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La buena fe es un modelo o arquetipo de conducta social, hay una norma jurídica que
impone a la persona el deber de comportarse de buena fe en el tráfico jurídico.
Como dice Marcelo López Mesa “la vida en sociedad requiere actuaciones
razonables, maduras, responsables, alineadas por el principio cardinal de la buena fe.
La noción de buena fe, expresa nuestro amigo en cita, ha ido creciendo en su imperio
sobre el derecho, conforme avanzaba el tiempo y las nociones formalistas estrictas
iban cediendo paso a un deseo de mayor justicia [2].
Más adelante nos dice que la buena fe es un principio general del derecho,
consistente en un imperativo de conducta honesta, diligente, correcta” [3]
Expresan Morello y Tróccoli [4] que la buena fe, debe acompañar al contrato en cada
una de sus fases y en su variante objetiva significa que el acreedor no debe pretender
más, en el ejercicio de su crédito, ni el deudor puede rehusase a dar menos, en el
cumplimiento de su obligación, de lo que exige el sentido de la probidad, habida
cuenta de la finalidad del contrato”.
Por conducta de buena fe, entiende la doctrina términos como, honestidad, lealtad,
honradez, integridad, fidelidad, rectitud, veracidad, comportamiento leal, cooperación,
información, asesoramiento.
Estas valiosas herramientas son llamadas “conceptos válvulas” por alguna doctrina
nacional – entre otros, los maestros Spota y Goldemberg (ver L.L. 1994-A-736 El
valor de la doctrina en la evolución del derecho civil argentino); en la doctrina alemana
reciben el nombre de “normas de goma”.
El juez del siglo XXI debe buscar por todos los medios posibles el resultado
social esperado.
La más eminente misión del juez no es aplicar la ley, sino hacer justicia. Resolver con
acierto los problemas concretos que se llevan a conocimiento de los magistrados crea
una “sensación de justicia”, que no necesita demasiadas explicaciones.
No sirve que el juez sea un esclavo que de sol a sol se recluye en su oficina, si pese a
su mejor esfuerzo no consigue los frutos que la sociedad espera.
Acudir a los principios significa reconocer la insuficiencia de las leyes y que hay algo
más allá del derecho formulado – y, en hipótesis, chocado con él - ; que lo legislado
no agota todo el derecho. Con ello se evidencia un campo más amplio ganado para el
derecho objetivo, pues a través de los principios se ve ampliado y enriquecido. Por
otra parte, en supuestos, evitando una ostensible quiebra del sistema, permite cierta
evolución en permanencia; ello a través de una nueva perspectiva que le puede
conferir a la legislación una consideración en altura de la problemática a resolver.
vivir honestamente,
Honeste vivere: art. 279 del CCC Objeto del Acto Jurídico: El objeto del acto jurídico
no debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las
buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad
humana. Tampoco puede ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido
que lo sea”.
Alterun non laedere: Art. 1717. Antijuridicidad. Cualquier acción u omisión que causa
un daño a otro es antijurídica si no está justificada.”
Suum cuique tribuere (dar a cada uno lo suyo) materializado a través del Poder
Judicial, organizado por la Constitución nacional y las constituciones provinciales.
Artículo 2º Interpretación: La ley debe ser interpretada teniendo en cuenta sus
palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las disposiciones que urgen de los
tratados sobre derechos humanos, los principios y los valores jurídicos, de modo
coherente con todo el ordenamiento”.
- 1. afianzar la justicia
- 4. promover el bienestar
Recordemos los artículos 1º, 2º y 3º del Código Civil y Comercial respecto a los
principios y los valores jurídicos, que deben ser aplicados de modo coherente con
todo el ordenamiento (Constitución, Tratados, las leyes).
En cuanto al principio de buena fe, la doctrina observa que también éste sirve para
atenuar una norma demasiado rígida o para completar o colmar otra.
Para Rezzónico son [9] las ideas ético-jurídicas fundamentales para un grupo social,
poseedoras de un mayor o menor grado de generalidad y abstracción, sirviendo a la
solución de conflictos, vigentes con independencia de su textualización, y que actúan
con criterios valorativos abiertos y flexibles de orientación, guía e interpretación para
los particulares y el juez; poseyendo carácter basilar, informador, respecto de diversas
materias jurídicas, constituyendo un límite a lo arbitrario.
Se trata de verdades o criterios fundamentales, basilares, es decir que sustentan todo
el ordenamiento jurídico. Poseen carácter cardinal (es decir, principal, fundamental)
Rezzónico nos dice que los principios son pauta de interpretación no residual,
proyecta artículo 21 del C.C.: ”Los jueces resolverán los casos sometidos a su
juzgamiento según lo dispuesto en las leyes, la costumbre y las decisiones de los
tribunales de casación. En todos los supuestos, pero especialmente cuando el caso
no esté contemplado, se tendrán en cuenta los principios del derecho, según las
circunstancias del caso. La doctrina más autorizada y las decisiones jurisprudenciales
servirán como criterio orientador”.
4. Principio de la buena fe
Otra cosa distinta, expresa el jurista español, es el principio general de buena fe. Aquí
la buena fe no es ya un puro elemento de un supuesto de hecho normativo, sino que
engendra una norma jurídica completa, que además se eleva a la categoría o al rango
de un principio general del derecho: todas las personas, todos los miembros de una
comunidad jurídica deben comportarse de buena fe en sus reciprocas relaciones. Lo
que significa varias cosas: que deben adoptar un comportamiento leal en toda la fase
previa a la constitución de tales relaciones (diligencia in contraendo); y que deben
también comportarse lealmente en el desenvolvimiento de las relaciones jurídicas ya
constituidas entre ellos. Este deber de comportarse según buena fe se proyecta a su
vez en dos direcciones en que se diversifican todas las relaciones jurídicas: derechos
y deberes. Los derechos deben ejercitarse de buena fe; las obligaciones tienen que
cumplirse de buena fe".
Para De los Mozos, la buena fe en su carácter objetivo debe ser considerada como un
principio general del Derecho, que, por ello mismo, requiere una apreciación concreta
en relación con el caso controvertido, sino también, porque la buena fe inspira el
ordenamiento jurídico y conforme a ella, como uno de los criterios rectores, éste, ha
de ser convenientemente interpretado, situándose en el mismo plano que el principio
de equidad, legalidad, orden público, causalidad, certeza, seguridad, equilibrio de
intereses y aún razones sistemáticas.[14]
Esta función de la buena fe que excede del propio campo del Derecho Civil y que
penetra en la Teoría General del Derecho.
Hedemann refiriéndose al artículo 242 del B.G.B. afirma que tuvo el acierto de colocar
a la cabeza del Derecho de obligaciones como rectora y guía de las relaciones de
crédito una formula positiva que dice: “El deudor está obligado a cumplir la prestación
como lo exija la buena fe y la consideración de los usos del tráfico".[15]
En el caso de nuestro Código Civil Vélez Sarsfield, más preocupado por la seguridad
jurídica y la necesidad de imponer la nueva ley y salir del antiguo régimen, la buena fe
era peligrosa, de allí que no reguló la lesión, abuso del derecho, ni imprevisión
Buena fe en sentido subjetivo concierne a la intención con que obran las personas o a
la creencia con que lo hacen, por tanto es aquella en la que se `puede afirmar un
especial estado psíquico del sujeto: ignorancia, conocimiento o creencia errónea
acerca de una determinada situación jurídica que hacen que ese sujeto produzca
hechos con consecuencias en el derecho. En este sentido, la buena fe comprende un
estado de ignorancia en el que se encuentra la persona en el momento en que cumple
la acción [21]
Expresa Vallet de Goytisolo (Prologo obra de Delia Ferreira): Que hoy asistimos a una
renovación del espíritu que aspira a corregir los excesos del legalismo positivista.
Como reacción a la posición exegética, se aprecia una tendencia a la flexibilización
del ordenamiento jurídico. En esta dirección, la buena fe resulta uno de los elementos
aptos para lograr la adecuación del Derecho a la realidad. A medida que los
problemas surgen la inagotable virtud jurígena del principio de la buena fe brinda
soluciones nuevas”.
Para Ferreira Rubio (obra citada, pág. 38) los principios generales del derecho son
normas jurídicas en la medida que significan o encarnan directivas para la actuación
de los hombres en sus relaciones recíprocas.
Diez Picazo nos dice que los principios generales del derecho...son auténticas
normas jurídicas en sentido sustancial, pues suministran pauta o moldes de conducta.
La buena fe, como concluye su trabajo Rezzónico [22], como el sol, es el centro del
sistema y conserva su luminosidad constante pese a la energía que prodiga y toda la
actuación de los hombres en sus relaciones recíprocas debe ser conforme a ella.
Prescribe el art. 9. Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de buena
fe”.
Como expresan los comentaristas del CCC “incorporar a la buena fe dentro del Título
Preliminar coloca a este principio, de manera expresa y precisa en el lugar central que
debe observar en el Derecho privado contemporáneo”[25].
Concluyen su comentario afirmando “En suma, siendo este el primer artículo con el
que se inaugura el Capítulo 3 del Título Preliminar dedicado al “Ejercicio de los
derechos”, es dable señalar que este está dirigido en especial a los ciudadanos,
siendo ellos quienes deben actuar de buena fe (art. En análisis); no abusar del
derecho (art. 10); no abusar de su posición dominante (art. 11); observar la ley (art.
12), siendo imposible renunciar a ella (art. 13), reconociéndoles tanto derechos
individuales como de incidencia colectiva (art. 14).
Artículo 729:”Buena fe. Deudor y acreedor deben obrar con cuidado y previsión y
según las exigencias de la buenas fe”.
Expresan los comentaristas en cita que “Se incorpora la buena fe dentro de las
disposiciones generales de las obligaciones; se reitera de esa manera el principio
general establecido en el art. 9° CC y C en relación al modo en que deben ser
ejercidos los derechos; y en materia de contratos, también se la incluye entre las
disposiciones generales, en el art. 961 CC y C, cuando se establece que los contratos
deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe”
Artículo 961: Buena fe. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de
buena fe. Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las
consecuencias que puedan considerarse comprendidas en ellos, con los alcances den
que razonablemente se habría obligado un contratante cuidadoso y previsor”.
Expresan en su comentario a este artículo “La buena fe tiene gravitación en todas las
etapas de la contratación. Ella se exige tanto en la etapa de negociaciones previas a
la concreción de un contrato (art. 991 CC y C) como en el momento de su
celebración, en su etapa funcional o de ejecución y hasta en la pos contractual,
cuando las partes se restituyen bienes empleados en la ejecución del contrato
concluido. El de buena fe es, asimismo, el criterio rector que guía la interpretación de
las disposiciones contractuales (art. 1061 CC y C).
Artículo 991: Deber de buena fe. Durante las tratativas preliminares, y aunque no se
haya formulado una oferta, las partes deben obrar de buena fe para no frustrarlas
injustificadamente. El incumplimiento de este deber genera la responsabilidad de
resarcir el daño que sufra el afectado por haber confiado, sin su culpa en la
celebración del contrato”.
Quien mejor ha precisado las funciones de la buena fe como principio general es Delia
Ferreira Rubio y distingue cuatro funciones.
5. Por su parte López Mesa con cita del Profesor García Martínez expresa entre otras
funciones la de Recreación de normas obsoletas.
Mayor asombro nos provoca el voto del Dr. Petracchi, quien olvidando totalmente la
historia expresa: »La problemática de la inflación, fenómeno muy antiguo y corriente
cuyo remedio, en definitiva, está inevitablemente ligado a la política que acierte a
seguir el Estado, debe ser, por naturaleza, objeto de soluciones legislativas y no
pretorianas» (Del voto del doctor Petracchi - Mayoría).
Nuestro legislador, a diferencia de lo ocurrido en Chile, Uruguay, Perú, Bolivia, etc.,
ignoró esta realidad y como ahora no brinda ninguna cláusula de escape.
7. Carácter imperativo
Coincidimos con Rezzónico que "es indudable que la derogación de los deberes de
buena fe por medio de un contrato — de manera directa o indirecta — contradice el
sentido y fin del orden jurídico. Y si ello es inadmisible que se materialice a través de
un contrato negociado, menos aún resultaría aceptable por medio de condiciones
negociales generales"[29]
Siendo un principio de orden público el mismo es aplicable de oficio por los jueces
ampliándose las facultades judiciales [30]
Como sostiene López Mesa [33] “cualquier persona suscribiría sin dudarlo que los
jueces deben evitar por todos los medios a su alcance la comisión de abusos,
tutelando la buena fe de los justiciables. Como las estratagemas y argucias tendientes
a defraudar son infinitas y variables, y cada día surgen nuevas, el legislador no puede
prever todos los casos posibles, y, en consecuencia, sienta los principios generales,
estableciendo normas abiertas; quedas librado entonces a la inteligencia y buen juicio
del juez la aplicación del standard a cada caso concreto.
Por ello la buena fe detenta una notable aptitud jurígena, es decir que permite extraer,
a partir de ciertos postulados fundamentales, materiales para ir ampliando su esfera
de aplicación a las situaciones nuevas que se presentan.
En todos los problemas y dudas que se van presentado en cada conflicto entre las
personas, la buena fe tiene una fecundidad inagotable para lograr la adecuación del
Derecho a la realidad y la buena fe no es un molde acabado "que el juez calca
sencillamente sobre el material que ha colocado debajo, sino una extraordinaria tarea
que tiene que realizar el propio juez en la situación determinada de cada caso
jurídico"[36]
“El proceso es una empresa de buena fe en la que sus protagonistas deben revelarse
empeñados en la consecución de la común aspiración de justicia" (CNCiv. LL 1985-A-
412).
“El principio de la buena fe constituye una regla jurídica general plenamente aplicable
en materia de derecho administrativo” (DJBA 120-54).
Jurisprudencia española.
“Por buena fe en el ejercicio de los derechos ha de entenderse la adecuación de las
conductas a las exigencias imperativas éticas clamadas por la conciencia social, en el
lugar y momento histórico determinado (TS 06.06.91).
Nos dice Mosset Iturraspe, que “en los contratos onerosos la buena fe exige que la
prestación y la contraprestación guarden un razonable equilibrio. Ahora bien, se
autoriza a las partes a contratar en desequilibrio – a pactar un precio vil, no así uno
irrisorio, asimilado a un no precio – siempre y cuando ese ajuste desproporcionado no
sea la resultancia de un aprovechamiento de una de las partes sobre la otra, de una
imposición o de un abuso de sus circunstancias personales. La falta de equilibrio al
momento de la celebración configura el elemento objetivo de la lesión – art. 954 CC
hoy 332 CCyC - así como el desequilibrio sobreviniente en uno de los presupuestos
de la revisión por excesiva onerosidad, art. 1198 , segunda parte CC, hoy art. 1091
CCyC.
Coincidiendo una vez más con el querido maestro Mosset Iturraspe [38], en los
contratos onerosos lo que una de las partes da, hace o deja de hacer, debe guardar
armonía o proporción con lo que la otra parte, a su vez, da, hace o deja de hacer. La
equivalencia de los valores que se intercambian está en la naturaleza de tales
contratos; es lo común y ordinario, lo que se halla efectivamente en los carriles
exigidos por la naturaleza del hombre en sociedad, aquello que en mayor medida
favorece el desenvolvimiento de la personalidad de los hombres en sociedad.
Los jueces, antes y ahora se han esforzado por realizar en la medida de lo posible la
justicia contractual.
Una balanza simboliza a la justicia conmutativa para representar el equilibrio entre las
prestaciones de un contrato bilateral. A través de esa imagen emblemática se ve con
claridad que los valores económicos en juego de una relación patrimonial deben
guardar equivalencia entre sí. La idea se remonta a la antigüedad y fue desarrollada
por los filósofos griegos, cultores de la armonía.
Aquí cobra especial importancia lo que prescribe el Derecho del Consumidor: el deber
de informar, el deber de seguridad, los efectos de la oferta, el trato digno, la publicidad
y la transparencia, el abuso, etc.
“El deber de informar reviste particular importancia, nos dice Roberto Andorno, en
aquellos contratos en los que hay un desequilibrio entre las partes, porque una de
ellas es un profesional del área en cuestión, mientras que la otra es un cliente o un
consumidor que carece de los conocimientos técnicos pertinentes. Está claro que la
exigencia de honestidad en la información que se brinda es aún más necesaria en
estos casos, sobre todo cuando informar es parte de las obligaciones asumidas por
uno de los contratantes”[40].
En las IV Jornadas Sanjuaninas de Derecho Civil (San Juan Agosto de 1989) en su
despacho de lege lata se expresaba referido a las responsabilidad por el ejercicio de
profesionales liberales: 9. El profesional asume deberes complementarios impuestos
por la buena fe, como el de información y en su caso, reserva y secreto”.
Afirman estos autores que “Como bien se aclara en el art. 59 del CCyC, el
consentimiento informado es una declaración de voluntad que se emite luego de
haber recibido información. O sea, supone el fiel cumplimiento del deber jurídico de
informar, y trae como consecuencia que el receptor de la información emite su
declaración de voluntad "debidamente informado", esto es, sin vicio de la voluntad
alguno.
Por nuestra parte, pese a la ausencia de una norma general que establezca la
obligación de informar, no tenemos dudas que ella es una derivación muy importante
del principio de la buena fe.
También derivan el principio de transparencia, de razonabilidad, protectorio, de
cooperación, favor contractus; de congruencia o de la realidad, coherencia,
correspondencia, etc.
Notas