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¿Cómo es el servicio?

Cuando el apóstol Pablo tuvo un encuentro con Jesús en el camino a Damasco, una de
las primeras cosas que le preguntó fue: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hch. 9:6).
Esto nos recuerda que todo discípulo de Jesús es su siervo. En el Nuevo Testamento,
tenemos algunos ejemplos. Solo mencionare el siguiente: Un grupo de mujeres que
seguían a Jesús y sus discípulos mientras iban por las ciudades y aldeas predicando el
evangelio; ellas le servían con sus bienes (Lc. 8:1-3).

El servicio a Dios fluye de un corazón agradecido a Él por perdonarnos y salvarnos.


Queremos servir a Dios sirviendo a los demás. Para servir a los demás, hace falta tener
un corazón humilde y amoroso. Debemos considerar a los demás como superiores a
nosotros mismos:

No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de
ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno
sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”, Filipenses 2:3-4.

Dios nos llama a una vida de servicio, que podamos ver las necesidades de los que le
rodean. Para que una iglesia funcione, todos los miembros han de poner al servicio del
Señor los dones que recibieron de parte de Él. Dios nos da dones para servir a los
demás, no para nuestro propio beneficio o disfrute, sino para la edificación de su
pueblo. El apóstol Pedro lo deja claro:

“Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros
como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que habla, que hable
conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da,
para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y
el dominio por los siglos de los siglos. Amén”, 1 Pedro 4:10-11.

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