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Feminicidio. La Política Del Asesinato de Las Mujeres - DIANA RUSSELLE
Feminicidio. La Política Del Asesinato de Las Mujeres - DIANA RUSSELLE
Presentación de Sil : t\ 7 i
2
Luis Benítez-Bribiesca
Norma Blazquez Graf
Daniel Cazés Menache
Enrique Contreras Suárez
Rolando García Boutigue
Rogelio López Torres
John Saxe-Fernández
Isauro Uribe Pineda
Guadalupe Valencia García
Feminicidio.
La política del asesinato
de las mujeres
Editado por
Jill Radford
Diana E. H. Russell
C orriír.lófi I. spoclnl
p a m ( ' ( i i i i ' K i y ilm
S e g u im ie n to m l»m
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CIENCIAS V HUMANIDADES d e Juotlcla Vhx iilm l¡
I ílulo original: Fem icide The P olitics o fW o m a n K illin g
Publicado porTwayne Publishers
Macmillan Publishing Company
866 Third Avenue
New York, New York 10022
En esta edición
ISBN 970-32-2096-7
Jil l R a d f o r d
Dedico este libro a Nikki Craft por sus acciones que irrumpieron en el
campo de la lucha contra el feminicidio desde antes de que incluso existie
ra una palabra para ello; a Chris Domingo por su entrega para hacer con
ciencia sobre el feminicidio y por establecer el Centro de Información sobre
Feminicidio, la primera organización de su tipo en Estados Unidos; a to
das las otras mujeres, conocidas y desconocidas, que han denunciado y se
han organizado para oponerse a la masacre de mujeres que el dominio
patriarcal ha cometido por siglos y, finalmente, a todas aquellas mujeres
que abrirán sus corazones y sus mentes a la realidad de la edad feminicida
que nos ha tocado vivir y que darán los pasos firmes, necesarios, para
terminar con ella.
D i a n a \l.l l. ki jssi i i
índice
PARTE 1
EL FEMINICIDIO ES TAN ANTIGUO
COMO EL PATRIARCADO
Introducción........................................................................ 73
La brujo-manía en los siglos XVI y XVII
en Inglaterra como control social délas mujeres
Marianne Hester ........................................................... 77
Lesbicidio legal
Ruthann Robson ............................................................ 101
Esposa torturada en Inglaterra
Francés Power Cobbe ................................................... 113
Feminicidio por linchamiento en Estados Unidos
Compilación de Diana E. H. Russell ......................... 127
Mujeres a la hoguera: el suti como
una institución normativa
Dorothy K. Stein ........................................................... 143
Genocidio femenino
Marielouise Janssen-Jurreit ........................................ 153
PARTE 2
LA CASA PATRIARCAL:
EL LUGAR MÁS LETAL PARA LAS MUJERES
Introducción........................................................................ 169
Matanza de mujeres
Pat Parker ...................................................................... 173
Hasta que la muerte nos separe
Margo Wilson y Martin Dale .................................... 179
"Si yo no puedo tenerte, nadie puede":
Poder y control en el homicidio
de la pareja femenina
Jacquelyn C. Campbell ................................................. 209
Licencia para matar
Rikki Gregory ..............................%............................... 237
Mujer y violencia estructural en la India
Govid Kelkar .................................................................. 243
Miles visitan un poblado en la India donde
una viuda murió en cumplimiento del suti
Rajendra Bajpai ......................................................... .. 255
Infanticidio femenino: Nacida para morir
S. H. Venkatramany ..................................................... 257
"Feminicidio íntimo": Efectos de la legislación
y los servicios sociales 1
Karen D. Stout .......................................... .................. 273
PARTE 3
FEMINICIDIO Y RACISMO
PARTE 4
MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN,
PORNOGRAFÍA Y GORENOGRAFÍA
Introducción........................................................................ 349
Matón de mujeres convertido en trágico héroe
Sandra MaNeill ....................................................... .... 351
"¿Eso es entretenimiento?": Jack el destripador
y la venta de violencia sexual
Deborah Cameron ......................................................... 361
Snuff, lo últim o en el odio conlm las mu joros
Deborah Cameron ......................................................... 371
Lo que el hombre blanco no nos dirá: Informe
del Centro de Información sobre. Feminicidio
en Berkeley (Berkeley Clearinghouse)
Chris Domingo . . . . í ................................................... 381
Publicidad feminicida: Violencia letal contra
las mujeres en pornografía y gorenografía
Jane Caputi .................................................................... 395
PARTE 5
FEMINICIDIO Y PARODIAS DE JUSTICIA
Introducción........................................................................ 433
Retrospectiva de un proceso
Jill Radford .............................................................. 437
El caso del destripador de Yorkshire:
¿Loco, malo, bestia u hombre?
Lucy Bland . . . . .......................................................... 449
Matanza de mujeres: ¿Licencia para matar?
La muerto de Jane Asher
Jill Radford .............................................................. 489
Latosas, putas y emancipadas:
Las provocadoras que llevan a los hombres a matar
Sue Lees .......................................................................... 515
Fay Stender y las políticas del asesinato
Diana E. H. Russell .......................... ........................... 555
PARTE 6
LA LUCHA DE LAS MUJERES CONTRA EL FEMINICIDIO
Introducción 579
Mujeres eriojadas por la violencia masculina,
dicen: "¡Resistan al toque de queda!"
Dusty Rhodes y Sandra McNeill ................................ 583
Luchando por la justicia
La Campaña Gurdip Kaur ........................................ 585
Dos luchas: Hacer frente a la violencia
masculina y a la policía
Southhall Black Sisters ................................................. 595
En duelo y con rabia (con análisis premeditado)
Suzanne Lacy ............................................................... (>05
Nikki Craft: La protesta inspiradora
Introducción
Diana E. H. Russell .................................................... (>21
El increíble caso de las fotografías
de Stack O'Wheat
Nikki Craft .................................................................... 624
La evidencia del dolor
D. A. Clarke .................................................................. 632
El asombroso flynt
Irene Moosen ............................................................... 640
Acción contra Hustler
Brigada de Mujeres Preying Mantis ..................... .. 642
La campaña contra Penthouse
Melissa Farley ................................................................ 645
¿Qué podemos hacer con el feminicidio?:
Una propuesta
Anonywomen ................................................................ (>5‘>
RESUMEN Y CONCLUSIONES
D ip u t a d a D r a . M a r c e l a L a g a r d e y d e l o s R íos
P r e s id e n t a d e la C o m is ió n e s p e c ia l d e l F e m in ic id io
H . CÁM ARA DE DIPUTADOS, L IX LEGISLATURA.
Prefacio
***
J.R.
D.E.H.R.
Reconocimientos
J. R.
D. E. H. R.
Feminicidio
La política del asesinato de las mujeres
Marcha a favor de recuperar la noche. Cambridge, Massachussets,
1980. Foto: Ellen Shub.
Introducción
Jill Radford
Total 1 en 133
Hombres 1 en 84
Blanco 1 en 131
Negro 1 en 21
Mujeres 1 en 282
Blanca 1 en 369
Negra 1 en 104
Referencias
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aparecer.
a. (N = 33,942)
b. Amigo, con quien salía, con quien cohabitaba
RE-RECORDAR Y RESISTIR
Básicamente, yo lo adoraba. Era el hombre más maravilloso
que jamás había conocido. Creí que tenía poderes sobrenaturales,
como los de Dios.
-A l ic e W a l t e r , "C a d a u n a , ja l a a u n a "
Conclusión
La brujo-manía no es un evento único que puede archivarse
bajo la categoría de "pasado histórico e irrepetible". Más bien,
la brujo-manía fue un evento particular de un periodo histó
rico específico muy significativo, fue producto de una socie
dad con prevalencia de creencias supersticiosas sobre el mal
y lo mágico; sin embargo, también fue una respuesta a un
viejo problema, una parte del proceso dinámico en el cual los
hombres, en tanto que grupo, intentan a toda costa mantener
el dominio sobre las mujeres, mismas que han sido extraña
mente complacientes. Para entender la brujo-manía es nece
sario observar su contexto histórico particular y situarlo en el
permanente y amplio mecanismo de control social.
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Esposa torturada en Inglaterra
Francés Power Cobbe
En 1876 2,737
En 1875 3,106
En 1874 2,841 .
Homicidio en Dukinfield
Mississippi 16
Texas 12
Alabama 9
Arkansas 9
Georgia 8
Carolina del Sur 7
Tennessee 7
Kentucky 5
Louisiana 5
Florida 3
Oklahoma 3
Missouri 2
Carolina del Norte 2
Nebraska 1
Virginia 1
Wyoming 1
TOTAL 91
* "Was Powerless to Aid Sister Who Was Raped and Lynched", New
York Edge, 30 de abril de 1914. Reimpreso en Ralph Ginzburg, 100 Years of
Lynchings: A Shoking Documentary of Race Violence in America, Lancer
Books, Nueva York, 1962, pp. 90-91. ® 1990 Ralph Ginzburg.
La hermana del joven tenía 17 años de edad y era hija de
padres respetables. Dos hombres blancos borrachos entraron
a su casa durante la ausencia de la madre y encontraron a la
joven vistiéndose, se encerraron con ella en la recámara y la
atacaron criminalmente. Su hermano escuchó sus gritos pi
diendo ayuda y tirando a patadas la puerta fue a rescatarla.
En defensa de su hermana le disparó a uno de los brutos; el
otro escapó.
Más tarde, al no encontrar al hermano, las autoridades
arrestaron a la hermana a quien una turba sacó de la cárcel a
las cuatro de la mañana para lincharla. Desde su escondite el
hermano, de 21 años de edad, escuchó los gritos de su her
mana pidiendo auxilio pero no pudo ayudarla.
2 J.J. McCIosky recuerda que Josefa fue enterrada detrás del viejo teatro
que él administraba por esa época. El recuento de Barton señala que Josefa y
Cannon fueron enterrados, una al lado del otro, en el cementerio local. Más
tarde, en la década de los años de 1870, los cuerpos fueron inhumados y
vueltos a enterrar cuando el terreno que ocupaba el cementerio lo abrieron a
la minería. En ese momento, siguiendo todavía a Barton, al esqueleto de Josefa
le quitaron el cráneo y por algunos años lo utilizaron como parte de los ritos
de iniciación de una sociedad secreta local.
Los procedimientos violentos de una turba indignada y excita
da, ocasionados por los enemigos de una mujer desafortuna
da, son una mancha en la historia del estado. Que ella cometiera
un crimen de carácter verdaderamente horrendo, no obsta para
que un verdadero estadounidense no se alzara contra el curso
de la acción tom ada hacia esta extranjera sin am igos y
desprotegida. Esperábamos que el episodio fuera inventado.
Pero no lo fue, como tal los perpetradores se han avergonzado
a sí mismos y a su raza".
En Bengala, a inicios del siglo xix o finales del xvm, hay casos
en que una o incluso dos mujeres eran quemadas junto con un
hombre no tan importante. Escuchamos de una pira que duró
prendida durante tres días mientras las viudas esperaban ser
arrojadas a distancia. El muerto era un (kulin) brahmán y mu
chas de estas mujeres eran, por lo menos nominalmente, sus
esposas [...] algunas de (las mujeres) ni siquiera vivieron en
algún momento con su esposo ni lo conocieron después de ce
lebrado el matrimonio, excepto cuando subieron a la pira fu
neraria2.
3 Ibidem, p. 39.
Imbuida de los dones de la profecía y del poder de maldecir
y bendecir, era inmolada en medio de un gran despliegue,
con gran veneración. Dado que ninguna mujer que hubiese
sido infiel a su marido podía ser cremada, el suti no hacía
virtuosa a la sati, más bien venía a probar que había sido
virtuosa toda su vida. Así, la viuda sólo tenía dos opciones:
una muerte dolorosa, heroica y relativamente rápida o una vida
miserable, oscura y de humillación como pecadora penitente.
No resulta difícil ver por qué era preferible la muerte a la
viudez. Las prescripciones, frecuentemente reiteradas, para
una buena conducción de la viudez incluían no comer sino
un alimento muy simple al día, desempeñar las actividades
menos relevantes, nunca dormir en una cama, sólo dejar la
casa para ir al templo, no dejarse ver durante los festivales
(ya que era poco favorable, excepto para sus hijos), usar las
prendas de vestir más simples y, por supuesto, nada de joye
ría. Quizá lo más humillante para una mujer de alta alcurnia
era dejarse rasurar la cabeza por un barbero que no podía
tocar4. Y, todo esto era necesario sólo para mantener el bien
estar del alma de su esposo y para evitar que ella reencarnara
como hembra de algún animal. En teoría la viuda podía
rehusarse, pero en la práctica estaba bajo una tremenda pre
sión, como lo hizo notar un cronista portugués: "[...] el luto
terminaba y se les hablaba, se les aconsejaba que fueran por
ellas mismas a la pira y no deshonraran a su generación"5.
Una vez que el compromiso de la viuda era expresado me
diante las señales y pruebas apropiadas, no podía cambiar de
7J. Pegas. "The Suti's Cry to Britain", 1831, traces, vol. 694, India Office
Library, Londres. Peggs fue misionera en Cuttack.
su baja condición social. Un caso surgido en 1823 en Bengala,
mostró que de un total de 576 satis, 235 fueron brahmines, 34
chatrias (una casta respetable pero no aristocrática), 14 vaisyas
(comerciantes que tradicionalmente se encontraban por de
bajo de los sacerdotes y guerreros) y 292 sudras ("sirvientes"
por tradición)8. En cuanto al estatus económico, aparte de la
casta, Mukhopadhyay estimó que en un distrito en 1825, 26
satis eran viudas de hombres ricos, 52 de "regulares" y 26 de
pobres, sin embargo no se dieron criterios para estas estima
ciones. Se anotaron satis de todas las edades, desde los ocho
hasta más de los 80 años, y Peggs, un observador hostil, pre
sentó tablas que incluyen por lo menos a una niña de cuatro
años de edad9.
Dentro de las fronteras de la India hubo grandes varia
ciones por región en la incidencia de esta práctica. A princi
pios del siglo XIX la mayor parte de sutis ocurrió en Bengala,
Bombay y Madrás, las tres regiones bajo control directo de la
British East India Company; de éstas, 5,997 se realizaron en
Bengala. Otras 2,137 murieron en Bengala entre 1824 y 182810.
Estas cifras son de horror en términos de su número absolu
to; sin embargo, también muestran que el suti sólo se practicó
en una pequeña minoría de viudas. Para hacer una compara
ción, en Backerganj, en Bengala, 25 mil personas murieron de
cólera tan sólo en 1825, y el número total de suti fue de 63u.
Es posible que la variación regional estuviera relacionada con
la diversidad de tradiciones en las castas y sectas que resi
dían en ellas; sin embargo, los intentos por tomar estas dife
-A n n e M c L a r e n
4 M.N. Das. "Female Infanticide among the Bedees and the Chouhans:
Motives and Modes", Man in India, vo!. 36, núm. 4, 1956.
5 Ibidem. También cfr. M.N. Das, "Movementto Suppress the Custom of
Female Infanticide in the Punjab and Kashmir", Man in India, vol. 37, 1957.
matan de inmediato retacándole la boca con estiércol de vaca
o ahogándola en leche de vaca. En Gujarat se quema vivas a
las bebés. Colocan sus cuerpos en un recipiente de cerámica
cuya abertura cubren con una pasta hecha de estiércol, y a las
niñas les dan una pequeña pastilla de opio que les causa la
muerte después de unas horas. En muchos casos la madre
queda condenada a m atar a su propia hija, se unta el pezón
con ungüento de opio y deja que la niña lo chupe hasta que
muere.
Un reporte sobre las prácticas actuales de los indígenas
Waika en la parte alta del Orinoco señala: "Incluso entre los
indígenas de las misiones existía la costumbre de matar a las
recién nacidas justo después del parto, especialmente si la
pareja ya tenía varias hijas"6.
Un pasaje del Corán dice: "Si un árabe escucha que le ha
nacido una hija, la tristeza cubre de negro su rostro; esta no
ticia lo golpea como un mal ominoso y ya no se deja ver por
nadie, y es cuestionable si mantendrá a la hija que para su
deshonra le nació o si la enterrará de inmediato"7.
¿Cuál es la razón para describir esta costumbre que des
de hace mucho ha sido superada? ¿En realidad hay alguien
que en verdad pueda afirmar que en el último tercio del siglo
XX esa práctica sigue siendo posible?
La respuesta no puede ser un categórico no. Ciertamente
es muy poco probable que el genocidio femenino como el que
se daba entre las castas hindúes se repita en nuestro país, sin
embargo, y por otro lado, las constelaciones psicológicas que
hicieron posible esos acontecimientos aún siguen implanta
das en nuestra cultura: las mujeres son el sexo no deseado.
Egipto 49.54
Líbano 49.21
Jordania 49.15
Túnez 48.95
Siria 48.73
Malasia 48.17
Libia 48.00
Irán 46.92
Kuwait 43.19
No tanto, no tanto
dijeron sus hermanas,
la verdad sale
mientras ella yace muerta.
Él lá golpeó.
Él la acusó
de cosas horribles
y la golpeó.
Un día ella partió.
Hermana, no entiendo
estoy furiosa y no entiendo.
En Texas lo soltarían.
Un Negro mata otro
y hay un Negro menos en Texas.
Pero aquí no es Texas,
es California
la ciudad de los ángeles.
¿Fue su crimen tan leve?
George Jackson estuvo
años preso por robo.
Eldridge Cleaver estuvo
1 años preso por violación.
Sé de un hombre en Texas
condenado a cuarenta años
por posesión de marihuana.
¿Fue su crimen tan leve?
¿Cuál fue su crimen?
Sólo mató a su mujer.
Pero el divorcio, yo dije.
No terminó, dijeron ellos.
Las cosas de ella eran de él,
incluso su vida.
¡Los hombres no pueden
violar a sus mujeres!
Los hombres no pueden
matar a sus mujeres.
Sólo adorarlas hasta la muerte.
Edad de la esposa
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"Si yo no puedo tenerte, nadie
puede": Poder y control en el
homicidio de la pareja femenina
Jacquelyn C. Campbell
Antecedentes
Dayton, Ohio, tenía una población de casi 200 mil habitantes en
1980, con un ingreso promedio per cópita de, más o menos, el
equivalente a la mayor parte de la población urbana de los Esta
dos Unidos. El censo de población de ese año reveló una pro
porción casi igual entre afroamericanos y blancos, junto con otros
grupos raciales con una representación marginal en la pobla
ción. Entre los blancos el grupo cultural más grande era el de
los Apalaches. En 1980, seis por ciento de la población estaba
desempleada, muy cercano al promedio nacional. Treinta por
ciento eran empleados en una fábrica, 35 por ciento trabajaban
en el gobierno federal y 31 por ciento eran profesionistas, ad
ministradores o empleados en ventas al menudeo.
La tasa de homicidios urbanos, entre 1968 y 1979, en
Dayton estaba cercana a la media nacional. De hecho en 1978
la tasa de 9.0 por cada 100 mil, que incluía los suburbios de
Dayton, fue la misma que la tasa nacional (Webster, 1979).
Durante esos años, los patrones de homicidio en Dayton fue
ron similares al patrón urbano nacional en cuanto a la com
posición racial y por sexo, en fluctuaciones de tasa y tasas
absolutas (Campbell, 1981).
Fuentes de información
Todos los casos de homicidio en la ciudad de Dayton, Ohio,
del I o de enero de 1975 al 31 de diciembre de 1979 quedaron
incluidos en este análisis. Revisé con cuidado los archivos
policiales de los casos en que estuvieron involucradas muje
res, ya fuera como víctimas o perpetradoras. Los informes de
la policía proporcionaban mayor detalle y por ello informa
ción más confiable que las estadísticas agregadas de la Ofici
na Federal de Investigación (FBI) presentada en el Uniform
Crime Reports. Los archivos de la policía incluían informa
ción de la autopsia y detalles que facilitaban el análisis de los
eventos que precedieron al homicidio. Por ejemplo los de
partamentos de policía codificaron un "m otivo" para todos
los homicidios reportados para el informe del FBI. En los ca
sos donde víctima y perpetrador se conocían, el motivo con
que se clasificaron más comúnmente fue el de "discusión".
Los incidentes clasificados como "discusión" por el Departa
mento de Policía de Dayton, para el informe del FBI, eran tan
disparatados como lo siguiente: una discusión sobre dinero
entre vecinos; una discusión sobre las proezas atléticas entre
dos jóvenes hombres que apenas si se conocían, y un inci
dente en el cual la esposa fue golpeada hasta provocarle la
muerte, que fue el último en una serie de sucesos de golpes
iniciado por el esposo. Así, el análisis utilizando información
agregada sobre los motivos (en la cual se equipara, por ejem
plo, el porcentaje de "discusión" contra el porcentaje de otros
motivos, como "robo") no toma en consideración problemá
ticas subyacentes y más importantes.
Asimismo, la precisión de la información queda oscure
cida en la información estadística agregada, especialmente
cuando se define la relación víctima-perpetrador. La clasifi
cación inicial "en la escena" con frecuencia pasa por alto con
tactos sexuales previos y / o relaciones familiares informales
comunes en las zonas céntricas abandonadas de las ciuda
des. Los ex amantes por lo general quedan relegados a la ca
tegoría de conocidos, dado que no caben en ninguna de las
categorías del sistema de clasificación utilizado. Por ello, sólo
un examen cuidadoso de los archivos policiales puede poner
al descubierto las relaciones escondidas detrás de las catego
rías de "conocido" y "am igos" del FBI. Las relaciones sexua
les íntimas de largo plazo con compañeros generalmente están
clasificadas como "novio/n ovia" en los informes del FBI, in
cluso cuando los amantes están en sus cuarentas.
Además de estudiar los archivos policiales sobre homici
dio, también revisé los dos principales diarios de Dayton co
rrespondientes a ese mismo periodo, buscando todas las notas
sobre homicidios en los que estaban involucradas mujeres.
Trabajé esa información utilizando un análisis temático y una
estadística descriptiva.
Feminicidio en lo general
Hubo 73 mujeres asesinadas en Dayton entre 1975 y 1979; 65
(89 por ciento) a manos de hombres; 12 (19 por ciento) de las
65 fueron muertas por sus esposos, cinco (8 por ciento) por
sus novios y 11 (17 por ciento) a manos de ex esposos y ex
novios (véase figura 1). Otras siete mujeres, incluidas tres jó
venes, fueron asesinadas por otros miembros masculinos de
sus familias (dos hijos, dos padres, dos novios de las madres
y un sobrino). De acuerdo con estadísticas tomadas de ami
gos y /o parientes, cinco mujeres (8 por ciento) fueron asesi
nadas por ex parejas sexuales casuales. Once (17 por ciento)
murieron a manos de conocidos y una por un amigo. Enton
ces, 80 por ciento de las mujeres asesinadas por hombres co
nocían bien a sus victimarios. Además 72 por ciento de las
mujeres fueron matadas en sus casas. Este desagregado en
términos de relaciones se asemeja a los patrones documenta
dos por las estadísticas nacionales sobre asesinato de muje
res (Wilbanks, 1986).
Ex novio/esposo, 16.9%
Integrante masculino
en la familia, 10.8 j
Compañero sexual previo, 7.7%
Amigo, 1.5%
Violencia previa
/\
De las 28 mujeres asesinadas a manos de sus esposos, novios
o ex esposos o ex novios, se sabe que por lo menos 18 (64 por
ciento) sufrían de abusos físicos por parte de esos hombres
antes del feminicidio. El abuso estaba documentado debido
al historial de arrestos o por comentarios hechos espontánea
mente por testigos o familiares a los oficiales que investiga
ban los casos. En 1975-1979 la policía no preguntó en relación
con abusos previos. Dado que ésta documenta la violencia
por separado y la incluye en esas estadísticas, no toma en
cuenta los casos en los que las mujeres ocultaron el hecho de
que las golpeaban o que personal de urgencias las atendió en
hospitales a causa de abuso físico, pero que nunca reporta
ron el ataque a la policía. Estas cifras tampoco incluyen casos
en los que los perpetradores se confesaron inmediatamente
culpables, por lo cual la policía ya no recabó información so
bre maltratos pasados para llevarla como evidencia ante el
tribunal. En dos casos no incluidos en este 64 por ciento, la
policía llegó con cierta frecuencia a la casa debido a que ha
bían recibido denuncias de "violencia familiar", que sin em
bargo, no culminaron con arresto y tampoco documentación
que señalara quién estaba dañando a quien en la casa. Por
todo ello, la cifra de 64 por ciento subestima el nivel de abuso
ocurrido. Como Wilson y Daly (en este mismo volumen) y
otras han mostrado, el propinar golpes a las mujeres antece
de al feminicidio no sólo en Dayton, sino en todo el mundo
(Counts, Brown y Campbell, 1992; Wallace, 1986).
En 15 de los 18 casos documentados con abuso previo que
culminaron en feminicidio, la policía recibió llamadas denun
ciando "violencia familiar" durante los dos años previos. En
uno de los casos los agentes estuvieron en cinco ocasiones en
la casa de la mujer. En otro, los dos años que antecedieron al
asesinato incluyen 12 llamadas a causa de "violencia fami
liar" como parte ¡del total de 56 visitas que la policía hizo a
esa casa!
Para 19 de los perpetradores se documentó una historia
de brutalidad física en la relación íntima con sus víctimas, lo
cual quedó registrado en el número de arrestos a causa de
acciones criminales violentas o bien por los informes de testi
gos confiables, quienes describieron al perpetrador como un
sujeto violento con otras personas. Uno de estos hombres
pertenecía a una pandilla de motociclistas, sobresaliente en
la localidad por sus constantes peleas. En otro caso, la policía
hizo notar que el esposo homicida ya había matado a una ex
esposa en otro estado, pero sólo había sido condenado por
asesinato no premeditado por lo que alcanzó libertad condi
cional. Estos casos contradicen la noción de que los hombres
que maltratan a sus esposas sólo son violentos con ellas. Otra
investigación apoya la conclusión de que el maltrato, particu
larmente despiadado, por lo general tiene una historia de vio
lencia (Berk, et al., 1983).
En consecuencia, muchos de estos hombres eran bien co
nocidos por el sistema judicial mucho antes de que asesina
ran a sus parejas. En general, la policía cuenta con suficiente
información para anticipar el extremo peligro que amenaza a
las víctimas femeninas. Puede asumirse que ellas también lo
podrían anticipar, sin embargo, es posible que las mujeres
golpeadas no se percaten de la inminencia del feminicidio o
quizá tengan que minimizar el peligro para no quedar para
lizadas por el miedo. Una advertencia de la policía puede
impulsar la acción por parte de las mujeres, sin embargo, sólo
en un único caso está documentado un intento de advertir a
la mujer, si bien no de protegerla. Este "esfuerzo" implicó
avisar a la víctima que la policía no le podía ofrecer suficiente
protección ante su ex compañero violento; se le dijo que bus
cara un lugar para esconderse.
Intoxicación
Diez (36 por ciento) de los perpetradores hombres íntima
mente relacionados con sus víctimas estaban intoxicados al
momento del asesinato, mientras que cuatro (14.3 por ciento)
de las mujeres víctimas también lo estaban (figura 3). Asi-
FIGURA 2. Características de los hombres (N = 29)
y mujeres (N = 29) que asesinaron a sus parejas íntimas,
Dayton, Ohio, 1974-1979.
T----- ------ T ..................... .........1 ..............
Historial de abuso
0
Violencia excesiva
.. 1* .3
Historial
de violencia |31
Intoxicado/
al momento
feHBHH |31
35'1
del asesinato 1 !1---------------
o 20
m Hombres f ] Mujeres
T í T-------- T ~ ....
79.3
Historial de abuso
____ I7-1
Historial de 8.6
violencia 10.7
Intoxicado/a al 51.7
momento del 114.3
asesinato
H ombres | | M ujeres
Motivo
Los análisis temáticos de las confesiones, de la interpretación
policial de las entrevistas, de otras evidencias y / o de los in
formes de testigos fueron utilizados para desarrollar catego
rías de m otivos de estos hom icidios. E stas ca te g o ría s
contrastadas por sexo, se presentan en la tabla 1. El m ayor
número de casos (18 ó 64 por ciento) implicó celos masculi
nos. Los celos femeninos son un subproducto de los intentos
hechos por los hombres para controlar y poseer a las mujeres
con las que estaban (o deseaban estar) íntimamente. En resu
m en, los celos co n n o ta n p ro p ie d a d (D ály, W ilson y
Weghourst, 1982). Irónicamente, en ninguno de los casos de
feminicidio en Dayton los perpetradores contaban con evi
dencia directa que sus compañeras sostuvieran relaciones
sexuales íntimas con alguien más, evidencia de que en la tra
dición patriarcal el feminicidio sigue siendo "excusable"
(Greenblat, 1985; Lundsgaarde, 1977). Uno de los hombres
asesinó a su pareja al momento en que entró en la casa y la
encontró hablando por teléfono; la mató porque estaba segu
ro de que la mujer hablaba con su novio. La policía verificó
que estaba hablando con un pariente y que, de acuerdo con
todos los testimonios, ella no tenía novio. Tales celos ende
bles vinculados a los motivos de feminicidio no son raros, de
acuerdo con los archivos de Dayton: un hombre cometió
feminicidio porque no quería que su pareja aspirara a tener
una carrera, mientras que otro mató a su esposa porque re
sintió la atención que ella dispensaba a sus hijos.
Otros hallazgos
También hubo excesiva violencia y /o sadismo en el 70 por cien
to de los feminicidios fuera de la familia o de las relaciones
íntimas. Noventa y tres por ciento de estas muertes no estuvie
ron antecedidas por discusiones, y la precipitación de la vícfi-
ma sólo ocurrió en una ocasión (tres por ciento). Esto contrasta
con los 11 casos en los que las mujeres mataron hombres fuera
de una relación íntima y en las cuales no hubo violencia excesi
va, otros cuatro casos (36 por ciento) fueron en defensa propia.
Sólo cinco mujeres (ocho por ciento) murieron a manos
de extraños, cuatro durante un asalto; ocho (12 por ciento)
fueron asesinadas por un asaltante no identificado y cinco,
además, fueron violadas. Estos fueron los únicos asesinatos
sexuales cometidos por extraños en Dayton durante el perio
do analizado. No obstante que fueron muy poco frecuentes,
esos homicidios tuvieron mucha atención de los medios. Cual
quier vínculo con lo sexual despierta la atención; pero la de
safortunada consecuencia de esta publicidad es que las mu
jeres no se percatan de que corren más peligro estando con
sus novios o esposos que con extraños.
También en Dayton, los reportes de autopsias revelaron
otras tres víctimas que fueron atacadas sexualmente antes de
morir a manos de un "conocido ocasional", un "am igo" o un
compañero sexual ocasional. Dos de estos casos pueden ser
catalogados como "violación durante una cita" que terminó
en feminicidio; en el tercero estuvo involucrado el robo.
Los apuntes de la policía revelaron que trágicamente doce
menores de 15 años de edad atestiguaron los asesinatos o fue
ron los primeros en encontrar los cuerpos. En muchos casos,
la víctima o el perpetrador (o ambos) era progenitor del testi
go. No hay intervenciones para menores afectados por homi
cidios que se den automáticamente en el sistema judicial, a
pesar de las documentadas consecuencias a largo plazo como
ansiedad y problemas de comportamiento (Cowles, 1988).
D ado que en m u ch as o casio n e s esos m en o res son
afroamericanos y pobres, es muy poco probable que vayan a
tener acceso a una ayuda profesional especializada. La pre
vención de la violencia debería incluir la identificación y la
capacitación de esos menores de edad considerándolos como
un grupo de alto riesgo.
Discusión
La investigación académica también ha oscurecido los temas
de poder y control en los homicidios donde hubo asesinato
de mujeres. Muchos análisis ubican a los hombres y a las
mujeres en la misma categoría, como sucede en los casos de
Jason, Flock y Tyler (1983), comparan el primer homicidios
(familia) con el segundo, y Chimbo hace un análisis de los
homicidios conyugales.
Además, las dinámicas subyacentes en las que predomi
nan mujeres y hombres afroam ericanos com o víctimas o
perpetradores, respectivamente, de homicidios de parejas
íntimas han sido poco estudiadas, por lo que nuestra com
prensión es limitada. En la investigación, la suposición de la
influencia que tiene la adscripción a un grupo racial se con
funde con la pobreza. La orientación cultural es un término
que se puede usar para representar la pertenencia a un grupo
racial, lugar de residencia y estatus económico. Orientación
cultural (más que grupo racial) influye valores, por lo que se
requiere de un mayor análisis e investigación de la relación
entre orientación cultural y feminicidio. Un inicio es la inves
tigación de Lockhart (1987), que sugiere que hay menos mu
jeres golpead as y violencia física m utu a entre parejas
afroamericanas de clase media que entre parejas de clase
media caucásicas. Asimismo, son relevantes los estudios so
bre homicidio que muestran que la pobreza y el hacinamien
to tienen efectos m ás fuertes sobre la violencia que la
pertenencia a un grupo racial (Hawkins, 1986). Sin embargo,
las cuestiones de poder y control pueden ser relevantes para
un hombre joven afroamericano cuando otras vías de logro y
eficacia están bloqueadas, y espera que la mujer afroamericana
lo sea todo para él (Wallace, 1978). Esta necesidad de poder y
control puede interactuar con las necesidades de estatus para
los jóvenes en las zonas empobrecidas y descuidadas de los
centros de las ciudades, los modelos de comportamiento vio
lento o de violencia en las calles y en los medios, la norma de
poseer un arma, los efectos agresivos del crack y la otra serie
de dificultades abrumadoras asociadas con la pobreza y que
crean situaciones volátiles que llevan al maltrato físico de la
pareja y al feminicidio.
Todas las mujeres están en riesgo de feminicidio, espe
cialmente a manos de la pareja íntima y sobre todo cuando
ha habido una historia de esposa golpeada y cuando una
mujer toma la decisión de dejar la relación. Esta realidad es
perfectamente conocida para muchas mujeres golpeadas, no
tanto para las académicas en el campo del homicidio. Con
frecuencia las mujeres golpeadas describen a sus parejas di-
ciéndoles: "si yo no puedo tenerte, nadie puede". Esta frase
comienza a ser reconocida como una amenaza verbal, particu
larmente peligrosa, que apunta a un sentido de pertenencia
con respecto de la mujer y a un posible feminicidio (Stuart y
Campbell, 1989).
La inform ación presen tad a en este capítulo ilustra
vividamente que el sentido de propiedad, poder y control son
elementos centrales del homicidio en la pareja. La tradición
de propiedad que los hombres tienen con respecto de las
mujeres y las necesidades de poder masculino, se han mani
festado de tal forma que han llevado a una conclusión terri
blemente violenta. El mensaje del feminicidio es que muchos
hombres creen que el control de la compañera es una prerro
gativa que pueden defender m atando a las mujeres. Este
mensaje y el peligro que implica para las mujeres, quedan
oscurecidos por la mayor parte del trabajo académico, las re
señas en los medios de comunicación y el sistema de justicia
legal.
Las mujeres corren mayor riesgo en casa y están bajo una
alta amenaza de sus seres "queridos". Así, las feministas cues
tionamos el mito actual de la familia y el hogar como santua
rio para las mujeres y los hombres. Elizabeth Stanko (1988) es
persuasiva en su argumento de que la ideología del hogar
como lugar seguro ayuda a mantener subordinadas a las
mujeres haciéndolas sentir temor si se alejan de ese paraíso.
Y, sin embargo, como ya hemos visto, las mujeres en Dayton
estaban mucho más seguras alejadas de la "protección" del
hogar y del esposo.
Un número reciente de la revista Time hizo un estudio de
las muertes ocasionadas por armas de fuego en una semana
en Estados Unidos, haciendo eco de los mismos temas de los
homicidios analizados en Dayton. Incluso las breves oracio
nes expresadas por los 242 homicidas revelaron que por lo
menos en 42 de éstos participaron hombres que querían ejer
cer poder y control sobre las m ujeres. O nce casos de
feminicidio estuvieron seguidos de suicidio del compañero-
asesino, a uno de los cuales se le escuchó decir antes de co
meter el asesinato: "si no vas a vivir conmigo, entonces no
vas a vivir" (Time, 1989: 35).
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1 - 11 .
Licencia para matar
Rikki Gregory
Poder en la familia
Para comprender este asunto, lo que resulta significativo es
que la violencia corre paralela a las líneas de poder en el sis
tema de sexo/género. La familia, con su división del trabajo
por sexo, es la principal institución que subyace a dicho siste
ma. La violencia doméstica contra las mujeres tiene que exa
minarse en relación con su relevancia sistemática. Entonces
este trabajo intenta hacer algo más que una descripción del
tipo de violencia que enfrentan las mujeres; ve las relaciones
de autoridad familiar en torno a las que se organizan la vio
lencia de la dote y las relaciones de propiedad, en las cuales
estas estructuras de autoridad están enraizadas. El rol de sub
ordinación de las mujeres en la familia se duplica en la socie
dad en su conjunto. Disparidades económicas, como salarios
bajos, mala atención a la salud y educación para las mujeres,
han sido justificadas bajo el supuesto de que el empleo y el
bienestar físico de las mujeres son menos importantes en com
paración con los de los hombres. Así, hay una relación muy
estrecha entre la familia y la organización del sistema políti
co y económico. En otras palabras, la estructura familiar legi
tima la subordinación de las mujeres en el desarrollo de las
políticas y de la organización de la economía.
La Constitución de India declara la igualdad de los sexos,
con ello reconoce que la familia debería de ser básicamente
una unidad igualitaria que reconociera igualdad de derechos
y libertad de opciones a los individuos que la integran6. Sin
embargo, en la práctica la subordinación de las mujeres ante
los hombres, del joven al adulto, predomina en todas las fa
milias de cualquier clase y casta en la India. La ideología de
la subordinación es necesaria por la estructura de la produc
ción material. Las mujeres están subordinadas a, y por tanto
son dependientes de los hombres, ya que son ellos los pro
pietarios de la tierra y mantienen su tenencia, mientras que
las mujeres, en su gran mayoría, no. Las prácticas habituales
no permiten que las hijas hereden las tierras a menos que en
la familia no haya un varón. Es erróneo sostener que las mu
jeres reciben su parte de patrimonio en la forma de dote al
momento de casarse.
Independientemente de la Ley Hindú de Sucesión que
pone en igualdad de circunstancias a las hijas y a los hijos en
términos de herencia de propiedades, en la mayor parte de
los casos las mujeres ceden sus derechos sobre la tierra a fa
vor de sus hermanos. De otra forma deben ser denunciadas
como hermanas "egoístas" y corren el riesgo de perder la pro
Políticas públicas
En años recientes la familia se ha convertido en un tema polí
tico en India. El gobierno ha formulado políticas con el fin de
fortalecer a la familia, mientras que las mujeres han puesto
sobre la palestra de la discusión preguntas sobre sus límites.
A finales de 1980, se inició un debate sobre las mujeres y la
familia en relación con el Sixth Five Year Plan. Los planifica
dores manifestaron que la forma de mejorar la posición de
las mujeres sería superando las condiciones de la familia. Las
organizaciones de mujeres señalaron que este enfoque de las-
mujeres-en-la-familia no llevaría a una mayor igualdad en la
sociedad sino a incrementar la polarización entre los sexos.
Como resultado de las presiones del activismo de las muje
res, así como de las académicas, los planificadores estuvie
ron de acuerdo en integrar un capítulo sobre "M ujeres y
Desarrollo" en el mencionado plan de Sixth Five Year. Este
Antecedentes
La prevalencia y la severidad de la violencia contra las muje
res han sido documentadas por diversas fuentes. Por ejem-
pío, las estimaciones que se han hecho de la proporción de
mujeres casadas en Estados Unidos que han sido golpeadas,
por lo menos en una ocasión en su matrimonio, ha oscilado
entre 20 y 30 por ciento (Pagelow, 1984) a dos tercios (Roy,
1982). Por su parte Straus, Gelles y Steinmetz (1980) sugieren
que el 15 por ciento de las mujeres casadas serán severamente
golpeadas por lo menos una vez en su vida. Además, la vio
lencia contra las m ujeres en las relaciones abusivas se
incrementa tanto en frecuencia como en su gravedad a lo lar
go del tiempo (Dobash y Dobash, 1979; Pagelow, 1981) y hay
una escalada en la intolerancia después de que una relación
íntima ha sido extremadamente difícil (U.S. Department of
Justice, 1980).
La escalada de violencia contra las mujeres puede, y con
mucha frecuencia lo hace, resultar en su muerte. Todos los
días en el país un promedio de cuatro mujeres son asesina
das por sus parejas hombres. El análisis que la autora de este
artículo hace de las cifras del Uniform Crime Reports, 1980-
1982: Supplemental Homicide Report (FBI, 1984) indica que de
enero de 1980 a diciembre de 1982, 4,189 mujeres en edades
que iban de los 16 en adelante fueron asesinadas por sus pa
rejas masculinas íntimas. Los 50 estados reportaron por lo
menos un caso de feminicidio íntimo durante ese periodo. La
frecuencia promedio de feminicidio íntimo para el mismo
periodo va de un asesinato en Vermont a 176 en California.
Asimismo, la tasa de prevalencia por millón de mujeres fue
de 2.6 en Vermont a 14.7 en Carolina del Sur. Como Okun
(1986: xiv) reporta: "Desde la fundación del primer refugio
para mujeres golpeadas en 1974 hasta finales de 1983, más de
19 mil mujeres estadounidenses han muerto en incidentes de
maltrato físico u otras formas de violencia conyugal". Dos de
dichas víctimas fueron Hattie Milo, de 47 años de edad, que
murió a causa de los disparos que le hiciera su esposo Willi
Milos, de 65 años, quien también mató a su hija adulta ("Pólice
Charge Elgin M an", 1980). Otra víctima fue Sheila Crealey,
quien fue encontrada asesinada a golpes con un bat de baseball
y un cinturón; el amante con quien vivía, un hombre de 24
años, fue arrestado por cargos de asesinato; compañeras del
trabajo de ella habían notado que presentaba golpes (Cox,
1981).
Método
El estudio fue exploratorio, para proporcionar información
sobre la relación entre el número de variables y la tasa que
prevalece de feminicidio íntimo en los estados. Dada la na
turaleza de este téma, un diseño experimental, causal, no
era apropiado debido a las implicaciones éticas y legales del
tipo de letalidad estudiado. Sin embargo, la correlación de
datos puede aportar información preliminar sobre la con
sistencia y dirección de la relación entre las variables. La
investigación usó datos provenientes de archivos; como
Colby (1982) hace notar, para la investigación sobre muje
res y cambio social la ventaja de apoyarse en el análisis se
cundario es que uno puede redefinir y refinar preguntas de
investigación previas.
Los 50 estados de la Unión Americana fueron las unida
des de análisis, y 1980,1981 y 1982 fueron los años revisados.
Todas las mujeres de 16 años o más que fueron asesinadas por
una pareja masculina íntima, y cuyas muertes fueron clasifica
das como "asesinato u homicidio sin premeditación o no-ne
gligente" por el UCR (FBI, 1984), fueron la variable dependiente;
en el UCR se calificó a esas víctimas como esposas, mujeres que
vivían en unión libre, novias, ex esposas y amigas.
Las cifras sobre feminicidio íntimo se derivaron del
Uniform Crime Reports: Suplemental Homicide Report, 1980-1982
(FBI, 1984), a través del InterUniversity Consortium fo r Political
and Social Research en un formato de cinta OSIRIS. El UCR se
desarrolló en 1929 para estandarizar reportes y definiciones
a través de las jurisdicciones (O 'Brien, 1985). Si bien la
confiabilidad y la validez de los datos proporcionados por el
UCR han sido criticadas, O'Brien encontró que los homicidios
están bien reportados. La confiabilidad también se fortalece
por el hecho de que el UCR reporta más tasas de victimización
que las de otros delitos y, como Wilbanks (1982:161) sostie
ne, "es mucho más fácil contar víctimas que delitos [ya que
muchos de éstos no están aclarados]". Los datos provenien
tes de otras fuentes se presentan en la tabla 1.
Resultados
Disponibilidad de los servicios
Esta sección presenta la información del análisis de la pre
gunta de investigación: ¿La tasa que prevalece de feminicidio
íntimo es menor en estados con tasas altas de servicios que
tratan la violencia masculina contra las mujeres? Se utiliza
ron tres mediciones para evaluar los servicios que buscan res
ponder a la violencia contra las mujeres en cada estado: el
número de centros que atienden crisis por violación, el nú
mero de refugios para mujeres golpeadas y el número de pro
gram as p ara hom bres golp ead ores. C ada m edición se
computó con una tasa de prevalencia por millones de perso
nas de más de 16 años de edad. Usando el coeficiente de co
rrelación producto-m om ento de Pearson, posteriormente,
cada medida de servicio fue analizada para determinar su
relación con la tasa de feminicidio íntimo (véase tabla 2).
TABLA 1. Resumen de variables independientes
Servicios R r2 V
Nota: Análisis basado en Warrior (1982). "Program for Men Who Batter" (1980a,
1980b, 1980c) y National Institute of Mental Health (1980).
a Con base en el análisis de 49 estados: Alaska, un distorsionacfor estadítico
que quedó fuera del análisis de correlación.
b Con base en el análisis de 48 estados: Nuevo México y Alaska, distorsio-
nadores estadísticos que quedaron fuera del análisis de correlación.
c NS = No significativo
Factores legislativos
Se encontró que dos de las tres variables independientes fue
ron estadísticamente significativas. La tasa de refugios para
mujeres golpeadas en un estado estuvo negativam ente
correlacionada con el feminicidio íntimo, de manera que los
estados con el mayor número de servicios presentan una tasa
menor de feminicidios íntimos. La disponibilidad de centros
para atender crisis por violación también fue negativamente
correlacionada con el feminicidio íntimo. Nuevamente, la re
lación negativa sugiere que aquellos estados con mayor tasa
de servicios tienen una tasa menor de feminicidio íntimo. La
tasa de program as para hombres golpeadores no estuvo
significativamente relacionada con la tasa de feminicidio ín-
timo, lo que bien podría ser consecuencia de la gama restrin
gida de servicios disponibles de 1980 a 1982 (diecinueve esta
dos no contaban con este servicio durante ese periodo).
Fueron examinados seis estatutos para valorar si los esta
dos que cuentan con protección estatutaria para las víctimas
de violencia doméstica tenían menos mujeres asesinadas o
no, en comparación con aquellos estados que no contaban
con dicha protección estatutaria. La tabla 3 presenta una lista
de piezas de la legislación y la frecuencia de los estados con o
sin legislación (el número) y presenta el promedio de muje
res asesinadas en los estados con o sin la legislación (la me
dia). Como indica esta tabla, el número promedio de mujeres
Estados Estados
con legislación sin legislación
Desalojo temporal
para el auxilio 33 7.36 17 9.59
Maltrato físico definido
como crimen 33 7.36 17 9.59
Arresto sin orden judicial 25 7.67 25 8.57
Recolección de datos
y del reporte requerido 20 6.90 30 8.94
Proporcionar fondos o establecer
criterios para los refugios 30 7.67 20 8.64
Nota: Análisis con base en datos proporcionados por Ross y Barcher, 1983.
asesinadas en los estados que cuentan con cada una de las
piezas de legislación para violencia doméstica, fue más bajo
en comparación con el número promedio de mujeres asesi
nadas en los estados que no tenían dicha legislación.
Exposición
El reporte del estudio que aquí presentamos fue un paso ini
cial para delinear factores asociados con tasas de feminicidio
íntimo en Estados Unidos. Parte de la investigación tradicio
nal sobre homicidio, en cuanto a su enfoque sobre el género y
las relaciones, y con respecto a las variables elegidas para re
visar.
Para las practicantes que son activistas o promotoras de
servicios para las víctimas de maltrato físico, este artículo
presenta evidencia empírica de una relación negativa entre
los servicios para atender crisis por violación o los refugios
con que cuenta un estado y la tasa de feminicidio íntimo en
éste. No obstante que esta autora ha escuchado comentarios
acerca de que los program as de refugio son una simple
"curita", el estudio sugiere que la disponibilidad de refugios
y centros para atender crisis por violación en un estado está
asociada con la reducción de prevalencia de feminicidios ín
timos. A la fecha, las y los trabajadores sociales no han sido
líderes en los movimientos contra la violación y a favor de
los refugios. Es tiempo para que comiencen a explorar las
premisas sobre las que se fundaron estos movimientos y a
revisar los aspectos académicos de la violencia contra las
mujeres, dentro y fuera de la profesión. Puede ser que se
encuentren con que los servicios para las víctimas de violen
cia masculina son más que auxiliares.
Los practicantes interesados en las políticas sociales po
drían notar que los estados que han aprobado una legisla
ción que norma el "desalojo civil de auxilio" presentan menos
mujeres asesinadas en promedio, en comparación con los es
tados que no cuentan con dicha legislación. Por lo general,
esos reglamentos proporcionan una "orden de protección"
que saca de la casa al agresor, lo cual con frecuencia permite
que para la mujer golpeada psicológicamente sea más fácil
conseguir esta orden que pasar por todo el proceso de juicio
legal. Estos hallazgos pueden sugerir que las y los trabajado
res sociales, y otras personas involucradas en el trabajo con
víctimas de violencia, deban buscar la posibilidad de obtener
alivio inmediato y sin complejidades burocráticas para sus
clientes. Además, estados que han aprobado otras formas de
legislación que buscan elim inar la violencia dom éstica
(fmandamiento para refugios, desalojo civil temporal, arres
to sin orden de aprensión con base en causa probable, así como
el reporte requerido y la recolección de información sobre vio
lencia familiar) tienen un número promedio más bajo de mu
jeres asesinadas a m anos de sus parejas m asculinas, en
comparación con los estados que no contaban con ese tipo de
legislación para 1982. Las y los trabajadores sociales frecuente
mente buscan respuestas legislativas para promover la justicia
social. Parece que a partir de estos datos la respuesta legislati
va a la violencia doméstica ha sido efectiva para reducir el nú
mero promedio de mujeres asesinadas en un estado.
Las líderes y las trabajadoras en los movimientos a favor
de los refugios y de los centros de atención de crisis por vio
lación, pueden revisar estas cifras y sentirse orgullosas del
trabajo realizado. Sin embargo, aún queda mucho por hacer
para determinar y aislar a los factores que podrían estar aso
ciados con los servicios y la legislación en un estado. Entre
las preguntas a considerar se encuentran las siguientes: ¿Es
la seguridad del refugio (las camas, las instalaciones y las
puertas con seguro) o la organización de la comunidad que
se dio antes de la construcción del refugio, el factor crítico
para reducir la tasa de feminicidios íntimos en un estado?
¿las respuestas legislativas están relacionadas con la presen
cia de una actitud más liberal e igualitaria hacia las mujeres
en un estado? El estudio referido aporta una base empírica
que permitirá a otras u otros investigadores explorar este pro
blema, con un análisis más profundo que les ayude a avan
zar hacia un modelo predictivo. Este modelo permitirá la
evaluación de aquellas variables que expliquen mejor las ta
sas de feminicidio íntimo en un estado. Las y los trabajadores
sociales tienen la obligación de conseguir tal información, de
manera que puedan aprovechar al máximo los recursos hu
manos y materiales limitados de que disponemos para afron
tar la violencia doméstica.
Los factores individuales y socioculturales que contribu
yen a la violencia contra las mujeres son complejos y difíciles
de separar empíricamente. Se ha hecho un tremendo avance
en los últimos 15 años para abordar la prevalencia y la seve
ridad de la violencia contra las mujeres. Nosotras, las y los
trabajadores sociales recién com enzam os a exp lorar el
feminicidio íntimo. No podemos ignorar (y no podemos per
mitir que otros lo hagan) la masacre de mujeres que ocurre
en este país. Es de esperar que el estudio aquí presentado
haya abierto la puerta a la discusión del feminicidio íntimo.
Tenemos que seguir luchando contra los diversos factores que
podrían estar relacionados con esta trágica pérdida de vidas.
Referencias
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Parte 3
Feminicidios y racismo
Manifestación. Boston, Massachussets, 1979, organizada por una coalición
de grupos feministas para protestar por una serie de feminicidios perpetrados
en los barrios multirraciales de la ciudad. Foto® Tia Cross. Derechos reservados.
Introducción
Introducción
E l feminicidio no discrimina por raza, cultura, edad, clase u
orientación sexual. Esta parte de nuestro libro se concentra
en las com plejas m anifestaciones en las que el racism o
interactúa con la violencia contra las mujeres, en cómo da
forma al feminicidio y en las maneras en las que la comuni
dad, la policía, los medios y el sistema judicial lo consignan.
Esta parte 3 inicia con una explicación, por Jaime Grant,
de las diferentes respuestas dadas por la comunidad negra al
asesinato de 12 jovencitas afroamericanas en la ciudad de
Boston, Massachussets. Grant evidencia el racismo en la co
bertura de los medios que, al principio, ignoraron por com
pleto los asesinatos y después encasillaron a las víctimas en
estereotipos racistas: prófugas o prostitutas. Además, la au
tora consigna la responsabilidad política de los asesinos (la
formación de alianzas y coaliciones entre mujeres de todo tipo:
afroamericanas y otras mujeres de color, blancas, feministas,
no feministas, lesbianas y heterosexuales) y sustenta la nece
sidad de contar con un análisis de los asesinatos de mujeres
afroamericanas para exponer la dimensión racista y machis-
ta de los mismos. Aunque los acontecimientos registrados por
Jaime Grant se remontan a finales de los años setenta y prin
cipios de los ochentas, las cuestiones que giran en torno a la
formación de alianzas y coaliciones entre las mujeres activis
tas de diversos orígenes siguen siendo relevantes.
Diana Rusell y Candida Ellis se enfocan a la limitada res
puesta de la policía en las investigaciones de los asesinatos
de un sinnúmero de jóvenes afroamericanas en Atlanta. Más
tarde, Diana Rusell relata la violación y el asesinato de una
mujer asiática en San Francisco; acto seguido, describe el se
cuestro; tortura sexual y asesinato de una mújer afroamericana
en Filadelfia. La selección de casos aquí contenida, no sólo
documenta los actos feminicidas sino que ilustra cómo el ra
cismo y la misoginia pueden corromper la cobertura perio
dística de los asesinatos de mujeres negras y las de minorías
étnicas en los Estados Unidos de América.
En su análisis del impacto de los feminicidios de mujeres
indias americanas, Beverly Singer evidencia la falta de aten
ción de la cultura blanca hacia los asesinatos de mujeres de
color, y explora la delicada cuestión de los asesinatos de in
dias americanas a manos de indios americanos y describe que
su origen se remonta al genocidio, la conquista y la coloniza
ción de los indios americanos por los europeos. Al igual que
S.H. Venkatramani en la segunda parte de este libro, Singer
vincula el feminicidio con las medidas de control de natali
dad impuestas a ciertas razas y grupos étnicos en los Estados
Unidos.
El tema principal de esta parte 3 es que cualquier análisis
correcto de los feminicidios debe de tomar en cuenta las com
plejas manifestaciones en las que se conjuntan el racismo y el
odio hacia las mujeres; no nada más visto el feminicidio como
fenómeno sino a la par de la respuesta de las fuerzas policiales,
del sistema judicial y de los medios de comunicación. Otro
tema importante en esta sección es la resistencia al feminicidio
mostrada por las mujeres de color. Las feministas blancas,
quienes tienden a subsumir a las mujeres de color en su pro
pia lucha, podrían aprender mucho de la experiencia de an
taño y de las fuertes historias de resistencia de estas mujeres
de origen rural.
¿Quién nos está matando?
Jaime M. Grant
Reimpresión del Sojourner: The W om en’s Forum 13, nos. 10-11 (junio y
julio 1988). Otra versión del mismo ensayo aparece en The Third Wave:
Feminist Perspectives on Racism (Kitchen Table Press. 1992).
South End, del centro Harriet Tumban House, y primero se
detuvo en la calle Wellington enfrente del departamento de
Daryal Ann Hargett, la quinta víctima encontrada estrangu
lada en el piso de su recámara. Cuándo la tía de Hargett, la
Sra. Sara Small, habló ante la multitud y gritó: "¿Quién nos
está matando?" planteó una pregunta que hizo eco por toda
la ciudad, ya que las comunidades, con todo y sus diferen
cias, luchaban para contrarrestar los brotes de violencia con
acciones que les dieran seguridad a todas aquéllas que estu
vieran en riesgo.
A pesar de ser un reclamo tan directo y tan sencillo, la
Sra. Small llegó a muchos grupos presentes ese día en muy
distintos niveles. Para muchos de los residentes negros de
Roxbury, Dorchester y South End, el "nos" del cuestiona-
miento de la Sra. Small se refería a las mujeres negras y, en
un sentido más amplio, a la raza negra. La mayoría eran vete
ranos de la violenta supresión de la segregación de las escue
las públicas de Boston en 1974, y de una relación cada vez
más agresiva con las fuerzas policiales bostonianas. En vís
peras del conflicto, ya estaban perfectamente conscientes del
evidente racism o y de la violencia de los que m uchos
bostonianos blancos eran capaces. En contra de esta realidad,
la respuesta al "quién" de la pregunta de la Sra. Small propo
ne una conclusión inevitable: los blancos, es muy probable
que sea uno o varios hombres blancos, son quienes nos están
matando.
Para los policías que marchaban a los costados del con
tingente principal, dirigiendo el tráfico a pie o para los ele
mentos montados que ponían orden, el "quién" del clamor
de la Sra. Small era una serie de perpetradores. Su experiencia
con la delincuencia en las calles los hacía más propensos a
sospechar que la violencia en estos casos se daba entre ne
gros y que debían cuestionar a las personas más cercanas a
las víctimas. Durante todo el caso, la policía y el gabinete del
Alcalde de Boston, Kevin White, imploraron la cooperación
de la comunidad negra y al mismo tiempo enfatizaron su fir
me convicción de que los asesinatos "no tenían conexión en
tre sí". Es decir, la policía tenía la fuerte sospecha de que cada
asesinato era un acto aislado de violencia perpetrado por una
sola persona. El Alcalde White mencionó en repetidas oca
siones que no era el caso de un asesino en serie, que no se
trataba de una situación como la de "el hijo de Sam". El "nos",
al que se refería la Sra. Small, de hecho era un "asunto" diri
gido al 92 por ciento de los blancos, que para sorpresa eran
de la policía de Boston.
Para muchas de las feministas blancas que cerraron la
marcha, el "nos" al que se refería la Sra. Small era a las muje
res negras. Su dolor se centraba en la vulnerabilidad de la
vida de las mujeres en una cultura en donde la violencia ha
cia ellas se perdona y, a veces, se glorifica. Su experiencia,
como defensoras de las victimas de golpizas y violaciones en
el hogar, y como activistas por la seguridad en los barrios a lo
largo y ancho de la ciudad, las llevó a creer que el "quién", al
que se refería la Sra. Small, eran hombres blancos y negros,
probablemente hombres conocidos por las víctimas. Aquí
difirieron de la policía en el sentido de que los asesinatos esta
ban conectados y de que la denigración machista de la vida
de las mujeres constituye el quid de dicha conexión.
Las feministas negras, dispersas entre la multitud, soste
nían otro punto de vista: el "nos" del grito de Sara Small era
la raza negra, en particular las mujeres negras, cuya vulnera
bilidad es multidimensional en una ciudad infame y se debe
a la violencia racial y a que la violencia machista es un lugar
común. Su percepción del "quién" no es totalmente distinta a
Manifestación. Boston, 1979,
en protesta por la serie de ase
sinatos de mujeres afroamerica
nas. Foto: Ellen Shub.
Crisis
En esa lluviosa tarde del I o de abril, cuando 1500 personas
marcharon en memoria de las seis mujeres negras, Marlene
Stephens estaba colmada de emoción. Era un día increíble, y
parada en medio de su familia y de sus amigos reflexionó
sobre cómo podrían unirse.
Epílogo
A finales de 1979 siete hombres negros habían sido arresta
dos por el asesinato de ocho de las 12 mujeres negras muer
tas. James " Ali" Brown fue absuelto por el asesinato de Yvette
Stinson, en un caso en el que un testigo ocular había testifica
do su culpa. A Brown le dispararon en la calle semanas des
pués. Dermis "Jam al" Porter fue sentenciado por las muertes
de Christine Ricketts y Andrea Foye, en un caso construido
en su totalidad por pruebas circunstanciales. Kenneth Spann
fue sentenciado por el asesinato de Caren Prater a pesar de la
opinión de una jueza cuando se le declaró: "Culpable con re
servas".
El arresto no hizo mucho por calmar el miedo de la co
munidad Negra ni para mitigar las sospechas de que había
una conexión mucho más fuerte entre los asesinatos. Confor
me se desarrolló el caso, se descubrió que muchas de las víc
timas se conocían. Al parecer, m uchas de de las mujeres
habían sido violadas o estranguladas. Después de la senten
cia de Spann, la m adrastra de Caren Prater señaló que era
muy difícil creer que un hombre negro hubiera matado a su
hija. Sara Small expresó los sentimientos de muchos de los
miembros de la comunidad negra, cuando explicó las circuns
tancias que rodeaban la muerte de su sobrina Daryal: a la
Srita. Hargett la había encontrado su casero, blanco, quien
había venido a su departamento y vio a Hargett desnuda en
el piso de su recámara; pensó que la mujer estaba "durm ien
do" y cerró la puerta. Más tarde regresó y la encontró en la
misma posición, y una vez más la dejó donde estaba. Por úl
timo, cuando volvió a su domicilio, pensó que a lo mejor algo
estaba "m al", y regresó al departamento de Hargett, acom
pañado de la policía. Ahí la encontraron en la misma posi
ción, estrangulada; la señora. Small se preguntó:
4 Ibid.
5 "Mass Murderers from the Past". San Francisco Chronicle, 10 de junio
de 1985.
casos, sus investigaciones no hubieran tenido éxito ya que no
hubieran podido identificar al asesino o a los asesinos, y muy
pocas personas parecían tener conocimiento de dichas atro
cidades.
El arresto de Wayne Williams como el perpetrador de los
asesinatos de los 26 afroamericanos, fue criticado por algu
nos como una conclusión cuestionable y el resultado de una
investigación descuidada. Los críticos señalan que las muer
tes de los afroamericanos fueron clasificadas como casos in
significantes por autoridades racistas; pero la apatía, casi
universal, sobre la matanza de más de 38 mujeres, la mayoría
afroamericanas, expone la complicidad del racismo y del
machismo.
Aquéllos que previamente condenaron la indiferencia de
las autoridades ante las m uertes de los jóvenes afroame
ricanos, están unidos por un rotundo silencio a aquéllos que
desprecian la vida de los afroamericanos. Debido a la solida
ridad en ese desinterés, las mujeres afroamericanas pueden
ser ultrajadas con impunidad.
Los lectores anti racistas y anti machistas pueden romper
el co n m o cio n a n te silen cio que gira en to rn o a estos
feminicidios, al exigir información sobre las muertes e insis
tir en que las investigaciones debieron ser cuidadosas y a fon
do. La indiferencia de la policía y de los medios ante la
matanza de mujeres revela hasta dónde el racismo machista
o el machismo racista continúan floreciendo en los Estados
Unidos.
Violador y feminicida elige
mujeres asiáticas como víctimas
Diana E.H. Russell
10 Petit, "Nob H ill Suspect Charged", y Kevin Leary, "The Neighbors Think
Rape Suspect Is Innocent", San Francisco Chronicle, 24 de abril de 1973.
11 Ibid.
12 "Bunyard Guilty in Nob H ill Case", San Francisco Chronicle, 25 de
mayo de 1974.
13 Ibid.
tre el rechazo de su familia y la violación y el asesinato de
mujeres asiáticas14.
La cobertura de los periódicos incluía entrevistas con los
vecinos, todos sostenían que Bunyard no podía haber come
tido dichos crímenes; por ejemplo, su vecino de al lado, Kevin
Leary, explicó al reportero de la San Francisco Chronicle, que
Bunyard "no tenía la necesidad de violar a nadie [...] él re
chazó a más mujeres de las que muchos se podían haber liga
do"15. Al parecer, el vecino de Bunyard comulga con el mito
generalizado de que una violación es una expresión del de
seo sexual.
Después de haber cumplido más de tres años de sen
tencia, Bunyard habló desde su celda, en la Prisión Soledad,
acerca del por qué los hombres violan y de su larga historia
de encarcelamientos. Su relato no coincide con la imagen que
su vecino tenía de él. A la edad de siete años estuvo bajo el
cuidado del Consejo Tutelar para Menores de California, y a
los nueve lo enviaron al Reformatorio para Menores. Dice él
que "de ahí en adelante no se acuerda de no haber estado
bajo custodia por más de ocho meses consecutivos"16.
Se publicó que Bunyard le dijo a uno de los guardias: "si
me liberan sería como poner a un cachorrito a media carrete
ra"17. Su descripción es todavía menos apropiada que la de
sus vecinos. De acuerdo con la policía, "violó a más de cin
cuenta mujeres y mató a otras tres o cuatro, además de las
dos mujeres por las que se le sentenció"18. La policía reportó
14 Bruce Benedict, "His Records Goes Back to Kindergarten", San Francisco
Chronicle, 24 de abril de 1973.
,5 Leary, "Neighbors Think".
'6Jim Word, "He Tells You Why Men Rape", San Francisco Examiner, 25
de septiembre de 1977.
w Ibid.
18 Ibid.
que Bunyard había perpetrado todos estos delitos durante
los seis meses en los que estuvo libre bajo palabra, en 1973.
No hay información sobre si sus víctimas eran en su mayoría
asiáticas. Los artículos que se escribieron acerca de él, salie
ron en una época en la que había mucho menos conciencia
que ahora sobre los crímenes por odio racial.
Esclavitud y Feminicidio
Diana E.H. Russell
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Weyer, Rex. Blood o f the Land: The Government and Corporate War
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Parte 4
Medios masivos de comunicación,
pornografía y gorenografía
Marcha en memoria de las mujeres asesinadas en la primavera de 1979 en los
vecindarios multirraciales de Boston, con manifestantes que protestan por la
difusión que se les dio a las muertes. Fotografía de Ellen Shub.
Introducción
Evening Post (Leeds y sus alrededores, con una circulación de 439, 432
ejemplares, llamado Evening Post de circulación regional, y para evitar
confundirlo con el Yorkshire Post se concentró en la presentación de Kenny
como un astro deportivo local. Es probable que por vivir Cárter cerca de
Bradford, él supusiese que los lectores se interesarían en los "detalles".
el divorcio —es decir, los estaban dejando para empezar una
vida nueva, lo cual, a como diera lugar, ellos no les permiti
rían. Cuando se reconocía este detalle se hacía desde el punto
de vista del asesino: "Pareja separada unida en la muerte".
Así fue com o un periódico anunció las m uertes de Jean
Whisker y de Pam Cárter, ambas enterradas al lado de los
hombres que las mataron. Los asesinos eran los que querían
estar unidos en la muerte con sus mujeres. Lo que ellas que
rían era el divorcio y una vida nueva lejos de sus esposos.
Los periódicos no informaron del acontecimiento como
una tragedia para ellas. Fue una "pareja trágica" o una "fami
lia trágica". Escribir acerca de los esposos "unidos en la muer
te" evoca romance, como el final de Romeo y Julieta. "Pero, al
menos, están unidos en la muerte".
En ningún caso se trató de suicidios dobles. No fueron
muertes accidentales. Esos hombres no dejaron que sus mu
jeres se fueran; las mataron para impedir que los dejaran o
que vivieran alejadas de ellos.
Sin embargo, en ninguna parte de la prensa se acusó a los
cuatro asesinos —ni una sola palabra de acusación para nin
guno de ellos —. En el asesinato que Peter Hall cometió, salió
a la luz que había abusado de su hijastra y que cuando lo
descubrieron asesinó a su esposa, violó y asesinó a su hijastra
y se suicidó. Los servicios sociales fueron culpados de la "Tri
ple tragedia".
¿Cómo fue que ningún periódico ni siquiera haya sugeri
do que esos hombres, esos asesinos, habían hecho algo malo?
Porque el hombre que mata a su mujer y luego a sí mismo es,
por excelencia, el héroe trágico.
En el informe de uno de esos asesinatos seguidos por el
suicidio la referencia directa fue el Otelo de Shakespeare. Pre
vio al análisis detallado del asesinato, creo que es útil consi
derar cómo es que los hombres ven a Otelo. Esto es lo que
dice un (famoso) crítico: "Antes de que nos conmovamos por
completo con la tragedia de Otelo, antes de que juzguemos
que para él era fundam ental matar a Desdémona, hay una cues
tión esencial: no existe ni la menor sombra de duda en noso
tros de que al quedar sólo en el mundo, luego de la muerte de
su amada, él tendría, necesaria e inmediatamente, que herir
se a sí mismo con la misma daga [...] Ésta no sólo es una
necesidad moral, sino la condición absoluta de la que depen
de nuestra simpatía por la tragedia"3. Así que si algún hom
bre cumple con esta condición, se convierte en el héroe que
despierta nuestro interés.
En mayo de 1986 Pam Cárter fue asesinada por su esposo
Kenny. Después él se voló los sesos. Kenny había sido corre
dor de motocicletas. Éste pequeño dejo de fama le aseguró, al
asesino y suicida, recibir una extraordinaria publicidad (las
ocho columnas) de dos periódicos locales, el Evening Post (de
Leeds) y el Telegraph and Argus. También se dio cuenta de esta
noticia en el Yorkshire Post.
Se abordó el relato como la tragedia de Kenny-Carter,
"Speedway Ace". Las ocho columnas del Evening Post fueron
"Speedway Ace y su esposa encuentran la muerte", seguidas
de "Las presiones sobre la estrella deportiva". El encabezado
de la nota en las páginas interiores era: "Doble tragedia de
Bike Ace".
¿Cuál fue su doble tragedia? De acuerdo con el relato del
periódico, parecería que él mató a su mujer y luego se suicidó
debido a las presiones de ser un as de la motocicleta. Hubo
amigos de él que dijeron a la prensa, por ejemplo: "La gente
Atracción turística
Vale la pena señalar que el interés público no comienza ni
termina con este centenario. Éste sólo ha intensificado lo que
ya existe: una industria cultural fundada en "Jack". Desde
hace muchos años, el Destripador ha sido parte de lo que la
gente considera una "herencia nacional". Él es un símbolo
del desaparecido Londres Victoriano, un East End idealizado
de calles de adoquines e iluminación de gas.
Esta versión de la historia hace ver al Destripador como
una atracción turística y como una fuente de orgullo local.
Aparece en todos los museos de cera del país, en Londres se
encuentra en una docena de formas diferentes. El Trocadero
de Piccadilly Circus ofrece a sus visitantes la auténtica "ex
periencia de Jack el Destripador", en East End se puede hacer
una visita guiada por el "Londres de Jack el Destripador" y
term inar con una pinta de cerveza en el bar de Jack el
Destripador. Esto no es especialmente ofensivo para nadie
(¿acaso hay una taberna en Boston llamada El Estrangulador
de Boston o una en Cam bridge llam ada El Violador de
Cambridge?). Jack el Destripador ha sido santificado a con
ciencia, lo han convertido en un héroe popular como Robin
Hood. Su historia se ofrece como una diversión inocua: sólo
a un aguafiestas simplón se le ocurriría decir que se trata de
una historia de misoginia y sadismo.
El filo de una espantosa cuña
Si los que promueven a Jack como un personaje londinense
más son culpables de minimizar o ignorar su misoginia, hay
otros que están explícitamente fascinados con él y decididos
a explotarlo por sus beneficios financieros. Por ejemplo, el
juego de computadoras Jack el Destripador que acaba de apa
recer (la publicidad sugiere que el momento no es una coinci
dencia) revive los asesinatos en todos sus detalles. Entre las
imágenes que salen en la pantalla del ordenador se encuen
tran las de mujeres con las gargantas cortadas y sus intesti
nos de fuera, y no son de computadora ni son dibujos, sino
fotografías sumamente realistas de modelos. Este juego no ha
recibido la autorización para su venta en general —tiene la cla
sificación de "18", es decir, únicamente para adultos—, y es el
primer juego de computadoras que tiene esta restricción.
Sería interesante ver si a partir de este pionero ejemplo
surge un nuevo género de juegos de video y computadora
sádico-pornográficos. De ser así, otra vez Jack el Destripador
habrá desempeñado su insidiosa función de puente entre lo
que se considera "entretenimiento" y lo que se percibe con
toda claridad que es ofensivo. En otras palabras, el filo de
una cuña espantosa.
Destripadorología
Otro lugar donde impera la misoginia es en los escritos pseudo
intelectuales de los llamados " destripadorologistas". Como
dije, el próximo aniversario ha inspirado un nuevo brote de
publicaciones de "especialistas" repletas de gemas como ésta:
"El placer sexual era con toda seguridad abundante para todo
hombre sin necesidad de llegar al asesinato [...] la violación
era, en un sentido, innecesaria en la Inglaterra del siglo dieci
nueve"1. Lo que surge en este tipo de escritos, independien
tem ente de la ignorancia vu lgar y de la com placiente
estupidez masculina (todos los destripadorologistas que co
nozco son hombres) es la incitación erótica malamente disi
mulada con la idea de matar por placer sexual y, en el caso de
Jack el Destripador, salirse con la suya.
La verdadera historia de Jack el destripador es menos aco
gedora que la versión oficial que se ofrece a los turistas, y
menos heroica que la fantasía de los destripadorologistas.
Recordemos los hechos sobresalientes del caso y asociémoslos
con acontecimientos actuales.
En el barrio East End de Londres en 1988 un hombre, cuya
identidad nunca se descubrió, realizó varios asesinatos particu
larmente monstruosos2. Las víctimas —hasta donde sabe
m os, cinco en to ta l— eran m ujeres pobres de la clase
trabajadora dedicadas a la prostitución, porque sus ingre
sos del comercio callejero o los provenientes de la caridad
eran insuficientes para mantenerse (aquí las cosas no han cam
biado mucho que digamos). Todos los cuerpos de las muje
res fueron encontrados en condiciones similares: mutilaciones
enormes y con el vientre abierto. En el que se llamó "el otoño
1Colin Wilson y Robin Odell, jack the Ripper: Summing Up and Veredict.
(Nueva York, Bantam, 1987).
2 Las especulaciones sobre la identidad del Destripador son en sí una
industria y van desde la ociosidad hasta el ridículo. Quizá las mujeres conocen
la teoría de que un integrante de la Familia Real o los masones cometieron los
asesinatos. Liz Frazer y yo tomamos en cuenta esas ideas cuando
investigábamos para la elaboración de nuestro libro The Lust to Hill , y pensamos
que no hay pruebas suficientes para respaldarlas. Todo lo que sabemos es
que "Jack" debió haber sido un hombre.
del terror" la policía londinense recibió cartas de un hombre
que sostenía ser el asesino y firmaba con el nombre de "Jack";
una contenía sus motivos: "Estoy harto de las putas y no voy
a dejar de destriparlas hasta que no acabe con ellas".
Se habló de los asesinatos de muchas maneras. Para algu
nos la prostitución misma era el problema, y la solución era
tener una mayor vigilancia sobre la actividad sexual de las
mujeres. Otros pedían que el gobierno acabara con los chi
queros de East End en los que, se pensaba, nacía la necesidad
bestial del asesino. Incluso hubo quienes culparon de todo a
los extranjeros o a los judíos.
En esta confusión de misoginia, clasismo y racismo co
rrespondió a unas cuantas mujeres hacer la relación entre los
actos del Destripador y el grado general de violencia mascu
lina contra las mujeres. Dicha violencia fue parte de la expe
riencia diaria de mujeres de todas las clases, comunidades y
condiciones, "respetables" y "perdidas", por igual. Además,
esta violencia era condonada por la misma gente que ahora
podría estar au llan d o en d em an d a de la san gre del
Destripador. La señora Fenwick Miller escribió en una carta
al Daily News en 1988 que "semana a semana, mes con mes,
las mujeres son pateadas, golpeadas, atacadas, aplastadas,
apuñaladas, marcadas con vitriolo, mordidas, despojadas de
sus órganos con varillas al rojo vivo, hasta que se les hace
pedazos, y son sentadas deliberadamente en el fuego, —y si
la mujer muere, esta agresión se llama "carnicería humana" y
si sobrevive, asalto común". Es interesante, dicho sea de paso,
que los escritos de los destripadorologistas nunca se refieren
explícitamente al tipo de protestas feministas que representa
la carta de la señora Miller—, por lo menos un autor la men
ciona de manera directa, pero sin darle crédito. Que esa mu
jer analizara y resistiera la violencia masculina en 1888 es un
hecho de importancia que con frecuencia se oculta; no es muy
probable que se le vaya a mencionar en las celebraciones del
aniversario.
Como podemos ver, por las observaciones de la señora
Miller, la realidad poco ha cambiado en los últimos cien años.
La violencia masculina contra las mujeres continúa impune,
y el tipo de asesinatos de los que Jack el Destripador fue pio
nero se han repetido desde entonces con intervalos regula
res. El "Blackout Ripper" de los años cuarenta, "Jack the
Stripper" en los sesentas y el "Yorkshire Ripper" en los se
tentas, son tan sólo los ejemplos más notorios de hombres
que decidieron continuar la tradición del Destripador.
Héroe cultural
La palabra "tradición" es apropiada aquí, porque es claro que
muchos hombres han sido admiradores e imitadores cons
cientes de este asesino en su condición de héroe cultural. Por
ejemplo, cuando se juzgó al "Yorkshire Ripper" la policía re
cibió una cinta de un hombre que se llamaba a sí mismo
"Jack". Este hombre, que no era más que un farsante cuyos
esfuerzos entorpecieron la investigación, se inspiró, sin lugar
a dudas, en los asesinatos de Whitechapel con los que estaba
perfectamente familiarizado. El verdadero asesino, Peter
S u tcliffe, tam b ién co n o cía a fon d o la le y e n d a del
Destripador. Solía contemplar un modelo de "Jack" en el
museo de cera del pueblo costero de Morecambe (de nueva
cuenta la misoginia convertida en atracción turística —¡ahora
el museo tiene también la estatua de Sutcliffe!). También em
pleó la misma defensa de "estar harto de las putas"; a su
hermano le dijo que iba a "limpiar las calles". Su actitud era
tan aceptable en 1981 como lo fue la de Jack en el Londres
Victoriano de 1888.
El centenario del Destripador hace que me pregunte: ¿por
qué to d a esa n o stalg ia por el "L o n d re s de Jack el
Destripador"? ¡Si como quiera que sea aún vivimos en él! El
asesinato sexual sádico de mujeres llevado a cabo por hom
bres no desapareció con los adoquines y las lámparas de gas.
Por el contrario, las actitudes y las estructuras de poder que
dan lugar a los asesinatos por motivaciones sexuales nos si
guen acompañando hasta nuestros días, y así el Destripador
sigue siendo una fuente de inspiración para que los hombres
comentan horribles actos de violencia aquí y ahora. El objeti
vo del centenario de los asesinatos de Jack el Destripador como
ocasión propicia para una celebración nacional, no significa
tan sólo trivializar la matanza de mujeres sucedida en el pa
sado sino regocijarse con la violencia contra nosotras. Ese re
gocijo es un insulto a la memoria de aquellas mujeres que
murieron a manos de los hombres en estos cien años. Para las
que sobrevivimos, es un doloroso recuerdo de qué tan poco
la sociedad valora nuestras vidas.
Un aniversario grotesco
A medida que este grotesco aniversario se acerca tenemos
que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para asegurar
que no se olviden el sufrimiento de las mujeres y su resisten
cia. Se ha convocado a realizar diferentes tipos de protesta y
de intervenciones directas. Como mínimo, las feministas de
bemos escribir cartas de queja a los que manufacturan y ven
den p ro d u cto s de "Jack el D e strip a d o r", (p od ríam os
comenzar con el video juego). También debemos tener en
mente que podemos hacer pequeñas manifestaciones en los
lugares de atracción turística como, Trocadero, así como rea
lizar actos especiales para el centenario.
Me gustaría ver que las feministas organizáramos nues
tros propios actos, pensados con la intención de llevar la aten
ción precisamente a lo que los otros quieren ocultar: la
persistencia y el significado de los asesinatos por motivos
sexuales y, de manera más amplia, la forma en la que la so
ciedad está impregnada de violencia masculina. Una de las
cosas que siento con mayor intensidad, es que tenemos que
encontrar la forma para conmemorar públicamente a las cin
co mujeres que fueron asesinadas por Jack el Destripador,
junto con otras mujeres que han muerto a manos masculinas
desde entonces. Los que glorifican al asesino tienen que ver
se obligados a recordar a las víctimas, y aunque las feminis
tas por lo general evitan la palabra víctima, en el caso de los
asesinatos por motivos sexuales no hay otra más exacta.
Finalmente, creo que sea lo que sea que hagamos, tene
mos que estar conscientes, y hacer conscientes a otros, de que
nuestra resistencia a la violencia masculina tiene un contexto
y una historia. Decimos lo que nuestras hermanas dijeron an
tes que nosotras: condenamos la violencia masculina en to
das sus formas, y protestamos contra la actitud que cree que
los asesinatos por motivos sexuales son una distracción in
ofensiva y un motivo de celebración.
Campañas de agitación
¡Detengan las prensas! Después de que este artículo fue es
crito, una campaña organizada por mujeres del East London,
y respaldada por el consejero local de mujeres, llevó el asun
to del bar Jack the Ripper a la atención pública, y el resultado
fue que la cervecería aceptó cambiar el nombre por el origi
nal "Four Bells". Esto demuestra que la agitación puede ser
efectiva.
Snuff: Lo último en odio
contra las mujeres
Beverly Labelle
1 Acuñé esta frase un año antes de que el Juez del Tribunal Superior,
Clarence Thomas, la empleara para describir las audiencias del Senado en las
acusaciones de hostigamiento sexual hechas en su contra.
sámente protegidos primordialmente por hombres blancos
de los negocios de la pornografía y la venta de armas, que
pagan millones de dólares para presionar y hacerles propa
ganda para evitar el menor cambio.
La Carta de Derechos es inadecuada para una sociedad
plural con nuestro actual grado de tecnología, y más aún para
una comunidad internacional. Sin lugar a dudas esa carta
necesita actualizarse.
Eula Ausley
Helen S. Bishop
Señora Nellie Williams Brockman
Lola Cannidy
Elizabeth Dolan
Ida Finklestein
Dower Fountain
Lucy Fryar
Ruby Hendry
Ruby Hurst
Anza Jaudon
Señora Elizabeth Kitchens
Annie Mae La Rose
Señora Lashbrook
Bessie Morrison
Rita Mae Richards
Señora Carey Whitfield
Casselle Wilds
Señora J. C. Williams
Señora C. O. Williamson
Christina Winterstein
Señora Younger
Niña de 11 años, sin nombre
Maestra de escuela sin nombre, de 19 años
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Publicidad feminicida: Violencia
letal contra las mujeres en la
pornografía y en la gorenografía
Jane Caputi
Educando al consumidor
La gente aprende de la publicidad. Aprende qué productos
están a la mano, y aprende cómo éstos pueden mejorar su vida.
Proceso a la víctima
Lo curioso de la defensa de homicidio frente a un cargo de
asesinato es que, como no hay parte ofendida que pueda ac
tuar como testigo principal de la acusación el juicio del fiscal
se basa sobre todo en la declaración del acusado a la policía.
Del mismo modo, el procedimiento de la defensa se basa en
el único testigo presencial, el acusado. En el caso de Wood, el
tono de la defensa fue igual al de la acusación.
Ciertamente, no había mayor desacuerdo entre los dos.
Al parecer, la única manera de superar ese callejón sin salida
era procesar a Mary Bristow, para lo cual contaron con el apo
yo y la hábil ayuda de la prensa amarillista británica. "Salva
je homicidio de una amante de la Liberación Femenina", fue
el titular del Sun. "El vínculo de la dama con su amante oca
sional y asesino", dijo el News ofth e World. Y el Star se superó
a sí mismo con: "Turbia vida sexual secreta de la bella de la
biblioteca", subtitulado "Los juegos sexuales de Mary con
virtieron a un amante celoso en homicida", y acompañado
por la foto de una mujer desnuda con la leyenda: "La víctima
Mary [...] disfrutaba con juegos sexuales fuera de lo común".
No es preciso decir que la fotografía no era en absoluto de
Mary. Pero no podíamos hacer nada al respecto. Nuestro abo
gado nos dijo: "Los muertos no pueden ser difamados".
Sin duda sintiéndose seguros de ello, los abogados de
Wood procedieron a un despiadado asesinato del tempera
mento de Mary, sin tomar en cuenta la verdad, ni la lógica ni
la decencia. Las verdaderas cualidades de Mary -su bondad,
su interés por los otros, sus fuertes principios feministas, su
independencia, su inteligencia, su popularidad, sus compro
misos políticos, hasta su edad y su estatura, fueron utiliza
dos como garrotes para golpearla.
Describiendo la relación entre Mary Bristow y Peter Wood,
en su defensa Patrick Back afirmó:
* "Poem for Jacqueline H ill" fue escrito por una mujer de Leeds. Texto
completo , disponible en w a v a w , Comer Bookshop, 162 Woodhouse Lañe,
Leeds.
Después las apuñalaba y cortaba, a menudo muchas veces,
sobre todo en el pecho y en el abdomen con un cuchillo o un
desarmador de tipo Philips muy afilado. Parece ser que mu
chas veces siguió apuñalándolas después de la muerte de las
víctimas. Con frecuencia dejaba el cuerpo ritualmente dis
puesto, con la ropa levantada para mostrar el pecho y el ab
domen.
Wilma McCann fue la primera víctima asesinada por el
Destripador, pero sus ataques ya habían empezado antes. En
el verano de 1977 la policía reconoció que los ataques contra
Anna Rogulskyi y Olive Smelt, en julio y agosto de 1975 res
pectivamente, con golpes sumamente violentos en la cabeza,
habían sido obra del Destripador. Una razón importante de
la vacilación previa de la policía para identificar esos ataques
como obra del Destripador, fue el hecho de que ninguna de
esas mujeres era prostituta, pese a lo cual tanto la policía como
la prensa se apresuraron a calificarlas como "mujeres de mo
ral fácil". Después del ataque, Olive Smelt tenía miedo de
salir de noche y su m atrim on io estu vo a punto de
desintegrarse porque, según sus propias palabras, había lle
gado a tener miedo de "todos los hombres".
Más tarde, a comienzos de 1981 se supo, por su propia
confesión, que Peter Sutcliffe había intentado matar a dos
prostitutas en 1969. Sin embargo, esas mujeres permanecen
anónimas y él nunca fue acusado por los ataques contra ellas.
La segunda víctima asesinada, Emily Jackson, fue muerta en
enero de 1976, también en Leeds. Emily recibió varios golpes
en la cabeza, seguidos por cincuenta y dos piquetes con un
desarmador afilado. En la cadera tenía la marca de una bota
Dunlop número 7, la primera de muchas pequeñas pistas so
bre la identidad del asesino. En mayo de 1976 Marcella
Claxton sobrevivió, por un pelo, a lo que sólo mucho más
tarde fue reconocido como otro ataque del Destripador. El
tercer crimen tuvo lugar en febrero de 1977, xana vez más en
Leeds, con la muerte de Irene Richardson. Ese asesinato fue
seguido en abril por el de Patricia Atkinson. Esa vez el
Destripador modificó su procedimiento en dos aspectos. Has
ta la muerte de Patricia, todas las víctimas habían sido ataca
das en lugares abiertos; Patricia fue asesinada en su propio
departamento. Antes de la muerte de Patricia, todos los crí
menes habían ocurrido en Leeds; ese asesinato tuvo lugar en
Bradford. Eso hizo que todos comprendieran que no eran
solamente las mujeres de Leeds, sino todas las mujeres del
norte de Inglaterra las que estaban en peligro por los ataques
asesinos del Destripador.
Dos m eses más tarde, ahora de vuelta en Leeds, el
Destripador mató a Jayne MacDonald. El horror de tener que
identificar el cuerpo mutilado de su hija causó al padre de
Jayne un ataque que lo dejó paralítico, y poco después murió.
Hasta la muerte de Jayne se pensaba que todas las víctimas
del Destripador eran prostitutas. El apodo de "Destripador
de Yorkshire", acuñado por la prensa, reflejaba la creencia
inicial de que ese asesino masivo, igual que su predecesor
"Jack", intentaba exterminar a las prostitutas. Con el asesina
to de Jayne vino el reconocimiento público de que todas las
mujeres, prostitutas o no, eran potenciales presas del
Destripador. (Aunque desde tiempo atrás muchas mujeres
tenían la sensación de que salir de sus casas, por cualquier
razón, después de que oscurecía, significaba correr un riesgo
de muerte.) Las acciones del Destripador impusieron un rígi
do toque de queda a todas las mujeres; toque de queda refor
zado por los consejos de la policía a las mujeres. Las calles
fueron quedándose cada vez más vacías a medida que el te
rror acompañaba la campaña de crímenes del Destripador.
Eso hizo que las mujeres que no se dejaban intimidar por el
Destripador, o que por las circunstancias de la vida no po
dían dejar de salir de su casa, corrieran un riesgo aún mayor.
Tras la muerte de Jayne, la policía y la prensa se horrori
zaron porque el Destripador había cometido un "error" al
matar a una víctima "inocente, perfectamente respetable". Por
implicación, estaban afirmando que las prostitutas eran víc
timas no inocentes, no respetables, que se habían buscado su
asesinato en virtud de su oficio: un riesgo de trabajo. Según
Beattie (The Yorkshire Ripper Story: 42): "Por primera vez la
saga del Destripador llegó a ser noticia a nivel nacional [...]
por fin la policía empezó a recibir la cooperación que necesi
taba". The Times (25 de mayo de 1981) se tardó en comentar:
"La policía realmente merece cierto grado de compasión en
relación con la abrumadora tarea que enfrentó, ya que el ma
yor problema durante los primeros años fue la apatía frente
al asesinato de prostitutas".
Dos semanas después del asesinato de Jayne MacDonald,
el Destripador atacó de nuevo. En esa ocasión su víctima,
Maureen Long, sobrevivió, pese a estar gravemente herida.
Su siguiente víctima, Jean Jordán, no tuvo la misma suerte;
fue asesinada en Manchester el I o de octubre de 1977, pero su
cuerpo no fue encontrado sino hasta varios días después. Tras
su descubrimiento quedó claro que el asesino había regresa
do ocho días después para atacarla de nuevo: en ese segundo
ataque la apuñaló muchas veces y además trató de cortarle la
cabeza con una sierra. En la bolsa de Maureen encontraron
un indicio de la identidad del Destripador, un billete de 5
libras que un banco había entregado a varios empleadores de
Yorkshire dos días antes del ataque. Se pensó que el atacante
se lo había dado en pago por sus servicios como prostituta.
La policía trató de identificar el origen de ese billete y Peter
Sutcliffe fue uno de los muchos hombres que entrevistaron.
De hecho había recibido ese billete en su paga. Pero en esa
ocasión, igual que en ocho entrevistas subsiguientes con la
policía, la verdadera identidad del Destripador permaneció
oculta. Todavía mataría siete veces más.
En diciembre el Destripador intentó matar a Marilyn
Moore. A pesar de sus graves heridas, Marilyn sobrevivió y
conservó en la memoria lo que después demostró ser una
descripción bastante exacta de su atacante: un hombre de ca
bello oscuro con un bigote tipo "Jason King". Su siguiente
víctima, Yvonne Pearson, asesinada en Bradford el 21 de enero
de 1978, fue encontrada hasta el 27 de marzo. Igual que en el
caso de Jean Jordán, el asesino había regresado al cuerpo en
el periodo transcurrido. A diferencia de las víctimas anterio
res del Destripador, ni Yvonne ni Jean murieron por las heri
das punzantes. La muerte de Yvonne se debió a la fuerza del
golpe en la cabeza. Mientras Yvonne yacía muerta pero sin
ser descubierta, el Destripador mató de nuevo, ahora en
Huddersfield. El 31 de enero Helen Rytka fue golpeada en la
cabeza cinco veces y después apuñalada repetidamente. En
mayo de 1981, durante el proceso de Sutcliffe se reveló que
Hellen era la única víctima con la que el Destripador había
tenido relaciones sexuales. Esas relaciones tuvieron lugar
después de haberla golpeado en la cabeza, cuando probable
mente ella ya estaba muerta.
En febrero de 1978 los editores del Yorkshire Post y del
Evening Post ofrecieron una recompensa de cinco mil libras
por información que condujera al arresto del Destripador, y
la policía de West Yorkshire elevó la cifra a diez mil libras.
Rita Rytka, hermana gemela de Helen, apareció en la televi
sión pidiendo al Destripador que se entregara. Después del
descubrimiento del cuerpo de Helen pero antes del hallazgo
del cadáver de Yvonne, el "Escuadrón Destripador" recibió
la primera de tres cartas de un hombre que se autodenominaba
"Jack el Destripador". Tras el arresto de Sutcliffe en enero de
1981 esas cartas, y la cinta enviada después por "Jack", resul
taron ser falsas, pero en aquel momento la policía, y en parti
cular George Oldfield, quien dirigía al Escuadrón Destripador
desde junio de 1977, creyeron que las cartas y la cinta (recibi
da en junio de 1979) eran auténticas. (Oldfield tomó la "cace
ría" del Destripador como una venganza personal: hombre
contra hombre. "Jack" reforzó esa tendencia al dirigirse per
sonalmente a Oldfield en la cinta). Parte de la razón para creer
en la autenticidad de las cartas tenía que ver con ciertos deta
lles de la primera acerca de la muerte de Joan Harrison. Joan
había sido asesinada en Preston en noviembre de 1975, de un
solo golpe en la cabeza; no había sido apuñalada. Su atacante
había tenido relaciones sexuales con ella, y el semen hallado
en el cadáver lo identificaba como miembro del raro grupo
sanguíneo B (sólo el 6 por ciento de la población pertenece a
ese grupo). En aquel momento el asesinato no fue relaciona
do con el de Wilma McCann. Aun cuando Joan era una pros
tituta, igual que Wilma y muchas de las víctimas subsiguientes
del Destripador, la naturaleza del ataque era cualitativamente
diferente. No había piquetes, y se pensó que tenía un "moti
vo sexual" (lo que se creía inexistente en los crímenes del
Destripador). Con vehemencia Sutcliffe negó haber asesina
do a Joan Harrison. Sin embargo, para cuando la primera carta
llegó, su muerte ya era considerada como uno de los críme
nes del Destripador, aunque eso nunca se había expresado
públicamente. El hecho de que el autor de la carta estuviera
al tanto de esa conexión confirmó su autenticidad para mu
chos miembros de la policía. Esa veracidad fue reforzada con
la llegada, al año siguiente, de la tercera carta, en cuyo sobre
se encontraron rastros de saliva que revelaron que el autor
era del mismo grupo sanguíneo que el asesino de Joan. Sin
embargo, como señalaría el New Statesman (12 de septiembre
de 1980) la creencia de que las cartas contenían información
que sólo el asesino podía tener, como la conexión con el ase
sinato de Joan Harrison, era infundada. Breves notas en el
Daily M irror y en el Yorkshire Evening Post ya habían mencio
nado la posible vinculación con el crimen de Preston. Más
allá de que el autor de las cartas y la cinta fuera o no el asesi
no de Joan, en esa época no había evidencia que confirmara
que él hubiera cometido los otros asesinatos. Por el contrario,
como indicaría el mismo artículo del New Statesman, en la
primera carta el autor "se jactaba" de que la policía todavía no
había reconocido toda la extensión de su acción —ocho asesi
natos (incluyendo a Joan) y no siete—, pero al hacerlo omitía
información que el "verdadero" Destripador tenía que cono
cer: el hecho de que ya había ocurrido otro asesinato, el de
Yvonne Pearson, que aún no había sido descubierto. Aparen
temente la mayor parte de la policía no registró ese "error"
de Jack. El descubrimiento del cuerpo de Yvonne no condujo
a una reevaluación de la autenticidad de la carta, sino a un
anuncio de la policía en Bradford que decía: "La próxima víc
tima podría ser inocente" (véase: Spare Rib, 88,1979).
En mayo, con el asesinato de Vera Millward, el Destripador
mató por segunda vez en Manchester. Durante el resto del
año no hubo más ataques. En marzo de 1979 se recibió la ter
cera carta de "Jack el Destripador". La segunda había sido
enviada al Daily M irror poco después de la primera. La terce
ra fue seguida por el crimen de Josephine Whitacker en
Halifax. Asesinada de veintitrés puñaladas, tres fueron en la
vagina. En aquel momento ese detalle no fue revelado. Lo
que preocupó a la prensa, a la policía y a algunos sectores del
público fue que por segunda vez el Destripador había mata
do a una víctima "inocente", porque Josephine Whitacker no
era prostituta. Después del asesinato, Oldfield convocó a una
rueda de prensa y declaró: "Esta muchacha era perfectamen
te respetable, igual que Jayne MacDonald" (Beattie, p. 73).
Afirmar que el Destripador había matado "por error" ya no
convencía casi a nadie. Ciertamente el propio "Jack" había
afirmado en su primera carta que la muerte de Jayne había
sido un error. Decía: "En cuanto a la chava MacDonald, yo
no sabía que era decente y lamento haber modificado mi ruti
na esa noche". Pero el asesinato de Jo Whitacker, y todos los
ataques subsiguientes del Destripador, tuvieron lugar fuera
de las zonas de prostitución. Poco a poco la policía y la pren
sa tuvieron que admitir que el Destripador podía matar a cual
quier mujer, en cualquier lugar. Como dijo el Daily M irror (7 de
abril de 1979), citando a Oldfield: "La próxima víctima po
dría ser la esposa, la hija o la novia de cualquiera": evidente
mente una mujer sólo era visible a través de su relación con
un hombre.
El Sunday M irror dijo a sus lectoras (el 15 de abril de 1979)
que debían responder a cinco preguntas cruciales que consti
tuían una "Lista para la supervivencia". Éstas incluían una
clara advertencia de no ser complaciente: "¿Cree usted que
está segura porque no es una mujer 'alegre'?"; una sugeren
cia de no precipitar el ataque: "¿Usted sale sola de noche,
aunque sea sólo por unos pocos pasos?"; y una recomenda
ción de no permitir que se supiera que tenían una actitud
tolerante hacia el sexo: "Cuando habla con un hombre ¿man
tiene usted en secreto el hecho de que no se opone a tener
relaciones sexuales?".
Dos meses después Oldfield recibió una cinta del hombre
que se autodenominaba "Jack". Con un acento de Newcastle,
identificado como de Wearside, la cinta se burlaba de la inca
pacidad de Oldfield y sus "muchachos" para atraparlo. Du
rante una conferencia de prensa en la que Oldfield hizo oír la
cinta, un periodista de Fleet Street sugirió que era el momen
to de llamar a Scotland Yard. La respuesta inmediata de Dick
Holland (miembro del Escuadrón Destripador) fue: "¿Por qué
deberíamos llamarlos? Ellos todavía no han atrapado a su
propio Destripador". La creencia de Oldfield en la autentici
dad de las cartas y de la cinta constituyó la base de la siguien
te estrategia de la policía en la persecución del Destripador.
Sin embargo, según Beattie (p. 77) todo el mundo aceptó las
cartas y la cinta como genuinas. Algunos detectives tenían
du das, así com o oficiales superiores de la policía de
Northumbria, expresadas en un informe supersecreto envia
do poco después de la llegada de la cinta. Un lingüista, Jack
Lewis, también afirmó que él y sus colegas creían que la cinta
era falsa, y dijo: "Su acento es tan particular que ya habría
llamado la atención de la policía si viviera [...] en cualquier
sitio fuera de Wearside" (Beattie, p. 97). Sin embargo, desde
junio de 1979 hasta junio de 1981 la policía tuvo un número
especial de teléfono al que la gente podía marcar para escu
char la cinta. En total se hicieron 878 796 llamadas.
El 2 de septiembre en Bardford fue asesinada Barbara
Leach. Las feministas respondieron al homicidio con un mi
tin y una marcha por la ciudad, para pronunciarse en contra
de la violencia contra las mujeres y evocar a todas las vícti
mas del Destripador. En su comunicado a la prensa local afir
maban:
No condenados
Absuelto de todo cargo 70 72 51
Condenado por un delito menor 31 33 20
No culpable debido a demencia — 3 1
Incapaz de responder 2 3 2
No juzgado3 1 — 80
Infanticidio 2 — 2
Total 106 113 80
Asesinato
Prisión perpetua 138 166 113
Homicidio
Prisión perpetua 18 29 12
más de 10 años 4 0 1
4-10 años 59 71 65
4 años o menos 99 97 91
Reformatorio o penitenciaría 6 4 4
Orden de restricción 21 24 25
Orden de hospitalizar 5 10 7
Libertad condicional 32 31 28
Sentencia suspendida 23 22 16
Otros 6 10 —
Total 273 298 249
1979 1980
No. % No. %
Relación
Cónyuge, cohabitante
o ex cónyuge o cohab. 131 24 111 20
Amante o ex amante 25 5 18 3
Padre/m adre, hijo/hija 91 16 65 11
Otra familia 12 2 25 4
A m igo/a 116 21 102 18
Otro 27 5 36 6
Subtotal 402 73 357 63
Sin relación
Oficial de policía (víctima) 1 <.5 1 <.5
Víctima de terrorismo 1 <.5 4 <.5
Otro extraño 106 19 159 28
No hay sospechoso 41 7 43 8
Total 551 100 564 100
% en que
hombres usan
Víctima Víctima Violencia contra
Total esposa marido mujeres
Asesinato, homicidio,
intento de asesinato,
amenaza de muerte 1979 200 163 37 81
1980 172 144 28 84
Heridas, actos que
ponen en peligro la
vida y ataques graves 1979 5 721 5 236 485 91.9
1980 5 850 5 354 496 91.5
El mito de la rehabilitación
En el periodo de la posguerra la filosofía de la reforma o re
habilitación estaba en boga en el pensamiento penal liberal.
Molestos con lo que veían como la naturaleza negativa del
castigo, los penalistas liberales identificaban la reforma a tra
vés de un "tratamiento" o "entrenamiento correctivo" como
la meta del sistema penal. Para alcanzar ese fin introdujeron
innovaciones en los regímenes carcelarios y en las disposi
ciones no carcelarias. De nuevo, las investigaciones, inclu
yendo las em prendidas por la misma Hom e Office, han
demostrado su ineficacia en términos de las tasas de conde
nas subsiguientes. En 1979 el Informe May sobre el Sistema
Carcelario reflejó el desencanto oficial hacia la ética de la re
habilitación.
Entre muchos de los que tienen que ver con la violencia
doméstica persiste una filosofía estrechamente emparentada
con ella. Por ejemplo, Erin P iz z ey sostiene que el derecho
penal no es el adecuado para los problemas de violencia do
méstica y aboga por un enfoque que mire hacia delante, más
preocupado por el bienestar de los interesados que el código
penal, con su retrospectiva asignación de la culpa. Lo hace en
el contexto de las "esposas maltratadas", y no en el de las
"esposas asesinadas", que aquí es nuestro tema. Se ha dicho
que en el caso Asher la causa de la sentencia suspendida fue
en parte la preocupación del juez por el bienestar de los "so
brevivientes". Esa filosofía individualista del bienestar pue
de tener algún valor como enfoque humano, pero también es
problemática, en muchos niveles. En los casos no mortales
no hay evidencia de que la indulgencia evite ataques poste
riores. En términos de la justicia, se considera que una sen
tencia indulgente indica que el tribunal no considera grave el
delito. En términos de ataques contra mujeres, las sentencias
indulgentes para delincuentes hombres vienen a sustanciar
la acusación de las feministas de que la ley es hecha por los
hombres y para ellos. La liberación de quienes han matado a
sus esposas equivale a conceder una licencia para matar. Está
claro que las sentencias indulgentes contra los hombres vio
lentos no toman en cuenta el bienestar de las mujeres de la
comunidad mayor.
Desde luego es posible aislar los factores que tienen que ver
con lo que convencionalmente se define como delincuencia [...]
el hacinamiento en los barrios más pobres, la miseria, el racis
mo, las privaciones, la educación degradante, la desdichada
vida familiar; pero la erradicación de esas condiciones no de
bería depender de su supuesta asociación con la delincuencia
[...] La delincuencia no está relacionada solamente con esos males
sino con los valores más apreciados por la sociedad, como el
individualismo, la competitividad y la masculinidad (1979: 28).
Referencias
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1979.
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Women's Liberation, Londres, Pan Books, 1982.
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Dworkin, Andrea, Pomography: Men Possessing Women, Londres,
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Hampshire Chronicle, 12 de junio de 1981.
House of Commons, Report on the Select Committee on Violence in
Marriage, 1974-1975: 553.
Newton, C. R., Principies ofLaw, Londres, Sweet and Maxwell, 1979.
Latosas, putas y emancipadas:
las provocadoras que llevan
a los hombres a matar
Sue Lees
La víctima conoce
al sospechoso
Hijo o hija Masculino 17 8 — 25
Femenino 9 7 — 16*
Padre o madre Masculino 9 — — 9
Femenino 3 2 — 5
Cónyugeb Masculino — 12 — 12
Femenino 109 — — 109
Otro familiar Masculino 11 — — 11
Femenino 6 2 — 8
Amante o ex
amantec Masculino 19 4 — 23
Femenino 13 1 _ 14
Amigo o conocido Masculino 116 6 — 122
Femenino 36 6 — 42
Otra relación Masculino 14 — — 14
Femenino 6 — — 6
Total Masculino 186 30 — 216
La víctima
no conoce
al sospechoso Masculino 99 1 2d 102
Femenino 27 — — 27
No hay sospechoso Masculino — — 32 32
Femenino — — 20 20
Total 506 50 54 610
La defensa de la provocación
La duplicidad de los criterios es evidente en las pruebas de
provocación que se consideran legítimas; hasta los jueces más
progresistas las definen en términos sexistas. El ejemplo hi
potético que los jueces usan para definir la provocación es el
del soldado que regresa a su casa después de luchar en las
Islas Malvinas o en el norte de Irlanda, y encuentra a su espo
sa en flagrante delito —en la cama con su amante —, entonces
"pierde la cabeza" y la mata. (Por otra parte, si una mujer es
violada y mata a su violador, el hecho puede ser considerado
como venganza, que puede ser causa de una condena por
asesinato). Cuando se presenta una defensa por provocación
es esencial alegar infidelidad.
Mumtaz Baig y Pamela Megginson
Una comparación de dos casos procesados en el Oíd Bailey
—el de Mumtaz Baig, un hombre que mató a su esposa, y el
de Pamela Megginson, una mujer que mató a su am ante—
ilustra el modo como la ley excusa a los hombres pero conde
na a las mujeres, incluso cuando los hechos señalan mayor
intencionalidad por parte del hombre. En septiembre de 1987
asistí al proceso de Mumtaz Baig, acusado de matar a su es
posa Rohila ahorcándola con un trozo de cuerda que según
dijo ella usaba para amarrar una planta de caucho. La herma
na de Rohila, al atestiguar para la defensa, refutó eso y dijo
que ella la visitaba frecuencia y que su hermana amarraba la
planta con lana para tejer.
El matrimonio se había casado en 1980. El señor Baig ha
bía viajado de vuelta a Pakistán poco antes del nacimiento de
su segundo hijo en 1982, después de lo que describió como
discusiones con su familia política. Su esposa encinta había
regresado a casa de su familia después de que él la golpeó.
Baig admitió haberlo hecho, pero dijo que "no fue fuerte.
"¡Juro que nunca usé violencia contra ella!". Sin embargo, ella
obtuvo la transferencia de la casa a su nombre y una separa
ción legal. Entre 1982 y 1986 el único contacto de él con su
familia fue enviar postales en Navidad y en los cumpleaños.
En enero de 1986 volvió a Inglaterra, y en ese mismo año la
señora Baig le expresó, con toda claridad, que quería divor
ciarse. Él la mató en diciembre. Su defensa era —provoca
ción— y se basaba en su propia afirmación —no respaldada
por nadie — de que ella le había sido infiel con un amigo de él
llamado Ibrahim. En su declaración Baig afirmó que el día de
la muerte de ella, después de hacer el amor, él le preguntó
por qué se veía tan feliz y que ella le dijo: "Tengo una amis
tad con Ibrahim. Tú estás bastante bien, pero él tiene una cosa
realmente grande". Ibrahim fue llamado como testigo y negó
con vehemencia esas afirmaciones, asegurando que jamás
había estado a solas con la señora Baig, y mucho menos ha
ber tenido una relación con ella. Nunca se habló de la impro
babilidad de que cualquier mujer, no digamos una devota
musulmana, hiciera tales comentarios, ni del horror con que
habría reaccionado la familia de ella ante semejantes afirma
ciones. Baig no hablaba bien el inglés: todas sus afirmaciones
escritas fueron traducidas y en el tribunal tenía un intérprete:
sin embargo, utilizaba modismos ingleses coloquiales, aun
que no correctamente del todo, como al decir: "tenía perdida
mi cabeza", que sonó como si la frase no fuese de él. Por otra
parte, en su declaración afirmó con toda claridad: "Yo decidí
matarla, porque ella quería llevarse a los niños".
Nadie comentó la contradicción entre esas dos posicio
nes. El abogado defensor, resumiendo, preguntó: "¿Hay al
guna evidencia de que él fuera otra cosa que un marido y
padre cariñoso?". Tenía buenas razones para creer que la evi
dencia de la violencia de Baig, su ausencia por cuatro años,
su propia admisión de que se proponía matar a su esposa y el
hecho de que no contribuía con nada al hogar, pero todo eso
no se tomaría en cuenta. El procurador comentó, en voz baja,
que: "sólo han oído un lado de la historia. Nadie sabe lo que
hubiera dicho Rohila Baig". Sin embargo, eso no impidió al
jurado encontrarlo no culpable de asesinato con base en la pro
vocación. Fue sentenciado a seis años por homicidio.
Comparemos este caso con el de Pamela Megginson, de
61 años de edad, que en septiembre de 1983 mató a su aman
te, un millonario de 79 años que se había hecho a sí mismo, y
con quien había vivido los últimos trece años. Él estaba por
dejarla hasta sin casa para tener otra amante. En su declara
ción, ella dijo que lo único que lo excitaba sexualmente era
golpearla, y que aun cuando ella no tenía ganas de tener rela
ciones sexuales en la noche en cuestión, había aceptado con
la idea de convencerlo de que cambiara de opinión. Después
de que él la golpeó, ella perdió el control y le pegó en la cabe
za con una botella de champaña, y lo mató. Ella se declaró no
culpable de asesinato, pero sí culpable de homicidio debido a
su provocación. Pero, la declararon culpable de asesinato y
recibió la sentencia obligatoria de prisión perpetua.
En ambos casos la víctima planeaba deshacer la relación,
aun cuando en el caso de Baig en realidad la relación había
terminado cinco años antes. Sin embargo, en su caso el jura
do consideró que el hombre había sido provocado por el de
seo de la mujer de seguir viviendo por su cuenta y con sus
hijos. El hecho de que nadie corroborara sus reclamos por
infidelidad y lo absurdo de su descripción sobre la conversa
ción que habían tenido al acostarse, no hicieron ninguna di
ferencia. Tampoco la evidencia de que él había contribuido
poco o nada al matrimonio, de que había sido violento en el
pasado y de que, según él mismo admitió, se proponía ma
tarla, llevó al jurado a rechazar su argumento de provoca
ción. Con buena conducta podría ser liberado en cuatro años,
escaso castigo por el asesinato premeditado y a sangre fría de
una mujer indefensa e inocente.
En el caso de Megginson, aun cuando la evidencia pare
cía indicar una muerte no premeditada, no intencional sino
accidental, ocurrida en el curso de una actividad sexual
sadomasoquista iniciada por la víctima, el jurado la declaró
culpable de asesinato. Ni el contexto de la muerte ni la ame
naza de la pérdida de su hogar y su relación fueron conside
rados como provocación. Acusar a una mujer de infidelidad,
aunque nadie lo corrobore, es considerada como provocación
suficiente para un hombre; pero la infidelidad del hombre no
significa nada. La redacción misma de la ley excluye a la mujer.
En uno de los pocos compendios de procesos por asesi
nato (elaborados entre 1957 y 1962), los criminólogos Terence
Morris y Louis Bloom Cooper concluyeron en que "un factor
surge con toda claridad de estos casos de homicidio, y es que
el área de las relaciones heterosexuales está extraordinaria
mente cargada de ocasiones de violencia, tanto dentro como
fuera del matrimonio" (1964: 322).
Es un hecho ampliamente aceptado que hay una relación
muy estrecha entre el amor y el odio, así como que las rela
ciones muy cercanas provocan intensos sentimientos apasio
nados y posesivos. En cambio, mucho menos se acepta que la
posesividad que conduce a la violencia es casi siempre mas
culina, y que es con mucha frecuencia condonada, no sólo
por el público en general sino por la ley y por los órganos
encargados de imponerla. Los criminólogos no han investi
gado la posesividad masculina, ni han cuestionado la acepta
ción de la violencia masculina en la familia.
De acuerdo con las estadísticas de 1986,109 esposas y sólo
12 maridos fueron registrados como víctimas de homicidios
en los que el principal sospechoso era el cónyuge. Los estu
dios indican que los feminicidios son apenas la punta del ice
berg de la violencia masculina contra las mujeres. La violencia
femenina, cuando ocurre, suele ser una respuesta a muchos
años de maltrato y crueldad mental del marido.
Stephen Midlane
En enero de 1989 Stephen Midlane, de 30 años de edad, fue
acusado de estrangular y descuartizar a su esposa Sandra, de
33, con quien tenía dos hijos. La policía trabajó durante se
manas buscando sus restos en un basurero de Essex y no en
contró más que una pierna. Stephen Midlane ni siquiera fue
acusado de asesinato. El Servicio de Procuración de la Coro
na aceptó su declaración como culpable del homicidio de
Sandra y del intento de asesinato contra los dos hijos de la
pareja, de 4 y 5 años de edad, respectivamente. El juez Neil
Denison lo sentenció a cinco años (que con la posibilidad de
"buena conducta" se reducen a tres) de cárcel. Como atenuan
te, la defensa alegó que Sandra le había sido infiel y que él la
atacó durante una discusión sobre su infidelidad, golpeando
accidentalmente el nervio vago del cuello de ella. El alegato
de homicidio hizo que una serie de declaraciones críticas he
chas a los detectives por amigos de la familia nunca llegaran
a ser presentadas al juez. Esas explicaciones describían la
decadencia del matrimonio por incompatibilidad de los cón
yuges, el recurso cada vez más frecuente de la violencia por
Midlane contra Sandra y el hecho de que ella fue atendida por
huesos rotos en el hospital de Charing Cross; la separación y la
intención de ella de divorciarse, así como las amenazas de él
de continuar con más violencia; eran en conjunto, un cuadro
que indica que el ataque fue premeditado, un cuadro muy di
ferente al que presentó la defensa. Debby Jennings, de 24 años,
y la mejor amiga de Sandra, entrevistada por Terry Kirkby del
Independent (20 de enero de 1989), declaró: "Yo le dije a la poli
cía que ella tenía miedo de que Stephen la matara. En los últi
mos meses él había empezado a golpearla, y también a meterse
a su departamento tarde por la noche y a exigirle que le permi
tiera quedarse. Ella me dijo que una vez él trató de estrangu
larla y que otra vez la amarró. Dos semanas antes de matar a
Sandra la golpeó tan fuerte que le fracturó la mandíbula. Así
fue como pudieron identificar sus restos en el basurero".
Peter Hogg
Este caso recibió amplia cobertura de la prensa. Se destacó su
pasado como héroe de guerra, así como la supuesta promis
cuidad de su esposa. El Times (9 de marzo de 1985) informó
que ella tenía "fama de promiscua desde la adolescencia; aun
que su matrimonio en 1963 pareció tener un efecto calmante.
Pero antes de que pasara mucho tiempo empezó a mostrar
interés por los amigos de su marido". Ni siquiera se sugiere
que quizás también ellos mostraron interés por ella. Se dijo
que mientras su marido, piloto de aerolínea, estaba viajando,
ella pasaba horas hablando por teléfono, generando cuentas
enormes que él tenía que pagar. En octubre de 1976 la señora
Hogg se fue de vacaciones una semana con su amante, un
banquero llamado Graham-Ryan con quien salía desde 1973.
Cuando ella regresó, dijo Hogg: "simplemente perdí el con
trol, la agarré por el cuello con las dos manos y apreté hasta
que paró de gritar".
En la noche arrastró el cadáver fuera de la casa, lo echó en
la cajuela de su automóvil y puso en marcha un intrincado
plan para deshacerse del cuerpo. Llamó al director de la es
cuela pública donde estudiaba su hijo, le dijo que iba a pasar
ahí la noche, colocó en el carro una barra de concreto. En cam
bio se dirigió al Distrito de los Lagos, con un bote inflable,
allí arrojó el cuerpo y después regresó a Taunton. Donde di
fundió la historia de que su esposa se había marchado, de
nunció su desaparición a la policía y pidió el divorcio, que le
fue concedido en octubre de 1977. Los ridículos 15 meses de
prisión de Hogg se justificaron con base en la supuesta infi
delidad de su esposa. Al ser liberado, Hogg dijo: "No lograron
nada con encerrarme. Lo pasado ya pasó, nada puede retrasar
el reloj, nada puede traer de vuelta a mi esposa".
En su proceso en el Oíd Bailey, el cargo fue rebajado de asesi
nato a homicidio, a través de una combinación de argumen
tos que incluían la provocación y algunas consecuencias
inesperadas. Aparentemente el jurado aceptó que Nicholas
Boyce había sido sometido (en palabras de su abogado de
fensor) "a una forma constante de humillación y degrada
ción que despojó a este hombre adulto de todo rastro de
respeto por sí mismo. Solía deslizarse de regreso a su casa,
aterrorizado de su vida [sic]". El abogado prosiguió afirman
do que Boyce había sido sometido por su esposa Christabel a
un régimen de "reglas" que incluía no tener relaciones sexua
les; ni siquiera se le permitía llegar al lecho matrimonial, tan
to si su esposa estaba en él como si no; tampoco podía bañarse
en la casa. Agréguense a eso los insultos y las acusaciones
que, según la defensa, su esposa le gritaba constantemente,
por lo que no puede sorprender que "finalmente él perdió el
control en circunstancias en que cualquier hombre normal lo
hubiera hecho" (del resumen del juez).
Dejando de lado la justificación de los alegatos, hay dos
supuestos importantes que subyacen a esta afirmación: (1)
hay límites al grado de "lata" que un hombre puede sopor
tar, y el asesinato es una respuesta razonable a ese comporta
miento más que marcharse o quizás prestar atención a las
razones por las que la esposa está "dando lata", y (2) no se
puede esperar de un hombre normal que soporte insubordi
nación por parte de su esposa, en particular si eso incluye
negarse a tener relaciones sexuales. El hecho de que Christabel
quería que él se marchara, después de años de un matrimo
nio que no la satisfacía, no fue considerado importante por el
magistrado, quien en su resumen dijo:
Trataré su caso admitiendo que usted fue provocado y perdió
el control, y que un hombre de autocontrol razonable podría
haberse sentido igualmente provocado y haber hecho lo que
usted hizo. No sólo la mató sino que después volvió en sí y
tomó medidas meticulosas para asegurarse de que su muerte
no fuera descubierta, (¿es esa una circunstancia atenuante?).
Se deshizo del cuerpo y limpió el departamento lo mejor que
pudo. La cortó en pedazos y cocinó la piel y los huesos. Des
pués metió los pedazos en bolsas y en los dos días siguientes
se deshizo del cuerpo. Más tarde, hay que reconocérselo, se
entregó.
Gordon Reid
Cuando un marido afirma que todavía ama a su esposa y no
dice nada en contra de ella, es probable que reciba un trata
miento mucho más duro, aun cuando la esposa no haya muer
to como consecuencia del ataque. Considérese el caso de
Gordon Reid, procesado en el Oíd Bailey, quien fue declara
do no culpable de intento de asesinato pero culpable de herir
y causar daño físico grave a su cohabitante y madre de sus
tres hijos, Irene May Reid, el 28 de julio de 1987. Convencido
de que su esposa tenía un amante, él se emborrachó y, arma
do con dos cuchillos, la acuchilló en la parte superior del ab
domen y luego se clavó uno él mismo. Ella arrancó el cuchillo
del cuerpo de él y fue llevada al hospital, donde permaneció
dos semanas y se recuperó por completo. Él estuvo en el hos
pital tres días, y decía a la policía: "¿Cómo está ella? Lleva
mos 20 años casados. Los últimos tres meses se ha estado
cogiéndo a un tipo. Yo quiero que ella muera y yo también"
(transcripción del tribunal). El abogado defensor afirmó que
|9Í aún amaba a su esposa y quería seguir junto a ella. Ella
quería que él se marchara. Él dijo: "Yo quería herirla y tam
bién a mí mismo por haber permitido que eso ocurriera. To
davía la amo. Admito todo".
El juez Henry aceptó que el ataque de Reid no había sido
premeditado y que se había producido durante un periodo
de tensión y emoción. Tomó en consideración que la esposa
de Reid se había recuperado por completo y que él se mostra
ba arrepentido. A continuación dijo: "L a sentencia se dicta
para disuadir a otros, y la mínima sentencia que puedo dictar
es de cinco años de prisión".
De ese fallo surgen dos preguntas. Si el ataque no fue pre
meditado ¿no es contradictorio que el juez dicte sentencia
"para disuadir a otros"? Segundo: ¿no es probable que Reid
hubiese recibido un tratamiento mucho más suave si hubiera
sostenido que ella era "una coqueta traidora"?
Janet Clugstone
En septiembre de 1987 este caso fue descrito como "un rayo
de esperanza para las víctimas de violación" (Guardian, 6 de
octubre de 1981), cuando Janet fue declarada no culpable del
a se si^ to de su violador, Stephen Cophen, porque había ac
tuado en defensa propia. El juicio fue presidido por un juez
(hoy desaparecido) conocido como el progresista, John Hazan.
Los hechos son los siguientes.
En octubre de 1986 la señora Clugstone, de 38 años de
edad, conoció a Stephen Cophen de 24, cuando se dirigía a
una discoteca. La noche terminó a las dos de la mañana en el
departamento de un amigo, al que le habían cortado la luz;
ella afirmó que fue obligada a entrar y que él la violó en va
rias ocasiones por la vagina y por el recto. La señora Clugstone
no podía gritar porque le habían extirpado la laringe a causa
de un cáncer. Encontró en el suelo un cortaplumas abierto, se
lo clavó a Cophen una sola vez y la herida lo mató; después
se entregó a la policía. Su relato fue corroborado por la evi
dencia médica y forense, y por una mujer policía que declaró
que ése era el peor caso de degradación y abuso sexual que
nunca antes había visto. Las transcripciones del tribunal re
velan diferencias significativas con respecto a los casos en los
que el acusado es un hombre.
Primero, en su resumen el juez Hazan hizo enormes es
fuerzos para destacar que: "el asunto no es denigrar el carác
ter de un hombre que no está aquí para hablar por sí mismo".
Documentó con mucho cuidado la corroboración de cada afir
mación, mostrando que era apoyada por testigos, evidencia
de delitos penales anteriores y evidencia forense.
Segundo, la cuestión de si Janet Clugstone actuó en de
fensa propia o por venganza, se basó en saber si Cophen ha
bía o no retirado su pene al momento del ataque, antes que
en decidir si una repetida violación es una experiencia ate
rradora que pone en peligro la vida de las mujeres. Cito a
continuación las instrucciones del juez Hazan al jurado:
Trevor Virgo
Conclusiones
Este estudio del uso de la "provocación" como defensa mues
tra que los casos de las esposas procesadas por haber matado
a sus maridos reciben un tratamiento muy distinto al de los
de maridos que asesinaron a sus esposas o hijos. Es casi per
misible, y por definición "razonable", que un marido asesine
a su esposa (o incluso a sus hijos) por insubordinación. Del
mismo modo, se excusa con más facilidad a un hombre que
mata al amante de su esposa, que a una mujer que mata a un
violador que la ha atacado.
Los actos de los hombres y de las mujeres están sujetos a
dos conjuntos diferentes de normas legales y de expectati
vas. Como hemos visto, en la mayoría de los casos en que se
alega provocación en defensa de un hombre, lo que se juzga
no es tanto al acusado sino al carácter de la víctima, si es mujer.
Si la víctima es un hombre, los argumentos de infidelidad
sexual simplemente no se tomarán en cuenta, y es dudoso
que siquiera lleguen a plantearse. En el caso de Clugstone, se
toman precauciones para no poner en duda su carácter. En
los casos —mucho más típicos— en los que la víctima es mu
jer, su reputación, en particular su reputación sexual, se con
sidera esencial para decidir acerca de la culpabilidad del
acusado2. Si se alega infidelidad —no digamos si se demues
tra — por lo general se admite la provocación. Como comentó
una amiga que presenciaba el proceso de Boyce: "Están juz
gando a Christabel no a Nick". Como la víctima no está pre
sente para decir lo suyo, el acusado puede dar su versión como
incuestionable.
En teoría, los abogados del ministerio público pueden lla
mar a los testigos para contrarrestar a la defensa, pero en la
práctica casi nunca lo hacen. Parte del problema es el supues
to de que el papel de los abogados de la Corona es de impar
cialidad, y de que no deben preocuparse por defender a la
víctima. En el proceso de Boyce tanto la policía como los pro
curadores parecen haberse sorprendido de que se presentara
una defensa basada en la provocación; para ellos, la eviden
cia indicaba premeditación. Otro factor podría haber sido la
renuencia del procurador a hurgar en la historia del matri
monio.
Ya es hora de que los abogados del ministerio público se
preocupen más por la víctima y de que recurran a los testi
monios de más testigos. En Estados Unidos, Canadá y Aus
tralia el ministerio público insiste hoy en que cuando hay
discusiones sobre una víctima de asesinato se debe introdu
cir evidencia en réplica. La principal distinción entre asesina
to y homicidio gira en torno a si la muerte fue premeditada o
no. Si hubo "intención maliciosa", es decir intención de ma
tar, es asesinato. Si alguien mata por accidente o negligencia,
o si fue provocado, es homicidio. Sin embargo, hemos visto
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Fay Stender y las políticas
para matar*
Diana E. H. Russell
Este artículo es una versión revisada del que se publicó en On the Issues
18 (Primavera de 1991). Agradezco a Peter Collier y David Horowitz por su
excelente investigación y por la información de su artículo "Requiem for a
Radical", New West, marzo de 1981 , a Joan Morris (seudónimo) por revisar la
precisión de este artículo y prestarme recortes de periódicos sobre Fay Stender,
y a Candida Ellis y On the Issues por su asistencia editorial.
misma razón los intentos de feminicidio son propios de este
libro. Primero describiré el ataque contra Stender y después
explicaré por qué se incluye su historia en una antología so
bre el feminicidio. Finalmente, explicaré por qué considero
que ese ataque es un caso de intento de feminicidio, es decir,
por qué creo que la misoginia tuvo un papel importante en el
intento de asesinarla.
El ataque
En las primeras horas del Memorial Day de 1979, Fay Stender
recibió seis balas disparadas a quemarropa en su casa de
Berkeley, por un hombre identificado después como el ex
presidiario Edward Brooks, de 27 años de edad. Una bala ca
libre 38 dio en la cabeza de Fay, por poco no llegó a su cere
bro, y otras tres la hirieron en el abdomen y en el pecho. Las
últimas dos balas le fracturaron huesos de los brazos, dañán
dole algunos nervios. Cuando Brooks huyó de la casa de
Stender, la había "dado por muerta" (Williamson [SCF], 1980)1.
Fay tenía 47 años de edad, era feminista, madre de dos hijos
—Neal y Oriane— y poco antes se había separado de su ma
rido Marvin, también abogado.
Stender pasó los días siguientes en estado crítico, y estu
vo dos o tres semanas en el centro de cuidado intensivo de
un hospital de Berkeley. Cuando salió del hospital estaba
paralizada de la cintura para abajo para el resto de su vida.
De ahí en adelante siempre padeció fuertes dolores, tanto fí
El arresto
Debido a que el aspirante a asesino de Stender no la conocía,
y a la nota que la obligó a escribir, la policía inició la búsque
da de -sospechosos en la Black G uerrilla Fam ily (Collier y
H orow itz, 1981: 142), grupo m ilitante de presidiarios
afroestadounidenses que George Jackson —a quien los de
más miembros veían como un "santo y mártir" — había con
tribuido a fundar (Ibidem).
El 8 de junio Brooks fue arrestado en San Francisco por
posesión de marihuana. La policía encontró en su poder un
arma que más tarde las pruebas balísticas establecieron que
era el revólver que se había usado para disparar en contra de
Stender. Pero Brooks fue liberado antes de que se hicieran
esas pruebas. Sin embargo, pocos días después de ser puesto
en libertad fue detenido con otros cinco hombres —cuatro de
ellos, incluyendo a Brooks, ex internos de prisiones de
California que estaban en libertad bajo palabra por un asalto
armado a un W ells Fargo Bank o f Berkeley (Williamson [SCF],
1979). El arresto de Brooks por esas otras actividades crimi
nales ayudó mucho a la policía en sus esfuerzos por identifi
car al atacante de Stender, dadas las pruebas incriminatorias
que encontraron en su poder.
El 19 de junio de 1979, Edward Brooks fue acusado en el
tribunal de haber intentado asesinar a Fay Stender.
Referencias
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_____ . "Drama in Court: Stender Testifies", San Francisco Chronicle,
I o de enero de 1980.
Parte 6
La lucha de las mujeres
contra el feminicidio
La marcha Take Back the Night (Devolver la Noche), San Francisco, 1990. Los
nombres y las fotografías de muchas víctimas del feminicido masivo en 1989
en Montreal. Mujeres que se manifiestan con un gran cartel al fondo que
denuncia que la erotomisoginia, o pornografía, incita al feminicidio. Foto de
Jane Philomen Clejand.
Introducción
Marcha: Take Back the Night, San Francisco, 1990. Foto de Jane Philomen
Cleland.
Mujeres enojadas por la violencia
masculina, dicen; "¡Resistan
el toque de queda!".
Dusty Rhodes y Sandra McNeill
Reimpreso de: The Boys in Blue, por Dunhill, Christina. Virago, Londres,
1989.
urgente, que le daba a la policía la facultad para detener de
nuevo a su marido, se separaron. Las semanas siguientes tra
tó de hacer una vida independiente con sus hijos, sin violen
cia, a pesar de la falta de apoyo de la comunidad asiática, y
de sufrir los constantes recordatorios de izzat (el "honor de
su familia"). Le decían que su separación y el divorcio que
había planeado llevarían la desgracia a su marido y a las fa
milias de los dos; había muchas presiones para que regresara
con él e intentara reconciliarse.
El 11 de mayo, Gurdip Kaur permitió que su marido fuera
a su domicilio a recoger algo de ropa. Llegó a la 8 p.m. acom
pañado de su hermano, Harbax Singh Scmd.hu. Ambos habían
estado bebiendo. Gurdip estaba sola en la casa, con excepción
del más pequeño de sus tres hijos, Ravinder, de 12 años de
edad. Después de unos minutos, ella fue a la cocina para po
ner su taza de té en el fregadero. Su cuñado Harbax la siguió,
la sujetó, le partió la cabeza contra la pared de la cocina y le
dio de golpes en la garganta. Cuando Ravinder vio lo que es
taba sucediendo corrió y trató de detener a su tío, pero su
padre, Gurbax Singh, lo empujó y lo sacó del cuarto. Ravinder
se recuperó y trató de correr para llamar a la policía, pero
encontró cerrada la puerta principal y tuvo que atravesar toda
la casa. Miró a su madre tendida en el piso, se veía "como si
estuviera dormida", mientras su tío le metía un vaso en la
boca. Luego escucho que la puerta de la cocina se abría y vio
que su padre sacaba un cuchillo, que llevaba como una daga
en su puño. Gurbax Singh dirigió el cuchillo a Gurdip Kaur y le
dijo que la iba a matar, pero su hermano lo detuvo. Gurdip
Kaur fue arrastrada a una camioneta van prestada, que Harbax
conducía, y se la llevaron a casa de un amigo de él. Luego de
que la dejaron, el amigo llamó a la policía. Harbax Singh dejó
a Gurdip Kaur en el departamento de urgencias del hospital y
regresó a la casa de su amigo, donde fue detenido. Gurdip
Kaur tuvo que ser colocada en una maquina para mantener
sus síntomas vitales. Cinco días después apagaron la máqui
na y ella murió.
La información anterior se escuchó en el Tribunal Penal
de Winchester en enero de 1987, cuando Harbax Singh fue juz
gado por el asesinato de Gurdip Kaur. Las pruebas médicas
mostraban que ella había muerto a consecuencia de la fractu
ra de la laringe. La parte acusadora sostenía que la fractura
había sido causada por Harbax cuando golpeó la garganta de
Gurdip y, por lo tanto, que él la había matado; este juicio se
fundaba en gran medida en el testimonio del hijo menor de
ella, Ravinder, quien hizo un relato claro e inquebrantable de
lo sucedido la noche del 11 de mayo. La defensa replicó que
un golpe no podía haber causado la fractura mortal, sino que
el daño se lo había infligido el marido, Gurbax Singh, quien
había pateado la garganta de su mujer cuando ésta se encon
traba en el piso. En el resumen, el juez dijo al jurado que si no
les convencía que los golpes de Harbax Singh habían causado
la fractura, el veredicto sería "inocente". Sin embargo, si los
golpes habían fracturado la laringe éste era responsable de
su muerte. Si éste fuera el caso y había intentado matarla o
herirla seriamente, sería culpable de asesinato, pero si no ha
bía tenido la intención entonces sería culpable de homicidio
sin premeditación.
El jurado deliberó por casi cuatro horas al final de un jui
cio de tres días, y regresó a la sala dos veces para que le acla
raran la ley. Regresaron con el veredicto de "inocente de
asesinato, pero culpable de asesinato sin premeditación". El
tribunal escuchó que Harbax ya había estado en prisión. En
1981 recibió una sentencia por tres años de prisión (donde
tan sólo estuvo dos años) por tratar de contratar dos veces a
unos hombres para que mataran a su propia mujer. Esta noti
cia conmocionó y afligió al jurado.
Harbax Singh no sólo había tratado de matar a su mujer,
también la había sometido a un grado tal de violencia que la
envió tres veces al hospital. Luego de cumplir su sentencia,
secuestró a su hijo y se escapó a la India. Su esposa logró
recuperar a su hijo en los tribunales indios, pero ella y éste
fueron perseguidos por Harbax y se vieron obligados a ocul
tarse.
Las leyes británicas de evidencias impiden que esta in
formación se presente en los tribunales durante el juicio; se
hubiera dicho que no tenía nada que ver con el caso que se
trataba, el cual involucraba la muerte de la mujer de su her
m ano. Sin em b argo, H arb ax S in gh había am en azad o
persistentemente las vidas de Gurdip y de su familia. Con fre
cuencia le decía por teléfono que iba a morir. La policía esta
ba al tanto de eso; en varias ocasiones escucharon las llamadas,
pero en el tribunal no se mencionó nada de las amenazas, ni
siquiera como una pregunta de la parte acusadora al acusado.
En cuanto a la información que quería presentar en el tri
bunal, la parte acusadora fue muy discreta. Si el jurado hu
biese sabido de esas llamadas telefónicas, incluso como
testimonio de oídas, el veredicto hubiera sido diferente.
Harbax Singh no era el único hombre que amenazaba a Gurdip
Kaur y a su familia. Después de su muerte, cuando Harbax se
encontraba en custodia, las llamadas telefónicas continuaban.
Culpaban a la familia de las acusaciones contra Harbax Singh,
la responsabilizaban de la existencia de la Campaña Gurdip
Kaur, y les decían que iban a morir. El último día del juicio en
el tribunal, por teléfono le dijeron a Ravinder que no viviría
un día más. Se sabía que algunas de esas amenazas prove
nían de su padre, quien trató de impedir que su hijo salvara a
su madre; él blandía un cuchillo la noche en que ella murió y
ni siquiera pidió una ambulancia. La defensa sostuvo que él
había matado a Gurdip Kaur. Pero Gurbax Singh Sandhu no
apareció en el juicio de su hermano gemelo, ni siquiera como
testigo de los acontecimientos del 11 de mayo.
Gurbax Singh fue detenido luego del ataque a su esposa.
Pero nunca fue requerido para relatar públicamente sus ac
tos en el momento del asalto, todas las acusaciones en su con
tra fueron desechadas por consejo del fiscal de Asuntos
Legales de la Policía del Valle del Támesis, y sus razones to
davía nos son desconocidas.
Cuando algunas mujeres se enteraron de los acontecimien
tos se unieron para iniciar la Gurdip Kaur Campaign, un grupo
integrado principalmente mujeres Negras, la mayoría de ellas
asiáticas. La campaña exigía justicia para Gurdip y que Gurbax
Singh fuera juzgado por su participación; que se informara al
público de este horrible ejemplo de violencia masculina con
tra las mujeres. Se creía que si el Estado no podía llevar a
Gurbax a la justicia, entonces la campaña lo haría, aun si esto
significara instigar a una querella. La información correspon
diente al caso había circulado en volantes, cartas y artículos
publicados en la prensa de las mujeres. Muy pronto la cam
paña recibió el respaldo de individuos y organizaciones de
todo el país. Hubo muchas cartas y donativos, y cientos de
mujeres firmaron la demanda que exigía justicia para Gurdip
Kaur. Las mujeres también formaron piquetes fuera de los tri
bunales de los magistrados en Reading, donde Harbax Singh
tenía sus audiencias; en Winchester, se le había juzgado por
asesinato y hubo una manifestación.
La campaña llamó también la atención de la policía, que
pronto empezó a investigar al grupo. Oficiales de la policía
que no formaban parte de la sección de Reading visitaron a la
organización, que proporcionaba su dirección para los comu
nicados de la campaña, y a colaboradoras del periódico local
independiente que publicaba la información sobre el caso de
Gurdip Kaur. Decían que estaban investigando una queja de
la familia de Gurbax y Herbax Singh dirigida al Director de la
Defensoría Pública, y que querían los nombres y las direccio
nes de las integrantes de la campaña para hablar con ellas
acerca de la manifestación que tenían planeado hacer duran
te el juicio. Sugirieron que escribirían a la campaña para con
certar reuniones, pero no hubo ninguna relación. Los
funcionarios de la policía también querían saber dónde se
imprimían los volantes de la campaña, con qué máquina, y
cómo se había iniciado la campaña. Advirtieron que segui
rían sus investigaciones si la campaña continuaba con las
manifestaciones.
La familia de Gurdip Kaur también recibió la visita de la
policía y fue interrogada acerca de la campaña. En la audien
cia de la Corte de los Magistrados de Reading, se hizo referen
cia a la campaña como un factor para decidir dónde tendría
lugar el juicio, con la seguridad de que la policía estaría al
tanto de la intervención de los diversos activistas locales. El
juicio sería en un pueblo a 25 millas de allí, en Winchester,
"d eb id o a la in ten sid ad del sentim ien to lo ca l",
presumiblemente era un intento para conmover a los mani
festantes "locales". En Winchester, el juez advirtió a la Corte
que los manifestantes serían detenidos por mostrar pancartas.
Las mujeres que protestaban en el exterior fueron retiradas,
pero siguieron la acción con una marcha improvisada por el
pueblo.
La campaña siempre tuvo que ser muy cautelosa en su
promoción. Los detalles de las reuniones y los nombres de
los organizadores se mantenían en secreto. Esto se debió ori
ginalmente al recelo de Gurbax Singh y de su familia, quienes
seguían amenazando a los parientes de Gurdip Kaur. Sin em
bargo, la precaución se convirtió en hábito ante el acoso de la
policía. La campaña comprendía el temor de que sus activi
dades pudieran prejuiciar el proceso (y tuvo el cuidado de no
hacerlo), pero la policía pudo haber escrito al grupo que ése
era el problema. Hubiéramos pensado que estábamos del
mismo lado, que ambos queríamos ver a un criminal ante la
justicia, y que se brindaría protección a los amenazados. Qué
irónico hubiera resultado que el grupo de la campaña, per
fectamente legalizado, hubiera sido empujado a la clandesti
nidad por la policía.
Gurdip Kaur y su familia hubieran esperado una respues
ta de mayor simpatía de la policía, la cual estaba desde hacía
tiempo al tanto de la violencia que sufrían, y tuvo que sacar a
Gurbax Singh en la noche en más de una ocasión. Sin embargo,
cuando se les pidió ayuda, tan sólo recomendaron que Grudip
Kaur se cambiara de casa. No se le brindó apoyo para que
obtuviera la orden judicial para apartar de ella a su marido.
Esta orden se obtuvo gracias a la ayuda de los Servicios Socia
les. Los oficiales escucharon las amenazas de muerte de Harbax
y de su hermano, pero cuando se les pidió protección sugirie
ron que cambiaran el número del teléfono. Dijeron que no po
dían hacer nada hasta que no sucediera algo real, y que dicha
situación era la que se esperaba en la comunidad asiática.
Después de la muerte de Gurdip Kaur, su familia fue tra
tada sin tacto. Ravinder, que tan sólo contaba con doce años
de edad, tuvo que soportar un interrogatorio exhaustivo a lo
largo de varias horas continuas, otros parientes fueron inte
rrogados muy intensamente sobre sus actividades para tra
tar de llevar a Gurbax y Harbax Singh a la justicia. Luego de
que Gurbax Singh fue liberado, la policía advirtió a la familia
que si lo amenazaban de cualquier forma, serían ellos los que
estarían en problemas.
Mientras escribo esta sección del libro, la campaña toda
vía existe. Harbax Singh está en prisión, Gurbax Singh está li
bre y Gurdip Kaur está muerta. Después del juicio hubo un
poco de interés en la prensa, pero muchos de los periódicos
nacionales, la televisión y la radio no consideraron que se
tratara de un proceso significativo ni que tuviera suficiente
interés periodístico, a pesar de que resaltaba el problema de
la violencia doméstica en ese tiempo. Ahora parecía imposi
ble una querella por muchas razones. Además de los costos y
de otras dificultades inherentes, como la necesidad de reco
pilar declaraciones y convencer a los testigos para que apor
taran pruebas, el juicio que se siguió a su hermano hacía
suponer que Gurbax Singh no había cometido ningún delito,
aunque el jurado había escuchado pruebas de que había in
tervenido en los acontecimientos por los que su hermano esta
ba en prisión, de que trató de impedir que su hijo protegiera
a su madre, de que no intentó llamar a la policía ni pedir una
ambulancia, de que no llevó a su esposa al hospital, no hubo
acusación ninguna de "cómplice de asesinato sin premedita
ción". La decisión de la corte fue que la muerte de Gurdip
Kaur fue un accidente.
La campaña parecía no tener más remedio que seguir
presionando al Ministerio de la Defensoría Pública para que
reabriera el proceso, aunque hasta ese momento las cartas de
muchas mujeres, inclusive de algunas parlamentarias, no
habían provocado más que algunas raras y desalentadoras
respuestas, que por lo general repetían que no había pruebas
suficientes para una condena.
La policía no ayudó a Gurdip Kaur durante diecisiete años.
Había sufrido violencia a manos de su brutal marido, con fre
cuencia se le veía con cortaduras y moretones, y también se
veía como él la degradaba en público. Ella y su familia infor
maron a la policía de esto y de las amenazas a su vida, y la
policía tampoco la protegió, ni siquiera tomó en serio la in
formación. Una vez más, esto demuestra la falta de interés pro
pia de la policía en todos los delitos que se pueden calificar de
"domésticos", su incapacidad para reconocer el peligro que
enfrentan muchas mujeres, y su negativa para hacer frente a
los problemas que acarrean. La policía todavía parece tener la
actitud de que la violencia de las familias no es su asunto; cuan
do sucede se inclinan para observar a la violencia masculina
como una parte de la vida familiar, que se tiene que tratar por
medio de la comunidad a la que pudiera pertenecer la mujer.
El sistema judicial no protegió a Gurdip Kaur pues le negó
los medios para protegerla. Luego no castigó efectivamente a
los responsables de su muerte. El tribunal no presentó a la
opinión pública toda la información disponible sobre el caso,
ni le dio a nadie la oportunidad de hablar por una mujer no
puede hablar por sí misma. La corte alentó también supues
tos racistas, como el argumento de que a los hombres les afecta
más el alcohol —una declaración que sin duda añadió las "cir
cunstancias mitigantes" en la mente del jurado, y que de nue
vo permitió que el alcohol se convirtiera en una disculpa de
los hombres que matan mujeres.
La comunidad asiática no ayudó a Gurdip Kaur, no le per
mitió vivir su vida sin violencia. Una mujer asiática en Gran
Bretaña no puede hacerle frente a su marido, a su hermano o
a su padre, no sólo por los mecanismos externos que el Esta
do ejerce sobre ella, sino por los mecanismos internos de con
trol de la comunidad. Para una mujer apartarse de una
situación violenta es abandonar por completo a la familia,
además de recibir la desaprobación de la comunidad asiática
en una sociedad que, al mismo tiempo, es racista y sexista. A
las mujeres que lo han hecho, con frecuencia se les ha acusa
do de empañar el honor de sus familias o el izzat de sus mari
dos y sus allegados. Para los integrantes de esa comunidad,
el permitir que Gurdip Kaur viviera sin violencia hubiera sig
nificado reconocer la existencia de dicha violencia en sus ho
gares y en su comunidad. Tendrían que haberle hecho frente
por opresivo en lugar de aceptarlo, como muchos hacen, como
un vehículo por el cual los hombres ejercen su autoridad y
poder sobre las mujeres.
Esos elementos fundamentales de la violencia masculina
son, sin embargo, universales en todas las sociedades y cul
turas. Las mujeres de todo el mundo están sometidas a la vio
lencia masculina en todas las esferas de la vida, una violencia
que induce temor, y como resultado, subyugación. En todas
partes vemos encubierta la sanción de esta opresión, y con
ésta la condonación implícita de la violencia masculina con
tra las mujeres. La policía, los tribunales, nuestras comunida
des y la sociedad en su conjunto permiten que mujeres como
Gurdip Katir sufran violencia y mueran, por medio de la creen
cia impensable e inefable de que la violencia doméstica es
una parte natural de la familia, ejercida como instrumento
del patriarcado que impone su condición jurídica y social.
La Gurdip kaur Campaign unió a las mujeres negras con las
blancas de todo el país, para exigir justicia para Gurdip y para
las miles de mujeres que todos los días sufren violencia a
manos de los hombres. Todas las que hemos sufrido por
Gurdip Kaur tenemos que asegurarnos de que no será olvida
da, al usar su memoria para fortalecer nuestras luchas por la
transformación.
Reimpreso de: The Boys in Blue, por Dunhill, Christina. Virago, Londres,
1989.
trataban este problema. En cambio, ponían énfasis en la ne
cesidad de que la policía "colaborara" estrechamente con los
grupos locales. En el lenguaje de la policía esto se conoce como
el "Método de la Agencia Múltiple" y fue una de las reco
mendaciones fundamentales del Informe Parcial de Trabajo
Interno de la Policía Metropolitana sobre violencia domésti
ca. ¿Qué es exactamente este método, qué significa y por qué
se debería de adoptar en este momento en particular? son
preguntas centrales de todo análisis del comportamiento ac
tual de la policía, incluyendo su respuesta a la violencia do
méstica.
Para las personas negras, la policía de este país siempre
ha representado la cara más abiertamente represiva de un
estado racista. Los levantamientos del distrito de Southall de
Londres y virtualmente de todas las ciudades de la Gran Bre
taña, en los últimos veinte años han sido expresiones urgen
tes y espontáneas de desesperación, ira y frustración de
muchos negros ante creciente el número de personas sin ho
gar y desempleadas, de los controles de migración y de los
ataques raciales en las calles. La respuesta del Estado a los
levantamientos y al profundo desasosiego ha sido fortalecer
a la policía al otorgarle nuevas facultades, por medio de la
legislación y mayores recursos como una manera de hacer
difusas las protestas y la resistencia.
En los últimos años, el Estado y la policía han redefinido
sus principales tareas y sus objetivos, de manera que todos
los intentos de los negros de organizarse se han convertido
en delitos (por ejemplo, con la acción legal de Newham Seven
y Newham Eight los jóvenes que buscaban defenderse de los
ataques de pandillas racistas). Esta arremetida no se limita a
las comunidades negras; cada vez son más las secciones de
las comunidades blancas sometidas al ataque. Las campañas
del gobierno de Thatcher con respecto de las ciudades no par
ten de considerar su decadencia urbana, su pobreza y sus
penurias, sino de la necesidad de someter al desasosiego que
surge de estas condiciones. Ignoran que el verdadero proble
ma está en el desempleo, las personas que carecen de hogar,
la salud y la educación. Por su parte, la policía ha asegurado
que sus agentes y sus objetivos estén alineados con los objeti
vos del gobierno. Están haciendo más intenso el fenómeno,
que comenzó a finales de los años setenta, que busca captar,
vigilar y dominar las ciudades como primeros objetivos
policiales.
Es irónico, pero las mujeres negras, ante el acoso, la inti
midación y la violencia de nuestras comunidades, nos vemos
obligadas a pedir ayuda inmediata a la policía. La mayoría
de las mujeres no tienen fe ni confianza en la policía, pero
debido a la falta de otras opciones, no tienen más remedio
que pedirle protección y seguridad. Para las mujeres negras,
enfrentarnos a un problema como la violencia doméstica den
tro de nuestras propias comunidades y encarar al racismo de
la policía al mismo tiempo, es algo que con frecuencia está
lleno de contradicciones. Por una parte, estamos involucradas
en campañas contra la brutalidad de la policía, contra las
muertes de personas custodiadas por la policía y por las re
dadas para detener inmigrantes. Por el otro, nos enfrentamos
día a día con golpizas, violaciones y acoso sexual. Estamos
obligadas a hacer demandas ante la policía para proteger
nuestras vidas de los mismos hombres con los que libramos
los combates contra el racismo. La lucha contra el racismo no
puede ser librada a expensas de la lucha en una comunidad
patriarcal y dominada por los hombres, cuyas tradiciones y
costumbres confinan a las mujeres al hogar y les niegan el
derecho a determinar con quién quieren vivir y cómo quie
ren vivir. Muchas de nosotras sentimos que si colocáramos
esta lucha en segundo lugar con respecto de la lucha contra
el racismo, en el mejor de los casos significaría ignorar los su
frimientos de las mujeres y, en el peor, transar pasivamente
con esas prácticas patriarcales. Lejos de ello, nuestro parecer
es que de alguna forma se tienen que librar simultáneamente
ambas peleas, sin perder de vista las consecuencias que una
puede tener en la otra. Nuestras demandas tienen que tomar
en cuenta ambas luchas.
Las mujeres asiáticas han desafiado la idea de que el "ho
nor" de sus familias descansa en su comportamiento y en su
silencio. Mujeres como Krishna Sharma y Balwant Kaur se atre
vieron a "interrumpir el silencio" al afirmar su derecho a vi
vir independientem ente, sin violencia. Am bas fueron
asesinadas por sus maridos, precisamente porque represen
taban una amenaza a su autoridad de maridos, y, por conse
cuencia, a la comunidad dominada por machos. Las muertes
de Krishna Sharma y Balwant Kaur se hubieran evitado si tan
sólo la policía se hubiera tomado la molestia de atender sus
suplicas de ayuda, horas antes de que fueran asesinadas.
Krishna Sharma murió en Southall en mayo de 1984, luego
de sufrir la violencia de su marido por años. Finalmente, inca
paz de resistir más, llamó a la policía para solicitarle ayuda. El
funcionario que la visitó dijo que no encontró pruebas de que
su marido la golpeara, aunque el mismo marido admitió que
en ocasiones la abofeteaba. Le aconsejó que entablara una que
rella contra su marido. Unas horas después Krishna fue encon
trada colgada, con sus ropas desgarradas y con varios
moretones en el cuerpo. Sin embargo, una pesquisa judicial
posterior sobre su muerte emitió el veredicto de suicidio.
Balwant Kaur, una joven asiática y madre de tres niños,
fue asesinada en el Refugio para Mujeres Asiáticas de Brent
el 22 de octubre de 1985. Luego de ocho años de abusos y
violencia a manos de su marido, al final trató de huir al refu
gio en julio de 1985. Todavía en el domicilio conyugal llamó
a la policía, pero ésta no le brindó ninguna protección El es
poso de Balwant Kaur, Bhagwant Singh Panesar, incapaz de
sobreponerse al hecho de que ya no podría "poseerla", la si
guió al refugio. La noche del 18 de octubre, llegó acompaña
do por dos secuaces contratados. Le había dicho a los dos
hombres que quería robar el refugio, pero lo abandonaron
cuando descubrieron que su verdadera intención era matar a
su esposa. Los dos regresaron al día siguiente al refugio y le
advirtieron a Balwant de las intenciones de su marido de
asesinarla. Las encargadas del refugio de inmediato informa
ron a la policía local y pidieron la presencia de una patrulla
las veinticuatro horas para protección. La policía envió a un
oficial que habló con las habitantes del refugio y luego se fue.
No se tomaron más medidas. Varios días después, Balwant
fue asesinada a puñaladas por su marido ante la mirada de
sus tres hijas. La policía no sólo no respondió a la amenazas a
la vida de Balwant, sino que de inmediato dio la lista de las
mujeres del refugio a la prensa, la cual la difundió por todo
Londres, con lo que puso en peligro las vidas de las demás
mujeres. El absoluto desprecio de la policía por la seguridad
de las mujeres y los niños y de las mujeres del refugio, signi
ficó que tuvieran que abandonar el refugio veinticuatro ho
ras después del asesinato.
Las muertes de Krishna Sharma y de Balwant Kaur mues
tran, con aterradora claridad, que la policía decidió dirigir
sus recursos a otras tareas en lugar de atender la violencia
contra las mujeres, y como resultado las vidas de muchas otras
mujeres están en peligro. Creemos que el problema que se
presenta aquí es uno de los principios del "éxito" de las ope
raciones de la policía. Ésta mide su eficiencia en términos de
índices de procedimientos judiciales y de encarcelamientos,
y no en términos de la seguridad y la protección que puede
brindar. El problema también es una de las primeras tareas
de la policía. Mientras los oficiales se despliegan con rapidez
para poner en orden las protestas contra la pérdida de liber
tades civiles, contra la pobreza y la penuria, se ignora a innu
merables mujeres que viven en sus casas con miedo por sus
vidas.
Más de un año después de emitida la Orden Obligatoria,
nos parece que la policía no ha puesto en marcha sus propias
directrices. Por nuestra experiencia, sabemos que se ha deja
do que los oficiales interpreten la orden de la manera que
mejor les parezca. Además, parece ser que la mayoría de ellos
no conoce la existencia de la orden y todavía se niega a reco
nocer que la violencia doméstica es un delito grave.
Sin embargo, lo que en Ealing hemos descubierto, es que
los elementos de la policía en su conjunto siguen las instruc
ciones del "Método de la Agencia Múltiple" para la violencia
familiar. Este método se presenta en términos de lograr una
estrecha cooperación entre la policía y las agencias legales y
de voluntarios locales, pero en la realidad tiene muy poco
que ver con el ofrecimiento de una respuesta urgente a la vio
lencia doméstica y mucho con la obtención de las caracterís
ticas y los datos de las personas de la comunidad. Los términos
de referencia de dicha "cooperación" los establece la policía.
A medida que progresa el "trabajar juntos", las agencias como
servicios sociales, escuelas y el DHSS se apartan de su ética
original de brindar bienestar social y se transforman para
desempeñar una función auxiliar de la policía. Las consecuen
cias para los negros, así como para otros sectores desprote
gidos de la comunidad, son muy claras.
En Southall experimentamos de manera directa cómo toma
forma el Método de la Agencia Múltiple para la Violencia
Doméstica. En febrero y marzo de 1987, asistimos a reunio
nes convocadas por la policía de Southall para analizar su res
puesta a la violencia doméstica. En el curso de las dos
reuniones que se llevaron a cabo, la policía fue muy clara y
franca. Su propuesta era establecer un "equipo para atender
a la violencia doméstica", compuesto de trabajadores socia
les, servicios para los que cumplen libertad provisional, en
fermeras especializadas en psiquiatría, voluntarios de los
grupos de apoyo a las víctimas locales y, claro, los grupos
locales de mujeres. Este equipo se reuniría con regularidad
para analizar casos. La policía fijó los términos de referencia
del equipo. A todas las agencias se les pidió que brindaran
información sobre "familias problemáticas" y como parte de
eso, teníamos que pasar a la policía la información de nues
tros casos de violencia doméstica. Los oficiales no indicaron
qué harían con la información.
No es necesario decir que decidimos no participar en este
ardid. Sus términos de referencia de la policía reflejaban con
claridad la actitud y las disposiciones que sobre violencia
doméstica tenía. Esta última se redefinió como el comporta
miento característico de "familias problemáticas", el cual se
convertiría después en el objeto de atención de la policía. Esas
familias podrían ser estigmatizadas por los caprichos, los pre
juicios y las suposiciones de cada oficial de policía. Nosotras
sostenemos que la violencia doméstica puede suceder en to
das las familias, sin importar raza, religión y clase, en cual
quier m om ento. E sta exp resión no se pu ede definir
confinándola a "familias problemáticas". La función de la
policía no es hacer a un lado la iniciativa de las mujeres ál
respecto. Se trata más bien de que responda con rapidez y
eficacia cuando las mujeres lo solicitan ayuda, sean cuales
sean sus circunstancias familiares.
A lo largo de nuestras reuniones la policía sostuvo que la
violencia doméstica es un problema de la "familia" y, por lo
tanto, los oficiales argumentaban que no era posible interve
nir para hacer cumplir la ley. Temían que, si actuaban, se
podría crear una imagen negativa de los cuerpos de policía
entre los hombres. En una zona como Southall, con una po
blación predominantemente asiática, esta negativa se apoyó
también en supuestos racistas. Factores como los matrimo
nios arreglados y las diferentes culturas fueron las razones
para la falta de intervención por parte de la policía. También
argumentaron que las ancianas asiáticas eran mucho más to
lerantes y por lo tanto tenían menos necesidad de ayuda in
m ediata. Uno se pregunta si esos supuestos fueron los
responsables de su inactividad cuando se enfrentaron a los
gritos de ayuda de Krishna Sharma y Balwant Kaur.
El método para responder a la violencia doméstica que
adoptó la policía de Southall, como en otras partes, se ajusta
perfectamente a su retórica sobre el trabajo policial en la co
munidad y las reuniones de consulta. Los equipos de trabajo
dedicados a atender problemas como acoso racial y violencia
doméstica generan la ilusión de la preocupación de la policía
y de la disposición a "involucrar a la comunidad", y al mis
mo tiempo permiten que la policía desvíe la atención de sus
propias obligaciones. Por último, este método de la policía es
una distracción que pone a un lado las demandas para que
ésta se haga responsable de esos problemas.
A la luz de la experiencia de los negros de zonas como
Southall, Brixton, Notting Hill, Handsworth, Toxteth, St. Paul y
Tottenham, ellos no pueden confiar en planes como el método
analizado. Ese plan y otros más sólo nos confirman que la
policía usará cada vez tácticas más sofisticadas para dominar
a los negros.
La experiencia ha mostrado que la policía no está del lado
de las mujeres ni de los negros. Por ello no es accidental que
haya puesto en primer lugar a la violencia domestica seña
lando a las "familias problemáticas". El Método de la Agen
cia Múltiple no es más que un ejercicio de propaganda dirigido
a un sector de la comunidad, el de las mujeres, que por años
han sufrido violencia e inclusive la muerte a causa de la inac
tividad de la policía. Al mismo tiempo, este método sirve para
extender la red colectiva de la policía.
Las muertes de Krishna Sharma y de Balwant Kaur han ge
nerado preguntas importantes para aquéllas de nosotras que
tenemos que seguir pidiendo la intervención de la policía,
porque no hay a quien más recurrir. Sin embargo, tenemos
que reconocer que los cuerpos de policía cada vez hacen
operativos más sofisticados y cada vez ordenan mejor sus
prioridades. Se han echado a cuestas la tarea del control so
cial, y han hecho una campaña vigorosa con recursos y facul
tades para cumplirla. A la luz de nuestra experiencia, nuestra
obligación es luchar para que las facultades y los recursos de
los cuerpos de policía se dirijan a satisfacer nuestras necesi
dades.
En duelo y con rabia
(Con análisis premeditado)
Suzanne Lacy
1. Hecho y fantasía
A principios de noviembre de 1977, apareció en la prensa de
Los Ángeles el crimen de la que se habría de convertir en una
— N ik k i Cr aft
— R o b e r t S o b ie s z e c
—Nikki Craft
Un asombroso flynt
Irene Moosen
El piso 38 de un edificio de 45 plantas del Century Park East
de Los Ángeles pertenece a Larry Flynt Publications, sede de
la revista Hustler. El Sol matutino brillaba cegador al reflejar
se en esta sorprendente estructura, cuando se inició el tráfico
de la hora de almorzar.
De haber estado en su oficina Larry Flynt, el director de
Hustler, el lunes pasado hubiera podido asomarse a su venta
na para ver la protesta y el reparto de volantes de The Preying
Mantis Women's Brigade. Si hubiera bajado por uno de los seis
elevadores que abren la entrada del edificio y hubiera salu-
Feux de Joie
Después de testificar, quien lo desee puede quemar la litera
tura de odio que haya llevado, como una expresión de nues-
Referencias
Caputi, Jane. The Age ofSex Crime, Bowling, Green Satate, Univer
sity Popular Press, Bowling Green, Ohio - Women's Press,
Londres, 1987.
Kelly, Liz y Jill Radford. "The Problem of Men" en Law, Order, and
the Authoritarian State, Phil Scraton, Open University Press,
Milton Keynes, Inglaterra, 1987.
No es tan güeno nace' niña (I)*
Ntozake Shange
pa'tener/
nuestras v id a'/
pa'vivir.
Fuentes
Bibliografía seleccionada
Compilación de Diana E.H. Russell*
Libros
Abrahamsen, David. Confessions of Son of Sam, Columbia Univer
sity Press, Nueva York, 1985.
Banks, Harold K. The Strangler: The Story o f Terror in Boston, Avon
Books, Nueva York, 1967.
Barnard, Alan (ed.). The Harlot Killer: Jack the Ripper, Dood, Mead &
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Bean, Constance. Women Murder by Men They Love, Haworth Press,
Nueva York, de próxima aparición.
Beatti, John. The York Shire Ripper Story, Quartet Books, Londres,
1981.
Biondi, Ray y Walt Hecox. All His Father's son: Inside the Gerald
Gallego Sex-slave Murders, New York University Press, Nueva
York, 1988.
Blashfield, Jean F. Why they Kill, Warner Books, Nueva York, 1990.
Cameron, Deborah y Elizabeth Frazer. The Lust to Kill: A Feminist
Investigation o f Sexual Murder, New Cork University Press,
Nueva Cork, 1987.
Black Coalition Fighting Back, P.O. Box 86681, Los Angeles, CA 90086-
0681. Fundada en enero de 1986 ante la preocupación por
muchos feminicidios en serie no resueltos, principalmente de
mujeres negras, ocurridos en el sur-centro de Los Angeles.
Body Counts, publicación mensual de "Urban Amazons", del Les
bian Community Project. P.O. Box 5931, Portland, OR 97228.
Apareció por primera ocasión en 1991 para comentar y
proporcionar una lista cronológica completa de los actos de
violencia contra las mujeres, incluido el feminicidio, en la zona
metropolitana de Portland.
Campus Violence Prevention, Administration Building, Room 108,
Towson, State University, Towson, MD 21204. Conduce un
estudio nacional sobre violencia en los planteles universitarios.
Hay investigadoras especialistas en el tema a quienes se puede
consultar.
Clearinghouse on Femicide. P.O. Box 12342, Berkeley, CA 94701-3342.
Fundado en 1989 como un colectivo amplio de mujeres que
participaban en la investigación, distribución de información
y acciones de. protesta. Publica un boletín trimestral, Memory
and Rage y pone a disposición de las personas interesadas
materiales de investigación sobre feminicidio. Cuenta con un
amplio banco de datos computarizados y archivos. Asimismo,
coordina una red de apoyo para mujeres que han perdido a
una integrante de su familia o a una amiga, por feminicidio.
Clothesline Project, P.O. Box 822, Brewster, MA 02631. Fundado en
1991 y dirigido por una coalición de mujeres que invita a hacer
una "línea de playeras" en más de una docena de estados, en
memoria de las mujeres que han sido víctimas de violencia,
incluido, aunque no confinado, el feminicidio. Las playeras son
de un color específico que depende del tipo de violencia: las de
color blanco son para recordar a las victimas de feminicidio.
Para información sobre dónde enviar las playeras, escribir a
Rachel Carey-Harper a la dirección que aparece arriba.
Coalition to Stop the Green River Murders, 2536 Alki Av. SW, Box 129
Seattle, WA 98116. Formada en Seattle en 1983, como un grupo
de acción política y de difusión de información, para tratar de
detener los asesinatos en serie del Green Rivér. Esta coalición
realiza investigación en archivos e indexa información sobre
los casos de asesinatos en serie en los ámbitos nacional e
internacional.
Donna Fitzgerald Daigneau Fund, First National Bank, 3 2 4 Statae St.,
Portsmouth, NH 0 3 8 0 1 . Establecido en honor a Donna y tres
amigas suyas, todas ellas asesinadas por el esposo de Donna,
recolecta dinero para apoyar refugios de mujeres en New
Hampshire y Kentucky.
Family Vionence Network, P.O. Box 854, Lake Elmo, MN 55042. La
Minnesota Coalition for Battered Women hace seguimiento
sobre la información de feminicidios en Minnesota e. informa
de ello en el boletín de la Family Violence Network: Networker.
I.L.K.A. (Information, Love, Knowledge, Action), P.O. Box 357,
Arnold, MD 21012. Gisela Dibble fundó la ILKA, después de
que su hija Ilka fuera asesinada y violada por su novio. Dibble
libra una batalla en Maryland para conseguir que se establezca
que el ataque sexual contra una m ujer asesinada sea
considerado como un crimen, y como tal el delincuente puede
ser acusado con el cargo de asesinato en primer grado.
Justice for All, 11 Park Place, New Cork, NY 10007. Ellen Levin y
Dermis Holand fundaron esta organización para impulsar los
derechos de las víctimas en la legislación. Jennifer, hija de Levin,
fue violada y asesinada por Robert Chambers en el Central Park;
Kathleen, hermana de Holand, también fue asesinada por su
novio. En ambos casos los abogados utilizaron el "rough sex"
como defensa de los asesinos.
Security on Campus, Suite 105, 618 Shoemaker Rd., Gulph Mills, PA
19406. Fundado por Connie y Hoeard Clero, cuya hija Jeannie
fue violada, torturada y asesinada en un campus universitario
por un compañero estudiante en 1986. Proporciona la
información necesaria para levantar cargos contra los colegios
y las universidades, en nombre de las víctimas y sobrevivientes
de las víctimas de violencia en los campus universitarios. Ha
cabildeado con éxito para el establecimiento de leyes mediante
las cuales se solicita a las universidades que publiquen
información estadística sobre los crímenes en sus campus.
Vigil Project, P.O. Box 21105, Santa Barbara, CA 03121. Asiste a las
mujeres para que desarrollen formas creativas de protesta.
Organizó la vigilia de 24 horas, "Facing Our Worst Fears", en
memoria de 53 mujeres y niñas que fueron víctimas de
feminicidio en Santa Barbara Country, entre 1980 y 1990.
Women's Monument Project, Comptroller, Capilano Collage, 2055
Purcell Way, North Vancouver, British Columbia V7J 3HF. Fue
establecido para recaudar dinero y erigir un monumento a las
mujeres que murieron en el feminicidio masivo en Montreal, el
6 de diciembre de 1989.
Women's Project, 2224 Main St, Little Rock, AR 72206. Documenta
crímenes cometidos por odio, incluido el feminicidio, en Arkan-
sas; la información aparece en Transformation, una publicación
anual. Asimismo, participa en manifestaciones de protesta que
se realizan anualmente (por ejemplo, arreglando el despliegue
de lápidas para que no desparezcan de la memoria las mujeres
asesinadas). Su objetivo principal es que el feminicidio quede
incluido en la legislación de los crímenes por odio.
Women We Honour Action Comité, 22 Partfield Drive, Toronto,
Ontario M2J 1B9. Condujo la primera investigación sobre
feminicidio íntimo en Canadá, la primera en su tipo. Recabó
datos en Ontario durante el periodo de 1974 a 1990, que
provinieron de la Office o f Chief Coroner, así como de algunas
fuentes no oficiales como diarios, refugios, promotoras y
defensoras de las mujeres, y amigos y familiares de las víctimas.
Los tres primeros objetivos de la investigación son: documentar
la incidencia de fem inicidios íntim os, describir las
características y las circunstancias de las personas involucradas
y presentar la historia de un grupo pequeño de mujeres que
fueron asesinadas en esas circunstancias.
After the Massacre. Dirigida por Gerri Rogers. Studio D, P43, Na
tional Film Borrad, Box 6100 Station A., Montreal, Quebec
H3C3H5. Este documental vincula la masacre con la violencia
masculina contra las mujeres. Contiene comentarios de autoras
feministas, estudiantes, reporteros, un sociólogo y una de las
estudiantes que sobrevivieron al feminicidio en masa, en
Montreal.
Beyond the Sixth ofDecember. Dirigido por Catherine Fol. Studio D,
P43, National Film Borrad, Box 6100 Station A, Montreal, Que
bec H3C3H5. Un film controvertido que se centra en la
experiencia de Nathalie Provost, una estudiante de ingeniería
herida durante la masacre. El film la muestra como una mujer
asertiva que se rehúsa a llamarse ella misma una víctima de la
violencia masculina sistemática.
Emergency. Dirigida por Adele Brown. 7 Barbara Lañe, Binhampton,
N Y 12903-2755. Este film aborda temáticas de violencia de
género, haciendo hincapié en la masacre de Montreal. Está
acompañado con una guía de estudio con la idea de que sea
una película que se vea en el salón de clases y después sea
discutida.
Riposté. Dirigida por Suzzane Vertue. En francés. Reseau Vidi-Elle,
4013 des Erables, Montreal, Québec H2K 3V7. Suzzane Vertue
llama a la masacre de Montreal un crime politique contre les
femmes et les lesbiennes (un crimen político contra las mujeres y
las lesbianas), que murieron por la sola razón de que eran
mujeres. Siendo consistente con este punto de vista en el film
sólo se escuchan voces femeninas.
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