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Alumno(a): Grupo
Ponte a pensar en la gente que va a la Santa Misa… hay de todo. Hay personas que van con mucho
fervor y recogimiento, otras que van, pero están distraídas, otras que solo van cuando son invitadas
a un matrimonio o funeral, otras que van, pero se duermen o se aburren fácilmente, otras que
nunca van. Sin embargo, sabemos que es un mandamiento de la Iglesia Católica asistir a la Misa
todos los domingos y fiestas de guardar, acercándose a comulgar del Cuerpo y Sangre del Señor,
pero… ¿Cumplimos todos los católicos con esto?
Lee el texto de la primera carta del apóstol San Pablo a los corintios que habla sobre la Eucaristía
y contesta.
«Como sea tu Misa, así será tu fe. Como sea tu fe, así será tu moral.
Como sea tu moral, así será tu vida. Y como haya sido tu vida, así será tu eternidad»
Mons. Tihamer Toth
6,51)
Por tal motivo, cada vez que asistimos a la Misa, es reencontrarnos de
manera presencial con el Amado, Jesús. La oración, la lectura de la Biblia, el
rezo del rosario u otras prácticas católicas de encuentro con Dios son válidas
ya que nos acercan a Dios, pero la Eucaristía es encontrarnos con él de
manera más perfecta. Es como cuando llamas a tu enamorado o enamorada
por teléfono o le escribes por el chat, sin embargo, esperas con ansias el
momento perfecto para encontrarte con él o ella de manera presencial y directa. También es
encontrarnos en comunión con los hermanos, con los que compartimos la misma fe y filiación a Dios: “La
comunión es, según su esencia, el sacramento de la fraternidad cristiana” (PP. Benedicto XVI).
Realiza un compromiso de vida que implique mejorar tu actitud frente a la celebración de la Santa
Misa. ¿Qué actitudes ves en ti que necesitas cambiar para estar y vivir mejor la Santa Misa?
Sintetiza en este organizador visual las ideas principales sobre la Santa Misa que has aprendido
el día de hoy.
La Santa
Misa
3
Ora junto con tu catequista y tus compañeros la oración de San Ambrosio antes de la Misa.
¡Oh mi piadoso Señor Jesucristo! Yo pecador, sin presumir de mis méritos, sino confiando en tu
bondad y misericordia, temo y vacilo al acercarme a la mesa de tu dulcísimo convite, pues tengo el
cuerpo y el alma manchados por muchos pecados, y no he guardado con prudencia mis pensamientos y
mi lengua.
Me arrepiento de haber pecado y deseo enmendar mis errores. Aleja de mí, Padre clementísimo, todas
mis iniquidades y pecados, para que, limpio de alma y cuerpo, sea digno de saborear al Santo de los
santos.
Concédeme que esta santa comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre, que indigno me atrevo a recibir, sea
el perdón de mis pecados, la perfecta purificación de mis delitos, aleje mis malos pensamientos y
regenere mis buenos afectos; conceda eficacia salvadora a
las obras que a Ti te agradan; y, finalmente, sea la
firmísima defensa de mi cuerpo y de mi alma contra las
asechanzas de mis enemigos.
Amén.