en la cátedra de filosofía. Luego
disfrutó de una autoridad moral e intelectual indiscutible entre sus compañeros y estudiantes.
Cabe destacar que había llegado a estos cargos políticos tras un largo camino, ya que, en su
época, se había opuesto a Fatio. Luego fue denunciado, junto con otros, durante las Asambleas
Generales de mayo de 1707 como uno de los profesores de teología que había hablado “más
violentamente contra el pueblo”. Pero, tal vez, desde entonces había dudado de la dignidad del
comportamiento de algunos de los protagonistas y del destino que les reservaba. De hecho,
había sido designado para acompañar a Lemaître en el viaje que lo llevó a su fin. Hacía mucho
calor entonces y Antoine Léger pidió a su hijo que le trajera una sombrilla para aliviar al
condenado. Regresó a casa molesto y tuvo que guardar cama. Le habría dicho a su hijo: “Es
algo terrible si este pobre es inocente”[30][30]Citado por A. Corbaz, op. cit., pág. 261..
Sospechado e interrogado, negó ser el redactor del incendio y se llevó el secreto cuando murió
pocas semanas después, el 17 de enero de 1719, a consecuencia de una enfermedad.
Interrogado a su vez, su hijo Michel rechazó igualmente la paternidad, pero no repudió el
contenido. Naturalmente, estas Cartas fueron copiadas y pasadas de mano en mano. Allí
encontramos el argumento presentado en 1707.

53

“Se trata, pues, de saber”, preguntó Antoine Léger, “si el derecho de imponer impuestos
pertenece al pueblo, es decir al conjunto de burgueses y ciudadanos que componen la
Asamblea General, o si el Consejo de los Dos Cientos pueden establecer impuestos sin
necesidad de que sean autorizados por el Consejo General. A esto, el autor respondió que “la
libertad es el derecho que en un Estado hace soberanos a quienes la disfrutan, lo que impide
que se haga algo sin el consentimiento de quienes están en posesión de este derecho. Un
pueblo libre es entonces aquel que tiene el poder de rechazar o aprobar, de consentir o de
oponerse a los cambios que queremos hacer, a las leyes que queremos establecer o derogar; y
este es un derecho que la naturaleza ha dado a los hombres”.

54 Así, Léger había recogido en su manifiesto todos los principios que la población en general
podía utilizar contra el gobierno. Voz de una burguesía magullada por el discurso y la acción del
patriciado, había significado que la soberanía-participación es consustancial a la libertad y que
es una prerrogativa de la que se benefician los hombres en virtud de un derecho natural, y que
además los Edictos Fundamentales de 1543-1568 había establecido Ginebra como una
democracia regida por el principio de soberanía popular. En respuesta, el gobierno amenazó
con multas, el despido de la burguesía o el destierro perpetuo a quien estuviera en posesión de
una copia de las Cartas, y también regaló a dos de sus mejores publicistas, Jacob de
Chapeaurouge y Jean-Antoine Gautier, para demostrar que “la libertad y la soberanía son dos
cosas enteramente distintas [y] la soberanía, especialmente en términos de su ejercicio, puede
residir en una persona distinta del pueblo, sin que este último pierda nada de su libertad”[ 31]
[31]Jacob de Chapeaurouge , Respuesta a la carta anónima relativa a….

55En los años siguientes, la reaparición de la plaga en la región de Marsella, combinada con la
quiebra del sistema financiero de Law, distraerían a los ginebrinos de sus preocupaciones
políticas. Pero esta remisión pronto cesó ante la imposibilidad de conciliar ideologías
contradictorias. Así, durante los años treinta, y especialmente de 1734 a 1737, Ginebra tuvo
que soportar disturbios endémicos, cuyo origen fue un patricio, Jacques-Barthélémy Micheli du
Crest. Esta confusión terminará gracias a la intervención de Berna y Zurich, Estados
independientes vinculados a Ginebra por un tratado de comboguesía, y de Francia, única
potencia que mantiene una representación diplomática regular en Ginebra. El compromiso,
redactado por los plenipotenciarios de estos tres Estados, fue votado el 8 de mayo de 1738 por
el Consejo General bajo el nombre de Reglamento de la Ilustre Mediación y sirvió de revisión
de los Edictos de 1543 y 1568. Sobre una base doctrinal A nivel nacional, esta década marca
una inflexión capital en el debate de Ginebra y se caracteriza por parte del patriciado por el uso
de tesis de la escuela del derecho natural moderno que constituyeron la mayor parte de su
argumentación, para justificar la evolución oligárquica de el régimen. Estas tesis debían
precisamente ser consagradas en el Edicto de Mediación y formar parte del derecho positivo
de Ginebra.

El activismo de Micheli du Crest

56En 1727 se creó una comisión para hacer balance de las obras de fortificación. A falta de
resultado, un miembro de la comisión, Jacques-Barthélémy Micheli du Crest (1690-1766),
convencido desde 1717 de que el plan de modernización iba en contra de las reglas del arte, se
comprometió a hacer pública su propia evaluación. Asesor de los Deux-Cents desde 1721,
miembro correspondiente de varias sociedades científicas, había estado al servicio de Francia
desde 1713 y ahora ascendía al rango de capitán. Dejó constancia de sus reflexiones en un
memorando impreso en Estrasburgo, donde estaba guarnecido, y dirigido en noviembre de
1728 a unos cincuenta consejeros. Denunció que el sistema era imperfecto y costoso,
consideró necesario consultar a expertos extranjeros y propuso un contraplan bien pensado.
Pero Micheli había actuado sin la aprobación del Pequeño Consejo y sus memorias, que
contenían información vital sobre la defensa de la ciudad, habían sido impresas, por una parte,
en países papistas y, por otra, enviadas por correo francés a riesgo de ser interceptado por
manos enemigas. La sanción inevitable llegó el 7 de diciembre: los Deux-Cents condenaron las
memorias y ordenaron a Micheli censurarlas por su culpa. Posteriormente, al negarse a admitir
sus errores, fue degradado del Gran Consejo el 9 de mayo de 1730 y apartado de su burguesía.

A partir de entonces, Micheli situaría su causa sobre la base de principios[32][32]Sobre Micheli


ver. A. Corbaz, Micheli du Crest 1690-1766 (…), en…. Sancionado por los Deux-Cents,
aprovechó la soberanía del pueblo para afirmar que el Consejo General debía intervenir como
juez de apelación en materia penal o tener derecho de indulto. Esto manifiesta el oportunismo
del personaje que sólo pidió principios y movilizó a los mejores autores para servir mejor a sus
intereses, pero participó de esta manera en la efervescencia democrática de Ginebra, sobre
todo porque su acción tendió a la formación de un partido michelista.

58Como resultado, sus palabras nunca deberían variar. Dijo que el Deux-Cents, que según los
Edictos interviene en asuntos penales como tribunal de apelación, había fallado en primera
instancia en lugar del Senado. Habiendo fracasado sus esfuerzos con el Primer Síndico Lefort
tendientes a que se reconociera la violación de los Edictos, no le quedaba, dijo, "otra opción
que la de recurrir al Consejo General, superior al Consejo de los Doscientos, ya sea para pedirle
mi perdón en virtud de mi derecho de apelación, o para quejarme de que el Primer
Magistrado, a quien nombró con poder suficiente para mantener y hacer cumplir sus Edictos,
me ha negado el beneficio de los mismos.33][33] Relación de todo lo sucedido […] desde la
sentencia….

59Toda su construcción tuvo que partir de esta premisa. Necesitaba un sistema conceptual que
justificara la reunión del Consejo General para conocer de las sentencias penales en última
instancia y exigiera que los magistrados rindieran cuentas ante este mismo Consejo. Como
podemos ver, este sistema presuponía en su fundamento el establecimiento del principio de la
soberanía del pueblo. Esta es la razón por la cual Micheli dijo que abogaba por “la
universalidad de los derechos del pueblo”[34][34]Solicitudes, advertencias, peticiones y
memoria del Sr. Micheli de….
60Pero para ello era necesario invalidar la tesis del patriciado según la cual los Doscientos, que
representan la generalidad, ejercen sus competencias, incluidas, por tanto, las en materia
penal, en el marco de una delegación del Consejo General. . Para ello, afirmó que el principio
de la soberanía del pueblo que implica el ejercicio directo de la misma, el principio
representativo, era concurrente y antinómico: "¿Hubo alguna vez algo más ilusorio y más
fabuloso", demostró, en este sentido, " sostener que, por el Edicto, el pueblo ha confiado al
Consejo de los Doscientos todo el ejercicio de su autoridad, que las sentencias de este Gran
Consejo deben tener la misma fuerza que si la Generalidad del pueblo las hubiera hecho ella
misma [… ]. Entonces, ¿sobre qué base afirmamos hoy que el Gran Consejo se ha convertido en
soberano de Ginebra, porque ejercer la autoridad soberana o ser soberano es unum et idem?
Así, afirmó, “todos los derechos de soberanía pertenecen al pueblo” y “la custodia de la
libertad puesta por el Edicto en manos del pueblo consiste en el derecho a juzgar las causas
penales”[35][35]Discurso en la forma de cartas sobre el gobierno de Ginebra y….

61 Además, era necesario que Micheli apoyara un sistema que obligara a los síndicos que sólo
son “ejecutores de las leyes del pueblo [y que] necesariamente reconocen […] un poder
superior al suyo, a saber, el del legislador”, a no no llevar a cabo las deliberaciones de los Deux-
Cents. Este medio reside, en el sentido de Micheli, en su estrecha subordinación al legislador,
es decir, al Consejo General, del que proceden mediante elección, y ante el cual deben rendir
cuentas de su conducta al finalizar su mandato, o incluso en cualquier momento. durante su
mandato si el Consejo General, que se reúne por propia iniciativa, lo considera necesario. Así,
Micheli deduce del principio de elección de los magistrados por el soberano el de su
responsabilidad: “Todos los magistrados encargados del gobierno deben ser creados por el
pueblo”, mientras que “cada magistrado responde ante quien lo ha constituido y quien le
entregó el poder de su magistratura” leemos sobre este tema en las Máximas de un
republicano sobre el gobierno civil[36][36]Este texto, que data de septiembre de 1746,
constituye una especie de….

62Sin embargo, Micheli no era un demócrata desenfrenado y sigue siendo muy probable que
nunca hubiera desarrollado tales principios políticos si no hubiera sido objeto de una condena
judicial. Partidario de la igualdad de proporciones tan apreciada por Platón, favorecía una
democracia moderada por la igualdad de derechos para cada orden. La estructura esencial de
esta democracia de distinción, afectada por un cierto coeficiente aristocrático, era el voto por
tribu. Esta era la reforma esencial que quería que se implementara en Ginebra y dio los detalles
en un breve documento titulado Distribución de los asuntos en la República[37][37]La parte
principal del cual se recoge en las Máximas de un republicano, …. En este caso, concibió cinco
tribus distintas, a saber, el Pequeño Consejo; los Doscientos, sin incluir el Pequeño Consejo,
pero elegidos por éste; los Ministros y miembros de la Academia, aumentados por doscientos
burgueses llamados Ancianos, elegidos por la burguesía y aprobados por los Ministros;
aproximadamente la mitad de la burguesía; finalmente la otra mitad. Sobre esta base, hizo la
distinción entre los asuntos que debían ser votados por las tribus y los que debían votarse por
los jefes.

63Nuevas leyes y derogación de las viejas, guerra, paz y alianzas, impuestos y materias afines, y
finalmente casos importantes e imprevistos en los que el pueblo seguía siendo juez. El voto lo
adquiría la pluralidad de las tribus, es decir, la mayoría de al menos tres tribus, sabiendo que,
teniendo en cuenta la composición y distribución de las tribus, la formación de tal mayoría
redundaría en beneficio de los aristocráticos. elemento entendido en sentido amplio no
debería plantear dificultades. Por lo demás, procedimos por cabeza en materia de elección de
magistrados y rendición de cuentas, sentencias penales sobre la honra, vida, muerte y honor
de las personas, dogmas, moral, disciplina y fe de la Iglesia, y lo mismo en materias de
interpretación de las leyes, aunque con la posibilidad de remitir la decisión a las tribus si el
debate se acaloraba.

64 Así, Micheli abogó pro domo, pero la burguesía obtuvo nuevo ardor e impulso tanto del
individuo como del autor porque el Discurso en forma de cartas debía dejar su huella en las
mentes de la gente y preparar los trascendentales acontecimientos de 1734. Ciertamente, los
burgueses No comprendieron el significado exacto del tema de Micheli, pero conservaron el
poder evocador de la noción de soberanía del pueblo que iban a oponer una vez más a la
empresa oligárquica del patriciado. De este modo, la burguesía llevaría a cabo su propia acción,
con intereses distintos a los de Micheli, de modo que el Consejo General podría reunirse y
decidir sobre las cuestiones de fortificaciones e impuestos.

La actuación del 4 de marzo de 1734.

En este sentido, el 4 de marzo de 1734 ocurrió un hecho considerable: cinco ciudadanos,


acompañados de veintidós compañeros y portavoces de las dieciséis compañías burguesas,
entregaron una representación a cada uno de los síndicos y al fiscal general. Los seguían mil
personas, prácticamente toda la burguesía, de modo que el desfile duró cinco horas. Michel
Léger, hijo del autor de Letters Anonymes, no era el editor exclusivo, sino el principal. Esta
representación, naturalmente, prolongó el Manifiesto de 1718 y combinó todos los temas
electorales de la burguesía. Se argumentó que habiendo los Magníficos Consejos tomado solos
en 1715 la resolución de fortificar la ciudad y establecido impuestos a tal efecto sin buscar la
aprobación del Consejo General, se afirmó "que, de acuerdo con lo que tenemos derecho a"
exigir, El Consejo General se reunirá con el fin de que se lleven allí dichas resoluciones para el
mantenimiento de nuestra libertad". Además del derecho a imponerse, los burgueses hicieron
campaña a favor de Asambleas Generales periódicas, cuyo principio es indiscutible ya que "el
pueblo de Ginebra es libre y soberano", de modo que "el magistrado que procede es su
secretario".

66En resumen, a través de esta representación, la burguesía, unida, notificó a sus magistrados
que la soberanía popular, que es la regla en Ginebra, conllevaba el derecho a Consejos
Generales periódicos, que permitirían a la generalidad conocer, entre otras cosas, los
impuestos.

67En respuesta, el Petit Conseil, deseoso de “iluminar al pueblo sobre […] los fundamentos de
nuestra constitución”, nombró una comisión destinada a producir un “memorándum de
respuesta”. En este documento se articularon dos tipos de argumentos.

68 La primera era trillada: de hecho se afirmaba que el tema de las fortificaciones era una
continuación natural de los cargos y “incumbencias” del gobierno y de la administración
ordinaria, y que por tanto entraban dentro de la competencia de los síndicos y de los
Magnifiques Conseils. Que además, la atribución al Deux-Cent del derecho a votar impuestos,
aparte de que procede de las disposiciones del Edicto de 1570, ley perpetua de su naturaleza
aprobada en el Consejo General, no podía ser un problema. ya que el Deux-Cent Cents es un
Consejo Representativo depositario de los intereses de la generalidad, compuesto por “la sexta
parte de todos los ciudadanos” y cuyos miembros “tienen en ambos extremos, a los ricos y a
los pobres”.
69El segundo, en cambio, fue radicalmente innovador, de modo que este texto de 1734, que
constituye, tras el discurso de Jean-Robert Chouet, la segunda respuesta oficial del gobierno a
la oposición, marca un cambio considerable en las referencias y en la inspiración del discurso
político del poder judicial de Ginebra. En efecto, rompiendo ahora con los antecedentes
doctrinales ordinarios del patriciado, los comisionados afirmaron que los Edictos Políticos de
1543 y 1568 forman el contrato social creativo de la República de Ginebra, que se celebró entre
los diferentes órdenes o Consejos de Estado ginebrinos, es decir es decir entre los Consejos
Inferiores que forman el gobierno y el Consejo General que contiene al resto del pueblo. Este
contrato de sumisión, que constituye por tanto un acuerdo recíprocamente obligatorio entre
gobernantes y gobernados, y que debe tomarse como regla si surge un litigio entre el
magistrado y el pueblo, distribuye el ejercicio de la soberanía bajo forma de marcas. de
soberanía entre estos diferentes órdenes y precisamente atribuye exclusivamente a los
Consejos de los Veinticinco y de los Doscientos el derecho a recaudar nuevos impuestos. Por lo
tanto, el Consejo General no puede exigir unilateralmente conocer los impuestos porque ello
violaría y rompería este contrato que, por su naturaleza, sólo puede ser modificado por el
común consentimiento de los Consejos inferiores y del Consejo General. Así, este informe
introdujo, por un lado, la teoría del contrato social, tomada de la escuela del derecho natural,
para explicar la génesis de la República de Ginebra, y, por otro, la sustituyó por la teoría del
reparto de la soberanía y de la gobierno mixto a la teoría expresada en su época por Chouet y
calificando a Ginebra como una democracia regida por el principio de soberanía popular.

70Esta nueva doctrina oficial quedó registrada por escrito incluso antes del informe de la
comisión ad hoc, porque, mientras esperaban su publicación, tres de los principales publicistas
del patriciado, a saber, Pierre Mussard, David Sartoris y Jacob de Chapeaurouge, la expusieron
como privada en separados recuerdos. Se debe prestar especial atención al Memorándum
sobre la cuestión del derecho fiscal de Pierre Mussard, ya que él, miembro de la comisión, iba a
ser el autor principal del informe. Para estabilizar el gobierno, explicó de manera didáctica el
jurista ginebrino,

71

"No podíamos hacer otra cosa que establecer un orden fijo por leyes o por Edictos que regulan
su forma y modo, que por este mismo hecho se llaman estatutos fundamentales de gobierno, y
forman en cada país lo que se llama el constitución fundamental del estado. […]. Estos Edictos,
estos estatutos fundamentales son, por su naturaleza y por la intención de los legisladores,
perpetuos e irrevocables, y forman un contrato recíprocamente obligatorio entre quienes
gobiernan y quienes son gobernados.

De esto se derivan dos consecuencias, que son a su vez otros dos principios indiscutibles. La
primera, que es a este contrato originario y recíprocamente obligatorio, a esta constitución
fundamental del Estado, a la que debemos recurrir para juzgar los litigios que puedan surgir
entre las partes, ya que es esta constitución fundamental del Estado. , este contrato original
que hace al verdadero superior, el derecho común tanto para quienes gobiernan como para
quienes son gobernados. La segunda, que esta constitución fundamental del Estado, este
contrato mutuamente obligatorio, no puede ser violado ni por quienes gobiernan por un lado,
ni por quienes son gobernados por otro. No se puede romper, sólo se puede alterar de mutuo
acuerdo, por el consentimiento de ambas partes. Se trata de principios muy sencillos, muy
conocidos, que nadie discutirá, al menos entre quienes están algo versados en el conocimiento
de la constitución de sociedades y del derecho público.
72Dicho esto, el discípulo de la escuela científica aplicó este principio para negarse a acceder a
las exigencias de la burguesía.

73

“Tal entonces, siendo la Constitución de nuestra República”, concluyó en efecto, “para decidir
sobre la cuestión propuesta, como sobre cualquier otro conflicto que pueda surgir entre el
gobierno y el pueblo, sólo necesito recurrir al contrato original, a la Ley, al Edicto, que es
superior y juez común de ambos. El Edicto otorga a los Doscientos el poder de imponer
impuestos cuando las necesidades públicas lo requieran. De lo que concluyo que la propuesta
de privarlo de este derecho es injusta”[38][38]Memoria sobre la cuestión del derecho
tributario, fol. 36-37-38-39..

74Además, dado que el contrato social de Ginebra, es decir los Edictos de 1543 y 1568, habían
distribuido los derechos de soberanía entre los diferentes Consejos, el régimen político de la
ciudad no podía participar en la democracia, y por tanto en el gobierno. Se refería al “gobierno
mixto”, al “Estado mixto”, precisamente a la “aristodemocracia”.

75Así, la doctrina oficial expresada en 1734 invalidaba la presentada en 1707 por Chouet; la
teoría de los partidos de la soberanía anuló la de la soberanía popular. Éste era, en última
instancia, el objetivo que el patriciado se había fijado y que justificaba el recurso a la Escuela de
Derecho Natural. Porque, en realidad, el argumento de Chouet mostraba un punto débil al
consagrar el principio de soberanía popular y con ello reconocer al Consejo General el derecho
a revisar la naturaleza y condiciones de la delegación en los Consejos inferiores, lo que
implicaba que, poseyendo la competencia de su competencia, pudo discutir la cuestión de los
impuestos que había confiado a los consejos inferiores en el marco de una comisión precaria y
revocable[39][39]Chouet había sido muy preciso al respecto: “Hermosa y…. Además, desde
1707, los ciudadanos y los burgueses no dejaron de utilizar en su beneficio esta consecuencia
lógica de los principios propuestos por Chouet y, por tanto, continuaron desde entonces
utilizando este famoso discurso en apoyo de sus quejas.

76Pero el informe de la comisión, escrito en el verano de 1734, no apareció hasta junio del año
siguiente. De hecho, mientras tanto, tras un intento de golpe de estado los días 1 y 2 de julio de
1734, la burguesía se había hecho dueña de la ciudad. Ante esta situación, el gobierno tuvo
que componer y convocar el Consejo General el 8 de julio que aprobó "la continuación de la
empresa de fortificaciones resuelta en 1714 y 1718 y los impuestos correspondientes, y esto
por diez años, con esta declaración que ' más allá de dicho plazo, no podrán continuarse dichos
impuestos, ni establecerse en adelante ningún otro, sin el consentimiento del Consejo
General.' Así, el Consejo General recuperó el derecho a votar sobre los impuestos, y dado que
los responsables del golpe fueron castigados en diciembre, pareció por un momento que el
apaciguamiento era posible.

77Pero, muy pronto, la pendiente de los acontecimientos se inclinó nuevamente hacia la


confrontación, porque Micheli intentó nuevamente aprovechar el contexto. Así, a principios de
mayo de 1735, llegó a instalarse cerca de Ginebra con la intención de reclutar partidarios y
difundir escritos. Según su testimonio, vinieron a visitarlo entre setecientos y ochocientos
burgueses, y ganó a una buena parte de ellos para su causa. A partir de entonces convivieron
tres movimientos dentro de la República: el de los magistrados depuestos, conocido como
partido de los estampadores; el del campo volante, es decir, la burguesía moderada agrupada
en torno al antiguo síndico Le Fort; y el partido de la ley formado por los michelistas. Decidido
a forzar el destino, Micheli du Crest publicó en septiembre de 1735 un folleto titulado
Peticiones, advertencias, placet y memoria, donde reafirmaba su tema basado en la soberanía
del pueblo. Además, Micheli planeaba presentarse en el Consejo General que se reuniría a
principios de 1736 para la elección de los síndicos, con el fin de atraer a la burguesía a su favor.
Desgraciadamente, el proyecto fracasó y el patricio tuvo que abandonar Ginebra a toda prisa.
Luego, entre el 13 y el 17 de febrero, un estallido se apoderó de la ciudad, lo que provocó un
cambio de opinión por parte de la burguesía y el colapso del partido michelista. A partir de ahí,
en Ginebra ya no se habló más de Jacques-Barthélémy Micheli du Crest. De hecho, los
ginebrinos recuperaron la paz pero no la armonía. De hecho, este modus vivendi no pudo durar
porque dominaba el resentimiento mutuo. La tragedia se produjo el 27 de agosto de 1737
cuando una pelea callejera dejó alrededor de veinte muertos. A pesar del alto el fuego, el
patriciado se asustó y abandonó la ciudad, dejando sólo once miembros en el Senado y
cincuenta en el Gran Consejo. En este episodio, Francia, Zurich y Berna, solicitadas a tal efecto,
ofrecieron su “amable ayuda”.

Las reglas de la ilustre mediación

78 Después de seis meses de negociación, el 5 de mayo se votó en el Consejo General un


Edicto titulado Reglamento de la ilustre Mediación para la pacificación de la República de
Ginebra, que debía apaciguar a la ciudad hasta que apareciera el Contrato Social y reactivara el
antagonismo. 1738. Sin embargo, es el sistema del informe de los comisionados el que adoptó
la Mediación de 1737-1738, inscribiendo así en derecho positivo y en un Edicto garantizado por
tres potencias extranjeras, sirviendo de derecho fundamental y perpetuo, la doctrina
desarrollada por el patriciado. para legitimar su poder y según el cual ningún Consejo posee
soberanía completa con exclusión de los demás.

79 Dos artículos constituían la esencia del sistema, que distribuían las diferentes marcas de
soberanía entre los diferentes partidos u órganos potenciales, y prescribían que el Consejo
General sólo podía conocer de los textos propuestos por el Consejo Pequeño y aprobados por
los Consejos Restringidos. En primer lugar, el artículo I colocó colateralmente todos los órdenes
políticos en la misma línea y dictaminó que la soberanía no pertenecía a ninguno de ellos
tomado por separado. En segundo lugar, los artículos V y VI situaban al Consejo General en el
ejercicio de su capacidad legislativa en dependencia de los Consejos inferiores, dado que al
estar dotado el Consejo Menor del monopolio de la iniciativa legislativa, no se podía llevar al
Consejo General nada que no hubiera sido aprobado previamente. por los Consejos Pequeño y
Grande, y que por tanto, implícitamente, la convocatoria del Consejo General siempre recaía
bajo la prudencia de los Consejos inferiores:

80

“Todos los asuntos”, se precisó, “que serán llevados al Consejo General sólo podrán ser
propuestos allí por los patronos, Pequeños y Grandes Consejos.

Nada podrá presentarse al Consejo de los Doscientos a menos que haya sido previamente
tramitado y aprobado en el Consejo de los Veinticinco; y nada se traerá al Consejo General que
no haya sido previamente tratado y aprobado en el Consejo de los Doscientos”.

81La redacción de esta disposición introducía una novedad, ya que anteriormente los Edictos
sólo preveían que los asuntos fueran tratados en los Consejos inferiores antes de ser sometidos
al Consejo General. La adición del término “aprobado” apareció, por tanto, como una
precaución adicional contra la interpretación dada por algunos en el campo burgués. Así,
Micheli, sucediendo a Antoine Léger en este punto, había sostenido en su Discurso en forma de
cartas que el sentido estricto de los Edictos no implicaba la exigencia de aprobación por los
Pequeños y Grandes Consejos, sino sólo un examen preliminar.

82¿Qué impulsó entonces a la Generalidad a votar por abrumadora mayoría de 1.316 votos
contra 392 estos cuarenta y cuatro artículos que no correspondían a sus deseos? Sin duda, la
personalidad de Lautrec había contado, porque el mediador francés había conseguido ganarse
la estima de todos. Pero, sobre todo, muchos burgueses se equivocaban acerca del significado
jurídico de las cláusulas del Edicto. Así, pensaban, por un lado, que el Reglamento consagraba
el principio de la soberanía del Consejo General y que, por otro, si el Senado tenía el
monopolio de la iniciativa legislativa, estaba no obstante obligado a remitirse a los Deux-
Céntimos entonces al General para el examen de las quejas populares formuladas mediante
gestiones. En estos dos puntos estaban equivocados, y la naturaleza de la controversia librada
en los años sesenta lo demostraría. En cualquier caso, a partir de 1738 Ginebra había roto en
su doctrina oficial con la soberanía del pueblo.

83***

84Como vemos, el continuo debate que animó a Ginebra en la primera mitad del siglo XVIII
hizo de esta ciudad una especie de laboratorio político, donde los grandes temas del derecho
público constituían un tema de reflexión ordinaria. La sucinta exposición de la historia política
de Ginebra en la primera parte del siglo XVIII nos permite hacer un balance de este fermento
ginebrino, cuya verdadera dimensión sólo percibimos al leer las numerosas aportaciones
producidas durante este período en la ciudad de finales del siglo XVIII. del lago Lemán. Se
comprende entonces cómo Jean-Jacques Rousseau, nacido en 1712 y ciudadano de Ginebra, ya
que él mismo firmó algunos de sus escritos, dando así una de las claves de su pensamiento,
adoptó el pliegue doctrinal propio de los publicistas en general. Además de formar parte de
este fondo común, Rousseau, patriota ginebrino, nunca debería dejar de intervenir en el
debate público ginebrino a través de diversas contribuciones, incluido el Contrato social[40]
[40]Sobre esta relación entre Rousseau y Ginebra , ver. G. Valette,….

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