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- La radiación ultravioleta (UV), que varía entre 230 y 380 nm. Posee una escasa
acción térmica y fotosintética, aunque tiene varios efectos sobre el crecimiento y
desarrollo de las plantas, en general negativos. Por debajo de 325 nm, esta radiación
es muy perjudicial para las plantas, al reducir la fotosíntesis neta o retrasando el
crecimiento, aunque la sensibilidad varía por especies, desde las muy sensibles como
el guisante, a las muy resistentes como el trigo. Además, la radiación UV es la gran
responsable del deterioro de los plásticos usados en horticultura.
- La radiación visible, con una λ que varía entre 380 y 730 nm y viene a suponer en
torno al 50% de la radiación solar incidente. Esta radiación, que se le conoce como
PAR (radiación fotosintéticamente activa, por sus siglas en inglés), juega un papel
primordial en la fotosíntesis, que presenta dos máximos: uno en la zona del azul y
otro más elevado en la zona del rojo. Por tanto, las cubiertas que se utilicen deben
transmitir lo más posible este espectro. Falta del mismo es el responsable de
anomalías hortícolas tales como ahilado, coloración irregular, menor materia seca,
menor crecimiento, menor calidad de frutos, etc. Incrementos de luz azul o luz roja
han sido asociados a disminuciones en el desarrollo de ciertas enfermedades fúngicas,
como es el caso del Phytophthora capsici en pimiento y tomate.
- La radiación infrarroja, que varía entre 730 y 4000 nm, viene a suponer entre el 50-
80% de la radiación solar. Es una radiación principalmente térmica, responsable del
aporte de calor a las plantas. En cultivo en invernadero, el papel de esta radiación es
fundamental para aumentar la Tª en invierno, pero que habrá que refrigerar en verano.
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Horticultura
ser un exceso que un defecto en la luz recibida. En función de dichas exigencias, las plantas se
clasifican en tres grandes grupos:
• Plantas heliófilas, que requieren mucha luz, por lo que su nivel de saturación es muy
elevado. Aquí tenemos especies como la piña, melón, pimiento, berenjena, etc.
• Plantas de umbría, que se saturan con relativamente poca cantidad de luz y en las que
un exceso les es más perjudicial. Como ejemplos tenemos las esparragueras, y las
plantas ornamentales de interior.
• Plantas intermedias, que estarían entre las dos anteriores. Como ejemplos: col, patata,
etc.
2.2 El fotoperiodo.
• Plantas de día largo, que son aquellas que para florecer requieren una duración del
periodo iluminado superior a las 12 horas. Aquí nos encontramos especies como el
rábano, zanahoria, espinacas, etc.
• Plantas de día corto, que son aquellas que para florecer requieren una duración del
día inferior al de la noche. Aquí tenemos algunos cultivares de fresón, a los boniatos,
etc.
• Plantas indiferentes, que son aquellas en las que la floración no se ve influida por el
fotoperiodo, como berenjenas, tomates, judías, pimientos, cucurbitáceas, etc.
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La percepción por parte de las plantas del fotoperiodo se hace a través del pigmento
conocido como ‘fitocromo’, que se activa en función de la λ de la radiación roja existente,
que varía según se trate del periodo oscuro o iluminado.
2.3 La temperatura
El calor recibido es el parámetro climático que de una forma aparente más influye sobre
el crecimiento y desarrollo de las plantas, y que primeramente se evalúa a través de las
temperaturas. Este parámetro nos marcará en primera instancia las posibilidades de cultivar
una determinada especie en función de sus necesidades, el periodo de cultivo o la
conveniencia de utilizar un cultivo forzado, entre otras cuestiones. La influencia también es
indirecta, ya que incide en gran medida en el resto de factores abióticos (agua) y bióticos
(plagas y enfermedades) que a su vez afectan a los cultivos.
En primer lugar debemos de tener claros una serie de conceptos generales relacionados
con la temperatura, como son los siguientes:
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factores, pero nos permite planificar con suficiente precisión los momentos esperables para
cada fase en un determinado cultivar, o nos permite caracterizarlos según su precocidad.
Los cultivos hortícolas se pueden clasificar en función de sus necesidades de calor, de tal
forma que los muy exigentes necesitarán completar su ciclo en verano, o en cultivo forzado.
De esta forma tenemos:
- Especies poco exigentes en temperatura, que vegetan bien con 10-25ºC de día y
7-10ºC de noche. Ejemplos: espárrago, lechuga, espinaca, patatas, guisantes…
- Especies medianamente exigentes en Tª, que vegetan bien entre 16-30ºC de día y
13-18ºC de noche. Ejemplos: tomate, pimientos, judías, calabacines, etc.
- Especies muy exigentes en Tª, que requieren Tªs de 21-36ºC de día y 18-24ºC de
noche. Ejemplos: boniato, maíz, etc.
En general las plantas crecen más si las temperaturas nocturnas son más bajas que las
diurnas, es lo que se conoce como termoperiodicidad y que habrá que tener en cuenta
especialmente en invernadero. Ligado a esto está el término de vernalización, que es el
fenómeno por el cual ciertas plantas, adaptadas a crecer en zonas con inviernos fríos,
necesitan estar sometidas a un determinado tiempo frío para que se pueda inducir la floración.
De esta forma conseguían evitar que coincidiera la floración, fase más sensible, con el periodo
menos propicio climáticamente hablando. Esta necesidad de vernalización para que se
produzca la floración suele ir asociada a que haya un fotoperiodo creciente después de ese
periodo frío. El conocimiento de esto tiene su importancia para prevenir floraciones
prematuras que deprecian mucho la producción, que se podrían dar en variedades sensibles, si
se producen las condiciones de frio en épocas de crecimiento. Entre las plantas hortícolas que
más vernalización necesitan tenemos: remolacha, coles de Bruselas, zanahorias, apios, berzas,
cebollas, perejil, etc.
Cuando las temperaturas son muy bajas o altas se pueden producir determinados daños.
Cuando la Tª del aire desciende de 0ºC se dice que ha sobrevenido una helada, tanto más
intensa a medida que el descenso térmico ha sido mayor o se alarga su duración. Si la
humedad relativa es elevada durante la helada se suele producir la formación de escarcha
sobre las plantas, que a su vez protege los tejidos de temperaturas más bajas, es lo que se
conoce como helada blanca. Pero si hay poca humedad relativa no se produce dicha
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protección y si las Tªs siguen bajando pueden llegar a necrosar los tejidos, es lo que se conoce
como helada negra, y es por tanto mucho más peligrosa y dañina.
En relación al fenómeno físico que las genera, tenemos las heladas de radiación-
convección, las de advección y las de evaporación.
Las heladas de advección se producen como resultado del transporte a gran escala de
masas de aire frío. Se producen en días nublados o noches con viento moderado o fuerte con
el paso de un frente frío. No ocurren inversiones de temperatura, por lo menos al principio.
Más tarde, después de que la velocidad del viento disminuya, sí que puede desarrollarse una
inversión si se producen condiciones de enfriamiento de la superficie.
Las heladas pueden provocar desgarros celulares y tisulares y desecación celular. Como
consecuencia se puede producir un marchitamiento de las plantas, parada vegetativa, retrasos
en las producciones o aparición de quemados o colores anormales en las partes
comercializables, depreciándolas enormemente.
Entre los sistemas de protección contra heladas tenemos sistemas indirectos y directos.
Entre los métodos indirectos podemos citar: adecuada elección de la especie y variedad,
incremento de los niveles de fertilización fosforada y potásica, que parece que en algunos
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casos favorece la resistencia a bajas Tªs, realizar aporcados en la base de las plantas y otras
prácticas culturales que disminuyan la intensidad del frio, como siembras más espesas,
siembras en la cara sur del surco, uso de túneles, etc.
Entre las medidas directas, que suelen ser bastante caras tenemos: empleo de estufas o
calentadores, utilización de cortinas de humo o riego en aspersión, empleo de grandes
ventiladores a cierta altura del cultivo, o de helicópteros si se cuenta con ellos, etc.
Por último, con respecto a las altas temperaturas, los daños que pueden acarrear son: falta
de turgencia en los tejidos, marchitamiento, acumulación de sustancias tóxicas, caída de
flores, quemaduras, etc. Una adecuada elección varietal y un uso adecuado del riego suele
prevenir los daños graves de las altas temperaturas.
Rocío
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Nieve
Granizo
En caso de granizada, los daños dependerán del tipo de cultivo y cultivar (los que
expongan más superficie resultarán más dañados) y si existe posibilidad de recuperación,
conviene aplicar algún tratamiento fungicida.
Lluvia
La lluvia es el principal aporte hídrico que tienen los cultivos, pero éste es muy variable
entre años y zonas, oscilando desde los 200 mm de Almería a los más de 900 mm de la
cornisa cantábrica. Además, al margen de la precipitación total, otro parámetro muy
importante es el reparto anual. Por todo ello, en la mayor parte de zonas hortícolas en España,
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el aporte de la lluvia no suele ser suficiente para cubrir las necesidades de los cultivos, por lo
que hay que recurrir al riego.
Del total de la precipitación, parte se evapora, parte se infiltra y parte se desliza por el
suelo (escorrentía). La utilizable por las plantas es la que se infiltra, y no toda. Según la
intensidad de las lluvias, las proporciones de esas tres partes oscilan. Con lluvias muy ligeras,
la mayor parte se evapora; y con lluvias muy copiosas, gran parte se desliza, pudiendo
provocar graves daños de erosión y pérdida de suelo. Con respecto a la que se infiltra, lo ideal
es que el ritmo de caída fuera similar al ritmo de infiltración del suelo. Intensidades mayores,
pueden provocar inundaciones, cuyos efectos son muy negativos para la producción hortícola,
dependiendo de su duración e intensidad, y entre los que cabe citar los siguientes:
2.5 El viento
El viento provoca acciones mecánicas y tiene un alto poder desecante. Por tanto, en
función de su intensidad, momento y tipo de cultivo sus efectos podrán ser positivos o
negativos. Entre los efectos positivos tenemos:
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En caso de que se prevean daños por viento al ser estos muy frecuentes se pueden utilizar
cortavientos, que son barreras físicas, muchas veces vegetales que disminuyen la velocidad e
intensidad del viento. Un cortavientos de altura H, protege completamente al cultivo situado a
3-5 H, pero tiene efectos positivos en las plantas situadas a 15-20 H.