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64 Inédito.
C
on la mirada hacia atrás, más de medio siglo [1931-1996], al
reencontrarnos con el pensamiento originario de la Negritud,
surge Aime Césaire como la intuición más lúcida para avizorar
los tiempos futuros y de siempre.
Sin desconocer iguales méritos en los fundadores del movimiento
[Senghor y Damas] nuestra afirmación desea tan sólo resaltar
el énfasis que siempre ha puesto el poeta martiniqueño en el
compromiso étnico, cultural y social de quienes lo asuman como un
código de comportamiento.
Hay un duende maligno en la crítica al enfrentar los grandes espejos
de la Negritud. Así solemos escuchar a quien dice: “Este es el más
auténtico”; otro alega: “El segundo recogió el eco del primero”; y alguien
con capelo de cardenal que consagra: “¡El pequeño es el más grande!”.
En torno a los padres de la Negritud [negritud como propuesta
liberadora, no como color] se suelen hacer preeminencias no exentas
de ocultas envidias…
“Bárbaro”
Es la palabra que me sostiene
y golpea en mi corazón de cobre
[amarillo
donde la luna devora en el desván de
[la herrumbre
los huesos bárbaros
de las cobardes bestias merodeadoras
[de la mentira
Bárbaro
del lenguaje sumario
y nuestros bellos rostros como el
[verdadero poder ejecutivo
de la negación
Bárbaro
de los muertos que circulan por las
[venas
de la tierra y que a veces se rompen
[la cabeza contra
los muros de nuestros oídos
y los gritos de rebelión jamás
[escuchados
que giran con medida y timbre
[musicales
Bárbaro
el artículo único
bárbaro el tapaya
bárbaro el blanco saurio
bárbaro yo serpiente-venenosa
que desde mis putrefactas carnes me
[despierto
de pronto lagarto volador
de pronto lagarto franjeado
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D E S L U M B R A M I E N T O D E A M É R I C A
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MA N U E L ZA P A T A OL I V E L L A
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D E S L U M B R A M I E N T O D E A M É R I C A
Repitámoslas:
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