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SANTIAGO MIRANDA

7-A

VIVIR EL BAUTISMO ES:

Dar a Dios el primer lugar en la vida, sin temor a las consecuencias.


Luchar contra el pecado en todas sus formas, procurando hacer el bien
siempre y en todo.
Vivir el Mandamiento del amor: amor a Dios sobre todas las cosas, y
amor a los hermanos, sin límites ni excusas.
Hacerse servidor generoso y humilde de todas las personas, en especial
de las más necesitadas, como lo hizo Jesús a lo largo de su vida.
Ser siempre honesto, susto, sincero, veraz, porque Dios es la Verdad.
Anunciar con las palabras y con la vida, la buena noticia de la salvación, el Evangelio: Jesús
murió y resucitó para salvarnos.

Por el Bautismo, el hombre viejo, el hombre pecador, cautivo del egoísmo, de la pereza, del
odio, de la violencia, de la soberbia, del orgullo… debe morir, para dar lugar al hombre nuevo, el
hombre de Dios, llamado a vivir como Jesús, en el amor, el perdón, la verdad, la justicia y la
paz.

VIVIR LA CONFIRMACIÓN ES

Lo importante es ser cristiano y tratar de cultivar esta realidad que nunca


termina, pues siempre estamos en camino para que se cumpla en nosotros el
nuevo nacimiento que alcanzará su plenitud en el Espíritu Santo.

Para vivenciar mejor el sacramento de la a Confirmación es tener en cuenta el


hecho de que no podemos hacer nada sin la acción del Espíritu en nosotros y
sin nuestro SI decidido a su acción.

Cuando nos preparamos para la Confirmación debemos tener como meta conducirnos a una unión
más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo.

Cuando recibimos el sacramento de la Confirmación debemos estar dispuestos a recibir los


dones del Espíritu Santo y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades
apostólicas de la vida cristiana.

VIVIR EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN ES

La primera actitud básica con la que debemos vivir este sacramento es la


fe. Una fe viva, renovada cada vez que nos acercamos a la confesión: fe en
la acción invisible de la gracia que actúa a través de la mediación de la
Iglesia; fe en ese hombre, pecador y limitado como nosotros, pero que
representa a Dios y obra en ese momento haciendo las veces de Cristo:
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«Yo te absuelvo de tus pecados...». Es Dios quien, conociéndonos y amándonos, nos escucha y
acoge a través del sacerdote.

 Se necesita mucha humildad para ponerse de rodillas delante de Cristo y ante Él, que nos
conoce y nos ama, pedirle perdón con sinceridad. Reconocer el propio pecado significa, ante
todo, reconocerse pecador 

Tomarnos el tiempo necesario en nuestro examen antes de la confesión. Esta tarea, a medida
que se madura en la vida espiritual y en el conocimiento de sí mismo, se facilita y simplifica
enormemente. El mejor examen y el más fructuoso es el que se ha preparado a lo largo de los
exámenes de conciencia diarios y, sobre todo, con la actitud de la propia vida.

El arrepentimiento por nuestros pecados constituye el requisito fundamental para recibir


válidamente la absolución.

VIVIR EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA ES

Debemos sentirnos perdonados e impulsados a perdonar. Quien


celebra la Eucaristía no lo hace porque sea mejor que los demás.

Todos somos pecadores. Y si uno no se siente pecador es mejor


que no vaya a Misa, porque el primer acto que hacemos cuando
entramos a Misa es decir confieso que soy pecador y pedir perdón
por los pecados. Si no lo siente no va a vivir bien la Eucaristía.

Debemos vivir la coherencia entre la liturgia y nuestras vidas. La


Eucaristía no es un mero recuerdo de algunos dichos de Jesús. Es la obra y el don de Cristo
presente allí que sale a nuestro encuentro y nos alimenta con su Palabra y con su vida.

VIVIR EL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS ES

Ayudar a todas las personas que están enfermas o tiene su salud


debilitada y quieren pedirle a Dios que les conceda su fuerza, su vigor y la
salud si es su voluntad.

Debemos tener en cuenta que para recibir este sacramento no hace falta
ser una persona mayor. Basta que una persona esté enferma o tenga su
salud débil y sea un creyente en Jesús, sin importar su edad.

Debemos vivir este sacramento como una experiencia de gracia porque es


«una preparación para el Encuentro final con Dios».

VIVIR EL SACRAMENTO DEL ORDEN SACERDOTAL

El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a ser sacerdotes
para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los hombres. Esta ocupación es la más
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grande de la Tierra, pues los frutos de sus trabajos no acaban en este mundo, sino que son
eternos.

No se trata de preguntar me gustaría ser sacerdote? sino, me querrá Dios sacerdote? .y si


tenemos dudas debemos acercarnos a preguntar a personas imparciales y formadas

Hay que pedirle a Dios que haya muchas vocaciones sacerdotales y


religiosas, pues hacen falta muchos párrocos, muchos misioneros,
predicadores, confesores, maestros, etc., y también muchas
Hermanitas de los Pobres, de la Caridad, en los hospitales, en los
asilos, religiosas en las escuelas, colegios etc.; y otras en los
conventos de clausura que alaben a Dios y pidan por los pecadores.

Todos debemos pedir a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan
la voz de Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos.

VIVIR EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO ES

Los esposos cristianos descubren el amor de Dios en muchas


experiencias de la vida y en muchos lugares del mundo. Para
ellos Cristo es, sobre todo, el Sacramento de Dios y a ese
Cristo lo pueden descubrir en la Iglesia de muchas maneras,
por ejemplo, en la Eucaristía, o en el sacramento de la
Reconciliación.

los esposos cristianos se comprometen a compartir incluso su


vida sexual, como expresión de un amor mutuo que exige
fidelidad, como una realidad que desean sea reconocida
socialmente y como una comunidad de amor abierta a la fecundidad

Por eso, los esposos cristianos viven toda su experiencia humana y su vida cristiana de manera
diferente a los que no se casaron por la Iglesia. Ellos pueden y deben encontrarse con el
perdón de Dios en el sacramento de la Reconciliación,
pero pueden y deben encontrarse también con el perdón
de Dios que se les ofrece en el perdón que mutuamente
se regalan el uno al otro. 

 Los esposos cristianos pueden y deben alimentar su vida


y su amor cristiano en la Eucaristía vivida con la
comunidad, y también pueden y deben alimentar su vida y
su amor en el disfrute gozoso de su amor matrimonial.

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